Hablamos con Juan G. Atienza

Hablamos con Juan G. Atienza

Nacido en Valencia en 1930 y licenciado en Filología Románica. En 1977 decidió dedicarse de lleno a la investigación histórica y antropológica. Su carrera viene avalada por más de 50 libros. (Leyendas mágicas de España, Leyendas del camino de Santiago, La Ruta Sagrada, Los Santos paganos, El Legado Templario…) Juan G. Atienza es un antropólogo de lo oculto, un historiador de las voces del pueblo, un buscador de caminos, y a esta labor a dedicado más de 50 obras, con una acogida poco menos que sensata a su talento. J. G. Atienza es un hombre experto, culto, de senectud encendida, y ojos lacios y azules como de agua estancada. Atienza nos habla, con voz pausada, de su último y quizás, más comprometido libro: “El Milenio llega”, obra cumbre de este diseccionador de los monumentos caídos del milenio, que esperamos vea la luz en Marzo de este año.

J.G. Atienza, caminante apresurado de la ladera inclinada del Milenio, sintió un buen día la necesidad de pararse. Paró y recapacitó. La palabra crisis resonaba en su cabeza, y en seguida supo que obviarla no era la solución.
  “El Planeta y la Humanidad atraviesan una crisis existencial que apenas somos capaces de detectar más que en sus rasgos especialmente espectaculares y traumáticos. Nos fijamos sólo en sus manifestaciones inmediatas, en aquellas que impactan en el interés de los medios de comunicación, y pasamos por alto su repercusión callada en nuestra vida cotidiana, su función de zapa en los entresijos de una conciencia colectiva que pierde aceleradamente su capacidad de discernir entre el simulacro de progreso imparable que se nos ofrece, y la auténtica Evolución hacia la que tendríamos que tender los seres humanos si cumpliéramos con los dictados de nuestra propia naturaleza”.

El milenio ha quedado tendido en el camino como un tronco de árbol derribado y marchito. J. G. Atienza, se sienta sobre él y mira con los ojos muy abiertos al horizonte. Quizás no sea miedo, quizás tampoco intranquilidad, pero sabe que el 2000, por el bien de todos, no debe seguir la inercia de su pasado.
  “Yo no creo en el 2000 como una fecha emblemática que necesariamente tenga que significar un cambio, pero estamos en un punto de crisis tan hondo, que el 2000 puede ser un buen momento para iniciar el cambio. O, cuanto menos, para intentarlo”

Las soluciones no se compran con dinero, no están detrás de una vitrina, y ni mucho menos parecen inmediatas. El gran problema del hombre moderno, parece decir Atienza, es que le deslumbre su propia impaciencia.
  “Lo que provoca en muchos casos que no se actúe como se debería actuar ante esta situación, se debe a que la gente consciente se da cuenta de que si existe un remedio a esta crisis, no es un remedio de aquí a cinco años, sino un cambio que tendría frutos muy a largo plazo. Se necesita que desde el principio, los niños fueran educados y preparados para una vida solidaria. Y probablemente serían los hijos de esos niños los que pondrían las bases para un cambio fructífero. Por tanto, estaríamos hablando de más de 20 años de camino, y para un trayecto tan largo se necesita una responsabilización ética que no todos los adultos están dispuestos a asumir”

Estamos hablando, de un cambio silencioso, pero que necesariamente necesita ir más allá de la aportación individual, ¿no es cierto?
  “No, claro que no, la aportación individual sólo es el primer paso de una futura unión de personas convencidas, con un claro deseo de cambio, sin impaciencias, y partiendo de cero, siempre de cero . Esto es algo que yo trato de fomentar”.

De cero, de cero,.. duras palabras para el Hombre Moderno que va a ver nacer en el horizonte un nuevo milenio. ¿Qué es eso de partir de cero?
  “..Partir de cero significa renegar de todas las cosas de las que nos estamos guiando en la actualidad. La economía, la justicia, la salud, no funcionan tal como están planteadas. Y la única solución que atisbo es inculcar a la gente el sentido de la solidaridad, y es que la esencia del cambio no está en combatir, sino en buscar caminos aleatorios a través de uno mismo, y del prójimo”.

Juan G. Atienza parece mirarse con cierta tristeza las manos. El Hombre Moderno ha construido un sistema al que ahora sucumbe. Debemos reconocer que nos hemos equivocado.
  “Estamos todos demasiado pendientes de un sistema que ni siquiera está ya compuesto por personas, y que aunque fue creado por personas, ahora tiene vida propia. Podemos decir que, Las estructuras se han independizado de los hombres que las establecieron. El sistema, por tanto, está actuando con los primeros matices de lo humano, es una creación de las primeras etapas de la evolución humana. Ahora está ya obsoleto. No funciona. Se necesita un nuevo sistema para un nuevo hombre que reconoce que se ha equivocado. Estamos por tanto, ante unas estructuras que no tienen alma, y que han llegado a dominar al hombre. Si lo permitimos, no habrá solución. Yo mismo, no soy ajeno al sistema, pero conozco sus errores, y eso me hace estar absolutamente consciente de que no me estoy engañando a mí mismo. Con que la gente se de cuenta de que está en una postura errada, y que tiene posibilidad de salir de ella, aunque no salga, ya habrá dado un paso hacia delante”.

