SOBRE PSICÓLOGOS, ASTRÓNOMOS Y OTROS ESCÉPTICOS Y DOGMÁTICOS CIENTIFICOIDES

SOBRE PSICÓLOGOS, ASTRÓNOMOS Y OTROS ESCÉPTICOS Y DOGMÁTICOS CIENTIFICOIDES

Escribe: Comandante Clomro

ANALISTA ANALIZADO

    Tratar con psicólogos es para mí una experiencia que, por repetida e improductiva, sólo me sirve para constatar que el sujeto a quien pretenden estudiar, bien podría y debería estudiarlos a ellos. Cuando se topan con casos como el mío, no saben otra cosa que decirle a uno que las experiencias metafísicas o cósmicas que uno les comenta, sólo son “fenómenos intramentales”.

    Y mientras los señores profesionales de la psiquis tratan de establecer en qué cuadro puede ser ubicado uno, entre la esquizofrenia, la psicosis o alguna otra patología, uno no puede menos que colocar al “analista” en posición de analizado, ubicándolo en el cuadro mental que le corresponde, dentro del esquema psicopatológico de las áreas enfermas de la estructura cultural de la sociedad.

    Porque, para no decir que la sociedad en general es enferma, digamos que hay una mentalidad enferma que ha tomado posesión de ciertos ámbitos sociales. Esta mentalidad es insana, por su disfuncionalidad en el circuito del conocimiento legítimo de la realidad. Es decir, que no funciona a favor de la fluidez de información correcta sobre ciertas realidades, a las cuales niega. En el caso de los psicólogos afectados por esta mentalidad insana, tal negación se produce poniendo argumentos falsos como pseudoverdades de repuesto para explicar lo que no es explicable psicológicamente.

    El psicólogo cae permanentemente en el error de querer interpretar como procesos mentales, a fenómenos extramentales. Salvo que posea, a la vez, conocimientos metafísicos, y deje de lado sus academicismos freudianos o junguianos, para dar lugar a su visión de las cosas que no pasan por lo mental, sino por la otra realidad, la que nos rodea y que trasciende el campo físico.

    Pero si bien esta clase de psicólogos y psiquiatras existe, son muy pocos los que han comprendido que no todo lo que le sucede a la gente, le surge de adentro de la mente. Que si alguien dice recibir mensajes telepáticos de extraterrestres, en vez de tomarlo como un “paciente” al cual estudiarle su falla mental, se lo tome como un simple receptor de transmisiones, perfectamente posibles de ser efectuadas por parte de entidades cósmicas con aptitud de emisión telepática.

    He conocido varios psicólogos que formaron parte de grupos de contactados con extraterrestres, y que supieron dejar la Psicología de lado, toda vez que las circunstancias les exigían amplitud mental para acceder a ciertas realidades trascendentes, y no esa visión cerrada de un profesionalismo que allí no tiene competencia y, por lo tanto, deja de ser profesionalismo, por improcedente, cuando invade campos.

    Ésta es la realidad de la mayor parte de los “profesionales” de la ciencia de la mente. Creen que un diploma y un par de argumentos “científicos”, los faculta para mirar toda realidad posible por el visor de la ciencia que estudiaron; no sea cosa que haya una “explicación” psicológica para un fenómeno, y justo estén usando un enfoque religioso, parapsicológico, o del campo que sea. Es como en esas empresas de venta directa, donde se adoctrina al vendedor para que toda persona que se le cruce, sea visto como un comprador en potencia. Entonces el vendedor, donde ve un ser humano, lo que ve es un cliente. Y el psicólogo, ve un paciente. Él parte del principio de que toda mente humana sufre algún inconveniente, y ahí está el psicólogo para detectarlo. No sea cosa que al vendedor se le escape una venta, por ver al prójimo sólo como eso: otro humano, y no un potencial proveedor de algún billete. Y no sea cosa que al psicólogo se le escape la oportunidad de encasillar al prójimo en la categoría de “paciente circunstancial”, esto es, no en el consultorio, sino en el transporte público o en la esquina.

    Esta forma de proceder con la gente, es enfermiza. No es sana la actitud de una persona que ofende la inteligencia ajena, negándole las realidades objetivas que relata, y contraponiéndole argumentos que las explican como realidades subjetivas o procesos de la mente. No es sano para una sociedad, que haya profesionales funcionando así, a contramarcha de la evolución que la sociedad necesita, en cuanto al conocimiento de la otra realidad, la que no está ni en la mente, ni en el mundo físico que nos rodea.

ASTRÓNOMOS, ARQUEÓLOGOS Y TEÓLOGOS

    Esta conspiratoria patología académica, que tiene por objeto mantener a la humanidad en ignorancia de la verdad, también es observable en la carrera de Astronomía, donde el adoctrinamiento consiste en que el estudiante niegue la posibilidad de que vengan seres extraterrestres, para que, en el futuro, sea un profesional capacitado para desmentir los argumentos de los perturbadores ufólogos y contactados. No sea cosa que, si los extraterrestres existen y vienen hasta aquí, los telescopios, con los que los astrónomos creen haber llegado tan lejos, tengan que usarlos como supositorios o consoladores.

    También los arqueólogos se niegan a admitir que ciertas construcciones de la antigüedad, evidencian el uso de una tecnología que no podía existir por entonces. Tampoco admiten hipótesis extraterrestres para ciertos dibujos y esculturas que reproducen seres y vehículos que no podrían ser de aquí. Así como los teólogos que todavía niegan las naves espaciales en la Biblia.

    La ciencia es parte de la vida, no la vida. No se pueden reducir al limitado terreno científico, las ilimitadas realidades que lo trascienden. Vivir como científico ante la religión, ante la poesía, ante la música, es no vivir; porque la vida es para experimentarla en su multiplicidad de facetas, y no con una visión parcializada de lo que es el mundo.

    Y mientras tanto, los que usando la Psicología donde no corresponde, se meten en la mente del prójimo para comprender la realidad, sólo se salen de esa realidad. Crean una fantasía explicativa de lo que creen que pasa por la mente del sujeto. Creen que el sujeto ha creado mentalmente las cosas que dice haber vivido. Que yo no soy un extraterrestre, que no vine a tomar ningún cuerpo humano, que no vine de ningún lado. Que todo es obra de mi mente. De mi “maravillosamente misteriosa” mente, misteriosa y maravillosa como cualquier mente. Porque “así es la mente humana”.

    Ésa es la conclusión final de cinco o seis años de universidad, y de cinco o seis quilos de libros sobre temas tales como alucinaciones o el inconsciente colectivo. Yo diría que hay una colectividad de inconcientes de que hay una realidad que excede lo que la ciencia puede estudiar, y que está integrada por psicólogos, astrónomos, arqueólogos obsoletos y teólogos enceguecidos en sus dogmas. Ante ellos, sólo cabe mi diagnóstico de analista: ellos son parte de la enfermedad del mundo, no los que vinimos al mundo a librarlo de las falsedades con que lo enferman.