La religión: ¿Qué es?

La religión: ¿Qué es?

Al parecer, etimológicamente la palabra religión procede del latín religare (volver a atar, sujetar) y éste a su vez de ligare (atar). Y así se la define tradicionalmente como un conjunto de creencias (fe) y prácticas (culto) que reúne a los hombres en torno a lo divino, lo supremo, lo sobrenatural, lo trascendente, lo místico, o lo inefable -no necesariamente lo uno lleva a lo otro-, con lo digno de veneración y adoración. Mediante ritos, sacrificios y rezos los seres humanos buscan que la Divinidad -algo o alguien- escuche y atienda sus pedidos.
Toda religión, sea simple o compleja, vieja o nueva, nos proporciona una cosmovisión, una serie de ideas sobre lo divino, el mundo y el hombre y al intentar explicar el origen y funcionamiento de la naturaleza y lo que hay más allá de ella se vale de narraciones míticas y fantásticas las cuales, por supuesto, no tienen ninguna evidencia probatoria por lo que el creyente las tiene que aceptar muchas veces como reales por fe: pues ¿cómo probar que tal o cual divinidad dio origen al mundo? ¿Cómo demostrar que este o aquel personaje es un emisario divino? ¿Cómo probar un milagro o la intervención de la providencia en los asuntos de los hombres? ¿Cómo probar la existencia de ultratumba o la reencarnación?
La religión también da a la gente pautas o modos de sentir y vivir y de relacionarse con los demás (normas morales). En ese sentido indudablemente la religión es parte de la cultura social así como de la personalidad individual, puede llegar a ser lo más preciado e íntimo de uno al proporcionarle esperanza, guía moral, sentido y metas en la vida. Por otra parte, puede producir conformismo, pasividad dependencia, mero escapismo de la realidad e incluso ser un instrumento de dominio, división, persecución y explotación (al aliarse con el poder político y económico) o simplemente un conjunto de tradiciones y costumbres que se transmiten de generación en generación.En la manifestación de su fe el creyente hace uso de acciones y objetos de carácter mágico. Piénsese si no cuando pide algo por medio de rezos u oraciones: cree que hay alguna potestad invisible y consciente que lo escucha y lo puede ayudar o cuando toca determinado objeto representativo de su fe -crucifijo, rosario, ícono, reliquias, etc.- o hace determinado gesto o exclamación -se persigna o menciona a algún ser divino- pensando que así le irá mejor en la vida y alejará la muerte.
Pero ¿es sólo eso la religión o el fenómeno religioso? ¿No es acaso algo inherente al ser humano? La religión es tan socialmente humana como también lo es el pensamiento, el lenguaje y la cultura en general (Inclusive actualmente se investiga su base neurológica: región o “módulo de Dios” en el cerebro). De seguro coadyuvó a la supervivencia de nuestra especie al encontrarse con los inevitables y destructores fenómenos de la naturaleza consolando a los seres humanos con la idea de que con la muerte no acaba todo, alentado la cooperación entre ellos y logrando así cierta estabilidad social. Como cualquier otro fenómeno humano la religión puede ser estudiada por ramas específicas de la ciencia tales como la historia, la sociología y la psicología de la religión (en el campo de las humanidades, la filosofía de la religión también se ocupa de ella y no solamente la teología de las que hay tantas como religiones hay, y dentro del cristianismo mismo existen tendencias teológicas diversas como en la filosofía). A partir del análisis de esas ciencias podemos hacer una evaluación objetiva de las diversas manifestaciones de las creencias y vivencias religiosas así como del origen y evolución en los diversos grupos que profesan alguna fe.
Pero no pocas veces se le da a la religión un sentido más amplio y por ende hasta confuso y equívoco: acentuado sentimiento o pasión por algo, exacerbada convicción (por cualquier cosa) o incluso empatía social. Sin embargo son muchas las actividades a las que les podemos dar calor y vehemencia: un deporte, un pasatiempo, la política, el arte, el trabajo, los estudios, la moral, el dinero, el sexo, etc. por un lado, y hasta algún vicio, delito o maldad, por el otro. Y claro está, podemos hallar el sentido de la vida -y la muerte- en lo que hacemos y nos gusta, y en creencias arreligiosas o filosóficas que fundamenten racional, individual y socialmente nuestro accionar ético mientras dure nuestra existencia (que indudablemente terminará algún día).