PROTECCIÓN A TRAVÉS DE SATIPATTHANA* NYANAPONIKA THERA

PROTECCIÓN A TRAVÉS DE SATIPATTHANA*

NYANAPONIKA THERA

Traducción española por Gloria Ávila

En cierta ocasión el Buda contó a sus monjes la siguiente historia (Satipatthana Samyutta, No. 19):

Había una vez un par de malabaristas que efectuaban sus proezas sobre una vara de bambú. Un día, el maestro dijo a su aprendiz:

“Ahora, súbete a mis hombros y sube también la vara de bambú.” Cuando el aprendiz había hecho lo que se le indicó, el maestro le dijo: “Bueno, ahora protégeme bien y yo voy a protegerte a ti!. Protegiéndonos y viendo uno por el otro de esa forma, podremos mostrar nuestra habilidad, obtener ganancias y bajarnos sanos y salvos de la vara de bambú.” Pero el aprendiz replicó: “No es así maestro!” Usted, Oh maestro, deberá protegerse a usted mismo y yo, por mi parte, me haré cargo de mi. Así haremos nuestras proezas, auto-protegidos y auto-cuidados.”

“Esa es la manera correcta,” dijo el Bendito y continuó de la siguiente manera:

“Es justamente como lo dijo el aprendiz: ‘Yo me protegeré” -de esa manera, deben practicarse los fundamentos de la atención (satipathana). ‘Yo protegeré a otros’ – de esa manera deben practicarse los fundamentos de la atención. Protegiéndose a uno mismo, uno protege a los otros; protegiendo a otros, uno se protege a uno mismo.

“¿Y cómo al protegerse uno mismo, protege a los demás? Por la práctica repetida y frecuente de la meditación (asevanaya bhavanaya bahulikammena).

“¿Y cómo uno, al proteger a otros, se protege a uno mismo? Por medio de la paciencia e indulgencia, por medio de una vida sin violencia y sin daño, por medio de la benevolencia y de la compasión.”

Este Sutta pertenece al número considerable de enseñanzas importantes y eminentemente prácticas del Buda, que todavía permanecen escondidas como tesoros enterrados, desconocidos y sin uso. Aún así, este texto tiene un importante mensaje para nosotros, y el hecho de que esté impreso el sello real de satipaååhàna le da un llamado adicional a nuestra atención.

El Individuo y la sociedad

El Sutta trata la relación entre nosotros mismos y nuestros congéneres, entre el individuo y la sociedad. Suma, de una manera sucinta, la actitud budista ante los problemas de la ética individual y social, del egoísmo y el altruismo. El fondo está contenido en dos oraciones concisas:

“Protegiéndose uno mismo, se protege a otros.”

(Attanam rakkhanto param rakkhati)

“Protegiendo a otros, uno se protege a uno mismo.” (Param rakkhanto attanam rakkhati.)

Estas dos aseveraciones son complementarias y no deben tomarse o citarse separadamente. Actual-mente, cuando el servicio social es tan importante, las personas pueden sucumbir a la tentación de apoyar sus ideas citando únicamente la segunda oración. Pero cualquier cita parcial de esta idea no representa-ría el punto de vista total del Buda. Hay que recordar que en nuestra historia el Buda aprobó expresamente las palabras del aprendiz, que uno tiene que vigilar cuidadosamente los propios pasos si desea proteger a otros de un daño. Aquél que está hundido en el barro no puede ayudar a otros para que salgan de ahí, en ese sentido, la auto-protección forma la base indispensable de la protección y la ayuda ofrecida a los otros. Pero la auto-protección no es una protec-ción egoísta. Es auto-control y auto-desarrollo ético y espiritual.

Hay algunas grandes verdades que son tan amplias y profundas que podría parecer que tienen un límite de importancia siempre en expansión que crece con el propio límite de comprensión y de práctica de ellas. Dichas verdades son aplicables en varios niveles de entendimiento, y son válidas en varios contextos de nuestra vida. Después de alcanzar el primero o segundo nivel, uno se sorprenderá de que se desplieguen ante nuestro entendimiento, una y otra vez, nuevas perspectivas, iluminadas por la misma verdad. Esto también opera para las grandes verdades gemelas de nuestro texto, mismas que consideraremos ahora detalladamente.

