Pueblos indigenas europeos-53

  Bienvenidos al Mundo de las Vibraciones

Introducción

Todas las substancias de la Naturaleza, Vibran, cada una de ellas tiene su propia energía que irradia hacia lo físico, resultando la Causa y el Efecto, es decir, cada sustancia cumple diversas funciones – consecuencias ( efectos ).

También encontramos por su forma, color, substancia que reflejan 3 energías distintas y en su conjunto la Vibración especifica.

Por ello en la diversidad hallamos que se atraen, se repelen y son indiferentes, así sucede con las personas y cosas.

En la Naturaleza no existe lo bueno o lo malo, sino el uso y fin que hagamos de ellas

Por Ejemplo: en las plantas, hierbas, frutos, flores hallamos para : alimentarnos, para oler, para decorar, para disfrutar, para armonizar, y siempre lo que es bueno para uno es malo para otro y así recíprocamente, por todo ello no existe la ultima palabra.

Lo importante es lo que sentimos, percibimos y lo que aspiramos y hallando lo que necesitamos, lo que complementamos, lo que nos resulta afín y armónico

Retazo (diversas fuentes)-52

ALQUIMIA, su simbolismo

A partir de este número de la Revista, comenzaremos, mediante entregas mensuales, la publicación del libro: EL HOMBRE: POTENCIA ALQUIMICA. El proceso de convertir Plomo en Oro. El desarrollo de la energía y la fuerza interior.

CAPITULO UNO: Alquimia, su simbolismo

En diversos libros se utiliza el término “Alquimia”. Éste, nos evoca de inmediato a la más científica de las operaciones medievales: el proceso de convertir Plomo en Oro.
La Alquimia era una ciencia. Un gran árbol del cual nació una rama que se transformó luego en la química actual.
Muchas personas creen, equivocadamente, que de ese árbol de la ciencia alquímica quedó únicamente esta rama: la química. La verdad es que el árbol alquímico sigue en pie, y proyecta su hermoso follaje protector, junto a sus mejores frutos.
Esta ciencia alquímica fue desarrollada intensamente por los antiguos Alquimistas de la Edad Media. Ellos sabían que todos los metales poseían una estructura básica modificable, y que en consecuencia podían ser transformados unos en otros. Su obsesión en realidad era más amplia: buscaban transformar lo inferior en algo superior.
Se dice que pretendían transmutar el Plomo en Oro, también se dice que buscaban encontrar el elixir de la larga vida y de la eterna juventud.
Es que en sus escritos aparecían repetidas referencias al “Oro Alquímico”, el cual decían, era el resultado final de lentas operaciones efectuadas en el laboratorio alquímico. Explicaban que para realizar el proceso se necesitaba un Athanor, un Fuego especial y la Piedra filosofal. El resultado era la Transmutación del Plomo en Oro.
Muchas personas, se burlaban de sus esfuerzos, otras, en su avaricia, esperaban en vano ver materializarse el “Oro”, que los sacaría de su pobreza para convertirlos en ricos.
Otros afirmaban que detrás de estas investigaciones se encontraba un proceso iniciático, en el cual la palabra “alquimia” hacía referencia a la Gran Obra Hermética.
Que esa alquimia era la faz concreta, material; la aplicación de los grandes conocimientos herméticos. Se trataba en consecuencia de un “arte real”.
Por esto la Alquimia, afirmaban, no era una de las armas del esoterismo, era su llave maestra o su Piedra Angular.
Pero detengamos un segundo nuestra lectura, y reconozcamos que es difícil creer que detrás de tantas palabras extrañas, sin sentido, pueda existir un profundo conocimiento. Son palabras que carecen de significado práctico para nosotros. Nos parece casi inútil seguir indagando.
Entonces podríamos, como otros muchos lo hicieron en la antigüedad, burlarnos de los alquímicos y de su obra.
La burla nos alejaría del estudio de la Alquimia. Eso era lo que buscaban estos grandes sabios: alejar al que no estaba listo para conocer.
Buscaban ocultar el conocimiento. Algo aparentemente contradictorio, pues sabemos que los sabios buscan divulgarlo, sabemos que es una tradición poner el nombre del descubridor al nuevo descubrimiento.
Pero en la Alquimia, nadie le daba la paternidad a los descubrimientos. No había nombres para identificar al nuevo conocimiento. La excepción era Hermes Trismegisto, del cual deriva la palabra hermético, utilizada como sinónimos de secreto. No había “descubrimientos” a divulgar a la sociedad, sino todo lo contrario se “cubría”, se tapaba lo que se encontraba.
Los alquimistas nunca dijeron en forma directa qué buscaban, ni lo que encontraron.
Sabían que existía en el conocimiento Alquímico un gran poder, y como todo poder temían que si caía en manos de personas carentes de una integridad personal, podía dañar en vez de ayudar. Buscaban evitar el abuso de los impuros y proteger sus prácticas. Evitar en definitiva que llegara a las malas personas. Pero, no solo temían a éstas, entendían que también era necesario proteger los enseñamientos secretos de la compresión del vulgo, que también podían usarlos indebidamente.
Afirmaban: “Aurum nostrum nom est aurum vulgi” (Nuestro oro no es del vulgo).
Por esta razón las fórmulas originales fueron ocultadas en un lenguaje simbólico, críptico, a fin de protegerlas.
De este modo encriptado el conocimiento mediante ese lenguaje, lo dijeron, lo escribieron, lo comunicaron, lo transmitieron. Este era el lenguaje metafísico por excelencia, pues además tenía otra ventaja, permitía utilizar el pensamiento analógico. Sabían que los símbolos, dada su capacidad mediadora entre el mundo sensible y el intelectual, permitían comunicar un conocimiento a distintos niveles de comprensión al mismo tiempo.

EL “PARA QUE” DE LA GRAN OBRA: EL SOL RADIANTE

Los tiempos han cambiado, y estamos en una época donde el conocimiento secreto, se ha hecho público. Ya no es factible esconderlo de las manos carentes de una integridad personal, y vemos a diario como personas sin formación pueden leerlo libremente.
El desafío ahora es otro, no ya buscar símbolos cada vez más sofisticados para ocultarlo, sino develar el conocimiento, ponerlo en las manos de las personas de buen corazón, que buscan el bienestar general.
El Oro, esa sustancia que se encuentra en las profundidades de la tierra, tiene ahora que actuar como un Sol, para irradiar luz donde haya oscuridad, calor donde exista el frío. De este modo las personas usarán el conocimiento tanto para su crecimiento personal, como para servir a otros.
En un mundo cargado de malvados, dispuestos a robar a aquellos que se encuentran en el camino de su viaje interior hacia su propia Tierra Santa, necesitamos nuevos “cruzados”. No se trata de preparar las almas de los hombres para la vida eterna; eso es incumbencia de la Religión. El “religare” del hombre con Dios es su territorio.
El desafío alquímico consiste en la Transmutación del hombre durante esta vida con la finalidad manifiesta de irradiar la luz de su nuevo ser en este mundo. Por ello la Alquimia es un proceso de Transmutación complementario a las indicaciones de pureza espiritual propuestas por Cristo.
El “para qué” de la Alquimia, su objetivo, su meta, es entonces convertirse en un Sol Radiante.

EL MARCO DE REFERENCIA

Para definir el marco de referencia dentro del cual avanzaremos en el conocimiento y antes de adentrarnos en los símbolos básicos digamos entonces que: la Alquimia es el proceso de la Transmutación del ser humano en algo más perfecto, por la exploración y desarrollo del potencial contenido en su naturaleza, y con el fin de manifestar ese poder transformador en este mundo, como expresión de amor a la humanidad.

EL ENORME PODER

Este conocimiento alquímico comprende un saber teórico, asimilable por nuestra mente conciente, y un saber vivencial, que llegando directamente a nuestra alma, enciende el Fuego interior. Se trata de moverse en dos direcciones al mismo tiempo: una en sentido horizontal, dentro de este mundo terreno, esa será apoyada en el saber teórico y nuestra aliada será nuestra mente consciente.
La otra dirección será en sentido vertical, buscando la conexión de lo terreno con lo superior, nuestros aliados se encuentran en los niveles más profundos de nuestro ser.
Nos dirigiremos primeramente a nuestra mente consciente para que nos permita ingresar a esos niveles más profundos de nuestro ser. De ese modo, podremos ponernos en contacto con nuestra gran fuerza interior, y desde allí, empezar nuestra Transmutación.
En eso consiste la Gran Obra: transmutarnos. A partir de ahora cada vez que usemos el término “la Gran Obra”, estaremos haciendo referencia al trabajo Alquímico, el trabajo de transformación interior, algo totalmente vivencial con un tremendo poder.
Pero, ¿por qué tanta insistencia en un “tremendo poder”?.
Es que sin él no podríamos concretar un objetivo a alcanzar tan inmenso, tan difícil.
No se trata ya de transformar lo externo, de transformar a los otros: a la familia, a los amigos, al mundo entero.
Se trata de que tú te transformes. Tú eres aquello que debe cambiar, para que el mundo cambie.
¿Cómo podrías encarar la Transmutación de lo más difícil, tú mismo, sin tener a tu disposición un poder tremendo?.
Algunos creyeron que ese poder tremendo se encontraba en el conocimiento teórico, en el SABER: buscaban la Piedra filosofal.
En la Gran Obra el conocimiento teórico es un elemento imprescindible de la Transmutación alquímica. ¿Cómo podríamos encarar la Gran Obra sin saber cuáles son las “reglas del arte”?. Pero no es un elemento suficiente. El conocimiento teórico es un requisito previo para entender la Gran Obra, y no el fin del camino.
Desde el siglo pasado, los nuevos enfoques de la psicología Jungiana, como así también de otros estudios volcados en infinidad de libros, hizo posible que a nivel teórico este conocimiento se divulgara masivamente, fragmentado, y muchas veces distorsionado. El conocimiento estaba limitado por el propio marco de referencia de cada autor, que buscaba hacer coincidir el conocimiento Alquímico con sus teorías. Construían de ese modo verdaderos lechos de Procustro, en los cuales si la persona que se acostaba era más larga que la cama, no se buscaba cambiar la cama, sino cortarle las extremidades a la persona. Así hicieron con el conocimiento Alquímico, le cortaron las partes que no coincidían con sus teorías, lo fragmentaron, lo dejaron reducido a una expresión sin vida.
Existen así, infinidad de personas en grado de recitar casi de memoria este conocimiento parcial. Lo tienen en la mente, en su memoria, pero nunca se han permitido llevarlo a la profundidad de su ser y de ese modo comenzar a vivir la Alquimia, sentir el inmenso poder. Algunos de ellos encontraron la Piedra filosofal, pero en vez de utilizarla para realizar la Gran Obra, se limitaron a adorarla como un nuevo Dios.
Otros creyeron, en su vanidad, que el tremendo Poder consistía en poseer el Oro, convertirse en “Oro”. Algunos obtuvieron ese “Oro”, pero careciendo de un “para qué” lo habían materializado, se limitaron a convertirse en Pavos Reales que mostraban sus hermosas plumas para su propio placer.
Otros consideraron que el Tremendo Poder residía en el Athanor, por esto enfocaron su trabajo principal en preparar del mejor modo posible el Athanor, o sea el horno alquímico, nuestro ser. Fracasaron también ellos. ¿Para qué sirve un Athanor sin Fuego que lo alimente?.
Finalmente unas palabras para aquellos que se dedicaron a adorar el Fuego interior. Creyeron, que éste era la clave. Desarrollaron infinidad de técnicas para incrementar ese Fuego. Pensaban que por sí sola esta llama iba a transformarlos, a purificarlos. Y así aplicaron el Fuego interior a un Athanor en mal estado de funcionamiento, sin darse cuenta que podía destruirlos. Por supuesto que se quemaron junto a su propia obra.
El Fuego interior es imprescindible, sin él no hay posibilidad de realizar la Gran Obra. Este Fuego deberá entonces encenderse y desarrollarse sin perder de vista en ningún momento los demás elementos básicos que la componen y lo convierten en un verdadero Sistema Transmutador.
Daremos, todas las indicaciones posibles para que, a medida que se absorba el conocimiento de la Piedra Filosofal, y se vaya construyendo el Athanor, se encienda el Fuego interior. Podrá iniciarse así la Transmutación y la Gran Obra estará en marcha. Las otras indicaciones, las que únicamente pueden ser dadas en una relación personal directa, las daremos en encuentros vivenciales a los aspirantes a Alquimistas.

SIMBOLOS BÁSICOS

Para dejar de ver a la ciencia Alquímica como un conjunto de símbolos metafísicos y abstractos es que nos adentramos en los siguientes capítulos en el conocimiento del hombre: potencia alquímica. Para ello analizaremos los símbolos básicos, o sea los actores que intervienen en la Gran Obra. Ellos son:
– Plomo
– Oro
– Transmutación
– Athanor
– Fuego
– Piedra filosofal
Estos símbolos, forman los elementos de un gran sistema. Esto implica que la falta de uno de ellos impide el funcionamiento del proceso. Tengamos siempre presente que se trata de un Sistema Transmutador, donde todos los elementos trabajan en conjunto para provocar un efecto sinérgico

Notas del camino rojo (danza del sol)-51

Existen en Concentraciones para quemar pueden ser Hierbas puras o mezclas, son de mayor rendimiento, simples de utilizar, también en formulas ALQUIMICAS de Línea Esotérica Tradicional por Ej.: basadas en Formulas de: Gerard Encausse ( Papus ) Orden Martinista

Hay SIETE ACEITES o SAHUMERIOS NATURALES PUROS o COMBINADOS

Se basan en la FILOSOFIA HERMÉTICA, principalmente en la LEY DE CORRESPONDENCIA.

Cada Hierba, Resina, Flor, tiene una o varias CORRESPONDENCIAS* y sus REGENCIAS, CUALIDADES PLANETARIAS.

Fluido del Sol: Especial para emprendimientos, vitalidad, estado general psico – físico profesionales, dirigentes políticos, brillantez, anti – estrés, desbloqueante.

Luna : Especial para la armonía del Hogar , estabilizador emocional , las reconciliaciones, la gastronomía, las emociones, estabilizador en general.

Marte : Especial para la revitalización, la voluntad , lo sexual, antidepresivo, Incentivo, metalurgia, automotriz, medicina cirugía, y deportes.

Mercurio : Especial para lo psíquico, el estudio, memorizar, relajante, la comunicación, oficinas, publicidad, activa las ventas, escritores, editoriales, despeje psíquico.

Júpiter : Especial para el optimismo, ímpetu , anti – depresivo, asuntos jurídicos abogacía, empresas, reuniones, negociaciones, dialogo, intercambio.

Venus : Especial para los sentimientos y en las emociones, unificaciones, reconciliaciones en general, acuerdos, rubro femenino en general, hogar, relajante, unificador

Saturno : Especial para la contemplación y la meditación, paciencia, constancia estabilizador en general revitalizante, despeje psíquico.

Fluido Alquímico Universal* – Es la combinación Armónica de los Siete Fluidos Principales ( Planetaria ) que puede ser utilizado en todo ámbito para múltiples necesidades , además puede combinarse con otros fluidos para intensificar los Efectos correspondientes.

UTILIZACION : Los Fluidos Alquímicos*, son altas concentraciones naturales que otorgan la intensa vibración aromática acorde a los efectos deseados, además se pueden combinar con otros líquidos, hierbas, resinas, etc., también se los puede utilizar libremente en todo tipo de ritual ya sea mágico religioso del operador adaptándolo a sus necesidades como ser Ejemplo :

Magnetización Velas, Talismanes e Instrumentos, etc.

