Defendamonos de los dioses

Introducción

«En tiempos pasados los hombres estaban siempre en busca de Dioses a quienes adorar. En el futuro, los hombres vamos a tener que defendernos de los Dioses».

Con esta frase, terminaba mi libro «ISRAEL PUEBLO-CONTACTO». Desde entonces he seguido dándole vueltas al mismo tema y buscando hechos que sirviesen de apoyo a una teoría que a medida que pasa el tiempo, aparece menos como una teoría y más como un hecho incuestionable.

Por otro lado, este libro es en cierta manera, continuación lógica del mío anterior «Por qué agoniza el cristianismo». En él traté de demostrar la vaciedad del credo cristiano; en éste, trato de llenar aquel vacío, mostrando otro «más allá» u otra realidad trascendente que esté más de acuerdo con lo que nos dice la vida y la historia de la humanidad, por más que esa realidad trascendente esté disimulada tras mil sutiles velos.

Creo que ya va siendo hora de que la humanidad pensante —porque desgraciadamente la mayoría de la humanidad no es pensante— vaya arrancando estos sutiles velos y se encare con la tremenda realidad de que ha sido manipulada y en cierta manera engañada por los Dioses. El que ayude a esta tarea —aunque corre el peligro de ser tenido por alucinado— estará haciendo una enorme contribución a la evolución de la raza humana.

Este libro pretende ser una tal ayuda y soy comprensivo para los que piensen que desvarío. Yo también pensé durante muchos años que estas ideas eran desvaríos, hasta que conocí muchos hechos extraños que sistemáticamente habían estado ocultos a mi conocimiento, o habían sido presentados como meras fábulas. Cuando me convencí de que tales hechos eran tan reales como los que yo presenciaba todos los días en la vida normal, mis ideas acerca de los fundamentos y propósitos de la vida, sufrieron un tremendo estremecimiento.

Algunas de ellas se derrumbaron estrepitosamente, y otras completamente diferentes, comenzaron a tomar cuerpo y fuerza en mi mente. Yo lamento —y al mismo tiempo no dejo de admirarme— que otras personas con grados académicos y con inteligencia superiores a la mía, no sean capaces de deducir todas las enormes cosas que yo he deducido del mero conocimiento y convencimiento de la realidad de tales hechos extraños.

Las ideas que encierra este libro no sólo no son una locura, sino que son una explicación mucho más realista y hasta mucho más profunda que las infantilidades con que el cristianismo y las demás religiones han intentado por siglos explicarnos el porqué y el para qué de la vida humana. Si se desconocen o se rechazan estas ideas, no se podrá tener una idea realista de las raíces de la existencia humana y seguiremos teniendo las mismas ideas distorsionadas que hemos tenido por siglos, de las religiones, de la historia, de las guerras, de la filosofía y de las culturas.

La tremenda realidad es que la humanidad sabe únicamente lo que los Dioses le han dejado saber y cree lo que los Dioses le han hecho creer. Pero ya ha llegado la hora de que los hombres sepamos todo lo que debemos y somos capaces de saber y ha llegado la hora de que no creamos nada o casi nada de lo que los Dioses quieren que creamos para su conveniencia.

En vez de ser portavoces de ideas desquiciadas, estamos propugnando una profunda y nueva teología: la teología de los Dioses (con minúscula).

La teología del «Dios verdadero y único» es falsa; la teología de los Dioses falsos es la verdadera.

La explicación de estas frases es lo que constituye la esencia de este libro; y desde ahora le decimos al lector, que se equivoca si interpreta estas palabras como indicadoras de que profesamos el ateísmo. Ateísmo integral es sinónimo de miopía mental o por lo menos de una gran confusión de ideas.

Pero con la misma sinceridad tenemos que decir, desde el comienzo de este libro, que le retiramos nuestra fe como Dios Universal y Único al Dios del Pentateuco, al que reducimos su categoría convirtiéndolo en uno más de los muchos dioses menores que a lo largo de la historia han estado utilizando a los hombres.

La parte más evolucionada de la humanidad está comenzando a sacudirse de una especie de mito de los reyes magos. Los niños cuando crecen, se dan cuenta de la piadosa mentira que sus padres les han estado contando por años; les basta con aprender a leer y ver en la parte inferior de los juguetes, el lugar donde han sido construidos o comprados, para comenzar a sospechar del bello embeleco tan celosamente guardado por sus padres durante tantos años.

Los hombres y mujeres más desarrollados intelectualmente, también han aprendido a leer en la naturaleza muchas cosas que en la antigüedad nuestros antepasados no podían leer o porque se lo prohibían, o simplemente porque su adelanto técnico no los facultaba para leerlas.

Los reyes magos existieron, pero no son ellos los que les traen los juguetes a los niños; el Dios cristiano de que se nos habla en el Pentateuco, también existió, pero no es el padre bueno que él quiso hacernos creer, y mucho menos es el Dios Universal, Creador de todo el Cosmos. Es simplemente un suplantador más, que al igual que muchos otros semejantes a él, pretendió hacerse pasar por la Gran Energía Inteligente creadora de todo el Universo.

En las páginas siguientes intentaremos presentar las razones en que nos basamos para defender una idea tan perturbadora y tan extraña a primera vista.

1 Los Dioses existen

Superhombres

Dioses
Grandes diferencias entre ellos

Los Dioses tienen cuerpo físico

Ubicación de los Dioses

La ciencia y los Dioses

Los Dioses y las religiones

El cristianismo y los Dioses

Yahvé, un Dios más

Mitología y Dioses

¿Apariciones subjetivas

Pruebas históricas

Las teofanías se repiten

Paralelos entre las teofanías

Hebreos y aztecas

Teofanía de los mormones

Los ovnis como teofanía

Pero ¿quiénes son los Dioses?

Como a lo largo de todo este libro estaremos refiriéndonos constantemente a ellos, convendrá que digamos qué entendemos cuando decimos «los Dioses», con minúscula.

Ya hace tiempo que, en otra parte, hice la siguiente distinción entre los seres racionales iguales o superiores al hombre: hombres, superhombres, Dioses, Dios.

Superhombres

Los superhombres son, fundamentalmente, hombres como nosotros, pero preparados para cumplir una gran misión, y por eso están dotados de excepcionales cualidades que los habilitan para cumplir esa misión. Algunos de ellos ya vienen preparados desde su nacimiento y otros adquieren esas cualidades en un momento de su vida, cuando son seleccionados por alguno de los Dioses, de los que hablaremos enseguida.

