ENSAYO SOBRE ALGUNOS MITOS Y RITOS SELK’ NAMS

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 21/02/2005 1:21

ENSAYO SOBRE ALGUNOS MITOS Y RITOS SELK’ NAMS
Por Anne M. Chapman

Anne Chapman es autora de célebres investigaciones sobre los selk’ nams u onas. En Los onas, editorial Emecé, ha estudiado profusamente el ritual ona del hain. Aquí, la antropóloga francesa bucea en diversos aspectos simbólicos de algunos mitos del desaparecido pueblo de la Isla Grande de Tierra del Fuego, pueblo creador de una de las más ricas mitologías de la historia.   

    “¿A dónde se fueron las mujeres que cantaban como los tamtam (canarios)? Había muchas mujeres. ¿A dónde se fueron?”, me preguntó un día Lola Kiepja, la última selk’nam de Tierra del Fuego que vivió como indígena. Eso fue en mayo de 1966 cuando estuve viviendo con ella cerca del Lago Fagnano en lo que era entonces la reserva indígena. Lola falleció pocos meses más tarde a la edad aproximada de 90 años. Desde su muerte el 9 de octubre de 1966 hasta la fecha, 15 de agosto de 1973 han muerto cuatro hombres de ascendencia selk’nam. En la Isla Grande, Tierra del Fuego, quedan en vida cinco personas de madre indígena y cuatro más que hablan aún el idioma de sus padres, o sea Angela Loij, una mujer dulce y sonriente; Luis Garibaldi Honte, el mayor de todos; Federico Echelaite, trabajador de estancia y Augustín Clemente, de madre selk’nam (1) y padre yámana (yahgan). Y aún vive Leticia Ferrando cuyo padre era selk’nam y la madre alakaluf. Hay varias personas en la Patagonia y aún en Buenos Aires de ascendencia selk’nam. Son los que quedan de un grupo que se estimó en 3.500 o 4.000 individuos antes de la llegada de los blancos a la Isla Grande por el año 1880 (2). Pese a los esfuerzos bien intencionados de los misioneros salesianos y otros blancos como los hijos del misionero T. Bridges, los selk’nam desaparecieron a raíz del encuentro con los blancos. Fueron asesinados, murieron de enfermedades aportadas por los blancos y fueron deportados fuera de la zona. Otros sucumbieron en luchas fraticidas de los últimos veinte años del siglo pasado y principio de éste.
Los selk’nam eran un pueblo de tipo paleolítico. Fabricaban herramientas de piedra, hueso y madera y vivían de la naturaleza, sin cultivar la tierra. Una actividad capital para ellos era la caza, pues comían sobretodo guanacos y varias especies de roedores, se vestían con pieles de estos dos animales, además de la del zorro. Hacían sus toldos de pieles de guanaco. Recogían moluscos, huevos, bayas, ciertas raíces, semillas y hongos. Cazaban pájaros y focas; pescaban en las lagunas y por las playas y aprovechaban ballenas encalladas. A menudo cambiaban de campamento: el hombre iba adelante, sosteniendo el arco con el brazo y el carcaj con las flechas sobre el hombro. Lo seguía su mujer cargada de todos los objetos domésticos y a menudo de un bebé atado a la espalda en una tabla-cuna. Detrás iban los niños y los viejos. Las marchas se hacían por terrenos conocidos. Las paradas estaban previstas según la caza o la pesca que se esperaba encontrar. Conocían a fondo su isla y dieron nombres a todos los relieves topográficos. Familias extendidas (de tres o cuatro generaciones) patrilincales y patrilocales, ocupaban un terreno específico llamado haruwenh, cuyos límites eran respetados (generalmente) por los vecinos (3).
Los que habitaban terrenos muy apartados unos de otros, se conocían por lo menos de vista o de oídas, Pues tenían muchas oportunidades de reunirse. Cuando encallaba una ballena los primeros en llegar encendían dos fuegos como señal para que todos los que alcanzaran a verlos acudiesen a participar del despedazamiento del animal. Se reunían para celebrar competencias: largas carreras a pie, luchas cuerpo a cuerpo o para probar su destreza contra un voluntario que saltaba sin cesar tratando de esquivar las flechas, despuntadas para esa ocasión. Cuando moría una persona renombrada, la gente se dirigía a su haruwenh al ver la tierra quemándose en señal de luto, para expresar su pesar por medio de cantos y otros ritos. El trueque atraía también a gentes que vivían a veces muy lejos unos de otros: se intercambiaban piedras para encender el fuego, para hacer herramientas, maderas para fabricar arcos, flechas, soportes de toldos, plumas decorativas para tocas, grandes caracoles para extraer agua, caracolitos que se arreglaban en forma de collares, etc.
Otro tipo de “encuentro” eran los combates que duraban uno o dos días o solamente algunas horas pero que, a pesar de su brevedad, eran a veces mortíferos para los hombres. Los vencedores solían llevar las mujeres de los vencidos para incorporarlas a su grupo aunque a menudo las mujeres así raptadas lograban escapar y volver con los suyos.
Los chamanes, llamados xo’on hacían reuniones públicas para discutir las tradiciones místicas y realizar competencias de poder espiritual y cantaban y recitaban las tradiciones místicas en estado de trance. Una de las pruebas culminantes y más promágico. Los xo’on más renombrados digiosas de los xo’on consistía en introducir una flecha con punta de madera bajo la piel, justo debajo de la clavícula y, arrastrándola paulatinamente a través del pecho, hacerla salir a la altura de la cintura, sin sangrar. Otra ocasión de reunión de aún mayor significación cultural era la ceremonia conocida como el hain. Muchas familias de distintos haruwenh se dirigían a un lugar predeterminado para iniciar a los varones púberes y hacerlos pasar a la categoría de adultos mediante la ceremonia del hain, que, normalmente, duraba de dos a tres meses. Y si el hain era una ceremonia de iniciación, era a la vez el eje cultural y psicológico de la sociedad: simbolizaba en una compleja síntesis, el razonamiento y la razón de ser de la existencia comunal e individual.
Entre los símbolos la Luna se sitúa en el centro del eje lógico de ese pensamiento. No es simplemente el símbolo de la mujer como tampoco el Sol lo es el del hombre. Su “función” en el esquema conceptual es compleja. Es “ella” que crea el drama de los orígenes, del pasado mitológico, y es a través de su transfiguración de mujer terrestre en mujer celeste que los selk’nam se explican el porqué de su existencia presente y aprehenden la amenaza del futuro: amenaza de muerte por el individuo, amenaza de desequilibrio por la sociedad. Más adelante volveremos sobre este aspecto de nuestro análisis.
Luna es la esposa cuyo marido (Sol) no logra alcanzar. El símbolo de la sociedad es Sol, así el día es luminoso. Aunque Luna aclara parcialmente la noche, de ella emana un peligro intangible. Ella se pone en eclipse para mostrarse amenazante. Y durante estos momentos los chamanes (xo’on), los demás hombres y las mujeres se reúnen para rendirle homenaje, para apaciguar su rencor y asegurarse que mañana será igual que hoy, que Sol reinará en todo su esplendor y que la Luna cambiante e iracunda, se conformará con huir en la noche.

Mitos: Cuando los dioses habitaban la tierra

Luna es Sho’,On Tam, la hija del Cielo, su hermana es Nieve. Su esposo, Sol, es hermano de Viento. Nieve, el hermano de la Luna, se casó con la hermana de Lluvia.
Luna (Kre) y Nieve (Xoshé) pertenecen al Sud. Sol (Kren) y Viento (Shenu) son del Oeste. Lluvia (Chalu), Mar (Ko’oh) y su hermana Tempestad (O’oké) son del Norte. Este, lugar de la cordillera resbaladiza era el “centro” del universo y la sede del poder chamánico. Allí está Temukel, Palabra, el más poderoso de todos.
En la era mítica que se llama hówenli, todas estas fuerzas, lo mismo que algunas estrellas, habitaron la tierra y fueron poderosos chamanes. Y esa “gente” de la era de hówenh se llaman los hówenh. Cuando se originó el mundo actual y la sociedad humana, la mayor parte de los hombres y de las mujeres howenh fueron transformados en los animales, cordilleras, corros y acantilados, pampas y valles, lagos y lagunas de la tierra, o sea en lo que se conoce hoy en día como la Isla Grande, Tierra del Fuego. Uno de los hówenh se convirtió en arco iris. Tanto antes como después de la metamorfosis, todos pertenecían a uno de los cuatro cielos (sho’on), como pertenecían también todos los humanos, los selk’nam, por transmisión patrilineal.
Al igual que los selk’nam después, los hówenh tuvieron sus territorios bien delimitados, sus har wenh. Toda la isla estaba dividida entre ellos. El har wenh de Luna, por ejemplo, se llama Apen y se encuentra al sud de la isla, a los pies de una cordillera de nieves eternas donde, desde luego, habitaba también su hermano Nieve.
En la era de hówenh Luna era el chamán más poderoso, con excepción de Palabra. Ella y las demás mujeres dominaron a los hombres. La sociedad hówenh era pues un Matriarcado. Los grandes chamanes hombres: Sol, Viento, Lluvia y Nieve, así como todos los hombres, se ocuparon de las tareas humildes: de llevar las cargas cuando las familias se desplazaban, de cocinar, de vigilar a los bebés y a los hijos pequeños, de traer el agua para el uso doméstico, etc.
Las jóvenes hówenh accedían a la posición social de mujer adulta por medio del rito a lo cual aludimos, llamado ha¡ . A la choza ceremonial, una gran construcción cónica hecha de troncos, también se le decía hain. En preparación a la ceremonia ciertas mujeres hówenh, ya iniciadas, se disfrazaban de espíritus, usando altas máscaras hechas de corteza de árbol o cuero de guanaco que les llegaban hasta los hombros o hasta las rodillas. Otros espíritus eran representados por mujeres cuyos cuerpos se pintaban con arcilla roja y blanca y cenizas sobre lo cual se trazaba dibujos geométricos, símbolos de su identidad. Un espíritu se cubría de plumones blancos pegados al cuerpo desnudo y su máscara. Los maquillajes, las máscaras y los movimientos del cuerpo traducían con tal exactitud la imagen de los espíritus que los hombres, hówenh, espectadores pasivos, confundían a los actores con los personajes representados.  Los hombres creían que los espíritus surgían de las entrañas de la tierra y descendían de los cielos para participar de la iniciación de las mujeres jóvenes en el recinto del hain donde ningún hombre podía penetrar y ni siquiera aproximarse. Así cada vez que se celebraba el rito los hombres vieron a los espíritus manifestar su solidaridad con las mujeres y su aprobación por el dominio que ellas ejercían sobre la sociedad hówenh. Así era el orden inquebrantable del universo.
Por lo menos así parecía desde “siempre”, hasta que un día unos hombres hówenh, los que después fueron transformados en Sít, (un ostrero), en Kehke (borotero) y en Chechu (chingolo), todos asociados al cielo del Oeste (el de Sol), se acercaron al hain para espiar (4). Y lograron sorprenderlo a uno de los ,,espíritus” en el acto de disfrazarse. Era uno llamado Mata. Se dieron cuenta enseguida que todos los “espíritus” no eran sino mujeres disfrazadas. Descubierta la verdad, Sit silbó para alertar a los demás hombres. La mujer que iba a representar Mata fue aniquilada allí mismo transformándose en cisne de cuello negro y rostro mitad negro y mitad blanco como ella se estaba pintando para hacer el papel de Matan. Del interior del hain, las demás mujeres oyeron el silbido y enseguida apagaron el fuego sagrado (5). Los tres compañeros se transformaron luego en los pájaros mencionados arriba. Como espías que eran, ahora caminan sin hacer ruido, mirando hacia todos lados y confundiéndose con su medio ambiente. Sit conserva siempre el mismo canto, un silbido de alerta.
El marido de Luna, exasperado por esta revelación, empujó a su mujer al fuego del hogar. Ella logró escaparse al cielo pero no sin que antes su cuñado, Viento, también la arrojara al fuego. Con el rostro seriamente quemado y sintiendo una cólera sin límites, jamás ha dejado de odiar a los hombres. Cuando abandonó la tierra para siempre, convertiéndose en la Luna, su marido se transformó en el Sol y desde entonces la persigue por el cielo intentando atraparla, sin que hasta ahora lo consiga.
Todos los meses la Luna revive este suceso. Aparece llena como en la época de su antiguo poderío aunque desfigurada por las cicatrices (“manchas” lunares) que recuerdan la ofensa irreparable. Entonces disminuye hasta desaparecer para iniciar su nuevo ciclo.
Entonces fue Sol el que enseñó a los hombres a castigar a sus mujeres. Aunque no pudo o no quiso matar a la suya. Luna fue la única mujer hówenh del hain femenino que logró salvarse, Sol hizo matar a su hija Tamtam la hermosa, transformada después en Canario. Y en la sociedad humana las mujeres selk’nam ocuparon el lugar de los hombres hówenh como espectadoras pasivas del hain masculino, ellas entonaban el canto de Tamtam todas las auroras mientras duraba la ceremonia.
Hubo hombres hówenh que trataron de salvar a sus hijas. Cuando Sit alertó a los demás hombres hówenh y reveló que el hain no era sino una farsa de mujeres, los hombres se encolerizaron y tomaron el hain por asalto y masacraron a todas las mujeres. Pero un hombre hówenh Tari (Pato Vapor) quiso defender a su hija que en el momento del asalto se acurrucó entre las piernas de su padre, pero su padre no pudo contra los demás y ella también cayó flechada. Keysaishk (Comorán) luchó contra Karkai (Carancho) para salvar su hija, pero fue en vano.
Los hombres hówenh mataron a todas las mujeres y también a las jóvenes iniciadas pues éstas conocían ya el secreto del hain. El secreto que había sido tan celosamente guardado de los hombres era que los espíritus no eran divinidades sino simples mujeres disfrazadas. Del sexo femenino sólo quedaron las niñas pequeñas, que eran inocentes de la “perfidia” de sus madres y hermanas mayores.
Después de la matanza de las mujeres hówenh, los hombres, niños y niñas partieron -a los confines del mundo, al Este más allá de los mares. Allí permanecieron mucho tiempo llorando a sus mujeres y madres. Cuando las niñas a su vez se convirtieron en mujeres, los hówenh retornaron haciendo un larguísimo viaje. Caminaron durante “siglos”. Pasaron por las cordilleras más allá de los mares, por las del Norte, luego las del Oeste y finalmente volvieron a la tierra por las del Sud.
Los hówenh fundaron entonces el hain masculino. Y en este mismo tiempo vino un hówenh del cielo del Norte trayendo consigo la Muerte. Los hówenh no podían “convivir” con la Muerte puesto que eran ellos los inmortales. Así fue que los más poderosos abandonaron la tierra y se transformaron en astros: las Pléyades, Orión, Venus, etc. Otros de los más poderosos se convirtieron en el Viento, la Lluvia, la Nieve, el Mar, etc. Y el mayor de todos hizo o se hizo la Palabra. Otros los más humildes, se hicieron pájaros, animales, peces, cerros y lagunas, etc. Fue por aquel “entonces” que el primer ser humano, el primer selk’nam, fue creado de un terrón de tierra. Y a partir de entonces los hombres selk’nam guardaban el secreto del hain para dominar a las mujeres. Así que se originó la sociedad humana, la sociedad selk’nam, el Patriarcado.

