Alternativa 3

1

Hasta el presente, ningún periódico ha tenido acceso a la verdad que permanece oculta detrás de la operación conocida como ALTERNATIVA 3. A ambos lados del telón de acero, los gobiernos han bloqueado e impedido todas las investigaciones periodísticas. El celo empleado por Estados Unidos y la Unión Soviética para resguardar este secreto compartido se ha transformado en una obsesión: ahora podemos demostrar que dicha obsesión los ha convertido en cómplices criminales.
No obstante –y a pesar de excepcionales y rigurosas medidas de seguridad-, algunos fragmentos de información han visto la luz pública. Estos datos son divulgados, a menudo inadvertidamente, por expertos que no aprecian su siniestro significado, ya que, como fragmentos aislados, tienen poco sentido. Pero cuando se reúnen a la manera de piezas de un rompecabezas forman un claro diseño que parece acentuar la enormidad de esta conspiración de silencio.
El 3 de mayo de 1977 el Daily Mirror publicó la siguiente noticia:

El presidente Jimmy Carter se ha sumado a las filas de los observadores de OVNIS. Presentó dos informes en los que afirmaba haber visto un platillo volante cuando era gobernador de Georgia.
Con posterioridad, el presidente ha quitado importancia al incidente, acaso por temor a que los electores expresen desconfianza ante un fantasioso que dice haber visto un platillo volante.
Pero se dice que después de la “observación” afirmó: “Luminoso, no sólido, al principio azulado y luego rojizo… parecía avanzar hacia nosotros desde cierta distancia; se detuvo y después se desvió parcialmente”.
Carter presentó dos informes sobre su observación en 1973: uno ante el Buró Internacional de OVNIS, y el otro ante el Comité Nacional de Investigaciones sobre Fenómenos Aéreos.
Heydon Hewes, director del Buró Internacional de OVNIS, pronuncia discursos desde Oklahoma, alabando la “neutralidad” del presidente.
Pero durante su campaña presidencial del año pasado, Carter se mostró cauteloso. Admitió que había visto una luz en el cielo, pero se negó a denominarla OVNI.
Carter bromeó: “Creo que se trataba de una luz que me impulsaba a presentarme a las elecciones primarias de California”.
¿A qué se debe este cambio en la actitud de Carter?¿Será que entonces ya lo habían aleccionado sobre Alternativa 3?
Una encuesta realizada por el Instituto Gallup, en 1966, reveló que cinco millones de norteamericanos –entre ellos varios pilotos de aviación sumamente experimentados- afirmaban haber visto platillos volantes. El piloto de caza Thomas Mantell ya había muerto mientras perseguía a uno de ellos sobre Kentucky, al desintegrarse su aparato F51 en la violenta conmoción del aire producida por los motores de su presa. Las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, cediendo a regañadientes ante las crecientes presiones, solicitaron al doctor Edward Uhler Condon, profesor de astrofísica, que dirigiera un equipo de investigación en la Universidad de Colorado.
El presupuestos otorgado a Condon ascendió a quinientos mil dólares. Poco después de la aparición de su informe, en 1968, el Evening Standard de Londres publicó el siguiente relato:
El estudio de Condon ocupa los titulares… pero por razones erróneas. Está perdiendo a algunos de sus prominentes colaboradores, y en circunstancias que son como mínimo misteriosas. Circulan rumores siniestros: al menos cuatro personas clave del equipo de Condon han desaparecido sin ofrecer ninguna razón satisfactoria con respecto  a su partida.
Resulta difícil descifrar la historia completa que se oculta tras los extraños acontecimientos de Colorado, pero al menos es posible encontrar un indicio en las recientes declaraciones del doctor James McDonald, el físico de mayor jerarquía del Instituto de Física Atmosférica de la Universidad de Arizona, ampliamente respetado en su campo.
En una cautelosa –aunque amenazante- conversación telefónica celebrada esta semana, el doctor McDonald me dijo que estaba “muy afligido”.

El  Informe de Condon –que contenía 1.485 páginas- negaba la existencia de platillos volantes, y un departamento de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos ratificó la conclusión de que “probablemente no esté justificado investigar más a fondo”.
Pero, curiosamente, el principal co-investigador de Condon, el doctor David Saunders, no había contribuido en una sola palabra a ese informe. El 11 de enero de 1969, el Daily Telegraph citó las siguientes palabras del doctor Saunders con respecto al informe: “Es inconcebible que pueda ser otra cosa que un desaguisado. Al margen de su extensión, de lo que incluya, de la forma en que lo diga o de lo que recomiende, carece del elemento esencial de credibilidad”.
Ya existían múltiples sospechas de que la investigación de Condon había formado parte de una cobertura oficial y de que el gobierno conocía la verdad, pero estaba decidido a ocultarla a la opinión pública. Ahora sabemos que esas sospechas eran correctas y que todo el secreto se debía a Alternativa 3.
Sólo pocos meses después de la declaración del doctor Saunders con respecto al “desaguisado”, un periodista del Dispatch de Columbus (Ohio) puso en aprietos a la NASA al fotografiar un extraño aparato –idéntico a un platillo volante- en la base de lanzamiento de misiles de White Sands, en Nuevo México.
En principio, ningún miembro de la NASA quiso hablar acerca de esa misteriosa nave circular de cuatro metros y medio de diámetro, que había sido abandonada en el “cementerio de misiles”, un sector de la base donde la mayoría de los vehículos experimentales eran desechados.
Pero la empresa Martin Marieta, de Denver, donde se construyó, reconoció haber realizado varios modelos, algunos con diez y doce motores. Un funcionario de la NASA, a raíz de esa información declaró: “De hecho, los ingenieros solían llamarlo el platillo volante”. Estas palabras confirmaron una declaración del doctor Garry Henderson, un destacado científico de la investigación espacial: “Todos nuestros astronautas han visto estos objetos, pero se les ha ordenado que no hablaran de sus descubrimientos con nadie”.
Otto Binder, miembro del equipo espacial de la NASA, ha declarado que ésta “mató” significativos fragmentos de conversación entre Misión Control y Apolo 11 –la nave espacial que llevó a la Luna a Buzz Aldrin y a Neil Armstrong-, y que esos fragmentos fueros suprimidos de los archivos oficiales: “Ciertas fuentes con receptores VHS propios, que eludieron las emisiones de la NASA, afirman que existió una porción de diálogo Tierra-Luna que fue rápidamente anulada por el personal de recepción de la NASA”.
Binder agregó: “Presumiblemente fue cuando los dos caminantes de la Luna, aldrin y Armstrong, hacían las rondas a cierta distancia del módulo de descenso lunar, momento en que Armstrong, excitado, cogió el brazo de Aldrin y exclamó:”¿Qué era eso?¿Qué demonios era? Es todo lo que quiero saber”.
Entonces, según Blinder, se produjo el siguiente intercambio:

MISIÓN CONTROL: ¿Qué hay allí?… funcionamiento defectuoso (mutilación del texto). Misión control llama a Apolo 11…
APOLO 11: Esos bebés eran enormes, señor… Enormes… ¡Oh, Dios, le parecería increíble! Le digo que allí hay otras naves espaciales… Alineadas en el extremo más alejado del borde del cráter… Están en la Luna observándonos…

Comprensiblemente, la NASA nunca ha confirmado la historia de Binder, pero poco después Buzz Aldrin se quejaba amargamente diciendo que dicho organismo lo había usado como “viajante de comercio”. Dos años después de su misión a la Luna, con posterioridad a frecuentes borracheras, ingresó en un hospital aquejado de “depresión emocional”.
“Viajante de comercio”. Extraña elección de los términos, ¿verdad? ¿Qué intentaban vender los dirigentes de la NASA, según el punto de vista de Aldrin? ¿Y a quién?¿Era posible que estuvieran utilizándoles al igual que a tros como él, para vender su misión oficial de la verdad al público mundial?
¿Fue la caminata lunar de Aldrin un grandioso espectáculo presentado con el máximo de publicidad para justificar los miles de millones de dólares dedicados a la investigación espacial? ¿Formaba parte de la cobertura ruso-norteamericana para alternativa 3?
Todos los hombres que viajaron a la Luna han dado indicios de conocer Alternativa 3… y las razones que precipitaron la operación.
En mayo de 1972, james Irwin –oficialmente el sexto caminante lunar- dimitió para convertirse en misionero baptista, y entonces dijo: “El vuelo hizo de mí una persona profundamente religiosa y más intensamente consciente de la frágil naturaleza de nuestro planeta”.
Edgar Mitchell, que alunizó con la Misión Apolo 14 en febrero de 1971, también dimitió, en mayo de 1972… para dedicarse a la parapsicología. Más tarde, en la sede central de su Instituto  paras las Ciencias Mentales, en las cercanías de San Francisco, describió su observación de este mundo desde la Luna: “Entré en una fase patética, en una especie de angustia. Ese planeta increíblemente hermoso que era la Tierra…, mi suelo natal, no era más grande que mi pulgar… Una joya azul y blanca contra un cielo de terciopelo negro… estaba siendo exterminada”. El 23 de marzo de 1974, el Daily Express lo cita afirmando que la sociedad sólo disponía de tres caminos, y que el tercero era “la alternativa más viable, pero más difícil”.
Otro de los caminantes lunares de la Apolo, Bob Grodin, fue igualmente concreto cuando un reportero de la Sceptre Televisión le entrevistó el 20 de junio de 1977: “¿Creéis que necesitan toda esa basura allá en Florida sólo para poner a dos tipos en una… en una bicicleta? ¡Qué va! ¿Sabéis por qué nos necesita? Para tener una historia que justifique toda la quincallería que han estado disparando al espacio ¡No somos nada, muchacho! ¡Nada!”.
El 11 de julio de 1977, Los Angeles Times se acercó al núcleo de la cuestión- más que cualquier otro periódico- al publicar una notable entrevista con el doctor Gerard O’neill. El doctor O’neill es un profesor de Princeton que en 1976 –su año sabático- actuó como profesor de Estudios Aerospaciales en el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) y que todos los años obtiene aproximadamente quinientos mil dólares de la NASA en subsidios para investigación. He aquí un fragmento de dicho artículo:

La ONU, dice, ha calculado de manera conservadora que la población mundial, actualmente superior a los cuatro mil millones de habitantes, aumentará hasta unos seis mil quinientos millones hacia el año 2000. Hoy, agrega, aproximadamente el 30% de la población mundial habita en naciones desarrolladas. Pero, debido a que la mayor parte del crecimiento demográfico previsto se producirá en países subdesarrollados, dicha cifra se reducirá al 22% a finales del siglo. El mundo del año 2000 será más pobre y más hambriento que el de nuestro días, afirma.

El doctor O’neill también expuso los problemas provocados por la capa atmosférica terrestre de unos 6.500 kilómetros, pero –con toda probabilidad porque la reseña era relativamente breve- no se transcriben sus palabras cuando hace referencia a la amenaza adicional planteada por el conocido síndrome de “invernadero”.
¿La solución? El doctor O’neill la denominó Isla 3. Y agregó: “En realidad no hay nada que deliberar acerca de la tecnología involucrada para llevarlo a cabo. Esto ha sido confirmado por los dirigentes más importantes de la NASA”.
Pero O’neill, un hombre casado y con tres hijos, al que le gusta hacer volar planeadores en su tiempo libre, no comprendió que erraba ligeramente el blanco. Tenía razón, por supuesto, en cuanto a la tecnología, pero no sabía nada de las ramificaciones políticas, y le habría sorprendido enterarse de que la NASA pasaba sus investigaciones a los rusos.
Incluso eminentes especialistas políticos –tan respetados en su especialidad como el doctor O’neill en la propia- se sintieron desconcertados por una contracorriente que detectaron en las relaciones Este-Oeste. El profesor G. Gordon Broadbent, director del Instituto de Estudios Políticos de Londres –financiado privadamente- y autor de un importante estudio sobre la diplomacia EEUU-URSS desde los años cincuenta, destacó ese hecho el 20 de junio de 1977, cuando fue entrevistado por Sceptre Televisión: “En la cuestión más amplia de las relaciones Estados Unidos-URSS, debo reconocer que existe un elemento de misterio que preocupa a muchos especialistas de mi campo”. Añadió: “Lo que sugerimos es que, en los niveles más elevados de la diplomacia Este-Oeste, ha estado operando un factor del que lo ignoramos todo. Podría ser – y acentuó la palabra podría- que ese factor desconocido fuese una especie de operación en gran escala, aunque secreta, en el espacio. Pero en cuanto a las razones en ells subyacentes… no entramos en especulaciones2.
El profundo malestar de Washington ante las revelaciones de O’neill a través de Los Angeles Times puede evaluarse por la urgencia con que se congregó un proyecto de ley de “supresión” en el código legal. El 27 de julio de 1977 –sólo dieciséis días después de la publicación de la entrevista de O’neill-, el columnista Jeremy Campbell informó, en el Evening Standard de Londres, que el proyecto se convertiría en ley durante el mes de septiembre. Campbell escribió:

Prohíbe la publicación de un informe oficial sin permiso, argumentando que ello obstruye el control del gobierno con respecto a su propia información. Ésa fue precisamente la acusación planteada contra Daniel Ellsberg por dar los papeles del Pentágono al New York Times.
Lo más amenazante de todo consiste en que el proyecto convertiría en delito el hecho de que cualquier funcionario público –en ejercicio o retirado- informara a la prensa acerca de errores gubernamentales o divulgara cualquier noticia basada en informaciones “sometidas al gobierno privado”.

Campbell señaló que esta última cláusula “ha provocado serios disgustos a los custodios de la libertad de prensa norteamericana, debido a que crea un novísimo delito”. En especial porque se estipulaba en el proyecto que los periodistas culpables cumplieran condenas hasta de seis años.
Posteriomente descubrimos que un individuo llamado Harman –Leonard Harman- leyó ese artículo en el periódico y que más tarde, en el comedor de los ejecutivos de cierta emisora de televisión, expresó que lamentaba que años atrás no hubiera sido aprobada una ley similar por el gobierno británico. En ese momento comía tarta de melaza con natillas y comentó que en ese caso él habría insistido en que semejante ley se cumpliera. Agregó que en lo referente a Alternativa 3, le hubiera ahorrado enormes problemas…
No había escogido la tarta de melaza porque le gustara especialmente, sino porque era dos peniques más baratas que el bizcocho de chocolate. Algo típico de Harman.
Como se supo a través de la prensa, Harman fue una de las personas que intentó impedir la publicación de este libro. Más adelante presentaremos algunas de las cartas que nos enviaron él y sus abogados… junto con las respuestas de nuestros asesores legales. Decidimos publicar estas cartas con el propósito de ofrecer una clara exposición de nuestra investigación, porque es importante poner de relieve que nosostros, al igual que el profesor Broadbent, no “entramos en especulaciones”.
Sólo nos interesan los hechos. Y es interesante observar la pauta de los hechos relacionados con los astronautas que han participado en misiones lunares, y que en consecuencia se han visto expuestos a algunas de las sorpresas presentadas por Alternativa 3. Algunos de ellos, minados por la tensión de participar en tan horrendo secreto, sufrieron colapsos nerviosos o mentales. Un alto porcentaje buscó refugio en la bebida o en relaciones extraconyugales que destruyeron matrimonios otrora estables y dichosos. Sin embargo, se trataba de hombres originalmente escogidos entre muchos miles a causa de su estabilidad emocional. Desde luego, su entrenamiento y experiencia, su inteligencia y buen estado físico fueron factores primordiales que determinaron su selección, per la cualidad más importante fue su temperamento equilibrado.
Era necesario algo asombroso, algo casi inimaginable para la mayoría de la gente, para llevar a esos hombres a tan dramáticos cambios de personalidad. Hemos comprobado que ese algo era Alternativa 3 y, para ser más exactos, las escabrosidades de pesadilla contenidas en el desarrollo y perfeccionamiento de Alternativa 3.
No sugerimos que el presidente de Estados Unidos haya tenido conocimiento personal del terror y las crueldades clínicas que han sido parte integrante de la operación, ya que ello lo haría directamente responsable de asesinatos y bárbaras mutilaciones.
De hecho, estamos convencidos de que no es así. El presidente de Estados Unidos y el dirigente soviético, junto con sus subordinados inmediatos, sólo se ha ocupado del aspecto más amplio de la política. Han actuado al unísono para asegurar lo que consideran mejor futuro posible para la humanidad. Los detalles cotidianos han sido delegados a profesionales de alto nivel.
Ahora sabemos que dichos profesionales han estado clasificando en dos categorías a la gente seleccionada para la operación Alternativa 3: los escogidos como individuos y aquellos que forman parte, meramente, de una “remesa”. Han existido varias “remesas” y la mayor indignidad se encuentra en el tratamiento impuesto a la mayoría de esos hombres y mujeres.
Por desesperadas que sean las circunstancias- y admitimos de mala gana que son sumamente desesperadas-, ninguna sociedad humana toleraría lo que se ha hecho a inocentes y crédulos. Afortunadamente, este punto de vista fue adoptado por un hombre reclutado para el equipo de Alternativa 3 hace tres años. En principio, ese hombre se mostró muy entusiasmado y se dedicó por entero a la operación, pero acabó por rebelarse ante algunas de las atrocidades cometidas, considerando que, incluso dadas las circunstancias, no tenían justificación.
Tres días después de la transmisión de aquel sensacional documental televisivo, su conciencia lo impulsó finalmente a la acción. Sabía el temible riesgo que corría, ya que no ignoraba lo que les había ocurridos a otros que traicionaron los secretos de Alternativa 3, pero se comunicó telefónicamente con el periodista televisivo Colin Benson y se ofreció para presentarle pruebas de la más sorprendente naturaleza.
Dijo que llamaba desde el exterior, pero que estaba dispuesto a viajar a Londres. Sen encontraron dos días más tarde. Entonces le Explicó a Benson que había archivos triplicados –en Washington, Moscú y Ginebra, donde Alternativa 3 tenía sus cuarteles generales operativos- de la mayoría de las órdenes y memorándums, junto con transcripciones preparadas a partir de cintas magnetofónicas de las reuniones del Comité Político. Se había establecido dicho sistema para contar con la seguridad de que no surgieran malentendidos entre los principales socios. En ocasiones, él había tenido acceso a parte de dicho material –aunque a menudo transcurrían semanas o meses hasta que lo veía- y estaba dispuesto a proporcionarle a Benson lo que pudiera. No quería dinero. Deseaba, sencillamente, alertar al público y contribuir a frenar las atrocidades en masa.
La reacción inmediata de Benson, después de haber considerado el valor de la proposición, consistió en sugerir a Sceptre que montara un programa complementario… exponiendo los horrores de Alternativa 3 en mayor profundidad. Discutió enconadamente con sus superiores de Sceptre, pero éstos se mostraron inexorables. La empresa tenía ya graves problemas con el gobierno y existía dudas en cuanto a la renovación de su licencia. Los directivos se negaron a considerar la posibilidad de haber otro programa. Habían afirmado oficialmente que el documental sobre Alternativa 3 era una mistificación y así tenía que quedar la cuestión. De todos modos, observaron, probablemente aquel personaje que había aparecido estaba loco…
Quien haya visto el documental, probablemente comprenderá que Benson es un hombre porfiado. Sus amigos dicen que es terco como una mula. También afirman que es un periodista investigador de primera categoría.
Furioso por este intento de ocultar la verdad, aceptó coopera en la preparación de este libro. Su colaboración ha sido inapreciable.
Por intermedio de Benson conocimos al interlocutor telefónico, al que en adelante llamaremos Troyano. Dicho encuentro dio por resultado que adquiriéramos documentos que presentaremos, y entre los cuales hay transcripciones de cintas grabadas en la reunión más secreta del mundo: a 35 brazas por debajo del casquete glaciar ártico.
Por razones obvias, no podemos revelar la identidad de Troyano. Tampoco estamos en condiciones de dar indicios acerca de su función en la operación. Sin embargo, estamos absolutamente satisfechos en lo que concierne a la autenticidad de sus credenciales y tenemos el convencimiento de que  los más honorables motivos le han movido a quebrar su juramento de silencio. Su relación con la conspiración de Alternativa 3 lo sitúa aproximadamente en la misma posición en que se encontraba el informante anónimos “garganta profunda” en el Watergate.
La mayoría de las “remesas” habían sido reclutadas en el área conocida como Triángulo de las Bermudas, pero también en muchas otras zonas. El 6 de octubre de 1975, el Daily Telegraph destacó la siguiente noticia:

Durante el último fin de semana –en base a informes acerca de un imaginativo plan fraudulento que involucra un “platillo volante” y también la probabilidad de un asesinato masivo- se investigó intensamente la desaparición de veinte personas residentes en pequeñas comunidades costeras de Oregón, desaparición ocurrida durante las dos últimas semanas y en extrañas circunstancias.
Funcionarios de la delegación del distrito de Newport, Oregón, afirmaron que los veinte individuos habían desaparecido sin dejar huellas después de que se les dijera que abandonaran todas sus pertenencias, incluso a sus hijos, para poder ser trasportados en un platillo volante “a través de un OVNI hacia una vida mejor”.
Los asistentes de Ron Sutton, jefe de investigaciones criminales del vecino Lincoln Country, han rastreado la historia hasta una reunión celebrada el 14 de septiembre en un hotel de veraneo, el Bayshore Inn de Waldport, Oregón…
La policía local ha recibido contradictorios informes en cuanto a lo que ocurrió (en la reunión). Pero aunque está claro que el orador no pretendía provenir del espacio exterior, afirmó a los asistentes que sus almas podían salvarse “por medio de un OVNI”.
La sala había sido reservada –mediante un adelanto de cincuenta dólares- por un hombre y una mujer que dieron nombres falsos. El señor Sutton dijo que los testigos los habían descrito como “cuarentones, elegantes y de tipo sencillo”.

El Telegraph comentó que “personas seleccionadas serían preparadas en una campo especial de Colorado para vivir en otro planeta” y cita las palabras que agregó el investigador Sutton:

“Se les dijo que tendría que abandonarlo todo, incluso a sus hijos. Estoy verificando el informe sobre una familia que aparentemente se desprendió de una granja de sesenta hectáreas y de tres hijos.
No sabemos si se trata de una estafa o si esas personas corren peligro de muerte. Circula todo tipo de rumores,  incluso algunos acerca de sacrificios humanos y de que esto está patrocinado por la familia de Charles Manson”.

La mayoría de las veinte personas desaparecidas han sido descritas como “de tipo hippie”, aunque entre ellos había algunas personas mayores. Ahora hemos descubierto que personas de ese calibre han sido lo que se conoce como “científicamente adaptadas” para adjudicarles un papel como especies esclavas.
Se han recibido informes igualmente extraños con respecto a la desaparición de animales –sobre todo animales de granja- en grandes cantidades. En ocasiones parece que algunos aspectos de la operación Alternativa 3 se han llevado a cabo chapuceramente y que han fracasado algunos intentos de reclutar “remesas” de seres humanos o de animales.
El 15 de julio de 1977, el Daily mail, bajo el titular “Platillo volante” publicó la siguiente crónica:

Hombre enmascarados, utilizando detectores y un contador Geiger, registraron ayer un remoto valle de Dartmoor, en una tentativa de resolver un macabro misterio.
La búsqueda se centró en praderas pantanosas, donde se encontraron muertos quince caballo salvajes, cuyos cadáveres estaban mutilados y lacerados.
Todos parecían haber muerto aproximadamente al mismo tiempo y muchos de los huesos se encontraban inexplicablemente destrozados. También se suma al enigma el hecho de que los cadáveres se descompusieran hasta ser prácticamente esqueletos en sólo cuarenta y ocho horas.
Los expertos confiesas su desconcierto ante las muertes ocurridas en el valle de Cherry Brook, cerca de Postbridge. La investigación de ayer fue llevada a cabo por miembros del Centro de OVNIS de Devon, en Torquay, que intentan demostrar la existencia de un vínculo con el espacio extraterrestre.
Los miembros de dicho centro consideran que existe la posibilidad de que platillos volantes hayan sobrevolado la zona y creado un vórtice que llevó a la muerte a los caballos.
John Wyse, jefe del equipo de cuatro hombres, declaró: “Si hubo una nave espacial en los alrededores, todavía tiene que haber evidencias detectables. Queríamos ver si existía alguna señal de que los caballos hubieran sido muertos con armas de fuego, pero no hemos hallado nada. Este incidente es extraordinariamente semejante a acontecimientos similares sobre los que se tiene conocimiento en Estados Unidos”.

La crónica del Mail concluye con una declaración de un representante de la Sociedad Protectora de Ganado de Dartmoor y de la Sociedad de Defensa de los Animales: “Sea lo que fuere, lo que ocurrió fue violento. Evitamos todo prejuicio acerca de este asunto. Me fascina la teoría del OVNI. No existe ninguna razón para rechazar esa posibilidad, ya que no hay otra explicación racional”.
Estas son las típica hebras de la trama que inspiraron la investigación televisiva original. Sin embargo, era necesaria  una persona que demostrara cómo podían entrelazarse para formar un conjunto claro.
Si la guía especializada de esa persona, el documental televisivo de Sceptre no podría haberse producido… y Troyano nunca se habría puesto en contacto con Colin Benson. Y habrían transcurrido años, posiblemente siete o más, hasta que la gente común y corriente hubiera empezado a sospecha la devastadora verdad acerca del planeta en que vivimos.
Esa persona es, naturalmente, el viejo que…

2

Ahora se dan cuenta de que tendrían que haber matado al viejo. Ése habría sido el camino lógico… para salvaguardar el secreto de Alternativa 3
En realidad, es curiosos que no decidieran su muerte aquel jueves de febrero porque, tal como hemos señalado, apelan al crimen. Por supuesto, no se denomina asesinato… cuando es cometido conjuntamente por los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética. En tales casos se trata de un “ajuste”.
Existe la convicción de que muchos “ajustes” han sido decididos por los dieciséis hombres –representantes oficiales del Pentágono y el Kremlin- que componen el Comité Político. Se supone que ellos son los autores de asesinatos grotescos y aparentemente inexplicables cometidos en diversas partes del mundo: Alemania y Japón, Gran Bretaña y Australia.
No hemos podido confirmar estas sospechas y aseveraciones, por lo que nos limitamos a registran que un número desconocido de personas –entre ellas el distinguido radioastrónomo sir William Ballantines- han sido ejecutadas en virtud de este asombroso acuerdo entre las grandes potencias.
Destacados políticos, entre los cuales dos de Gran Bretaña, se sumaron a quienes intentaban obstaculizar la publicación de este libro. Insistieron en que no es necesario que el público sea informado sobre hechos tan desagradables, argumentando que los acontecimientos del futuro son ahora inevitables y que no se gana nada desencantando prematuramente el temor. Reconocemos que su punto de vista es sincero, pero  insistimos en que el público debe saber. Tiene derecho a saber.
También se hicieron intentos encaminados a neutralizar el programa de TV que centró por primera vez la atención pública en Alternativa 3. Dichos intentos tuvieron un éxito parcial. Naturalmente, después de la transmisión del programa –cuando se produjo un espontáneo estallido de angustia-, Sceptre Televisión se vio obligada a presentar una negativa formal: todo ha sido una burla. Eso les ordenaron que dijeran. Y eso dijeron.
Entonces la mayor parte del publico se sintió satisfecha de que la tranquilizaran. Querían convencerse de que el programa había sido concebido como una burla, que sólo era un elaborado entretenimiento escapista. Así todo resultaba más confortable.
De hecho, los investigadores de la televisión descubrieron material mucho más turbador que el que les permitieron transmitir. La información censurada está ahora en nuestras manos. Asimismo, como ya hemos dicho, hubo muchas cuestiones que Benson y el resto del equipo televisivo no descubrieron… hasta después de la proyección del programa.
No sabía, por ejemplo, que la monstruosa muerte de sir William Ballantine –acaecida no lejos de la base de Jodrell Bank- era un reflejo exacto de la de un profesor de temas aerospaciales apellidado Peterson, ocurrida en las cercanías de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California. También ignoraban que se celebraban conferencias mensuales debajo del hielo ártico.
Alternativa 3 parece ser una concepción ridícula… hasta que se analiza la historia de la llamada carrera espacial. Desde el primer momento, al público sólo se le permitió lo que se consideraba adecuado. Muchos análisis prospectivos- y la magnitud de la información reunida entre el Este y el Oeste- se han mantenido en estricta reserva.
En 1951 surgió un ejemplo insignificante pero típico, cuando por primera vez se lanzó a seres vivientes a la estratosfera. Al menos, finalmente se informó al público que se trataba de la primera vez. Se lanzaron cuatro monos –cuyos nombres en código eran Albert 1, 2, 3 y 4- en un cohete V2 desde White Sands, Nuevo México.
¿Recuerda el lector White Sands? Allí fue donde el hombre del Dispatch de Columbus fotografió aquel extraño aparato al que, según admitió de mala gana un funcionario de la NASA, se conocía como “El platillo volante”.
Los monos volvieron sanos y salvos a la Tierra. Tres sobrevivieron. Uno de ellos murió poco después como consecuencia de haber sido privado de su medio natural.
Mucho después, cuando se filtró la noticia, se explicó que la Operación Albert se había mantenido en secreto por una sola razón: evitar cualquier posibilidad de que los amantes de los animales organizaran una manifestación de protesta.
La mayoría de la gente aceptó la versión oficial, es decir, la de que los cuatro Albert habían sido los primeros viajeros espaciales del mundo. Pero ¿era verdad?
En 1951, el cohete V2 –una réplica de la Segunda Guerra Mundial- había sido superado por proyectiles mucho más complejos. ¿Sería lógico, entonces, o siquiera práctico, utilizar un vehículo obsoleto para el primer lanzamiento de criaturas vivientes?
¿No era más factible argumentar que la Operación Albert sólo era un experimento secundario que logró atravesar la red de seguridad?¿Y que no preocupó demasiado a las autoridades tener que confirmarlo… ya que contribuía a ocultar la autentica y gigantesca verdad?
Existen abundantes pruebas de que en 1951 has grandes potencias estaban mucho más adelantadas de lo que ellas ha reconocido en el campo de la tecnología espacial. Gran parte de estas pruebas han sido proporcionadas por experimentados pilotos. Por hombres como el capitán Laurence W. Vinther…
A las 8:30 de la tarde del 20 de enero de 1951, el controlador del aeropuerto de Sioux City ordenó al capitán Vinther –que entonces trabajaba en Mid-Continent Airlines- que investigara una “luz muy brillante” que se encontraba por encima del campo.
Vinther y su copiloto, James F. Bachmeier, despegaron en un DC3 y se dirigieron hacia la fuente de la luz.
Repentinamente la luz se lanzó hacia ellos en picado a gran velocidad y pasó a unos 60 metros por encima del DC3. En este momento advirtieron que había invertido la dirección, aparentemente en un abrir y cerrar de ojos, y que volaba paralela al avión. Era una noche de luna y ambos tripulantes vieron claramente que la luz emanaba de un objeto en forma de cigarro, más voluminoso que un B-29. Por último, la extraña nave perdió altitud, pasó por debajo del DC3 y desapareció.
Dos meses más tarde, el 15 de marzo, miles de personas de Nueva Delhi se vieron sorprendidas pro un extraño objeto que apareció en lo alto y parecía dar vueltas sobre la cuidad. Uno de los testigos fue George Franklin Floate, un ingeniero jefe del Aeroclub de Delhi, que describió “un objeto semejante a un cigarro, con morro en forma de bala, de unos treinta metros de longitud y con lun anillo de llamas en el extremo”. Se enviaron dos reactores de la Fuerza Aérea Hindú a interceptarlo, pero súbitamente el objeto ascendió a una “velocidad fenomenal” y se perdió en las alturas.
O sea que, a pesar de las negativas oficiales, en 1951 se habían hecho progresos suficientes para sentar las bases de la planificación de Alternativa 3.
A mediados de los setenta corrían tantos rumores acerca del intercambio de información secreta entre el Este y el Oeste –y existían hombres cada vez más curiosos, como el profesor Broadbent-, que los “rivales “ soviéticos y norteamericanos representaron una obra maestra de camuflaje. ¡Mostrarían abiertamente al mundo que estaban dispuestos a cooperar en el espacio! El resultado se vio en julio de 1975, con el primer Intercambio Espacial Internacional reconocido. Las cámara de TV mostraron el acoplamiento de una nave espacial Soyuz con una Apolo… y a las respectivas tripulaciones que, jubilosas, intercambiaban comida y mitades de medallas como símbolo del encuentro.
Leónidas Brejnev envió el siguiente mensaje a los astronautas reunidos: “Vuestro afortunado encuentro confirma la corrección de las soluciones técnicas que fueron elaboradas y realizadas en colaboración por científicos, diseñadores y cosmonautas soviéticos y norteamericanos. Podemos afirmar que Soyuz-Apolo es un prototipo de futuras estaciones orbitales internacionales”.
Gerald Ford expresó la esperanza de que esa “tremenda demostración de colaboración” diera la pauta de “lo que tenemos que hacer en el futuro para lograr un mundo mejor”. En su casa cercana a Boston, Massachussets, un ex tripulante del Apolo, Bob Grodin, apagó disgustado el televisor.
El comentario de Grodin fue más sucinto que el de cualquiera de ambos líderes. Dijo: “¡Cómo se atreven!”, y seguidamente se sirvió otro vaso de bourbon.
Grodin tenía motivos para sentirse amargado aquel día. Amargado y también cínicamente divertido. Cuando él realizó idéntica maniobra –a 225 kilómetros por encima de las nubes- el 20 de abril de 1969, no había cámaras de televisión ni se habían cantado loas de ningún tipo. Había intercambiado un apretón de manos con los rusos y sed había reído de sus chistes malos –exactamente como acababa de hacer Tom Stafford- pero no se había hecho ninguna alharaca acerca de la operación. Era una cosa de locos… ¡Cómo engañaban a la gente haciendo que todo pareciera algo grandioso! Ni siquiera fue algo grandioso cuando él lo realizó. Otros lo habían hecho antes que él…
De hecho, hoy sabemos que esta técnica de acoplamiento ruso-norteamericana se introdujo con éxito a finales de los cincuenta, con submarinos especialmente diseñados y en las insondables profundidades del Atlántico Norte. Se pudo en práctica específicamente con miras a Alternativa 3. En virtud de la necesidad de alcanzar el máximo en cuestiones de seguridad. Dicho sistema hizo posible que hombres que eran enemigos oficiales, que representaban la charada de desconfiar los unos de los otros en público, viajaran por separado y discretamente para reunirse en las profundidades del mar.