“Al protegerse uno mismo, uno protege a los demás” -la verdad de esta aseveración principia en un nivel muy simple y práctico. Este nivel material inicial de la verdad es tan evidente que no necesitamos decir mas que unas pocas palabras al respecto. Es obvio que la protección de nuestra propia salud alcanzará a lograr la protección de la salud de otros en nuestro medio ambiente, especialmente cuando se involucran enfermedades contagiosas. La precaución y circuns-pección en todos nuestros actos y movimientos protegerá a otros del daño que puede resultar de nuestra negligencia y falta de cuidado. Al manejar cuidadosamente, abstenernos del alcohol, tener auto-control en situaciones que pueden llevar a la violen-cia-en todos estos casos y de muchas otras maneras-protegeremos a otros, protegiéndonos a nosotros mismos.

El Nivel Ético

Llegamos ahora al nivel ético de esa verdad. La auto-protección moral salvaguardará a otros, individuos y sociedad, contra nuestras propias pasio-nes e impulsos egoístas sin control. Si permitimos que las “tres raíces” del mal – avidez, odio e ignorancia-se afirmen en nuestros corazones, entonces sus brotes se esparcirán extensamente como una enredadera de la jungla, sofocando todo crecimiento saludable y noble de los alrededores. Pero si nos protegemos nosotros mismos contra estas tres raíces, nuestros congéneres también estarán a salvo. Estarán a salvo de nuestra imprudente avidez de posesiones y poder, de nuestra lujuria y sensualidad incontenibles, de nuestra envidia y nuestros celos; a salvo de las consecuencias destructivas de nuestro odio y desamor que pueden ser destructivos o hasta criminales; a salvo de los estallidos de nuestra ira y de la atmósfera de antagonismo y conflicto resultante, que pueden hacer que sus vidas se vuelvan insoportables.

Los efectos dañinos de nuestra avidez y nuestro odio por otros no están limitados a los momentos en que ellos se vuelven objetos pasivos o víctimas de nuestro odio, o cuando sus posesiones llegan a ser el objeto de ella. Tanto la avidez como el odio tienen un poder infeccioso que multiplica ampliamente sus efectos dañinos. Si nosotros mismos no pensamos en otra cosa que no sea desear y asir, adquirir y poseer, retener y apegarse, entonces haremos surgir o bien fortaleceremos estos instintos de posesión en los otros. Nuestra conducta negativa puede llegar a ser la conducta normal de quienes nos rodean – ya sea nuestros niños, nuestros amigos, nuestros colegas. Nuestra propia conducta puede inducir a otros a unírsenos en la satisfacción común de deseos rapaces; o podemos hacer surgir en ellos sentimientos de resentimiento y competitividad. Si estamos llenos de sensualidad, también podemos avivar en ellos el fuego de la lujuria. Nuestro propio odio puede provocar en ellos el odio y la venganza; también podmos aliarnos con otros o instigarlos a efectuar actos comunes de odio y enemistad. La avidez y el odio son, verdaderamente, como enfermedades contagiosas. Si nos protegemos a nosotros mismos contra estas infecciones malignas, protegeremos, hasta cierto punto, a los demás.

Protección a través de la Sabiduría

Con respecto a la tercera raíz del mal, sabemos muy bien cuánto daño puede hacerse a otros con el engaño o la ignorancia, a través de la estupidez, del descuido, de los prejuicios, de las ilusiones y el engaño de una sola persona.

Sin sabiduría y sin conocimiento, los intentos de protegerse a uno mismo y a los demás fallarán generalmente. Uno verá el peligro sólo cuando ya es demasiado tarde, y no se tomarán precauciones para el futuro; uno no conocerá los medios acertados y efectivos de protección y ayuda. Por lo tanto, la auto protección a través de la sabiduría y el conocimiento es de capital importancia. Al adquirir la sabiduría y conocimiento verdaderos, protegeremos a otros de las consecuencias dañinas de nuestra propia ignorancia, prejuicios, fanatismo y engaño infecciosos. La historia nos muestra los grandes y destructivos engaños masivos, que han sido encendidos frecuentemente por sólo un individuo o un pequeño número de personas. La auto-protección a través de la sabiduría y el conocimiento protegerá a otros del efecto pernicioso de tales influencias.

