Ser como ellos… Textos de Eduardo Galeano-62

SEIS TRATADOS HERMÉTICOS

ÍNDICE
Página
Los Siete Capítulos de Hermes 1
Apocalipsis de Hermes 12
Magia Natural, de R. Llull 18
La Práctica, de R. Llull 25
Tratado sobre la Materia 39
El Sueño Verde 45

LOS SIETE CAPÍTULOS Hermes

CAPITULO I

Esto es lo que dice Hermes: Durante el tiempo que he vivido no he cesado de realizar experiencias y siempre he trabajado, sin cansarme.

No poseo éste arte y ésta ciencia sino por la única inspiración de Dios; El es quien la ha querido revelar a su servidor, El es quien ha dado el medio para conocer la verdad a quienes saben usar de su razón y El jamás ha sido la causa de que alguien haya seguido el error o la mentira.

Por mi parte, y si no temiera el día del Juicio y la posibilidad de ser castigado por haber ocultado ésta ciencia, no hubiera dicho nada y nada habría escrito para enseñarla a quienes habrán de venir después de mí, pero he querido dar a los fieles aquello que les debo, y enseñarles lo que el Autor de la fidelidad me ha querido revelar.

Escuchad pues, hijos de los sabios filósofos, nuestros predecesores, pero no de un modo corporal o desconsiderado, la ciencia de los cuatro elementos que son pasibles y que pueden ser alterados y cambiados por sus formas y que están escondidos junto a su acción; porque su acción está escondida en nuestro elixir, y éste no podría actuar si no estuviera compuesto de la muy exacta unión de éstos elementos, y no será perfecto hasta que no haya pasado por todos sus colores, de los que cada uno denota el dominio de un elemento particular.

Sabed, hijos de los Sabios, que hay una división en el agua de los antiguos filósofos, que la divide en otras cuatro cosas. Una es de dos, y tres son de una, y al color de éstas cosas, es decir, al humor que coagula, pertenece la tercera parte, y las otras dos terceras partes son para el agua: Estos son los pesos de los Filósofos.

Tomad una onza y media del humor, y la cuarta parte de la rojez meridional, o del Alma del Sol, que será de una media onza, y tomad la mitad de Oropimente, que son ocho, es decir, tres onzas.

Y sabed que la viña de los Sabios se extrae en tres y que su vino es perfecto al terminar las treinta.

Concebid como se hace la operación: La cocción lo disminuye en cantidad y la tintura lo aumenta en calidad; porque la Luna comienza a decrecer después del decimoquinto día y crece al tercero. Esto será, por tanto, el principio y el fin.

He aquí que os acabo de declarar lo que estaba escondido, pues la obra está con vosotros y en vosotros, de modo que si la encontráis en vosotros mismos, donde está continuamente, también la tendréis siempre y en cualquier parte en que os encontréis, sea en la tierra o en el mar.

Por lo tanto, guardad la plata viva que se produce en los lugares o gabinetes interiores, es decir, en los principios de los metales compuestos de ella, donde está coagulada, pues ésta es la plata viva que se llama tierra que Permanece.

Aquel que no entienda mis palabras, que demande inteligencia a Dios, que de ningún malvado justifica las obras, más no rehusa a ningún hombre de bien la recompensa que le es debida.
Pues yo he descubierto todo lo oculto de ésta ciencia, he revelado un gran secreto y he explicado toda la ciencia a quienes sepan entenderla.

Así pues, vosotros, investigadores de la ciencia, y vosotros, hijos de la Sabiduría, sabed que, cuando el buitre está en la montaña, grita en voz alta:
¡ yo soy el blanco del negro,
y el rojo del blanco,
y el anaranjado del rojo!
Ciertamente, digo la verdad.

Sabed también que el cuervo que vuela sin alas en la negrura de la noche y en la claridad del día, es la cabeza o comienzo del arte. El color lo toma de la amargura que está en su garganta, y la tintura sale de su cuerpo, y de su espalda se extrae un agua verdadera y pura. Por tanto, comprended lo que digo y de éste modo recibid el don de Dios que yo os comunico, pero ocultadlo a todos los imprudentes.

Es una piedra honorable que está encerrada en las cavernas o profundidades de los metales; su color la hace brillante; es un alma, o un espíritu sublime, y un mar abierto.

Yo os la he declarado: dad gracias a Dios porque os ha enseñado ésta ciencia, pues El ama a quienes aprecian sus dones.

Por tanto poned esta piedra, es decir, su materia, en un fuego húmedo, y cocedla. Este fuego aumentará el calor de la humedad y matará la sequedad de la incombustión, hasta que aparezca la raíz, es decir, hasta que el cuerpo sea resuelto en su mercurio. Después de esto, haced surgir la rojez de la materia, y su parte ligera, y continuad haciéndolo hasta que no quede más que una tercera parte.

Hijos de los Sabios, si se ha llamado envidiosos a los Filósofos no es porque hayan querido, jamás, ocultar nada a las gentes de bien ni a quienes viven piadosamente, ni a los legítimos y verdaderos hijos de la ciencia, ni a los sabios, si se les ha llamado así es porque la esconden a los ignorantes, es decir, a quienes no saben lo suficiente como para conocerla, a los viciosos y a quienes viven sin ley ni caridad, por temor de que, por éste medio, los malvados se pudieran volver poderosos y cometieran toda clase de crímenes, de los que, ante Dios, serían responsables los Filósofos pues todos los malvados son indignos de poseer la Sabiduría.

Sabed que a ésta piedra yo la llamo por su nombre: si los filósofos la llaman Mujer de la Magnesia, o Gallina, o Saliva Blanca, o Leche de las Cosas Volátiles, y Ceniza Incombustible, es con el fin de esconderla a los impru- dentes, que no tienen ni sentido, ni ley, ni humanidad. Pero yo la he denominado con un nombre muy conocido al llamarla Piedra de los Sabios. Conservad el mar, el fuego y el volátil del cielo en esta piedra, hasta su aparición.

Y os conjuro a todos, ¡oh, hijos de los Filósofos! en nombre de nuestro Bienhechor, a fin de que se os haga una gracia tan singular como es la de no declarar jamás el nombre de ésta piedra a ningún loco, a ningún ignorante, ni a nadie que sea indigno de tal cosa. Por lo que a mi concierne, puedo decir que nadie me ha dado nada sin que yo se lo haya devuelto enteramente. Jamás le he faltado al respeto que le debo y siempre he hablado honrosamente de él.
Hijo mío, ésta piedra está envuelta de muchos colores que la esconden, pero sólo hay uno que indique su nacimiento y entera perfección; sabed cual es ese color y jamás digáis nada de él.

Con la ayuda de Dios Todopoderoso, esta piedra os librará de todas las enfermedades, por graves que sean, os preservará de toda tristeza y aflicción y de todo cuanto os pueda dañar en cuerpo o en espíritu. Además, os conducirá de las tinieblas a la luz, del desierto al hogar y de la necesidad a la abundancia.

CAPITULO II

Hijo mío, ante todo te advierto que has de temer a Dios, pues El es quien hará que tu operación resulte y quien unirá cada uno de los elementos separados.

Hijo mío, ya que no te considero privado de razón, ni insensato, has de razonar todo lo que se te dirá acerca de nuestra ciencia, recibir mis exhortaciones y meditar sobre las lecciones que yo te impartiré, hasta que las entiendas, como si tú mismo fueras su autor.

Del mismo modo que aquello que naturalmente es cálido no puede volverse frío sin ser alterado, así también, quien usa bien de su razón ha de cerrar la puerta a la ignorancia, por temor de que, al creerse seguro, se equivoque.

Hijo mío, toma el volátil, sumérgelo hasta que se eleve y sepáralo de su herrumbre, que lo mata. Quítala y apártala de él con objeto de que se transforme en viviente, según es tu deseo. Después de esto ya no deberá elevarse en el vaso, sino que deberá retener y fijar visiblemente todo cuanto haya de volátil. Pues, si lo apartas de una segunda aflicción, después de retirarlo de la primera y si durante los días, de los que ya sabes el número, lo gobiernas con destreza será para ti una compañía como la que necesitas, y separándolo, serás su dueño y él te servirá de adorno.

Hijo mío, del rayo de luz separarás la sombra y todo cuanto tenga de impuro, pues sobre él hay nubes que lo esconden e impiden que brille, a causa de que está quemado por la presión y la rojez.

Toma esta rojez que ha sido corrompida por el agua, de igual manera que la ceniza viva contiene el fuego, y si la retiras de modo que la rojez quede limpia y purificada, harás una unión en la que él se calentará y reposará.

Hijo mío, vuelve a poner en el agua, durante los treinta días que ya sabes, el carbón, cuya vida ha sido extinguida.

¡Oh, obra nuestra, que reposas sobre el futuro de éste Oropimente que no tiene ninguna humedad! He aquí que he colmado de alegría los corazones de aquellos que esperan en ti, ¡oh, elixir nuestro! y he alegrado los ojos de los que te estiman, con la esperanza del bien que contienes en ti.

Hijo mío, ten por seguro que el agua está encerrada, primeramente en el aire, y después en la tierra, por eso la has de hacer subir hacia lo alto a través de sus conductos y transformarla con discreción; seguidamente la has de unir a su primer espíritu rojo, que previamente ha sido recogido.

Hijo mío, te digo que el unguento de nuestra tierra es un azufre, Oropimente, Goma, Colcotar, que es azufre, Oropimente e, incluso, diversos azufres y cosas parecidas, a cual más vil, y entre ellas hay diversidad. De ellas proviene el ungüento de la Cola, que son pelos, uñas y azufre. De ahí también viene el Aceite de las Piedras, y el Cerebro, que es el Oropimente. De ahí, a su vez, proviene la Uña de los Gatos, que es Goma, y el unguento de los Blancos, y el unguento de las dos Platas vivas Orientales, que persiguen los azufres y contienen los cuerpos.

Además digo que el azufre tiñe y fija, y que está contenido y encerrado, y que se produce por la unión de las tinturas. Y los ungüentos tiñen y fijan lo que está contenido en los cuerpos, y por éste único medio se realiza la unión de las cosas volátiles con los azufres aluminosos, que retienen y fijan todo cuanto hay de volátil.

Hijo mío, la disposición que buscan los Filósofos es particular de nuestro Huevo, y no se encuentra en el huevo de gallina; sin embargo hay algún parecido entre nuestra divina obra, que es la obra de la Sabiduría, y el huevo de la gallina, debido a que en una y en otro los elementos están unidos y puestos en orden.

Sabe pues, hijo mío, que de éste parecido y de ésta proximidad de naturaleza se puede sacar una gran enseñanza para el conocimiento de nuestra obra; pues en el huevo de gallina hay una sustancia que representa la materia acuosa de la obra, llamada espiritual o espíritu, y hay otra parecida al Oro, que es la tierra de los Filósofos; y en estas dos sustancias se nota de modo visible la unión y el ensamblaje de los cuatro elementos.
El hijo ha preguntado a Hermes: los azufres que convienen a nuestra obra, ¿son celestes o terrestres? y Hermes ha respondido: los hay celestes y los hay terrestres.

El hijo le ha dicho: padre mío, creo que el Cielo es el corazón de las cosas superiores, y que la tierra lo es de las inferiores. A ello, Hermes ha respondido: no dices bien; pues el macho es el cielo de la hembra y la hembra es la tierra del macho.

A continuación, el hijo le preguntó: ¿cual de los dos es más digno de ser el cielo o de ser la tierra? Hermes respondió: tienen necesidad el uno del otro, porque en todos los preceptos no se pide sino mediocridad, como quien dice: el Sabio gobierna a todos los hombres; pues el mediocre es el mejor, dado que cualquier naturaleza se asocia y mejor se une a lo que le es semejante, y nuestra ciencia, que se llama Sabiduría, nos hace ver que sólo se unen las cosas mediocres y templadas.

Dijo entonces el hijo: padre mío, ¿cual de ellos es mediocre? Y Hermes respondió: en cada naturaleza hay tres de dos. El agua es necesaria en primer lugar, después el ungüento o azufre, y las heces o impurezas que permanecen abajo.

El Dragón se encuentra en cada una de estas cosas: las tinieblas son su morada, y la negrura está en ellas, y por esta negrura asciende al aire, y éste aire es el cielo, donde él comienza a aparecer como por su oriente; pero dado que éstas cosas se elevan como un humo y se evaporan no son, por lo tanto, ni permanentes, ni fijas.

Haz salir el humo del agua, quita la negrura del ungüento y expulsa la muerte de las heces y de la impureza; y una vez realizada la disolución por la victoria que las dos materias obtienen una sobre la otra, y uniéndolas de modo que se mantengan juntas, entonces se tornarán vivientes.

Hijo mío, has de saber que el ungüento mediocre, es decir, el fuego, ocupa el medio entre las heces y el agua, porque se las llama ungüento y azufre, y hay una gran afinidad entre el fuego, el aceite y el azufre, pues del mismo modo que el fuego lanza una llama, así mismo hace el azufre.

Sabe, hijo mío, que toda la Sabiduría del mundo está por debajo de la Sabiduría que yo poseo, y todo lo que su arte puede hacer consiste en restituir esos elementos ocultos y encerrados, lo cual es una cosa maravillosa.

Por tanto, aquel que desee ser iniciado en esta Sabiduría oculta que poseemos, ha de rehuir el vicio de la arrogancia, ser piadoso, ser hombre de bien, tener un profundo razonamiento y guardar los secretos que le hayan sido descubiertos.

Además, te advierto hijo mío, que nada sabe y nada avanzará, quien no sepa mortificar, hacer una nueva generación, vivificar los espíritus, purificar, introducir la luz hasta que los elementos se combatan, se coloreen y sean limpiados de sus manchas, como son la negrura y las tinieblas. Pero si sabe lo que acabo de decir, será elevado a una gran dignidad, hasta el punto que los Reyes sentirán veneración por él.

Hijo mío, estamos obligados a guardar éstos secretos y a esconderlos de todos los malvados y de aquellos que no tienen ni la suficiente sabiduría, ni la discreción suficiente como para guardarlos y hacer buen uso de ellos.

Además has de saber que nuestra piedra está hecha de muchas cosas y de muchos colores, que está hecha y compuesta de cuatro elementos unidos, que hemos de separar éstos elementos, desunirlos y ponerlos aparte, como si fueran distintas piezas.

También hemos de mortificar en parte la naturaleza o principios que están en esta piedra; conservar el agua y el fuego que están en ella y que están compuestos de los cuatro elementos y retener o fijar sus aguas por su agua, que no es, sin embargo, agua en cuanto a su forma exterior o aparente, sino un fuego que asciende sobre las aguas conteniéndolas en un vaso que ha de estar entero y sin fisura, para que los espíritus no se escapen y no salgan de los cuerpos. Si son retenidos así, se tornan fijos y tingentes.

¡Oh, bendita forma o apariencia del agua Póntica que disuelve los elementos! Y a fin de que, con ésta alma acuosa poseamos la forma sulfurosa, es decir, a fin de que la composición, que es parecida al agua, se convierta en tierra o azufre, es preciso que la mezclemos con nuestro Vinagre. Pues, cuando por potencia y virtud del agua, se disuelva el compuesto, tendremos entonces la llave o el medio asegurado de restablecerlo y rehacerlo. Entonces la muerte y la negrura los abandonan y la Sabiduría, es decir, la obra de la Sabiduría, empieza a aparecer. Quiero decir que el Artista conocerá con ello que ha conducido bien y sabiamente su operación, y que está en la verdadera vía que han seguido los Filósofos.

CAPITULO III

Has de saber, hijo mío, que los Filósofos hacen lazos, o fuertes ligaduras, para combatir contra el fuego, porque los espíritus desean estar y se complacen en habitar los cuerpos que han sido lavados.

Y cuando los espíritus se unen a ellos, éstos espíritus los vivifican y en ellos permanecen, y los cuerpos retienen estos espíritus sin dejarlos jamás.

Entonces, los elementos que están muertos se transforman en vivientes y tiñen los cuerpos compuestos con tales elementos. Se alteran y cambian y hacen obras admirables y permanentes, como dice el Filósofo.

¡Oh, forma acuosa del agua permanente que creas los elementos con los que está compuesto nuestro Rey y que, con un régimen templado, después de adquirir la tintura y uniéndote a tus hermanos, reposas, porque has llegado a tu fin !

Nuestra piedra muy preciosa, arrojada al estercolero, nos es muy querida aunque considerada en su conjunto sea vil e incluso muy vil; entonces deberemos mortificar y vivificar dos mercurios a la vez, que son el mercurio del Oropimente y el mercurio oriental de la Magnesia. ¡Oh, que gran obrera es la Naturaleza, que crea los principios naturales y retiene lo que éstos principios tienen de mediocre después de separar de ellos las crudezas y groseras impurezas. Esta Naturaleza ha venido con la luz y ha sido producida con la luz, que ha dado nacimiento a una Nube tenebrosa, y ésta Nube es la madre de toda la obra.

Después de haber unido al Rey coronado con nuestra Hija roja, ésta, a través de un régimen de fuego templado que no pueda dañar nada, concebirá un Hijo, que se unirá a ella y permanecerá encima de ella.

Ella nutre al Hijo y gracias a éste pequeño fuego lo torna fijo y permanente, y así, el Hijo vive de nuestro fuego. Y cuando se deje el fuego sobre la hoja de azufre será necesario que el término de los corazones penetre en él, que así sea lavado y que así la suciedad se aleje de él. Entonces se transforma, y cuando sea retirado del fuego, su tintura permanecerá roja como la carne viva.

Nuestro Hijo, que ha nacido Rey, recibirá su tintura del fuego, tras lo cual la muerte, el mar y las tinieblas lo abandonarán, porque se transformará en viviente, se desecará, se convertirá en polvo y tendrá un brillo vivo y resplandeciente.

El Dragón, que guarda las cavidades, huye de los rayos del Sol.

Nuestro Hijo, que estaba muerto, recobrará la vida. Saldrá del fuego siendo Rey y, en su boda y unión, se regocijará. Lo que estaba oculto y escondido aparecerá, manifiesto y evidente y la Leche de la Virgen será blanqueada.

El Hijo, después de recibir la tintura, combatirá contra el fuego y poseerá una tintura que será la más excelente de todas las tinturas, porque tendrá el poder de hacer el bien, comunicando esta tintura a sus hermanos, y poseerá en sí mismo la Filosofía, porque él mismo es su fruto y su obra.

¡Venid, hijos de los Sabios, alegrémonos juntos, manifestemos nuestro gozo con clamores de alegría, porque la muerte está consumada. Nuestro Hijo ya reina, lleva la vestimenta roja y va revestido con su púrpura !

CAPITULO IV

Escuchad, hijos de los Sabios, cómo grita ésta piedra: ¡Defendedme y yo os defenderé. Dadme lo que me pertenece y yo os ayudaré.
Mi Sol y mis rayos están en mi interior, y la Luna, que me es propia y particular, es mi luz, que supera a cualquier otra luz, y mis bienes valen más que cualquier otro bien. A quienes me conocen yo otorgo la alegría, la satisfacción, la gloria, las riquezas y los placeres sólidos; además les doy la perfecta inteligencia de aquello que buscan con tanta solicitud, y les doy, en fin, la posesión de las cosas divinas.

