El Xo’on, shamán selk’nam

Cada haruwenh poseía un shamán denominado xo’on, temido y respetado por la comunidad, era considerado casi como un ser sobrenatural por su constitución distinta a la del resto de los hombres. Estaba hecho de “edredón” o plumones suaves (el waiyuwenh) que alejado del cuerpo de su poseedor es pequeño, pero dentro de aquel crece y se propaga adoptando exactamente su contorno.
El waiyuwenh le era transmitido al shamán en un sueño. Aquél era como un segundo “yo” que realizaba todo aquello que el shamán había planeado y era invitado a presentarse por intermedio del canto. Este canto era un poderoso auxiliar del shamán, él era quien conducía al rapto necesario de la conciencia para que entrara en comunicación con “las fuerzas”. Este canto era uno y característico, pero, más que identificar al autor, el canto cumplía la función de introducir un estado excepcional por intermedio de modificaciones fisiológicas. Ellas producían una especie de “mareo”, que podía aislar al shamán de los distractores y llevarlo así a la necesaria introspección.

La pintura facial y la cura

La principal ocupación del xo’on es la cura, ésta supone que el cuerpo del paciente ha sido violentado por un elemento extraño: el cwake (la enfermedad). Este cuerpo extraño era concebido generalmente como la intrusión provocada por un xo’on rival. Por ello la cura comenzaba con la pintura facial adecuada, pintura de guerra. El shamán estaba en guerra con la enfermedad. Se trataba de dos líneas aplicadas con el dedo y que iban desde las aletas de la nariz al nacimiento de las orejas; se aplicaban también tres puntos: dos en los pómulos, uno en el nacimiento de la nariz. Las demás líneas se aplicaban verticalmente en las mejillas. Después de esta operación, el shamán se acercaba al paciente que permanecía tendido a la entrada de la choza. Comenzaba una especie de danza, durante la cual el shamán escupía continuamente; y daba pesados golpes con los pies, acompañados de movimientos cadenciosos de brazos, todo esto alrededor del enfermo. Se creaba así un espacio ritual, el sitio de la lucha. Finalmente el xo’on se acercaba a su paciente lo exploraba detenidamente con la vista como si tuviera rayos X en los ojos, y comenzaba a masajear conduciendo el cwake a un lugar determinado del cuerpo desde donde era extraído por succión. Preferentemente se extraía un ratón pequeño, una punta de flecha ensangrentada o un plumón. Eran las manifestaciones visibles del cwake. Con un grito gutural se daba por terminada la sesión curativa.

El Poder Conjurado

Los Selk·nam la mayoría de las acciones condenables provenían de shamanes femeninos. Las dos crueles mujeres que gobernaron en el pasado lo hicieron amparadas en su poder de xo’on. La luna (Kree) había engañado a los hombres haciéndoles creer que su poder de hechicería tenía un carácter divino y por lo tanto inmutable. Taita, por su parte, también amparada en su poder de xo’on les impidió salir de caza (a los Selk·nam) condenándolos a la hambruna.

La Magia Vigilada

El shamán Selk´nam se ocupaba de introducir el dolor de su paciente en un sistema de pensamiento afín al enfermo. El dolor orgánico tenido por irracional debía por ello ser llevado a un universo con sentido.
“La cura consistía en volver pensable una situación dada al comienzo en términos afectivos. Y hacer aceptables para el espíritu los dolores que el cuerpo se rehúsa a tolerar. Que la mitología del shamán no corresponde a una realidad objetiva carece de importancia: la enferma cree en esa realidad, y es miembro de una sociedad que también cree en ella. Los espíritus protectores y los espíritus malignos, los monstruos sobrenaturales y los animales mágicos forman parte de un sistema coherente que funda la concepción indígena del universo. La enferma los acepta o, mejor, ella jamás los ha puesto en duda. Lo que no acepa son dolores incoherentes y arbitrarios que, ellos sí, constituyen un elemento extraño a su sistema, pero que gracias al mito el shamán ya a reubicar en un conjunto donde todo tiene sustentación”. (Levi-Strauss, 1973).