Los fundadores de las grandes religiones suelen ser superhombres. El que en nuestros días quiera ver a un superhombre y convencerse de los increíbles poderes de que suelen estar dotados, que vaya en la India, a una pequeña ciudad llamada Puttaparthi, cerca de Bangalore y de Hyderabad (capital del Estado) y que trate de ver lo más de cerca posible a un tal Sathya Sai Baba. Digo lo más de cerca posible, porque no será raro que cuando llegue a Prasanthi Nilayam, el lugar templo en que él reside, se encuentre con varios miles —cuando no cientos de miles— de devotos suyos que le impedirán toda aproximación física al superhombre.

Zoroastro, Buda, Mahoma, Moisés, Confucio, Lao Tse, etc., pertenecieron a esta clase de seres.

Y antes de dejar el tema de los superhombres (sobre el que hemos de volver en repetidas ocasiones a lo largo de estas páginas), tendremos que dejar bien claro que estos seres humanos excepcionales, por muy grandes que sean sus poderes, no son sino instrumentos de los que los Dioses se valen para lograr sus deseos en la sociedad humana y en general en nuestro planeta (que no es tan nuestro como nos habíamos imaginado). Unos deseos que, hoy por hoy, el cerebro humano no logra descifrar y que probablemente permanecerán totalmente indescifrables para nosotros mientras nuestra inteligencia no dé un paso drástico en su evolución.

Tal como he dicho, los superhombres son fundamentalmente hombres, bien por su manera de aparecer en este mundo, bien por su constitución física, o bien por su muerte más o menos similar a la de los demás hombres. Sin embargo, es de notar que con frecuencia algunos de ellos, en su proceso de utilización por parte de los Dioses, se han apartado considerablemente en algunos aspectos de su vida, de lo que es normal en los demás hombres.

Tal podría ser el caso de Krishna, de Viracocha, de Quetzalcoatl y del mismo Jesucristo.

Dan la impresión de haber participado en alguna manera, de la naturaleza de los Dioses, como si fuesen una especie de híbrido de Dios y hombre; o como si fuesen Dioses especialmente preparados para desempeñar una misión en este planeta.

Dioses

Los Dioses, en cambio, no son hombres. Algunos de ellos tienen el poder de manifestarse como tales —y de hecho lo han hecho en infinitas ocasiones— y hasta convivir íntimamente con nosotros cuando esto les conviene para sus enigmáticos propósitos; pero en cuanto cumplen su misión o en cuanto logran lo que desean, se vuelven a su plano existencial en el que se desenvuelven de una manera mucho más natural y de acuerdo a sus cualidades psíquicas y electromagnéticas.

Pero los Dioses no son hombres; y en una de las pocas cosas en que coinciden con nosotros es en el ser inteligentes, aunque sus conocimientos y su inteligencia superen en mucho a la nuestra.

De su inteligencia hablaremos más en detalle posteriormente.

Grandes diferencias entre ellos

Aunque sobre esto hemos de volver en varias partes del libro, sin embargo conviene dejarlo bien claro desde ahora: Entre los Dioses hay muchas más diferencias de las que hay entre los hombres.

Estas diferencias son de todo tipo, y no sólo se refieren a su entidad física en su estado natural, sino a la manera que tienen de manifestársenos; a su mayor o menor capacidad para manipular la materia y para hacer incursiones en nuestro mundo; a su grado de evolución mental y por lo tanto tecnológica, y hasta, en cierta manera, a su grado de evolución moral, siendo, al parecer, algunos de ellos mucho más cuidadosos en no interferir indebidamente en nuestro mundo y hasta en no interferir en modo alguno.

Difieren entre ellos también en su origen; pudiendo ser algunos de ellos de fuera de este planeta, aunque me inclino a pensar que los que más interfieren en la vida y en la historia de la humanidad, son de este mismo planeta que nosotros habitamos, como más tarde veremos. Difieren también, tanto en las causas por las que se manifiestan entre nosotros, como en los fines que tienen cuando lo hacen.

Estas grandes diferencias entre ellos, no provienen —tal como sucede entre los hombres— de pertenecer a razas, patrias, religiones, culturas, o clases sociales diferentes, o por hablar distintos idiomas; la causa de las diferencias entre los Dioses es mucho más profunda; pues mientras los hombres, por muchas que sean las diferencias, todos somos igualmente seres humanos y pertenecemos a la misma humanidad, los Dioses no pertenecen a la misma clase genérica de seres, y entre algunos de ellos es muy posible que haya tanta diferencia como hay entre nosotros y un mamífero desarrollado.

Y también es muy posible que haya menos diferencia entre nosotros y algunos de ellos, que entre algunos de ellos entre sí.

Por las noticias que tenemos, recibidas de ellos mismos (que nunca son del todo fiables), muchos de ellos desconocen por completo a otros que se han encontrado en sus incursiones en nuestro nivel de existencia, dándose únicamente cuenta de que no pertenecen al mundo humano. Si hemos de creer lo que nos han dicho, no sólo tienen una desconfianza mutua, sino que en algunas ocasiones hemos sabido de antipatías manifiestas entre ellos y hasta de batallas declaradas.

Un ejemplo típico de este antagonismo y hasta de estas batallas, lo tenemos en la rebelión que, según la teología cristiana, Luzbel organizó con muchos de sus seguidores, contra Yahvé. Los creyentes que admiten al pie de la letra las enseñanzas clásicas de la Iglesia, y que creen a pies juntillas qué esa es la única y total explicación de los orígenes de la existencia del hombre sobre la Tierra y de sus relaciones con Dios, deberían saber que todas las grandes religiones nos hablan de parecidas batallas entre sus Dioses, o entre un Dios principal y los Dioses menores.

Y los no creyentes que miran esas historias bíblicas como algo mitológico a lo que no hay que hacer mucho caso, deberían saber que mitos y leyendas no son más que historias distorsionadas por el paso de los milenios. Y deberían saber que esas batallas entre Dioses que aparecen en todos los libros más antiguos de la humanidad (es decir, en las «historias sagradas» de todas las religiones) se siguen repitiendo hoy delante de nuestros ojos, tal como más adelante veremos.

Digamos por fin, que estas grandes diferencias entre los Dioses se traducen en su diversísimo comportamiento en nuestro mundo y en sus relaciones con nosotros que varían enormemente de un caso a otro, y que, debido precisamente a esa gran variedad, nos tienen todavía hoy perplejos acerca de qué es lo que en realidad quieren.

Los Dioses tienen cuerpo físico

Aunque la entidad física de los Dioses es diferente de la nuestra, sin embargo podemos decir que los Dioses tienen algún tipo de cuerpo o algún tipo de entidad física.

Y aquí tendremos que hacer un pequeño paréntesis para explicar que en el Cosmos, todo, hasta lo que infantilmente llamamos «espiritual», es en cierta manera «físico» (al igual que todo lo físico está de alguna manera impregnado de espíritu). «Fisis» es una palabra griega que significa naturaleza, y en este sentido podemos decir que todo lo que es natural, o pertenece al orden natural, es físico. Y los Dioses no pertenecen al orden «sobrenatural» tal como éste ha sido definido siempre por los teólogos.

