Culturas de mesoamerica y centroamerica-56

Salud en las Seis puntas de la Piedra Filosofal!
EL ATOMO NOUS

El átomo Nous es el Maestro constructor de nuestro Templo Interior,
según la
alegoría masónica. El mora en la sangre más pura del corazón, en un
lugar
secreto del ventrículo izquierdo y de allí ejerce autoridad absoluta
sobre todo
el universo atómico humano. Luego, el estudiante que quiera proseguir
en la
Senda Iniciática, precisa despertar la atención de Nous por sus
anhelos. Eso se
realiza con mística, devoción, búsqueda, inquietud espiritual, oración,
recogimiento y entrega al Cristo Intimo.

El cuerpo físico de un hombre, examinado desde el exterior, parece
bastante
sólido. Sin embargo, cuando es examinado con la vista interna no pasa
de una
envoltura gaseosa, se percibe entonces, que él funciona como una
especie de
muralla protectora contra fuerzas y energías extrañas que intentan
invadir y
llegar hasta el Intimo. Observe bien el estudiante cuán importante es,
entonces,
conservar los pensamientos en paz y armonía. Toda vez que un
pensamiento de
odio, envidia, orgullo, codicia, etc. penetra o sale de nuestro cuerpo
causa
grandes estragos a los fieles servidores atómicos. Eso explica el
origen último
de muchas dolencias sin causa aparente.

Nuestra educación, recibida en casa y escuela, desde pequeños, nos
enseña a
pensar para fuera haciendo que nos olvidemos de nosotros mismos. Eso
crea una
situación lastimosa, haciendo que raramente nuestro pensamientos
provengan del
Intimo. Generalmente, en más del 90% del tiempo, es nuestra mente la
que se
manifiesta. Aquí, se abre otro vasto horizonte e infinitas
perspectivas. La
educación espiritual verdadera tiene dirección radicalmente opuesta a
la
educación intelectual. Por eso, quien quiere progresar en el Camino
Espiritual,
tarde o temprano comprenderá que deberá renunciar y abandonar la vía
intelectual. Comprenderá, como dice la alegoría alquímica, que debe
quemar los
libros y purificar su mente.

Si somos arquitectos de nuestra propia vida, en el momento que
pasáramos a tener
conciencia de esas simples verdades, podremos adecuarla de acuerdo con
las
órdenes y la voluntad del Intimo y no a partir de los conceptos
elaborados por
nuestra mente. Los terapeutas corporales saben que el cuerpo físico de
una
persona siempre revela la naturaleza del carácter y de la personalidad
de su
dueño. Nosotros preferimos decir, en último análisis que el cuerpo
físico de una
persona cuenta la historia de sus átomos.

LOS ATOMOS DEL ENEMIGO SECRETO

En la parte inferior de la columna vertebral mora el Enemigo Secreto,
que tiene
bajo su comando ejércitos enteros de átomos infernales. Es ese átomo
que se
opone a la voluntad del Intimo. En la guerra que mantiene
constantemente con las
huestes de Miguel, el Angel Atómico Guerrero, que mora en la superior
de la
columna, casi siempre sale vencedor.

El hombre vive prisionero de la atmósfera del mundo de maya porque él,
el
Enemigo Secreto, Lucifer o Satán, extiende sus dominios hasta el plano
mental
del hombre. Siempre que nos proponemos a mantener pureza en
pensamientos y sentimientos, por ejemplo, él suelta sus legiones
atómicas para
desviar nuestros propósitos.

Los átomos inferiores o moradores de los infiernos atómicos jamás
responden a la
Voz del Intimo. Eso nos recuerda el hecho de que, análogamente, la
humanidad
jamás atiende a los dictados de sus profetas y Cristo que vienen a la
tierra de
tiempo en tiempo. Todo nuestro karma está ligado a los átomos negros.
Todas las
malas acciones practicadas por el hombre, en el fondo, tienen orígenes
en esos
átomos, vivas inteligencias que moran en nuestros propios universos
atómicos.
Cuando el estudiante,
mediante la Iniciación, vence las potestades negras (representadas o
sintetizadas en su EGO), entonces estará apto a ser recibido en los
Templos de
Sabiduría que existen en los mundos internos (atómicos).

Todo aquel que se propone seguir la senda iniciática, encontrará, en el
debido
tiempo, su guardián del Umbral de los misterios. Ese guardián fue
creado por
nosotros mismos. El es lo que somos internamente. Por ser
de naturaleza elemental, puede adquirir la figura de aquello que más
nos asusta.
La Prueba del Guardián del Umbral es decisiva para aquellos que quieren
la
Iniciación; quien fracasa, cae esclavo del guardián interior.

La ciencia del enemigo secreto domina el mundo de hoy. Si todos los
hombres
pusiesen mayor atención a lo que piensan, y después, a lo que
materializan, a
través de la palabra o de la acción, sería posible una gran
transformación
interna y externa. Además, infelizmente, ya es un poco tarde para
grandes
cambios voluntarios. Los Maestros del Círculo protector de este mundo
saben que
esta humanidad está perdida, ya fue juzgada y condenada y la sentencia
está en
ejecución. A medida que avanzamos en
años en este III milenio, avanzamos también para una Gran Catástrofe,
prevista
para el año 2043.

Hoy, cambios pueden ser posibles aislados e individualmente. Más no se
puede
negar, que el poder del enemigo secreto es muy grande. Es preciso mucho
trabajo
práctico, mucha meditación y mucha oración para alterar
esa situación. Por eso mismo que insistimos en la parte práctica. Es
preciso
practicar y practicar mucho. Unos cuantos minutos diarios no son
suficientes.
Dos horas diarias al comienzo, son suficientes. Más, después, a medida
que cada
cual fuera comprendiendo la naturaleza de su propio trabajo interno, es
preciso
ir aumentando ese tiempo.

Como vimos, es por el pensamiento que atraemos para nuestra esfera los
átomos de
Luz o de Tinieblas. El Intimo siempre nos reviewúa y nos juzga a través
de
nuestra aura o atmósfera. Si nuestra aura está cargada como Cielo ante
la
inminencia de la tempestad, el Intimo nos abandona pues,
sabe que su voz no será oída. Por tanto, tenemos que atraer y generar
siempre
átomos evolucionados, limpios y puros si quisiéramos modificar para
mejor,
nuestro campo magnético y seremos oídos por Nous en nuestros anhelos
iniciáticos. Esa prueba, o demostración de querer seguir la
Senda de la Iniciación, normalmente dura siete años.

Cuando niños ni repelíamos, ni atraíamos átomos del enemigo. Es de esa
forma que
ellos se protegen por algún tiempo de su influencia nefasta. Los niños
son como
elementales, son lo que son, ni buenos ni malos. En
realidad están más allá del bien y del mal de los adultos. Por eso se
defienden
de las influencias atómicas. En otras palabras podríamos decir que los
infiernos
atómicos de los niños están vacíos. Con la educación y con el pasar del
tiempo
ellos comienzan a atraer, para su bajo vientre, esos átomos, que,
alojándose,
establecen allí sus dominios
tenebrosos y, con eso, modifican su comportamiento. Son esos átomos que
dan
origen, más tarde, a los yoes psicológicos.

Los átomos no son atraídos únicamente en el comienzo de una vida. En
realidad,
traemos desde la infancia átomos satánicos muy antiguos. Los peores son
aquellos
provenientes de la Lemuria, porque fue en aquel tiempo que ciertos
individuos
sumamente sagrados nos dotaron de un órgano, denominado por el Maestro
Samael
Aun Weor como Organo Kundartiguador, cuya finalidad fue la de dar
estabilidad
geológica al planeta. Ese órgano tenía por finalidad captar,
transformar y
proyectar determinados
tipos de energía del cosmos para la superficie terrestre de la época.

Tal vez sea rápido hablar de eso, sin embargo, sepa el estudiante que
el hombre,
como los demás animales y plantas, también es un organismo de
transformación de
energías cósmicas. Y fue ese órgano humano o
kundartiguador (hoy no existe más físicamente) que transformó ciertos
tipos de
energía cósmica, dando, consecuentemente, dureza al suelo terrestre. De
lo contrario tendríamos todavía hoy nuestras ciudades construidas en
una
atmósfera y suelo semejante a los pantanos.

Más no era de eso lo que queríamos hablar ahora, asunto que todavía
demandará
muchos párrafos en un futuro arcano. Lo que queremos destacar es que de
la
Lemuria heredamos nuestro psiquismo más denso. Esos átomos
antiguos son de difícil transformación, exactamente por su edad. El
pasado del
hombre dormita en la atmósfera de sus átomos blancos y negros, de
acuerdo con
las acciones realizadas. El pensamiento descontrolado tiene
la capacidad de despertar su energía y ésa se esparce primero por la
atmósfera
individual, de allí, se extiende por la atmósfera de los demás,
iniciando una
reacción en cadena.

Ejemplo; un artista con su música o pintura, de acuerdo con su obra,
puede
elevar o bajar la vibración de la atmósfera de una época o de aquellos
que hacen
contacto con su obra. Véase el caso del Renacimiento, en plena Edad
Media, donde
imperaba las tinieblas en Europa. En ese caso,
fue un acontecimiento positivo. Hoy, tenemos el rock – una música de
las bajas
esferas y cuanto más pesado, más densa es su vibración y más inferior
su
influencia sobre nuestra mente y nuestras emociones. Lo mismo se aplica
a las
obras surrealistas, con sus colores bajos y densos.

Recuerde la música es energía sonora. Ella penetra y
va hasta donde otros tipos de energía no alcanzan. La música en tiempos
de
Pitágoras era usada para curar, desarrollar poderes y modificar estados
de
ánimo. La musicoterapia moderna es apenas un remoto y pálido
atávico de esa ciencia arcana.

La puerta de entrada de los átomos negros son los sentimientos y los
pensamientos de odio, tristeza, depresión, rencor, envidia, ira,
lujuria,
etc. Una persona se degenera muy rápidamente cuando cae o se entrega al
dominio
del Enemigo Secreto, o también denominado Satán interior, el Ego con
sus mil
caras, pues éste devora a sus víctimas en el horno de las pasiones y
los deseos.

Siempre que alguien se debilita, se aparta de su Intimo, dejando,
consecuentemente, de recibir su luz solar que infunde vida y ánimo
(alma). El
resultado de eso es la estadía en los infiernos atómicos.

El hombre tiene, dentro de sí, una fuerza capaz de transformarlo en
Dios. Esa
fuerza es de naturaleza atómica, eléctrica o sexual. Esa fuerza está
radicada en
el centro sexual en el arcano 7. Por ahora sepa el estudiante que
nuestras fuerzas creadoras existen para darnos Poder, Vida y Luz. La
energía,
fabricada en nuestro laboratorio sexual, cuando es sabiamente
acumulada, y
después de pasar por procesos alquímicos específicos, es una
riqueza capaz de ennoblecer nuestra vida, dándonos felicidad, vida y
abundancia.
Por otro lado, el destino de todo perverso es la dolencia y la miseria,
física y
moral, en esta o en otras vidas futuras.

El átomo Nous es el Maestro constructor de nuestro Templo Interior,
según la
alegoría masónica. El mora en la sangre más pura del corazón, en un
lugar
secreto del ventrículo izquierdo y de allí ejerce autoridad absoluta
sobre todo
el universo atómico humano. Luego, el estudiante que quiera proseguir
en la
senda iniciática, precisa despertar la atención de Nous por sus
anhelos. Eso se
realiza con mística, devoción, búsqueda, inquietud espiritual, oración,
recogimiento y entrega al Cristo Intimo. El cuerpo físico de un hombre,
examinado desde el exterior, parece bastante sólido. Sin embargo,
cuando es
examinado con la vista interna no pasa de una envoltura gaseosa, se
percibe
entonces, que él funciona como una especie de muralla protectora contra
fuerzas
y energías extrañas que intentan invadir y llegar hasta el Intimo.
Observe bien
el estudiante cuán importante es, entonces, conservar los pensamientos
en paz y
armonía. Toda vez que un pensamiento de odio, envidia, orgullo,
codicia, etc.
penetra o sale de nuestro cuerpo causa grandes estragos a los fieles
servidores
atómicos. Eso explica el origen último de muchas dolencias sin causa
aparente.
Nuestra educación, recibida en casa y escuela, desde pequeños, nos
enseña a
pensar para fuera haciendo que nos olvidemos de nosotros mismos. Eso
crea una
situación lastimosa, haciendo que raramente nuestro pensamientos
provengan del
Intimo. Generalmente, en más del 90% del tiempo, es nuestra mente la
que se
manifiesta. Aquí, se abre otro vasto horizonte e infinitas
perspectivas. La
educación espiritual verdadera tiene dirección radicalmente opuesta a
la
educación intelectual. Por eso, quien quiere progresar en el camino
espiritual,
tarde o temprano comprenderá que deberá renunciar y abandonar la vía
intelectual. Comprenderá, como dice la alegoría alquímica, que debe
quemar los
libros y purificar su mente. Si somos arquitectos de nuestra propia
vida, en el
momento que pasáramos a tener conciencia de esas simples verdades,
podremos
adecuarla de acuerdo con las órdenes y la voluntad del Intimo y no a
partir de
los conceptos elaborados por nuestra mente. Los terapeutas corporales
saben que
el cuerpo físico de una persona siempre revela la naturaleza del
carácter y de
la personalidad de su dueño. Nosotros preferimos decir, en último
análisis que
el cuerpo físico de una persona cuenta la historia de sus átomos.