Jueves 3 de febrero de 1977. Un hito. Por primera vez, una reunión del Comité Público infiltrada, a través de la transcripción, por Troyano. Todavía no había información disponible acerca de reuniones anteriores, celebradas en diversos sitios. Transcripción completa, obviamente archivada en diferentes secciones de seguridad. Sensata precaución, Y frustante. Troyano sólo obtuvo una pequeña parte. Suficiente para confirmar una conspiración de asesinato. Importante progreso.
Punto de reunión: el cuarto de oficiales de un submarino nuclear Permit modificado. Treinta y cinco brazas por debajo de los hielos árticos. Los submarinos Permit “detectan y destruyen al enemigo”. Esto es lo que se le dice al contribuyente norteamericano. Los conceptos de Guerra Fría son fácilmente aceptados. Desvían de la auténtica verdad…
No hay nombres en la transcripción. Aparentemente, nunca se emplearon nombres. Sólo nacionalidades y números. Ocho rusos identificados de R. UNO a R. OCHO y ocho norteamericanos.
El procedimiento puede verse en las siguientes transcripciones (A. OCHO y R. OCHO alternan mensualmente como presidentes).
3 de febrero. Presidente: A. OCHO. La parte transcrita dice:

A CINCO: Estás loco… ¿Te das cuenta? Absolutamente loco…
A DOS: No, él tiene razón… Ese viejo es peligroso…
R SEIS: Te recuerdo que se acordó… Desde el principio se acordó realizar el mínimo  de ajustes.
A DOS: Y el viejo, amigo, entre dentro de ese mínimo. Por la forma en que habla, lo soplaría todo…
R UNO: ¿Crees que alguien lo escucha? Nadie le presta atención. Nadie. Vamos, no sabe nada… nada después de tantos años. Teorías… Eso es todo lo que tiene… Teorías y recuerdos…
A CINCO: Entonces está claro, ¿no? Estamos perdiendo el tiempo y sudando por teorías que tienen veinte años de antigüedad. ¡Cielos! Si empezamos a llevar hasta ese punto los ajustes porque…
R CUATRO: Las teorías no han cambiado tanto en veinte años, y en mi opinión…
A CINCO:  …hasta ese punto porque un viejo semisenil y charlatán…
A OCHO: No es semisenil; ni siquiera es tan viejo. El año pasado asistí a una de sus conferencias en Cambridge y, créeme, no es semisenil. ¿Qué ha estado diciendo, concretamente?
A DOS: Algo acerca de extraer aire del suelo, del derretimiento del hielo… La gente de esa universidad está empezando a escucharle…
A CINCO: Eso es lo mismo que decía en Alabama en 1957. Yo tenía razón cuando en Huntsville él dijo que…
R CUATRO: La Conferencia de Huntsville fue similar a esta reunión. Los temas no eran para extraños y…
A CINCO: Sí, pero ni siquiera entonces hubo mucha gente que lo tomara en serio… Y ahora que ya está…
R CUATRO: No deja de ser una grave brecha de seguridad. Es peligroso y puede desatar una ola de pánico entre las masas.
A CINCO: ¡Ya basta, pues! ¡Matadle! Es un viejo inofensivo que chochea, pero, si eso os hace sentir mejor…, adelante y matadle.
A OCHO: Los ajustes no se han creado para hacernos sentir mejor; y nuestro amigo, aquí presente, tenía razón: hemos acordado restringirlos al mínimo… ¿Algo más contra este hombre?
A DOS: Sí, la verdadera mala nueva… Oí decir que ha dejado escapar insinuaciones… Nada específico, pero sí indirectas acerca del gran golpe, acerca de que está reventando la cuestión tierra-aire…
R SEIS: Pero no es posible que él sepa…
A DOS: Quizá no lo sepa… No lo sepa con certeza… Pero sin duda ha conjeturado algo.
A UNO: Dices que ha adivinado, ¿no? ¿Es eso?
A DOS: Maldición, eso es lo que digo.
R UNO: Entonces es lo que yo pienso. ¡Teorías, recuerdos, y ahora conjeturas! ¿Sentenciamos a muerte a un viejo a causa de sus conjeturas? ¿Así es como vosotros, los norteamericanos, queréis que operemos?
A OCHO: Acabemos con la cuestión Este-Oeste; recuerda que somos un equipo y que carecemos de nacionalidad… Ahora bien, tenemos muchos puntos que tratar y hemos dedicado demasiado tiempo a ese inglés. Votemos. ¿Quiénes están a favor de un ajuste? Hum, hum… ¿Y en contra? Bien, así que… seguirá con vida. Al menos por un tiempo. Pero sugiero que lo vigilemos… ¿De acuerdo? Bien, entonces pasemos a Ballantine y a ese Harry Carmell… Creo que no hay lugar a objeciones en cuanto a ellos…
R SIETE: Ese Harry Carmell… ¿Estamos seguros de que ha robado ese circuito de la NASA?
A OCHO: Absolutamente. Y te juro que han caído algunas cabezas en Houston. También sabemos que está en algún lugar de Inglaterra… Probablemente en Londres… De modo que si vuelve a ponerse en contacto con Ballantine…
R SIETE: Creo que todos sabemos muy bien qué ocurriría si se reuniera con Ballantine.
A DOS: Especialmente con los contactos de Bellantine en Fleet Street…
R SIETE: ¿Cómo es posible que un hombre como Carmell haya logrado salir de Estados Unidos?
A OCHO: No sigas, sé lo que quieres decir. De Rusia no habría logrado salir tan fácilmente, pero ya está hecho… Los nuestros cometieron una estupidez y ahora nos corresponde a nosotros…
R SIETE: Entonces, como tú dices, no hay lugar a objeciones. Ambos merecen un ajuste.
A OCHO: ¿Todos de acuerdo? Bien, sugiero un par de montajes calientes… Los forenses nunca arman jaleo al respecto…
R SIETE: Pero supongo que primero tendremos en encontrar a Carmell…
A OCHO: Lo encontraremos. Londres no es una ciudad tan grande, y en breve necesitará su dosis.
A TRES: ¿Está muy enviciado?
A OCHO: Lo suficiente… Ahora, ¿qué hay de Peterson? ¿El mismo tratamiento?
R CUATRO: Todos hemos visto el informe anterior sobre Peterson. ¿Cuál es la última evaluación?
A OCHO: Cada vez se muestra más paranoico acerca de las remesas.
R CUATRO: ¿Te refieres a las adaptaciones científicas?
A OCHO: Sí, las adaptaciones científicas… Se le va la lengua hablando de ética… y todas esas tonterías.
A DOS: ¡Ética! ¿En qué creen que nos ocupamos? ¡Demonios! Estamos exactamente en el centro del ejercicio vital que jamás se haya montado… Con la supervivencia de toda la raza humana pendiente de ello, y protestan por éticas…
A OCHO: La cuestión de la cirugía le afectó realmente…
A CINCO: No tendrían que habérselo dicho… No necesitaba saberlo. Estamos en deuda con Peterson. Ha hecho un buen trabajo… ¿No podríamos encerrarlo, sencillamente?
A DOS: Imposible. Demasiado riesgo… Chillaría hasta hacerse oír.
A OCHO: Coincido contigo. Lo siento porque es un tipo que me gusta, pero no hay otra alternativa. ¿Alguien se opone a un ajuste para Peterson? De acuerdo, esto está resuelto… Ahora, por favor, dediquémonos al gran problema: el alza del envío de provisiones. ¿Se sabe algo de Ginebra?

En este punto concluía la sección transcrita. Se habían decidido, claramente, tres asesinatos. Al margen de cómo los denominaran, hablaban de asesinatos. ¿Y las adaptaciones científicas? En la prensa occidental ya se había publicado bastante acerca de extraños experimentos que se llevaban a cabo en internados –principalmente disidentes  y prisioneros políticos- del Hospital Mental de Dnepropetrovsk, en Ucrania. Se trataba de experimentos propios de bárbaros, pero eran conocidos y se había hablado de ellos durante años. Para llevar a Peterson a semejante agonía mental –para empujarlo a arriesgarse a perder su vida- tenía que haber ocurrido algo nuevo, indudablemente.
En aquel entonces, Troyano  ya nos había proporcionado información acerca de ese “algo nuevo”… Precisamente era ese algo lo que le había decidido a dar el peligroso paso de romper el silencio y hablar con Benson. Pero Troyano no tenía pruebas escritas. No contaba con nada que documentara o probara sus afirmaciones. Decidimos que valía la pena investigarlas, pero que sería una irresponsabilidad dar por sentada su veracidad.
Pedimos ayuda a contactos de Washington. Contactos con influencia en el Senado y en comités del Congreso. Nos sorprendió la prontitud con que dichos contactos obtuvieron resultados. En esa etapa no lograron poner al descubierto toda la historia, pero hicieron posible que el público vislumbrara parte de la verdad.
El 3 de agosto de 1977, el Evening News de Londres publicó la siguiente noticia:

La CIA ha utilizado “cobayos” humanos en experimentos destinados a controlar la conducta y la actividad sexual.
La agencia norteamericana de inteligencia también consideró la posibilidad de contratar a un mago para otro programa secreto sobre el control mental.
Los experimentos realizados durante los últimos veinte años aparecen en documentos que se creía destruidos, pero que ahora se han divulgado debido a presiones del Senado y de diversos comités del Congreso de Estados Unidos. Los intentos de modificar las pautas sexuales y otras conductas involucraban la utilización de drogas en personas esquizofrénicas y también normales. Se aplicaron a estudiantes drogas alucinógenas como el LSD.
Otro documento sumamente censurado indica que se pensó en un mago de primera línea para trabajar en el control mental.
La palabra reveladora fue “prestidigitación”, que apareció en un memorándum de 1953, redactado por Sydney Gottlier, entonces jefe de la división química de la CIA.

Estamos convencidos de que el relato precedente jamás habría visto la luz de no ser por la información proporcionada por Troyano. Los hechos relativos a los “cobayos” se habían mantenido tan en secreto como el resto de la operación Alternativa 3.
Otros diarios publicaron la noticia al día siguiente, 4 de agosto. Ann Morrow, archivera de Washington, escribió en el Daily Telegraph:

En el día de ayer, el señor Stansfield Turner, director de la CIA, expuso algunos de los detalles más escalofriantes sobre la forma en que dicha agencia trató de controlar conductas individuales mediante el empleo de drogas en “cobayos” humanos voluntarios y no voluntarios.
En una amplia sala revestida con paneles de madera, el señor Turner –a quien le agrada que se le llame por su grado de almirante- manifestó ante el Comité de Inteligencia del Senado y el Subcomité de Recursos Humanos para la Salud que tales pruebas le resultaban detestables.
Admitió que las pruebas se llevaban a cabo en “casas seguras” de San Francisco y Nueva York, donde psicópatas sexuales inconscientes eran sometidos a experimentos en los que se intentaba modificar la conducta sexual y otras formas del comportamiento humano.
Como mínimo estaban comprometidos 185 científicos y 80 instituciones investigadoras.

El señor Turner siguió diciendo que un hombre se había suicidado –saltando desde la ventana de un hotel de Nueva York- después de ser utilizado, “sin saberlo”, en un “experimento promovido por la CIA”. El relato de Ann Morrow continuaba así:

El senador, Edward Kennedy planteó algunas preguntas incisivas, pero, al igual que a otros miembros del Comité del Senado, le resultó difícil mantenerse serio cuando inquirió acerca de las operaciones de la CIA denominadas “Medianoche” y “Clímax”.
En su interrogatorio a dos ex empleados de la CIA con respecto a los experimentos iniciados en los años cincuenta y concluidos en 1973, el señor Kennedy leyó una estrafalaria lista de accesorios de las “casas seguras” de San Francisco y Nueva York, donde se organizaba la prostitución.
Con su monótono acento bostoniano y el rostro serio, enumeró: “Primoroso tocador, falda de pana negra, un cuadro con una imagen de bailarina de can-can, tres aguafuertes de Toulouse-Lautrec, espejos de dos caras y equipo de grabación”. Después, el senador reconoció que éste era el aspecto más liviano de la operación.
El señor John Gittinger, que trabajó para la CIA durante veintiséis años, se estremeció y se llevó el pañuelo a los ojos. Se limitó a mostrar su conformidad con un gesto de asentamiento.

The Times publicó aquel mismo día una historia similar desde Washington. La misma describía documentos sacados de los archivos de la CIA, y agregaba:

Grupos de documentos han sido puestos a disposición de los periodistas en Washington de acuerdo con la Ley de Libertad de Información, que garantizaba el acceso al público a los documentos gubernamentales. Casi todos habían sido sometidos a una rigurosa censura.

Ahí está la frase reveladora… Casi todos habían sido sometidos a una rigurosa censura. Desde su concepción en los años cincuenta, Alternativa 3 se había considerado exenta de la Ley de Libertad de Información. Y no es casual que estos controvertidos experimentos también se iniciaran –como hoy se reconoce abiertamente- en los años cincuenta.
Los directores de estos periódicos no tenían forma de saber que sus noticias, por perturbadoras que fueran, estaban en relación directa con Alternativa 3. Tampoco que sólo habían obtenido una fracción de la verdad con respecto a estos experimentos de la CIA.
La información obtenida en la totalidad de los experimentos se reunió con la que se obtuvo en el Hospital Mental de Dniepropetrovsk. Se reunieron dichas informaciones con el propósito de desarrollar métodos de producción en serie para manufacturar una especie de esclavos.
¿Recuerda el lector la curiosa declaración pronunciada por el jefe de investigaciones criminales Ron Sutton en octubre de 1975… después de la desaparición de la “remesa” de Oregón?
“Se les dijo que tendrían que abandonarlo todo, incluso a sus hijos. Estoy verificando el informe sobre una familia que aparentemente se desprendió de una granja de sesenta hectáreas y de tres hijos”. Eso es lo que dijo. Y ahora esas palabras encajan en la realidad.
En los tiempos anteriores a la Guerra Civil, los esclavos no gozaban del derecho de tener familia, ni de vivir con sus propios hijos o tener propiedades. Ellos eran propiedad. Ahora estamos en condiciones de asegurar que esa horrenda filosofía ha sido aceptada por los esclavos-amos espaciales de los años setenta.
Alternativa 3 necesita partidas regulares de esclavos. Los necesita para ponerlos al servicio de personas claves. De personas como la doctora Ann Clark.

3

Tres personas inspiraron inconscientemente aquel documental televisivo y –aunque les consternaría saberlo- contribuyeron a alertar al mundo de los horrores de Alternativa 3.
La doctora Ann Clark es una investigadora científica especializada en energía solar. Brian Pendlebury, un ex miembro de la RAF, es experto en electrónica. Robert Patterson es catedrático  matemáticas o, mejor dicho, lo era hasta su desaparición. Hoy es prácticamente seguro que Patterson ya no enseña matemáticas, sino que trabajo con dedicación exclusiva para Alternativa 3.
Así, estas personas fueron las catalizadoras de toda la investigación. Por tal razón, aunque no las conocimos, les hemos dedicado este libro.
Ann Clark, una atractiva mujer de pelo negro como el azabache y que rondaba los treinta años, tomó su gran decisión hacia finales de 1975. Jamás lo habría hecho –aunque su orgullo le impidió reconocerlo ante las cámaras de televisión- si su prometido no hubiera roto inesperadamente el compromiso.
El futuro de Ann parecía resuelto. Tenía la intención de continuar, a pesar de todas las frustraciones, en el laboratorio de investigaciones de Norwich hasta su boda. Y probablemente después, hasta el nacimiento del primer hijo. Como decía a menudo, las condiciones del laboratorio eran “bastante lamentables”, pero estaba dispuesta a soportarlas. Al fin de cuentas, no sería por mucho tiempo…
Entonces Malcolm echó todos sus planes por la borda con la noticia de la ruptura. Se había mostrado sorprendentemente indiferente al respecto, totalmente distinto al Malcolm que ella creía conocer. Se había limitado a decirlo, brutalmente, que el compromiso era un error, que “no quería atarse”. Luego, sólo cuatro semanas más tarde, Ann se enteró de que Malcolm hablaba de casarse con una mujer llamada Maureen…
De pronto, el laboratorio –y todo lo que lo rodeaba- le pareció intolerablemente deprimente. Miserable y casi sórdido. Las autoridades reconocían que la investigación que realizaban era importante, especialmente debido a la escasez de energía y a los costos cada vez más elevados del petróleo. Pero aparentemente no tan importante como para invertir dinero.
A menudo, los proyectos experimentales ocupaban el triple del tiempo necesario debido a que el equipo era improvisado y, en algunos casos, casi obsoleto. Algunos proyectos ni siquiera podían ponerse en marcha. La respuesta habitual de los administradores era: “Tal vez el próximo año financiero, pero por el momento no disponemos de presupuesto”. Ann Clark se sentía cada vez más frustrada.
En aquel momento deseaba concentrarse más que nunca en su investigación, sumergirse más profundamente, pero cada vez tenía más conciencia de que ella –al igual que los demás- no podían hacer pleno uso de su formación profesional. Nunca lo habría sentido tan intensamente de no haber sido por Malcolm. Pero Malcolm y su plan de casarse con Maureen… Eso fue lo que en realidad decidió a Ann a iniciar una nueva vida.
Aquel año, muchos otros hacían lo mismo. Se marchaban de Gran Bretaña, con el propósito de ocupar puestos bien remunerados en Europa y en Medio Oriente. Y en Estados Unidos. Duplicaban su salario y obtenían estímulos adicionales, tales como automóviles de la empresa y casas lujosas. Además, contaban con mejores condiciones de trabajo.
La fuga de cerebros. Así se denominaba; era una etiqueta acertada. En los doce años transcurridos hasta diciembre de 1975 –mes y año en que Ann Clark tomó su decisión-, casi cuatro millones de personas se habían marchado del Reino Unido. Más de un tercio de ellas pertenecían al nivel profesional y directivo de la sociedad británica.
A principios de aquel año, uno de los jefes de departamento de Norwich había pasado a ocupar un importante puesto en Estados Unidos y, como demostraban sus cartas, no lamentaba el traslado. De hecho, su único pesas consistía en no haberse decidido años atrás. Ann Clark decidió escribirle.
Con gran sorpresa de Ann, él la telefoneó desde California en cuanto recibió su carta y le dijo que no habría ningún problema, dadas su capacidad y experiencia. Ella era exactamente la persona que necesitaban y, si ella lo deseaba, él se ocuparía de situarla en el trabajo adecuado.
¡Si lo deseaba! Jamás había imaginado de pudiera ser tan fácil. La exaltación crecía en su interior a medida que oía sus palabras. Aparentemente, en Londres había un hombre que reclutaba científicos para la empresa de California y si ella se ponía en contacto con éste…
Ann apuntó en nombre y el domicilio de ese hombre en Londres, junto con su número de teléfono.
-Hoy mismo me comunicaré con él –afirmó Ann-. No sabes cuán agradecida…
-Deja que yo lo llame primero –la interrumpió su amigo de california-. Lo pondré en antecedentes.
-Gracias –concluyó Ann-. Muchísimas gracias.
Al día siguiente Ann se encontró en Londres con aquel hombre y lo acordaron todo en una hora. En el tren que la llevaba de regreso a Norwich redactó el borrador de su renuncia.
Como explicaremos más adelante, aquélla fue la semana en que Sceptre Televisión estableció el primer contacto con Ann. Al principio se mostró más que dichosa de hablar acerca de sus planes. No mencionó a Malcolm, por supuesto, dado que los televidentes no tenían por qué enterarse de esa cuestión. No obstante, Ann consideraba importante que la gente supiera exactamente por qué razón los científicos abandonaban en tropel Gran Bretaña. En realidad, se sentía halagada de que le ofrecieran esa oportunidad y se dijo a sí misma que, hablando claro, contribuiría a que mejoraran las condiciones de aquellos de quienes ella se separaría…
En ese punto llegamos a un misterio que aún no hemos resuelto por entero. La información que hemos reunido proviene de los amigos y colegas de Ann Clark en Norwich. Es casi una respuesta… pero deja cuestiones sin resolver.
Poco después de la llegada de la unidad fílmica de Sceptre Televisión al laboratorio en enero de 1976, para celebrar la primera de una serie de entrevistas, un norteamericano desconocido visitó a Ann Clark. Se limitó a aparecer en el laboratorio sin cita previa y todos supieron que estaba relacionado, de alguna manera, con el nuevo trabajo de Ann. El americano habló con ella en privado, durante largo rato, y después ella apareció turbada. Se negó a decir qué quería aquel hombre o de qué habían hablado, pero era obvio que estaba sumamente trastornada.
Sabemos que aquel norteamericano fue aquella noche al apartamento de Ann y permaneció allí durante tres horas. Posteriormente, la actitud de Ann para con los que la rodeaban –y con el personal de Sceptre Televisión- cambió de manera notoria. Prosiguió con su trabajo tan concienzudamente como siempre, pero se la veía encerrada en sí misma. Se negó a participar en cualquier tipo de conversación. Parecía haber levantado un muro a su alrededor.
Hay más. Uno de sus colegas, un hombre ya de edad avanzada, nos comentó: “Empecé a observar que a veces me miraba –y también a los demás- con una extraña expresión en los ojos. Casi parecía que, por alguna razón, sentía pena por nosotros. Todo bastante estraño”.
Todo muy extraño. La doctora Ann Clark partió de Norwich el 22 de febrero de 1976, conduciendo un coche alquilado. Se marchó sin cumplir el plazo de aviso de su dimisión, porque, según explico, los americanos tenían prisa por contar con ella. Así ingresó en la fuga de cerebros. Pero todavía no se ha incorporado en la empresa de California.

Brian Pendlebury tenía treinta y tres años cuando pasó a formar parte de la fuga de cerebros, en el mes de julio de 1974. El principal motivo de su partida era  que le disgustaba el clima, especialmente el clima de Manchester, pues era un amante del sol.
Después de su graduación universitaria en electrónica había adquirido el gusto por los viajes como oficial de proyectos especiales de la RAF.
La Fuerza Aérea le había hecho conocer el mundo. Asimismo le había enseñado que no pertenecía al tipo de los que se instalan en una rutina monótona. No en Manchester, indudablemente.
Cinco meses después de dejar el servicio solicitó un puesto en una importante empresa electrónica de Sydney, Australia. Con gran disgusto de sus padres, lo consiguió.
Hoy, éstos reconocen que se disgustaron por razones egoístas, aunque muy comprensibles. Era su único hijo, lo adoraban –se habían visto obligados a hacer grandes economías para que él asistiera a la universidad y estaban muy orgullosos de su éxito- y durante años lo habían visto muy poco. Abrigaban la esperanza de que entonces viviera en su casa, por lo menos durante un año. Además, su madre se había hecho a la idea de que Brian se casaría con alguna joven sensata y bonita de Lancashire, que la convertiría en feliz abuela.
“Quizá podamos llegar a un acuerdo –le había dicho Brian en broma-. Trataré de encontrar una joven australiana sensata y bonita, y tú podrás tener un nieto algo aborigen…”
Después de tomada su decisión, ningún argumento logró disuadirle. No obstante, prometió que se mantendría en constante contacto con sus padres, que escribiría regularmente y que les enviaría fotos. Sí, ya sabía que había dicho lo mismo otras veces… pero esta vez cumpliría.
Cumplió su promesa. La cumplió hasta cinco meses después de su partida de Manchester. Sus padres recibían todas las semanas una carta con noticias sobre su vida en Australia. El trabajo parecía ir bien y realmente disfrutaba de la vida en aquel país. También recibieron fotografías: Brian practicando el surf… Brian con unos amigos en un club nocturno… Brian junto al puente del puerto de Sydney. La foto del puente era especialmente buena. La hicieron enmarcar y la pusieron sobre la repisa de la chimenea.
Todo andaba bien, absolutamente bien, salvo algunos hechos desconcertantes.
Brian Pendlebury no vivía en el domicilio que indicaba el remitente de sus cartas. En la empresa en que decía trabajar insisten en que nunca oyeron hablar de él. La verdad, por lo que pudimos averiguar, es que Pendlebury nunca pisó Australia.

El sistema fiscal británico era el tema predilecto –y más detestado- de Robert Patterson, de cuarenta y dos años de edad. Como buen matemático, siempre apelaba a los últimos hechos para justificar su ira.
Sus amigos de la Universidad de St. Andrews, donde era catedrático, se habían acostumbrado a un bombardeo regular de cifras:
-¿Sabéis que en Alemania la máxima tajada que le quitan a un hombre de sus beneficios imposibles es el cincuenta y seis por ciento? Para no hablar de Estados Unidos… ¡Ése es un país donde saben apreciar el valor de los incentivos! ¡En Estados Unidos sólo es del cincuenta por ciento!
Cuando se refería a los impuestos, todas sus oraciones parecían estar entre signos de admiración.
-¿Pero qué ocurre aquí, en Inglaterra? ¡Si quieres saberlo, te lo explicaré! El ochenta y tres por ciento… ¡Ésa es la cifra que te quitan aquí, el ochenta y tres por ciento! ¿Y te asombra que la gente no quiera trabajar más de lo que trabaja?
Este tipo de conversación –en la que Patterson proponía todas la preguntas y todas las respuestas- podía continuar indefinidamente sin que el otro tuviera la oportunidad de abrir la boca. Era una prolongación de la técnica empleada en las aulas, que lo volvía intolerablemente pesado.
En la universidad, muchos se sintieron aliviados cuando finalmente Robert anunció que seguiría su propio consejo. Él y Eileen, su esposa, abandonarían Inglaterra. Iniciarían con sus dos hijos una nueva vida en Estados Unidos.
Aunque no era habitual en él, se mostró reticente en cuanto a lo que haría en Estados Unidos y se limitó a decir que le habían “invitado a participar en un interesante proyecto”. A pesar de su tono evasivo, parecía evidente que había aceptado un pingüe destino en Estados Unidos. Nadie se sorprendió en la universidad, ya que Patterson era reconocido como uno de los matemáticos más brillantes de Inglaterra. Era de lamentar que también fuera tan pesado.
Patterson dio la noticia a principios de febrero de 1976 y el Guardian le dedicó un recuadro.
Uno de los investigadores de Sceptre Television –el que había organizado la entrevista inicial con Ann clark- leyó la noticia y de inmediato se comunicó con Patterson. Ofreció a éste la mejor plataforma para airear sus puntos de vista sobre el sistema tributario, ya que el programa “Informe Científico” se emitía por la red televisiva de todo el país.
-Gracias por la invitación –respondió Patterson-. En condiciones normales me habría encantado, pero tengo un problema de tiempo. Volaremos a finales de la próxima semana y todavía es mucho lo que tengo que hacer…
-No lo entretendremos mucho tiempo –insistió el investigador, le resultaba difícil encontrar gente adecuada para el programa y no quería que alguien como Robert Patterson se le escapara de las manos-. Podemos enviar un reportero y una unidad fílmica a Escocia y entrevistarlo, que sea en la universidad o en su casa.
El investigador de Sceptre Television sabía que probablemente Harman protestaría por el gasto que significaba enviar una unidad desde Londres para realizar una sola entrevista, pero estaba dispuesto a dejar que Harman chillara.

4 comentarios

  • Crow

    No podían pretender mantener una red de televisión sin invertir algo de dinero. De cualquier modo, pensó, Chris Clements podía discutir esa cuestión con Harman. Para eso estaban los productores. A él sólo le correspondía llegar a la gente adecuada y lo estaba haciendo muy bien.
    -No le ocupará mucho tiempo, señor Patterson –repitió-. Podemos hacerlo en cualquier momento que a usted le venga bien.
    Patterson vaciló:
    -¿Le parece bien el martes por la mañana?
    -Perfecto. ¿A qué hora?
    -¿A las once?
    -De acuerdo. ¿Dónde?
    -Sería más conveniente aquí, en mi casa.
    -Estaremos en su casa, señor Patterson. A las once en punto. Muchas gracias.
    Colin Benson, que ya colaboraba con nosotros, fue el reportero de televisión que visitó la casa de Patterson aquel martes por la mañana. La encontró cerrada con llave y evidentemente desierta. Según los vecinos, los Patterson se habían marchado a toda prisa el sábado a mediodía.
    Quien haya visto aquel programa de “Informe Científico”, probablemente recordará que posteriormente el choche de la  familia se encontró abandonado en Londres. Pero los Patterson –Robert, Eileen, Julian y Kate, de dieciséis y catorce años respectivamente- no han sido vistos desde entonces.

    6 de febrero de 1977. Nervioso, sir William Ballantine miraba la hora. No podía comprender por qué razón Carmell no la había telefoneado. Ése había sido, concretamente, el acuerdo. Tendría que haber telefoneado –para convenir un encuentro- en cuanto llegara a Inglaterra.
    Desde la ventana de su estudio, ceñudo para protegerse del intempestivo azul brillante del cielo del atardecer, Ballantine veía el gigantesco plato de escucha del radiotelescopio de Jodrell Bank.
    Lo contempló, tratando de sofocar la convicción de que había ocurrido algo grave. Hacía días que tenía la premonición de que de alguna manera ellos habían descubierto su plan y de que el tiempo se agotaba.
    Había sido un error, un terrible error, mantener la cinta oculta tanto tiempo. Tendría que haber informado al público, meses antes, de lo que realmente ocurría en el espacio. Tendría que haberlo hecho el día que –en la sede central de la NASA en Estados Unidos- tuvo pruebas irrefutables de que los hombres habían logrado lo imposible.
    Pero, se preguntó una vez más, ¿quién le habría creído? Los hechos eran tan fantásticos que, a pesar de su reputación internacional como radioastrónomo, la respuesta habría sido el escepticismo, en especial si la NASA negaba sus declaraciones… Y Harry Carmell le había advertido que la NASA las negaría sin ningún género de dudas.
    Carmell le había ayudado. Se puso nervioso al hacerlo –sin autorización de sus superiores-, pero le ayudó: pasó la cinta que Ballantine obtuvo en Jodrell Bank por uno de los circuitos electrónicos descifradores de la NASA, y ambos vislumbraron las pasmosas imágenes que repentinamente surgieron de la cinta magnetofónica descifrada.
    Carmell se aterrorizó de inmediato. “No hables de esto… con nadie –dijo-. Estos cabrones nos matarían si supieran lo que acabamos de descubrir. Sigue mi consejo, amigo, y destruye esta maldita cinta…”.
    Conocemos las palabras exactas, tal como fueron pronunciadas, porque produjeron gran impresión en Ballantine. Una impresión suficientwe para que las registrara en su diario de 1976.
    Carmell se negó a seguir comprometiéndose, y Ballantine, turbado por la vehemencia de sus advertencias, devolvió la cinta a Jodrell Bank. Y allí había permanecido, bajo llave en un cajón de su escritorio, desde su regreso de Estados Unidos.
    Ballantine nunca habló de lo que había visto en la NASA. Intentó olvidar. Naturalmente, no pudo.
    El miércoles 26 de enero de 1977, Ballantine recibió una inesperada llamada telefónica de Carmell, desde Estados Unidos. La mayoría de las conversaciones telefónicas de Ballantine contenían tal volumen de información técnica que éste las grababa para consultarlas posteriormente. También grabó ésta, que ahora presentamos con permiso especia de lady Ballantine:
    CARMELL: ¿Hiciste lo que te aconsejé? ¿Destruiste aquella cinta?
    BALLANTINE: No hablé con nadie al respecto, pero aún la tengo a buen resguardo…
    CARMELL: ¡Gracias a Dios! Entonces podemos destapar la maldita cuestión…
    BALLANTINE: Disculpa… ¿de qué están hablando?
    CARMELL: Las remesas…, de eso hablo. Debo decirte, amigo mío, que es increíble lo que están haciendo  esos gorilas…
    BALLANTINE: ¿Remesas? Ignoro qué significa eso…
    CARMELL: Bestiales atrocidades; eso significa. Pero no quiero decir una palabra más por teléfono. Te lo contaré en cuanto llegue.
    BALLANTINE: ¿Vendrás a Inglaterra?
    CARMELL: En cuanto me sea posible tomar un avión. He dejado la NASA y tomé prestada una pequeña gramola…
    BALLANTINE: Me parece que no comprendo esa…
    CARMELL: Una gramola, ya sabes… Una descodificadora como la que usamos el año pasado… Ahora tengo una y la llevaré a Inglaterra…
    BALLANTINE: Pero, ¿qué ha ocurrido? ¿Qué son remesas?
    CARMELL: Espera a que nos veamos, amigo; entonces comprenderás… y estallarás. Sabía que esos hijos de puta era perversos, pero nunca imaginé… Oye, te telefonearé en cuanto llegue a Londres, ¿de acuerdo?
    BALLANTINE: ¿Esperas llegar mañana?
    CARMELL: No lo sé con certeza. Saben que tengo el aparato y me están buscando, de modo que tengo que andar con cuidado. Intentaré pasar a Canadá y salir desde allí… Dame hasta… bueno, digamos una semana a partir del domingo. Tendría que lograrlo antes…
    BALLANTINE: Me resulta difícil creerlo. ¿Corres realmente algún peligro?
    CARMELL: No corro algún peligro, amigo; corro el peor riesgo posible, pero no puedo cruzarme de brazos y permitir que hagan lo que están haciendo… Oye, ahora tengo que… A lo sumo una semana a partir del domingo, ¿de acuerdo?
    BALLANTINE: Eso sería el  6 de febrero…
    CARMELL: Sí, pero con suerte será antes… Si no has recibido noticias mías el 6 de febrero a las cuatro de la tarde, digamos… significará que todo ha fallado.
    BALLANTINE: ¡Santo Dios! Pero, si eso ocurriera, ¿qué debo hacer?
    CARMELL: Si te interesa la decencia y la dignidad humana… seguirás adelante y destaparás esta hedionda cuestión. En Ginebra hay un tipo que te ayudará. Se llama…

    Eso fue lo esencial de la conversación. No publicaremos el nombre mencionado en ese momento por Harry Carmell, ya que corresponde al hombre al que nos referimos como Troyano. Dada la forma en que Troyano ha contribuido a esta investigación, su vida correría grave peligro si de alguna manera se le identificara a través de este libro.
    Así, aquel 6 de febrero Ballantine aguardaba en su estudio. Eran las 4,45 de la tarde y Carmell aún no había llamado.
    “Quizá –pensó ballantine- Carmell ha sido atrapado. Acaso lo han capturado y matado”. Eso rayaba en lo verosímilmente imposible, pero, después de lo que había visto en la NASA, Ballantine ya no consideraba que nada fuera imposible.
    Obviamente, tendría que ponerse en contacto con el hombre de Suiza. Se lo había prometido a Carmell. O casi se lo había prometido. Pero no era tan sencillo como parecía. Carmell no le había dado ningún domicilio ni un número de teléfono. Sólo un apellido. Y Ginebra era bastante extensa.
    A las 5,30 se convenció de que Carmell estaba muerto. También de que él mismo corría grave peligro. Las palabras Carmell seguían bullendo en su mente: “Sabía que esos hijos de puta eran perversos, pero nunca imaginé…” Se desbordó la imaginación de Ballantine. Probablemente ellos ya sabían lo de la cinta y conocían sus intenciones…
    Cogió la cinta magnetofónica del escritorio, sabiendo que tenía que ponerla a salvo. En ese momento recordó que contaba con un amigo que posiblemente podía aconsejarlo: John Hendry, el director administrativo en Londres de una agencia informática internacional.
    En principio, Hendry contaba con un periodista en Ginebra, que caso con certeza lograría rastrear al hombre mencionado por Carmell. Además, Hendry también podría decirle cuál era la mejor forma de dar la noticia, ya que era esencial lograr el mayor impacto inicial posible. Expondría toda la cuestión a la mirada pública. También exigiría una minuciosa investigación acerca de la desparición de Harry Carmell.
    Volvió a verificar la hora. Domingo por la tarde. Era posible que John Hendry estuviera aún en su despacho. En Fleet Street trabajaban con unos horarios muy estrafalarios. Valía la pena intentarlo.
    Tuvo suerte. Encontró a Hendry en el preciso momento en que éste se disponía a salir. Transcribimos, también en este caso con permiso de lady Ballantine, la conversación telefónica:

    BALLANTINE: ¿John?  Soy Willian  Ballantine…
    HENDRY: ¡Qué agradable sorpresa! ¿Cómo anda todo en Joderll?
    BALLANTINE: Tengo un problema John… Un problema bastante grave… Necesito que me ayudes.
    HENDRY: Por supuesto, sabes muy bien que si puedo ayudarte… ¿Qué tipo de problema?
    BALLANTINE: ¿Podemos vernos esta noche?
    HENDRY: ¿Estás en Londres?
    BALLANTINE: Estoy en casa, pero en coche no llevará mucho tiempo…
    HENDRY: Bien, me disponía a encerrarme…
    BALLANTINE: Es importante John… Y te garantizo que se trata de la noticia más detonante que hayas oído este año…
    HENDRY: Entonces no puedo negarme. ¿Quieres venir a mi despacho?
    BALLANTINE: Estaré allí lo antes posible. Ah, John, también te enviaré un paquete por correo… Pero eso te lo explicaré más tarde.
    HENDRY: No entiendo… ¿Por qué no lo traes tú?
    BALLANTINE: Porque tengo la sensación… Una premonición, si así lo prefieres… No puedo llevarlo conmigo…
    HENDRY: ¿Te parece lógico? William, ¿de qué se trata?
    BALLANTINE: Espérame, entonces lo comprenderás todo.

    Lady Ballantine ha descrito la secuencia de acontecimientos inmediatamente posteriores a esta conversación. Nos reunimos con ella el 27 de julio de 1977. He aquí su exposición:

    Entré en el estudio precisamente cuando mi marido colgaba el teléfono y no pude dejar de notar, de inmediato, que estaba muy agitado. Esto era insólito, ya que normalmente era un hombre sereno y con gran dominio de sí mismo. Nunca se permitió el lujo de ponerse nervioso. Su comportamiento era extraño, distinto del habitual, desde que recibió una llamada telefónica de Estados Unidos. No quiso comentarlo conmigo –actitud también ajena a su costumbre-, pero parecía estar con los nervios de punta.
    Sin Embargo, nunca lo había visto en el estado en que se encontraba cuando entré en el estudio. Tuve la clara sensación de que estaba aterrorizado, y no es algo que se me ocurre ahora, después de producidos los hechos.
    Le pregunté qué le preocupaba, porque era obvio que le ocurría algo, pero siguió meneando la cabeza y repitiendo que no ocurría nada.
    Me dijo que debía salir inmediatamente de Londres, para una reunión…

    Durante esta parte de su exposición, lady Ballantine se turbó notoriamente y aguardamos a que se calmara. Se disculpó por haber llorado y afirmó que estaba ansiosa por continuar, ya que quería colaborar. Dijo que nuestra investigación habría contado con todo el apoyo de su marido, y prosiguió:

    Cogió un paquete del cajón de su escritorio y lo guardó en un sobre herméticamente cerrado, que dirigió al señor Hendry. Le puso los sellos correspondientes y me pidió que lo llevara directamente al buzón. Insistió en que era sumamente urgente y aunque le recordé que aquella que aquella noche no había recogida, fue inflexible en su decisión.
    Me comunicó que probablemente estaría de vuelta de Londres a primera hora de la mañana del lunes pero, como saben ustedes, jamás volví a verle.

    ¿Por qué Ballantine actuó de modo tan extraño con respecto a esa cinta? Sin duda habría sido más lógico que la hubiera llevado consigo a Londres. Hacer que la despachara su esposa –con la seguridad de que tardaría más tiempo en llegar a manos de Hendry- no parece tener sentido. Confesamos que no conocemos la respuesta. Pero podemos intentar detectarla en la transcripción de su conversación con Hendry…
    “Porque tengo la sensación… Una premonición, si así lo prefieres…” Eso es lo que dijo. Y ésa puede ser la clave. Ahora sabemos que aquella cinta nunca habría llegado a manos de Hendry si hubiera estado en el coche de Ballantine. Claro que, tomando una expresión de lady Ballantine, puede tratarse de algo que se nos ocurre ahora, después de producidos los hechos.
    La muerte de Ballantine ocupó la primera plana de todos los diarios. El impresionante titular de uno de los periódicos decía: ESPECTACULAR PATINAZO MATA A UN IMPORTANTE CIENTÍFICO, frase que parece sintetizarlo todo. No hay una razón clara que explique por qué el coche se desvió del camino en aquel trayecto a Londres. Ballantine era un conductor avezado y sereno que había recorrido esa ruta con frecuencia. Tenía que conocer aquella peligrosa curva y la gran pendiente del otro lado de la valla de protección.
    Incluso en estado de agitación, se habría acercado a ese sitio con cautela. Un patinazo espectacular. Sí, eso parece explicarlo todo.
    Sólo se puso a disposición de la prensa y la televisión una fotografía del accidente. El reportero gráfico George Green tomo una serie de ellas, pero sólo una se difundió. Dicha foto mostraba parte de los restos, y un bulto cubierto por una manta, sobre una camilla.
    Preguntamos a Green qué se veía en las demás fotos. ¿Por qué habían sido confiscadas?
    -Me ordenaron que mantuviera el pico cerrado –respondió-. Pero los diré algo: pregunten a ese profesor Radwell por qué mintió en la encuesta judicial. No agregaré nada… Hacerlo sería más de lo que merece mi trabajo. Es con él con quien tienen que hablar.
    El profesor  Hubert Radwell fue el patólogo que declaró en la encuesta judicial de Ballantine. Había informado que el cadáver presentaba “quemaduras muy extendidas”. Esto, en sí mismo, era desconcertante, ya que no se había producido ningún incendio… y Ranwell no había sido presionada para dar una explicación.
    Revisamos nuevamente la transcripción de Troyano referente a la reunión del Comité Político, que se había celebrado sólo tres días antes de la muerte de Ballantine. Analizamos las palabras utilizadas con respecto a Ballantine y a Harry Carmell:

    R. SIETE: Entonces, como tú dices, no hay lugar a objeciones. Ambos merecen un ajuste.
    A. OCHO: ¿Todos de acuerdo? Bien, sugiero un par de montajes calientes… Los forenses nunca arman jaleo al respecto…

    “Montajes calientes” y quemaduras “muy extendidas”… y forenses que “nunca arman jaleo”. Ahora, la críptica declaración del fotógrafo George Green. Tenía que haber algo más que mera coincidencia.
    Al principio, el profesor Radwell se negó a hacer cualquier comentario.
    -El asunto Ballantine pertenece al pasado –dijo-. No se ganará nada con sacarlo a relucir.
    Tuvimos la impresión de que estaba bajo presión, de que le habían dado instrucciones de que guardara silencio.  Y de que se sentía inquieto por esas instrucciones.
    Nuestra impresión resultó ser correcta. Insistimos en que especificara la extensión de las quemaduras. Súbitamente, y con gran sorpresa por nuestra parte, el profesor Radwell pareció sentir la necesidad de desahogarse.
    -Era extraño –explicó-. Muy extraño. –Después de una pausa, agregó-: Me dijeron que provocaría una alarma innecesaria, que no tenía sentido que la gente supiera… Pero ahora no estoy seguro… Siempre consideré que la verdad es sacrosanta.
    Otra pausa. Luego –evidente después de tomar una importante decisión- habló de prisa y prolongadamente. Su declaración, que presentaremos más adelante, ofrece una sorprendente aclaración de lo que en realidad mató a sir Willian Ballantine, y también de lo que el Comité Político quería decir con la expresión “montaje caliente”.

