Un expediente abierto

En la entrada anterior había citado el postulado de Aleister Crowley que establece que los demonios de la Goetia son partes de nuestro cerebro, es decir las partes no integradas que corresponden a lo reprimido, ó no conocido de nuestro ser. Sin embargo está afirmación tomada en forma literal nos lleva a la conclusión de que en realidad los Dioses, Ángeles, Demonios, etc. vendrían siendo la representación animada de nuestras aspiraciones y miedos. A partir de éste punto se desarrollo durante el siglo XX una corriente “sicologizante” de la Magia que veía a los rituales como forma de psicodramas encaminados a la liberación de los conflictos internos.
Crowley no fue el único en configurar esta línea de pensamiento, Dion Fortune psicóloga de profesión estaba interesada en integrar esta disciplina con el esoterismo y más delante Israel Regardie, discípulo de Crowley que después de su rompimiento con el mago inglés fue protegido durante una temporada de Fortune se familiarizó con las corrientes sicoanalíticas clásicas y con la escuela Jungiana, aunque al final de su vida se decantó por las terapias y cuerpo conceptual de Wilhelm Reich. No estoy tratando de decir que estos autores negaran la realidad de un mundo espiritual, sino que a partir de ellos algunos de sus discípulos si lo hicieron.
En realidad esoterismo y sicología nunca estuvieron divorciados, en las escuelas Cabalísticas clásicas se encuentran contenidos los postulados de una suerte de psicoanálisis con una división de las funciones intelectuales e instintivas y una guía para el desarrollo de una personalidad equilibrada y sería interesante determinar hasta que punto Sigmund Freud se vio influenciado por el pensamiento místico judío.
Ahora bien ¿la magia es solo una forma arcaica de terapia? ¿Es por ejemplo el culto a Isis únicamente la sublimación de nuestra necesidad de una madre nutriente de la que nos vemos separados en cierta etapa de la infancia?
Desde el punto de vista Hermético todo el universo es el resultado de una misma corriente que forma y anima cada manifestación de vida y materia y sostiene los distintos planos de realidad. Su comprensión se encuentra más allá de las capacidades humanas, aunque podemos elaborar a partir de un punto acerca de su naturaleza. El caso es que al reflexionar en el orden universal aparecen centros energéticos que actúan de manera más o menos homogénea lo que parece concederles independencia y propósito en relación al resto del conjunto. Estas “fuerzas inteligentes”, por llamarlas de alguna manera son aspectos diferenciados de la primera manifestación que se desdoblan en niveles cada vez más densos desde lo más abstracto ó espiritual hasta llegar a lo denso formando una jerarquía de seres enlazados de acuerdo a su naturaleza y funciones. Esto nos da una jerarquía del tipo, el rey manda a sus generales, que ordenan a sus capitanes, que transmiten a sus soldados que ejecutan la orden y aunque el propósito sea uno, en cada nivel hay cierto grado de adaptación a las circunstancias determinado por los factores del medio y la interacción con otras fuerzas. Así que influir en algún lugar del sistema es para el Mago participar en el resultado final.
Aunque más allá del grado de influencia que como humanos podemos tener en la manifestación de las cosas; la entrada se trata de reflexionar hasta que punto cada nivel de realidad es el resultado del concurso de fuerzas conscientes de sí mismas. Es evidente la existencia de dichas fuerzas, hay elementos creadores, destructores, aglutinadores; fuerzas expansivas, constrictivas y equilibrantes. En otras palabras los antiguos no inventaron los Dioses a capricho, sino que personificaron el concurso de fenómenos que observaban que para ellos se manifestaban como seres con personalidad propia.
De acuerdo a Denning y Phillips autores pertenecientes a la orden Aurum Solis la explicación cabalística sería la siguiente.

Cuando la luz de la emanación del mundo de Atziluth, penetra el mundo de Briah, ilumina la sala celestial de tronos -Merkabah-. Allí residen los arcángeles, dioses y diosas venerados por los hombres, que se reúnen para prestarle forma a la luz y de esa manera darle cuerpo a la manifestación. Hay que recordar que Briah nos habla de un lugar de ideas puras, valores espirituales. Cuando un grupo humano establece contacto con una de éstas formas como un ser diferenciado, se establece el vínculo entre el devoto y su objeto de adoración, a partir de ese momento el Dios/Diosa recibe cada vez más vida por el doble proceso de extraer energía de Atziliut y Assiah.

Es decir la personalidad de un ser espiritual está determinada tanto por la naturaleza a la que responde como por la conceptualización que de él hacen sus devotos. Esto explicaría el hecho de que a pesar de que se pueden establecer comparaciones entre los panteones de Dioses –v.gr. Afrodita tiene la misma naturaleza que el Arcángel Haniel- estos no necesariamente se manifiestan de la misma manera. (Los Dioses egipcios son elegantes, los griegos sensuales, la jerarquía cabalística no tiene elementos oscuros en su naturaleza, etc.).
Ahora bien ¿los seres espirituales existen y son conscientes? Algunos de los miembros de la Goldendawn, quizá para apaciguar el conflicto que les causaba una educación judeo-cristiana, en algún momento recurrieron a una suerte de relativismo alrededor del tema al afirmar que “En las invocaciones que hacemos encontramos que los Dioses se comportan como si en realidad existieran” Una posición en extremo pragmática, que no negaba ni afirmaba la existencia del mundo divino/demoníaco, pero si se valía del aparato conceptual religioso que les heredaba la tradición hermética.
En realidad la cuestión es un expediente abierto y cada uno en su conciencia lo tiene que resolver. Para terminar, y volviendo al postulado de Crowley, efectivamente los demonios de la Goetia son partes de nuestro cerebro y se corresponden con el material del inconsciente. Pero esto no implica que no tengan una realidad externa al operador; hay que recordar lo que decían al respecto los sacerdotes egipcios. “No hay nada en mí que no pertenezca a los Dioses” que entre otras implicaciones nos indica que si podemos traer a nuestra conciencia una realidad es porque ésta ya se encuentra contenida en nosotros.

García Márquez Un señor muy viejo con unas alas enormes

García Márquez

Fragmento

La noticia del ángel cautivo se divulgó con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.

Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.

El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena.

Su única virtud sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.

El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas.

Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco. Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla.

Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los dormitorios.

¿Cómo es la cuestión de Dios, el “Yo Soy” y la Metafísica?, Clomro

En mi Archivo Público en Internet, entre fines de 2003 e inicios de 2004 me encontraba reformulando conceptos sobre Dios y nosotros, que, escritos por mí en 1997 y habiendo quedado tal cual en el Informe Clomro-1, merecían una actualización. Ésta fue efectuada en el link: www.geocities.com/clomro/Preguntas2.htm

¿Cómo es la cuestión de Dios, el “Yo Soy” y la Metafísica?

Cioran se refería al demiurgo como ese dios malo, y no al Dios propiamente dicho. Pero la gente suele confundir al uno con el otro, y en última instancia es el verdadero, el superior, el inocente de lo aquí ocurrido, el que recibe los reproches humanos. “¡Dios hijo de puta!”, “¡Me cago en Dios puto!”, frases habituales de recriminación y queja salidas de tantas bocas, muchas de ellas de autodenominados “católicos” (¡bonita forma de manifestar el catolicismo!). Así se dirigen al de más arriba, creyendo que Él tiene algo que ver con los problemas humanos, e ignorando que el destinatario de los reproches debería ser un autodenominado “Dios” muy lejano de serlo. Estaba más cerca, se había manifestado (personalmente, o a través de alguno de sus agentes) ante Moisés, había condenado a los judíos a milenios de calamidades y a ser factor de crisis en el Próximo y Medio Oriente, para lo cual ese Dios impostor usó a Mahoma para armar un culto que sirviera para antinomias en la región; antes había usado a Jesús para armar un culto cuyo brazo evangelizador barrería con los nativos de todo un continente, luego de sumir en el oscurantismo a Europa. Ése era el Dios autoproclamado como tal -a falta del verdadero para desenmascararlo-, que el mundo sigue adorando con distintos nombres, pese a siglos de demostraciones de que todas las religiones que armó han conspirado contra la unión de la humanidad. Mientras el Dios verdadero, jamás inspiraría la creación de religiones para que nos dirijamos a Él, pues nos puso al amor como vía infalible de comunión con el Todo, haciendo innecesaria cualquier doctrina, rito o adoración, porque con amor es suficiente. Incluso es más digno de nuestra adoración (si algo hubiera que adorar) que el mismísimo Creador Absoluto, porque mientras hasta Él tiene su propia sombra, el amor es lo único que nos queda (y que le queda) como valor supremo a seguir. Conciente de sus propias miserias, hasta el propio Creador tiene al amor como lo supremo que hasta Él mismo debe adorar, al igual que nosotros. Por lo tanto, adoremos lo mismo que Él, y no a Él, y así estaremos con Él. “Hay que pensar en Dios, pronunciar el nombre de Dios para revertir la negatividad en el mundo”, decía un adepto a Sai Baba. Mientras tanto, como Dios no pensaba en sí mismo, sino en el amor, el discípulo de Sai y los que siguieron su consejo no estaban pensando al unísono con Dios (por pensar tanto en Dios y en el nombre de Dios y no en el amor, se es capaz de llegar a una “Guerra Santa”, “en nombre de Dios”). Pensemos al unísono con Dios, pensemos en el amor y no en Él, y estaremos con Él en el mismo pensamiento.

He dicho que somos “dioses”, pero no “Dios”. Que no somos “parte de Dios”, sino emanaciones de Él. Que, como tales, somos autónomos. Que, para ser autónomos, no podemos ser teleguiados por quien nos emanó; que no podemos estar bajo observación suya, que no puede Él saber lo que vamos o no vamos a hacer. Que la omnipotencia y la omnisciencia no pueden existir. Que lo que existe es un Creador que, desde su ámbito de acción y expansión como energía, nos emanó hacia espacios donde, para que pudiéramos ser por nosotros mismos, debía “no estar Él”. Podía, eso sí, disponer de una cadena de mandos a través de la cual conectarse con nosotros, y podían jerarquías intermediarias fallar o sabotear las comunicaciones, de manera que los conflictos universales no serían otra cosa que interferencias de este tipo. Pero no podía ese Creador tenernos bajo vigilancia directa, si lo que quería era nuestra propia iniciativa y libre albedrío.
Me opuse a admitir que nosotros fuéramos “presencia divina”, porque si somos -como afirmo- “esencia divina”, disponemos del poder suficiente para no necesitar la presencia de quien nos creó. Somos “dioses”, autosuficientes, omnipotentes en nuestra propia realidad, que no necesitamos ninguna omnipotencia externa a nosotros. Por lo tanto, eso de que “Dios está presente a través de nosotros”, lo califiqué como incorrecto, desde el punto de vista de que quien nos emanó, no quiso estar presente en nuestro devenir: quiso darnos la libertad absoluta para que seamos por nosotros mismos, manteniéndose ausente para no asfixiar, invadiéndonos, nuestro propio despliegue.
Ahora bien, aquí vienen las aclaraciones. Conforme al conocimiento cósmico que me fue revelado en 1983, no somos emanaciones de ese Dios, sino de un Creador Universal, que es uno de millones entre Creadores de Universos. Todos ellos, emanados de un Creador que TAMPOCO es Dios, sino que fue, en su momento, emanado también (la cadena de Creadores es larga). Cuando me referí a que no somos “presencia divina”, quise significar que el Creador Universal es ése que nos emanó y que se declaró en “ausencia divina” para que fuéramos autosuficientes al no contar con su paternalismo. Pero tanto nosotros como ese Creador y sus hermanos Creadores de otros Universos, todos somos de la misma “esencia divina” de un Dios omnipresente. Ése sí que es omnipresente, no el Creador Universal que nos emanó. Yo tuve que explicar las cosas a mi manera, porque suele confundirse al Dios Absoluto con nuestro pequeño Creador de nuestro pequeño Universo. Era necesario que el paternalismo de ese Creador fuera desvinculado de nuestra autónoma existencia, situándolo “fuera” de nuestra temporalidad y espacio. Por lo tanto, nosotros no podríamos ser “presencia” suya, sino a lo sumo esencia de Él y del Dios Absoluto.
Ahora bien, ese Dios absoluto, ¿está ausente de nuestro existir, como lo está el Padre Universal? Quizá cuando se dice “Dios es amor”, lo que se quiere decir es que “el Padre Universal es amor”. Porque el Dios Absoluto, a diferencia del “Dios-Padre Universal, no es amor: es amor y lo opuesto del amor también, porque por algo es “Absoluto”: porque es el TODO. Él es la Totalidad de lo “bueno y lo malo”. Él es los dioses y los demonios. Él es todos los tiempos y lo que no tiene tiempo. Todos los espacios y el no-espacio. Él es como una mente en la cual Padres e hijos Universales somos como personajes de un sueño. Él es Él y sus personajes de sus “sueños”. Él y sus circunstancias son ese TODO. No hay un Dios separado de la mínima partícula de la Creación: esa partícula es Él también.
El problema de la “separación” no se da entre ese Dios y lo creado, sino entre creaturas y Creadores. Estamos separados no ilusoriamente, sino temporal y espacialmente, de nuestro Creador Universal. Pero ni él ni nosotros estamos separados del TODO, es decir, del Dios Absoluto. Nuestro Creador desde su plano, nosotros desde el nuestro, estamos todos conectados al Todo, aunque las partes no puedan ser conscientes de estar conectadas todas con todas entre sí. Esa no-consciencia es lo que hace a la no-presencia. Pero cuando, por ejemplo, en la metafísica dicen “Yo Soy presencia divina”, habría que mentalizar la presencia del Absoluto, no del Creador Universal. Incluso, menos todavía la presencia del creador inmediato, que fue el autor del mundo, que nada tuvo que ver con el Creador del Universo, y hay gente que confunde al uno con el otro y luego invoca un “Yo Soy” que termina siendo sinónimo de “Yo no sé ni qué carajo soy, pero me la creo”.
Por eso propuse que, en vez de invocar la “presencia divina”, activáramos la “esencia divina” que somos, evocando nuestro recuerdo guardado de cuando fuimos emanados como entes autónomos, enviados a un tiempo-espacio sin “presencia divina” (sin ningún Creador vigilante) donde nuestra esencia divina pudiera ser autosuficiente, en lugar de que recurriéramos a las invocaciones de fuerzas “Superiores” ajenas a nosotros.
Pero dando un avance que seguramente a muchos les resultará aceptable, propongo un “Yo Soy presencia divina” que se mentalice pensando en el Absoluto que está en todas las cosas, y no en ese Creador Universal (y mucho menos el autor material del mundo). No pensarse como presencia de un Creador Universal que de presente no tiene nada. No pensarse como una presencia de un supuesto Padre Universal involucrado en nuestra existencia o en el drama del mundo: hagamos a ese Creador a un lado de todo lo que aquí ha sucedido y sucede. No seamos paternalistas. Conectémonos con el TODO; un todo para el cual no hay bien y mal, no hay premio ni castigo, no hay intervención ni interferencia sobre mundos en error, porque ese TODO es tanto lo acertado como lo equivocado que ocurra en los mundos. “Yo Soy presencia de la luz y de la oscuridad”, deberían aclarar en la metafísica, sin que nadie se asuste. De hecho, en la gnosis, la masonería, en las escuelas iniciáticas de Egipto, así era la idea del Ser y la vida. Es mentira que ser “presencia divina” sea nada más que la presencia de la luz y del amor; divinidad es el TODO, con sus luminarias y sus pobrezas.
Pronunciar un “Yo Soy luz, Yo Soy Amor”, es la hipocresía de una metafísica que sabe muy bien que, además de eso, “Yo Soy la basura cósmica personificada”. Y que, por lo tanto, la autoafirmación de lo que se es, en ese “Yo Soy”, implica la afirmación de nuestra propia sombra. Preferible, entonces, es no afirmar nada, no invocar nada que conlleve la bipolaridad, cuando lo que estamos queriendo hacer dentro de nuestra dualidad enferma, es activar SÓLO nuestra polaridad POSITIVA. En tal caso, la “presencia divina” sería lo último a lo que deberíamos recurrir, porque de ella se derivaría una buena dosis de negatividad contenida en la misma esencia de la divinidad. Si dijéramos “Yo Soy Amor, Yo soy Luz”, para autoafirmarnos sólo en eso y no dar lugar al egoísmo y la oscuridad, fallaríamos de todos modos, porque negar al opuesto negativo afirmando lo positivo es hacerlo presente tácitamente.
De ahí que todas estas afirmaciones resulten inefectivas para lo que se pretende. Y de ahí que sea conveniente, en vez de afirmar esas cosas, asumir el hecho de que nuestra esencia y presencia divina guardan la potencialidad de lo negativo, y por lo tanto no cometer la imbecilidad de creerse que “Yo soy Amor”, “Yo soy Luz”; una forma vanidosa de no asumir que yo también soy lo opuesto de eso. Mejor callarse la boca y mentalizar: Yo Soy la luz y la oscuridad en potencia, y busco mi equilibrio”, o alguna cosa así, a ver qué pasa… (y no sé qué podrá pasar, no les garantizo que funcione, pero el Yo Soy les garantizo que no está funcionando para nada, y si no, vean de dónde salen esos egos de los metafísicos).