RE: Ingenio indígena

TRATADO DE LA NATURALEZA
DEL HUEVO DE LOS FILÓSOFOS

Bernardo Trevisano

Señor, con corrección, me parece que deseáis tratar este asunto de forma distinta como nos ha sido dejada la definición de las cosas naturales, cuando decís que la materia de Juan el Negro no puede llevarse a efecto, ni por tanto su azufre; tal como lo habéis practicado, señor, vos no habéis entendido la cualidad de ese azufre, según la esencia de su materia y alteración: incluso la materia prefectiva del susodicho Juan el Negro debe llevarse a efecto por preparaciones naturales, pero vos proponéis muchas cosas que para nada sirven al propósito, sino que indigno y confuso, no habéis comprendido la posibilidad de la naturaleza y el sonido de las palabras os ha confundido.
Porque primeramente hace falta discernir con prudencia lo que debe ser hecho en primer lugar, el porqué y el cuando, porque el primero, que es el último en resolución, es el primero en imposición, pues por él se llega al conocimiento del Sol y del Elixir, esto es, saber reducirlo en los primeros principios y elementos de que está hecho: debéis pues dividir el compuesto hasta los incompuestos, pero primero hace falta tener el conocimiento del compuesto, después debéis reducirlo en partes puestas en orden hasta obtener los principios, y este es el conocimiento resolutivo; y la doctrina llamada compositiva es, a saber, aquello que une lo que ha dividido, empezando por la primera materia y por sus principios y elementos y como se encuentran compuestos aquellos principios que son simples y cómo, principios y elementos, son llamados la primera materia, de la cual se hace el elixir que transmuta los cuerpos.
¿Cómo entonces creéis introducir la forma del elixir completo en la materia que ha estado menos dispuesta? Ved que el elixir ha de poder hacerse de cosas homogéneas y uniformes en sustancia, como de mercurio puro, en el que toda la sustancia del cuerpo fijo permanece resuelta y hecha volátil sin ninguna separación.
La intención de los filósofos es, siempre ha sido y será, hacer del cuerpo espíritu, esto es, del mercurio puro, que es llamado filosófico porque se hace por procedimientos de filosofía, conteniendo en si mismo una doble naturaleza pues hace falta componer la piedra de dos sustancias y del volátil fijo. Es necesario primeramente hacer o extraer de la unión de estos dos su mercurio, antes de hacer el elixir completo, y este es el mercurio que causa perfección y en el que consiste todo el magisterio.
Y esto lo han entendido diciendo que si puedes por el sólo mercurio terminar tu obra, serás un habilísimo investigador del arte, que se hace por la pasión que él debe sostener estando oculto y homogéneo con su cuerpo.
Y este mercurio que ellos ordenan elegir en primer lugar, e incluso, tanto de los cuerpos como del mercurio, que no sea mercurio en toda su naturaleza, porque ya ha perdido todas sus heces terrestres y adherencias con mucha disipación de su fugitiva acuosidad, quedando una sustancia pura cuya humedad está unida y conjuntada con la sustancia fija.
Porque en la obra, antes de poder hacer la verdadera medicina transmutatoria de las piedras, es necesario sublimar el total, no sólo la parte volátil, sino también la fija, y cuando todo quedó convertido en espíritu, los filósofos dijeron que esa era el agua de volatilidad, pues ante esa consideración de que toda la materia se convierte en humo han llamado agua a toda esa piedra, como atestigua Sócrates diciendo en la Turba: si no reduces el todo en agua no conseguirás la obra, pues es necesario que el cuerpo sea ocupado por la llama del fuego, para que sea destruido y debilitado con el agua en la que está contenido. Y Confolies dice: sabed, oh investigadores de este arte, que todo cuerpo se disuelve en el espíritu con que está mezclado y con el cual, sin duda, se ha hecho espiritual.
Cuando este espíritu se sublima es llamado agua, como antes dije, agua en la que se lava y se asea a sí mismo. Como toda la sustancia es muy sutil, sube dejando aquello que la corrompe. Pues el mercurio se putrifica en la obra, convirtiéndose el cuerpo en espíritu, purificándose no solo de sus sulfureidades sino también de todas sus terrestreidades y de las groseras y sutiles partes acuosas que provienen de la viscosidad, ligadas por una fuerte mixtura.
Así se hace el mercurio de los filósofos del que habla Geber. La consideración de la cosa buscada es la pura sustancia del mercurio, que durante la elevación del uno y del otro, sube en forma de humo por la fusión precedente, porque luego él también se funde y se coagula por el frío y se desnuda de sus superfluidades, se lava e imbibe de su agua, esto es, el espíritu preparado que proviene del mismo germen.
Esta es la disolución filosófica que se hace con el fuego disolvente, preparado previamente como es requerido, hecho y vigorizado como dice el filósofo Mirandus: es necesario que el cuerpo sea licuado con su disolvente, a fin de alterar su naturaleza corporal hasta que, por la disolución destructiva, el cuerpo sea hecho espiritual y sutil.
Porque este mercurio contiene en si mismo la naturaleza fijadora, que se le ha añadido, como también a causa de su doble naturaleza, los filósofos le han llamado agua permanente y perseverante al fuego, porque la parte volátil no está sin su cuerpo, con el cual se ha mezclado indisolublemente, y así los dos son hechos uno e inseparables, el cual de modo natural, posee una naturaleza no permanente al fuego; por esta razón no nos hemos de fiar del mercurio sublimado, ni tampoco del disuelto, ya que el total es fugitivo, sino del calcinado después de la disolución, como dice el expositor de la Luz de las Luces: estando sublimado huye del fuego y es de naturaleza blanca, pero cuando por su coagulante queda coagulado y calcinado, está fijo y retenido. Este coagulante es el cuerpo que está oculto en el mercurio de los filósofos.
Cuando este mercurio nace es llamado Leche, porque se fija y se coagula por su cuerpo oculto y se hace uno con el mercurio y uno en sustancia; así, se coagula por sí mismo y no por otro, y es comparable a la cera fundida, porque en la mezcla son hechos enteramente uno y sin separación, para durar eternamente, y el uno y el otro, en la misma sustancia se perfeccionan. Y aquello que ha sido puesto en el fuego pasa de naturaleza en naturaleza hasta que, en el mismo vaso, en forma de materia, sea convertido en verdadera medicina, y esta es su ultima disposición, que es muy parecida a la generación humana.
Pero vuestra materia no ha alcanzado todavía esa propiedad por la cual pueda ser llamada Huevo Filosófico, y por cuya disposición pueda, en última instancia, transformarse en Elixir completo, como el huevo en un pollo; porque toda vuestra materia no ha sido llevada totalmente al espíritu redondo, hecho por la debida circulación, sino que es un cuerpo de por sí fijo, que no huye, un espíritu fugitivo solamente por sí, sin el fijo, por lo que no parece ser esto un huevo ya que lo uno rechaza al resto.
Y ya que la generación del gran Elixir se hace evaporando y entremezclando en el aire ¿cómo creíais conseguir el fin de los enemigos muy alejados en naturaleza Pues ni el cuerpo permite nunca que se separe sin su naturaleza, ni el espíritu cuando asciende sin su fijeza, pueden convertirse en elixires, porque evaporados no pueden mezclarse los unos con los otros; ésta es la causa por la que los filósofos han llamado Huevo a su mercurio, y también porque el huevo es una cosa redonda y circular, que contiene en su interior dos naturalezas en una sustancia, el blanco y el amarillo y que extrae de sí mismo otra cosa que tiene alma, vida y generación, esto es, cuando de el sale un pollo.
Así también el mercurio contiene en si dos cosas de una misma naturaleza, cuerpo y espíritu, y extrae de sí mismo el alma y la vida hasta que el todo sea espiritual, de donde se hará después la generación del verdadero elixir, lo cual hace decir a Mirandus: en el huevo de los filósofos hay cosas que estando enteramente mezcladas y pútridas se convierten en espíritu, pues está vivo y no muerto. Entonces este huevo, permaneciendo en el fuego, solo por la decocción, sin tocarlo con las manos, hace un pollo, por una sola disposición que se perfecciona y confirma a sí misma.
Esto tiene naturaleza hermafrodita, porque es como macho y hembra y de complexión hermafrodita, como confirma el filósofo diciendo: así, la simiente de la planta es semejante a la impregnación, que es una mezcla de macho y hembra, y de la misma manera que en el huevo hay una fuerza para engendrar un pollo, de manera semejante la materia le es necesaria hasta que salga, así también el nuestro, y así como la hembra pone un huevo en una hora, o la semilla de la planta, así también nuestro huevo a fin de que se engendre un elixir, de donde es fácil de ver que un elixir no se puede engendrar sino de las cosas que tienen en ellas una complexión hermafrodita, como se ve en el huevo susodicho.
Alberto trata de confirmar la complexión de este huevo en el tercero de los Minerales, explicando en el capítulo del azufre: Hace buena falta que el cálido y el seco sean conjuntados con el húmedo y el frío en una misma complexión, y que esta complexión sea hermafrodita, como se ve en las plantas.
Os describo la determinación de este huevo con la declaración de temor de que os equivoquéis en la próxima materia, de la cual se debe hacer un elixir perfecto. Un tipo de Carcasona, que se hacía llamar maestro Tolquet, aseguró a Leotardo que había visto vuestra materia en cierto vaso, en forma de mercurio mezclado con el cuerpo y con medio congelado, de la cual dijo, como por vituperio, que no era un huevo, y dijo la verdad en cuanto vos estabais extraviado, pero aquel, mirándole en verdad, opina sin conocimiento de causa, salvando siempre su reverencia y la de aquellos que la seguirán.
Yo he conocido su intención, y por su sublimación, y el agua que cree extraer de allí, la cual asegura con mucha ignorancia que es el vinagre filosófico: pero verdaderamente, ya que toda la naturaleza y toda su esperanza le contradicen, sus palabras no contienen verdad alguna; alejado y desviado de la filosofía por superfluas fantasías no considera las formas de esta transmutación, ni los elementos, ni aquello que es real, solamente lo que es fantástico; ni tampoco considera que las formas puedan tomar su ser transmutatorio de la materia filosófica y de aquellas que están en la materia filosofal y no de las extrañas, como debe considerar el verdadero filósofo: que lo que está en la materia está solamente en su naturaleza y es real.
De modo parecido, debéis considerar el movimiento como lo eficiente según el cual la materia se mueve, y la forma según al ser que está en la materia, y también la finalidad según lo que es el límite del movimiento, conforme la materia se mueve; y parecidamente, debéis considerar la materia en tanto ella puede ser la materia de la forma filosófica, y según aquello que es el sujeto de la forma y según el ser que la forma tiene en la materia. Es así como se conoce la manera de hacer de los hombres que filosofan, pero Tolquetus no es de esta consideración, no cambiando de complexión.
Aunque la corrección fraternal es una obra de misericordia corporal, porque por la corporal el hombre gana la misericordia del cuerpo, pero por la espiritual gana la vida del alma, siempre y cuando no sirva a los obstinados; aquellos que se resisten a tal corrección se tornan demonios y no reconocen la falta o el defecto, por lo que es necesario alejarse de tales gentes como si fueran publicanos, siguiendo la sentencia de nuestro Salvador en Mateo 18.
Aquellos que caen por ignorancia están menos alejados de la verdad que monsieur Turquet, y aunque vos ignoréis los términos del arte y la forma de la materia próxima a la generación de los elixires o de la medicina siempre tendréis la manera y el orden congruentes a aquella si entendéis bien la forma de las preparaciones que yo os he dado suficientemente, con sus cualidades y causas necesarias, y cómo se hacen, y puesto que la propiedad de la obra por la cual la naturaleza es conducida y llevada a la perfección está en el interior de la materia por el propio movimiento de la misma naturaleza, debéis regocijaros, porque la podéis encontrar, no por la doctrina, sino por la propia indicación de la naturaleza del movimiento determinado, por ello es necesario considerar el movimiento según el cual la materia se mueve en la forma de relación; vos podréis regular la materia por una moción natural, porque tal movimiento, siendo propio y determinado, tiende siempre a introducir en la propia materia la especie propia, de donde se sigue necesariamente la multiplicación por parecida especie en la misma materia.
Puesto que la virtud del elixir se engendra formativamente de la propiedad de la materia o bien combatido por el húmedo untuoso o bien de la materia húmeda combatida por la fijeza térrea, lo que es una misma cosa, vos debéis notar que de una tal pasión o combate procede la transmutación de la sustancia en la forma del elixir completo, es decir, que lo seco y lo húmedo primero endurecen conjuntamente, por lo cual ambos se transforman en uno que es homogéneo y generador natural sin que jamás se separen, como podéis ver por la naturaleza y complexión anteriormente declarada.
El huevo no es otra cosa en su mayor parte que un húmedo acuoso endureciendo y sufriendo bajo el seco terrestre, del mismo modo que el elixir no es otra cosa que mercurio, que ha padecido un enorme calor y sequedad complexional, luego, el mercurio que así ha sufrido será la materia próxima del elixir, por la experiencia de lo cual se demuestra que no lo será sino se le licuefacta y disuelve por una fuerte ignición, y estando así unido se coagula por el frío en piedra sutil metálica. Percibid pues que el mercurio es la materia próxima del elixir por la pasión que ha recibido del seco terrestre adusto.
Para una declaración más amplia, respondiendo a vuestros versos, que vuestro deseo sea conocer que el penúltimo termino de la obra, entendiéndolo en general para todos los grados que tratamos de alcanzar, es la pureza y rectitud perfecta de la materia por las cuales siempre, a saber, por pureza y rectitud, nuestro huevo es perfecto, porque entonces la simple naturaleza se regocija y la naturaleza simple y pura culmina en homogeneidad y proporción de los elementos.
La causa que hace opinar a algunos que la composición de este huevo es imposible ha sido, o la muy fuerte construcción del cuerpo, o la difícil resolución de este, pues lo que se construyó difícilmente, se disolverá difícilmente; pero si conocieran la composición natural sabrían también la resolución, y que la construcción artificial se puede hacer, pero por una vía natural: pero puesto que ellos la ignoran deberían condenar sus operaciones inducidos por las cuales quieren llegar, por corrupción y generación a otra cosa. Estos han ensayado que el cuerpo es de una composición muy fuerte pero todavía no saben cuan fuerte es. Si hubieran llegado a este termino sabrían que el huevo está hecho de la corrupción del cuerpo, causa por la cual aquellos no han conocido bien los fundamentos de la naturaleza, rechazando lo superfluo y acrecentando lo que está disminuido y no solamente la superfluidad misma y la disminución que está oculta y es evidente, y por consiguiente, la misma naturaleza, que es la raíz y la esencia perfecta, ni la comodidad de la obra, la propiedad de la cual es ocultar aquella que la manifiesta y de manifestar aquello que está oculto, lo cual podrán conocer mortificando y vivificando.
De aquellas cosas se ve tanto la corrupción e infección de los metales como de igual manera exacta composición de nuestro huevo. Notad que cuando los filósofos dicen que no hay nada superfluo en este huevo dan a entender que no hace falta manipular y quitar con las manos, sino que es preciso dejarle hacer la sola decocción de su paliación; aparece en la decocción del huevo, cuando se vuelve duro, o bien en su inveteración, aquello que es necesario notar bien cuando dicen después que en el susodicho huevo no hay disminución alguna, demostrando con ello que no es necesario añadir nada dado que contiene todo lo que es requerido para nuestro magisterio. Esta piedra es un perfecto huevo de dos sustancias de una naturaleza, que está hecho, a saber, de cuerpo y de espíritu en unidad de esencia o de naturaleza, y en esta conjunción de resurrección el cuerpo es hecho espíritu como el espíritu mismo y son hechos uno, del mismo modo que el agua mezclada con agua no puede separarse jamás no habiendo diversidad alguna entre ellos, que son tres: espíritu, alma y cuerpo sin ninguna separación.
Todo lo cual se ve ciertamente en la unidad de la trinidad, en Dios padre y el Hijo y el Espíritu Santo, que son uno en Dios mismo, con una distinción sin diversidad en la sustancia. Con estas palabras podemos convenir directamente en que los antiguos filósofos, que poseían esta parte, han sido conducidos por este divino arte de la Aparición de Dios en naturaleza humana, o carne, esto es, Cristo y su unidad con Dios por la abundancia del Espíritu Santo, por lo que muy confusa e indistintamente han conocido esto, de los cuales yo soy del parecer que han sellado la verdad y las figuras de las cosas y dado que todos aquellos han sido verdaderos artistas de este divino y glorioso arte, han podido situar en Dios la trinidad y unidad, siempre en la trinidad con distinción pero sin diversidad en Él, pero en esta piedra está señalada la trinidad en unidad y al contrario, con distinción sin diversidad.
Yo no veo que haya para aquel que lo mire de cerca un ejemplo en todo el mundo más parecido que éste para la asignación de la trinidad en Dios. Aquí se refiere eso que está en San Agustín, en el primero De la trinidad y del alma, a saber, que están en el alma esos tres que son sin embargo uno, a saber, inteligencia, memoria y dilección o voluntad, que es la más bella y verdadera; pero por aventurar alguna contradicción, aunque no en este lugar, creo firmemente que si algún infiel supiese bien este arte, sería después necesariamente fiel a la trinidad de Dios y pondría la ciencia en nuestro señor Jesucristo, hijo de Dios, y creo que si no lo hace así es por un temor que hay en él a su secta y a la primera ley que recibió de otros; este tal no será castigado de igual manera, porque aquel que ha visto la trinidad en Dios por medio de esta piedra muy oculta y muy preciosa como la han visto Hermes, Platón y los otros filósofos antiguos, no encontrándose pues punto igual de comparación, ni sutilidad, ni utilidad, ni tesoro igual a éste, dado que el alma y el cuerpo de aquel que sabe estas cosas se han liberado en este mundo, esperando la beatitud del siglo futuro, pudiendo por las buenas obras, ser transportados a Dios después de su muerte, uniéndose directamente a Dios en el último día y ser feliz con Él.
Retornando al propósito de la utilidad de la piedra diremos que jamás el espíritu y el cuerpo llegarán a la unión predicha, como atestigua Raso en el encomio de su libro, hasta que uno y otro sean limpiados. También dice, a fin de que lo podáis entender mejor, que los términos y disposiciones precedentes tienen un gran acuerdo con aquello que se engendra en el huevo, antes de que las disposiciones sean hechas, por las cuales él se pueda convertir en elixir completo. Sabed que los susodichos, a saber, el espíritu y el cuerpo, no se unirán bien el uno al otro para poder demostrar sus virtudes, por las cuales se hace la perfecta operación, si el uno el otro no están bien limpios, pues el cuerpo no aceptará al espíritu en absoluto, niel espíritu al cuerpo, para hacer que lo espiritual sea corporal y lo corporal espiritual, si todas las basuras e inmundicias no son retiradas, habiendo hecho lo cual el cuerpo abrazará al espíritu y el espíritu al cuerpo y de éstos se hace la unión perfecta si la fijación supera la gran volatilidad, pero si la fijación es vencida por la gran volatilidad no se culminará la forma del huevo, siendo solamente un cuerpo que se vuelve hacia al espíritu.
Este es el penúltimo término de nuestro mercurio, que es llamado huevo, conteniendo en sí mismo todo lo que se requiere para perfeccionar nuestro magisterio, en el cual no hay nada de superfluo ni disminución alguna en la perfección del huevo, pero es todo lo necesario para la producción del pollo y de la medicina, de donde el artista de fino entendimiento podrá notar que en este magisterio hay tres cosas que demuestran el orden: en primer lugar, la preparación que precede a la conjunción; en segundo lugar, que la preparación del uno y del otro no es la perfección, sino solamente una disposición a la conjunción por la cual él toma la forma de piedra, o de azufre, o de nuestro mercurio, que no son más que uno en el huevo, y del que ya hemos tratado antes; de modo contrario, la perfección no es simplemente una preparación, sino una inducción inmediata de forma que puede terminar nuestra obra; en tercer lugar, que en todo el tiempo de su conjunción, siendo su unión perfecta, se encuentran por siempre puros y limpios y desnudos de toda superfluidad, de donde se puede ver fácilmente que en el tiempo de su pureza los dos están hechos después para la rectitud de la piedra o generación de nuestro huevo, y no delante ni más allá
Basta con preparar bien la materia, de suerte que no sea depurada solamente de todas las superfluidades añadidas sino también de todas las terrestreidades, tanto groseras como sutiles, atacadas por la fuerte mixtura en las partes acuosas que provienen de la viscosidad. Esta depuración se hace cuando el cuerpo se transforma en espíritu y el espíritu en cuerpo, ya que en el procedimiento de la obra se hace la conversión hasta que la naturaleza activa haya encontrado un estado permanente con el cual ella pone término a su movimiento, que es la forma de la generación del huevo y entonces la naturaleza comienza otro movimiento para formar la medicina perfecta, corrompiendo de nuevo nuestro huevo de su forma e introduciendo otra forma de medicina perfecta, y esto es pasar de grado en grado.
Pero la sabiduría de un buen artista debe inquirir con diligencia sobre la causa por la cual la piedra purificada se concluye por solución y la causa por la cual no viene antes y más severamente a su intención, y por qué de las causas opuestas proceden las afecciones opuestas y que por uno de los contrarios se conoce al resto: hace falta notar que la causa próxima por la cual la piedra purificada se termina por solución es una similitud muy grande del uno con el otro y del espíritu con el cuerpo, y del cuerpo con el espíritu, no solamente en la materia sino también en la complexión, cualidades y propiedades naturales, porque cuanto más se aproxima el cuerpo a la complexión del espíritu, y viceversa con más prontitud se hacen uno y se transfiguran en huevo, porque cada uno desea aquello que es más semejante a su complexión, y porque el cuerpo es muy cálido en lo profundo de su naturaleza; cuanto más caliente y puro es el mercurio es más penetrativo y se funde mejor y se unirá mejor con él de suerte que de dos complexiones se hará un solo compuesto en su simplicidad; porque lo que es cálido es digestivo y de alguna manera es parecido al cálido y húmedo resuelto y cuanto más frío es, al no tener un punto agudo de calor, penetra menos en la profundidad del cuerpo, se disuelve más tarde y, en consecuencia, se conjuntan más tarde, también más tarde a causa de la materia y de la cantidad y cualidad de aquella materia las especies no se separan nada de la especie, sino a causa e la forma siguiente; he aquí porque el artista debe conocer enteramente la materia de la naturaleza, su cantidad y cualidad, habida cuenta de que las cosas antedichas son, sin duda, solamente conocidas por él.
Se ignoran los instrumentos propios de la naturaleza por los cuales ella obra en la materia de forma mediata por la introducción que es la formación del huevo, visto que ningún agente. Sea cual sea, natural o artificial, puede obrar sin los propios instrumentos determinados, como veis, por lo que la naturaleza, en la generación de todas las cosas, obra con calor digerente, alterante y modificante, como con su propio instrumento, según lo requiera la naturaleza de todas las cosas: ¿Cómo creeríais vos formar un huevo ignorando este instrumento? De ninguna manera.
El arte toma los espíritus inmundos de la naturaleza y los conjunta con los puros y espirituales, y sublimándolos, los eleva y limpia como la naturaleza, y los despoja de toda perversidad sulfurosa y en este despojamiento, la naturaleza, obrando y operando, iguala las cualidades de los elementos y las proporciones, no siendo necesario, ni en nuestro poder está el saberlas, ni deseamos saberlas, siendo solamente conocidas por la naturaleza; porque la naturaleza se rectifica a ella misma, cociendo los elementos y poniéndolos a proposición de su especie, consistiendo la rectitud de la naturaleza en la igualdad y proporción de sus elementos.
Puesto que el arte no puede igualar los elementos que están en la naturaleza y siendo lo propio de aquélla conducir los elementos a su proporción, parece ser suficiente con que el arte conozca y opere con la naturaleza a fin de ser ayudado por ella.
El arte opera con la naturaleza y la naturaleza con el arte en la transmutación de la naturaleza de los metales, cuando son limpiados por sublimaciones, y queriendo entonces huir del fuego, el arte, viéndolos huérfanos, les administra al instante una naturaleza fija y pura, a fin de que sean confortados por aquélla; y las virtudes de los espíritus que están en aquellos elementales y celestes, por la proposición de la misma naturaleza, son de este modo convertidas por la naturaleza en cuerpos limpios y fijos, y no por el arte, sino sirviéndose de él como de órgano o instrumento; de suerte que la naturaleza de los cuerpos dominará por siempre sobre la naturaleza de los espíritus.
Y por esta industria milagrosa el arte imita a la naturaleza, apresurando y acelerando sus obras; pero la razón por la que el arte se comporta así con la naturaleza, al respecto de las pasiones, es que en la operación y generación de la piedra se encuentran en superabundancia el medio y el defecto: He aquí porque los filósofos ordenan conocer los pesos del uno y del otro buscando la proporción y las virtudes de los que son mejores, porque la propiedad del arte, cuando alimenta a su piedra, se esfuerza por observar cuatro puntos de la educación, a saber, sobretodo el cómo y el cuándo lo hacen y cuánto le falta, y cómo es preciso que sea hecho.
Estos términos no son menos deductibles en las acciones y en las pasiones si se examina la debilitación o confortación de la naturaleza con la que opera el arte, y por las disposiciones del arte las cosas intrínsecas son gobernadas, lo que ha hecho a los filósofos relatar con mesura las naturalezas de los fuegos en el magisterio de la decocción, mirando la naturaleza media, porque tal virtud, considerándola en sí misma, es una cierta mediación y conjeturativa de aquélla, porque observa el medio y el medio opera.
Mas, puesto que la rectitud de naturaleza supone una disposición operativa por el lavado en la expoliación del azufre corrompedor, debéis disponer vuestra materia para fundirla, de otro modo no se modificará, ni se rectificará, y en consecuencia no podrá tomar la forma de un huevo, por lo cual Arnaldo de Vilanova dijo en su Nuevo Testamento: primero ha de conocerse el género de la piedra, conocido el cual, no se la hace modificar por abluciones y fusiones, pero como la materia recibe fusiones, primeramente se corrompe, dado que tiene una sustancia de licuefacción que no puede ser extraída de otro modo o por otra industria. Por ello, el mismo Arnaldo, en el Rosario, dice: si no está corrompida, no se podrá fundir y no se disolverá. Y Morien dice: Sabed que después de la putrefacción se tiene el azoth, interpretado como sustancia de la licuefacción por la cual el Dios muy alto y benigno Creador ha creado y acabado la gran composición que ha sido buscada, pero no tomará verdadera putrefacción hasta aquí si primeramente no es dividida en sustancias elementales.
Ved que en aquélla se encuentran las virtudes putrefactivas que son llamadas principios de todos los cuerpos transmutables, o de los generativos y corruptivos, pues todas las cosas toman de las cualidades de los elementos diversa alteración, tendente a la generación mediata o inmediatamente, o también perezosa o alejada según la fuerza o debilidad de la virtud putrefactiva, corrompedora y generativa.
Por esta causa vuestra industria debe buscar este arte en los elementos de la piedra permanente porque, como dice Arnaldo de Vilanova: nuestra ciencia consiste en la ciencia de los cuatro elementos y en la conversión igual de ellos, porque todo lo que está en el mundo, no lo está por designio sino por virtud y en tanto su separación es necesaria, y añade que los mismos elementos, por destilación y putrefacción, se reiterarán y conjuntarán, pues por este medio todo el cuerpo se hace espiritual, y la primera materia de la cual ha sido hecho primeramente, y los cuatro elementos, aunque después se haga en la operación de la obra, y de la debida conjunción, otra materia primera muy próxima a este género metálico; de donde parece que, lo que nosotros entendemos en la naturaleza de la piedra proviene de sus elementos, por lo que es preciso que conozcáis la primera materia, la próxima y la muy próxima, porque todos los filósofos han expuesto que esta preparación es verdadera y que nada se conoce sino sus principios, y puede verse la prueba en el Segundo de las Físicas, que entender y sentir o estimar en todas las ciencias no lo es por sus principios y causas de sus elementos, sino porque la virtud de la materia debe ser proporcionada a las fuerzas según el ser, por las cuales en el acto ella se perfecciona.
Por tanto, debéis poner en orden su operación según esta forma a la cual él la hace primeramente disponer o aproximar, pues la forma entra en toda suerte de materia dispuesta que le sea próxima; puesto que hay tantos grados de materias como los hay de órdenes de formas según naturaleza, considerad de qué forma y en qué grado pensáis vos sublimar vuestra materia y siguiendo aquélla, disponedla primeramente por operación propia, a fin de que sea hecha idónea para tomar la susodicha forma por la cual ella debe acabar y sublimar.

