LA GEMOTERAPIA Y EL CAMPO ENERGÉTICO HUMANO

LA GEMOTERAPIA Y EL CAMPO ENERGÉTICO HUMANO

    En varios párrafos me he referido a los “chakras”, vórtices o centros energéticos que en el humano cumplen la función de establecer conexiones entre los distintos planos de su naturaleza. Nos introduciremos entonces ahora en su estudio, para aprender a manejarlos a través de las gemas.

    La moderna Parapsicología se alimenta de la milenaria tradición médica china, en su afirmación de que el ser humano está formado por la interacción de tres naturalezas: un plano físico (obviamente, mi cuerpo) un plano mental (también obvio) y un plano energético, conformado por la suma de energías emitidas por nuestro organismo. A éste lo llamamos, precisamente, campo bíoenergético o bioplasmático.

    En lo exterior, adopta la forma de un ovoide (de allí que se le llame también “huevo energético”) que en las personas sanas se extiende en su parte ecuatorial –es decir, a la altura de la cintura– hasta unos 50/60 centímetros.

    La porción del campo bioplasmático que sobresale del cuerpo físico se denomina comúnmente, ”aura” y se divide en tres capas: una primera exterior, hasta unos cinco centímetros de distancia del cuerpo y que sigue el contorno de este –esta capa es la que fotografía la cámara Kirlian– una segunda exterior –el “aura” propiamente dicha–, hasta esos cincuenta centímetros y de aspecto general ovoidal, y una tercera capa exterior, extremadamente sutil, y que se extiende hasta unos diez/quince metros, adoptando una forma esférica. De la interacción de esta última capa con las correspondientes a otros seres humanos surgen las afecciones por “contagios energéticos” estudiados por nuestra ciencia. Dentro del cuerpo humano, el campo energético también tiene una estructura particular: además de “espesarse” alrededor de cada órgano, músculo, arteria, vena o hueso, se distribuye en una red de 48 canales secundarios o “nadis” que como un sistema nervioso energético, se distribuyen por todo el organismo. Y son secundarios porque existe un canal principal, el shushunna, paralelo a la columna vertebral, divido a su vez en dos canales menores; uno de energía ascendente, solar o positiva (“idá”) y otro descendente, lunar o negativa (“pingalá”): tal cual usted se observa a usted mismo, Idá se encuentra a la derecha y Pingalá a la izquierda.

    Este shushunna alcanza en siete puntos una increíble Intensidad energética: son los ”vórtices” (no “vértices”) llamados “chakras”. Un chakra es como una válvula de control de cuyo comportamiento vibratorio depende determinada área de nuestro cuerpo, de nuestro intelecto o de nuestras emociones. Dicho de otra forma, cualquier perturbación sufrida en uno de aquellos tres primeros planos del ser repercutirá, por carácter transitivo, en los otros dos, y son precisamente los chakras los responsables de esta transferencia. Así si alguien, por ejemplo, me da un fuerte pisotón en un pie, habrá una lesión orgánica (lógico), una lesión psíquica (obvio también, a menos que sea un masoquista a quien le encante que le anden pisando los juanetes) y, si se observa el pie con algún sistema de visión áurica (el “sistema Schieleren” por ejemplo) sobre el punto del pisotón aparecerá una mancha negra, que técnicamente llamamos “hiato”, y que indica una violenta pérdida energética del lugar.

    Pero el razonamiento también puede aplicarse a la inversa: si es tan estrecha la relación entre esos tres planos, cualquier potenciación u optimización de uno de ellos también repercutirá en los demás. Vale decir que energetizar al individuo, por carácter transitivo, le mejorará también en lo mental y lo corporal. Y será a través de los chakras que esa activación será posible. Como, según dijimos, cada chakra gobierna un determinado aspecto de nuestro cuerpo o nuestra vida emocional o intelectual, la “activación” (que así se llama al proceso de energetización) de uno determinado repercutirá en ese ámbito específico.

