La realidad según don Juan

La realidad según don Juan

Preliminares
Aunque éste pretende ser un libro de naturaleza eminentemente práctica, en el presente apartado me propongo bosquejar a grandes rasgos la visión de la realidad que fundamenta el complejo sistema de conocimiento y acción de los guerreros y videntes de la partida del nagual, ya que considero que aunque no se plantea de esa manera en la obra es la presentación simple de lo que como observadores externos podríamos llamar «las bases teóricas» del hacer del brujo. Naturalmente, para don Juan y sus guerreros, todo esto no tiene nada de teórico porque ellos ven y viven el mundo de esa manera, mientras que el observador externo sólo puede de entrada suponerlo.
Todo esto viene al caso porque la práctica de los ejercicios y técnicas descritas en este libro, constituye según mi propia experiencia, una puerta de entrada a la vivencia directa de esa realidad aparte; y es justamente en el momento en el que nos convertimos en testigos y actores de la experiencia de la otredad por haber penetrado en las posibilidades alternativas de nuestra percepción y nuestra conciencia, que las explicaciones de don Juan cobran verdadero sentido, convirtiéndose entonces en útil herramienta para la comprensión de realidades que de otro modo podrían sumirnos en la confusión.
Dicho de otro modo, la descripción del mundo según la tradición de don Juan, tiene la función de proporcionar un soporte operativo para comprender e interactuar funcionalmente con la realidad que está más allá de la percepción ordinaria, del mismo modo que la descripción ordinaria de la realidad, aprendida desde nuestra infancia, constituye un soporte operativo para la comprensión de nuestras experiencias y la interacción en el mundo de todos los días.
De lo anterior podemos desprender que quien penetra en un mundo nuevo requiere para ser sobrio y eficiente de una visión del mundo distinta de la ordinaria y congruente con sus nuevas posibilidades vivenciales. Y esa es precisamente la razón de que, al mismo tiempo que introduce a su aprendiz en la ejecución de múltiples ejercicios pragmáticos, don Juan le proporcione también numerosas explicaciones acerca de cómo entienden la realidad los guerreros de su grupo. Y lo mismo se aplica a quienes se involucren en la vida del guerrero a través de la puesta en práctica de las posibilidades implícitas y explícitas en la obra de Castaneda. Me refiero en este caso a los lectores que estén seriamente interesados en vivenciar la magia más allá de las páginas de un libro, en el ámbito de su propio mundo.
Cabe mencionar que los aspectos que a continuación desarrollo, no constituyen en modo alguno un panorama totalizador del «pensamiento donjuanista» sino que enfatizan particularmente aquellas partes del mismo que tienen una relación más directa con el tipo de prácticas en las que hemos incursionado y que son precisamente aquéllas a las que me refiero a lo largo de la presente obra. Por otro lado pretendo referirme a los mencionados aspectos, de una manera breve y sintética, ya que requeriría de una obra aparte dedicada a este solo objetivo el abordarlas con mayor profundidad. No obstante, muchos de los temas que aquí toco someramente los desarrollo con mayor profundidad en los capítulos correspondientes, en los que serán examinados en relación a sus formas de aplicación concreta.

El origen
El origen de la visión del mundo de don Juan Matus hunde sus raíces en el misterio, aunque es evidente que tiene un sustrato multiétnico y comparte muchos de sus elementos de significación con el mundo indígena mesoamericano y en particular con el universo tolteca. Tales correlaciones se pueden rastrear en la información etno-histórica disponible de la Mesoamérica precolombina, así como en el conocimiento directo de los descendientes de la cultura tolteca, vivos en la actualidad y de los que son un ejemplo los Nahuas, Huicholes o Mayas.
Conceptos como Tonal y Nagual, el otro yo, el soñado, la tierra como ser consciente, etc., es posible encontrarlos en el uso y práctica de indígenas de nuestro tiempo, en los albores del año 2000; como lo he podido constatar durante mi convivencia con indios de ascendencia tolteca.
Por lo demás, la concepción de una realidad constituida por campos de energía que no son en absoluto como ordinariamente los percibimos, ha sido una intuición constante de la humanidad, que lo mismo encontramos en la visión religiosa y filosófica de corrientes orientales como el Yoga o el Hinduismo, que en las modernas teorías científicas de la física o de corrientes de pensamiento como la Fenomenología.
En todo caso, parece que nadie había expresado semejante visión de la realidad con tanta claridad y pragmatismo como lo hace Carlos Castaneda a lo largo de su obra. Destacándose en ella el hecho de que tal propuesta la relatividad de la percepción y la consiguiente existencia de realidades alternativas no es una mera especulación filosófica o un ocioso ejercicio intelectual, sino que tiene implicaciones que aterrizan directamente en aplicaciones concretas a nivel de la percepción y experiencia vivencial del individuo, como lo podemos observar en los extraordinarios acontecimientos que tienen lugar entre los guerreros de la partida del nagual y narrados a lo largo de los ocho libros hasta el momento publicados.