Esta habilitación o aproximación a la primera concibe primeramente por operación propia y natural, dado que hay en ella perfección, como recuerdo haber dicho anteriormente, según su grado, pues la materia, aunque haya sido suficientemente preparada por la preparación del primer o segundo grado, no puede tomar forma si no conjuntáis las preparaciones del tercero, las cuales disponen la primera, aunque por las preparaciones del segundo grado de sublime perfección haya sido hecha muy próxima para concebir la forma del tercero, dado que no se puede ir de un extremo al otro más que por un medio, pues las operaciones disponen la materia en la forma de primer grado a los efectos y operaciones por las cuales adquiere la forma de segundo grado, y así ellas la habilitan o disponen por operaciones por las cuales toma su forma del tercero y del gran elixir.
Cuando ella está, por consiguiente, en el tercer grado, es el gran elixir, y cuando queráis tener la forma del tercer grado con aquella del segundo, no teniendo la del primer grado, trabajad tanto como queráis para hacer esta materia próxima de tal grado y del más grande.
Os apenáis en vano pensando en dar la última forma del elixir, porque yo no os puedo escribir todas las cosas que son necesarias, remitiéndolas a vuestro juicio, porque las cosas espirituales declaran suficientemente cómo debéis vos regular vuestra obra por los grados de las formas, y según la naturaleza de cada grado, preparar la materia de naturaleza, a fin de que por la preparación del uno sea dispuesta a la preparación del otro hasta que lleguéis al objeto de vuestro deseo siguiendo sus grados.
Porque vos no podéis dar a vuestra obra tan poco tiempo como creen muchos locos, porque esto es contra razón y contra el movimiento de la naturaleza. Creed en las advertencias de los filósofos que han visto las profundidades de la naturaleza, porque Hipócrates dice: el tiempo es breve en razón de la edad, la experiencia es larga en razón del tiempo, sobre lo cual dice Geber que pocos y principalmente ancianos han tenido esta ciencia, pues él ha dicho ancianos y no jóvenes, porque éstos son impacientes y la quieren tener en poco tiempo, y por eso él concluye el libro titulado DE la investigación del perfecto Magisterio diciendo, no que él entienda que el tiempo sea corto, porque en otra parte ha dicho que ésta es la medicina que ha requerido un largo tiempo, o que el espacio de un largo tiempo anticipa; y en la Suma, capítulo de la medicina de tercer grado, se dice que para la mayor industria en la administración de esta materia y de la perfección de preparación es necesario un tiempo muy largo para completarla verdaderamente; aunque la medicina de este tercer orden no sea diferenciada de la medicina del segundo orden sino en su creación por los otros muy sutiles grados de preparación sublimativa y por una larga labor; y otro tanto de la coagulación mercurial, porque es muy difícil coagular la humedad ígnea, que llega al artista muy laboriosamente y con profundidad de industria.
Todas estas cosas requieren un largo tiempo, sobre esto también los filósofos exhortan a tener la paciencia de esperar: que el impaciente abandone, pues, la obra, pues toda acción o movimiento tiene determinado su tiempo; y el maestro Arnaldo de Vilanova dice en su Rosario: es preciso que nuestra medicina sea acostumbrada el máximo tiempo sobre el fuego, como el niño que se alimenta; es preciso señalar que un tiempo más largo que éste estaría de más, pero con todo es más que un tiempo breve.
Por consiguiente, la medicina no se hace en pocos días, ni meses, ni en breve, dado que es necesario mucho tiempo para templarla por el fuego y alimentarla. Esto se dice a causa de las mejores y principales mutaciones de la operación, y de una labor muy larga, como se ve en la naturaleza del mercurio, por la exhalación de las partes más sutiles y por la conservación del húmedo de las partes más groseras que se culmina por una sublimación reiterada hasta que sea hecho el grande y perfecto elixir.
Ved que nuestro mercurio es de una sustancia viscosa y desligada, como lo demuestra la experiencia cuando se le bate con la imbibición y mixtura en las cuales demuestra su viscosidad, a causa de la gran adherencia que hace en sus partes y por el aspecto de su peso se constata su densidad, y a causa de su fuerte composición no se puede hacer más que por un largo espacio de tiempo y con una gran industria. Lo que también ha enseñado la experiencia, y esta misma causa de congelación o espesamiento de la luna, es que se perfecciona por sublimaciones reiteradas; con la dificultad de manipularlo ha parecido bueno reseñar esto, dado que él se encuentra con igual naturaleza de cuerpo, mientras que, por cocciones, todos los cuerpos toman origen de aquél y puede ser extraído de todos los cuerpos por una cierta reincrudación.
Por tanto puede verse que las mutaciones de esta labor son muy largas y también de una gran dificultad que hay al sublimarlo, haciendo un gran fuego; y aunque los filósofos dividen su magisterio en muchas operaciones, según el grado de las formas y sus diversidades, nunca hay más que una en la formación del huevo; pero en la reiteración de su acción se hace siempre la diversidad en el movimiento y en los colores de más tardía separación y de fortificación de fuego, y tal diversidad en la obra hace diversas operaciones, aunque en verdad no hay más que una sola manera de hacer, como dice expresamente el filósofo en su libro, donde explica la figura de la caza del león, que coincide con la intención de Morien, diciendo que: el magisterio no es más que una extracción de agua de la tierra, y una mezcla e agua sobre la tierra, hasta que la tierra se corrompa y se limpie, a fin de que luego ella se disuelva y se haga enteramente espiritual con el espíritu, y entonces, eso se llama huevo y mercurio de los filósofos. Y añade Morien: Después de que sea limpiada por la ayuda de Dios, todo el magisterio estará hecho.
El quiere decir que el cuerpo se disuelve en espíritu y es esta solución que habéis aligerado aquí arriba, lo que se hace incontinente tras su entera depuración de toda cosa corrompedora. Pero tal depuración no se hace más que por la virtud de putrefacción, que es un gran calor de espíritu que corrompe al cuerpo con una extraña complexión de cuerpo, y la corrompe penetrando hasta lo más profundo de ésta, sin que jamás el calor del espíritu y del cuerpo puedan ser separados. Y así, por tal putrefacción y elixación, el cuerpo se reduce en la complexión del mercurio, que es diferente de aquella del cuerpo. Y para que entendáis la naturaleza del corrompiente y putrificante es preciso señalar que necesariamente hace falta que lo que está en el mercurio disolvente y putrificante, sobrepase en fuerza la calor de la obra en la complexión de este cuerpo, y en cuanto al calor, que es la complexión del cuerpo mismo, por lo que le es de complexión extraña, corrompe su complexión y la convierte en huevo, es decir, en mercurio cálido y húmedo, como vencedor, pues lo que al principio era seco y fijo se ha hecho espiritual y volátil, y lo que al principio estaba en forma de metal, es ahora una forma de mercurio.
Pero tal mercurio no se encuentra jamás sobre la tierra, sino aquél que está en el cuerpo perfecto, del que es extraído por putrefacción, por el calor de la complexión extraña, como aparece por la definición dada por los autores famosos.
La putrefacción es la corrupción de la propia humedad que está en el mercurio, que está en el cuerpo por calor extraño. Pero es bueno que el mercurio putrifique y no resuelva ni consuma la humedad del metal, sino que, permaneciendo en aquél, la corrompa por cualidades naturales disponiéndola a ello, por las cuales sea hecho un metal contrario; cambia entonces la complexión que conviene al metal en aquella que de ningún modo podría hacer, mientras que la humedad del metal, informada por el calor natural permanecerá en él.
Pero es necesario que primeramente el calor del espíritu, con su cola como de escorpión, corrompa, picando el calor natural del propio cuerpo, porque el portador del calor, o del azufre, es el espíritu, es decir, el mercurio, teniendo como ligado al azufre con aquél por la complexión del cuerpo. He aquí por qué es necesario que nuestro mercurio corrompa en primer lugar la complexión de éste, para demostración de las cuales, a causa de mi muy querido Juan, el portador de los presentes de esta muy oculta ciencia o arte, os volveré a servir, en tanto me sea posible, de los secretos más amplios, estimando que vos seréis siempre observador de los secretos, ocultándolos bajo las heces del estercolero.
Digo pues, que en todas las putrefacciones hay calor extraño corrompiendo el propio calor natural. Yo digo que este calor natural es propio a todos los metales, por el cual reciben su congelación según su especie, y que se encuentra en su complexión en forma de metal. Pero el calor extraño se llama este azufre, que está complexionado y llevado a la complexión de nuestro estercolero corrompedor y putrificante, que es interpretado mercurio cálido y húmedo de estercolero, del cual aún siendo su complexión natural y propia, es siempre extraña de la del sol o de la luna, aunque se pueda conducir a una complexión igual a la del elixir del sol o de la luna, tanto por las levaduras como por calor extraño dominando sobre su complexión, porque nuestro calor de estercolero y del mercurio abunda en humedad.
Pero la complexión del sol y de la luna, habiendo igualado al estercolero en fijeza, es el por qué, después que el calor del estercolero sea unido con aquel del sol o de la luna, comienza a obrar sobre éste con su humedad, corrompiendo el calor natural del sol o de la luna, y en consecuencia, toda su complexión por su mayor calor es coagulada primeramente en forma de azufre, enteramente dentro de la especie del sol o de la luna, en una muy líquida sustancia de mercurio, transmutando lo que toca, como se ha dicho, si las fuerzas del estercolero son más fuertes que las del sol y la luna. Pero no se llega a que el sol o la luna se corrompan mientras él permanezca informado por el calor natural, por eso es preciso que el calor del azufre de estercolero sea más poderoso obrando y corrompiendo la humedad licuefactora natural del sol o de la luna; pero en ningún caso corromperá al otro si no lo excita, aunque sea del mismo género húmedo y cálido, como el aire y el fuego, o bien del todo contrario, como cálido y frío, agua y fuego.
Esta es también la causa por la que todas las cosas están en un cierto movimiento corrompiéndose, porque las cosas naturales tienen contrariedad, y algunas sobrepasan esta contrariedad, y otras, del todo opuestas, en tanto que sobrepasen en virtud, actúan continuamente en ella. Y esta similitud es causa de que, comúnmente, la vida de los animales sea breve en su duración y tendente siempre a la corrupción. Este es el por qué las cosas animadas no tienen la facultad de permanecer y vivir por siempre, lo cual es debido al calor del azufre del sol o de la luna, que siendo sobrepasado toma contrariedad del calor de azufre de estercolero, y de ahí que la sustancia se pudra y corrompa, convirtiéndose en la misma naturaleza del estercolero, como en la corrupción natural.
Entonces nuestro estercolero cambia la complexión del metal en la de un huevo, y en mercurio líquido, teniendo las cualidades dispuestas para convertirse en sol o luna, lo cual no se haría jamás si no fuese primeramente disuelto por el calor húmedo complexionado.
Disolvedle pues, envolviéndole con naturaleza y calor de estercolero, y el mercurio que los filósofos han llamado estercolero en sus secretos, para que su humedad natural, en razón de su grasa, se conserve más largamente por putrefacción en calor propio, porque ella engendra en el metal corrompido, en el que tal humedad permanece largamente, y puesto que se conserva más largamente se deseca más difícilmente, separándose más tarde de la sustancia disuelta, lo que puede verse en su fusión, porque ella es radical a los metales de género húmedo, como los estercoleros a las otras cosas, según la naturaleza, como se ve aquí, porque le está conjuntada hasta la raíz y tiene admirables operaciones, en verdad, infinitas, que los filósofos han encubierto bajo el estiércol de caballo y de cosas abyectas, así como de sales, alumbres y de cosas aguadas, pero sea cual sea, yo digo de sus géneros, que la tierra y el agua pertenecen en gran manera la número de las cosas materiales pasivas, y aquéllas dos son frías, y yo digo que el frío no puede coagular o engrasar, sino ayudar a estrechar las partes de la materia, pero no introduciendo la forma sustancial, como hace el cálido complexional.
Por ello es posible introducirle un calor extraño, como ocurre con el agua de levadura que es esencialmente fría, pero cálida al tacto; de modo parecido el agua colada por las cenizas es cálida, porque tiene el calor que opera en ella por las cenizas, porque está en las cenizas como en las otras cosas inflamadas, en las cuales el fuego ha operado largo tiempo, o por calor hay más o menos calidez según la diversidad de la operación del calor en aquélla, a causa de que también el sol y la luna y el mercurio se engendran en lugares corruptivos, porque el calor natural de la evaporación que allí hay hace tomar cuerpo al húmedo que le exhala.
Entended de igual manera lo que yo he dicho de nuestro magisterio y de los secretos de la naturaleza, siempre el conocimiento de lo que no pertenece más que a los filósofos, o a esos que la filosofía sirve de dulce madre, porque ella solamente revela sus secretos a sus niños. Además, decís en vuestra carta y en vuestras preguntas si podríais llegar a la perfección por él solo, lo que es preciso entender del susodicho y no del otro, porque estando enteramente preparado causa perfección, pues los filósofos dicen que si por él solo, y que mezclando el cuerpo por él, el mercurio debe ser desnudado de toda sulfureidad de la que está hecho o compuesto hasta que en él sólo permanezca la sustancia pura y simple, y es llamada simple porque en ella no hay más azufre que la corrompa, del cual primeramente tenía en su composición, pero a pesar de estar allí no estaba sin embargo en su proporción, por lo cual ha sido llamado separado por el arte de un tal azufre, para ser hecho puro mercurio sin ninguna composición extraña.
Y el mercurio, a causa de su simple calor de fijeza homogénea, se funde sobre un simple fuego, extenuándose a sí mismo sin ninguna aducción con la solución precedente, porque tal mercurio es en parte volátil y en parte fijo, lo cual se ve en que no se puede sublimar más que por un gran fuego: algunas veces en mercurio líquido, que es bueno; algunas veces en un cuerpo resplandeciente y coagulado, que es todavía mejor; algunas veces en un polvo blanco que es muy bueno según sea más húmedo o más seco, lo cual ocurre en él según las diversas pasiones del calor seco complexional.
Y en esto se equivocan los que estiman que esto solamente es mercurio crudo acabándose sin cuerpo alguno, y también aquellos que piensan que está todavía en el cuerpo; éstos no han alcanzado todavía la perfecta intención, aunque tengan entrada a ella, cuya propiedad es retirarse del fuego con toda su sustancia, o con todo el fijo que le queda, siendo el todo, entonces, hecho homogéneo e inseparable, del mismo modo que no se puede separar el agua mezclada con agua.
Cuando vos decís por Geber: es preciso fijar la parte más pura y dejar el resto, creéis que la mitad del agua se fermentará; es necesario que prontamente tengamos la naturaleza de los filósofos si deseáis entender sus palabras, siguiendo la posibilidad de la naturaleza.
Geber declara, como los otros, las sustancias de las perfecciones, entendiendo por términos de la perfección las sustancias llegadas a término, y cuando dicen que su efecto es fijar alguna cosa y dejar el resto, lo entienden de la materia que llega al término de su pureza, por lo que la solución del cuerpo se hace para formar el huevo, y cuando el cuerpo está disuelto y sublimado el espíritu por la primera sublimación de toda sublimación, o elevación del cuerpo que se realiza por el fuego; entonces no es aún un huevo formado, porque está muy líquido, pero hace falta separar de aquél algún humor por reiterada sublimación sin heces, a fin de que lo que es más radical en aquél, sólo por sublimación, se transforme en polvo blanco sublimado, y lo que hay de más húmedo, primeramente sea sublimado y guardado por lo que es la licuefacción, en la cual el sudor le es dado del mismo modo en que ella entra para teñir, no es un huevo, sino que es esta materia filosofal disolviendo en agua: ciertamente no es el huevo formado, en tanto que los filósofos no tienen en cuenta las aguas adherentes a lo que toca, sino aquellas que van por la superficie teniendo con ellas terrestre inseparablemente mezclado y no humectando nada, como el mercurio hecho del huevo.
Esta materia, pues, no quiere que nada más le sea añadido sino lo que es de ella, pues tiene todo aquello de lo que tiene necesidad.
Y nosotros no vemos la inceración de esta humedad que la tierra se funda a causa de la fuerte unión que ha merecido en la obra de la mixtura de naturaleza.
Y la manera de unirlas se realiza acomodando las cualidades por la acción y pasión mutua de éstas y uniéndolas lo suficiente por las menores partes.

FIN

Pueblos indigenas europeos-53

  Bienvenidos al Mundo de las Vibraciones

Introducción

Todas las substancias de la Naturaleza, Vibran, cada una de ellas tiene su propia energía que irradia hacia lo físico, resultando la Causa y el Efecto, es decir, cada sustancia cumple diversas funciones – consecuencias ( efectos ).

También encontramos por su forma, color, substancia que reflejan 3 energías distintas y en su conjunto la Vibración especifica.

Por ello en la diversidad hallamos que se atraen, se repelen y son indiferentes, así sucede con las personas y cosas.

En la Naturaleza no existe lo bueno o lo malo, sino el uso y fin que hagamos de ellas

Por Ejemplo: en las plantas, hierbas, frutos, flores hallamos para : alimentarnos, para oler, para decorar, para disfrutar, para armonizar, y siempre lo que es bueno para uno es malo para otro y así recíprocamente, por todo ello no existe la ultima palabra.

Lo importante es lo que sentimos, percibimos y lo que aspiramos y hallando lo que necesitamos, lo que complementamos, lo que nos resulta afín y armónico

Retazo (diversas fuentes)-52

ALQUIMIA, su simbolismo

A partir de este número de la Revista, comenzaremos, mediante entregas mensuales, la publicación del libro: EL HOMBRE: POTENCIA ALQUIMICA. El proceso de convertir Plomo en Oro. El desarrollo de la energía y la fuerza interior.