Para entender las entidades físicas de los Dioses (y de otras muchas criaturas no humanas) no tenemos más remedio que acudir a la física atómica y subatómica. El «cuerpo» de los Dioses es electromagnético y está hecho de ondas. Y el que encuentre este lenguaje sospechoso, debería saber que el cuerpo humano, en último término está hecho también de ondas y nada más que de ondas; porque eso es en definitiva toda la materia.

(Y ésta es la gran maravilla y el gran secreto de todo el Universo. Y éste es el hecho físico —por encima de todos los sentimentalismos y de todas las concepciones dogmáticas y místicas— que más nos acerca a la ininteligible Entidad que ha hecho el Cosmos).

La «materia» del «cuerpo» de los Dioses, siendo en el fondo lo mismo que la nuestra, está estructurada en una forma mucho más sutil, lo mismo que la «materia» que compone el aire está en una forma mucho más sutil que la que compone un lingote de acero, aunque en último término las dos sean exactamente iguales.

Los Dioses superiores, a diferencia de nosotros, tienen la capacidad de manejar y dominar su propia materia, adoptando formas más o menos sutiles y haciéndolas más o menos asequibles a la captación por nuestros sentidos, cuando así lo desean.

Ubicación de los Dioses

Otra de las cosas en que muchos de ellos coinciden con nosotros, es en su ubicación en el Universo, pues si bien su nivel de existencia (o como los esotéricos dicen hace muchos años: su «nivel vibracional») no coincide con el nuestro, sin embargo para muchos de ellos, nuestro planeta es también su planeta.

Preguntar dónde viven exactamente, sería un poco ingenuo. Su ubicación obedece a leyes físicas diferentes a las que nosotros conocemos, porque las ideas que los hombres tenemos del espacio y del tiempo son completamente rudimentarias. Muchos de ellos pueden vivir —y de hecho viven— aquí y entre nosotros, y sin embargo no ser detectados normalmente por nuestros sentidos.

Nuestros sentidos captan sólo una pequeña parte de la realidad circundante. El aire, con ser un cuerpo físico con una realidad semejante a la de una piedra, es completamente invisible para nuestro ojo. Muchos sonidos y muchísimos olores que nuestros sentidos no captan en absoluto, son el mundo normal en que se desenvuelven los sentidos de los animales.

Las ondas de televisión que inundan nuestras casas, únicamente son visibles por nosotros mediante el uso de un aparato. No tendremos por tanto que extrañarnos de la invisibilidad de los Dioses. En el mundo paranormal hay una casuística abundantísima para reforzar esta tesis.

Aparte de esto, en el irrebatible campo de la fotografía, hay casos en que una foto normalmente desarrollada, no acusa la presencia de objetos que sólo pudieron ser descubiertos cuando los negativos fueron «quemados» por la hábil mano del fotógrafo. En algún libro mío he publicado pruebas gráficas de esto.

De lo dicho anteriormente podemos deducir que no necesitan un suelo para sostenerse ni un aire que respirar y por lo tanto no tienen necesidad de estar en ninguno de los lugares del planeta en que los hombres estamos, con nuestra materia y con nuestras cualidades físicas específicas.

Por otro lado, creo que no hay más remedio que admitir que algunos o quizás muchos de ellos, procedan de otras partes del Universo, siendo nuestro planeta solamente un lugar de paso o una residencia temporal, lo cual explicaría, por lo menos en parte, la falta de continuidad en muchas de sus actividades en nuestro planeta, y en concreto las grandes variaciones que vemos en sus intervenciones en la historia humana.

La ciencia y los Dioses

Algún lector se estará preguntando a estas alturas, de dónde hemos sacado nosotros esta peregrina idea de la existencia de semejantes seres. La ciencia no nos dice nada de ellos. Pero la ciencia tampoco nos dice nada de cosas tan importantes como el amor y la poesía, y en realidad sabe muy poco sobre ambas cosas.

Y la misma parapsicología académica, que es la ciencia que de alguna manera debería interesarse por la existencia de estos seres, tampoco nos dice nada de ellos y más bien rechaza su existencia cuando algún parapsicólogo audaz hace alguna sugerencia acerca de su posible presencia en algunos hechos paranormales.

Desgraciadamente así son las cosas debido a la esclerosis mental de muchos de los llamados científicos. Pero allá la ciencia y la psicología con sus prejuicios y con sus miopías.

«Amicus Plato, sed magis árnica veritas». La cruda verdad, por más inverosímil e incómoda que parezca, es que semejantes seres existen y de ellos tenemos testimonios en todos los escritos que la humanidad conserva desde que el hombre empezó a dejar constancia gráfica de lo que pensaba y veía.

Y de probarlo nos iremos ocupando a lo largo de estas páginas.

Los Dioses y las religiones

Pero si la megaciencia no dice oficialmente nada acerca de estos seres (porque extraoficialmente y en privado, muchos científicos de primera fila, dicen muchas cosas), la religión, —que es un aspecto importantísimo del pensamiento humano— dice muchísimas cosas y lleva diciéndolas desde hace muchos siglos. Y al decir religión, estoy diciendo todas las religiones sin excluir la religión cristiana.

En la mayoría de las religiones a estos seres se les llama «espíritus», de una manera general, aunque tengan variadísimos nombres, dependiendo de las diferentes religiones y dependiendo de los diferentes «espíritus».

Porque hay que tener presente que todas las religiones conocen las grandes diferencias que hay entre estos «espíritus».

Los griegos y romanos eran los que en cuanto a nomenclatura, más se acercaban a la realidad y les llamaban simplemente «Dioses», aunque reconocían que eran espíritus que podían adoptar formas corporales cuando les convenía y aunque por otra parte reconocían también a toda una serie de deidades o espíritus inferiores que estaban supeditados a estos «Dioses» mayores.

El cristianismo y los Dioses

El cristianismo, por más que nosotros creamos que está muy por encima de toda esta concepción politeísta, acepta también estos espíritus y de hecho nos está constantemente hablando de ellos en toda la Biblia y en todas las enseñanzas del magisterio cristiano a lo largo de muchos siglos. En el cristianismo se les llama «ángeles» o «demonios», se les atribuyen grandes poderes —de hecho a algunos de ellos nos los presenta la historia sagrada como rebelándose contra Dios— y se hacen grandes distinciones entre ellos.

Recordemos si no, la gradación que hay entre las diversas categorías de «ángeles»; arcángeles, ángeles, tronos, dominaciones, potestades, querubines, serafines… Todos estos nombres son una prueba de que la Iglesia tiene una idea muy concreta y muy definida de ellos. Y lo más curioso es que en la Biblia, al mismísimo Yahvé, en alguna ocasión, también se le llama «ángel».

