HAGAKURE (oculto bajo las hojas)

HAGAKURE (hojas cultas)

Índice:

1.La rutina
2.Las raices
3.Tácticas militares
4.Los cuatro votos
5.Decisiones
6.La critica de los
demás
7.Previsión
8.Como ha de ser el
samurai
9.La perdida de la
virirlidad
10.Mushin
11.Entrenamiento
12.Caligrafía
13.Imponer
14.El dragón
15.Concentración
16.Animar a un amigo
17.Las palabras
18.La actitud durante la
tormenta
19.Ganar desde el
principio
20.La amistad se mide
en la adversidad
21.Éxito y fracaso
22.Quien calcula es un
cobarde
23.La vía del samurai
24.La distracción
25.La desgracia
26.Las decisiones
27.El orgullo
28.Levantaos a la
octava

29.Auto-perfección
30.Los consejos
31.Determinación
32.El fundamento de las
cosas
33.Senilidad
34.Errores
35.Caligrafía
36.Aceptar el sufrimiento
37.Hacer demasiado
38.La condición del
samurai
39.El fin de las cosas
40.El mundo es sueño
41.fanatismo
42.Resolución
43.La nostalgia del
pasado
44.Examen cotidiano
45.Marionetas
46.Cuando el agua sube
47.Ahora es la hora
48.Fugacidad
49.Dignidad y sinceridad
50.El orgullo(2)
51.Intuición súbita
52.Nuestra opinión
53.Longevidad
54.Relajación
55.Confusión
56.Un método secreto
57.Las palabras(2)
58.Lealtad a la muerte
59.Los pequeños fallos
60.Hierba de cobardía
61.Asir la ocasión
62.Dominar a sus aliados
63.Vencer la enfermedad
64.Valentía
65.Homosexualidad

HAGAKURE (hojas ocultas)

Hagakure, que significa “oculto bajo las hojas”, es un
antiguo breviario de caballería inspirado en el célebre código
Bushido. Nos expone la vía del guerrero, cuyos preceptos
filosóficos y ética trascendental presentan al Bushi.

Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos
deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo
el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo
de batalla cotidiano. Para el Samurai, la vida es un desafío, y la muerte es preferible a
una vida indigna o impura. Esta es la noble y espectacular lección del HAGAKURE.
Mantenido en secreto durante siglos, el Hagakure fue el libro de cabecera de Yukio
Mishima.

He descubierto que la vía del Samurai reside en la muerte. Durante una crisis,
cuando existen tantas posibilidades de vida como de muerte, debemos escoger la
muerte. No hay en ello nada difícil; sólo hay que armarse de valentía y actuar. Algunos
dicen que morir sin haber acabado su misión es morir en vano. Este razonamiento es el
que sostienen los mercaderes hinchados de orgullo que merodean por Osaka; no es más
que un razonamiento sofisticado a la vez que una imitación caricaturesca de la ética de
los Samurais.

Hacer una elección juiciosa en una situación donde las posibilidades de vivir o
de morir se equilibran, es casi imposible. Todos preferimos vivir y es muy natural que el
ser humano encuentre siempre buenas razones para continuar viviendo.

El que escoge vivir habiendo fracasado en su empeño, será despreciado y será a
la vez un cobarde y un fracasado. El que muere después de haber fracasado, muere de
una muerte fanática, que puede parecer inútil. Pero en cambio, no será deshonrado. Tal
es la vía del Samurai.
Para ser un Samurai perfecto es necesario prepararse a la muerte mañana y tarde
e incluso durante todo el día.
Cuando un Samurai está constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la
maestría de la Vía y puede dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor.

La Rutina

Cuando Hotta Haga No Kami Masamori era paje del Shogun, era tan obstinado
que este último decidió someterlo a prueba. Para hacerlo, hizo calentar a blanco un par
de sandalias y las colocó sobre un brasero. Masamori tenía por costumbre coger las
sandalias colocadas al lado del brasero para ir a recibir a su Señor. Esta vez, en cuanto
tocó las sandalias notó la quemadura en las manos. Pero actuó de la manera
acostumbrada, así que el Shogun se las quitó rápidamente de las manos.