Escuchad, porque voy a descubriros aquella ciencia que los antiguos Filósofos escondieron: es una cosa cuyo nombre está comprendido en siete letras y que sigue a dos Alfa y Eta. El Sol también sigue a la Luna y viene después de ella, pero quiere tener el dominio y ser el dueño de la obra; quiere conservar a Marte y teñir al Hijo del agua Viva, que es Júpiter, y éste es el secreto que escondieron los Filósofos.

Vosotros que me escucháis: comprendedme y de ahora en adelante llevemos a la práctica lo que sabemos. Lo que he escrito os lo declaro después de haberlo investigado cuidadosamente y de haberlo meditado muy sutilmente. Conozco cierta cosa que es única.

Pues ¿quien comprenderá nuestra ciencia? tan solo aquellos que la estudian seriamente, quienes la investigan con gran aplicación empleando toda la fuerza de su espíritu y de su razón para descubrirla.

Ved que de un hombre no puede salir sino un semejante y de un animal nada más que otro animal, y si sucede que dos animales de distintas especies se acoplan nacerá uno que no se parecerá ni a uno ni a otro.

Y ahora Venus dice: Yo engendro la luz y las tinieblas no son de mi naturaleza, y si no fuera porque mi metal es seco, todos los otros cuerpos tendrían necesidad de mí. Porque yo los fundo, yo expulso su herrumbre y extraigo su sustancia, por tanto, nada es mejor, ni merece ser más honrado que mi Hermano y yo cuando estamos unidos.

Pero el Rey, que tiene el dominio de la obra, dice a sus hermanos, que por su transmutación rinden testimonio de ésta verdad:

Yo he sido coronado, yo he sido ornado con la Diadema, llevo el manto real y lleno los corazones de alegría; cuando me encuentro en los brazos y regazo de mi madre y me uno a su sustancia, retengo y sujeto ésta sustancia, fijándola, y con lo que es visible preparo y compongo lo invisible. Entonces, lo que está oculto y escondido se hace manifiesto y aparece, y todo cuanto ocultaron los filósofos de su obra será producido y engendrado de un modo evidente por nosotros dos.

Comprended bien éstas palabras, vosotros que me escucháis, conservadlas cuidadosamente en vuestro corazón, meditadlas atentamente y no busquéis otra cosa.

¿No veis que el hombre, cuyas entrañas son de carne, es engendrado por un principio de la Naturaleza que es de sangre, con el que ha sido hecha la carne? El hombre no podía ser hecho de otro modo, ni formado con otra cosa. Meditad lo que acabo de decir y abandonad todo lo superfluo y extraño.

Por eso el Filósofo ha dicho: Botri está hecho del anaranjado que se extrae del nódulo rojo, no de otra parte, y si podéis hacerlo anaranjado, será un logro de vuestra Sabiduría y un testimonio de la certidumbre de vuestra ciencia. No deseéis ni pretendáis mas que hacer surgir del rojo éste color anaranjado. Ved que no me he servido de un juego de palabras y, si me entendéis, veréis que poco ha faltado para que, sin querer, lo hiciera.

Hijos de los Sabios, quemad el cuerpo del Latón a fuego fuerte y os entregará lo que buscáis. Evitad que lo que huye vuele de lo que no huye, y haced que no lo deje ni se separe de él.
Haced de modo que repose y permanezca sobre el fuego, por muy áspero que éste sea. Y lo que será corrompido por el violento calor del fuego, es Cambar.

Sabed que el Latón es una parte de esta agua permanente, que es su tintura y que aquello que ha producido su negrura se transforma en rojo verdadero.

Juro ante Dios que no he dicho sino la verdad, y que aquellas cosas que destruyen son las mismas que perfeccionan. Por eso nada puede ser enmendado o mejorado si previamente no es corrompido, y ésta corrupción hará aparecer la mejora y la perfección, y una y otra son una señal esencial de la verdad del arte.

CAPITULO V

Hijo mío: lo que nace del Cuervo es el principio de éste arte. He aquí que he oscurecido lo que os he dicho y le he quitado su claridad con un juego de palabras diciendo que lo que está unido está separado y lo que está muy próximo está muy alejado.

Por tanto, asad éstas materias y a continuación cocedlas por espacio de siete, catorce y veintiún días en aquello que proviene del vientre de los caballos. Entonces se hace el Dragón, que se come sus alas y se mortifica a si mismo. Después de esto lo pondréis en un pedazo de tela y al fuego del horno, y tened cuidado de que no escape del vaso.

Y sabed que los tiempos de la tierra están en el agua y que siempre se hace el agua hasta que ponéis la tierra sobre ella. Cuando la tierra esté quemada y reducida a agua, tomad su cerebro y trituradlo con el Vinagre muy Fuerte y la Orina de los Niños, hasta que oscurezca.

Una vez se ha hecho ésta, vuestro Magisterio vive en la putrefacción, las nubes negras que estaban en él antes de que muriera se transformarán y convertirán en su cuerpo y si se rehace según la manera que he descrito, morirá una segunda vez y después recibirá la vida, tal como he dicho.

Por lo demás, nos servimos de espíritus tanto en la vida como en la muerte; pues del mismo modo que muere cuando sus espíritus le son retirados se reaviva cuando le son restituidos y se regocija de ello.
Si podéis llegar hasta aquí os aseguro que tendréis la satisfacción de ver lo que buscáis. Aquí os digo las señales que alegran a quienes las ven y aquello que fija su cuerpo.

Y a pesar de que vuestros predecesores hayan llegado con ésta operación a lo que se proponían hacer, sin embargo están muertos.

Ya os he mostrado el cumplimiento o el fin de la obra, he abierto el Libro a los que saben y he velado a los demás las cosas que a ellos han de estar ocultas y desconocidas; he unido e incorporado entre si aquellas cosas que estaban separadas y que tenían distintas figuras y he unido los espíritus.

Recibid éste don de las manos de Dios.

CAPITULO VI

Estamos obligados a dar gracias a Dios, que da a todos aquellos que son sabios una ciencia tan admirable que nos libera de la miseria y la pobreza, y de que haya encerrado tantas maravillas en la Piedra de los Sabios.

No obstante, aquellos a quienes no hace una gracia tan singular, no tienen menos motivos de agradecimiento por todas las cosas que produce continuamente para su subsistencia y que son otros tantos milagros que realiza incesantemente para todos los hombres. Y si no están contentos con todos estos bienes y aspiran a esta ciencia, deben pedir esta gracia a Dios con continuas y fervientes plegarias para obtener su conocimiento durante su vida.

Por otra parte, y a fin de que no les induzca a error lo que antes he dicho de los ungüentos que extraemos de las uñas, de los pelos, del moho, del tragacanto y de los huesos, les advierto que esas son las palabras que los antiguos Filósofos utilizaron en sus libros en sentido figurado y que no han de tomarse al pie de la letra. Aun nos falta explicar más ampliamente la disposición o preparación del ungüento que contiene en si las tinturas, que coagula y fija las cosas volátiles y que embellece los azufres [ … ]
Es un ungüento oculto y velado del que no parece se haya de hacer ninguna preparación y que permanece en su cuerpo como el fuego en los árboles y en las piedras. Y hay que obtener este ungüento con una industria muy sutil y con un grande artificio, y cuidar que no se queme [ … ]

Y sabed que el cielo está unido a la tierra, por lo que es mediocre, porque el agua, que es lo mediocre, tiene una común figura con el cielo y con la tierra.

El agua es la primera cosa que sale de esta piedra, el oro es la segunda, la tercera es una cosa que es casi oro y mediocre y por lo tanto más noble que el agua y que las impurezas.

El humo, la negrura y la muerte se encuentran en esas tres cosas. Hay que extraer, por tanto el humo que está sobre el agua, separar la negrura del ungüento y expulsar la muerte de las heces. Esto lo haremos por medio de la disolución, y con ello obtendremos una soberana filosofía y el secreto de todos los secretos.

[He dejado en este capítulo dos lagunas señaladas entre corchetes a causa de que en esos lugares falta algo y que la traducción de Joli es más amplia. Dado que en su comienzo (esa traducción) es distinta, añado aquí este capítulo entero tal como lo ha traducido él. Nótese que lo que está en una letra distinta es lo que no está en los ejemplares latinos ni, en consecuencia, en la traducción que yo he realizado.]

CAPITULO VI

Tenéis que dar gracias a Dios, que otorga esta ciencia a todo sabio, que nos libera de toda miseria y pobreza.

Agradecedle todos los dones y milagros que ha puesto en esta naturaleza, y rogadle que mientras vivamos vayamos hacia El. Además, hijo mío, los ungüentos que extraemos de los libros de los autores están escritos de uñas, pelos, latón verde, tragacanto y huesos. Por otra parte es preciso exponer la disposición del ungüento que coagula las naturalezas fugitivas, que adorna los azufres prefiriéndolos a cualquier otro ungüento perfecto. Pues sabemos la esencia de su vaso y lo precioso que es y se llama divino azufre y figura a los otros ungüentos; y es el ungüento oculto y velado, del que no se ve ninguna disposición y habita en su cuerpo como el fuego en los arboles y en las piedras y que se ha de extraer por medio de un arte y un entendimiento sutil, sin ninguna combustión.

Has de saber, hijo mío, que aquel que no conoce la diferencia, no conoce bastante bien los dos azufres; no es que los ungüentos que se subliman de las piedras sean azufre, para hacer la tintura, pero los dos, mezclados con sus cuerpos conforman uno que es perfecto. Y conviene saber que reinan dos azufres, pero huyen y conviene separarlos perfectamente bien y retenerlos en su huida. Y sabed que el cielo se une mediocremente con la tierra y lo mediocre se figura con el cielo y con la tierra, y es el agua. Y la primera es agua que sale de ésta piedra, y el segundo, ciertamente, es el oro, y el tercero, la suciedad; y el mediocre es el oro, que es más noble que la suciedad. Y en esos tres está el humo, la negrura y la muerte. Por tanto, hay que expulsar el humo que está encima del agua, la negrura del ungüento y de las heces, la muerte, y esto se hace por disolución. Y aquí tenemos una gran filosofía y el secreto de los secretos.

3 comentarios

  • Crow

    CAPITULO VII
    y último

    Hijos de los Filósofos, hay siete cuerpos o metales, entre los que el oro ostenta el primer rango, porque es el mas perfecto de todos, por eso se le llama Rey y Jefe.

    La tierra no podría corromperlo, las cosas ardientes no lo destruyen, el agua no lo altera ni cambia, porque su complexión es templada y está compuesto a partes iguales de calor, frialdad, sequedad y humedad, y en él no hay nada superfluo. por eso los Filósofos lo han preferido a todos los demás, teniéndolo en gran estima, asegurándonos que el oro, por su resplandor es, en relación a los metales, lo que el Sol es entre los astros a causa de su luz, más resplandeciente que la de los demás. Así como es el Sol quien, por voluntad de Dios, hace nacer y crecer todos los vegetales y quien produce y madura todos los frutos de la tierra: el oro también contiene a todos los metales en perfección. Es él quien los vivifica, porque él es el fermento del elixir, y sin él, el elixir no puede ser perfecto.

    Porque, del mismo modo que la masa no podría ser fermentada sin levadura, asimismo, cuando hayáis sublimado y lavado el cuerpo, cuando hayáis expulsado la negrura de las heces, que las hace desagradables, y con el fin de unir entre si a este cuerpo y a estas heces, poned el fermento y haced agua de la tierra, hasta que el elixir se convierta en fermento, como la masa se hace levadura por la levadura que se une a ella.

    Si consideráis y examináis bien la cosa, encontraréis que el fermento que deberá ser unido a la obra no ha de tomarse de otra cosa que no sea de su misma naturaleza, pues ¿no veis que la levadura se toma de la pasta que ha sido fermentada?

    Y sabed que el fermento blanquea la composición e impide que se queme, retiene la tintura y la vuelve fija y permanente, alegra los cuerpos y los une entre si haciéndolos penetrantes.

    Y esta es la Llave de los Filósofos y el fin al que se dirigen todas las operaciones que se realizan en la obra. Por medio de esta ciencia los cuerpos se hacen más perfectos de lo que eran, y con la ayuda de Dios se realiza la obra, del mismo modo que por el desprecio y la mala opinión que se tiene de este fermento la obra se pierde y no se realiza.

    Pues lo que la levadura es a la masa, el cuajo a la leche en cuanto a los quesos, que se hace de ella, y lo que es el almizcle en los perfumes, lo es el color del oro para la tintura roja y su naturaleza no es, ciertamente, una maravilla.

    Por eso, con el hacemos la Seda, es decir, el elixir, y con él hemos hecho la tinta con que hemos escrito, y teñimos el barro del sello real y en él hemos puesto el color del cielo, que fortifica la vista de quienes lo miran.

    Por tanto, el oro es la piedra muy preciosa que no tiene impurezas y que es templada. Y ni el fuego ni el aire, ni el agua ni la tierra podrían corromper este fermento universal, que por su composición templada, rectifica y sitúa todos los cuerpos imperfectos en una justicia y una temperatura moderada e iguales, transmutándolas en oro.

    Y este fermento es amarillo o anaranjado.

    El Oro de los Sabios, una vez cocido y bien digerido por medio del agua ígnea o del agua-fuego hace y compone el elixir. Pues el Oro de los Filósofos es más pesado que el plomo y por su composición templada y equilibrada, es el fermento del elixir. Como, por el contrario, lo que no es templado está hecho con una composición desigual.

    Por lo demás, la primera obra se hace del vegetal, y la segunda del animal, de lo que tenemos un ejemplo (en el huevo del pollo, del que se forma un pollo) en los elementos que se forman visiblemente. Y nuestra tierra es oro, con el que hacemos la Seda, que es el fermento del elixir.

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    El Apocalipsis de Hermes
    por el muy célebre Helvetius Aureolus, el segundo Hermes
    De la revelación del espíritu oculto de la naturaleza

