Entrevista a Werken Mapuche Moira Millan

From: sietevientos  (Original Message) Sent: 07/07/2004 01:29
Entrevista a werken mapuche Moira Millán.
Tierra y cultura en el Puelmapu
Por Miguel Bonasso / Página 12 / 10 de junio de 2003

Es una lucha casi desconocida entre nosotros: la de la
posesión de la tierra, la conservación de la cultura,
la preservación del medio ambiente. Un fascinante
diálogo con una joven activista mapuche que fue
“warriache” –gente de ciudad– y volvió a su cultura
viviendo en una comunidad cerca de Esquel, y explica
el activismo contra los dueños de todo y contra la
minería.

Es joven (32 años), menuda, elegante, de rasgos suaves
e inconfundibles. Detrás de su sonrisa franca se
adivina un carácter fuerte y decidido, que se ha
probado en decenas de movilizaciones contra “el remate
de la Patagonia”. Moira Millán vive con su compañero y
sus cuatro hijos en una comunidad mapuche, Pillán
Mahuiza, a cien kilómetros al sur de Esquel, en uno de
los parajes más hermosos y codiciados de la Argentina.

El 25 de abril vino a Buenos Aires para participar con
otros integrantes de los pueblos originarios en una
marcha a Plaza de Mayo en contra de los desalojos, la
venta indiscriminada de tierras y la explotación de
una mina de oro que puede envenenar –literalmente– el
medio ambiente. La movilización contó con el apoyo de
organizaciones piqueteras y defensoras de los derechos
humanos y rompió en parte el aislamiento geográfico,
político y social que les impuso secularmente el
poder. Después regresaron el silencio y la
indiferencia, mientras allá en el territorio se
renovaban las persecuciones.

Millán, que es huerquén (vocera) de su comunidad y
cofundadora de la organización “11 de Octubre” (el 12,
recordemos, llegó Cristóbal Colón a estas tierras) ha
sido procesada por un corte de ruta. Hace poco,
ciertos patéticos personajes del gobierno provincial
intentaron arrebatarle a su hija Llanka acusando a la
madre de tenerla “desnutrida”. Burda maniobra racista
que fue desbaratada.

Días atrás, Moira le envió un mail a este cronista que
era como un SOS desde la soledad de lagos y bosques:
había rumores de que podían desalojarlos de las
tierras que cultivan, que antaño ocupaba la policía
provincial y que la comunidad mapuche convirtió en un
vergel. Paradójicamente, los medios nacionales seguían
guardando silencio frente a la lucha de la etnia
contra Benetton, contra la mina de oro de la Meridian
Gold y otros combates silenciados en el país que sí
atrajeron la mirada de la prensa extranjera. Como
respuesta parcial a su justo reclamo aquí va esta
entrevista, donde se trasunta el espíritu vivaz, por
momentos irónico, de esta mapuche (con sangre
tehuelche por parte de madre) que vivió en las
ciudades durante muchos años, como lo habían hecho sus
padres y sus abuelos hasta que un día descubrió que
“no era Claudia Schiffer” y decidió regresar a los
orígenes, a Mapu (la madre tierra), a esa comunión
permanente con el cosmos que singulariza a todas las
etnias originarias de este continente, desde el Río
Bravo hasta Tierra del Fuego. Ese proceso le llevó
dieciséis años, en los que anduvo errando por el sur
con su familia, acompañando al padre que era
ferroviario. “Por eso –dice–, amo al ferrocarril y
odio a Carlos Menem que lo destruyó”.

–¿Cómo fue ese proceso de recuperación de la
identidad?
–Nos llevó bastantes años ir descubriendo nuestra
identidad. Yo la descubrí en Brasil. Tenía 16 años y
como siempre fui una apasionada, me convertí al
evangelismo y no podía ser una evangélica normal,
quería revolucionar el mundo con Cristo. Así que a los
16 años me fui de misionera a Brasil. Allí trabajé en
las favelas con gente de Lula y conocí a un chamán
indígena que estaba ya integrado. En esa misma época
descubrí que no me parecía a Claudia Schiffer, que
tenía rostro mapuche. Así que empecé a investigar mis
raíces.