Reconociendo los siete chakras

    Recordando que los mismos se encuentran perfectamente alineados en el shushunna, éstas son sus ubicaciones y funciones:

CHAKRA CORONARIO: Llamado así no porque tenga algo que ver con el corazón, sino por estar situado en el tope de la cabeza (o “coronilla”) su función es “aferente”; de absorción de radiaciones cósmicas que, en forma de partículas elementales, emiten vibraciones captadas por este chakra y que pasan a formar parte del campo bioplasmático (que se forma de éstas, más la polaridad yin-yang de los alimentos que consumimos, más el “präna” que ingresa con la respiración, más las transmutaciones sutiles interiores –como la energía sexual que se transforma en psíquica mediante ciertos ejercicios– más las energías telúricas, positivas o negativas, que absorbe el último chakra).

CHAKRA DEL ENTRECEJO: Ubicado en el cruce de dos planos (uno que pasa por entre las cejas y otro de sien a sien) alineado directamente por debajo del coronario y por encima de la “glándula pineal”, también conocido como “tercer ojo”, su función es eferente: regula el funcionamiento de los órganos de la caja craneana, las funciones del intelecto y la percepción extra-sensorial.

CHAKRA LARÍNGEO: Ubicado en el centro de la garganta, en línea recta con los dos anteriores, su función no es ni aferente ni eferente, sino de regulador; allí los dos canales del “shushunna” se estrangulan, regulando el flujo de los chakras superiores a los inferiores. Por esa razón, es el único chakra que nunca puede estar completamente “cerrado” (un chakra “cerrado” es aquél por el cuál no fluye energía alguna), ya que de ocurrir se interrumpe el circuito energético y, de hecho, no puede existir vida sin fluir energía. Por la misma razón, en artes marciales se conoce un toque (no un golpe) hecho con los dedos en ese punto que puede matar al individuo. Si se tratara de un golpe, cabría suponer la muerte por rotura del cuello o estrangulamiento traqueal; pero cierto sencillo toque –recordemos que las manos, como los píes, son las bocas de descarga natural de la energía, al igual que los ojos– inhibe su funcionamiento, perturbando radicalmente el comportamiento del bioplasma en todo el organismo.

CHAKRA CARDÍACO:  Si bien está ubicado en el lugar físico del corazón, por las razones que explicaremos enseguida es que se le denomina así, además de “plexo solar”. Está en la boca del estómago –alineado con los anteriores–  y además de controlar los órganos de la parte superior del tórax y los miembros superiores, regula las emociones; por eso, cuando conocemos a alguna persona con quien tendremos en el futuro un encontronazo emocional, sentimos una opresión en ese punto. Por lo mismo, los antiguos decían que el corazón era el asiento de las emociones. Hoy, pensamos que, a fuer de ignorantes, confundían un simple músculo bombeador de sangre con algo tan complejo que, de tener un espacio físico estricto, se correspondería más con el cerebro; sin embargo, nuestros antepasados no se referían al corazón físico sino a su contraparte energética, el chakra cardíaco.

CHAKRA ESPLÉNICO: También llamado “del bazo” –por su analogía con el órgano homónimo– se ubica tres dedos por encima del ombligo, siempre alineado, siguiendo el shushunna, con el cardíaco. Su función es muy interesante; expresa las correspondencias entre el plano energético y los demás.

    Decíamos líneas arriba que cuando, por ejemplo, se lesiona físicamente un punto cualquiera del organismo, a la visión áurica se manifiesta sobre él una mancha negra que denominábamos “hiato”. Pero el hiato no aparece espontánea y directamente sobre la zona de la afección, sino que en realidad lo hace frente al chakra esplénico, y con movimientos giratorios va desplazándose en segundos por la periferia del aura hasta situarse sobre el punto de la lesión. Esto se comprenderá mejor al saberse que el aura no es estática sino que gira, rotando alrededor del cuerpo de la persona. A la visión áurica, incluso, los colores del aura se distribuyen como bandas o grandes pinceladas de color, y esa estratificación de los colores (que son en realidad distintas densidades de energía) se debe a la diferencia de velocidad de rotación del aura cerca de los “polos” (cabeza y pies) respecto del “ecuador” (cintura). Esto es análogo a lo que ocurre al observar al planeta Júpiter, característico por sus franjas de colores paralelas entre sí. Ello se debe a que debido a que este planeta es fundamentalmente gaseoso, al girar sobre su eje los gases de su enrarecida atmósfera se dividen en capas según su composición, generando esa presentación particular.