    Hermes, Platón, Aristóteles y los demás filósofos que han florecido en tiempos diferentes, inventores de las artes que han considerado con asiduidad las potencias de las criaturas inferi ores, se han preguntado, animados por un gran deseo, si era posible encontrar entre las criaturas alguna cosa que protegiese el cuerpo del hombre de la destrucción y que le mantuviese en una vida permanente. La respuesta ha sido que no existía nada que liberase al cuerpo destructible de la muerte, pera que no obstante existía realmente una cosa que suprimía la corrupción, devolvía la juventud, prolongaba la breve vida hasta la edad de los patriarcas. La muerte ha sido el castigo infligido a nuestros antepasados: Adán, Eva y sus descendientes no pueden sustraerse de ella. Así, dichos filósofos y otros aún se han esforzado mucho en buscar, antes de cualquier otra cosa, este uno único, y han descubierto que lo que preserva el cuerpo del hombre de la corrupción y prolonga la vida es, en todas sus propiedades, comparable al cielo por lo que respecta a su relación con los demás elementos.
    Han comprendido que el cielo es una esencia superior a los cuatro elementos tanto como a las cuatro cualidades y lo han considerado como la quintaesencia, por la relación que mantiene con los cuatro elementos, ya que el cielo es indestructible, inmutable y no soporta jamás ninguna intrusión ajena. Pensaron que era preciso extraer este uno único de las potencias de nuestro cuerpo, y los filósofos le han dado este nombre. No es caliente ni seco como la tierra, y es para todos los elementos finalidad, ecuación perfecta, mezcla exacta de las potencias necesarias, reunión particular de las virtudes espirituales, unión invisible del cuerpo y del alma, esencia más pura y más noble de un cuerpo indestructible, extraída por el arte, esencia que no puede ser destruida ni atacada en lo más mínimo por los elementos. Aristóteles se sirvió de ella para sazonar una manzana cuyo perfume prolongaba la vida, cuando la edad, -quince días antes de su muerte-, le quitó el apetito y la sed.
    Esta esencia espiritual y cosa única ha sido revelada desde lo alto a Adán, los santos patriarcas han alimentado un deseo particular de ella, Hermes y Aristóteles la llaman la verdadera, sin mentira alguna, la cierta, la más cierta de todas, la más secreta de las secretas. Potencia divina escondida en la naturaleza, es la mejor y la más alta que pueda ser buscada bajo los cielos, la maravillosa conclusión y el término de todas las obras filosóficas, se encuentra en ella, el rocío del cielo y el peso graso de la tierra. En su espíritu se descubre lo que el hombre no es capaz de formular, como dice Morien: tenerlo es poseer todo, ya no tener necesidad de ninguna otra ayuda porque este espíritu encierra toda la bienaventuranza, toda la salud del cuerpo y la felicidad terrestre. El es el espíritu de la quintaesencia, el manantial de toda la alegría bajo el círculo lunar. Sostiene el cielo, mantiene la tierra, mueve el mar, excita el viento, hace bajar la lluvia, mantiene todas las cosas y potencias. Espíritu elegido que domina todas las demás cosas y espíritus celestes, da la salud, la felicidad, la alegría, la paz, el amor, expulsa en general todos los males, cura toda enfermedad, aleja el odio y la tristeza, introduce la alegría, destruye la pobreza y la miseria, en todo bien él es el guía, impide a cualquiera decir o pensar mal, da al hombre lo que desea su corazón, a los hombres piadosos da el honor terrestre y una larga vida, a los malvados que abusan de él, las penas eternas. He ahí el espíritu de la verdad que el mundo no puede asir sin la inspiración del Espíritu Santo o bien sin la enseñanza de aquellos que le conocen. Su naturaleza no puede ser reconocida, al igual que su potencia. Infinito es su poder, y los santos han deseado verle desde el inicio del mundo.
    Avicena llama a este espíritu alma del mundo. En efecto, al igual que el alma pone en movimiento todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu pone todos los cuerpos en movimiento. Y, así como el alma ocupa todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu está presente en todas las criaturas elementales. Muchos lo buscan pero pocos lo encuentran. Se le cree lejos, pero se le coge muy cerca. Está presente en cada cosa, en todo lugar y en todo tiempo. Contiene las energías y la eficacia de todas las criaturas y tiene su lugar en todos los elementos a la vez. En este uno único se encuentra la potencia suprema de toda cosa y de cada cosa. De estas potencias Adán y los demás patriarcas extrajeron la salud de sus cuerpos y la longevidad de sus vidas, gracias a ellas, algunos conocieron gran riqueza y prosperidad. Los filósofos que lo descubrieron al precio de una gran labor y de una gran asiduidad, lo ocultaron en frases extrañas y misteriosas a fin de que no fuese revelado a los indignos y que las nobles perlas no fuesen echadas a los puercos. En efecto, si estuviera en el poder de cualquiera, toda asiduidad, toda actividad cesarían, el hombre no tendría más que un único deseo, la posesión de este Uno único, la gente ya no viviría como se debe y el mundo se hundiría: por su avidez y por su opulencia, irritarían a Dios. Porque ningún ojo ha visto ni ninguna oreja oído aquello de lo que el cielo ha revestido naturalmente este espíritu, porque ningún corazón humano ha tenido el eco de él. Yo hago en honor de Dios un breve resumen de algunas propiedades de este espíritu que los filósofos han experimentado, a fin de que las personas piadosas que en el porvenir pudieran recibir este don divino lo celebren en sus beneficios con fervor. Y os mostraré también la virtud y las potencias que reserva a cada ser, cómo se manifiesta corporalmente, a fin de que sea descubierto y reconocido con tanta mayor facilidad.
    En su ser primero, este espíritu aparece en un cuerpo terrestre, sucio y lleno de una debilidad multiforme. Pero encierra las siguientes propiedades: cura todas las heridas y toda la corrupción que ataca a los miembros del hombre, engendrando carne sana y consumiendo la gangrena, purificando toda putrefacción y toda hediondez en cualquier lugar que se fijen, curándolo todo en el interior y en el exterior.
    En su segundo ser, reviste la apariencia de un cuerpo acuoso, más bello que en el primer caso, lo que hace que todavía sea corruptible bajo ciertos aspectos. Pero cuánto mayores son su energía, su eficacia y sus virtudes, más eficaz es también en todas sus operaciones, y está más cerca de la verdad. Bajo esta forma presta ayuda en general, debido a su naturaleza oculta, a todas las enfermedades, frías y calientes, y es notable su utilidad en los casos de envenenamiento. Expulsa el veneno del corazón, disuelve sin esfuerzo todos los depósitos pulmonares y, habiéndolos destruido y deteriorado, los cura independientemente de su agitación. De este modo purifica la sangre. Descompone los depósitos que se han producido en los lugares espirituales, evitando toda prosecución de la destrucción. Absorbido tres veces al día durante una semana, aporta consolación y esperanza a toda enfermedad.
    En su tercer ser, manifiesta un ser aéreo y un cuerpo de la naturaleza del aceite, que está casi liberado de todas sus imperfecciones. En este caso, demuestra obras completamente asombrosas, porque permite a los jóvenes que lo absorben de forma regular en su alimento, aunque sea en pequeñas dosis, conservar su cuerpo en un estado de belleza y de fuerza. Evita que domine la melancolía y la inflamación de la bilis, desarrolla más allá de la medida sangre y esperma, y a menudo los pacientes deben ser sangrados. Desobstruye, vuelve menos espesas las venas y los vasos sanguíneos y, cuando un miembro tiende a desaparecer, le vuelve a dar su justa medida. De igual modo, cuando un adolescente tiene un ojo alterado, en el momento de su crecimiento y antes de alcanzar la madurez, la instilación cotidiana de algunas gotas, seguida de un reposo de un mes, le devolverá la vista con total seguridad. Cuando un miembro alcanza un cierto grado de putrefacción y de superfluidad, él lo elimina y lo disuelve al instante, reemplazando las partes perdidas.
    En su cuarto ser, aparece en un cuerpo ígneo que todavía no está totalmente desembarazado de todas las imperfecciones, que aún tiene un componente ígneo, y cuya desecación es insuficiente. Grandes son sus virtudes: es eficaz, a todos da la juventud. Si un enfermo condenado a la muerte absorbiese mezclado en vino un poco de este fuego, del peso de un grano de cebada, y si este medicamento pudiera alcanzar el estómago por vía bucal, el paciente sería reconfortado, recalentado y el medicamento alcanzaría el corazón, donde suprimiría toda humedad superflua. Expulsa el veneno, vuelve a dar vida al calor natural del hígado. Este fuego, absorbido por los ancianos en pequeña cantidad, elimina la enfermedad de la edad y adquieren entonces la juventud del corazón y del cuerpo, por esto que se le Llama elixir de vida.
    En su quinto y último ser, aparece bajo un cuerpo glorificado e iluminado, sin defecto. Ahí brillan sol y luna, en ellos él posee todas las energías y todas las propiedades que posee en las demás esencias y de las cuales hemos hablado: con más belleza e incluso maravilla, pues las obras naturales son consideradas en él como misterios divinos, ya que vuelve a dar vida a los cuerpos viejos, muertos y desecados, dado que si se aplica en las raíces de un árbol, éste recobrará vida, reflorecerá y traerá frutos. Si se mezcla este espíritu con el aceite de una lámpara, ésta no se apaga, quema eternamente sin pérdida alguna. Transforma cada cristal en piedras preciosas de todos los colores, tan buenas y tan preciosas como las que salen de las minas, y realiza también muchas otras cosas que no hay que revelar a la gente malvada, cosas que son consideradas como imposibles. En efecto, cura a todos los cuerpos, muertos o vivos, sin adjunción de ninguna otra medicina, y pido que Cristo me sea testigo, pues no miento en nada: en él se encuentra la sola influencia de todos los cuerpos celestes que se buscan en todos los cuerpos y que se han esparcido en cada cosa en particular. Los primeros revelan todos los tesoros ocultos en el mar y sobre la tierra, mientras que él transforma en sol a todos los cuerpos metálicos y que, bajo los cielos, no se encuentra nada que le sea semejante.
    Este espíritu es el misterio oculto desde el origen del cual sólo algunos santos a quienes Dios ha otorgado la revelación han percibido la profusión de honor; es este espíritu el que provoca en el aire una lluvia ígnea, el que conduce la terrestreidad hacia el cielo, mientras que ríos enteros de mar vivo fluyen de su vientre y de su cuerpo.
    Este espíritu vuela hacia el cielo por medio del mundo intermediario. Nube que sube de la aurora, introduce en el agua su Fuego que arde y tiene en el cielo su tierra clarificada, eliminando la malignidad de Saturno y de Júpiter, dando a Júpiter el resplandor del sol y a Mercurio el de la luna. ¡Para Venus, para Venus su hermana, hace fluir la miel de las rocas, por los minerales está lleno de un eterno amor!
    A pesar de las acusaciones de error que recaen sobre este espíritu que los calumniadores tendrán por falso, aquellos que saben, aquellos que lo experimentan realmente, lo juzgarán verdadero y posible, por poco que se quiera comprender fielmente las palabras escondidas. ¡No te enfrentes pues a este espíritu antes de tener de él una comprensión suficiente, porque Dios es maravilloso en sus obras, y sus obras son, como su Sabiduría, innumerables!
    En su naturaleza ígnea, este espíritu se Llama Sandaraca, en su naturaleza aérea Kubrick; Aliochat en su naturaleza terrestre. Pero estas denominaciones engañan a aquellos que le buscan sin antes haberlo reconocido, y que piensan que se descubrirá por estos procedimientos inútiles para nuestro arte. Aunque estos nombres designen las propiedades del espíritu que buscamos, él no está, ni puede encontrarse en estos cuerpos, ya que un espíritu clarificado no puede manifestarse en apariciones. En efecto, en un cuerpo como éste, -adaptado a su généro, y aunque se le dé tal o cual nombre-, no debe considerarse que existen diferentes espiritus: sea cual fuere el nombre que se le atribuya, no hay más que un único espíritu, eternamente, espíritu cuya ascensión ilumina la claridad del cielo, cuya pureza en este instante es incorporada a la tierra y que, en el curso de su carrera, abrara el crecimiento de las aguas. No es un ángel de las jerarquías inferiores. Su nombre es Rafael, el ángel de Dios, el más sutil y el más noble, y también el más puro, y los demás le obedecen como se obedece a un superior. Esta substancia espiritual no es ni celeste ni infernal, es un cuerpo aéreo, puro y espléndido, la forma intermediaria entre los seres sublimes e inferiores, desprovista de entendimiento, pero fecunda en su operación, la más escogida y llena de gracia de todas las otras cosas celestes. Esta obra divina es demasiado profunda para que un insensato la pueda comprender, porque es el secreto último y sublime de la naturaleza, el Espíritu del Señor que llena el círculo de la tierra, que planeaba en el comienzo sobre las aguas y que el mundo no puede asir sin la secreta y graciosa infusión del Espíritu Santo, o bien sin la instrucción secreta de sus conocedores. El mundo entero lo desea a causa de las energías que encierra, energías que los hombres jamás serán capaces de apreciar suficientemente. En efecto, estas energías penetran los planetas, elevan las nubes y expulsan las brumas, dan la luz a cualquier cosa, transforman todo en oro y en plata, confieren la salud y la profusión de los tesoros, purifican la lepra, despejan la vista, reconfortan las almas tristes, cuidan a los enfermos, manifiestan todos los tesoros ocultos, curan en general todas las enfermedades y todas las imperfecciones.
    Este espíritu ha permitido a los filósofos descubrir las siete artes liberales, ha engendrado la riqueza de éstas, ha permitido a Moisés crear los utensilios de oro del templo, al rey Salomón realizar numerosas y notables obras en honor de Dios, a muchos hombres ejecutar grandes acciones: a Noé construir el arca, a Moisés el tabernáculo, a Salomón el templo. Gracias a él Esdras restableció la ley, María, hermana de Moisés recibió la hospitalidad, Abraham, Isaac, Jacob y demás justos han obtenido de él larga vida y abundancia de riquezas, y todos los hombres piadosos que lo han conocido gracias a él han celebrado la alabanza a Dios. Así, su adquisición es preferible a cualquier operación realizada con la plata y con el oro, pues él es la mejor de todas las obras, ya que todos los bienes temporales que el hombre puede desear en este mundo no le son comparables, porque es desde el origen experimentado, perfecto, impecable, el único en alojar la verdad. Por eso se le llama voz y verdad; su obra ignora la falsedad, y no se puede celebrar suficientemente su alabanza. Soy incapaz de describir adecuadamente su potencia, porque sus propiedades y su poder superan nuestro pensamiento y no son expresables en palabras: en él, en efecto, existe una multitud de propiedades.
    En resumen, ¿qué más podríamos decir? No existe, no ha existido jamás, nunca existirá nada que pueda permitir una exploración más profunda de la naturaleza.
    ¡Oh tú, Sabiduría divina de desbordante profundidad, tú que has encerrado en la fuerza y la potencia de este espíritu único todo lo que posee el conjunto de todos los cuerpos, oh tú, Sabiduría inefable revelada a los mortales: la potencia de tu espíritu mejora las cosas destructibles de la naturaleza!
    ¡Oh tú, misterio de los misterios, misterio que surge de todas las cosas misteriosas, cura y medicina universales, última exploración de la naturaleza, maravillosa conclusión para todos, para todos los patriarcas, los nuevos Sabios y los Filósofos de todas las cosas celestes inferiores, conclusión deseada por el mundo y la tierra entera!
    ¡Oh! ¡Qué espíritu maravilloso y digno de alabanza es tu pureza que, en su plena potencia, alberga toda alegría y toda riqueza, toda la fecundidad de la vida: arte de todas las artes, tú que otorgas la alegría temporal a aquellos que te conocen! ¡Oh tú, ciencia deseable y cosa amable entre todas las que están bajo el círculo de la luna, tú que confortas la naturaleza, renuevas el corazón y los miembros, mantienes a la juventud en la flor de la vida, expulsas la vejez y destruyes la debilidad, mantienes la belleza en su estadio más amable, contienes el bien en profusión y no cesas de dar todo lo que agrada al hombre! ¡Oh tú, potencia suprema, y que nada domina, que los ignorantes desprecian, pero que los Sabios aman en una alabanza, en una gloria, en un honor sublimes, tú que expulsas toda obra mortal nacida de los humores y toda enfermedad artificial provocada por hechizo! ¡Tú aclaras la voz de los moribundos y les das la palabra! ¡Oh tú, tesoro de los tesoros, misterio de los misterios, Avicena te ha llamado la substancia inefable, el alma más pura, más perfecta y más potente del mundo, no hay bajo el cielo producto alguno del arte cuya naturaleza y cuya potencia no sean más insondables, operación más maravillosa, potencia más infinita, algo que tenga su semejante a él entre las criaturas, tú que encierras las potencias de los cuerpos celestes! ¡De ti en efecto fluyen las aguas de la vida, la miel y el aceite de la salvación eterna, y como lo dice Morien, él les ha saciado con rocas y miel! Quien lo tiene posee todo y no tiene necesidad de ningún apoyo exterior.
    ¡Bendito eres, tú, Dios nacido del Padre, tú que has dado a los profetas este conocimiento, esta inteligencia! ¡Estos lo han mantenido oculto a fin de que los ciegos, a fin de que aquellos que están ahogados en la impiedad de este mundo, no puedan descubrirla, a fin de que los hombres piadosos y capaces puedan gracias a ella celebrar tu alabanza! En efecto, aquellos que revelan y que descubren a los indignos el misterio de esta cosa quebrantan el sello celeste, la revelación del misterio es una ofensa para la entera Majestad divina, las desgracias les abruman y el castigo de Dios es inminente.
    Ruego pues de todo mi corazón a todos los creyentes en Cristo que tienen este conocimiento que no hablen de ello a nadie, que no la comuniquen a cualquiera, sino solamente a aquellos que viven de acuerdo con la divinidad, después de haberlos puesto a prueba mucho tiempo, después de que hayan reconocido que viven virtuosamente, que alaban y que honran a Dios, Dios que ha dado a los hombres un tesoro semejante. ¡Muchos lo buscan y pocos lo encuentran, indignos que son de este saber, los impuros que viven en el vicio; arte que no debería ser mostrado más que a aquellos que temen a Dios, arte que nada puede comprar!
    Tomo a Dios como testimonio: lo que digo no es mentira, incluso si eso parece imposible para la naturaleza. No hay nadie actualmente, no existió jamás nadie ni existirá jamás nadie que permita una exploración tan profunda de la naturaleza. Alabado sea Dios, el Dios supremo y Todopoderoso, que ha creado este arte y se ha complacido en revelar este conocimiento a los hombres que le temen! Así pues, ha sido realizada es la obra excelente y de las más preciosas, esta revelación del espíritu oculto que tiene escondidos en su seno los secretos y los misterios de este mundo. Este espíritu es una divinidad única, un ministerio sagrado, divino y maravilloso, que encierra el mundo por entero. Este último está en él, y en él y en un instante encuentra su verdad, este espíritu, en efecto, domina verdaderamente a los elementos y la quintaesencia.

    MAGIA NATURAL

    Ramón Llull

    Empieza este compendio del Arte Mágica conforme al curso reformado de la naturaleza, por cuya virtud, sin mediar distanciamiento ni extrañamiento de la mente ni del cuerpo, estás capacitado para observar aquellos espíritus que adquieren figura en el aire y que se condensan en forma de monstruos y de diversos animales, y de figuras humanas, que vagan por acá y por allá alternativamente.
    Pues bien, todo ello sucede según los principios naturales, que se basan manifiestamente en las virtudes místicas y que emanan de distintos actos naturales, de los cuales surge de manera natural el Arte Mágica. Por ello, si quisieras conocer sus instrumentos, en que se fijan, de que se forman y de donde pueden emanar estos principios, ya que de una ciencia emana una nueva ciencia, aquí tienes la Magia Natural.
    Y es que la presente ciencia posee sus propios instrumentos, entre los que se hallan las virtudes de índole natural que a través de su respectiva potencia provocan multitud de hechos admirables, cuando son activadas en sus propios contenidos por medio del Arte natural, sin necesidad de una acción enérgica para iniciar el proceso, que se cataloga de común, por razón de la naturaleza simple que actúa en los elementos simples y compuestos, si supieras reducir éstos en aquellos.

    COMPOSICIÓN

    Toma un líquido negro mas negro que el negro y destila de éste dieciocho partes en un vaso de vidrio, y en la primera destilación separa solo una parte, procediendo a una nueva destilación de la otra, de la que separarás, pues, una cuarta parte; y destila el líquido una tercera vez, separando ahora dos partes; y en la cuarta destilación separa casi el total, y así sucesivamente destila la parte restante, hasta ocho o nueve veces, con que surgirá el elemento perfecto, que no será enmendado si no es tras veintidós destilaciones.
    Separa de esta agua una cuarta parte de una libra y acrécela destilándola con vegetales como son el apio silvestre, la cebolla albarrana y otros semejantes de los cuales se habló anteriormente en el capítulo sobre el alma de la transmutación, al inicio. Posteriormente coloca el liquido resultante en un vaso circulatorio junto con lodo especialmente caliente, o con orujo de uva, para la conservación de las especies, tal como posteriormente la práctica demostrará, o declarará, pues esta es una de aquellas cosas sin la cual nada se obtiene en el magisterio de este Arte.

    AGUA QUE CALCINA
    TODOS LOS CUERPOS

    Toma simientes de las sustancias capitales: de tierra, esto es, D, cinco onzas y media; y de agua, esto es, C, dos onzas y media, la suma de las cuales será un peso equivalente a ocho onzas de libra, y molerás este compuesto finamente en un molinillo de mármol. Tras ello, pondrás la masa en una vasija de vidrio unida a un alambique, en que destilarás toda la materia, primero a fuego lento, con las maderas serradas en dos, con dos libras de carbón bajo o común y con un poco de salvado seco.
    Enciende, pues, el fuego y repudia todo aquello que en adelante se inflame por si mismo, hasta que la masa se empiece a destilar, y desde este punto mantendrás el fuego constante hasta el duodécimo punto, en que avivarás el fuego con pequeños leños, para que las llamas se yergan rectas bajo la materia; y así mantén el fuego hasta que remita al doceavo o quinceavo punto, o bien en un punto menor.
    Y a continuación mantendrás compacto el fuego, y lo mantendrás acorde al punto de su destilación, y posteriormente elevarás de nuevo el fuego hasta un punto mayor, que mantendrás constante hasta que el alambique pierda su calor y no destile más materia. Para entonces, evita que se enfríe, recoge el agua y guárdala en un lugar cálido y húmedo, guardándote de que por ningún medio pueda estar en contacto con el aire.
    Y acuérdate de tener una compuerta en la parte cerámica extrema del alambique, en el cuello del receptáculo, para poder extraer, por ella de vez en cuando aquello que no dejara un respiradero al recipiente. Pues a veces tal es el calor allí acumulado, que el recipiente resulta incapaz de soportar aquel calor excesivo. Así pues, cuando convenga, ábrela, cuando no, ciérrala. Ten en cuenta que el agua que recogiste, provinente de materia vil, tiene la facultad de convertir los cuerpos en su respectiva materia original, la cual, unida a la virtud vegetal, da origen a muchas perfecciones, al punto que, tras ser destilada, necesita ser puesta en acción, para que su espíritu, que es de naturaleza sutil y extraña, no perezca en el aire, supuesto que es en grado pleno obtenido de la destilación.

    DE LA CALCINACIÓN NATURAL

    Recoge dos partes de Luna per-fectamente purgada por una cabrilla o muy purificada por constante incineración, y haz con ella unas pocas partes, con unas pinzas, y pon la mitad de éstas en un vaso de disolución o licuación, y cúbrela con tres lociones de agua calcinadora; y la otra mitad en otro vaso de disolución, cubriéndola con tres lociones de agua calcinadora. Cierra perfectamente los vasos con sus tapones, y sella sus junturas con harina y clara de huevo, poniendo a continuación ambos vasos al baño durante tres días naturales.

    DE LA SEPARACIÓN DE LA CAL
    Y DEL AGUA CALCINADORA

    Una vez tengas los metales calcinados en ambos vasos de disolución, separa de éstos el agua, colándola con sumo cuidado, para que la tierra no pueda de ningún modo ascender ni enturbiar el agua. Pon a continuación el agua aparte, bien tapada en su propio vaso, y recupera la tierra de la propia Luna calcinada con un poquito de su humor, y ponla sobre cenizas ardientes, con el alambique y el recipiente, a un fuego activo por un espacio de doce horas.
    Destila el licor, y ten cuidado con el fuego ardiente, pues bajo el calor abrasante del Sol de vez en cuando se produce ésta separación, por lo que deja que el fuego remita por si mismo, con lo que tendrás Luna calcinada de manera óptima.