Resistencia indigena (diversos post) III-50

Consiste Solución compuesta de diversas hierbas en forma concentrada resultando el Aroma Equilibrado, tiene diversos fines como ser: vaporizador y / o limpieza de ambientes, en el baño de descarga, etc.

El uso es externo y practico, de alto rendimiento, también si lo desea hay diversas formulas o puede armar su propia formula a su afinidad, resultando de esta manera exclusiva.

También se puede adaptar a ciertos perfumes de uso personal

Resistencia indigena (diversos post) II-49

Las plantas aromáticas inciden en el olfato hacia el cerebro respondiendo diversas reacciones anímicas y bioquímicas.

Por Ejemplo:

Sentimos olor a Jazmín da la sensación de optimismo y alegría

Sentimos olor a Clavel da la sensación de suavidad y tranquiliza

Y así sucesivamente.

Cada planta, flor, resina, con sus aromas resultan diversas reacciones y efectos acorde a las necesidades.

También se puede realizar diversas combinaciones armónicas resultando: única fragancia.

Esto se denomina sahumerio ( no varilla, sino mezcla).

Es necesario conocer las cualidades de cada planta, resina, flor.

Incienso : revitalizante, despeje mental , clarificador, relajante ideal en la meditación, estabilizador emocional.

Estoraque : suavizante y unificador atrae gente, relaja es sensual y activa lo sexual, armonizante emocional, sensual, unifica, para el amor

Ámbar : revitalizante en lo anímico, anti estrés, estabiliza en general.

Jazmín: estimulante anímico, anti depresivo, unificador

Patchouli : la meditación, estabilizador, lo sensual.

Frutilla : los afectos y emociones, unifica y relaja, anti estrés.

Pino : refrescante, revitalizante, despeja la psiquis.

Eucaliptus : anti estresante, refrescante clarifica y optimiza.

Violeta : suaviza, relaja, unifica y estabiliza anímicamente

Lavanda : revitalizante, refrescante, despeje psíquico

Y hay algo interesante si Ud. quema cada una de ellas, concéntrese y comprobara los cambios anímicos, las variadas sensaciones, etc.

La Lista mencionada existe en ACEITE ESENCIAL NATURAL, que nosotros elaboramos y se puede comprobar.

Dicho aceite que puede ser de: Rosas, Mirra, etc., se quema en carbones que es diferente del ACEITE ESENCIAL PARA HORNILLO.

De ahí la diferencia del ACEITE ESENCIAL NATURAL, también si Ud. tiene una Hierba aromática, nosotros la convertimos en ACEITE NATURAL.

Después nos quedarían los ACEITES ESENCIALES PARA HORNILLO, generalmente es 50 % natural y 50% artificial, lo cual se distingue de ambas maneras.

También produce efectos ya que posee sus propias Vibraciones con sus resultados correspondientes.

RE: Resistencia indigena (diversos post)

Para el occidental, y sin duda para la mayoría de los no musulmanes,
Cristo y Buda representan perfecciones inmediatamente inteligibles y convincentes, lo que refleja, por lo demás, el ternario vivekanandiano –inaceptable por varias razones– “Jesús, Buda, Ramakrishna”; (1) por el contrario, el Profeta del Islam parece complejo y desigual y apenas se impone como símbolo fuera de su universo tradicional. La razón de ello es que, contrariamente a lo que ocurre con Buda y Cristo, su realidad espiritual se recubre de ciertos velos humanos y terrenos, y esto a causa de su función de legislador “para este mundo”. De este modo, se asemeja a los otros grandes Reveladores semíticos, Abraham y Moisés, y también a David y a Salomón. Desde el punto de vista hindú, se podría añadir que está próximo a Rama y a Krishna, cuya suprema santidad y poder salvador no impidieron toda clase de vicisitudes familiares y políticas. Esto nos permite indicar una distinción fundamental: no sólo existe la clase de Reveladores que representan exclusivamente “al otro mundo”, también existen aquellos cuya actitud es a la vez divinamente contemplativa y humanamente combativa y constructiva.

Cuando se ha tomado conocimiento de la vida de Muhammad a través de las fuentes tradicionales; (2) de ella se desprenden tres elementos que podríamos designar provisionalmente con las palabras siguientes: piedad, combatividad, magnanimidad. Por piedad entendemos el apego profundo a Allah, el sentido del más allá, la absoluta sinceridad, es decir, un rasgo del todo general en los santos y a fortiori en los mensajeros del cielo; si lo mencionamos es porque aparece en la vida del Profeta con una función particularmente destacada y porque prefigura en cierta forma la atmósfera espiritual del Islam (3). Hubo, en esa vida, guerras y, destacándose contra ese fondo violento, una grandeza de alma sobrehumana; hubo también matrimonios, y por ellos una entrada deliberada en lo terrenal y lo social –y no decimos: en lo mundano y lo profano?, e ipso facto una integración de lo humano colectivo en lo espiritual, dada la naturaleza avatárica del Profeta. En el plano de la piedad, señalemos el amor a la pobreza, a los ayunos y las vigilias; algunos objetarán sin duda que el matrimonio, y sobre todo la poligamia, se oponen a la ascesis, pero esto es olvidar en primer lugar que la vida conyugal no quita rigor a la pobreza, a las vigilias y a los ayunos y no los hace fáciles ni agradables, (4) y después, que el matrimonio tenía en el Profeta un carácter espiritualizado o “tántrico”, como, por lo demás, todas las cosas en la vida de un ser así, en razón de la transparencia metafísica que adquieren entonces los fenómenos (5). Vistos desde el exterior, la mayoría de los matrimonios del Profeta tenían, por otra parte, un alcance “político” –y la política posee aquí una significación sagrada en conexión con el establecimiento en la tierra de un reflejo de la “Ciudad de Dios” –, y, finalmente, dio suficientes ejemplos de largas abstinencias, sobre todo en su juventud, cuando se considera que la pasión es más fuerte, como para estar al abrigo de juicios superficiales. Otro reproche que se formula a menudo es el de crueldad; pues bien, aquí habría que hablar más bien de implacabilidad, y ésta tenía por objeto, no a los enemigos como tales, sino únicamente a los traidores, fuera cual fuere su origen; si en ello había dureza, fue la dureza misma de Allah, por participación en la justicia divina que rechaza y consume. Acusar a Muhammad de tener un carácter vindicativo equivaldría no sólo a equivocarse gravemente acerca de su estado espiritual y a desnaturalizar los hechos, sino también a condenar al mismo tiempo a la mayoría de los profetas judíos y a la propia Biblia; (6) en la fase decisiva de su misión terrenal, cuando la toma de La Meca, el Enviado de Allâh dio pruebas incluso de una sobrehumana mansedumbre, en contra del sentimiento unánime de su ejército victorioso. (7)

Hubo al principio de la carrera del Profeta oscuridades dolorosas e incertidumbres; con ello se trata de mostrar que la misión muhammadiana era obra, no del genio humano de Muhammad –genio cuya existencia él mismo nunca sospechó–, sino esencialmente de la elección divina; de modo análogo, las aparentes imperfecciones de los grandes Mensajeros tienen siempre un sentido positivo. (8) La ausencia total, en Muhammad, de cualquier ambición nos lleva por lo demás a abrir aquí un paréntesis: siempre nos sorprendemos cuando algunos, seguros de su pureza de intención, de sus talentos y de su poder combativo, se imaginan que Allâh debe servirse de ellos y esperan con impaciencia, y hasta con decepción y desconcierto, el toque de llamada celestial o el milagro; lo que olvidan –y esto es extraño por parte de defensores de lo espiritual– es que Allâh no tiene necesidad de nadie y que no le hacen falta para nada sus dones naturales y sus pasiones. El Cielo no utiliza talentos más que a condición de que primero hayan sido rotos para Allâh o de que el hombre no haya sido nunca consciente de ellos; un instrumento directo (9) de Allâh siempre es sacado de las cenizas.

Como más arriba hemos aludido a la naturaleza avatárica de Muhammad, se podría objetar que éste, por el Islam o, lo que viene a ser lo mismo, por su propia convicción, no era y no podía ser un Avatâra; pero la cuestión no es ésta, pues sabemos muy bien que el Islam no es el Hinduismo y que excluye, particularmente, toda idea encarnacionista (hulûl); diremos simplemente, en lenguaje hindú (ya que en este caso es el más directo o el menos inadecuado) que un determinado Aspecto divino ha tomado en determinadas circunstancias cíclicas una determinada forma terrestre, lo que es perfectamente conforme con el testimonio que el Enviado de Allâh dio sobre su propia naturaleza: “Quien me ha visto, ha visto a Allâh” (Al?Haqq, “la Verdad”); “Yo soy Él mismo y Él es yo mismo, salvo que yo soy el que soy y Él es el que es”; “Yo era Profeta cuando Adán estaba todavía entre el agua y la arcilla” (antes de la creación); “He estado encargado de cumplir mi misión desde el mejor de los siglos de Adán, de siglo en siglo, hasta el siglo en que estoy” (10).

Sea como fuere, si la atribución de la divinidad a un ser histórico repugna al Islam, es a causa de su perspectiva centrada en el Absoluto como tal, la cual se enuncia por ejemplo en la concepción de la nivelación final antes del juicio: sólo Allâh permanece “vivo”, todo es nivelado en la muerte universal, incluidos los Ángeles supremos y, por tanto, también el “Espíritu” (Al?Rûh), la manifestación divina en el centro luminoso del cosmos.

Es natural que los partidarios del exoterismo (fuqahâ o ‘ulama al-zhâhir, “sabios de lo exterior”), tengan interés en negar la autenticidad de los hâdices que se refieren a la naturaleza avatárica del Profeta, pero el concepto mismo del Espíritu muhammadiano (Rûh muhammadi) –que es el Logos– prueba que estos hâdices tienen razón, sea cual sea su valor histórico, admitiendo que éste pueda ser puesto en duda. Cada forma tradicional identifica a su fundador con el divino Logos y considera a los demás portavoces del Cielo, en la medida en que los toma en consideración, como proyecciones de este fundador y como manifestaciones secundarias del Logos único; para los budistas, Cristo y el Profeta no pueden ser sino Budas. Cuando Cristo dijo: “Nadie llega al Padre si no es por mí”, es el Logos como tal el que habla, aunque Jesús se identifica realmente, para un mundo dado, con este Verbo uno y universal.

El Profeta es la norma humana en el doble aspecto de las funciones individuales y colectivas, o también, de las funciones espirituales y terrenas.

Es, esencialmente, equilibrio y extinción: equilibrio desde el punto de vista humano, y extinción con respecto a Allâh.

El Profeta es el Islam. Si éste se presenta como una manifestación de verdad, de belleza y de poder –pues son realmente estos tres elementos los que inspiran al Islam y que éste tiende, por su naturaleza, a realizar en diversos planos–, el Profeta, por su parte, encarna la serenidad, la generosidad y la fuerza; también podríamos enumerar estas virtudes inversamente, según la jerarquía ascendente de los valores y refiriéndonos a los grados de la realización espiritual. La fuerza es la afirmación –si es preciso combativa– de la Verdad divina en el alma y en el mundo; ésta es la distinción entre las dos guerras santas, la “mayor” (akbar) y la “menor” (asghar), o la interior y la exterior. La generosidad compensa el aspecto de agresividad de la fuerza; es caridad y perdón. (11) Estas dos virtudes complementarias, la fuerza y la generosidad, culminan –o se extinguen en cierto modo– en una tercera virtud: la serenidad, que es desapego con respecto al mundo y al ego, extinción ante Allâh, conocimiento de lo Divino y unión con Ello.

Hay cierta relación –sin duda paradójica– entre la fuerza viril y la pureza virginal, en el sentido de que tanto la una como la otra conciernen a la inviolabilidad de lo sagrado, (12) la fuerza en modo dinámico y combativo, y la pureza en modo estático y defensivo; podríamos decir también que la fuerza, cualidad “guerrera”, implica un modo o un complemento estático o pasivo, y éste es la sobriedad, el amor a la pobreza y al ayuno, la incorruptibilidad, que son cualidades “pacíficas” o “no agresivas”. Asimismo, la generosidad, que “da”, posee un complemento estático, la nobleza, que “es”; o, mejor, la nobleza es la realidad intrínseca de la generosidad. La nobleza es una suerte de generosidad contemplativa, es el amor a la belleza en el sentido más amplio; aquí se sitúa, en el Profeta y en el Islam, el estetismo y el amor a la limpieza, (13) pues ésta quita a las cosas, y a los cuerpos sobre todo, la marca de su terrenalidad y de su caída y las devuelve así, simbólicamente, a sus prototipos inmutables e incorruptibles o a sus esencias. En cuanto a la serenidad, también ésta posee un complemento necesario: la veracidad, que es como el lado activo o distintivo de la serenidad; es el amor a la verdad y a la inteligencia, tan característico del Islam; es, pues, también, la imparcialidad, la justicia. La nobleza compensa el aspecto de estrechez de la sobriedad, y estas dos virtudes complementarias culminan en la veracidad, en el sentido de que se subordinan a ella y, si es preciso, se anulan –o parecen anularse– ante ella. (14)

Las virtudes del Profeta forman, por decirlo así, un triángulo; la serenidad?veracidad constituye el vértice, y los otros dos pares de virtudes –la generosidad?nobleza y la fuerza?sobriedad– forman la base; los dos ángulos de ésta están en equilibrio y en cierto modo se reducen a la unidad en el vértice. El alma del Profeta, ya lo hemos dicho, es esencialmente equilibrio y extinción. (15)

La imitación del Profeta implica: la fuerza para con uno mismo; la generosidad para con los demás; la serenidad en Allâh y por Allâh. Podríamos decir también: la serenidad por la piedad, en el sentido mas profundo de este término.

Esta imitación implica además: la sobriedad con respecto al mundo; la nobleza en nosotros mismos, en nuestro ser; la veracidad por Allâh y en Él. Pero no hay que perder de vista que el mundo está también dentro de nosotros y que, inversamente, no somos distintos de la creación que nos rodea, y, por último, que Allâh ha creado “por la Verdad” (bil?Haqq); el mundo, en sus perfecciones y en su equilibrio, es una expresión de la Verdad divina.”

El aspecto “fuerza” es igualmente, e incluso ante todo, el carácter activo y afirmativo del medio espiritual o del método; el aspecto “generosidad” es también el amor de nuestra alma inmortal; y el aspecto “serenidad”, que a priori es: verlo todo en Allâh, es también: ver a Allâh en todo. Se puede ser sereno porque se sabe que “sólo Allâh es”, que el mundo con sus agitaciones es “no real”, pero se puede serlo también porque uno se da cuenta —admitiendo la realidad del mundo— de que “todo es querido por Allâh”, de que la Voluntad divina actúa en todo, de que todo simboliza a Allâh en uno u otro aspecto y de que el simbolismo es para Allâh una “manera de ser”, si puede decirse así. Nada está fuera de Allâh; Allâh no está ausente de nada.

La imitación del Profeta es la realización del equilibrio entre nuestras tendencias normales o, más precisamente, entre nuestras virtudes complementarias, y es después y sobre todo, sobre la base de esta armonía, la extinción en la Unidad. Así es como la base del triángulo se reabsorbe en cierto modo en el vértice, que aparece como su síntesis o su origen, o como su fin, su razón de ser.