–¿Por qué estaba negada la identidad, si sus padres
eran mapuches?
–Supongo que ellos asociaban su identidad al dolor. Mi
mamá hizo segundo grado, apenas sabía leer y escribir.
Desde los siete años limpió casas ajenas, todo fue
explotación, discriminación. Y ella siempre decía
frases del tipo, “uno se casa con quien puede, no con
quien quiere”, “una es fea, bruta, india, qué puede
esperar de la vida”. Así, una resignación terrible.
Que cambió con los años, porque murió peleando.

–¿Y su padre?
–Por su trabajo casi no estaba en casa, pero también
se sentía menos por ser indígena. Así que no queríamos
ser eso que simbolizaba la marginalidad. Sin embargo
hay un fenómeno que me fascina, que me causa inmensa
alegría, y es que a pesar de todo el sistema
orquestado para despojarte de tu identidad, un día vos
te veas y digas: “Soy esto”. Cuando eso ocurrió dejé
de ser cristiana, me decidí a cambiar mi vida y les
causé una gran desilusión a mis padres.

–¿Eso fue tras la experiencia de Brasil? Hasta ese
momento usted compartía el mundo de los blancos.
–Completamente, yo me crié en Bahía Blanca. Nací en el
Maitén pero me crié en Bahía Blanca y a los 12 años
empecé a trabajar en casas de familia mientras hacía
el secundario y militaba. A los quince años fui
secretaria de los centros de estudiantes de Bahía
Blanca. Y me acuerdo que me iban a mandar a Rusia y mi
mamá le consultó al pastor, porque éramos todos
evangélicos, y le dijo que no porque eran todos
comunistas. No se lo perdoné nunca. O sea, siempre
sentí la necesidad de hacer algo desde lo social, pero
no sabía bien cómo. Estuve en distintas
organizaciones. Tengo mis pecados ocultos, pasé por el
Partido Humanista. Pero así, fugazmente. Yo pasé por
una depresión enorme en Bahía Blanca, hasta que
descubrí que no tenía más nada que hacer ahí y me fui
a la Quebrada de Humahaca.

–¿A qué edad?
–A los diecinueve. Me fui a Maimará, a las comunidades
quechuas, y fue terrible ese año, porque ahí empecé a
descubrir lo que era la discriminación, la
explotación. Terminé en cana, terminé en la alcaldía y
de ahí me pasaron a la comisaría de mujeres. Un mes
estuve así.

–¿Por militar?
–Yo era una especie de directora de Cultura del
municipio de Maimará y había muchas luchas en ese
momento. Como las de los municipales que conducía el
Perro Santillán. Nos pagaban con bonos, que acá
todavía no existían. Y entonces hubo mucha lucha y en
la represión grande quedaron un montón de detenidos,
entre los que estaba yo. Y yo lo padecí más porque no
estaba organizada. No quería ser parte de ese grupo
porque desconfiaba de ellos y no tenía familiares
allá, no tenía nada. Era una loca suelta que andaba
haciendo lío. Fue terrible, estuve dos semanas sin
bañarme, sin cambiarme, sin que nadie me asistiera. No
nos daban comida. Estuve detenida con nenes de tres
años de edad, en una celda en la que también nos
pusieron a una loca que hacía strip-tease por la
calle. Esa era la administración de Justicia de Jujuy.
Y encima me dijeron: “Vos salís a boconear, a hablar
esto y nosotros sabemos que tus viejos viven en Cerro
Mesa”. Y Cerro Mesa es un pueblito de Río Negro que no
conoce nadie, ¿viste? Sin embargo ellos sabían que
estaban ahí mis viejos. Así que cuando salí me fui de
Jujuy. Me fui a vivir a Esquel.

–¿En qué año?
–En enero del ‘91. Pasé todo un año hacia adentro, con
muchos temores y en el ‘92 con mi hermano Mauro
fundamos la organización 11 de Octubre. Mauro es mi
hermano mellizo pero él se robó la altura y me dejó
petisita. El es más bien tehuelche. Con él empezamos
la organización 11 de Octubre. Y lo maravilloso de esa
organización es que hoy no queda nadie en la ciudad:
todos están en tierras recuperadas.