Uno de los Samurai de Matsudaira Sagami No Kami estaba en una pensión en
Kyoto para recoger dinero. Un día que estaba en el portal viendo pasar a la gente, oyó a
un transeúnte gritar: “Se dice que los hombres del Señor Matsudaira están enzarzados en
un combate.” El samurai se dijo: “Es muy lamentable que mis compañeros estén
implicados en un combate. Estos deben de ser los que tenían que ir a relevar a los que
estaban de servicio en Edo.” Se informó sobre el lugar del combate y cuando llegó
jadeante, sus compañeros habían sido heridos ya por sus adversarios, que estaban a
punto de darles el golpe de gracia. Acompañando su ataque de un grito, golpeó a dos
hombres y regresó a Kyoto. Este asunto llegó a oídos del oficial del Shogun que mandó
llamar al Samurai para preguntarle: “Habéis ayudado a vuestros compañeros,
desobedeciendo con ello al edicto del Gobierno. ¿Cómo es eso?” Él contestó: “Vengo de
la provincia y me es difícil entender lo que Su Señoría me dice. ¿Podría volver a
repetirlo?” El oficial enfureció y dijo: “¿Está usted sordo? ¿Habéis estado implicado en
una pelea, derramado sangre y desobedecido el decreto gubernativo, quebrantando las
leyes, sí o no?” El hombre contestó: “Ya había comprendido todo esto. Aunque lo
afirméis, yo no he desobedecido voluntariamente a las leyes y no he tenido intención de
desobedecer al gobierno. La razón de ello es que todo ser viviente concede a la vida
cierto precio y desde luego lo mismo ocurre con los seres humanos. Por mi parte, doy
un gran valor a la vida humana. Pero he oído que mis compañeros estaban en peligro y
hacer ver que uno no se ha enterado de nada no es digno de la Vía del Samurai. Por ello
he corrido para socorrer a mis compañeros. Volver a mi casa, la vergüenza en el
corazón, sabiendo que mis amigos han sido asesinados, habría prolongado desde luego
mi vida, pero era desobedecer a la Vía. Para seguir la Vía, uno debe sacrificar su
preciosa vida. Es debido a esto, a respetar a la Vía y no por despreciar el reglamento,
que decidí ir allí. Os ruego, ahora, que procedáis a mi ejecución.” El oficial quedó
impresionado, archivó el asunto y escribió al Señor Matsudaira: “Tenéis un valiente
Samurai a vuestro servicio. Espero que lo sabréis cuidar como se merece.”

Las Raíces

El árbol genealógico del Señor Soma, sobrenombrado el Chiken Marokoshi, era
el más elaborado del Japón. Un año en el que su hacienda se incendió y estuvo a punto
de ser destruida, el Señor Soma dijo: “Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es
destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar. Lo único que
lamentaré es no haber podido salvar mi árbol genealógico, que es un tesoro de familia
de lo más precioso.” Allí estaba un Samurai y dijo: “Voy a entrar en la casa y traerlo.”
El Señor y los demás se pusieron a reír, diciendo: “La casa es ya pasto de las llamas,
¿cómo lo conseguiréis?” Aquel hombre no había sido jamás muy hablador y no había
sido particularmente diligente pero era alguien que iba hasta el final en todo lo que
hacía. Dijo también: “Hasta ahora no he sido de una gran utilidad a mi amo, porque no
he sido muy cuidadoso, pero he vivido con la idea de que un día mi vida podría ser útil.
Me parece que este momento ha llegado.” Entonces se lanzó a las llamas. Cuando el
incendio fue apagado, el amo ordenó: “¡Que se encuentre su cadáver! ¡Qué gran
pérdida!” Después de haber buscado por todas partes, se descubrió su cuerpo en el
jardín próximo a los apartamentos; cuando se le dio la vuelta, salió sangre de su vientre.
El Samurai se había abierto el vientre y en él había colocado el documento para que
permaneciera intacto. A partir de ese día, se sobrenombró este documento “la
genealogía de la sangre”.

En el Koyogunkan, alguien dijo: “Cuando estoy frente al enemigo, siempre
tengo la impresión de que penetro en las tinieblas y a causa de esto he sido herido
gravemente… sin embargo, vos que habéis combatido con tantos hombres valientes
jamás habéis sido herido. ¿Cómo es posible esto?” El otro contestó: “Cuando me
enfrento con el enemigo, es desde luego como si penetrara en las tinieblas. Pero
enseguida tranquilizo mi mente, todo se vuelve como una noche iluminada por la pálida
Luna. Si ataco en este momento, sé que no seré alcanzado.” Esta es la situación en el
momento de la verdad.