    DEL FUEGO CONTRA
    LA NATURALEZA

    Pon dos medidas de agua vegetal aguada en una botella de cuello largo, en el cual habrás puesto seis medidas de agua calcinada, y cubre la botella rápidamente con su tapón, y séllala con cera, y colócala o sométela a un baño de dos días naturales, espacio de tiempo tras el cual la totalidad del vegetal se habrá convertido en agua clara, tras lo cual podrás retirar la disolución.

    DE LA OCULTACIÓN POR LOS FILÓSOFOS
    DE LA DISOLUCIÓN DE LA LUNA

    Tendrás fuego vegetal disolvente en agua calcinadora. Y añadirás sal a ocho medidas de agua, esto es, cuatro onzas, y dos medidas de cal de Luna, esto es una onza, y lo pondrás todo en un vaso de disolución con una cubierta propia de cobre, cuidándote de que lo que en él introduzcas no sea expuesto a calor alguno sino al que le proporcione su propia naturaleza; y cuando esté reposada la sustancia sella perfectamente la juntura y pon aquélla al baño durante tres días naturales, tras los cuales colarás el agua y destilarás el humor y calcinarás la tierra tal como ante-riormente habías hecho, repitiendo la acción hasta que toda la sustancia esté disuelta en forma de licor. Pon aparte esta sustancia, también el licor disuelto por obra de tu Arte, pues ésta es la sustancia del cuerpo depurada por obra del Arte.

    DE LA CONGELACIÓN DE LOS
    LICORES DE LA LUNA

    Después de que la Luna sea disuelta en licor en su recipiente, pon entonces dicho licor en un vaso de doble circulación, dividiendo el licor en dos porciones iguales. Y pon en otro vaso cinco medidas del susodicho licor de Luna, y pon encima, en cualquier otro vaso, siete medidas de agua básica de vida, manipulada, y pon todo en un horno de dos brazos, donde un fuego templado pueda transmitirles su calor.
    Coloca allí tus vasos, y únelos a las cañas del alambique y colócales alrededor esponjas espesas que siempre tendrás humedecidas con agua fría. Y cuando penetren en las cucúrbitas, aquellas medidas se contraerán, y cuando noten el calor las botellas, verás como de inmediato el fermento asciende con el agua, destilándose de un vaso al otro alternativamente, y en cuanto ascienda en un vaso, en tanto se destilará y penetrará en el otro. Así verás a qué proporción calorífica el espíritu resulta purificado y a cual condensado por el fermento. Cuanto más bajo es el fuego que produce tal destilación, tan menor es la purificación del espíritu y tanto más engorda continuamente el fermento. Sigue, pues, este método, hasta que no más sustancia veas ascender, se fije con el fermento y se convierta en piedra, lo cual sucederá al cabo de nueve o diez días.

    DEL ELIXIR DE AGUA EN ACEITE

    Extrae al mismo tiempo ambos vasos, cuando la materia esté ya congelada, y colócala en un horno o en el baño, y de nuevo se disolverá en dos días. Y congélala de nuevo, reiterando esta acción tres veces o más, y verás como lo que no haya podido ser congelado se distinguirá por su virtud y potencia, al punto que aceite parecerá por su espesura.

    DEL MÉTODO PARA HACER ACEITE DE LUNA

    Verdad es que el método abreviado ahora descrito de inmenso valor es, pues en diez días se solidifica sobre el fermento y con el fermento la quintaesencia, por el hecho que la muy espesa materia terrestre también se halla estable en la Luna, pero en ésta no tan rápidamente se disuelve, tras complementar la solidificación de la quinta esencia, como en el Sol, en el cual, al llegar al final el acto de complementación, no se distingue, por culpa de su rapidez, el paso de la materia por los estados blanco y rúbeo.
    La medicina que así obtengas, si la unes a azufre de Saturno, o de Júpiter, favorece la transmutación material, gracias al fermento que encierra. Por la gracia de Dios que suficiente dijimos ya respecto al elemento blanco, ahora hablemos, pues, del rúbeo, ya que, de hecho, la operación solar en sus pasos y medidas, coincide con las operaciones lunares, en caso de que sepas operar filosóficamente con agua corrup-tible, que tiene como principal virtud la de disolver totalmente el Sol y convertirlo en aire, hecho en que consiste nuestro secreto.
    Toma, pues, en nombre de Dios, dos medidas del agua de Luna tratada y destilada anteriormente por el alambique, y añádele dos medidas de agua vegetal aguada; vierte encima tu oro en un peso equivalente al del agua vegetal, y acaba poniendo el concentrado al baño durante dos o cuatro días, tras los cuales hallarás oro negro parecido al carbón. Así es como éste se disuelve y se materializa, tal como la Luna. A continuación pon la totalidad del compuesto de Sol y agua en un vaso circulatorio con doce partes de agua de vida rectificada, y cuando las botellas se calienten verás de inmediato disolverse el cuerpo solar sin el fermento, y verás al principio como el Sol se destila y al final se solidifica hasta convertirse en piedra.
    Toma a continuación ambos vasos, retirándolos a la vez del horno, o del baño, y de inmediato verás disolverse el oro, en una noche. Vuélvelo a solidificar, y realiza la acción una tercera vez, tal como hiciste con la Luna, y más ampliamente resultará exaltado por la virtud divina aquello que no pueda ser congelado, pues parecerá tal aceite espeso. Y éste es el más precioso proceder, y Dios lo crea para que sea en sus efectos y virtudes y bondades, durante su ejecución, el más noble y exacto proceder. Por más que no posea aquellas propiedades del poderoso elixir que afirman los filósofos que el elixir posee, con todo, si mezclases esta medicina con el azufre debido, te apunto, sea el de Venus o el de Marte, mudaría la forma de éste por la acción de este fermento.
    No creas que esta medicina tiene su propio sistema de multiplicación tal como tienen el resto. Pues si con este Sol convenientemente disuelto pastases, mediante una correcta mezcolanza, plata viva vulgar solidificada en siete ocasiones con vitriolo, en una proporción de catorce medidas de plata viva por cada dos medidas de Sol, y posteriormente solidificases la pasta resultante unas cuantas veces, siempre reduciendo la masa solidificada sobre el sedimento, y de esta manera de solidificará el Mercurio en la medicina penetrante y tingente.
    De igual forma otro hecho milagroso: si se aplican dos medidas de este Sol así disuelto a fuego lento durante ocho días con ocho libras y una cuarta parte de una libra de Mercurio solidificado, el compuesto se convertirá en oro.
    Milagros como éste se hallan en la naturaleza, y ello ocurre porque el espíritu del agua en una disolución de oro con oro indivisiblemente se solidifica; y asimismo, el aceite de la piedra de los filósofos, oculto a todos, a ti revelado, en un lugar decidido anteriormente, hace a esta medicina penetrable y compatible y aplicable a cualquier cuerpo, aumentando a la vez su eficacia, con un proceder del más allá, que resulta el más secreto en el mundo.
    Por ello, si supieras abreviar este proceder, o separar el elemento acuoso, y trabajases bajo el proceso de mezcolanza ya descrito, podrías en treinta días obtener la piedra. Así mismo, si tras la cuarta destilación del agua susodicha, posterior-mente destilas en siete ocasiones el líquido con cinabrio y vitriolo, en una proporción idéntica de uno y otro, siempre añadiendo en todas las operaciones nueva materia, y secando en toda destilación la masa de piedra antes de añadir agua; al final podrás poner junto con doce partes de la susodicha agua una parte del fermento así preparado de oro, y verás como éste se solidifica en el vaso circulatorio.

  • Crow

    DE LA EVOCACIÓN NATURAL
    DE LOS CUERPOS POR SUS ESPÍRITUS

    Ya en los primeros capítulos demostramos de qué manera los cuerpos perfectos pueden disolverse, en el agua de la piedra de los filósofos, y de qué manera pueden purificarse y solidificarse. Y pues sólo queda mostrar de qué manera podemos de cuerpos imperfectos extraer azufre natural, y hablar de la unión de ambos.
    Así pues, en nombre de Cristo, Amén. Toma la cal de cualquier cuerpo que quieras y ponla en una botella que tenga un largo cuello, y cúbrela con agua de vida rectificada, que la sobrepase en cuatro dedos, y posteriormente pon encima cenizas, dejando que hierva todo por un día, y tras la ebullición ponlo junto a lodo caliente o a una estufa por un espacio de dos días naturales, para que mejor se asiente y puedan separarse las partes de materia sutiles de las gruesas por razón de su tamaño: hecha esta operación, extrae la botella inclinada, para que puedas extraer de ella con precaución el agua.
    Coloca este agua clara en una calabaza y cuídate de que no se enturbie, para lo cual inclinarás el vaso y taparás la calabaza de paredes de cobre con su tapón de cobre, y la pondrás junto a la estufa o a lodo tal como ya hiciste, bien tapada. Una vez realizada la evacuación, introduce más agua de propiedades similares a la primera, que llegue a una altura de cuatro dedos, tal como anteriormente, y hazla hervir en lodo, cuidándote de realizar tales operaciones hasta que todo cuerpo haya desalojado sus espíritus. Y si el agua se te acaba, toma la cucúrbita en que se hallan todas las sustancias licuadas y ponle encima el alambique, destilando agua a fuego lento, bien por medio del baño, hasta que aparezcan dos partes de sustancias licuadas.
    Pon entonces parte de este agua sobre la materia sólida que hay en la botella, en la cantidad anterior, es decir cuatro dedos, y reitera las operaciones anteriores hasta que la tierra se evacue, hecho que así comprobarás: toma una porción de dicha tierra, sécala al Sol, y una vez seca pon la sobre una piedra abrasante; si surgiese humo, reitera las susodichas operaciones hasta que no apareciese más humo, y desde entonces conserva tus sustancias licuadas en un lugar húmedo y cálido, pues en él mejor se conservarán.
    Cuando hayas completado perfecta-mente estas operaciones, y hayas recibido el signo predicho, extrae de la botella tu materia acompañada de un poco de la susodicha agua; ponla en la cucúrbita y cúbrela con el alambique, para que la materia se deseque. Una vez seca, calcula su peso, y sabido éste conserva el agua de vida perfectamente rectificada en un vaso circulatorio, y ponle encima tres pesos, y de inmediato el alambique, que sellarás bien.
    Una vez completada la destilación, evita que se enfríe, y, cuando veas que la tierra está seca, vuelve a poner el agua nueva a una temperatura similar de rectificación en relación con el peso antedicho, separa todas aquellas aguas que extrajiste de la tierra y ponlas en una botella bien cerrada; y repite todas estas operaciones hasta cuando veas la tierra reducirse a un polvo sutil e impalpable.

    DEL DESBORDAMIENTO
    DE MERCURIO

    Hablamos ya de la calcinación o licuación de los espíritus. Una vez, pues, activados y preparados, toma el vaso en que se hallan todas las sustancias licuadas y cúbrelo con el alambique. Destila agua por el alambique por el método del baño hasta que se espese como la miel, y permite entonces que el baño se enfríe. Una vez esté frío, quita de este agua que extrajiste de la tierra toda aquélla que supere un nivel de cuatro dedos, y pon el resto bajo lodo o junto a una estufa durante un día natural, con el vaso perfectamente sellado. Tras ello, conecta el alambique, destila el agua a un fuego muy débil y déjala aparte. Una vez realizada dicha destilación y con el vaso enfriado, pon sobre la materia que quede el agua anteriormente separada por superar el nivel de cuatro dedos, y ponlo todo bajo lodo como antes, y vuelve a realizar la destilación como antes, y repite indefinidamente todas las operaciones descritas hasta ahora.
    La materia que obtengas es aquella que se suele llamar plata viva desbordada o lágrimas de doncella. Una vez completado el desbordamiento, calcula el peso del antedicho polvo sutil y sumérgelo en una cantidad de agua desbordada equivalente a la mitad del peso del polvo. Pon todo bajo lodo caliente, del que se nutrirá durante ocho días, y al cabo de los susodichos ocho días hallarás tu materia absolutamente húmeda. Ponle encima el alambique y destílala a fuego lentísimo, recogiendo el agua. Una vez ésta secada con moderación, calcula de nuevo su peso, que anotarás. Repón el agua que recuperaste, y añádele aquel agua desbordada, en una cantidad equivalente a la mitad de su peso.
    Todas estas absorciones e inmersiones en lodo y calcinaciones las repetirás en tanto la tierra no haya absorbido cuatro partes de tal elemento húmedo, lo cual sabrás por tal signo: porque si pones la sustancia sobre una piedra ardiente deberá surgir de ésta humo. Si así no ocurre, insiste en la absorción, inmersión y calcinación, hasta conseguir el susodicho signo. Una vez conseguido éste, pon la materia sobre cenizas y aplícale un fuego lento al principio, pero que paulatinamente irás aumentando, hasta que toda la materia. ascienda a la parte superior del vaso.
    Cuando se haya elevado toda, se dice que se trata de un cuerpo elevado por su sal admirable, que los filósofos llaman piedra y sulfuro de la naturaleza. La incineración de la susodicha sal o azufre así se realiza. Toma la susodicha sal, cualquiera que sea el metal del que se haya extraído o la cantidad de que se trate, y colócala en un crucíbulum, que situarás sobre cenizas calientes. Y cuando esté un poco caliente aplícale un poco del anteriormente nombrado aceite, gota a gota, hasta que se haya enfriado y convertido en una sustancia espesa como la miel. Saca la sal entonces del fuego, y cuando esté fría toma un poco de ella y colócala sobre una piedra caliente. Si se funde lentamente, la operación estará ya hecha. Si no es así, reitera las anteriores operaciones, hasta que fluya lentamente a causa de la fuga de Mercurio. Derrama entonces un peso de esta sal sobre cien pesos de Mercurio crudo.

    ACONTECE LA OPERACIÓN DE
    CARESTÍA DE ACEITE DE LUNA

    El aceite de Luna tiene virtud fijadora, y provoca una ligera fusión de toda la sal producida. Encera, pues, sal de Júpiter, una vez el azufre de Júpiter hayas obtenido, con aceite de Luna, hasta que resbale, y derrama un peso de ella sobre cien de Júpiter. Si la sal fuera de Saturno, derrama entonces un peso de sal sobre cincuenta de Saturno. Será esta sin duda obra perfectísima, superior a cualquier obra natural. Si el aceite fuera de Sol, encera con él sal de Venus o de Marte, y derrama un peso sobre cien pesos de Venus.
    Así se obtiene el agua de la vida: calcina madera de viñas o de tártaro que sean blancas. Empapa éstas con agua de vida y pon todo el agua rectificada y aguada en un vaso circulatorio, donde la dejarás pudrir por un período de un día. Destila entonces el agua a fuego lento y para acabar calcina la tierra, o la sal. Empapa la sustancia y destílala y calcínala como anteriormente hasta cuatro veces, y entonces ponla a disolver por sí misma al baño. Una vez disuelta al baño la sustancia, congélala, y realiza esta operación cuatro veces Y obtendrás la sal del Arte, a saber, Mercurio Testamentario, sin el cual nada nace.
    A la vista de todas nuestras medicinas ya nombradas no encontrarás otro método con capacidad para llevar un cuerpo a la perfección externa que supere al de la fundición en cenizas, pues el estaño parecerá estaño como anterior-mente, pero será algo más rompible y duro sin un esplendor manifiesto, siempre que sea purgado en cenizas; y lo mismo con el metal saturnal, y similarmente con el de Venus. Y lo mismo por lo que hace al metal de Júpiter, que al ser sometido a la acción de las cenizas puedes ver como se transforma en plata depurada.
    Estas diversidades proceden mayormente de la [virtud…] de la piedra, según si más o menos se han sometido a preparaciones y sublimaciones. En efecto, la característica mutativa del espíritu de los cuerpos carece de muchas virtudes en sus partes gruesas, pues aquélla capacita, por sus propiedades, al cuerpo para segregar los elementos ajenos a los metales, al transformarlos mediante su espíritu, y sino por la ayuda de las ceniza. Y ello ocurre por la intervención de la sustancia gruesa medicinal, a la cual se halla unida la virtud que transforma y que impide que se complete la acción íntegra de su espíritu, consistente en separar aquello que no se corresponde con la esencia natural y unir aquello que es por naturaleza afín a la naturaleza de la plata viva, que tras la operación hallarás mutada en plata fina, que es superior al mineral.
    Pero no insistas en querer poner plomo en sus cenizas, pues tan solo la medicina realiza todas sus acciones con la ayuda de fuego de cenizas. Así que cuando dichas medicinas son aplicadas con las cenizas a un cuerpo -y es que éste no puede soportar el fuego vivo- en el interior del cuerpo se funden las medicinas sino una ignición determinada. Y ello es así porque su naturaleza no posee el defecto de ser materia indigesta, que son aquellas que se funden antes del tiempo en que deben de incinerarse las sustancias consumidas, que ocupan en el cuerpo el sitio de la sustancia flemática vaporal.
    Ayuda pues a tu medicina y a sus virtudes por medio de la incineración (cineritium), y encontrarás oro y plata, según si estuvieran tus medicinas encaminadas a ellos, sea por medio del elemento blanco, sea por medio del elemento rúbeo.

    LA PRACTICA
    DE RAMON LLULL

    La corrupción, así como la depuración [de los elementos] se produce después de la merma, sea de la materia, sea de la esencia corrupta. Quien esto sabe hacer lo sabe tras conocimiento adquirido por una razonable percepción.
    Por tanto, toma un cuerpo volátil y únelo a otro estable, de la bien conocida forma que paso a relatarte: ponlos a temperatura moderada, hasta que el cuerpo estable emerja con la ayuda del volátil. Antes, pero, debes saber que la emersión se produce a veces con anterioridad a la depuración, sin que la parte corrupta esté congelada. Por todo ello te recomiendo que consideres como una unidad intelectiva de operaciones todos los capítulos de la primera parte.
    Así pues, toma un cuerpo volátil unas siete veces mayor que el cuerpo estable y únelo al estable durante nueve días bajo el efecto de un fuego mediano, que provoque el cambio deseado por la naturaleza. Y la vasija donde sea dispuesta la susodicha materia que sea colocada, para evitar los efectos del fuego, en agua, al baño maría, pues ello protege, con el calor medio, las tinturas y mitiga su combustión.
    A continuación tomarás dos filtros, uno más fino que el otro y harás pasar tu materia por el mayor de tal manera que no separes del cuerpo toda la parte volátil; al contrario, debes colar el cuerpo inclinando el filtro para que toda la sustancia del cuerpo disuelto mezclada con plata viva traspase dicho filtro. Cuidarás también, al inclinar el filtro, de que ni un ápice de la materia espesa del cuerpo lo traspase, a no ser que sea colándola cuidadosamente. A continuación toma el filtro fino y todo aquello colado por el filtro grueso pásalo por el fino hasta que percibas la diferencia existente entre la materia simple y la gruesa, que a su vez, pondrás en una vasija redonda de cuello largo con cinco partes de plata viva. A continuación, recoge tierra, que habrás extraído de cualquier compuesto, según la cautela debida que a continuación relatamos.