CAPITULO UNO: Alquimia, su simbolismo

En diversos libros se utiliza el término “Alquimia”. Éste, nos evoca de inmediato a la más científica de las operaciones medievales: el proceso de convertir Plomo en Oro.
La Alquimia era una ciencia. Un gran árbol del cual nació una rama que se transformó luego en la química actual.
Muchas personas creen, equivocadamente, que de ese árbol de la ciencia alquímica quedó únicamente esta rama: la química. La verdad es que el árbol alquímico sigue en pie, y proyecta su hermoso follaje protector, junto a sus mejores frutos.
Esta ciencia alquímica fue desarrollada intensamente por los antiguos Alquimistas de la Edad Media. Ellos sabían que todos los metales poseían una estructura básica modificable, y que en consecuencia podían ser transformados unos en otros. Su obsesión en realidad era más amplia: buscaban transformar lo inferior en algo superior.
Se dice que pretendían transmutar el Plomo en Oro, también se dice que buscaban encontrar el elixir de la larga vida y de la eterna juventud.
Es que en sus escritos aparecían repetidas referencias al “Oro Alquímico”, el cual decían, era el resultado final de lentas operaciones efectuadas en el laboratorio alquímico. Explicaban que para realizar el proceso se necesitaba un Athanor, un Fuego especial y la Piedra filosofal. El resultado era la Transmutación del Plomo en Oro.
Muchas personas, se burlaban de sus esfuerzos, otras, en su avaricia, esperaban en vano ver materializarse el “Oro”, que los sacaría de su pobreza para convertirlos en ricos.
Otros afirmaban que detrás de estas investigaciones se encontraba un proceso iniciático, en el cual la palabra “alquimia” hacía referencia a la Gran Obra Hermética.
Que esa alquimia era la faz concreta, material; la aplicación de los grandes conocimientos herméticos. Se trataba en consecuencia de un “arte real”.
Por esto la Alquimia, afirmaban, no era una de las armas del esoterismo, era su llave maestra o su Piedra Angular.
Pero detengamos un segundo nuestra lectura, y reconozcamos que es difícil creer que detrás de tantas palabras extrañas, sin sentido, pueda existir un profundo conocimiento. Son palabras que carecen de significado práctico para nosotros. Nos parece casi inútil seguir indagando.
Entonces podríamos, como otros muchos lo hicieron en la antigüedad, burlarnos de los alquímicos y de su obra.
La burla nos alejaría del estudio de la Alquimia. Eso era lo que buscaban estos grandes sabios: alejar al que no estaba listo para conocer.
Buscaban ocultar el conocimiento. Algo aparentemente contradictorio, pues sabemos que los sabios buscan divulgarlo, sabemos que es una tradición poner el nombre del descubridor al nuevo descubrimiento.
Pero en la Alquimia, nadie le daba la paternidad a los descubrimientos. No había nombres para identificar al nuevo conocimiento. La excepción era Hermes Trismegisto, del cual deriva la palabra hermético, utilizada como sinónimos de secreto. No había “descubrimientos” a divulgar a la sociedad, sino todo lo contrario se “cubría”, se tapaba lo que se encontraba.
Los alquimistas nunca dijeron en forma directa qué buscaban, ni lo que encontraron.
Sabían que existía en el conocimiento Alquímico un gran poder, y como todo poder temían que si caía en manos de personas carentes de una integridad personal, podía dañar en vez de ayudar. Buscaban evitar el abuso de los impuros y proteger sus prácticas. Evitar en definitiva que llegara a las malas personas. Pero, no solo temían a éstas, entendían que también era necesario proteger los enseñamientos secretos de la compresión del vulgo, que también podían usarlos indebidamente.
Afirmaban: “Aurum nostrum nom est aurum vulgi” (Nuestro oro no es del vulgo).
Por esta razón las fórmulas originales fueron ocultadas en un lenguaje simbólico, críptico, a fin de protegerlas.
De este modo encriptado el conocimiento mediante ese lenguaje, lo dijeron, lo escribieron, lo comunicaron, lo transmitieron. Este era el lenguaje metafísico por excelencia, pues además tenía otra ventaja, permitía utilizar el pensamiento analógico. Sabían que los símbolos, dada su capacidad mediadora entre el mundo sensible y el intelectual, permitían comunicar un conocimiento a distintos niveles de comprensión al mismo tiempo.

EL “PARA QUE” DE LA GRAN OBRA: EL SOL RADIANTE

Los tiempos han cambiado, y estamos en una época donde el conocimiento secreto, se ha hecho público. Ya no es factible esconderlo de las manos carentes de una integridad personal, y vemos a diario como personas sin formación pueden leerlo libremente.
El desafío ahora es otro, no ya buscar símbolos cada vez más sofisticados para ocultarlo, sino develar el conocimiento, ponerlo en las manos de las personas de buen corazón, que buscan el bienestar general.
El Oro, esa sustancia que se encuentra en las profundidades de la tierra, tiene ahora que actuar como un Sol, para irradiar luz donde haya oscuridad, calor donde exista el frío. De este modo las personas usarán el conocimiento tanto para su crecimiento personal, como para servir a otros.
En un mundo cargado de malvados, dispuestos a robar a aquellos que se encuentran en el camino de su viaje interior hacia su propia Tierra Santa, necesitamos nuevos “cruzados”. No se trata de preparar las almas de los hombres para la vida eterna; eso es incumbencia de la Religión. El “religare” del hombre con Dios es su territorio.
El desafío alquímico consiste en la Transmutación del hombre durante esta vida con la finalidad manifiesta de irradiar la luz de su nuevo ser en este mundo. Por ello la Alquimia es un proceso de Transmutación complementario a las indicaciones de pureza espiritual propuestas por Cristo.
El “para qué” de la Alquimia, su objetivo, su meta, es entonces convertirse en un Sol Radiante.

EL MARCO DE REFERENCIA

Para definir el marco de referencia dentro del cual avanzaremos en el conocimiento y antes de adentrarnos en los símbolos básicos digamos entonces que: la Alquimia es el proceso de la Transmutación del ser humano en algo más perfecto, por la exploración y desarrollo del potencial contenido en su naturaleza, y con el fin de manifestar ese poder transformador en este mundo, como expresión de amor a la humanidad.

EL ENORME PODER

Este conocimiento alquímico comprende un saber teórico, asimilable por nuestra mente conciente, y un saber vivencial, que llegando directamente a nuestra alma, enciende el Fuego interior. Se trata de moverse en dos direcciones al mismo tiempo: una en sentido horizontal, dentro de este mundo terreno, esa será apoyada en el saber teórico y nuestra aliada será nuestra mente consciente.
La otra dirección será en sentido vertical, buscando la conexión de lo terreno con lo superior, nuestros aliados se encuentran en los niveles más profundos de nuestro ser.
Nos dirigiremos primeramente a nuestra mente consciente para que nos permita ingresar a esos niveles más profundos de nuestro ser. De ese modo, podremos ponernos en contacto con nuestra gran fuerza interior, y desde allí, empezar nuestra Transmutación.
En eso consiste la Gran Obra: transmutarnos. A partir de ahora cada vez que usemos el término “la Gran Obra”, estaremos haciendo referencia al trabajo Alquímico, el trabajo de transformación interior, algo totalmente vivencial con un tremendo poder.
Pero, ¿por qué tanta insistencia en un “tremendo poder”?.
Es que sin él no podríamos concretar un objetivo a alcanzar tan inmenso, tan difícil.
No se trata ya de transformar lo externo, de transformar a los otros: a la familia, a los amigos, al mundo entero.
Se trata de que tú te transformes. Tú eres aquello que debe cambiar, para que el mundo cambie.
¿Cómo podrías encarar la Transmutación de lo más difícil, tú mismo, sin tener a tu disposición un poder tremendo?.
Algunos creyeron que ese poder tremendo se encontraba en el conocimiento teórico, en el SABER: buscaban la Piedra filosofal.
En la Gran Obra el conocimiento teórico es un elemento imprescindible de la Transmutación alquímica. ¿Cómo podríamos encarar la Gran Obra sin saber cuáles son las “reglas del arte”?. Pero no es un elemento suficiente. El conocimiento teórico es un requisito previo para entender la Gran Obra, y no el fin del camino.
Desde el siglo pasado, los nuevos enfoques de la psicología Jungiana, como así también de otros estudios volcados en infinidad de libros, hizo posible que a nivel teórico este conocimiento se divulgara masivamente, fragmentado, y muchas veces distorsionado. El conocimiento estaba limitado por el propio marco de referencia de cada autor, que buscaba hacer coincidir el conocimiento Alquímico con sus teorías. Construían de ese modo verdaderos lechos de Procustro, en los cuales si la persona que se acostaba era más larga que la cama, no se buscaba cambiar la cama, sino cortarle las extremidades a la persona. Así hicieron con el conocimiento Alquímico, le cortaron las partes que no coincidían con sus teorías, lo fragmentaron, lo dejaron reducido a una expresión sin vida.
Existen así, infinidad de personas en grado de recitar casi de memoria este conocimiento parcial. Lo tienen en la mente, en su memoria, pero nunca se han permitido llevarlo a la profundidad de su ser y de ese modo comenzar a vivir la Alquimia, sentir el inmenso poder. Algunos de ellos encontraron la Piedra filosofal, pero en vez de utilizarla para realizar la Gran Obra, se limitaron a adorarla como un nuevo Dios.
Otros creyeron, en su vanidad, que el tremendo Poder consistía en poseer el Oro, convertirse en “Oro”. Algunos obtuvieron ese “Oro”, pero careciendo de un “para qué” lo habían materializado, se limitaron a convertirse en Pavos Reales que mostraban sus hermosas plumas para su propio placer.
Otros consideraron que el Tremendo Poder residía en el Athanor, por esto enfocaron su trabajo principal en preparar del mejor modo posible el Athanor, o sea el horno alquímico, nuestro ser. Fracasaron también ellos. ¿Para qué sirve un Athanor sin Fuego que lo alimente?.
Finalmente unas palabras para aquellos que se dedicaron a adorar el Fuego interior. Creyeron, que éste era la clave. Desarrollaron infinidad de técnicas para incrementar ese Fuego. Pensaban que por sí sola esta llama iba a transformarlos, a purificarlos. Y así aplicaron el Fuego interior a un Athanor en mal estado de funcionamiento, sin darse cuenta que podía destruirlos. Por supuesto que se quemaron junto a su propia obra.
El Fuego interior es imprescindible, sin él no hay posibilidad de realizar la Gran Obra. Este Fuego deberá entonces encenderse y desarrollarse sin perder de vista en ningún momento los demás elementos básicos que la componen y lo convierten en un verdadero Sistema Transmutador.
Daremos, todas las indicaciones posibles para que, a medida que se absorba el conocimiento de la Piedra Filosofal, y se vaya construyendo el Athanor, se encienda el Fuego interior. Podrá iniciarse así la Transmutación y la Gran Obra estará en marcha. Las otras indicaciones, las que únicamente pueden ser dadas en una relación personal directa, las daremos en encuentros vivenciales a los aspirantes a Alquimistas.

SIMBOLOS BÁSICOS

Para dejar de ver a la ciencia Alquímica como un conjunto de símbolos metafísicos y abstractos es que nos adentramos en los siguientes capítulos en el conocimiento del hombre: potencia alquímica. Para ello analizaremos los símbolos básicos, o sea los actores que intervienen en la Gran Obra. Ellos son:
– Plomo
– Oro
– Transmutación
– Athanor
– Fuego
– Piedra filosofal
Estos símbolos, forman los elementos de un gran sistema. Esto implica que la falta de uno de ellos impide el funcionamiento del proceso. Tengamos siempre presente que se trata de un Sistema Transmutador, donde todos los elementos trabajan en conjunto para provocar un efecto sinérgico

Notas del camino rojo (danza del sol)-51

Existen en Concentraciones para quemar pueden ser Hierbas puras o mezclas, son de mayor rendimiento, simples de utilizar, también en formulas ALQUIMICAS de Línea Esotérica Tradicional por Ej.: basadas en Formulas de: Gerard Encausse ( Papus ) Orden Martinista

Hay SIETE ACEITES o SAHUMERIOS NATURALES PUROS o COMBINADOS

Se basan en la FILOSOFIA HERMÉTICA, principalmente en la LEY DE CORRESPONDENCIA.

Cada Hierba, Resina, Flor, tiene una o varias CORRESPONDENCIAS* y sus REGENCIAS, CUALIDADES PLANETARIAS.

Fluido del Sol: Especial para emprendimientos, vitalidad, estado general psico – físico profesionales, dirigentes políticos, brillantez, anti – estrés, desbloqueante.

Luna : Especial para la armonía del Hogar , estabilizador emocional , las reconciliaciones, la gastronomía, las emociones, estabilizador en general.

Marte : Especial para la revitalización, la voluntad , lo sexual, antidepresivo, Incentivo, metalurgia, automotriz, medicina cirugía, y deportes.

Mercurio : Especial para lo psíquico, el estudio, memorizar, relajante, la comunicación, oficinas, publicidad, activa las ventas, escritores, editoriales, despeje psíquico.

Júpiter : Especial para el optimismo, ímpetu , anti – depresivo, asuntos jurídicos abogacía, empresas, reuniones, negociaciones, dialogo, intercambio.

Venus : Especial para los sentimientos y en las emociones, unificaciones, reconciliaciones en general, acuerdos, rubro femenino en general, hogar, relajante, unificador

Saturno : Especial para la contemplación y la meditación, paciencia, constancia estabilizador en general revitalizante, despeje psíquico.

Fluido Alquímico Universal* – Es la combinación Armónica de los Siete Fluidos Principales ( Planetaria ) que puede ser utilizado en todo ámbito para múltiples necesidades , además puede combinarse con otros fluidos para intensificar los Efectos correspondientes.

UTILIZACION : Los Fluidos Alquímicos*, son altas concentraciones naturales que otorgan la intensa vibración aromática acorde a los efectos deseados, además se pueden combinar con otros líquidos, hierbas, resinas, etc., también se los puede utilizar libremente en todo tipo de ritual ya sea mágico religioso del operador adaptándolo a sus necesidades como ser Ejemplo :

Magnetización Velas, Talismanes e Instrumentos, etc.

Resistencia indigena (diversos post) III-50

Consiste Solución compuesta de diversas hierbas en forma concentrada resultando el Aroma Equilibrado, tiene diversos fines como ser: vaporizador y / o limpieza de ambientes, en el baño de descarga, etc.

El uso es externo y practico, de alto rendimiento, también si lo desea hay diversas formulas o puede armar su propia formula a su afinidad, resultando de esta manera exclusiva.

También se puede adaptar a ciertos perfumes de uso personal

Resistencia indigena (diversos post) II-49

Las plantas aromáticas inciden en el olfato hacia el cerebro respondiendo diversas reacciones anímicas y bioquímicas.

Por Ejemplo:

Sentimos olor a Jazmín da la sensación de optimismo y alegría

Sentimos olor a Clavel da la sensación de suavidad y tranquiliza

Y así sucesivamente.

Cada planta, flor, resina, con sus aromas resultan diversas reacciones y efectos acorde a las necesidades.

También se puede realizar diversas combinaciones armónicas resultando: única fragancia.

Esto se denomina sahumerio ( no varilla, sino mezcla).

Es necesario conocer las cualidades de cada planta, resina, flor.

Incienso : revitalizante, despeje mental , clarificador, relajante ideal en la meditación, estabilizador emocional.

Estoraque : suavizante y unificador atrae gente, relaja es sensual y activa lo sexual, armonizante emocional, sensual, unifica, para el amor

Ámbar : revitalizante en lo anímico, anti estrés, estabiliza en general.

Jazmín: estimulante anímico, anti depresivo, unificador

Patchouli : la meditación, estabilizador, lo sensual.

Frutilla : los afectos y emociones, unifica y relaja, anti estrés.

Pino : refrescante, revitalizante, despeja la psiquis.

Eucaliptus : anti estresante, refrescante clarifica y optimiza.

Violeta : suaviza, relaja, unifica y estabiliza anímicamente

Lavanda : revitalizante, refrescante, despeje psíquico

Y hay algo interesante si Ud. quema cada una de ellas, concéntrese y comprobara los cambios anímicos, las variadas sensaciones, etc.

La Lista mencionada existe en ACEITE ESENCIAL NATURAL, que nosotros elaboramos y se puede comprobar.

Dicho aceite que puede ser de: Rosas, Mirra, etc., se quema en carbones que es diferente del ACEITE ESENCIAL PARA HORNILLO.

De ahí la diferencia del ACEITE ESENCIAL NATURAL, también si Ud. tiene una Hierba aromática, nosotros la convertimos en ACEITE NATURAL.

Después nos quedarían los ACEITES ESENCIALES PARA HORNILLO, generalmente es 50 % natural y 50% artificial, lo cual se distingue de ambas maneras.

También produce efectos ya que posee sus propias Vibraciones con sus resultados correspondientes.

RE: Resistencia indigena (diversos post)

Para el occidental, y sin duda para la mayoría de los no musulmanes,
Cristo y Buda representan perfecciones inmediatamente inteligibles y convincentes, lo que refleja, por lo demás, el ternario vivekanandiano –inaceptable por varias razones– “Jesús, Buda, Ramakrishna”; (1) por el contrario, el Profeta del Islam parece complejo y desigual y apenas se impone como símbolo fuera de su universo tradicional. La razón de ello es que, contrariamente a lo que ocurre con Buda y Cristo, su realidad espiritual se recubre de ciertos velos humanos y terrenos, y esto a causa de su función de legislador “para este mundo”. De este modo, se asemeja a los otros grandes Reveladores semíticos, Abraham y Moisés, y también a David y a Salomón. Desde el punto de vista hindú, se podría añadir que está próximo a Rama y a Krishna, cuya suprema santidad y poder salvador no impidieron toda clase de vicisitudes familiares y políticas. Esto nos permite indicar una distinción fundamental: no sólo existe la clase de Reveladores que representan exclusivamente “al otro mundo”, también existen aquellos cuya actitud es a la vez divinamente contemplativa y humanamente combativa y constructiva.

Cuando se ha tomado conocimiento de la vida de Muhammad a través de las fuentes tradicionales; (2) de ella se desprenden tres elementos que podríamos designar provisionalmente con las palabras siguientes: piedad, combatividad, magnanimidad. Por piedad entendemos el apego profundo a Allah, el sentido del más allá, la absoluta sinceridad, es decir, un rasgo del todo general en los santos y a fortiori en los mensajeros del cielo; si lo mencionamos es porque aparece en la vida del Profeta con una función particularmente destacada y porque prefigura en cierta forma la atmósfera espiritual del Islam (3). Hubo, en esa vida, guerras y, destacándose contra ese fondo violento, una grandeza de alma sobrehumana; hubo también matrimonios, y por ellos una entrada deliberada en lo terrenal y lo social –y no decimos: en lo mundano y lo profano?, e ipso facto una integración de lo humano colectivo en lo espiritual, dada la naturaleza avatárica del Profeta. En el plano de la piedad, señalemos el amor a la pobreza, a los ayunos y las vigilias; algunos objetarán sin duda que el matrimonio, y sobre todo la poligamia, se oponen a la ascesis, pero esto es olvidar en primer lugar que la vida conyugal no quita rigor a la pobreza, a las vigilias y a los ayunos y no los hace fáciles ni agradables, (4) y después, que el matrimonio tenía en el Profeta un carácter espiritualizado o “tántrico”, como, por lo demás, todas las cosas en la vida de un ser así, en razón de la transparencia metafísica que adquieren entonces los fenómenos (5). Vistos desde el exterior, la mayoría de los matrimonios del Profeta tenían, por otra parte, un alcance “político” –y la política posee aquí una significación sagrada en conexión con el establecimiento en la tierra de un reflejo de la “Ciudad de Dios” –, y, finalmente, dio suficientes ejemplos de largas abstinencias, sobre todo en su juventud, cuando se considera que la pasión es más fuerte, como para estar al abrigo de juicios superficiales. Otro reproche que se formula a menudo es el de crueldad; pues bien, aquí habría que hablar más bien de implacabilidad, y ésta tenía por objeto, no a los enemigos como tales, sino únicamente a los traidores, fuera cual fuere su origen; si en ello había dureza, fue la dureza misma de Allah, por participación en la justicia divina que rechaza y consume. Acusar a Muhammad de tener un carácter vindicativo equivaldría no sólo a equivocarse gravemente acerca de su estado espiritual y a desnaturalizar los hechos, sino también a condenar al mismo tiempo a la mayoría de los profetas judíos y a la propia Biblia; (6) en la fase decisiva de su misión terrenal, cuando la toma de La Meca, el Enviado de Allâh dio pruebas incluso de una sobrehumana mansedumbre, en contra del sentimiento unánime de su ejército victorioso. (7)

Hubo al principio de la carrera del Profeta oscuridades dolorosas e incertidumbres; con ello se trata de mostrar que la misión muhammadiana era obra, no del genio humano de Muhammad –genio cuya existencia él mismo nunca sospechó–, sino esencialmente de la elección divina; de modo análogo, las aparentes imperfecciones de los grandes Mensajeros tienen siempre un sentido positivo. (8) La ausencia total, en Muhammad, de cualquier ambición nos lleva por lo demás a abrir aquí un paréntesis: siempre nos sorprendemos cuando algunos, seguros de su pureza de intención, de sus talentos y de su poder combativo, se imaginan que Allâh debe servirse de ellos y esperan con impaciencia, y hasta con decepción y desconcierto, el toque de llamada celestial o el milagro; lo que olvidan –y esto es extraño por parte de defensores de lo espiritual– es que Allâh no tiene necesidad de nadie y que no le hacen falta para nada sus dones naturales y sus pasiones. El Cielo no utiliza talentos más que a condición de que primero hayan sido rotos para Allâh o de que el hombre no haya sido nunca consciente de ellos; un instrumento directo (9) de Allâh siempre es sacado de las cenizas.