Y para que vayamos desembarazándonos de muchas de las ingenuas ideas que nos han inculcado acerca de todo el mundo trascendente, tendremos que decir que estos «espíritus» no son todo lo buenos que nos habían dicho. De hecho la Santa Madre Iglesia siempre nos ha dicho de algunos de ellos —a los que llama demonios— que eran perversos, enemigos de Dios y amigos de apartar al hombre de los caminos del bien.

Pero lo que tenemos que saber es que la lucha que según la teología estalló entre los ángeles antes de que el mundo fuese creado (una lucha que convirtió a algunos ángeles en demonios) todavía continúa y las rivalidades entre los espíritus todavía no se han terminado, siendo todos ellos muy celosos de sus rangos y prerrogativas. En esto el cristianismo coincide con las otras mitologías.

Y otra cosa aún más importante que tenemos que tener en cuenta a la hora de juzgar a estos espíritus que nos presenta la Iglesia, es que el que en la Biblia se nos presenta no sólo como jefe de todos ellos sino como creador del Universo, no sólo no es creador del Universo sino que ni siquiera es superior ni diferente de otros «espíritus» que conocemos de otras religiones.

Sí reconocemos que es superior a los otros «ángeles» que nos presenta el cristianismo, pero no lo reconocemos superior a otros «Dioses» como Júpiter o Baal. En la misma Biblia tenemos pruebas de esto, si nos atenemos a lo que en ella leemos, y no le damos interpretaciones retorcidas contrarias a la letra del texto.

Ya me he hecho eco de esto en varios otros lugares y he citado este curiosísimo texto de la Biblia que, muy extrañamente, los exegetas pasan por alto sin apenas dignarse hacer ningún comentario acerca de él:

«Tomará Arón dos machos cabríos y echará suertes sobre ellos: una suerte por Yahvé y una suerte por Azazel. Y hará traer Arón el macho cabrío que le haya correspondido a Yahvé y lo degollará como expiación. Pero el macho cabrío que le haya correspondido a Azazel, lo soltará vivo en el desierto después de presentarlo ante Yahvé».

(Lev. 16, 5-10).

Yahvé, un Dios más

Yahvé, a pesar de que se presenta como el Dios supremo y único, reconoce la existencia de Azazel (que según una nota de la Biblia de Jerusalén, era el espíritu maligno que dominaba aquellas regiones desérticas) y no sólo eso, sino que le reconoce sus derechos y no quiere buscarse problemas con él, siendo esa la razón de que le ordene a Arón que suelte vivo el macho cabrío que le haya tocado en suerte a Azazel, para que éste haga con él lo que le plazca.

De no ser Yahvé un ser de la misma categoría que Azazel, no hay razón ninguna para explicarse su extraña conducta. Más adelante, cuando le echemos una mirada más de cerca al Yahvé del Pentateuco, nos convenceremos de que, poco más o menos, es como los Dioses de las demás religiones, que se manifestaban a los diferentes pueblos para dirigirlos y «protegerlos».

En esta lucha que los ángeles tuvieron entre sí y que la teología nos dice que culminó en la derrota de Luzbel, el gran triunfador resultó ser Yahvé, que a lo que parece, era el supremo jefe de esta facción de ángeles que en aquel momento estaban manifestándose en nuestro planeta. Naturalmente siendo nuestra teología de acuerdo a las enseñanzas de Yahvé en el Monte Sinaí (y en posteriores manifestaciones a lo largo de los siglos a diversos profetas y videntes), Luzbel tiene que aparecer como el malo y Yahvé como el bueno.

Pero usando nuestra cabeza, tal como hacemos para juzgar los hechos de la historia, en donde vemos que los vencedores describen todos los hechos en su favor y presentan a los vencidos como malos y perversos, podemos llegar a la conclusión de que no hay mucha diferencia entre estos dos personajes.

Y si Luzbel se comporta como se comportan los hombres (y muy probablemente se comporta de una manera parecida), es muy lógico que trate de tomar venganza de su vencedor y la mejor manera de hacerlo es tratando de restarle súbditos y de deshacer toda la obra que aquél haya pretendido hacer entre los hombres.

Mitología y Dioses

Las abundantes y diversísimas mitologías de todos los pueblos, que antaño se nos presentaron como fruto de la imaginación semi-infantil de los pueblos primitivos, poco a poco han ido ganando valor en los tiempos actuales, pues vemos en ellas ni más ni menos que el recuerdo, deformado por los siglos, de hechos sucedidos hace muchos miles de años.

Los antropólogos las estudian y las conocen muy bien, pero las enfocan desde un punto de vista prejuiciado, para explicar sus teorías. El estudioso de la nueva teología cósmica las estudia desde otro punto de vista completamente diferente y mucho más abarcador, sin dejarse atrapar ni por las teorías concebidas a priori de los antropólogos, ni por los dogmas obcecantes de cualquiera de las religiones que tienen aprisionadas las mentes de casi todos los habitantes de este planeta.

Los estudiosos de esta nueva teología tratan de esclarecer y corroborar estas mitologías cotejándolas con otros hechos con los que nos encontramos en la historia y con multitud de fenómenos con los que nos encontramos hoy día.

Lo que el estudio de estas mitologías va dando de sí, es que en la antigüedad remota y no tan remota (y muy pronto veremos que en nuestros mismos tiempos), seres que se decían celestiales, se les manifestaban a los asombrados habitantes de este planeta y les decían que ellos eran «Dioses» todopoderosos o, más audazmente, el Dios creador de todo el Universo.

Los primitivos terrícolas, con unos conocimientos muy rudimentarios de la naturaleza, asombrados, por una parte, ante la belleza de lo que contemplaban, y aterrorizados por otra, no dudaban un momento de que estaban realmente ante los señores del Universo y rendían sus mentes sin dudar, poniéndose incondicionalmente a su servicio.

Si esto hubiese sucedido con un solo pueblo, hubiésemos podido achacarlo a una variedad de causas; pero lo cierto es que este fenómeno de la manifestación de un «Dios» se ha dado en prácticamente todos los pueblos de los que tenemos historia escrita.

Colectivamente hablando, el fenómeno de la manifestación de un Dios, y hablando individualmente, el fenómeno de la «aparición» o «iluminación», son hechos que se han estado repitiendo constantemente en todas las latitudes, en todas las culturas y en todas las épocas a lo largo de los siglos. Más tarde, cuando describamos más a fondo la manera que los Dioses tienen de comunicarse con los hombres, hablaremos en concreto de estos fenómenos.

Pero tenemos que dejar sentado como un hecho histórico incuestionable, que absolutamente todos los pueblos sin excepción, han obedecido y adorado a algún «Dios», del que decían que —de una manera u otra— se había manifestado y comunicado con sus antepasados a los que había instruido en muchas cosas (frecuentemente en cómo curar las enfermedades o en otros secretos de la naturaleza), habiéndoles prometido protección si eran fieles a lo que él les dijese, o más en concreto, si seguían las normas de vida que él les dictaba.