Ritos: Cuando los selk’nam habitaban la tierra

Desde, probablemente, millares de años atrás y hasta fines del siglo pasado, los jóvenes selk’nam eran iniciados en le hain donde les revelaban que los espíritus del hain eran sólo hombres disfrazados para engañar a las mujeres. A lo largo de los meses que duraba la ceremonia, los klc,keten, o sea los jóvenes iniciantes, debían dejar de ser niños para convertirse en hombres. Esto es el sentido que daban a las duras pruebas físicas y morales que los jóvenes tenían que soportar, como también a la educación que allí les impartían los viejos. Les instruían en las tradiciones de hówenh, a propósito de los orígenes y las transformaciones de todas las cosas del universo. Les enseñaban el comportamiento que debían seguir y las obligaciones familiares y sociales que debían cumplir. Y tenían que confesarse si habían cometido falta contra ese código, durante su niñez.
Para el “espectáculo” que se presentaba a las mujeres durante el transcurso de toda la ceremonia, hombres escogidos especialmente por sus diferentes dones interpretaron los espíritus del hain, unos quince, veinte o más según el número de participantes en el evento. Sin embargo dos espíritus del hain no eran representados por “actores”. Aquí nos ocuparemos solamente de uno, ,cuyo nombre era Xalpen, un espíritu subterráneo que la tradición describía como hembra caníbal, voraz y colérica. Esta no era representada por nadie debido a razones que se verán a continuación.
En la era hówenh, y del hain femenino, fue sobretodo Xalpen quien estremecía de terror a los hombres. Era mitad roca y mitad carne. Cuando emergía de su recinto subterráneo al interior de la choza ceremonial y durante todos los meses que duraba el rito, no cesaba de reclamar carne de guanaco y toda clase de alimentos. Los hombres hówenh fueron obligados a buscarlos y ofrecérselos, tratando así de calmar su apetito insaciable esperando que así ella no exigiría carne “humana”. Ella metía todo lo que los hombres le traían, en un gran bolso que, según se decía, estaba hecho de piel de guanaco y adornado con rayas rojas. En los momentos culminantes de la ceremonia, se desesperaba por comer carne “humana”. En otro artículo esperamos tratar más a fondo este y otros aspectos del rito, pues su descripción merece una atención detenida.
Cuando los hombres hówenh hubieron arrancado el secreto del poder a las mujeres, los recuerdos de éstas se volvieron incomunicables pues ellas fueron transformadas en elementos del cosmos y de la naturaleza o en animales y por lo tanto privadas de la palabra. Y lógicamente Xalpen fue obligada a servir a sus antiguas víctimas, es decir a los hombres, en perjuicio de sus anteriores amas, las mujeres.
En el tiempo “humano”, (pasado el mitológico) al preparar la ceremonia, ciertas veces los hombres fabricaron un Xalpen con una armazón hecha de arcos que rellenaban con hierbas para darle volumen y solidez. Forraban el armazón con cueros de guanaco cosidos y pintados con rayas de arcilla roja. En ciertos momentos del rito, lo asomaban un poco a la entrada del hain para mostrarla a las mujeres esperando así atemorizarlas. Las mujeres la percibían pero de lejos, pues les estaba prohibido acercarse al hain.
En el interior del hain los hombres golpeaban el suelo con pieles de guanaco enroscadas para fingir la cólera de Xalpen y recordar a las mujeres su hambre implacable. Los kloketen entonces salieron a cazar para aportarle comida, mientras las madres de los kloketen, a unos cientos de metros del hain, entonaban súplicas a Xalpen:
“Ahora (los kloketen) están lejos, Las tobillos cansados.
Corazón bueno. Los hombres se empeñan (porque Ud. es) buena.”
La caza duraba días y días. Los kloketen salían y desplomándose bajo el peso de los guanacos, volvían al hain. Pero aún la avidez de Xalpen no disminuía; por el contrario, se excitaba con cada llegada de los kloketen. Hasta que su furia por la carne humana se desencadenaba Y arrojándose sobre ellos los despedazaba uno por uno, desde el cuello hasta el vientre, usando la larguísima uña de su índice. Cuando acababa con uno, sacudía el suelo con un gran golpe. Los hombres aullaban en el interior del hain procurando dominarla a la vez que atontados por la terrible muerte de sus hijos.
Esta escena de horrores era pues la farsa más completa imaginable En realidad los hombres en el interior del hain no se ocupaban sino en hacer los efectos de sonido. Gritaban y golpeaban el suelo representando así el drama para el público (las mujeres). Durante la bulla los kloketen estaban sentados tranquilos unos y quizás preocupados otros, pensando en la angustia de sus madres que les creían devorados por el monstruo femenino.
Las mujeres, afuera, oyendo los gritos de sus maridos, los gemidos de sus hijos y los golpazos de Xalpen se desesperaban y sollozando, cantaban para implorar a Xalpen que tuviera piedad de sus hijos. Y a veces agobiadas por su impotencia, las madres cantaban blasfemias a Xalpen:
“Cabeza de piedra.
Cara enfurecida.”
Y la tierra también temblaba con el furor de Xalpen.
Hasta la aniquilación de esta cultura, hacia fines del siglo pasado, el secreto del hain fue rigurosamente ocultado a las mujeres de todas las edades y a los varones aun no iniciados. Si, por casualidad, una mujer, descubría el secreto, encontraba pronto la muerte, supuestamente embrujada por un chamán, a menos que, sabiendo la verdad, no la dejara entrever.
Si el “personaje” de Xalpen es el símbolo de la mujer que traicione su propio sexo al destrozar y comer los hijos de las mujeres, Luna permanece siempre fiel al suyo, pero tan excesiva es su fidelidad que las mismas mujeres la repudian porque, aunque movida por pasiones diametralmente opuestas a las de Xalpen, comete la misma atrocidad, esto es, ella también “come” a los varones. Así, nos parece, que entre la mística del hain y la de Luna, la sociedad selk’nam resolvía el conflicto que simbólicamente amenazaba su equilibrio: conflicto entre los sexos por el dominio traducido como la derrota del matriarcado mitológico frente al patriarcado real.
Pasemos rápidamente por algunos aspectos del rito lunar.
Desde que el mundo es lo que es, la Luna se pone en eclipse para mostrar que mantiene su cólera en contra de los hombres, como en el primer instante de su humillación. Su rostro entonces se enrojece de la sangre de los hombres muertos sangrándose y de los que morirán así y la tierra aparece como si estuviera empapada en sangre: la Luna está comiendo a los hombres.
Por sus sueños los xo’on (chamanos) sabían cuando la Luna entraría en este estado. Se reunían entonces de dos, tres o más xo’on con gentes de sus haruwenh respectivos. Las mujeres aparecían pintadas con arcilla roja, sus rostros rayados de arcilla blanca, de la nariz a las orejas. Golpeando el suelo con pieles de guanaco enrolladas, cantaban en coro para apaciguar el furor de la Luna:
“Corazón bueno… Mujer de Apen. Luna a cara ancha.”
Los xo’on pintados de una marca redonda y roja en cada mejilla, lucían un tocado, un po’or, de plumas muy finas además de su larga capa de piel de guanaco y miraban la Luna mientras la cantaban:
“Vámonos a la Hija del Cielo.”
Durante el eclipse el xo’on debía visitar a Luna, en espíritu desde luego. Para eso tenía que estar en estado de trance pues solamente así podría liberar su espíritu (waiyuwen) de su cuerpo. Concentrándose en ella, saltaba y cantaba hasta que sentía que su waiyuwen partía al cielo como un Kehe (un halcón). En ese momento entonaba el grito del halcón que es el pájaro que penetra más profundamente en el cielo.
Luna se sentaba en el ángulo Sud (su sho’on, “cielo”) de un espacio delimitado por cuatro troncos de árboles en representación del espacio del universo, los cuatro cuartos del cielo. Cuando el waiyuwen de un xo’on llegaba junto a Luna, ella le hacía saber si tenía o no, derecho a sentarse. Los que tenían permiso de hacerlo debían colocarse en el lugar que les correspondían por su afiliación a uno de los cuatro cielos, exactamente como en la tierra, en el interior de la choza ceremonial, el hain.
Los favorecidos por Luna, los que tenían permiso para sentarse, no morirían en un futuro próximo Pero el xo’on a quien le era negado permiso para sentarse se encontraba colocado en la sombra de Luna, bajo sus rodillas o detrás de ella. Comprendía entonces que estaba condenado. Luna no lo miraba.
En la tierra, el chamán que veía su toca de plumas en la sombra de Luna y las plumas mojadas de sangre, sentía que moriría pronto, que Luna lo había “agarrado”, que lo había embrujado. Su cuerpo temblando, él cantaba:
“Estoy Allá. Mi cabeza está en la sombra.
Estoy agarrado por la Hija del Cielo. Estoy debajo de sus rodillas.
Alguien me matará. Estoy agarrado por la Luna.”
Entonces las mujeres elevaban sus voces en coro, insultándola:
“Luna – cara quemada.
Cara enfurecida.”
Aquel que Luna “comerá”, ella le mostraba una cosa ensangrentada, sea un puñado de hierbas, una punta de flecha, un desgarrón de su capa (6). Ese sería matado en un combate o aniquilado solo. Los que van a sucumbir por una enfermedad, se ven en la sombra de Luna como un halcón sin plumas.
A sus favorecidos Luna les daba una cosa redonda, de piedra, madera o cuero de guanaco. Y cuando su espíritu descendía a la tierra, otro xo’on se acercaba a él y tomaba con la boca, la cosa redonda que la Luna le había dado. Pero el sentenciado por Luna, descendía sin nada.