Las emanaciones del águila
Para don Juan Matus, el mundo de lo existente no está compuesto por los objetos tal como saltan a nuestra vista, sino que está constituido por campos de energía a los que llama «las emanaciones del águila» y que conforman de hecho la única realidad trascendental.
Estas emanaciones están agrupadas en grandes racimos o «bandas» que constituyen mundos independientes entre sí. Don Juan habla de la existencia de 48 grandes bandas de emanaciones, dos de las cuales son accesibles al hombre durante su percepción ordinaria. Una es la banda donde se encuentra agrupada la vida orgánica y la otra es una banda que contiene estructuras sin conciencia, presumiblemente los minerales, gases, líquidos, etc.
Dentro de la banda de emanaciones de los seres orgánicos, existe una franja en particular que se refiere a la banda del hombre y que determina los estrechos límites de la percepción de lo conocido. En la medida que cada persona no alinea todas las emanaciones de la banda del hombre, existen pequeñas variaciones en las posibilidades de percepción de persona a persona, las que suelen ser interpretadas ya sea como casos de sensibilidad especial, percepción extrasensorial, fenómenos psíquicos, genialidad, etc., o como casos de insuficiencia, retraso mental, estupidez, insensibilidad, etc.
Las emanaciones normalmente alineadas se conocen como la conciencia normal, el tonal, el lado derecho, etc. Dentro de la banda del hombre queda un gran número de emanaciones accesibles pero desechadas, que permanecen como posibilidad latente aunque generalmente ignorada durante toda la vida, las que conforman la antesala de lo desconocido.
Las emanaciones más allá de la banda del hombre, constituyen propiamente lo desconocido y jamás son alineadas en el contexto de la gente común. Se les llama el nagual, la realidad aparte, el lado izquierdo, etc. Parte del trabajo de don Juan y su grupo de guerreros se enfocaba en desarrollar la habilidad de alinear y percibir tales emanaciones.

El punto de encaje
Al factor que determina cuales emanaciones serán seleccionadas o «alineadas» en un momento especifico de percepción se le denomina «el punto de encaje» y se puede concebir como la propiedad de la conciencia que selecciona las emanaciones adecuadas para producir la percepción simultánea de todos los elementos que constituyen el mundo que está siendo percibido. Al hecho de que el punto de encaje esté alineando ciertas bandas de emanaciones en particular y ciertas emanaciones específicas dentro de la banda alineada, se le conoce como «la posición del punto de encaje». Por lo que se refiere a la experiencia del hombre cotidiano, la posición de su punto de encaje produce un alineamiento singular, que percibimos como el mundo de todos los días.
Un pequeño movimiento en la posición del punto de encaje producirá el alineamiento de emanaciones normalmente descartadas en la banda del hombre. Un gran cambio en su posición, producirá el alineamiento de otras grandes bandas de emanaciones.
Justamente el sistema de conocimiento que nos plantea Castaneda, tiene como finalidad lograr deliberadamente el movimiento del punto de encaje, para liberar al hombre de los estrechos límites de su percepción ordinaria. Huelga decir que aunque el movimiento del punto de encaje no es una tarea simple, en realidad basta con un pequeño movimiento del mismo para producir cambios enormes en la vida de cualquier persona, tanto en su forma de ser como de comportarse y percibir el mundo.
Todo el sistema de enseñanza de don Juan apunta en esa dirección y se divide en dos áreas: las enseñanzas para el lado derecho y las enseñanzas para el lado izquierdo, que significan cada una a su modo formas específicas de no hacer que llevan al punto de encaje a moverse y cuyas expresiones más representativas son el acecho y el ensueño respectivamente.
La percepción de las emanaciones es una facultad de los seres vivientes, que éstos cultivan a lo largo de su vida, para que tenga lugar de modos específicos. Para cultivar su percepción, cada ser humano se ve compelido desde el principio de su vida a desarrollar la capacidad de seleccionar sólo una parte de la totalidad de las emanaciones accesibles al hombre y a ordenarlas perceptualmente, de tal modo que resulten funcionales para el individuo. Si no lo hiciera así, las emanaciones serían percibidas como un inconmensurable caos.