–¿Cómo empezó el trabajo actual con las comunidades?
–En el ‘92, cuando los españoles armaron lo del Quinto
Centenario. Nosotros hicimos un programa de radio
donde hablábamos de personajes históricos que
considerábamos patéticos y levantábamos a los
nuestros, como Calfucurá. Desde ese espacio largamos
un festival en contrafestejo, del que participó
muchísima gente. Y al siguiente año otro festival. Y
de repente un día subió una viejita y dijo “me están
desalojando, la gente de la Forestal, de Bunge y
Born”. Era Aurora Huisca. Y nos dijimos: estamos meta
hablar de lo que pasó hace quinientos años atrás y
aquí viene estamujer y nos dice que la están
desalojando los poderosos de siempre. Y nos metimos de
lleno a apoyarla. Hasta que por último ganamos la
batalla, el conflicto terminó con la toma del
Instituto Autárquico de Colonización. ¡Mirá cómo se
llama, eh! El que administra la tierra en Chubut se
llama así, Instituto Autárquico de Colonización.

–Lindo nombre…
–Y hace honor al nombre. Por eso ahora las
transnacionales están todas ahí. Lo tomamos durante 27
horas. Era la primera vez que los mapuches hacían algo
así, muy violento, y no lo podían creer. Sabíamos que
nos iban a apalear pero habíamos ido a tormarlo y lo
hicimos. Se armó una revuelta impresionante con la
policía. Pero las que se ponían en el cordón cercando
todo eran las ancianitas. Así que se tuvo que armar
una mesa de diálogo. Y diálogo va y viene… se
resolvió el conflicto. Terminó el gobierno expropiando
tierras para dárselas a sus verdaderos dueños, que
eran los Huisca. Y a partir de ahí tomamos el tema del
derecho territorial, de la autonomía, de la
autodeterminación. Hicimos muchas recuperaciones de
tierras pero paralelamente había una búsqueda de
fortalecimiento de la identidad. Bueno, producto de
este fortalecimiento, en 1999 me voy a recuperar
tierras. Yo que era una warriache.

–¿…?
–Warriache es gente de la ciudad. “Warria” es ciudad.
“Che” es gente. Gente de la ciudad. Entonces, ya se
sabe: los warriaches son más intelectuales, yo también
lo era. Pero he cambiado un montón. Mi gente me ha
hecho cambiar un montón. Entonces empieza a discutir,
“hay que recuperar territorios”. Bueno, y cómo, vamos
a ver. Y empiezan a (discutir) ¿cuál sería el marco
propicio, la forma ideal, el momento perfecto? Y nunca
lo hay, porque el Estado se encarga de que sea así.
Entonces decían, “para recuperar tierras tenemos que
ir todos en comunidad porque así eran los antiguos”, y
vos te decías, “bueno, pasaron tantos siglos de
dominación y no pudieron acabar con nosotros… hoy
nada va a ser como antes”. Entonces fui. Sola, porque
estaba separada de un hombre que era una porquería,
que me maltrataba. Después quedé embarazada de un
mapuche que era recombativo, pero era mujeriego. Se me
fue con otra y nunca más volvió. Quedé abandonada con
tres hijos…

–¿Cuántos hijos tiene?
–Cuatro.

–¿Del mismo matrimonio?
–No, no, yo soy una mujer muy liberada. (Ríe). Tuve
dos hijos con el que me maltrataba, una hija con el
mujeriego y ahora tengo una hija con mi actual
compañero. Y se llama Raintuy, que significa “la que
renueva”. Bueno, vuelvo a ese momento, cuando me fui
al campo y sufrí una profunda crisis porque cómo me
iba a ir yo, criada en la ciudad, al campo. Y, además,
con mis tres hijitos. Los demás mapuches de la ciudad
no me acompañaban y se fragmentó la organización.
Después a partir de ahí me puse a leer mucho y estoy
escribiendo sobre la idea, el concepto de consenso
desde la perspectiva mapuche. No sé si sabías, por
ejemplo, que los mapuches somos los que le
incorporamos al mundo occidental la práctica del
Parlamento.

–No.
–Ese es un elemento cultural nuestro. Bueno, la
cuestión es que los mapuches que vivían en el campo sí
apoyaron la recuperación de tierras.