Creencias

En el tiempo de hówenh, Lechuza era una mujer. Su nombre era K’uumits en tanto que la palabra que significa al ave lechuza es sank’on. Estaba asociada al Sud, como Luna y era originaria de Apen, el territorio de Luna. Su marido Cheip, Gorrión, pertenecía al Oeste, como Sol. El cazaba guanacos pero a ella no le agradaba esa carne. Un día K’uumits mató a su cuñado armada de un arpón (o una lanza), cortó el cuerpo en pedazos y lo asó; pero cuando empezaba a comerlo oyó llegar a su marido.
-¿”Dónde está mi hermano?” Le preguntó a su mujer. -“No lo sé.”
Fue la respuesta.
Buscando a su hermano, el hombre levantó unas mantas (de piel de guanaco) y allí vio una cadera de su hermano. En este instante K’uumits se transformó en Lechuza y voló hacia la noche riendo. Y se ríe siempre por haber podido comer a su cuñado.
Los selk’nam del territorio de Apen (ubicado al sur de río Grande, en la zona de Lago Blanco) fueron llamados kre-unka, “originarios de Luna”. En el siglo pasado antes de la llegada de los blancos a la Isla Grande, allí vivía una mujer llamada Waa-an. Ella no fue xo’on pero en cada eclipse cantaba sola a la Luna. Adoraba a Luna.
El marido de Waa-an la golpeaba mucho. Abrumada por estos abusos, se armó de un arpón. En ese momento llegó su cuñado que le arrancó el arpón y luego de golpearla le dijo:
“¡Ibas a atacar a mi hermano! Eras como tu hówenh, K’uumits. Quieres comer carne humana. Tú desciendes de Luna y por eso eres tan colérica.”
Y la mató. Luego cuando llegó su hermano le dijo:
“Tu mujer iba a matarte para comerte. Era del hówenh peligroso de comedores de gente.”
No obstante su mitología y creencias, los selk’nam no eran antropófagos como tampoco lo eran los demás grupos indígenas de Tierra del Fuego (7).
Como símbolo de un poder nefasto femenino Luna a veces “comía” a sus eternos enemigos, los hombres. Uno de sus últimos “víctimas” fue un xo’on llamado Kau-opr del haruwenh llamado Kamshkin (por un cerro así nombrado que se sitúa cerca de río Moneta en la región fronteriza, Argentina-Chile). Allí en la década del noventa del siglo pasado todavía vivían unos ocho o diez familias. Kau-opr, sea Kamshkinuxo’on había heredado su poder chamánico de su padre quien había sido muerto por los blancos unos años atrás. El vivía con su mujer y seis hijos varones además de sus seis hermanos, dos de los cuales también tenían hijos, con sus tíos, y demás familia. Un día unos blancos llegaron a caballo al campamento, armados y de improvisto, con la intención de llevar las familias a la misión salesiana establecida entonces en la Isla Dawson. No se sabe como ocurrió el primer encuentro pero mataron a varios hombres, Kamshkinu – xo’on entre ellos. Algunos adultos y niños fueron llevados a la misión en tanto que los demás se escaparon. Kamshkinuxo’on se había convencido que iba a ser matado, fuera por un blanco, fuera por otro indio. Durante un eclipse de Luna que ocurrió algún tiempo atrás su espíritu había hecho el “viaje” a Luna. Ella le habría mostrado un puñado de pasto ensangrentado: estaba kre chinen, agarrado de Luna. Comprendió entonces que ella lo iba a “comer” (8). (*)

(*) Fuente:  Este artículo fue publicado originalmente en francés en la revista Objects et Mondes, bajo el título Lune en Terre de Feu. Mythes et rites des Selk’nam, Tomo XII, 1972, pp. 145-158. El texto aquí presentado aquí difiere en algo del original. (A su vez, este texto ha sido previamente editado, en edición digital en Biblioteca virtual de página web de Museo del Fin del Mundo en Ushuaia, Tierra del Fuego, República Argentina.

NOTAS
(1) Aquí no hacemos la distinción entre los selk’nam y los haush. Aunque sus idiomas diferían sus modos de vida eran muy parecidos. (cf. Karukinká, N° 3, 1973, pp. 5-7).

(2) Esta estimación es del Padre Martín Gusinde el etnólogo que más ha estudiado los pueblos indígenas de Tierra del Fuego y quien visitó la zona cuatro veces entre 1918 y 1922. Es el autor de una obra de 1176 páginas, dedicada a una descripción de la cultura selk’nam publicado en Modling bei Wien en 1931, de otra obra de la misma magnitud tratando la cultura vámana (de los Yahganes), de un libro de divulgación “Hombres Primitivos de Tierra del Fuego”, Sevilla, 1951 v de numerosos artículos sobre estos grupos, publicados en revistas científicas alemanes. (3) El idioma selk’nam tiene una serie de fonemas que no existen en los idiomas indo-europeos. En este artículo transcribimos las palabras en selk’nam sin emplear signos especiales y por ende su ortografía es solo una aproximación al verdadero sonido de las palabras.

(4) Todos los hówenh tenían nombres propio diferentes de las palabras comunes con que se designan las cosas en las cuales fueron trans formados. Sin embargo aquí se nombra a lo hówen por las palabras comunes v no por su nombres, porque no me ha sido posible, hasta ahora, conocer todos los que son mencionado en este texto.

(5) Otra versión de este mito dice que fue So quien se dio cuenta. Al comienzo de la ceremonia encontró a una mujer que se estaba pegando plumones para representar al espíritu Ketérnen. Al darse cuenta que Sol le había visto ella se arrojó a una cascada para ocultarse. Se convirtió entonces en el pájaro Ko’oklol (pinzón que vive aún cerca de las cascadas.

(6) Después de la llegada de los blancos a la isla, Luna a veces mostraba un pedazo de uniforme de policía ensangrentado o de cuero de botas para significar que el hombre sería matado por un blanco.

(7) Cf. por ejemplo pp. 25-28 de El Ultimo Confín de la Tierra, E. Lucas Bridges, Buenos Aires, 1952.

(8) Los datos presentados en este artículo fueron recogidos directamente de “informantes” indios. Representan parte del estudio etnológico que la autora lleva a cabo desde 1965 en Tierra del Fuego, Argentina. El trabajo se inició con Lola Kiepja (fallecida en 1966) y se prosigue principalmente con Angela Loij. Federico Echelaite y Luis Garibaldi Honte también han aportado datos importantes. Este estudio se realiza sobretodo gracias al concurso del Centre National de la Recherche Sientifique (París) y en el último aiío también del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (Buénos Aires).

Chamanes y adivinos, una tradicion inmortal

Texto: Mercedes de la Garza Camino

Nakuk Sojom Supo al despertar que ese venado era su “otro yo”, el animal en el que habitaba Ia parte de su espíritu llamada wayjel, y que el gran jaguar era el compañero animal deI uaiaghon o chamán maligno que le había echado el mal. Ver en Sueños a su compañero animal perseguido le indicó que había sido expulsado deI corral de la montaña sagrada por los dioses ancestrales.

Dos días antes Nakuk Sojom había acudido al curandero, quien después de tomarle el pulso le dio a beber una infusión de hierbas, pero el mal se había venido agravando, y ese día cruzó por su mente que no solo había sufrido la pérdida de su wayjel, sino que tal vez el uaiaghon había decidido “cortar su hora”, es decir quitarle Ia vida tras una lenta agonía. Entonces decidió llamar al h’ ilol, “el que ve”, para que salvara a su wayjel de Ia muerte, que acarrearía Ia de su propio cuerpo. EI h’ilol, era el hombre santo, el médico del espíritu, que además de convertirse a voluntad en un animal podía trasmutarse en un cometa, y el único capaz de curar Ia pérdida deI espíritu y el mal echado, porque él mismo podía causar esas enfermedades. EI h’ilol, con su túnica negra y su bastón bajo e] brazo izquierdo, llegó a Ia casa de Nakuk Sojom un rato después, y de inmediato lo interrogó acerca de sus sueños que él podía interpretar gracias a su “visión”, y que revelaban lo que el chulel o espíritu había experimentado al desprenderse del cuerpo del enfermo mientras dormía. Después de escuchar el sueno del jaguar y el venado, el h’ilol supo que el wayjel de Nakuk Sojoni andaba perdido y desprotegido en el bosque, a merced del uaiaghon trasmutado en jaguar. Entonces le tomó el pulso cuidadosamente y el latir de Ias venas le indicó incluso quién era el chamán causante del daño: un conocido anciano, a quien un enemigo de Nakuk Sojom había encargado echarle el mal para vengarse de una antigua afrenta.

EI hilol habló con los familiares de Nakuk Sojom y todos se dispusieron a preparar Ia ceremonia curativa. Consiguieron un guajolote negro macho, agua de los manantiales sagrados, no tocada por mano humana, flores, agujas de pino y distintas hierbas, así como aguardiente. Prepararon también posol y tamales para el h’ilol. Mientras tanto, el chamán construía un corral alrededor de Ia cama deI enfermo, que representaba los corrales de Ia montaña sagrada donde los dioses guardaban y protegían a los compañeros animales de los seres humanos.

En seguida se encendió el copal, se presentaron las ofrendas, se bañó al enfermo en el agua sagrada con Ias hierbas curativas, se le puso ropa limpia y se le acostó en Ia cama-corral. EI chamán le dio a beber una infusión y le untó una pomada negruzca en el vientre, sobando en círculos hacia el lado izquierdo; luego le hizo una limpia con un manojo de hierbas, encendió su tabaco y empezó a beber el aguardiente en pequeños sorbos, mientras pronunciaba Ias largas oraciones que inclinarían a los dioses a recuperar aI animal compañero de Nakuk Sojom y guardarlo de nuevo en el corral de Ia montaña sagrada. AI terminar Ias oraciones, hizo el “llamado deI alma” de Nakuk Sojom, incitándoIa a regresar: “Ven Nakuk, pide perdón a los dioses, regresa de donde estabas solo, de donde estabas asustado y perdido”, al tiempo que sacaba sangre deI cuello deI guajolote negro, que representaba al propio a Nakuk, y daba a beber unas gotas al enfermo.

Luego de que hubieron comido el chamán, el paciente y los ayudantes, y de haber encomendado a Ias mujeres ya los ancianos el cuidado deI enfermo, el h’ilol, acompañado deI resto de Ia familia, se dirigió a los altares de Ia montaña sagrada para realizar Ias ceremonias pertinentes y dejar ahí al guajolote negro, ya muerto, a cambio deI alma de Nakuk Sojomo. A los dos días, el paciente pudo levantarse: había recuperado el control de su wayjel, Ias fuerzas malignas habían sido vencidas, los dioses lo habían perdonado. Siglos antes de Ia ceremonia de curación de Nakuk Sojom, los grandes chamanes eran los propios gobernantes, quienes aprendían, a través de sus sueños, a adivinar, a curar y a comunicarse con los dioses, realizando después diversos ritos iniciáticos o EI momento culminante de una iniciación consistía en ser tragados por una serpiente u otro animal poderoso para luego renacer convertidos en chamanes, hombres con poderes sobrenaturales. Los chamanes, mediante el trance extático o externamiento deI alma, propiciado por Ia ingestión de hongos y plantas psicoactivas, así a corno por la meditación, el ayuno, la abstinencia sexual y la extracción de su propia sangre, lograban entrar en contacto con los dioses, transformarse en animales, realizar viajes al cielo y al inframundo, encontrar personas y cosas perdidas, adivinar la causa de las enfermedades, descubrir a los delincuentes y a los malvados, y controlar fuerzas naturales como el granizo. Todo ello los convertía en los intermediarios entre los dioses y los hombres.