    Harry Carmell oyó por primera vez la noticia de la muerte de Ballantine en un boletín radiofónico. La oyó temprano, en la mañana del 7 de febrero, y su mente apenas la registró.
    En ese momento la mente de Carmell registraba muy pocas cosas. La prolongada tensión de la huida de Estados Unidos, de saber que era el blanco de una ejecución, lo había empujado nuevamente a un hábito que creía abandonada para siempre: las drogas. Drogas duras.
    Mediada la treintena, normalmente parecía diez años más joven. Aquella mañana, en el dormitorio de un hotel de Earls Court, en Londres, se asemejaba a un hombre enfermo de más de sesenta años. Estaba completamente vestido, tendido sobre el cobertor de la cama deshecha, con sus nublados ojos azules fijos y perdidos en una grieta del cielorraso. La piel, tirante en el rostro, tenía la palidez de una mortaja. Creyó que volvería a vomitar.
    Wendy, la chica que vivía con él, había salido a buscar los diarios matutinos. Harry encendió un cigarrillo y se esforzó por volver a la normalidad, pero aún le parecía tener la cabeza llena de niebla.
    Ballantine. Casi podía jurar que había oído al locutor mencionar el nombre de Ballantine. O tal vez un nombre muy parecido.
    De todos modos, eso el recordó lo que tenía que hacer. Debía ponerse en contacto con Ballantine. Tenía  que darle la “gramola”. Miró la fecha en el reloj y lanzó una desesperada maldición ¡Cristo, el 7 de febrero! Eso significaba que había estado desquiciado tres días enteros… desde su llegada a Inglaterra. De pronto, al recordar qué le había dicho exactamente a Ballantine, se sintió presa del pánico. Había dicho a Ballantine, se lo había dicho específicamente, que se comunicaría con él como máximo el 6 de febrero. Y que si entonces no lo había llamado, Ballantine debía darlo por muerto.
    Revolvió la cama buscando a tientas el billetero. ¿Dónde demonios estaba ese maldito número? Lo encontró en un troza de tarjeta, justamente cuando regresó Wendy. Carmell se apoyó en la almohada para empezar a marcar el número mientras Wendy le alargaba uno de los periódicos. Una mirada a la primera página le hizo soltar el receptor como si éste estuviera al rojo vivo. Ese tipo de la radio… le había oído correctamente. Ballantine ya había sido asesinado.
    El miedo aclaró sus ideas de inmediato.
    -Reúne tus cosas. –Ya estaba de pie y su tono era decidido-. Nos largamos. Ahora mismo.
    Wendy le contempló desconcertada:
    -¿Qué ocurre?
    -Quiero seguir viviendo: eso es lo que ocurre. –Carmell guardaba sus pertenencias en un maletín de cuero-. ¡Vamos, muévete!
    Doce minutos más tarde pagaron la cuenta y salieron del hotel. Mientras se alejaban a toda prisa, Harry le contó a Wendy la causa específica de su viaje a Inglaterra.
    En este punto debemos señalar que suprimimos el apellido de Wendy, a petición de ella. Teme las represalias del Comité Político y –aunque consideramos injustificados sus temores- hemos accedido a respetar sus deseos. La hemos entrevistado en tres ocasiones y nos ha explicado que creía que su escapada furtiva a través de Canadá se relacionaba de alguna manera con el hecho de que Carmell hubiera roto el contrato con la NASA.
    Ella no le había hecho preguntas. Indudablemente, no tenía la menor idea de que la vida de él estaba en peligro. No hasta aquella mañana de febrero. Esa mañana Harry se lo contó todo, mientras la guiaba apresuradamente por las calle de Earls Court. No calló ningún detalle.
    -Ahora empezarán a registrar los hoteles, de modo que a partir de este momento prescindiremos de comodidades. Buscaremos alguna casa deshabitada y viviremos precariamente.
    Después, en la casa abandonada donde durmieron las dos noches siguientes, Harry le explicó que estaba decidido a llevar adelante su plan. Los desenmascararía y podría al descubierto todas sus atrocidades; no lo detendría la muerte de Ballantine.
    -Tal vez debiera dirigirme directamente a la prensa –dijo Carmell-. Es el único juego posible ahora…
    -¿Y si no te creen’
    -¡Claro que me creerán! ¡Es la pura verdad y haré que la crean!”
    -La otra noche vi un programa de televisión –intervino Wendy-, mientras tu estabas…, ya sabes…, dormido. Se llamaba “Informe Científico”.
    -¿Y que´?
    -Me parece que un programa semejante cuenta con asesores científicos y esos asesores pueden comprender de qué estás hablando…
    Carmell se entusiasmó instantáneamente:
    -Tienes razón. Es mejor que cualquier periodista. Creo que has dado en el clavo. Ese “Informe Científico”… ¿en qué canal lo pasan?
    -Me dio la impresión de que lo pasan todas las semanas… pero no recuerdo en qué canal –apuntó Wendy-. Recuerdo que hubo un anuncio comercial, de modo que no puede ser la BBC…
    -Lo encontraré –la interrumpió Carmell-. Y les proporcionaré el informe científico más sensacional que jamás hayan recibido…

    4

    En 1975, “Informe Científico” realizó un afortunado programa de trece semanas en la Televisión Independiente. La audiencia fue buena, sorprendentemente buena para un proyecto tan serio, Y Sceptre Television tuvo muy pocas dificultades para convencer a la red de emisoras de que hiciera una serie de veintiséis semanas en 1976.
    Eso significó algo grandioso para Chris Clements y su ego, ya que “Ciencia Hoy” era creación suya. Él lo produjo y lo dirigió. Además afirmaba, no sin justificación, que de él había partido la mayoría de las ideas brillantes.
    De modo que la decisión de la red televisiva significó un cumplido para él, lo mismo que una gran responsabilidad. Mantener ese nivel durante veintiséis semanas seguidas era un verdadero desafío. Sin embargo, Clements no tenía ninguna duda en cuanto a su capacidad para satisfacer el encargo, que sólo provocó en él un aumento de la producción de adrenalina.
    Se trataba de un hombre flaco pero fuerte y nervioso, cuyo aspecto era el de quien en otros tiempos ha sido jockey y que llevaba el escaso pelo oscuro siempre despeinado. Hablaba a toda velocidad, en oraciones a modo de staccatos, como si su lengua siempre tuviera prisa. Sabía generar entusiasmo: nadie podía hacerlo como Chris Clements.
    Acumularían y tendría en reserva como mínimo doce programas. Ése era el plan. Una vez iniciado el serial, elaborarían los catorce restantes.
    A mediados de diciembre de 1975 ya tenía siete en reserva –o sea que estaban adelantados con respecto al plan inicial- y el equipo de producción debatía cuál sería el tema siguiente.
    Aquel día había ocho personas en la oficina de Clements, que se encontraba al otro lado del pasillo posterior del Estudio B. Clements se quejaba con frecuencia de que su oficina era demasiado pequeña para celebrar reuniones y también señalaba que le repugnaban los olores a comida que emanaban de la cantina de la empresa de TV.
    Sus protestas no habían servido de nada. Sólo habían merecido secas y escuetas notas de Leonard Harman –vicedirector (administrativo) de programas-, en las que éste insistía en que no les sobraba espacio, agregando que “Informe Científico” no tenía méritos suficientes para contar con su propia oficina de producción. Naturalmente, Harman contaba con un despacho mucho más grande y con aire acondicionado.
    Pero los ocho estaban reunidos en esa oficina, que era realmente muy pequeña. Jean Baker, la ayudante de producción de Clements, ocupaba el escritorio. Por lo general se sentaba allí durante las reuniones porque era quien tomaba la mayor parte de las notas y quien recurría a los archivos, aparte de que a Clements le gustaba pensar de pie. Se paseaba de un lado a otro, moviendo expresivamente las manos y los brazos, como si sus miembros desprendieran ideas.
    Entre los demás se encontraban el ex locutor de telediario de la red transmisora de la Televisión Independiente, Simon Butler –presentador del programa- y los reporteros Colin Benson y Catherine White. Frente a ellos estaban los asesores científicos –el profesor David Cowie y el doctor Patrick Snow- y en el rincón más cercano a la puerta se veía al investigador Terry Dickson.
    Potencia de ondas –sugirió Benson-. Energía a partir de las ondas…
    -Nos han ganado por mano, encanto –le interrumpió Clements-. ¿No viste la BBC-2 el miércoles pasado?
    Dickson se sintió decepcionado. No había visto el programa de la BBC-2 y, creyendo que se trataba de un tema interesante, había estado investigando la potencia de ondas. Ahora tendría que echar todo el trabajo a la basura. A pesar de su costumbre de llamar “encanto” a todo el mundo, Clements era duro. Cuando decía no, significaba no.
    -Newswekk ha publicado un interesante artículo sobre sirvientes robots –intervino Cowie-. Parece que los están construyendo para que lustren los suelos e incluso para hacer las camas…
    -¡Eso me gusta! –exclamó Clements  con júbilo-. ¡Criadas mecánicas! Sí, podríamos divertirnos con eso. Jean, encanto… apúntalo como posible. Volveremos sobre esto.
    -Creo que ha llegado la hora de que consideremos seriamente la fuga de cerebros –propuso Butler.
    Clements interrumpió su paseo y miró dubitativamente:
    -No sé, Simon… Me parece un tema escabroso. –Apoyó el mentón en la mano derecha-. ¿Nos corresponde realmente a nosotros?
    -Si no nos corresponde, tendría que correspondernos –dijo Butler-. El nuestro es un programa científico, y si tiene en cuenta el número de científicos que se marchan, y lo que eso significa para el país…
    -Sí –reconoció Clements-, si lo condimentáramos con buenas anécdotas… –miró a Dickson-. ¿Qué te parece, Terry? ¿Crees que puedes conseguir una buena selección de casos?
    Dickson comprendió que su trabajo aumentaba a toda velocidad.
    -Llevará tiempo –opinó cautelosamente.
    -Por supuestos, encanto. Llegar a la gente adecuada… Lo comprendo. Pero no tiene por qué ser algo prioritario. Digamos que podemos planificarlo en términos de cinco programas a partir de ahora. Así  podrás encarar eso más lentamente, ya que no  estarías frenético con los cuatro primeros.
    Así fue de sencillo y accidental. Ninguno de los asistentes a la reunión tenía la menor  idea de que estaban por embarcarse en el  documental televisivo más sorprendente que jamás se haya producido, el que rompería el secreto  de Alternativa 3.

    Dickson sabía que existía una sola forma satisfactoria de abordar ese tipo de problemas: docenas de llamadas telefónicas. No tenía sentido confiar en los enlaces locales, ya que en realidad nunca sugerían cosas interesantes. No en ese tipo de cuestiones.
    Tendría que llamar a empresas “cazadoras de cabezas” y a las principales organizaciones profesionales, universidades y centros de investigación. En principio le dirían que la gente no quería aparecer en el programa o que descubriría que era demasiado aburridos para intervenir en él. Pero si trabajaba duro –y tenía un poco de suerte- terminaría con una buena y variada colección de personas importantes y que sabían hablar.
    Tal como ocurrieron las cosas, pronto tuvo suerte. En una de sus primeras llamadas telefónicas –hecha por pura especulación- se puso en comunicación con un complejo de laboratorios de investigación. Un servicial empleado del departamento de relaciones públicas le dijo que una de sus expertas en energía solar estaba a punto de marcharse a Estados Unidos. Se llamaba Ann Clark y tenía veintinueve años.
    El hombre de relaciones públicas aclaró que él, naturalmente, no podía saber si la doctora Clark aceptaría participar en el programa. No obstante, agregó que en tal caso la dirección no pondría objeciones. También informó a Dickson de que la doctora Clark era un “auténtico bombón”, pero de inmediato añadió que eso era secundario y solicitó que no citaran sus palabras.
    Con gran alivio de Dickson, Ann Clark manifestó que aparecería encantada en “Informe Científico”. De hecho, se sintió muy complacida de que una empresa de TV deseara divulgar las deplorables condiciones de trabajo de los científicos británicos. La doctora era, evidentemente, una oradora elocuente.
    A Clements siempre le gustaba ver una fotografía y contar con un análisis biográfico de los posibles entrevistados antes de comprometerse a incluirlos en el programa. Había adoptado esta regla años atrás, después de fijar a ciegas una entrevista con una experta en artículos de belleza… para descubrir que su aspecto y su voz eran semejantes a los de la más horrible bruja de Macbeth. Naturalmente, se vio obligado a hacer la grabación y rompieron todo el material después que la mujer salió del estudio. Por supuesto, Harman había armado gran jaleo acerca del desperdicio del valioso tiempo del estudio.
    Ahora Clements se movía sobre seguro. Cumplía la regla que se había impuesto a sí mismo, de modo que Dickson dio los pasos necesarios para que una agencia informativa de Norwich se pusiera en contacto con Ann Clark. La agencia transmitió el rumor de que Ann no sólo se iba a Estados Unidos a causa de las condiciones laborales. Las condiciones eran malas, malísimas, pero también había sufrido una decepción amorosa…
    Dickson decidió olvidar el rumor, ya que sólo complicaría la cuestión. Clements dio el visto bueno a la fotografía. El joven periodista de color Colin Benson, se dirigió a Norwich con una unidad fílmica.
    Posteriormente hubo sospechas de que el cometido fue saboteado por alguien de Sceptre. Nunca pudieron confirmarse dichas sospechas, por lo que sólo podemos afirmar que ocurrió algo con la película cuando fue procesada… y que sólo pudo utilizarse una pequeña fracción en el programa transmitido.
    No obstante, en aquel momento sólo parecía una tarea de rutina. Benson dice: “La doctora Clark no sólo fue sumamente clara y se mostró ansiosa por cooperar, sino que resultó evidente que también se había dedicado en profundidad al problema de la emigración. Observó que, aparte de las frustraciones a las que ella se enfrentaba en el laboratorio, en Gran Bretaña había muchas maneras de estrangular la iniciativa y la vocación.
    “Recuerdo que hizo referencia a un hombre llamado Marcus Samuel, que creó la organización Shell –me parece que en 1830- como pequeña empresa privada dedicada a la venta de conchas marinas barnizadas. Hombres del mismo calibre, afirmó la doctora Clark, eran decididamente desalentados en Inglaterra… y ésa era otra de las razones por las que estaba contenta de trasladarse a Estados Unidos.
    “De hecho, como entrevistada resultó una maravilla y parecía nacida para aparecer ante las cámaras de televisión. Yo estaba encantado con el material que enlatamos.”
    La alegría de Benson se desvaneció súbitamente cuando volvieron a los estudios y se procesó la película. La mayor parte –sonido e imagen- estaba en blanco. Antes nunca había sucedido algo semejante y no había ninguna razón lógica que explicara lo ocurrido. La entrevista había durado más de cuarenta y cinco minutos que, una vez montada la película, habrían dado alrededor de doce minutos en pantalla. Todo lo que pudieron salvar fue un segmento de quince segundos.
    Naturalmente, Clements se enfureció. El envío de una unidad a Norwich había resultado muy costoso… y sabía que Harman chillaría porque se había rebasado el presupuesto. Interrogó detenidamente a Benson.
    -¿Estás realmente seguro de que es tan buena?¿Vale la pena volver a Norwich?
    -Fue una entrevista estupenda –insistió Benson-. Debemos repetirla.
    Benson telefoneó a Ann Clark, le explicó la situación y acordaron una nueva entrevista. Clin Benson reanuda la historia a partir de ese momento. “Se mostró muy comprensiva y accedió de buena gana a recibirnos nuevamente. Pero dos días más tarde, cuando llegamos a Norwich, todo fue diferente…
    “La doctora Clark no estaba en su apartamento, donde habíamos acordado encontrarnos; pero después de una serie de peripecias dimos con ella en oro domicilio. Se la veía aturdida y –no creo estar imaginándolo- un poco asustada. Parecía como si, por alguna razón, hubiese abrigado la esperanza de eludirnos.
    “Era indudable que no quería hablar, que no quería saber nada de la cuestión. Luego descubrimos que incluso había dicho al personal de seguridad del laboratorio que la estábamos importunando y que no debían permitirnos pasar. Era una situación delirante.
    “A la mañana siguiente logré intercambiar breves palabras con ella en la puerta de entrada –aunque intentó escurrir el bulto cuando nos divisó- y le pregunté qué ocurría.
    “Se limitó a echarme una extraña mirada y dijo: “Lo siento… no puedo terminar la entrevista… Debo partir”.
    “Se metió en el edificio y nunca volví a verla.”
    Aunque en aquel momento lo ignoraba, Benson empezaba a enredarse en Alternativa 3…

    Benson y su equipo de filmación volvía desanimados de Norwich cuando Terry Dckson leyó el recuadro referente a Robert Patterson en el Guardian.
    Dickson sabía que en ese caso no necesitaría molestarse en conseguir una fotografía y una biografía de Patterson, ya que éste, aparte de ser un destacado matemático, aparecía a menudo en la televisión como experto en temas fiscales, pues actuaba de manera elocuente e impresionante.
    En contra de su costumbre, al principio Patterso se mostró reacio a la entrevista. Tenía mucho que hacer y no sabía si dispondría de tiempo, pero finalmente Dickson  le convenció. Resolvieron que la unidad fílmica estaría en casa de Patterson a las 11 de la mañana del martes siguiente.
    -Ojalá tengamos un poco más de suerte que en Norwich –dijo Clements, con tono agrio-. Nunca vi semejante sucesión de desastres…
    De hecho, todo salió peor que en Norwich. Nadie respondió a la llamada de Benson en la casa de Escocia. Las cortinas de la planta baja estaban echadas parcialmente y, al espiar por los intersticios, Benson observó que las habitaciones estaban en desorden. Se veían restos de comida y platos sucios en la mesa del comedor… libros y prendas de vestir desparramadas por los suelos. Ante la puerta de entrada había seis botellas de leche y el garaje estaba vacío. Parecían haber abandonado la casa con gran premura.
    Benson habló con los vecinos. Estos le informaron de que los Patterson se había ido tres días antes. Se habían marchado con prisas el sábado y nadie había vuelto a verlos desde entonces.
    Benson se dirigió a la Universidad de St. Andrews, donde el rector le informó de que Patterson ya había partido hacia Estados Unidos. Aparentemente, había tenido que hacerlo antes de lo previsto.
    “Me dijo que ellos le necesitaban con más urgencia de lo que había propuesto –le contó el rector-. Lamento mucho que su viaje haya sido inútil, y permítame aclararle que Patterson no suele comportarse así… No acostumbra a concertar entrevistas y no cumplir. Supongo que con las prisas lo olvidó completamente…”
    ¿Ellos? ¿Quiénes eran ellos?
    El rector meneó la cabeza, como disculpándose. “Lamentablemente tampoco puedo ayudarle en este sentido. Patterson se mostró bastante misterioso en cuanto a lo que iba a hacer y al sitio exacto al que se dirigía. Algún lugar de Estados Unidos…, eso es todo lo que dijo.”
    Nos hemos comunicado con todas las universidades de Estados Unidos. Ninguna de ellas tiene conocimiento de que se le haya ofrecido un puesto a Robert Patterson. A nadie se le ocurre ninguna sugerencia en cuando a dónde puede estar.
    También nos hemos puesto en contacto con la empresa norteamericana a la que debía incorporarse Ann Clark; la misma que “tenía prisa por contar con ella”.
    La empresa confirmó que le ofrecieron un puesto cuyo salario duplicaba el que ella recibía en Norwich. También no explicaron que recibieron una breve nota de la doctora Ann Clark… en la que ésta le comunicaba que, por razones personales, no podía ir a Estados Unidos.
    Recordamos que Simon Butler expuso el siguiente paso del misterio durante aquel documental televisivo. Se trasladó con un equipo de cámaras al aparcamiento en la Terminal Número Tres del Aeropuerto de Heathrow y señaló el coche que Ann Clark había alquilado en Norwich.
    Repetimos las palabras exactas que Simon utilizó en aquel programa: “Cualquiera que fuese la razón que trajo aquí a Ann Clark… ella había dicho a sus amigos que volaría en Nueva York. Sin embargo, no figura en ningún sitio que Ann Clark haya salido de este aeropuerto aquel día o cualquier otro día. La única prueba de que estuvo aquí es el coche abandonado. Más allá de eso… nada”.
    Cerca había otro coche abandonado, en el mismo aparcamiento. Una Land Rover azul. Pertenecía a Robert Patterson.
    No obstante, transcurrió cierto tiempo hasta que el equipo de televisión encontró esos coches. En realidad, los descubrieron meses después del retorno de Benson de Escocia. Podrfían no haberlo encontrado nunca –y nunca se habría producido el programa sobre Alternativa 3- si no hubiera sido por la extraña historia de Brian Pendlebury.
    El proyecto sobre fuga de cerebros estaba casi concluido en abril de 1976. Dickson había encontrado otra serie de entrevistados y la tarea había alcanzado simultáneamente con trabajos sobre otros temas… incluyendo un novedoso método revolucionario para “estirar” el consumo de petróleo y el correspondiente a las Criadas Mecánicas.
    A Butler sólo le quedaban por hacer un par de montajes finales en el estudio y el programa sobre la fuga de cerebros quedaría listo para su transmisión.
    Naturalmente, estaban desconcertados por el extraño comportamiento de Ann Clark y Roberto Patterson- aparte de que había recibido algunos memorándums cáusticos de Harman con respecto al “excesivo despilfarro de instalaciones fílmicas”- pero ellos producían un programa científico y no les incumbía la desaparición de nadie.
    Y así había quedado todo… si una noche Chris Clements no hubiese oído de labio de un vecino, en el bar de su barrio, una historia sumamente inquietante…
    El vecino tenía unos parientes de apellido Pendlebury, que vivían en Manchester. Al parecer, el hijo de los Pendlebury –un experto en electrónica- se había evaporado en Australia. Más extraño aún, parecía haber escrito a sus padres durante meses… desde un domicilio en el que siquiera lo conocían.
    “Brian siempre fue un tipo egoísta, sólo interesado en lo que tenía que ver exclusivamente con él, pero esto es una barbaridad –comentó el vecino-. Incluso les envió fotografías, pero ahora parece ser que nunca estuvo allí…”.
    Aquello no tenía sentido para Clements, pero por la noche reflesionó al respecto y al día siguiente hizo un comentario a Colin Benson.
    -Parece ser que ha llegado la temporada de desaparición de los científicos –dijo-. Aunque quizá sólo se trate de una travesura que les gasta a sus padres.
    -¿Y si no lo fuera? –inquirió Benson repentinamente.
    -¿Qué otra cosa puede ser?
    -¿Y si el caso correspondiera a una constante?¿Si Clark y Patterson, y ahora este Pendlebury…; si de algún modo todo estuviera relacionado?
    -No entiendo cómo es posible…
    -Déjame ir a Manchester para ver a los padres…
    -Oye, encanto, ya llevamos una semana de retraso y no podemos permitirnos el lujo de salirnos por la tangente…
    -Chris, tengo la sensación… No me preguntes por qué, pero tengo la sensación de que estamos al borde de algo grande.
    Clements meneó la cabeza:
    -Lo nuestro es cumplir con el trabajo. Colin, sé que todavía estás dolido por lo ocurrido en Norwich y en Escocia, pero nadie te echó la culpa por esos fracasos; de manera que hazme el favor de serenarte.
    -Harman me culpó…
    -Harman culpa a todos por todo. Así es él. De todos modos, soy yo quien recibió las bofetadas, no tú.
    -Iré en mi dia libre –afirmó Benson-. Y pagaré todos los gastos de mi propio bolsillo.
    -Es una pérdida de tiempo, encanto –opinó Clements-. No creas que voy a incluir un vale por un billete de tren en mi presupuesto.
    -¿No podría figurar como gastos de representación?
    Clements sonrió.
    -Creo que nunca he conocido a nadie tan persistente como tú. De acuerdo… adelante.
    Hemos citado textualmente la conversación con ayuda de ambos interlocutores, porque refleja el hecho de que faltó poco para que no se siguiera investigando.. y que Sceptre Television estuviera a punto de desviarse de Alternativa 3.
    La decisión de Benson de ir a Manchester fue el punto crucial, que culminó al hacer que Sceptre Television abandonara un programa minuciosamente equilibrado aunque poco espectacular sobre la fuga de cerebros… y lo reemplazara por otro que sorprendería al mundo.

    Dennis Pendlebury fue lechero hasta que se jubiló en 1976. Él y Alice, su mujer, vivían en una casa de uno de los suburbios más humildes de Manchester. Como dicen ellos mismos, son una pareja muy corriente. Nunca tuvieron mucho dinero e hicieron muchos sacrificios para que su hijo Brian asistiera a la universidad.
    De hecho, la señora Pendlebury trabajó como asistenta para contribuir a pagar los gastos extra hasta que Brian ingresó en la RAF.
    Benson estaba en la habitación con vista a la calle, la reservada para los visitantes y las ocasiones especiales, y miraba las fotografías en colores que, aparentemente, mostraban al hijo de los Pendlebury en Australia.
    Benson grabó la totalidad de la conversación con permiso de los Pendlebury, quienes accedieron a que la transcribiéramos en este libro.
    Los Pendlebury ocupaban los dos el sofá, frente a Benson, separados por las tazas de té y los pasteles.
    -Claro que nos sentimos algo decepcionados cuando dejó de escribirnos, pero al principio no le dimos demasiada importancia –dijo Pendlebury. Volvió a encender la pipa y aspiró un par de veces antes de proseguir-: Nuestro Brian nunca fue de los que escriben mucho.
    -¿cómo lo descubrieron? –preguntó Benson-. Me refiero al hecho de que no estuviera allí…
    -Lo supimos por la señora Prescott, que vive en el número nueve –aclaró Pendlebury-. Ella lo descubrió. Su hija Beryl emigró a Australia… Hará unos cinco años.
    -Seis años –puntualizó su esposa-. Siete en septiembre.
    -da lo mismo, cinco o seis… No hay ninguna diferencia. Su hija vive allí, eso es lo principal y la madre pensaba ir a visitarla. Entonces le pedimos que viera a nuestro Brian. Pensamos que para él sería una sorpresa agradable. Ya se sabe, la visita de alguien que viene del propio país… Ella lo conocía desde que Brian apenas llegaba a la altura de la mesa…
    -Cuéntale a ese hombre lo que dijo ella…
    -Eso es lo que estoy haciendo, mujer… Se lo estoy contando. –Había un matiz de irritación en el tono de Pendlebury. La pipa había vuelto a apagarse y hubo una pausa mientras encendía otra cerilla-. Ella fue al domicilio, al del remitente de las cartas, pero el hombre que la atendió dijo que nunca había oído hablar de Brian.
    -¿Quién era ese hombre? –quiso saber Benson.
    -Lo que me sorprende es que le escribíamos a ese domicilio –comentó Pendlebury-. Y sabemos que leyó las cartas porque nos respondió.
    -Ese hombre –insistió Benson- ¿Qué dijo de él la señora Prescott?
    -Creo que dijo que era norteamericano –recordó Pendlebury-. Me parece que es lo único de dijo.
    -¿No sería el nuevo inquilino? Quizá su hijo se había mudado.
    -No, no creo. Ese hombre llevaba años allí, a juzgar por lo que dijo a nuestra vecina.
    -¿Y la empresa donde trabajaba su hijo?
    -Ésa es la cuestión. En la empresa dijeron exactamente lo mismo, que nunca habían oído hablar de él.
    La señora Pendlebury dio un codazo a su marido:
    -Muéstrale la carta.
    -Ah, claro, tiene que ver la carta –dijo Pendlebury-. Está en la otra habitación, madre… detrás del reloj de la repisa. –Se inclinó hacia delante y bajó confidencialmente la voz cuando su mujer dejó la sala-. La deprime la angustia de no saber. –Ofreció a Benson otra taza de té, que éste no aceptó, y se sirvió él-. Escribimos a esa empresa para tratar de averiguar qué ocurría y… ¡ah, ahí está la respuesta! Échele un vistazo.
    Benson cogió la carta que le extendía la señora Pendlebury y en el membrete vio que se trataba de las oficinas en Sydney de una empresa electrónica de renombre internacional. La firmaba el director de personal y estaba dirigida al señor Pendlebury, Benson leyó:

    Acuso recibo de su carta, que me ha entregado el director administrativo. Me temo que esté usted en un error, porque he revisado nuestros registros de personal de los últimos cinco años y he verificado que en ningún momento la empresa empleó ni ofreció empleo a nadie que responda al nombre de B. D. Pendlebury.
    Sólo puedo decirle que quizá confunda nuestra empresa con alguna otra y que lamento no poder serle de utilidad en esta cuestión.

    Benson leyó dos veces la carta y frunció el ceño, pensativo.
    -¿Está usted seguro de que no confunde la empresa con otra?
    -Absolutamente –afirmó Pendlebury-. Pásame esa cartera, madre… –Sacó de la cartera un trozo de papel que llevaba el nombre y el domicilio de la empresa de Sydney-. Vea… aquí está, con letra de Brian.
    La señora Prescott, del número nueve, era una viudad de mente ágil y perspicaz que confirmó el relato de los Pendlebury y tuvo muy poco que agregar al mismo. Escogió sus palabras atentamente, pues era evidente que no quería herir a los Pendlebury, pero dio a Benson la impresión de que en realidad nunca había aprobado la conducta de Brian, lo que se desprendía de su tono más que de sus palabras. Benson recordó lo que había dicho el vecino de Clements con respecto a que Brian Pendlebury era un “tipo egoísta”, y se preguntó si Brian no estaría jugando una mala pasada a sus padres. En seguida descartó la idea, pues era demasiado ridícula.
    Benson pidió prestada la carta de la empresa electrónica, junto con las fotografías. La señora Prescott dijo que lo guiaría por un atajo que llevaba a la parada del autobús.
    Mientras daban la vuelta ala esquina, la mujer habló con repentina vehemencia:
    -Ya ve, ése es el agradecimiento que reciben por malcriarlo.
    Benson la miró sorprendido.
    -¿A qué se refiere?
    -Los mira por encima del hombro, eso es lo que hace Brian. Se siente avergonzado de ellos, si quiere conocer mi opinión. Ser universitario le dio ideas de grandeza…
    -¿No estará pensando que desapareció a propósito?
    -La señora Prescott frunció los labios.
    -No soy yo quien debe decirlo –replicó-. Oiga… llega su autobús. Tendrá que correr si quiere alcanzarlo.
    Benson no tomó en serio la opinión implícita de la señora Prescott… hasta meses más tarde. Pero mientras el autobús rodaba por las calles de Manchester pensaba que ella sólo había intentado extraer hasta la última gota dramática de la situación.
    En el tren pasó largo rato estudiando las fotografías, en especial las tomadas al aire libre. Había en ellas un detalle que le intrigaba, que no parecía del todo normal. Sin embargo, no podía estar seguro…
    Al llegar al estudio pidió ayuda a un especialista en foto fija, adjunto al departamento gráfico. Éste obtuvo negativos de las fotografías al aire libre y luego las amplió.
    A Benson no le interesaba la que parecía haber sido tomada en un club nocturno, ya que podía haber sido sacada en cualquier sitio. En Londres. Incluso en Manchester. Además, no contenía aquel llamativo detalle…
    Aguardó impaciente las ampliaciones. Cuando las vio supo con toda certeza que tenía razón. En todas las fotografías –incluidas la de Brian Pendlebury practicando surf y aquella otra en el puerto de Sydney- se veía tres pájaros en el cielo. Las aves eran idénticas en todas la fotografías, igual que la posición que ocupaban.
    Había algo más, algo que antes no había llamado su atención: la forma de las nubes era exactamente las mismas en todas la fotografías.
    La explicación era llamativamente obvia: aquellas instantáneas “australianas” de Brian Pendlebury habían sido tomadas contra un telón de fondo decorado. Sin duda alguna, se trataba de “retratos de estudio”.
    Las recogió en seguida y se dirigió precipitadamente al despacho de Clements, detrás del Estudio B.
    -Acabamos de tropezar con una sabrosa historia sobre la fuga de cerebros –afirmó-. Todavía no lo comprendo, Chris, pero tenemos que indagar…

    5

    Como dijo Simon Butler en la televisión, en breve la indagación puso de relieve un hecho sorprendente.
    Otras veintiuna personas, principalmente científicos y académicos, habían desaparecido también en circunstancias misteriosas. Dichas personas se encontraban entre las cuatrocientas investigadas –aparentemente para una versión ampliada del programa de fuga de cerebros- por el equipo de “Informe Científico”.
    Algunas, como explicó Buter, había desaparecido solas. Otros individuos, como Parterson, se habían ido con su familia. Todos habían informado a sus vecinos o colegas que irían a trabajar al extranjero.
    No obstante, como ya se ha señalado, por televisión sólo se presentó una parte de la historia. En el momento de la transmisión aún se ignoraban muchos hechos. Además, gran parte del material que sí se conocía fue censurado.
    El principal censor fue Leonard Harman, vicedirector (administrativo) de programas, que también intentó impedir la publicación de este libro.

    Carta de Leonard Harman a los señores Ambrose y Watkins, fechada el 9 de agosto de 1977:

    Tengo entendido que se proponen escribir un libro basado en uno de los programas de “Informe Científico” producido por esta empresa, y que piensan publicar determinados memorándums confidenciales concernientes al programa, que yo escribí o recibí.
    Deberían saber que no estoy dispuesto a autorizar semejante publicación y que la considero una grosera invasión de mi intimidad.
    Opino que el libro que parecen estar preparando denotará irresponsabilidad ya que, como sin duda saben, mi empresa ha negado formalmente la autenticidad de gran parte del material presentado en aquel programa.
    Cabe esperar que no prosigan con este proyecto pero, en cualquier caso, espero recibir un compromiso por escrito en el sentido de que no e hará ninguna referencia a mi persona ni a dicho memorándums.

    Carta del abogado Edwin Greer a Leonard Harman, fechada el 12 de agosto de 1977:

    Por mandato de los señores David Ambrose y Leslie Watkins, respondo a su carta del día 9 del corriente mes.
    Mis clientes están enterados de la declaración hecha por su empresa con posterioridad a la transmisión del programa de Alternativa 3 y, al llevar a cabo sus propias investigaciones, tienen en cuenta los antecedentes de dicha declaración.
    Asimismo manifiesta que todas la copias de memorándums que ahora obran en su poder fueron voluntariamente entregadas por las personas que las recibieron y las enviaron, y por tanto no se sienten obligados a contraer el compromiso que usted sugiere.

    Uno de los primeros memorándums que recibimos se refiere a un curioso descubrimiento hecho por el investigador Terry Dickson a mediados de mayo de 1976. En aquel entonces, pese a las objeciones por parte de Harman, el equipo de “Informe Científico” se había ampliado e instalado su propia oficina de producción. El programa sobre la fuga de cerebros había sido retirado de la serie, a fin de que la investigación se presentara –tal como se hizo- como un programa especial.

    Memorándum de Terry Dickson a Chris Clements, con copia (sólo como información) a Fergus Godwin, director de programas, fechado el 17 de mayo de 1976:

    Hemos verificado que los parientes de cómo mínimo otras dos personas desaparecidas, la doctora Penelope Mortimer y el profesor Michael Parsons, recibieron castas que parecían provenir de Australia. En ambos casos, las cartas, que se interrumpieron después de cuatro o cinco meses, tenían como remitente el mismo domicilio del caso Pendlebury.
    Las fotografías de la doctora Mortimer y del profesor Parsons, supuestamente tomadas en Australia, muestran el mismo telón de fondo que la de Pendlebury. Las aves y las nubes son idénticas.
    Como usted solicitó, dispuse que un periodista independiente de Sydney visitara el domicilio que aparecía en el remitente de las cartas. Dicho periodista informa que se trata de un piso con dos dormitorios, en la planta baja de un edificio cercano al puerto, y que está desocupado desde hace casi un año. Aparentemente, con anterioridad estuvo ocupado pro un norteamericano de edad mediana, llamado Denton o Danton (nuestro hombre no logró verificarlo con precisión).
    Los vecinos dicen que Dentos o Dantos era un hombre distante y reservado. No se le conocen visitantes. Nuestro informante dice que en el barrio corren rumores de que estaba relacionado con la CIA. ¿Quiere que nuestro hombre siga las huellas de Denton/Danton y que yo me ocupe de que se tomen fotos del piso?