    Si a una persona le comunicamos una pésima noticia, inmediatamente el hiato se formará sobre el chakra esplénico, pero siguiendo el comportamiento giratorio del aura, terminará por ubicarse sobre el chakra cardíaco o el del entrecejo (según le afecte emocional o intelectualmente). Además, el chakra esplénico rige el funcionamiento del bazo, estómago, hígado, páncreas y riñones, y su mal funcionamiento se traduce en la dificultad de que los efectos positivos en un plano determinado –por ejemplo, los de una buena alimentación– se traduzcan inmediatamente al energético.

CHAKRA UMBILICAL: También conocido por su nombre japonés (“hara”) sus principales funciones ocurren al nacer y al morir. En el momento de cortarse el cordón umbilical, la primera masa de energía pränica ingresa por él, y por él sale toda la energía cuando morimos. Es el famoso “cordón de plata”, que permite el desapego astral. Rige además el intestino delgado y grueso, vejiga, colon, etc.  Por esa función de “antena” de la energía universal, es que los japoneses que practican el “shintoísmo”, cuando deciden suicidarse ritualmente, dicen que ayudan a su espíritu si permiten que la energía (“ki”) salga rápidamente por donde entró. De resultas de lo cual, hacen el “sappukku” (o “harakiri”) clavando la “katana”, corta espada samurai, a la altura del riñón izquierdo y desventrándose hacia la derecha. No es esta estrictamente una forma de muerte, ya que aun con los órganos expuestos el ser humano puede sobrevivir horas y hasta días, por lo cual el “sappukku” se completa con la decapitación que efectúa un superior o amigo del sacrificado. En realidad, lo que se busca es esa liberación o salida (“rí”) de la energía (“ki”) por el “hara”.

CHAKRA SACRO-COCCÍGEO: El último, ubicado en la entrepierna, sus funciones específicas tienen que ver con la sexualidad en su sentido genital (no con lo psicoemocional), y la absorción de radiaciones telúricas. Es asiento de la “kundalini” o, como le llamaban los hindúes, “la roja serpiente de fuego” un simbolismo de la poderosísima energía sexual que, mezclada con las emanaciones terrestres, podía despertarse y ascender por el “shushunna” otorgando temibles poderes pero también poniendo al borde de la locura.

    Además de estos siete chakras principales, a lo largo de los “nadis” se distribuyen exactamente 365 chakras secundarios o “madras” que, de hecho, son los famosos “puntos de acupuntura”. Obviamente, lo que en sánscrito llamamos “nadis” usted seguramente los conocerá mejor como “meridianos”.

    Debe entenderse que, más allá del trabajo sobre un chakra específico que haga el practicante, debe asegurarse que todos se encuentren armónicos. Un chakra armónico es un centro de energía que no está hiperactivo (demasiado ”abierto”) o hipoactivo (“cerrado”), y existen dos maneras de trabajar sobre ellos: o bien chequeando cada chakra individualmente (el estudiante de Parapsicología comprenderá que para ello puede usar el péndulo radiestésico, un aurámetro o un par de “dualrods”) o, partiendo del hecho que el problema emocional, intelectual o de salud que aqueje al individuo necesariamente estará aparejado a un chakra desarmonizado, simplemente entendiendo, según la naturaleza del problema y siguiendo las instrucciones de correspondencias entre cada chakra y los aspectos espirituales u orgánicos que hemos explicado hasta aquí, determinar así cuál es el vórtice problemático y armonizarlo según las instrucciones que daré a continuación.

    También es importante comprender que la armonización, lo que hará será potenciar nuestros recursos para enfrentar las problemáticas, pero no resuelve por sí mágicamente el problema. Por ejemplo, si a nuestro consultorio acude una señorita perturbada porque el novio del que estaba enamorada la dejó por otra, la armonización del chakra cardíaco (que de eso se trata) no hará regresar al amante infiel –lo que tal vez buscaré con otras técnicas– sino que le ayudará emocionalmente a superar la crisis, ponerse más positiva y controlar sus emociones. Un problema económico no lo solucionaré con armonización de chakras, a menos que el hecho de estar el del entrecejo perturbado haya impulsado al individuo a decisiones equivocadas que arrastraron sus errores financieros, y su posterior armonización le llevará por el camino de las acciones correctas.