Tácticas Militares

En las Notas sobre las Reglas Marciales, está escrito lo siguiente: “Ganar
primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del
tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con
quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga de diez mil hombres.”
Cuando uno intenta tomar el castillo de un enemigo y es necesario retirarse, hay que
replegarse, no siguiendo la carretera principal sino las carreteras secundarias. Se debe
tender a sus muertos y heridos con el rostro girado hacia el enemigo. Es evidente que el
guerrero tiene que estar en vanguardia durante el ataque y en la retaguardia cuando la
retirada. Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el
buen momento no se debe olvidar el ataque.

Entre los principios secretos de Yaygu Tajima No Kami Munemori, hay un
proverbio: “No existe táctica militar para un hombre de gran fuerza moral.” Instruido
por esto, cierto vasallo del Shogun fue a ver al Maestro Yagyu y le pidió que lo aceptara
como a su discípulo. El Maestro Yagyu dijo: “Me parece que ya sois alumno de una
escuela de Artes Marciales. Decidme el nombre de vuestra escuela antes de iniciar
nuestras relaciones de maestro-discípulo.” El hombre contestó: “Yo no he practicado
jamás un arte marcial.” El Maestro dijo: “¿No habéis jamás aprendido la disciplina de la
escuela Tajima Nokami? Tengo la impresión de que sois uno de los maestros del
Shogun. El hombre juró que no. El Maestro le preguntó entonces: “¿Tenéis algún tipo
de convicción profunda?” El hombre contestó: “De niño tomé conciencia de que el
Bushi es un hombre que no debe arrepentirse de su vida. He enterrado este pensamiento
en mi corazón durante muchos años y ello se ha vuelto una convicción. Por ello, jamás
pienso en la muerte. No tengo ninguna otra concepción fuera de ésta.” El Maestro
Yagyu quedó muy impresionado y dijo: “Mi intuición no me ha engañado. El principio
más profundo de la táctica marcial es el que vos poseéis. Hasta ahora, de cientos de
discípulos que he tenido, ninguno ha alcanzado este principio. No es necesario
prepararos con el “sable de madera” (boken). Voy a iniciaros inmediatamente.”
Enseguida le dio un pergamino. Esta historia ha sido relatada por Muragawa Soden.

Si alcanzáis demasiado rápido la gloria, la gente se volverá vuestro enemigo y
no seréis de ninguna utilidad. Si os eleváis progresivamente en el mundo, las personas
serán aliados vuestros y seréis felices. A la larga, que hayáis sido rápido o lento, en
cuanto hayáis adquirido la comprensión de los otros, nada os amenaza. Se dice que la
suerte que os es dada por otros es la más segura.

Los Cuatro Votos

Algunos son capaces de actuar con sabiduría cuando la ocasión lo requiere.
Otros se ven obligados a permanecer despiertos largas horas, presos de angustia, antes
de descubrir la solución correcta al problema planteado. Pero aunque estas deferencias
innatas sean en cierta medida inevitables, cada uno puede alcanzar dones de sabiduría
insospechada adoptando “los cuatro votos”.

Parece que cualesquiera que sean los dones personales, cualquiera que sea la
dificultad del problema, a una reflexión suficientemente larga y profunda. En tanto uno
funda su razonamiento sobre el “Yo”, puede ser muy prudente y astuto pero no sabio.

Los seres humanos son insensatos y les es difícil abandonar su “Yo”. A pesar de
todo, un individuo enfrentado a una situación complicada tiene grandes posibilidades de
encontrar una solución, si llega a abstraerse momentáneamente del problema,
concentrándose sobre los “cuatro votos” y abandonando su “Yo”.

Decisiones

Poseemos muy poca sabiduría; sin embargo, tenemos una gran tendencia a
referirnos a ella para resolver nuestras dificultades. Debido a que nos preocupamos
esencialmente de nosotros mismos, nos desviamos de la Vía del Cielo y nuestras
acciones se vuelven malas. A los ojos de los demás, somos despreciables, débiles,
limitados y totalmente ineficaces. Cuando nos sentimos incapaces de una competencia
verdadera es preferible apelar a alguien más sabio. No estando personalmente
implicado, tal vez pueda revelarse como un juez preclaro -ya que no tiene un interés
propio-. Estará en medida de aconsejar la elección más juiciosa.

Si observamos a un hombre que toma sus resoluciones de esta manera digna de
notarse, sabemos que está resuelto, autónomo, digno de fe y enraizado en la realidad. Su
sabiduría, alimentada por los consejos de los demás, puede compararse a las raíces de
un gran árbol de follaje espeso y denso.
Existen límites a la sabiduría del ser humano, arbusto débil, sacudido por el
viento.