Reanudando nuestra descripción anterior, pero formulándola de manera algo diferente, diremos que Muhammad es la forma orientada hacia la Esencia divina; esta «forma» tiene dos principales aspectos, que corresponden respectivamente a la base y al vértice del triángulo, a saber, la nobleza y la piedad. Ahora bien, la nobleza está hecha de fuerza y generosidad, y la piedad —en el nivel de que aquí se trata— está hecha de sabiduría y santidad; añadiremos que por “piedad” hay que entender el estado de “servidumbre espiritual” (‘ubûdiyya) en el sentido más elevado del término, que comprende la perfecta “pobreza” (faqr, de ahí la palabra faqîr) y la «extinción» (fanâ’) ante Allâh, lo que no carece de relación con el epíteto de “iletrado” (ummî) atribuido al Profeta. La piedad es lo que nos liga a Allâh; en el Islam, esto es en primer lugar, en la medida de lo posible, la comprensión de la evidente Unidad —pues el que es “responsable” debe captar esta evidencia, y no hay aquí una línea de demarcación rigurosa entre el “creer” y el “saber”— y, después, la realización de la Unidad más allá de nuestra comprensión provisional y “unilateral”, que es ignorancia en comparación con la ciencia plenaria; no hay santo (wâli, “representante” y, por tanto, “participante”) que no sea “conocedor por Dios” (‘arîf bil?Llâh). Y esto explica por qué la piedad —y con mayor razón la santidad, que es su flor— tiene en el Islam un aire de serenidad; (17) es una piedad que desemboca esencialmente en la contemplación y la gnosis.

también: para caracterizar el fenómeno muhammadiano podríamos decir que el alma del Profeta está hecha de nobleza y de serenidad, comprendiendo ésta la sobriedad y la veracidad, y aquélla la fuerza y la generosidad. La actitud del Profeta frente al alimento y el sueño está determinada por la sobriedad; y su actitud frente a la mujer lo está por la generosidad; el objeto real de la generosidad es aquí el polo “substancia” del género humano, siendo considerado este polo —la mujer— bajo su aspecto de espejo de la infinitud beatífica de Allâh.

El amor al Profeta constituye un elemento fundamental en la espiritualidad del Islam, aunque no hay que entender este amor en el sentido de una bhakti personalista, la cual presupondría la divinización exclusiva del héroe.(18) Los musulmanes aman e imitan al Profeta hasta en los menores detalles de su vida cotidiana porque ven en él el prototipo y el modelo de las virtudes que constituyen la deiformidad del hombre y la belleza y el equilibrio del Universo, y que son otras tantas claves o vías hacia la Unidad liberadora; el Profeta, como el Islam a secas, es un esquema celestial dispuesto para recibir el influjo de la inteligencia y la voluntad del creyente, y en el cual incluso el esfuerzo se convierte en una suerte de reposo sobrenatural.

“En verdad, Allâh y Sus Malaika bendicen al Profeta; ¡oh, vosotros que creéis, bendecidIo y presentadle el saludo!” (19) Este versículo constituye el fundamento escriturario de la “Plegaria por el Profeta” —o, más exactamente, la “Bendición del Profeta”— plegaria que es de uso general en el Islam, pero que reviste un carácter particular en el esoterismo, en el que es un símbolo básico. La significación esotérica del versículo es la siguiente: Allâh, el Cielo y la Tierra —o el principio (que es no?manifestado), la manifestación supraformal (los estados angélicos) y la manifestación formal (que comprende los hombres y los jinn, es decir, las dos categorías de seres corruptibles, (20) y de ahí la necesidad de una exhortación)— confieren (o transmiten, según los casos) gracias vitales a la Manifestación universal o, desde otro punto de vista, al centro de ésta, que es el Intelecto cósmico. (21) Quien bendice al Profeta, bendice implícitamente al mundo y al Espíritu universal (Al?Rûh), (22) al Universo y al Intelecto, a la Totalidad y al Centro, de modo que la bendición recae, decuplicada, de parte de cada una de estas manifestaciones del Principio, (23) sobre el hombre que ha puesto su corazón en esta oración.

Los términos de la “Plegaria por el Profeta” son en general los siguientes, aunque de ella existen variantes y desarrollos múltiples: “Oh, Allá huma, bendice a nuestro Señor Muhammad, Tu Servidor (Abd) y Tu Enviado (Rasûl), el Profeta iletrado (Al?Nabi al?ummi), y a su familia y a sus compañeros, y salúdalos”. Las palabras “saludar” (sallam) y “salutación” (taslîm) o “paz” (salâm) (24) significan, por parte del creyente, un homenaje reverencial (el Corán dice: “¡Y presentadle el saludo!”), y, así, una actitud personal, mientras que la bendición hace intervenir a la Divinidad, pues es Ella la que bendice; por parte de Allâh, la “salutación” es una “mirada” o una “palabra”, es decir, un elemento de gracia, no “central” como en el caso de la “bendición” (salât: sall⠑alâ, “rogar sobre”), sino “periférico”, es decir, concerniente al individuo y a la vida, no al intelecto y a la gnosis. Por esto se hace seguir el Nombre de Muhammad de la “bendición” y el “saludo”, y los nombres de los otros “Enviados” y de los Ángeles del “saludo” solamente: desde el punto de vista del Islam es Muhammad. quien encarna “actualmente” y “definitivamente” la Revelación, y ésta corresponde a la “bendición”, no a la “salutación”. En el mismo sentido más o menos exotérico cabría señalar que la “bendición” se refiere a la inspiración profética y al carácter “relativamente único” y “central” del Avatâra considerado, y la “salutación” se refiere a la perfección humana, cósmica, existencial, de todos los Avatâras, o también a la perfección de los Malaika. (25) La “bendición” es una cualidad trascendente, activa y “vertical”; la “salutación”, una cualidad inmanente, pasiva y “horizontal”; o también, la “salutación” concierne a lo “exterior”, al “soporte”, mientras que la “bendición” concierne a lo “interior”, al “contenido”, ya se trate de actos divinos o de actitudes humanas. En esto reside toda la diferencia entre lo “sobrenatural” y lo “natural”: la “bendición” significa la presencia divina en cuanto es un influjo incesante, lo que en el microcosmo —el Intelecto— se convierte en la intuición o la inspiración, y, en el Profeta, en la Revelación; en cambio, la “paz” o el “saludo” significa la presencia divina en cuanto es inherente al cosmos, lo que en el microcosmo se convierte en la inteligencia, la virtud, la sabiduría; concierne al equilibrio existencial, a la economía cósmica. Es verdad que la inspiración intelectiva —o la ciencia infusa— es “sobrenatural” también, pero lo es, por decirlo así, de una manera «natural», en el marco y según las posibilidades de la “Naturaleza”.

Según el Shaykh Ahmad Al?‘Alawi, el acto divino (tajallî) expresado por la palabra salli (“bendice”) es como el relámpago, por su instantaneidad, e implica la extinción, en un grado u otro, del receptáculo humano que lo experimenta, mientras que el acto divino expresado por la palabra sallim (“saluda”) expande la presencia divina en las modalidades del propio individuo; es por esto, ha dicho el Shaykh, por lo que el faqîr debe pedir siempre el salâm (la “paz”, que corresponde a la “salutación” divina) (26) para que las revelaciones o intuiciones no desaparezcan como el resplandor de un relámpago, sino que se fijen en su alma.

En el versículo coránico que instituye la bendición muhammadiana se dice que “Allâh y sus malaika bendicen al Profeta”, pero la “salutación” sólo se menciona al final del versículo, cuando se trata de los creyentes; la razón de ello es que el taslim (o salâm) está aquí sobreentendido, lo que significa que en el fondo es un elemento de la salât y que sólo se disocia de ella a posteriori y en función de las contingencias del mundo.

La intención iniciática de la “Plegaria por el Profeta” es la aspiración del hombre hacia su totalidad. La totalidad es aquello de lo que somos una parte; ahora bien, somos una parte, no de Dios, que es sin partes, sino de la Creación, cuyo conjunto es el prototipo y la norma de nuestro ser, y cuyo centro, Al?Rûh, es la raíz de nuestra inteligencia; esta raíz es vehículo del “Intelecto increado” (increatus et increabilis, según el maestro Eckhart). (27) La totalidad es perfección: la parte como tal es imperfecta, puesto que manifiesta una ruptura del equilibrio existencial y, por tanto, de la totalidad. Con respecto a Allâh, somos “nada” o “todo”, según el punto de vista, (28) pero no somos nunca parte; en cambio, somos parte en relación con el Universo, que es el arquetipo, la norma, el equilibrio, la perfección; él es el “Hombre Universal” (Al?Insân al?Kâmil) (29) cuya manifestación humana es el Profeta, el Logos, el Avatára. El Profeta —siempre en el sentido esotérico y universal del término— es así la totalidad de la que somos un fragmento; pero esta totalidad se manifiesta también en nosotros mismos, y de una manera directa: en el centro intelectual, el “Ojo del Corazón”, sede de lo “Increado”, punto celestial o divino cuya periferia microcósmica es el ego; (30) somos, pues, “periferia” con respecto al Intelecto (Al?Rúh) y «parte» con respecto a la Creación (Al?Khalq). El Avatára representa estos dos polos a la vez: él es nuestra totalidad y nuestro centro, nuestra existencia y nuestro conocimiento; la “Plegaria por el Profeta” —como toda fórmula análoga— tendrá, por consiguiente, no sólo el sentido de una aspiración hacia nuestra totalidad existencial, sino también, y por esto mismo, el de una “actualización” de nuestro centro intelectual, y por lo demás los dos puntos de vista están inseparablemente unidos; nuestro movimiento hacia la totalidad —movimiento cuya expresión más elemental es la caridad, es decir, la abolición de la escisión ilusoria y pasional entre “yo” y “el otro”—, este movimiento, decimos, purifica al mismo tiempo el corazón, o, dicho de otro modo, libera al intelecto de las trabas que se oponen a la contemplación unitiva.

En la bendición muhammadiana —la “Plegaria por el Profeta”— los epítetos del Profeta se aplican igualmente —o, mejor, a fortiori— a la Totalidad y al Centro cuya expresión humana es Muhammad, o de los que es “una expresión” si se toma en cuenta la humanidad de todos los tiempos y de todos los lugares. El propio nombre de Muhammad significa “el Glorificado” e indica la perfección de la Creación, de la que da fe también el Génesis: “Y Allâh vio que aquello era bueno”; además, las palabras “nuestro Señor” (Sayyîdunâ), que preceden al nombre de Muhammad, indican la cualidad primordial y normativa del Cosmos en relación con nosotros.

El epíteto que sigue al nombre de Muhammad en la “Plegaria por el Profeta” es “tu servidor” (‘abduka): el Macrocosmo es “servidor” de Allâh, porque la manifestación está subordinada al Principio, o el efecto a la Causa; la Creación es “Señor” con respecto al hombre y “Servidor” con respecto al Creador. El Profeta —como la Creaciónes, pues, esencialmente un “istmo” (barzakh), una “línea de demarcación”, al mismo tiempo que un “punto de contaco” entre los grados de realidad.

Viene a continuación el epíteto “tu Enviado” (rasûlika): este atributo concierne al Universo en cuanto éste transmite las posibilidades del Ser a sus propias partes —a los microcosmos— mediante los fenómenos o símbolos de la Naturaleza; estos símbolos son los “signos” (âyât) de los que habla el Corán (31) las pruebas de Allâh que el Libro sagrado recomienda a la meditación de “los que están dotados de entendimiento”. (32) Las posibilidades así manifestadas transcriben, en el mundo “exterior”, las “verdades principiales” (haqâ’iq), como las intuiciones intelectuales y los conceptos metafísicos las transcriben en el sujeto humano; el Intelecto, como el Universo, es “Enviado”, “Servidor”, “Glorificado” y “nuestro Señor”.

La “Plegaria por el Profeta” incluye a veces los dos atributos siguientes: “tu Profeta” (Nabiyuka) y “tu Amigo” (Habibuka): este último calificativo expresa la intimidad, la proximidad generosa —no la oposición— entre la manifestación y el Principio; en cuanto a la palabra “Profeta” (Nabi), indica un “mensaje particular”, no el “mensaje universal” del “Enviado” (Rasûl): (33) es, en este mundo, el conjunto de las determinaciones cósmicas —incluidas las leyes naturales— que conciernen al hombre; y en nosotros mismos es la conciencia de nuestros fines últimos, con todo lo que ésta implica para nosotros.

En cuanto al epíteto siguiente, “el Profeta iletrado” (Al?Nabî al?ummi), expresa la “virginidad” del receptáculo, ya sea universal o humano; nada lo determina, en lo que respecta a la inspiración, fuera de Allâh; es una hoja blanca ante el Cálamo divino; nadie salvo Allâh llena la Creación, el Intelecto, el Avatâra.

La “bendición” y la “salutación” se aplican no sólo al Profeta, sino también a “su familia y a sus compañeros” (‘alâ âlihi wa sahbihi), es decir, en el orden macrocósmico, al Cielo y a la Tierra, o a las manifestaciones informal y formal, y en el orden microcósmico, al alma y al cuerpo, siendo el Profeta en el primer caso el Espíritu divino (Al?Rûh) y en el segundo el Intelecto (Al?‘Aql) o el “Ojo del Corazón” (‘Ayn al?Qalb);’ el Intelecto y el Espíritu coinciden en su esencia, en el sentido de que el primero es como un rayo del segundo. El Intelecto es el “Espíritu” en el hombre; el “Espíritu divino” no es otro que el Intelecto universal.

Los epítetos del Profeta indican las virtudes espirituales, las principales de las cuales son: la “pobreza” (faqr, cualidad del ‘Abd) , luego la “generosidad” (karam, cualidad del Rasûl) (35) y, por último, la “vacuidad” o “sinceridad” (sidq, ijlâs, cualidad del Nabî al?ummî). (36) La “pobreza” es la concentración espiritual, o más bien, su aspecto negativo y estático, la no expansión, y por consiguiente la “humildad” en el sentido de “cesación del fuego de las pasiones” (Tirmidhi); la “generosidad”, por su parte, es vecina de la “nobleza” (sharal); es la abolición del egoísmo, la cual implica el “amor al prójimo”, en el sentido de que la distinción pasional entre “yo” y “el otro” es entonces superada; por último, la “veracidad” es la cualidad contemplativa de la inteligencia y, en el plano racional, la lógica o la imparcialidad, en una palabra, el “amor a la verdad”.

Desde el punto de vista iniciático, la “Plegaria por el Profeta” se refiere al “estado intermedio”, es decir, a la “expansión” que sigue a la “purificación” y precede a la “unión”; y éste es el sentido profundo del hadith: “Nadie encontrará a Allâh si no ha encontrado previamente al Profeta”. (37)

La “Plegaria por el Profeta” es comparable a una rueda: el voto de bendición es el eje; el Profeta es el cubo; su Familia constituye los radios; sus Compañeros constituyen la llanta.

Según la interpretación más amplia de esta oración, el voto de bendición corresponde a Allâh; el nombre del Profeta al Espíritu Universal; (38) la Familia a los seres que participan de Allâh —por el Espíritu— de una manera directa; los Compañeros a los seres que participan indirectamente de Allâh, pero igualmente gracias al Espíritu. Este límite extremo puede ser definido de diferentes maneras, según se piense en el mundo musulmán o en la humanidad entera, o en todas las criaturas terrestres, o incluso en el Universo total. (39)

La voluntad individual, que es a la vez egoísta y disipada, debe convertirse a la Voluntad universal, que es “concéntrica” y trasciende lo humano terrenal.

