LA RUTA SAGRADA. JUAN G. ATIENZA

Si recapitulamos los primeros indicios de transformación que nos plantea el Camino, veremos que pueden resumirse en la siguiente estructura:
a) EL CAMINO CONSTITUYE UN ITINERARIO SAGRADO HACIA MITOS QUE NOS DAN CUENTA DE UN ARCAICO CENTRO DEL MUNDO, DONDE QUEDARON SUPUESTAMENTE IMPLANTADAS UNAS CLAVES FUNDAMENTALES DEL CONOCIMIENTO TRASCENDENTE.
b) EL CAMINO SE CONCIBIÓ COMO UNA VÍA DOLOROSA QUE SERVIRÍA EN PRIMERA INSTANCIA PARA REFORZAR LA VOLUNTAD DE SABER DEL PEREGRINO, PONIENDO A PRUEBA SU CAPACIDAD PARA SUPERAR LOS SUFRIMIENTOS Y PROPICIANDO SU VICTORIA SOBRE SUS PROPIOS CONDICIONAMIENTOS FÍSICOS, MENTALES Y ESPIRITUALES.
Paralelamente, el Camino se fue poblando de una serie indefinida de claves que surgían a modo de enigmas existenciales, como la Esfinge le surgió a Edipo, tensando constantemente el máximo de la capacidad de percepción del peregrino y preparándole para aquel encuentro que tendría lugar al final de la Ruta.
Los signos del Camino son consustanciales a la andadura del peregrino y surgen como estímulos dirigidos a las raíces mismas de su conciencia. Pero ni creo que se haya hecho nunca una aclaración sistemática de sus significados, ni pienso que sea conveniente hacerla, puesto que la misión primordial de los signos es la de llamar la atención de quienes se percaten de su presencia, y nunca la de aquellos que carezcan del propósito de encontrarlos. Se trata, pues, de una conmoción interior que ha de ser personal e intransferible, ya que el programa simbólico de la Ruta es fundamentalmente esotérico, de acción interior, de asunción singular de verdades universales, que son tales en tanto que quien las percibe se apropia de ellas. Esa asunción no tiene nada que ver con una curiosidad estética ante los monumentos del Camino, sino con la intención íntima de cada caminante, fuera el cantero que recorría la ruta en busca de enseñanzas que convirtieran su oficio en sagrado, fuera el alquimista que leía en portadas y capiteles como en los libros mudos los secretos de la transmutación de la materia, fuera el astrólogo que se pateaba el Camino de las Estrellas hasta su meta en la constelación del Can Mayor, en busca del maridaje del Sol con la Luna y la Tierra, fuera, en fin, el penitente que intuía que el perdón de sus pecados estaba en desterrar de su alma el demonio de la ignorancia.
Si creo, en cambio, que podríamos esbozar una clasificación primera en la que deberían apuntarse las distintas categorías de signos con los que el peregrino tendrá que tropezarse. Y, aunque no se trate de desvelarlos uno a uno ni de programarlos en la mente del buscador, si cabe que estas páginas puedan servir para reconocer el Camino -no conocerlo, que esa es cuestión harto banal y erudita- y para mostrarle al caminante los estantes en los que podrá indagar sus apetencias a la hora de integrarse en la última realidad de la Ruta. Sería, pues, como la labor callada de los antiguos sirvientes que, sin entrar en la intimidad del amo, ponían en los armarios y en los cajones los carteles que facilitaban la labor de encontrar las prendas que podían necesitarse en cada ocasión. Reconozco que esta clasificación que voy a proponer no es ni única ni completa. Es solamente la mía, y cualquiera puede complementarla, porque es susceptible de someterse a cambios y a apreciaciones personales, o a circunstancias que pueden ser alteradas por el tiempo.
SIGNOS DE MUERTE Y RESURRECCIÓN
Aparecen en los monumentos o en tramos contiguos del Camino, dando cuenta de unas circunstancias que propician el abandono de ciertos esquemas vitales y la asunción de otros que, al sustituir a los primeros, enriquecerán al espíritu. Suelen basarse en temas bíblicos y evangélicos, pero el mensaje inmediato se universaliza por la lectura de ciertas imágenes que se interponen entre los signos indicadores de vida y muerte. Todo el Camino resume este concepto capital, indicándole al peregrino que tendrá que morir (simbólicamente) para renacer victorioso a una nueva vida, la cual le permitirá percibir la realidad que antes le estaba vedada.
SIGNOS DE IDENTIFICACIÓN DE LOS OPUESTOS
Son los más abundantes, hasta el punto de constituir paradigmas estéticos concebidos en función de la simetría decorativa. Sin embargo, las apariciones circunstanciales de dióscuros tradicionales, como Cástor y Polux, Caín y Abel, Santiago y san Juan, Rómulo y Remo y tantos otros, son una clara llamada de atención sobre la profunda identidad de lo que sólo una percepción incorrecta del entorno hace que se nos aparezcan como contrarios o distintos.