Como más arriba hemos aludido a la naturaleza avatárica de Muhammad, se podría objetar que éste, por el Islam o, lo que viene a ser lo mismo, por su propia convicción, no era y no podía ser un Avatâra; pero la cuestión no es ésta, pues sabemos muy bien que el Islam no es el Hinduismo y que excluye, particularmente, toda idea encarnacionista (hulûl); diremos simplemente, en lenguaje hindú (ya que en este caso es el más directo o el menos inadecuado) que un determinado Aspecto divino ha tomado en determinadas circunstancias cíclicas una determinada forma terrestre, lo que es perfectamente conforme con el testimonio que el Enviado de Allâh dio sobre su propia naturaleza: “Quien me ha visto, ha visto a Allâh” (Al?Haqq, “la Verdad”); “Yo soy Él mismo y Él es yo mismo, salvo que yo soy el que soy y Él es el que es”; “Yo era Profeta cuando Adán estaba todavía entre el agua y la arcilla” (antes de la creación); “He estado encargado de cumplir mi misión desde el mejor de los siglos de Adán, de siglo en siglo, hasta el siglo en que estoy” (10).

Sea como fuere, si la atribución de la divinidad a un ser histórico repugna al Islam, es a causa de su perspectiva centrada en el Absoluto como tal, la cual se enuncia por ejemplo en la concepción de la nivelación final antes del juicio: sólo Allâh permanece “vivo”, todo es nivelado en la muerte universal, incluidos los Ángeles supremos y, por tanto, también el “Espíritu” (Al?Rûh), la manifestación divina en el centro luminoso del cosmos.

Es natural que los partidarios del exoterismo (fuqahâ o ‘ulama al-zhâhir, “sabios de lo exterior”), tengan interés en negar la autenticidad de los hâdices que se refieren a la naturaleza avatárica del Profeta, pero el concepto mismo del Espíritu muhammadiano (Rûh muhammadi) –que es el Logos– prueba que estos hâdices tienen razón, sea cual sea su valor histórico, admitiendo que éste pueda ser puesto en duda. Cada forma tradicional identifica a su fundador con el divino Logos y considera a los demás portavoces del Cielo, en la medida en que los toma en consideración, como proyecciones de este fundador y como manifestaciones secundarias del Logos único; para los budistas, Cristo y el Profeta no pueden ser sino Budas. Cuando Cristo dijo: “Nadie llega al Padre si no es por mí”, es el Logos como tal el que habla, aunque Jesús se identifica realmente, para un mundo dado, con este Verbo uno y universal.

El Profeta es la norma humana en el doble aspecto de las funciones individuales y colectivas, o también, de las funciones espirituales y terrenas.

Es, esencialmente, equilibrio y extinción: equilibrio desde el punto de vista humano, y extinción con respecto a Allâh.

El Profeta es el Islam. Si éste se presenta como una manifestación de verdad, de belleza y de poder –pues son realmente estos tres elementos los que inspiran al Islam y que éste tiende, por su naturaleza, a realizar en diversos planos–, el Profeta, por su parte, encarna la serenidad, la generosidad y la fuerza; también podríamos enumerar estas virtudes inversamente, según la jerarquía ascendente de los valores y refiriéndonos a los grados de la realización espiritual. La fuerza es la afirmación –si es preciso combativa– de la Verdad divina en el alma y en el mundo; ésta es la distinción entre las dos guerras santas, la “mayor” (akbar) y la “menor” (asghar), o la interior y la exterior. La generosidad compensa el aspecto de agresividad de la fuerza; es caridad y perdón. (11) Estas dos virtudes complementarias, la fuerza y la generosidad, culminan –o se extinguen en cierto modo– en una tercera virtud: la serenidad, que es desapego con respecto al mundo y al ego, extinción ante Allâh, conocimiento de lo Divino y unión con Ello.

Hay cierta relación –sin duda paradójica– entre la fuerza viril y la pureza virginal, en el sentido de que tanto la una como la otra conciernen a la inviolabilidad de lo sagrado, (12) la fuerza en modo dinámico y combativo, y la pureza en modo estático y defensivo; podríamos decir también que la fuerza, cualidad “guerrera”, implica un modo o un complemento estático o pasivo, y éste es la sobriedad, el amor a la pobreza y al ayuno, la incorruptibilidad, que son cualidades “pacíficas” o “no agresivas”. Asimismo, la generosidad, que “da”, posee un complemento estático, la nobleza, que “es”; o, mejor, la nobleza es la realidad intrínseca de la generosidad. La nobleza es una suerte de generosidad contemplativa, es el amor a la belleza en el sentido más amplio; aquí se sitúa, en el Profeta y en el Islam, el estetismo y el amor a la limpieza, (13) pues ésta quita a las cosas, y a los cuerpos sobre todo, la marca de su terrenalidad y de su caída y las devuelve así, simbólicamente, a sus prototipos inmutables e incorruptibles o a sus esencias. En cuanto a la serenidad, también ésta posee un complemento necesario: la veracidad, que es como el lado activo o distintivo de la serenidad; es el amor a la verdad y a la inteligencia, tan característico del Islam; es, pues, también, la imparcialidad, la justicia. La nobleza compensa el aspecto de estrechez de la sobriedad, y estas dos virtudes complementarias culminan en la veracidad, en el sentido de que se subordinan a ella y, si es preciso, se anulan –o parecen anularse– ante ella. (14)

Las virtudes del Profeta forman, por decirlo así, un triángulo; la serenidad?veracidad constituye el vértice, y los otros dos pares de virtudes –la generosidad?nobleza y la fuerza?sobriedad– forman la base; los dos ángulos de ésta están en equilibrio y en cierto modo se reducen a la unidad en el vértice. El alma del Profeta, ya lo hemos dicho, es esencialmente equilibrio y extinción. (15)

La imitación del Profeta implica: la fuerza para con uno mismo; la generosidad para con los demás; la serenidad en Allâh y por Allâh. Podríamos decir también: la serenidad por la piedad, en el sentido mas profundo de este término.

Esta imitación implica además: la sobriedad con respecto al mundo; la nobleza en nosotros mismos, en nuestro ser; la veracidad por Allâh y en Él. Pero no hay que perder de vista que el mundo está también dentro de nosotros y que, inversamente, no somos distintos de la creación que nos rodea, y, por último, que Allâh ha creado “por la Verdad” (bil?Haqq); el mundo, en sus perfecciones y en su equilibrio, es una expresión de la Verdad divina.”

El aspecto “fuerza” es igualmente, e incluso ante todo, el carácter activo y afirmativo del medio espiritual o del método; el aspecto “generosidad” es también el amor de nuestra alma inmortal; y el aspecto “serenidad”, que a priori es: verlo todo en Allâh, es también: ver a Allâh en todo. Se puede ser sereno porque se sabe que “sólo Allâh es”, que el mundo con sus agitaciones es “no real”, pero se puede serlo también porque uno se da cuenta —admitiendo la realidad del mundo— de que “todo es querido por Allâh”, de que la Voluntad divina actúa en todo, de que todo simboliza a Allâh en uno u otro aspecto y de que el simbolismo es para Allâh una “manera de ser”, si puede decirse así. Nada está fuera de Allâh; Allâh no está ausente de nada.

La imitación del Profeta es la realización del equilibrio entre nuestras tendencias normales o, más precisamente, entre nuestras virtudes complementarias, y es después y sobre todo, sobre la base de esta armonía, la extinción en la Unidad. Así es como la base del triángulo se reabsorbe en cierto modo en el vértice, que aparece como su síntesis o su origen, o como su fin, su razón de ser.

Reanudando nuestra descripción anterior, pero formulándola de manera algo diferente, diremos que Muhammad es la forma orientada hacia la Esencia divina; esta «forma» tiene dos principales aspectos, que corresponden respectivamente a la base y al vértice del triángulo, a saber, la nobleza y la piedad. Ahora bien, la nobleza está hecha de fuerza y generosidad, y la piedad —en el nivel de que aquí se trata— está hecha de sabiduría y santidad; añadiremos que por “piedad” hay que entender el estado de “servidumbre espiritual” (‘ubûdiyya) en el sentido más elevado del término, que comprende la perfecta “pobreza” (faqr, de ahí la palabra faqîr) y la «extinción» (fanâ’) ante Allâh, lo que no carece de relación con el epíteto de “iletrado” (ummî) atribuido al Profeta. La piedad es lo que nos liga a Allâh; en el Islam, esto es en primer lugar, en la medida de lo posible, la comprensión de la evidente Unidad —pues el que es “responsable” debe captar esta evidencia, y no hay aquí una línea de demarcación rigurosa entre el “creer” y el “saber”— y, después, la realización de la Unidad más allá de nuestra comprensión provisional y “unilateral”, que es ignorancia en comparación con la ciencia plenaria; no hay santo (wâli, “representante” y, por tanto, “participante”) que no sea “conocedor por Dios” (‘arîf bil?Llâh). Y esto explica por qué la piedad —y con mayor razón la santidad, que es su flor— tiene en el Islam un aire de serenidad; (17) es una piedad que desemboca esencialmente en la contemplación y la gnosis.

también: para caracterizar el fenómeno muhammadiano podríamos decir que el alma del Profeta está hecha de nobleza y de serenidad, comprendiendo ésta la sobriedad y la veracidad, y aquélla la fuerza y la generosidad. La actitud del Profeta frente al alimento y el sueño está determinada por la sobriedad; y su actitud frente a la mujer lo está por la generosidad; el objeto real de la generosidad es aquí el polo “substancia” del género humano, siendo considerado este polo —la mujer— bajo su aspecto de espejo de la infinitud beatífica de Allâh.

El amor al Profeta constituye un elemento fundamental en la espiritualidad del Islam, aunque no hay que entender este amor en el sentido de una bhakti personalista, la cual presupondría la divinización exclusiva del héroe.(18) Los musulmanes aman e imitan al Profeta hasta en los menores detalles de su vida cotidiana porque ven en él el prototipo y el modelo de las virtudes que constituyen la deiformidad del hombre y la belleza y el equilibrio del Universo, y que son otras tantas claves o vías hacia la Unidad liberadora; el Profeta, como el Islam a secas, es un esquema celestial dispuesto para recibir el influjo de la inteligencia y la voluntad del creyente, y en el cual incluso el esfuerzo se convierte en una suerte de reposo sobrenatural.

“En verdad, Allâh y Sus Malaika bendicen al Profeta; ¡oh, vosotros que creéis, bendecidIo y presentadle el saludo!” (19) Este versículo constituye el fundamento escriturario de la “Plegaria por el Profeta” —o, más exactamente, la “Bendición del Profeta”— plegaria que es de uso general en el Islam, pero que reviste un carácter particular en el esoterismo, en el que es un símbolo básico. La significación esotérica del versículo es la siguiente: Allâh, el Cielo y la Tierra —o el principio (que es no?manifestado), la manifestación supraformal (los estados angélicos) y la manifestación formal (que comprende los hombres y los jinn, es decir, las dos categorías de seres corruptibles, (20) y de ahí la necesidad de una exhortación)— confieren (o transmiten, según los casos) gracias vitales a la Manifestación universal o, desde otro punto de vista, al centro de ésta, que es el Intelecto cósmico. (21) Quien bendice al Profeta, bendice implícitamente al mundo y al Espíritu universal (Al?Rûh), (22) al Universo y al Intelecto, a la Totalidad y al Centro, de modo que la bendición recae, decuplicada, de parte de cada una de estas manifestaciones del Principio, (23) sobre el hombre que ha puesto su corazón en esta oración.

Los términos de la “Plegaria por el Profeta” son en general los siguientes, aunque de ella existen variantes y desarrollos múltiples: “Oh, Allá huma, bendice a nuestro Señor Muhammad, Tu Servidor (Abd) y Tu Enviado (Rasûl), el Profeta iletrado (Al?Nabi al?ummi), y a su familia y a sus compañeros, y salúdalos”. Las palabras “saludar” (sallam) y “salutación” (taslîm) o “paz” (salâm) (24) significan, por parte del creyente, un homenaje reverencial (el Corán dice: “¡Y presentadle el saludo!”), y, así, una actitud personal, mientras que la bendición hace intervenir a la Divinidad, pues es Ella la que bendice; por parte de Allâh, la “salutación” es una “mirada” o una “palabra”, es decir, un elemento de gracia, no “central” como en el caso de la “bendición” (salât: sall⠑alâ, “rogar sobre”), sino “periférico”, es decir, concerniente al individuo y a la vida, no al intelecto y a la gnosis. Por esto se hace seguir el Nombre de Muhammad de la “bendición” y el “saludo”, y los nombres de los otros “Enviados” y de los Ángeles del “saludo” solamente: desde el punto de vista del Islam es Muhammad. quien encarna “actualmente” y “definitivamente” la Revelación, y ésta corresponde a la “bendición”, no a la “salutación”. En el mismo sentido más o menos exotérico cabría señalar que la “bendición” se refiere a la inspiración profética y al carácter “relativamente único” y “central” del Avatâra considerado, y la “salutación” se refiere a la perfección humana, cósmica, existencial, de todos los Avatâras, o también a la perfección de los Malaika. (25) La “bendición” es una cualidad trascendente, activa y “vertical”; la “salutación”, una cualidad inmanente, pasiva y “horizontal”; o también, la “salutación” concierne a lo “exterior”, al “soporte”, mientras que la “bendición” concierne a lo “interior”, al “contenido”, ya se trate de actos divinos o de actitudes humanas. En esto reside toda la diferencia entre lo “sobrenatural” y lo “natural”: la “bendición” significa la presencia divina en cuanto es un influjo incesante, lo que en el microcosmo —el Intelecto— se convierte en la intuición o la inspiración, y, en el Profeta, en la Revelación; en cambio, la “paz” o el “saludo” significa la presencia divina en cuanto es inherente al cosmos, lo que en el microcosmo se convierte en la inteligencia, la virtud, la sabiduría; concierne al equilibrio existencial, a la economía cósmica. Es verdad que la inspiración intelectiva —o la ciencia infusa— es “sobrenatural” también, pero lo es, por decirlo así, de una manera «natural», en el marco y según las posibilidades de la “Naturaleza”.

Según el Shaykh Ahmad Al?‘Alawi, el acto divino (tajallî) expresado por la palabra salli (“bendice”) es como el relámpago, por su instantaneidad, e implica la extinción, en un grado u otro, del receptáculo humano que lo experimenta, mientras que el acto divino expresado por la palabra sallim (“saluda”) expande la presencia divina en las modalidades del propio individuo; es por esto, ha dicho el Shaykh, por lo que el faqîr debe pedir siempre el salâm (la “paz”, que corresponde a la “salutación” divina) (26) para que las revelaciones o intuiciones no desaparezcan como el resplandor de un relámpago, sino que se fijen en su alma.

En el versículo coránico que instituye la bendición muhammadiana se dice que “Allâh y sus malaika bendicen al Profeta”, pero la “salutación” sólo se menciona al final del versículo, cuando se trata de los creyentes; la razón de ello es que el taslim (o salâm) está aquí sobreentendido, lo que significa que en el fondo es un elemento de la salât y que sólo se disocia de ella a posteriori y en función de las contingencias del mundo.

La intención iniciática de la “Plegaria por el Profeta” es la aspiración del hombre hacia su totalidad. La totalidad es aquello de lo que somos una parte; ahora bien, somos una parte, no de Dios, que es sin partes, sino de la Creación, cuyo conjunto es el prototipo y la norma de nuestro ser, y cuyo centro, Al?Rûh, es la raíz de nuestra inteligencia; esta raíz es vehículo del “Intelecto increado” (increatus et increabilis, según el maestro Eckhart). (27) La totalidad es perfección: la parte como tal es imperfecta, puesto que manifiesta una ruptura del equilibrio existencial y, por tanto, de la totalidad. Con respecto a Allâh, somos “nada” o “todo”, según el punto de vista, (28) pero no somos nunca parte; en cambio, somos parte en relación con el Universo, que es el arquetipo, la norma, el equilibrio, la perfección; él es el “Hombre Universal” (Al?Insân al?Kâmil) (29) cuya manifestación humana es el Profeta, el Logos, el Avatára. El Profeta —siempre en el sentido esotérico y universal del término— es así la totalidad de la que somos un fragmento; pero esta totalidad se manifiesta también en nosotros mismos, y de una manera directa: en el centro intelectual, el “Ojo del Corazón”, sede de lo “Increado”, punto celestial o divino cuya periferia microcósmica es el ego; (30) somos, pues, “periferia” con respecto al Intelecto (Al?Rúh) y «parte» con respecto a la Creación (Al?Khalq). El Avatára representa estos dos polos a la vez: él es nuestra totalidad y nuestro centro, nuestra existencia y nuestro conocimiento; la “Plegaria por el Profeta” —como toda fórmula análoga— tendrá, por consiguiente, no sólo el sentido de una aspiración hacia nuestra totalidad existencial, sino también, y por esto mismo, el de una “actualización” de nuestro centro intelectual, y por lo demás los dos puntos de vista están inseparablemente unidos; nuestro movimiento hacia la totalidad —movimiento cuya expresión más elemental es la caridad, es decir, la abolición de la escisión ilusoria y pasional entre “yo” y “el otro”—, este movimiento, decimos, purifica al mismo tiempo el corazón, o, dicho de otro modo, libera al intelecto de las trabas que se oponen a la contemplación unitiva.

En la bendición muhammadiana —la “Plegaria por el Profeta”— los epítetos del Profeta se aplican igualmente —o, mejor, a fortiori— a la Totalidad y al Centro cuya expresión humana es Muhammad, o de los que es “una expresión” si se toma en cuenta la humanidad de todos los tiempos y de todos los lugares. El propio nombre de Muhammad significa “el Glorificado” e indica la perfección de la Creación, de la que da fe también el Génesis: “Y Allâh vio que aquello era bueno”; además, las palabras “nuestro Señor” (Sayyîdunâ), que preceden al nombre de Muhammad, indican la cualidad primordial y normativa del Cosmos en relación con nosotros.

El epíteto que sigue al nombre de Muhammad en la “Plegaria por el Profeta” es “tu servidor” (‘abduka): el Macrocosmo es “servidor” de Allâh, porque la manifestación está subordinada al Principio, o el efecto a la Causa; la Creación es “Señor” con respecto al hombre y “Servidor” con respecto al Creador. El Profeta —como la Creaciónes, pues, esencialmente un “istmo” (barzakh), una “línea de demarcación”, al mismo tiempo que un “punto de contaco” entre los grados de realidad.