Las formas de la atención
Como ya dijimos, al factor de la conciencia que determina el conjunto de emanaciones que son alineadas se le denomina punto de encaje, mientras que por otra parte, a la facultad de «desnatar» las emanaciones alineadas, agrupando las apropiadas y haciendo a un lado las superfluas para infundir orden y sentido a la percepción de cada objeto en particular, se le conoce como «atención» y se obtiene de la conciencia en bruto, mediante el cultivo de la percepción.
De acuerdo al ámbito en que opera, la atención se clasifica en tres tipos, que corresponden a tres niveles de realización; la primera atención es el ordenamiento de la percepción en el mundo de lo conocido; la segunda atención opera y pone orden en la esfera de lo desconocido y la tercera atención integra a las dos primeras, permitiendo penetrar aún en lo que no se puede conocer.
Para la gente común y para el guerrero en su fase inicial de aprendizaje, la primera atención es la más importante, porque es el campo de operación en que su vida tiene lugar. De hecho, es el manejo especializado y estratégico de sus acciones en la primera atención, lo que le permitirá eventualmente el acceso a la segunda.
La manera precisa en que la primera atención selecciona y organiza las emanaciones que percibimos no ocurre de un modo fortuito, sino que responde a un entrenamiento específico que realizamos a lo largo de nuestra vida y cuyos rasgos fundamentales quedan delineados en los primeros años de nuestra existencia.

Lo que se puede y no se puede conocer
Por otra parte no todas las emanaciones del águila son accesibles al hombre, quedando la gran mayoría de ellas dentro de «lo que no se puede conocer». En el «Fuego Interno» don Juan afirma que la esfera de lo que sí se puede conocer se constituye por 7 grandes bandas de emanaciones que pueden en última instancia ser accesibles a la percepción y se dividen entre lo conocido y lo desconocido.
El ámbito de lo conocido es en realidad una parte minúscula del total de emanaciones accesibles al hombre, no obstante lo cual es la porción en la que permanece a lo largo de toda su vida como hombre común y contiene todos los elementos de lo que percibe como la realidad, en el mundo de todos los días. Todo lo que cada persona es y hace está dentro de esa parte.
Lo desconocido es una porción prácticamente infinita que por lo común queda sin utilizarse a lo largo de toda la vida, aún cuando tenemos la posibilidad de reconectarnos y percibir cualquier parte de las emanaciones del águila comprendidas en ella.

