La medicina original

“Yo hago funcionar mi espíritu, el encanto de descubrir lo que yace bajo todas las cosas”.

Canto Chamánico

El origen de la medicina está unido al pensamiento mágico, no existe una separación de conceptos para la tradición indígena. Aún más, estamos hablando de una cultura animista, por lo tanto su enfoque medicinal se centrará no tanto en el cuerpo como en el alma.

El alma,la energía psíquica que para Aristoteles era la causa formal, final y eficiente del cuerpo, es el objeto central del conocimiento chamánico. La base de la curación estriba en unir el alma individual al Gran Misterio, al Espíritu.

Se trata de una visión energética, de recobrar, y conserva el “poder personal” (sentido íntimo y esencial del individuo). Para ello el microrganismo humano se vincula al Organismo Universal, recobra su “ritmo” mediante la unión al ritmo profundo y poderoso de la Tierra, frecuencia que precisamente es la del sueño profundo.

En el conocimiento chamánico los medios bioquímicos son considerados “ayudantes”. De sobras es conocido en esta tradición el uso de los principios activos de las plantas consideradas “medicinales”. Pero esta medicina no queda en una mera recuperación funcional del equilibrio bioquímico del cuerpo, sino que busca recuperar el equilibrio psicosomático. De ahí su énfasis en una medicina psíquica y vinculada no a un discurso lingüístico sino a la experiencia vital del encuentro entre el alma humana y el Espíritu de la Vida.

La escisión producida posteriormente por la civilización ha provocado que el conocimiento chamánico sea considerado ora como una religión propia de pueblos ignorantes o como una superstición mágica que carece de eficacia médica alguna.

Sin embargo la historia del hombre es larga, muy larga. Miles y miles de años ha persistido esta visión del hombre, remontándose a su propio origén el nacimiento de este conocimiento chamánico o mágico.

Es más, la axiomática de la medicina oriental y de la hipocrática parte del conocimiento chamánico. El hecho de la impotencia de la curación psíquica por la medicina actual sólo corrobora la dificultad de establecer un criterio ajeno a la propia realidad del asunto. No se puede curar algo que no se asume que existe (el alma no es criterio de estudio para la medicina por no existir como hecho objetivo), por lo que sólo es posible actuar sobre los efectos bioquímicos en el cerebro.

Por otra parte la curación religiosa parte de un principio moral, no cognitivo. Se asume que la enfermedad del alma es fruto de un “pecado” (transgresión al tabú), y que sólo la penitencia puede “limpiar” esa mancha . Esta concepción de la medicina del alma parte de la decadencia del chamanismo en algunas culturas que prefirieron construir una religión, sistema colectivo de adoctrinamiento, antes que permitir el conocimiento individual del Espíritu.

La vinculación del hombre con la Naturaleza, con la Gran Alma de la existencia que es la que permite la subsistencia de sus criaturas, es ahora un conocimiento perdido por parte de la civilización industrial que avanza inexorable sobre todo el planeta. No se trata simplemente de proteger las “plantas” por saberse con absoluta certeza que son la “farmacia” del planeta. Aún más importante es respetar y conservar el patrimonio que se nos lega por parte de culturas procedentes de miles y miles de años.

Existen dos modos de vivir: una vida enferma y otra sana. Para la Tradición existir “enfermo del alma” no es vivir, tan sólo sobrevivir. Esto es algo que la civilización no comprende, obsesionada por la existencia del logro material como meta humana y que tan sólo analiza como un “problema” más los transtornos psíquicos y ecológicos que produce.

El chamanismo es una vía de conocimiento íntimo y el medio de resolver los transtornos del alma. Es la fuente de la que surge la afirmación de que el hombre es “el animal que sabe”.

Estamos hablando en realidad de la esencia del drama humano: caminar en Espíritu o andar como un espectro.