Viene a continuación el epíteto “tu Enviado” (rasûlika): este atributo concierne al Universo en cuanto éste transmite las posibilidades del Ser a sus propias partes —a los microcosmos— mediante los fenómenos o símbolos de la Naturaleza; estos símbolos son los “signos” (âyât) de los que habla el Corán (31) las pruebas de Allâh que el Libro sagrado recomienda a la meditación de “los que están dotados de entendimiento”. (32) Las posibilidades así manifestadas transcriben, en el mundo “exterior”, las “verdades principiales” (haqâ’iq), como las intuiciones intelectuales y los conceptos metafísicos las transcriben en el sujeto humano; el Intelecto, como el Universo, es “Enviado”, “Servidor”, “Glorificado” y “nuestro Señor”.

La “Plegaria por el Profeta” incluye a veces los dos atributos siguientes: “tu Profeta” (Nabiyuka) y “tu Amigo” (Habibuka): este último calificativo expresa la intimidad, la proximidad generosa —no la oposición— entre la manifestación y el Principio; en cuanto a la palabra “Profeta” (Nabi), indica un “mensaje particular”, no el “mensaje universal” del “Enviado” (Rasûl): (33) es, en este mundo, el conjunto de las determinaciones cósmicas —incluidas las leyes naturales— que conciernen al hombre; y en nosotros mismos es la conciencia de nuestros fines últimos, con todo lo que ésta implica para nosotros.

En cuanto al epíteto siguiente, “el Profeta iletrado” (Al?Nabî al?ummi), expresa la “virginidad” del receptáculo, ya sea universal o humano; nada lo determina, en lo que respecta a la inspiración, fuera de Allâh; es una hoja blanca ante el Cálamo divino; nadie salvo Allâh llena la Creación, el Intelecto, el Avatâra.

La “bendición” y la “salutación” se aplican no sólo al Profeta, sino también a “su familia y a sus compañeros” (‘alâ âlihi wa sahbihi), es decir, en el orden macrocósmico, al Cielo y a la Tierra, o a las manifestaciones informal y formal, y en el orden microcósmico, al alma y al cuerpo, siendo el Profeta en el primer caso el Espíritu divino (Al?Rûh) y en el segundo el Intelecto (Al?‘Aql) o el “Ojo del Corazón” (‘Ayn al?Qalb);’ el Intelecto y el Espíritu coinciden en su esencia, en el sentido de que el primero es como un rayo del segundo. El Intelecto es el “Espíritu” en el hombre; el “Espíritu divino” no es otro que el Intelecto universal.

Los epítetos del Profeta indican las virtudes espirituales, las principales de las cuales son: la “pobreza” (faqr, cualidad del ‘Abd) , luego la “generosidad” (karam, cualidad del Rasûl) (35) y, por último, la “vacuidad” o “sinceridad” (sidq, ijlâs, cualidad del Nabî al?ummî). (36) La “pobreza” es la concentración espiritual, o más bien, su aspecto negativo y estático, la no expansión, y por consiguiente la “humildad” en el sentido de “cesación del fuego de las pasiones” (Tirmidhi); la “generosidad”, por su parte, es vecina de la “nobleza” (sharal); es la abolición del egoísmo, la cual implica el “amor al prójimo”, en el sentido de que la distinción pasional entre “yo” y “el otro” es entonces superada; por último, la “veracidad” es la cualidad contemplativa de la inteligencia y, en el plano racional, la lógica o la imparcialidad, en una palabra, el “amor a la verdad”.

Desde el punto de vista iniciático, la “Plegaria por el Profeta” se refiere al “estado intermedio”, es decir, a la “expansión” que sigue a la “purificación” y precede a la “unión”; y éste es el sentido profundo del hadith: “Nadie encontrará a Allâh si no ha encontrado previamente al Profeta”. (37)

La “Plegaria por el Profeta” es comparable a una rueda: el voto de bendición es el eje; el Profeta es el cubo; su Familia constituye los radios; sus Compañeros constituyen la llanta.

Según la interpretación más amplia de esta oración, el voto de bendición corresponde a Allâh; el nombre del Profeta al Espíritu Universal; (38) la Familia a los seres que participan de Allâh —por el Espíritu— de una manera directa; los Compañeros a los seres que participan indirectamente de Allâh, pero igualmente gracias al Espíritu. Este límite extremo puede ser definido de diferentes maneras, según se piense en el mundo musulmán o en la humanidad entera, o en todas las criaturas terrestres, o incluso en el Universo total. (39)

La voluntad individual, que es a la vez egoísta y disipada, debe convertirse a la Voluntad universal, que es “concéntrica” y trasciende lo humano terrenal.

El Profeta es, en cuanto principio espiritual, no sólo la Totalidad de la que somos partes separadas, fragmentos, sino también el Origen con respecto al cual somos otras tantas desviaciones; (40) es decir, el Profeta, en cuanto Norma, no sólo es el “Hombre Total” (al?Insân al?Kâmil), sino también el “Hombre Antiguo” (al?Insân al?Qadim). Hay en ello como una combinación de un simbolismo espacial con un simbolismo temporal: realizar el “Hombre Total” (o “Universal”) es en suma salir de uno mismo, proyectar la propia voluntad en lo absolutamente “otro”, expandirse en la vida universal que es la de todos los seres; y realizar el “Hombre Antiguo” (o “Primordial”) es retornar al origen que llevamos dentro de nosotros mismos; es retornar a la infancia eterna, reposar en nuestro arquetipo, nuestra forma primordial y normativa, o en nuestra substancia deiforme. Según el simbolismo espacial, la vía hacia la realización del “Hombre Total” es la altura, la vertical ascendente que se despliega en la infinitud del Cielo; y según el simbolismo temporal, la vía hacia el “Hombre Antiguo” es el pasado en el sentido casi absoluto, el origen divino y eterno. (41) La “Plegaria por el Profeta” se refiere al simbolismo espacial por el epíteto de Rasûl, “Enviado” —pero aquí la dimensión se describe en sentido descendente— y al simbolismo temporal por el epíteto de Nabî al?ummî, “Profeta iletrado”, el cual, con toda evidencia, se relaciona con el origen.

El “Hombre Antiguo” se refiere, pues, más particularmente, al Intelecto, a la perfección de “conciencia”, y el “Hombre Total” a la Existencia, a la perfección de “ser”; pero al mismo tiempo, en el plano mismo del simbolismo espacial, el centro se refiere también al Intelecto, mientras que en el plano del simbolismo temporal, la duración representa la Existencia, pues se extiende indefinidamente. Podemos establecer una relación entre el origen y el centro, por una parte, y entre la duración y la totalidad —o la ilimitacion—, por otra; podríamos incluso decir que el origen, inasequible en sí, se sitúa para nosotros en el centro, y que la duración, que se nos escapa por todas partes, coincide para nosotros con la totalidad. Y, de la misma forma, partiendo de la idea de que el “hombre Total” concierne más particularmente al macrocosmo y el “Hombre Antiguo” al microcosmo, podríamos decir que, en su totalidad, el mundo es Existencia, mientras que, en el origen, el microcosmo humano es Inteligencia, en cierto modo al menos, pues no salimos del ámbito de lo creado y de las contingencias.

En el plano del “Hombre Total” podemos distinguir dos dimensiones, el “Cielo” y la “Tierra”, o la “altura” (tûl) y la “longitud” (‘ardh): la “altura” une la tierra al cielo, y este vínculo es, en el Profeta, el aspecto Rasûl (“Enviado”, y, así, Revelador), mientras que la tierra es el aspecto ‘Abd (“Servidor”). Estas son las dos dimensiones de la caridad: amor a Allâh y amor al prójimo en Allâh.

En el plano del “Hombre Antiguo”, no distinguiremos dos dimensiones, pues en el origen el Cielo y la Tierra no hacían más que uno; este plano, lo hemos visto más arriba, se refiere al “Profeta iletrado”. Su virtud es la humildad o la pobreza: no ser más que lo que Allâh nos ha hecho, no añadir nada; la virtud pura es apofática.

Resumiremos esta doctrina en estos términos: la naturaleza del Profeta implica las dos perfecciones de totalidad (42) y de origen: (43), Muhammad encarna la totalidad teomorfa y armoniosa (44) de la que somos fragmentos y el origen con respecto al cual somos estados de caída, siempre en cuanto individuos. Para el sufí, seguir al Profeta es extender el alma a la vida de todos los seres, “servir a Dios” (‘ibâda) y “orar” (dhakara) con todos y en todos; (45) pero es también reducir el alma al “recuerdo divino” (dhikru?Llâh) del alma única y primordial; (46) es, en último término y a través de los planos considerados —totalidad y origen, plenitud y simplicidad—, realizar a la vez lo “infinitamente Otro” y lo “absolutamente Sí mismo”.

El sufí, a semejanza del Profeta, no quiere ni “ser Allâh” ni ser “otro que Allâh”; y esto no deja de tener relación con todo lo que acabamos de enunciar, ni con la distinción entre la “extinción” (fanâ’) y la “permanencia” (baqâ’). No hay extinción en Allâh sin caridad universal, y no hay permanencia en Él sin esta suprema pobreza que es la sumisión al origen. El Profeta representa, ya lo hemos visto, la universalidad y la primordialidad, lo mismo que el Islam, según su intención profunda, es “lo que es en todas partes” y “lo que siempre ha sido”.

Todas estas consideraciones permiten comprender hasta qué punto la manera islámica de considerar al Profeta difiere del culto cristiano o budista del Hombre?Dios. La sublimación del Profeta se hace, no a partir de una divinidad terrestre, sino mediante una suerte de mitología metafísica: Muhammad es, o bien hombre entre los hombres —no decimos “hombre ordinario”—, o bien idea platónica, símbolo cósmico y espiritual, Logos insondable (47) pero nunca Dios encarnado.

El Profeta es ante todo una síntesis que combina la “pequeñez” humana con el misterio divino. Este aspecto de síntesis, o de conciliación de los opuestos, es característico del Islam y resulta expresamente de su función de “última Revelación”: si el Profeta es el “sello de la profecía” (khâtam al?nubuwwa) o “de los Enviados” (al?mursafin), esto implica el que aparezca como una síntesis de todo lo que hubo antes que él; de ahí su aspecto de “nivelación”, ese algo de “anónimo” y de “innumerable” que aparece también en el Corán. (48) Los que, refiriéndose al ejemplo de Jesús, encuentran a Muhammad demasiado humano para poder ser un portavoz de Allâh no razonan de manera diferente de los que, refiriéndose a la espiritualidad tan directa de la Bhagavadgitâ o del Prainâ?Pâramita? Hridaya?Sûtra, encontrarían la Biblia “demasiado humana” para tener derecho a la dignidad de Palabra divina.

La virtud —reivindicada por el Corán— de ser la última Revelación y la síntesis del ciclo profético se manifiesta no sólo en la simplicidad externa de un dogma interiormente abierto a todas las profundidades, sino también en esa capacidad que tiene el Islam de integrar a todos los hombres en cierto modo en su centro, de conferir a todos una misma fe inquebrantable y si es preciso combativa, de hacerles participar, al menos virtualmente, aunque eficazmente, en la naturaleza medio celestial, medio terrenal del Profeta.

Notas

(1). Inaceptable, porque, en primer lugar, es imposible, en la perspectiva realmente hindú, preferir Buda y Cristo a Rama y a Krishna; en segundo lugar, porque Cristo es ajeno a la India; en tercer lugar, porque, si se tienen en cuenta mundos no hindúes, no hay razón para tomar en consideración solamente a Cristo, siempre desde el punto de vista del Hinduismo; en cuarto lugar, porque no hay punto de comparación entre el río Ramakrishna y los océanos Shakyamuni y Jesús; en quinto lugar, porque Ramakrishna vivió en una época cíclica que de todos modos ya no podía contener una encarnación plenaria de la envergadura de los grandes Reveladores; en sexto lugar, porque, en el sistema hindú, ya no hay lugar, entre el noveno y el décimo Avatára de Vishnu ?a saber, Buda y el futuro Kalki?Avatára?, para otra encarnación plenaria y solar de la Divinidad. “Un solo Profeta ?enseña Al?Taháwi? es más excelente que el conjunto de todos los amigos de Dios” (los santos)

(2). Pues los biógrafos profanos del Profeta, ya sean musulmanes o cristianos, tratan siempre de “excusar” al héroe, los primeros en un sentido “laico” y anticristiano, y los segundos, en el mejor de los casos, con una especie de condescendencia psicologista.

(3). En Cristo y Buda no se puede hablar de manifestaciones de piedad, es decir de “temor” y de «amor»; lo humano está como extinto en el mensaje divino, de ahí el “antropoteísmo” de las perspectivas cristiana y budista.

(4). Por lo que se refiere al Islam en general, se pierde de vista con demasiada facilidad que la prohibición de las bebidas fermentadas significaba un indiscutible sacrificio para los antiguos árabes —y para los otros pueblos que iban a islamizarse—, todos los cuales conocían el vino. Tampoco el Ramadán es un placer, y la misma observación vale para la práctica regular —y a menudo nocturna— de la oración; el Islam no se impuso, ciertamente, por su facilidad. Durante nuestras primeras estancias en ciudades árabes, estábamos impresionados por su atmósfera austera e incluso sepulcral: una especie de blancura desértica se extendía como una mortaja sobre las casas y los hombres; en todo había un aire de oración y de muerte. Hay en esto, indiscutiblemente, huellas del alma del Profeta.

(5). La Sunna refiere esta frase del Profeta: “Nunca he visto una cosa sin ver a Allâh en ella”; o: “Sin ver a Allâh más cerca de mí que ella”. Sobre la cuestión sexual, véase Los engarces de la sabiduría, de Ibn ‘Arabi ?Capítulos sobre Muhammad y sobre Salomón.

(6). Con todas estas consideraciones no “atenuarnos” unas “imperfecciones”, sino que explicamos unos hechos. También la Iglesia era implacable —en nombre de Cristo— en la época en que todavía era todopoderosa.

(7). Entre las numerosas manifestaciones de mansedumbre, sólo citaremos este hadith: “Allâh no ha creado nada que ame más que la emancipación de los esclavos, y nada que aborrezca más que el divorcio”.

(8). Por ejemplo, la dificultad de elocución, en Moisés, significaba la prohibición divina de divulgar los misterios, lo cual implica una sobreabundancia de sabiduría.

(9). Un “instrumento directo” es un hombre consciente de su función, a partir del momento en que esta función le toca en suerte; por el contrario, cualquiera, o cualquier cosa, puede ser un “instrumento indirecto”.

(10). Un dicho árabe dice que “Muhammad es un mortal, pero no como los demás mortales; él es (en relación con ellos) como una joya entre las piedras”. La mayoría de los críticas profanos interpretan erróneamente esta respuesta del Profeta: “¿Qué soy yo sino un mortal y un Enviado?” (Corán, XVII, 93) ?dada a unos incrédulos que pidieron prodigios absurdos y fuera de lugar como una negación del don de los milagros, don que el Islam atribuye a todos los profetas. Cristo también se negó a realizar los milagros que el tentador le pidió, prescindiendo aquí del sentido intrínseco de sus respuestas. La frase citada de Muhammad significa en suma, en conformidad con la perspectiva característica del Islam, la cual subraya que toda derogación de las leyes naturales se produce “con el permiso de Allâh” (bi-idhini-Llâh): “¿Qué soy yo fuera de la Gracia de Allâh, sino un hombre como vosotros?”. Añadamos que la Sunna da fe de cierto número de milagros por parte de Muhammad, los cuales, en su calidad de argumentos “debilitadores” (mu’jizât) de la incredulidad, se distinguen de los prodigios de los santos, que son llamados “favores” (karâmât) divinos.

(11). Según Al?Ghazzáli, “el principio” (asl) de todas las buenas acciones (mahâsîn) es la generosidad (karam). Allâh es “el Generoso” (Al?Karim).

(12). Es lo que expresa el «analfabetismo» del profeta (al?ummî, “el iletrado”); la Ciencia divina sólo puede implantarse en una tierra virgen. La pureza de la Santa Virgen no deja de tener relación con la espada del Arcángel que guarda la entrada del Paraíso.

(13). El Profeta dijo que “Allâh detesta la suciedad y el estrépito”, lo cual es muy característico del aspecto de pureza y de calma de la contemplación, aspecto que también encontramos en la arquitectura islámica, desde la Alhambra hasta el Taj Mahal, geográficamente hablando. En los patios de las mezquitas y de los palacios la calma y el equilibrio se repiten en el murmullo de los surtidores, cuya monotonía ondulatoria repite la de los arabescos. Para el Islam la arquitectura es, junto con la caligrafía, el arte sagrado por excelencia.

(14). Las tres virtudes de fuerza, generosidad y serenidad ?y con ellas las otras tres virtudes? se expresan ya en la sonoridad misma de las palabras del segundo testimonio de fe (Shaháda): Muhammadun Rasûlu?Lláh (“Muhammad es el enviado de Allâh”).

(15). Sería falso querer enumerar así las virtudes de Cristo, pues éstas no lo caracterizan dado que Cristo manifestaba la divinidad y no la perfección humana, o al menos no lo hace de manera expresa y explícita, comprendiendo también las funciones colectivas del hombre terrenal. Cristo es la divinidad, el amor, el sacrificio; la Virgen es la pureza y la misericordia. De modo análogo, se podría caracterizar a Buda con los términos siguientes: renunciamiento, extinción, piedad, pues son estas cualidades o actitudes las que 61 encarna de forma particular.

(16). Es decir: del puro Espíritu o, en lenguaje hindú, de la pura “Cosciencia” (Chit) que se objetiva en Maya por el Ser (Sat).

(17). Esto es lo que le vale a esta piedad los reproches, por parte de algunos, de “fatalismo” y de “quietismo”. Las tendencias de que se trata en realidad aparecen ya, por lo demás, en el término islâm, “abandono” (a Allâh).

(18). Exclusiva, es decir, que no ve prácticamente lo Divino más que en una forma humana y no fuera de ella, como ocurre en el culto a Rama o a Krishna. Recordemos, a propósito de esto, la analogía entre los Avatáras hindúes y los Profetas judíos; éstos permanecían dentro del marco del judaísmo como aquéllos permanecían en el del Hinduismo, con una única y gran excepción por cada lado: Buda y Cristo. David trajo los Salmos y Salomón el Cantar de los Cantares, al igual que Ráma inspiró el Rámayana y el Yoga?Vasishta (o Mahárámayana), y al igual que Krishna inspiró el Mahábhárata con la Bhagavadgita, y también el Shrimad Bhágavatam.

(19). Corán, XXXII, 56.

(20). Estos son los dos “pesos” o “especies pesadas” (al?thaqalán) de los que habla el Corán (Sura del Misericordioso, 31). Los hombres están creados de “barro” (tin), es decir, de materia, y los jinn de «fuego», de substancia inmaterial o anímica, “sutil” (sukshma) como dirían los hindúes. Los Ángeles, por su parte, están creados de “luz” (nûr), de substancia informal; sus diferencias son comparables a las de los colores, los sonidos o los perfumes, no de las formas, que les parecen petrificaciones y fragmentaciones.

(21). Esta oración equivale por consiguiente, en parte al menos, al voto budista: “Que todos los seres sean felices”.

(22). Llamado también “Intelecto primero” (APAq1 al?awwal); es ya “creado”, ya “increado”, según el modo en que se lo considere.

(23). “A quien me bendice una sola vez ?dijo el Profeta?, Allâh lo bendecirá diez veces …” Citemos también este otro hadith: “En verdad, el Arcángel Gabriel vino a mí y me dijo: Oh Muhammad, nadie de tu comunidad te bendice sin que yo lo bendiga diez veces, y nadie de tu comunidad te saluda sin que yo lo salude diez veces”. Según otro hadith, Allâh crea un ángel con cada oración por el Profeta lo que está lleno de sentido desde el punto de espirituales y cósmicas.

(24). Saludar, en árabe, es “dar la paz”; es pronunciar: “Que la Paz esté con vosotros” (al?Salâmu ‘alaykum).