El Profeta es, en cuanto principio espiritual, no sólo la Totalidad de la que somos partes separadas, fragmentos, sino también el Origen con respecto al cual somos otras tantas desviaciones; (40) es decir, el Profeta, en cuanto Norma, no sólo es el “Hombre Total” (al?Insân al?Kâmil), sino también el “Hombre Antiguo” (al?Insân al?Qadim). Hay en ello como una combinación de un simbolismo espacial con un simbolismo temporal: realizar el “Hombre Total” (o “Universal”) es en suma salir de uno mismo, proyectar la propia voluntad en lo absolutamente “otro”, expandirse en la vida universal que es la de todos los seres; y realizar el “Hombre Antiguo” (o “Primordial”) es retornar al origen que llevamos dentro de nosotros mismos; es retornar a la infancia eterna, reposar en nuestro arquetipo, nuestra forma primordial y normativa, o en nuestra substancia deiforme. Según el simbolismo espacial, la vía hacia la realización del “Hombre Total” es la altura, la vertical ascendente que se despliega en la infinitud del Cielo; y según el simbolismo temporal, la vía hacia el “Hombre Antiguo” es el pasado en el sentido casi absoluto, el origen divino y eterno. (41) La “Plegaria por el Profeta” se refiere al simbolismo espacial por el epíteto de Rasûl, “Enviado” —pero aquí la dimensión se describe en sentido descendente— y al simbolismo temporal por el epíteto de Nabî al?ummî, “Profeta iletrado”, el cual, con toda evidencia, se relaciona con el origen.

El “Hombre Antiguo” se refiere, pues, más particularmente, al Intelecto, a la perfección de “conciencia”, y el “Hombre Total” a la Existencia, a la perfección de “ser”; pero al mismo tiempo, en el plano mismo del simbolismo espacial, el centro se refiere también al Intelecto, mientras que en el plano del simbolismo temporal, la duración representa la Existencia, pues se extiende indefinidamente. Podemos establecer una relación entre el origen y el centro, por una parte, y entre la duración y la totalidad —o la ilimitacion—, por otra; podríamos incluso decir que el origen, inasequible en sí, se sitúa para nosotros en el centro, y que la duración, que se nos escapa por todas partes, coincide para nosotros con la totalidad. Y, de la misma forma, partiendo de la idea de que el “hombre Total” concierne más particularmente al macrocosmo y el “Hombre Antiguo” al microcosmo, podríamos decir que, en su totalidad, el mundo es Existencia, mientras que, en el origen, el microcosmo humano es Inteligencia, en cierto modo al menos, pues no salimos del ámbito de lo creado y de las contingencias.

En el plano del “Hombre Total” podemos distinguir dos dimensiones, el “Cielo” y la “Tierra”, o la “altura” (tûl) y la “longitud” (‘ardh): la “altura” une la tierra al cielo, y este vínculo es, en el Profeta, el aspecto Rasûl (“Enviado”, y, así, Revelador), mientras que la tierra es el aspecto ‘Abd (“Servidor”). Estas son las dos dimensiones de la caridad: amor a Allâh y amor al prójimo en Allâh.

En el plano del “Hombre Antiguo”, no distinguiremos dos dimensiones, pues en el origen el Cielo y la Tierra no hacían más que uno; este plano, lo hemos visto más arriba, se refiere al “Profeta iletrado”. Su virtud es la humildad o la pobreza: no ser más que lo que Allâh nos ha hecho, no añadir nada; la virtud pura es apofática.

Resumiremos esta doctrina en estos términos: la naturaleza del Profeta implica las dos perfecciones de totalidad (42) y de origen: (43), Muhammad encarna la totalidad teomorfa y armoniosa (44) de la que somos fragmentos y el origen con respecto al cual somos estados de caída, siempre en cuanto individuos. Para el sufí, seguir al Profeta es extender el alma a la vida de todos los seres, “servir a Dios” (‘ibâda) y “orar” (dhakara) con todos y en todos; (45) pero es también reducir el alma al “recuerdo divino” (dhikru?Llâh) del alma única y primordial; (46) es, en último término y a través de los planos considerados —totalidad y origen, plenitud y simplicidad—, realizar a la vez lo “infinitamente Otro” y lo “absolutamente Sí mismo”.

El sufí, a semejanza del Profeta, no quiere ni “ser Allâh” ni ser “otro que Allâh”; y esto no deja de tener relación con todo lo que acabamos de enunciar, ni con la distinción entre la “extinción” (fanâ’) y la “permanencia” (baqâ’). No hay extinción en Allâh sin caridad universal, y no hay permanencia en Él sin esta suprema pobreza que es la sumisión al origen. El Profeta representa, ya lo hemos visto, la universalidad y la primordialidad, lo mismo que el Islam, según su intención profunda, es “lo que es en todas partes” y “lo que siempre ha sido”.

Todas estas consideraciones permiten comprender hasta qué punto la manera islámica de considerar al Profeta difiere del culto cristiano o budista del Hombre?Dios. La sublimación del Profeta se hace, no a partir de una divinidad terrestre, sino mediante una suerte de mitología metafísica: Muhammad es, o bien hombre entre los hombres —no decimos “hombre ordinario”—, o bien idea platónica, símbolo cósmico y espiritual, Logos insondable (47) pero nunca Dios encarnado.

El Profeta es ante todo una síntesis que combina la “pequeñez” humana con el misterio divino. Este aspecto de síntesis, o de conciliación de los opuestos, es característico del Islam y resulta expresamente de su función de “última Revelación”: si el Profeta es el “sello de la profecía” (khâtam al?nubuwwa) o “de los Enviados” (al?mursafin), esto implica el que aparezca como una síntesis de todo lo que hubo antes que él; de ahí su aspecto de “nivelación”, ese algo de “anónimo” y de “innumerable” que aparece también en el Corán. (48) Los que, refiriéndose al ejemplo de Jesús, encuentran a Muhammad demasiado humano para poder ser un portavoz de Allâh no razonan de manera diferente de los que, refiriéndose a la espiritualidad tan directa de la Bhagavadgitâ o del Prainâ?Pâramita? Hridaya?Sûtra, encontrarían la Biblia “demasiado humana” para tener derecho a la dignidad de Palabra divina.

La virtud —reivindicada por el Corán— de ser la última Revelación y la síntesis del ciclo profético se manifiesta no sólo en la simplicidad externa de un dogma interiormente abierto a todas las profundidades, sino también en esa capacidad que tiene el Islam de integrar a todos los hombres en cierto modo en su centro, de conferir a todos una misma fe inquebrantable y si es preciso combativa, de hacerles participar, al menos virtualmente, aunque eficazmente, en la naturaleza medio celestial, medio terrenal del Profeta.

Notas

(1). Inaceptable, porque, en primer lugar, es imposible, en la perspectiva realmente hindú, preferir Buda y Cristo a Rama y a Krishna; en segundo lugar, porque Cristo es ajeno a la India; en tercer lugar, porque, si se tienen en cuenta mundos no hindúes, no hay razón para tomar en consideración solamente a Cristo, siempre desde el punto de vista del Hinduismo; en cuarto lugar, porque no hay punto de comparación entre el río Ramakrishna y los océanos Shakyamuni y Jesús; en quinto lugar, porque Ramakrishna vivió en una época cíclica que de todos modos ya no podía contener una encarnación plenaria de la envergadura de los grandes Reveladores; en sexto lugar, porque, en el sistema hindú, ya no hay lugar, entre el noveno y el décimo Avatára de Vishnu ?a saber, Buda y el futuro Kalki?Avatára?, para otra encarnación plenaria y solar de la Divinidad. “Un solo Profeta ?enseña Al?Taháwi? es más excelente que el conjunto de todos los amigos de Dios” (los santos)

(2). Pues los biógrafos profanos del Profeta, ya sean musulmanes o cristianos, tratan siempre de “excusar” al héroe, los primeros en un sentido “laico” y anticristiano, y los segundos, en el mejor de los casos, con una especie de condescendencia psicologista.

(3). En Cristo y Buda no se puede hablar de manifestaciones de piedad, es decir de “temor” y de «amor»; lo humano está como extinto en el mensaje divino, de ahí el “antropoteísmo” de las perspectivas cristiana y budista.

(4). Por lo que se refiere al Islam en general, se pierde de vista con demasiada facilidad que la prohibición de las bebidas fermentadas significaba un indiscutible sacrificio para los antiguos árabes —y para los otros pueblos que iban a islamizarse—, todos los cuales conocían el vino. Tampoco el Ramadán es un placer, y la misma observación vale para la práctica regular —y a menudo nocturna— de la oración; el Islam no se impuso, ciertamente, por su facilidad. Durante nuestras primeras estancias en ciudades árabes, estábamos impresionados por su atmósfera austera e incluso sepulcral: una especie de blancura desértica se extendía como una mortaja sobre las casas y los hombres; en todo había un aire de oración y de muerte. Hay en esto, indiscutiblemente, huellas del alma del Profeta.

(5). La Sunna refiere esta frase del Profeta: “Nunca he visto una cosa sin ver a Allâh en ella”; o: “Sin ver a Allâh más cerca de mí que ella”. Sobre la cuestión sexual, véase Los engarces de la sabiduría, de Ibn ‘Arabi ?Capítulos sobre Muhammad y sobre Salomón.

(6). Con todas estas consideraciones no “atenuarnos” unas “imperfecciones”, sino que explicamos unos hechos. También la Iglesia era implacable —en nombre de Cristo— en la época en que todavía era todopoderosa.

(7). Entre las numerosas manifestaciones de mansedumbre, sólo citaremos este hadith: “Allâh no ha creado nada que ame más que la emancipación de los esclavos, y nada que aborrezca más que el divorcio”.

(8). Por ejemplo, la dificultad de elocución, en Moisés, significaba la prohibición divina de divulgar los misterios, lo cual implica una sobreabundancia de sabiduría.

(9). Un “instrumento directo” es un hombre consciente de su función, a partir del momento en que esta función le toca en suerte; por el contrario, cualquiera, o cualquier cosa, puede ser un “instrumento indirecto”.

(10). Un dicho árabe dice que “Muhammad es un mortal, pero no como los demás mortales; él es (en relación con ellos) como una joya entre las piedras”. La mayoría de los críticas profanos interpretan erróneamente esta respuesta del Profeta: “¿Qué soy yo sino un mortal y un Enviado?” (Corán, XVII, 93) ?dada a unos incrédulos que pidieron prodigios absurdos y fuera de lugar como una negación del don de los milagros, don que el Islam atribuye a todos los profetas. Cristo también se negó a realizar los milagros que el tentador le pidió, prescindiendo aquí del sentido intrínseco de sus respuestas. La frase citada de Muhammad significa en suma, en conformidad con la perspectiva característica del Islam, la cual subraya que toda derogación de las leyes naturales se produce “con el permiso de Allâh” (bi-idhini-Llâh): “¿Qué soy yo fuera de la Gracia de Allâh, sino un hombre como vosotros?”. Añadamos que la Sunna da fe de cierto número de milagros por parte de Muhammad, los cuales, en su calidad de argumentos “debilitadores” (mu’jizât) de la incredulidad, se distinguen de los prodigios de los santos, que son llamados “favores” (karâmât) divinos.

(11). Según Al?Ghazzáli, “el principio” (asl) de todas las buenas acciones (mahâsîn) es la generosidad (karam). Allâh es “el Generoso” (Al?Karim).

(12). Es lo que expresa el «analfabetismo» del profeta (al?ummî, “el iletrado”); la Ciencia divina sólo puede implantarse en una tierra virgen. La pureza de la Santa Virgen no deja de tener relación con la espada del Arcángel que guarda la entrada del Paraíso.

(13). El Profeta dijo que “Allâh detesta la suciedad y el estrépito”, lo cual es muy característico del aspecto de pureza y de calma de la contemplación, aspecto que también encontramos en la arquitectura islámica, desde la Alhambra hasta el Taj Mahal, geográficamente hablando. En los patios de las mezquitas y de los palacios la calma y el equilibrio se repiten en el murmullo de los surtidores, cuya monotonía ondulatoria repite la de los arabescos. Para el Islam la arquitectura es, junto con la caligrafía, el arte sagrado por excelencia.

(14). Las tres virtudes de fuerza, generosidad y serenidad ?y con ellas las otras tres virtudes? se expresan ya en la sonoridad misma de las palabras del segundo testimonio de fe (Shaháda): Muhammadun Rasûlu?Lláh (“Muhammad es el enviado de Allâh”).

(15). Sería falso querer enumerar así las virtudes de Cristo, pues éstas no lo caracterizan dado que Cristo manifestaba la divinidad y no la perfección humana, o al menos no lo hace de manera expresa y explícita, comprendiendo también las funciones colectivas del hombre terrenal. Cristo es la divinidad, el amor, el sacrificio; la Virgen es la pureza y la misericordia. De modo análogo, se podría caracterizar a Buda con los términos siguientes: renunciamiento, extinción, piedad, pues son estas cualidades o actitudes las que 61 encarna de forma particular.

(16). Es decir: del puro Espíritu o, en lenguaje hindú, de la pura “Cosciencia” (Chit) que se objetiva en Maya por el Ser (Sat).

(17). Esto es lo que le vale a esta piedad los reproches, por parte de algunos, de “fatalismo” y de “quietismo”. Las tendencias de que se trata en realidad aparecen ya, por lo demás, en el término islâm, “abandono” (a Allâh).

(18). Exclusiva, es decir, que no ve prácticamente lo Divino más que en una forma humana y no fuera de ella, como ocurre en el culto a Rama o a Krishna. Recordemos, a propósito de esto, la analogía entre los Avatáras hindúes y los Profetas judíos; éstos permanecían dentro del marco del judaísmo como aquéllos permanecían en el del Hinduismo, con una única y gran excepción por cada lado: Buda y Cristo. David trajo los Salmos y Salomón el Cantar de los Cantares, al igual que Ráma inspiró el Rámayana y el Yoga?Vasishta (o Mahárámayana), y al igual que Krishna inspiró el Mahábhárata con la Bhagavadgita, y también el Shrimad Bhágavatam.

(19). Corán, XXXII, 56.

(20). Estos son los dos “pesos” o “especies pesadas” (al?thaqalán) de los que habla el Corán (Sura del Misericordioso, 31). Los hombres están creados de “barro” (tin), es decir, de materia, y los jinn de «fuego», de substancia inmaterial o anímica, “sutil” (sukshma) como dirían los hindúes. Los Ángeles, por su parte, están creados de “luz” (nûr), de substancia informal; sus diferencias son comparables a las de los colores, los sonidos o los perfumes, no de las formas, que les parecen petrificaciones y fragmentaciones.

(21). Esta oración equivale por consiguiente, en parte al menos, al voto budista: “Que todos los seres sean felices”.

(22). Llamado también “Intelecto primero” (APAq1 al?awwal); es ya “creado”, ya “increado”, según el modo en que se lo considere.

(23). “A quien me bendice una sola vez ?dijo el Profeta?, Allâh lo bendecirá diez veces …” Citemos también este otro hadith: “En verdad, el Arcángel Gabriel vino a mí y me dijo: Oh Muhammad, nadie de tu comunidad te bendice sin que yo lo bendiga diez veces, y nadie de tu comunidad te saluda sin que yo lo salude diez veces”. Según otro hadith, Allâh crea un ángel con cada oración por el Profeta lo que está lleno de sentido desde el punto de espirituales y cósmicas.

(24). Saludar, en árabe, es “dar la paz”; es pronunciar: “Que la Paz esté con vosotros” (al?Salâmu ‘alaykum).

(25). El Espíritu (Al?Rûh) constituye una excepción a causa de su posición central entre los Malaika, la cual le confiere la función “profética” por excelencia; el Corán lo menciona separadamente de los Malaika, y se dice también que no tuvo que prosternarse, como ellos, ante Adán; en lógica musulmana, merecería, como Muhammad, la salat y el salâm. Yibril personifica una función del Espíritu, a saber, el rayo celestial que alcanza a los Profetas terrestres.

(26). Y lo hace, precisamente, por medio de la “Plegaria por el Profeta”.

(27). Se identifica con él, también, según la perspectiva de la unidad de esencia.