El bibliocausto nazi por Fernando Báez (*)

El bibliocausto nazi
por Fernando Báez (*)

Todos, en algún momento dado, deben haber oído hablar del Holocausto Judío, nombre dado a la aniquilación sistemática de millones de judíos a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero conviene advertir, y eso desde el inicio, que este genocidio tuvo su equivalente. También hubo un Bibliocausto, donde 100 millones de libros fueron destruidos directa o indirectamente por el mismo régimen. Entender cómo se gestó puede permitirnos comprender cuanta razón tenía Heinrich Heine cuando escribió proféticamente en su obra Almanzor (1821): […]donde los libros son quemados, al final también son quemados los hombres[…]. La destrucción de libros de 1933 fue, a mi juicio, apenas un prólogo a la matanza siguiente. Las hogueras de libros inspiraron los hornos crematorios. Y esto merece una reflexión detenida, porque se trata de un acontecimiento que marcó para siempre la vida de millones de hombres y va a continuar como uno de los hitos más siniestros de la historia.
El comienzo de esta barbarie tiene fecha: el 30 de enero de 1933, cuando el presidente de la llamada República de Weimar, en Alemania, Paul Ludwig Hans Anton Von Beneckendorff Und Von Hindenburg (1847-1934), designó a Adolfo Hitler como canciller. Trataba de reconocer así la inestable mayoría de este iracundo político; viejo y cortés, Hindenburg ignoró lo que sobrevino casi de inmediato: un período político y militar conocido posteriormente como El Tercer Reich (El Tercer imperio). Hitler, quien había sido cabo en el ejército, frustrado pintor, gestor de fracasado golpe de Estado en 1923, utilizó una estrategia de intimidación contra los judíos, los sindicatos y el resto de los partidos políticos. No era, como puede pensarse ligeramente, un loco, sino la voz más visible de una idiosincracia germana totalitaria.
El 4 de febrero, la Ley para la Protección del Pueblo Alemán restringió la libertad de prensa y definió los nuevos esquemas de confiscación de cualquier material considerado peligroso. Al día siguiente, las sedes de los partidos comunistas fueron atacadas salvajemente y sus bibliotecas destruidas. El 27, el Parlamento Alemán, el famoso Reichstag, fue incendiado, junto con todos sus archivos. El 28, la reforma de la Ley para la Protección del Pueblo Alemán y el Estado, legitimó medidas excepcionales en todo el país. La libertad de reunión, la libertad de prensa y la de opinión, quedaron restringidas. En unas elecciones controladas, el Partido de Hitler, conocido como Partido Nazi, obtuvo la mayoría del nuevo Parlamento y se decretó oficialmente el nacimiento del Tercer Reich.
Alemania, obviamente, estaba transformando sus instituciones después de la terrible derrota sufrida durante la I Guerra Mundial. Hitler, quien no era alemán, fue considerado como el un estadista idóneo para rescatar la autoestima colectiva, y sus purgas contra la oposición lo convirtieron en un líder temido. Su eficacia, no obstante, estaba sustentada en varios hombres. Uno de ellos era Hermann Göring; el otro era Joseph Goebbels. Ambos eran fanáticos, pero el segundo fue quien convenció a Hitler de la necesidad de extremar las medidas que ya venían ejecutando, y logró su designación al frente de un nuevo órgano del Estado, el Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda (Ministerio del Reich para la Ilustración de Pueblo y para la Propaganda).
Goebbels estaba consciente de sus ideas, y Hitler le dio carta blanca. Tenía una fe absoluta en su amigo, así como buenas razones para creer ciegamente en sus aciertos. Goebbels, quien no había ingresado al Ejército por ser patizambo, se había doctorado como Filólogo, en 1922, en la Universidad de Heidelberg, donde fue profesor Friedrich Hegel en el siglo XIX. Era un lector apasionado de los clásicos griegos y, en cuanto a pensamiento político, prefería el estudio de los textos marxistas y de todo lo escrito que existiera contra la burguesía. Admiraba a Friedrich Nietzsche, recitaba poemas de memoria, y, escribía textos dramáticos y ensayos. Cuando se unió a Hitler, reconoció su verdadera vocación, como lo dijo muchas veces, y ya con el cargo de Ministro, en 1933, reunió un equipo de trabajo para redactar la Ley Relativa al Gobierno del Estado, sancionada el 7 de abril de ese año. Indudablemente, ahora tenía un control absoluto sobre la educación y fomentó un cambio total en las escuelas y universidades. El 8 de abril se envió un memorando a las Organizaciones Estudiantiles Nazis, en el cual se proponía la destrucción de aquellas obras consideradas peligrosas en las bibliotecas de Alemania. De todos modos, ya el mes anterior, exactamente el día 26 de marzo, se quemaron libros en Schillerplatz, en un lugar llamado Kaiserslautern. El primero de abril, Wuppertal sufrió saqueos y quemas de libros en Brausenwerth y en Rathausvorplatz.
Algo terrible se gestó entonces. Una especie de fervor inusitado que estaba limitado por la presión internacional europea, despertó entre los estudiantes e intelectuales alemanes. Un odio manejado por osadas ráfagas de propaganda se extendió en las aulas, y el resultado no se hizo esperar. El 11 de abril, en Düsseldorf, se destruyeron libros de contenido comunista y judío. Algunos de los más importantes filósofos alemanes, sin ser obligados a ello, como Martin Heidegger, adhirieron las ideas de Goebbels. En abril, Heidegger fue designado Rector de la Universidad de Friburgo y el 1 de mayo se hizo miembro del NSDAP, lo cual indica que debió recitar el siniestro juramento de esa organización.
El 2 de mayo, en la Gewerkschaftshaus de Leipzig, se destruyeron textos, pero fue realmente el 5 de mayo de 1933 cuando empezó todo. Los estudiantes de la Universidad de Colonia fueron a la biblioteca, y en medio de lágrimas y risas, recogieron todos los libros de autores judíos o de procedencia judía. Horas más tarde, los quemaron. Estaba bastante claro que esa era la vía elegida para mandar un mensaje al mundo entero. Y los actos así lo probaron.
Los estudiantes estaban frenéticos. El día 6, del mismo mes, la juventud del Partido Nazi y miembros de otras organizaciones, sacaron media tonelada de libros y folletos del Instituto de Investigación Sexual de Berlín. Goebbels, indetenible, preparaba reuniones todas las noches porque se había decidido iniciar un gran acto de desagravio a la cultura alemana. Como fecha tentativa, se propuso el 10 de mayo. El 8 de mayo hubo algunos desórdenes en Friburgo, y destrucciones de libros.
El 10 de mayo fue un día agitado desde temprano. Miembros de la Asociación de Estudiantes Alemanes se agolparon en la biblioteca de la Universidad Wilhelm Von Humboldt y comenzaron a recoger todos los libros prohibidos por el régimen. Había una euforia inesperada, fluctuante. Finalmente, los libros, junto con los que se habían obtenido en otros centros, como el Instituto de Investigaciones Sexuales o en las bibliotecas de judíos capturados, fueron transportados a Opernplatz. En total, el número de obras sobrepasaba los 25.000. Pronto, se concentró una multitud alrededor de los estudiantes. Éstos empezaron a cantar un himno que causó gran impresión entre los espectadores. La primera consigna fue fulminante: Contra la clase materialista y utilitaria. Por una comunidad de Pueblo y una forma ideal de vida. Marx, Kautsky .
La hoguera ya estaba encendida. Tal vez nadie podía creer lo que pasaba, pero una de las capitales más cultas del mundo, donde se encontraban algunas de las más importantes universidades europeas, fue el centro de una de las quemas de libros más impresionante de la época. Joseph Goebbels, quien dirigía todas las acciones, levantó la voz y después de saludar con un estruendoso Heil, explicó los motivos de la quema: La época extremista del intelectualismo judío ha llegado a su fin y la revolución de Alemania ha abierto las puertas nuevamente para un modo de vida que permita llegar a la verdadera esencia del ser alemán. Esta revolución no comienza desde arriba, sino desde abajo, y va en ascenso. Y es, por esa razón, en el mejor sentido de la palabra, la expresión genuina de la voluntad del Pueblo[…]
«Durante los pasados catorce años Uds., estudiantes, sufrieron en silencio vergonzoso la humillación de la República de Noviembre, y sus bibliotecas fueron inundadas con la basura y la corrupción del asfalto literario de los judíos. Mientras las ciencias de la cultura estaban aisladas de la vida real, la juventud alemana ha reestablecido ahora nuevas condiciones en nuestro sistema legal y ha devuelto la normalidad a nuestra vida[…]
«Las revoluciones que son genuinas no se paran en nada. Ninguna área debe permanecer intocable[…]
«Por tanto, Uds. están haciendo lo correcto cuando Uds., a esta hora de medianoche, entregan a las llamas el espíritu diabólico del pasado[…]
«El anterior pasado perece en las llamas; los nuevos tiempos renacen de esas llamas que se queman en nuestros corazones[…]
Los cantos entonces prosiguieron y al final de cada estrofa se aplicó la medida de arrojar los libros de aquellos autores mencionados:
Contra la decadencia misma y la decadencia moral. Por la disciplina, por la decencia en la familia y en la propiedad.
Heinrich Mann, Ernst Glaeser, E. Kaestner
Contra el pensamiento sin principios y la política desleal. Por la dedicación al Pueblo y al Estado.
F.W. Foerster.
Contra el desmenuzamiento del alma y el exceso de énfasis en los instintos sexuales. Por la nobleza del alma humana.
Escuela de Freud.
Contra la distorsión de nuestra historia y la disminución de las grandes figuras históricas. Por el respeto a nuestro pasado.
Emil Ludwig, Werner Hegemann.
Contra los periodistas judíos demócratas, enemigos del Pueblo. Por una cooperación responsable para reconstruir la nación.
Theodor Wolff, Georg Bernhard.
Contra la deslealtad literaria perpetrada contra los soldados de la Guerra Mundial. Por la educación de la nación en el espíritu del poder militar.
E.M. Remarque
Contra la arrogancia que arruina el idioma alemán. Por la conservación de la más preciosa pertenencia del Pueblo.
Alfred Kerr
Contra la impudicia y la presunción. Por el respeto y la reverencia debida a la eterna mentalidad alemana.
Tucholsky, Ossietzky
La operación, cuyas características se habían mantenido en secreto hasta ese instante, se reveló pronto en su verdadera dimensión porque el mismo 10 de mayo, hubo una quema de libros en numerosas ciudades alemanas. La lista de quemas incluyó varias ciudades y fue casi simultánea para causar pánico: Bonn, Braunschweig, Bremen, Breslau, Dortmund, Dresden, Frankfurt/Main, Göttingen, Greifswald, Hannover, Hannoversch-Münden, Kiel, Königsberg, Marburg, München, Münster, Nürenberg, Rostock y Worms. Finalmente hay que mencionar Würzburg, en cuya Residenzplatz se incineraron cientos de escritos.
Y, como si se tratara de una avalancha, Goebbels insistió en continuar con estas quemas de libros prohibidos. No hubo un rincón en el que los estudiantes y los miembros de las juventudes hitlerianas no destruyeran obras. El 12 de mayo, se eliminaron libros en Erlangen Schloßplatz, en la Universitätsplatz de Halle-Wittenberg. Al parecer, el 15 de mayo, algunos miembros apilaron textos en Kaiser-Friedrich-Ufer, en Hamburgo, y a las once de la noche, después de un discurso ante una escasa multitud, los quemaron. La apatía preocupó a los integrantes de los incipientes servicios de inteligencia del partido y se decidió repetir el acto. El 17 de ese mes, la Universitätsplatz, de Heidelberg se conmovió cuando hasta los niños participaron en estas acciones. También el 17 se volvió a utilizar la Jubiläumsplatz, en Heidelberg, para las quemas. Hubo otras destrucciones adicionales el 17 de mayo: en la Universidad de Colonia, en la ciudad de Karlsruhe.
El 19 de mayo, Hitler estaba totalmente emocionado. Y Goebbels, seguro de los efectos de este éxito, pidió a los jóvenes no detenerse. El mismo 19, el horror se mantuvo en el Museo Fridericanum, en Kassel, y en la Meßplatz, de Mannheim. El 21 de junio, en tres regiones se quemaron libros. Por una parte, estaba Darmstadt, en cuya Mercksplatz se llevaron a cabo los hechos; por otra, Essen y la mítica ciudad de Weimar. Varios años más tarde, específicamente el 30 de abril de 1938, la Residenzplatz, de la famosa Salzburgo, fue utilizada por estudiantes y militares para una destrucción masiva de ejemplares condenados.
El impacto producido por las quemas de mayo 1933 fue enorme. Sigmund Freud, cuyos libros fueron seleccionados para ser destruidos, dijo irónicamente a un periodista que semejante hoguera era un avance en la historia humana:
En la Edad Media ellos me habrían quemado. Ahora se contentan con quemar mis libros[…]
Freud, por descuido, tal vez, olvidó en su broma que él hubiera sido quemado en un horno si se hubiese quedado en Alemania.
Varios grupos intelectuales marcharon en Nueva York contra estas medidas . La revista Newsweek no vaciló en hablar de un “holocausto de libros” y la revista Time utilizó por primera vez el término de “bibliocausto”. Los japoneses, impresionados, condenaron los ataques. El repudio, en suma, fue total.
No obstante, según el ensayista W. Jütte , el rechazo no evitó que se destruyeran todas las obras de más de 5.500 autores. Los principales textos de los más destacados representantes de inicios del siglo XX alemán recibieron vetos continuos y ardieron sin piedad. La Comisión para la reconstrucción cultural judeo-europea, estableció que en 1933 había 469 colecciones de libros judíos, con más de 3.307.000 volúmenes distribuidas de modo irregular. En Polonia, por ejemplo, había 251 bibliotecas con 1.650.000 libros; en Alemania, 55 bibliotecas con 422.000 libros; en la Unión Soviética, 7 bibliotecas con 332.000 libros; en Holanda, 17 bibliotecas con 74.000 libros; en Rumania había 25 bibliotecas con 69.000 libros; en Lituania había 19 bibliotecas con 67.000 libros; y en Checoslovaquia había 8 bibliotecas con 58.000 libros. Al finalizar la II Guerra Mundial, no quedó ni la cuarta parte de estos textos. Los libros judíos eran considerados “enemigos del pueblo” y estaban visiblemente prohibidos. Entre 1941 y 1943, los dueños de las colecciones eran deportados y sus bibliotecas confiscadas. Un informe confidencial del erudito Ernst Grumach revela que la Gestapo convirtió en pulpa de papel cientos de obras para poder sacar folletos y revistas propagandísticas . Las colecciones judaicas de Polonia y Viena se quemaron en un incendio en las oficinas de la Reichssicherheitshauptamt (Oficina Central de Seguridad del Reich), ocurrido entre el 22 y 23 de noviembre de 1943.
En Polonia, los Brenn-Kommandos acabaron con las sinagogas judías y prendieron fuego a la Gran Biblioteca Talmúdica del Seminario Teológico Judío de Lublín. Un informe nazi sobre este hecho se conserva: Para nosotros es motivo de especial orgullo destruir la Academia Talmúdica, conocida como una de las más grandes de Polonia[…]Nosotros sacamos la notable biblioteca talmúdica fuera del edificio y colocamos los libros en el mercado, donde les prendimos fuego. El fuego demoró veinte horas[…]
Desde 1939, no hubo una semana en la cual no se produjese un ataque contra una biblioteca o museo polaco. La Biblioteca Raczynsky, la Biblioteca de la Sociedad Científica y la Biblioteca de la Catedral (dotada con una renombrada colección de incunables), sufrieron quemas devastadoras. La biblioteca Nacional de Varsovia, en octubre de 1944, fue destruida con tal saña que se quemaron 700.000 libros. Esto no es todo: la biblioteca militar, con 350.000 obras, fue arrasada. Cuando los alemanes abandonaban el país, quemaron los archivos de la Biblioteca Pública de Varsovia. La Biblioteca Tecnológica de la Universidad de Varsovia, con 78.000 libros, fue atacada y destruida en 1944. A duras penas, los bibliófilos rescataron 3.850 títulos unos años después.
La persecución afectó al matemático Waclaw Sierpinski (1882-1969), famoso por haber resuelto un problema planteado por Gauss y por haber escrito libros ininteligibles como La teoría de los números irracionales (1910). En 1944, los nazis, preocupados por sus hallazgos, arrasaron su biblioteca y la de otros colegas suyos. Según los expertos, unos 15.000.000 de libros desaparecieron en Polonia. Entre 1938 y 1945, el ejército alemán, inspirado por el mito de una raza pura con textos sagrados, invadió también Checoslovaquia. Casi de inmediato, las bibliotecas de la zona de Sudetenland sufrieron saqueos y numerosos ataques además de quemas públicas de libros.
La biblioteca Nacional de la Universidad de Praga fue severamente dañada y al menos 25.000 libros desaparecieron. Todos los volúmenes de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Naturales fueron destruidos. Al final de la ocupación, ya no existían 2.000.000 de obras y clásicos como la Biblia Eslava y siete códices preciosos pertenecientes a la biblioteca de Jan Hodejovsky, quedaron en cenizas .
Hitler, por su parte, no distrajo jamás su afecto por Goebbels y le perdonó todo, hasta sus reiterados deslices con prostitutas judías. El día de su suicidio, en 1945, lo nombró Canciller del Reich. Y Goebbels, aceptó este honor, pero por unas horas. Casi como si se tratara de una simetría perversa, el 1 de mayo, el mes de la gran quema de libros, acabó con todos sus hijos, mató a su esposa, y luego, no sin esbozar una sonrisa de triunfo y alzar la mano celebrando al Führer, se dio muerte .
Poco después, y agrego este comentario irónico a modo de final, los libros de la biblioteca personal de Hitler fueron encontrados en una mina de sal cerca de Berchtesgaden por un grupo de soldados de la División 101. De una colección de más de 16000 libros, quedaban 3000 libros, pero algunos más fueron robados y los otros destruidos debido a los datos que contenían, y el resto, unos 1200, fueron transferidos a la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en enero de 1952, y desde entonces permanecen allí. Lo interesante de este hallazgo fue que nos permitió saber que Hitler era lector voraz, un bibliófilo preocupado por las ediciones antiguas, por Arthur Schopenhauer, y una devoción entera por Magie: Geschichte, Theorie, Praxis (1923) de Ernst Schertel, obra en la que todavía se puede encontrar subrayado de su puño y letra la frase:
Quien no lleva dentro de sí las semillas de lo demoníaco nunca dará nacimiento a un nuevo mundo
Esta frase curiosa, sesgada, resaltada, puede ser la que explique el horror descrito en este capítulo.