    Memorándum de Leonard Harman a Chris Clements, fechado el 18 de mayo de 1976:

    En ausencia del director de programas, me han pasado una copia de la nota de Dickson referente a indagaciones hechas en Australia sin mi autorización.
    Ya he dado instrucciones específicas en el sentido de que deben mantenerme plenamente informado de todos los aspectos de este proyecto. Le ruego que repita dichas instrucciones a Dickson y a los demás miembros del equipo de “Informe Científico”.. y que se asegure de que sean plenamente comprendidas.
    Me sorprende que, a pesar de mis anteriores advertencias, siga usted evidentemente decidido a derrochar el tiempo y el dinero de la empresa. Permítame recordarle que la Red considera que “Informe Científico” es un programa serio y que el desatinado curso que usted le imprime sólo puede perjudicar su credibilidad.
    Cuando más sé sobre la cuestión, más obvio resulta que usted está perdiendo la objetividad como productor. Muchas personas desaparecen deliberadamente porque, por razones personales, desean perder todo vínculo con su pasado y empezar de nuevo. No permitiré que esta emisora convierta ese tipo de situación en una excusa para un absurdo sensacionalismo.
    Suponía que tenía usted experiencia suficiente para reconocer que está siendo indudablemente engañado por esta cuestión de los decorados fotográficos. Ahora me entero, popr la nota de Dickson (que, repito, también tendría que haberme sido enviada), que aparentemente está usted implicándose en “rumores” –transmitidos por un periodista independiente al que nunca hemos empleado con anterioridad- acerca de que un hombre cuyo apellido ni siquiera conoce estaría “relacionado con la CIA”.
    ¿No ha considerado usted que algunos de los así llamados misterior podría originarse en la incompetencia de su personal?
    Por ejemplo, ¿no se habrá negado la doctora Ann Clark a conceder a Benson una segunda entrevista debido a que en la primera le habían resultado ofensivos sus modales?
    ¿No confundió Dickson la fecha fijada para la entrevista con Robert Patterson, enviando con ello una costosa unidad a cumplir una absurda misión en Escocia?
    Éstas son las cuestiones que deberían ocupar su atención y no las tonterías del otro extremo del mundo. No estoy dispuestos a aprobar más gastos en Australia y vuelvo a recomendarle que cumpla con las obligaciones prescritas en su contrato.

    Memorándum de Chris Clements a Terry Dickson, fechado el 19 de mayo de 1976:

    CONFIDENCIAL. Adjunto copia de un disparate que acabo de recibir de Harman y que se explica por sí solo. Por el momento, quisiera que guardaras reserva sobre el particular. En el futuro no envíes copias de nada a nadie sin consultar antes conmigo.
    Será mejor que por ahora no insistamos en Australia.
    ¿Podrías encontrar a los padres de Mortimer y Parsons, para que los entrevistaran Simon y Colin?
    Te ruego pases por alto el sarcástico comentario acerca de Robert Patterson. No vale la pena alterarse por eso. Y por favor no menciones a Colin esa ridiculez acerca de Ann Clark. En ocasiones se resiente por las indirectas referidas a su color, aunque en general no le preocupa. Ocurre que Harman es Harman.

    Seis días después, el 25 de mayo, Terry Dickson dio la mala noticia a Clements.
    -No habrá entrevistas con los Mortimer ni con los Parsons –dijo-. Han cambiado de idea y se niegan a tener algo que ver con el programa.
    -¿Por qué? –quiso saber Clements-. Supongo que te habrán dado alguna razón.
    -Ninguna –replicó Dickson-. Dijeron que así lo prefieren.
    -¿Supones que los han intimidado?
    Dickson se encogió de hombros e hizo una mueca.
    -Ésa es mi impresión, pero demostrarlo es otra cuestión.
    -son gente importante, encanto… Insiste.
    Dickson insistió, pero los Mortimer se mostraron inflexibles, lo mismo que los Parsons. Ninguno de ellos, a pesar de haber mostrado su acuerdo con anterioridad, quiso seguir manteniendo relaciones con “Informe Científico”. Intentamos ponernos en contacto con ellos en septiembre de 1977, pero era demasiado tarde, pues los vecinos comentaron que se había ido a vivir al extranjero, sin dejar nuevo domicilio.
    Toda la cuestión relativa a las fotografías –y las cartas- trucadas se suprimió deliberadamente del programa televisivo. Clements reconoce que ahora lamenta haberlas omitido, ya que comprende que eran una interesante característica de la operación Alternativa 3. Explica que no las utilizó porque le confuncieron y no veía el significado que podían tener… Y también a causa de las presiones de Harman.
    Nos dijo: “En aquel momento pensaba que Harman quería incordiar y no me parecieron lo bastante importantes como para merecer toda la ira que me dedicaba. Naturalmente, si entonces hubiera sabido lo que ahora sé…”.
    A nosotros también nos desconcertaron esas fotos y esas cartas. Teníamos la intención de mencionarlas, sencillamente para que el público pudiera estar al tanto de todas las circunstancias. Pero en cuanto a ofrecer una explicación… estábamos dispuestos a reconocer que era imposible. Así parecía hasta el 3 de enero de 1978, cuando recibimos un sobre de Troyano. Su contenido nos proporcionó una inesperada explicación de lo que ellos denominan Plan Tranquilizador.
    La nota de Troyano informaba que había descubierto el documento adjunto –órdenes a células de Alternativa 3 en diversas partes del mundo- en unos archivadores que no contenían nada más.
    Nos envió, en realidad, una fotocopia del documento. Estaba fechado el 24 de noviembre de 1971 y había sido expedido por el “Presidente del comité Político”. Iba dirigido a los “Jefes Ejecutivos Nacionales” y decía:

    La reciente publicidad que siguió al traslado del profesor William Braishfield fue funesta y potencialmente perjudicial. Con el propósito de evitar cualquier repetición, se ha decidido adoptar un nuevo procedimiento en todos los casos en que es posible esperar que familiares u otras personas planteen problemas.
    El procedimiento, que se conocerá como Plan Tranquilizador, está destinado a aquietar temores o sospechas en el período inmediatamente posterior al traslado.
    El Departamento Siete se ocupará del envío de cartas manuscritas para tranquilizar a aquellos cuya inquietud podría representar un riesgo para la seguridad. Es habitual que la gente envíe fotografías en las que también aparece su nuevo entorno. Por ende, se darán los pasos necesarios para el envío de fotografías adecuadas. Dichas fotos serán tomadas inmediatamente antes del embarco.
    El Departamento Siete hará circular una lista de domicilios-cobertura entre los Jefes Ejecutivos Nacionales. Luego, dichos jefes asignarán domicilios a cada caso individual.
    Se proporcionarán como mínimo cuatro domicilios en cada “país de destino”, lo que permitirá a dichos ejecutivos “separar” a los viajeros provenientes en la misma zona. Empero, no existe ningún límite en el número de traslados a los que pueda asignarse cualquiera de los domicilios.
    De vez en cuando puede ser necesario cambiar los domicilios fijos, y el Departamento Siete notificará dichos cambios a los ejecutivos.
    El Plan Tranquilizador operará durante un máximo de seis meses con respecto a cada individuo, salvo que las circunstancias sean excepcionales, ya que dicho período se considera suficiente para proveer un “período de ruptura” razonable.
    Debe destacarse que, debido a cuestiones administrativas, el Plan Tranquilizador sólo operará en casos seleccionados. El único criterio a seguir será la opinión del ejecutivo responsable en cuanto a que pueda existir un riesgo para la seguridad. La mayoría de los traslados, e indudablemente aquellos que llevan consigo a sus familias, no merecerán este tratamiento. Obviamente, no se tendrá en cuenta a los integrantes de las remesas.

    Repentinamente, todo adquirió sentido. Se trataba de algo chico y cruel, pero tenía sentido.
    Los Pendlebury idolatraban a su hijo. Por esa razón recibieron cartas tan alegres y de estilo familiar… escritas por un extraño al que no conocían.
    Ann Clark no se separó de ninguna persona realmente íntima, de modo que nadie tenía que esperar sus cartas. Quizá sus amigos se habrían ofendido en caso de escribirle y no recibir  respuesta, pero no tanto como para convertir la cuestión en un asunto de carácter público.
    En lo que respecta a Robert Patterson… llevó a su familia consigo.
    Pero, aparentemente, estas personas y otras como ellas se había marchado voluntariamente. ¿Adónde habían ido y por qué?
    Ahora está claro que Brian Pendlebury participó deliberadamente en la conspiración destinada a engañar a sus padres. Semejante conducta parece superar cualquier explicación lógica, pero debemos señalar –para ser justos con Brian Pendlebury- que sus actos deben medirse según los antecedentes de pesadillo de Alternativa 3. Dichos antecedentes parecen disculpar cualquier actitud. Bueno… casi disculparla.

    Jueves, 3 de marzo de 1977. Otra reunión submarina del Comité Político. Presidente R OCHO. La sección transcrita, proporcionada por Troyano, dice:

    A DOS: Sí, lo de Ballantine fue bastante hábil… Nadie se queja de esto… Pero ¿qué hay de Carmell?
    A OCHO: Lo encontraremos… Todavía anda suelto en algún lugar de Londres, pero lo encontraremos…
    R SIETE: Que un hombre como él se le permitiera salir de Estados Unidos, fue un grave error…
    A OCHO: Por favor, no empecemos otra vez con ese rollo… Ya te dije el mes pasado que los nuestros habían metido la pata… ¿No te lo dije?
    R SIETE: Sí, pero es especialmente grave cuando…
    A OCHO: Oye, no es necesario convertir esto en un problema federal. No tiene la cinta, y mientras no la tenga no debemos dejarnos apoderar por el pánico…
    R TRES: ¿Hay indicios de dónde puede estar esa cinta?
    A OCHO: No, es un verdadero misterio… Hemos revisado de arriba abajo la casa de Ballantine, pero no hay rastros…
    R OCHO: ¿No la llevaba en el coche cuando murió?
    A OCHO: No… Decididamente no. Nuestro hombre estaba con él.
    A DOS: De modo que ignoramos dónde se encuentra Carmell, y también dónde está la cinta… Nada indica que no estén en el mismo sitio.
    A OCHO: En ese caso él no habría esperado. Ya lo habría divulgado.
    R UNO: ¿Se vio a Carmell en Londres? ¿O sólo se supone que se encuentra allí?
    A OCHO: Estuvo en un hotel de Earls Court, con una chica… Los nuestros llegaron una hora después de su partida…
    R DOS: ¿Y ahora?
    A OCHO: Nos han informado que probablemente vive en forma precaria y se traslada de un lado a otro; un par de noches aquí, un par de noches allí.. Sólo es cuestión de tiempo…
    R OCHO: El tiempo es importante, especialmente por la desaparición de la cinta. Quizá tendríamos que destacar más operadores en Londres…
    A DOS: Correcto. Tendríamos que saturar la ciudad. ¿Cuándo anda suelto un personaje como Carmell?
    A OCHO: Vale, vale… Pondremos refuerzos…
    A TRES: Sobra gente en París y…
    A OCHO: He dicho que pondremos refuerzos ¿de acuerdo? Dejad que yo me ocupe de los detalles. Daremos caza a Carmell y a esa maldita cinta.
    R OCHO: Espero enterarme de ambos logros en la próxima reunión. ¿Conocéis todos el informe del ajuste con respecto a Peterson?
    R DOS: Plenamente satisfactorio…
    A CINCO: Aún no estoy convencido de que mereciera un montaje caliente…
    R CUATRO: Muy pocos hombres merecen morir, pero en algunos casos es necesario; y Peterson era uno de esos casos.
    A UN

  • Crow

    -No podemos dejarlo ahí en ese estado –opinó-. Creo que necesita un tratamiento hospitalario.
    Cuando la policía llegó a la casa no había rastro de Carmell ni de Wendy; la muchacha había salido casi inmediatamente después de la partida del equipo de TV. Lo sabemos porque ella misma nos lo contó.
    Había salido a comprar antisépticos y vendas en una tienda cercana. Al volver no encontró a Harry. Existen razones para sospechar que Carmell fue víctima de un montaje caliente, pero no contamos con pruebas al respecto. Sólo podemos dejar constancia de que nadie volvió a ver a Harry Carmell.

    Clements, Benson y Dickson, reunidos frente a una de las pequeñas pantallas de departamento de filmaciones, observan una vez más la película tomada en el mercado, sin cortes.
    -¡Ésa es la toma! –exclamó Clements-. ¡Retrocede!
    El técnico sentado frete a ellos tocó la llave de rebobinaje y de la banda sonora surgieron algunas voces al estilo del Pato Donald mientras la película retrocedía.
    Un simple toque a otra llave y la película dejó de girar en sentido inverso. Se produjo un silencio en la pantalla en miniatura apareció una instantánea fija de Benson y Carmell.
    -Bien, encanto, adelante.
    De inmediato las minúsculas figuras en blanco y negro cobraron animación: se alejaron del buzón y se oyeron sus voces. Benson hablaba de Ballantine.

    BENSON: Pero aquello fue un accidente sin lugar a dudas. Recuerdo haber leído en los periódicos que su coche sufrió un terrible patinazo.
    CARMELL: ¡Puras mentiras! No hubo ningún accidente… sino lo que ellos llaman “ajuste”; yo sé muy bien por qué se produjo… y tengo que dejarlo registrado antes de que me pongan las manos encima.

    -Vale. Corta ahí –dijo Clements. El técnico interrumpió la película y apagó la máquina-. ¿Bien? ¿Qué opináis?
    Dickson meneó la cabeza dubitativamente:
    -El efecto del LSD. Es evidente que leyó lo de Ballantine en los periódicos y elaboró una fantasía…
    -Creo que coincidimos –concedió Clements-. Me parece que no debemos perder el tiempo con él. ¿Tú, Colin?
    Benson se frotó reflexivamente las marcas de las mejillas, que empezaban a cicatrizar.
    -Recuerdo lo que dijo acerca de la desaparición de científicos, de modo que tal vez tengáis razón… quizá sea efecto del ácido, pero es demasiada coincidencia la forma en que sus fantasías encajan en nuestra investigación. ¿Fue Ballantine a Estados Unidos, tal como dijo Harry?
    -Sí, visitó la NASA, pero también apareció en los periódicos –intervino Dickson-. Lo verifiqué en los recortes.
    Benson le dirigió una penetrante mirada:
    -¡Ya lo ves! Lo sabemos porque verificaste los recortes. ¿Pretendes decir que este hombre empapado en ácido también verificó los recortes?¿O realmente lo sabía?
    Clements se levantó y miró la hora.
    -¿Entonces, qué quieres hacer, Colin?
    -Hablar con lady Ballantine, por ejemplo.
    -No tienes derecho a molestarla, encanto. Hoy se celebra el funeral.
    -Entonces seré discreto y esperaré a mañana –concluyó Benson.

    Viernes 12 de febrero de 1977. Cuando Benson llegó a su cita de las 3.30 de la tarde, lady Ballantine estaba sosegada y se mostró hospitalaria. Contó a Benson prácticamente lo mismo que nos dijo el 27 de julio. Él mostró especial interés en el sobre grande que Ballantine le había rogado despachara de inmediato. ¿Sabía ella qué contenía?
    -Lo ignoro –respondió lady Ballantine-. Sé que se trataba de un paquete que sacó de su escritorio, pero no tengo la menor idea del contenido.
    ¿Le dio alguna explicación de por qué debía despacharlo por correo a Londres… aunque él iba a la ciudad esa misma noche?
    -Eso es lo que más me sorprendió –recordó lady Ballantine-, especialmente cuando más tarde descubrí que estaba dirigido al hombre con quien pensaba encontrarse.
    -Lo siento –dijo Benson-, pero no comprendo…
    El sobre iba dirigido a un  periodista que le llama John Hendry. Hace años que él y Villian eran amigos. Bueno… ese viernes, muy tarde, me llamó el señor Hendry. Todavía aguardaba a William en su despacho y… bien, ya conoce el resto…
    -¿Habló con Henrry después? ¿Le preguntó por el paquete?
    -Volvió a telefonearme el sábado, para darme el pésame…
    Yo estaba demasiado alterada para pensar en paquetes o cosas por el estilo…
    Cuatro horas más tarde Benson se encontraba en el despado de Hendry en Fleet Street.
    -Una premonición… Ése es el término que empleó –dijo Hendry-. Que los acontecimientos se desarrollaban a toda velocidad y que tenía una premonición: eso es exactamente lo que me dijo. Extraordinario, si se piensa en lo que ocurrió después.
    -El paquete –insistió Benson-. ¿Qué había en el paquete?
    Hendry se levantó del escritorio, se acercó a la mesa cercana a la ventana y sacó un carrete de cinta magnetofónica de un cajón.
    -Sólo esto. Ningún mensaje, ni una nota, ni nada.
    -¿Qué contiene la cinta?
    -Eso es lo más sorprendente. Por lo que sabemos, nada.
    -¿La pasaron íntegra?
    -Por supuesto… Lo probamos todo, pero ahí no hay nada. ¿Quiere saber lo que pienso? Creo que por error me envió una cinta distinta a la que quería hacerme llegar.
    -No me parece posible, en un hombre como Ballantine, que sin duda sería muy meticuloso –opinó Benson.
    Hendry volvió a su escritorio, dejó encima la cinta y encendió un cigarro.
    -Normalmente, sí; pero, como ya he dicho, no parecía ser el mismo aquel viernes. Apenas reconocí su voz por teléfono. Estaba alterado, excitado y… No me gusta decirlo porque era amigo mío, pero decía increíbles tonterías. Quizás había trabajado demasiado o… ¿Quién sabe? Pero tengo la impresión de que desvariaba. Eso podría explicar el accidente. Si su manera de conducir tenía la mitad del delirio que sus palabras… no es sorprendente, ¿verdad?
    Benson cogió la cinta:
    -¿Puede prestármela?
    Hendry dio una larga chupada al cigarro, y la punta brilló intensamente.
    -No quiero meterme en su vida privada, pero… ¿cómo se hizo esas marcas que tiene en la cara?
    Benson se tocó las mejillas con los dedos y sonrió lastimeramente.
    -No se trata de marcas tribales –explicó en tono jocoso-. Tuve que entrevistar a un personaje bastante duro. Creo que no le gustaron mis preguntas.
    Hendry le devolvió la sonrisa. Había sido periodista en Flete Street en tiempo tumultuosos –antes de que el lugar se volviera tan sosegadamente respetable- y tenía la nariz levemente desviada.
    -Suele ocurrir –comentó lacónicamente-. ¿Por qué quiere la cinta?
    -En los estudios tenemos un equipo bastante complejo y quizá podamos encontrar algo.
    -No tiene nada de malo que lo intenten –reconoció Hendry-. Pero quiero que vuelva a mis manos y espero que si encuentran algo interesante me lo comuniquen de inmediato.
    En la cinta no había nada. Al menos eso parecía.
    Recordemos que en aquel documento televisivo la cinta fue pasada en estado virtgen. Como señaló Simon Butler en ese momento, aparentemente sólo contenía “el interesante sonido del espacio… no muy distinto al de innumerables cintas magnetofónicas de los archivos de la radioastronomía”.
    En ese punto del programa, Butler dijo a los telespectadores: “Habría que esperar mucho tiempo para descubrir su significado: la vital información que sir William Ballantine había descifrado a partir de esa aparente cacofonía azarosa”.
    Más tarde descubrieron que la espera habría sido mucho más breve si Harry Carmell no hubiera estado drogado aquella mañana de febrero en Lambeth. Naturalmente, Carmell tenía la máquina descifradora que había robado de la NASA.
    Pero las investigaciones progresaban ininterrumpidamente. Mientras Benson se encontraba en la casa abandonada y era atacado por el enloquecido Carmell, Butler trataba de fijar una cita en Cambridge, con un anciano… un viejo que finalmente los aproximaría a la detonante verdad acerca de Alternativa 3.

    El ama de llaves del doctor Carl Gerstein se mostraba muy posesiva con él. Durante años lo había preseguido porque fumaba en pipa. Según ella, se trataba de una costumbre ucia y repugnante, que indudablemente perjudicaba su ya debilitado pecho.
    Cuando él sufrió un grave ataque de bronquitis a finales de enero de 1977, el tono de voz de la mujer adquirió un matiz de “ya-se-lo-dije”, como si ahora estuviese justificado todo lo que ella había dicho con respecto a la pipa. Quizás esta vez él la escuchara y arrojara aquella porquería a la basura. Naturalmente, Gerstein no tenía la menor intención de prescindir de su pipa, pues formaba parte de su persona.
    Sin embargo, ella se salía con la suya con respecto a los visitantes. No recibiría a nadie, absolutamente a nadie, hasta estar completamente curado. Necesitaba reposo absoluto –eso es lo que había ordenado el médico- y ella se ocuparía de que lo cumpliera. Incluso le prohibió que bajara la escalera para hablar por teléfono: “Esa sala está llena de corrientes de aire y si necesita hablar por teléfono puede hacerlo a través de mí –dijo-. Usted se queda aquí arriba, donde estará más abrigado”.
    Por eso el 11 de febrero Butler tuvo que tratar con ella, que a menudo lo había visto por la televisión y tenía cierta debilidad por él… aunque no tanta como para quebrantar sus propias normas.
    -Este mes es imposible –afirmó-. Ni hablar.
    -¿Y el mes próximo? –preguntó Butler-. ¿No se supone que entonces estará curado?
    Debemos mencionar que más adelante Butler se horrorizó cuando le mostraron la parte pertinente de la transcripción de Troyano –la relativa a Gerstein- referente a la reunión del Comité Político Celebrada el 3 de marzo de 1977:

    A OCHO: Ninguna. Ha estado en cama con bronquitis y, aparte de su ama de llaves, no ha visto a nadie durante semanas.
    R OCHO: De modo que la situación no ha cambiado… Recomiendo que sigamos de cerca al viejo…

    Butler habría actuado de otra manera si hubiera sabido que Gerstein estaba vigilado. Pero como lo ignoraba, insistió:
    -Es realmente muy importante… No se me ocurriría molestarle si no…
    Ella se apiadó y dijo que subiría a hablar con el médico. En seguida volvió al teléfono.
    -Sólo puedo proponerle un acuerdo con reservas, señor Butler –dijo-. Todo dependerá de cómo se sienta él.
    -¿Qué fecha sugiere?
    -No soy yo quien sugiere; es el doctor Gerstein. Dice que se alegrará de volver a verlo. –Estaba decidida a mantener las cosas en su correcta perspectiva-. El cuatro de marzo, alrededor de las dos… ¿Le parece bien?
    Butler consultó la agenda de su escritorio. El martes 4 de marzo no tenía ningún compromiso.
    -Muchas gracias. Estaré aquí, salvo que me llame antes para cancelar la cita.
    Aunque todavía no lo sabía, la investigación pronto adquiriría un giro sorprendente.

    7

    Tal y como estaba previsto, la entrevista –que fue filmada- tuvo lugar en 4 de marzo de 1977 y fue un importante momento del programa, transmitido el 20 de junio. He aquí la forma en que Simon Butler la presentó a los televidentes con voz superpuesta:

    Las teorías de Gerstein, cuando las presentó por primera vez hace más de veinte años, fueron casi universalmente desechadas. Se le llamó alarmista y pesimista. Los acontecimientos demostraron, por el contrario, que el doctor Gerstein es un tanto optimista.
    Al final de los años sesenta, la Tierra ya estaba tan atrapada en la envoltura de su propia contaminación que el calor tenía crecientes dificultades para escapar.
    Diez años antes de la predicción de Gerstein, el famoso efecto de “invernadero” –debido a que el último verano los niveles de bióxido de carbono habían aumentado ocho veces- se había convertido en una realidad que amenazaba con duplicar la temperatura promedio del globo.

    En el momento de la entrevista, Gerstein no estaba del todo curado. Todavía jadeaba, y seguía fumando en pipa.
    -Ese misterioso Harry del que me habláis… –dijo-. Me parece que no lo recuerdo.
    -Fue muy concreto con respecto a usted –respondió Butler-. Nos dijo que le interrogáramos acerca de algo llamado Alternativa 3.
    Gerstein fijó la vista en el escritorio y, en actitud reflexiva, dio una larga chupada a la pipa.
    -Él sabía… –dijo lentamente-. Es curioso…
    -¿Sabe qué significa Alternativa 3?
    -Permítame que le demuestre algo. –Gerstein revolvió el último cajón del escritorio, sacó una carpeta de piel de ante y separó media docena de páginas mecanografiadas-. Cuando se trata de declaraciones públicas, los norteamericanos tienen un notable talento para conceder poca importancia a la verdad. Lea esto. Es un informe de la CIA.
    Butler cogió la carpeta y leyó un pasaje que alguien había rodeado con un círculo rojo:

    En las zonas pobres y despobladas, la población tendrá que descender a niveles de autoabastecimiento. Los subsidios alimentarios y la ayuda exterior serían insuficientes por generosos que fueran los donantes. A menos que el clima mejore, y hasta que esto ocurra, y las técnicas agrícolas cambien los suficiente, no podrán alcanzarse los niveles de población proyectados para los países menos desarrollados. El “problema” demográfico se resolvería por sí solo de la manera más nefasta.

    -¿Qué significa esto? –inquirió Butler-. A menos que el clima mejore y hasta que esto ocurra…
    -¡Eso es! –exclamó Gersetein-. ¡Ésa es la frase clave! Y este informe, permítame decírselo, tiene cuatro años de antigüedad. Significa que en aquel momento los norteamericanos sólo estaban dispuestos a revelar un fragmento de la verdad. No toda la verdad, por supuesto, ya que sería demasiado aterradora. Pero créame cuando le digo que ellos conocían toda la verdad. Yo se la transmití. Ya en 1957, en la conferencia de Huntsville, en Alabama, lo expliqué todo. Por eso empezaron a meditar seriamente en las tres alternativas.
    -¿Y qué les dijo, xactamente? –preguntó Butler.
    -Les dije que estábamos matando este planeta –Gerstein se vio  interrumpido por un ataque de tos que estremeció todo su cuerpo y humedeció sus ojos. Se disculpó-. A lo largo de los siglos, el hombre consideró que la atmósfera que nos rodea es tan vasta que sería imposible dañarla. De modo que hemos abusado de ella y la hemos contaminado… y ahora es demasiado tarde. -Meneó tristemente la cabeza-. Hemos creado un invernadero alrededor de este mundo nuestro… un invernadero levantado con bióxido de carbono. Las radiaciones de onda corta del sol lo atraviesan, tal como ocurre en cualquier invernadero, pero absorbe y mantiene el calor emitido desde la superficie de la Tierra. ¿Sabe cuánto bióxido de carbono hemos hecho ascender en los últimos cien años? ¡Más de 360.000 millones de toneladas! Y cuando está arriba, allí se queda. Naturalmente, aumenta todos los años.
    Se concentró unos instantes en la pipa casi apagada hasta que logró reavivarla, y prosiguió:
    -¡Arvícolas humanos! ¡Eso es lo que somos! ¿No comprende que contribuimos a destruir nuestro mundo incluso tratando de oler bien? No, le aseguro que hablo muy en serio. Esos atomizadores en aerosol que usa la gente… Sólo con eso se arroja todos los años casi medio millón de toneladas métricas de fluoruros de carbono a la atmósfera.
    Volvió a revisar el escritorio y sacó otra carpeta:
    -Una Comisión  Real británica sobre la contaminación ambiental se impresionó ante el volumen de esa inmundicia. Oiga lo que manifestaron en su informe –abrió la carpeta, pasó unas cuantas páginas y leyó-: “Si se cumplieran los peores temores acerca del alcance del daño causado por los fluoruros de carbono a la capa de ozono, y si no se pudiera crear algún medio para combatir esta amenaza, serían calamitosas las consecuencias para la humanidad y, sin ayuda alguna, para la mayor parte de la vida en la Tierra”.
    Cerró bruscamente la carpeta y la dejó caer despectivamente sobre el escritorio.
    -¡Ahí está! –se exaltó-. Ése es su mundo: una calamidad. Debo señalar que ese informe fue escrito por personas que probablemente no tenían conciencia de la gravedad de la situación. Es muy posible que todavía no conozcan la necesidad de una de las tres alternativas. Sin embargo, la gente sigue usando esas cosas… para limpiar el horno, para pulverizarse el pelo, para matar moscas y sofocar olores y dolores de espalda. ¡Santo Dios, hasta contamos con rociadores para refrigerios instantáneos! Nos estamos disponiendo para la muerte, señor Butler, eso es lo que estamos haciendo… Ahora todo se ha vuelto irreparablemente letal. Naturalmente, se han hecho algunos intentos tardíos para encarar el problema. El año pasado, por ejemplo, el Departamento de Alimentación y Drogas de Estados Unidos prohibió la inclusión de carbono en los atomizadores en aerosol. Fue una verdadera sacudida para la industria con un movimiento de nueve mil millones de dólares sólo en Estados Unidos. Pero otros países, incluida Gran Bretaña que, dicho sea de paso, es el principal productor de aerosoles de toda Europa, decidieron no seguir la iniciativa norteamericana. Cerrar los ojos al peligro y fingir que no existe… parece ser el camino trazado. Comprenda que están en juego puestos de trabajo, alrededor de diez mil sólo en Inglaterra; además de mucho dinero. Aunque eso ya no significa ninguna diferencia. Ahora es tan tarde que toda discusión se ha vuelto académica.
    Gerstein sufrió otro ataque de tos. Miró acusadoramente a su pipa, que se había apagado, y volvió a encenderla.
    -Se oye hablar con sospechosa elocuencia de la jungla de cemento, señor Butler. Tendrían que hablar del calentador de cemento. En eso están transformando el mundo: un gigantesco depósito de calor. El cementos, los caminos de asfalto, los edificios de ladrillos… todo retiene calor y todo contribuye a fermentar el desastre. Hay también la pérdida de calor de la industria, de las centrales eléctricas, los automóviles, los sistemas de calefacción central. ¿Se da cuenta de que la ciudad de Nueva York genera siete veces más calor que el que recibe de los rayos solares? Ése es un hecho, señor Butler. ¡Imagine ese tipo de calor de todo el mundo encerrado en nuestro gran invernadero atmosférico!
    -Sí –dijo Butler-. Pero esa Alternativa 3…
    Gerstein ignoró la interrupción, se apartó del escritorio y se acercó a la ventana del estudio. Allí permaneció, con las manos unidas a la espalda, contemplando la amplia extensión de bien cuidado césped.
    -Le diré lo que ocurrirá –sentenció-. Este mundo se calentará cada vez más, hasta llegar a ser como Venus. No sé decirle cuándo ocurrirá… No en los próximos cien años, pero le aseguro que así será. Cuando llegue el momento, el Polo Norte y el Polo Sur serán tan calientes como hoy los trópicos. En cuanto al resto del mundo, no podrá albergar ningún tipo de vida salvo insectos y criaturas de sangre fría, como los lagartos.
    Se volvió para mirar a Butler e hizo un gesto por encima de su hombro:
    -Todo eso, ese verdor y esa belleza, serán un yermo quemado. No habrá seres humanos entonces, no en países como éste. Probablemente aún habrá sobrevivientes en los polos, pero no transcurrirá mucho tiempo antes de que los mate el calor… y eso será todo. –Se sentó y contempló sombríamente a Butler-. Como comprenderá, ese informe de la CIA, con su sugerencia de una posible mejora del clima, no es más que pura cháchara de relaciones públicas.
    Suspiró resignado, cogió la carpeta de manos de Butler y volvió a guardarla en el cajón.
    -Supongo que ésa es la técnica. Hacen un gran despliegue al mostrar parte de la verdad, que es precisamente lo que hicieron en ese informe, para hacer creer a la gente que se le expone toda la verdad.
    -Pero usted mencionó tres alternativas –le recordó Butler-. Afirmó que en la conferencia de Huntsville las consideraron…
    -Eso fue hace mucho tiempo –respondió Gerstein con tono evasivo-. Han pasado veinte años. Además todo fue muy teórico…
    -Según creo, algunas de las discusiones de Huntsville se celebraron en secreto, de modo que entiendo, naturalmente, su renuencia –explicó Butler-. Pero se trata de una cuestión de interés público y, como usted dice, ya ha pasado mucho tiempo. ¿No puede decirme…?
    Gerstein levantó una mano para interrumpirlo:
    -Alternativa 1 y Alternativa 2 eran una locura. Ni siquiera merece la pena hablar de eso…
    -De cualquier modo me gustaría conocerlas –insistió Butler-. ¿No puede hacer un breve bosquejo?
    Gerstein guardó silencio un rato, mientras reflexionaba. Por último se encogió de hombros;
    -Bien… se abandonaron, de modo que supongo que ya no puede perjudicar a nadie. La Alternativa 1 era similar a la de arrojar piedras a un invernáculo convencional…, practicando agujeros en el vidrio para permitir el escape de  calor. Se sugirió que se hiciera detonar en lo alto de la atmósfera una serie de artefactos nucleares estratégicamente colocados, para producir agujeros en aquella envoltura de bióxido de carbono. O sea, que tendríamos chimeneas en el cielo, si le parece bien la comparación. Eso habría aliviado el problema inmediato  y luego, como programa complementario, tendría que haber una nueva y dramática apreciación de la forma en que se vive la vida en esta Tierra. Los hombres habrían tenido que empezar a vivir más primitivamente para evitar otra concentración. Por ejemplo, tendrían que haberse firmado acuerdos internacionales, rigurosamente impuestos, para convertir en ilegal todo tipo de vehículo…  excepto los destinados a los propósitos más esenciales.
    Gerstein se movió inquieto en su asiento hasta que volvió a acomodarse para proseguir:
    -Usted mismo podría preparar una lista de las cosas que sería necesario sacrificar para interrumpir el bombeo de bióxido de carbono al aire en semejante cantidad. Luego se hubiera tenido que hacer un enorme esfuerzo conjunto para devolver al mundos sus pulmones, librándose de todo el cemento innecesario y sembrando vastas extensiones con plantas y árboles que absorberían el gas. Ésa fue, en esencia Alternativa 1…
    -Comprendo que se trata de un proyecto increíblemente complejo… –apuntó Butler-. Pero parece tener sentido… si la situación es tan desesperada como usted dice.
    -Es delirante –afirmó Gerstein, secamente-. Practicar agujeros en un invernáculo es una cosa, y hacer lo mismo en la atmósfera terrestre es algo muy distinto. Claro que pueden hacerlo, pues cuentan con la tecnología necesaria, pero carecen de la técnica indispensable para remendar los agujeros después de abrirlos…
    -Disculpe, no comprendo…
    -¡La capa de ozono! –exclamó Gerstein, impaciente-. ¿No lo comprende? Significa perforar grandes brechas en la caza de ozono y, como usted sabe, ése es el estrato que filtra los plenos efectos de los rayos ultravioletas del Sol. Sin la protección de esa capa de ozono, señor Butler, seríamos bombardeados por una radiación mayor, lo que inmediatamente provocaría todo tipo de horrores… tales como un incremento en la incidencia del cáncer de piel. No, los riesgos son excesivos. Alternativa 1 fue correctamente rechazada.
    -¿Y Alternativa 2?
    Gerstein volvió a tener problemas con la pipa. Encenderla nuevamente fue una dura tarea que requirió toda su atención. Tosió y farfulló pero, después de usar tres cerillas, se salió con la suya. Una vez más se envolvió, contento, en una capa de humo.
    -¿Se imagina viviendo como un troglodita, señor Butler?
    Obviamente, se trataba de una pregunta retórica. Sabiendo que el anciano no esperaba respuesta, Butler permaneció en silencio.
    -En mi opinión, Alternativa 2 era aún más delirante que Alternativa 1 –continuó Gerstein-. Por supuesto, reconozco que en el suelo hay suficiente atmósfera encerrada para sustentar la vida, pero… No, era la alternativa menos realista.
    -Como un troglodita –respondió Butler-. ¿Por qué como un troglodita?
    -Existen razones para creer que este mundo fue, en otros tiempos, más civilizado y científicamente más avanzado que en nuestros días –dijo Gerstein-. Nuestros antepasados realmente distantes, los que vivieron milenios antes que el que llamamos hombre prehistórico, habían progresado mucho más allá de nuestro actual estado de conocimientos. Se dice que entonces se produjo un cataclismo tal vez comparable al que nos enfrentamos ahora, y que aquellos pueblos altamente sofisticados, construyeron civilizaciones totalmente nuevas en lo más profundo de las entrañas de la Tierra…
    Pero –le interrumpió Butler-, no comprendo cómo…
    -¡Por favor! –Gerstein no estaba de humor para interrupciones-. Existen pruebas, considerables pruebas, que sugieren que otrora hubo ciudades enteras, vinculadas por un elaborado complejo de túneles, muy por debajo de la superficie terrestre. Se han encontrado restos de las mismas en muchas partes del mundo. Por debajo de la superficie de América del Sur, de China, de Rusia…, en todas partes. Según se dice, en ese mundo subterráneo existe una luminiscencia verde que reemplaza al Sol como fuente de energía, y que permite los cultivos. De modo que fueron evacuados a las profundidades y muy probablemente se desarrollaron durante cierto tiempo…
    -¿Y después qué? –quiso saber Butler.
    Gerstein se encogió de hombros:
    -Después de tanto tiempo, ¿quién puede saberlo? Quizá la verdad histórica se encuentra en el relato bíblico del Diluvio. Tal vez el desastre que los empujó hasta esos sitios fue seguido, en primer lugar, por el Diluvio… y allí quedaron atrapados y se ahogaron. Acaso así acabara su civilización…
    Hizo una pausa y chupó la pipa en actitud reflexiva.
    -Es posible que los que consideramos hombres prehistóricos fuesen, meramente, los descendientes de un puñado de sobrevivientes. Los verdaderos hijos de Noé, si uno acepta la versión bíblica, que tuvieron que partir de la nada en el mundo que había sido totalmente devastado. ¿Será por eso que con tanta naturalidad, instintivamente si lo prefiere, se decidieron a vivir en cuevas? Entonces se inició de nuevo el agonizante y lento proceso de  reconstruir el mundo hasta ahora, cuando nos encontramos en una situación similar…
    -¿Entonces Alternativa 2 consistiría en trasladar a todos a las entrañas de la Tierra?
    -No a todos –aclaró Gerstein-. Eso sería impracticable. Habría personas seleccionadas, escogidas por su capacidad o talento específicos, personas que se considerarían vitales para el futuro de la raza humana. Debo decirle que en Huntsville muchos se mostraron favorables a Alternativa 2. Señalaron que jamás se produciría otra inundación, otro diluvio por así decirlo, ya que todo el planeta está secándose, de modo que no todo acabaría como aparentemente ocurrió una vez.
    Gerstein se quitó la pipa de la boca y apuntó con ella a Butler:
    -Usted sabe que hace un par de años murió un hombre eminente que llegó a presentar un proyecto para utilizar a gente común y corriente…, gente superflua, según su propia denominación, como mano de obra esclava. La forma en que había elaborado toda la cuestión era sorprendente.  Esas cuadrillas de esclavos que cumplirían los trabajos pesados en las profundidades serían tratadas, quirúrgica o químicamente, de manera tal que aceptarían complacidas sus nuevos papeles. Se las reunirían en remesas, según las propias de aquél. Sí, ésa fue la expresión que empleó: remesas…
    Butler meneó la cabeza, incrédulo.
    -Pero eso es imposible, inhumano. De cualquier manera, una operación en semejante escala sólo podría montarse con la más estrecha cooperación entre las grandes potencias. Estados Unidos y Rusia tendrían que mancomunar sus recursos y conocimientos científicos, lo cual sin duda estaría fuera de toda lógica…
    -Los aliados se unen para luchar contra un enemigo común, o para combatir un peligro universal –declaró Gerstein-. Piense en la segunda guerra mundial. Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia… fueron socios en la lucha por la supervivencia. Entonces no parecía raro que cooperaran. Y la amenaza actual, señor Butler, es muy superior a la que el mundo se enfrentaba entonces…
    -¿Se dispone de tecnología para llevarlo a cabo? –inquirió Butler.
    -Sí, se dispone de tecnología. El problema sería el dinero, obviamente, se necesitan incontables miles de millones de libras esterlinas, pero, en última instancia, podrían reunirse.
    -En tal caso, ¿por qué consideró que Alternativa 2 era la menos realista?
    -Porque en el mejor de los casos sólo sería una solución provisional. Como ya le he dicho, el bióxido de carbono una vez que asciende, allí se queda. Estamos atrapados dentro del gran invernadero y el efecto de permeabilización de la Tierra sólo es cuestión de tiempo. Allá abajo, en las profundidades, finalmente todo se secará y empezará a enmohecerse…
    Hizo una pausa y emitió una breve carcajada carente de humor.
    -Quizá nuestras leyendas y supersticiones acerca del Infierno, con el demoníaco fogonero en las oscuras entrañas de la Tierra, sólo sean inconscientes visiones del futuro. ¿Usted qué opina? –Contempló severamente e Butler y, al no obtener respuesta prosiguió-: como ve, la situación no sólo es irreversible, sino que ahora ha alcanzado una etapa en que lo único que puede ocurrir es que se deteriore aún más. Por eso considero que Alternativa 2 era una solución ridícula.
    Al otro lado de la ventana del estudio gorjeaban los pájaros de principio de primavera. Butler miró por encima del hombro a Gerstein y vio a una anciana que paseaba tranquilamente a su perro por el perímetro cubierto de césped.
    Afuera todo era pacífico y normal, lo que volvía más estrafalaria aún su conversación. Allí, en la habitación llena de libros e iluminada por el sol, hablaban de Armagedón. Conversaban en tono medido y culto, como si sólo se tratara de una cuestión de interés académico. Era penoso, muy penoso, reconocer que el tema que estaba en juego er la proximidad del fin del mundo.
    Aquella fue la entrevista más extraña que Butler realizó en su vida. Pero, como buen profesional que era, siguió adelante con sus preguntas.
    -¿Y alternativa 3?
    Gerstein movió de un lado a otro la cabeza:
    -No sé… Acaso ya he sido demasiado indiscreto. Hace mucho que no estoy en contacto con todo eso y no me corresponde a mí hablar de Alternativa 3. Puede ser que la hayan abandonado… que hayan considerado la imposibilidad de cumplirla. Usted tendría que hablar con alguien relacionado con el Programa Espacial, porque la verdad es que yo no sé…
    -Deme al menos una pista- imploró Butler.
    -Le daré un jerez –propuso Gerstein.
    Así concluyó la entrevista.