¿Apariciones subjetivas?

Naturalmente aquí cabe discutir si estas creencias de todos los pueblos se debían a apariciones objetivas de estos seres «celestiales» o eran sencillamente una creación subjetiva debida a la religiosidad innata de los hombres de todos los tiempos. La ciencia oficial con psicólogos y psiquiatras al frente, nos dirá indefectiblemente que estas creencias se debían a esto último, y que tales apariciones o manifestaciones objetivas nunca tuvieron lugar.

Contrarios a ellos tenemos a los fanáticos religiosos (o simplemente a los creyentes fervorosos) que defienden —si hace falta con sus vidas— que la realidad objetiva de las apariciones y manifestaciones divinas de que les habla su santa religión, es incuestionable.

¿Quién está en la verdad?

Como muy bien sabe el lector, la verdad total no es patrimonio de nadie, y en este caso concreto así sucede exactamente. La ciencia tiene mucho derecho para decir que en infinidad de ocasiones lo que se presenta como «visión» es una pura alucinación, fruto de un psiquismo enfermizo; y que lo que se presenta como milagro —es decir como una prueba de la presencia inmediata o cuasi inmediata de Dios— no es más que el uso consciente o inconsciente por parte del taumaturgo, de una ley desconocida de la naturaleza.

Hasta aquí la parte de razón que tiene la ciencia oficial, que no es poca. Pero los religiosos también tienen su parte de razón. Su pecado consiste en distorsionar los hechos y en desorbitarlos, convirtiendo en verdades absolutas o universales lo que únicamente son fenómenos relativos, locales y temporales. En muchísimas ocasiones, el hecho de la visión o de la aparición ha sucedido objetivamente, pero no ha sido precisamente lo que los videntes han creído que era, o más exactamente, lo que les han hecho creer que era.

Aquí es donde entra en juego la acción engañosa de los Dioses. Esta acción deceptoria no sólo actúa inmediatamente y a corto plazo sobre los videntes y sus contemporáneos, sino que se extiende muchos años después, hasta los mismos científicos y la sociedad humana en general, haciéndoles creer que tales «visiones» son cosas puramente subjetivas, «mitológicas» y totalmente carentes de realidad.

Como podemos ver, el juego de los Dioses es doble:

a los testigos inmediatos los convierte en ardientes fanáticos (los pobres no tienen otro remedio después de haber visto y sentido lo que han visto y sentido)

al resto de la sociedad —y muy especialmente a la sociedad científica—, que no han sido testigos inmediatos, les produce un efecto totalmente opuesto, es decir les crea una especial y desproporcionada resistencia mental para admitir semejantes hechos como reales, por más que los veamos repetidos y documentados hasta la saciedad en todos los libros sagrados y profanos de todas las culturas y de todas las épocas

Las religiones —omnipresentes en toda la historia humana— son el resultado de tales hechos «imposibles».

Pruebas históricas

El objeto de este primer capítulo es precisamente el ir rompiendo esta especial dificultad que los hombres de esta sociedad tecnificada tenemos para admitir semejantes hechos, y es ayudar nos a admitir la posibilidad de que no seamos únicamente nos otros los habitantes inteligentes de este planeta.

Pues bien, en este particular, quiero poner al lector en contacto con un gran libro en el que encontrará pruebas históricas —cientos de documentos tan auténticos como aquéllos en los que fundamentamos nuestra historia— procedentes de todas las culturas y de todas las latitudes. Me refiero al libro de mi entrañable amigo A. Faber Kaiser titulado «Las nubes del engaño».

En él podrá ver que la mayor parte de los historiadores de la antigüedad han dejado testimonio escrito de la aparición o de la intervención en la historia humana de unos extraños personajes inteligentes no humanos que han llenado siempre de admiración a nuestros antepasados.

Naturalmente, el incrédulo seguirá pidiendo pruebas para cerciorarse de la existencia de semejantes seres inteligentes no humanos. Y se las proporcionaremos, o mejor dicho él mismo se las puede proporcionar, si se toma el trabajo, tal como dijimos unas líneas más arriba, de leer los repetidos y documentados testimonios que se encuentran en todos los libros sagrados y profanos de todas las culturas y de todas las épocas; y se convencerá de esta realidad, si reflexiona desapasionadamente acerca de los fundamentos doctrinales y de los orígenes de todas las religiones.

Tomemos por ejemplo los orígenes del cristianismo y despojémonos por unos instantes de nuestros sentimientos hacia él (ya que si no lo hacemos así, el afecto que sentimos hacia las creencias propias y de nuestros padres, nos impedirá examinarlas desapasionada y racionalmente).

Los diez mandamientos fundamentales de la religión cristiana, no sólo son el fruto de la aparición de uno de estos seres suprahumanos, sino que fueron entregados personalmente por él y nada menos que grabados en piedra, si es que hemos de creer a lo que por más de tres mil años ha venido enseñando el judeo-cristianismo.

En el libro más respetado en todo el mundo occidental, se nos dice que un ser llamado Yahvé se apareció en una nube desde la que se comunicaba con los humanos. Una nube que según leemos en el Pentateuco, hacía cosas muy extrañas para ser una nube normal. Este señor, al que acompañaban otros seres suprahumanos dotados de extraordinarios poderes (que por otro lado eran bastante parecidos en sus pasiones a los hombres y que con mucha frecuencia se inmiscuían abiertamente en sus vidas) estuvo apareciéndose de la misma manera durante varios siglos a todo el pueblo hebreo y de una manera personal a diversos individuos a los que les indicaba cuál era su voluntad específica en aquel momento.

Estos seres suprahumanos a los que nos referimos, se presentaban siempre como enviados por aquel ser que se presentó en el monte Sinaí; y el mismo Cristo —al que, como ya he dicho, consideramos no como uno de estos seres suprahumanos, sino como a un humano extraordinario— se presentó siempre como un enviado de aquel señor del Sinaí al que él llamaba su «padre».

Entrevista a Salvador Freixedo: El Jesuita rebelde

Entrevista a Salvador Freixedo: El Jesuita rebelde
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Por Manuel Carballal

El próximo 23 de abril, Salvador Freixedo cumplirá 80 años. Nacido en la población orensana de Carballo, a los 5 años su familia se instala en la capital de la provincia donde comienza sus estudios, siempre rodeado de un ambiente religioso. Párvulos, en la Monjas de San Vicente Paúl y Bachillerato en el Instituto Otero Pedra yo .
A los 16 años ingresa en la orden jesuita. Estudia Humanidades en la Universidad de Salamanca, Filosofía en la Universidad de Comillas, Teología en San Francisco, Ascética en Canadá y Psicología en las universidades de Los Ángeles y Nueva York.