El don de la ebriedad

Es público y notorio que a ninguno de nuestros contemporáneos se le ocurriría entender la alteración de la conciencia como algo más que un divertimento para el consumo. A lo sumo algunos intelectuales un poco locos y ya en los márgenes de lo socialmente correcto se han ocupado de este tema. Pienso en Nietzsche, un Benjamin, un Jünger, un Huxley, un Evola…

Lo cierto es que el signo de los tiempos nos muestra la ebriedad con resonancias degradadas y degradantes. Capas enteras de la población se encuentran enganchados a ansiolíticos o antidepresivos. Otras sustancias, peor tratadas por el poder farmacrático, son entregadas al mercado negro e introducidas en la espiral de la marginalidad a mayor gloria del capital financiero. Tanto en un caso cómo otro se persigue lo mismo. Alterar la conciencia para horas así escapar por unas pocas horas a las miserias de una rutina psíquica en exceso interferida por las codificantes y masificadoras sociedades modernas. Por lo que se refiere a las propias sustancias, en su inconsciencia, se ven arrojadas a una u otra categoría de manera bastante arbitraria.

Así las cosas, la pauta de consumo que determina la legalidad o ilegalidad de la sustancia construye la relación con la misma y, por tanto, la peligrosidad de la droga, y es que las sustancias no son tan inconscientes como parece. El resultado es un consolidado escenario donde las divergencias acerca de los psicoactivos y su prohibición no son más que parte de¡ decorado. No me cabe duda alguna de que nuestro cruzado-paladín Gonzalo Robles y Lou Reed cantando a la heroína son dos caras de la misma moneda, marionetas del mismo escenario, muy necesitadas la una de la otra. Solo un irracional consumo compulsivo, socialmente problemático, legitima una política de prohibición tan irracional como la que hoy se practica. Sólo la prohibición construye ese delirio de consumo donde cualquier efecto, sin distingo alguno, es siempre el deseado.

Vista así, la relación de nuestros contemporáneos con la ebriedad, es de las más desoladoras de toda la historia. No es de extrañar, ya que los inmensos y titánicos despliegues de poder de nuestro tiempo exigen un hombre pequeño frágil y moldeable, como engranaje de la inmensa maquinaria de la que todos formamos parte. Existe mucha propaganda contraria a la ebriedad, y una gran incriminación pública de los embriagantes, pero la realidad es que nunca se había dado en toda la historia un consumo tan extendido y masivo de alteradores de la conciencia. La hipocresía y la idiocia son extremas, la ignorancia acerca de la ebriedad también. Antes ya apunté el enganche masivo y creciente a ansiolíticos y antidepresivos. Por otro lado el pararritual pseudorrebelde que constituye la ingesta compulsiva de sustancias, sin discriminación ni arte alguno, y la reducción de la ebriedad a un objeto de consumo más, sólo deja el saldo de que con la ebriedad no se puede jugar. Esta siempre pasa su factura. Sus viejas cuentas pueden llegar lejos y hondo.

ORIGEN Y CATARSIS

Toda alteración de la conciencia implica un verse de otra manera, un emerger de nuestros déficits, apegos y dependencias. Toda ebriedad puede ser fuente de la mayor de las delicias, pero al tiempo puede ser no más que puro escapismo y asidero, exclusiva huida hacia adelante. Son muchas las culturas que han elaborado complejos saberes y desarrollado detalladas técnicas acerca de la ebriedad. Todas ellas eran conscientes de aquello que la ebriedad conjuraba, espacios donde uno no puede sino perderse, como quien se pierde en el mar y lo infinito, para constatar la propia mortalidad y limitud… o, acaso, la propia destrucción. Asuntos estos muy delicados por apuntar a esos puentes que, rebasando la propia individualidad, devenida puro artificio, indican lo sagrado y eterno, es decir, aquello que no es mortal ni perecedero. Dicha ebriedad tradicionalmente encontraba diferentes catalizadores, el uso de sustancias u otras técnicas de éxtasis como la repetición de mantras, los ritmos de respiración, la danza o la música. Todos estos procedimientos tenían como objetivo la ruptura de la rutina psíquica y sus resortes sempiternos. Las culturas no modernas conocían bien la inmensa fuente de sabiduría, poder y placer que esta salida consciente de uno mismo depara. De hecho, la etimología de éxtasis alude a la salida o viaje fuera de uno mismo. Estos viáticos constituían experiencias donde el propio distanciamiento con nuestros hábitos psíquicos corrientes otorgaba llaves y revelaba como constructo lo que era tal, limpiando así el ojo de nuestra consciencia que dejaba atrás los lastres que arrastra nuestra particular representaci6n del mundo. Elevar el tono general de nuestra experiencia de la vida y sanear nuestra propia naturaleza, limpiándola de polvo y paja, eran la recompensa al que transgredía los miedos de la propia muerte y limitud. A este respecto es curioso cómo las tradiciones chamánicas, la alquimia y la medicina tradicional otorgan una signicaci6n sanadora a la ebriedad. Vistas así las cosas, la ebriedad para los pueblos antiguos era un auténtico don, una de las bellas artes, que diría Antonio Escohotado, a cultivar no como objeto de consumo sino como auténtico viático para la alquimia y el conocimiento de uno mismo. La catarsis del espíritu era la recompensa, catarsis que resultaba de la aceptación del limite mortal que el hombre representa, del carácter evanescente de su individualidad más inmediata. Catarsis que encontraba su comienzo en la foto fija que de uno mismo ofrecía la ebriedad, para desde ahí amparar la intensificación de la propia naturaleza y la orientación de la misma de acuerdo a su arquetipo, naturaleza y eternidad. Todo esto tenía sus peligros, ya que ese viático necesariamente abisma, a aquel que lo emprende, al socavón de sus propias contradicciones y miedos. Al desvelamiento de los condicionamientos inconscientes de la conducta. Socavón que como constructo encuentra su aparente consistencia en la inconsistencia de nuestra propia individualidad, juego de hechicería negra, en palabras de Carlos Castaneda, por el cual nosotros mismos generamos el mundo que nos determina y maneja.

Algunos de los autores aludidos en el artículo

Antonio Escohotado

Aldous Huxley

Ernst Jünger

EBRIEDAD Y DESTRUCCIÓN

Toda ebriedad destruye. Aún en el mejor sentido. Si no, que se lo digan a quien se adentra en sus laberintos sin tomar las necesarias precauciones ni realizar ablución alguna. Un yonqui, un alcohólico, alguien atrapado por el barroquismo de su propio subconsciente en un trance visionario… Toda destrucción de lo que siempre fue efímero, construido y falso, puede ser el comienzo de un descubrir lo que siempre estuvo debajo de tanta paja y hojarasca psíquica. Nuestra cultura es completamente ignorante por lo que a la ebriedad se refiere. Por ello se generan esas dependencias y estragos que no hacen sino manifestar desajustes de la propia conciencia moderna. Si algo no permite nuestro precario modo de vida es la relativización del mismo, proclamar su carácter fugaz o incluso falaz, destapar que no somos lo que creemos ser, revelar que el flujo de nuestras aspiraciones, pensamientos, sugestiones, deseos y fobias no son más que hábitos sociales y constructos educacionales. De esas cosas, hoy en día, nadie quiere saber, y es eso precisamente lo que hace imposible el desarrollo de una cultura refinada acerca de la ebriedad.

Quisiera ilustrar esta apretada exposición con una cita de Martin Heidegger que muestra a la perfección la desafiante cifra de ese don que en la ebriedad reside: “La época sigue indigente no solamente porque Dios haya muerto, sino porque los mortales apenas conocen lo que tienen de mortal”. Siempre Heidegger, tan griego. Nuestros padres los griegos, maestros de la Tragedia, sabían que ésta siempre brinda una ocasión para la elevación. Aristóteles de manera muy explícita habla de esa catarsis de los sentimientos que procura la hermeneútica de lo trágico. Por todo ello, como dice Antonio Escohotado, “La ebriedad siempre será gratitud”.

SOBRE LO LÚDICO

La ebriedad integra, quizá como ningún otro escenario, momentos y usos estrictamente lúdicos. Desde luego, no deja de ser una luminosa directriz para el viaje. Es muy evidente que delicias de la misma son el placer, físico, estético o mental, y las sintonías personales que enmarca. No habiendo nada más sagrado que la alegría y la plenitud deL espíritu, lo lúdico se inserta como el necesario complemento de la catarsis que la ebriedad supone. Toda limpieza del propio dial lo primero que produce es una suerte de reconciliación con la vida y por ello la celebración de la misma. La ebriedad, limpia de polvo y paja, es acaso la fiesta y celebración por excelencia donde la propia libertad se goza y se agasaja. La ebriedad, en la alegría que ésta muestra, no entiende de nada que la ignore, ni de apropiamientos psíquicos de la misma, ni de pesanteces que interfieran su devenir inocente. Es sin por qué, como la rosa del poema de Sileslus. La entrega sincera a la misma abre escenarios donde la comunicación humana encuentra sintonías, siempre más allá de uno mismo. Son hermosos los momentos para la ebriedad en buena compañía, tiempo para la confianza, el festejo y la broma, donde la existencia y los seres que la pertenecen parecieran elevarse, quedando rotos los limes de la propia individualidad. Muy ajenas son a todo esto esas borracheras donde el genio de la sustancia ofrece al que no es capaz de dar la talla un habitar la ebriedad encerrado en sí mismo, cosificando la realidad, para convertirla, toda ella, en una innoble construcción, paranoica y proyectiva. Ese es el castigo de los dioses a los que no son capaces de compartir la alegría, de recibir lo lúdico, de contemplar el juego de la inocencia. Larga vida a Dionisos, el niño que juega y se mira en el espejo, Dios de la ebriedad.