–¿Esto era en el ‘99?
–Sí, en el ‘99. Para mí eso fue muy simbólico, ¿no? Y
bueno, me quedé en el campo. Fue una experiencia muy
dura pero también muy importante. Ocupamos unas
tierras que le pertenecen a la policía (de Chubut). La
gente se mataba de risa y decía “a la misma policía
que protege la propiedad privada de los ricachones, a
la que no nos deja pasar, ustedes vienen y les chorean
la tierra”. Se mataban de risa en el pueblo. Y eso es
algoimperdonable para los milicos, no nos perdonan
hasta el día de hoy. Entonces empiezo a entender un
montón de cosas. Empiezo a mirar con claridad cómo se
podía ir construyendo. Vos fijate un detalle nomás.
Antes, como yo nunca había vivido en el campo no sabía
los ciclos de la tierra y las actividades a que te
obligaban esos ciclos. En fechas como el 11 o el 12 de
octubre nosotros en la ciudad programábamos actos y
pretendíamos que la gente del campo bajara
masivamente. Pero esa es época de parición de los
animales y la gente tiene que quedarse en el campo
para que no se les mueran. Y así fui descubriendo un
montón de cosas, los ciclos que tenían para la
siembra, para la cosecha, para la esquila. En esos
momentos no podés armar ninguna revuelta política
porque no se te van a sumar. Tampoco podés transportar
modelos de lucha urbana.

Por ejemplo, nunca van a salir a cortar la ruta por
los planes “Jefes de Hogar”, porque no viven de eso.
Entonces la lucha cobra sentido en la tierra y sí
moviliza a nuestros hermanos todo lo que tenga que ver
con romper la armonía con la naturaleza, como la
contaminación o la deforestación. Y entonces fui
entendiendo la lógica. Y me fui dando cuenta del
antagonismo. Incluso todos los elementos que
enviciaban mi propia vida. Ponele, yo era repobre,
sigo siendo repobre, pero yo vivía en la ciudad y
tenía otro tipo de pobreza que hoy no tengo. Entonces
yo me decía: “¿Cómo puedo ser coherente y al mismo
tiempo vivir con dignidad, no andar mendigando
recursos para sostenerme?”. Y un día viene un lonko,
que es la autoridad política y espiritual de nuestro
pueblo, y me dice “cuando un mapuche tiene
conocimiento nunca puede ser pobre”. Me acuerdo que me
sentí insultada, me dije “éste me está acusando de que
soy una ignorante, que no sé nada de mi pueblo”. Pero
su frase cobró sentido cuando recuperé tierras. Cuando
empecé a sembrar la tierra, a ver que se podían
recolectar hongos y venderlos, que se podía
diversificar la actividad económica. Que de hecho lo
estamos haciendo: desde la recuperación de todas las
artes mapuches, hasta turismo indígena. Este año
instrumentamos el turismo indígena, un acercamiento a
la cosmovisión mapuche y al compromiso combativo de la
lucha por la diversidad.

–¿Y qué clase de turistas llegan? ¿Viene gente del
exterior?
–Es turismo argentino. Aparte perdería sentido: no
hablamos inglés y la riqueza que tiene la convivencia
con nosotros es la palabra. La que permite contarles
sobre la cosmovisión mapuche. La mayoría es gente de
Buenos Aires, que viene buscando algo muy especial.
Tenés que tener muchas ganas de ir, porque imaginate
que llegás a Esquel y tenés que hacer todavía 100
kilómetros de camino sinuoso, de ripio. Aunque vale la
pena porque el lugar es realmente un paraíso. Entonces
se encuentran con nosotros, salimos a caminar, nos
metemos en el bosque, hablamos sobre cosmovisión, les
explicamos todo el tema de las cosmologías en el arte
y finalmente se habla de la lucha, porque lo
importante es que entiendan por qué peleamos, desde
dónde. Ahora bien, lo interesante de esto es que
generamos una actividad autosuficiente, porque el
gobierno no nos permite acceder a ningún plan de
desarrollo.