En 1953 se ordena sacerdote en Santander y entonces comienza su trayectoria evangélica, ejerciendo el ministerio en diferentes países, lo que ha llevado a Salvador Freixedo a vivir en 12 naciones distintas.

En Cuba descubrió el cristianismo de clases, al concienciarse de que la orden jesuita tan sólo aceptaba alumnos de la élite social, mientras el pueblo llano sufría mil privaciones. Esto le llevó a escribir su primer libro 40 casos de Justicia Social. Examen de conciencia para cristianos distraídos . A causa de ese libro el dictador Fulgencio Batista invitó a Freixedo a salir del país.

De Cuba viaja a Puerto Rico, donde funda la casa de la Juventud Obrera Católica, que construye con sus propias manos. Allí escribe su libro más polémico: Mi Iglesia duerme , que desata el escándalo. Mientras en España los censores de Manuel Fraga , entonces Ministro de Información y Turismo, prohíben el libro. En Norteamérica y Sudamérica se desata una gran controversia.

El libro se convirtió en best-seller en muchos países, catapultando a Salvador Freixedo a las primeras páginas de todos los periódicos, y haciendo que llegase a editarse un LP y un single donde aparecía el sacerdote leyendo párrafos de su libro.

Tras el imparable escándalo de este libro, Salvador Freixedo decide dejar la orden de los Jesuitas y su vida como sacerdote, para concentrarse en la investigación de los milagros, los ovnis y los fenómenos paranormales.

Encuentro con un pensador del misterio
Manuel Carballal . – Salvador a veces te acusan de ser poco preciso con los datos, las fechas… ¿Significa eso que tus teorías tienen poco fundamento?

Salvador Freixedo. – Yo si no esta Magdalena (Se refiere a Magdalena del Amo , su esposa), me pierdo un poco. No me acuerdo de los nombres y fechas y siempre le pregunto como se llamaba el contactado tal o el investigador cual, y ella me lo recuerda, pero lo que yo he visto con estos ojos, y he experimentado durante todos estos años, esta ahí, y no puede cambiarlo nadie, aunque no me acuerde de una fecha de un caso.

MC. – Ahora, en esta época de tu vida, sé que estas prestando mucha atención a los círculos de las cosechas ¿es el misterio de moda?

SF. – Si, ahora están de moda. Se dice que es un fenómeno nuevo. Mentira. Es como los OVNIS, que dicen que empezaron en el 47. Falso. Han existido siempre, y con los círculos pasa igual. Ahora están apareciendo círculos en los sembrados, pero también en la nieve, en la arena, en las playas, etc. Explotó hace unos años, en Inglaterra, pero ya hace siglos que aparecían los círculos de las hadas, o círculos que se achacaban a los aquelarres… Siempre han existido. Ahora están en Alemania, en Suecia, hasta en Puerto Rico los he visto yo , aunque no tan complejos como los de Inglaterra.

MC. – ¿No te consideras un poco pesimista, al trasmitir con tu obra una poco esperanzadora visión sobre el libre albedrío del hombre? ¿Nos consideras tan manipulados por los dioses de los que hablas?

SF. – La humanidad, como rebaño, va a donde la lleven. En la horrenda historia humana sólo hay guerras, guerras y más guerras, causadas por lo dioses. Guerras estúpidas por culpa de las religiones, las fronteras, los idiomas, las razas… Ahora bien, cada individuo puede hacerse castillo, y mandar a hacer cósmicas puñetas a los dioses.

MC. – ¿Y tú como lo haces?

SF. – Pues yo , a mis ochenta años, que cumplo el 23 de abril, intento llevar una vida tranquila. Portarme decentemente con mis semejantes. Leyendo e informándome todo lo que puedo, y sin hacer el mal a nadie. Y sobre todo no me dejo “comer el coco” por nadie, ni de aquí ni del más allá. Yo siempre le digo a los contactados, que no entreguen su mente ni a Dios. Si se le aparece un ser y le dice que es Dios, que lo mande a hacer puñetas.

MC. – A pesar de que vivimos en la era de la informática, de Internet, a pesar de que tenemos miles de satélites en el espacio, e incluso alguna nave acercándose a los límites del sistema solar ¿tu continúas opinando que quedan muchos misterios para la ciencia?

SF. – Muchos. Apenas sabemos nada. Mira, uno de mis pasatiempos favoritos, y muy íntimo, en verano porque en invierno no puede ser, es tumbarme en la hierba por la noche, y mirar al cielo. Cuando los perros me dejan, porque enseguida, al verme así, vienen a lamerme y tengo que apartarlos. Pues me echo mirando al cielo, y me imagino que esa bóveda celeste, inmensa, es artificial y que alguien la ha hecho, como esas enormes pistas de hielo cubiertas que he visto en EEUU. Y si ya me maravillo con algunas obras arquitectónicas de la tierra, pues imagina como me siento viendo eso. Y entonces viendo esos miles de estrellas y constelaciones, empiezo a dudar de que todo esto sea real. A veces pienso que vivimos en una especie de holograma proyectado por alguien, y que nosotros mismos somos un holograma. El cosmos en un misterio lleno de misterios.

MC. – Ahora que vivimos los conflictos entre católicos y protestantes en Irlanda, el conflicto entre palestinos y judíos en Israel, la crisis entre cristianos y musulmanes tras el 11-S… ¿las religiones siguen siendo la principal causa de muerte en el mundo?

SF. – Las religiones han sido la mejor estrategia de los dioses para dividirnos. Pero yo creo que allá arriba pasa como aquí abajo. Unos quieren que nos peleemos y otros quieren que nos amemos, porque yo creo que los mismos dioses están enfrentados entre ellos. Y dice un proverbio que cuando dos elefantes se pelean, mueren muchas hormigas. Yo recibo todos los libros de OVNIS que se publican en EEUU, y ahora los más interesantes son los que hablan de la “guerra en los cielos”. Muchos ufólogos americanos hablan de casos en que se han visto enfrentamientos de OVNIS, como si allá arriba hubiese una guerra, igual que las que nosotros tenemos aquí por culpa de esos mismos dioses que se inventaron las religiones.

MC. – Hablando de Dios y los dioses. ¿Cómo fue la evolución de tu forma de entender los milagros, desde el Freixedo sacerdote al Freixedo investigador de lo paranormal?

SF. – Milagro es como la iglesia llama a los fenómenos paranormales. Ellos creen que es el dedo de Dios el que está detrás de las leyes naturales, rompiéndolas con el milagro, porque es el que las hizo. Pero a eso la parapsicología les llama hechos paranormales, y no hay que acudir a Dios. Aunque algunas veces hay que acudir a los dioses, porque hacen cosas que ya están más allá de la mente humana. Para mi los milagros han sido siempre un tema interesantísimo, porque son una ventana a algo que está detrás. Sobretodo cuando ves que no solo hay milagros en el cristianismo, como yo creía antes, sino que están en todas las religiones.