BIBILIOGRAFIA

EL DIONISIO MODERNO Y LA FARMACIA UTOPICA; Enrique Ocaña
HASCHISCH; Walter Benjamin
LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN & CIELO E INFIERNO; Aldous Huxley
MUNDO INTERIOR, MUNDO EXTERIOR; Albert Hofmann
LAS PLANTAS DE LOS DIOSES; Albert Hofmann, Richard Evans Schultes
LSD; Albert Hofmann
CAMINO A ELEUSIS; Albert Hofmann, Gordon Wasson
HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS. Antonio Escohotado
ALUCINOGENOS Y CULTURA; Peter T. Furst
ENSEÑANZAS DE DON JUAN; Carlos Castaneda
VISITA A GODENHOLM; Ernst Jünger
ACERCAMIENTOS; Ernst Jünger
NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA; Fiedrich Nietzsche

Realidad del alma

TEXTO DE DE WAMANI
“REALIDAD DEL ALMA”
Función crítica del esquizoanalista

Introducción
Esto que se presenta en este escrito, intenta ser trazos, líneas de lo que nos viene convocando. Crisis y situaciones extremas donde la vida se nos presenta como un continuo Kairós encubierto que nos propone reinventarnos y reinventar formas de intervención en dispositivos que representen estados actuales –vitales- donde operar desde el saber-hacer nuestro.
Interrogantes que intervienen en cada paso dado –tanto de manera grupal, como la síntesis de vida de cada uno-; trazos –como decía al comienzo, líneas- que dan cuenta de mapas en plena transformación en incesante movilidad.
Producción colectiva invitando a transitar cartografías en espíritu de disposición de enunciación contribuyendo a la producción de subjetividad en efectos maquínicos; arriesgando conjeturas.
Laboratorios de producción de deseos montado en casas, en lugares de trabajo comunes y no tan comunes. Laboratorios que por sus características y por su especificidad pueden estar presentes aún cuando las circunstancias denoten otra cosa, deviniendo dispositivos grupales abiertos y naturales al alcance de visiones y manos, formando parte de una red infinita e invisible desde donde agenciarse de los aportes de la lectura de la realidad desde la “realidad del alma” mas su implicancia existencial; llamado a poner el cuerpo y andar.
Me propongo una relectura del espacio psicológico y su intervención articulando la relectura de “Realidad del Alma” (Carl Gustav Jung) la implicancia del descubrimiento del motivo de la especificidad de la materia desde función crítica, ecovisión del esquizoanalista.
“Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás…
En este trabajo articularé la cuestión realidad del alma “puesto que el alma mediante la expansión de sus propias energías y la expresión simbólica de sus propios impulsos. El inconsciente colectivo sería el depósito de energía del cual se forma la consciencia individual y el conjunto de relaciones entre ésta y la consciencia social, que designamos con el nombre de persona”1. Está planteado desde una perspectiva Latinoamericana tomando como referencia a los pueblos originarios de América y su multiplicidad. Teniendo presente a lo largo del trabajo en sus diferentes enfoques y dinámicas que el “objeto de la psicología es el alma”2. Proponiendo una psicología con alma considerando lo Bio-Psico-Social-Cultural-Espiritual como un espacio común de la especificidad de la materia.
De esta manera el mapa se irá tornando multiabarcativo con posibilidades a despertar, a activar hipervínculos (los propios), reconocer y activar otos; de esta manera, acceder al descubrimiento de universos favorecido por el estímulo de lo distinto.

Malestar y bienestar
… Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción.
Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción.
Cuando se inicia como adulto, la gente se junta nuevamente y canta.
Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción.
Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción para acompañarlo en la transición.”
Se tiende a creer, debido a un discurso preponderante instalado, que las dudas existenciales básicas de la humanidad no son comunes a todos, dudas que pasan por saber de dónde venimos hacia donde vamos. Como habitantes de Latinoamérica vemos el mundo desde una perspectiva que hemos adoptado y creemos propia, pero que es concebida desde una forma de pensamiento diferente al nuestro.
Tal vez deberíamos bucear en esa mañana dudosa en que los buscadores el oro perdido posaron sus pies en las orillas del mar dulce, trayendo consigo todo un bagaje cultural distinto del que por estas tierras se vivía. Sabemos que culturalmente, por ascendencia, la cultura europea –occidental- nos ha legado una modalidad de pensar, de sentir y hacer bastante distinta a la de los nativos de nuestra propia tierra.
Desde tiempos remotos los griegos, los filósofos y pensadores del viejo mundo se preocuparon por tratar de llegar a discernir la razón de la existencia del hombre a través del Ser: soy – quién soy – qué soy. Como antecesor del: ser – hacer y tener.
Todo nuestro sistema racional, lógico y occidental está basado en esta premisa, al punto que el: pienso, luego existo de Descartes dio base a la fragmentación de todo el conocimiento que, por otro lado permitió la evolución del conocimiento, llegando la civilización al punto que todos vivenciamos, evolución relativa dado que el hombre no ha evolucionado de manera igualitaria a la adquisición de conocimiento.
Las culturas de los pueblos originarios de la Abya Yala Pacha, íntimamente ligadas al culto a la tierra, a la Pacha, desarrollaron llamativamente otra premisa: ¿dónde estoy?, Estoy o no estoy. Me propongo, a partir de esta base, desarrollar el malestar y bienestar desde la perspectiva de la cultura de los pueblos originarios en particular desde la visión Latinoamericana.
La forma de abordar la realidad se modifica radicalmente, si partimos de concepciones distintas. De esta manera y bajo esta misma visión se modifica la forma de abordar la salud y la enfermedad… mal-estar y bien-estar.
“…los norteamericanos deben de estar locos, al creer que los pensamientos se hallan en la cabeza. A su juicio todo hombre cuerdo piensa con el corazón”3.
Estas culturas tradicionales definen a la enfermedad como malestar, pero no un malestar como lo entendemos desde nuestra óptica del sentirse mal, sino como “mal estar” en contraposición a un “bien estar” con respecto a la Pacha. Decir Pacha – Tierra – Gaia es nombrarlo conforme a todo lo que nos rodea. Somos cuerpo y pensamiento, sin embargo, cuerpo y pensamiento no siempre están en armonía, y de esto deviene “mal estar”; connotando “no estar”.
Si nos ubicamos en coordenadas de tiempo y espacio se puede decir que acá estamos con cuerpo y pensamiento, sin embargo, este pensamiento puede estar en otro momento, en el pasado, a través del recuerdo, o en el futuro a través de la imaginación; lo que en cierta forma da cuenta que no se está aquí y ahora, también de que si no se está aquí y ahora es porque hay algo que afecta la relación con este presente. “Bien estar” implicaría hacer, responder con plena responsabilidad e imaginación creativa en el aquí y ahora.

Accesando al proceso de conocimiento
…En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción.
Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se lo lleva al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor.
Entonces le cantan su canción…
Rodolfo Kusch filósofo argentino, plantea la diferencia entre el pensar y el sentir adquirido de las civilizaciones europeas sobre el que se debería haber heredado de las culturas originarias. Kusch plantea que en la adquisición de conocimiento en occidente se observan cuatro momentos:
– La realidad que acontece, lo hace en el afuera.
– Apropiación del conocimiento de esa realidad.
– Saber de esa realidad resulta de administrar el conocimiento y la ciencia.
– Apropiado ese conocimiento se actúa sobre la realidad para modificarla.
Esto implica que afuera acontece todo y hay que recurrir a lo exterior para resolverlo. Cuando algo acontece adentro se compensa con el plus del afuera. Cualquier desequilibrio interior se debe –en consecuencia- a que falla el afuera en nuestra relación con el mundo.
En el idioma aborigen no hay palabras para definir a objetos propiamente dichos, sino que cuando se habla de objetos se refieren al aspecto favorable o desfavorable en el intercambio de energía de éstos con respecto a la persona, con relación a lo fasto o nefasto que puede ser para ésta. Es decir registra acontecimientos, en su decir el aborigen se refiere al modo en que se hace, y no al hacer, desplegando e imprimiendo un sentir emocional sobre lo que ve. Ve para sentir, no es la realidad del objeto sino del acontecer.
Cada uno tiene una forma distinta de estar en el mundo. Al estar me refiero al punto desde el cual abordamos lo que nos rodea y a nosotros mismos. Estar bien, o “bien estar” implica que cuerpo, mente y alma puedan estar en el lugar que están en un momento dado.

El espacio que nos habita
“…La tribu reconoce que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros…”
Desde donde estamos en la vida vemos al mundo de manera particular. Esta forma de ver el mundo está dada por la educación, experiencia y fundamentalmente por las creencias, que al mismo tiempo son el producto de lo que se ha vivido. Se mide el mundo de acuerdo a lo que se cree que es, y por lo tanto “se crea la realidad a partir de esto”. Carlos Castaneda en su Don Juan dice: “el mundo es así porque te enseñaron que es así, lo que no significa que no pueda ser de otra manera”4. Desde una mirada perceptual, la realidad es la forma de percibir el mundo a través de las creencias, creencias que requieren de un consenso determinado que se adquiere a través del mundo y de la gente. El lugar desde donde se mira al mundo es el punto de encaje, la particular manera de ver y manejar la realidad. Es el esquema de conceptos y referencias, y desde él se opera. Es desde donde se está en relación con el mundo, con la gente y con los objetos. La vinculación con el mundo es de acuerdo a necesidades y deseo a objetos, o sujetos.
Generalmente es el tiempo el que hace que esta forma de mirar el mundo se transforme en una rutina. La rutina es lo que se considera normalidad, y se crea la rutina y la normalidad precisamente para evitar el miedo a lo desconocido, a la pérdida, a la muerte, al futuro. Sin embargo hay otra mirada desde la cual ver el mundo.
Consecuencia de llevar el inconsciente a flor de piel con intensidad angustiosa que el ciudadano común no conoce. El ciudadano encuentra posibilidades de esquivar y distraer instancias de su inconsciente.
El indígena no cuenta con estructuras que lo evadan psíquicamente y por esto está inmerso en un mundo de angustia, de esta misma dimensión toma camino para transitar por el filo de la navaja que lindan hombre-mundo; vida-muerte; luz-noche; consciencia-inconsciencia.
El aborigen latinoamericano, se vincula con lo externo desde otro proceso, desde el “ser” que tiene que ver con el “estar” con respecto al mundo. La cultura occidental, o quienes tienen insertada una educación con base filosófica europea, ante una necesidad recurren a los objetos, a lo externo, como complemento de la carencia, carencia que por otra parte nunca se logra satisfacer a través de esos objetos.
…Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que muestras a los demás…
Cada cultura tiene sus propias pautas, y la estructura psíquica creada por la cultura se desarrolla de manera diferente. Jung decía que la diferencia entre el pensamiento occidental, residía en que el oriental tiene una mayor percepción y desarrollo de su relación con el inconsciente colectivo, por lo que la disolución del ego le permite un mayor desenvolvimiento de las fuerzas arquetípicas a nivel consciente. Occidente por el contrario, más apoyado en el desarrollo del ego, genera una proyección de sombra sobre el mundo externo cada vez más fuerte, y por ende una mayor rigidez en uno de sus polos.
La estructura de la psiquis de los pueblos originarios está más cerca del significado simbólico, o de arquetipos colectivos, de los mitos que son la expresión consciente de lo simbólico e inconsciente. Hablo de culturas que no cultivaban el desarrollo del ego, sino del mayor contacto e inmersión en ese inconsciente. El desarrollo del ego y de la individualidad en las culturas occidentales fortaleció la barrera entre la consciencia, el inconsciente personal y colectivo. Sin embargo, una de las teorías más fuertes sobre la psiquis del hombre “civilizado”, apoya la mayor parte de su estructura en el desarrollo del mito y en el mundo de los sueños (¿visiones?). Entonces, no debería asombrar que culturas más primitivas, más cercanas psíquicamente al material inconsciente, sobre todo al inconsciente colectivo, manejen lenguajes tales como, el de los mitos, el de los sueños y lúdico en sus diferentes expresiones como algo natural. La disociación instrumental como herramienta permite dejar por un rato la objetividad de la consciencia para apoyarse en el campo perceptual y el intuitivo, ambos campos pertenecientes al orden de lo irracional.
Del mismo modo los chamanes alteran su estado de consciencia ordinario para comprender pautas, tanto del orden cotidiano como de lo universal, sin que lo racional, que polariza las situaciones las interprete e intervenga.

Cartografías: rituales… intervención nómade
…Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sentís culpable y tu propósito cuando estás confundido…
Las culturas de los pueblos originarios basan la búsqueda de sus necesidades en las vivencias de su propio ser. Lo que la cultura occidental se conoce como ritual, es precisamente tomado como una forma de protegerse de lo desconocido, pero esto que desde lo científico se asocia a la enfermedad o a lo místico, desde el punto de vista aborigen se lo toma como forma de obtener, concentrar y dirigir energía para enfrentar y resolver el miedo… lo desconocido.
Una manera de dispositivo.
Lugar desde donde se ve el mundo.
Cuando los vínculos con el mundo se transforman en rutina se rigidizan. Si existen con los objetos vínculos muy rígidos e inmodificables, esta rigidez se transforma en inmovilidad, inmovilidad de la identidad. Enfermedad.
La razón reclama espacio y control absoluto de la percepción del sujeto, quiere tenerlo todo en su lugar y sin espacio para la sorpresa, para lo nuevo y para el cambio. No permite precisamente, el ejercicio de adaptación activa a esa realidad.
A través de las rutinas quedan a la vista las defensas y resistencias emergiendo también los miedos ocultos. Una vez movilizados los mecanismos de defensa y resistencias, el chamán abre la puerta de entrada para descubrir esos miedos, porque es el miedo el que inmoviliza e incrementa los razonamientos, pensamientos lógicos y formales para defenderse de lo inesperado.
El chamán usualmente favorece esta incrementación de la racionalidad a través de preguntas que hacen que se arme una estructura racional –ya que las estructuras racionales se arman para defender los aspectos irracionales- pero al mismo tiempo está viendo por donde entrar al campo perceptual –aspecto irracional-.
Dado que lo racional no puede abarcar todo el campo, los sectores no defendidos serían aquellos aspectos mas bien míticos o irracionales (religión, creencias mágicas, etc.)
La técnica de pregunta y huída llega a agotar al paciente dando lugar a otro tipo de manifestaciones de orden somático tales como mareos o dolores de cabeza. Es este el momento en que el chamán comienza a entrar en el campo perceptual del paciente a través de técnicas que abordan de forma completa el campo irracional. Estas técnicas pueden ser de orden ritual, como por ejemplo danzas, rituales, cantos, masajes, hasta provocar una regresión. A mayor grado de regresión mayor grado de transferencia de energía hacia la figura del chamán. De esta manera el chamán corre al paciente del campo racional, no solamente desde la forma sino también desde adentro desplazando de esta manera el punto en donde se centra la razón y su certeza. Cuando se logra estar en el lugar desde donde se relaciona con el mundo, también descubre el centro de su mitología, de su identidad. Descubre quien fijó esa identidad en el paciente, tomando su lugar y reparando o reconstruyendo su mitología desde el lugar de la salud.
El mal estar es estar parado en el lugar incorrecto, es tener un esquema de conceptos y referencias que llevan a operar en forma errada. Cuando la mirada sobre el mundo produce malestar, solo resta encontrar el lugar correcto en el que se pueda “estar bien”. Cuando el malestar llega a su punto extremo, y la impotencia no permite modificar la realidad, ni correrse del lugar de la enfermedad, ni modificar la relación con el mundo, se comienza a imaginar otro mundo, otra realidad, en la imaginación pero como si fuera real. Esta es otra manera de describir un brote psicótico, de mostrar la entrada en el delirio. Y en el delirio se está solo, nadie comparte esa realidad, por eso es delirio: vacío.
Esta particular forma de describir a la enfermedad es conocida por el chamán, y antes de que el individuo llegue a la ruptura definitiva, comienza a intentar desestructurarlo, intenta que se corra del lugar en el que “está mal”, y para eso utiliza todas sus argucias, porque corriendo al enfermo del lugar de la enfermedad, sacándolo de su punto particular de visión del mundo, logra al mismo tiempo que comience a mirar-se de una forma diferente, desde un “estar” distinto.
El chamán desplaza a través de técnicas al sujeto del lugar y ocupa y pasa a ocuparlo él, tomando el lugar de la enfermedad de manera provisoria. Se produce el espejo. Quien sufría la enfermedad puede verse a sí mismo en la figura del chamán, tomando consciencia que el lugar de la enfermedad está siendo ocupado por otro, y que el lugar que ocupa ahora es el de la salud, el del “bien estar”. Descubre su forma de estar en el mundo, que sus conceptos y sus referencias eran producto del lugar en que estaba parado, y que ahora desde este nuevo lugar tiene la oportunidad de rearmar su mitología, sus creencias y conceptos, pero teniendo el aprendizaje de que solo uno –a veces solo otras con ayuda- puede dar el paso inicial que lleve al espacio de salud.
Por su parte el chamán es capaz de entrar y salir de la enfermedad tantas veces sea necesario, sabiendo que la realidad se modifica ante cada mirada. Entra y se pone en el lugar del otro, pero no se queda ahí.
Sobre planicie, final abierto
“…No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla en mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado”
Nuestra Propia Canción. Tolba Phanem (poeta africana)
El ser humano no sólo está integrado al contexto del universo tan solo como un eslabón más de esta cadena cósmica, puede trabajar y redimensionar las diferentes multiversidades de esta relación con el universo, a partir de su reconocimiento, del reconocimiento del camino de regreso a sí mismo, del reconocimiento de su “estar” formando parte de este universo tomando postura ética en tanto y en cuanto su subjetividad.
Puede darle sentido a toda la infinita red de relaciones estableciendo y desarrollando una experiencia con conciencia de autoimagen, verse reflejado en su dimensión global enriqueciendo su propia experiencia humana en comunidad, religando la búsqueda de espiritualidad a partir de una experiencia vívida y radical cuestionando lo instituido y redimensionando el proceso en toda esta vivencia.