–¿Por qué?
–Porque el gobierno nos tiene catalogados como
usurpadores. De hecho hay una causa en trámite y un
pedido de desalojo en la Fiscalía del Estado. Por eso,
al no contar con el apoyo del Estado, generamos la
creatividad necesaria para sustentarnos. Y como vimos
que es posible ahora no queremos nada del Estado. Y
vivimos. Vivimos humildemente, pero vivimos. Comemos
todos los días, tenemos nuestras casas, tenemos
nuestra tierra, nuestra forma de entretenimiento,
nuestra forma de crecimiento incluso intelectual. Con
pautas distintas, desde luego, a las de la sociedad de
consumo. Vas descubriendo cuáles son las verdaderas
prioridades.

–¿Cuántas hectáreas tiene la tierra que recuperaron?
–Ciento cincuenta.

–Y cuál es el cultivo fundamental?
–Es diversificado. Nosotros hacemos un fuerte
cuestionamiento de los modelos de economía impuestos.
La economía del ganado, por ejemplo, ¿por qué nos
desalojaban a nosotros? Porque tenían un proyecto de
país sustentado en el ganado. Y lo primero que hacían
era quemarte la siembra.

–¿Cuántos viven en su comunidad?
–Somos poquitos: cinco familias. No da para más la
tierra.

–¿Qué población mapuche hay en Chubut?
–Hay 65 comunidades. Desde comunidades que son cinco
familias, como nosotros, a comunidades de cien
familias. El porcentaje poblacional en Chubut es
altísimo, por lo menos un 70 u 80 por ciento es
mapuche en Chubut. O sea que para el gobierno hablar
de este tema no es una pavada.

–Tampoco lo es el tema de la mina de oro por el que
vienen dando una larga lucha…
–El tema de la mina… La mina iba a tener su
epicentro a cuatro kilómetros de la ciudad de Esquel,
pero con una superficie de prospección minera
amplísima que afecta a todo el paralelo 42. Y…
bueno, eso a nosotros nos hace bolsa, nuestra
comunidad se llama Pilial Mauica, que significa
“Montaña sagrada”. Y resulta que ahí hay oro. Y para
poder explotar el oro tienen que dinamitar la montaña.
O sea que ahí ya no hay diálogo posible, porque qué
vas a discutir. Cuando nosotros empezamos con el tema,
el 11 de octubre del año pasado, cortamos la ruta por
el “No remate de la Patagonia”. Hablábamos sobre la
concesión de masa boscosa a compañías extranjeras, las
ventas de grandes superficies de tierra. Están
quedando cercados todos los lagos, todos los ríos.
Todos les pertenecen a gringos, todos. Y vos decís,
¿es casual, lo compran porque el paisaje es bonito?
Cuando nosotros cortamos la ruta no hubo adhesión de
toda la gente, porque no entendía. Pero nos fuimos
reuniendo…

–¿Hay un movimiento que reúna a las distintas
comunidades?
–Sí. Yo estoy dentro de una suerte de coordinación de
comunidades que se llama Puelche Williche, con la que
se conectan Lago Rosario, una comunidad de 100
familias; Sierra Colorada, que son unas 40 familias;
Cerro Centinela, que son 30 familias, y Pillan
Mahuiza, que es la nuestra y somos 5 familias. Estas
son las comunidades, entre comillas, más combativas.
Pero después están todas las comunidades de la meseta
que también están dando su lucha. Nosotros empezamos a
trabajar el tema de la mina y hubo como un antes y un
después de aquel 11 de octubre. La gente empezó a
tomar fuerza, empezaron a recibir información sobre la
mina; en eso trabajó muy bien el Movimiento Ciudadano,
que reúne a distintas fuerzas sociales y políticas.
Los vecinos de Esquel se empezaron a organizar y
crearon la Asamblea por el “No a la Mina”. Generamos
una articulación que acá no se puede dar. Allá sí,
allá nos sentamos todos, de todos los colores, de
todas las culturas, de todas las razas y dijimos a
esto hay que darle un corte definitivo.