Brevemente, hemos indicado la manera en que nuestra vida privada puede tener un fuerte impacto en las vidas de otros. Si cada uno de nosotros deja sin resolver las fuentes reales o potenciales del mal social dentro de nosotros mismos, nuestra actividad social externa será fútil o notoriamente incompleta. Por lo tanto, si nos mueve un espíritu de responsabilidad social, no debemos eludir la difícil tarea del auto-desarrollo moral y espiritual. La preocupación respecto a las actitudes sociales no debe representar una excusa o un medio de escape del principal deber, limpiar primero nuestra propia casa.

Por otra parte, aquella persona que se ha dedicado encarecidamente a sí mismo para el auto-mejoramiento y auto-desarrollo espiritual será una fuerza potente y activa a favor del bien en el mundo, aunque no se comprometiera en cualquier servicio social externo. Su silencioso ejemplo por sí solo proporcionará ayuda y aliento a muchas personas, al mostrarles que los ideales de una vida sin egoísmo y sin daño pueden ser vividos realmente y que no son sólo temas de predicación.

El Nivel Meditativo

Continuemos ahora con el siguiente nivel superior en la interpretación de nuestro texto. Se expresa en la siguientes palabras del Sutta: “¿Y cómo es que, protegiéndose uno, se pueda proteger a otros? Por la práctica repetida y frecuente de la meditación”. La auto-protección moral carecerá de estabilidad mientras que permanezca como una disciplina rígida reforzada después de una lucha de motivos contra hábitos conflictivos de pensamiento y conducta. Los deseos apasionados y las tendencias egoístas pueden alcanzar mayor intensidad si uno trata de silenciarlos por medio de una determinante fuerza de voluntad. Aún si uno logra el éxito temporalmente en cuanto a la supresión de impulsos pasionales o egoístas, el conflicto interior que no ha sido resuelto impedirá el progreso moral y espiritual propio y desviará al propio carácter del camino recto. Es más, la desarmonía interior provocada por una supresión forzada de los impulsos buscará una salida en la conducta externa. Puede hacer que el individuo se vuelva irritable, resentido, dominante y agresivo en su relación con otros. Así es que el hecho de utilizar un método equivocado de auto-protección puede hacer que el daño afecte a uno mismo o a otros. Sólo cuando la auto-protección moral a uno mismo ha llegado ser una función espontánea, cuando se torna tan natural como el reflejo del párpado al cerrarse para proteger del polvo al ojo -sólo entonces nuestra estatura moral proporcionará realmente protección y seguridad efectivas tanto para nosotros mismos como para los demás. Esta naturalidad de la conducta moral no nos llega como un don del cielo. Tiene que ser adquirida por medio de la práctica repetida y del cultivo. Por lo tanto, nuestro Sutta dice que es por medio de la práctica repetida que llega a nosotros la auto-protección, volviéndose suficientemente fuerte como para proteger también a los demás.

Pero si la práctica repetida del bien tiene lugar únicamente en los niveles prácticos, emocionales e intelectuales, sus raíces no estarán firmes y con la suficiente profundidad. Dicha práctica repetida debe extenderse también al nivel del cultivo meditativo. Por medio de la meditación, los motivos prácticos, emocionales e intelectuales de la auto-protección moral y espiritual llegarán a ser nuestra propiedad personal que no podrá perderse nuevamente con facilidad. Por lo tanto, nuestro Sutta habla aquí de bhavana, el desarrollo meditativo de la mente en su sentido más amplio. Esta es la forma más elevada de protección que el mundo puede conferir. Aquél que ha desarrollado su mente por medio de la meditación vive en paz consigo mismo y con el mundo. De él no provendrá ningún daño o violencia. La paz y la pureza que irradia tendrán un poder de levantamiento y será una bendición para el mundo. Será un factor positivo en la sociedad, aún si vive en reclusión y silencio. Cuando el entendimiento y el reconocimiento del valor social de una vida meditativa cese en una nación, será uno de los primeros síntomas de deterioro espiritual.