(28). “Nada” desde el punto de vista ordinario y “separativo”, y “todo” desde el punto de vista “unitivo”, el de la “unicidad de lo Real” (Wahdat Al?Wujûd).

(29). Cf. De L’Homme Universel de ‘Abd al?Karim Al?Jîlî (traducido y comentado por Titus Burckhardt).

(30). Del mismo modo, el loto sobre el que descansa Buda es a la vez el Universo manifestado y el corazón del hombre, cada uno de ellos considerado en cuanto soporte del Nirvana. Del mismo modo: la Santa Virgen es a la vez la pura Sustancia universal (Prakriti), matriz del Espíritu divino manifestado y también de todas las criaturas desde el punto de vista de su deiformidad, y la sustancia primordial del hombre, su pureza original, su corazón en cuanto soporte del Verbo liberador.

(31). Hemos visto anteriormente que la palabra “signo”, cuando no se trata de fenómenos de este mundo, se aplica a los versículos del Corán, lo cual muestra claramente la analogía que existe entre la Naturaleza y la Revelación.

(32). Es, pues, plausible el que una tradición pueda basarse enteramente en este simbolismo; éste es el caso, especialmente, del Shinto y de la tradición “calumética” de América del Norte.

(33). El Nabî no es tal porque recibe y transmite un mensaje particular, es decir, limitado a unas determinadas circunstancias, sino porque posee la nubuwwa, el mandato profético; todo Rasûl es Nabi, pero no todo Nabi es Rasûl, un poco como toda águila es un ave, pero no toda ave es un águila. El sentido de “mensaje particular” se impone no por el solo hecho de que el hombre es Nabi, sino por el hecho de que lo es sin ser Rasûl. Muhammad es “iletrado” en cuanto Nabi, y no en cuanto Rasûl, lo mismo que —para seguir con nuestra comparación— el águila puede volar porque es un ave, y no porque es un águila.

(34). En el sentido de que el ‘Abd no tiene nada que le pertenezca en propiedad.

(35). El Rasûl es, en efecto, una “misericordia” (rahma); él es el desinterés mismo, la encarnación de la caridad.

(36). La veracidad es inseparable de la virginidad del espíritu, en el sentido de que éste debe estar libre de todo artificio, de todo prejuicio, de toda interferencia pasional.

(37). Este es el sentido iniciático de esta frase del Evangelio: “Nadie llega al Padre sí no es por mí”. Sin embargo, hay que tener en cuenta la diferencia de “acento” que distingue a la perspectiva cristiana del sufismo.

(38). Al?Rûh, que contiene a los cuatro Arcángeles; en el plano terrestre y en el cosmos musulmán, es el Profeta y los cuatro califas.

(39). El simbolismo de la Plegaria por el Profeta corresponde bastante exactamente al del molino de oración lamaísta: una oración, inscrita en una tira de papel, bendice al universo por la rotación.

(40). Es en este sentido en el que, según San Bernardo, nuestro ego debe aparecérsenos como “algo despreciable”, y en el que, según el Maestro Eckhart, hay que “odiar la propia alma”.

(41). Esto pone bien en evidencia el sentido de la tradición como tal y también, en particular, del culto a los antepasados.

(42). “Allâh dijo: ¡Oh Adán! ¡Dales a conocer sus nombres!” (Corán, II, 35). “Y cuando dijimos a los malaika: ¡Prosternaos ante Adán!» (Corán, 11, 34).

(43). “En verdad, hemos creado al hombre en la forma más bella” (Corán, XCV, 4).

(44). Estas dos cualidades son esenciales. La creación es “buena” porque está hecha a imagen de Allâh, y porque compensa sus desequilibrios —ontológicamente necesarios so pena de inexistencia— con el equilibrio total, que los “transmuta” indirectamente en factores de perfección.

(45). “Los siete Cielos y la tierra y los que en ellos se encuentran Lo loan; y no hay cosa alguna que no cante sus alabanzas, pero vosotros no comprendéis su canto …” (Corán, XVII, 44).

(46). “Y cada vez que reciban un fruto (en el Paraíso) dirán: esto lo hemos recibido antes …” (Corán, 11, 25).

(47). Sin Muhammad, se dice, el mundo no habría sido creado; él es, pues, el Logos, no en cuanto hombre, sino en su “realidad interior” (haqîqa) y en cuanto “luz muhammadiana” (Nûr muhammadi). Se dice también que las virtudes del Profeta son creadas puesto que son humanas, pero que son “sin embargo eternas en cuanto cualidades de Aquél cuyo atributo es la eternidad” (según Al?Burda, del Shaykh Al?Busiri); asimismo, el Profeta tiene el nombre de Haqq (“Verdad”), mientras que Al?Haqq (“la Verdad”) es un Nombre divino. La haqîqa de Muhammad es descrita como un misterio: es ya escondida, ya cegadora, y no se puede interpretar sino de lejos.

(48). Según dijo ‘A’isha, la “esposa preferida”, el Corán refleja o prefigura el alma del Enviado de Allâh.

Resistencia indigena (diversos post)-47

Publicado originalmente en nasdat  de msn por Hermestrimejisto

ES CURIOSO QUE UN PANEL QUE TIENE POR TITULO EL CURTO CAMINO NO TENGA MENSAJES, SERA ACASO QUE EL CUARTO CAMINO SE ANDA Y NO SE DICE, NO SE PERO QUIERO APORTAR UN POQUITO DE LO QUE YO MISMO ENTIENDO POR CUARTO CAMINO, PRIMERO QUE NADA ME LLEGA ALA MENTE LA CRUZ Y TODO EL SIMBOLISMO QUE ELLA ENCIERRA Y NO ME REFIERO AL SIMBOLISMO CRISTIANO QUE SIGUE AFERRADO A PRESENTAR A UN REDENTOR EN SU MOMENTO DE MAYOR SUFRIMIENTO AL VER LA TRAICION QUE LA IGNORANCIA PROVOCABA EN SU PUEBLO, NO LOS PRIMEROS CRISTIANOS DE HECHO SI NO MAL RECUERDO NO TENIAN A LA CRUZ COMO SIMBOLO, CREO QUE ERA UN CALIZ Y UN GALLO PERO ESTO ES TEMA DE OTRO PANEL REGRESEMOS ALA CRUZ LA CONVERGENCIA DE DOS LINAS QUE CRUZAN EN UN CENTRO EN COMUN, CARAY PARA EMPEZAR AQUI TENEMOS BASTANTE ANALIZEMOS, DOS LINEAS DOS CAMINOS, LOS HIJOS DE DIOS Y LOS HIJOS DEL HOMBRE, QUIEN SON UNOS QUIENES LOS TROS O SI QUEREMOS VERLO DE OTRA MANERA EL FUEGO Y EL AIRE, DOS PRINCIPIOS ESPIRITUALES, DOS PRINCIPIOS QUE SE DIERON EN EL MISMO MOMENTO DE LA CREACION UNO DE MANERA REBELDE, Y PLENA DE ACCION, Y EL OTRO QUE INFUNDIO VIDA EN LO QUE TOCABA EL PRIMERO UNO DE ESPIRITU Y EL OTRO DE CONCIENCIA DEL ESPIRITU DOS PRINCIPIOS QUE UNO SIN EL OTRO NO SON NADA, Y QUE DESPUES POR CAUSAS QUE DESPUES VEREMOS, RECORREN SU MISMAS CREACION HASTA SU PARTE MAS DENSA QUEDANDO COMO AGUA Y TIERRA LAS CUALES CURIOSAMENTE TAMBIEN UNA SIN LA OTRA NO SON NADA O NADA NACE DE ELLAS, ESTERIL ES EL CAMINO QUE SE RECORRE POR UNA SOLA VIA SI PUEDES SER UN GRAN HIJO DE ABEL Y SER AGUA PURA Y CRISTALINA QUE EN SU ANDAR Y DESPUES DE LA ACCION DEL GRAN PADRE SOL, TE TRASMUTES EN AIRE PERO Y LUEGO SOLO REGRESARAS INEXORABLEMENTE A ESTE MUNDO EN FORMA DE AGUA OTRA VEZ Y OTRA VEZ Y OTRA VEZ,  O PUEDE SER UN PEQUEÑA PARTICULA DE TIERRA UN HIJO DE CAIN QUE A BASE DE APRENDER LOGRES CONOCER TODO LO CREADO Y ARDA EN TI EL ESPIRITU DEL CONOCIMIENTO PERO Y LUEGO  Y LUEGO QUE ESE FUEGO SE APAGARA AL NO TENER YA NADA QUE APRENDER,  PERO SI AHORA Y EN ESTE MOMENTO NOS ATREVEMOS A CAMBIAR LAS COSAS Y NO EXPANDIRNOS SOLO HACIA ADELANTE O ATRAS HACIA ARRIBA Y HACIA ABAJO SI NOS EXPANDIMOS HACIA TODA LA CREACION SI NOS PERDONAMOS DESDE LO MAS INTIMO DE NOSOTROS MISMOS Y RECONCILIAMOS A NUESTROS HERMANOS NUESTRO CAIN Y ABEL, SEREMOS TIERRA AGUA AIRE Y FUEGO BULLENDO EN EL INTERIOR DE TODO NUESTROS SER, PERO Y LUEGO Y LUEGO QUE, SI NOS  VOLVEMOS REVELDES Y VISIONARIOS Y JUGAMOS  MAS AYA DE NUESTRA IMAGINACION Y RECONCILIAMOS A NUESTROS PADRES LUCIFER Y JEHOVA, ME IMAGINO ENTONSES A ESA CRUZ CON UNA FUERZA INTERIOR QUE COMENZARA A MOVERLA RECORDANDOME ALA SUASTICA DE NOSOTROS DEPENDE EL SENTIDO DEL MOVIMIENTO ENTONSES TAL VEZ SOLO TAL VEZ RECORRAMOS EL QUINTO CAMINO…….

RE: Cuentos y Poemas Indigenas III

El Cuarto Camino es una corriente para el conocimiento de sí y por ende el desarrollo de la conciencia, fue creado en 1941 por: George Ivánovitch Gurdjieff. Él le da a la Corriente el nombre de Cuarto Camino debido a que a principios del siglo XX, se conocían tres caminos serios para el desarrollo de la conciencia: el camino de los faquires, el camino de los monjes y el camino de los yoguis.

El primer camino para desarrollar la Conciencia es el de los faquires, que utilizan adversas y dolorosas posturas físicas, sostienen profundos niveles de concentración sobre su cuerpo creando por encima de las mortificaciones corporales una maravillosa y poderosa voluntad que los lleva al despertar de la conciencia.

El segundo camino ha sido el de los monjes que viven en monasterios dedicando su vida al desarrollo de su esencia por medio de oración, meditación, adversidades como es flajelarse, ayunar, encierros en celdas, cantos para hacerles sentir vibraciones tan intensas que acarician su espíritu nutriéndolo y ayudándolo a nacer a una nueva y real valoración de la existencia.

El tercer camino ha sido el de los yoguis, estos seres que se retiran aún de sus propias comunidades para vivir solos en las propias montañas y se mantienen concentrados en razonamientos y meditaciones acerca de la existencia en busca de la iluminación que produce la conciencia.

El cuarto camino nos corresponde a quienes vivimos inmersos en la vida mundana y material y deseamos evolucionar a un nivel superior de conciencia y espíritu sin vernos obligados a retirarnos de nuestra manera de vivir cotidianamente y mejor aún, en vez de provocarnos la adversidad necesaria por medio de ayunos, flagelación, etc., aprovechando la adversidad que nos otorga la maestra vida exterior.

G. I. GURDJIEFF
Nota biográfica
Nacido en la Armenia rusa, G. I. Gurdjieff buscó en las fuentes ancestrales las respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano. Sus planteamientos constituyen un revolucionario y coherente cuerpo de ideas interrelacionadas, que guían al auténtico buscador por el camino de la evolución consciente. Figura mística y polémica, el “Tigre de Turkestán” dejó un poderoso legado orientado al despertar de las conciencias dormidas. Esta tradición, compleja y rigurosa, tiene seguidores y detractores en todo el mundo.

  Cuando los locos años ´20 reunían un crisol de personalidades en París, un hombre de extraño aspecto recorría sus calles con grandes mostachos y cráneo pelado, un sombrero de alas anchas y bastón de oro en la mano, luciendo su figura imponente y enigmática.
Sentado en los bohemios cafés parisinos, frente a un cognac o taza de café, mantenía largas y animadas conversaciones con la gente que podía sostener la potencia de su mirada. Era George Ivanovitch Gurdjieff, uno de los maestros espirituales más controvertidos de nuestro tiempo.
Su pensamiento y sus métodos sin duda revolucionaron las creencias de Occidente acerca de las reales posibilidades evolutivas del ser humano. Muchos lo califican de charlatán porque no entienden algunos de los procedimientos empleados por Gurdjieff para que la gente accediera a la conciencia de sí. Otros lo ven como un avatar espiritual en un mundo entregado al estado hipnótico.
Lo cierto es que la vida de Gurdjieff es extraña y apasionante. Su figura se perfila hasta hoy como mística y polémica porque es muy difícil disponer de registros históricos verificables, sobre todo en lo que se refiere a la primera parte de su vida.
Prácticamente, sólo contamos con lo que él quiso decirnos en su obra “Encuentros con Hombres Notables”. Dotado de notables poderes psíquicos, a muchos les parecía estar frente a un mago seductor y autoritario. Obsesionado por despertar de la mecanicidad a las personas, se conducía, a veces, de manera chocante e inadmisible para los cánones sociales. Pero quienes veían mas allá de su disfraz, descubrían a un hombre auténtico, capaz de generar transcendentales cambios en quienes lo rodeaban. Gurdjieff legó al mundo la riqueza de su obra construida por una serie de 5 libros, un ballet, 300 piezas para el piano y alrededor de 100 danzas sagradas o “movimientos”. Y lo más importante, un sólido cuerpo de ideas interrelacionadas acerca de la existencia y evolución consciente del hombre y el universo.

Nace un mito

Giorgios Giorgiades, nombre con el que fue bautizado Gurdjieff, nació, según estudiosos, en el barrio griego de Alexandropol, Armenia, aproximadamente en 1866. Otros consignan 1872, 1873 o el 28 de septiembre de 1877. Asimismo, y debido a que los rusos conquistaron su ciudad natal durante la guerra ruso-turca, hoy es casi imposible determinar su nacionalidad.
Su madre era Armenia, y su padre, Ioannas Giorgiades, de origen griego. Dueño de numerosos ganado, Ioannas pastoreaba por obligación y cantaba por elección. Había heredado, como ashokh (bardo y poeta), un amplio repertorio de mitos y leyendas folclóricas que contaba a su familia en las crudas noches de invierno. En el Gurdjieff niño, quedo la huella indeleble de los cuentos de Mullah Nasser Eddin, sabio folclórico turco que trastocaba la realidad con historias hilarantes y pedagógicas. La vida en Transcaucasia era ruda y difícil, por eso Gurdjieff fue criado espartanamente por su padre. El pequeño debía salir al patio, en invierno, de madrugada, para lavarse al aire libre y correr desnudo hasta que el sueño se disipara por completo.
Giorgiades tenia 7 años cuando una plaga que azotó la región exterminó el ganado, enfrentando a la familia a una nueva vida llena de necesidades. Con una calma ancestral, el padre se adaptó a las circunstancias e instalo una bodega de madera. La situación se complicó aún más cuando los ejércitos rusos pasaron por la ciudad a raíz de la guerra contra el sultán Abdul. En medio de este panorama, Gurdjieff crecía con la convicción de ser único y diferente, quizá por la influencia de su abuela que en el lecho de muerte lo incito a ser un renovador: ” Tú, el mayor de mis nietos. ¡Escucha… y acuérdate siempre de mi última voluntad: en la vida, jamas hagas nada como los demás! O bien no hagas nada en absoluto – ve solamente a la escuela -, o bien haz algo que nadie hace “, recuerda Gurdjieff en Relatos de Belcebú.
Pensando en mejorar la vida de sus numerosos hijos, Ioannas los trasladó a la población montañosa de Kars, donde formó un pequeño taller de carpintería. La ciudad estaba habitada por una amplia gama de nacionalidades: aisores, tártaros, karapakas, yezidas.
Alucinado, Gurdjieff aprendía de todas estas raíces y costumbres.

