Los indígenas wichi inician el primer proyecto turístico de intercambio cultural

Los indígenas wichi inician el primer proyecto turístico de intercambio cultural

Aborígenes de la etnia wichi, pueblo autóctono del noroeste argentino, estructuran un proyecto tendiente a que viajeros puedan convivir con ellos una semana, aprendiendo sobre su realidad y vivencias.

La comunidad wichi iniciadora es la del El Algarrobal, un paraje ubicado en pleno monte chaqueño, en la provincia de Salta, con una propuesta para aventureros no solo locales sino extranjeros dispuestos a cruzar el puente hacia una cultura muy lejana de la urbana.

Roberto Díaz, presidente de Kaitus, la asociación que formó la comunidad, habla de la existencia del paquete turístico, el cual se encuentra muy distanciado de excursiones programadas por las agencias de turismo.

La oferta de los wichis que tiene un costo de unos 100 euros incluye el viaje de ida y vuelta en autobús desde Buenos Aires, la estancia en una tienda de campaña, asi como el guía y pensión completa con los platos típicos de la comunidad.

Durante una semana completa, los turistas aventureros convivirán con los wichis, debiéndose interrelacionar con un pueblo que vive de la caza, la pesca y la recolección de frutos, teniendo la posibilidad de ingresar a sus mitos y secretos, su habitat, entorno, sus costumbres y valores.

En las excursiones programadas, visitarán el monte, pescarán en el río Bermejo y asistirán a representaciones teatrales, para lograr una comprensión mayor de sus vidas y cultura.

Originarios de la región del Gran Chaco (norte de Argentina), los wichis creen que están en este mundo desde su creación, mediante diversas formas naturales, como las aves, lo cual les permitió resistir los sucesivos cataclismos.

El Algarrobal fue fundado hace más de un siglo como una colonia por misioneros británicos que abandonaron el lugar en 1982 a causa de la guerra entre Argentina y el Reino Unido por las islas Malvinas.

Esas tierras son ahora propiedad «reconocida por el Estado» de los wichis, también conocidos como matacos, una etnia formada por unos 20.000 aborígenes, que viven en chozas con forma de cúpula, llamadas «huet» o «lewet», con techos de barro y paredes construidas con ramas.

Muchos de ellos son apreciados artesanos que trabajan con exquisitez tallas de madera y piezas de alfarería.

Si el “buen monte” es generoso, turistas y wichis comerán una de las piezas favoritas de este pueblo, la corzuela, una especie de ciervo pequeño.

Pero si la caza no es fructífera, o la pesca del surubí, dorado o pacú falla, aún está la sopa wichi, un plato similar a un puchero de verduras y carne, o el «frangollo», realizado con granos de maíz. La comida siempre es acompañada con un espirituoso vaso de “aloja”, una bebida fuerte, a base de frutos molidos y fermentados de algarrobo.