En el Popol Vuh de los quichés se describe así a los gobernantes-chamanes:

“Grandes señores y hombres prodigiosos eran los reyes portentosos Gucumatz y Cotuhá, y los reyes portentosos Quicab y Cavizirnah. Ellos sabían si se haría Ia guerra y todo era claro ante sus ojos… Pero no sólo de esta manera era grande Ia condición de los señores; grandes eran también sus ayunos… y esto era en pago de haber sido creados y en pago de su reino… ayunaban y hacían sacrificios, y así mostraban su condición de Señores”. y de los patriarcas de Ias tribus quichés se decía: “Entonces, Ia gente mágica, Nawal Winak, proyectó su venida. Su mirada llegaba lejos, al delo y a la tierra; no había nada que se igualara con lo que ellos vieron bajo el cielo. Eran los grandes, los sabios, los jefes de todas las parcialidades de Tecpán “.

A la llegada de los españoles, los chamanes se replegaron en la clandestinidad, pero siguieron siendo los hombres sabios y portentosos del pueblo, siguieron practicando su oficio de curanderos y adivinos, y continúan haciéndolo hasta el día de hoy.

Fuente: Pasajes de la Historia No. 2 Los misterios de Palenque / septiembre 2000

Mi encuentro con un shaman

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 12/11/2004 10:36

” Sueña lo que te atrevas a soñar, ve donde quieras ir…sé lo que quieras ser…vive! “(Juan Salvador Gaviota).

Viajar al Santuario de Machu Picchu fue un sueño que quise hacer realidad. Los Incas me atrajeron toda mi vida, con enorme magnetismo, y como soy de la clase de los que aman hacer los sueños realidad y creen en lo ilimitado de la vida y a ésta es uno el que la va moldeando, eligiendo lugares, personas, situaciones, como si fuera una obra de teatro, ¿ o acaso no lo es ?, intuí que había llegado el tiempo de ver con mis propios ojos al mítico Perú.

Así fue que corriendo el mes de julio, Gaby- una amiga aventurera- y yo estrenábamos el primer viaje. Nos costaba creer que estábamos en la sagrada ciudad de Cusco, eligiendo nuestro primer destino a conocer: el santuario arqueológico de Sacsayhuaman, justo arriba de Cusco, a sólo cinco minutos de auto. Pese a que soy guía y justamente por ello, es que deseaba poder encontrar un guía nativo que conociera las claves, la historia y la mítica de esos lugares, puesto que Gaby y yo habíamos elegido un viaje de transformación, más que meramente turístico.

Queríamos adentrarnos en la espiritualidad andina, se nos había dicho que todo fluiría, que no nos preocupáramos de nada, que las cosas se presentarían por sí solas, que nos aflojáramos y disfrutáramos de todo, algo que, afortunadamente estoy acostumbrado a hacer.

Allí estábamos los dos, frente al santuario de Sacsayhuaman, absolutamente confiados. Deseábamos tener el privilegio de meditar en el Templo superior y estábamos subiendo hacia allí cuando, distraidamente, veo un hombre de tez cobriza y aspecto humilde que venía bajando. Mi fascinación era tal que no le presté atención . Grande fue mi sorpresa cuando al cruzar sus pasos con los nuestros, nos dijo: “Yo soy el guía que ustedes buscan”. Mi reacción todavía lenta, fue comenzar a decir: bueno, en realidad este no es un viaje turístico, es… Con una sonrisa nos mostró una pluma de cóndor y acto seguido, y antes de que tuviéramos tiempo de reaccionar, un cayado de cristal de roca (ambos instrumentos usados por los chamanes en sus rituales). Gaby, que es muy expresiva, lo abrazó riendo y le dijo: a vos te estábamos esperando. Luego de decirnos que nos “aquietáramos”, comenzamos a subir los tres. Debo confesar que todas las sensaciones que percibí en mí hasta llegar al templo, me hicieron saber que algo importante estaba por suceder.

Carlos – así se llama el Chamán – se abrazó al llegar con un guía que estaba junto a un grupo de norteamericanas y, disimuladamente, en un movimiento que pude advertir, acomodó unas hojas de coca que el guía había colocado en el centro del gran templo circular, pero no en la forma adecuada. Con lo que acababa de presenciar, más la manera en que fue saludado – con reconocimiento y respeto – no tuve dudas en manos de quién estábamos. Luego de compartir un trabajo breve entre todos los allí reunidos, nos quedamos solos Gaby, Carlos y yo.

En realidad, me encontraba en un estado tal que percibía con total claridad todo lo que me conecta con mi interioridad, así fue que no reparé que estábamos siendo observados por cinco mujeres. Carlos comenzó a realizar un ritual y llamando a Gaby a su lado, le indicó que se parar en el centro del gran círculo, a mí me hizo sentar en el perímetro y él se ubicó delante, a unos metros de Gabriela. Yo no dejaba de sentir una enorme cantidad de energía atravesando todo mi cuerpo. Al cabo de un tiempo, fui llamado al centro y tuve la sensación de que llegué sin sentir mi cuerpo. Me pidió que hablara, y al hacerlo sentí que mi voz vibraba como si estuviera dentro de un tubo. Ni siquiera tenía tiempo de asombrarme. Luego, me dijo que abriera los brazos con las palmas hacia arriba y que cerrara los ojos. A los pocos segundos, lo sentí a mi lado realizando un trabajo de limpieza del aura, con las plumas de cóndor y haciendo unas invocaciones cantadas en quechua.

Fue un fuerte golpe de manos el que me hizo volver a la realidad, cuando con total determinación le pedí – antes de dar por terminado mi trabajo – si podía agacharme y besar esa tierra sagrada. Fue un impulso que vino desde dentro de mi. Carlos me dijo que lo hiciera y agregó que también llevara mis manos al pecho para conectar y bendecir a mi ser interno, y que terminara levantando los brazos hacia el cielo para conectarme y bendecir al cosmos.

De esta manera me enseñaba los tres niveles energéticos andinos; el ucku pacha, el kay pacha y el hanan pacha. La madre Tierra, el Hombre , el Cosmos, representados por la serpiente, el Puma y el Cóndor, respectivamente.

En el mismo momento en que con los ojos cerrados, finalizaba el ritual, “vï” una explosión en rojo intenso y brillante que me inundó y sorprendió, pues nunca había experimentado algo semejante. Era la Pacha Mama, que me abrazaba y recibía.

Mientras salía del círculo y sintiéndome todavía conectado con toda la experiencia, vi que una de las dos mujeres se acercaba a Carlos y le pedía si por favor, podía ella participar del ritual.

Grande fue mi sorpresa cuando, sentados en el perímetro del gran circulo detrás de la mujer- quien tenía a Carlos delante, asistiéndola- nuevamente llevado por un irresistible impulso interior y luego de pedir el consentimiento de Carlos con la mirada, me levanté y parándome justo detrás de la mujer, levanté mis manos y puse las palmas en su espalda. En ese instante sucedieron dos cosas: por un lado yo podía sentir como de las palmas de mis manos salía gran cantidad de energía, como corriente eléctrica, y por el otro, en ese mismo momento la mujer comenzó a contornear todo su cuerpo de tal manera que parecía que se iba a desmembrar. Al cabo de unos segundos, sentí que la energía me iba abandonando y bajando las manos, volví a mi lugar. Carlos terminó el trabajo.

Entonces reparé conscientemente en las cinco mujeres que habían estado siguiendo con gran expectativa todo lo vivido, hasta que una de ellas, Ana, resistió el deseo de experimentar por sí misma lo que ya percibían. Cuatro de ellas eran dinamarquesas y una peruana.

Este fue el gran principio de mi amistad con Carlos y el comienzo de innumerables experiencias en la sagrada tierra de Perú. Demás está decir que queda mucho por contar, que las cinco mujeres se integraron a nosotros, compartiendo maravillosos y únicos momentos, y que sigo viajando con grupos del Uruguay y de Argentina, tan seguido como es posible para encontrarme con Carlos, el Chamán.

Javier Peralta Ramos.

YULUKA

YULUKA

YULUKA, para nosotros, es un barco. En concreto, un RO 300 Sail, construido, bajo encargo de Ronáutica Yachts, por Industrias Navales La Moa que, usando el molde del mítico Fortuna 9, quiso mejorarlo y hacer un crucero familiar, seguro y rápido. De él se hicieron alrededor de 100 unidades entre los años 1997 y 2001 y supusieron el primer modelo realizado por los hermanos Andrade cuando decidieron comenzar a construir veleros, para lo que crearon la marca “Ronautica Yachts”.

Pero “YULUKA” es algo más. Es una forma de vida. Un modo de comportarse con la naturaleza y con uno mismo, buscando la unidad, la armonía total dentro de nosotros y con nuestro entorno.

De hecho los aborígenes del Caribe llamaban así al dios arco iris, como expresión de la belleza y la armonía totales. En Colombia, los indios kogi usan esa expresión para manifestar “estar de acuerdo” interiormente (con uno mismo) y exteriormente (con la madre naturaleza) 1. También los zulúes utilizan esta palabra, cuyo significado es “dulce”. El que, quizás, haya sido el mejor de los grupos de música interracial de Sudáfrica lleva este nombre. Por último, a los armadores nos trae unos excelentes recuerdos debido a un hotel que se denomina así y que recomendamos a quienes quieran perderse en un lugar paradisíaco.

Esperamos que las lecturas que iremos colocando en la medida de nuestras fuerzas, os resulten de interés.

Nota 1: Para los Kogi «saber» es fuente de prestigio; es la verdadera riqueza. Un hombre no es respetado por sus posesiones, sino por lo que sabe. Si dos discuten uno de ellos tratará de mostrar que el otro «no sabe nada». «Usted no sabe esta canción» –o esta historia: y entonces canta o relata la historia. Así el hombre demuestra que «sabe» y es respetado, e incluso el otro pedirá que le enseñe eso que mostró que sabe.
Elemento fundamental de su filosofía es el concepto de «Yuluka». Yuluka es el acuerdo. «Hay que estar de acuerdo con la madre; hay que estar de acuerdo con el dueño de los animales; hay que estar de acuerdo con el sapo, con la lluvia, las culebras, las nubes, las enfermedades. Hay que estar de acuerdo con todo». Estar de acuerdo parece significar una especie de identificación con la personificación del individuo o la fuerza o energía que ese individuo representa; de ese modo esa fuerza es neutralizada.
Un Kogi dijo un día a Gerardo Reichel Dolmatoff: «Yo pienso como la Enfermedad». Cuando dijo eso, ya estaba «de acuerdo» con la Enfermedad, ya no era su víctima sino su dueño.

Kamekumake – Un exito en la causa indigena.

Kamekumake – Un exito en la causa indigena.

Desde la llegada de los europeos a América el destino de los dueños legítimos del continente, los “indios”, ha sido desastrozo.
Genocidio, esclavitud y mutilación: son las caracteristicas principales de lo que los hombres blancos llamaron civilización. Por años los indigenas sufrieron las consecuencias de la colonia europea, siendo sometidos a la esclavitud o cazados como animales.
Tiempo despues, cuando se fundaron los gobiernos independientes de europa, a los indigenas se les reacomodó, como premio de consolación, en “reservas indias”, muchas veces confinandolos a zonas marginales. Muchos han sido los intentos indios por liberarse, pero pocos han sido los resultados.