El despertar

Curioso y de notable inteligencia, el niño dominaba ya varios idiomas: turco, armenio, ruso y griego. Fue enviado a la escuela municipal rusa y quizá no habría pasado por allí si no fuera porque llamó la atención del padre Borsh, un alto dignatario de la Iglesia ortodoxa rusa quien, a pesar de su rango, vivía con modestia y ayudaba a los pobres. Hombre inquieto, tocaba el violín y era apasionado de la astronomía, la química y la cultura asiria.
En 1879, la familia decidió que Giorgiades sería sacerdote o médico, el padre Borsh se hizo cargo -junto a los diáconos militares- de su entrenamiento: matemáticas, química, astronomía, historia, teología, anatomía y fisiología. La sed de Gurdjieff era inmensa. Leía todo lo que caía en sus manos, cuestionaba, preguntaba y ponía en jaque a los maestros. El padre Borsh dedicaba mucho tiempo a conversar sobre “las leyes de la vida” con este joven en el que reconocía aptitudes intelectuales excepcionales.
En esta época, Gurdjieff sobrevivía como la mayoría de los niños y jóvenes de Kars: con pequeños hurtos. Y aprendía de su tío, Giorgi Mercourov, a reparar máquinas y bordar almohadones. Al mismo tiempo, tomaba contacto con lo “mágico”, a través de experiencias paranormales que exacerbaron su interés por comprender lo que estaba mas allá de lo cotidiano.

La búsqueda

A los 17 años, viaja a Tiflis para emplearse en el ferrocarril. Allí conoce a sus primeros compañeros en la búsqueda de conocimientos ocultistas: el seminarista Sarkis Pogossian y un vendedor de libros llamado Abram Yelov. Los tres se mezclan con una ciudad poco escrupulosa en materia de moral y se ganan la vida con ciertos contratos poco claros.
Gurdjieff sentía “un ‘impulso irresistible’ por comprender claramente la precisa significación, en general, del proceso de la vida en la tierra, de las diferentes formas de criaturas y, en particular, de la finalidad de la vida humana a la luz de esta interpretación”. Las interrogantes eran demasiado profundas para ser respondidas por los sistemas filosóficos y religiosos conocidos. El joven empezó a sentir el susurro de antiguas voces que quizá tendrían las respuestas. Se preguntaba si la verdad no estaría escondida en los templos ocultos de los iniciados. ¿ Existirían aun los esenios, los pitagóricos, la mítica Hermandad de Sarmung?.
En 1886, los amigos encuentran la primera clave cuando escarbaban en las ruinas de Ani. Entre unos pergaminos, descubren una referencia de la “Hermandad Sarmung”, que sugerían que había sido escuela de los aisores, situada “entre Urmia y Kurdistán”. Gurdjieff decide viajar a esa amplia zona. Su meta es encontrar el monasterio y ser aceptado en él. Este proyecto incierto es el comienzo de una búsqueda por Transcaucasia y Asia Central protagonizada por un verdadero guerrero espiritual que después de veinte años volverá al mundo no para descansar, sino para transmitir con increíble energía todo lo aprendido en esos épicos viajes.

Senderos míticos

Alrededor de 1895 se constituye alrededor de Gurdjieff el grupo de los “Buscadores de la Verdad”. Eran unos quince hombre jóvenes y una mujer: Vitvitskaia; entre ellos había expertos en arqueología, ingeniería, música, filosofía…
Esta es una de las épocas más confusas de la biografía, Gurdjieff viaja incansablemente con sus amigos, regresando cada cierto tiempo a Tiflis para reponerse de exóticas enfermedades contraídas en tierras del Kurdistán, Ashkhabadian, o el Tíbet. En medio de guerras, revoluciones y luchas civiles, Gurdjieff contacta con “los más santos entre los santos de casi todas las organizaciones herméticas, de casi todas las sociedades, congregaciones, partidos, uniones, etc., religiosas, filosóficas, ocultas, políticas y místicas que eran inaccesibles para los hombres ordinarios”.
En ese periodo, su autorretrato lo muestra ganándose la vida como astuto empresario de las alfombras orientales, antigüedades y cloisonné chino; negociante de petróleo y arenques en vinagre; reparador de máquinas de escribir y coser; dueño de restoranes que abría y cerraba con la mayor facilidad. Y con habilidad de artista, pintaba gorriones y curaba por hipnosis a drogadictos y alcohólicos. Según rumores no confirmados, también fue agente político.
Creta, Tíbet, India, Jerusalén, Egipto… Es difícil seguir su huella. En este ultimo país encontró a su mejor amigo, el príncipe ruso Yuri Liuboviedsky, con quien compartió un maravilloso descubrimiento: un mapa de “Egipto antes de las arenas”.
El “Tigre de Turkestán” recoge “en un sitio un símbolo; en otro, técnica y en otro, danzas”. Los senderos secretos lo llevaron, entre 1898 y 1899, a algún lugar del norte de Afganistán. Con los ojos vendados, por fin fue guiado por cuatro jinetes hasta el Monasterio Sarmung, donde Gurdjieff comprendió en profundidad el significado de las Danzas Sagradas, el Eneagrama y la armonía de los números, corpus iniciático de su enseñanza futura. Este encuentro con la milenaria sabiduría oculta en las montañas es tomado por muchos como una alegoría, ya que es imposible comprobar su verdad histórica. Gurdjieff jamás dio la ubicación exacta del monasterio.
En su recorrido por los centros iniciáticos, no podía faltar el Tíbet, donde estudió (alrededor de 1900) danzas rituales, medicina y técnicas psíquicas. De allí, a causa de una refriega entre tribus montañesas, vuelve gravemente herido de bala. Sufre, entonces, una profunda experiencia mística que lo lleva a asumir el sentido de responsabilidad: “Lo que a El le es posible e imposible en el dominio del gran mundo, debe serme posible e imposible en el dominio de mi pequeño mundo”; A partir de ese día intensifica su búsqueda de autodominio. Todo el “horror de la situación” de las comarcas donde estuvo, lo hace percibir al hombre en su estado de sueño profundo, sufriendo por sus pasiones y sin ningún objetivo. Y comienza a experimentar el “impulso esera ” ( Relatos de Belcebú ) o amor a sus semejantes. En adelante, la compasión irá de la mano de la sabiduría y buscará el ideal del “buen egoísta”. Después de un breve retorno a Alexandropol, parte hacia el Asia Central y recibe, por tercera vez, el impacto de una bala perdida, en esta ocasión como resultado de una pelea entre cosacos y gourianos.
Aunque se había prometido a sí mismo no usar sus poderes psíquicos, se establece en Tashkent, capital de Turkestán, para transformarse en “Instructor Profesor” de ciencias supranaturales. Quizá lo hizo porque necesitaba tener tranquilidad económica para sintetizar el conocimiento acumulado y enseñarlo. Y también, porque los rusos europeizados eran un rico campo para estudiar de la psicología humana

Gurdjieff se revela

A principios de 1912, llegó un pasajero muy especial a Moscú. En su equipaje traía nada menos que un crisol ideológico que era “al mismo tiempo cosmología, psicología, tipología humana, crítica semántica, epistemología, cosmogónica, fenomenología de la conciencia y filosofía existencial practica”.
Veinte años había tomado a Gurdjieff cristalizar y organizar los fragmentos del conocimiento adquirido y se sentía listo para congregar discípulos. Y lo hizo con su particular estilo. Después de recorrer las conmocionadas calles moscovitas, recibía en las noches a la gente disfrazado de “el príncipe Orzay”, con turbante y bata de seda. En esos días, conoció a la condesa Julia Osipovna Ostrowska, con quien permaneció casado hasta la muerte de ella.
Poco a poco, se va formando un grupo de seguidores importantes, entre los que se destaca P.D. Ouspensky, a quien conoce en 1915. Un año antes, Gurdjieff había supervisado la primera obra literaria acerca de su enseñanza, escrita por un discípulo anónimo: Vislumbres de la verdad.
Hay vientos de guerra y revolución, lo que obliga a Gurdjieff a moverse buscando una plaza segura. A fines de 1917 se traslada a Essentuki, en Cáucaso. La nueva sede del Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre seria una prueba de fuego para sus alumnos. En jornadas inacabables e intensas, practican danzas sagradas, telepatía, mediumnidad, ayunos, caminatas y famosos ejercicios del “stop” y los ” brazos extendidos “. Se producen alejamientos, como el de Ouspensky, quien continua entregando el conocimiento adquirido pero en forma independiente, aunque sin perder del todo el contacto con Gurdjieff.
En plena revolución, la ciudad pasaba de mano en mano y nadie tenia la vida asegurada. Como un prestidigitador, inventa una expedición en busca de dólmenes; consigue los permisos correspondientes y parte con sus alumnos en un viaje complicado y no exento de peligros, que culmina en Tiflis, capital de Georgia, todavía en manos del ejercito zarista.
Allí establece por tercera vez un Instituto, en 1919; lo siguen Mme. Ostrowska, los Stjoernval y los De Hartmann y se agregan Alexandre y Jeanne de Salzmann. Pero en condiciones políticas de Georgia nuevamente lo obligan a emigrar, esta vez a Constantinopla. Ouspensky, que esta allí, le confía su propio grupo de alumnos y lo apoya por un tiempo, pero vuelve a separarse, y Gurdjieff decide aceptar una invitación de Jacques – Dalcroze para instalarse en Hellerau, cerca de Dresden.
La idea de avecindarse en Alemania no prospera por litigios legales, tampoco el ofrecimiento de sus seguidores en Londres, por lo que Gurdjieff pone sus ojos en Francia. A pesar de todos estos cambios, el “Trabajo” ( término con el que se denomina a la práctica concreta de las enseñanzas gurdjieffianas ) se mantiene y el grupo continúa, ya que precisamente, el Cuarto Camino, vía evolutiva dentro de la cual se inscribe este trabajo, se desarrolla entre las tormentas de la vida cotidiana.

Los filósofos del bosque

Al comienzo, Gurdjieff arrendó una casa que compartía con sus alumnos en el distrito de Auteuil, en la cual los días transcurrían entre diálogos acerca del trabajo y la practica de las danzas. En octubre de 1922, el grupo se cambió a Fontainebleau, al sur de París, a una hermosa mansión de la aristocracia francesa.
Como siempre, Gurdjieff apeló a todos los recursos para financiar el subido alquiler, alimentar a todos y enfrentar la titánica misión de levantar una nueva sede. Rodeado de bosques y magníficos jardines, este era el lugar ideal para el trabajo. Inmediatamente comienzan las tareas para adaptar la casa. Desde el amanecer hasta la noche, los seguidores preparan las salas para los ejercicios físicos y danzas sagradas, construyen el teatro, los establos y la casa de estudios.
Los “filósofos del bosque”, como se les denominaba en la época, suscitaban no pocos comentarios. Especialmente conflictiva fue la muerte, de tuberculosis, de la escritora Katherine Mansfield, ocurrida en Fontainebleau en 1923. Los periodistas condenan el Instituto haciéndose eco de la opinión de muchos detractores. A pesar de eso, es visitado por lo más representativo de la “inteligencia” europea. De nuevo Gurdjieff emplea la técnica del sobreesfuerzo para “despertar” la conciencia dormida y mecánica de sus discípulos. Las jornadas son agotadoras: danzas, ejercicios gimnásticos, difíciles practicas de concentración, meditaciones… El 13 de diciembre de 1923 se realiza la primera representación publica de las danzas sagradas, en el teatro de los Campos Elíseos, impresionando al sofisticado publico parisino.
Aquí, una etapa de agitadas y sucesivas giras se inicia con representaciones de las danzas en Nueva York y Chicago. El éxito es estruendoso y se empieza a hablar de Gurdjieff en los periódicos de todo el mundo.

Llega Belcebú

En el verano de 1924 Gurdjieff sufre, camino a París, un accidente de automóvil casi fatal. Los médicos no dan esperanzas de vida, pero el agonizante se recupera milagrosamente, creando a su alrededor una atmósfera todavía mítica.
El accidente sume a Gurdjieff en una crisis y resuelve dar rumbo distinto a su labor. Aleja a los “parásitos” con el pretexto de que se cerraría el Instituto y empieza a escribir – con la ayuda de Olga de Hartmann – su obra Relatos de Belcebú a su nieto. Desde luego, no usó el lenguaje establecido. Muy por lo contrario. Su atrevida sintaxis, disgregaciones, dislocaciones secuenciales y complicado estilo, lo hacen una obra espiritual de ficción complicada y polémica. Quizá porque, como todo lo gurdjieffano, la verdad sólo puede alcanzarse experimentando por sí mismo.
Los siguientes años no son fáciles. En 1926, muere su mujer, Julia Ostrowska, de un cáncer prolongado. Las deudas de Fontainebleau son cuantiosas y la salud del maestro está muy debilitada. Se suma su desaparición por el poco nivel de desarrollo de sus discípulos.
Inicia la producción de su libro – que más tarde se llevaría al cine – Encuentros con hombres notables, al mismo tiempo que facilita el alejamiento de los De Hartmann y otros seguidores, y continúa con sus viajes a Norteamérica. Finalmente, en 1933, pierde en definitiva la mansión que los albergo durante mas de una década.

Despedida ad-hoc

De regreso a París, Gurdjieff se aboca a continuar su obra literaria y a emprender varios viajes, muchas veces conflictivos. Nuevos y antiguos seguidores se agrupan en torno de él en su departamento.
Gurdjieff comienza a cosechar en terreno complicado, ya que debe conjugar – pensando en el futuro – la interacción de discípulos de origen, nacionalidad y desarrollo muy disímiles.
Sus habilidades comerciales le permiten sobrellevar la segunda guerra mundial sin mayores sobresaltos. Los pupilos se agrupan para compartir y aprender en un departamento atestado de gente, en el que la actividad comenzaba a mediodía, con la lectura de los escritos aún inéditos del maestro. Le seguía la comida ceremonial de media tarde. Entonces, los invitados se retiraban para regresar a la noche, continuando los diálogos y lecturas. Después de una cena tardía, se iban a las dos y media de la madrugada.
En 1949, realiza su última visita a los Estados Unidos para supervisar la edición de sus libros. Ese mismo año, su salud empeora y, tras realizar la coreografía de su ultimo “movimiento” (el N° 39), se desploma y es conducido al Hospital Americano de Neuilly. Rodeado de discípulos, antes de caer en inconsciencia, les lega su ultima ironía: “¡Os dejo metidos en un lío!”.
Falleció en la mañana del 29 de octubre y fue sepultado en Fontainebleau, Avon, junto a su madre y su esposa. Después del solemne entierro, Jeanne de Salzmann dijo a sus discípulos: “Cuando un maestro como el señor Gurdjieff desaparece, no puede ser reemplazado”.

