MIGUEL LEÓN-PORTILLA

MIGUEL LEÓN-PORTILLA

Nació en México, D.F., el 22 de febrero de 1926. Ingresó en El Colegio Nacional el 23 de marzo de 1971. Premio Nacional de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía (1981); Premio Elías Sourasky. La historia y los historiadores en el México Antiguo (discurso de ingreso). Memoria, tomo VII, número 2. 1971 pp. 147-164

Nació el 22 de febrero de 1926 en la ciudad de México. Cursó sus primeros estudios en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y en la ciudad de Los Ángeles, California. En esta última ciudad, obtuvo el título de Master of Arts, con la mención Summa cum Laude. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México se doctoró en Filosofía, bajo la guía del padre Garibay, con la tesis titulada La Filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Esta publicación que apareció revisada en 1959, ha sido traducida al ruso, al inglés, al francés y al alemán. Otros libros suyos son Los antiguos mexicanos, La visión de los vencidos (traducida a quince idiomas) y Literaturas indígenas de México.

Ha sido profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde 1957. Director del Instituto de Investigaciones Históricas, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, y actualmente es investigador del Instituto de Investigaciones Históricas, con antigüedad desde 1957. Ha dado conferencias en las principales universidades del país, de Estados Unidos, de Europa, de Asia y de América Latina y pertenece, como consejero, al Instituto de Civilizaciones Diferentes de Bruselas, Bélgica; a la Sociedad de Americanistas con sede en París Francia, a la American Anthropological Association, a la Sociedad Mexicana de Antropología, a la Academia de la Investigación Científica, a la Academia de la Historia, a la Academia Mexicana de la Lengua, a la American Historical Association, la National Academy of Sciences y a otras instituciones culturales de México y el extranjero. Sobresalen entre las distinciones que ha recibido: El Premio Elías Sourasky, El Premio Nacional de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía 1981, El Premio Universidad Nacional 1994, Cronista de la ciudad de México 1974, el ser Consejero de Cahiers du Monde Hispanique et LusoBrésilien de la Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia; Asesor de la revista California History, de la Sociedad de Historia de San Francisco, California; el ser catedrático distinguido en la Universidad de Alberta, Canadá; Coordinador de la Comisión Nacional del V Centenario 1492-1992. En El Colegio Nacional desde el 23 de marzo de 1971.

Un comentario

  • Crow

    El doctor León-Portilla

    Miguel León-Portilla no ha dejado resquicio sin abordar dentro de la cultura de aquel universo. Por ello es dable afirmar que, quien quiera y donde quiera que escriba sobre el mundo náhuatl, es deudor de este Tlamatimine actual.
    La palabra Toltécatl vino a significar en lengua náhuatl lo mismo que “artista”…
    y hay incluso un texto en el cual, en forma general, se describe la figura del artista,
    refiriéndose precisamente a él como un toltécatl…
    Miguel León-Portilla

    Pretender abarcar la vastísima bibliografía de este historiador es una tarea que incuestionablemente rebasa a los más asiduos estudiosos del México antiguo, ya que Miguel León-Portilla no ha dejado resquicio sin abordar dentro de la cultura de aquel universo. Por ello es dable afirmar que, quien quiera y donde quiera que escriba sobre el mundo náhuatl, es deudor de este Tlamatimine actual. Autor clásico que, como tal, siempre se está formando y que no deja de ahondar en el universo amplio y undívago de la filosofía y la cultura náhuatl, la Toltecayótl, es decir, el conjunto de las artes y los ideales de los toltecas. Sin embargo es posible, dentro de los territorios escriturales de este historiador, acceder a textos esenciales en las varias disciplinas en las que ha profundizado. Escritos provenientes del sabio análisis que ha logrado mediante una amplia documentación originaria de aquellas cosmogonías. Así, Miguel León-Portilla, gracias a su alma ágil, móvil, ávida, a la facilidad de aproximación que le da el conocimiento de las lenguas de tan pretéritos pueblos, y a una especie de convivencia espiritual que singularmente ha establecido con esas épocas, ha escuchado las voces, las risas y los llantos de quienes en un profundo saber fueron autores de grandiosas arquitecturas, elocuentes pinturas y toda suerte de esculturas. Creadores de un simbolismo que bien pudiera parecer lejano e inalcanzable, y que hoy se torna de algún modo comprensible mediante el devoto quehacer de quien ha querido desentrañarlo todo, para devolverlo en estudios en los que se advierte la sencillez, la dificilísima sencillez que es una cuestión de genio y de método.

    Dentro de ese afán de poner aquel pasado al alcance del estudioso de ahora, de aproximarnos a aquella conciencia englobadora de conceptos y modos de existir de los nahuas, ocupa un sitio primordial La filosofía náhuatl, libro meridiano que se ha traducido a varios idiomas. Fuente que por su alcance y profundidad, al lado de otros estudios de envergadura, tales como El arte precolombino de México y de la América Central de Salvador Toscano, así como Coatlicue. Estética del arte indígena de México, de Justino Fernández, permite la aproximación a la esencia de aquellas sensibilidades.

    De ahí que resulte oportuno recordar brevemente ciertos fragmentos referidos a una estética, que en algunos de sus aspectos se manifiesta actual. Esos principios que Miguel León-Portilla recoge en La filosofía náhuatl, primordialmente, y en Siete ensayos de cultura náhuatl, en los que el escritor selecciona de aquella antigua historia oral, los textos que podríamos designar como una declaración de los deberes de los artistas. Y en cuanto al arte, la revelación del mismo a través de los pasos de esos grupos, que de nómadas lograron alcanzar una madurez cultural notable.

    A Miguel León-Portilla para esas ediciones le prestan autoridad y le aconsejan con sus caudales de información los indígenas cuestionados por Sahagún, y gracias a ello, él nos devuelve aquella dimensión histórica, lírica, que le es entrañablemente honda y humana para explicarnos lo que ahora resulta un lugar común, y que sorprende venturosamente, pues para el México Antiguo también el arte fue meditación, recogimiento y sinceridad, y de igual manera sus artistas fueron seres predestinados, aún más, se plegaron a normas y aproximaciones a su quehacer, a las que debían atender:

    Toltécatl: el artista, discípulo, abundante,
    múltiple, inquieto.
    El verdadero artista: capaz, se adiestra,
    es hábil;
    dialoga con su corazón, encuentra las
    cosas con su mente.

    El verdadero artista todo lo saca
    de su corazón;
    obra con deleite, hace las cosas con calma,
    con tiento,
    obra como tolteca, compone cosas, obra
    hábilmente, crea;
    arregla las cosas, las hace atildadas,
    hace que se ajusten.

    Por lo que hace a la predestinación, se afirma:

    El que nacía en esas fechas (Ce Xóchitl: Uno
    flor…),
    fuese noble puro o plebeyo,
    llegaba a ser amante del canto, divertidor,
    comediante, artista.
    Tomaba esto en cuenta, merecía
    su bienestar y su dicha,
    vivía alegremente, estaba contento.
    en tanto que tomaba en cuenta su destino,
    o sea, en tanto que se amonestaba a sí
    mismo, y se hacía digno de ello.

    Indicaciones y augurios que Miguel León-Portilla resume al decir: “que para los sabios nahuas la única manera de decir palabras verdaderas en la Tierra era encontrando ‘la flor y el canto de las cosas’, o sea el simbolismo que se expresa por el arte”.