    PROCESO DE LA PRACTICA
    Y PRIMERA RUEDA DE LA CORRUPCION

    Toma el cuerpo grueso separado del simple y vierte en él un cuerpo volátil pasado por el filtro, tal como se ha dicho, tanto como cinco veces, tal como con el estable. A continuación, vierte el cuerpo volátil en el filtro más fino para separar la tierra, que dejarás aparte y pon dentro de un mortero hecho de leña, el fondo del cual sea más plano que cóncavo y no muy profundo, el cuerpo grueso con su plata viva adherida. Por tanto, vierte toda la materia girando el mortero, une las tierras que son totalmente terrestres y repletas de una masa pesada púrpura y ponlo todo junto con el cuerpo disuelto y tamizado en la vasija redonda de cuello largo: repite la operación hasta que en el compuesto no quede más tierra que unir.
    A continuación vuelve al filtro fino en que se encuentra el cuerpo volátil y cuélalo, inclinando a lo largo del filtro, hasta que surjan sus filones por todo el filtro, por los cuales avanzará la susodicha plata viva uniformemente, y cuando llegue a su fin el dicho filtraje, a saber, la depuración, verás un gran poso lleno de tierra muerta y de plata viva por encima. Recoge la tierra, como arriba se dijo, y ponla en otra vasija de cristal de cuello largo.
    A continuación vuelve al cuerpo grueso y cuélalo, pero no de un solo impulso, sino sutilmente, inclinándolo sobre el filtro más grueso y une la masa simple disuelta con la masa volátil, separando la gruesa. Tras lo cual pasa el cuerpo volátil por el filtro fino y al comenzar introdúcelo en el cuerpo grueso que estará bajo el filtro por su peso.
    Luego, ponlo junto a la plata viva en la vasija en que se encuentra la tierra, después mezcla la masa gruesa con la fina y volátil colada por el filtro fino, pero antes sustrae tanta cantidad como para que no haya de volátil y fina mas que cinco veces la cantidad de masa gruesa separada una vez separada la tierra, tal como dijimos, repitiendo la acción con todas las prescripciones, hasta que veas aislado aquel mundo de térrea inmundicia de forma visible por la fuerza de la primera cocción.
    Conviene repetir la cocción con las susodichas operaciones, hasta que el cuerpo grueso resulte fino; y así se completa la primera rueda para la conservación de las tinturas de todos los elementos.

    SOBRE LA CORRUPCIÓN POR
    LA SEGUNDA RUEDA

    Acontinuación practica una segunda rueda circular sobre el cuerpo grácil pasado por el filtro fino y en una cocción semejante a la primera, que es ahora cocción de perfección. Estas son las cuatro operaciones de que hablan los filósofos: trituración, absorción, cocción y diso-lución; las cuales se producen no por acción humana sino por fuego de manera natural, a no ser que se separe el cuerpo grueso del fino y la tierra de sus compuestos para acelerar el proceso. Y ello porque cuando una masa repleta llena otra de vacía impide que se consiga un proceso perfecto. Por ello, refinaremos el cuerpo mediante bruñimiento y separaremos la masa leve de la pesada, resultando la mutación sin transgresión del límite de la propia latitud, sino siguiendo las exigencias que la naturaleza exige, así como el recto orden de la operación, sea cual sea el orden del cual queramos variar la naturaleza perfecta.

    PUTREFACCIÓN DEL COMPUESTO

    Tras lo dicho, pon de complemento en lodo todo el compuesto disuelto, tras haber puesto el lodo en una vasija agujereada de tierra en una circunferencia, que sobrepase el baño y esté el baño totalmente lleno de agua.
    A esto se le llama propiamente Horno secreto de los Filósofos, en el que se esgrime la materia anteriormente dicha, o sea, la materia disuelta y se mantiene al fuego del modo susodicho por un espacio de cuarenta días, pues así se cree que mejor la esencia perfecta podrá separarse de la pútrida y elevarse en lo alto mediante emersión, que después nos llevará al fermento perfecto.

    SEPARACIÓN DEL AGUA

    Tras terminar tal acción recupera el compuesto y de él separa el agua, que propiamente surge de la tierra escasa y del aire espeso por destilación en el baño de María, y aplica el fuego uniformemente hasta que veas como el agua es destilada por obra de dicho calor. También esto te hacemos saber: que el humor que es destilado por el calor del baño es agua pura gracias a la propiedad de su naturaleza fría y de su efecto.

    SEPARACIÓN DE SU AIRE

    Cuando veas que nada de agua puede ya ser contenida a través del calor del baño, será ello indicio de que debes separar a fuego más vivo el aire, que es el vapor más caliente y de mayor perfección, puesto que contiene una porción del cuerpo estable unido por la uniformidad de la disolución: por lo cual hay que dejar que el fuego responda a su punto: Por tanto, separa el aire mediante el fuego, hecho ejecutado a través de las cenizas, tal como otrora te enseñé. Aquí encontrarás el fermento superior tan reputado de las dos naturalezas de que se compone la virtud media, que está entre la extrema virtud sólida y la volátil, de las cuales surge artificialmente la sal.

    SEPARACIÓN DEL FUEGO.
    EXTRACCIÓN DE LOS ELEMENTOS

    Una vez separado el aire hay que separar a continuación el elemento fuego con las cenizas, tal como el aire, si cabe con algo más de energía de modo que el agua destilada en el baño se reponga sobre las heces y se soterre durante tres días, y a continuación se destile por las cenizas, a fuego constante, hasta que no quede nada que destilar por aquel calor. Tras ello hay que poner agua por separado a destilar en el baño y en este encender tras la destilación del agua un fuego mas débil con un poco de aire mezclado, que desecarás sobre las cenizas, recuperando el aire, como te he dicho.
    [Nota aquí de que modo tras la inhumación se produce en primer lugar a través de las cenizas una destilación, mientras en ocasiones otras se realiza primero a través del baño; pero así sea aquí la destilación para que pueda el aire extraerse de la tierra por medio del agua; aquel en si contiene fuego, debes tenerlo presente].

    RECTIFICACIÓN DE LOS ELEMENTOS

    Así separados los elementos los solidificarás con cuidado, pues al rectificarlos en una séptima destilación se dividen con gran presteza. Y cuida, que de los elementos húmedos se separan las partes que no son de la especie de su composición (de la cual se separa la tierra, del aire el fuego), pues en el vientre de los húmedos o propiamente de los acuáticos se hallan las especies de nuestros espíritus, los cuales a través de la virtud del fuego se separan del cuerpo y en agua se mezclan: después se limpian bien y se lavan mediante una fuerte cocción, tal como se hizo con aquellas que anteriormente te indicamos.
    Y llegados hasta aquí estamos preparados para revelarte y decirte mas cosas para que las recuerdes, con tal de que puedas percibir el fin de su proceso, porque en los escritos no quiero explicitar el total del proceso, que es redondo como la manzana, puesto que en un círculo redondo se contiene todo el sentido del presente Arte.

    INTRODUCCIÓN A LA REDUCCIÓN QUE DEBE HACERSE POR MEDIO DE LA APLICACIÓN DE UNA SEGUNDA DIGESTIÓN, POR LA TEÓRICA

    Una vez rectificados los elementos, agrega las partes del cuerpo estable (ora tierra, ora fuego) desmenuzado tras calcinarlo con un cuerpo volátil húmedo y disuelto. Por ello te avisamos que observes y recuerdes nuestras doctrinas, que te ofrecimos en la Teórica: que el azufre no supere la perfección mayor de la uniformidad que procede de la plata viva y que recuerdes el principio de tu reducción, que la naturaleza provocará gracias a la disposición de tu noble intelecto, porque un humo se alzará de la susodicha tierra, que es la causa primera de tu congelación.
    De ello sacarás que hay algunas partes que son conjuntivas y otras divisivas: las puras conjuntivas son de esencia pura de la verdad compuesta, pero porque las otras no son de causa similar, por ello dividimos estas ultimas añadiéndoles naturalmente las puras. Y esto lo realiza la Naturaleza de un solo modo: atrayendo con su propiedad de atracción aquello que es de su misma esencia, y rehuyendo, vomitándolo con su propiedad expulsiva, todo aquello que no pertenece a su compuesto.
    Esta separación jamás podría realizarse de forma manual, como mucha gente lo cree, sin la ayuda natural, y del modo debido propiamente aprehendido con gran perspicacia, puesto que las partes puras y las impuras, que se consumen con el fuego y se vierten en la tierra son de tan simple sutilidad, que la separación no puede ser llevada a cabo si no es con la intervención de la naturaleza, que acepta en su vientre cuanto es de su misma esencia y rehuye lo extraño.
    Ten por seguro que de esta manera quiere la Naturaleza arribar a su perfección: así como cuando concibió un cuerpo estable humo en su vientre lo convirtió en volátil, cuando posteriormente todo se separa por la causa oscura que mora oculta, también debe todo volver a asentarse mediante sublimación.

    PRÁCTICA DE LA CONGELACIÓN
    POR LA VÍA DE LA REDUCCIÓN

    Si entendiste las dichas causas, podrías ahora congelar el cuerpo según tu deseo, pues aquello que se disuelve, igualmente se congela si se aplica el proceso contrario. Por tanto, toma el agua separada y con ella humedece la tierra en una proporción justa (o sea, ni poco ni mucho) y tras una cocción constante en el Horno secreto, al punto que la veas congelar, vuelve a repetir la humectación, la cocción y la congelación, hasta que veas la tierra, tras pasar por muchos colores, vuelta blanca.
    El cálculo de dicha congelación y disolución hecha por medio de la reducción no lo podemos hacer de otro modo que nos permita conocer la naturaleza operante sino con la ayuda de nuestra sensibilidad, por la cual percibimos la proporción existente entre dos medidas propíncuas, la cual relación no se aparta de su especie y como no se separa de su especie, más rápidamente se une a su complejo con una más poderosa conexión, que es cálida y húmeda: por ello se conserva por la manera segura y conocida de congelarse, y después de disolverse en consideración a la proporción conocida en tanto y cuanto nos es posible.
    Y pues ruega a Dios, omnipotente gobernador de todo, para que te ayude a llegar por la medida a la dicha proporción, puesto que El, que es propincuo, es quien juega un papel mayor en la operación. Por ello debes comprender que dicha congelación sea media y no extrema; pues si fuere extrema, la sustancia congelada del espíritu no permanecería en el cuerpo volátil húmedo.
    Si de nuevo y de igual forma la disolución, que es la operación opuesta a aquella, participase en su extremo, la producción del proceso de azufre se corrompería en su totalidad, y de hecho se sumergiría en un abismo de satalia, puesto que se generaría calor y sequedad por la exposición de la sustancia húmeda en una medida no adecuada según el Arte de la Geometría. Por ello cuida no sea que una sequedad nimia o una nimia humedad por culpa de una exposición hecha de improviso o una excesiva administración no corrompan la enseñanza. La forma de conservar la dicha medida más cercana a la naturaleza para arribar a la dicha proporción en cuanto es posible es que dicha cocción debe continuar sobre el compuesto en tanto en cuanto su disolución haya menester, y en tanto debe disolverse por imbibición cuanto se exponga a cocción. De ello daremos ejemplo, para que mejor nos entiendas, en la graduación por un signo demostrable: se hará una figura de siete letras considerando en ella las existencias contrarias y extremas, que son calor, frigidez, sequedad, humedad, congelación y disolución para que quede evidente en la figura aquí escrita que he omitido, lo que sea imperfecto e ininteligible con algunas líneas, hasta que un mejor ejemplar sea hallado, haya sido puesto por mi o por otro.
    Y así queda claro como todos los extremos se transforman por los medios propios de cada uno en una concordancia como nadie podría creerse ni ningún hombre puede entender sino es a través de la ciencia de la sensibilidad, ciencia que no es posible que adquiramos sino es a través de la inteligencia que nos otorga el espíritu sagrado, del cual una parte de su propia esencia tenemos en nuestra mente, perfectamente enlazada con poderosísima ligazón por los instrumentos propios que nos permitieron entender y sentir la magna nobleza del tránsito de los medios, puesto que como más se aproximan estos a su perfección más se alejan de su corrupción.
    Posees ya, pues, la ciencia y el noble Arte infalible e insigne, las medidas nombradas, en ciertos puntos pertene-cientes a la Geometría, que yo te he dado, si es que te fueron concedidas por aquel que todo lo da y todo lo sustrae según le plazca. Por ello piensa si te quiso inspirar, escrutando la forma que tiene la rueda perteneciente a la propia graduación, porque nunca hubo hombre ni filósofo que esta regla con tanta amplitud relatase y sin cautela, tal como nosotros hicimos.
    Si bien habrás notado algunos puntos oscuros en nuestras explicaciones, con todo habrás comprendido la totalidad de acciones y toda la operación de imbibición a realizar. Incluso compren-derás esto, que descubrimos en los escritos del profeta Joel respecto a las medidas de que hablamos y respecto a todas las causas profundas en los grados precisos de cada forma de la que te informamos, de manera sucinta pero sin olvido de ningún punto ni proceso para la concordancia de los contrarios.
    El más secreto de todos los puntos del proceso es la manera de todas las imbibiciones. Escucha pues lo que dice el ínclito doctor Bonellus: En esta agua se halla el máximo olor, y ten por cierto que todo el conocimiento de los filósofos se centra en la imbibición, pues si con agua sabes imbibir también sabrás con una medida cierta medir, porque es materia de nuestro quehacer el Agua de los Sabios y el dominio de las operaciones, pues nuestra agua provoca la disolución y la unión de los cuerpos y que estos graciosamente se depuren. En el agua se halla todo nuestro saber y nuestro secreto y el fin deseado. Por ello, en nombre de la ciencia y con buena voluntad te dimos el Arte de medir, que extraímos del Arte geométrico, y para que este acto completes perfectamente te anunciamos:

    ¡Oh, medida de todas las imbibiciones,
    como aplacas los cuerpos!
    ¡Oh, medida del agua celeste,
    sustancial eres para todo el mundo!
    ¡Oh, medida, como atemperas los cuerpos!
    ¡Oh, medida, como los conjuntas!
    ¡Oh medida, de que modo conjugas el mundo y lo apartas de la corrupción!
    ¡Oh, medida, como perpetuas los cuerpos y transformas en oro todo metal!
    ¡Oh, medida, como sabes regir el mundo
    y conservarlo y haces vivir y morir!
    Con medida rige la naturaleza el mundo
    y todo cuanto por la naturaleza es compuesto.
    ¡Oh, medida, como congelas ahora
    aquello que disolviste y lo conjuntas!

    Por ello, afirmo que si no hubiera medida nunca podría salir provecho de una piedra. Cuando quisieres, pues, una piedra bendecida, usa de singulares medios éste mismo, puesto que este medio y todas las naturalezas de aquellos no son otra cosa sino medidas puras.

    SOBRE LA SUBLIMACIÓN DEL AZUFRE Y SU COMPLETA REDUCCIÓN

    Cuando tengas H congelado naturalmente en G y todos los colores hubieren sido traspasados, coge la masa congelada y ponla bajo un fondo firme de tierra que resista al fuego poderoso. Y coloca el fondo en un hornillo sin adherirlo a las paredes del horno, sin ningún aludel, de modo que penetre en un horno sin superficie, y así bien enlodado sobre el horno y bien colocado en el horno.
    Pon, tras el susodicho fondo de tierra una gran cucúrbita de vidrio el fondo de la cual esté abierto de manera que tenga una abertura sin fondo equivalente a la latitud y la amplitud del fondo de tierra, así como de manera que se adhiera justa y uniformemente al susodicho fondo de tierra cuando sea a éste superpuesto, y a la vez que sean ambas vasijas enlodadas y unidas cubriéndolas con una tapa a través del orificio de la vasija de vidrio que tiene dos alambiques. A continuación enciende el fuego de unos carbones alrededor de la vasija enlodada por la parte superior, hasta que la vasija de vidrio alcance una temperatura moderada, [creo que esto se hace para secar el lodo, así como para calentar primero el vidrio para que la vasija, con el fuego y las llamas que deberán producirse en el horno, que estará fría cuando reciba por encima aquel fuego, no se rompa].
    Haz después un fuego con llamas en el horno, y en ello toma precauciones, puesto que has de hacer un fuego tan poderoso y grande como puedas hacer, porque no habrá sublimación si no es con un fuego intensísimo, porque está entre el cuerpo estable y el volátil y ten por cierto que lo que está entre un cuerpo estable y uno volátil solo se sublimará con un fuego intensísimo. Por ello lo más estable siempre quedará en la parte más baja, no obstante se separe de sus heces, mientras que lo volátil siempre asciende hacia la parte alta según tendencia promovida por la correspondencia entre la graduación del fuego y su propia naturaleza. Separa a continuación la masa que encuentres sublimada y congelada a ciertos grados sobre D, G, puesto que esta es propiamente la sustancia de mercurio sublimada en conservación de su humedad, conviértela en azufre puro no quemándolo, creado y producido de una sustancia inextinguible.
    Esta es la sustancia media, esta es la virtud ponderada, esta es la forma mesurada de que te hablamos en el capítulo sobre la materia noble que es la causa de la mayor perfección. Las heces de naturaleza B y C que encontrares en el fondo, separadas de D, y que son antinaturales, deséchalas por inútiles, pues no son sino perturbación y confusión. Hay otros autores que para mejor simplificar y unir dicha sustancia noble la subliman una segunda vez: por ello, si quisieres sublimarla, sublímala sin las heces a un fuego apropiado según las exigencias de sus propiedades.