La Critica a Los Demás

Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto
esencialmente caritativo es la primera obligación del Samurai. Pero hay que esforzarse
en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos
en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo. La mayoría de las
personas se imagina que es por gentileza que dicen a los otros lo que no desean oír y si
alguna vez sus críticas son mal acogidas, piensan que los otros son incurables. Tal
manera de pensar no es razonable. La misma da tan malos resultados como colocar a
alguien en una situación embarazosa o bien si alguien nos insultara. Esto no es muchas
veces más que una mala manera de sacar lo que nos pesa en el corazón.

La crítica sólo debe intervenir después de haber discernido si la persona la
aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de ella, de haber compartido sus
intereses y de haberse comportado de manera tal que nos concede su entera confianza
para que tenga fe en nuestras palabras. Luego interviene el tacto. Hay que sentir el buen
momento y la buena manera de ejercer su crítica – por carta o al regresar de una reunión
particularmente agradable-. Hay que empezar comentando sus propios fallos y luego
llevar a su interlocutor a comprender, sin pronunciar más palabras de las necesarias.

Hay que alabar sus méritos; esforzarse en darle ánimos, en preparar su humor;
volverlo tan receptivo a las observaciones del mismo modo que el hombre sediento lo es
al agua. Es entonces cuando hay que corregir sus errores. La crítica constructiva es
delicada.

Sé por experiencia que las costumbres malas y antiguas, no ceden sin fuerza. Me
parece que la actitud más verdaderamente caritativa consiste, para todos los Samurais al
servicio de un mismo Daimyo, en ser benevolentes y amistosos los unos con lo otros,
corregir mutuamente sus errores para servir luego al Daimyo. Poniendo a alguien
voluntariamente en una situación embarazosa no se hace nada constructivo. ¿Cómo
podría ser de otro modo?

Previsión

El lenguaje militar emplea los términos de “Samurai ilustrado” y de “Samurai
ignorante”. Un Samurai que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles
para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un Samurai que se preocupa por
adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto
capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que
ocurra, un Samurai ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes
de la hora. Un Samurai imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de arrastrase en
una gran confusión y su éxito sólo proviene de una suerte anormal. Sólo un Samurai
negligente no considera todas las eventualidades antes del momento de la acción.

No comparto la opinión de los que preconizan una autoridad estricta y constante.
Como dice el proverbio: “El pez no vive en el agua clara”. Son las algas las que le
permiten desarrollarse plenamente hasta su madurez. Es cuando uno pasa de los detalles
y no cuida de las quejas menores cuando es capaz de procurar la serenidad a los que nos
sirven. La comprensión de este principio es esencial para el que quiera comprender el
carácter y el comportamiento de los demás.

Cuando el Señor Mitsushige sólo era un niño, se le pidió leer un pasaje de un
libro del Monje Kaion; llamó a los otros niños y a los acólitos para decirles: “Os ruego
que os acerquéis y escuchéis. Es muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche”.
El monje quedó impresionado y dijo a los fieles: “Es con este espíritu que hay que hacer
todas las cosas”.

Como Ha de Ser el Samurai

Tengo la impresión de que los jóvenes Samurais de hoy en día se han fijado
objetivos lamentablemente bajos. Tienen la mirada furtiva de los ladrones. La mayoría
sólo busca su interés personal o hacer gala de su inteligencia. Incluso los que parecen
tener el alma serena sólo muestran una fachada. Esta actitud no es conveniente. Un
Samurai sólo lo es verdaderamente en la medida que no tiene otro deseo que morir
rápidamente -y de volverse puro espíritu- ofreciendo su vida a su amo, en la medida
donde su preocupación constante es el bienestar de su Daimyo, al que rinde cuentas
continuamente, sin cesar, de la manera mediante la cual resuelve los problemas para
consolidar las estructuras del dominio. De este modo, Daimyo y servidores deben estar
determinados de la misma manera. Es indispensable que nadie, ni siquiera los dioses y
los Budas, puedan haceros desviar de la meta fijada.