Protección de Otros

Ahora debemos considerar la segunda parte de la declaración del Buda, un complemento necesario para la primera: “Protegiendo a otros uno se protege a uno mismo, ¿Y cómo? Por la paciencia y la tolerancia, por medio de una vida sin violencia y sin daño, por la benevolencia y la compasión (khantiya avihimsaya mettataya anuddayataya).”

Aquél cuya relación con sus congéneres está gobernada por estos principios se protegerá a si mismo mejor de lo que podría hacerlo con fuerza física o con cualquier arma poderosa. Aquél que es paciente y tolerante evitará conflictos y querellas, y se hará amigo de aquéllos a los que les ha mostrado una comprensión paciente. Aquél que no recurre a la fuerza o a la coerción raramente llegará a ser, bajo condiciones normales, un objeto de violencia, ya que no provoca la violencia de los otros. Y si debiera enfrentar la violencia, la llevará a un rápido fin, ya que no perpetuará la hostilidad a través de la venganza. Aquél que tiene amor y compasión para todos los seres, y que está libre de enemistad, combatirá la voluntad-enfermiza de los otros y desarmará a los violentos y brutales. Un corazón compasivo es el refugio de todo el mundo.

Ahora entenderemos mejor cómo armonizan aquellas dos afirmaciones complementarias de nuestro texto. La auto-protección es la base indispensable. Pero la auto-protección verdadera es posible únicamente si no genera conflicto con la protección de otros; porque alguien que busca la auto-protección a expensas de otros se corromperá a si mismo, además de ponerse en situaciones de peligro. Por otra parte, la protección de otros no debe crear conflicto con los cuatro principios de paciencia, no-violencia, benevolencia y compasión; también debe evitar interferir con su libre desarrollo espiritual como es el caso de varias doctrinas totalitarias. Por ende, la concepción budista de auto-protección excluye todo egoísmo, y en la protección de los otros, no hay lugar para la violencia y la interferencia.

La auto-protección y la protección de otros corresponden a las virtudes gemelas del budismo, sabiduría y compasión. La protección correcta es la expresión de sabiduría, la protección correcta de los otros, la expresión de la compasión. Sabiduría y compasión, siendo los elementos principales del Bodhi o Iluminación, han encontrado su más alta perfección en el Totalmente Iluminado, el Buda. La insistencia de su desarrollo armonioso es un rasgo característico de todo el Dhamma. Las encontramos en los estados sublimes (brahmavihara), en donde la ecuanimidad corresponde a la sabiduría y a la auto-protección, mientras que la benevolencia, la compasión y el gozo altruista corresponden a la compasión y a la protección de los otros.

Estos dos grandes principios de auto-protección y protección de los otros son de igual importancia tanto para la ética individual como la social y los lleva a ambos a la armonía. Sin embargo, su impacto benéfico no se detiene en el nivel ético, sino que lleva al individuo en ascensión hasta la más alta realización del Dhamma, mientras que al mismo tiempo proporciona un firme cimiento para el bienestar de la sociedad.

A criterio del autor, con respecto al entendimiento de esos dos grandes principios de auto-protección y protección a los otros, como manifestación de las virtudes gemelas de sabiduría y compasión, es de vital importancia para la educación budista, ya sea de jóvenes y viejos. Dichos principios son las piedras angulares de la construcción del carácter y merecen un lugar central en el empeño mundial para revivir el budismo.

“Yo protegeré a los otros” -así que deberemos establecer nuestra atención, y guiados por ella, dedicarnos a la práctica de la meditación, para el bien de nuestra propia liberación.

“Yo protegeré a los otros” -así que deberemos establecer nuestra atención, y guiados por ella, regular nuestra conducta por medio de la paciencia, de nuestra inocuidad, benevolencia y compasión, para el bien y felicidad de muchos.

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* Nyanaponika Thera. Traducción al español por Gloria Ávila. Reproducción española con permiso de la Buddhist Publication Society (Sri Lanka). Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. ©CMBT 1999. Última revisión lunes, 13 de marzo de 2000. Fondo Dhamma Dana.