SIGNOS DE SECRETOS ADVERTIDOS
Seres sin boca, dedos indicando silencio, rostros tapados, toponimias espinosas que llaman a la rosa, a la ortiga y a la corona de Cristo, son señales de enclaves que guardan un secreto que, de ser penetrado, debe guardarse celosamente. A menudo se trata de advertencias dirigidas a colectivos que basaban su actividad en el conocimiento esotérico: constructores, herreros, monjes de las órdenes militares. La llamada al secreto no es, sin embargo, señal de una asociación ocultista, sino advertencia de una enseñanza intransferible y estrictamente personal.
SIGNOS DE ESOTERISMO CRISTIANO
Ciertas deliberadas alteraciones cronológicas de determinados acontecimientos evangélicos en un programa claustral o en las figuras de un pórtico puede darnos una lectura distinta del mensaje. Por desgracia, restauraciones recientes trataron de ‘mejorar’ supuestos errores y destruyeron la segunda lectura de aquellos documentos, en los que no se trataba de informar, sino de comunicar. Entre los que subsisten, hay que hacer abstracción de la historia concreta que pretenden describir y buscar en sus estructuras y en los cambios resaltados la recuperación de una idea primigenia, desfigurada por la revelación ortodoxa. Eventualmente, las imágenes cristianas se combinan con otras paganas, dando testimonio de la raíz universal de un determinado mensaje.
SIGNOS DE RECONOCIMIENTO COMPAÑERIL
Se suelen designar como marcas de cantero y, por lo general, son interpretados erróneamente como testimonios de la labor diaria, aunque la naturaleza específica de muchas de estas señales y la dificultad misma del trabajo de grabarlas reafirman una intención que sólo los que la realizaban podían conocer en su integridad. Al abordar su estudio conviene tomar en cuenta su identificación iconológica, pero sobre todo la naturaleza específica del monumento en el que se grabaron y el lugar que el monumento ocupa dentro del contexto del Camino.
SIGNOS DE PRUEBAS A SUPERAR
Las pruebas iniciáticas forman parte de la integración de nuevos miembros al colectivo. Suponen, como la muerte, el abandono del estado vital anterior. Por eso las encontramos en el monasterio, en los gremios operativos y en las sociedades restringidas. Suelen reconocerse en secuencias iconológicas, descritas a menudo como martirios superados por el santo mártir de turno. Aluden muy frecuentemente a santos, ascetas, y patronos gremiales, eventualmente, la secuencia de las imágenes da cuenta cabal de los pasos requeridos para las particulares iniciaciones.
MAGNITUDES Y DISTANCIAS
Aquí interviene a menudo el esfuerzo del buscador, porque el mensaje se escamotea mediante elementos abstractos en los que interviene el número, la configuración geométrica y las operaciones matemáticas. También en estos casos, la intervención de los reconstructores actuales, al trasladar un monumento de su emplazamiento originario, puede hacer que desaparezca el mensaje tal como fue concebido cuando se construyó.
SEÑALES DE ALERTA
Son grupos de signos sin aparente importancia en si mismos, pero que han sido colocados de tal modo que, en su conjunto, advierten sobre la proximidad del espacio sagrado que, sin ellos, podría pasar inadvertido para muchos, aunque tampoco conviene que sea divulgado entre quienes no recorran lúcidamente la Ruta. A veces, estas marcas las dejan hoy mismo quienes se han planteado recuperar el sentido originario del Camino, y consisten en simples manchas de pintura que marcan una senda a seguir o el exacto lugar por donde conviene vadear el río, al margen del puente. Son signos que exigen constante atención del peregrino y revelan enclaves que, muy a menudo, no figuran en los itinerarios al uso o que exigen que se tome una determinada actitud en su presencia.
AVISOS DE RECUPERACIÓN DE SABERES
No es insólito detectar la presencia de señales que fueron objeto de anatema por parte de las autoridades ortodoxas. Sin embargo, al margen de que recordemos que indican saberes que fueron subrepticiamente estudiados, incluso en recintos monásticos, mientras eran condenados sus practicantes laicos, conviene no olvidar que conocimientos como la alquimia y el hermetismo, la profecía y la astrología, pueden enlazar con la conciencia puramente cristiana cuando se interpretan determinados mensajes según la semántica propia del esoterismo universal, es decir, cuando el mensaje se reconvierte sobre esquemas universales desde su actitud dogmática primigenia. Es entonces cuando el conocimiento esotérico adquiere todo su sentido, si se logra despojarlo de la anécdota complementaria y se potencia su sentido tradicional, basado en la enseñanza arcana.
(…)

El Camino nos plantea un HOLOGRAMA. O, si lo preferimos, no nos plantea una materia pedagógica, sino un método para asumir una manera humana y trascendente a la vez de abordar nuestra relación plena con el Universo, con la Historia, con el Tiempo y con todos nuestros semejantes.
… El Camino no deja indiferente a nadie que lo recorra, sea cual sea el fin que le guíe, las ideas que sustente o el método que utilice para seguirlo. Pero sí hay múltiples grados de impacto; y esos grados dependerán en gran medida de la disposición que adopte cada cual al dar el primer paso.
.
.