Dimensión global y dimensión local
“No hay lugar para el temor ni para la esperanza, solo cabe buscar nuevas armas”
Giles Deleuze
El ser humano es en su propia dimensión divina un vehículo de re-encuentro con lo sagrado que está en lo más profundo de su humanidad. Ya no lejano, extraño ni ajeno de sí mismo (enajenado), mas bien al alcance de la mano. De la misma manera que el terapeuta deberá conectarse con su propia alma para saber lo que al otro le pasa, deberá, también, conectarse a través del paciente con esa alma, con el dolor, para ayudarlo a recuperar su alma. Redefinir este espacio sagrado forma parte de esta articulación a modo de dispositivo témporo-espacial integrador de la experiencia humana en su definición cósmica. Pues el ser humano es el ser de la trascendencia, rompe barreras y prohibiciones en pos de la mismísima búsqueda de sí mismo. De su singularidad en ser persona y de su sed de estar siempre haciéndose; en gestación constante, habitado por el deseo infinito de trascender todo lo que este mundo le pueda dar, siempre va en pos de más. Ese más, algunos lo llaman Dios o con otros nombres de acuerdo al lugar y momento en que el individuo de cuenta de ello. El hecho en sí, es que ese algo llena y hace funcionar el imaginario. Es como el amado que noche tras noche antes de dormirnos llena el corazón de valores y de sentido, nos colma de sueños y deseo; en el despertar moviliza hacia la aventura de vivir y a ser testigos válidos de esta relación. Es aquí donde el espacio habitable adquiere un redimensionamiento sagrado, como el lugar donde se establecen los vínculos donde cada uno existe para el otro y es individuo edificando comunidad entrelazados como las hebras de un tapiz.
En este contexto de relaciones se presenta el modo en que foráneamente al ser humano se le impone el modo de relación en un sistema mercantilista y utilitario. Este sistema dice y hace decir: tengo, poseo esto y/o aquello; soy tal o cual cosa. Artilugio de una lógica del utilitarismo, del uso y de acumular en una maquinaria encaminada a la captura y apropiación individual atentando a lo colectivo. En contraposición al estar y a descubrir las herramientas del mecanismo que hace que se pueda establecer relación con el medio y los elementos, descubrir lo que puede establecer desde este “estar” en reciprocidad permitiendo un encuentro en comunión cósmica con todo lo creado. Haciendo partícipe a la suma de subjetividades negada por la predica del individualismo, reconociendo la alteridad del otro.
Esto llama a estar disponible y abierto, compromete en la toma de responsabilidad, desafiando la capacidad de ser responsables ante la propuesta que viene del otro. “Estar”, presente en densidad humana en una dialéctica de la reciprocidad.
Y, también en una reciprocidad cósmica ajustando los sentidos para poder escuchar cómo el universo habla –me habla- y actuar en consonancia y esto no es un acto aislado sino con dimensión comunitaria en orden a una convivencia en comunión responsable, ética-estética, política. De manera de poder realizar una lectura de los signos de los tiempos, poder comunicar esto de manera legible a la comunidad esta buena nueva. Redimensionar lo humano dándole espacio donde habitar comenzando a co-crear junto y con otros. Lo comunitario, lugar donde lo sagrado y lo profano son meras dimensiones conceptuales que cuestionan el adentro como el afuera; reconocidos ámbitos comunes.
Más arriba hice mención a la función del Chamán, diciendo que el pensamiento y la forma propuesta por el mundo arcaico con relación al chamán establece contacto con las energías cósmicas. Ahora bien, podemos decir que nadie es reconocido como tal sin haber sido sometido a una rigurosa instrucción en varios sentidos.
El punto es que ser chamán es cumplir con una función ganada a través de una experiencia vital, transpersonal que lo marca en una determinada comunidad que reconoce su función dotada de una sensibilidad exquisita para estar a disposición de las necesidades personales que en esta cosmovisión son comunitarias.
Para poder llegar a ser reconocido en una comunidad específica debe de someterse a un adiestramiento especial que permita de manera personal “conocer” el lugar de origen de un determinado mal, saber acerca de la topografía donde se encuentra para poder adentrarse en ese terreno, por otro lado y en esta etapa, ya conocido por él.
Vivir la experiencia de su propia muerte –simbólica- y ver como cada parte de su cuerpo es restablecida en su lugar. Poder entrar en comunión de manera de realizar lectura del síntoma. Hacerse conocedor de los males con los que tratará a menudo, conocer la energía particular que debe restituir para su normal circulación. Establecer contacto y hacer consciente de lo que padece quien consulta. Solo conociendo a fondo la causa de la enfermedad se puede diagnosticar. Saber de dónde viene, reconocer su dimensión divina y profana; para qué está y hacia dónde va.
Son éstos “momentos” en la fase de aprendizaje en que debe pasar y someterse el aspirante a chamán a modo de terapeuta de la comunidad.

Intervención ecopsycológica
De todo lo dicho hasta ahora destaco la importancia de reconocer aspectos vitales que pueden verse tanto en lo grupal como en lo individual.
Ser esquizoanalista es ser sanador de almas, para eso es imprescindible –de acuerdo a lo dicho anteriormente- conocer de manera experimental distintas fases de un proceso de aprendizaje, reconocer las crisis y sus momentos.
Para poder procurar aprendizaje –el que sea- es necesario un cambio, cambio que no podría producirse si no se llegara a modificar cosas personales. Desestructuración para acceder a lo nuevo de manera de poder estructurarse y posicionarse en lo nuevo. Movimiento dialéctico que comparte de manera sensible una conservación de lo anterior, supresión de esto mismo para acceder a la superación y transformación.
escuartizamiento para poder estar en condición de ver las cosas, leer los signos desde otro lugar. Dimensionarlos y nombrarlos con otro lenguaje.
En esta dinámica se experimenta el asalto de la renuncia a lo que es junto al temor de ser tomado –invadido- por otra cosa por otro lado desconocida –o sin querer conocer-. Si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente con relación a la tensión puesta por esta sociedad en torno a lo individual, este temor se exacerba en temor a la pérdida, se es poseedor de algo y “alguien” me lo quiere quitar…, el otro puede ser un enemigo en potencia.
El poder atravesar este momento y llegar despojado de sí (vacío) a la otra orilla (sentido de vacuidad), puede propiciar un entendimiento de situaciones concretas y re-establecer, religar-se simultáneamente el medio y sus actores.
Reunidos en círculo sagrado
Se cuentan historias.
Representan sus historias.
De uso chamánico común a muchas tradiciones –comprobado por quienes han tenido esta experiencia- es la música del tambor, la danza, el recitado de historias dictadas por el espíritu y socializadas a la asamblea toda. Cada elemento utilizado tiene y cumple una función específica dentro de este círculo sagrado, todo lo utilizado en él adquiere y propicia una forma especial de relación dicta un especial sentido. Y todo esto utilizado tiene vida y se relaciona de manera especial con quienes participan del ritual del encuentro.
Es de importancia resaltar que todo tiene energía, tan solo hay que tener el oído para escuchar su voz que relata; ojos para ver la manera en que esa energía se manifiesta y dónde fluye, cómo poder operar con ella.
En la representación psicodramática, la danza, se revive el estado y la posibilidad de modificar-se y modificar el entorno.
La civilización en la que vivimos ha establecido pautas donde se hace hincapié en lo individual, en lo institucionalizado y normativo, en pautas en torno a tener una visión del mundo donde la tecnología ocupa lo central y es utilizada para violentar un mundo basado en la apropiación de energía –sea ésta en la modalidad en que esté- dando un sentido utilitario de valor de uso fetichista y mercantil.
Estamos en un mundo y una sociedad donde cualquier vaca de la comunidad europea tiene un ingreso superior a buena parte de los habitantes de los países del Sur: recibe un subsidio de 2,2 dólares diarios, una cifra que supera con comodidad a los menos de 2 dólares por día con que sobrevive la mitad de la población mundial. Esto habla a las claras de modelos y prioridades.
Ante esta visión de enajenación del mundo y sus habitantes, desde la ecopsycología la propuesta en la práctica ezquizoanalítica es la de poder establecer y modificar elementos formulados en esquemas de aprendizajes instituidos, dando paso a un modelo de encuentro dialógico a modo de instancias iniciáticas. Encuentro dialógico en tanto dos –mínimo- seres humanos a través de un proceso comunicacional establecen un intercambio de conceptos y experiencias, dando paso a lo experimental en descubrir y encontrar vías de sentido.
Descubrir el sentido del ritual –del encuentro, de la voz y el silencio- iniciático para que el quehacer obtenga materialización en comunión de humanos en un ecosistema específico y natural a la comunidad en la que esos humanos establecen sus vínculos en este proceso de lo personal e integración de la apertura a la trascendencia. El terapeuta esquizoanalista opera los rituales iniciáticos que generan sentido y establecen pautas de pertenencia.
El punto –momento- a donde se intenta llegar/partir es a la co-construcción de vínculos que plenifiquen al sujeto, propicie reglas propias que rijan la vida común. En el momento de resignificar las formas sociales que direccionan la vida común en que habita este colectivo no solo surgen posibilidades de interrogación, puesta en cuestión sino también la socialización del deseo de generar condiciones para la gestación de reglas que excedan al universo previo pre-establecido. En este ejercicio de reapropiación colectiva es factible el establecer un terreno donde sea propicio lo distinto.
Dispositivo que compromete lo grupal a modo de colectivo: grupos de debate, terapéuticos, asambleas barriales, emprendimientos colectivos autosustentables, multiplicación dramática, teatro, talleres donde el sujeto adquiera grados de libertad a su expresión comprometida y responsable. Espacios de autogestión para la reapropiación de condiciones históricas-deseantes, con la idea de acercarse a la construcción de subjetividades diferenciales respecto a lo planteado como modelo impuesto donde el sujeto es sujetado.
Por esto se plantea la construcción del pensamiento crítico, en tanto no se pierdan los parámetros socio-históricos de los cuales se viene y en los cuales se es planteado este pensamiento crítico, se estimula la proyección y trascendencia cósmica.
Quien escribe comprende que se hace imprescindible que todo terapeuta, sea de la disciplina que sea, debe apropiarse y contar con las herramientas necesarias para poder intervenir de manera de facilitar la circulación y religado de la energía propicia para la manifestación de subjetividades sociocósmicas.
Promoviendo un desenvolvimiento sustentable que tenga en cuenta las carencias básicas del sujeto sin capturar el capital natural de la Pacha, planificando intervenciones a futuro e incumbencias con vínculos que enaltezcan el potencial humano con respeto y humildad ante todo lo creado.

Multiplicación… deslizamientos
Escenario móvil
La idea es que a partir de lo cotidiano y la especificidad pertinente a cada uno se pueda
–podamos- dar intervención al compartir de dudas e inventar respuestas a esas dudas, ya no con la respuesta preconcebida y sin tonicidad sino inventando-nos espacios –donde pensar lo posible- donde actuar esta realidad con sus tempos para poder acceder a múltiples niveles de conocimiento.

Encuentros, cruces de caminos
La programática y planificada pobreza trae alienación, fragmentación de lo colectivo, alimentando la distancia sin optimar su cercanía. Gira loco –muchos sobre sus propios ejes- y se marea en sí mismo.
El encuentro con otras subjetividades confronta reconoce topografías, accesa deseo… nómade. Reinventa historias posibles en cada encuentro en la escucha múltiple proponiendo estados posibles donde la comunión con el otro da como producto algo que los representa pero distintos de ambos. Hidrógeno y Oxígeno mezclados en forma alquímica devienen agua.
Encuentro que salva del virus del aislamiento y la marginalidad estableciendo trazos de fuga… otros decires de un boceto en continua construcción.