En 1988, el colombiano Ramón Gil Barros, un indigéna descendiente de indios kogi y wiwa, siendo consejero de la organización indigéna Gonawindua-Tairona (que representa a las tres etnias dque viven en la región de Magdalena, Guajira) permitió la entrada a un periodista a su comunidad, para que les ayudara a difunfir a todo el mundo su conocimiento.
Según la tradición kogi, al principio de los tiempos, dioses y humanos vivían juntos en la sierra Nevada de Santa Marta que ellos llaman el “corazón de la tierra”. Hasta que un día el dios Teiku comunicó a los humanos que el tiempo había llegado para que todos dejaran el planeta y dirigirse al mundo espiritual. Sin embargo los humanos se negaron a dejar la tierra por negarse a dejar sus poseciones terrenales. Así, los dioses partiéron solos, dandoles permiso a los humanos de morar en la tierra, pero con la advertencia de que regresarán.
Por esto, los kogis se llaman a si mismos “el hermano mayor”, siendo todos los que viven fuera del “corazón de la tierra” considerados “el hermano menor”.
Los mamas o chamanes kogis afirman que el hermano menor esta enfermo de nuanatse, o sea “energía negativa”, la cual esta destruyendo la armonía del ser humano con la naturaleza.

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Tras el documental hecho por el periodista, gente de todo el mundo empezó a llegar a las comunidades kogis y wiwas, infiltrando el consumo de alcohol, dinero y envidias entre las familias, males contagiados por la nuanatse del hermano menor.
Por ello Ramón decidió crear una nueva comunidad y, en 1989, mediante getsiones con el gobierno colombiano pudo adquirir unas tierras en medio de la sierra para llevar consigo familias jóvenes. Juntos trabajaron la tierra, levantaron sus casas, erigieron templos y una escuela, para que pronto la nueva comunidad la nueva comunidad se convirtiera en una entidad autosuficiente.
De nombre Kamekumake, cuyo significado en lengua kogi es “brillo”, esta comunidad indigena se rige bajo las tradiciones de los indios kogis, habitantes de la región de la sierra Nevada de Santa Marta.
En Kamekumake solo viven alrededor de 30 familias que suman apenas 250 habitantes, en una armoniosa mezcla conformada por indios kogis, wiwas y arhuacos, quienes juntos se esfuerzan por conservar el hermetismo y pureza de su cultura ancestral.
En Kamekumake, las convicciones ancestrales siguen presentes, continúan otorgandole gran importancia al balance entre lo masculino y lo femenino, como dicta la tradición kogi. Este equilibrio rige toda su vida, a tal grado que no puede erigirse ningún puente, casa o vereda sin que este representado este equilibrio entre ambas energías.

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Las labores de cada individuo son comunales, o sea que todos trabajan para todos. Las mujeres por un lado, realizan sus tareas dómesticas manteniendo pensamientos limpios, para poder concentrarse en el momento de mayor espiritualidad, que es cuando tejen las ropas de algodón de la comunidad.
Los pequeños van a la escuela, donde di bien se les enseña español, el énfasis de las enseñanzas está puesto en los valores de su cultura. Y no se desaprovecha ningún momento para ello, pues incluso durante los descansos los niños no juegan, sino que aprenden sobre el cultivo en los jardines, y se fomenta el orgullo por el alimento que todos producen juntos.
Para los kogis la disciplina es primordial. Un hombre puede hablar por tres horas sin ser interrumpido. No consumen ningún alimento que no sea producido por ellos y casi no necesitan de dinero.
Pareciera que increíble que una caminata de cinco horas separa a una urbe que se encuentra corrompida por el narcotrafico y la prostitución como la ciudad de Huachaca, de un pueblo que día con día lucha contra sutiles impurezas, y que mantiene la esperanza de que algún día los dioses le concedan una segunda oportunidad de redención al hermano menor.

ORFEBRERÍA Y CHAMANISMO

ORFEBRERÍA Y CHAMANISMO
Un estudio iconográfico del Museo del Oro
Gerardo Reichel-Dolmatoff
© Derechos Reservados de Autor

Continuación – Presencia del Chamán.

En la mitología Kogi el acto de ponerse una máscara corresponde al de tomar un alucinógeno, es decir que la persona entra a otra dimensión, a otra realidad, donde “todo está al revés”. Por ejemplo, al ponerse una máscara de jaguar, la persona ve ahora todo con ojos de jaguar y así mismo las personas u objetos de su alrededor se transforman, todo lo cual implica un complejo de relaciones totalmente nuevas. En los actuales bailes con máscaras de los Kogi, cada una de ellas representa cierta fuerza sobrenatural que, durante el baile, “ve” a las demás máscaras dentro de otra dimensión. Generalmente se observa un concepto subyacente de oposición (sélda, en kogi), de una lucha entre dos grandes categorías- de fuerzas opuestas pero complementarias, representadas por máscaras. “Bailamos para no morir”, dicen los Kogi y así hay innumerables bailes en los cuales los enmascarados se disputan o se apaciguan para, finalmente, restablecer un equilibrio (yu­lúka) entre las fuerzas opuestas. Tengamos en cuenta estos conceptos que, seguramente, se remontan a épocas prehistóricas.

Una categoría de objetos que se encuentran con alguna frecuencia en el Museo del Oro consiste en pinzas de forma semilunar. Entre los actuales indios del país, la depilación de ciertas zonas del cuerpo generalmente tiene un significado ritual y, a veces, se efectúa por orden de un chamán. Hay razones estéticas para la depilación pero los pelos así arrancados pueden representar ofrendas a ciertas personificaciones sobrenaturales; el chamán recibe los pelos, los consagra y los deposita en un lugar determinado. Estas costumbres actuales hacen pensar que las pinzas prehistóricas no eran exactamente objetos cosméticos sino que también servían a fines chamanísticos.

En el Museo del Oro gran número de objetos representan animales. La primera pregunta que se plantea es acerca de la clase de animales y de la frecuencia con que los orfebres escogían la forma de ciertas especies.

Aunque no se han hecho estadísticas al respecto, se puede detectar que la mayoría de los animales representados son aves y que predomina el tema de alas o de objetos alados. Hay narigueras, orejeras, pectorales, tocados y otros adornos personales, todos enfatizando el motivo de alas desplegadas y en muchas piezas de composición compleja aparecen motivos ornitomorfos más o menos destacados. Sugiero que el motivo alado se relaciona con la esfera chamánica y que alude, consciente o inconscientemente, al vuelo chamánico.

Antes de tratar de algunos animales, caben las siguientes observaciones. La presencia o ausencia de cierto animal en la orfebrería es muy difícil de explicar. Por ejemplo, sabemos que el venado era de gran importancia entre los Muiscas y que sigue siendo importante en la mitología y simbología de varias tribus actuales; sin embargo, no conocemos ni una sola representación arqueológica de este animal en la zona muisca, sea de oro, cobre o cerámica; sólo del Sinú se tienen dos figuras de venado formando los remates de bastones. No conocemos representaciones de dantas, de roedores o de manatíes y son escasísimos los armadillos e iguanas, no obstante que todos estos animales parecen haber sido de gran importancia económica para los indígenas. El carácter selectivo de estas representaciones es difícil de explicar. El énfasis está en las aves y a ellas siguen algunos reptiles y mamíferos pero la orfebrería no refleja la gran variedad de la fauna del país.

Las aves vuelan, cantan y bailan; llevan plumajes vistosos, y por eso son animales chamánicos por excelencia. La aguda vista, sus garras, la diversidad de sus picos, junto con los innumerables detalles de su comportamiento específico, las asocian con el mundo chamánico, más que cualquier otro grupo de animales lo que se puede observar en muchas partes del mundo y en todas las épocas.

El colibrí es por cierto un ave muy llamativa. Del altiplano nariñense procede un par de zarcillos en forma de chupaflor, en el acto de hundir el pico en un cáliz. Para dar otro ejemplo de interpretaciones locales, se pueden citar los casos siguientes. Entre los indios del Vaupés el colibrí es un animal fálico que está asociado con la parafernalia chamanística; la lanza sonajera, este emblema fálico de los chamanes tukano, así como determinados adornos de baile, están decorados con las plumas del colibrí. Entre los Kogi, en cambio, el colibrí simboliza la oposición entre la belleza de su plumaje y la insaciabilidad y pereza de su conducta. En efecto, el colibrí, por su manera espasmódica de volar, gasta muchísima energía y necesita ingerir néctar hasta después de la puesta del sol; luego cae en un estado de entumecimiento parecido a un sueño profundo. Estos hechos, que son bien conocidos por los ornitólogos, han sido observados también por los Kogi quienes ven en esta conducta un principio de oposición; por su plumaje brillante es un animal solar pero por su gula y su somnolencia da un mal ejemplo. Estas características forman el tema de un mito kogi, en el cual, además, el colibrí se encuentra en oposición al gallinazo, cuyo plumaje y alimento difieren diametralmente de los del colibrí.

Haciendo abstracción de su valor económico, los indígenas actuales frecuentemente se sirven de animales como modelos para determinada conducta humana ejemplarizada por el comportamiento animal. Puede que se trate de su territorialidad, de su estrategia en buscar su alimento, de sus movimientos o su color llamativo. Según los indígenas los animales son “casi gente” y desempeñan un papel central en la mitología y el mundo chamánico.

Hay ciertos animales que se prestan a interpretaciones simbólicas, más que otros, como por ejemplo, los felinos. En una publicación anterior me he ocupado en detalle de la relación que existe entre el chamán y el jaguar, y he analizado ante todo la creencia indígena tan común de que el chamán puede convertirse en jaguar, sobre todo bajo la influencia de un rapé narcótico. (6)

Un colgante en forma de felino procede de la región de El Banco, en el Bajo Magdalena. Las características que hacen posible la identificación son las manchas de la piel, marcadas por pequeñas espirales de alambre y los largos colmillos que salen de la jeta. La cola está levantada y se arquea sobre la espalda del animal, posición que el jaguar asume al saltar. Otra representación felina forma el remate de un bastón encontrado en la región del Sinú. Se dice haber encontrado en la región del Quindío el entierro de un personaje cuyos dedos estaban cubiertos con garras de jaguar, hechas de oro. También del Sinú procede un remate de bastón que muestra dos cabezas de venado.

Otro grupo de animales que aparecen en la orfebrería del país son las lagartijas y los caimanes. Para los indígenas del Vaupés, cierta lagartija arbórea (Plica pilca L.) representa al llamado Dueño de los Animales, el gran chamán de ¡a fauna selvática, y se le asigna un simbolismo fálico muy especial. A primera vista, dicha creencia de los indios parecía insólita e inexplicable pero se encontró justificada tan pronto como la lagartija fue examinada por un herpetólogo. (7) En efecto, este reptil tiene un hemipenis bifurcado y en forma de anda, lo cual facilita un amplexus coital prolongado. En el Vaupés, esta lagartija es así un animal chamánico importante y se dice que simboliza las fuerzas generativas de la naturaleza. Ahora bien, en la arqueología de la zona tairona se conocen ciertos objetos de orfebrería en forma de anda, muy parecida al hemipenis de la lagartija. También los indios Kogi dicen conocer esta lagartija (sui-suí-satia) 0 la designan como “Madre de la enfermedad del frío”; la representan en una de sus máscaras de madera y en el mes de junio se baila en honor de esta lagartija, baile durante el cual el danzante que la personifica lleva un adorno que consiste de estas “anclas” prehistóricas de los Tairona. (8)

Muchos datos arqueológicos de los Andes Centrales, de Mesoamérica y Centroamérica, atestiguan que el caimán o el cocodrilo fué una divinidad importante en tiempos prehistóricos. Según un mito de los Matapí, de la Amazonía Colombiana, en tiempos antiguos el caimán era el único ser que poseía el fuego y entre los indios Chamí de la Cordillera Central, el mismo papel de Prometeo se atribuye a la iguana. (9) En Colombia, estos animales no parecen haber ocupado un lugar importante en la imaginería indígena, salvo tal vez en una forma fantástica en que se combinan rasgos de saurios, felinos y aves, tema del cual me ocuparé más adelante.