La tradición gurdjieffiana

El sistema de Gurdjieff es un cuerpo coherente de ideas y métodos interrelacionados en el que el principal tema es el estudio de las condiciones del ser, tomado desde el punto de vista de la posibilidad de la unidad interna y la evolución consciente.
No es fácil, en pocas palabras, abordar una tradición tan compleja y rigurosa. Sólo podemos limitarnos a recordar algunos de los principales “temas gurdjieffianos”, con la esperanza de abrir una modesta brecha que permite entrar un rayo de luz en las conciencias dormidas. Esta no es más que una invitación a indagar más a fondo en la tradición

La Visión del Hombre

Para Gurdjieff, el hombre es un ser plural: ” No hay tal yo – decía -, o más bien hay cientos, miles de pequeños ‘ yoes ‘ en cada uno de nosotros. Estamos divididos interiormente, pero no podemos reconocer la pluralidad de nuestro ser, sino a través de la observación y el estudio. En cierto momento es un ‘ yo ‘ el que actúa, al momento siguiente es otro ‘ yo ‘. No funcionamos armoniosamente debido a que nuestros ‘ yoes ‘ son contradictorios.
Al nacer, el niño es “esencia”, un ser con esperanza. Pero a medida que crece, pierde su “particularidad” a causa de las experiencias reales. Se va formando la personalidad, nuestra máscara o revestimiento social, que ahoga a la esencia. Aunque indispensable, la personalidad es, en la mayoría de los casos, una serie de prejuicios, posturas, sueños, modos de manipulación y neurosis, “alineados respecto de la esencia de manera arbitraria”. Invadida por la legión de ‘ yoes ‘, no permite al hombre la posibilidad de desarrollar su verdadero ser.

Observación y Recuerdo

La “atención”, la “observación de sí ” y el “recuerdo de sí mismo”, permiten al hombre liberarse de las identificaciones e imaginaciones que lo mantienen sumido en un “estado de sueño hipnótico”. “Sólo un hombre en el más alto estado de ser es un hombre completo. Todos los otros son meras fracciones de hombre. La ayuda exterior necesaria vendrá de maestros o del sistema que estoy siguiendo. Los puntos de partida de esta observación de sí son:
1) Que no somos uno.
2) Que no tenemos control sobre nosotros mismos. No controlamos nuestro propio mecanismo.
3) No nos recordamos a nosotros mismos. Si digo: ‘Yo estoy leyendo un libro’ y no me doy cuenta de que ‘yo’ estoy leyendo, eso es una cosa, pero cuando estoy consciente que ‘yo’ estoy leyendo, eso es recuerdo de sí”.

Los Centros de la Máquina Humana

El hombre es una compleja máquina que ” ingiere impresiones y excreta conductas ” y se alimenta de comida, aire e impresiones sensibles para impulsar cinco “cerebros” o “centros” que actúan en forma independiente: intelectual, emocional, motor, instintivo y sexual. Cada uno cumple sus funciones sin considerar a los otros, por lo cual la maquina humana inconsciente es ineficiente y esta atrapada en la “mecanicidad”.
Los tres centros básicos ( intelectual, emocional e instintivo – motor ) determinan la tipología gurdjieffiana del ser humano sin desarrollo de conciencia, según cual de ellos es dominante en cada persona: “Hombre número uno”, motor; “Hombre número dos”, emocional; “Hombre numero tres”, intelectual. Aunque creemos que tenemos una sola “mente”, en realidad cada uno de los centros tiene una propia. Y esta categorización se complejiza aún más debido a que, a su vez, cada uno de los centros tiene sus propias divisiones.
La debida “atención”, lograda con esfuerzo y voluntad, nos permite darnos cuenta en que centro estamos funcionando y emprender el camino del desarrollo armónico y simultaneo de cuerpo, emoción e intelecto. La “detención interior” de pensamientos es uno de los ejercicios para el “recuerdo de sí” que lleva a la comprensión de este proceso.

Estados de Conciencia

Para explicar qué es un ser más elevado, Gurdjieff habló de diferentes etapas que puede vivir un ser humano:
“Hay varios estados de conciencia:
1) El sueño, en el cual nuestra maquina sigue funcionando a presión muy baja.
2) El estado despierto, en el cual estamos en este momento.
Estos dos estados son los únicos que conoce el hombre corriente.
3) Lo que se llama conciencia de sí. Es el momento en que un hombre se da cuenta tanto de sí mismo, como de su máquina. Lo tenemos por destellos, pero solamente por destellos. Hay momentos en los que se da cuenta usted no sólo de lo que está haciendo sino también de usted mismo haciéndolo. Usted puede ver tanto el ‘yo’ como el aquí de ‘yo estoy aquí’, tanto el enojo como el ‘yo’ que está enojado. Llame a esto recuerdo de sí, si gusta.
Ahora, cuando usted se da cuenta completa y constantemente del ‘yo’ y de lo que esta haciendo, y de cuál ‘yo’ se trata, usted se vuelve consciente de sí mismo. La conciencia de sí es el tercer estado. Este es un punto cumbre, ya que sólo a partir de este tercer estado el hombre es capaz de desarrollar su esencia y llegar a ser un hombre N° 4, equilibrado y cabal. Entonces tendrá la posibilidad de construir su alma y sus otros cuerpos ( hombres del N° 5 al 7 ), para cumplir con los destinos superiores de la evolución cósmica, a través del acceso a un estado llamado “Conciencia Objetiva”.

El Eneagrama

Uno de los símbolos que Gurdjieff rescató de las enseñanzas orientales milenarias fue el Eneagrama o figura de nueve lados. En este modelo dinámico, se sintetiza, a niveles macro y microcósmicos, sus Leyes de Tres y de Siete. En las Danzas Sagradas, manifestó en movimientos la evolución de este símbolo universal.

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El legado de los ” idiotas ”

Siempre rodeado de gente, Gurdjieff tenía con sus discípulos una relación intensa, y muchas veces, dramática. Con una mirada, el maestro desnudaba psicológicamente a sus alumnos y los sorprendía en toda su verdad. Ouspensky recuerda que “acercársele era siempre una prueba”.
Exigente, pero a la vez generoso y protector, Gurdjieff obligaba a quienes lo seguían a adaptarse a una disciplina que a ratos parecía incoherente. Pero para ellos, este poderosos maestro espiritual constituía la única esperanza de desarrollo y liberación. Él era el contacto viviente con las fuentes ancestrales de la sabiduría y su notable inteligencia los guiaba por caminos prácticos donde nada puede ser entendido si no se experimenta por sí mismo.
Es justo rendir un homenaje a todos esos “idiotas” ( en el lenguaje gurdjieffiano, no significa “estúpido”, sino simplemente “lo propio” ) que no sólo siguieron a Gurdjieff por los intrincados caminos de una vida insegura y aventurera. Gracias a sus esfuerzos por registrar en forma escrita la enseñanza, mucho de la tradición oral del maestro a podido llegar hasta nosotros. P.D.Ouspensky, es el más conocido porque divulgó el sistema, por medio de escritos y grupos propios, en Inglaterra y Norteamérica. Uno de los mitos de la tradición Gurdjieffiana es precisamente la relación – bastante conflictiva – entre Ouspensky y su maestro.
En su legendaria obra “En busca de lo Milagroso: Fragmentos de una Enseñanza Desconocida”, consiguió capturar en forma magistral el sistema de ideas interconectadas que quizá fueron explicadas sólo para sus propios oídos.
Thomas y Olga de Hartmann. El compositor Thomas de Hartmann trabajo arduamente con Gurdjieff para registrar las pautas musicales de los “Movimientos”. Su esposa Olga jugó, al lado del editor Alfred Orage, un rol notable en la publicación de las obras de Gurdjieff.
Jeanne de Salzmann. Coreógrafa y bailarina, gracias a ella se preservaron las Danzas Sagradas. Después de la muerte de Gurdjieff, siguiendo sus instrucciones, impulso en varios países la creación de las Fundaciones y Sociedades Gurdjieff.

El cuarto camino

Existen cuatro caminos para el trabajo sobre sí:
· El Camino del Faquir, el Primero, pone énfasis en el trabajo del cuerpo.
· El Camino del Monje, el Segundo, en las emociones.
· El Camino del Yogui, el Tercero, en el intelecto.
· Y el Cuarto Camino, que es el de Gurdjieff, trabaja simultáneamente sobre los tres centros.

Cada uno de estos cuatro caminos tiene sus propias dificultades, pero la peculiaridad del Cuarto es que el ser humano debe trabajar desde las circunstancias variables de la vida. El discípulo no tiene aquí posibilidades de esconderse en una montaña a meditar. Debe lidiar con las cambiantes condiciones externas, manteniendo el sentido y el sentimiento de trabajo y practicando la no identificación en medio de los sucesos y desdichas cotidianos.

RE: Cuentos y Poemas Indigenas II

Para la defensa de la casa

Lo que necesitamos para hacer una limpia de un espacio en el cual está contaminado por “larvas”, seres del bajo astral o energías negativas.

Un recipiente con agua (Importante que sea cristalina y pura).

Sal marina gruesa (Como una cuchara sopera, las cantidades son orientativas) .

Copal o cualquier incienso que nos guste (Personalmente recomendaría el Copal Blanco).

Una ramita de Romero (Optativo).

Un sahumador o incensario.

Carbón para el incienso (Carbón litúrgico o cualquier carbón vegetal).

En primer lugar nos aseamos o tomamos un baño y nos vestimos de blanco o en su defecto llevamos alguna prenda de este color. (No es obligatorio, pero se desaconseja el negro , en esos momentos).

Tomamos el recipiente con el agua y ponemos dentro la sal, en la cantidad que estimemos oportuno(Tampoco conviene cargarla con mucha sal porque cuando se seca el agua tiende a dejar manchas blancas en las salpicaduras) la diluimos.

Bendecimos el agua y la sal de la manera que nosotros lo entendamos, podemos hacer la señal de la Cruz sobre el agua o bien extender las manos con las palmas de las manos sobre el recipiente tratando de visualizar una Luz Blanca Brillante que llena el recipiente. Doy algunos ejemplos, de bendiciones;

“Que lo más puro y más elevado del Gran Espíritu descienda e impregne este fluido Sagrado. Así sea”

Otra;
“Yo te bendigo en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.”

Otra;
“Que la energía Cristica descienda sobre este Grial y esta agua se transmute en elemento sagrado. Está escrito”

Otra;
“Invoco a lo más puro y más elevado de la divinidad junto a los guardianes más elevados para que me asistan en esta limpia, agradezco vuestra participación”

Tomamos el recipiente con el agua bendecida y la ramita de Romero. Empezamos por la puerta del patio si lo hubiera, si es externo o en su defecto de la puerta de entrada a la casa.

Desde la entrada y en el sentido de las agujas (manillas) del reloj comenzamos el recorrido recitando durante todo el trayecto.

“Casa de Jerusalem que salga el mal y entre el bien”

Así en todos los rincones iremos mojando la ramita de Romero en el agua bendecida por nosotros y salpicando unas gotas de dicha agua, por todos los lugares, no olvidando ninguno e incluso debajo de la escalera si la hubiera.

Habrá dependencias que no podremos entrar por ser un almacén y no disponer del espacio físico para entrar, no importa se coloca uno en la puerta y salpicando con el agua bendita por cada una de las esquinas de la estancia , en sentido de las agujas del reloj y recitando lo arriba descrito, completamos el recorrido por todas las recamaras y huecos de la casa sin pasarnos ninguno e incluso en los armarios despensas etc.

Muy importante no pasar por alto nada para que los “entes” no tengan lugar donde ir.

El segundo paso se toma el sahumador (incensario) prendido el carbón y bien cargado del Copal y se sigue repitiendo toda la oración y empleamos el mismo recorrido que hicimos para la bendición con el agua.

Cuando acabamos si aún queda Copal este se deja hasta que se acabe y no quede nada encendido.

Con el agua bendecida por nosotros la podemos tener en un recipiente abierto hasta que esta se evapore, posteriormente limpiamos los instrumentos y damos las gracias a los asistentes, con una formula sencilla.

Podría ser <>

O cualquier otra que se os pueda ocurrir. Lo importante es la intención.

Que tengais un buen día

Halcón_Peregrino

Cuentos y Poemas Indigenas-43

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OCULTISMO PRACTICO EN LA
VIDA COTIDIANA

Entre el gran número de cartas que llega a la Fraternidad de la Luz Interior , una buena parte de él contiene pedidos de ayuda y consejos respecto de los métodos de aplicación de las fuerzas ocultas a los problemas de la vida cotidiana.

Las obsesiones, encantamientos y ataques ocultos son relativamente escasos y cuando se los investiga resultan ser a menudo casos de insania; la mala suerte persistente, la salud quebrantada que resiste la terapéutica ordinaria y sobre la cual discurren los médicos o manifiestan en definitiva que no encuentran la causa de los males, se deben con exclusividad a tratamientos inadecuados para el logro de la evolución psíquica que se busca; también se mencionan influencias malignas del ambiente y del lugar. En suma, todo esto constituye el contenido que la mayoría de las cartas que se reciben.

Asimismo, se nos interroga con frecuencia sobre la interpretación de los sueños, visiones de símbolos y la manera de recuperar la memoria de reencarnaciones pasadas.

Conforme a la tradición oculta ortodoxa, la enseñanza de los Misterios debe estar reservada sólo para los que se hubieran entregado a ella con dedicación exclusiva y hubieran pasado durante largos años por determinadas disciplinas y pruebas. En otras palabras, en ocultismo es imprescindible estar iniciado. Pero con la difusión de los conocimientos ocultos que tiene lugar en nuestra época, se ha producido también un cambio en el espíritu del movimiento. Del mismo modo que se enseña a cada uno de los componentes de un coro que recree la totalidad de la partitura, así también se pide al peregrino que se capacite individualmente para aplicar los métodos a sus problemas cotidianos. El requerimiento es razonable.

Sea como fuere, no es fácil saber hasta qué punto una persona no iniciada puede comprender las teorías metafísicas y metapsíquicas, puesto que el individuo común tiende a tergiversar los hechos y con ello agudiza sus dificultades. Es preciso tener un punto de partida y una actitud especial para el manejo satisfactorio de las fuerzas ocultas en la vida individual; la persona que pretenda hacer uso de ellas debe estar libre de influencias emocionales y su actitud debe ser por entero imparcial y serena, pues en caso contrario pasará a una confusión mayor. Para el trabajo ocultista no es suficiente conocer tecnicismos; por el contrario, lo más importante es la actitud, la cual determinara la naturaleza de los resultados últimos. Sólo por la autodisciplina y la depuración del carácter puede lograrse esa actitud. Sin embargo, es posible explicar de manera bastante simple y práctica los requisitos necesarios para el aprendizaje íntegro de las doctrinas ocultistas y elucidar en justa medida los métodos de capacitación deseables, a cualquier persona equilibrada y de inteligencia media que aspire a aplicar estos conocimientos a los problemas de la vida cotidiana, aun cuando los más delicados deban dejarse al experto.

Por cierto que los métodos de gran ceremonial no son apropiados para el uso de todos, salvo que se trate de un iniciado con buena disciplina; pero hay ritos menores susceptibles de abordarse por quien logre una concentración estable. Además, la comprensión de los principios ocultistas, aplicados a los problemas de la vida diaria, es utilísima como método profiláctico, que capacita al afectado para superar y evitar toda clase de disgustos. Asimismo, nos muestra la manera de abordar mejor y dominar los problemas de la vida, enseñándonos que hay una maniobra estratégica para afrontar cada problema: el ataque de flanco que desvía, en vez del ataque frontal que es una simple fuerza ciega; de igual modo, hay fluios y reflujos en la vida del hombre en los que sabiendo cómo obrar en su oportunidad, actuarán a favor y no en contra. Todos éstos son conocimientos y aplicaciones prácticas del ocultismo en la vida cotidiana, cuyo dominio resulta beneficioso para el que se interesa en su estudio.