Dispositivos de acceso
Trozos de imágenes que imprimen en los sentidos y lo modifican, con su humor con su indigencia.
Chicos que se desmayan en la entrada a la escuela. Docentes preparando desayunos… imposibilidades de cambios. Propuestas a intervenciones. Planes donde el trabajar está excluido del programa.
Hospitales pensados para escenarios que no existen, con actores ausentes.
Secuestros mediatizados inyectados en retinas que hacen virar la vista hacia el propio ombligo… el otro es peligroso, invade territorio. Atómico.
Cortes de ruta en busca de nuevos horizontes conformando nuevos trazos en mapa nunca antes transitado. Rostros de los sin rostro. Rostros que le ponen rostro al hambre del hombre; su impotencia.
Escenarios a modo de dispositivos en donde germinar y perderse para encontrarse. Devenir deseo en el encuentro posible, perder el miedo y enseñar a los instintos a caminar en y con lo distinto.
Momentos que imprimen y se deslizan por epidermis y hacen presente la corporalidad, sus límites mas su horizonte, siempre aventura colectiva que da cuenta del choque con otros y la multiplicación; el dar-se cuenta.
Algo sucede. Nada queda igual luego de la reunión en torno a la fogata rompiendo trazos duros ante la propuesta del colectivo social. Molecular.
Captura
El riesgo captura, paraliza y toma de rehén.
Puertas cerradas para aislar cuerpos cansados, en vista a un respiro… sobre stress tieso.
Fuga
Todo viviente es poeta, artista, artífice de cambiar y convinar historias. En cada pincelada de estos desconocidos artistas de lo cotidiano se agujerean la tela, la pantalla de TV y un nuevo viento deja re-ordenar lo conocido.
Fuego que a su paso devora lo que debe ser devorado.
Pensamiento creativo, pinceladas invocando y repoblando microterritorios desde donde reinventar nuevos mundos con nuevas formas de participación en un continuo acto poético de imaginación activa. Micropolítica de la resistencia.
DescEntrando
Idea mandálica del hombre
Lo abarcativo.
Integradora.
Mágica experiencia ante Lo desconocido.
Marcha al interior del espíritu.
Distancia de la cercanía óptima.
Bosques y océanos… espacios donde descubrir el nuevo sonido, su silencio. En comunidad escuchan su canto y en comunidad danzan abrazados en fuego sagrado.
Tejen redes
con las manos,
con los pies,
con el movimiento y el silencio.
Con la sangre y con el cuerpo iluminan espacios lúcidos e implacables.
Territorios liberados.
Construyendo una narrativa que aporta una distintiva forma de corporalidad en el estar, cuestionando el entramado sobrecodificado.
Un espacio de transmutación donde no se trata de cambiar por cambiar sino de la inauguración de un-a movi(da)miento que permita una forma distinta de relacionarse en la complejidad de un sentido nuevo, mutante.

Bibliografía utilizada
A thousand plateous. Capitalism and schizophrenia. Gilles Deleuze, Fleix Guattari. University of Minnesota Press –Minneapolis, 2000 –London.
América profunda. Rodolfo Kusch. Editorial Biblos, 1990. Buenos Aires.
Las tres ecologías. Felix Guattari. Pre-Textos, 1990. Valencia, España.
Lo inconsciente. Carl Gustav Jung. Editorial Lozada, 1938. Buenos Aires.
Realidad del alma. Carl Gustav Jung. Editorial Lozada, 1940. Buenos Aires.

¡Mitakuye Oyasin!
Wamani
1 Jung 1940
2Jung 1940
3 Jung 1940
4 Carlos Castaneda. 1979
E-mail: wamani@ecopsycologiasocial

J. Mª Fericgla: Aconteceres que integran la muerte en la vida

J. Mª Fericgla: Aconteceres que integran la muerte en la vida

Conferencia de J. Mª Fericgla impartida el 7 de junio de 1999, en las I Jornadas Una visión humanista de la muerte, organizadas por el Máster en Gerontología Social, Universitat de Barcelona.

Morir, primer caso

Estamos en el norte de Alemania o en algún lugar de los países nórdicos europeos. En todos estos pueblos se observa una costumbre parecida. Cada vez que alguien muere, los familiares directos y amigos íntimos del fenecido se visten lujosamente y se reúnen en casa del difunto. A veces llegan a ser varias decenas de personas y estarán un día -o varios- alojados en la casa o en las cercanías del domicilio. La tradición lo fijaba así. La reunión comienza grave, entre lloros y tristeza. Se habla del muerto, de su existencia, de lo que había despertado en cada uno de los asistentes, de cómo han quedado el viudo o la viuda y los hijos…
Poco después se celebra un opulento banquete funerario. Al principio, todos los comensales están desolados y muy serios pero a medida que transcurre el ágape la conversación cambia de tono. Los estados emocionales pasan de la triste depresión a una cierta euforia. Los temas de la larga tertulia cambian. Al principio dominan las reflexiones graves. Se aprovecha para cerrar situaciones pasadas de manera que cada uno pueda dejar la vida sin deudas ni hechos mal acabados. Tal vez, los familiares reunidos se disculpan de algún evento pasado que fue ofensivo para alguien presente o ausente. Hay reconciliaciones y lágrimas de duelo. Se limpia el pasado con respecto del muerto y también entre los vivos. Los jóvenes asistentes descubren que se gustan y quedan para nuevas citas ya fuera de este tiempo especial, pero cargado de sentido, en que se está velando el cadáver. Los adultos hablan de proyectos y de incipientes negocios familiares. El duelo acaba en una alegre fiesta que da lugar a nuevas relaciones nupciales y a nuevas formas de contrato familiar.
Es así como, de forma natural, la muerte da paso a la vida por medio del mismo ritual de la celebración funeraria. No hay diferencia entre velar el cadáver del familiar o del amigo íntimo que ha acabado su tiempo, y el inicio de nuevas formas de vida. A partir de la muerte, las relaciones sociales se transforman, se proyectan futuros núcleos familiares. La presencia de la Nada final fuerza a vivir el día a día de forma intensa y autoremuneradora.
Antonio Machado escribió un sereno y conocido poema que refleja este lazo entre la vida y la muerte, aludiendo a cómo la cercanía del óbito empuja el despertar a la vida:

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: todo es soñar,
y el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
(fragmento de Campos de Castilla)

En este primer caso de acontecer que integra la muerte en la vida individual y grupal hay amor, respeto y consciencia del final. El ágape funerario es una ceremonia bastante corriente en el ser humano, la etnografía la ha observado en multitud de culturas distintas. Probablemente está relacionado con la necesidad de aplacar la ansiedad que genera la presencia de un muerto entre los vivos, con la angustia de ser consciente de la propia finitud. Comer es uno de los caminos para calmar la ansiedad. No obstante, las culturas conducen tal pulsión -caso de que ésta sea la causa- hacia nuevas formas de vida. Ello es lo importante.

Morir, segundo caso

Otra ilustración actual -más reciente- de un mecanismo de integración de la muerte en la vida en nuestras sociedades.
Estamos en Pennsylvania, EE.UU. El Estado ofrece 300 dólares -unas 47.000 ptas.-, a los familiares de los fallecidos si permiten la extracción de sus órganos. Por su lado, las mafias del mercado negro de Nueva York, venden un par de córneas de importación listas para el trasplante a 5.000 dólares.
Por otro lado, no hace mucho se desmanteló una red china de tráfico de órganos que vendía páncreas, riñones, hígados, corazones, córneas y pulmones procedentes de prisioneros que habían sido ejecutados en ese gigantesco país oriental. La noticia indicaba literalmente que: “Los precios eran relativamente baratos para lo que se pide en este mercado de la muerte: un riñón oscilaba entre los 20.000 y los 30.000 dólares -entre 3 y 4’5 millones de pesetas-, con viaje a China incluido. Los pulmones venían con una etiqueta aclaratoria: procedentes de un donante no fumador”.
Esta forma de integrar la muerte en la vida a través del consumismo materialista tiene también otras dimensiones. El Estado de Missouri -también en EE.UU.- lanzó una iniciativa que denominó Vida a cambio de vida: proponía a los reos condenados a muerte permutarles la ejecución por una condena a cadena perpetua si, a cambio, accedían a dar un riñón o médula ósea(2). Esta forma de integrar la muerte en la vida, haciendo entrega de los propios órganos una vez uno ha fallecido, tiene una vertiente deseable pero tiene también la cara del consumo sin ética y de la corrupción política y de todo tipo a que ello da lugar. Así por ejemplo, en 1995, el tiempo de espera de un riñón para ser trasplantado, en los EE.UU., era de 440 días desde el momento de la solicitud, pero ha habido personajes públicos que recibieron su riñón al poco de necesitarlo. Fue escandaloso el caso de Bob Casey, gobernador de Pennsylvania, que recibió un riñón para que le fuera trasplantado cuando no habían pasado ni 24 horas desde la solicitud. En la misma operación, Casey recibió también un corazón, colándose delante de los 61.000 pacientes que también estaban preparados para realizar el trasplante desde tiempo antes que el gobernador (Del PINO, 1999;34).
Ante estos hechos se pone de evidencia que hablar hoy de la muerte, en nuestras sociedades, requiere un tratamiento absolutamente nuevo. Ya no sirve intentar mal encajar una dimensión científica, fríamente objetiva y pragmática, a un planteamiento humanista de nuestro final. No se puede. Todos estamos demasiado e inevitablemente implicados en la muerte, así como en la vida, porque son dos caras de una misma y única realidad humana. Tampoco se puede castigar con la hoguera de la Inquisición a los que se niegan a creer en un Dios vengativo que nos espera en el más allá con una balanza, para darnos una vida eterna a su derecha o a su izquierda, según nuestros avatares biográficos del aquí y ahora. Nada de esto sirve para la mayoría de occidentales.

Morir, la situación mal definida

Se puede afirmar que el proceso de morir nos ha sido concienzuda y deliberadamente sustraído. Como después expondré, ya no tenemos ni sabemos dónde o cómo hay que morir. Fenecemos en los hospitales por exclusión, no por decisión. Actualmente, el 60% de las personas mueren en los hospitales, más el 10% que mueren en residencias. Es decir, aunque la mayoría es lo que afirma desear, sólo el 30% restante puede morir en su hogar, y no siempre lo hace rodeado de sus seres queridos ya que, a menudo, este traspaso en el espacio doméstico sucede estando el anciano solo.
Los moribundos son reducidos a enfermos de los que casi nadie quiere saber nada. El vacío cultural que hay sobre el estado de morituri genera demasiada ansiedad y, como decía el poeta Rilke, los enfermos mueren intercambiablemente en 559 camas. También escribió el poeta checo de principios del siglo XX: “Tengo que hacer de la muerte mi muerte propia, preparada y conformada, trabajada y dada a luz” (de Cuadernos de Malte Laurids Brigge y del Libro de Horas). A eso me refería hace un instante, al decir que nos ha sido sustraído el proceso del buen morir, o del morir simplemente.
También en el cristianismo hay una apropiación de la muerte, de carácter ascético. De ahí que a las prácticas ascéticas se las denomine “mortificación”, pero pocas son hoy las personas que habitan fuera de conventos de clausura y que se dedican realmente a mortificarse con plena consciencia de estar alumbrando su propia muerte.
Nuestra biología nace con un diseño cerrado, y la muerte -así como las demás transformaciones naturales por las que vamos pasando- es una más de las mudas del proceso biológico.
No obstante, la muerte y aun más el proceso de morir entendido como parte del cambio permanente en que vivimos, se construye cultural y socialmente. Así, por ejemplo, cada sociedad fija unos parámetros propios para determinar quien está muerto y quien no lo está. Se respire o no, casi da igual. En las sociedades postindustrializadas se trata de parámetros clínicos: hasta hace poco era el latido del corazón lo que se tomaba como determinante para decidir si alguien estaba vivo o muerto; hoy es el electroencefalograma (EEG) plano lo que indica la defunción de un ser humano. Pero esta “evidencia” puede ser modificada por razones socioculturales y refrendada por las Leyes, tiene un importante grado de arbitrariedad: no son extraños los casos de personas que han revivido gracias a un tratamiento de urgencia y después de haber sido dadas por difuntas -¡pero negamos la reencarnación!-; y, en sentido contrario, aun nos es más familiar el trato de cadáver que respira que reciben algunas personas que muestran un EEG bien ondulado. Con esta expresión de cadáver viviente nos referirnos a aquellos cuerpos capaces de convertirse en donantes de órganos, cuya actividad vital se mantiene mediatizada por la técnica o por la química ¿Están vivos o no?.
En este mismo sentido, muchos enfermos terminales reciben un trato social casi como si fueran ya cadáveres por el olvido al que se ven sometidos y por su carácter tabú de seres cercanos a la muerte: son y no son a la vez.
En otras sociedades, no se considera muerto a nadie hasta que no se ha realizado algún tipo de exequias. La ceremonia depende de las creencias y cosmovisión propia de cada pueblo. Entre tanto, se entiende que el individuo está transitando por algún espacio liminar. Por ejemplo, el caso de los shuar de la Alta Amazonia ecuatoriana. Para este pueblo, cuando alguien deja de respirar y aunque entierren su cuerpo, creen que se transforma en wacani, espectro de lo que fue. Merodea por la selva con la misma imagen de cuando “estaba vivo”, solo que ahora la persona, animal o planta es incorpóreo. Si un cazador ve una presa a lo lejos corre hacia el animal, pero si al llegar no ve ninguna señal de sus pisadas afirma que no hay que preocuparse ya que no era un auténtico animal, sino un espíritu, un wacani. En el caso de los humanos, este periodo dura entre uno y tres años, afirman los shuar, tras los cuales el pre-fallecido se transforma en una mariposa negra nocturna que aparece en la choza de los familiares, pasa ahí la noche y por la mañana se transforma de nuevo en la neblina que llena la selva matutina. Es entonces cuando se le considera finalmente desaparecido. Así pues, el morir como proceso tiene diversas caras y tratamientos que dependen de la cultura y de nuestros humanos potenciales cognitivos.
Con ello, regresamos al punto de partida: ¿qué es el morir? ¿Cuándo deja uno de estar vivo? Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la diferencia entre la vida y la muerte es solo un respiro, una inspiración. Por otro lado, alguien afirmó en cierta ocasión que la muerte es el mejor colocón de todos, por eso nos lo guardan para el final. Así pues, morir es lo que cada pueblo se forja alrededor de ello: desde una reflexión infantil pero incuestionable hasta una cara más del mercado consumista que eleva la economía negra o blanca a teología de la trascendencia.