MC. – ¿Pero hay milagros exclusivos de una religión, o son todos universales?

SF. – Están en todos lados, lo que pasa es que la gente no sabe. Los cristianos tenemos los estigmas, por ejemplo, pero yo cuando leí que había místicos musulmanes, que tenían los estigmas de Mahoma, ya empecé a sospechar. Tu acuérdate por ejemplo de aquella celebre batalla que a los cristianos se les aparecía Santiago en su caballo blanco, y leña contra los moros, y al mismo tiempo se les aparece Mahoma a los musulmanes, y leña contra los cristianos, y así, todos a matarse. Para eso les valió el milagro a aquellos pobres demonios manipulados por sus dioses.

MC. – En una de las cosas en que coinciden todas las religiones es en que esta vida no es el fin, y tras la muerte existe algo más. ¿Tu crees en el más allá? Y si es así ¿Cómo te lo imaginas?

SF. – Este es mi tema clave ahora, aunque de esto no puedo hablar delante de mi mujer porque se preocupa. Tengo ya 80 años, sé que ya estoy cerca de cambiar de piso, y a estas alturas ya en cualquier momento te vas para el otro lado. Y todavía hay gente que está atontada con Gran Hermano, y con el fútbol. A mi eso ya no me interesa, estoy interesado en lo que hay después. Porque creo que hay mucha gente que muere, y está tan desubicada que no sabe donde está. Y otros tienen que volver, tienen que reencarnar por imbéciles, porque han desperdiciado la vida con tonterías.

Ahora colecciono libros sobre el más allá, y hay algunos interesantísimos. Creo firmemente en un más allá, aunque creo que no es igual para todos. Porque sino nada de esto tendría sentido. Pero no se como es, ni yo ni nadie, y el que diga que lo sabe esta diciendo tonterías. No tenemos ni idea. Creo que para ese tránsito hay que prepararse. Hay que tener la mente enfocada a eso para que cuando llegue el momento sepas donde estás y no te quedes atrás.

MC. – Hablando del más allá, ¿Por qué no existen ahora grandes médium de efectos físicos como existían a principios del siglo pasado? ¿Por qué no hay una Eusapia Paladino , un Daniel Douglas Homme , una Florence Cook ?

SF. – Sí los hay. Yo he visto en Brasil cosas increíbles. He visto aparecer fantasmas, a médiums hacer operaciones psíquicas espectaculares. Sí hay médiums, no tantos como antes, pero los hay. Como Pachita , por ejemplo.

Cuando yo llegaba a su casa me saludaba, que tal padrecito, y se ponía una especie de casulla y unas estolas, y empezaba a pasar gente. Ella decía, ya esta aquí el hermanito. El hermanito era Cuautemoc , el último emperador azteca, y era el que ella decía que le poseía.

Decía, ya esta aquí, y entonces cerraba los ojos y empezaba a dar cuchilladas arriba y abajo, y operaba siempre con los ojos cerrados. Era una cosa increíble. Yo he mismo he metido el cuchillo en un enfermo con ella. Yo he operado. Como no voy a decir que hay grandes médiums aún.

MC. – Pero también hay un lado oscuro en estos temas ¿no?

SF. – Claro. He visto aparecer un fantasma, con un senador, no me acuerdo del nombre, que cada vez que aparecía lo hacía con un estruendo terrible. Veía que aquel hombre casi se moría del miedo. Y he visto suicidios, o contactados que han acabado locos.

No, no le recomiendo a nadie que se meta en estos asuntos si no esta muy equilibrado y tiene la cabeza muy bien amueblada.

MC. – ¿Y las apariciones marianas?

SF. – Otro juego de los dioses. Mira me acuerdo un día que estaba con la inefable Pitita Ridruejo en el Escorial, con Amparo , la vidente. Y resulta que llevaron a dos budistas, de estos con el manto naranja, para que vieran el milagro de la virgen.

Estábamos allí cuando apareció la Virgen con el perfume a rosas y todo eso. Y cuando acabó todo se fueron hacia aquellos dos monjes budistas, pensando que los habían convertido ya al ver todos el milagro de la aparición y ellos muy tranquilos dijeron, no, son Devas manifestándose.

Porque en su religión tienen a los Devas y los Ashuras, como nosotros tenemos a los ángeles, los musulmanes a los Jinas y todo eso. Todo es lo mismo.

Yo nací en una familia religiosa. Mi hermano era jesuita, mi hermana era monja, un hermano de mi padre fue cura, mi padre casi llego a ordenarse, mi madre tenía dos hermanas monjas, y ella era mas monja que sus hermanas, mi primo Darío era jesuita… con una familia así, nací ya destinado.

A los 16 años entré en los jesuitas, y en los dos años de noviciado me dieron ese lavado mental bárbaro que te dan. Aún hay días que sueño con sotanas, todavía.

Treinta días de ejercicios espirituales, sin hablar con nadie, rezando y rezando. Una cosa tremenda.

Y en 1947, cuando llegue al puerto de Nueva York dije, esto es otro mundo. Y después en La Habana, cuando empecé a trabajar con la gente, empecé a pensar por mi mismo, y a deducir que las cosas no eran como me habían enseñado en el seminario. Pero yo se lo debo todo a los OVNIS, porque gracias a ellos empecé a usar mi mente y a ser libre para escoger lo que quería creer, cosa que no había podido hacer antes. Y el día que llegué a la conclusión de que el fenómeno OVNI era real, ese día se me cayó el mundo encima y empecé a replanteármelo todo. ¿Estos seres creen en Jesucristo? ¿Están o no redimidos? ¿Tienen un infierno?… y con esas preguntas internas fui evolucionando.

MC. – ¿Realmente es posible la autocrítica espiritual?

SF. – Mi primer libro fue 40 casos de injusticia social , pero en ese libro yo aun defendía la doctrina social de la Iglesia de León XIII , y con ese libro me echó Batista de Cuba, y me mandaron para Puerto Rico. Ahí es donde escribí Mi Iglesia Duerme , y ahí es donde se armó el escándalo y me dijeron mejor que te marches, porque esto ya no esta bien.

Y me fui. Entonces escribí El cristianismo un mito más , que fue como reafirmarme en mi crítica a la Iglesia, y después ya empecé a escribir sobre OVNIS y parapsicología. Hasta hoy.

MC. – ¿Tu crees que igual que el cristianismo no hace justicia, me refiero a justicia social, a Jesús de Nazaret , no puede ocurrir lo mismo con los otros fundadores de religiones?