La Pérdida de la Virilidad

He aquí lo que decía uno de mis amigos. Parece que un tal Doctor Kyon afirma
lo siguiente: “En medicina se distingue a los hombres de las mujeres en virtud de los
principios del Yin y del Yang; por consiguiente, los tratamientos médicos son
fundamentalmente diferentes. Además, su pulso es también diferente. Sin embargo, en
el curso de estos últimos cincuenta años, el pulso de los hombres se ha vuelto idéntico al
de las mujeres. Desde que me he fijado en este fenómeno, he considerado bueno tratar
las enfermedades oculares de los hombres por los medios apropiados al pulso de las
mujeres. Cuando intento aplicar a mis pacientes varones los cuidados previstos para
ellos, no obtengo ningún resultado”. En efecto, el mundo está abordando un período de
degeneración; los hombres pierden su virilidad y se parecen cada vez más a las mujeres.
Es una convicción inquebrantable que he adquirido en el curso de mi experiencia
personal y que he decidido no propalar. Desde entonces, no olvidando nunca esta
reflexión, cuando miro a los hombres de hoy en día, me digo: “Mira, mira, he aquí un
pulso femenino”. Ya no encuentro prácticamente nunca lo que se llama un hombre
verdadero. Debido a esto es por lo que es posible hoy en día ser considerado excelente y
acceder a una posición importante con un esfuerzo mínimo. Los hombres se vuelven
cobardes y débiles, la prueba de ello está en que, hoy en día, raros son los que tienen la
experiencia de haber cortado la cabeza de un criminal con las manos atadas a la espalda.
Cuando se les pide ser el asistente del que va a suicidarse ritualmente, la mayoría
considera que es más hábil evadirse e invoca a excusas más o menos válidas.

Hace sólo cuarenta o cincuenta años, se consideraba una herida combate como
una marca de virilidad. Un muslo sin cicatrices era un signo tan destacado de falta de
experiencia que nadie se hubiera atrevido a mostrarlo tal cual, prefiriendo infligirse una
herida voluntaria. Se esperaba de los hombres que tuvieran la sangre ardiente y fueran
impetuosos. Hoy en día la impetuosidad es considerada como una ineptitud. Los
hombres de hoy en día utilizan la impetuosidad de su lengua para rehuir sus
responsabilidades y no hacer nunca ningún esfuerzo. Desearía que los jóvenes
reflexionaran seriamente sobre esta situación actual.

Mushin

El Monje Tannen tenía costumbre de decir: “La gente ha terminado por no
entender nada porque los sacerdotes ya no enseñan más que la doctrina de Mushin. Lo
que se llama Mushin es un espíritu sin mancha y sin complicación. Esto es interesante”.
La Vía del Samurai

El Señor Sanenori decía: “En el seno de un espíritu en donde la perversidad no
encuentra su lugar, está la vía”. Si esto es verdad, la Vía es una. Pero nadie puede
comprender esta evidencia en el primer intento.

La pureza no se consigue sin esfuerzo.

El carácter chino gen puede leerse en japonés maboroshi y significa “ilusión”.
En japonés, los magos indios se llaman Gen shu sushi o “ilusionistas”.

Los seres humanos son marionetas aquí abajo. Es por ello que se utiliza el
carácter gen para sugerir la ilusión del libre arbitrio.

Abominar del mal y conducir su vida con rectitud se vuelve extremadamente
difícil. Ello es bastante sorprendente pero muchos errores tienen por origen la creencia
de que es esencial ser estrictamente lógico y colocar la rectitud por encima de cualquier
otra cosa. Existe una vía más elevada que la rectitud, pero su descubrimiento no es una
cosa fácil e impone una profunda sabiduría. Comparados con esta vía, los principios
lógicos son insignificante, en efecto. Aunque para el que no tenga la experiencia de ella
o no la conozca, existe una manera de descubrir la verdad, incluso si uno no ha sabido
discernirla solo. Esta vía consiste en hablar con otros. Ocurre a menudo que una
persona, aunque imperfecta, puede dar consejos juiciosos a otra, porque ella puede
dominar la situación exterior, del mismo que el que, en el juego de Go, tiene “la ventaja
de ser espectador”. Se dice que es igualmente posible discernir sus faltas por la “mirada
en uno mismo” y por la meditación, pero también en este caso el resultado es
igualmente mejor cuando uno habla con otros. La razón de esto es que se puede superar
su propia facultad de discernimiento si uno aprende a escuchar con provecho a los
demás y leer libros.

Uno siempre se enriquece de la sabiduría de los Antiguos.