Es proceso, no estado

A mi juicio, hay un craso error en todo ello. Hablamos de la muerte pero la muerte no importa. Lo que debe interesar es el proceso de morir. No es un estado sino un camino lo que debe atraer nuestra atención y esfuerzo. De ahí que, como M. Allué (ALLUÉ, 1993), prefiero hablar de morituri remedando la famosa expresión del cruel circo romano, pero a la vez lo uso con la más absoluta seriedad: morituri indica una acción verbal, se refiere a algo dinámico: “el que va a morir”. No es una situación estática y, por tanto, sin posibilidad alguna de cambio o de ajuste.
La trayectoria vital de toda persona implica inevitables momentos de cambio y de tránsito, tanto para ella como para el grupo al que pertenece. Los más importantes de estos cambios vienen marcados ¾ no determinados¾ por las perturbaciones naturales de la propia biología. Todos pasamos de la Nada al frágil bebé, luego al ingenuo púber; más tarde somos fantasiosos adolescente que tienen la primera menstruación o la primera erección; pasamos por la fase de adultos, de vejez y llega de nuevo una Nada que es la muerte. De la Nada no sabemos nada, pero del proceso para llegar a ella, sí sabemos y podemos construirlo y reconstruirlo de forma permanente.
No todas las sociedades ritualizan esos cambios biológicos, pero prácticamente todas mantienen ciertos tabúes en relación a ellos. Nosotros, por ejemplo, mantenemos en secreto la primera menstruación, la primera erección, la menopausia y pretendemos negar la muerte. De alguna forma entendemos que morir es un proceso inevitable e incontrolable de profunda transformación del individuo y que, como tal cambio contumaz, debe esconderse y se debe luchar en contra. A mi juicio, ello sucede porque vivimos en un mundo desritualizado en extremo, y ese es uno de los temas principales que se deben abordar para replantear el morir en nuestras sociedades. No la muerte, insisto, sino el proceso de morituri. Esta transformación debe vivirse dentro de un marco que le dé sentido, un marco simbólico que indique al sujeto -y al resto de su comunidad- en qué momento de su existencia está, qué puede y debe esperar, qué puede y debe exigir, y qué debe dar a cambio. Para eso sirven los ritos, para enmarcar e imprimir sentido a la vida de las personas y también de los demás animales. Casi todos realizan ritos, paradas nupciales, grupos de edad y demás.
Los humanos tenemos una consciencia de permanencia por encima de la del cambio. Debemos esforzarnos para recordar en cada momento que la transformación permanente es lo esencial, no la permanencia. Ciertas escuelas de psicología hablan de la “sensación de identidad”, en lugar de referirse al ego tradicional, para indicar esta consciencia fija de rechazo e inercia hacia cambio. También las grandes y pequeñas religiones recuerdan que debemos acostumbrarnos a “soltar”, a “tener caridad”, a “no quedarnos atrapados en ninguna fantasía del ser”, a “no preocuparnos por el mañana” y todo ello alude a la idea de mantener una vida fluida, sin referentes demasiado fijos que nos impidan vivir el cambio permanente de forma tranquila.
No siempre somos capaces de reconocer ¾ a menudo siento que la mayoría nunca se da cuenta ¾ las mudas que van jalonando la vida. Muchas personas llegan a ancianas negándolo : “me siento joven”, “los años no pasan para mí”, etc. Este tipo de afirmaciones, aunque suenen a simpatía, la mayor parte de veces tapan una ceguera absoluta a los cambios biográficos o bien manifiestan un terror a aceptarlos, aunque se perciban. Basamos nuestra idiosincrasia occidental en la perennidad, en la previsibilidad y en la seguridad. La mayoría de nosotros se pasa el tiempo proyectando futuros inmediatos o lejanos -las próximas vacaciones o la adquisición de un nuevo apartamento a pagar a lo largo de los próximos veinte años- y cuando algo inesperado sucede provoca estupefacción y desorientación.
La vejez como periodo previo biológico al deceso, o la enfermedad terminal como último escalón inequívoco hacia el mismo cambio, son tratados como realidades o momentos tabú, objetos con los que no se sabe qué hacer ni como tratar porque el estigma del tránsito es demasiado obvio y pocas personas quieren realmente cambiar.
Los humanos de hoy hablamos de transformación, pero la tememos. Es aquello tan triste, si se piensa seriamente, de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, o el “más vale loco conocido que sabio por conocer” y tantos otros dichos que ponen de manifiesto la tendencia a la inercia. El cambio sin control es lo más estigmatizado y angustiante para un ser humano. Creemos que carece de sentido, de finalidad, de orden, de pautas conocidas que lo hagan controlable y comprensible.

El morir ritualizado

La función esencial de los rituales es ofrecer un recipiente social y emocional donde vivir las transformaciones, donde ordenar los cambios y facilitarlos a través de los símbolos. Ayudan a superar la angustia. El ritual asegura, garantiza la perennidad de un determinado orden humano más allá de los cambios biográficos individuales. De ahí que el sentido de todo ritual reside tanto en sus fines prácticos -por ejemplo, en el caso del morir, fijar quien debe encargarse de cada tarea- como en ofrecer esta vasija simbólica y emocional que pervive a los sujetos y que les ayuda a dirigir y a dar sentido a sus emociones -permitir el duelo a los allegados, el grupo presente en el rito comparte la tristeza con los dolientes, etc.
El rito nos permite mantener la sensación de control sobre los cambios biológicos y, de hecho, así es en cierta forma. De ahí que las religiones institucionalizadas hayan manifestado sin escrúpulos su permanente obsesión por controlar los ritos extraños -para ellos, paganos- haciéndoselos suyos por medio del proceso de obliteración. Es así como durante siglos, estas grandes y dogmáticas religiones, se han auto atribuido el control sobre los cambios humanos, sobre la vida y la muerte. La iglesia católica ha sido durante dos milenios -y sigue siendo- un buen ejemplo de ello, hoy solo aventajada por los protestantes.
Las sociedades primitivas pautan el tránsito hacia la muerte a través de actos ceremoniales. Se preparan para morir por medio de ritos. La nuestra, en cambio, carece de mecanismos simbólicos para asumir el estado liminar de morituri, de moribundo, ya que andamos cogidos de la mano de una tecnología que no ve sino un fracaso en el óbito de las personas. En nuestras sociedades, el morituri es tabú porque no sabemos qué hace con él durante este tiempo liminar, que a veces es corto y otras dura años.
De ahí que la muerte súbita sea estadísticamente tenida como la más deseable, porque carece de periodo transitorio. Pero hasta bien entrado nuestro siglo XX, el óbito repentino era considerado el más nefasto porque no daba el tiempo necesario para los arreglos terrenales -testamentos-, para la reconciliación emocional -despedidas emotivas que permitían un final en paz y estaban cargadas de recomendaciones a los jóvenes para un vivir mejor-, ni para un acabar espiritual -el viático que preparaba para el último viaje.
Así es como hoy nos encontramos con una sociedad desritualizada y sin una religión válida. Por otro lado, la valorización hedonista del cuerpo está ejerciendo una influencia nefasta al conllevar una actitud estigmatizante del tránsito final, y no solo tiene una trascendencia cultural, sino también psicológica y teológica.
Nos encontramos ante una situación sociocultural, psicológica y teológica nueva que requiere un replanteamiento radical, por la sencilla razón de que tal y como está siendo manejada en la actualidad es causa de descomunales conflictos emocionales y sociales, anomalías culturales y situaciones que son fuente de ansiedad sin sentido. Por ejemplo, los especialistas del centro de psicoterapia Izkali, del País Vasco, atienden a personas con problemas psicológicos producidos por duelos mal elaborados y observan como se están incrementando estas psicopatologías hasta el punto de pensar en la posibilidad de que la S.S. las financie. Todo ello, además, pocas veces trasciende a la opinión pública por la misma razón de que el propio discurso lo impide: el morituri es alguien caminando por una parte del sendero que es tabú, no debe hablarse de ello.
Aquellos que han perdido a un ser querido tras sufrir una larga enfermedad, usualmente prefieren olvidarlo, y el personal hospitalario tiende a concebirlo como una rutina, tratando de pasar el muerto viviente a los empleados del siguiente turno.
En este sentido, las recientes publicaciones sobre el tema abogan por una resocialización recurriendo a mecanismos culturales muy cercanos al trato ritualizado que reciben los moribundos en las sociedades no occidentales -y en las nuestras hasta hace unas décadas.
Las recomendaciones indican la necesidad de una ritualización del proceso del morir mediante lenguajes no verbales de carácter simbólico, mediante la atención, los silencios y mucha paciencia ante el terminal. Hay que re-aprender el significado de la muerte para poder ejercer profesionalmente de tanatopracta -o como simple familiar- las funciones de acompañante.
Los Talleres vivenciales de integración de la propia muerte, que fundé y dirijo desde el año 1996, y por los que han pasado ya más de 500 personas, tienen esta estructura ritual FERICGLA, 1996). Los participantes, dentro de un contexto seguro y preparado para ello, experimentan un profundo estado modificado de la consciencia que les conduce a vivir su propia muerte, a descubrir lo que implica salir del estado cognitivo habitual. La consecuencia inmediata es que se reaprende de forma automática el sentido del morir y, como consecuencia directa, es habitual que la vida adquiera un sentido más profundo. Son muchos los participantes a los Talleres que afirman sin ambages que en su vida hay un antes y un después de experimentar su proceso de morir. Les da una segunda oportunidad para vivir habiendo reajustado sus propósitos. Los griegos clásicos llevaban a cabo un encuentro con la propia muerte en los ritos mistéricos de Eleusis, Samotracia, Delfos y en otros lugares de su geografía milenaria. Todas las personas adultas tenían derecho a experimentarlo -también por medio de estados profundamente modificados de la consciencia cotidiana- para devenir adultos en términos de responsabilidad, integridad y para hallar su lugar en el mundo. Tan solo a los criminales griegos se les prohibía el acceso a los ritos mistéricos.
No obstante, ante esta necesidad actual de experimentar el proceso de morir en un marco ritualizado específico, hay algunos cabos que quedan sueltos: a) el personal sanitario no ha sido contratado para tales tareas tanatopractas, a pesar de que el 60% de decesos se producen en hospitales;  el propio personal sanitario, como miembros de nuestras sociedades, también considera que, de alguna manera, es mejor no hablar de la muerte y se admite el enmascaramiento general que cubre esta transformación final; y c) en tercer lugar, la superación del tabú a la muerte requiere un tratamiento de enfrentamiento con la propio abismo oscuro de la psique individual, pero no se puede obligar al personal sanitario ni de atención a domicilio a comprometerse con su propia evolución personal, de la misma forma que no se puede obligar a tener unas creencias determinadas sobre la trascendencia.
Resolver estos cabos sueltos es de extrema dificultad hoy día. Nuestras sociedades se hallan obsesionadas por el culto hacia el cuerpo y por el hedonismo consumista más primario. Todo ello lleva a concebir el cuerpo como una máquina controlable, capaz de cosechar éxitos y facilitadora de placeres (ibid, 1993). En caso contrario -es decir, cuando deviene la enfermedad-, la medicina y la farmacología se encargan de poner la máquina de nuevo a punto para que rinda. Recordar a las personas que esta máquina tiene un diseño cerrado, y que no trabajará más allá de unos años, es difícil de asumir tanto para el propietario como para los reparadores (cirujanos, bioquímicos, médicos).
De ahí que la muerte es vivida como el fracaso más estrepitoso de nuestra idiosincrasia. Es misteriosa, imprevisible y anticonsumista, justo los tres valores que más se oponen a nuestras pretensiones culturales: control y seguridad, previsibilidad y consumo. En la última fase del enfermo terminal, los que le rodean, a menudo afirman que “ha luchado hasta el final” y se retiran frustrados. Ya no saben qué hacer con el morituri. No se sabe como manejar este proceso que puede ser corto o largo. Solo se espera con ansiedad a que llegue la hora del óbito, que nunca se aplaude porque constituye la última derrota.
Así pues, y para acabar, poner de relieve que el discurso tanático de las diferentes culturas se construye a partir de la conceptualización que se tiene del cuerpo como referente primario de la existencia. El sentido de la muerte viene, en buena parte, determinado por la valoración cultural del cuerpo. Si nos preocupamos en demasía por la parte biológica de nuestro ser en el mundo, la muerte del cuerpo será concebida como la derrota final, ya no se puede consumir más. Pero si se atiende la dimensión cultural del proceso de morir, y cada uno exige ser el gestor de tal proceso último, será más fácil poder reaprender a dar un sentido profundo a la vida a partir de la muerte.
Los arcaicos mecanismos religiosas de carácter ritual fueron desechados en su momento porque llenaban nuestras vidas de un rígido sinsentido. Pero, justamente, es lo que se debe reconstruir ahora, si bien alejándolos de dogmatismos religiosos y de verdades absolutas que no nos atañen. La despedida ha de ser considerada como una situación y proceso fundamental de la existencia humana y deberíamos referirnos a la muerte con diversos verbos, no con un sustantivo estático. El lenguaje ha de ser algo vivo, evolutivo y si es preciso acuñar neologismos para desterrar cargas semánticas, ¡hagámoslo sin complejos! no hay ningún problema. El compromiso de cada ser humano, de cada uno, con las gestión de la propia muerte es la mejor manera de prepararse para asumir y acompañar el proceso terminal de otros. Nuestra iniciativa con los Talleres de Integración de la propia muerte es viejísimamente vanguardista, pero no es el único marco ritual para experimentar el tránsito moriturum.
Así pues, la ritualización del morir no es una pregunta de más sino la respuesta misma.

Notas a Pie de Página

Los médicos de este Estado se han negado a aceptar órganos conseguidos por estos medios, por lo que la Ley probablemente deberá ser rechazada

Bibliografía

ALLUÉ, Marta, 1993, “La antropología de la muerte”, en ROL, revista de enfermería, pág., 33-39, núm. 179-180, Julio-agosto, Barcelona.
DEL PINO, Javier, 1999, “Un Estado de EE UU abre la veda al mercado de órganos”, en El País, pág. 34, del domingo 16 de mayo.
FERICGLA, Josep Mª, 1996, “Cara a cara con la muerte”, en Integral, noviembre, pág. 60-65, Barcelona.

Notas sobre Chamanismo Europeo (Alfonso Orozco)

En lo que estaba escribiendo antes, decia que la extrañeza de Alexander y mia
sobre el término de Chamanismo europeo es completamente histórica.

Básicamente el chamanismo es el nombre genérico dado a los movimientos
semireligiosos a nivel mundial, que no estan basados en adoración a los dioses, y que suelen estar vinculados a fuerzas de la naturaleza. Suelen darse en lugares apartados donde los recursos existentes son pocos, y el hombre debe valerse por sus propios medios. Sin meterme en detalles históricos del chamanismo no europeo, puedo mencionarte que los pieles rojas en estados unidos, los yanomamos en sudamérica, y las creencias entre esquimales, lakotas, y regiones del asia donde no existia la influencia hindú.

Si se va a hablar de europa lo que importa es el contexto de europa. Basicamente entre el siglo IV y el siglo X solo se encuentran manifestaciones de la iglesia católica y derivadas, algo del culto a mitra, y como “paganos” solo esta el culto a las virgenes negras y a la diosa blanca (leer el libro homónimo de Graves). No creo que en esta época las influencias “druidicas” existieran, sobre todo porque la inglaterra de esos años, epoca del rey arturo de inglaterra, estaba bastante dividida y un culto a los árboles no encaja, sin embargo las referencias al agua sagrada son similares a la diosa blanca.

Los paises europeos que llegan hastan nuestros dias son basicamente inglaterra, francia, españa y lo que genericamente se llamaban los paises bajos hasta mediados del siglo XV, es decir portugal, dinamarca, holanda.

En esa epoca el principal problema de los francos era la lucha contra los visigodos, ostrogodos , vandalos y similares. Mucho se debia a reinas guerreras, situacion de matriarcado que suele estar en contra del chamanismo.

La situacion es españa llevó a un acontecimiento importante que no menciono
para que no empiecen a dar cursos, y a la aparición de los reyes de provincias separadas como las modernas castilla y aragón, muy católicos. Si haya los judios eran perseguidos ya en parte , no creo que en la españa de esas epocas hubiese chamanes.

Por otra parte, la situación provincial de españa que quedo solucionada a
mediados del siglo XV, no se soluciono en italia y alemania hasta mediados
del siglo XIX, gracias a Bismarck en alemania, y a Garibaldi, Manzoni y Verdi
en Italiana. La situación en Italia era mucho de guerra civil entre los ducados como parma, mantua, el milanesado y sobre todo el papado. Un chamanismo en la tierra del papa, es muy improbable, creo.

La situación en alemania era similar,solo que las provincias eran principalmente bavaria y otras que no recuerdo en este momento, que fueron poco a poco consolidandose en países como austria y hungria. La situacion religiosa entre el siglo X y XV fue de esta forma:

Francia: Se consolida con Carlomagno, hijo de Pipino el breve, un imperio real. Figuras importantes de la epoca, carlos el temerario, Carlomagno y Roldán. Los templarios. Los cátaros.