SF. – Igual. Mira, cuando se murió Mahoma se dividieron en chiítas y sunitas, que no se pueden ver. Se murió Buda y se partieron en la doctrina mahayana e hinayan. Se murió el fundador, y en todas las religiones empiezan las peleas por el poder, y se pierde el mensaje de su creador.

MC. – ¿Cómo haces parta tener las ideas tan claras y tanta lucidez, leyendo tantos libros al día, dando conferencias, participando en congresos, programas de radio y televisión…? ¿No sufres ningún tipo de desgaste mental?

SF. – Yo, para ejercitar la memoria que a mi edad ya empieza a fallar un poco, me aprendo de memoria poesías. O voy traduciendo al inglés mentalmente, cuando alguien está hablando. Porque la mente hay que ejercitarla como el cuerpo. Y no pienso entregársela a los dioses, sin plantarles batalla…

Que es el arte

Les dejo también esto de Salvador Freixedo, del libro “Los hijos de la Nueva Era”

CAPÍTULO 10

¿QUÉ ES ARTE?

Hoy día se le llama arte a cualquier cosa y estamos en una época en que verdaderos mamarrachos son considerados obras de gran valor artístico. El arte esperpéntico está de moda y, por desgracia, no faltan millones de papanatas que están dispuestos a admirarlos y a comprarlos.

Nos damos cuenta de que con el paso del tiempo y con la sofisticación de las técnicas, la imaginación humana es capaz de construir formas y manifestaciones nuevas que hasta ahora, o la naturaleza no nos había brindado, o no las habíamos imaginado. Pero no todo lo nuevo y todo lo original que se le ocurra a una imaginación calenturienta tiene necesariamente que ser considerado artístico. Hay creaciones nuevas que son auténticos adefesios, por muy famoso que sea su autor y por mucho que sean promocionadas por los medios de comunicación. Y por desgracia esto es lo que está sucediendo en gran medida. Verdaderos bodrios de todos los tipos son creados continuamente, y como el mundo del arte ha caído en manos de comerciantes, éstos saben muy bien cómo darlos a conocer a una gran cantidad de personas y cómo promocionarlos de una manera convincente de modo que se vendan y produzcan dinero que, en definitiva, es lo único que se busca con las pretendidas obras de arte.

Insistimos en que sabemos diferenciar muy bien entre un impresionista, verdadero creador de arte, y un mamarrachero, por mucha fama que haya adquirido y por mucho que se coticen sus cuadros. Sabemos que el arte no está precisamente en imitar a la naturaleza -aunque también en eso puede haber arte- sino en hacer vibrar el alma, por el método que sea, produciendo en ella sentimientos profundos y nuevos.

LA CREACIÓN DEL ARTE

El arte se crea de muchas maneras: se crea a través de formas plásticas utilizando cualquier material. El papel, el barro, el lienzo, la madera, el metal o la piedra son aptos para concretar formas bellas, que pueden ser pinturas, dibujos o esculturas de formas simples que nos sugieran algo con lo que el alma se siente en armonía. El arte se crea también mediante sonidos producidos de mil maneras diferentes; mediante ideas que logran hacer vibrar el alma de una manera especial y hasta mediante movimientos elegantes: arte es cualquier cosa que nos estremezca el alma y que la ponga en armonía con lo mejor y más profundo de nosotros mismos y con lo más elevado de la naturaleza y el universo. El sentimiento del arte refina el alma y la hace más permeable a la belleza infinita del cosmos. La hace más sensible hacia los sentimientos de los demás hombres y la prepara para futuras etapas de evolución.

Hay que reconocer que lo artístico es un concepto y un sentimiento bastante subjetivo, y que puede haber cosas que a alguien le parezcan artísticas mientras que otro las encuentre totalmente vulgares. Pero hay “creaciones” que son esperpentos desde cualquier punto que se las mire.

ARTE VERDADERO Y ARTE FALSO

Lo que resulta completamente despreciable es alabar como artístico algo que uno considera que no lo es, únicamente porque los críticos o la gente dice que es artístico. En eso deberíamos ser totalmente sinceros y rebelarnos contra las manipulaciones de los que quieren que comulguemos con ruedas de molino. En nuestra sociedad, tal como dijimos, hay muchas, -cuadros, esculturas, películas, músicas- que son auténticos engendros de mal gusto y que, sin embargo, son alabadas como obras de arte. Con frecuencia entra uno en oficinas, hoteles o despachos en donde cuelgan de las paredes pinturas, grabados o collages que son auténticas mamarrachadas con las que parece que alguien quiso reírse del que cometió el pecado de comprarlas. Y en esto tenemos que ser valientes y llamar mamarracheros a famosísimos pintores, a escultores laureados, a poetas ininteligibles que da la impresión de que crearon o escribieron sólo para sí mismos, y a músicas multitudinarias que son no sólo un agravio para el oído, sino una vejación para el espíritu.

Los medios masivos de comunicación, entre sus muchos pecados, cometen con frecuencia el de alabar o fomentar obras estrafalarias presentándolas como artísticas, y como en nuestra sociedad el número de “marías” y de borregos es infinito y, por el contrario, el número de personas con capacidad de análisis y de criterio propio es infinitamente menor, sucede que las bazofias así celebradas en los medios de comunicación, son vendidas profusamente a pesar de su escaso valor. Un ejemplo de esto son algunos de los famosos premios literarios concedidos y entregados con bombo y platillo. La gente no sabe los vergonzosos chanchullos que tras bastidores se cometen con tales condecoraciones. Pero basta que los medios de comunicación anuncien quién ha sido el ganador, para que una nube de ingenuos se lance con frenesí a comprar las obras del galardonado, como si se tratasen de libros sagrados.

¿Dónde queda el verdadero arte en todo este tajureo? El pseudoarte, convertido en pesos, va a engrosar la cuenta del editor o de los promotores de la obra premiada.

(…)

Da pena ver cómo se cotizan algunos mamarrachos de Picasso, Klee, Modigliani, Miró o Tapiès, por poner sólo algunos ejemplos entre cientos. Si se hace como una inversión, sabiendo que siempre va a haber papanatas y nuevos ricos que los vana a pagar muy bien, no es mala idea. Pero lo triste y lo indignante es que los omnisapientes críticos pretenden convencernos de que aquellos adefesios son obras de arte.

El hijo de la Nueva Era debe ser valiente para rebelarse contra las estupideces, y sincero a la hora de manifestar la mala impresión que le producen. Y eso a pesar de todo lo que digan los omnisapientes críticos interesados. Pero dejemos lo que no es arte y fijémonos en lo que sí lo es, y digamos por qué debemos abrir nuestras vidas de par en par al arte.

Como ya dijimos, éste eleva el alma, la hace vibrar y la prepara para conectarse con lo mejor del mundo, con el plano de las ideas y con el reino del espíritu.

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