    FIJACIÓN DEL AGUA Y DEL AIRE

    Tras conseguir la sustancia purificada y limpia de mercurio en una medida perfecta mediante la sublimación, debes estabilizarla con la operación apropiada a su propiedad, porque así conviene que ocurra antes que resulte la perfección completa de todos los cuerpos mutables.
    Así pues, cuando quieras esta-bilizarla, haz esto provocando la exuberancia corporal. Toma pues una onza de plata pura amalgamada con dos partes de plata viva depurada por sublimación, lo que llamamos rectificación [creo que se trata de la destilación por alambique, o el baño en este con sal y vinagre] y a esta amalgama añádele una décima parte de azufre sublimado, y ponlo todo en una calabaza con una parte de su agua y ponlo a hervir al baño maría hasta que esté congelado. Finalmente pon sobre las cenizas un fuego progresivamente vigorizado hasta que se eleve aquello que fuera volátil. Después deja enfriar la vasija y todo aquello que fuera sublimado, vuélvelo a colocar sobre las heces que haya nobles y pulcras, junto a la otra parte de la susodicha agua similar; después cuécelo todo al baño maría hasta que se congele. Después ponlo a sublimar sobre las cenizas, como anteriormente.
    Y reitera esta operación, ahora la solución media, y la congelación y después la sublimación, siempre avivando el fuego hasta que se estabilice del agua al doble de tierra. Porque debes saber que en cualquier reiteración de la susodicha congelación en todo momento se estabiliza algo de la sustancia que mas propicia sea a estabilizarse, porque a dicha materia se enlaza la causa volátil, que es retenida en la parte baja por tal propiedad que es que, cuando un cuerpo estable supera a uno de volátil siempre como por una punzada parece huir: pero habiéndose contenido la causa estable en sus propios dominios internos encadenada a la volátil, nunca después podrá querer colmar lo suyo y si quieres saber la autentica diferencia que hay discrepante entre la estabilización y la congelación, existe tal discrepancia porque hay una acción de eterna diferencia, que otorga el instrumento conque el buen artista empieza el proceso de manipulación, un fuego correctamente graduado, puesto que sin el fuego de cenizas no hay posibilidad de estabilización total. Y si no fuera por éste la materia no sería separada.
    La separación se produce por sublimación por parte de la causa volátil, lo cual abrevia la operación de estabilización. Para que no te pesare esta separación por una gran demora de tiempo, la cual resulta inoportuna para esta operación, recuerda que podrías estabilizar cuanta quisieras de dicha agua, pero nunca resultaría al final absolutamente estable. Interiormente siempre te darás cuenta de que la última congelación menos ha ayudado a la estabilización que la anterior.
    Si quieres en I y H estabilizar lo que es azufre, convendría entonces congelar el cuerpo con un fuego de gran mutación, tal como el que te describimos en el apartado de la reducción. Y cuando consiguieras agua congelada en forma mesurada, a continuación deberías poner a congelar igualmente L sobre K porque al igual que en I, H se estabiliza a través de K, de igual forma en I a través de H todo K se congela cuando en una disolución de H, I fluye hacia K, y de igual forma a través de estos tres L posteriormente se congela y igual como L se congela, de igual forma K se estabiliza en tal proporción que más resiste el fuego que no antes en su congelación. Y cuando L se congela, M se pone sobre L y así M se congela: L se coestabiliza tras su congelación y K más poderosamente que L: y en consecuencia similarmente L se estabiliza, pues M no surge si no es congelado, y así evoluciona la operación de esta estabilización hasta respecto a G: por ello puedes en ti mismo sentir como tras la congelación de L este se estabiliza por las propiedades de cocción e imbibición. Lo dicho respecto a K puedes aplicarlo a las demás letras.
    Esta estabilización no podría ser hecha solo por asamiento, sino hubiere un acto de disolución. Y es que a causa de estas imbibiciones la naturaleza realiza todos sus movimientos sobre la causa húmeda, de modo que tanto hace a este soportar que provoca que su elemento húmedo se separe con la ayuda de nuestro asamiento. Y son la causa inmediata de las mortificaciones, y resultan de los asamientos las mortificaciones, que traspasan las verdaderas paradas: y para entender la figura descrita encontrarás que K es más estable que L y L más que M.
    Y asimismo puedes entender el resto claramente, pero encontré otra práctica después que vi que a veces un cuerpo volátil es tan sutil que se ve acompañado del estable sino esta bien custodiado, cuando todo se manipula con el calor de un fuego apropiado.
    Así pues, también puede estabilizarse sin el fuego de las cenizas, pero a cambio de un tiempo más largo y con paciencia, lo que mejora la operación, puesto que por la congelación de todo lo sublimado el agua existente en su vientre, provoca la armonía de su estabilización y es armada por la naturaleza estable para reducirla frecuentemente a fuego ardiente. Y cuando, por cualquiera de los dos modos deseados hubieres estabilizado tu agua, de igual manera estabilizares las dos partes de aire: y cuando éste estuviese estabilizado y bien incerado, vierte una parte sobre una milésima (otras cien) de mercurio, o de cualquier otro elemento que quisieres, y tendrás plata pura mejor que la del mineral, si quisieres probarla por las razones precedentes por su propiedad según el curso de la naturaleza.
    Y observa como la virtud de multiplicación llega al provocar la exuberancia en la naturaleza de los medios (sea de los fermentos), pues la naturaleza del buen medio (sea del azufre) se convierte en una naturaleza mejor (sea un fermento) por la reiteración de la disolución y de la congelación. Considera, pues, las condiciones naturales de los medios, tal como te ha sido revelado. Asimismo, considera la causa de la estabilización a través de la contrariedad. Y observa como el cuerpo estable siempre se retiene más y atrae la naturaleza del estable más que la del volátil, y se protege contra el fuego.
    Y así Geber en la última preparación de la piedra, enseña que tras la separación o sublimación hay que estabilizar, tras lo cual, disolver, y finalmente hay que acceder a calcinar aquello que no puede ser disuelto, porque esta es la ultima preparación. Se causa así una diferencia entre cuerpo y espíritu, o sea, entre volátil y estable. Esta diferencia tiene lugar tanto en el metal, como en el cuerpo calcinado de cualquier estable, por más que el calcinado se retenga más que el metal.
    Por tanto, hay que hacer una pequeña extensión de estos dos géneros contrarios para que simultánea-mente las causas representadas más lucidamente y mejor puedan influir en tu intelecto: porque la causa de un solo contrario no puede ni descubrir ni demostrar las otras, sino es en presencia de su contrario, porque así lo quiere la razón filosófica dada por una autoridad que así lo afirma: los opuestos enfrentados mas se dilucidan: y porque recíprocamente se oponen son operaciones contrarias porque el ultimo termino de la operación consecuente e inmediata es la volatilidad, y volátil es propiamente la estabilización.
    Hagamos pues la concordancia de contrarios a través de una operación artificial para que de la pluralidad surja la verdadera unidad a través de la mezcla de la naturaleza alentando el medio natural: después percibirás la causa, pues mientras tanto se estabiliza en la tierra. Un cuerpo volátil llega a ser volátil en ambos correspondientes para un fin concreto, porque en cuanto espíritu se estabilizará por la recta naturaleza, en cuanto cuerpo se volverá volátil por su naturaleza, la volatilidad de la cual se corresponde con la medida de estabilización del espíritu, y la estabilización del espíritu se corresponde con la medida de volatilidad de los cuerpos, de tal manera que todo resulta estable y todo resulta volátil.
    Así observas a través de la virtud de las diversas medidas como los Filósofos hacen a un cuerpo estable más estable de lo que era cuando existía en su propia naturaleza a través de una naturaleza volátil que recibe del espíritu.
    Aquí tienes, pues, la ciencia de los Filósofos para el descubrimiento de las medidas, que llegan a conocer por las propias latitudes puntuadas por exigencia de ciertos puntos provinentes de operaciones contrarias de estabilidad y volatilidad. Y de este modo conseguimos a partir de la contrariedad la verdadera concordancia.

    FORMAS DE MEZCOLANZAS

    La forma de la mixtura que se obtiene tras la primera mixtura predispone los cuerpos mezclados a recibir la forma del Elixir, que se obtiene tras una dife-renciación especial. Esta forma específica, de la cual hablamos con la mejor opinión, consta en parte de la materia hábil de la piedra preparada, así como de fermento preparado, de agua condensada y de aceite limitado. Y también resulta en parte de la ultima mixtura por el modo de producirse la diferenciación especial: pues la tierra, el agua y el aceite en una sola reducción al mismo tiempo no se mezclan, porque la sequedad de la tierra no solo mortificaría el aceite, sino también el humor húmedo y también mortificaría el humor frío y haría desaparecer en forma de humo el humor cálido o seco. Por ello, inteligentemente los Filósofos aconsejaron que antes hay que fijar y condensar el agua reduciendo esta a la categoría del aceite, que es un cuerpo líquido, y que este, posteriormente, tras la ultima reducción, hay que sumergirlo en aceite, hasta que este mismo de manera similar se convierta en el Elixir perfecto.
    Tal es la mixtura de la naturaleza, pues es la naturaleza quien la produce y no el Arte pues ello se produce de un modo condicionado por el calor común templado según la esencia natural. Por razón de esta mixtura decían los Filósofos que no es nuestro magisterio una operación vulgar y mecánica: ciertamente es una operación de la naturaleza, tal como demuestra la mixtura natural.
    Debes saber que por las virtudes de las mixturas susodichas salió a la luz la causa de los medios de este Arte, a través de la naturaleza de la cual se acerca al complemento de las distintas materias por medio de la naturaleza: y no hay otra causa sino a través de la mixtura, hecha por medio de vapor, de dos materiales extremos existentes en la producción de una naturaleza metálica licuable con un movimiento adecuado y necesario provo-cado por la excitación de un calor mesurado según la exigencia de la esencia de la naturaleza virtuosa metálica. Y son estas dos extremidades, azufre y plata viva, de los cuales surgen humores y vapores, de quien, por medio de vapor con una progresiva y continuada manipulación se crean los metales de nuestro magisterio pasando sucesivamente de uno a otro de manera natural. Pues la naturaleza, que por la cualidad de su materia debe ser perfeccionada, gracias a su gran sapiencia y diligencia universal, -tal como afirmé en la Filosofía de este Arte-, no pasa de un extremo a otro sin la intervención de todos sus medios, la naturaleza de los cuales debes haber apreciado supremamente en este magisterio, si quisieras hacer una transmutación perfecta de cuerpos metálicos.
    Afirmamos, añado, que de mucha ciencia natural estas falto tu para imbuir del conocimiento de dichos medios tu intelecto, pues de todos los que se esfuerzan en convertir la esencia de un metal en esencia de otro no hay ninguno que no sea filosofo, que son quienes investigaron las causas, a quien los resultados le sonrían.

    CONJUNCIÓN DE LAS TIERRAS
    DEL SOL Y DE LA LUNA

    El maestro Arnau de Vilanova reveló en su Rosario tras otros filósofos que el oro y la plata se corresponden entre si por el símbolo de la naturaleza que en ellos es notable, y que hay una gran participación del uno en el otro en su naturaleza metálica, tal como el hombre y la mujer en su naturaleza humana.
    Recuerda esto en la primera mixtura, que debe ser hecha entre estos elementos y por la vía de la reducción. Con ello los Filósofos revelaron esta correspondencia y afinidad, para evitar la dificultad de la conjunción que el espíritu debe acometer con el cuerpo: pues si con el cuerpo de plata quisieres de todas formas provocar la colusión por medio de la reducción, la naturaleza seria exce-sivamente lejana en cuanto a afinidad y en consecuencia seria demasiado difícil la colusión del cuerpo lunar con el espíritu a causa de la gran sustancia terrestre evacuada por la disolución de su sustancia corruptible por efecto del Sol, y demasiado diferida y separada de la naturaleza de la plata viva.
    Porque un cuerpo cuanto mas se separa de la naturaleza de su plata viva, mas tarda en adherirse a ésta, pues por afectuosa afinidad del medio espiritual, que debe unirse con el cuerpo en una unidad fija, y sólo por razón de la atractiva composición se produce la conjunción de la plata viva con el cuerpo. Y por ello, que mayor cantidad de plata viva hay en un compuesto de oro, y por consiguiente menor es la corrupción, porque toda su materia resulta esencial e incorruptible, los Filósofos lo pusieron en el lugar de la virtud agente y masculina, porque mas cercano se adhiere a la naturaleza de la plata viva, por razón de la masa de plata viva en si misma, pues lleva el símbolo y la afinidad en concordancia amorosa con su naturaleza similar, que llamamos plata viva, porque el oro no puede soportar tan fuerte corrupción que en su sustancia terrestre, que llamamos Grossities ignis, no haya mas composición de plata viva incorruptible que de azufre corrupto: pues su azufre es en toda materia pura esencial con respecto a la sustancia de plata, que es mas gruesa e impura y menos estable, y por consiguiente mas corruptible.
    Y por esto la plata viva tiene menor adherencia a la sustancia de plata que a la sustancia de oro, por razón del mayor contenido natural existente entre la plata y el oro, pues la sustancia de oro no se mezcla con una mixtura gruesa respecto del cuerpo lunar: antes bien, seria mas posible una mixtura mínima, por razón de las partes esenciales menos sutiles, en tanto en cuanto que el propio oro esta solo, o se sumerge en conjunto en Mercurio, y en la profundidad de su vértice se esconde tal el fuego o el calor natural: y por esto se estabiliza el Mercurio, porque aquél es el que digiere la sustancia de Mercurio, y se endurece con la ayuda de la templanza recibida de la sustancia del cuerpo lunar, que es fundamento propio y próximo del origen de todas las cosas para endurecer el espíritu dispuesto por el fuego de la naturaleza. Y por estas razones, para mas rápidamente dar salida y mejorar la conmixtión, para que la preparación no se perturbe y para que un elemento reciba de otro la templanza según mayor semejanza de naturaleza y afinidad, afirmaron los honorables Filósofos que la plata viva con el Sol y la Luna mas ligeramente hay que mezclarla, pues la plata viva con plata viva mas rápidamente se mezcla, pues en un mismo cuerpo mas fácilmente se incluye el principio de amigabilidad; y a continuación, inmediatamente con el oro, y después con la plata, pues óptimamente participan de su naturaleza, tal como se demuestra en su reducción. Atiende, además, a este secreto, que el oro mas que cualquier otro cuerpo se sumerge pesadamente en Mercurio, tal como ya dije, pues el Mercurio sin medida y libremente acepta aquello que es de su misma naturaleza pura, porque en ésta acepta tanta sustracción que se unen inseparablemente: y así de una mudación rehusa la causa remota.
    Comprende por todas las causas ya dichas, que al principio de tu reducción, que es el principio de la composición de la piedra, el oro y la plata convergen naturalmente en la preparación de los principios, o sea, azufre blanco y rúbeo, mediante agua blanca y rúbea con sus propios fermentos: y así se lleva a cabo la primera parte, pero en la segunda parte, o sea, en la composición del Elixir y de la fermentación, divergen, porque en el Elixir de la plata nada entra sino plata pura con sus principios blancos; ni tampoco en el Elixir de oro, a no ser oro puro con sus principios rúbeos. Y así se multiplica, por medio del fermento, la tintura.

    RECAPITULACIÓN DEL MAGISTERIO
    EN UN RESUMEN ABREVIADO

    Debes en tu interior reconocer que la virtud formativa existente en la materia seminal está introducida en el calor y en el espíritu tal como en la materia simple. Y el calor con dicha virtud es el alma, pero no tal como un acto de un cuerpo orgánico físico llevando en sí la potencia vital, sino como un artesano en su taller fabricando su clavo o cualquier otra cosa siguiendo la forma de su pensamiento. Y por ello se llama fabricatrix y formatrix de su elemento húmedo pasivo, porque al fabricar es conducida por sigillatio y provoca la mutación de los diversos colores correspondientes según su sentido e intelecto a las respectivas acciones y operaciones, ordenando, dividiendo y condensando según su propia naturaleza.
    Entonces tendrás conocimiento de sus colores con todas sus causas. Y tu sabes por indagación natural los correspondientes movimientos a su naturaleza con la administración científica del fuego común gobernado por Arte de la exigencia de la esencia natural sin transgresión de la susodicha virtud formativa, la cual dirige el calor secreto a la división de elemento húmedo espiritual, con el cual se une por mutación del color en un color mixto y después en un color blanco y por último en color rúbeo.
    Ello te ha de bastar respecto a la disposición de tu materia, pues la naturaleza en sí admirablemente opera para su propia perfección, los movimientos de la cual a sí misma de tal manera se adaptan en una sola vía y orden que ningún hombre de mejor manera ni más certera podría inventar.

    PRÁCTICA DE CUALQUIER MAGISTERIO AL USO GENERAL, QUE ES CAPÍTULO ÓPTIMO Y PRÁCTICO

    La primera causa que debes tener presente es la de tener una gran cantidad de plata viva en que debes lavar los cuerpos, cualesquiera que sean, reduciéndolos a polvo, imbibiéndolos, cociéndolos al baño María, y cuantas veces sea necesario destilándolos por el filtro (o paño), y separando el elemento negro innatural, que es de aquellos el primer envoltorio.
    Reiterarás la dicha operación cuantas veces necesarias hasta que el cuerpo lunar sea separado absolutamente del susodicho envoltorio, de manera que resulte blanco al modo de la tierra blanca por su luminosidad metálica. Esta tierra bebe y acepta sin límite la plata viva pues no es sino toda su naturaleza el elemento húmedo radical: y por esto debe ser disuelto por medio de una cocción continuada, tal como mostraremos posteriormente, o sea, tras la separación de su envoltorio.
    Esta separación la reconocerás a través de su calcinación, bien poniendo el cuerpo sobre carbón breve y módicamente, bien sobre una lámina encendida, y si aquel se ennegrece y si no se convierte en blanco, es que aun conserva parte de su envoltorio, el cual rehuye la recepción de plata viva en cuanto es extraña a su propia naturaleza. En caso que se volviera blanco, entonces tómalo, y repite tantas veces la susodicha operación hasta que traspase el filtro grueso tras haber reiterado la calcinación.
    Entonces verás la plata viva disolverse en un color celeste y pondrás cuanto fue disuelto en el transcurso de la calcinación en una vasija aparte: y así sublima o destila la acuosidad de Mercurio de la substancia terrestre, para que puedan ser provocados en nuestra piedra la brillantez y el fulgor, según nos demuestra la naturaleza en el oro y la plata, el esplendor de los cuales no aflora si no es a través del agua sutil mercurial divisa y considerada en si misma.
    Gracias a estos metales que poseen una humedad más sutil y mas pura y más densa, surge mayor fulgencia y resplandor.. por esta causa el oro brilla por encima del resto de metales, y a continuación la plata. Y igualmente por ello el albor está presente en la materia de los metales, surgiendo del elemento húmedo mercurial surgido y provocado por el elemento terrestre seco cocido sutil y constantemente.
    Cuida, pues, y cuídate bien de tener una tierra bien sutil y bien dividida, pues si bien dividida fuere, bien simple y bien sutil fuere hecha por cocción del calor complexional, tanto más desecará su elemento húmedo mercurial y más sutilmente penetrará en lo profundo, cuanto lo harían las cenizas conseguidas por medios vulgares y sacadas por medio de un fuego común por ignorancia.
    Y cuando así serán convertidos en materia simple, toma la materia disuelta separando el polvo y haz pasar toda esta disolución una vez más por el filtro para mejor limpiarla: y si a la primera pasó por el filtro grueso, tómala ahora y pásala por el filtro sutil y más simple, y así habrás separado el elemento sutil del grueso: a continuación toma el cuerpo grueso y calcínalo tantas como una vez, si quieres, y tras ello vuélvelo a su régimen, haciéndolo pasar por el filtro grueso, hasta que todo haya pasado: y así podrías repetir cuantas veces quisieras, hasta que todo resultase disuelto: pues cuantas veces es disuelta una cantidad grande, así mejor puedes percibirla en su justo peso en libras.
    Con todo, hay muchísimos que para abreviar este régimen tras volverse la tierra blanca una vez, o dos veces disuelta, lo ponen todo a pudrir con la intención de separar las sustancias por sublimación, pero al final tienen más trabajo en el segundo régimen, cuando se llega a la separación de las almas. Por ello te repito que cuanto más repitas el primer régimen, mientras bien hecho y con corrección sin la combustión de las tinturas, tanto más se abreviará el segundo régimen por la más leve separación por razón de las esencias putrefactas y más desmenuzadas en el primer régimen; cuanto menos, tanto menos.
    Asimismo te digo que para la purificación de los elementos las destilaciones son bastante largas debido a la viscosidad del agua y del aire; y también que si quisieras abreviar tus destilaciones, divide la materia en distintas partes (esto es, en vasijas y cucúrbitas), y cada parte ponla en su alambique, y destílala en su baño, y conseguirás una operación abreviada, y pueden ser puestos todos los elementos en un baño largo.