Entrenamiento

Me dijeron que un maestro de sable ya anciano había dicho esto: “El Samurai
debe entrenarse toda su vida”, y para ello hay una razón. Al principio, incluso en caso
de práctica regular, uno no tiene la sensación de progresar. Uno se sabe poco hábil y ve
a los demás a su propia imagen. En este estadio es inútil precisar que no se es de
ninguna utilidad al servicio del Daimyo. Cuando se alcanza un estadio mediano, uno no
es todavía de gran utilidad pero toma conciencia de sus deficiencias y empieza a notar
las imperfecciones de los otros.

Cuando un Samurai alcanza un nivel superior, es capaz de tomar, por propia
iniciativa, decisiones en cualquier situación, de tal manera que ya no necesita los
consejos de los otros. Un Samurai es, podemos decirlo, útil al Daimyo. Luego, por
encima de este nivel, están aquellos cuyo rostro jamás revela lo que piensan, los que no
hacen jamás gala de su habilidad, que fingen ignorancia e incompetencia. Y lo que es
más: respetan la habilidad de los otros. Para muchos, ésta es la ambición más alta. Pero
a un nivel todavía más elevado existe un dominio que supera la habilidad del común de
los mortales. El que se compromete a fondo en la Vía de este campo, toma conciencia
de que su entrenamiento será ilimitado y que no podrá estar jamás satisfecho de su
trabajo. Por esto un Samurai debe conocer sus debilidades y pasar su vida
corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe,
naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior.

Yagyu, el maestro de la Vía del Sable, que enseñaba al Shogun Tokugawa,
decía: “Yo no sé cómo superar a los otros. Todo lo que sé es cómo superarme a mí
mismo”. El se decía: “Hoy, yo soy mejor que ayer, mañana todavía seré superior”. Un
verdadero Samurai consagra todo su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo. Es por
ello que el entrenamiento es un proceso sin fin.

Entre las proclamaciones públicas que ha hecho el Señor Naoshige, se encuentra
la siguiente: “Las decisiones importantes deben ser tomadas con calma”. Ittei Ishida
(sabio confucionista de Han Sagan y maestro Jocho Yamamoto) explica: “Los asuntos
menores deben ser estudiados con seriedad. Hay pocos problemas realmente
importantes, solamente se presentan más de dos o tres en toda una existencia. Una
reflexión cotidiana os convencerá. Es por ello que es indispensable prever lo que
conviene hacer en caso de crisis. Cuando ésta se manifieste, habrá que acordarse de la
solución, para resolverla en consecuencia. Sin una preparación cotidiana, cuando
sobrevenga una crisis delicada, se será incapaz de tomar una decisión rápida, lo que
conlleva el riesgo de consecuencias desastrosas”. ¿No es entonces posible decir que para
poder tomar con calma decisiones importantes, hay que prepararse cada día con
resolución?

En el curso de una reunión cuya meta era examinar la oportunidad de conceder
una promoción a cierta persona, se tuvo noticia de que la misma, anteriormente, era
muy aficionada a la bebida. Por lo tanto, los participantes estaban muy propensos a
negarle su adelanto. Sin embargo, uno de ello intervino: “No animar a un hombre
porque ha cometido un solo error, es impedir que mejore. Si un hombre, que ha
flaqueado una vez, muestra, por una conducta irreprochable y conforme a las reglas, que
lamenta sinceramente su error, es eminentemente útil a su Señor. Siendo así, animadlo”.
Entonces, uno de los presentes dijo: ¿Asumís la responsabilidad de tal decisión?”
Después de que él hubo dado tal seguridad, la asistencia le rogó que diera sus razones.
Dio esta respuesta: “Lo avalo porque sé que se ha equivocado una vez. No se puede
conceder confianza al que no ha cometido jamás errores”. Fue de este modo que el
interesado consiguió su promoción.