    Durante los meses siguiente continuó acrecentándose el temor público con respecto a las condiciones climáticas… y a los efectos que probablemente tendrían sobre el futuro del mundo. El 28 de agosto de 1977, el Sunday Telegraph publicó un importante artículo titulado “Los meteorólogos están perplejos”, redactado por un miembro del equipo investigador “Close-Up” de dicho periódico. El texto decía:

    ¿Qué le ocurre al clima británico? Esta pregunta aparentemente inocua se ha convertido, de pronto, en un importante tema de investigación.
    Hasta los meteorólogos se hacen eco, aunque con prudencia, de la opinión del hombre de la calle en el sentido de que algo inconfundiblemente extraño ha estado afectando nuestro clima y produciendo temperatura extremas de los últimos dos años… Muchos países has experimentado extraños fenómenos climáticos durante el mismo periodo. Edwin P. Weigel, de la Oficina Meteorológica de los Estados Unidos en Washington, me ha dicho: “Ignoramos qué es lo que nos afecta. California y otros estados occidentales han sufrido dos años de sequía que han batido los records  de todos los tiempos. En algunos sitios se está racionando el agua.
    Existen matices de opinión en cuanto a lo amenazador de este fenómeno y sólo hay un débil consenso con respecto a lo inusual de dichas temperaturas extremas…

    Sin embargo, la actitud oficial siguió siendo cautelosa. Los expertos que conocían la auténtica verdad procuraban evitar que cundiera el pánico masivo. Kevin Miles, del equipo investigador de la Oficina Meteorológica de Bracknell, en Berkshire, fue citado en el artículo del Sunday Telegraph: “Tenemos que reconocer que lo que ha estado ocurriendo no es normal. Los informes del mundo entero han confirmado nuestros propios cuadros de variabilidad creciente. Pero hemos aprendido a no reaccionar excesivamente ante lo que podría ser considerado como extraño en pequeños puntos del globo”.
    Miles también admitió que a él y a su equipo les “entusiasmaría  comprender qué ha ocurrido recientemente”.
    De modo que se mantuvo la charada por órdenes emanadas del más alto nivel… con los meteorólogos de ambos lados del Atlántico insistiendo en que aún no conocían la verdad, en que todavía investigaban el inquietante misterio.
    El artículo del Sunday Telegraph continuaba así:

    Los meteorólogos de Bracknell amplían su programa de investigación para indagar en todas las hipótesis que pudieran tener relación con las fluctuaciones climáticas. Con ayuda de una de las computadores más veloces del mundo se está explorando océanos, nubes, formas terrestres y la superficie de la Tierra.
    Mientras se perfecciona tamaña sofisticación, los expertos norteamericanos hacen volar tantos cometas científicos como sus correspondientes ingleses. Actualmente, la oficina de Washington analiza los posibles efectos de erupciones volcánicas y de modificaciones en los movimientos del Sol. “En  parte existen aproximaciones a la cuestión, en parte se ehca mano de cualquier expediente”, manifestó el señor Weigel.
    Los aficionados a la observación meteorológica –que culpan de todo, desde el Concorde hasta la bomba atómica, del desorden climático- no se sentirán apaciguados por la promesa de que se realizarán más y mejores investigaciones.

    Sin duda alguna, dichos “aficionados” no  se habrían apaciguado si hubieran conocido  toda la verdad: se habrían aterrorizado.

    “Usted tendría que hablar con alguien relacionado con el Programa Espacial”, había sugerido Gerstein. Pero no resultaba fácil seguir su consejo. No cuando lo que se necesitaba era información real.
    Naturalmente, en la NASA había gente dispuesta a colaborar con Sceptre Television. Pero eran los especialistas en relaciones públicas, los hombres de mucha labia que sabía ser encantadores y convincentes, y que podían decir mucho sin decir nada.
    Clements sabía que tenía que acceder a más, a mucho más.
    Para entonces el proyecto se había convertido en una obsesión. Estaba decidido a llegar a alguien que realmente conociera Alternativa 3, y que estuviera dispuesto a revelarlo todo.
    -Es obvio que no obtendremos nada de alguien que trabaje en la NASA –dijo a Terry Dickson-. Cualquiera que aún permanezca allí tendría miedo de perder su trabajo, y no le culpo. De modo que se  trata de rastrear a alguien que ya no esté allí. Quizás alguno de los caminantes lunares. Éstos pueden saber o haber visto algo. Por lo que sé, algunos de ellos están bastante amargados por la forma en que han sido tratados. He leído, me parece que en el Daily Express, que Buzz Aldrin se quejó de haber sido usado como viajante de comercio. Trata de dar con él o con alguno de los otros. Cualquier a de ellos podrá, como mínimo, orientarnos en la dirección correcta…
    Dickson se frotó el mentón e hizo una mueca de tristeza.
    -¿Y por dónde empiezo? –preguntó-. Ignoro dónde se encuentra cualquiera de ellos en la actualidad…
    -Yo no te pregunto cómo se apuntan las cámaras, encanto… El investigador eres tú.
    -Sí, pero…
    -Y recuerda que es algo prioritario. Terry.
    -Costará dinero –insistió Dickson-. Tendré que contratar a alguien en los Estados Unidos y eso significa mucho dinero.  A Harman no le gustará. Recuerda lo que dijo con respecto a Australia…
    -No te preocupes por Harman. –Clements actuaba como un ejecutivo resuelto-. Tú haz tu trabajo y yo me ocuparé de Harman. –Repentinamente sonrió y agregó-: De todos modos, se trata de un hombre muy ocupado; no creo que debamos molestarlo con detalles tan insignificantes.
    Dickson contrató a un periodista independiente de Estados Unidos. Tres ex astronautas se negaron a colaborar. Otro dijo que necesitaba tiempo para decidirse: era Bob Grodin.
    El periodista norteamericano también proporcionó a Dickson una cinta que contenía una conversación mantenida entre Grodin –durante su primera caminata espacial- y Misión Control. A continuación transcribimos la sección pertinente:

    GRODIN: Eh , Houston… ¿Oyes una señal aguda y constante que se percibe aquí en este momento?
    MISIÓN CONTROL: Sí. La oímos.
    GRODIN: ¿De qué se trata? ¿Puedes explicármelo?
    MISIÓN CONTROL: No conocemos la explicación. ¿Ves algo? ¿Puedes informarnos lo que ves?
    GRODIN: Muchacho, es realmente… Aquí se ve algo realmente fantástico. Ni siquiera podrías imaginarlo…
    MISIÓN CONTROL: Bien… ¿Puedes echar un vistazo al área llana?¿Ves algo más allá?
    GRODIN: Hay una especie de sierra con un espectacular… ¡Santo Dios! ¿Qué es eso? ¡Es todo lo que quiero saber! ¿Qué demonios es eso?
    MISIÓN CONTROL: Cambio. Interesante. Ahora Tango, inmediatamente… Tango…
    GRODIN: En este momento hay una especie de luz…
    MISIÓN CONTROL (apresuradamente): cvambio. Lo tenemos, lo hemos marcado. Pedimos algo de comunicación ¿no? Bravo Tango… Bravo Tango… Selecciona Jezabel, Jezabel…
    GRODIN: sí, si; pero esto es increíble… Indicador apagado, Bravo Tango, Bravo Tango.

    No se oyeron más palabras. En ese punto Grodin había cambiado a otra frecuencia. En la cinta sólo se oía la estática…
    Simon Butler subrayó esa cuestión cuando se transmitió el documental televisivo. Entonces dijo: “¿Bravo Tango? ¿Jezabel? ¿Un diálogo en clave? Probablemente. Pero ¿qué significaba? Absolutamente nada para los seiscientos millones de personas que escuchaba en la Tierra”.
    ¿Recordáis las afirmaciones hechas por el ex hombre de la NASA, Otto Binder, y que presentamos en el primer capítulo?
    “Ciertas fuentes con receptores VHF propios que eludieron las emisiones de la NASA, afirman que existió una porción de diálogo Luna-Tierra que fue rápidamente anulada por el personal de recepción de la NASA”.
    Según Binder, la porción censurada incluía las siguientes palabras transmitidas desde la Apolo 11: “Esos bebés eran enormes, señor… Enormes… ¡Oh Dios, le parecería increíble! Le digo que allí hay otras naves espaciales… Alineadas en el extremo más alejado del borde del cráter…”.
    ¿Podría aquello relacionarse directamente con la conversación escuchada en la cinta de Grodin? ¿Había visto Grodin –al igual que los hombres de la Misión Apolo 11- algo demasiado sorprendente para ser revelado a la gente común?
    ¿O todos los explotadores de la Luna estaban equivocados? ¿En el espacio extraterrestre había algo que provocaba alucinaciones?
    La idea de naves espaciales desconocidas e inidentificadas, alineadas en la Luna –con gran sorpresa de los astronautas humanos- , era sin duda demasiado ridícula. Sin embargo…
    Grodin accedió a que Sceptre Television le entrevistara, vía satélite, desde un estudio de Boston, Massachussets. El plan consistía en grabar la totalidad de la entrevista y más adelante dejarla lista para su transmisión. De hecho, la entrevista concluyó bruscamente y de forma muy extraña, poniendo un signo de interrogación aún más grande a toda la cuestión de Alternativa 3.
    Desde el principio pudo observarse un matiz levemente maníaco en la expresión de Grodin, y también una tendencia a la risa nerviosa sin motivo aparente. Pero habó con fluidez y no se mostró reacio a referirse a la crisis nerviosa que había sufrido después de su último regreso del espacio. No se produjo –ni parecía probable que se produjera- nada digno de mención hasta que Simon Butler hizo una pregunta que extraemos textualmente del programa transmitido:
    -Entre otras cuestiones, algunas personas muy responsables han sugerido que usted, de todos los participantes del Programa Apolo, vieron allá mucho más de lo que se les permitió reconocer públicamente. ¿Qué puede decirnos al respecto?
    El efecto inmediato sobre Grodin fue electrizante. Enrojeció de ira y gritó:
    -¿Qué pretende, joven? ¡Dígamelo! ¿Qué pretende?
    Butler se disculpó:
    -Sólo quería…
    -¿Trata de joderme? –el apremió Grodin. Se inclinó hacia delante y, con el entrecejo fruncido, se enfretó a las cámaras de Boston-. ¿Es eso lo que quiere? ¿Pretende joderme?
    -Claro que no –replicó Butler rápidamente-. Lamento si…
    -¿Cómo es maldito imbécil de Ballantine? ¿Es eso lo que quiere…?
    No siguió adelante. Su voz fue cortada en medio de la oración y la imagen del monitor se evaporó en una nube blanca.
    -¿Qué ocurre? –inquirió Butler-. ¡Demonios! No sé qué ocurre con este…
    Le interrumpió la voz de Clements desde la sala de control del estudio:
    -Lo hemos perdido… y no ha sido aquí. Tengo la impresión de que alguién quitó un enchufe en algún sitio.
    Clements tardó casi media hora en comunicarse telefónicamente con los estudios de Boston.
    -Lo siento –dijo una voz seca-. El señor Grodin ya no está disponible.
    -¡Pero si estábamos en medio de una entrevista! ¿Dónde está ahora?
    -Se fue del estudio –respondió la voz-. Ignoramos a dónde ha ido.+
    ¡Como ese maldito imbécil de Ballantine! Ésa fue la frase que les llamó la atención. De alguna manera, tenía que encajar en el misterio de la cinta magnetofónica sin sentido recibida por Hendry… y en las extrañas circunstancias  que condujeron a la muerte de Ballantine. Tenía que relacionarse con lo que Harry había dicho: “No hubo ningún accidente, sino lo que ellos llaman ajuste. Yo sé muy bien por qué se produjo”.
    Tenemos que dar otra vez con Grodin –insistió Clements-. Tenemos que encontrarlo y hablar con él personalmente. Terry, encanto, ocúpate de que tu hombre de Estados Unidos haga algo. –Se volvió a Colin Benson-: Probablemente te enviaré a ti.
    A Benson le brillaron los ojos:
    -¡Fantástico! Pero Harman armará un escándalo…
    -Probablemente –le interrumpió Clements-. Pero deja eso de mi cuenta.
    Harman “armó un escándalo”. Y con más vehemencia de la que Clements preveía. Tenemos el memorándum que revela la intensidad de los sentimiento de Harman. En nuestra opinión, esa intensidad raya en el fanatismo…

    Miércoles 13 de julio de 1977. Otra reunión submarina del Comité Político. Presidente A OCHO. La transcripción proporcionada por Troyano dice así:

    R DOS: Ese tipo de Princenton, el doctor Gerard O’neill, muestra una inquietante falta de discreción…

    (Nota de los autores: esta reunión –que aquel mes tuvo lugar unos días más tarde de lo acostumbrado- se celebró exactamente dos días después que Los Angeles Times publicara la controvertida entrevista –citada en el primer capítulo de este libro- en la que el doctor O’neill apuntó a la solución que denominó “Isla 3”. En aquella entrevista manifestó: “En realidad no hay nada que deliberar acerca de la tecnología involucrada para llevarlo a cabo. Esto ha sido confirmado por los dirigentes más importantes de la NASA”). Continúa la transcripción de Troyano:
    A CUATRO: Así es… No tendría que habe soltado la lengua como lo ha hecho, pero no creo que haya causado ningún daño… La gente supondrá que sólo hablaba en un plano teórico…
    A OCHO: Sólo es teoría en lo que a él respecta. Conoce la tecnología, pero más allá de eso lo ignora todo…
    R CINCO: Es un hombre respetable, un hombre cuyas palabras influyen en la opinión pública… tendríamos que impedir que continuaran tan estúpidas declaraciones…
    A OCHO: Ya se ha hecho… En su caso y en otros similares.
    R DOS: ¿Qué dices? ¿Un ajuste no autorizado?
    A OCHO: ¡No! No es necesario llegar a eso. Como ya he dicho, Gerard O’neill no sabe lo suficiente acerca de la política… Ni siquiera tiene la menor idea de que nos reunimos de esta manera.
    R SEIS: ¿Qué se ha hecho, entonces?
    A OCHO: Sigamos manteniendo esta cuestión en su correcta perspectiva… Washington no quiere señalar públicamente con el dedo la cuestión de O’neill porque eso la haría parecer demasiado importante. Lo mejor es ignorarla. Ésa es la actitud oficial, y etoy seguro de que es la correcta…
    R SIETE: Pero cuando O’neill habló de Isla 3…
    A OCHO: Espera, déjame terminar. Se está haciendo algo, pero a nivel de operación global… En este preciso momento está saliendo un proyecto le ley para el dódigo legal y te aseguro que eso hará enmudecer a los charlatanes…

    Como hemos mencionado anteriormente, catorce días después de esta reunión del Comité Político, el columnista Jeremy Campbell dio la noticia del proyecto de “represión” en el Evening Standard de Londres. Campbell es un periodista sumamente experimentado, con una merecida reputación por su conocimiento de los antecedentes de las noticias publicadas. Estamos seguros de que éste es uno de los raros casos en lo que ignoraba los verdaderos antecedentes.
    El resto de la transcripción presentada por Troyano era breve:

    R SIETE: Es probable, pero debo decirte que nuestra gente de Moscú está cada vez más preocupada por el nivel de la seguridad en Estados Unidos. Ese asunto de Carmell…
    A OCHO: ¡Oh, basta de Carmell, por favor! Eso ya está solucionado. Ha terminado.
    R SIETE: ¿Y Carl Gerstein?

    No contamos con la respuesta a esa pregunta. Evidentemente, la reunión continuó, pero en ese punto concluía la transcripción.

    Los últimos días de agosto y los primeros de septiembre de 1977 –sólo días después de que el proyecto de “represión” llegara al código legal-  brindaron más pruebas curiosas del tratamiento aplicado a las víctimas de las remesas. Las mismas proporcionaron una comprensión más profunda del trabajo que había continuado realizándose en Estados Unidos y en Rusia. Y en Gran Bretaña.
    Las pruebas mencionadas son ahora de conocimiento público, ya que aparecieron en acreditados periódicos. Pero debido a su especial significado merece la pena recordarlas.
    El 27 de agosto, Willian Lowther –el destacado corresponsal del Daily Mail en Washington- escribió un artículo titulado “El espía que vino del cuarto de baño” y que decía:

    Morgan may era un espía. Siempre tenía una jara con martini en la nevera. También tenía un espejo de doble faz en el cuarto de baño.
    Pero la vida de Morgan estaba plagada de calamidades. Sus amos eran lentos en el envío de dinero. Su cometido gozaba de muy mala fama. El nombre en clave de su proyecto era “Operación Clímax de Medianoche”, y estaba destinado a ser un secreto perpetuo, como es lógico…
    Durante dos años Morgan pasó sus horas de trabajo sentado en un inodoro portátil, mirando a través del espejo y bebiendo sus martinis mientras una prostituta recibía hombres en el dormitorio contiguo.
    El trabajo de la mujer consistía en convencer a los clientes para que bebieran cócteles. Lo que éstos ignoraban era que las bebidas habían sido preparadas por el misterioso Morgan y que eran productos químicos más que alcohólicos.
    Morgan tenía que registrar los resultados. Aún no sabemos cuáles fueron ni cómo operaba. Pero algunas de las bebidas producían dolores de cabeza instantáneos, otras mareaban, o emborrachaban, o sumían en el olvido, o sencillamente en el frenesí. Los efectos eran transitorios y nadie salió demasiado perjudicado.
    Morgan era empleado de la CIA y fueron los jefes del espionaje norteamericano quienes lo alejaron de la sede central cercana a Washington para que montara un “laboratorio” en un lujoso apartamento con vista a la bahía de San Francisco.
    Ahora se han divulgado, como parte de luna investigación del Congreso, 1647 páginas de informes financieros relativos a la operación.

    (Nota de los autores: Esa investigación fue provocada por la información que nos proporcionó Troyano). El artículo de Lowther continuaba así:

    Todo formaba parte del programa experimental de control mental de la agencia, y se razonó que los clientes de una prostituta no se quejarían.
    Los informes financieros difundidos ayer demuestran que Morgan siempre escribía a la sede central. Una de sus cartas típicas dice: “Necesito dinero urgente para pagar alquiler septiembre”.
    Las cuentas correspondientes al piso incluyen aguafuertes de Toulouse-Lautrec y un cuadro que muestra a una bailarina de can-can; una factura detallada: Inodoro portátil para puesto de observación”.
    Dice la CIA: “Morgan Hall murió hace dos años. Ignoramos dónde está enterrado”.

    En este caso debemos dejar de lado las sospechas y aceptar la versión oficial de la CIA. Nuestras investigaciones en los Estados Unidos no han aportado nada más acerca ce Morgan may y declaramos, categóricamente, que no hemos encontrado pruebas que apoyen la insinuación de que hubiera sido víctima de un “ajuste”.
    A la crónica de Lowther siguieron inmediatamente dos informes que confirmaron algo que ya nos había contado Troyano: también se habían llevado a cabo en Rusia y en Inglaterra una serie de experimentos secretos en el campo del control de la conducta.
    El 2 de septiembre, The Times destacó en primera plana un informe proporcionado por Rueter y por UPI en Honolulu. Se titulaba “Los psiquiatras condenan a la Unión Soviéntica” y decía:

    La asamblea general de la Asociación Psiquiátrica Mundial ha adoptado, en una reunión celebrada a puerta cerrada, una resolución que condena a la Unión Soviética por abuso psiquiátrico con propósitos políticos, han informado hoy fuentes de dicha conferencia.
    La conferencia, que reunió a cuatro mil delegados de sesenta países, también aprobó anoche, por unanimidad, un código internacional de ética después que la delegación soviética retirase las objeciones que había demorado la votación. Dicho código prohíbe el tratamiento psiquiátrico en ausencia de enfermedad…
    La resolución apela a que la Asociación Psiquiátrica Mundial esté atenta a las “amplias pruebas del abuso sistemático de la psiquiatría con fines políticos en la Unión Soviética”.
    El código internacional de ética, llamado “Declaración de Hawai” y adoptado por el Congreso, es puesto en práctica tras años de crítica contra la Asociación por no tomar medidas en cuestiones éticas.

    Otros periódicos afirmaron que “muchos ciudadanos soviéticos mentalmente sanos están internados a la fuerza en hospitales psiquiátricos”. Esto es incuestionablemente cierto, pero es necesario considerar los hechos en su correcta perspectiva. La amplia mayoría está detenida a causa de su posición en cuanto a los derechos humanos. Se trata de personas sanas, a los que se considera enemigas del estado. Sólo un pequeño porcentaje se encuentra en esos sitios, exclusivamente porque se las necesita como conejillos de Indias. Estas últimas son las que han sido detenidas a causa de Alternativa 3.
    El 28 de agosto apareció en el Sunday Telegraph un relato más sorprendente aún, al menos para los ingleses:

    El Ministerio de Sanidad ha solicitados a los hospitales para enfermos y disminuidos mentales que reúnan estadísticas sobre operaciones llevadas a cabo para practicar cambios de personalidad.
    Por primera vez las autoridades han reconocido que existe una creciente inquietud. Las operaciones, conocidas con el nombre de psicocirugía, se realizan para extraer o destruir porciones de tejido cerebral con el fin de modificar la conducta de pacientes gravemente deprimidos o excepcionalmente agresivos que no responden a los medicamentos ni al tratamiento de choque eléctrico.

    El Sunday Telegraph afirmaba que “el cambio es irreversible” y citaba las declaraciones de un eminente especialista: “Mi hospital está atestado de desechos humanos que han sido sometidos a operaciones de psicocirugía”.
    No obstante, el periódico no mencionaba que esas operaciones también pueden realizarse para controlar las pautas de conducta de hombres y mujeres completamente sanos. O que, de hecho, han sido practicadas en personas totalmente sanas.
    El doctor Randolph Crepson-White conversó con nosotros acerca de estas operaciones cuando le visitamos en la aldea de Somerset, a la que se retiró en 1975. Habló francamente, bajo el acuerdo de que no divulgaríamos su nombre. Sin embargo, dado que murió por causas naturales el 19 de octubre de 1977, no nos consideramos atados por nuestro compromiso.
    El doctor Crespón-White nos dijo: “Practiqué cinco de esas operaciones en personas –cuatro hombres y una mujer, todos jóvenes- que parecían plenamente sanas. El propósito era doble. Había que desexuar por entero a los pacientes para anular sus deseos biológicos naturales, y también era necesario eliminar su personalidad. Después de ser dados de alta obedecerían cualquier orden sin cuestionarla. Serían, prácticamente, robots pensantes.
    Al comprender que lo que hacía no era ético, protesté con firmeza, pero se me respondió que las operaciones eran vitales para la seguridad del país.
    De hecho, nadie me dijo que aquellos pacientes estuvieran implicados en ningún tipo de espionaje, pero ésa es la impresión que tuve. Se me ordenó firmar el formulario de Secretos oficiales y por tal razón no deben mencionar mi nombre… aparte de que temo que haya repercusiones de naturaleza violenta si ciertas personas se enteran de que estoy hablando con ustedes”.
    Debemos señalar que, con el propósito de proteger el anonimato del doctor Crepson-White, habíamos acordado no ser tan específicos en cuanto al número de operaciones que había llevado a cabo. Naturalmente, ahora es innecesario dicho acuerdo.
    El doctor Crepson-White prosiguió: “Todavía tenía reservas acerca de este aspecto de mi trabajo. Pronto fue evidente que se me requeriría para hacer más operaciones a gente sana; posiblemente muchas más… y entonces decidí alejarme.
    No tenía intención de retirarme hasta tres años más tarde pero, dadas las circunstancias, me resultó imposible continuar”.
    Estmos seguros de que el doctor Crepson-White ignoraba que la gente se reunía en remesas, y también que no sabía nada acerca de Alternativa 3. Pero Troyano nos proporcionó finalmente la posibilidad de conocer el uso que se hacía del trabajo del doctor Crepson-White. Lo que Troyano nos proporcionó es un asombroso documento que presentaremos más adelante.

    8

    Leonard Harman estaba muy lejos de sentirse contento con la carta que el 12 de agosto de 1977 le envió nuestro abogado Edwin Greer.

    Carta de Harman al abogado Greer, fechada el 15 de agosto de 1977:

    Me sorprende el contenido de su carta y debo insistir en el envío de un compromiso firmado por los señores Ambrose y Watkins en el sentido de que no seré mencionado en el libro que proyectan. Observo que sus clientes saben que Sceptre Television ha reconocido que el programa de Alternativa 3 fue un desafortunado engaño y me sorprende la evidente evasividad de su segundo párrafo.
    Usted afirma que sus clientes “tienen en cuenta los antecedentes de dicha declaración”. ¿Qué significa eso, en el caso de que signifique algo?
    Repito que sería sumamente erróneo perpetuar en forma de libro lo que ya se ha convertido en una falsa idea pública. No existe la menor verdad en la sugerencia de cualquier acción secreta Este-Oeste, tal como lo que se describe en el programa,  y aparentemente sus clientes intenta recomponer lo que ya ha sido reconocido como un grave error de juicio.
    Si sus clientes persisten en su actitud, especialmente con respecto a mi intimidad, tendré que buscar asesoramiento legar y hacer justicia.

    Carta de Edwin Greer a Leonard Harman, fechada el 18 de agosto:

    No había la menor evasividad en mi carta del 12 del corriente.
    Sólo indicaba que mis clientes han llevado a cabo sus propias investigaciones en Gran Bretaña y en Estados Unidos con respecto al tema del libro que proyectan. Por cierto, dicha investigación aún prosigue. Toda decisión adoptada por los señores Ambrose y Watkins, en consulta con sus editores, dependerá de sus descubrimientos finales y me han dado instrucciones de que le informe que no les es posible asumir ningún compromiso con usted.

    Seis días más tarde, Greer recibió una carta de un conocido miembro del Parlamento, que había sido presionado por Harman. Incluimos el nombre de ese miembro del Parlamento –y de otro que intentó impedir la publicación de este libro- en nuestro manuscrito original, pero se nos ha aconsejado que quitemos dichos nombres de la versión publicada a causa de las restrictivas leyes antilibelo británicas.
    Aquel miembro del Parlamento seguía la misma línea que Harman. Su carta decía:

    Junto con una serie de colegas de la Cámara de los Comunes, he deplorado los erróneos motivos que dieron por resultado el programa televisivo referente a la supuesta Alternativa 3.
    Las cartas enviadas por muchos de mis lectores demuestran la alarma que engendró y que aún permanece, a pesar de la posterior declaración de la empresa televisora. Considero escandaloso el hecho de que sus clientes estén decididos, aparentemente, a beneficiarse de esa alarma. Tengo la intención de obtener un mandato para impedir la publicación de ese libro…

    Intentó conseguir ese mandato. El hecho de que usted esté leyendo este libro es demostrativo de que se le negó… lo mismo que a uno de sus colegas de la Cámara de los Comunes. No obstante, y como explicaremos más adelante, estos miembros del Parlamento nos obligaron a asumir un compromiso no voluntario, pero no lograron impedir que usáramos más memorándums que circularon internamente en Sceptre Television.

    Memorándum de Chris Clements a Fergus Godwin, director de programas (c.c. a Leonard Harman, Colin Benson y Terry Dickson), fechado el 12 de abril de 1977:

    A través de unos contactos en Estados Unidos hemos rastreado al ex astronauta Bob Grodin en un nuevo domicilio. Vive con una joven y no sabe que ha sido localizado. He dado instrucciones al colaborador norteamericano para que no intente un acercamiento directo, ya que Grodin –dada la forma en que se ocultó después de la crisis sufrida durante la entrevista en Boston- intentaría, casi seguramente, volver a despistarnos.
    Necesito enviar a Benson a Estados Unidos para interrogar a Grodin en mayor profundidad, pero tengo la certeza, debido especialmente a su referencia a Ballantine, de que posee la clave de una historia sumamente importante.
    Naturalmente, sería esencial que Benson llegara sin advertencia previa. ¿Cuento con su autorización para dar los pasos necesarios?

    Memorándum de Leonard Harman a Fergus Godwin, director de programas, fechado el 12 de abril de 1977:

    CONFIDENCIAL. La nota de Clements, que lleva fecha de hoy y se relaciona con su interés por los Estados Unidos, es la clara confirmación de lo que ya he informado a usted y al director administrativo.
    Clements se ha obsesionado –con absoluta falta de profesionalidad- con esta ridícula investigación en la que insiste, y me veo obligado a recomendar que se le sustituya inmediatamente como productor de “Informe Científico”. He estudiado su contrato y tenemos derecho a transferirlo a un campo de nuestra producción donde no signifique una carga tan onerosa; posiblemente la serie de jardinería u otra semejante.
    En repetidas ocasiones he tenido que llamarle la atención sobre el despilfarro de tiempo, dinero y recursos de la empresa -¿recuerda usted aquellos inútiles viajes de unidades fílmicas a Norwich y Escocia?-, pero se mantuvo en sus trece, en actitud desafiante.
    No se me ha informado en absoluto sobre las investigaciones que aparentemente se han llevado a cabo en nuestro nombre en Estados Unidos, aunque, como volví a mencionar en la reunión de la mesa ejecutiva del viernes pasado, la política de la empresa consiste en que las cuestiones de esa naturaleza se canalicen a través de mi persona. Sería un grave error autorizar el viaje de Benson a Estados Unidos. Nada puede ganarse con el hecho de que se hable con el tal Grodin, aun tomando en consideración la posibilidad –que el propio Clements reconoce improbable- de que acceda a hablar. Mi impresión se basa en publicaciones periodísticas según las cuales Grodin es una persona inestable y probablemente desequilibrada, y la función de una empresa de TV respetable no consiste en acosar a un hombre en ese estado, sobre todo por razones tan ridículas.
    Sugiero que demos instrucciones a Clements para que abandone tan temeraria empresa y que consideramos como prioritaria la necesidad de sustituirlo.

    Memorándum de Fergus Godwin a Leonard Harman, fechado el 13 de abril de 1977:

    CONFIDENCIAL. No olvidemos que “Informe Científico” es un éxito de la red exclusivamente debido a Clements. No obstante, tomo nota de sus objeciones y debo reconocer que yo también me he inquietado por la suma de dinero que ha ido a parar a este proyecto. He citado a Clements para el día de hoy, y, naturalmente, será usted informado de los resultados de dicha entrevista.

    La reunión entre Clements y Golwin –el martes 13 de abril- no funcionó bien. Godwin había visto la versión sin cortes de la entrevista celebrada con Gerstein en Cambrigue, y no estaba impresionado. La forma en que el anciano había esquivado toda alusión a Alternativa 3 le había hecho sospechar que la operación no existía, y que probablemente los peligros y también las soluciones era puramente teóricos. “Informe Científico” ya se había excedido en el presupuesto, y Godwin sabía que eso encolerizaba a ciertos miembros de la Junta. Uno de éstos era un contable, un hombre bajito y apoplético con la imaginación creativa de un oso polar retardado. A Godwin no le apetecía tener una bronca con él… por una cuestión en la que él mismo no pisaba terreno firme.
    “Déjeme pensarlo –dijo a Clements-. Le mantendré informado”.

    Memorándum de Fergus Godwin a Chris Clements (c.c a Leonard Harman), fechado el 14 de abril de 1977:

    Con referencia a nuestra conversación de ayer, considero que no se justifica el envío de Benson a Estados Unidos. Si la situación se modificara como resultado de cualquier nueva información que usted obtenga, estoy dispuesto a que volvamos a discutir la cuestión. Eso es todo, de momento.