    DE LOS TRES HUMORES HALLADOS
    EN LA COMPOSICIÓN DE LA PLATA VIVA

    Por medio de cualquier propiedad de las dichas sustancias los Filósofos demuestran efectivamente que en la composición de la plata viva, tal como se encuentra en su propio mineral, se hallan los humores peculiares: en primer lugar hay el humor frío y el flemático, que participan de la primera tierra, la cual sólo humedece toda esta materia, la cual en una larga disolución es aumentada. En tercer lugar aparece en ésta de manera sutil el humor untuoso que participa de la tercera sustancia terrestre: éste es quien causa la sutilidad de la sustancia, en la cual aparece sin inflamación.
    El segundo es el humor mediano radical, cultivado y humedecido en las partes inesenciales por la tierra propicia, la cual nunca se separa de sí misma: de estas dos sustancias medias se compone la naturaleza inmediata mercuriosa en su radicalidad pura, y nuestra plata viva volátil, incombustible y aérea, por la cual todo aquello que germina y nace puede crecer y multiplicarse con su pura materia, y la materia: y húmeda radical compuesta de dos sustancias, esto es de tierra mediana y de agua media alternativamente simbolizadas en la naturaleza bien conteniendo los cuatro elementos, de los cuales hay carencia conforme a la forma de su proporción, y que son el azufre y la plata viva en las radicalidades propias de éstos creadas en una vasija de naturaleza parecida por un lado a vitriolo y sal, pero por otro lado constituida a partir de metal imperfecto, esto es con preparación, con Mercurio sublimado.
    Separa pues esta preciosa sustancia del vitriolo y de la sal y de todos los humores que en éstos participan y date cuenta al reducir el aire, tal como demuestra la naturaleza, de cómo, cuando dichas sustancias radicales de la susodicha plata viva se juntan a través de los cuatro elementos en su composicion, se observa que las partes terrestres intermedias de naturaleza cálidas y aéreas simbolizantes a través de una capacidad de ignición simple son por la propiedad de la sutileza tan ligadas y conjuntadas que ninguna de sus partes puede separarse de las demás: antes bien, cualquiera se disuelve en cualquier otra similar a sí misma por su composición homogénea, o cualquiera se estabiliza con cualquier otra por medio de una unión fuerte o por coalición, que poseen bien por propiedad de las partes mínimas bien de las partes unidas o ligadas con un calor igualmente hollado, multiplicándose ini-gualmente en vasijas minerales según su naturaleza debido a la exigencia de su propia esencia.
    Y por razón de dichas sustancias acuáticas puedes provocar por ti mismo una nueva extensión: y nota que el tercer humor untuoso a través de la sublimación natural se disuelve en tierra negra fuera de la especie de la naturaleza metálica: pero la flema innatural oportuna de ésta a veces por accidente se convierte en un radical húmedo, que posteriormente se convierte a la especie del metal más refulgente.

  • Crow

    DE LA COMPOSICIÓN DEL MERCURIO
    Y DE SU NATURALEZA REAL
    Y DE SUS PARTES EXTREMAS SEPARABLES

    En primer lugar, debes comprender y asimilar en tu intelecto que en este Arte Real no debes inquirir respecto de sus propiedades, sino de sus causas que hay en la latitud de la naturaleza metálica. haremos saber a tu intelecto que la plata viva es tal en cuanto que principal licuable y que primer elemento metálico.
    Y para mejor entendimiento de la diferencia del azufre y de la plata viva a través de las sustancias separadas referidas a sus composiciones, te haremos saber que la plata viva contiene su propio azufre cálido y agudo: y después el azufre contiene su plata viva, que es tal aire y fuego sagrado, pues dicha plata viva en su raíz es por índole natural en primer lugar tierra blanca, sutil, sulfúrica, cálida y aérea, mixta y recogida en agua clara, hasta que se convierte en sustancia homogénea de naturaleza metálica con mesura de proporción veraz clara y elemental con la cooperación de la influencia estelífera, que es la virtud de la forma metalífica por la gran concordancia de dicha materia como causa divina y digna, por la cual se completa la individualidad de la plata viva, en la cual se detiene primeramente la forma de naturaleza metálica de tal modo que lo seco es atemperado por lo húmedo y lo húmedo por lo seco sin la separación de uno u otro.
    Con esta definición puedes entender que es por razón de un compuesto fuerte de una mixtura fuerte de húmedo y seco en su raíz, tal como te dijimos respecto de estas dos sustancias separadas, a saber, de la tierra y del agua, por las cuales te ha sido dado entender que cuando decimos azufre o plata viva entonces se confunde el intelecto, pues todo proviene de una sola composición: pero cuando decimos azufre exterminable entiende esto por la propiedad del elemento terrestre: pero cuando decimos plata viva vulgar, entiende agua por su vivacidad (extraída de vitriolo y sal pétrea) según la virtud y la razón que su sujeto demande por extrema y media con las sustancias separadas por sublimación natural concordante y simbolizante en la naturaleza, aunque haya azufre en todos los elementos, no obstante éste nunca sea exterminable pues no es más que vapor y acción aérea y fuego.
    De ello depende nuestro gran secreto, por el cual cualquier radical húmedo es sublimado, cuando hubiera sido abstraído de la raíz bajo tierra sin el exterminio o la combustión de su cara tintura, que recibió exterminio por virtud del elemento terrestre. pero cuando repetidamente revierte, no es exterminable a causa de la propiedad que recibe de su humedad: así pues, cuando quisieras procurarte esto de la tierra, debes tomarlo en su propio receptáculo, hasta con el agua, que es plata viva, el protector común de su combustión.
    A continuación te indicamos que en la susodicha tierra por la virtud elemental se hallan las tres sustancias de la tierra: la primera es la sutil para la sensibilidad humana, (vitriolo) pero de hecho se encuentra gruesa, grave, oscura y tenebrosa, que impide la claridad luminosa y que sea traspasado el cuerpo: esta se encuentra en la cualidad seca y fría, de la naturaleza del vidrio.
    La segunda (de la piedra salina) es en balde sutil a la sensibilidad humana, pero de hecho se halla en forma de hollín lejos de la perfección por causa de su cualidad extrema, que es cálida y seca en una gran quema: y esta sustancia participa de los sulfuros que queman por todas partes, y son estas dos sustancias en la propia vasija aquellas entre las cuales la plata viva crece, a saber aquella de la cual hablamos en la obra de la naturaleza y que es como un feto en una matriz.
    La tercera sustancia terrestre es la tierra intermedia cálida y húmeda aérea y sutil y para la sensibilidad media humana no es propiamente tierra, sino vapor extraído de aquellas dos anteriores y de hecho se encuentra en gran perfección, pues es la naturaleza pura y el radical húmedo de la cual nuestra piedra recibió gradualmente su nacimiento inmaculado con su propiedad metálica: por ello dijeron los Filósofos que esta sustancia la debes separar por sublimación de las susodichas otras sustancias que son el vitriolo y la sal.
    Manifiestamente te advierte Morienus que si quieres hallar la perfección debes extraer la sustancia pura de Mercurio del vientre de los vasos de vidrio (ésta es la sublimación del Mercurio), pues de esta sustancia consta nuestra piedra. Aprende, pues, el verdadero lenguaje de los Filósofos, dispuesto para el conocimiento de las propiedades de las sustancias naturales: si éstas no las considerases como sustancias separadas nunca realmente entenderías sus propiedades en el verdadero lenguaje. Y es que los Filósofos hablan claramente de ellas en su filosofía, sobretodo de su naturaleza, porque la filosofía no es más que la revelación de los secretos de la naturaleza en un lenguaje natural apropiado, sin el cual las sustancias de la naturaleza no pueden ser dadas a conocer, tal como cualquier otra causa o animal o planta, si no llevasen nombre, o efecto, que generalmente da noticia de una causa habida.
    Diversos fueron los lenguajes inventados por los diversos Filósofos para la naturaleza. Por ello cada cual en su filosofía habló lo más claro posible siguiendo el curso de la naturaleza, cuidándose de la idoneidad de sus figuras, aunque un lenguaje sea más claro y más propio que otro según si su autor fue mejor expositor respecto a las propiedades la naturaleza de las cuales demuestra los efectos para cualquier bien natural inteligente con mayor realismo.
    Y no debes creer que los santos y buenos Filósofos en su filosofía te ocultaron su sentido, pues no sería parte de la verdadera filosofía, porque su propiedad y exigencia máxima consiste en la revelación adecuada y con claro propósito y radiosa claridad de la causa oculta y la pura manifestación sin ocultación, de la cual interiormente en una perfecta locución restablecen al puro intelecto hecho e introducido por el Dios celestial, en el cual se examina y se depura la virtud del contrario tal como hace el oro en su propio horno.

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    TRATADO SOBRE LA MATERIA
    DE LA PIEDRA DE LOS FILÓSOFOS EN GENERAL

    Anónimo

    De la materia de la piedra en general

    La materia primera y lejana de la piedra es triple, a saber, mercurio, plata y oro, pues toda perfección consiste en estos tres, dado que todo lo que es trino es perfecto. No hay sino una perfección soberana e independiente que es Dios, pero en su unidad encierra la trinidad de personas.
    Los espíritus desprendidos por todas las materias son de tres tipos, y en el hombre algunos son buenos, otros malos y otros intermedios, y cabe decir que todas las cosas más perfectas aman la trinidad.
    Sus miembros principales son tres, a saber, el corazón, el cerebro y el hígado, a partir de los cuales se expanden por todo el cuerpo las arterias, los nervios y las venas, por los que fluyen los espíritus naturales vitales y animales, que sustentan las facultades naturales vitales y animales.
    Y para no alejarnos de nuestro propósito, decir que en el género humano encontraréis tres sexos: el masculino, el femenino y el hermafrodita. Y en nuestra obra, el oro es el macho, la plata, la hembra y el andrógino es el mercurio, debiendo concurrir los tres a una misma obra.
    Y si otros aseguran lo contrario, como aquellos que dicen que la materia de la piedra es el tártaro, el vitriolo, el antimonio, el vinagre, la orina, el menstruo, la simiente, las secundinas, la sangre, la celidonia, la lunaria, la salamandra y otras cosas parecidas, o bien es que ignoran el arte o es que se refieren a otra cosa que quizá se parezca en el color, o en la consistencia o en otras cualidades parecidas.
    Así pues, todos aquellos que buscan la materia fuera del género metálico y en cuerpos distintos a los metales trabajan inútilmente y en vano. Placería a Dios que éstos hubieran impreso fuertemente en sus espíritus este axioma de los filósofos: lo semejante engendra lo semejante.
    ¿Acaso alguien ha visto a un buey engendrar un león? ¿Engendra el hombre un árbol, una planta o un metal? Siempre ha sido una norma que el hombre engendre a un hombre, el caballo, un caballo o, lo que es lo mismo, el hombre es engendrado de la semilla del hombre, el caballo de la semilla del caballo, y de la semilla de la ruda es producida la ruda y no la salvia. Lo mismo sucede con el oro, que no podréis producir jamás sino con oro, ni la plata sin plata; y si alguno se aleja de este camino debe saber que perderá su tiempo y su aceite y que empleará en ello todas sus riquezas e invertirá en ello toda su vida. Y dado que son muchos los que emplean muchos años en este trabajo con grandes dispendios, quiero advertirles que se hallan fuera de la verdadera vía, pues no es menester tanto tiempo ni son necesarios tantos gastos, pues lo más costoso en esta obra es el fuego.

    Del mercurio de los filósofos

    Puesto que lo principal en nuestra obra consiste en saber qué cosa es nuestro hermafrodita, a saber, el mercurio, tener especial cuidado en conocer lo que es el leproso mercurio vulgar, que no es, en absoluto, apropiado para nuestro objeto.
    ¿Pero dónde queréis pues, -me diréis-, que lo busque y de dónde lo debo tomar? Yo os respondo que se encuentra apresado y atado por muchas cadenas, y sólo el filósofo lo puede rescatar y dejar en libertad. Él lo ve siempre, pues su casa no tiene puertas ni ventanas; pero el vulgo no lo ve ni lo reconoce, aunque se encuentra en todo lugar y está presente en todo momento, lo posee tanto el pobre como el rico, la noche como el día. Todo el mundo lo manipula, lo toca y lo pisa con el pie, y sin embargo lo desconoce, porque, como ha sido dicho, su prisión no tiene puertas ni ventanas.
    Mas cierto individuo, tras oír decir que el vulgo lo tocaba, lo pisaba con los pies, lo despreciaba y ensuciaba, se dirigió hacia una montaña de la que había oído decir que estaba habitada por cuatro hombres y dos mujeres que se ocupaban en cavar los minerales, y que cada uno de ellos llevaba en su vientre lo que buscaba. Persuadido de esto, se llegó hasta la montaña y se encontró con el primer personaje, que estaba ocupado en trabajar y cavar la tierra; le miró atentamente y vio a un hombre fuerte y robusto, vestido de soldado, de color rojo, que había vuelto de la guerra y que no sabía de otro oficio para ganarse la vida. Pero éste, al ver al caminante, le habló con rudeza y le preguntó qué era lo que buscaba y qué lo había tornado tan osado como para venir a aquellos lugares donde nadie había estado antes.
    El viajero, fuertemente sorprendido al saberse mirado con desdén y ser tratado con unas palabras tan rudas, respondió con gran dulzura: ¡Oh, fortísimo hombre, he oído decir que sois cuatro los hombres, y dos las mujeres, que trabajáis en esta montaña, y que por un gran esfuerzo todos vosotros poseéis la materia de la piedra de los filósofos. Y, puesto que yo ardo de amor por esta bendita piedra, no he tenido ningún temor en venir a este lugar atravesando las aguas, las montañas y los peñascos; ¿acaso no me daréis vos la esperanza de obtener de alguno de vosotros lo que yo busco?
    Has oído bien, le respondió aquel fuerte hombre, somos cuatro hombres y dos mujeres y, en efecto, lo poseemos en tanto nosotros somos lo que tú buscas, y es también cierto que podríamos dártelo, pero dudo si sucederá tal cosa, sin embargo puedes obtenerlo más fácilmente de uno que de otro. En lo que respecta a mí no lo obtendrás si no combates valientemente conmigo como un soldado experto, y si no me matas, pues lo que tú buscas lo guardo en el fondo de mi corazón, y es mi alimento y lo que me da la vida; y lo mismo sucede con todos los que estamos en esta montaña.
    El viajero le respondió: ¡Oh, fortísimo hombre, vos sois duro y robusto; yo no quiero combatir contra vos pues sería como enfrentar a un pequeño troyano con Aquiles, aún y cuando fuese capaz de hacer todo lo que hizo David contra Goliat.
    Te aconsejo – le dijo el robusto hombre – que no toques tampoco a mi concubina y vecina, pues aún es más fuerte en el combate, y si yo soy un león, en verdad ella es una leona. Te aconsejo también que no ataques a nuestro soberano capitán ni a su esposa, pues son el rey y la reina, y poseen una gran pompa y esplendor, cuida pues de no atacarlos, aunque puedas vencerlos. Pero si sigues adelante encontrarás a otros, y si puedes vencerlos llevarás a buen término tus deseos.
    El viajero continuó, pues, su camino hasta encontrarse con un hombre muy bello, bien vestido y espléndido, al que habló como al anterior. Este hombre le respondió que nunca le daría una cosa de la que obtenía su alimento y que le daba la vida, y que además si accedía a lo que pedía, no sólo estaba en juego su vida sino también la del rey y la de la reina.
    El caminante miró hacia todos los lados para ver si alguien le veía, pues fue presa del deseo de matarle y de extraer de su vientre lo que guardaba con tanto celo. Y tras haberle dicho que de su muerte dependía también la muerte del rey y de la reina, todavía se sentía más dichoso, pues alimentaba la esperanza de matarlos también y extraer de ellos el tesoro que anhelaba.
    Al ver pues que no aparecía nadie, atacó al hombre espléndido tomándolo por el cuello, por lo que aquél comenzó a pedirle clemencia prometiéndole que si se la concedía le revelaría cualquier secreto que le pidiese.
    Cuando el viajero le soltó, el hombre le dijo: Si continúas adelante te encontrarás con un anciano que posee con más abundancia que yo el tesoro que buscas, y le vencerás fácilmente porque ya es viejo. Es además muy próximo a nuestro rey y a nuestra reina, pues es su portero y el portador de las llaves, por ello, cuando le venzas podrás acercarte fácilmente al rey y a la reina para poder matarlos también.
    El viajero prosiguió pues su camino hasta que al fin se encontró con un anciano, hombre de pobre semblante y mal vestido, el más miserable y el más despreciado por todos, por lo que se mostraba triste y melancólico, y a él le dirigió el mismo discurso que a los anteriores. Pero el anciano le respondió: ¡Oh buen hombre, buscáis aquí una cosa que ni los príncipes ni los reyes pueden obtener; es cierto que la podéis encontrar fácilmente en mí, y que vos podéis vencerme con facilidad en el combate, pues soy viejo y débil y no llevo lo que buscáis en el fondo de mi corazón, como el primero que os ha hablado, ni como su concubina. Yo lo guardo en mi vientre, porque mi cuerpo y el de todos los demás extraen de él su alimento.
    Sin embargo perderé la vida si me quitáis lo que buscáis. Pero perdonadme la vida, os lo ruego, pues soy viejo, pobre y miserable, y podéis encontrar un tesoro mejor en mi vecino, que es brillante, soberbio y aliado de nuestra reina. Si lo hubieseis vencido habríais obtenido un tesoro más precioso que el que obtendréis de mí, pues yo soy pobre, y no encontraréis jamás cosas bellas y relucientes en casa de los pobres y de los despreciables.
    El viajero tuvo piedad del pobre anciano al que podría haber matado fácilmente, creyendo que era mejor arrebatar un tesoro más preciado al vecino del anciano, aunque fuera por la fuerza de las armas si no se lo quería dar voluntariamente.
    Sin embargo, cuando el viajero se iba, el anciano comenzó a sonreír, pues poseyendo un tesoro tan precioso había engañado al caminante, el cual, al darse cuenta de ello, se volvió sobre sus pasos y montando en cólera le dijo: ¡Ah, vil anciano!, ¿así que te estás burlando de mí? Ahora comprendo que aparentas ser pobre y que sin embargo posees el mayor tesoro, tal y como tu vecino me había dicho. Paga pues tu burla recibiendo la muerte de mi mano. Así fue muerto el anciano.
    Es fácil saber por todo lo que acabamos de decir de donde se debe tomar el mercurio. Sería ahora necesario declarar la manera de hacerlo nacer y salir del vientre corporal en el que está encerrado. Esto lo dan a conocer suficientemente todos los filósofos y es lo que relatan todos los libros químicos acerca de la importunidad (sic). De aquí el dicho común de los filósofos: Haz el mercurio por el mercurio; y es cosa esta en la que, por ser conocida por muchos, no nos vamos a detener más.

    De la preparación y purificación del mercurio.