Un día, un hombre cayó en desgracia porque había descuidado reparar el insulto
que le había sido hecho. La única manera de vengarse era lanzarse sobre el campamento
enemigo y combatir hasta la muerte. Un Samurai que se lanza desesperadamente al
combate no puede caer en desgracia. Es porque uno espera la victoria que la misma se
nos escapa. El tiempo corre cuando uno espera que el enemigo no sea tan numeroso
para no estar uno en desventaja. A fuerza de esperar, incluso puede ser que uno olvide la
injuria y que abandone la venganza. Pero cuando los enemigos son numerosos, si uno se
agarra al terreno con la determinación de diezmarlos a todos, la pelea se resolverá
deprisa. El curso de la acción transcurrirá probablemente de buena manera. Incluso
cuando los cuarenta y siete Ronins del clan Asano, que acabaron por atacar a Kira una
noche para vengar la muerte de su Amo, ya habían fallado en su salida. Deberían
haberse suicidado ritual e inmediatamente Sengakuji. Se tomaron tiempo para vengar la
muerte de su Señor. Kira habría podido caer mortalmente enfermo antes de que
hubieran ejecutado su plan. En este caso, habrían perdido irremediablemente la ocasión.
Por regla general, yo no critico el comportamiento de los otros, pero puesto que
nosotros estudiamos la vía del Samurai, debo añadir esto: si no se consideran con
cuidado y por adelanto todas las eventualidades, cuando ocurre el suceso no se está en
medida de contestar adecuadamente y uno es deshonrado.

Escuchar estos consejos e intentar comprender la esencia de las cosas, constituye
una preparación para tomar decisiones antes de que sobrevenga la crisis.

La vía del Samurai exige, entre otras cosas, que se esté siempre dispuesto a
someter a prueba la firmeza de su resolución. Noche y día, el Samurai debe seccionar
sus pensamientos prepara una línea de acción. Según las circunstancias, puede ganar o
perder. Pero evitar el deshonor es un hecho distinto de l victoria o de la derrota; para
evitar el deshonor tal vez le será necesario morir. Pero si, desde el principio, las cosas
no se desarrollan como había previsto, debería intentarlo de nuevo. Para ello, ninguna
sabiduría ni habilidad particular son precisas. El Samurai valiente no piensa en términos
de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza
su destino.

No es bueno tener fuertes convicciones personales. Si, al perseverara y
concentrarse, un Samurai adquiere opiniones muy marcadas, podrá estar tentado a
pensar con precipitación que ya ha alcanzado un buen nivel de realización. Esto debe
ser desaconsejado formalmente. Un Samurai debe, por asiduidad, llegar primeramente a
la maestría absoluta de los principios básicos y luego continuar su entrenamiento de tal
manera que sus técnicas lleguen a la madurez. Un Samurai no debe jamás relajar su
esfuerzo sino que debe perseverar toda su vida en el entrenamiento. Pensar que uno
puede relajar la disciplina del entrenamiento porque simplemente ha hecho algún
descubrimiento personal, es el colmo de la locura. Un Samurai debe estar
constantemente animado por el pensamiento siguiente: “En tal o cual punto todavía
disto mucho de la perfección” y consagrar toda su vida más y más al perfeccionamiento,
buscando asiduamente la vía verdadera. Es por una práctica así que se puede encontrar
la Vía.

No hace aún cincuenta o sesenta años que los Samurais hacían sus abluciones
cada mañana, se afeitaban la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas
de las manos y de los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba
Kogane. No mostraban jamás señal alguna de pereza en este asunto y se cuidaban con
atención. Después el Samurai verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar
que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para cuidar su brillo.
Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer una manifestación de fatuidad pero
esta costumbre no provenía de una inclinación para la elegancia o lo romancesco. Uno
puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo
descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas
costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón
por la cual los viejos y jóvenes Samurais han aportado siempre un gran cuidado en su
presentación. Un escrúpulo tal puede parecer una pérdida de tiempo y una ocupación
muy fútil, pero forma parte de la vida del Samurai. En realidad, ello precisa menos
esfuerzo y tiempo de lo que parece. Si quiere estar dispuesto a morir, un Samurai debe
considerarse ya muerto; si es diligente en su servicio y se perfecciona en las artes
militares, no se cubrirá jamás de vergüenza. Pero si se dedica a hacer egoístamente lo
que le plazca, en caso de crisis de deshonrará. Incluso, no será jamás consciente de su
deshonra. Si nada le importa, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz,
se descuidará de una manera completamente lamentable.

Es seguro que un Samurai que no está preparado para morir, morirá de una
muerte poco honorable. En cambio, si consagra su vida a preparar su muerte, ¿cómo
podría tener un comportamiento despreciable? Uno debería reflexionar seriamente al
respecto y armonizar su conducta en consecuencia.