Según avanza el reloj imparable del milenio, las cadenas parecen apretar más y más fuerte las muñecas. El Hombre Moderno quiere, necesita sentirse libre.
  “El hombre libre es aquel que fuera capaz de prescindir del consumo, un hábito que nos conduce ineludiblemente hacia la desconfianza al prójimo, porque se convierte en un enemigo natural de nuestro propio progreso, entrando de lleno en el círculo vicioso de la competitividad. Este proceso desemboca en que uno termina trabajando para uno mismo, olvidando las necesidades ajenas. Por eso se muestra como necesario el comenzar por una educación global, lenta, y progresiva hasta conseguir una mayoría con iniciativa, que con su propio ejemplo pueda imponer una solución más humana a toda esta crisis”.

Las máquinas del hombre, hacen tanto ruido que ya casi no se escucha la voz de sus semejantes.
  “El hombre moderno, es un hombre que se ha quedado sin armas para crear una verdad propia. Sufrimos una falta de comunicación, y un exceso de información. Nos entregan las ideas que debemos asumir, sin permitirnos intervenir. Evitan el diálogo, creando así una verdad prefabricada, que se extiende lentamente, como un virus,… Se está perdiendo el placer de la conversación. Ya sólo nos queda la posibilidad de recibir información, y eso nos aleja de la verdad”

Pero,… donde hay espíritu hay esperanza, ¿verdad?
  ” La verdad es que queda poco tiempo, pero todavía creo en el espíritu del individuo, y sólo a través de él podremos recoger el hilo de nuestra propia esencia como seres humanos, o, mejor dicho, como personas en evolución”

El Hombre Moderno ha dicho algo que nadie ha escuchado. Porque hasta él mismo siente que esas palabras no son suyas.
  “Ahora las cosas ya no se ofrecen, porque ofrecer es algo cordial, ahora las cosas se nos ofertan, comprar, comprar, comprar. Y es que está habiendo una seria transformación del lenguaje. Los niños juegan sólo con 200 palabras. Aparte del cambio sutil que está sufriendo la significación de las palabras. Por ejemplo, parece ser que nos quieren hacer creer que vivimos en un mundo libre, donde la Libertad, en realidad, no existe, sino más bien, una libertad para, es decir, una libertad teledirigida. Por tanto, se promueve una manipulación que está implícita incluso en el propio mensaje. Si las palabras están ya viciadas, y no somos conscientes de ello, nuestras palabras nunca serán del todo propias…. La cantidad de veces que decimos lo que nunca hubiésemos querido decir, ¿verdad?”.

Las palabras de Atienza pueden parecer utópicas, pero…
  “… en realidad son utopías sólo desde el punto de vista lingüístico, porque no las puedo calificar con otra palabra, pero yo no quiero imaginarme un mundo, sino plantear los principios por los que ese mundo pueda llegar a ser posible”.

Sí, pero ¿dónde busco?, parece preguntar el Hombre Moderno.
  “Hay que partir de uno mismo. Buscarse en los demás, sin este paso previo, de nuevo estaríamos obrando con los demás como robots del sistema,… es necesaria la introspección, el buscar el camino de la evolución en uno mismo, para poder reconocer luego a simple vista, lo que hay de valioso en el prójimo. Sin duda es un proceso oscuro, doloroso, pero necesario”.

¿Y los maestros, dígame, dónde se encuentran?
  “Yo conozco mucha gente que es tremendamente válida, pero que es de la opinión de que antes de empezar cualquier camino, se hace imprescindible la figura de un maestro, de un guía que oriente tal o cual aprendizaje. Pero a mi entender, si como maestro entendemos aquel que nos enseña su propia teoría, me parece cuanto menos, un paso inútil. En realidad el problema es que el ser humano se siente necesitado de maestros, porque el estres de sus vidas no les deja tiempo, o les ha confundido sobre cuál es su verdadera evolución como ser humano, y les impide la única luz posible, que es internarse en sí mismo, y de obtener de dentro las bases y respuestas que cimentaron y han de cimentar su vida”

El próximo libro de J. G. Atienza, no es una profecía apocalíptica, ni una videncia mesiánica, sino que simplemente es un sentarse en los cascotes del viejo milenio, con los ojos perdidos en el horizonte, y pregonando, con los bolsillos llenos de razones, un empezar de cero. Un libro que cincela los perfiles de un nuevo hombre, de conciencia sosegada, que ha aprendido de sus errores, y que desea un borrón, o un enorme lavado de cara. Un buen libro, en definitiva, para los amantes del buen gusto, y cómo no, de la verdad sin tapujos.

© R.C.