Los nuevos colores del sex-appeal espectral

Los nuevos colores del sex-appeal espectral

El peso de los fantasmas

Desde hace algún tiempo, y a medida que pasan los años, la noción de fantasma se suaviza, se llena y redondea de aquel peso persuasivo, de aquella fofa imagen estereotipada y de aquel contorno analítico y nutritivo propio de los sacos de patatas vistos a contraluz, los cuales, como todos saben, son precisamente aquellos que François Millet, pintor involuntario de los fantasmas más importantes, tuvo la insistente complacencia de transmitirnos, fijándolos en sus telas inmortales, realizadas magistralmente, con toda la bajeza emocional de que puede ser capaz un pintor y con todo aquel equívoco, concreto y único, gracias al cual todos poseemos, desde hace algún tiempo, el lujo de horrorizarnos.

Las razones del alarmante aumento de peso, del engrosamiento compacto, del desvanecimiento realista y extra-blando de los fantasmas actuales no son más que las consecuencias lógicas de la noción primordial y originaria de la misma materialización de la idea de fantasma y que, como veremos rápidamente, reside en el sentimiento de “volumen virtual”.

El porqué de la obesidad de los fantasmas

El fantasma se materializa por el “simulacro de volumen”. -El simulacro de volumen es el forro.- El forro esconde, protege, transfigura, incita, tienta, da una noción engañosa del volumen. -Convierte en ambivalente al volumen y le hace ser sospechoso.- Favorece la eclosión de las teorías delirantes del volumen.- Provoca los vértigos de conocimiento ideal del volumen, de conocimiento inconciente del volumen. El forro desmaterializa el contenido, el volumen, debilita la objetividad del volumen, hace el volumen virtual angustioso.

La grasa es el elemento angustioso del volumen concreto de la carne, y sabemos que la libido humana convierte en antropomórfica la angustia, personifica el volumen angustioso, transforma el volumen angustioso en carne concreta, transforma la angustia metafísica en grasa concreta.

¿Qué es, pues, esta terrible grasa de la carne?

¿No es precisamente lo que forra, esconde, protege, transfigura, incita, tienta, da una noción engañosa del volumen? Obliga a sospechar del volumen, favorece las teorías delirantes del volumen, provoca representaciones gelatinosas del volumen, representaciones extra-finas, “virtuales” y angustiosas del volumen.

Lo peor se produce, pues, cuando detrás de la sábana de los fantasmas que todavía “conservaban la línea”, los volúmenes “virtuales” comienzan a tomar ese aspecto cada vez más grave y que es aquel que marca el peso inequívoco de la realidad y la grasa sustancial; pero por aún que eso es el momento en que esta misma sábana, al caer, deja al descubierto y en su puesto los volúmenes sospechosos por su analítica, pesada, maciza y simpática apariencia (características del lamentable estado de obesidad de los fantasmas actuales), y deja al descubierto, repito, la minúscula aunque monumental nodriza recientemente aparecida en mis cuadros, la cual permanece inmóvil, pese a una lluvia torrencial de primavera, sentada en la actitud de una persona que hace punto, en un charco de agua, con las faldas desagradablemente y totalmente empapadas, el dorso erguido, reblandecido y tierno. Este pequeño, grande y autentico fantasma de nodriza permanece allí, inmóvil, mientras que, en el paisaje donde se moja, surge, entre el ciprés boeckliniano y la tormentosa nube boeckliniana, el “espectro irisado” más hermoso y terrorífico que la trufa blanca de la muerte: el arco iris.

Es aquí que la miseria de los pretendidos sinónimos se enfrenta con los antagonismos más irreductiblemente específicos: pues ¿cómo no considerar como específicamente diferentes, por una parte el importante volumen de la nodriza, sentada en el agua, y, por otra parte, la virtualidad ilusionista y efímera de los rayos de sol descompuestos por el agua?

El “Sex-appeal” será espectral

Me siento muy orgulloso de haber predicho en 1928, en pleno apogeo de la anatomía funcionalista y práctica, en medio del más irónico de los escepticismos, la inminencia de los músculos redondos y salivales, terriblemente viscosos de segundas intenciones biológicas de Mae West. Hoy anuncio que toda la nueva atracción sexual de las mujeres procederá de la posible utilización de sus capacidades y recursos espectrales, es decir, de su posible disociación y descomposición carnales, luminosas. El espectro irisado se opone al fantasma (representado aún por aquel nostálgico farmacéutico de ciudad de provincia a quien tanto y tan desesperadamente se parece ese otro fantasma prosaico y diabético que se llama Greta Garbo).

La mujer espectral será la mujer desmontable.

¿Cómo llegar a ser espectral?

Anticipaciones utópicas.- La mujer llegará a ser espectral mediante la desarticulación y la deformación de su anatomía. El “cuerpo desmontable” es la aspiración y la verificación del exhibicionismo femenino, que llegará a ser furiosamente analítico, permitiendo mostrar cada pieza separadamente, aislada, para darlas a comer, anatomías montadas sobre garras, atmosféricas y espectrales como aquella montada sobre garras y espectral de la mantis religiosa. Esto se realizará gracias al perfeccionamiento perverso de los próximos trajes aerodinámicos y de la gimnasia irracional. Toda clase de corsés serán justamente reactualizados a fines extra-finos, nuevas e incómodas piezas anatómicas artificiales serán empleadas para acentuar el sentimiento atmosférico de un seno, de una nalga o de un talón (falsos senos extremadamente suaves y bien moldeados aunque ligeramente caídos y naciendo en la espalda, serán indispensables para el traje de diario). La sonrisa espectral se provocará artificialmente con las fibras metálicas vibratorias de los sombreros. Pero el modelo incontestable, el antecedente sensacional de los trajes espectrales seguirá siendo, hasta nueva orden, el de Napoleón; quiero sobre todo atraer la atención sobre los pantalones buenos (buenos para comer) de Napoleón, que hacen evidentes y suaves los volúmenes superfinos, tiernos y equívocos que ustedes conocen tan bien como yo, y eso gracias a los factores: abdomen y muslos, “desmontables”, que van aparte, aislados, atmosféricos y espectrales, superfinamente blancos, enmarcados en el negro y en la actitud fantasmal de la silueta del resto del atuendo (sombrero comprendido) de todos igualmente bien conocido.

“Los grandes automóviles llegaron a ser serenos.”

A través de la luminosidad fulgurante y extra-rápida del sex-appeal espectral de las despellejadas vivas, el prosaísmo monumental de los grandes automóviles, de las máquinas de planchar y de las nodrizas tiernas llegará a ser fantasmal y sereno.

Salvador Dalí

[extraído de la revista Minotaure, recopilado por André Breton en su Antología del Humor Negro]