    Clements leyó la nota y la entregó a Dickson por encima del escritorio:
    -¡Ese cretino de Harman! –exclamó-. Esto es obra suya.
    -¿Y ahora? –pregutó Dickson.
    -Lo haremos, Terry. Decididamente, lo haremos. Lo que ahora necesitamos es más información.
    -¿Por ejemplo?
    -No lo sé, encanto, el investigador eres tú… El tipo de información que le vaya a Fergus. –Frunció el  ceño, se levantó y empezó a pasearse por el despacho-. ¿Qué dijo Gerstein acerca de la cooperación entre las grandes potencias?
    -Parecía sustentar la idea de que trabajaban mancomunadas en la cuestión de Alternativa ·…
    -¡Eso puede servir! –opinó Clements, excitado-. ¡Conocemos a alguien que pueda desarrollar esa idea? Tiene que ser alguien con auténtico prestigio…
    -¿Broadbent?
    -¿Quién es Broadbent?
    -Un famoso experto en diplomacia Este-Oeste. Dirige el Instituto de Estudios Políticos Internacionales en St. James.
    .Hum…, No tiene nada de malo intentarlo. ¿Dónde está Colin?
    Dickson meneó la cabeza negativamente:
    -Hoy es su día libre.
    -Siempre es su día libre cuando le necesito –dijo Clements, injustamente-. Dile a Kate que venga a verme. Ella puede empezar a sondeara Broadbent…
    A las 17:15, la periodista Catherine White inició su entrevista con el profesor G. Gordon Broadbent, fragmentos de la cual se utilizaron en el programa transmitido.
    A Kate le llevó cierto tiempo lograr que Broadbent hablara. Él se mostró cauteloso al sospechar los motivos que había llevado allí a la periodista, y no querer participar en algo sensacionalista.
    Todo eso es comprensible, ya que Broadbent es, al fin de cuentas, un hombre que inspira respeto a nivel internacional. Sin embargo, al cabo de un rato se mostró más comunicativo. A continuación reproducimos la parte significativa de aquella entrevista –textualmente, a partir de la transcripción-, tal como fue presentada en el documental televisivo:

    BROADBENT: En la cuestión más antigua de las relaci

  • Crow

    9

    Lunes 2 de mayo de 1977. Ahora Clements pasaba el menor tiempo posible en su despacho. Insistía en que los hedores de la cantina de abajo eran cada vez más fuertes: no había nada pero que los restos flotantes de la col rechazada del día anterior…
    La mayoría de los días trabajaba desde un escritorio en la gran sala que había sido asignada a “Informe Científico”. Por momentos, sin embargo, dicha oficina resultaba muy ruidosa –demasiados teléfonos y demasiada gente- y en ocasiones se veía obligado a volver a su minúsculo cubículo detrás del Estudio B. Aquel lunes por la mañana era una de esas ocasiones. Allí estaba encerrados Clements y Benson, estudiando una transcripción de la última entrevista con Grodin.
    Clements marcó un fragmento con lápiz rojo.
    -Ahí, encanto –dijo. Eso es lo que realmente me intriga. ¿Qué quiso decir exactamente?
    Benson volvió a leer las líneas señaladas: “Sólo fuimos allí para manteneros ocupados… y no hicierais preguntas estúpidas acerca de lo que realmente estaba ocurriendo”.
    No sé… –vaciló Benson-. En ese punto decidió callar y no logré extraerle una sola palabra más.
    -Lo cual nos deja con montones de preguntas sin contestar, ¿verdad? –prosiguió Clements-. Y lo que ahora necesito, Colin, son respuestas.
    -Sí, pero…
    -Nada de peros, encanto. Harman me proporciona todos los que necesito. Ya sabes que está armando un gran alboroto por tu viaje a Estados Unidos.
    -Chris, te juro que nadie habría podido obtener más de Grodin…
    -Ha presentado una queja a Fergus Godwin… Dice que fue poco ético por tu parte insistir en interrogar a un hombre borracho, especialmente, según él, cuando ese hombre arrastra una historia de inestabilidad… incluso sugirió que destruyéramos la película porque Grodin decía tonterías…
    -No son tonterías, Chris. Reconozco que estaba un poco pasado, sobre todo al final… Estoy dispuesto a admitirlo, pero estoy seguro de que sabía lo qeu decía, y que decía la verdad…
    -Lo sé… y luego cayó redondo al suelo. –Clements rió entre dientes-. Aférrate a tu versión, encanto, porque esta tarde estamos citados con el director.
    -¿Entonces hablas en serio? Harman intenta arruinarlo todo…
    -Créeme, nunca he hablado tan en serio. Reconozcámoslo, Colin… con esta investigación hemos puesto el dedo en la llaga, y Harman está decidido a plantear todas las dificultades posibles. A propósito, es conveniente que sepas que también se queja de que no te molestaste en hacer el otro trabajo previsto…
    -¿Qué otro trabajo?
    Clementes sonrió.
    -El que se suponía harías para la serie de vacaciones; el que prometimos a Simon Shaw para la próxima temporada. En la compañía aérea se pondrán negros cuando descubran que han desperdiciado un asiento… Y el joven amo Shaw tampoco está contento…
    -Oh, vamos…
    Clements lo interrumpió:
    -Puede remplazarlo con el programa sobre la isla de Man…, y es el menor de nuestros problemas. Aún necesitamos respuestas.
    -Entonces debemos seguir buscando a Harry.
    -¿Ese norteamericano delirante?¿El que te atacó?
    -Él tiene respuestas- insistió Benson-. Te recuerdo lo que dijo por teléfono… Aseguró que sabía por qué desaparecían los científicos y qué se ocultaba detrás de esa cuestión…
    Clements bufó, furnció el ceño, disgustado, y se levantó para cerrar la ventana.
    -¿Por dónde piensas empezar a buscarlo?
    -Podría acudir una vez más a la policía.
    -Vuelve a media tarde –le aconsejó Clements-. Recuerda que debemos reunirnos con el director.

    El sargento de recepción fue amable, pero no aportó nada útil.
    -¿Tiene idea de cuántas desapariciones se denuncian anualmente en Inglaterra? –preguntó a Benson-. Aproximadamente cinco mil. Y sólo me refiero a las que se denuncian oficialmente. Dios sabe cuántas personas más desaparecen sin que nos enteremos…
    Benson le entregó la fotografía que había mostrado a Grodin.
    -Es él –informó al sargento-. Se le vio por última vez el once de febrero en ese domicilio de Lambeth.
    El sargento observó la fotografía con indiferencia:
    -¡Y usted ni siquiera conoce su apellido! De todos modos, ¿qué le hace pensar que ha desaparecido? Tal vez no quiere volver a verle…
    -Estaba asustado, muy asustado, y me confundió con otra persona –aclaró Benson-. Parecía creer que alguien pensaba matarle.
    -Y usted cree que le han matado, que ha sido asesinado… ¿Es eso lo que intenta decirme?
    -No lo sé –respondió Benson con tono desdichado-. No lo creo, pero no lo sé.
    -¿Por qué le confundió con otra persona?
    -Porque aquella mañana su estado no era normal. Estaba… Bueno…., estaba ido.
    -¿Drogas?
    -Eso es.
    En la delegación estaban faltos de personal y aquella mañana tenía mucho trabajo. Es sargento decidió que ya había perdido demasiado tiempo. Devolvió la fotografía a Benson, apoyó ostentosamente el bolígrafo sobre el mostrador y suspiró, armándose de paciencia:
    -¿Con qué contamos, señor? Un extranjero de edad incierta y apellido desconocido que se droga y a quien usted vio por última vez, muy brevemente, hace casi tres meses en una casa abandonada que aparentemente había ocupado por su cuenta. Imaginó que usted era alguien que, por alguna razón que ignoramos, quería asesinarlo. Ahora bien, aunque por lo que usted sabe es posible que haya vuelto a Estados Unidos, quiere que lo busquemos y lo encontremos. ¿Diría usted que hago un resumen objetivo de la situación?
    Benson movió los pies y respondió, avergonzado:
    -Parece una estupidez, ¿no?
    -Tengo su nombre y domicilio –concluyó el sargento, amablemente-. Si aparece el señor anónimo le diré que usted preguntó por él.
    La reunión de la tarde con Fergus Godwin también fue un fracaso. El director ya había sido azuzado por Harman y estaba de un humor de perros. Sabía que surgirían problemas con la Junta a causa de ese proyecto específico de “Informe Científico”, que habría dificultades sobre todo con el apoplégico contable, y lamentaba amargamente haber autorizado el viaje de Benson a Estados Unidos.
    Las palabras de Harman seguían cosquilleándole la mente. Quizá Harman tenía razón. Tal vez Clements se estaba “obsesionando con total falta de profesionalidad”. Por cierto, Godwin tenía dudas en cuanto a autorizar la transmisión de tan curiosa entrevista con un hombre evidentemente borracho. La cuestión podía tener todo tipo de repercusiones…
    -Pero Fergus… puede ser una parte inestimable del programa –argumentó Clements-. Ocurre que por ahora quedan algunos cabos sueltos…
    -Volved a verme en cuanto encontréis esos cabos. –Godwin miró a ambos con expresión ceñuda-. Hasta entonces, la película se guardará bajo llave. Y no creo que lleguemos a usarla…
    Volvieron al pequeño despacho. Clements se sentó ante el escritorio y bufó:
    -Gracias a Dios, los lunes no hay pescado. Los días de pescado son los peores.
    -¿Y ahora qué hacemos? –quiso saber Benson.
    -Gerstein… es todo lo que nos queda. Si pudiéramos lograr que se franqueara con respecto a esa Alternativa 3…
    -¿Quieres que lo intente?
    Clements meneó la cabeza, levantó le teléfono interno de color gris y marcó un número de la oficina principal de “Informe Científico”.
    -¿Está Simon Butler?

    En mayor de 1971, la autorizada revista Computers And Automation publicó un artículo de Edward Yourdon que decía:

    Parece, entonces, que los ordenadores pueden producir una notable mejora en diversos aspecto gubernamentales… si uno tiene fe en que los ordenadores trabajarán correctamente… Los hombres han perdido la fe en sus líderes humanos y ahora…, las cosas irán mejor si tienen fe en un ordenador de sangre fría.

    Sólo pocos meses antes, a finales de 1970, la revista del personal del Barclays Bank, Spread Eagle, contenía un artículo que decía así:

    Los ordenadores han dado a luz la Era Tecnológica, han anunciado la Era Espacial y han empezado a desempeñar un papel tan dominante en campos diversos como las ciencias militares, el pronóstico del tiempo, la medicina, el diseño y la producción industriales, la comunicaciones, el comercio, la finanzas y la banca, que uno se pregunta seriamente si no comienzan a dominar al propio hombre.
    Algunos opinan, incluso, que en un futuro previsible seremos despojados de nuestra intimidad individual y reducidos a una serie de puntos insignificantes almacenado en las entrañas magnétticas de algún gigantesco ordenador gubernamental…, una especie de Hermano Mayor cuya fisgona mirada nos tendría constantemente bajo su atento escrutinio.

    Ninguno de los dos autores sabía que estaba anunciando una situación que para entonces ya se encontraba firmemente establecida. Años atrás los ciudadanos habían sido privados de la “intimidad individual”, debido a decisiones secretas adoptadas por y entre gobiernos.
    Muchas personas comprendían vagamente este hecho. Sin embargo, muy pocas adivinaron hasta qué punto se estaba analizando y almacenando meticulosamente información íntima relativa a hombres, mujeres y niños comunes y corrientes.
    A los ordenadores se les facilitaban regularmente detalles de logros y fallos en la personalidad, de potencialidad profesional y mucho más. Estos ordenadores, vinculados por cables telefónicos de larga distancia y vía satélites, podía hablar entre sí en código: comparar y evaluar sus respectivos materiales.
    En 1973, por ejemplo, se gastaron alrededor de 20 millones de libras esterlinas en vincular todas las universidades norteamericanas –incluso la de Hawai- a un gigantesco ordenador central llamado Illiac 4. El potencial valor académico de dicho enlace no parece justificar un gasto de 23 millones de libras. No obstante, el sistema fue copiado en otras partes del mundo. Asimismo, hemos descubierto que la mayoría de las redes importantes de ambos lados del telón de acero tienen una conexión directa con una fuente central de Ginebra. Y Ginebra es, naturalmente, el centro de operaciones de Alternativa 3.
    La información individual se recoge de diversas maneras: mediante jefes y administrativos universitarios, e incluso maestros de escuelas primarias. Como se recordará, durante 1977 surgieron protestas públicas por parte de algunos maestros de Gran Bretaña, debido a los “detalles íntimos” que debía registrar en las “fichas confidenciales” de sus alumnos: detalles acerca de la vida hogareña de los niños, de la conducta y personalidad de sus padres.
    En muchas escuelas se estimula a niños muy pequeños a que lleven un diario de su vida en el hogar, y también se les pide que escriban composiciones tituladas “Mi padre” o “Mi madre”. Naturalmente, todo esto parece inocuo, inocente, trivial y poco importante. Pero detrás  de estos ejercicios aparentemente inofensivos acecha un siniestro motivo oficial. La historia está plagada de ejemplos de estados totalitarios que han utilizado a los niños para espiar a sus propios padres… y, quizá sin darse cuenta, para denunciarlos. Los gobiernos saben que lo que dicen los niños…
    Se ha dicho a los maestros que es indispensable que regularmente proporcionen todos los detalles posibles a las autoridades locales.
    Otras informaciones provienen de formularios oficiales que los individuos deben rellenar, según la ley, mediante “encuestas” aparentemente triviales, realizando entrevistas a domicilio.
    De vez en cuando los periódicos critican el volumen del “papeleo oficial” que invado nuestros hogares y lugares de trabajo.
    Pero no es accidental que nuestra vida –y la de los que se encentran en otros países- esté cada vez más ocupada en rellenar formularios. El voraz apetito de la burocracia por os datos no es, como se ha sugerido, una mera excusa para mantener la plantilla de la Administración. Forma parte del gran plan… aunque cabe destacar que la amplia mayoría de los funcionarios que contribuyen a procesar esa información no sable absolutamente nada acerca de Alternativa 3.
    De modo que existen montañas de datos. Muchas montañas. Y a pesar de las negativas de Westminster y Whitehall, esas montañas se amalgaman mediante ordenadores que son oficialmente autónomos.
    Tomemos como ejemplo el monstruoso ordenador utilizado para otorgar licencias de conducir en Swansea… ¿Alguien puede creer realmente que no está vinculado a departamentos del servicio de Hacienda, Sanidad y la Seguridad Social?
    Los datos son comprobados y clasificados nuevamente. El resultado proporciona la base para seleccionar aquellos que, en la jerga de Alternativa 3, pueden llegar a ser “trasladados elegidos”.
    En ciertas ocasiones, algunos de los informes salen a la luz.
    El 9 de septiembre de 1977, The Times publicó un artículo de primera plana, redactado por Stewart Tendler, periodista especializados en asuntos internos, que llevaba por título “La seguridad nacional citada por la policía para silenciar el uso que se hace de los archivos”.
    El artículo de Tendler decía:

    Los nombres y datos privados de decenas de miles de personas investigadas por la Sección Especial por motivos de seguridad nacional serán proporcionados a un nuevo ordenador comprado por Scotland Yard y envuelto en un velo de misterio.

    Presten atención a las últimas palabras: “envuelto en un velo de misterio”. The Times no es el tipo de periódico que usaría a la ligera una frase de esa naturaleza. El artículo continuaba así:

    Cuando dos años atrás se trazaron los planes para el ordenador, se dio a entender que la Sección Especial tenía espacio para 600.000 nombres de 1.300.000 que sería la capacidad total del sistema en 1985…

    Las prospecciones sobre censos indican que la población de Inglaterra no aumentará en la próxima década. De modo que la cifra de 600.000 nombres significa que la Sección Especial se disponía a proporcionar a esa computadora detalles de una persona de cada noventa y nueve de la población total. Pero éste sólo es el principio…
    Si deducimos de la población total a todos los ancianos, niños y personas consideradas enfermos mentales incurables… la proporción que se encuentra bajo vigilancia desciende a aproximadamente una persona de cada cincuenta.
    Demos un paso más, y lo que cabe deducir es asombroso…
    Si un hogar alberga, por término medio, a dos adultos –y éste es el nivel mínimo-, la proporción disminuye a un hogar de cada veinticinco.
    Eso significa que en cada calle o camino de Gran Bretaña han como mínimo una casa, y probablemente muchas más, que la Sección Especial considera merecedora del control del ordenador.
    ¿Puede considerar el lector que él o sus vecinos inmediatos no están siendo estudiador por la Sección Especial? Puede tener la certeza de que personas a las que él conoce, probablemente personas muy cercanas a él,  reciben este tratamiento.
    Las cifras que ofrecemos, por sorprendentes que parezcan, no incluyen a las personas programadas en otros ordenadores de la Sección Especial… ordenadores que hasta ahora han permanecido ocultos en la lista de “asuntos reservados”.
    ¿Suena esto a tarea normal de la Sección Especial? ¿O es indicativo de una operación a escala mucho mayor?¿Posiblemente a escala gigantesca como Alternativa 3?
    El Ministerio del Interior se vio en un verdadero aprieto con el descubrimiento de Tendler e intentó “minimizarlo”. La crónica de dicho periodista continuaba así:

    Ayer fuentes policiales afirmaron que la Sección Especial aún no había decidido cuántos nombres ingresarían en el ordenador y negaron que 600.000 fuera una cifra siquiera aproximada.
    Anoche, un portavoz de Scotland Yard declaró: “no estamos dispuestos a discutir la implicación de la Sección Especial en el proyecto de computar mediante ordenador secciones de los registros del Departamento C (que abarca el Departamento de Investigación Criminal y las brigadas especializadas), dado que la mayor parte del trabajo de la Sección Especial corresponde al campo de la seguridad nacional.
    “La publicación de cualquier cifra que pretenda indicar el total de fichas de cualquier sector del proyecto es mera especulación…”.
    La Sección Especial aún está rodeada de una dosis de misticismo, y los mismo  se aplica al nuevo ordenador. La Policía Metropolitana y el Ministerio del Interior han hecho muy pocas aclaraciones públicas acerca de la naturaleza de su uso.

    En dicho artículo, Tendler también decía que las actividades de la Sección Especial eran “un secreto celosamente guardado”, y agregaba: “Se ignora qué nombres y qué detalles han sido reunidos por los funcionarios”.
    No podemos demostrar que este ordenador específico haya sido utilizado con el propósito de seleccionar “trasladados elegidos” para Alternativa 3. No obstante, en base a la información de Troyano, estamos en condiciones de afirmar categóricamente que se han utilizado ordenadores similares con este fin. Conocemos la existencia de seis –situados en Estados Unidos, en Gran Bretaña, Alemania, Japón, Polonia y Rusia- aparte del principal, que se encuentra en el centro de control de operaciones de ginebra.
    Puede haber otros. De hecho, casi con certeza los hay. No obstante, carecemos de información al respecto y, como ya hemos dicho, no tenemos la intención de hacer declaraciones que no puedan comprobarse.
    Oficialmente, el ordenador principal de Alternativa 3 es Inglaterra es utilizado en exclusiva por autoridades locales del noreste y, a modo de cobertura, se procesa en él un pequeño procentaje de cuestiones locales rutinarias. El más importante de Estados Unidos, instalado y mantenido a expensas del Gobierno Federal, oficialmente es propiedad de la Academia de Ciencias de Varsovia.
    Comparativamente, se toman poco trabajo para seleccionar a los “componentes” de remesas. Éstos sólo necesitan ser fuertes y contar con una reserva de años de trabajo físico. Éste es el criterio fundamental. Su personalidad, antecedentes, actividad mental… con de importancia secundaria, ya que serán científicamente moldeados para encajar en el patrón aprobado. Y, al fin de cuentas, son prescindibles.
    Pero ¿qué hay de los “traslados “elegidos”? ¿Cómo se mide su valor? ¿Qué tipo de sociedad se está creando en ese misterioso “nuevo territorio” en el que aparentemente están destinados a vivir?
    Troyano ha facilitado respuestas parciales. Las encontró en un documento de 1972, dirigido a los Jefes Ejecutivos Nacionales por el Presidente del Comité Político:

    Este Comité ya ha hecho circular Instrucciones Permanentes relativas al reclutamiento de trasladados elegidos. No obstante, informes recientes del Presidente del Comité Residente indican que se han producido algunos fallos en la ejecución de dichas instrucciones.
    Dichos fallos han planteado injustificados problemas en el nuevo territorio y han dado por resultado un desperdicio inaceptablemente elevado de trasladados elegidos con posterioridad al transporte.
    Esta situación no puede tolerarse, por lo que el Comité Político me solicita que especifique, una vez más, los objetivos y requisitos del Comité Residente.
    Se han de hacer los esfuerzos necesarios para eliminar todos los problemas que, en el viejo territorio, los hambres han sido condicionados para aceptar como inevitables.
    Los participantes de Alternativa 3 se han desprendido –o debe enseñárseles a hacerlo-
    de los conceptos de intereses nacionales o tribales que tradicionalmente han derivado en guerras. Esto será de creciente importancia cuando el nuevo territorio esté más densamente poblado. En consecuencia, los Jefes Ejecutivos Nacionales adjudicarán prioritaria atención a este aspecto de la operación, y se asegurarán de que sea plenamente comprendido por sus subordinados regionales.
    No debe proponerse a nadie como trasladado elegido potencial si existe alguna duda en cuanto a su capacidad y preparación.
    Dado que aún no es posible evaluar este rasgo específico de la personalidad con un ordenador es indispensable que los criterios se basen en entrevistas individuales. Este incumbe a funcionarios regiones ya que, teniendo en cuenta la magnitud de la operación, no es posible que este aspecto sea encarado central o nacionalmente.
    Habría más cosas de este tipo. Muchas más. Aquél era –y con mucho- el documento más amplio obtenido por Troyano. Acentuaba la necesidad de una combinación uniforme de nacionalidades y colores entre los trasladados elegidos, pues, aunque serían “integrados en un nuevo concepto de comunidad familiar”, se consideraba que todos los grupos étnicos debían estar representados en el nuevo territorio. Esto quedaba enfatizado en una oración específica: “El objetivo de Alternativa 3 consiste en asegurar la supervivencia de todas las razas de la especie humana y no meramente la de aquellos con antecedentes más avanzados y privilegiados”.
    Lo antedicho parece bello y noble… hasta que se piensa en el tratamiento de pesadilla aplicado a los que se considera desdeñosamente como “componentes”. Ellos han sido despiadadamente separados de sus familias y reducidos a seres subhumanos, y ahora trabajan como descerebradas bestias de carga: su única esperanza de fuga de la degradación reside en la muerte. Ésta es la verdadera e imperdonable monstruosidad de Alternativa 3.
    El documento continuaba así:

    Finalmente, serán transportados al nuevo territorio representantes de todos los aspectos de la cultura humana. Por lo tanto, con el tiempo también se reclutarán trasladados elegidos en el campo de las artes. Se incluirán escritores, pintores, escultores y músicos.
    No obstante, en las primeras etapas sólo serán necesarios aquellos cuya capacidad sea esencial para el establecimiento de la nueva sociedad. Ya se han hecho circular listas de categorías aprobadas.
    Las exploraciones en el nuevo territorio han revelado ciertos factores que no habían sido del todo previstos y, por tal motivo, ha sido necesario rectificar los cupos de categorías.
    El Comité Residente solicita especialmente un reclutamiento más intensivo de médicos, químicos, neurólogos y bacteriólogos.
    Por el momento, el nuevo territorio cuenta con un contingente satisfactorio de especialistas en ordenadores, técnicos de minas y supervisores agrónomos. Hay que interrumpir el reclutamiento de nuevas categorías hasta recibir nuevas instrucciones.
    Inevitablemente, los aumentos y pérdidas numéricos darán por resultado ciertas modificaciones, y en el futuro el Departamento Siete hará circular listas de requerimientos de personal entre los Jefes Ejecutivos Nacionales.

    A continuación, el documento detalla la actitud de Alternativa 3 con respecto a los niños. Éstos serían introducidos en el nuevo territorio, pues se consideraba que su presencia tendría el “beneficioso efecto de sumar una dimensión adicional a la familiaridad con la estructura social”. Esto, despojado de la jerga utilizada, significa que a los emigrantes les gustaría tenerlo allí, que los niños les harían sentirse “como en casa”.
    Sin embargo, los niños no se consideraban productivos –no en la forma requerida en el nuevo territorio-, de modo que el cupo correspondiente sería rigurosamente restringido. Sólo serían transportados aquellos cuyos padres fueran “gente clave”…, y sólo cuando no se les pudiera convencer para que los dejaran en custodia en el antiguo territorio.

    Quizá se presenten casos en los que sea posible persuadir al personal de que sus hijos se queden con otros miembros de la familia, sugiriéndoles que se reunirán con ellos en una fecha razonablemente cercana; en tales casos se harán todos los esfuerzos posibles para asegurar el éxito de dicha persuasión.

    En ese momento no se daban cifras ni porcentajes, pero parece ser que los hijos del matemático Robert Patterson –Julián, de dieciséis años, y Kate de catorce- pertenecen a una pequeñísima minoría. Salvo, naturalmente, que se hubiera producido un cambio de actitud con respecto al “cupo de hijos” entre 1972 y el momento de su desaparición en Escocia, en febrero de 1976.
    Si nos guiamos por ese documento, Ann Clark, también forma parte de una minoría. Es el caso de todas las mujeres en Alternativa 3. Aparentemente, la proporción es, entre los transportados elegidos, de tres varones por cada mujer. A menos, también en este caso, que se haya producido un cambio en a política al respecto desde que se hizo circular dicho documento en 1972.

    Todavía no se dispone de instalaciones para nacimientos, aunque por supuesto existen planes para el futuro, de modo que por el momento están proscritos los embarazos en el nuevo territorio. El Comité Residente notificará oportunamente la rescisión de esta regla.
    Automáticamente se practicarán abortos en los embarazos accidentales, y los infractores serán procesados ante el Comité Residente.

    El resto del documento se ocupaba principalmente de la provisión de instalaciones para entretenimiento. Aparentemente, en el nuevo territorio hay un cine. También hay salas de televisión comunitarias en las que se ven programas transmitidos desde diversas partes del mundo.
    Es interesante pensar que algunos trasladados elegidos –entre ellos Brian Pendlebury , de Manchester- probablemente vieron aquel sensacional programa de “Informe Científico”.
    Ya hemos mencionado que, en el curso de aquel programa de junio de 1977, Simon Butler dijo a los televidentes que entonces se tenía conocimiento de que veinticuatro personas habían desaparecido en circunstancias misteriosas…, las cuales señalaban que habían sido reclutadas por Alternativa 3.
    Naturalmente, tres de esas personas eran Ann Clark, Roberto Patterson y Brian Pendlebury. Pretendíamos ofrecer detalles de las veintiuna restantes, basados en información cotejada por Terry Dickson para Sceptre Televisión, pero en dieciocho de esos casos los familiares nos han solicitado que mantuviéramos el anonimato. Por deferencia a ellos, nos limitamos a ofrecer tres ejemplos:

    Richard Tuffley, 27 años, endocrinólogo. Nació en Sidmouth (Devon), pero vivía y trabajaba en Swansea, en Gales del Sur. Huérfano desde pequeño, fue criado por la hermana de su madre, que ya ha muerto. Soltero, no se le conocen parientes. Vivía solo en un pequeño apartamento alquilado, cerca de la universidad. Desapareció el lunes 5 de enero de 1976. La última vez que se le vio conducía una pequeña camioneta de color azul claro, en dirección a Cardiff. Aún no ha sido localizada la camioneta.
    Declaración de su jefe de departamento: “Era un colega de primera clase y sumamente concienzudo… Indudablemente, no era el tipo del que cabe esperar que abandone al equipo, como parece haber hecho. Era bastante introvertido y tenía pocos amigos, pero carezco de datos que indique que no era feliz aquí”.
    Gordon Balcombe, 36 años, administrador de un grupo de industrias multinacional. Vivía en Bromley (Kent) y trabajaba en el centro de Londres. Se divorció en 1969. Padre de tres hijos que vivían con su ex esposa, a la que no volvió a ver después del divorcio. Residía solo en el que había sido su hogar de casado –una casa independiente cuya parte trasera da a un parque-, pero se decía que lo visitaban muchas mujeres. Según los vecinos, algunas salían quedarse a  pasar la noche con él. Desapareció el jueves 5 de febrero de 1976. Fue visto por última vez cuando subió a un taxi al salir de la oficina. No ha sido posible localizar al taxista.
    Declaración de su ex jefe: “Nos desconcertó totalmente su desaparición porque era un hombre que tenía un gran futuro en nuestra organización. Estábamos elaborando planes para trasladarlo a un puesto más importante aún en nuestra casa de Chicago y parecía sinceramente entusiasmado ante semejante perspectiva. Consideramos que su desaparición es una gran pérdida”.
    Declaración de la señora Marjorie Balcombe: “Por lo que sé. Gordo puede estar en cualquier parte. Sospecho que se encuentra en Estados Unidos. Es el tipo de hombre a quienes los cazadores de cabezas tratan de tentar con nuevos puestos y es factible que no se molestara en informarle a su antigua empresa en el caso que decidiera aceptar una oferta mejor. Se marcharía sin más si conviniera a sus propósitos. Así es Gordon. Egocéntrico. No me sorprendería en lo más mínimo que se hubiera llevado consigo a su mujer: las mujeres son su punto débil. Lo único que realmente me sorprende es que haya dejado en casa casi toda su ropa y otros efectos personales. Eso no es característico de él”.
    Sidney Dilworth, 32 años, meteorólogo. Vivía y trabajaba en Reading (Berkhire). Viudo. La esposa murió en un accidente automovilístico en octubre de 1975. No tenía hijos y vivía solo en una casa que compró hipotecada. Desapareció el viernes 16 de abril de 1976.
    La última vez se le vio conduciendo un coche alquilado en dirección a Londres. Posteriormente se encontró el vehículo en el aparcamiento de la Terminal Número Tres del Aeropuerto de Heathrow.
    Declaración de su padre, Wilfred Dilworth: “Insisto en decirle a la policía que a nuestro Sidney le ha ocurrido algo realmente malo, pero aunque son muy amables no parecen  hacer mucho al respecto. Tengo la desagradable sensación de que ha sido asesinado o que le ha ocurrido algo grave. Siempre fue un muchacho muy considerado y no nos causaría voluntariamente esta preocupación a su madre y a mi. Después de la muerte de su mujer estaba muy alterado y decía que intentaría empezar una nueva vida en Canadá. De hecho, en el mes de enero anterior a su desaparición dijo que había conseguido un trabajo en ese país pero, por lo que entendí, después no se concretó. En el centro investigador afirman que nunca habló de marcharse, pero supongo que no quería decirlo hasta que todo estuviese arreglado. Ahora hemos llegado a la etapa en que temo abrir el periódico por la mañana, porque estoy seguro de que algún día leeré la noticia de que han encontrado su cadáver”.

    Sabemos que esta pauta se ha repetido en diversos países del mundo.

    Andrew Nisbett, 39 años, técnico aerospacial, nacido en Tulsa (Oklahoma). Desapareció el martes 5 de octubre de 1976 en Huston, Texas, junto con su esposa Rita y su único hijo.
    Pavel Garmanas, 42 años, físico, nacido en Usachevka (URSS). Desapareció de su nuevo hogar de Jerusalén (Israel) el jueves 14 de julio de 1977.
    Marcel Rouffanche, 35 años, especialista en nutrición, nació en la localidad suburbana de Saint Ruff, cerca de Avignon. Desapareció el miércoles 16 de noviembre de 1977, de su apartamento parisino.
    Eric Hillier, 27 años, ingeniero, nacido en Melbourne (Australia). Desapareció el jueves 29 de diciembre de 1977.

    Rigurosas investigaciones han demostrado que las cifras mencionadas por Butler en aquel programa de televisión sólo representaban una fracción de la cantidad total. Y ese total sigue creciendo.

    El estallido de miedo provocado por el programa “Informe Científico” dio por resultado, como hemos dicho con anterioridad, que se solicitara a la empresa de TV una negación formal de la autenticidad del material que se había presentado.
    La redacción del comunicado estuvo a cargo de Leonard Harman y, a pesar de la violenta oposición por parte de Clements, fue divulgado por la oficina de prensa. La mayoría de los periódicos aceptaron el desmentido, y aparentemente no hicieron ningún esfuerzo para verificar las curiosas historias como la de Robert Patterson.
    Para alivio de Harman, al día siguiente el Daily Express dedicó la mayor parte de su primera página a un impresionante artículo titulado “Un engaño de TV provoca una tormenta”.
    El artículo del Daily Express decía:

    Miles de televidentes de todo el país protestaron, sobresaltados y enfurecidos, por un “documental” de ciencia ficción emitido anoche por la Televisión Independiente.
    Desde el momento en que concluyó el programa “Alternativa 3”, a las diez de la noche, los airados telespectadores abarrotaron las centralitas del Daily Express y de la empresa de TV, con el propósito de presentar sus quejas.

    El artículo no mencionaba las pruebas presentadas en pantalla por el doctor Carl Gerstein, ni por otras respetadas autoridades como el profesor G. Gordon Broadbent. También fue ignorada la importante contribución de Grodin. No obstante, sí señalaba que el “engaño de una hora de duración” –transmitido en la hora de mayor audiencia- “pretendía” dar una versión de la fuga de cerebros científicos. La crónica proseguía así:

    El programa fue presentado por el ex locutor de telediarios Simon Butler, como la seria investigación de una inquietante tendencia de la ciencia.
    Se vio colaborar a astronautas norteamericanos y rusos en la preparación de la “nueva colonia”… mientras se dejaba suponer a los televidentes que la razón de la exploración era el fin de la vida en la Tierra.
    La televisión inició el programa diciendo: “Lo que muestra este programa puede considerarse poco ético”.
    Los espectadores desprevenidos evidenciaron su sobresalto inmediatamente. Otros, al comprender que el programa  era un engaño, se quejaron de la “irresponsabilidad” de la emisora independiente.
    A primera hora de hoy, el portavoz de las autoridades de la red independiente manifestó que había tenido que pensarlo mucho antes de permitir la emisión del documental.
    Pero la señora Denise Ball de Camberley (Surrey), dijo:
    “Me puso fuera de mí. Todo era tan real…”.

    La señora Mary Whitehouse –famosísima líder de la campaña “Limpiemos la TV”- fue otra de las personas que creyó a pie juntillas el “desmedido de Harman”. En otro periódico se citan las siguientes palabras de la señora Whitehouse: “Recibí cientos de llamadas. La película estaba asombrosamente bien hecha… por tratarse de un engaño”.
    Ésa fue la reacción inmediata, por otro lado perfectamente comprensible. Los datos reunidos por Clements y su equipo eran tan pasmosamente alarmantes que el público ansiaba creer que eran falsos”.
    La gente aceptó encantada el desmentido de Harman porque corría un reconfortante velo sobre lo inaceptable.
    Todo ello puso a hombres como Terry Dickson en una posición odiosa. Con referencia a Robert Patterson, por ejemplo, ¿había existido realmente? Esta pregunta, junto con otras similares, estaba implícita en la actitud de la mayoría de los periódicos. Además, por alguna razón insondable, los funcionaros de la Universidad de St. Andrews se negaron a hacer comentarios. El rector, que con anterioridad había comentado el prematuro viaje de Patterson a Estados Unidos, y que tan cortésmente se había disculpado por la pérdida de tiempo resultante… estaba gozando de un prologado permiso en algún lugar de Euroa y resultó imposible ponerse en contacto con él.
    ¿Sería Patterson una quimera de la imaginación de Dickson? ¿Por este motivo Benson no había logrado entrevistarlo?
    Las preguntas se acumulaban, y cada ver eran más delirantes.
    No obstante, en el transcurso de los días siguientes, en Fleet Street hubo tiempo para informarse, y algunos periodistas comenzaron a considerar desde una perspectiva diferente la investigación televisada.
    Terry Dickson nos ha dicho que tuvo su mayor alivio el 26 de junio, cuando abrió el Sunday Telegraph. El columnista Philip Purser –resoetadi como uno de los comentaristas más sagaces de Gran Bretaña- apuntó que “una serie de misterios del misterio planteado por Alternativa 3 sigue sin solución”.
    El primero de los “misterios” detallados por Purser se relacionaba con el “doctor Robert Paterson (sic), uno de los científicos cuya desaparición incitó a la inquietante investigación”.+
    Purter tenía una razón especial para interesarse en Patterson ya que, como informó a sus lectores, lo conocía directamente:

    El hijo de un amigo mío, que es profesor en el mismo departamento de St. Andrews, me contó que Patterson, aunque matemático de talento y especialista  en geometría de Boole, era también un verdadero escocés, que cuidaba celosamente su dinero.

    Las últimas cuatro palabras son una evidente referencia a la característica de Patterson que hemos descrito en el capítulo 2 en cuanto a su fastidio por el hecho de que le quitaran tanto dinero en concepto de impuestos. Tenía tal tendencia a ser un pelmazo cuando de este tema se trataba que, como ya hemos dicho, muchos de sus colegas universitarios sintieron alivio cuando anunció que se marchaba. Probablemente, el contacto de Purser en St Andrews era uno de ellos.
    Philip Purser hico constar con toda claridad que él era demasido perspicaz para dejarse engañar por el desmentido de Harman. En su artículo del Sunday Telegraph llegaba a la siguiente conclusión:

    Sería un error descartar Alternativa 3 tan a la ligera como si se tratara de mera ficción. ¿Y si fuera un engaño doblemente diabólico inspirado por las mismas agencias identificadas en el programa y las grandes potencias estuvieran preparando realmente una colonia extraterrestre de seres humanos sobresalientes para salvaguardar la especie?

    Las cartas que llegaron a os estudios demostraban que también había una significativa proporción de telespectadores pensantes que reconocía la verdad. Una de las primeras que recibió Simon Butler procedía del presidente de la Asociación Espacial Europea y entre otras cosas decía: “Me complazco en felicitar a usted y a Colin Benson por su minuciosa investigación”.
    He aquí algunos extractos de otras cartas típicas:

    Soy un técnico aeroespacial recientemente retirado, y su investigación explicó ciertos factores que descubrí en el cumplimiento de mis deberes y que me han desconcertado durante años. Gracias a dios, finalmente alguien ha tenido la iniciativa y la tenacidad de presentar la verdad lisa y llana.
    E.M., Filton, Bristol.
    ¡Felicitaciones por no permitir que los políticos les amordacen! Su “Informe Científico” fue absolutamente aterrador, pero la verdad a menudo lo es, e indudablemente tenemos derecho a saber qué es lo que realmente ocurre. La posterior retractación por parte de los portavoces oficiales de su compañía, que parece haber sido fácilmente aceptada por la mayoría de los periódicos, no me sorprende. He pasado la mayor parte de mi vida profesional en el Servicio Civil y sé muy bien cómo pueden aplicarse presiones, especialmente cuando se trata a los así llamados Secretos Oficiales. Por favor, manténganse alerta. J.N., Londres NW1.

    No obstante, los periódicos aún mostraban una extraordinaria renuencia a proseguir con el tema de Alternativa.
    ¿Por qué? ¿Por qué no interrogaron a personas como Wilfred Dilworth y Marjorie Balcombe?¿Por qué no se pusieron en contacto con Dennis Pendlebury en Manchester… o con los ex colegas de Richard Tuffley en Swansea? Estas personas estaban dispuestas a ser entrevistadas. Todavía lo están.
    Como hemos explicado con anterioridad, se han hecho muchos intentos para impedir la publicación de este libro… Y a causa de la demanda de los dos miembros del Parlamento mencionados, nosotros mismos nos hemos visto obligados a aceptar un indeseado compromiso. ¿Es posible, entonces, que los periódicos se hayan visto sujetos a presiones similares?¿Y que en “interés de la seguridad nacional” se hayan rendido a esas presiones? Esto puede parecer increíble en una sociedad libre, pero hasta ahora el mundo nunca ha conocido nada tan increíble como Alternativa 3.
    El 20 de junio de 1977 –el mismo día que se transmitió el programa- Kenneth Hughes ofreció una clave de la verdad en el Daily Mirror. Hughes había tenido acceso a parte del material reunido por Clements y su equipo. El artículo llevaba por título “¿Qué diablos ocurre?”, y decía:

    Es probable que un programa científico mantenga a millones de ingleses pegados a sus sillones.
    ALTERNATIVA 3 (Televisión Independiente) narra una investigación referente a la desaparición de algunos científicos.
    Éstos parecen haberse esfumado, sencillamentee, de la faz de la Tierra.
    La escalofriante noticia es presentada por Simon Butler, el ex locutor de telediario de la red independiente, que nos ofrece un tenebroso informe sobre el futuro.
    El programa será transmitido en diversos países… pero no en Estados Unidos. Los amos de las redes televisivas de dicha nación desean evaluar sus efectos en los telespectadores británicos.