La descripción del mundo
Al momento del nacimiento un niño no percibe el mundo de la misma manera que los adultos. Esto se debe a que su atención no está operando todavía como primera atención, por tanto no comparte el mundo perceptual de quienes le rodean. Aunque se encuentra rodeado por las mismas emanaciones que los demás, no ha aprendido a seleccionarlas y a organizarlas como lo hacen las personas adultas. Esto lo habrá de lograr poco a poco conforme vaya creciendo y asimilando la descripción del mundo que le proporcionen sus mayores. De manera natural cada una de las personas que entran en contacto con un bebé, especialmente los adultos, se constituye en un maestro generalmente inconsciente que le describe incesantemente el mundo, y aunque inicialmente el niño no comprende la descripción, puesto que no percibe el mundo en esos términos, poco a poco la irá asimilando y aprenderá finalmente a percibir la realidad en los términos de la descripción. De hecho será la descripción la que determinará la forma precisa en que su percepción seleccione y organice los campos de energía que le rodean. Por tanto, es válido decir que lo que percibimos cotidianamente es la descripción misma, que fluye constantemente de nosotros mismos hacia el exterior.
El fluir de la descripción se mantiene por lo común ininterrumpidamente, sosteniendo de esta manera la percepción del mundo que nos es familiar, momento a momento; día tras día. Si el fluir se suspende, la realidad que está generando también se desploma, lo que en la obra de Castaneda se llama «parar el mundo». Ver se refiere a la capacidad de percibir el mundo tal como se revela una vez que el fluir de la descripción ha sido interrumpido.
En el caso de Carlos como aprendiz, durante la fase inicial de su trabajo, don Juan le hace aprender la descripción del mundo según los brujos, como un medio de interrumpir el fluir de la descripción ordinaria, revelándole posteriormente que esta última no es en realidad más que una nueva descripción, en la que tampoco vale la pena quedar atrapado. De hecho, don Juan afirma en más de una ocasión no ser en realidad brujo, sino guerrero y vidente.

El diálogo interno
El diálogo interno es la conversación mental que sostenemos constantemente con nosotros mismos y es la expresión más inmediata de la descripción asimilada por cada uno. Esto significa que constituye un guardián cuya tarea fundamental es proteger dicha descripción, alimentándola con su propio contenido (los pensamientos) y generando también los haceres que la refuerzan. Esto es, por causa de las cosas que nos platicamos a nosotros mismos, percibimos el mundo y nos comportamos como lo hacemos; lo que a su vez tiende a confirmar el contenido del diálogo interno y de la descripción misma.
Esto llega al extremo de que comúnmente solemos sustituir la realidad en torno nuestro por nuestros pensamientos. Miramos el mundo, las cosas, las personas o a nosotros mismos, al tiempo que pensamos cosas acerca de lo que vemos y terminamos tomando nuestros pensamientos como la cosa real. Nos platicamos que el mundo es de tal o cual manera y terminamos convencidos de que el mundo es así, en sí mismo.
Naturalmente, todo aquello que sucede como consecuencia del diálogo interno se detiene cuando logramos cesar dicho diálogo. Es por ello que don Juan habla de parar el diálogo interno como la llave que abre la puerta entre los mundos.

Los anillos de poder
A la facultad de efectuar «desnates» de acuerdo a los términos de una descripción del mundo que es compartida por los demás humanos se le denomina «el primer anillo de poder» con el cual, en cierto modo «enganchamos» los elementos del mundo y les proyectamos la descripción. El resultado de todo esto es la percepción tal como la experimentamos. Al mismo tiempo, los anillos de poder de toda la gente están constantemente enganchados entre sí, por lo que la construcción de la realidad en términos de la descripción es en cierto modo una tarea colectiva, en la que participan todos aquellos que están involucrados en cada situación específica, lo que posibilita así que la percepción de cada objeto en particular sea más o menos igual para todos los participantes.
Por otro lado, para percibir el mundo en términos ajenos a la descripción ordinaria del mundo, el brujo utiliza un segundo anillo de poder que le permite construir otros mundos. Aunque todos tenemos ese segundo anillo, su utilización sólo tiene lugar cuando se bloquea el funcionamiento del primero, lo que rara vez ocurre en la vida de la gente común.