Figuras de serpientes se observan casi únicamente en la orfebrería muisca, lo que es algo extraño ya que en las zonas frías del altiplano andino los ofidios son comparativamente escasos. Posiblemente se trata ante todo de representaciones de las serpientes míticas que, según las tradiciones, vivían en el fondo de lagunas tales como Guatavita o lguaque y eran seres humanos transformados. Según los mitos de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta, muchas de las numerosas lagunas que yacen al pié de los nevados están habitadas por grandes culebras que se encuentran allí desde la creación del mundo. En todas estas tradiciones se trata de un simbolismo muy ambivalente; la imagen de una gran serpiente devoradora que existe en las aguas se asocia con una imagen materna que con lleva un significado doble, de peligro y de protección. Se trata aquí de un arquetipo muy difundido por el mundo entero; en Colombia la gran serpiente es un monstruo chamánico y aparece en alucinaciones y mitos, no como determinada especie zoológica sino como pesadilla o augurio. Se ha dicho ya que hay una representación muisca, en forma de serpiente con cara humana.

Un grupo zoológico que se representa con gran frecuencia son las ranas y los sapos. En la simbología y los sistemas clasificatorios de muchas tribus colombianas se puede observar que los dos grupos faunísticos que con más claridad ejemplifican el concepto de oposición en la naturaleza, son las aves y los batracios. La oposición es evidente: las primeras vuelan por los aires, son de sangre caliente, cantan melódicamente y con frecuencia tienen un plumaje multicolor; en cambio, las ranas y los sapos son anfibios, de sangre fría, buscan la sombra y su voz es monótona. Significan pues la oposición entre aire y agua, luz y obscuridad, sequedad y humedad, etc. Pero es más; los batracios tienen tres cualidades muy especiales que los distinguen de todos los otros animales y ante todo de las aves, a saber: muchos sapos contienen un fuerte alucinógeno en sus glándulas parótidas; varias especies de ranas son altamente venenosas y se usan para la preparación de un veneno de flechas y, en tercer lugar, los sapos y otros batracios tienen un comportamiento sexual muy violento. (10) Si observamos pues en la orfebrería precolombina la multitud de aves y de batracios, podemos suponer que nos encontramos frente a una de las expresiones más constantes y típicas de la mentalidad indígena, la del dualismo representado por la oposición de conceptos complementarios.

Entre los Kogi de la Sierra Nevada los batracios siguen siendo de importancia metafórica.. En los mitos de origen relatan que la primera mujer del Sol era un sapo, el cual luego fué expulsado por su infidelidad; aún en la actualidad el sapo simboliza el sexo femenino, en sus aspectos negativos y culturalmente definidos como peligrosos. Mientras que el sapo constituye un concepto genérico para los Kogi, ejemplificado por Bufo marinus, subdividen a las ranas en muchas categorías diferentes, principalmente por su distribución altitudinal, desde el litoral hasta el páramo, y por su canto característico. (11)

Hay algunas representaciones de moluscos, en orfebrería, que merecen mencionarse aquí ya que las conchas siguen teniendo un alto valor simbólico entre los indígenas actuales. Gasterópodos, en orfebrería, pueden haber servido de adornos personales o como cubresexo; en el valle del río Sinú se han encontrado cubresexos, tanto de oro como hechos de la concha de un gasterópodo marino.

En la actualidad, los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta utilizan ciertas especies de gasterópodos (“masculinos”) y bivalvos (“femeninos”) como ofrendas, en recintos rituales o de uso individual. Un máma o un emisario de éste recoge las conchitas en determinada playa del mar, entre Santa Marta y Ríohacha y a veces se traen grandes cargamentos de estos moluscos, que utilizan como ofrendas, en ceremonias de fertilidad y crecimiento. Una especie de bivalvos se recoge para quemar sobre una pequeña pira, cuidadosamente construída con ciertas astillas de madera, obteniendo así la cal que luego se guarda en el poporo. En el Vaupés, los indios usan la concha de un gran caracol de tierra para guardar el rapé alucinógeno. En ambos casos —Sierra Nevada y Vaupés— los indios dicen que el recipiente, o sea el poporo o el caracol, simboliza el sexo femenino, mientras que el alucinógeno, representado por la cal o el rapé, simboliza la actividad sexual, una analogía que es frecuente en el pensamiento chamánico. De todos modos, las conchas de moluscos muchas veces tienen, o han tenido, un uso ritual; las encontramos representadas en las estatuas de San Agustín y también en Nariño, cómo ocarinas prehistóricas, hechas de cerámica.

Pasemos ahora a los animales fantásticos. Unas de las muestras más extrañas de toda la orfebrería colombiana son las cinco piezas ilustradas aquí, pues desafían toda descripción factual; a lo mejor se podría pensar que sean figuras biomorfas y que todas parecen representar seres que vuelan por los aires, pero su elaboración tan fantástica no permite ir más adelante. En la región del Quindío se han encontrado pequeñas figuras de oro macizo, aparentemente de insectos fantásticos.

La pieza tairona, zoomorfa, muestra un ser compuesto, que combina rasgos reptiles con alas, ancas de rana y crestas enroscadas de pájaros. Esta idea de hibridismo es frecuente en la orfebrería tairona y muchas veces se encuentra asociada con representaciones de chamanes. Otro objeto también tairona muestra el motivo del anda (o hemipenis), combinado con dos cabezas de reptiles fantásticos; iconográficamente se trata aquí de la imagen de la amphisbaena, serpiente mítica cuyo cuerpo tiene una cabeza en cada uno de sus extremos y encontramos precisamente este motivo con frecuencia en la orfebrería y cerámica tairona. Tal tipo de cabeza de reptil, mostrando los dientes y siempre caracterizado por una nariz respingada y una corta cresta enroscada en la cabeza, se combina a veces con una placa delgada, bisecta o bífida, que sale de la jeta del animal; aunque sin duda tiene un valor simbólico específico, su interpretación sería muy aventurada. Al juzgar por algunas figuras chamánicas enteras, este tipo de cabezas fantásticas se usaba a veces en forma de bezote.

La nariguera (u orejera) que ilustramos es un objeto característico de cierta región del medio río Sinú. Consiste de una argolla cuyo segmento inferior muestra un fino calado, mientras que en el segmento superior aparecen pequeñas figuras de animales muy estilizados, generalmente aves. La pieza aquí ilustrada muestra una tríada; dos pájaros que flanquean la figura central que parece ser una rana antropomorfizada, a juzgar por el cinturón que lleva. Seguramente se trata de un tema mítico-chamanístico, pero no conocemos su significado.

La próxima pieza es más explícita. Muestra un caimán que se ha tragado a una persona cuya cara mira por el hueco en la barriga del reptil. Es una típica imagen chamánica el hombre tragado por un monstruo acuático (ballena, serpiente, caimán, etc.) y que sale (renace) vivo de sus entrañas, en un estado de purificación y sabiduría. Un mito de los indios Chimila del río Ariguaní cuenta que una vez en sueños, se le apareció un gran caimán a un hombre. Cuando su hermano lo invita a ir a pescar, él rehusa y le cuenta su sueño pero el hermano le dice: “El caimán es gente como nosotros y no te va a comer”. Los dos se van al río y pronto sale un gran caimán y devora al hombre que había tenido el sueño. En la barriga del caimán el hombre padece de hambre y sed y enflaquece. Por fin él chuza el caimán con su flecha; el animal abre la jeta y el hombre escapa. A partir de este episodio se vuelve un gran cazador y pescador. Cuando sus compañeros le preguntan: “Cómo haces para conseguir tanta comida?” El cazador contesta: “Lo aprendí del caimán”. Se trata pues de la clásica iniciación chamánica, durante la cual el hombre queda esqueletado y renace luego, ahora en una relación muy íntima con los animales. (12)

El mismo motivo se encuentra entre los Kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta. El personaje mítico Duginávi, gran tallador de máscaras, se suicida tirándose a un río pero no muere porque el río, que en realidad es una mujer, lo lleva al mar. Allí un monstruo marino, también femenino, se traga a Duginávi. Por fin él escapa y se vuelve un gran chamán. (13)

La transformación del chamán en una serpiente es también un motivo mítico muy conocido y sería largo citar las numerosas analogías disponibles.

Como último tema chamánico tenemos aquel del hombre en compañía del rey de los gallinazos. Un mito de los indios Tukano cuenta de un hombre en busca de una mujer. Al darse cuenta el hombre de la belleza de las hijas del gallinazo, él se cubre con el cuero maloliente de una danta muerta y se acuesta en un claro de la selva. Pronto llegan las hijas del rey de los gallinazos y el hombre logra atrapar a una de ellas. En otro mito de los mismos indios, el rey de los gallinazos sirve a un aprendiz de chamán en su vuelo iniciático y lo lleva a su espalda al “país resplandeciente”, es decir a una dimensión alucinatoria. (14)

En suma, puedo decir que estas comparaciones con culturas indígenas actuales deben tenerse muy en cuenta al tratar de descubrir el significado, al menos, de algunos objetos de orfebrería precolombina o de cualquier otro tipo de vestigios prehistóricos. Sinembargo aún hay arqueólogos, etnólogos, museólogos e historiadores de arte quienes desconocen o niegan la importancia de estos contextos y prefieren tratar sólo de objetos aislados sea en el tiempo, sea en el espacio. Así los museos suelen llenar sus vitrinas de colecciones arqueológicas exánimes, carentes de aquella dimensión de vitalidad que sólo una amplia visión etnológica-histórica puede suministrar.

INDICE

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6. Reichel-Dolmatoff (1978c) (regresar6)

7. Koster & Bohme (1975) (regresar7)

8. Agradezco este dato a Juan Mayr Maldonado, excelente conocedor de la Sierra Nevada. (regresar8)

9. Reichel-Dolmatoff (1953), pp. 19-20. (regresar9)

10. Lutz (1971); Silverstone (1975). (regresar10)

11. Con referencia a la identificación de las piezas arqueológicas, como fereirata magnifisens,debo mis agradecimientos al doctor Alvaro Torres Baerreto de la académia Colombiana de ciencias exactas, físicas y naturales (regresar11)

12. Reichel-Dolmatoff (1 945b), pp. 12-15. (regresar12)

13. Reichel-Dolmatoff (1985), II, pp. 38-43. atmán con hombre devorado (regresar13)

14. Reichel-Dolmatoff (Viena, s. f.; en prensa) (regresar14)

Los guardianes del Universo

Los guardianes del Universo

Los dioses transmitieron
a los indios Kogi
la sabiduría
del orden cósmico

por Flor Romero

  • San Miguel, poblado Kogi

    Fuente: “El Correo de la UNESCO”; mayo 1990; pp 30-33.

    niña kogi con su vestido

    Los integrantes de la tribu Kogi son cerca de cinco mil. Su comunidad agrícola está instalada en la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia. Trabajan en fincas, recorren los senderos enlosados que sus antepasados, maravillosos urbanistas, construyeron en medio de la selva, y continúan apegados a sus ritos y creencias.

    Los Kogi velan porque los árboles no sean cortados, los ríos corran naturalmente, las tumbas de sus antepasados no sean violadas y sus santuarios permanezcan intactos. Observan las estrellas, retienen la velocidad del viento, saben de los ciclos del mundo animal y del vegetal. Aseguran mirando el cielo que ?allí se ve todo, está escrito todo, aparece todo: los antiguos, las gentes, los animales.? Y viendo desfilar al Huso (el cangrejo), Neuiheldji (la nutria), Mebbtashi (el jaguar), Tarbi (la culebra) han diseñado el calendario Kogi, de antigua data, desde la época de sus antepasados que moraban en los picos de la montaña.

    Conservan como un tesoro su sabiduría sobre las leyes de la naturaleza y el manejo del Universo y contemplan aterrados cómo los ?civilizados? los empujan cada vez más hacia los picachos y contrarían la Ley de la Madre.

