María Sabina: Un ícono del chamanismo y de la farmacopea latinoamericana

María Sabina: Un ícono del chamanismo y de la farmacopea latinoamericana

—Por Carlos Midence—

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cmidenceni@yahoo.com

María Sabina, cuyo verdadero nombre es María Magdalena Sabina García, nació en Huatla de Jiménez (Oaxaca, México) en 1898 y muere en 1985. Esta mujer ha entrado a la historia de la religión y de la farmacopea latinoamericana y mundial debido al manejo y a la sabiduría que acumuló y, que supo aprovechar como parte de la herencia chamánica de sus antepasados mazatecos.

Sabina es un símbolo del chamanismo (una de las religiones alternativas en América Latina junto a la santería cubana, el candombé en Brasil y el vudú en Haití y Jamaica). El ser una chamán le otorga también el rango de sacerdotisa y a la vez de sabia: chamán significa el que conoce. Su función dentro de la comunidad es doble: religiosa y médica.

Es decir, no sólo posee el poder de sanar, sino el de asistir una serie de ritos religiosos y por tal razón se vuelve una suerte de guía, muchas veces en lo que refiere a asuntos astronómicos que a la postre se vinculan al aspecto de las cosechas (economía). De ahí que se diga que en el caso concreto de Sabina era algo más que una chamán, era una figura sintomática que interpelaba por los habitantes de su comunidad ante su itinerario.

ELEMENTOS DEL CATOLICISMO Y DE LA AUTOCTONÍA INDÍGENA

En las acciones de Sabina se lleva a cabo un sincretismo en el que se pueden entresacar elementos del catolicismo y de la autoctonía indígena. Esto le confiere una importancia única en cuanto a la tolerancia de culturas: crea un espacio y un discurso en el que se imbrican las dos cosmovisiones. Ella usaba elementos como el San Martín de Porres, la virgen de Guadalupe en compañía de las yerbas, la parafernalia chamánica ancestral y la invocación de los espíritus.

Esta era una práctica antigua entre los mazatecos (su cultura de origen). Estos son descendientes de los olmecas. Luego fueron relegados y a su vez absorbidos por los mexicas. Se autodenominan ha shuta enima, que en su lengua quiere decir «los que trabajamos el monte, humildes, gente de costumbre».

Es este el inicio de los conocimientos de María Sabina, los que vienen de una condición, de una sociedad y de una costumbre milenaria, en la que los hongos y las yerbas ejercían una especie de actividad psico y socio activa en cuanto a la interacción con los individuos.

Fue tanta la repercusión del conocimiento y del manejo de este saber tradicional, que María Sabina fue visitada por una serie de antropólogos, etnólogos, escritores, filósofos y científicos tanto para tratar de entender su sistema de clasificación y, de entendimiento en lo que refiere a las funciones de los hongos y de las diversas plantas que crecen en la sierra mazateca. Entre estos autores se cuenta a gente como Camilo José Cela, Robert Graves, Juan García Carmena y el científico de la universidad de Harvard Timothy Leary, entre otros.

Es por ello que de su vida y de su saber se han escrito una buena cantidad de libros como el que lleva por título «La otra vida de María Sabina» de García Carmena o el de Fernández Benítez «Los hongos alucinantes» o bien obras de teatro como la de Camilo José Cela, incluso se han filmado hasta películas sobre su vida y se han promocionado canciones como la del famoso grupo de rock mejicano «El Tri», entre otras cosas.

Otra de las importancias de María Sabina es que en su modelo también se da una especie de fusión del saber, de la cultura y de la religión popular con el conocimiento científico sistematizado. Es decir, hay en su narración una complementariedad de ambas condiciones: saber teórico «escriturario» (aunque ella no escribiera nada) y saber oral tradicional. En este sentido es que gente como Thomas Kuhn ha dicho que a esto se le denomina Revoluciones Científicas, todo debido al acumulamiento, que es al final lo que conjuga y de lo que se vale Sabina para crear su andamiaje tanto chamánico- religioso y por extensión médico-curativo.

ENFERMEDADES ESTÁN EN EL ESPÍRITU

Además, gente como Castoriadis ha dicho que el arte o la ciencia chamánica es el antecedente inmediato y válido de narraciones científicas como el freudismo o el lacanismo. Este autor se interroga, en un claro desafío al canon científico occidental, por qué estos autores se llamaron sicoanalistas y no chamanes o nigromantes, puesto que terminan ejerciendo la misma función cada uno desde su espacio. Es así como Freud realizaba experimentos de hipnotismo a base de cocaína y Sabina lo hacía con hongos, dos posiciones tras un mismo fin. Ambos, tanto Freud como Sabina (en nombre del chamanismo), sabían que gran parte de las enfermedades están en la mente, en el espíritu.

De ahí la trascendencia del aporte de Sabina, puesto que ella logra una sistematización al nivel de los datos sensibles y una variación de lo que los científicos llaman el principio de la causalidad. Es decir, cuando plantea la unión de lo práctico (curación) con lo teórico (clasificación de los niveles, atributos y órdenes de los hongos y de las plantas), está planteando un patrón especulativo como método de sistematización, como bien afirmaría Paul Feyerabend.

Es decir, que esta mujer fue capaz de crear todo un sistema de reconocimiento alrededor de los hongos (mis niños como ella les llamaba) y luego aplicarlo, conservarlo dentro de patrones que permanecen a la orilla de ambos saberes: el científico (debido a las formas de reconocimiento) y el tradicional (debido a la ausencia de método sistémico). María Sabina representa, desde su narración cultural, milenaria, un modo distinto de entender o de aproximación a los problemas que debe resolver el conocimiento, la episteme como diría Foucault, es decir, que su narración es una forma muchas veces más práctica y resolutiva que la del propio Occidente «civilizado».

Catedrático de UNICIT/UNI/UCA