Inglaterra: Situación de cruzadas y guerras civiles. Reina Leonor de Aquitania y Ricardo corazón de León. Juan sin tierra no es particularmente amigable con los sacerdotes de la dios blanca, se sientan las bases del retiro a los bosques y druidismo. Problemas entre sajones y normandos, Poco despues las guerras de francia e inglaterra por la ley sálica. El caballero negro y otros guerreros, sobre todo con los descendientes de las casas de Valois y Lorena.

España: Guerras contra los moros y epoca del cid. Si se perseguia a los moros
y gitanos, no creo que existieran chamanes.

Del siglo XV al XX

Francia: Todo el ciclo de los reyes malditos suceden en esta época, destacan sobre todo el rey Carlos IX, Luis XIV y Luis XVI, no me imagino a chamanes en
las matanzas de San Bartolome, o en la toma de la bastilla.

España: Santa inquisición, Carlos V ( si ,el de los chocolates =) ), y nacimiento de ordenes religiosas serias despues de la destruccion de los templarios. Ahora ellos guerrean contra inglaterra y no los franceses.

Inglaterra: Isabel I, John Dee y las lenguas enoquicas, el culto a mitra se
transforma en druidismo. ENrique VIII declara la iglesia protestante la oficial.

Alemania; empieza a ser conocida por este nombre, su principal mercancía de
exportación son soldados y musicos. Dentro del aspecto religioso suceden dos
fenomenos, uno que no explico aqui para evitar cursos, y otro con los protestantes y Lutero. Aqui se forma el espiritu hugonote que lleva a las guerras de religión. Los gitanos son tolerados con muchso problemas, los chamanes no tienen nada que hacer aquí.

Asi pues, si esto es Europa, es obvio que el cahamanismo como tal no entra en
europa. Por ejemplo, Vaelia y yo tenemos bastante idea de la magia ceremonial
y todo lo que tiene que ver con la diosa blanca, y el chamanismo no tiene nada que ver.

Lo mas parecido es la serie de eventos que llevaron de inspiración a Wagner en alemania, y las primeras leyendas de hombres lobo en alemania. Conozco el
tema perfectamente pero no es chamanismo, para nada, mas bien tiene relacion
con la mitologia griega y el cazador que fue condenado por la diosa Diana
cazadora.

Si conoces historia verás que lo que comenté es igurosamente cierto, y alguien que dice investigar chamanismo europeo, y que no ha investigado la historia europea, no puede ser tomado en serio. Si se hubiera investigado la historia europea es evidente que el chamanismo no tiene nada que ver.

Por lo tanto, hablar de chamanismo europeo es como hablar de hípica azteca.

Chamanismo amazonico y toxicomania

escrito por Mabit,J.
viernes, 14 de enero de 2005
Reconozco que la verborrea “psi” me provoca instintivamente rechazo, alergia que fue reforzada por mi experiencia profesional. Por ello creo conveniente que en primera instancia especifique “de donde hablo” con el fin de tener alguna posibilidad de ser comprendido.

Quisiera poder afirmar que hablo “desde el corazón”: desde el corazón de la selva que me alberga desde hace ocho años; desde el corazón de la primera zona mundial de producción de pasta básica de cocaína y de consumo de ésta (muchas veces en asociación con el alcohol); desde el corazón de una de las formas más antiguas de terapia, el shamanismo indígena de la selva oriental del Perú; desde el corazón de una vivencia iniciática que me condujo hacia una exigente autoexploración de mis propias dependencias y alienaciones; en fin y esencialmente desde mi propio corazón humano.

Cuando un médico francés se aventura en el laberinto de prácticas y creencias shamánicas de la Alta-Amazonía, inicialmente sólo se encuentra a sí mismo y con el único bagaje de su ignorancia disfrazada de un tan magnífico como ineficiente caparazón de prejuicios y conceptos sobre el universo “pre-lógico y mágico-religioso de los grupos primitivos” … El viejo curandero sonríe mientras aspira el humo de su pipa cancerígena, aconsejando sabiamente al extranjero neófito y parlanchín ingerir algunos de los preparados psicoactivos de plantas-maestras con el fin que el espíritu que los anima “hable y enseñe”. Con tanto coraje como desesperanza, eso es lo que hice y el Espíritu indicó el Camino. El viejo había acertado: las plantas hablan y enseñan.

Al inicio del Camino, en la mayoría de los casos, el maestro debe ser exteriorizado. Hubo varios de ellos: Wilfredo, Ricardo, Guillermo, Solón y más que todo el viejo Aquilino, águila que ya voló. Cada uno me tomó de la mano en un momento dado del proceso iniciático y me hizo entrever un poco de la gran melodía divina que cantan a su modo. Y no sólo cantan de manera figurada sino que todos son dueños de cantos sagrados, los ícaros, armas terapéuticas temibles que les corresponde enseñar y regalar a sus alumnos. Desde entonces, hablo menos y canto más. Plantas psicotrópicas y melodías sagradas hicieron germinar al Maestro interior, el que precisamente se alberga en el corazón y de quien quisiera aquí ser el intérprete.

Hoy en día componemos un corazón múltiple, un verdadero coro, un equipo de ocho personas que animan Takiwasi, en idioma quechua la “casa que canta”: dos médicos, dos psicólogos, un curandero, un profesor, un periodista, un estudiante. Todos son terapeutas en la medida en que todos asumen su propia autoexploración a través de las técnicas shamánicas amazónicas. Takiwasi constituye un proyecto-piloto interesado en la formulación de una alternativa terapéutica a la problemática de las toxicomanías, que se inspire del saber empírico de los curanderos autóctonos de la Amazonía peruana. Aparte de los trabajos de investigación, de difusión y de formación, Takiwasi se dedica desde 1992 principalmente a la aplicación clínica en jóvenes de la región adictos a la pasta básica de cocaína y que se presentan espontáneamente con una demanda de curación. Durante un internamiento voluntario promedio de 8 meses, el paciente está invitado a seguir la “vía del shamán”, sin excluir un control médico convencional, con la finalidad de restituir cierta coherencia a su inconsciente y caótica búsqueda interior. Al saber ancestral (plantas depurativas y psicotrópicas, ayunos, aislamiento en la selva, baños, masajes…), se añaden técnicas de psicoterapia contemporánea (musicoterapia, meditación, entrevistas personales, dinámica de grupo, interpretación de sueños, ergoterapia, etc.).

No me parece oportuno a este nivel desarrollar el esquema estructural estándar de la psique del toxicómano: padre ausente, madre invasiva, etc., observable bajo cualquier latitud, sino dar a conocer el ángulo de observación específico que nos ofrece la vía shamánica. En efecto, ésta restituye una visión de “lo humano” que contrasta notablemente con las banalidades psicologizantes de moda, validando su modelo no por el verbo y la logorrea sino mediante una eficacia en extremo sorprendente (una encuesta epidemiológica efectuada en la Costa Norte del Perú por un grupo de psiquiatras dirigidos por el Dr. Mario Chiappe, muestra con cinco años de distancia que los curanderos alcanzan un 60 % de éxito en su tratamiento del alcoholismo con un tratamiento más corto y mucho menos costosos que dentro una estructura formal de salud).

Este modelo específico se distingue tanto de los esquemas analíticos convencionales como de los conceptos puramente materialistas donde prevalecen ante todo las explicaciones de tipo farmacológico o bioquímico de las tóxico dependencias. Los reduccionismos de la psicología y de la farmacodinámica se responden en eco dentro de un marco bipolar donde lo racional permanece como jefe de orquesta y refiere permanentemente a un juego de dualidad psicosomática. El enfoque convencional occidental presenta a un individuo cuyo centro de gravedad se ubica a nivel de la cabeza, del cerebro, del mental, el polo sexual opuesto siendo el lugar de las proyecciones fantasmáticas. Los clínicos positivistas (hay todavía muchos) se ríen de las “elucubraciones” de los “psi”, pensando tener el principio activo incriminado mientras esos últimos tienden a explorar los laberintos de la psique sin atreverse a tocar el cuerpo-tabú del paciente toxicómano. En este debate sin fin se instituye una no-comunicación de tipo esquizoide, reflejo de la patología colectiva cuyos terapeutas son muchas veces los mejores representantes. Entre los dos grupos, el toxicómano se siente dividido, despedazado y las prodigiosas antenas que desarrolla gracias a la ingestión de sustancias psicoactivas, le sugieren evitar esos enfoques demasiado unilaterales, mutilantes, que pueden acabar con él y pretenden confiscarle hasta el gozo de la autodestrucción. Frente a la binaridad de los sistemas conceptuales convencionales, el shamanismo reintroduce un ser trinitario recientemente reconocido en nuevos modelos post-modernos como el cerebro triúnico de Robert Mc Lean, la antropología ternaria de Michel Fromaget o la psicología transpersonal de Stanislav Grof. Todas estas propuestas se caracterizan por reconocer en el ser humano la existencia de una “tercera dimensión” que le permite escapar al encarcelamiento angustiante en la dualidad obsesional de nuestra época. Si las simplezas de una expresión cuadrada requieren solo de dos coordenadas, salir de la cuadratura del círculo y finalmente saber que la tierra es redonda implica abrirse a la trinidad e introducir el misterio del número pi. Ignorar este tercer factor equivale a negar la trascendencia como lugar de convergencia asintótica de la dinámica de la existencia. Por lo tanto, el punto omega que el sacerdocio de Teilhard de Chardín le permitió entrever, escapa a nuestras perspectivas humanas y nos obliga a la confrontación plana e infructífera de los contrarios. La vida se vuelve insensata: triunfo de lo absurdo que autoriza todas las locuras. Las fuerzas que se agitan en la zona ciega de nuestro campo de conciencia intentan a todo costo alcanzar el umbral de la manifestación, vale decir revelar el Misterio. La reapropiación del Sentido de la vida, de su propia vida, es una condición para el restablecimiento de la disciplina de los “arquetipos” demasiado “autónomos” según la imagen junguiana. La infestación insidiosa de este “ángulo muerto” por el espíritu satanizado de la droga suscita frecuentemente en el toxicómano un verdadero estado de posesión que requiere de parte del terapeuta un real trabajo de exorcismo. Es así que proceden los curanderos de numerosas regiones del mundo frente a las toxicomanías consideradas como un estado de total sumisión al espíritu ofendido de la sustancia ingerida. La planta (coca, amapola, cañamo, vid, tabaco…) es negada en su dimensión sagrada, su espíritu violado con el fin de explotar su riqueza: la manipulación inconsiderada y despreciativa de esta fuerza se voltea contra el profanador. Omitiendo de respetuosamente “temer a Dios” que no existe, el toxicómano emprende sumersiones transpersonales incontroladas que lo atrapan entre los dos términos de toda experiencia numinosa: tremendum y fascinans. Está a su vez dañado en su propia sacralidad, en su espíritu mismo y no puede reencontrar la vía del equilibrio sino restaurando una relación justa y respetuosa con el Misterio. El terapeuta no puede entonces solo ser médico sino debe a la vez ser sacerdote, intercesor ante las potencias del “mundo-otro” ultrajadas por el “mundo-este”, según la terminología que propone Michel Perrin.

La búsqueda prometea del toxicómano constituye un delito no en el fondo sino en la forma. Los dioses se manifiestan y desean revelarse: la busca de Sentido es mas que legítima, representa el destino humano. Cuando el toxicómano peruano o europeo franquea la barrera protectora de lo racional, intenta muchas veces de manera desesperada escapar de las extraordinarias obligaciones de nuestra época y encontrar una respuesta a las angustias existenciales que se manifiestan a través de un cotidiano triste y sin perspectivas. Pero comete por orgullo el error de desafiar a los dioses en lugar de rogarles. Omite poner “en formas” su pedido y, en este campo, la forma es la del ritual. Si cada planta constituye una puerta de acceso a lo divino, a la embriaguez divina, cada una posee también un lenguaje, un código, reglas de cortesía me atrevería a decir. En otros términos, cada planta exige un ritual específico y no puede acomodarse a seudo-rituales lúdicos recreados por los consumidores según su humor: happening hippie, ambiente “new age”, fiesta de barrio, “party” yuppie o borrachera en grupo de los fines de semana… Es el espíritu mismo de la planta que se manifiesta poco a poco y revela su naturaleza, indica los códigos, designa los términos del intercambio. Esta revelación progresiva necesita de un maestro iniciador y de una forma ritual adaptada, es decir de una aceptación de las reglas de este Gran Juego, una humilde sumisión, una actitud interior de alegre receptividad. Ello por supuesto sólo es posible si, de una manera u otra, el “mundo-otro” es percibido como potencialmente bueno, positivo y por otra parte si existen guías credibles al cruce de la línea de frente. La proliferación de gurús dudosos y a veces claramente perversos, y la ausencia generalizada de testigos de la alegría de vivir, no facilitan la tarea. Los terapeutas modernos han ampliamente renunciado a su vocación (“lo que les llama”), abandonando su función sacerdotal, mediadora, dejando el campo libre a los engañadores y permitiendo la generalización de la Impostura.

La reintroducción del tercer término de la sacralidad viva y vivída, implica desde el inicio la revaloración del “sacrificio” en su sentido profundo, etimológico: “producir sacralidad”. Se trata de sacrificar sobre el altar de su amor, de su búsqueda, algunos apetitos personales que amarran a la materia, al pasado, a la muerte, al ego. a cada uno le toca descubrir a qué debe renunciar, qué medida pone en el platillo de la balanza. No es evidentemente muy popular, a la hora de la llamada civilización del gozo y del placer, proponer el sufrimiento como parte integral de una parte liberadora. Pero no la proponemos nosotros sino que se impone como ley de la vida, como misterio que ningún mística acaba de explorar. Diría que el sufrimiento “viene” y es aceptado o rechazado. Y Graf Durckheim hasta afirmará que hay que llegar a aceptar lo inaceptable, inicio de la sabiduría. Cómo nos es duro y difícil agachar la cabeza, “pueblo de nuca rígida”!. Pero lo vemos claramente con los toxicómanos, si no se paga el precio a la entrada, se cancela a la salida y el monto es mayor… Cuestión de economía! El Toxicómano es el hombre-rebelde por excelencia, de una paradójica rebelión silenciosa contra lo no-dicho o lo mal-dicho (mal-dición). Oscura rebelión en busca de la luz donde puede llegar a entender en un momento dado, por coraje o por desesperanza en fin por divina gracia que la suprema rebelión se confunde con la obedencia absoluta, que la total sumisión es completa liberación. Por lo menos puede, como cada uno de nosotros, entreverlo y arriesgarse. El riesgo a tomar y que parece moustroso a nuestras “luces” es aceptar de comprender sino ser comprendido, asir sino ser asido, no arrebatar sino ser arrebatado. ello vuelve, una vez más a interiorizar la posibilidad de una trascendencia amorosa y benevolente. Esta perspectiva será reforzada poderosamente por la encarnación de modelos convinventes: el terapeuta lo será? Cuestión de sentido: frente a la desorientación del toxicómano, in-versión, per-versión, el terapeuta sub-versivo para autorizar la con-versión del paciente. Iniciación salvaje del toxicómano versus iniciación guíada del shamán: dónde reside el “sentido común”?.

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