    Esto es lo que le había dicho al columnista Hughes, y lo que éste creía. Sin embargo, la verdad era que a los amos de las redes televisivas de Estados Unidos, no se les permitió ningún tipo de discernimiento en esta cuestión, pues las autoridades había prohibido la proyección de aquel programa de “Informe Científico”.
    No es mera coincidencia que dos de los países en los que se prohibió el documental fuesen Estados Unidos y Rusia, los dos socios principales de esta asombrosa conspiración. Las fuerzas de seguridad de ambos países estaba especialmente alerta ante los matices de la reacción pública…
    La reacción de azoramiento que siguió a la transmisión produjo una inmediata retracción informativa en Gran Bretaña. Hasta el profesor G. Gordon Broasbent –un hombre célebre pro sus actividades independientes- se mostró reacio a seguir comprometiéndose. Quisimos que ampliara las teorías que había bosquejado en el programa y que desarrollara el tema de la cooperación secreta entre las grandes potencias, por lo que Watkins le visitó en el Instituto de Estudios Políticos Internacionales, en Londres. He aquí una transcripción de la cinta magnetofónica de la entrevista, que tuvo lugar el 7 de julio de 1977.

    WATKINS: Naturalmente, usted conoce la declaración según la cual el programa dedicado a Alternativa 3 fue un engaño. ¿Cuál es su reacción ante semejante declaración?
    BROADBENT: Dado el actual clima político, sería incorrecto por mi parte hacer cualquier comentario.
    WATKINS: Usted sugirió que la cooperación entre el Este y el Oeste podía implicar alguna “operación espacial en gran escala, aunque secreta”. ¿Puede darnos las razones en que se basaba esa sugerencia?
    BROADBENT: Como usted recordará, yo acentué que aquella podía ser la situación, pero no afirmé categóricamente que lo fuese. De hecho, por lo que recuerdo, expliqué que yo no hacía especulaciones y considero que nada se ganará ampliando lo que ya he dicho.
    WATKINS: Usted participó de aquel programa en su condición de experto. ¿Qué siente ahora, cuando todo el programa ha sido descartado como un engaño?
    BROADBENT: Digamos que el programa fue de una naturaleza más sensacionalista de lo que yo preví cuando accedí a participar. Me sorprendieron algunos de sus descubrimientos.
    WATKINS: ¿Pero cree usted que esos descubrimientos reflejaban acertadamente lo que en realidad ocurre?
    BROADBENT: Lo lamento… Prefiero no agregar nada.

    La entrevista fue sumamente insatisfactoria. Sin embargo, pocas semanas después recibimos más información que permitió una mayor profundización en el funcionamiento de Alternativa 3…

    Jueves 4 de agosto de 1977. Otra reunión submarina del Comité Político. Presidente: R OCHO. La sección transcrita y facilitada por Troyano dice:

    A DOS: ¡Pero perder toda una remesa de esa manera! Quiero decir, ¿no tomamos precauciones contra este tipo de cosas?
    A OCHO: Tuvimos mala suerte, de eso se trata.
    A DOS: trescientos cuerpos hechos pedazos… ¿Una pérdida total y eso es todo lo que se te ocurre decir? ¡Tuvimos mala suerte! Oye, yo no soy técnico y suelo perderme con la palabrería especializada, de modo que quiero que alguien me explique cómo puede ocurrir algo semejante. Tengo la sensación de que ha habido negligencia.
    R CINCO: No es posible prevenir accidentes de esta naturaleza… Forman parte de los azares del transporte al nuevo territorio…
    A DOS: Sí, pero…
    R CINCO: Por favor… Lo explicaré yo. Los meteoritos son muy comunes, mucho más de lo que la gente supone, y cerca de un millón penetran en la atmósfera terrestre diariamente. Casi todos son minúsculos, de alrededor de un gramo de peso, pero algunos son considerablemente más grandes…
    A OCHO: Eso es… Algunos son demasiado grandes para evaporarse por entero en su viaje a través de la atmósfera terrestre, por lo que aterrizan como fragmentos sólidos. Calculamos que todos los años llegan así unos 500 kilos desde el espacio exterior…
    R CINCO: A veces esos fragmentos son gigantescos. En 1919, por ejemplo, hubo uno que aterrizó en Siberia. Devastó aproximadamente 260 kilómetros cuadrados de campo…
    A OCHO: También está ese clásico cráter meteorítico de Arizona…
    R CINCO: Los mismo ocurre en y alrededor del nuevo territorio… Millones de meteoritos bombardean su atmósfera, y nuestra nave tiene que trasladarse a través de ese bombardeo
    A DOS: Pero, nuestros pilotos, ¿no hacen nada por evitarlo?
    A OCHO: Imagínate a ti mismo montado en una bicicleta y tratando de evitar una avalancha que se acerca exactamente por encima de tu cabeza… Eso es lo que ocurrió con esta partida.
    A DOS: ¿Y dices que el que chocó con el aparato de la remesa era tan grande como el de Siberia?
    R CINCO: Probablemente, aunque no tenemos forma de saberlo. De todos modos, aunque no hubiese sido  tan grande… Un meteorito de una centésima de su volumen habría destruido completamente la nave…
    R OCHO: Creo que esta discusión no nos conduce a ninguna parte. Nuestros científicos de la Base Arquímedes nos han asegurado que posiblemente este desastre –el primero, debo advertir- era inevitable. Lo mismo ha sido confirmado por el Comité Residente. No nos corresponde a nosotros hacer más indagaciones.
    A UNO: Estoy de acuerdo. Tenemos que agradecer que no hubiera trasladados elegidos a bordo. Sólo hemos perdido 300 componentes… ¿es tan desesperadamente grave? Todo lo que tenemos que hacer es otra recogida.

    (Nota de los autores: como se recordará, el mes siguiente se denunciaron desapariciones masivas en Australia. A finales de septiembre, muchos de los que habían desaparecido fueron encontrados por casualidad en lo que aparentemente era un campamento de trabajos forzados… posiblemente listos para el tratamiento clínico y el traslado. A muchos otros jamás se los volvió a ver. El descubrimiento de aquellos “trabajadores forzados” inmediatamente después de aquella reunión del Comité Político podría ser, por supuesto, mera coincidencia. No obstante, lo consideramos sumamente improbable).

    R OCHO: Las consecuencias de aquel desafortunado programa televisivo son de importancia mucho más inmediata…
    A CINCO: Pero ese programa ha quedado totalmente desacreditado. La gente ha aceptado que no se le debía tomar en serio, que sólo era una elaborada broma… No es necesario que sudemos la gota gorda por ello…
    R OCHO: La mayoría de la gente ha aceptado las declaraciones oficiales, pero otros no se convencen  tan fácilmente. No debemos subestimar los perjuicios causados por ese programa. Ha logrado que cierta gente pesara y se hiciera preguntas, lo que puede ser muy peligroso. Debemos asegurarnos que su credibilidad quede totalmente erradicada.
    A DOS: Ya te dije que tendríamos que haber matado a ese Gerstein… En febrero insistí en que era peligroso…
    R CUATRO: Mi amigo tiene razón, él lo había dichos. En aquel momento yo señalé que la charlatanería de Gerstein podía desatar el pánico en las masas…
    A CINCO: ¿Y qué es lo que quieres ahora? ¿Un ajuste?
    R UNO: ¿Qué valor tendría ahora? Ya ha dicho todo lo que podía decir. No puede agregar nada… y la gente se ríe de él. Dicen que está chalado. ¿Qué se ganaría con un ajuste?
    A DOS: no tendría que haber cooperado con esos tipos de la televisión… Merece la muerte y…
    A OCHO: Ya os lo he dicho; no efectuamos ajustes con propósitos punitivos… Sólo cuando conviene a la buena prosecución de la operación. Tal vez antes nos equivocamos… Quizá teníamos que haber ordenado matar a Gersetein, pero ahora no encuentro ningún sentidos…
    R OCHO: Votaremos. ¿Quiénes están a favor de un ajuste? Muchas gracias. ¿Quienes en contra? Bien… Estoy totalmente de acuerdo. Gerstein se comportó con excesiva temeridad, pero no ganaríamos nada con su muerte…
    A DOS: ¿Y qué hay del correspondiente funcionario regional?
    A OCHO: En eso tienes razón. Tendría que haber impedido esa basura televisiva. Ha demostrado que no se puede confiar en él. Fracasó y, peor aún, puede volver a fallarnos. Ese hombre es un riesgo, sin duda alguna. Propongo un ajuste.
    R DOS: Apoyo la propuesta.
    R OCHO: ¿Quiénes están a favor? Entonces hay unanimidad… ¿Método?
    A TRES: Sugiero un montaje de sueño telepático… Quizá con un arma de fuego…
    R OCHO: Me parece sensato; ha transcurrido muy poco tiempo desde lo de Ballantine para otro montaje caliente…

    En ese punto concluía la sección transcrita. ¿Qué había dichos Gersetein para causar semejante consternación? Quienes vieron el programa de televisión ya lo saben. En beneficio de los demás, en el próximo capítulo ofreceremos plenos detalles de su entrevista con Simon Butler.
    Pero ¿qué significa la parte final de esa transcripción: “montaje de sueño telepático con una arma de fuego”? Para nosotros era una galimatías… en aquel momento. Sólo más tarde encontramos una explicación posible conversando con el doctor Hugo Danningham. Ya estábamos acostumbrados a las sorpresas, pero la explicación del doctor Danningham fue una de las más impresionantes de nuestra vida.

    10

    El doctor Hugo Danningham es profesor de parapsicología en tres universidades británicas y miembro del comité del Instituto Europeo para la Investigación Cerebral. Enviamos a Colin Benson a entrevistarlo en Bruselas, el 23 de septiembre de 1977. Dicha entrevista, que Benson grabó, puso de relieve el posible significado de la frase “montaje de sueño telepático”.
    Explicó que  principios de los años sesenta se hicieron significativos progresos en el estudio de la parapsicología en las universidades de Cracovia y Leningerado, progresos que según temían muchos expertos se utilizarían en cualquier futuro conflicto entre el Este y el Oeste.
    Los experimentos incluían la telepatía y, más específicamente, la invasión y manipulación mental a larga distancia. Las ventajas militares en potencia eran obvias. Los enemigos podían ser atacados y corrompidos, literalmente, desde su interior. Si el poder telepático era lo bastante fuerte, podría forzárseles a ignorar las órdenes de sus jefes y preferir las que penetraban en forma directa en sus mentes. De hecho, responderían como marionetas dirigidas por control remoto.
    Las autoridades militares de Occidente, temerosas de las ventajas que esto podía representar para los rusos, iniciaron intensas investigaciones sobre el nuevo estilo de arma. En consecuencia, las dos grandes potencias lo han perfeccionado.
    -Los experimentos han demostrado que los niños, al igual que las aves, las bestias y los pueblos de tribus primitivas, son por lo general más receptivos a los mensajes e instrucciones telepáticos que la mayoría de los adultos de la sociedad civilizada –dijo el doctor Danningham-. Ello se debe a que una vez que la inteligencia se ha desarrollado plenamente y que se ha absorbido una enorme dosis de educación, la información recibida en gran escala desde otras mentes puede dar por resultado la confusión mental. En consecuencia, la mente del hombre civilizado ha desarrollado una barrera protectora contra la telepatía. Esta barrera puede penetrarse con más facilidad cuando las defensas están bajas; por ejemplo, cuando una persona se encuentra extremadamente fatigada o atraviesa un periodo de gran tensión emocional. Asimismo, las defensas mentales nunca están más relajadas, naturalmente, que durante el sueño. En ese momento la persona es más vulnerable a la invasión telepática, en especial si dicha invasión es controlada por profesionales experimentados. Supongo que esto es lo que se oculta detrás de la expresión “montaje de sueño telepático”.
    Benson frunció el ceño y movió la cabeza de un lado a otro, perplejo:
    -Lo siento… No comprendo…
    -Es posible dar instrucciones a un hombre dormido y, si las circunstancias son propicias, obedecerá esas instrucciones, aún cuando consistan en que debe suicidarse…
    -¡Santo Cielo! –lo interrumpió Benson-. ¿Está usted sugiriendo una especie de suicidio sonambulesco? ¡Pero eso es fantástico! ¿Cuáles serían exactamente… las circunstancias que usted menciona?
    -Para dar cualquier paso tan dramático como la autodestrucción, indudablemente tiene que haber una sincronización de muchos factores –explicó el doctor Danningham-. Por ejemplo, sería mucho más fácil si la víctima potencial se encontrara precisamente en el periodo conveniente de su ciclo biorrítmico de sensibilidad psíquica y…
    -Pero el instinto de conservación daría la contraorden a cualquier instrucción calculada para provocar un suicidio… A menos que, de todos modos, el durmiente estuviera decidido a matarse…
    -No si las instrucciones telepáticas se presentasen inteligentemente –respondió Danningham-. Permítame darle un ejemplo. Imagine que usted quiere matar a un hombre que, digamos, vive en el piso alto de un rascacielos. Usted no le diría que se suicidara saltando por la ventana del dormitorio porque, tal como correctamente ha dicho, sería muy probable que se instinto de conservación interviniera y rechazara la orden. Por tanto, lo que hace es transmitirle información falsa. Le dice telepáticamente que una bestia salvaje brama enfurecida en su habitación, o que el edificio se ha incendiado. Le informa que han extendido una red de seguridad debajo de la ventana y que para salvarse debe saltar. Así, en un desesperado intento por conservar la vida, su víctima salta y se rompe la crisma. Naturalmente, es posible hacer todo tipo de variaciones en esta línea. Por ejemplo, puede convencer a su víctima de que una araña venenosa está sobre su pecho y que debe apuñalarla y matarla antes de que ésta lo mate a él. Dormido, se apuñala. Las variaciones, mi querido señor Benson, son casi ilimitadas. Si el mensaje telepático convenciera a su víctima dormida de que accidentalmente ha bebido un veneno corrosivo y de que el único antídoto se encuentra en una botella en cuya etiqueta se lee “cianuro”… Bien, estoy seguro de que ahora comprende lo que quiero decir.
    -¿Y afirma usted que estas cosas ocurren realmente?
    Danninghan meneó la cabeza:
    -No, no digo eso. Me limito a decirle qué es posible hacer. Los hombres que trabajan en mi campo cuentan con los conocimientos necesarios para hacer que estas cosas ocurran, pero no puedo imaginar que alguien utilice de hecho esos conocimientos…
    Quizás el doctor Danninghan tenía razón. Quizás es aquel momento los hombres que respaldaban Alternativa 3 no habían utilizado el suicidio sonambulesco como método de asesinato. No obstante, dedicamos semanas a revisar archivos periodísticos de Estados Unidos e Inglaterra y descubrimos tres casos que parecen merecer, como mínimo, un signo de interrogación:

    Lunes 2 de febrero de 1976. James Riggerford, de 42 años, felizmente casado y con tres hijos, salió caminando de su casa costera del sudeste de Houston, Texas, poco después de las tres de la madrugada… dos días después de renunciar a su cargo de Administrador de Operaciones de la NASA.  Su cadáver –todavía cubierto con el pijama- fue rescatado más tarde en el Golfo de México.
    Martes 7 de septiembre de 1976. Rodger Marshall-Smith, un físico  de 31 años de edad –que acababa de regresar de Estados Unidos después de ocupar un puesto transitorio en la NASA- estaba viviendo con sus padres en Winchester, Hampshire. Éstos lo encontraron a la una de la madrugada –dos horas después de acostarse- envuelto en llamas, al pie de la escalera. Aparentemente, mientras aún dormía, Marshall-Smith se había rociado la ropa con trementina y luego se había prendido fuego. La agonía de las quemaduras lo había despertado, pero ya era demasiado tarde para salvar su vida.
    Sábado 15 de enero de 1977. James Arthur Carmichael, de 35 años, técnico aeroespacial, se lanzó inexplicablemente a la muerte a las 4:35 de la madrugada desde una ventana del decimosexto piso de un hotel de Washington. Sus amigos dijeron que la noche anterior le habían visto contento y de buen humor, y que se había ido a dormir solo, alrededor de medianoche. También él llevaba pijama.

    ¿Fueron estos tres hombres víctimas de un “montaje de sueño telepático”? No pretendemos asegurarlo, pero consideramos razonable sugerir que no puede descartarse esta posibilidad. ¿Y qué han del “funcionario regional” mencionado en la transcripción? La respuesta a esta pregunta aparecería, finalmente, de la manera más inesperada.
    Benson retornó a la oficina de producción y Simon Butler se reunió con Clements en la pequeña habitación de atrás del Estudio B.
    -¿Cómo anduvo todo con Fergus? –quiso saber Simon.
    -Nada bien –replicó Clementes, pesaroso-. Quiere prescindir de la entrevista de Colin con Grodin. Francamente, Simon, me parece que toda esta cuestión se está viniendo abajo… a menos que tú puedas extraerle algo más a Gerstein.
    -¿Sobre Alternativa 3?
    Clements asintió:
    -Todo parece girar sobre eso. Es obvio que Gerstein conoce ese asunto. O, al menos, conoce la teoría…
    -Existe una gran diferencia entre saber y hablar. Cuando lo vi en marzo se mostró muy resuelto. No quería saber nada de…
    -Vuelve a intentarlo –suplicó Clements-. Dile todo lo que sabes. Lo que tenemos de Grodin y de Broadbent… Cuéntaselo todo, y luego trata de convencerlo.
    -Bien –dijo butler-. Estoy dispuesto a intentarlo…
    Dos días más tarde estaba otra vez en el estudio abarrotado de libros, en Cambridge. Para gran sorpresa de Butler, Gerstein accedió finalmente a hablar sobre Alternativa 3. Al principio estaba en guardia, muy reacio a decir algo pero escuchó cortésmente todo lo que Butler le contó.
    -Habéis hecho un buen trabajo –reconoció: volvió a encender la pipa apagada y contempló pensativamente el escritorio-. Me parece que ya no tiene sentido ocultar lo que sé…
    He aquí una transcripción de la entrevista que siguió, tal como fue presentada en la televisión.

    GERSTEIN: Usted ya está enterado de lo de Alternativa 1 y Alternativa 2, y de las razones por las que fueron rechazadas. Bien, Alternativa 3 presentaba una opción más limitada: era un intento por asegurar la supervivencia de una pequeña proporción, como mínimo, de la raza humana. Recuerde que éramos teóricos, no técnicos. Pero comprendimos que estábamos hablando del tipo de viaje espacial que, hace veinte años, sólo parecía ciencia ficción.
    BUTLER: ¿Quiere decir… trasladarse a otro planeta?
    GERSTEIN: ¡Quiere decir salir de éste a toda prisa, mientras hubiera tiempo! Yo no tenía la menor idea de si se haría o si podía hacerse. Aún no la tengo.
    BUTLER: ¿Y a quiénes se trasladaría?
    GERSTEIN: Recuerdo que hablamos sobre el tipo de sección representativa que habría sido conveniente trasladar: exponentes de las ciencias y de las artes, naturalmente, y todos los aspectos, dentro de lo posible, de la cultura humana… La lista nunca sería completa, pero sí mejor que nada.
    BUTLER: ¿Y adónde imaginaban que irían esas personas?
    GERSTEIN: Ése es el quid de la cuestión. En la Vía Láctea hay alrededor de 100.000 millones de estrellas –aproximadamente el mismo número de personas que han pisado esta tierra- y ya en 1950 Fred Hoyle calculaba que más de un millón de esas estrellas tenían planetas que podían albergar la vida humana…
    BUTLER: ¿Entonces es realmente algo tan vago y teórico?
    GERSTEIN: En 1957, durante la conferencia de Huntsville, lo era. Pero desde entonces la situación ha cambiado considerablemente. Actualmente, la posibilidad más concreta parece ser Marte…
    BUTLER: ¡Marte!
    GERSTEIN: Sí, imagino a sus telespectadores enarcando las cejas, porque la mayoría de la gente piensa en Marte en términos de pequeños hombrecitos verdes con antenas que asoman por encima de sus cabezas, pero, científicamente, nuestras actitud con respecto a Marte ha tenido que modificarse más de una vez.
    En los primeros tiempos de la astronomía se creía que Marte contaba con canales artificiales construidos, lo que se tomó como una prueba de la existencia de vida inteligente en ese planeta. Posteriormente, esta teoría fue desacreditada. En su lugar creamos la imagen de un planeta árido e inhospitalario, inadecuado para la supervivencia de cualquier forma de vida.
    Luego, más recientemente, se propuso una interesante idea: supongamos que en algún momento existió vida en Marte…
    A medida que empeoraron el climas y las condiciones, toda vida superviviente habría evolucionado hacia un estado de hibernación  para aguardar el retorno de condiciones más favorables. Se ha sugerido que la atmósfera que solía sustentar la vida puede haber quedado encerrada en el suelo del planeta.
    Hace algunos años, ocurrió algo que volvió muy convincente esta teoría. Marte siempre ha tenido una cobertura de nubes que variaba de densidad en diferentes momentos, hasta la época a la que me refiero, en que las nubes se espesaron hasta un punto que antes nunca se había observado. Esto ocurrió en 1961 y se registró a nivel científico.
    Era evidente que en Marte se formaban tormentas de colosales proporciones. Ahora bien…, y esto es lo realmente interesante… Cuando por fin las nubes se despejaron, pudieron observarse cambios notables. Los casquetes polares habían disminuido sustancialmente de tamaño, y alrededor de las regiones ecuatoriales había aparecido una extensa franja de color más oscuro. Se ha sugerido que era vegetación.
    BUTLER: ¿Alguien ha podido explicar este acontecimiento?
    GERSTEIN: En una conferencia, poco antes de que sucediera, adelanté una sugerencia teórica. Dije que si la atmósfera de Marte estaba en el suelo, una explosión nuclear controlada podría liberarla y, por supuesto, revivir cualquier forma de vida que estuviese hibernando. Recuerdo que hice una broma… diciendo que el único problema consistía en producir la explosión mucho antes de nuestra llegada al planeta. Aquel mismo año los rusos sufrieron un gran desastre espacial. Sí, eso ocurrió en 1959. La información fue escueta y los detalles se mantuvieron en secreto. Un cohete había estallado en el momento del lanzamiento. Numerosas personas murieron y el área quedó devastada… ¿Qué intentaban lanzar? ¿Lo lograron finalmente?
    ¿Llevaba el cohete un ingenio nuclear que explica la devastación provocada?¿Un ingenio nuclear que, en un segundo intento, habría alcanzado la superficie de Marte y provocado los cambios dinámicos registrados en 1961?
    El repentino brote de tormentas en Marte, la reducción de los casquetes polares, el crecimiento de lo que parece ser vegetación en la zona tropical…, todo esto son hechos científicos registrados.

    La entrevista, tal como se transmitió, concluía en ese punto. La versión original, antes de montar la película, contenía este intercambio de palabras adicional:

    BUTLER: No comprendo… Las imágenes de Marte retransmitidas desde el Viking 2 mostraban poco más que una meseta de rocas rojas… Un tipo de terreno que parecía ofrecer muy pocas perspectivas de supervivencia…
    GERSTEIN: Tampoco yo pretendo comprenderlo. Pero, como ya ha dicho usted, parecer estar corriéndose algún tipo de velo sobre esta cuestión. Tal vez le convendría hablar con alguien que esté más actualizado en estos temas; alguien que esté al corriente de los progresos aeroespaciales modernos…
    BUTLER: Sí… Quizá Charles Welbourne pueda ayudarnos. Pero hay otro aspecto que me gustaría aclarar con usted, doctor Gerstein. Se refiere a los animales, aves, insectos, etcétera. Está muy bien hablar del traslado del hombre a otro planeta para vivir una nueva vida, pero ¿qué proporción de su entorno natural se llevaría consigo?
    GERSTEIN: Eso tendría que planteárselo a un biólogo. Stephen Manderson, el profesor Stephen Manderson, también estuvo en Huntsville y es un hombre singularmente afable…, muy accesible.

    Butler telefoneó a Clements desde Cambridge, y éste dio instrucciones a Terry Dickson para que estableciera los contactos necesarios con Manderson. Al día siguiente Kate White lo entrevistó en su casa de Reigate, en Surrey. La entrevista fue satisfactoria, pero no se incluyó en el programa transmitido. Clements ha explicado que se vio obligado a omitirla, porque a pesar de sus ruegos tenía rigurosamente limitado el tiempo en pantalla. El “Noticiario de las 10” de la Televisión Independiente, programado a continuación de “Informe Científico”, no podía retrasarse.

  • Crow

    13

    No hay nada nuevo en el concepto de que el hombre utilice la Luna como plataforma de lanzamiento para una nueva vida en Marte. H. G. Wells, que previó correctamente muchos logros tecnológicos de la era espacial –logros que parecieron ridículos a la mayoría de los contemporáneos-, lo expuso ya en 1901.
    A continuación transcribimos un fragmento del diálogo entre dos viajeros espacies, extraído de Los primeros hombres en la Luna, una de sus obras clásicas:

    – No es lo mismo que si estuviéramos limitados a la Luna.
    – ¿Quieres decir…?
    – Está Marte… Una atmósfera clara, nuevos entornos, un vigorizante sentido de levedad. Podría ser agradable vivir allí.
    – ¿Hay aire en Marte?
    – ¡Sí!
    – Tengo la impresión de que tú lo organizarías como si fuera un sanatorio…

    Una vez más, Wells estaba en lo cierto.
    Una serie de periodistas, quizá recordando a Wells y sus antecedentes como profeta,  no creyeron automáticamente el desmentido de Harman. Se sintieron confundidos y posiblemente un poco perplejos, ya que su declaración tenía el sello de la autenticidad. Además, razonaron, ¿qué motivos podía tener una acreditada empresa de TV para afirmar que acababa de presentar una sarta de mentiras? Sin embargo, Alan Coren, en el artículo que publicó The Times el 21 de junio, fue uno de los primeros en arrojar dudas sobre la validez de la declaración de Harman:

    El carácter aparentemente absurdo de la historia, por otro lado, era totalmente aceptable; la época lo explica. ¿Por qué no habría de unirse la locura del programa de la NASA con la locura del Watergate a fin de crear un Nasagate en el que se descubre la posibilidad de vida en Marte, pero se oculta la información con fines oficiales?

    Ése fue un disparo a ciegas de Coren, un disparo guiado tanto por el instinto como por la comprensión. Pero, como él mismo ya sabía, dio en el blanco.
    En última instancia nata tenía la menor importancia en el caso de Harman. Recordemos lo que se dijo en la reunión del Comité Político celebrada el 4 de agosto de 1977:

    A DOS: ¿Y qué hay del correspondiente funcionario regional?
    A OCHO: En eso tienes razón. Tendría que haber impedido esa basura televisiva. Ha demostrado que no se puede confiar en él. Fracasó y, ero aún, puede volver a fallarnos. Ese hombre es un riesgo, sin duda alguna. Propongo un ajuste.
    R DOS: apoyo la propuesta.
    R OCHO: ¿Quiénes están a favor? Entonces hay unanimidad… ¿Método?
    A TRES: Sugiero un montaje de sueño telepático… Quizá con arma de fuego…
    R OCHO: Me parece sensato; ha transcurrido muy poco tiempo desde lo de Ballantine para otro montaje caliente…

    Aquel día de agosto, Harman fue sentenciado a muerte. No resultó tan fácil determinar la fecha. Como ya explicó el doctor Hugo Danningham, eso dependía del ciclo biorrítmico sensible de Harman, de la sincronización del montaje con sus momentos de máxima vulnerabilidad.
    James Murray, del Daily Express, es otro periodista juicioso y experimentado que no acepta a ciegas lo obvio, especialmente si se le presenta bajo la forma de una declaración oficial. Suele buscar los hechos que se ocultan detrás de las declaraciones. Así, a pesar de que en la primera página del periódico invalidaron el programa, él se atuvo valientemente a su criterio sobre Butler, Benson y los demás:

    Es lógico que vincularan fenómenos naturales y acontecimientos reales en el espacio para llegar a la inevitable conclusión de que existe una monumental conspiración internacional destinada a salvar las mejores mentes humanas mediante el establecimiento de una nueva colonia en Marte… O sea, que todos los científicos e intelectuales que forman parte de la “fuga de cerebros” en realidad estarían siendo trasladados a Marte en cohetes desde la cara oculta de la Luna.

    En otras palabras, Murray reconocía la verdad aunque no contara con todos los datos que la probaban.
    Los hombre de Coren y Murray preocupaban a Harman, pues contribuían a perpetuar las dudas y las sospechas que él intentaba sofocar. Le aterrorizaba pensar que pudieran empezar a cavar más hondo, que finalmente lograran revelar la horrenda verdad…, y edo es precisamente lo que hacemos nosotros con este libro.
    Los miembros del Comité Político no habían adjudicado gran prioridad a este asesinato. El Jefe Ejecutivo de Alternativa 3 en Inglaterra ya había recibido instrucciones de suspender a Harman en sus tareas regionales secretas… y de encontrarle sucesor. Harman moriría. Lo sabían con toda certeza. Moriría sin dar a conocer lo que sabía, y eso era lo que realmente importaba.
    Otros hombres,  por otras razones, se turbaron al comprender que la sensación provocada por el programa de Alternativa 3 no quedaría fácilmente enterradas. Les desagradaba en especial la sugerencia hecho por Philip Purser, en el Sunday Telegraph, en el sentido de que la investigación podía haber sido “un engaño doblemente diabólico inspirado por las mismas agencias identificadas en el programa”.
    Entre ellos se encontraba la abrumadora mayoría de los miembros del Parlamente, que no estaban enterados de los hechos relacionados con Alternativa 3. Posteriormente, algunos han afirmado que sospechaban la verdad, aunque no la conocían. Sin embargo, les correspondió la tarea de hacer frente a gran parte del terror que se extendió tan insidiosamente después de aquella transmisión televisiva.
    Como ya hemos dicho, en su mayor parte el público ansiaba creer el mentís de Harman, pero una apreciable minoría supo comprender el significado pleno de lo que le había sido revelado. En su mayor parte se trataba de personas que ya habían tomado conciencia de la inquietante perspectiva del Día del Juicio Final perfilada por Gerstein; pertenecían al tipo de personas que comprendía muy bien la gigantesca cobertura que el Informe Condon de 1968 había procurado a los llamados platillos volantes. Se trataba de aquellos que recordaban vagamente lo que había publicado el Evening Standard acerca de los quinientos mil dólares del experimento de Condon:

    Está perdiendo a algunos de sus prominentes colaboradores, y en circunstancias que son como mínimo misteriosas. Circulan rumores siniestros: al menos cuatro personas clave del equipo de Condon han desaparecido sin ofrecer una razón satisfactoria con respecto a su partida.
    Resulta difícil descifrar la historia completa que se oculta tras los extraños acontecimientos de Colorado…

    La validez de las sospechas de aquel artículo del Evening Standard pareció de pronto confirmada por declaraciones que posteriormente se hicieron públicas, al margen del notable frenazo del presidente Carter con respecto al tema de los platillos volantes.
    El profesor G. Gordon Broadbent dijo: “En los niveles más elevados de la diplomacia Este-Oeste ha estado operando un factor del que lo ignoramos todo”.
    ¿Un hombre del calibre de Broadbent haría a la ligera una declaración de semejante naturaleza?
    El veterano de la Apolo, Bob Grodin, dijo: “Los últimos Apolo fueron una cortina de Humo… para ocultar lo que realmente ocurría allí. Y los hijos de puta ni siquiera nos lo dijeron…”
    ¿Por qué razón haría Grodin una declaración tan curiosa si no hubiera nada que ocultar?
    Se empezó a citar cada vez más retazos de información, algunos de viejos archivos periodísticos y otros de datos que se habían filtrado desde la NASA.
    He aquí, a modo de ejemplo, la transcripción textual de una conversación grabada en cinta magnetofónica, que sostuvieron Scott e Irwin con Misión Control durante su caminata lunar de agosto de 1971:

    SCOTT: Punta de flecha va realmente de Este a Oeste.
    MISION CONTROL: Cambio, copiamos.
    IRWIN: Huellas a medida que bajamos la cuesta.
    MISION CONTROL: Sigue las huellas, ¿vale?
    IRWIN: Vale… Estamos (mutilado)… sabemos que es una buena carrera. Marcando 320, en busca del alcance 413… No puedo superar estas líneas, esa estratificación del monte Hadley.
    SCOTT: Yo tampoco. Es realmente espectacular.
    IRWIN: Tiene un aspecto maravilloso.
    SCOTT: ¡Y qué organización!
    IRWIN: ¡Es la estructura más organizada que he visto en mi vida!
    SCOTT: Es (mutilado)… tan uniforme en su extensión…
    IRWIN: Nada que hayamos visto antes mostraba un espesor tan uniforme de un extremo a otro de las huellas.

    La NASA nunca ha dado una explicación en torno a esas huellas –ni ha dicho quién las hizo- aunque existen fundamentos para creer que fueron dejadas por un gigantesco vehículo lunar de diseño ruso-norteamericano.
    Éste es sólo otro ejemplo de la forma en que se mantiene en estricto secreto la información acerca de los verdaderos progresos espaciales. El doctor James E. McDonald, profesor de meteorología de la Universidad de Arizona, físico y director de su Instituto de Física Atmosférica, ha sido un vocinglero crítico de semejante reserva. En The Enquirer del 19 de febrero de 1967 manifestó: “Las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos han estado ocultando escandalosamente al público lo que en realidad ocurre en los cielos. Las investigaciones de las Fuerzas Aéreas han sido absurdas, superficiales e incompetentes. Y los científicos del mundo entero obrarían cuerdamente si dejaran de aceptar sus ridículos informes y empezaran a investigar el problema por su cuenta… Se trata de un problema que exige una auténtica investigación internacional”.
    Con semejante tipo de antecedentes en la investigación televisiva, ¿es sorprendente que muchas personas no se dejaran impresionar por el mentís?¿O que esas personas empezaran a exigir información a los miembros del Parlamento?
    Michael Harrington-Brice es un ejemplo típico de esos últimos: “Estoy en una posición insostenible”. Durante las semanas posteriores a la emisión de ese programa recibí en la Cámara delegaciones que exigían que el gobierno publicara un mentís formal. Intenté presionar para que se hiciera, pues una negativa del gobierno habría contribuido a aliviar la comprensible angustia de mis electores. No obstante, me resultó imposible comprometer a ninguna autoridad.
    “Intenté plantear preguntas acerca de Alternativa 3, pero éstas se vieron invariablemente bloqueadas, y resulta muy extraño que ahora parezca no haber registros oficiales de dichas preguntas.
    También traté de plantear en privado la cuestión a algunos ministros, pero invariablemente me respondiera que Alternativa 3 era un tema del que no estaban dispuestos a hablar”.
    ¿Cuál era en ese momento la opinión de Harrington-Brice?
    “Tuve la clara impresión de que entre bambalinas estaba ocurriendo algo realmente inusual, de que en Gran Bretaña no encontrábamos en la periferia de alguna secreta aventura que era controlada por las grandes potencias.
    No se dijo nada específico, per se deslizaron insinuaciones. Indirectamente se me transmitió el mensaje de que sería sensato por mi parte dejar de hacer sondeos.
    Sin embargo, sería erróneo que yo fingiera que en aquel momento contaba con información que confirmara la exactitud o inexactitud de las aseveraciones emitidas en aquel programa.”
    Otro miembro del Parlamento, Bruce Kinslade, solicitó también una investigación oficial sobre las declaraciones hechas durante el programa televisivo…, según su secretario privado.
    Como se recordará, el miércoles 6 de julio, el señor Kinslade fue atropellado por un camión mientras cruzaba una calle lateral, cerca de su casa de Kensington. El camión no detuvo la marcha y nunca fue posible localizarlo. Kinslade murió casi instantáneamente. El veredicto de la pesquisa judicial fue “muerte accidental”. Por lo que sabemos, podría ser correcto…
    Siguieron llegando cartas al centro de TV, cartas que confirmaban que más personas, después de tomarse el tiempo necesario para reflexionar, tenían reservas con respecto al mentís, o se negaban terminantemente a aceptarlo.
    Una mujer domiciliada en Southcroft Road (Londres S.W.16) sintetizó la actitud de muchos en su clarividente carta:

    Con referencia a su programa del lunes 29 de junio sobre Alternativa 3, varios periódicos declararon al día siguiente que el mismo era un engaño, y se dice que su portavoz manifestó: “Todo se basaba en lo que podría ocurrir”.
    Al igual que muchas personas, estoy convencida de que no se trata de un engaños, y que semejante pretensión es otro intento del gobierno para echar tierra sobre la cuestión (como parece ocurrir en el caso de los OVNI y del Triángulo de las Bermudas). Todos tenemos derecho a saber qué ocurre; todos tenemos que vivir en este planeta, y la exploración espacial debe beneficiarnos a todos.
    Me indigna sobremanera que me mantengan en la oscuridad siempre que se realiza un descubrimiento. Es evidente que ustedes fueron presionados, pero no salen airosos cuando califican de charlatanes a los miembros del equipo de producción. No, no puedo creer que se tratara de un e3ngaño por las siguientes razones:
    1. ¿Habrían realmente incluido referencias a la muerte de Ballantine como una trampa, a expensas de los sentimientos de su familia?
    2. El ex astronauta era, evidentemente, un hombre muy inteligente y culto. Algo provocó el terrible deterioro que tuvimos que presenciar.
    Les ruego comprendan que la mayor parte de sus telespectadores son adultos con capacidad de discernimiento, que saben pensar por sí mismos. Merecemos conocer toda la verdad.