En todo lo que sea posible nos propondremos llevar estos conocimientos al estudioso, mas no como método rutinario, sino como aplicación de los principios ocultos en que están cimentados, de modo tal que aquellos que los pongan en práctica, puedan hacerlo sirviéndose de la inteligencia; el éxito dependerá de la capacidad de discernimiento que se tenga respecto de la naturaleza de los problemas a resolver. El diagnóstico debe preceder al tratamiento, de ahí que todo lo que se refiere a sutiles condiciones psíquicas, no es en absoluto un problema simple, porque en ese caso debe ser reconocido y tenido en cuenta el elemento subconsciente, y ello no es fácil cuando presionan con agudeza los mismos conflictos que requieren del que las padece un enfoque imparcial e impersonal. No obstante, deberemos hacer lo que podamos y a menudo tendremos éxito sólo en la medida que seamos más honestos con nosotros mismos que lo que somos cuando intentamos justificar nuestra posición ante los ojos de terceros. Asimismo, el éxito depende de nuestro poder de concentración que nos permite tener la mente fija en una idea; sin embargo, esto es un asunto de práctica y el uso regular de ciertos ejercicios, en general, desarrolla la capacidad requerida con bastante rapidez.

Al cumplirse las dos premisas: un recto juicio respecto de la naturaleza del problema y la necesaria habilidad para concentrarse, permiten lograr en gran parte lo que se persigue, aun por el que no esté adiestrado ni iniciado. Algunos problemas podrán ser resueltos en forma total y otros serán más llevaderos aunque temporariamente queden sin resolver.

No debe pensarse que enseñaremos cómo hacer sonar las trompetas de Jericó. Algunos conflictos, por supuesto, se aclararán en seguida cuando se trate la causa psíquica que en ellos subyace; otros requerirán un permanente y arduo trabajo hasta su solución y en algunos casos un diagnóstico erróneo hará abortar toda la obra.

El ocultista experimentado, que actúa sobre el terreno mismo, debe ser capaz de formular su diagnóstico y ver en perspectiva con un alto grado de exactitud; mas no estamos escribiendo para él, sino para aquellos que han comenzado a deletrear el alfabeto ocultista; y aunque es nuestro deber estar en amable disposición para aconsejar en todo cuanto dependa de nuestro saber y conocimiento, sólo por excepción nos resulta posible actuar sobre el terreno mismo. Por consiguiente, el lector deberá aprender sus lecciones con ayuda de su propia experiencia, siendo ésta una escuela dura, pero muy eficiente.

Principios Básicos
Existen algunos libros antiguos –y también otros modernos– que llevan el título genérico de El médico en casa o algo parecido. Allí se encuentran tabulados síntomas tales como: “Estómago: dolor en; sensación de lleno en”, etc., etc., y remiten a una página en la que se consigna el remedio, generalmente en dosis como para la resistencia física de marineros y herreros. Se trata de compilaciones incompletas y es probable que si se lo sigue al pie de la letra, aumente en forma considerable la mortalidad por operaciones demoradas y cánceres no reconocidos a tiempo. Trataremos de no cometer errores semejantes en esta obra; por ello es que pedimos al lector el esfuerzo y la atención suficientes para captar ciertos principios básicos, de modo que pueda llegar, en primer término, al diagnóstico para aplicar con inteligencia los métodos ocultos.

Por sobre todo, debemos comprender que el plano material, tal como lo vemos, es el resultado final de una larga cadena de procesos evolutivos que tuvieron lugar en planos sutiles, en el reino del espíritu, de la mente y del éter astral. En consecuencia, cada problema que encontramos en el piano físico tiene una especie de alma compuesta por los factores de cada uno de esos niveles de manifestación; es importante que lo comprendamos, puesto que cada problema es compuesto, por lo cual tenemos que determinar la proporción relativa de los diferentes factores que lo integran y discernir cuál es el nivel en el que la perturbación tiene su raíz o núcleo. Es inútil tratar el problema por medio del simple exorcismo astral, si su raíz se halla en algún factor espiritual oculto en lo profundo del alma.

No obstante, siempre debemos tener presente que cada plano posee sus propias leyes particulares, las que no pueden ser subyugadas por ningún poder, por grande que éste sea, sino sólo dirigidas y usadas. Mas, por ser cada plano animado y dirigido por el superior, la dirección hasta la que sus fuerzas y mecanismos pueden ser dirigidos, es mayor de lo que puede suponerse. Sin embargo, hay límites bien definidos para este poder, límites que deben ser aceptados. En este sentido es en el que fracasa tan a menudo la curación espiritual, porque casi nunca admite limitaciones a lo que llama “poder de Dios”, pero que con frecuencia sólo significa el deseo del paciente de verse libre de sus sufrimientos.

Luego, debemos comprender que hay muchas fuerzas y diversas formas de existencia que no descienden a planos tan inferiores como el físico; por ejemplo, pueden tener un aspecto espiritual y mental, o espiritual, mental y etérico astral, pero no forma física. Si sabemos cómo hacerlo, en muchos casos podremos extender esas fuerzas haciéndolas descender por los planos y darles expresión en lo físico. Empero, esto no significa que vamos a hacer milagros y materializaciones, porque en la mayoría de los casos el vehículo de la manifestación es la mente del operador y por tanto, la operación parece producirse de modo natural por una concurrencia de factores felices. En ciertos cases, es el poder sistematizado el que ordena esos “factores felices”, lo cual muestra que ciertas operaciones definidas están siendo ejecutadas. Hay que tener en cuenta que debe discriminarse respecto del uso de estos métodos según sean los casos; no deben ni pueden ser usados de manera rutinaria por todo el que no se sienta bien, ya sea de su mente, su cuerpo, su espíritu o simplemente porque se hallen contrariados sus deseos.
Los casos en que estas fuerzas sutiles sean los factores predominantes, son los más apropiados para las operaciones ocultas. Mas, estas fuerzas sutiles, aunque en apariencia materiales, desempeñan en todos los casos un papel y pueden ser utilizadas si no para curar, por lo menos, como paliativo. En un hombre lesionado por un accidente. por ejemplo o atacado por una aguda infección neumónica. pareciera que todo su problema radica exclusivamente en el piano físico; sin embargo está muy lejos de ser así, porque sobrevivir a la operación en el caso del accidente, y la resistencia a la infección en el caso del neumónico, ambos eventos conciernen a los planos sutiles de la naturaleza, y su dependencia está condicionada a su vitalidad y temperamento.

Debemos recordar también que para estimar con precisión la naturaleza de muchos tipos de problemas, en especial aquellos relacionados con la “mala suerte” constante como asimismo ciertas patologías de carácter psíquico, debemos tomar en consideración el karma o influencia de arrastre de encarnaciones previas. Existen ciertos métodos para valorizarlos que describiremos a su debido tiempo. Además, el karma individual, o destino, debe ser liquidado de acuerdo con la influencia del largo ciclo del karma racial, el cual lo modifica o refuerza; y también esto debe tenerse en cuenta.

En resumen, cada problema es cuádruple: espiritual, mental, etérico-astral y físico, Cada uno de estos planos tiene sus propias leyes que no pueden ser abrogadas, sino dirigidas. La causal de la mayor parte de los problemas se proyecta hacia atrás en el tiempo, vinculada con encarnaciones anteriores y tales problemas son modificados en su liquidación por las influencias del karma racial, que prevalecen. Debemos procurar superar nuestros problemas relacionando todos estos factores y no computando sólo uno de ellos, y sin pasar por alto que las proporciones en las que están presentes estos factores, varían en cada caso.
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Hay facultades en el alma humana que corresponden a los planos sutiles de existencia, los que ejercen una influencia sobre ellas siendo a su vez éstas influidas por aquellos; facultades y planos cuya existencia ignoran la mayor parte de las personas. Sin embargo, si observamos bien, no dejaremos de sorprendernos ante el hecho de que existen flujos y reflujos en la existencia del hombre que no podrían explicarse por la secuencia: material de causa y efecto. El ocultista estudia estos sutiles procesos, y el resultado de su observación lo capacita para establecer la presencia de ciertas leyes definidas con respecto a ellos y que sirven para ser aplicadas en forma inmediata para solucionar problemas en la vida cotidiana. Estos diferentes planos no se hallan ubicados uno sobre otro como el estrato de las rocas; son diferentes modos de existencia y pueden ocupar el mismo espacio simultáneamente, como el sonido, la luz y el calor, Los diferentes aspectos de la conciencia se forman con estos distintos modos de existencia, de la misma manera que el calcio, básico en la formación de nuestros huesos, proviene del reino mineral, y el agua de nuestros tejidos deriva de fuentes y ríos. El calcio de nuestros huesos no es en manera alguna diferente del que se halla en el tejido de las plantas o en las rocas. Se comporta de la misma manera y obedece a las mismas leyes dondequiera que esté; igual ocurre con el agua. Nuestro corazón es una bomba similar a cualquiera y el agua en nuestra sangre no se comporta de manera diferente que el agua caliente de las cañerías. Vale decir, que las mismas condiciones prevalecen en el plano de la conciencia. La chispa de Espíritu Divino que reside en lo más recóndito del corazón y que es el núcleo del alma humana, es parte a su vez del Reino de los Cielos. Nuestro poder mental con sus fuerzas y su don creador de imágenes, es parte del reino de la mente; en cuanto a nuestra naturaleza emocional instintiva, es parte de lo que los ocultistas llaman Reino Astral y, por último, nuestro cuerpo y sus sutiles aspectos etérico y físico denso, forman parte del reino de la tierra, aunque debemos recordar que la Tierra tiene un aspecto sutil electromagnético, como asimismo otro denso. Nuestro cuerpo, que recibe impresiones del plano físico por medio de los cinco sentidos, no puede percibir el pensamiento, la emoción y las cosas del espíritu, a no ser por los efectos que resultan de éstos sobre él. Hay sentidos sutiles, rudimentarios en la mayor parte de las personas, más altamente desarrollados en la minoría, que corresponden a !os tres niveles sutiles de existencia.

Casi todos conocemos por instinto el estado emocional de los seres con los cuales estamos en estrecho contacto; sabemos cuando están disgustados, deprimidos o asustados, aún cuando no muestren signos exteriores de su estado y hagan lo posible por ocultarlo. El caballo sabe cuándo el jinete siente miedo; el recién nacido diferencia a la nurse que lo controla con esmero y a la madre que lo amamanta y lo asiste, y se comporta según el caso.

Pretender explicar estos fenómenos por medio de la interpretación subconsciente de las sutilezas del gesto y de la expresión, es antojadizo y no responde a nuestro raciocinio, que por otra parte, resulta innecesario. Una hipótesis mucho más sencilla y comprensiva aclara que estas cosas se deben a la percepción directa de los estados emocionales por el factor que en nuestra conciencia se corresponde con ellos. Observad cómo la persona deprimida deprime a las demás, cómo irrita el furibundo y cómo la actitud del tímido pareciera evitar a que no se lo moleste. Ocurre que recibimos influencias insospechadas según el estado mental de los que nos rodean; por ello lo más importante en toda organización humana es una buena moral. El mal empleador por lo general no comprende esto y piensa que un empleado malhumorado y resentido por la paga que recibe, le puede rendir lo mismo que el conforme y jovial. En una casa de comercio, una persona sujeta a un sentimiento de descontento desmoralizará al resto de los empleados aunque no manifieste su estado de manera franca. Si observamos las casas de comercio veremos que la actitud mental de la persona que dirige se hace sentir en todos los empleados, no importa cuál sea su categoría, y aunque no tengan contacto directo con ella.

La persona carente de armonía interior inspira resistencia a su paso y torna su vida ardua y penosa. Una actitud amable y equilibrada es un sedante efectivo que al reducir las tensiones, fortalece su autoridad. ¿Habrá que deducir de lo que antecede que debemos ceder sin oponer resistencia a las influencias de cualquier medio en que nos hallemos? Sería ingenuo si así lo hiciéramos; y aun cuando el medio nos resulte favorable, no es de cautos depender de él, pues puede suceder que nos tornemos tan pusilánimes que sucumbamos ante la menor aspereza que nos plantee un cambio del mundo externo.

Si la atmósfera nos es adversa, necesitaremos una definida armadura mental que nos proteja de sus influencias. Algunos preceptores podrán decir que debemos trabajar para transformar ]as condiciones adversas apelando al poder del pensamiento. Se han escrito muchas novelas y obras teatrales, por ejemplo The Passing of the Third Floor Back, en apoyo de esta tesis, mas esta es una meta demasiado ambiciosa por ahora; procederemos con mayor sabiduría si nos contentamos, para comenzar, con el dominio del Reino Interno. En todo caso, no podremos ejercer mucha influencia en nuestro medio ambiente, hasta tanto éste no haya dejado de influirnos.

Entretanto, tenemos que reconocer el potente efecto que ejerce sobre nosotros una determinada atmósfera mental, y recordar que todas ellas son creaciones de la mente humana, a las cuales no tenemos por qué entregarnos inermes, sin oponer resistencia, sino más bien hacer algo para defendernos. Si nos hallamos en un ambiente de disgusto o descontento, podemos comenzar la defensa y erigir un centro de serenidad e inmutabilidad en nuestra vecindad más próxima. Esto lo haremos actuando de adentro hacia afuera en tanto que controlamos nuestras reacciones hacia ese medio inarmónico. Tan pronto como la atmósfera mental deja de afectarnos, nosotros empezamos a gravitar sobre ella.

La estabilizada atmósfera interior desborda y el círculo de armonía se ensancha como las ondas de un lago; pronto el más sensible de nuestros vecinos comienza a sentir la nueva influencia introducida en la atmósfera mental, reacciona a su vez, y la influencia se refuerza con este nuevo aporte.

Empero, si con el objeto de recobrar nuestra paz mental intentamos reaccionar para alterar condiciones ambientales externas que nos ocasionan infelicidad, habremos fracasado en el intento; porque por mucho que queramos formar al mundo de acuerdo con nuestros deseos íntimos, habrá siempre, como en el cuento de hadas, el rumor de una hoja que turbe el sueño de la princesa. Pero si conseguimos dominar el reino interior y somos capaces de independizarlo de influencias externas de modo tal que podamos decir como San Pablo: “Nada me concierne”, gravitaremos como factor importante en la atmósfera mental; al dejar de ser influidos nos transformaremos, por el contrario, en influencia.

Existe un antiguo relato de dos peregrinos que encontraban que el sendero era muy áspero para sus pies. Uno de ellos dijo: “matemos todas las vacas de la comarca y hagamos con sus cueros una alfombra que cubra todo el camino, así podremos andar cómodos”. Y su compañero le respondió: “Eso es imposible, porque el camino es mucho más largo que el cuero de todas las vacas juntas; mejor será que hagamos zapatos de la piel de un solo animal; será como llevar una alfombra blanda en nuestros pies durante todo el trayecto, donde quiera que vayamos”. La persona que pretenda alterar su medio ambiente antes de independizarse ella misma, será como el hombre del cuento que quería alfombrar todo el camino; pero quien haya logrado el control de sus propias reacciones y tenga dominio sobre su reino interior, será como el compañero que sugirió hacer zapatos para protegerse de las asperezas del camino.

Si queremos aprovechar lo que nos brinda la Sabiduría Antigua debemos comprender dos cosas: 1°) las condiciones mentales y emocionales tienen poder para
afectarnos sin acciones físicas evidentes; 2°) no debemos permitirnos reaccionar ante estas influencias de modo tal que nos hagan actuar como potros salvajes, sino más bien tenemos que obligarlas a tascar el freno y dominarlas. Percibir una influencia no significa reaccionar según ella. Existe una manera de contrarrestar cualquier influencia y esto es lo que nos puede enseñar el Conocimiento Oculto.

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