    La Madre es el símbolo de la fertilidad. Sus ?leyes? regulan esta fertilidad y la obediencia a sus leyes la garantizan para siempre. En eso consiste el ?saber?. Conocer las leyes de la Madre a través de la génesis del Universo, del Mito, de los héroes, de las genealogías. Vivir siempre ?de acuerdo? con la Madre, en unión con ella.

    El mensaje de los antepasados

    Pensativo, contemplando el cercano cielo azul, está el Kogi Mayor, sentado sobre un promontorio de tierra en Ciudad Perdida.

    Enfundado en su sayo blanco, con un sombrero de cucurucho, ha dejado al lado la mochila tejida repleta de plátanos, aguacates, maíz, piña, papas y ñame. Va para su bohío, en lo alto de la Sierra Nevada de Santa Marta. Se ha detenido a meditar en su destino.

    Hace mucho tiempo los Kogi eran amos y señores de los cercados. Dominaban desde el nacimiento de las serranías hasta las cumbres nevadas que van a hundirse en las profundidades del Caribe. Todo lo tenían: cielo, mar, nieves, montañas, ríos, ciudades sagradas, predominio sobre sus vecinos.

    El control del Universo siempre fue suyo, desde tiempos inmemoriales, cuando la Madre Universal les diera a luz en los comienzos, porque: ?Ella es la madre de todas las razas de los hombres, ella es la madre de todas las tribus…?

    El Kogi Mayor, gran Máma (sacerdote), es el encargado de velar por el orden universal, así como por el orden social y espiritual de su tribu. Sabe de memoria la cosmogonía de su tribu (véase el recuadro). Preciosamente conserva el mensaje de los antepasados, transmitido de generación en generación. La sabiduría de las leyes de la naturaleza recibida de sus mayores lo ha capacitado para entender la ?Ley de la Madre?: ?Ella es la madre de las lagunas, de los ríos, de los árboles y de todas las cosas. Es la madre de los cantos y danzas, la madre del mundo y de los antiguos hermanos de piedra, de los frutos y de todas las cosas.? Ella es también la madre de los Hermanos Menores, los forasteros. Es la madre de los instrumentos de música y de todos los templos, del sol y de la Vía Láctea, del fuego y de la lluvia.

    El Máma Kogi, con su rostro cetrino, su mirada encarbonada y su sabiduría de la naturaleza, contempla impotente la destrucción del Universo. Como Hermano Mayor está obligado a velar porque no se alteren las leyes de la Madre Naturaleza; pero fuera de las invocaciones ceremoniales y de las plegarias en sus templos tan próximos al cielo, nada puede hacer.

    De vez en cuando se decide a bajar a la llanura, pero es sólo para implorar a los forasteros, a las gentes del gobierno, que les permitan vivir sin arrinconarlos todavía más, que no les impongan las nuevas costumbres de los recién llegados y que los blancos intrusos no sigan destruyendo sin piedad a esa Madre Naturaleza que es el origen de todo.

    El 9 de junio de 1987 los Mámas se sentaron a pensar en Ciudad Perdida inquietos por la violación de sus sitios ceremoniales. De allí salió una carta para el gobierno pidiendo protección para sus cercados: ?Estas grandes ciudades encierran verdaderos secretos de nuestra civilización tradicional y nuestro pensamiento filosófico…; es una de las razones por las cuales a los Mámas les corresponde velar por estos bienes legítimos.?

    Los Kogis insisten en que Teyuna (centro de poder y símbolo de fertilidad y porvenir) es un lugar sagrado donde los Mámas se sientan a pensar profundo. Está dentro de su resguardo y fue el legado que dios les dejó.

    FLOR ROMERO es una escritora colombiana. Autora de estudios biográficos y de varias novelas, entre las que cabe mencionar Triquitraques del Trópico (1972) y Los sueños del poder (1979), ha escrito también relatos sobre temas míticos precolombinos como los reunidos en Los tiempos del deslumbramiento (1986) y Escrito en oro (1989).

    Los nueve mundos de los Kogi

    Gerardo Reichel Dolmatoff – 1985.
    Los Kogi, tomo II, Procultura.

    Versión simplificada y adaptada
    del relato cosmogónico transcrito
    en su forma original en dicha obra.

    Fuente: “El Correo de la UNESCO”; mayo 1990; p. 33.

    “Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni gente, ni animales, ni plantas. Sólo el mar estaba en todas partes. El mar era la Madre. (…). La madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria.

    Entonces cuando existió así la Madre, se formaron arriba las tierras, los mundos, hasta arriba donde está hoy nuestro mundo. Eran nueve mundos y se formaron así. En el primero estaba la Madre y el agua y la noche. No había amanecido aun. La Madre se llamaba entonces Se—ne—nuláng y también existía un Padre que se llamaba Katakéne—ne—nuláng. Tenían un hijo que se llamaba Bunkua—sé. Pero no eran gente, ni nada, ni cosa alguna. Ellos eran alúna1, eran espíritu y pensamiento. Ese fue el Primer Mundo.

    En el Segundo Mundo existía un Padre que era un tigre. En el Tercero brotaron lombrices y gusanos. En el Cuarto había dos Madres Sáyaguaeye—yumang y Disi—seyuntaná y un Padre Sai—taná, con el privilegio del conocimiento sobre cómo sería la gente; en el Quinto Mundo apareció la Madre Encuáne—ne—nuláng contemplando seres humanos, pero sin orejas, ni ojos, ni narices, ni oídos; pero hablaban y repetían lunáticos ?sai—sai-sai? (noche, noche, noche).

    La Madre del Sexto Mundo fue Bunkuáne—ne—nuláng y el Padre Saichaká; por aquel entonces empezaron a nacer los Dueños del Mundo que en los comienzos fueron dos: el Búnkua—sé Azul y el Búnkua—sé Negro. Se dividió el mundo en dos partes: el Azul y el Negro, y en cada uno había nueve Búnkua—sé. Los del lado izquierdo eran todos azules y los del lado derecho eran todos negros.

    Ya en el Séptimo mundo existía la Madre Ahúnyiká; y empezó a formarse la sangre en los cuerpos y nacieron más gusanos, sin huesos y sin fuerzas.

    Nacía el Octavo Mundo, y de la Madre Kenyajé y el Padre Ahuínakatana nacieron los Padres y Dueños del Mundo. Eran treinta y seis en total.

    Entonces se formó el Noveno Mundo. Había entonces nueve Búnkua—sé Blancos. Entonces los Padres del Mundo encontraron un árbol grande en el cielo sobre el mar, y sobre el agua hicieron una casa grande de madera y paja de bejuco. A esta casa la llamaron Alúna.”

    1. Para los Kogi el concepto de alúna abarca las nociones de espíritu, memoria, pensamiento, voluntad, alma, intención. La cosa visible y concreta es sólo un símbolo mientras que el verdadero valor y la esencia existen en alúna.

  • Los Indios Kogi

    Los Indios Kogi

    Por José Ramón Vázquez
    Coordinador
    del Equipo Mapahumano
    mapahumano.fiestras.com

    “Nosotros, los pobladores de Sierra Nevada, los kogi, los ika, los sanha, los kankuania… vivimos en constante armonía con la Naturaleza, con la Tierra, con nuestra Madre. Hace muchos años, cuando el hombre cargado de armas llegó desde el mar para encerrarnos en el corazón del planeta, nos comprometimos a no cambiar, y nuestra alma permanece intacta desde entonces. Pero ahora la montaña sufre por los errores de los otros. Los árboles son cortados y quemados, los ríos se secan y las lenguas de hielo menguan. Algunos de ustedes han entendido el peligro. Saben, igual que nosotros, que son responsables de este infortunio. Y que si la Sierra de Santa Marta sufre, la Naturaleza, la madre de todos, morirá”.

    Los indios kogi, habitantes de la Sierra de Santa Marta en Colombia son conocidos por su alto grado de respeto a la naturaleza. Su lengua, de la familia chibchá arawak se está perdiendo progresivamente entre los aproximadamente 5.000 kogis que perviven en la actualidad.

    Los Kogi constituyen el grupo más tradicional e importante de los que habitan la sierra colombiana, principalmente en la zona norte dentro de lo que llaman ‘la línea negra’, que constituye su territorio sagrado tradicional. Son de los pocos grupos indígenas que no ha permitido el contacto con el hombre blanco para preservar sus tradiciones.

    Durante la época colonial fueron obligados a establecerse en poblados permanentes, que actualmente están abandonados. Hoy en día se hallan establecidos en 15 pequeñas aldeas ubicados en terrazas aluviales próximos a quebradas o ríos, a 1500 m. de altitud.

    Estas concentraciones se caracterizan por conservar el modelo de casa precolombina (bohios), redonda y con un tejado de hierbas cónico. Estas chozas se agrupan alrededor de una superior, la casa de los hombres, que asume funciones ceremoniales. Las mujeres no pueden acceder a la casa de los hombres y ellas ocupan las circundantes, con sus hijos. La vida familiar de los kogi exige que hombres y mujeres vivan separados.

    El poblado sólo se utiliza para comerciar, discutir asuntos de la comunidad y celebrar algunos ritos. El tiempo restante lo pasan en sus parcelas familiares, ocupadas igualmente por una choza para la mujer y los niños, y otra para el varón. En estas parcelas cultivan caña de azúcar, algodón, tabaco y coca (parte de la cual se comercializa), base de su economía doméstica.

    Los hombres realizan trabajo comunal, así como la artesanía para cocinar y tostar las hojas de coca, que consumen para contrarrestar la fatiga y las bajas temperaturas. Las mujeres permanecen en los bohíos confeccionando prendas de algodón de algodón y lana, además de encargarse de la recolección.

    El mundo kogi relaciona el matrimonio con el simbolismo animal. Así, cada grupo de linaje, transmitido de padre a hijo o de madre a hija, se halla relacionado con un animal macho o hembra respectivamente. Un hombre y una mujer sólo podrán casarse si los animales que representan mantienen una relación de macho-hembra además de cazador-presa, esto es, un águila con una serpiente, un marsupial con un armadillo, un puma con un ciervo, etc. El sentido del equilibrio rige todos los aspectos de sus valores y creencias.

    Los kogi sólo reemplazan sus pocos objetos personales y comunales cuando éstos se caen a pedazos. Bajo esta apariencia de extrema pobreza se esconde una rico vida espiritual. Las posesiones materiales tienen una ínfima importancia para ellos.

    Este grupo resiste a las influencias externas debido a la solidez de su universo ético y religioso. A este respecto, existen en su mitología gran variedad de espíritus, entre los cuales adquieren mayor importancia los de los antepasados. Su autoridad suprema es el ‘Mamo’, sacerdote que ostenta el poder decisorio en todos los aspectos de la vida cotidiana, aún por encima de los jefes. Estos chamanes tienen verdaderas funciones sacerdotales, enseñadas durante años de estudio.

    Los hombres kogi llevan siempre consigo un pororo, recipiente relleno de pasta de coca mezclada con polvo de conchas marinas. Los kogi creen que su consumo favorece el intercambio de ideas, la solidaridad y el deseo de compartir. El interior de las chozas se considera un vientre materno. Allí se reúnen las familias por las noches para contarse historias y fortalecer las tradiciones.

    Además de las casas ceremoniales de cada poblado, existen otras en las cimas de las montañas, que hacen las funciones de templos, y se hallan igualmente en manos de los Mamos. A estas cimas llevan a cabo una peregrinación periódica, reuniéndose en los templos para celebrar ceremonias y ritos religiosos.

    La cosmología kogi es compleja. El universo, huevo que relacionan con el útero, es el vientre de la diosa madre y en él vive toda la humanidad. Pero también cada casa, montaña o tumba es un útero. Los templos en forma de embudo, poseen una “puerta” en su techo, que se abre para permitir el contacto con los niveles cósmicos más altos. Estas “puertas” son “órganos sexuales” en los que depositan las ofrendas que fertilizan a la diosa madre.

