VOLVERSE CAZADOR.

VOLVERSE CAZADOR.

“-A veces es necesario hallar aprisa un sitio benéfico, a campo abierto -prosiguió don Juan-. O a lo mejor es necesario determinar aprisa si el sitio en que uno va a descansar es o no un mal sitio. Una vez, nos sentamos a descansar junto a un cerro y tú te pusiste muy enojado y molesto. Ese sitio era enemigo tuyo. Un cuervito te lo advirtió, ¿recuerdas?”

“-¿De qué habla usted?
-El cuervo era un augurio -prosiguió-. Si supieras cómo son los cuervos, le habrías huido a ese sitio como a la peste. Pero no siempre hay cuervos que den la advertencia, y tú debes aprender a hallar, por ti mismo, un sitio apropiado para acampar o descansar.”

“-El truco es sentir con los ojos -dijo-. Tu problema es el no saber qué sentir. Pero ya te vendrá, con la práctica.
-Quizá usted debería decirme, don Juan, qué es lo que debo sentir.
-Eso es imposible.
-¿Por qué?
-Nadie puede decirte lo que debes sentir. No es calor, ni luz, ni brillo, ni color. Es otra cosa.
-¿No puede usted describirla?
-No. Sólo puedo darte la técnica. Una vez que aprendas a separar las imágenes y veas dos de cada cosa, debes poner atención en el espacio entre las dos imágenes. Cualquier cambio digno de notarse ocurrirá allí, en ese espacio.”

“-Tienes facilidad para la cacería -dijo-. Y eso es lo que debes aprender: a cazar. Ya no vamos a hablar de plantas.
Infló las quijadas un instante; luego añadió con candidez:
-De todos modos creo que nunca hablamos, ¿verdad?- y rió.”

“-Los cazadores siempre cazan -dijo-. Yo también soy cazador.
-¿Quiere usted decir que caza para vivir?
-Cazo para poder vivir. Puedo vivir de la tierra, en cualquier parte.
Indicó con un ademán todo el derredor.
-Ser cazador significa, que uno conoce mucho -prosiguió-. Significa que uno puede ver el mundo en formas distintas. Para ser cazador, hay que estar en perfecto equilibrio con todo lo demás; de lo contrario la caza sería una faena sin sentido. Por ejemplo, hoy agarramos una culebrita. Tuve que pedirle disculpas por quitarle la vida tan de repente y tan definitivamente; hice lo que hice sabiendo que mi propia vida se cortará algún día en una forma muy semejante: repentina y definitiva. Así que, a fin de cuentas, nosotros y las culebras estamos parejos. Una de ellas nos alimentó hoy.”

“-Los cazadores tienen que ser individuos excepcionalmente agudos -prosiguió-. Un cazador deja muy pocas cosas al azar.”

“-Digamos que alguien me enseñó a cazar como yo quiero enseñarte ahora -dijo rápidamente, y cambió el tema.
-Creo que en otro tiempo la caza era una de las mayores acciones que un hombre podía ejecutar -dijo-. Todos los cazadores eran hombres poderosos. De hecho, un cazador tenía que ser poderoso por principio de cuentas, para soportar los rigores de esa vida.”

“-¿Crees que tú y yo somos iguales? -preguntó con voz nítida.”
“-Por supuesto que somos iguales -dije.
Naturalmente, condescendía. Le tenía mucho afecto al anciano, aunque a veces no supiera qué hacer con él; sin embargo conservaba aún en el trasfondo de mi mente -sin que jamás fuera a darle voz- la creencia de que, siendo un estudiante universitario, un hombre del refinado mundo occidental, yo era superior a un indio.
-No -dijo él calmadamente-, no lo somos.
-Por supuesto que lo somos -protesté.
-No -dijo él con voz suave. No somos iguales. Yo soy un cazador y un guerrero, y tú eres un cabrón.”