(25). El Espíritu (Al?Rûh) constituye una excepción a causa de su posición central entre los Malaika, la cual le confiere la función “profética” por excelencia; el Corán lo menciona separadamente de los Malaika, y se dice también que no tuvo que prosternarse, como ellos, ante Adán; en lógica musulmana, merecería, como Muhammad, la salat y el salâm. Yibril personifica una función del Espíritu, a saber, el rayo celestial que alcanza a los Profetas terrestres.

(26). Y lo hace, precisamente, por medio de la “Plegaria por el Profeta”.

(27). Se identifica con él, también, según la perspectiva de la unidad de esencia.

(28). “Nada” desde el punto de vista ordinario y “separativo”, y “todo” desde el punto de vista “unitivo”, el de la “unicidad de lo Real” (Wahdat Al?Wujûd).

(29). Cf. De L’Homme Universel de ‘Abd al?Karim Al?Jîlî (traducido y comentado por Titus Burckhardt).

(30). Del mismo modo, el loto sobre el que descansa Buda es a la vez el Universo manifestado y el corazón del hombre, cada uno de ellos considerado en cuanto soporte del Nirvana. Del mismo modo: la Santa Virgen es a la vez la pura Sustancia universal (Prakriti), matriz del Espíritu divino manifestado y también de todas las criaturas desde el punto de vista de su deiformidad, y la sustancia primordial del hombre, su pureza original, su corazón en cuanto soporte del Verbo liberador.

(31). Hemos visto anteriormente que la palabra “signo”, cuando no se trata de fenómenos de este mundo, se aplica a los versículos del Corán, lo cual muestra claramente la analogía que existe entre la Naturaleza y la Revelación.

(32). Es, pues, plausible el que una tradición pueda basarse enteramente en este simbolismo; éste es el caso, especialmente, del Shinto y de la tradición “calumética” de América del Norte.

(33). El Nabî no es tal porque recibe y transmite un mensaje particular, es decir, limitado a unas determinadas circunstancias, sino porque posee la nubuwwa, el mandato profético; todo Rasûl es Nabi, pero no todo Nabi es Rasûl, un poco como toda águila es un ave, pero no toda ave es un águila. El sentido de “mensaje particular” se impone no por el solo hecho de que el hombre es Nabi, sino por el hecho de que lo es sin ser Rasûl. Muhammad es “iletrado” en cuanto Nabi, y no en cuanto Rasûl, lo mismo que —para seguir con nuestra comparación— el águila puede volar porque es un ave, y no porque es un águila.

(34). En el sentido de que el ‘Abd no tiene nada que le pertenezca en propiedad.

(35). El Rasûl es, en efecto, una “misericordia” (rahma); él es el desinterés mismo, la encarnación de la caridad.

(36). La veracidad es inseparable de la virginidad del espíritu, en el sentido de que éste debe estar libre de todo artificio, de todo prejuicio, de toda interferencia pasional.

(37). Este es el sentido iniciático de esta frase del Evangelio: “Nadie llega al Padre sí no es por mí”. Sin embargo, hay que tener en cuenta la diferencia de “acento” que distingue a la perspectiva cristiana del sufismo.

(38). Al?Rûh, que contiene a los cuatro Arcángeles; en el plano terrestre y en el cosmos musulmán, es el Profeta y los cuatro califas.

(39). El simbolismo de la Plegaria por el Profeta corresponde bastante exactamente al del molino de oración lamaísta: una oración, inscrita en una tira de papel, bendice al universo por la rotación.

(40). Es en este sentido en el que, según San Bernardo, nuestro ego debe aparecérsenos como “algo despreciable”, y en el que, según el Maestro Eckhart, hay que “odiar la propia alma”.

(41). Esto pone bien en evidencia el sentido de la tradición como tal y también, en particular, del culto a los antepasados.

(42). “Allâh dijo: ¡Oh Adán! ¡Dales a conocer sus nombres!” (Corán, II, 35). “Y cuando dijimos a los malaika: ¡Prosternaos ante Adán!» (Corán, 11, 34).

(43). “En verdad, hemos creado al hombre en la forma más bella” (Corán, XCV, 4).

(44). Estas dos cualidades son esenciales. La creación es “buena” porque está hecha a imagen de Allâh, y porque compensa sus desequilibrios —ontológicamente necesarios so pena de inexistencia— con el equilibrio total, que los “transmuta” indirectamente en factores de perfección.

(45). “Los siete Cielos y la tierra y los que en ellos se encuentran Lo loan; y no hay cosa alguna que no cante sus alabanzas, pero vosotros no comprendéis su canto …” (Corán, XVII, 44).

(46). “Y cada vez que reciban un fruto (en el Paraíso) dirán: esto lo hemos recibido antes …” (Corán, 11, 25).

(47). Sin Muhammad, se dice, el mundo no habría sido creado; él es, pues, el Logos, no en cuanto hombre, sino en su “realidad interior” (haqîqa) y en cuanto “luz muhammadiana” (Nûr muhammadi). Se dice también que las virtudes del Profeta son creadas puesto que son humanas, pero que son “sin embargo eternas en cuanto cualidades de Aquél cuyo atributo es la eternidad” (según Al?Burda, del Shaykh Al?Busiri); asimismo, el Profeta tiene el nombre de Haqq (“Verdad”), mientras que Al?Haqq (“la Verdad”) es un Nombre divino. La haqîqa de Muhammad es descrita como un misterio: es ya escondida, ya cegadora, y no se puede interpretar sino de lejos.

(48). Según dijo ‘A’isha, la “esposa preferida”, el Corán refleja o prefigura el alma del Enviado de Allâh.

Resistencia indigena (diversos post)-47

Publicado originalmente en nasdat  de msn por Hermestrimejisto

ES CURIOSO QUE UN PANEL QUE TIENE POR TITULO EL CURTO CAMINO NO TENGA MENSAJES, SERA ACASO QUE EL CUARTO CAMINO SE ANDA Y NO SE DICE, NO SE PERO QUIERO APORTAR UN POQUITO DE LO QUE YO MISMO ENTIENDO POR CUARTO CAMINO, PRIMERO QUE NADA ME LLEGA ALA MENTE LA CRUZ Y TODO EL SIMBOLISMO QUE ELLA ENCIERRA Y NO ME REFIERO AL SIMBOLISMO CRISTIANO QUE SIGUE AFERRADO A PRESENTAR A UN REDENTOR EN SU MOMENTO DE MAYOR SUFRIMIENTO AL VER LA TRAICION QUE LA IGNORANCIA PROVOCABA EN SU PUEBLO, NO LOS PRIMEROS CRISTIANOS DE HECHO SI NO MAL RECUERDO NO TENIAN A LA CRUZ COMO SIMBOLO, CREO QUE ERA UN CALIZ Y UN GALLO PERO ESTO ES TEMA DE OTRO PANEL REGRESEMOS ALA CRUZ LA CONVERGENCIA DE DOS LINAS QUE CRUZAN EN UN CENTRO EN COMUN, CARAY PARA EMPEZAR AQUI TENEMOS BASTANTE ANALIZEMOS, DOS LINEAS DOS CAMINOS, LOS HIJOS DE DIOS Y LOS HIJOS DEL HOMBRE, QUIEN SON UNOS QUIENES LOS TROS O SI QUEREMOS VERLO DE OTRA MANERA EL FUEGO Y EL AIRE, DOS PRINCIPIOS ESPIRITUALES, DOS PRINCIPIOS QUE SE DIERON EN EL MISMO MOMENTO DE LA CREACION UNO DE MANERA REBELDE, Y PLENA DE ACCION, Y EL OTRO QUE INFUNDIO VIDA EN LO QUE TOCABA EL PRIMERO UNO DE ESPIRITU Y EL OTRO DE CONCIENCIA DEL ESPIRITU DOS PRINCIPIOS QUE UNO SIN EL OTRO NO SON NADA, Y QUE DESPUES POR CAUSAS QUE DESPUES VEREMOS, RECORREN SU MISMAS CREACION HASTA SU PARTE MAS DENSA QUEDANDO COMO AGUA Y TIERRA LAS CUALES CURIOSAMENTE TAMBIEN UNA SIN LA OTRA NO SON NADA O NADA NACE DE ELLAS, ESTERIL ES EL CAMINO QUE SE RECORRE POR UNA SOLA VIA SI PUEDES SER UN GRAN HIJO DE ABEL Y SER AGUA PURA Y CRISTALINA QUE EN SU ANDAR Y DESPUES DE LA ACCION DEL GRAN PADRE SOL, TE TRASMUTES EN AIRE PERO Y LUEGO SOLO REGRESARAS INEXORABLEMENTE A ESTE MUNDO EN FORMA DE AGUA OTRA VEZ Y OTRA VEZ Y OTRA VEZ,  O PUEDE SER UN PEQUEÑA PARTICULA DE TIERRA UN HIJO DE CAIN QUE A BASE DE APRENDER LOGRES CONOCER TODO LO CREADO Y ARDA EN TI EL ESPIRITU DEL CONOCIMIENTO PERO Y LUEGO  Y LUEGO QUE ESE FUEGO SE APAGARA AL NO TENER YA NADA QUE APRENDER,  PERO SI AHORA Y EN ESTE MOMENTO NOS ATREVEMOS A CAMBIAR LAS COSAS Y NO EXPANDIRNOS SOLO HACIA ADELANTE O ATRAS HACIA ARRIBA Y HACIA ABAJO SI NOS EXPANDIMOS HACIA TODA LA CREACION SI NOS PERDONAMOS DESDE LO MAS INTIMO DE NOSOTROS MISMOS Y RECONCILIAMOS A NUESTROS HERMANOS NUESTRO CAIN Y ABEL, SEREMOS TIERRA AGUA AIRE Y FUEGO BULLENDO EN EL INTERIOR DE TODO NUESTROS SER, PERO Y LUEGO Y LUEGO QUE, SI NOS  VOLVEMOS REVELDES Y VISIONARIOS Y JUGAMOS  MAS AYA DE NUESTRA IMAGINACION Y RECONCILIAMOS A NUESTROS PADRES LUCIFER Y JEHOVA, ME IMAGINO ENTONSES A ESA CRUZ CON UNA FUERZA INTERIOR QUE COMENZARA A MOVERLA RECORDANDOME ALA SUASTICA DE NOSOTROS DEPENDE EL SENTIDO DEL MOVIMIENTO ENTONSES TAL VEZ SOLO TAL VEZ RECORRAMOS EL QUINTO CAMINO…….

RE: Cuentos y Poemas Indigenas III

El Cuarto Camino es una corriente para el conocimiento de sí y por ende el desarrollo de la conciencia, fue creado en 1941 por: George Ivánovitch Gurdjieff. Él le da a la Corriente el nombre de Cuarto Camino debido a que a principios del siglo XX, se conocían tres caminos serios para el desarrollo de la conciencia: el camino de los faquires, el camino de los monjes y el camino de los yoguis.

El primer camino para desarrollar la Conciencia es el de los faquires, que utilizan adversas y dolorosas posturas físicas, sostienen profundos niveles de concentración sobre su cuerpo creando por encima de las mortificaciones corporales una maravillosa y poderosa voluntad que los lleva al despertar de la conciencia.

El segundo camino ha sido el de los monjes que viven en monasterios dedicando su vida al desarrollo de su esencia por medio de oración, meditación, adversidades como es flajelarse, ayunar, encierros en celdas, cantos para hacerles sentir vibraciones tan intensas que acarician su espíritu nutriéndolo y ayudándolo a nacer a una nueva y real valoración de la existencia.

El tercer camino ha sido el de los yoguis, estos seres que se retiran aún de sus propias comunidades para vivir solos en las propias montañas y se mantienen concentrados en razonamientos y meditaciones acerca de la existencia en busca de la iluminación que produce la conciencia.

El cuarto camino nos corresponde a quienes vivimos inmersos en la vida mundana y material y deseamos evolucionar a un nivel superior de conciencia y espíritu sin vernos obligados a retirarnos de nuestra manera de vivir cotidianamente y mejor aún, en vez de provocarnos la adversidad necesaria por medio de ayunos, flagelación, etc., aprovechando la adversidad que nos otorga la maestra vida exterior.

G. I. GURDJIEFF
Nota biográfica
Nacido en la Armenia rusa, G. I. Gurdjieff buscó en las fuentes ancestrales las respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano. Sus planteamientos constituyen un revolucionario y coherente cuerpo de ideas interrelacionadas, que guían al auténtico buscador por el camino de la evolución consciente. Figura mística y polémica, el “Tigre de Turkestán” dejó un poderoso legado orientado al despertar de las conciencias dormidas. Esta tradición, compleja y rigurosa, tiene seguidores y detractores en todo el mundo.

  Cuando los locos años ´20 reunían un crisol de personalidades en París, un hombre de extraño aspecto recorría sus calles con grandes mostachos y cráneo pelado, un sombrero de alas anchas y bastón de oro en la mano, luciendo su figura imponente y enigmática.
Sentado en los bohemios cafés parisinos, frente a un cognac o taza de café, mantenía largas y animadas conversaciones con la gente que podía sostener la potencia de su mirada. Era George Ivanovitch Gurdjieff, uno de los maestros espirituales más controvertidos de nuestro tiempo.
Su pensamiento y sus métodos sin duda revolucionaron las creencias de Occidente acerca de las reales posibilidades evolutivas del ser humano. Muchos lo califican de charlatán porque no entienden algunos de los procedimientos empleados por Gurdjieff para que la gente accediera a la conciencia de sí. Otros lo ven como un avatar espiritual en un mundo entregado al estado hipnótico.
Lo cierto es que la vida de Gurdjieff es extraña y apasionante. Su figura se perfila hasta hoy como mística y polémica porque es muy difícil disponer de registros históricos verificables, sobre todo en lo que se refiere a la primera parte de su vida.
Prácticamente, sólo contamos con lo que él quiso decirnos en su obra “Encuentros con Hombres Notables”. Dotado de notables poderes psíquicos, a muchos les parecía estar frente a un mago seductor y autoritario. Obsesionado por despertar de la mecanicidad a las personas, se conducía, a veces, de manera chocante e inadmisible para los cánones sociales. Pero quienes veían mas allá de su disfraz, descubrían a un hombre auténtico, capaz de generar transcendentales cambios en quienes lo rodeaban. Gurdjieff legó al mundo la riqueza de su obra construida por una serie de 5 libros, un ballet, 300 piezas para el piano y alrededor de 100 danzas sagradas o “movimientos”. Y lo más importante, un sólido cuerpo de ideas interrelacionadas acerca de la existencia y evolución consciente del hombre y el universo.

Nace un mito

Giorgios Giorgiades, nombre con el que fue bautizado Gurdjieff, nació, según estudiosos, en el barrio griego de Alexandropol, Armenia, aproximadamente en 1866. Otros consignan 1872, 1873 o el 28 de septiembre de 1877. Asimismo, y debido a que los rusos conquistaron su ciudad natal durante la guerra ruso-turca, hoy es casi imposible determinar su nacionalidad.
Su madre era Armenia, y su padre, Ioannas Giorgiades, de origen griego. Dueño de numerosos ganado, Ioannas pastoreaba por obligación y cantaba por elección. Había heredado, como ashokh (bardo y poeta), un amplio repertorio de mitos y leyendas folclóricas que contaba a su familia en las crudas noches de invierno. En el Gurdjieff niño, quedo la huella indeleble de los cuentos de Mullah Nasser Eddin, sabio folclórico turco que trastocaba la realidad con historias hilarantes y pedagógicas. La vida en Transcaucasia era ruda y difícil, por eso Gurdjieff fue criado espartanamente por su padre. El pequeño debía salir al patio, en invierno, de madrugada, para lavarse al aire libre y correr desnudo hasta que el sueño se disipara por completo.
Giorgiades tenia 7 años cuando una plaga que azotó la región exterminó el ganado, enfrentando a la familia a una nueva vida llena de necesidades. Con una calma ancestral, el padre se adaptó a las circunstancias e instalo una bodega de madera. La situación se complicó aún más cuando los ejércitos rusos pasaron por la ciudad a raíz de la guerra contra el sultán Abdul. En medio de este panorama, Gurdjieff crecía con la convicción de ser único y diferente, quizá por la influencia de su abuela que en el lecho de muerte lo incito a ser un renovador: ” Tú, el mayor de mis nietos. ¡Escucha… y acuérdate siempre de mi última voluntad: en la vida, jamas hagas nada como los demás! O bien no hagas nada en absoluto – ve solamente a la escuela -, o bien haz algo que nadie hace “, recuerda Gurdjieff en Relatos de Belcebú.
Pensando en mejorar la vida de sus numerosos hijos, Ioannas los trasladó a la población montañosa de Kars, donde formó un pequeño taller de carpintería. La ciudad estaba habitada por una amplia gama de nacionalidades: aisores, tártaros, karapakas, yezidas.
Alucinado, Gurdjieff aprendía de todas estas raíces y costumbres.

El despertar

Curioso y de notable inteligencia, el niño dominaba ya varios idiomas: turco, armenio, ruso y griego. Fue enviado a la escuela municipal rusa y quizá no habría pasado por allí si no fuera porque llamó la atención del padre Borsh, un alto dignatario de la Iglesia ortodoxa rusa quien, a pesar de su rango, vivía con modestia y ayudaba a los pobres. Hombre inquieto, tocaba el violín y era apasionado de la astronomía, la química y la cultura asiria.
En 1879, la familia decidió que Giorgiades sería sacerdote o médico, el padre Borsh se hizo cargo -junto a los diáconos militares- de su entrenamiento: matemáticas, química, astronomía, historia, teología, anatomía y fisiología. La sed de Gurdjieff era inmensa. Leía todo lo que caía en sus manos, cuestionaba, preguntaba y ponía en jaque a los maestros. El padre Borsh dedicaba mucho tiempo a conversar sobre “las leyes de la vida” con este joven en el que reconocía aptitudes intelectuales excepcionales.
En esta época, Gurdjieff sobrevivía como la mayoría de los niños y jóvenes de Kars: con pequeños hurtos. Y aprendía de su tío, Giorgi Mercourov, a reparar máquinas y bordar almohadones. Al mismo tiempo, tomaba contacto con lo “mágico”, a través de experiencias paranormales que exacerbaron su interés por comprender lo que estaba mas allá de lo cotidiano.

La búsqueda

A los 17 años, viaja a Tiflis para emplearse en el ferrocarril. Allí conoce a sus primeros compañeros en la búsqueda de conocimientos ocultistas: el seminarista Sarkis Pogossian y un vendedor de libros llamado Abram Yelov. Los tres se mezclan con una ciudad poco escrupulosa en materia de moral y se ganan la vida con ciertos contratos poco claros.
Gurdjieff sentía “un ‘impulso irresistible’ por comprender claramente la precisa significación, en general, del proceso de la vida en la tierra, de las diferentes formas de criaturas y, en particular, de la finalidad de la vida humana a la luz de esta interpretación”. Las interrogantes eran demasiado profundas para ser respondidas por los sistemas filosóficos y religiosos conocidos. El joven empezó a sentir el susurro de antiguas voces que quizá tendrían las respuestas. Se preguntaba si la verdad no estaría escondida en los templos ocultos de los iniciados. ¿ Existirían aun los esenios, los pitagóricos, la mítica Hermandad de Sarmung?.
En 1886, los amigos encuentran la primera clave cuando escarbaban en las ruinas de Ani. Entre unos pergaminos, descubren una referencia de la “Hermandad Sarmung”, que sugerían que había sido escuela de los aisores, situada “entre Urmia y Kurdistán”. Gurdjieff decide viajar a esa amplia zona. Su meta es encontrar el monasterio y ser aceptado en él. Este proyecto incierto es el comienzo de una búsqueda por Transcaucasia y Asia Central protagonizada por un verdadero guerrero espiritual que después de veinte años volverá al mundo no para descansar, sino para transmitir con increíble energía todo lo aprendido en esos épicos viajes.