    Del techo cuelga una cuerda que representa el cordón umbilical y mediante la cual los sacerdotes se relacionan con las fuerzas sobrenaturales. Los Mamos dirigen los solemnes ritos necesarios para el orden del universo. Gracias a ello el sol sigue su trayectoria, las estaciones se suceden y el mundo y sus pobladores son fértiles.

    Un Chamán peruano en Berlín

    Un Chamán peruano en Berlín

    Gerardo Pizarro
    Foto: © Bernhard Harrer

    Berlín, Walter Trujillo, Vulcanus Productions.- El Chamán peruano Gerardo Pizarro, residente en España, proveniente de una familia de Chamanes y Curanderos, descendiente de la cultura preInka Mochica ¹, exhortó durante la conferencia “Tradición y Métodos” el 24 de Octubre y los “Rituales de la Mesa” en la ufafabrik en Berlín, sobre la vitalidad de más de cuatro mil años de existencia del Chamanismo en el Perú, la fuerza energética de esta medicina y acerca de la actualidad e importancia del Chamanismo para toda la humanidad.

    En una breve elocución Gerardo Pizarro, destacó la importancia de mantener el equilibrio entre la mente, el espíritu y el cuerpo. Recalcó que el año 2002, es el año de la polaridad y de los cambios: Aquí se habla de dos fuerzas;el alma y la materia; de dos mundos: el consciente y el inconsciente. Donde el hombre actúa como un medio o un puente.

    Manifestó que actualmente mucha gente se siente como cuando alguien cruza a la nada, donde el Stress, la angustia y la desesperación se han apoderado de las sociedades civilizadas.

    Pidió a la gente que dejen descansar a la razón, la cual domina y controla nuestras vidas, que actúen con el corazón y den paso al crecimiento y al despertar espiritual, que ha sido dejado en el olvido o a pasado ha segundo plano en las culturas modernas.

    Explicó la fuerza que tiene la conciencia para el hombre, la cual nos ayuda a ponernos en contacto con la realidad actual y el universo; nos ayuda a desarrollarnos, a vivir equilibrados y en paz.

    Caracterizó la necesidad de vivir siempre en el presente y no en el pasado, que esta cargado de muchas cosas positivas y negativas, ni tampoco intentemos vivir en el futuro, porque esté todavía no lo conocemos.

    La reacción del público fue diversa, la mayoría se interesó por la efectividad de la medicina que Gerardo Pizarro practica, los efectos secundarios y los trastornos psíquicos que pueden causar los Rituales de la Mesa que él organiza y dirige.

    Gerardo Pizarro enfatizó, que sus rituales no ofrecen ninguna garantía de curación, la efectividad y positivismo de los mismos; se dan de acuerdo a la predisposición y la voluntad de la gente de mejorar su situación actual y proponerse a empezar un nuevo estilo de vida.

    Lo que sí garantizó, fue que durante el ritual se desbloqueará a la gente de las energías negativas acumuladas durante toda una vida en el cuerpo y el espíritu.

    El Ritual de la Mesa del 25 de Octubre dirigido por Gerardo Pizarro, empezó a las 23 horas y se prolongó hasta el amanecer, en el cual participaron más de 50 personas, esté fue lleno de colorido musical, mucho movimiento y de gran contenido energético.

    La Mesa Sagrada colocada en el sala, tenía dos disposiciones, a la derecha estaban un grupo de herramientas preparadas por Chamanes de muchas culturas y el lado izquierdo estaba dedicado a los objetos depositados por los participantes del ritual, los cuales serían cargados con la energía de la mesa y la fuerza energética del ritual y servirán para protegerse así mismos o ayudar a sus familias o semejantes.

    El Ritual se desarrollo bajo una atmósfera de calma, confianza y tranquilidad, se tomó un té, elaborado con unas 100 plantas provenientes de la amazonía , sierra y costa peruana.

    Los pedidos de la gentes, se escribieron en papeles, y se depositaron en dos jarrones dispuestos a los lados de la mesa, los negativos a la izquierda y los positivos a la derecha, los cuales serían quemados después del ritual.

    Gerardo Pizarro, advirtió que el Ritual, hay que encuadrarlo en la dirección de la inteligencia, creación, reforzar proyectos, limpiar lo que la mente negativamente ha creado. Dirigir la mente hacia la transformación y construcción. Dijo que Nosotros estamos cerca a nuestra mente pero no nos damos cuenta como trabaja, porque está esta acorralada, pero ahora saldrá libre. Deseen lo que quieran y lo que no quieran, sin importar que cuando nos desprendamos de lo negativo haya sufrimientos.

    Se efectuó una Meditación, enfocada a la problemática personal de cada participante, se realizaron ejercicios de respiración, relajamiento y estiramiento; con el fin de movilizar las energías positivas y desprenderse de las energías negativas.

    El momento culminante del ritual, fue la Limpieza, primero se froto con dos piedras volcánicas a lo largo de todo el cuerpo, aquí se pudo evidenciar el Aura² de la personas.
    Durante la limpia corporal realizada con dos palos de chontas se desprendían chispas, las cuales encierran un significado determinado, la interpretación de las mismas las daba Gerardo Pizarro inmediatamente; decía que estas podían ser: miedos, desarmonía corporal, problemas emocionales, etc.

    Como parte de la Limpieza se ingirió la Hierba del Dragón³, una planta carnívora de la región amazónica, que actúa como una especie de catalizador, que elimina las impurezas del cuerpo.

    Finalmente, Gerardo Pizarro, aseguro que este trabajo fue más allá de la apariencia y fue más lejos de los antepasados, la historia pasada esta grabada en nuestros corazones.
    Nosotros decidimos como vivir: esto significa estar en armonía con uno mismo y la naturaleza, sino seremos extraños hasta en nuestra propia casa.

    A la mañana siguiente la gente estaba contenta, gozando de su alegría, con la sensación positiva de sentirse limpios y descargados de lo negativo.

    Como conclusión podríamos decir:
    El Chamanismo empieza ahí donde la medicina convencional termina de existir, ahí donde se tratan las enfermedades y no a las pacientes, ahí donde se rompe la armonía entre el cuerpo y el espíritu, ahí donde la razón impide el desarrollo espiritual, ahí donde el Stress, el miedo, la angustia, se apoderan de la vida del hombre.

    El Chamanismo es equilibrio y armonía del cuerpo y el espíritu, es el balance perfecto entre el hombre, naturaleza y Dios. El Chamanismo es algo más que una medicina, es el testimonio veraz de la supervivencia cultural de los pueblos más antiguos del planeta, una manifestación cultural que siempre vivió en armonía con la naturaleza, el mundo espiritual y el universo.

    ¹ La cultura preInka Mochica fue la más desarrollada del norte del Perú, la magnificencia de sus cerámicas, nos relata de la forma de vida, la religión, medicina, vida sexual. La cultura Mochica es una de las manifestaciones espirituales más alucinantes de nuestros antepasados, es el punto de partida cultural, que rigen la mente de las nuevas culturas.

    ² El Aura: el blanco aparece en la primera capa, el azul representa paz interior y confianza en sí mismo, el negro el miedo, el marrón la enfermedad, el rojo la inteligencia, el amarillo la capacidad de comunicación, el verde la seguridad y los instintos y el violeta la espiritualidad.

    ³ La hierba del Dragón se emplea para vencer situaciones de Stress, ayuda a recobrar la armonía del cuerpo y el espíritu, brinda energía, creatividad, perseverancia, autoconfianza, elimina el cansancio mental, el insomnio y la fatiga corporal.

    Teología india

    Miguel Concha
    Teología india

    “Nosotras y nosotros indígenas cristianos representantes de los pueblos originarios de Abya Yala, juntamente con religiosas y religiosos, pastoras y pastores, sacerdotes y obispos, hermanas y hermanos solidarios de Europa, Africa y Asia, provenientes de los cuatro puntos cardinales, portadores de experiencias de vida y sabiduría de los pueblos (…), convocados por el Espíritu del Dios de nuestra fe, revelado en la Biblia y en la sabiduría que desde siempre existió enmedio de nuestros pueblos (…), nos juntamos y vinimos todos en grupo y formamos consejo”.

    Con estas palabras los indios cristianos de América Latina dirigieron el pasado 29 de agosto un mensaje autóctono, lleno de poesía y sabiduría, desde Vinto, Cochabamba, Bolivia, al concluir el tercer Encuentro Latinoamericano de Teología India.

    En él reconocen con oportunidad que, si bien la sabiduría de los pueblos originarios fue negada, discriminada y satanizada, emerge ahora con fuerza desde la vida misma de las comunidades indias; y con lucidez caracterizan el momento actual por la manifestación pública de las prácticas de la espiritualidad de sus ancestros y el nacimiento de incipientes democracias, a pesar del avance de un sistema neoliberal deshumanizante. Sin arqueologismos confirman la existencia de esa sabiduría en sus libros y lugares sagrados, pero sobre todo en las que consideran “vasijas, contenedoras vivas de esta sabiduría”: las guías espirituales indígenas, ancianos, ancianas y mujeres que mantienen la identidad cultural, a través del idioma, el tejido y la vivencia de las costumbres comunitarias.

    Superando toda visión etnocéntrica, y dando con ello una profunda lección de humanismo a las demás culturas y civilizaciones, como indios, pero además como indios cristianos, confiesan su voluntad de mantener un diálogo permanente entre la sabiduría indígena, la sabiduría bíblica teológica y otras culturas y espiritualidades, “porque queremos -afirman- un mundo en donde todos los diferentes puedan convivir”.

    Ellos, que por lo general en sus culturas nunca han separado la dimensión sagrada de la esfera secular de su existencia, y por ello son creyentes en Dios, quien es a la vez nana/mamá y tata, y por ello el fundamento último de la armonía entre hombres y mujeres, y entre ellas y ellos con la naturaleza, se preguntan también con angustia por qué en la situación actual se priva a las mujeres de los derechos que tienen los hombres en nuestros pueblos y en nuestras iglesias, y por qué hemos roto de manera tan escandalosa la armonía con la naturaleza.

    Conscientes de que desde sus culturas autóctonas, penetradas de algún modo por el Evangelio, tienen algo muy precioso que aportar para la corrección y el rescate de las culturas modernas, enfatizan que la sabiduría indígena enseña que para recuperar la armonía perdida “debe darse un verdadero diálogo, respetando la dignidad de los otros y sus diferencias, escuchando su mensaje y sus palabra. La palabra más sabia -dicen refiriéndose a todos los ámbitos- la da quien está dando su vida por el pueblo, quien sabe de cargos y servicios porque ya los ha cumplido, quien sabe mandar porque ha obedecido, quien sabe de Dios porque habla con él en la vida”.

    Con visión universal y legítimo orgullo reivindican que son los mismos pueblos indígenas “los jardineros privilegiados -dicen con lenguaje apropiado- llamados a abrir los jardines de estas rosas perfumadas a hombres y mujeres de otros pueblos, para que su fragancia se esparza por doquier: es la fragancia de Dios”. Pero también con claridad política y conciencia crítica ratifican que, frente al “veneno del materialismo económico y tecnicismo del modernismo, que pretende destruir el jardín de flores”, ellos se siguen sintiendo con firmeza llamados a robustecer la energía existencial de sus raíces y la fortaleza de sus tallos, “con la autodeterminación y gestión de (sus) pueblos indígenas, con el reforzamiento de la organización, con la difusión de la sabiduría indígena, en la reconquista de los espacios perdidos en la sociedad, y con acciones eficaces que aseguren la participación decisiva de los pueblos indígenas en la realización y ejecución de leyes favorables a ellos mismos”.

    De concepciones religiosas y cristianas como ésas sólo pueden desprenderse visiones revolucionarias de la organización social, como aquella que con sabiduría afirma que el único dueño del jardín es Dios. Nosotras y nosotros somos sus cuidadores. “Con esta convicción -finalizan-, conscientes de que hay otros pueblos diferentes a nosotros, queremos ofrecer a América Latina, sin pretensiones y arrogancias, por medio del diálogo, la cosecha abundante de las flores hermosas de la solidaridad, la libertad verdadera, el respeto mutuo, el respeto a la naturaleza y la fe en Dios”.

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