–¿Teniendo como objetivo el no a la mina?
–Claro, éste fue el elemento que nos unificó. Al
principio la discusión de los compañeros pasaba por no
al cianuro. Después nos dimos cuenta de que si no usan
cianuro van a usar mercurio, ¿y?, ¿cuál es la
diferencia? Entonces empezamos a ver que en realidad
no es no al cianuro, sino no a la mina. Porque para
separar el oro de la piedra sin dañar la calidad del
oro, se necesita una sustancia tóxica que les permita
desprenderlo. Aparte porque ellos quieren hacer en el
menor tiempo posible la mayor cantidad de extracción.
Si no tendríamos que hablar de pala y pico como
antiguamente se hacía. Además, los dueños de la mina
se llevarán el 97 por ciento y sólo le dejan el 3 por
ciento al Estado argentino. Aunque después averiguamos
y no queda nada porque el 2 por ciento se los da el
Estadoargentino para el estímulo a la exportación, y
hay un 2 por ciento más por usar un puerto patagónico.
Total, que pagamos para que se lleven el oro.
–¿De quién es la mina?
–La empresa se llama Meridian Gold y es canadiense.
Algunos decían ¿por qué los capitales deben ser
canadienses y no capitales privados argentinos? Y
nosotros les decíamos: cuál es la diferencia entre
Macri y los canadienses. Otros proponían que la mina
se estatizara. Nosotros siempre dijimos que no
queremos discutir cómo se la lleva adelante;
simplemente decimos no a la mina. No nos importa si la
dinamita la pone el Estado argentino o la pone un
yanqui. Lo que nos importa es que no se dinamite la
montaña. Que no vengan a contaminarnos, que no vengan
a romper nuestra armonía con la naturaleza.

–Pero la lucha de ustedes es por este caso puntual o
contra la minería en general?
–La postura de los mapuches es contra la minería en
general. Entonces, si nosotros con nuestra
argumentación ponemos en jaque a estos gringos que
quieren instalar la mina no solamente está en peligro
la inversión de la Meridian Gold en Chubut, está en
peligro el proyecto minero en Argentina; este proyecto
minero impulsado por el FMI que exige entregar todos
los recursos auríferos y minerales a costa de
cualquier cosa.

–Pero… ¿no hay una forma racional de explotar los
recursos mineros?
–Nosotros hemos averiguado y dicen que no hay. Mirá,
es un tema complejo. En alguna oportunidad generamos
un espacio de discusión que se llamó “Desarrollo desde
la Identidad”. Y allí dijimos: “éste es el planteo
filosófico de nuestro pueblo, desde ahí tenemos que
determinar el camino de desarrollo y progreso”. El
cuestionamiento de la palabra “desarrollo”. Vos que
has estado en México seguramente lo conocés a Gustavo
Esteva.

–Claro.
–Cuando nos conocimos quedamos así, porque los dos
expresamos de diferente manera la misma idea. El me
decía: “esa palabra, desarrollo, la tenemos que
eliminar del vocabulario porque es impuesta”. Y
hablábamos de este tema: para nosotros la minería no
es la alternativa para Argentina, por lo menos no en
esa zona. En abril pasado nosotros viajamos a Buenos
Aires porque queríamos hacer entender que no se puede
dirimir este conflicto dentro del contexto
exclusivamente provincial; había que nacionalizarlo.

En cualquier caso, el tema minero es una demostración
más –entre otras– de que la Patagonia está siendo
subastada. Y que esta subasta no obedece solamente a
una cuestión de negocios sino a un proyecto político
de secesión de todo el territorio patagónico. Para
algunos el proyecto de secesión de la Patagonia ya
estaba presente desde los tiempos de la independencia
nacional. Este es un tema que nos está costando mucho
instalar. Pero no solamente en la población común,
incluso entre ciertos intelectuales de izquierda que
no lo terminan de ver. Pero lo que uno observa
cotidianamente es que esto se va consolidando. Ese es
el motivo por el cual nos movilizamos en abril, aunque
la campaña va a seguir todo el año. Vamos a estar
trabajando, haciendo talleres, espacios de
participación, para instalar el tema del remate de la
Patagonia. Creemos que tiene que trascender fuera del
país, que debemos reflexionar sobre cómo van
instrumentando nuevas metodologías, Porque es terrible
como ellos van sofisticando sus formas de avance, de
usurpación, de saqueo. Aunque la disfracen bien
bonito. Por eso nuestra lucha no es sectorial sino
nacional. Y supone, también, la esperanza de construir
una nueva sociedad para todos.