Mostrar el camino

De: º_LUNA_º  (Mensaje original) Enviado: 19/09/2006 13:18

La mayoría de nosotra/os nos pasamos la vida detrás de una máscara que oculta nuestro verdadero ser.En lugar de tratar de demostrar la plenitud de nuestra humanidad, trabajamos muy duro para crear una imagen de la persona que supuestamente el mundo desea que seamos.

Decimos las cosas que las otras personas quieren que digamos, vestimos las prendas que las otras personas quieren que usemos y hacemos las cosas que los demás quieren que hagamos. En lugar de vivir las vidas que estamos destinados a vivir, acabamos viviendo las vidas de otras personas. Al hacerlo fallecemos en forma lenta.

Todos tenemos el gran deber humano de vivir nuestras vidas al máximo. Todos tenemos la profunda obligación humana de vivir la mejor de las vidas posibles y demostrarlo todos los días. Eso significa ser auténtica/o y prestar atención a nuestra sabiduría interior.

Significa decir que no a todas esas cosas que sabes que no son correctas para ti, y decir que sí a todas aquellas prioridades verdaderas que enriquecerán tus días y harán más gratificantes los momentos de tu vida.

La felicidad no llega por la consecución de determinados objetivos. Llega cuando tienes cierta forma de pensar. La felicidad no es más que un estado de la mente que tú mismo creas cuando  procesas e interpretas los hechos de tu existencia. Llega cuando das las gracias por todo lo que ya tienes y aprendes a desarrollar un profundo sentimiento de gratitud por todas las pequeñas maravillas de tu vida. No conviertas la felicidad en una meta en sí misma.

Haz que tu objetivo principal sea el servir a los demás y el deseo sincero de enriquecer la vida de los demás; entonces será cuando llegue la felicidad.

No hay que buscar el dinero. El dinero es el subproducto que llega a tu vida cuando tu objetivo es ayudar a otras personas a vivir una vida mejor y realizar sus propios sueños.

Necesitamos recuperar la perspectiva de nuestras vidas para poder identificar y después reorganizar la manera en que vivimos de acuerdo con nuestras prioridades más importantes. Tenemos que «subir a diez mil metros de altura» para tener, a vista de pájaro, una perspectiva correcta de la manera en que empleamos nuestros días, realizar las correcciones necesarias en nuestro rumbo y volver a la senda correcta que nos llevará a nuestro destino.

Al final de nuestras vidas, lo que más lamentaremos no serán los riesgos que asumimos. Lo que llenará nuestros corazones con una pena muy profunda serán todos aquellos riesgos que no corrimos, todos los miedos que no afrontamos y todas aquellas maravillosas oportunidades que no aprovechamos.

Las personas que prosperan en la vida son aquellas que tienen grandes sueños y asumen los riesgos que sean necesarios para convertirlos en realidad. Se enfrentan a sus miedos directamente, se meten en el juego y viven con coraje todos y cada uno de sus días. Atraviesan las puertas de sus miedos, por muy asustados que estén. Al otro lado del miedo siempre encontrarás la libertad.

Vivimos en un mundo donde todos quieren que sea el otro quien cambie primero. Culpar a los demás es una manera muy cómoda de buscarnos una excusa. Descargar las culpas de todo lo que está mal en tu vida sobre los hombros de las otras personas es una bonita manera de ir pasando por la vida sin tener que demostrar nunca el más mínimo coraje ni enfrentarte de cara a tus debilidades. Significa vivir de un manera cobarde y de convertirse en un ser humano impotente.

Cuando descargas la culpa y la responsabilidad de algo en otras personas, lo que haces es reconocer claramente que no tienes la capacidad de controlar el problema. También estás diciendo que no tienes ninguna opción en el tema ni la capacidad de influir en el resultado. Cuando les echas la culpa a otras personas, acabas por entregarles el control de tu propia vida. Esa clase de pensamiento nefasto te meterá en una espiral descendente y acabará llevándote a un lugar llamado ninguna parte.

Tienes en tu mano el poder de decidir cómo analizarás los acontecimientos de tu vida. La capacidad de elegir la manera de interpretar lo que nos ocurre es uno de los más grandes dones del ser humano. No esperes a que los demás cambien para que mejoren tus circunstancias. Sigue adelante y toma el camino noble.