    Aquel mes de julio dio muestras de otros aspectos del desastre que inevitablemente acechaba cada vez más de cerca a este mundo. Un artículo publicado por The Times, el 26 de dicho mes, dice así:

    En el Informe sobre la Población Mundial (1977) publicado  esta semana por Preocupación Demográfica, se ofrece un cuadro aterrador de la creciente población mundial.
    El informe señala que si el actual ritmo de crecimiento demográfico hubiese existido desde el nacimiento de Cristo, actualmente habría 900 habitantes por cada metro cuadrado de tierra.
    La mitad del combustible utilizado por el hombre desde el principio de los tiempos se ha consumido en los últimos 50 años.
    Actualmente, la población mundial es de 4.000 millones de habitantes y aumenta en 200.000 diariamente.

    ¡Todos los días se suman doscientas mil personas extra a este atestado planeta! Esto significa 73 millones anuales. ¡Lo cual dará por resultado, en sólo tres años, más habitantes adicionales que la totalidad de la población actual de Estados Unidos!
    Estas cifras acentúan la magnitud de uno de los problemas de supervivencia a los que se enfrenta la humanidad: el agua y otros recursos naturales de nuestro planeta son cada vez más escasos, lo cual se suma al inevitables “invernáculo de Armagedón” descrito por Gerstein.
    ¿Es extraño, entonces, que los hombres ocultos detrás de Alternativa 3 estuviera ansiosos por acelerar su operación? ¿No era obvio para ellos que el tiempo corría… posiblemente a más velocidad de la que ellos mismos había previsto?
    En el otoño de 1977, el tema de Alternativa 3 empezó a desaparecer de los titulares. Sabemos por Troyano que detrás del escenario la actividad era creciente, y que se hablava de intentos de sabotear  la operación Alternativa 3. Pero durante un tiempo se permitió que el público olvidara.
    Luego, el jueves 29 de septiembre, el doctor Gerard O’Neill –el profesor de Princeton en que julio había concedido aquella sorprendente entrevista al Times de Los Angeles- volvió a adquirir preponderancia pública. Esta vez le entrevistó Angus Macpherson, corresponsal del Daily Mail. El titular decía: “EL maravilloso mundo del 2001 nos espera”.
    Macpherson, respetado como uno de los especialistas más autorizados del mundo en temas de ciencia realidad, escribió:

    Hoy vuela a Londres otro científico absolutamente serio en su predicción de lo que espera a la raza humana a medida que nos aproximamos al siglo XXI. Pero el doctor Gerard O’Neill, renombrado físico norteamericano, sustenta la promesa de un futuro totalmente distinto: un nuevo mundo feliz en el espacio. A su entender, la opción está entre el 1984 de George Orwell y el 2001 de Arthur Clarke.
    “Dígale a la humanidad que no hay esperanzas y todos le aplaudirán. Pero, infórmeles de que existe una salida y se pondrán furiosos”, dice el doctor O’Neill, que ha trabajado siete años en un plan para la emigración de la mayoría de nosotros hacia colonias artificiales en el espacio extraterrestres.
    Jacques Cousteau –a quien él admira- lo calificó de mercachifle, y había tanto dolor como sentido del humor en el enjuto rostro del doctor O’Neill cuando me dijo: “Jacques está terriblemente preocupado por la contaminación de los océanos y la destrucción de la vida marina. Considera que debemos hacer más al respecto. Yo también. Pero los protectores del medio ambiente son en realidad muy negativos. Están tan obsesionados por los problemas de la Tierra que son incapaces de oír las respuestas”.
    Según las respuestas del propio O’Neill, no sólo podemos colonizar el sistema solar, sino que debemos hacerlo, si dentro de unas pocas generaciones la vida humana ha de seguir siendo civilizada o siquiera soportable.
    Los colonos de O’Neill se librarían desde el primer momento de los trajes espaciales y de las estaciones espaciales, semejantes a celdas, de la ciencia ficción…
    O’Neill viene a Londres para presentar su predicción de la colonización espacial a la Sociedad Interplanetaria Británica.
    Dicha sociedad es un foro legendario dedicado a vislumbrar el futuro. Sus miembros vieron alunizar una nave extrañamente similar al módulo de descenso lunar de la Apolo, unos treinta años antes de que ocurriera.
    También fueron ellos los primeros en prestar atención a Arthur Clarke cuando éste bosquejó un visionario plan de una cadena global de satélites de comunicaciones.
    Éste podría ser un fragmento similar de la construcción de la historia…
    Para la mayor parte de la generación que quedó boquiabierta ante los primeros aterrizajes de la Luna, esto se ha convertido en un timo delirantemente caro, en una partida de golf en la que sólo participan dos, que se juega sobre una inútil pila de rocas y que cuesta quinientas libras esterlinas por segundo.
    Todo este es pura miopía, declara O’Neill, para los 4.000 millones de habitantes de un planeta que se enfrentan a la perspectiva de duplicarse o triplicarse aproximadamente a principios del siglo venidero.
    “De hecho, en el espacio encontramos precisamente los elementos que más necesitamos: energía solar ilimitada, rocas que contienen elevadas concentraciones de metales y, sobro todo, lugar para que el hombre continúe su desarrollo y expansión…
    Una sociedad estática –y en esto tendría que convertirse la Tierra- no sólo necesitaría adaptar los cuerpos, sino también las mentes de sus integrantes –me dijo-. Me niego a creer que el hombre haya llagado al final del cambio y de los experimentos, y lo que yo deseo es preservar su libertad de vivir de maneras diversas.
    No veo ninguna esperanza de salvación si seguimos recluidos en la Tierra”.

    Macpherson agregaba que O’Neill era “respetuosamente consultado –aunque con cierta cautela- por los funcionarios gubernamentales, comités del Senado y gobernadores de estados”.
    El artículo evidenciaba que O’Neill visualizaba el futuro de acuerdo con líneas levemente diferentes a las aprobadas por los artífices de Alternativa 3. También demostraba que O’Neill no sabía –y posiblemente aún no sabe- que el “futuro” de Alternativa 3 ya había llegado.

    Las colonias de O’Neill están planificadas como vastas islas cilíndricas de metal que se mueven en órbita y mantienen en su interior una atmósfera natural, árboles, hierbas, ríos y animales: la cápsula de entorno cálido similar al de la Tierra.
    Imagina que finalmente alcanzan la mitad del tamaño de Suiza, albergan entre 20 y 30 millones de personas y se sustentan mediante la inagotable energía del brillo solar espacial.
    No obstante, su construcción –insiste- sólo exigiría la tecnología de que ya disponemos…

    El artículo concluía con las siguientes reflexiones:

    Probablemente, para la mayor parte de la generación preespacial, el momento en que la magia desapareció de la aventura llegó hace un año, cuando el sueño de la vida en Marte quedó disipado por la nave espacial Viking. Pero para O’Neill representó una prolongación del espacio, pues lo mejor que podíamos haber encontrado era no haber encontrado a nadie allí.
    La colonización de la nueva frontera puede tener lugar sin que sea necesario repetir la vergonzosa historia del pueblo indio… ni del bisonte.
    “Al fin y al cabo, quizá no haya nadie allí, en ningún sitio. Tal vez no haya un papá para enseñarnos cómo debemos hacer las cosas. Es una tanto aterrador… pero nos ofrece una amplio campo de acción”.

    Hablamos sobre el contenido de ese artículo con el miembro del Parlamento Michel Harrington-Brice. Teniendo en cuenta sus propias investigaciones, ¿qué opinaba?
    Nos dijo: “El doctor O’Neill es, en su línea, el más brillante especialista del mundo accidentas, y estoy seguro de que tiene razón al decir que ya se dispone de la tecnología necesaria para un proyecto como el que él concibe.
    Sin embargo, aparentemente opera en el supuesto de que la información oficial acerca de las condiciones en Marte es veraz, y sin duda alguna yo vacilaría antes de aceptar semejante supuesto.
    Si lo que se vio en la cinta de Ballantine era la pura verdad, y no tengo pruebas que me convenzan de lo contrario, toda la situación cambia drásticamente.
    Es obvio que sería mucho más simple y barato colonizar un planeta apto y desierto, al que tenemos acceso con relativa facilidad, que construir gigantescas isla artificiales en el cielo.
    Sería burdamente impertinente por mi parte decir que el doctor O’Neill está equivocado, ya que se trata de un hombre de talla internacional. Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si no se le han ocultado los datos políticos, los datos de la cooperación Este-Oeste. Sin duda, en lo que él dice no hay nada que me convenza de que Marte no es el paraje idóneo para Alternativa 3”.

    Más adelante nos enteramos de que Harman leyó aquel artículo del Daily Mail, la misma mañana de su publicación; el 29 de septiembre. Entonces no sabía, naturalmente, que sólo le quedaban cuarenta y ocho horas de vida.
    Un mensaje críptico de troyano, breve, mecanografiado, sin firma: “Rumores acontecimientos sorpresa. Posible sabotaje. Enviaré detalles cuando estén disponibles”.
    El mensaje nos desconcertó, pero no intentamos ponernos en contacto con Troyano. Ése era el acuerdo. Siempre era él quien tomaba la iniciativa. Así todo era más seguro.

    14

    Se la denomina Base Arquímedes, y allí es donde el problema –el de gran magnitud- se desencadenó violentamente.
    Arquímedes es una cráter llano, amurallado, que se encuentra en el extrema occidental del Mare Imbrium, el “Mar de las Sombras” lunar. Su diámetro es de unos ochenta kilómetros y, a diferencia del cercano cráter Aristillus, la superficie del suelo es relativamente uniforme. Portal razón, según nos informó Troyano, se eligió como principal campamento de tránsito en la Luna, o sea, el lugar desde el cual se recogía normalmente a la gente para la última etapa de su viaje a Marte.
    El hombre no puede sobrevivir en la atmósfera natural de la Luna. Así lo aseguró la NASA años atrás y, en ese caso, decía la verdad. Por este motivo, la Base Arquímedes se selló herméticamente bajo una burbuja transparente, en cuyo interior se controlaban el aire y la temperatura a los niveles acostumbrados en la Tierra. Su construcción exigió dos años y significó un monumental triunfo de la ingeniería espacial.
    Las condiciones del interior de la burbuja eran similares a las concebidas por el doctor O’Neill para sus mundos artificiales del futuro.  Los seres humanos podían vivir allí cómodamente durante periodos indefinidos, sanos y salvos dentro de un gigantesco invernadero abovedado.
    En la sección sur de la burbuja había dos inmensas esclusas de aire. Los aparatos de lanzamiento que llegaban de la Tierra y de Marte ingresaban a través de esas esclusas y luego avanzaban hasta la Terminal de Llegadas, situada en el centro. En la terminal se ramificaban una serie de caminos que llevaban a los almacenes, a las áreas de servicios y a las tres “aldeas-alojamiento” separadas: una para pilotos y personal residente, otra para “trasladados elegidos” y a tercera destinada a “componentes de remesas”. Por encima de todo, un extenso camuflaje evocador del que se utilizó durante la segunda guerra mundial, con el propósito de garantizar que la Base Arquímedes no pudiera ser vista por observadores no autorizados de la Tierra.
    Existía otro campamento de tránsito –el original- en el cráter conocido con el nombre de Cassini, que luego se considera demasiado pequeño. La mayor parte de su equipo y mobiliario había sido trasladada a Arquímedes, que era ahora un animado centro de actividad…
    Al críptico mensaje de Troyano acerca de un posible sabotaje le sucedió el siguiente informe:

    Rigurosas medidas de seguridad garantizan la total segregación entre los trasladados  elegidos y los componentes de remesas hasta después del desembarco en el nuevo territorio.
    Se les transporta en aparatos separados y, mientras aguardan el transporte, son alojados en diferentes zonas de la Base Arquímedes, tal como emana de una orden del Comité Político.
    Se cree que entre los trasladados elegidos puede haber algunos que inicialmente albergaron reservas acerca de la ética de la transformación mental y física que se considera necesario para los componentes.

    ¡Componentes! No nos dejemos confundir por los eufemismos de la jerga. Troyano los emplea. A Troyano, como a la mayoría de los partícipes de Alternativa 3, se le lavó el cerebro para que aceptara tales palabras como normales. Siente repugnancia por lo que se ha hecho, por lo que se está haciendo, pero ha absorbido inconscientemente la indecente distorsión del lenguaje. De modo que por un momento olvidemos a los “componentes”. Troyano se refiere a personas. Escribe acerca de esclavos, de hombres y mujeres que han sido metal y físicamente mutilados, que han sido programados para obedecer órdenes y que han sido condenados a una vida de degradación subhumana.
    El informe de Troyano continuaba así:

    Es posible que los representantes del Comité Residente sitúen las dudas de los trasladados elegidos en su “correcta perspectiva” después que éstos se hayan aclimatado a la vida en el nuevo territorio. De acuerdo con el razonamiento oficial, se les puede convencer de que reconozcan la necesidad de dicho proceso y de que comprendan que la supervivencia definitiva de la raza humana debe tener primacía sobre el destino de un número limitado de individuos de baja categoría.

    ¡Pensemos en el espantoso significado del párrafo precedente! Significa –si el “razonamiento oficial” es acertado-, que Ann Clark, Brian Pendlebury y otros como ellos pueden aprender a considerar a su prójimo como bestias de carga prescindibles. Significa, sin duda alguna, que hay que erradicar sistemáticamente la compasión natural, que la mente de los “trasladados elegidos” también es moldeada para que se ajuste a las necesidades de Alternativa 3. Paredce que la visión que tenía Orwell de 1984 ya ha dado sus frutos… a millones de kilómetros de la Tierra.
    A continuación, el informe de Troyano detallaba las curiosas circunstancias que culminaron en intentos de terráqueos por socavar Alternativa 3, y que finalmente dieron por resultado una carnicería en la Base Arquímedes…
    Cuando se trata de aferrarse a la vida, las bacterias son mucho más tenaces que los seres humanos. Sobreviven a lo supuestamente imposible. En apariencia, pueden replegarse a una forma de hibernación durante siglos. Incluso milenios. Luego, cuando las condiciones son propicias, despiertan –por así decirlo- y prosperan. Aparentemente, esto es lo que ocurrió en Marte.
    Los “cambios dinámicos” registrados en 1961 y descritos por Gerstein proporcionaron las condicione ideales. A lo largo y a lo ancho de los silenciosos baldíos del planeta desierto se produjo el despertar de minúsculos organismos unicelulares vivientes. Se desarrollaron y se multiplicaron. Eran demasiado pequeños para ser vistos, pero allí estaban, aguardando la llegada del hombre…
    Se trataba de extrañas especies de bacterias, perniciosas y voraces especies que el hombre no conocía, pero evidentemente no lo bastante numerosas para perjudicar las cosechas importadas y cuidadosamente cultivadas. Así fue hasta finales de 1976. Por lo que sabemos, ése fue el momento de la gran plaga…
    Se hicieron intentos por eliminarlas con bactericidas, e incluso con bacteriófagos, lo que implicó la introducción de organismos ultramicroscópicos normalmente parasitarios de las bacterias. Pero el Comité Residente sabía que estaba librando una batalla perdida, y en ese momento las grandes potencias decidieron que necesitaban a El Alemán.
    El Alemán –cuyo nombre hemos acordado no revelar- es, con toda probabilidad, el bacteriólogo de más éxito y más imaginativo del mundo entero. Esto es aceptado por todos sus contemporáneos, del Este y del Oeste. Probablemente ha logrado más que ningún otro en su campo; no sólo es lo que respecta a combatir bacterias, sino en aprovecharlas al servicio del hombre. Por eso se le necesitaba con tanta urgencia en el nuevo territorio…
    Pero El Alemán se negó a ir. En principio estableció contacto con él un funcionario regional de Alternativa 3, y por último el Jefe Ejecutivo de Alemania Occidental. Discutieron con el, le ofrecieron todo tipo de incentivos, pero se mantuvo inflexible. Agradeció la confianza que había depositado en él, pero tenía trabajo en la Tierra y no sentí la menor inclinación por involucrarse en Alternativa 3.
    Entonces reclutaron a su principal ayudante, un norteamericano entre los treinta y los cuarenta años, que viajó como trasladado elegido en febrero de 1977. Fue de buena gana, incluso con entusiasmo. Pero se trata de otro hombre cuya identidad sería injusto revelar porque, si aún vive, intentan darle caza; lo buscan agentes del Este y del Oeste.
    Sin duda alguna habrá cambiado de nombre y probablemente también de aspecto, pero sabe que para él no existe ningún escondite permanente. Es el principal responsable de la creación del grupo guerrillero conocido como Anti-Alternativa, y también  el consiguiente desastre en la Base Arquímedes. Lo llamaremos El Instigador.
    Pronto estuvo claro para el Comité Residente que el Instigador, aunque competente y experimentado, carecía de la disposición necesaria para cumplir su cometido en el nuevo territorio. Seguían necesitando a El Alemán. Pero El Alemán seguía negándose…
    Se celebraron reuniones urgentes en la Sala del Comité Residente. Hubo consultas en el comité Político de la Tierra, con hombres clave del Departamento Siete. Finalmente e tomó una decisión. El Alemán apreciaba y respetaba a El Instigador; confiaba en sus criterios. Si alguien era capaz de persuadir a El Alemán de que debía convertirse en un trasladado elegido, ese alguien era El Instigador. Decidieron que éste tenía que volver a la Tierra, que tenía que hablar con El Alemán. Tal como resultaron las cosas, aquél fue el más grande y desastroso error que cometieron…
    Habían hecho un cálculo erróneo en cuanto a El Instigador. No comprendieron que éste aún no consideraba la condición de los componentes en su “correcta perspectiva”. Tal vez su idea de la situación habría cambiado si hubiese permanecido allí más tiempo porque otros, muchos otros, había necesitado meses enteros para acostumbrarse a vivir con una subespecie esclavizada. Pero todos ellos habían aceptado finalmente que aquello formaba parte del equilibrio suficiente y le atormentaba la culpa. Se preguntaba qué derecho tenía él a ser uno de los escogidos, uno de los superiores elegidos. Lo angustiaban el malestar y las dudas, y sabía que, de alguna manera, tenía que acabar con el sistema de componentes…
    Entonces le dijeron que volviera a la Tierra.
    En el viaje de retorno hizo una escala en la Base Arquímedes, donde los albergaron  transitoriamente con un nuevo grupo de trasladados elegidos que aguardaban ser transportados al nuevo territorio. Aquella gente no sabía nada de los componentes –alojados, como de costumbre, en otra “aldea”-, a los que se condenaba a pasar el resto de su vida como  esclavos. El Instigador se lo contó. Les dijo exactamente qué estaba ocurriendo y qué cabía esperar. Describió los secuestros y las mutilaciones que llevaban a cabo en la Tierra, para beneficio y comodidad de los trasladados elegidos, categoría a la que todos ellos pertenecían. No estaban preparados para recibir tan horrendas noticias. Eran personas normales, sumamente inteligentes y sensibles, y todavía no se habían visto expuestas a los hábiles y persuasivos argumentos del comité Residente. No sabían si creerle. Todo sonaba monstruosamente atroz, y, sin embargo, aquel hombre era extraordinariamente convincente…
    Una pequeña partida decidió verificar la verdad. Resolvieron visitar subrepticiamente la aldea que El Instigador había descrito. Aquélla fue la chispa que precipitó el holocausto en la Base Arquímedes…
    A su retorno a la Tierra, El Instigador no se puso en comunicación con el alemán. Huyó y se ocultó. Luego, con un pequeño grupo de colaboradores de confianza, creó su grupo de acción: Anti-Alternativa. Este grupo, a diferencia de organizaciones como el IRA y la OLP, no podía hacer declaraciones públicas, y que eso podía conducir a que los eliminaran. Se dedicaron a desbaratar, mediante tácticas guerrilleras, todo trabajo relacionado con la exploración y la explotación del espacio. Estaban convencidos de que sus acciones podía obligar a una reconsideración de Alternativa 3.
    El 1 de octubre de 1977, el Daily Telegraph publicó una noticia redactada por Ian Ball en Nueva York, que llevaba el siguiente titular: “Estalla el cohete satélite nº 2”. La crónica decía:

    Ayer, un segundo satélite de comunicaciones quedó reducido a escombros en el Atlántico, después de otro espectacular fallo en el centro espacial de Cabo Cañaveral, en Florida.
    En dos semanas y media, los fallos han destruido dos satélites de comunicaciones, uno europeo y otro norteamericano,  por un valor de 91,4 millones de dólares.
    Un cohete Atlas Centauro –que llevaba un satélite Intelsat 1V-A de 49,4 millones de dólares, construido por Hughes Aircraft- fue destruido minutos después de su lanzamiento, a última hora del jueves. El fallo fue similar al de la explosión que sufrió el 13 de septiembre un cohete Delta que llevaba un satélite orbital de prueba de la European Space Agency, cuyo valor era de 42 millones de dólares.
    “Tuvimos indicios de dificultades en la zona de los motores pocos segundos después del despegue –dijo andrew Stofan, director de lanzamiento del Atlas Centauro-. A los 55 segundos, el Atlas perdió el control y se estropeó. Luego chasqueó, se agrietó y finalmente estalló”.
    Los restos de la plataforma del Centauro fueron destruidos por un oficial de teleseguridad de las Fuerzas Aéreas, que concluyó la misión 6 kilómetros por encima y 4 por debajo del campo de acción; los fragmentos del cohete y del satélite cayeron en el océano.
    Aproximadamente en la misma zona del océano, un equipo de rescate de las Fuerzas Aéreas estuvo buscando restos del cohete Delta.
    El siguiente lanzamiento de un Intelsat IV –programado para el mes de noviembre- y el de otro Atlas Centauro han sido postergados hasta que se concluya la investigación de los últimos fallos.

    Los equipos espaciales rusos experimentaron problemas similares. El 11 de octubre de 1977, el Guardian publicó el siguiente informe de Reuter transmitido desde Moscú:

    Ayer dos cosmonautas soviéticos no lograron acoplar su nave Soyuz-25 con el laboratorio orbital Salyut-6.
    El comandante de la misión, Vladimir Kovalyonok, y el ingeniero de vuelo, Valery Ryumin –que debía efectuar una prolongada estancia a bordo de la nueva estación espacial-, recibieron órdenes de regresar a la Tierra después de abandonar el acoplamiento.
    Al anunciar el último de una serie de desperfectos que afectar a la serie Salyut, la Tass informó que se habían producido “desviaciones de un sistema de acoplamiento planificado” durante el acceso, cuando la cápsula Soyuz-25 ha significado un duro golpe para la exploración espacial soviética…

    Eso es lo que ocurrió. ¿Se debió a la mano de El Instigador? No podemos contestar a esta pregunta. Ignoramos, sencillamente, la respuesta. Sabemos, sin embargo, que la catástrofe de la Base Arquímedes puede llevarnos hasta El Instigador. Y eso fue incomparablemente más devastador.

    Leonard Harman murió a las dos y diez de la madrugada del miércoles 16 de noviembre de 1977. Lo encontraron en el comedor de su casa, con el pijama puesto.
    Su viuda, la señora Sarah Harman, declaró en la encuesta judicial:

    Hacía tiempo, posiblemente seis meses o más, que mi marido estaba deprimido y un tanto encerrado en sí mismo, pero nunca me confió el motivo.
    Yo sabía que había tenido algunas diferencias con el señor Fergus Godwin, de los estudios, y al principio creí que posiblemente fuese ésta la causa de su estado de ánimo. Pero el problema de los estudios, cualquiera que fuese, pareció superado y mi marido no mejoró. En varias ocasiones le sugerí que viera a un medico, pero me respondió que no era nada grave y que no debía preocuparme.
    En ningún momento pensé que pudiera quitarse la vida.
    El martes por la noche, me refiero al 15 de noviembre, vimos la televisión y luego nos acostamos como de costumbre, antes de medianoche. No observé en él nada desacostumbrado. Actuó normalmente.
    Leímos un rato en la cama y debía de ser cerca de la una cuando nos decidimos a dormir.
    Poco antes de las dos oí que se levantaba. Supuse que iría al cuarto de baño. Pero después me pareció que hacía mucho tiempo que faltaba de mi lado y, no sé por qué, empecé a preocuparme seriamente. Tuve la sensación de que algo andaba mal.
    Le llamé pero no respondió, por lo que también yo me levanté. La puerta del cuarto de baño estaba abierta y, gracias a la luz del farol de la calle, vi que él no se encontraba allí dentro.
    Luego oí un movimiento en el piso de abajo. Volví a llamarle, pero tampoco recibí respuesta. Entonces pensé que debía de sentirse mal y que probablemente había bajado a la cocina para prepararse una infusión. Lo había hecho una o dos veces con anterioridad, y siempre había logrado aliviar su malestar estomacal.
    Entonces decidió bajar y preparársela yo misma. Pero él no estaba en la cocina. En la casa reinaba un profundo silencio. Le llamé una vez más, pero fue en vano. Empecé a asustarme porque no lograba imaginar qué podía estar haciendo.
    Las luces estaban apagadas, hasta que encendí la luz del vestíbulo. Mi marido nunca había hecho nada semejante. Nunca había caminado en sueños ni nada por el estilo.
    Entonces oí un ruido en el comedor. Entré y le vi de pie en la oscuridad, pero no pareció oírme. Tenía los ojos abiertos y me miraba fijamente, pero no pareció enterarse de mi presencia ni de ninguna otra cosa. Parecía encontrarse en estado de trance.
    En la mano tenía una pequeña pistola. Acercó el cañón a la cabeza y apretó el gatillo. Eso es todo lo que ocurrió. Un segundo más tarde había muerto.

    La señora Harman también dijo al juez de primera instancia que su marido no tenía pistola y que nunca había llevado ningún tipo de arma a la casa. Pero el juez llegó a sus propias conclusiones: según su propia experiencia, las esposas no lo sabían necesariamente todo acerca de sus maridos.
    El veredicto fue “suicidio”.

    El desastre golpeó a la Base Arquímedes como un cataclismo. La Terminal de Llegada, los centros de servicio, los edificios de las tres aldeas…, todo quedó asolado desde sus cimientos por el repentino y ciclópeo fragor de incontables tornados. Los edificios se desmoronaron y desintegraron mientras saltaban por los aires. En sus resquebrajamientos desbordaban personas, y vivos y muertos tenían el mismo aspecto en aquel gran espasmo de destrucción. Aquello era una masa de miembros doblados y retorcidos, de cadáveres deformados. Muchos de ellos estallaron muy por encima del suelo y sus fragmentos formaban remolinos entre el polvo y los escombros antes de ser absorbidos en la eterna negrura del espacio.
    Hoy sabemos que todo aquello fue provocado por un benévolo y compasivo biólogo de la marina llamado Matt Anderson. Sus intenciones eran buenas; le inspiraban los motivos más elevados: consideración y humanidad, puro y espontánea piedad. Pero había desencadenado una pesadilla.
    Esto surge claramente de lso documentos analizados por Troyano. No obstante, no hay ninguna certeza en cuanto al resto de los acontecimientos. Hubo muy pocos sobrevivientes, y sus relatos fueron inconexos y confusos. Probablemente, jamás conoceremos los hechos en su totalidad.
    Sin embargo, hemos logrado atar cabos y averiguar lo siguiente:
    Anderson, un soltero de 33 años, natural de Miami (Florida), fue uno de los trasladados elegidos de la base Arquímedes que prestó oídos a El Instigador. Era uno de los miembros del pequeño grupo que visitó secretamente la segregada aldea de los componentes. Habló con la gente que se encontró allí y oyó lo suficiente para comprender que El Instigador había dicho la verdad.
    El transporte de aquella partida de trasladados elegidos al nuevo territorio estaba programado para aquella noche. Todo habría sido distinto si nadie se hubiera quedado. No se habría producido ningún desastre. Sin duda habrían planteado un “problema de conciencia” al Comité Residente, pero éste, con el tiempo, les habría llevado a aceptar las inevitables realidades de Alternativa 3.
    Pero Anderson no viajó con los demás. Al regresar de la aldea de los esclavos tropezó y se lesionó la columna vertebral. Se decidió que no estaba en condiciones de viajar y que debería quedarse un tiempo en la Base Arquímedes.
    Diez días más tarde abandonó su habitación sin ser visto y volvió a visitar aquella aldea. No le resultó difícil, ya que allí no había guardianes, en virtud de que no era necesarios. La gente que permanecía allí transitoriamente había recibido instrucciones de permanecer en sus alojamientos, y estaban programados para obedecer toda orden que recibieran sin cuestionarla.
    Anderson quería hablar con ellos detenidamente, comprenderlos, ver si podía ayudarlos. Fue entonces cuando recibió el mayor impacto. En ese momento ocupaba la aldea una nueva remesa, y en esa nueva remesa vio un hombre al que conocía; un hombre que, años atrás, había sido compañero suyo en la escuela.
    El hombre le reconoció –obviamente podía pensar fluida e inteligentemente-, pero toda su personalidad vital lo había abandonado. Su porte y su actitud demostraban que conocía y aceptaba su posición: era un esclavo. En ese instante Anderson comprendió que tenía que hacer algo…
    El informe de Troyano dice:

    Dos de los componentes que sobrevivieron han revelado, bajo interrogatorio, que oyeron a Anderson hablar con el hombre en dos ocasiones, una el prier día, y otra cuando regresó con detalles del plan par la prometida evacuación. Así es, principalmente, cómo el Departamento Siete ha logrado dilucidar gran parte de lo que ocurrió antes del desastre…

    En el último grupo de trasladados elegidos había un técnico aerospacial, un hombre muy capacitado que había sido entrenado por la NASA. Según parece, Anderson lo buscó y le puso al tanto de la situación: le habló de las atrocidades en las que todos, inconscientemente, participaban; les explicó que habían sido atraídos hacia un futuro envilecido y deshumanizado, y que el resto de sus días vivirían a costa de los esclavos mutilados; le convenció de que tenían la obligación de rescatar a la gente de la aldea y devolverla a sus familiares en la Tierra…, y asegurarse de que aquel tráfico de vidas humanas cesara para siempre.
    El informe de Troyano continúa así:

    La principal estación para aparatos que hacían el recorrido a la Tierra se encontraba al sur de la Base Arquímedes, en el extremo más alejado de la cadena montañosa conocida como Spitzbergen. Allí se depositaban y era atendidos los vehículos de más largo recorrido, y se utilizaban aparatos más pequeños para trasladar a los pasajeros fuera de Arquímedes, al estilo de los autobuses de los aeropuertos en la Tierra.
    Siempre había una serie de estos vehículos más pequeños en las pitas de la Terminal de Llegadas, y el plan consistía en que Anderson y Gowers –el técnico aeroespacial- robaran una de esas naves y la usaban para evacuar a la mayor cantidad posible de componentes.
    Entre los trasladados elegidos se encontraba otro hombre compasivo que, asesorado por Gowers en las cuestiones técnicas, accionaría una de las esclusas de aire de la sección sur de la burbuja para abrirles paso. Después se trasladarían a la estación principal donde, si era necesario por la fuerza, se apropiarían de un vehículo para volver a la Tierra.

    Aparentemente, eso es lo que debía ocurrir. Pero todo fue espantosamente mal. Gowers encontró un aparato conveniente y lo revisó, comprobando que tenía combustible y estaba listo para volar. Anderson tenía a su cargo la tarea de reunir discretamente a los alojados en la aldea de esclavos y de supervisar su caminata hasta la terminal.
    Al principio todo fue bien. En aquel momento había en la aldea 155 esclavos, y en el pequeño aparato sólo cabían 84; de modo que Anderson seleccionó a los más jóvenes, entre ellos a su ex compañero  de escuela, porque en su opinión debían tener prioridad.
    Cuando retornara a la Tierra y expusiera públicamente aquel aspecto malévolo de Alternativa 3, se levantarían tales protestas internacionales que el resto de los esclavos serían devueltos a sus hogares. Lo mismo ocurriría con los que ya habían sido llevados al nuevo territorio. La amplia mayoría de los seres humanos jamás toleraría las degradaciones que se cometían en su nombre. Según Troyano, esto es realmente lo que Anderson pensaba.
    No hubo problemas en dejar a quienes no serían salvados de inmediato –aunque toda la gente de la aldea sabía exactamente lo que se planificaba-, pues los esclavos estaban programados para la obediencia automática.
    He aquí la continuación  del informe de Troyano:

    Uno de los componentes que sobrevivió, y al que posteriormente se interrogó, manifestó que Anderson les había dicho: “Hay pocos guardianes, de modo que es improbable que se haga algún intento serio de impedirnos abandonar esta base o este plantea. De cualquier manera, los que han sido escogidos para la repatriación deber recordar que, dadas las circunstancias, es mejor matar que ser capturado. La vida y la libertad de mucha gente depende de nuestro regreso a la Tierra, de modo que debéis estar dispuestos a matar a cualquiera que intente deteneros. Es una orden”.

    De hecho, seis miembros del personal residente de Alternativa 3 fueron asesinados poco después. Los esclavos los pisotearon y los mataron a patadas, en las inmediaciones de la terminal, cuando intentaron impedir que la partida llegara al aparato. Los miembros del personal residente quedaron destrozados y sangrantes en el suelo, y los esclavos, sin evidenciar la más mínima emoción, pasaron por encima de ellos y se embarcaron. Los motores cobraron vida y Gowers, al ver parpadear las luces de paso que rodeaban las esclusa de aire de la izquierda los orientó hacia arriba.
    La nave flotó brevemente en el aire quieto, a diez o quince metros por encima de la pista, y el borde interior de la esclusa se plegó hacia un costado, como si fuera un telón transparente: ahora tenía el paso libre. Gowers apretó un botón para iniciar la marcha hacia adelante, pero el horror estaba a sólo siete segundos de distancia…
    El informe de Troyano continúa así:

    Un importante técnico de Control Central de Arquímedes –uno de los miembros del personal permanente que sobrevivió- ha hecho una declaración en la que describe que fue alertado por gritos y chillidos provenientes de la termina. Su ángulo de visión le impedía ver lo que ocurría, pero notó la inesperada apertura de la esclusa de aire. Sabía que si también se abría la puerta exterior –posiblemente debido a algún desperfecto en el equipo-, la Base se vería inmediatamente sometida a la descompresión total.
    No estaba programada ninguna partida. En consecuencia, supuso que se había producido un grave fallo y que los gritos era, probablemente, de advertencia, por lo que apretó el botón correspondiente al control principal. Éste se encontraba en un tablero destinado a activar un sistema de seguridad para casos de fallo, que anulaba cualquier otro mecanismo. Aquello dio por resultado que la esclusa de aire se cerrara instantáneamente, volviendo a su posición normal.
    Un piloto experimentado se había enfrentado al problema devolviendo el aparato a la terminal, pero Gowers no era un piloto experimentado…

    De hecho, Gowers estabas prácticamente ante la esclusa cuando ésta se cerró. Repentinamente, frente a él y a su alrededor sólo había un muro transparente abovedado. Se sintió atrapado como una mosca encerrada en una botella a la que se hubiera dado la vuelta, y le dominó el pánico: desvió violentamente el aparato hacia arriba y a la izquierda; luego, desesperado, compensó excesivamente el giro, haciendo que se sacudiera en un veloz movimiento de zigzag. La nave, que ahora corcoveaba frenéticamente, ascendió en dirección a la bóveda. Gowers, perdido todo dominio, tiró violentamente de la palanca de control, con lo cual lanzó el aparado en un picado mortífero. Se estrelló contra una de las paredes de la cúpula vomitando fuego, escombros y cuerpos abrasados, y abrió un devastador agujero en la superficie transparente.
    La totalidad de la base, donde el aire se mantenía artificialmente a igual presión que en la Tierra, se descomprimió instantáneamente. Fue como si una gigantesca y maligna aspiradora chupara vorazmente todo lo que encontraba a su paso, y la furia del remolino arrojara objetos pesados contra la cúpula con gran estrépito, haciéndolos rebotar hasta que se abrían paso y eran arrojados a la negrura exterior. Y los nuevos agujeros produjeron nuevos remolinos arrasadores, y los edificios gruñeron y se rindieron, estallaron y se desintegraron en aquel vertiginoso cañoneo de aniquilación.
    Aquel día significó la muerte de todos los trasladados elegidos de la Base Arquímedes. Eran 29 hombres –científicos, técnicos y médicos especialistas-, en su mayoría norteamericanos y rusos. Ninguno sobrevivió. Eran hombres brillantes, hombres cuidadosamente seleccionados; ahora son meras partículas de polvo que flotan a la deriva en los inexplorados yermos de la eternidad.
    Pero, como hemos dicho, hubo supervivientes. Dos de las personas conocidas como componentes sobrevivieron al holocausto, lo mismo que cinco miembros del personal residente. Si hubieran perecido, probablemente los acontecimientos de aquel terrible día en Arquímedes habían permanecido en el misterio para siempre. Es posible que los observatorios hubiesen informado sobre una extraña y momentánea llamarada de actividad en la Luna, y se habría supuesto que aquello era el resultado de algún fenómeno natural desconocido. Eso había sido todo. Pero a causa de esos siete supervivientes, a causa de la información que proporcionaron al Departamento Siete y que Troyano nos ha facilitado, pudo conocerse la verdad.
    Esa siete personas vivieron proque en el momento de la devastación estaban aisladas en habitaciones donde la atmósfera se mantenía independientemente, y escaparon a la antigua Base Cassini.
    Tenemos entendido que en este momento se está reestructurando la Base Cassini. Una vez más volverá a ser el principal campamento de tránsito en la Luna. La operación Alternativa 3 sufrió un grave contratiempo en Arquímedes, pero no ha sido abandonada.
    De momento no se hacen viajes desde la Tierra porque queda mucho por hacer en Cassidi, pero aún se vigila a los seres humanos y se les evalúa como potenciales trasladados elegidos. Asimismo, según Troyano, se están haciendo planes para una inminente redada de componentes.
    Quizás en su cuidad, posiblemente en su calle, haya hombres y mujeres que desaparecerán, repentina e inexplicablemente, en un futuro cercano…, hombres y mujeres ya señalados para una existencia asombrosamente distinta en aquel remoto planeta.
    De hecho esas persona ya habrían desaparecido de no ser por la obstinación de El Alemán y la inquietud compasiva de El Instigador. Ya se habrían unido –si el biólogo Stephen Manderson está en lo cierto- a quienes se encuentran ahora en un planeta donde jamás correteará una ardilla; donde nunca trinará un ruiseñor.
    ¿Es posible añadir algo más?