Senderos míticos

Alrededor de 1895 se constituye alrededor de Gurdjieff el grupo de los “Buscadores de la Verdad”. Eran unos quince hombre jóvenes y una mujer: Vitvitskaia; entre ellos había expertos en arqueología, ingeniería, música, filosofía…
Esta es una de las épocas más confusas de la biografía, Gurdjieff viaja incansablemente con sus amigos, regresando cada cierto tiempo a Tiflis para reponerse de exóticas enfermedades contraídas en tierras del Kurdistán, Ashkhabadian, o el Tíbet. En medio de guerras, revoluciones y luchas civiles, Gurdjieff contacta con “los más santos entre los santos de casi todas las organizaciones herméticas, de casi todas las sociedades, congregaciones, partidos, uniones, etc., religiosas, filosóficas, ocultas, políticas y místicas que eran inaccesibles para los hombres ordinarios”.
En ese periodo, su autorretrato lo muestra ganándose la vida como astuto empresario de las alfombras orientales, antigüedades y cloisonné chino; negociante de petróleo y arenques en vinagre; reparador de máquinas de escribir y coser; dueño de restoranes que abría y cerraba con la mayor facilidad. Y con habilidad de artista, pintaba gorriones y curaba por hipnosis a drogadictos y alcohólicos. Según rumores no confirmados, también fue agente político.
Creta, Tíbet, India, Jerusalén, Egipto… Es difícil seguir su huella. En este ultimo país encontró a su mejor amigo, el príncipe ruso Yuri Liuboviedsky, con quien compartió un maravilloso descubrimiento: un mapa de “Egipto antes de las arenas”.
El “Tigre de Turkestán” recoge “en un sitio un símbolo; en otro, técnica y en otro, danzas”. Los senderos secretos lo llevaron, entre 1898 y 1899, a algún lugar del norte de Afganistán. Con los ojos vendados, por fin fue guiado por cuatro jinetes hasta el Monasterio Sarmung, donde Gurdjieff comprendió en profundidad el significado de las Danzas Sagradas, el Eneagrama y la armonía de los números, corpus iniciático de su enseñanza futura. Este encuentro con la milenaria sabiduría oculta en las montañas es tomado por muchos como una alegoría, ya que es imposible comprobar su verdad histórica. Gurdjieff jamás dio la ubicación exacta del monasterio.
En su recorrido por los centros iniciáticos, no podía faltar el Tíbet, donde estudió (alrededor de 1900) danzas rituales, medicina y técnicas psíquicas. De allí, a causa de una refriega entre tribus montañesas, vuelve gravemente herido de bala. Sufre, entonces, una profunda experiencia mística que lo lleva a asumir el sentido de responsabilidad: “Lo que a El le es posible e imposible en el dominio del gran mundo, debe serme posible e imposible en el dominio de mi pequeño mundo”; A partir de ese día intensifica su búsqueda de autodominio. Todo el “horror de la situación” de las comarcas donde estuvo, lo hace percibir al hombre en su estado de sueño profundo, sufriendo por sus pasiones y sin ningún objetivo. Y comienza a experimentar el “impulso esera ” ( Relatos de Belcebú ) o amor a sus semejantes. En adelante, la compasión irá de la mano de la sabiduría y buscará el ideal del “buen egoísta”. Después de un breve retorno a Alexandropol, parte hacia el Asia Central y recibe, por tercera vez, el impacto de una bala perdida, en esta ocasión como resultado de una pelea entre cosacos y gourianos.
Aunque se había prometido a sí mismo no usar sus poderes psíquicos, se establece en Tashkent, capital de Turkestán, para transformarse en “Instructor Profesor” de ciencias supranaturales. Quizá lo hizo porque necesitaba tener tranquilidad económica para sintetizar el conocimiento acumulado y enseñarlo. Y también, porque los rusos europeizados eran un rico campo para estudiar de la psicología humana

Gurdjieff se revela

A principios de 1912, llegó un pasajero muy especial a Moscú. En su equipaje traía nada menos que un crisol ideológico que era “al mismo tiempo cosmología, psicología, tipología humana, crítica semántica, epistemología, cosmogónica, fenomenología de la conciencia y filosofía existencial practica”.
Veinte años había tomado a Gurdjieff cristalizar y organizar los fragmentos del conocimiento adquirido y se sentía listo para congregar discípulos. Y lo hizo con su particular estilo. Después de recorrer las conmocionadas calles moscovitas, recibía en las noches a la gente disfrazado de “el príncipe Orzay”, con turbante y bata de seda. En esos días, conoció a la condesa Julia Osipovna Ostrowska, con quien permaneció casado hasta la muerte de ella.
Poco a poco, se va formando un grupo de seguidores importantes, entre los que se destaca P.D. Ouspensky, a quien conoce en 1915. Un año antes, Gurdjieff había supervisado la primera obra literaria acerca de su enseñanza, escrita por un discípulo anónimo: Vislumbres de la verdad.
Hay vientos de guerra y revolución, lo que obliga a Gurdjieff a moverse buscando una plaza segura. A fines de 1917 se traslada a Essentuki, en Cáucaso. La nueva sede del Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre seria una prueba de fuego para sus alumnos. En jornadas inacabables e intensas, practican danzas sagradas, telepatía, mediumnidad, ayunos, caminatas y famosos ejercicios del “stop” y los ” brazos extendidos “. Se producen alejamientos, como el de Ouspensky, quien continua entregando el conocimiento adquirido pero en forma independiente, aunque sin perder del todo el contacto con Gurdjieff.
En plena revolución, la ciudad pasaba de mano en mano y nadie tenia la vida asegurada. Como un prestidigitador, inventa una expedición en busca de dólmenes; consigue los permisos correspondientes y parte con sus alumnos en un viaje complicado y no exento de peligros, que culmina en Tiflis, capital de Georgia, todavía en manos del ejercito zarista.
Allí establece por tercera vez un Instituto, en 1919; lo siguen Mme. Ostrowska, los Stjoernval y los De Hartmann y se agregan Alexandre y Jeanne de Salzmann. Pero en condiciones políticas de Georgia nuevamente lo obligan a emigrar, esta vez a Constantinopla. Ouspensky, que esta allí, le confía su propio grupo de alumnos y lo apoya por un tiempo, pero vuelve a separarse, y Gurdjieff decide aceptar una invitación de Jacques – Dalcroze para instalarse en Hellerau, cerca de Dresden.
La idea de avecindarse en Alemania no prospera por litigios legales, tampoco el ofrecimiento de sus seguidores en Londres, por lo que Gurdjieff pone sus ojos en Francia. A pesar de todos estos cambios, el “Trabajo” ( término con el que se denomina a la práctica concreta de las enseñanzas gurdjieffianas ) se mantiene y el grupo continúa, ya que precisamente, el Cuarto Camino, vía evolutiva dentro de la cual se inscribe este trabajo, se desarrolla entre las tormentas de la vida cotidiana.

Los filósofos del bosque

Al comienzo, Gurdjieff arrendó una casa que compartía con sus alumnos en el distrito de Auteuil, en la cual los días transcurrían entre diálogos acerca del trabajo y la practica de las danzas. En octubre de 1922, el grupo se cambió a Fontainebleau, al sur de París, a una hermosa mansión de la aristocracia francesa.
Como siempre, Gurdjieff apeló a todos los recursos para financiar el subido alquiler, alimentar a todos y enfrentar la titánica misión de levantar una nueva sede. Rodeado de bosques y magníficos jardines, este era el lugar ideal para el trabajo. Inmediatamente comienzan las tareas para adaptar la casa. Desde el amanecer hasta la noche, los seguidores preparan las salas para los ejercicios físicos y danzas sagradas, construyen el teatro, los establos y la casa de estudios.
Los “filósofos del bosque”, como se les denominaba en la época, suscitaban no pocos comentarios. Especialmente conflictiva fue la muerte, de tuberculosis, de la escritora Katherine Mansfield, ocurrida en Fontainebleau en 1923. Los periodistas condenan el Instituto haciéndose eco de la opinión de muchos detractores. A pesar de eso, es visitado por lo más representativo de la “inteligencia” europea. De nuevo Gurdjieff emplea la técnica del sobreesfuerzo para “despertar” la conciencia dormida y mecánica de sus discípulos. Las jornadas son agotadoras: danzas, ejercicios gimnásticos, difíciles practicas de concentración, meditaciones… El 13 de diciembre de 1923 se realiza la primera representación publica de las danzas sagradas, en el teatro de los Campos Elíseos, impresionando al sofisticado publico parisino.
Aquí, una etapa de agitadas y sucesivas giras se inicia con representaciones de las danzas en Nueva York y Chicago. El éxito es estruendoso y se empieza a hablar de Gurdjieff en los periódicos de todo el mundo.

Llega Belcebú

En el verano de 1924 Gurdjieff sufre, camino a París, un accidente de automóvil casi fatal. Los médicos no dan esperanzas de vida, pero el agonizante se recupera milagrosamente, creando a su alrededor una atmósfera todavía mítica.
El accidente sume a Gurdjieff en una crisis y resuelve dar rumbo distinto a su labor. Aleja a los “parásitos” con el pretexto de que se cerraría el Instituto y empieza a escribir – con la ayuda de Olga de Hartmann – su obra Relatos de Belcebú a su nieto. Desde luego, no usó el lenguaje establecido. Muy por lo contrario. Su atrevida sintaxis, disgregaciones, dislocaciones secuenciales y complicado estilo, lo hacen una obra espiritual de ficción complicada y polémica. Quizá porque, como todo lo gurdjieffano, la verdad sólo puede alcanzarse experimentando por sí mismo.
Los siguientes años no son fáciles. En 1926, muere su mujer, Julia Ostrowska, de un cáncer prolongado. Las deudas de Fontainebleau son cuantiosas y la salud del maestro está muy debilitada. Se suma su desaparición por el poco nivel de desarrollo de sus discípulos.
Inicia la producción de su libro – que más tarde se llevaría al cine – Encuentros con hombres notables, al mismo tiempo que facilita el alejamiento de los De Hartmann y otros seguidores, y continúa con sus viajes a Norteamérica. Finalmente, en 1933, pierde en definitiva la mansión que los albergo durante mas de una década.

Despedida ad-hoc

De regreso a París, Gurdjieff se aboca a continuar su obra literaria y a emprender varios viajes, muchas veces conflictivos. Nuevos y antiguos seguidores se agrupan en torno de él en su departamento.
Gurdjieff comienza a cosechar en terreno complicado, ya que debe conjugar – pensando en el futuro – la interacción de discípulos de origen, nacionalidad y desarrollo muy disímiles.
Sus habilidades comerciales le permiten sobrellevar la segunda guerra mundial sin mayores sobresaltos. Los pupilos se agrupan para compartir y aprender en un departamento atestado de gente, en el que la actividad comenzaba a mediodía, con la lectura de los escritos aún inéditos del maestro. Le seguía la comida ceremonial de media tarde. Entonces, los invitados se retiraban para regresar a la noche, continuando los diálogos y lecturas. Después de una cena tardía, se iban a las dos y media de la madrugada.
En 1949, realiza su última visita a los Estados Unidos para supervisar la edición de sus libros. Ese mismo año, su salud empeora y, tras realizar la coreografía de su ultimo “movimiento” (el N° 39), se desploma y es conducido al Hospital Americano de Neuilly. Rodeado de discípulos, antes de caer en inconsciencia, les lega su ultima ironía: “¡Os dejo metidos en un lío!”.
Falleció en la mañana del 29 de octubre y fue sepultado en Fontainebleau, Avon, junto a su madre y su esposa. Después del solemne entierro, Jeanne de Salzmann dijo a sus discípulos: “Cuando un maestro como el señor Gurdjieff desaparece, no puede ser reemplazado”.

La tradición gurdjieffiana

El sistema de Gurdjieff es un cuerpo coherente de ideas y métodos interrelacionados en el que el principal tema es el estudio de las condiciones del ser, tomado desde el punto de vista de la posibilidad de la unidad interna y la evolución consciente.
No es fácil, en pocas palabras, abordar una tradición tan compleja y rigurosa. Sólo podemos limitarnos a recordar algunos de los principales “temas gurdjieffianos”, con la esperanza de abrir una modesta brecha que permite entrar un rayo de luz en las conciencias dormidas. Esta no es más que una invitación a indagar más a fondo en la tradición

La Visión del Hombre

Para Gurdjieff, el hombre es un ser plural: ” No hay tal yo – decía -, o más bien hay cientos, miles de pequeños ‘ yoes ‘ en cada uno de nosotros. Estamos divididos interiormente, pero no podemos reconocer la pluralidad de nuestro ser, sino a través de la observación y el estudio. En cierto momento es un ‘ yo ‘ el que actúa, al momento siguiente es otro ‘ yo ‘. No funcionamos armoniosamente debido a que nuestros ‘ yoes ‘ son contradictorios.
Al nacer, el niño es “esencia”, un ser con esperanza. Pero a medida que crece, pierde su “particularidad” a causa de las experiencias reales. Se va formando la personalidad, nuestra máscara o revestimiento social, que ahoga a la esencia. Aunque indispensable, la personalidad es, en la mayoría de los casos, una serie de prejuicios, posturas, sueños, modos de manipulación y neurosis, “alineados respecto de la esencia de manera arbitraria”. Invadida por la legión de ‘ yoes ‘, no permite al hombre la posibilidad de desarrollar su verdadero ser.

Observación y Recuerdo

La “atención”, la “observación de sí ” y el “recuerdo de sí mismo”, permiten al hombre liberarse de las identificaciones e imaginaciones que lo mantienen sumido en un “estado de sueño hipnótico”. “Sólo un hombre en el más alto estado de ser es un hombre completo. Todos los otros son meras fracciones de hombre. La ayuda exterior necesaria vendrá de maestros o del sistema que estoy siguiendo. Los puntos de partida de esta observación de sí son:
1) Que no somos uno.
2) Que no tenemos control sobre nosotros mismos. No controlamos nuestro propio mecanismo.
3) No nos recordamos a nosotros mismos. Si digo: ‘Yo estoy leyendo un libro’ y no me doy cuenta de que ‘yo’ estoy leyendo, eso es una cosa, pero cuando estoy consciente que ‘yo’ estoy leyendo, eso es recuerdo de sí”.

Los Centros de la Máquina Humana

El hombre es una compleja máquina que ” ingiere impresiones y excreta conductas ” y se alimenta de comida, aire e impresiones sensibles para impulsar cinco “cerebros” o “centros” que actúan en forma independiente: intelectual, emocional, motor, instintivo y sexual. Cada uno cumple sus funciones sin considerar a los otros, por lo cual la maquina humana inconsciente es ineficiente y esta atrapada en la “mecanicidad”.
Los tres centros básicos ( intelectual, emocional e instintivo – motor ) determinan la tipología gurdjieffiana del ser humano sin desarrollo de conciencia, según cual de ellos es dominante en cada persona: “Hombre número uno”, motor; “Hombre número dos”, emocional; “Hombre numero tres”, intelectual. Aunque creemos que tenemos una sola “mente”, en realidad cada uno de los centros tiene una propia. Y esta categorización se complejiza aún más debido a que, a su vez, cada uno de los centros tiene sus propias divisiones.
La debida “atención”, lograda con esfuerzo y voluntad, nos permite darnos cuenta en que centro estamos funcionando y emprender el camino del desarrollo armónico y simultaneo de cuerpo, emoción e intelecto. La “detención interior” de pensamientos es uno de los ejercicios para el “recuerdo de sí” que lleva a la comprensión de este proceso.

Estados de Conciencia

Para explicar qué es un ser más elevado, Gurdjieff habló de diferentes etapas que puede vivir un ser humano:
“Hay varios estados de conciencia:
1) El sueño, en el cual nuestra maquina sigue funcionando a presión muy baja.
2) El estado despierto, en el cual estamos en este momento.
Estos dos estados son los únicos que conoce el hombre corriente.
3) Lo que se llama conciencia de sí. Es el momento en que un hombre se da cuenta tanto de sí mismo, como de su máquina. Lo tenemos por destellos, pero solamente por destellos. Hay momentos en los que se da cuenta usted no sólo de lo que está haciendo sino también de usted mismo haciéndolo. Usted puede ver tanto el ‘yo’ como el aquí de ‘yo estoy aquí’, tanto el enojo como el ‘yo’ que está enojado. Llame a esto recuerdo de sí, si gusta.
Ahora, cuando usted se da cuenta completa y constantemente del ‘yo’ y de lo que esta haciendo, y de cuál ‘yo’ se trata, usted se vuelve consciente de sí mismo. La conciencia de sí es el tercer estado. Este es un punto cumbre, ya que sólo a partir de este tercer estado el hombre es capaz de desarrollar su esencia y llegar a ser un hombre N° 4, equilibrado y cabal. Entonces tendrá la posibilidad de construir su alma y sus otros cuerpos ( hombres del N° 5 al 7 ), para cumplir con los destinos superiores de la evolución cósmica, a través del acceso a un estado llamado “Conciencia Objetiva”.

El Eneagrama

Uno de los símbolos que Gurdjieff rescató de las enseñanzas orientales milenarias fue el Eneagrama o figura de nueve lados. En este modelo dinámico, se sintetiza, a niveles macro y microcósmicos, sus Leyes de Tres y de Siete. En las Danzas Sagradas, manifestó en movimientos la evolución de este símbolo universal.

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El legado de los ” idiotas ”

Siempre rodeado de gente, Gurdjieff tenía con sus discípulos una relación intensa, y muchas veces, dramática. Con una mirada, el maestro desnudaba psicológicamente a sus alumnos y los sorprendía en toda su verdad. Ouspensky recuerda que “acercársele era siempre una prueba”.
Exigente, pero a la vez generoso y protector, Gurdjieff obligaba a quienes lo seguían a adaptarse a una disciplina que a ratos parecía incoherente. Pero para ellos, este poderosos maestro espiritual constituía la única esperanza de desarrollo y liberación. Él era el contacto viviente con las fuentes ancestrales de la sabiduría y su notable inteligencia los guiaba por caminos prácticos donde nada puede ser entendido si no se experimenta por sí mismo.
Es justo rendir un homenaje a todos esos “idiotas” ( en el lenguaje gurdjieffiano, no significa “estúpido”, sino simplemente “lo propio” ) que no sólo siguieron a Gurdjieff por los intrincados caminos de una vida insegura y aventurera. Gracias a sus esfuerzos por registrar en forma escrita la enseñanza, mucho de la tradición oral del maestro a podido llegar hasta nosotros. P.D.Ouspensky, es el más conocido porque divulgó el sistema, por medio de escritos y grupos propios, en Inglaterra y Norteamérica. Uno de los mitos de la tradición Gurdjieffiana es precisamente la relación – bastante conflictiva – entre Ouspensky y su maestro.
En su legendaria obra “En busca de lo Milagroso: Fragmentos de una Enseñanza Desconocida”, consiguió capturar en forma magistral el sistema de ideas interconectadas que quizá fueron explicadas sólo para sus propios oídos.
Thomas y Olga de Hartmann. El compositor Thomas de Hartmann trabajo arduamente con Gurdjieff para registrar las pautas musicales de los “Movimientos”. Su esposa Olga jugó, al lado del editor Alfred Orage, un rol notable en la publicación de las obras de Gurdjieff.
Jeanne de Salzmann. Coreógrafa y bailarina, gracias a ella se preservaron las Danzas Sagradas. Después de la muerte de Gurdjieff, siguiendo sus instrucciones, impulso en varios países la creación de las Fundaciones y Sociedades Gurdjieff.

El cuarto camino

Existen cuatro caminos para el trabajo sobre sí:
· El Camino del Faquir, el Primero, pone énfasis en el trabajo del cuerpo.
· El Camino del Monje, el Segundo, en las emociones.
· El Camino del Yogui, el Tercero, en el intelecto.
· Y el Cuarto Camino, que es el de Gurdjieff, trabaja simultáneamente sobre los tres centros.

Cada uno de estos cuatro caminos tiene sus propias dificultades, pero la peculiaridad del Cuarto es que el ser humano debe trabajar desde las circunstancias variables de la vida. El discípulo no tiene aquí posibilidades de esconderse en una montaña a meditar. Debe lidiar con las cambiantes condiciones externas, manteniendo el sentido y el sentimiento de trabajo y practicando la no identificación en medio de los sucesos y desdichas cotidianos.

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