No hacer
Una característica fundamental del funcionamiento del primer anillo de poder es que puede ser bloqueado por efecto de realizar acciones no funcionales ajenas a la descripción, conocidas como no-hacer.
La descripción ordinaria del mundo nos compele a comportarnos siempre en los términos que ella señala, por lo tanto todas nuestras acciones emanan de la descripción y a su vez la revalidan. A estas acciones se les conoce como «hacer» y en combinación con la descripción que las sustenta, constituyen un sistema que se retroalimenta a sí mismo.
Cualquier tipo de acción que no sea congruente con la descripción del mundo o del sí mismo constituye el no hacer de la persona.
El no hacer interrumpe el flujo de la descripción y esta interrupción a su vez suspende el hacer del mundo conocido, por lo que el no hacer, es el medio que abre el camino de acceso al lado desconocido de la realidad y de la persona; en otras palabras es el medio de acceso al nagual, que en lo que se refiere al mundo es la realidad aparte y al caso de la persona, es la conciencia del otro yo.
Como el no hacer se practica desde el lado derecho de la conciencia, pero tiene la facultad de llevarnos a facetas del lado izquierdo, su práctica sistemática va creando puntos de contacto entre ambos lados, que poco a poco pueden acercarnos a la integración de ambos modos de conciencia, en una resultante que se conoce como «la totalidad de uno mismo».

El ego como parte de la descripción
Otro aspecto que conviene tomar muy en cuenta es que todo aquello a lo que nos referimos cuando decimos «yo» (el ego) es también un elemento de la descripción que asimilamos, lo cual es especialmente significativo si tomamos en cuenta que esa parte de la descripción nos mantiene encadenados a una forma de ser y comportarnos que aunque parece absoluta y definitiva, puede ser interrumpida o suspendida del todo, lo que abre posibilidades ilimitadas en cuanto a lo que podemos ser o hacer; en ese sentido el no hacer que suspende el fluir de la descripción es una puerta abierta a la libertad y al cambio.
Cuando por medio de los no haceres del yo personal, interrumpimos el fluir de la descripción de nuestra propia persona, nos liberamos del hechizo del ego, que consiste en hacernos creer que él mismo constituye nuestra única realidad, y podemos reconocer entonces nuestra naturaleza como campos de energía, libres y fluidos. A partir de ese momento podemos darnos a la tarea de reinventarnos a nosotros mismos, de una manera voluntaria e intencionada, que nos permita responder de modos novedosos a las situaciones nuevas que cada momento nos plantee.

