La “memoria” sobrevive a la muerte

La “memoria” sobrevive a la muerte

      Una sorprendente comprobación, que la “memoria” de una molécula puede sobrevivir a la desaparición de ésta, está conmoviendo al mundo científico.

      El biólogo francés Jacques Benveniste explica el descubrimiento que tiene perpleja a la comunidad científica internacional con la siguiente comparación: “Es como si a uno se le cayera la llave de arranque del auto en el río Sena, en el centro de París, tomara después unas pocas gotas de agua del mismo río doscientos kilómetros corriente abajo y pudiera hacer arrancar el auto con esa agua”.

      El biólogo y un equipo de trece científicos canadienses, israelíes e italianos han descubierto que una molécula diluída hasta que deja de existir puede comportarse como si aún estuviera presente y que el líquido de la dilución conserva la “memoria” de la molécula.

      El hallazgo, que da por tierra con todo el conocimiento molecular aceptado actualmente, es tan sorprendente para el mundo académico que el equipo ha estado tratando de encontrar una falla a su propia comprobación desde hace ocho años, pero los estudios llegan siempre a la misma anonadante conclusión.

      Los resultados han reconfortado a los partidarios de la medicina homeopática, quienes nunca supieron exactamente de qué manera diminutas cantidades de sustancias naturales como la belladona y el opio pueden tener propiedades curativas.

      Muchos científicos han manifestado que no hay evidencias de que productos utilizados en medicina homeopática pueden curar enfermedades, pero los partidarios de esta práctica señalan que el nuevo descubrimiento podría demostrar que los productos conservan la “memoria” de sustancias curativas.

      “Si hasta ahora había alguna certeza en nuestro universo biológico, era que para cada función existía una molécula que le correspondía. Nuestros estudios evidencian la existencia de un efecto de tipo molecular en ausencia de la molécula”, destacó Benveniste.

      Este científico inició su investigación en 1985 con un interrogante relativamente simple: ¿podría demostrarse que los medicamentos homeopáticos –producidos con sustancias naturales en lugar de drogas manufacturadas en laboratorios– tienen un efecto biológico sobre las personas?

      Para encontrar la respuesta se diluyeron moléculas hasta el máximo grado posible, diez elevado a la centésima sexagésima potencia. La cantidad de partículas que hay en el universo es igual a diez a la sexagésima potencia.

      Según la Ley de Avogadro, una molécula deja de existir cuando ha sido diluída en la proporción de diez a la vigésima tercera potencia. La labor del equipo investigador representa la primera vez que se sugiere que una molécula podría tener una memoria biológica independiente.

      Benveniste publicó los resultados de sus estudios en 1985, y ellos indicaban que los productos homeopáticos podrían tener un efecto perceptible sobre el organismo humano, desatando de paso una polémica entre los oponentes y los partidarios de los controvertidos medicamentos.

      El respetado semanario científico “Nature” decidió publicar en su edición de junio de 1988 los resultados del trabajo en equipo, pero con una inusual “reserva editorial” en la que consignaba que el resultado del trabajo era tremendamente controvertido.

      En un editorial titulado “Cómo creer en lo increíble”, “Nature” advirtió que Benveniste había aceptado que otros biólogos viajen a París para estudiar el descubrimiento.

      El especialista, entonces de cincuenta y tres años, indicaba que no se sentía complacido al tener que publicar los resultados de sus investigaciones cuando aún no se sabe qué produce la reacción a pesar de la aparente desaparición de la molécula.

      Otro factor inexplicable es que el experimento es sólo exitoso si el líquido con que se efectúa la dilución es agitado vigorosamente.

      El ganador del premio Nobel de Química  Jean-Marie Lahan declaró durante una entrevista para el diario “Le Monde”: “Estos resultados son inquietantes, muy inquetantes”.

      “No veo de qué manera en biología, habiendo desaparecido una molécula, puede transmitirse información que estaba contenida en ella”, agregó.

      “Si estos resultados se confirman –y ello no es imposible aunque las probabilidades sean muy exiguas– pondrán en tela de juicio toda la base sobre la cual se asienta el conocimiento molecular”, destacó Lahan.

      Como se comprenderá, este descubrimiento –que sí reúne todas las credenciales exigibles por el ambiente académico científico– es invalorable a la hora de fundamentar la sobrevivencia a la muerte, ya que si una molécula –entidad física– no solamente demuestra así una correspondencia energética inherente sino, más aún, señala la extensión cualitativa y cuantitativa en lo temporal que la misma acusa, se hace difícil negar tal acerto. Pues el descubrimiento de Benveniste demuestra que la “memoria” (en el sentido energético del término) no sólo continúa existiendo después de la desaparición física de aquella (su muerte) sino que amplifica su efecto a través del tiempo y a través del espacio y la materia. Dicho de otra forma, esta condición se opone a la destructiva Ley de Entropía, conformando un ejemplo destacable de Negantropía y, si se quiere, de evolución post-mortem. Y si una sencilla –estructuralmente hablando– molécula presenta tal efecto, ¿qué no puede esperarse de esa concepción holística cuerpo-mente, ese complejísimo y sutil entramado orgánico, energético y emocional que llamamos “ser humano”?