    Tomad, pues, vuestro mercurio, y purificadlo bien pasándolo a través de un lienzo plegado tres veces, cosa que haréis varias veces hasta que aparezca puro como el agua límpida y cristalina.
    Nosotros rechazamos todas las demás formas de purificar el mercurio, como aquellas que lo purifican mediante el vinagre, la sal, la orina, la cal viva, el vitriolo y otros corrosivos que destruyen la humedad del mercurio en lugar de exaltarla, y que más que ser útiles, estorban.

    Del sol, de la luna y de su preparación

    La segunda materia de la piedra, que es llamada hembra, es la luna, que conviene tomar tal y como sale de la mina, purísima, que no haya sido empleada para ningún uso y que no haya probado la violencia del fuego, que no haya sido mezclada con ningún cuerpo extraño y que sea fácilmente maleable. En una palabra, que sea la más excelente en su género. Ésta deberá ser reducida a finísimas láminas, aunque otros la reduzcan en cal. Lo que digo de la luna, lo digo también del sol, que conviene tomar del color más encendido que hacer se pueda, pues según sea la semilla que sembréis, tal será cosecha que recojáis.

    Comienzo de la obra

    Lo primero que conviene señalar aquí es que para hacer la piedra al blanco o bien al rojo, se debe tomar una materia distinta. Sin embargo la manera de operar en la una y en la otra es similar. Así pues, lo que se diga de la operación al blanco, debe también entenderse para la operación al rojo.
    En primer lugar es necesario hablar de la putrefacción de la materia, que deberá ser seguida por la resurrección y exaltación, la cual no tendrá lugar si la putrefacción no la ha precedido, pues la corrupción del uno es la generación del otro. La semilla de cualquier hierba lanzada sobre la tierra, se pudre y pierde su forma, después de lo cual, la virtud que estaba escondida en ella, favorecida por el calor celeste, se manifiesta, y la tierra que contiene la semilla putrefacta, al ser humectada por las lluvias y el rocío del cielo, le concede un cuerpo más noble y más perfecto, haciéndole dar frutos en abundancia.
    La naturaleza opera de la misma manera en todos los animales; primero se alimentan, después crecen y, finalmente, engendran. Y si esto es cierto en los hombres, en los animales y en las plantas, de lo que no cabe ninguna duda, sería necesario estar ciego para no ver que la misma cosa sucede en los minerales. Vosotros me diréis que la cosa es muy distinta en los animales, ya que para la producción de una animal son necesarias las semillas de dos, a saber, del macho y de la hembra. Yo respondo que lo que hace la unión de las dos semillas, la del macho y la de la hembra, en la producción de un animal, una sola semilla lo hace en los minerales. ¿Y por qué no podría hacerlo? dado que en los vegetales, la semilla que los produce no procede de dos plantas sino de una sola. Pues no conviene pensar que el sexo del macho o de la hembra atribuido a las plantas, a causa de su amor mutuo, contribuye en nada en la producción de sus semejantes. Pero para no dilatar más la cosa, he aquí.

    Primera parte de la obra

    Tomad doce partes del más puro menstruo de una hembra prostituida y una parte del cuerpo inferior perfectamente lavado, mezcladlo todo junto hasta que toda la materia sea amalgamada en un vaso ovalado y de cuello largo Pero es necesario añadir primero al cuerpo dos o cuatro partes del menstruo, y dejarlo reposar aproximadamente durante quince días, tiempo en el que se realiza la disolución del cuerpo.
    Tomad después esta materia y estrujadla para extraer de ella el menstruo, que guardaréis sobre el cuerpo que quedará tras la compresión, añadiréis una o dos partes de nuevo menstruo, y lo dejaréis reposar aún ocho días, después de los cuales procederéis como al principio, reiterando en lo mismo hasta que todo el cuerpo sea llevado a agua.
    Todas estas operaciones se harán a fuego lento de cenizas y con el vaso bien cerrado (bouché avec de la carte).

    Segunda parte de la obra

    Tomad toda el agua de vida y colocadla en un vaso cerrado como el de antes, y con el mismo grado de fuego de cenizas, que es el primer grado de fuego, cada ocho días se formará una piel negra que flotará en la superficie y que es la cabeza del cuervo, la cual mezclaréis con el polvo negro depositado en el fondo del vaso, después de haber tirado por inclinación el agua de vida.
    Volveréis a colocar esa agua en el vaso y volveréis a proceder del mismo modo, hasta que ya no se forme más negrura.

    Tercera parte de la obra

    Tomad toda la cabeza de muerto que habéis amasado y colocadla en el huevo filosófico a fuego de cenizas de encina, y sellad herméticamente su orificio, pero usad una sola pasta en las junturas de las dos partes del huevo a fin de que pueda ser abierto con facilidad.
    Durante los primeros ocho días, más o menos, no daréis más de beber a vuestra tierra negra y muerta, porque está aún embriagada de humedad. Después, cuando haya sido desecada y alterada, la abrevaréis con agua de vida en igual peso. Abriendo el vaso a este efecto, mezcladlo bien y, a continuación, lo volvéis a cerrar y lo dejáis reposar, no hasta que sea totalmente desecado, sino sólo hasta la coagulación; continuad después imbibiendo hasta que la materia haya absorbido toda el agua.

    Cuarta parte de la obra

    Tomad después esta materia y colocadla en un huevo a fuego de segundo grado, dejándola así durante algunos meses hasta que finalmente, después de haber pasado por diversos colores, se vuelva blanca.

    Quinta parte de la obra

    Una vez la tierra sea blanca, tendrá una potencia apropiada para recibir la semilla, a causa de la fecundidad que ha adquirido por las operaciones precedentes. Tomad pues esta tierra, después de haberla pesado, y divididla en tres partes. Tomad una parte de fermento, cuyo peso sea igual a una de las partes de vuestra materia dividida y cuatro partes del menstruo de la hembra prostituida, y haced una amalgama con el fermento laminado, como antes, y con el menstruo, y haced la disolución a calor lento durante catorce días, hasta que el cuerpo sea reducido a una cal sutil, pues aquí no se busca el agua de vida.
    Tomad después el menstruo con la cal del cuerpo y las tres partes de vuestra tierra blanca, y haced con todo esto una amalgama en un mortero de mármol, amalgama que pondréis en un vaso de cristal a fuego de segundo grado durante un mes.
    Finalmente, dadle al fuego su tercer grado hasta que la materia se vuelva muy blanca, y su aspecto será como el de una masa grosera y dura como la piedra pómez, pero pesada.
    Hasta aquí llega la operación de la piedra al blanco. Para hacer la piedra al rojo se debe operar de la misma manera, pero al final es necesario someterlo a fuego de tercer grado durante más tiempo y de forma más vehemente que para la piedra al blanco.

    Sexta parte de la preparación de la piedra para hacer la proyección

    Son muchos los que han hecho la piedra desconociendo, sin embargo, la manera de hacer la preparación para hacer la proyección. Y, sin embargo, la piedra hecha y acabada no hace ninguna transmutación si no se hace que tenga ingreso en los cuerpos. Por ello, romped vuestra piedra a trozos, moledla y colocadla en un vaso bien enlutado hasta el cuello para que pueda soportar un gran fuego, como el de cuarto grado, y sometedlo a fuego de carbón tan fuerte que la arena alcance una temperatura tal que al lanzar sobre ella unas gotas de agua se oiga un ruido, y tan fuerte que no sea posible tocar con la mano el cuello del vaso que está sobre la arena a causa de su gran calor.
    Mantened vuestro vaso en este grado de fuego hasta que vuestra materia se convierta en un polvo muy sutil y muy ligero, cosa que, de ordinario, ocurre en el espacio de un mes y medio.

    Séptima y última parte del aumento y multiplicación de la piedra

    Una vez hayáis hecho la piedra, la podéis multiplicar hasta el infinito sin necesidad de volver a hacerla de nuevo.
    Una vez tengáis la piedra hecha y acabada por la quinta parte de la operación, tomaréis la mitad de ella para usarla en la preparación necesaria para la proyección, y la otra mitad la guardaréis para multiplicarla.
    Pesad pues esta parte, y si pesa tres partes, tomad una parte, pero no del menstruo, sino del agua de vida. Tendréis de este modo cuatro partes que pondréis en un huevo a fuego de segundo grado durante un mes, después del cual pasaréis al tercer grado del fuego hasta el final, como ya hemos enseñado antes en la quinta parte de la operación.

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    EL SUEÑO VERDE
    Verídico y verdadero porque contiene Verdad.

    Bernardo Trevisano

    En este Sueño todo parece sublime; el sentido aparente no es indigno de aquél que nos oculta;la Verdad brilla en él con tanto esplendor, que no cuesta mucho trabajo descubrirla a través del velo que se ha pretendido utilizar para disfrazarla.
    Estaba sumido en un sueño muy profundo cuando me pareció ver una Estatua, de aproximadamente quince pies de altura, representando a un venerable Anciano, bello y perfectamente proporcionado en todas las partes de su Cuerpo. Sus cabellos,largos y ondulados, eran de Plata; sus ojos eran de finas Turquesas en medio de las que estaban engarzados rubís cuyo resplandor era tan vivo, que yo no podía sostener la luz de su mirada. Sus labios eran de Oro, sus dientes de Perlas Orientales y todo el resto del Cuerpo estaba hecho de un Rubi muy brillante. Tocaba con el pie izquierdo un Globo terrestre, que parecía soportarlo. Manteniendo el brazo derecho levantado y tenso parecia sostener, con la punta de su dedo, un Globo celeste encima de su cabeza, y en la mano izquierda tenía una Llave, hecha con un gran diamante bruto. Acercándoseme, este hombre me dijo: Soy el Genio de los Sabios, no temas y sígueme. Cogiéndome por los cabellos con la mano en la que soste nia esta Llave me levantó y me hizo atravesar las tres Regiones del Aire, la del Fuego, y los cielos de todos los Planetas. Me condujo más allá todavía; luego, habiéndome envuelto en un torbellino desapareció, y me encontré en una Isla, que flotaba sobre un Mar de Sangre. Sorprendido al encontrarme en un País tan alejado, me paseaba por la Orilla; considerando este Mar con gran atención, reconocí que la Sangre de la que estaba compuesto estaba viva y caliente. Observé incluso que un viento muy suave, que lo agitaba incesantemente, mantenía su calor y excitaba en este Mar una efervescencia que causaba a toda la Isla un movimiento casi imperceptible.
    Sobrecogido de admiración al ver estas cosas tan extraordinarias, reflexionaba sobre tantas maravillas cuando vi varias personas a mi lado. Al principio imaginé que quizás querían maltratarme y me deslicé bajo una mata de Jazmines para esconderme. Pero al adormecerme su olor, me encontraron y me cogieron. El más alto del grupo, que parecía mandar a los otros, me preguntó con ademán altivo quién me había vuelto tan temerario como para venir de los Países bajos hasta este tan alto Imperio. Le expliqué cómo me habían transportado hasta allí. Cambiando inmediatamenre de tono de voz, de ademanes y be modales, me dijo: ¡Sé bienvenido, tú que has sido conducido hasta aquí por nues- tro altísimo y poderosísimo Genio! Luego me saludó, y todos los demás también según la costumbre de su Pais que consíste en acostarse boca arriba dándose luego la vuelta y levantándose. Les devolví el saludo, pero según la costumbre de mi Pais. Me prometió que me presentaría al Hagacestaur que es su Emperador. Me rogó que le excusara por no tener ningún coche para llevarme a la Ciudad de la que estábamos a una legua de distancia. Por el camino sólo me hablaba del poder y de las grandezas de su Hagacestaur diciendo que éste poseía siete Reinos, habiendo escogido el que estaba en medio de los otros seis para hacer de él su residencia ordinaria.
    Al observar que me costaba andar sobre Lirios, Rosas, Jazmines, Claveles, Nardos y sobre una cantidad prodigiosa de las Flores más bellas y extrañas que crecían incluso en los caminos, me preguntó, sonriendo, si temía hacer daño a estas Plantas. Le respondí que bien sabía que no poseían un alma sensitiva; pero que, al escasear en mi País, me repe lía pisotearlas.
    Al no descubrir en toda la Campiña más que Flores y Frutos, le pregunté dónde sembraban el Trigo. Me respondió que no lo sembraban; pero habiendo cantidad de él en las tierras estériles,el Hagacestaur ordenaba tirar la mayor parte en nuestros Países bajos para complacernos, y que las Bestias comían el resto. Que para ellos, hacian su Pan con las Flores más bellas; que lo amasaban con el Rocío y lo cocían al Sol. Al ver por todas panes una cantidad tan prodigiosa de bellísimos Frutos, tuve el deseo de coger algunas Peras para probarlas; pero quiso impedírmelo, diciéndome que sólo las Bestias las comían. Sin embargo las encontré sabrosísimas. Me presentó Melones, Melocotones e Higos: y no se han conocido Frutos con tan buen sabor ni en la Provenza, ni en toda Italia, ni en Grecia. Me juró por el Hagacestaur que estos Frutos procedían de sí mismos, y que no estaban en modo alguno cultivados, asegurándome que no comian nada más con su Pan.
    Le pregunté cómo podían conservar estas Flores y estos Frutos durante el Invierno. Me contestó que no conocían Invierno alguno;que sus Años sólo tenían tres Estaciones, a saber: la Primavera, el Verano y que de estas dos Estaciones se formaba la tercera, a saber: el Otoño que encerraba en el Cuerpo de los Frutos el Espíritu de la Primavera y el Alma del Verano: recogiéndose en esta Estación las Uvas y las Granadas, que eran los mejores frutos del Pais.
    Se extrañó mucho cuando le expliqué que comíamos Buey, Cordero, Caza, Pescado y otros animales. Me dijo que debíamos tener el entendimiento muy espeso si usábamos alimentos tan materiales, No me aburría nada oir cosas tan bellas y curiosas, y las escuchaba con gran atención. Pero habiéndome pedido que considerara el aspecto de la Ciudad, de la que sólo estábamos alejados unos doscientos pasos, al levantar los ojos para verla, ya no vi nada, y quedé ciego de lo que mi Conductor y sus Compañeros se pusieron a reír.
    El despecho de ver a estos Señores divertirse con mi accidente me entristecia más que mi desgracia. Al darse cuenta de que sus modales me disgustaban, el que había conversado todo el rato conmigo me consoló, diciendome que no me impacientara y que la visión se aclararía en un momento. Después fue a buscar una Hierba, con la que me frotó los ojos y en aquel instante vi la luz, y el resplandor de esta magnífica Ciudad, cuyas Casas estaban hechas con un Cristal purísimo, que el Sol alumbraba continuamente; ya que en esta Isla nunca había sido de noche. No me permitieron entrar en ninguna de estas Casas pero sí ver lo que pasaba a través de los muros que eran transparentes. Examiné la primera Casa, están todas construidas a partir de un mismo modelo. Observé que su alojamiento sólo consistía en una planta compuesta de tres Apartamentos, teniendo cada Apartamento varias Habitaciones y Gabinetes.
    En el primer Apartamento aparecia una Sala, decorada con una tapiceria de Damasco, ornada con Galón de Oro, bordada con una Franja igual. El color del fondo de esta tela cambiaba de rojo a verde, realzado con Plata muy fina; el conjunto estaba cubieno por una Gasa blanca; luego habían algunos Gabinetes, provistos de Joyas de diferentes colores; después se descubria una Habitación totalmente amueblada con un bello Terciopelo negro, engalonado con varias tiras de Satén muy negro y brillante; el conjunto estaba realzado con un trabajo en Jades cuya negrura brillaba y resplandecia mucho.
    En el segundo Apartamento se veía una Habitación, tapizada con un Muaré blanco ondulado, enriquecido y realzado por una Simiente de Perlas Orientales muy finas. Luego habían varios Gabinetes, decorados con muebles de varios colores, de Satén azul, de Damasco uioleta, de Muaré citrino, y de Tafetan encarnado.
    En el tercer Apartamento había una Habitación ornada con una Tela muy resplandeciente, Púrpura con fondo de Oro, más bella y rica, sin lugar a dudas, que todas las otras telas que acababa de ver.
    Pregunté por el Dueño y la Dueña de la Casa. Me dijeron que estaban escondidos en el fondo de esta Habitación y que tenían que pasar a otra más alejada que sólo estaba separada de esta por algunos Gabinetes que las comunicaban, que los muebles de estos Gabinetes eran de colores muy diferentes, siendo unos de un Tabí de color Isabelino, otros de Muaré citrino, y otros de un Brocado de Oro muy puro y fino.
    No podía ver el cuarto Apartamento porque estaba fuera de obra, pero me dijeron que sólo consistía en una Habitación, cuyos muebles no eran más que un tejido de rayos de Sol, los más depurados y concentrados en esta tela de Púrpura que acababa de mirar.
    Después de haber visto estas curiosidades, me enseñaron como se realizaban los Matrimonios entre los Habitantes de esta isla. Teniendo el Hagacestaur un conocimiento perfecto de los humores y del temperamento de todos sus Súbditos, desde el mayor hasta el menor, reúne a los Parientes más próximos y pone a una Chica joven, pura y nitida con un Anciano bueno, sano y vigoroso: Cuanto más purga y purifica a la Chica, más lava y limpia al Anciano, que presenta su mano a la Chica, y la Chica toma la mano del Anciano: Después se les conduce a una de estas Viviendas, cerrándose la puerta con los mismos materiales con los que ha sido hecha la Vivienda: y es necesario que permanezcan encerrados juntos nueve meses completos, y durante este tiempo hacen todos estos bellos Muebles que me han enseñado. Al término de este tiempo, salen los dos unidos en un sólo Cuerpo; y no teniendo más que un Alma única, ya no son más que uno, cuyo poder es muy grande sobre la Tierra. Entonces el Hagacestaur se sirve de ellos para convertir a todos los Malvados, que están en sus siete Reinos.
    Me habían prometido que entraría en el Palacio del Hagacestaur; enseñándome sus Apartamentos, y en particular un Salón donde están cuatro Estatuas tan antiguas como el Mundo, siendo la que está situada en el centro el poderoso Seganisegede, que me había transportado a esta Isla. Las tres restantes, que formaban un triángulo alrededor de ésta son tres Mujeres, a saber: Ellugate, Linemalore y Tripsarecopsem. Me habían prometido enseñarme el templo donde está la Figura de su Divinidad que denominan Elesel Vasergusine; pero habiendo empezado a cantar los Gallos, conduciendo los Pastores sus Rebaños a los campos, y atalajando los Labradores sus carretas, hicieron tanto ruido que me despertaron y mi Sueño se disipó enteramente.
    Todo lo que ya habia visto no era nada en comparación a lo que prometían enseñarme. No obstante, no me cuesta consolarme cuando reflexiono sobre este Imperio Celeste, donde el Todopoderoso aparece sentado en su Trono rodeado de gloria y acompañado por Angeles, Arcángeles, Querubines, Serafines, Tronos y Dominaciones. Es allí donde veremos lo que los ojos no han visto nunca, donde oiremos lo que las orejas nunca han oído, ya que es en este Lugar donde debemos saborear una felicidad eterna, que Dios mismo ha prometido a todos los que intenten ser dignos de ella, habiendo sido todos creados para participar en esta gloria. Esforcémonos, pues, en merecerla. Alabado sea Dios.

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