El tonal y el nagual
Uno de los aspectos más abarcadores de la visión donjuanista es la concepción dual de la realidad expresada en los términos «tonal y nagual» que es por cierto uno de los muchos ejemplos en que se observa su sustrato precolombino, ya que no es difícil establecer la cercanía entre tales conceptos y las dos facetas de Ometeotl, como principio sustentador del mundo en las antiguas tradiciones nahuas, cuya más elevada expresión fue el mundo tolteca.
Es en «Relatos de Poder» donde Castaneda hace una exposición más detallada del tonal y el nagual. Allí se nos revela el tonal como el espacio en que se mueve el hombre común a lo largo de toda su vida y como el ordenador que da significado y sentido a todo cuanto se presenta a nuestra conciencia. Incluye todo cuanto el hombre es, piensa y hace; todo aquello en lo que puede pensar y de lo que puede hablar. La razón, el pensamiento y la descripción ordinaria de la realidad son el fuerte del tonal, que comprende de hecho todo el espectro de lo conocido. Es conveniente notar que, en tanto que para el hombre común de la sociedad moderna no existe más que lo conocido, toda su experiencia consciente se restringe al ámbito del tonal, el cual empieza con el nacimiento y termina con la muerte.
El nagual en cambio, sería todo lo que quedaría fuera del tonal. Es algo en cuyo contenido no se puede pensar. Castaneda nos permite ver la imagen del tonal como una isla en la que transcurre toda la vida del hombre. Este no conoce nada más allá de los bordes de la isla. El nagual sería todo ese espacio de insondable misterio en torno a ella.
Aunque el nagual no puede ser comprendido o verbalizado ya que entendimiento y palabra corresponden al tonal puede no obstante ser atestiguado; experimentado. Y ese es justamente uno de los objetivos del brujo. No le importa tratar de entender o racionalizar la experiencia del nagual, le interesan sólo las posibilidades pragmáticas que pone a su alcance.
Aunque en última instancia, todo ocurre en el nagual, que es mucho más totalizador, normalmente sólo percibimos al tonal, cuya tarea es dotar a la realidad del nagual (el universo de emanaciones del águila) de un orden y sentido que no le son propios en tanto que realidad trascendental.
De hecho el tonal y el nagual no son sólo aspectos del mundo, sino que tienen su expresión correspondiente en cada ser humano, que tiene su lado tonal y su lado nagual. A lo largo de la obra de Castaneda se les llama también conciencia del lado derecho y conciencia del lado izquierdo; conciencia ordinaria y conciencia del otro yo; el soñador y el soñado, etc. De hecho el tonal, en su carácter de ordenador del caos aparente del nagual, protege a nuestro ser del impacto devastador que significaría enfrentarlo sin ninguna clase de resguardo.
Esta distinción entre tonal y nagual, matiza toda la didáctica de don Juan, que divide su instrucción en enseñanzas para el lado derecho y enseñanzas para el lado izquierdo, siendo el objetivo de las primeras crear un reacomodo más sano y funcional de los elementos de la isla del tonal, conocido como «barrer la isla del tonal», mientras que las segundas tienen la finalidad de llevar al aprendiz a experimentar directamente al nagual, de modo tal que al hacerlo, no pierda la razón.
Por otra parte, si el tonal de cada individuo es lo que le da orden y sentido al mundo y la realidad que reporta no tiene existencia trascendental, cabría preguntarse ¿cómo es que los seres humanos comparten entre sí una visión similar de la realidad? ¿qué es lo que lleva al tonal de todos ellos a construir una realidad que comparten entre sí?…
Parte de la respuesta se encuentra en lo que se dijo respecto a la construcción colectiva de la percepción ordinaria, mediante el enganchamiento del primer anillo de poder. Cabe, sin embargo, destacar la existencia de lo que se conoce como el Tonal de los tiempos y que podría entenderse como una descripción general del mundo, que comparten los miembros de cada sociedad, en su tiempo y lugar específico. Esta la sostienen entre todos, por el hecho de tenerla internalizada simultáneamente y le dan continuidad transmitiéndola a los nuevos seres humanos que nacen en ella, y que deberán asimilarla para constituirse en miembros, lo que lograrán a partir del momento en que sean capaces de reproducir y compartir la descripción. Es precisamente el tonal de los tiempos el que impone a cada individuo una descripción que llevará a su tonal personal a construir una percepción en común con el resto de los miembros de su sociedad, aunque naturalmente existen pequeñas diferencias de persona a persona originadas en la historia personal de cada uno.

La conciencia del otro yo
Al lado izquierdo o nagual de cada persona se le conoce también como la «conciencia del otro yo» y su rescate y reincorporación a la realidad de la persona, constituye uno de sus temas más recurrentes en la obra de Castaneda. De hecho la integración de la conciencia del otro yo con la conciencia de todos los días supone la posibilidad de integrar «la totalidad de uno mismo».
Si bien es cierto, que la conciencia del otro yo, como expresión del nagual es incomprensible y sus posibilidades prácticamente ilimitadas, también es cierto que a lo largo de la obra se nos presentan muchos ejemplos de su operación. A continuación voy a mencionar algunos de los aspectos que yacen ocultos en ella y que pueden ser experimentados mediante la práctica de las técnicas correspondientes, detalladas en los siguientes capítulos.
Los cuasirrecuerdos del otro yo comprenden en primer lugar los recuerdos de nuestro propio pasado almacenados en la memoria del lado izquierdo otro yo y que son sustancialmente distintos de aquéllos que nos reporta nuestro recuerdo ordinario. Se refieren a realidades que por no ser acordes a nuestra descripción del mundo no fueron registradas por nuestra memoria ordinaria, y se encuentran ocultas en la conciencia del otro yo.
El recuerdo de nuestra naturaleza como seres luminosos, que permite la percepción del cuerpo humano como campo de energía.
La conciencia del cuerpo de ensueño, que permite la utilización pragmática de nuestra experiencia en el ámbito del soñar.
La conciencia de la muerte, que es la que da al guerrero el impulso y el desapego necesario para responder de la mejor manera posible a cada situación en la que se encuentre.
La posibilidad de alinearnos con la conciencia de otras formas de vida, orgánicas o no, como pueden ser árboles, animales o la tierra misma.