Los tiempos han cambiado mucho en el transcurso de estos últimos treinta años.
En nuestros días, cuando los jóvenes Samurais se reúnen, hablan de dinero, de
provecho, de pérdidas, de la manera de administrar su casa, de los criterios para juzgar
el valor de la vestimenta, e intercambian opiniones profanas. Si otro tema es evocado, el
ambiente se estropea y cada uno se siente vagamente a disgusto. ¡Qué estado tan
lamentable éste al que hemos llegado! Antaño, hasta la edad de veinte o treinta años, un
hombre joven no tenía ningún pensamiento para las cosas materiales o indelicadas, por
lo tanto no hablaba de ellas jamás. Si, por accidente, en su presencia, los hombres de
edad madura dejaban escapar de sus labios alguna reflexión fuera de lugar, se sentía tan
afectado como si hubiera recibido una herida física. La tendencia nueva ha penetrado
aparentemente mediante lo que los tiempos modernos aprecian al máximo: el lujo y la
ostentación. Sólo el dinero tiene importancia. Es manifiesto que si los hombres jóvenes
no tuvieran estos gustos de lujo, incompatibles con su situación, esta actitud errónea
desaparecería. Por otra parte, alabar como ricos en recursos a jóvenes ahorrativos y
parcos, es completamente despreciable. La frugalidad equivale a la ausencia del sentido
del giri u obligaciones sociales y personales. ¿Necesito añadir que un Samurai que se
olvida de sus obligaciones hacia los demás es despreciable, cobarde e indigno?

Caligrafía

Cuando me dirigí a Yasaburo para tomar ejemplo de su arte caligráfico, me dijo:
“Se debería escribir en caracteres suficientemente grandes como para que uno solo
cubriera toda la hoja, con suficiente vigor como para rasgarla. La habilidad en la
caligrafía depende del espíritu y de la energía con la que se ejecuta. El Samurai debe
obrar sin dudar, sin confesar el más mínimo cansancio ni el más mínimo desánimo hasta
concluir su tarea. Eso es todo”. Y continuó escribiendo.

Según el sabio confucionista Ittei Ishida, todo calígrafo, incluso mediocre, puede
aprender a escribir de una manera correcta si sigue cuidadosamente las líneas de un
cuaderno. Se puede decir la misma cosa al servicio de un Samurai. Si toma por modelo
un buen Samurai, el éxito es posible. Desgraciadamente, en el momento presente no hay
ningún Samurai que merezca realmente ser imitado, así que uno debe crearse
idealmente un modelo que imitar. El modo de crear tal modelo es imaginar cuál de los
que están en torno a nosotros sabe cómo conformarse al protocolo, a la rectitud y a las
conveniencias; cuál demuestra la mayor valentía; cuál es el más elocuente; cuál es aquél
cuyo comportamiento es el más irreprochable; cuál es el más íntegro; cuál tiene el
mayor espíritu de decisión en caso de crisis. A partir de todos estos elementos, es
necesario imaginar un ser reuniendo todas estas cualidades. La síntesis constituirá un
excelente modelo, digno de ser imitado. Es cierto que en todo arte es muy difícil
aprender los puntos fuertes del maestro, pero en cambio, sus puntos débiles son
imitados fácilmente. Estos no son, desde luego, de ninguna utilidad para sus discípulos.
Por ejemplo, algunos conocen perfectamente la etiqueta pero no son íntegros. Cuando
uno intenta tomar por modelo este tipo de persona, siempre tiene tendencia a descuidar
la etiqueta y a no imitar más que la ausencia de integridad. Cuando uno aprende a
apreciar los puntos fuertes de lso demás, cada persona puede volverse un maestro o en
público. Si es negligente cuando está en período de descanso, el público sólo lo
percibirá bajo este aspecto.

Imponer

Retirarse silenciosamente cuando el amo habla de uno, en buenos o malos
términos, indica perplejidad. Se debe poder dar una respuesta apropiada y estar decidido
previamente. Cuando se os encargue una cierta función, la alegría o el orgullo que
vosotros sentiréis se reflejará en vuestro rostro y eso es algo inconveniente. Algunos,
conscientes de sus fallos, piensan: “Soy torpe pero debo cumplir cueste lo que cueste mi
misión. ¿Cómo la voy a llevar a cabo? Esto puede ocasionarme muchos motivos de
ansiedad”. Aunque estas palabras no se pronuncien jamás, se reflejarán claramente en
vuestro rostro. Esto es una prueba de modestia. Es por inconstancia y ligereza que nos
apartamos de la Vía y que nos comportamos como novicios. Entonces somos fuente de
molestias. El año pasado, en el curso de una reunión, un hombre expuso su punto de
vista y afirmó que estaba dispuesto a matar al animador de la reunión si su opinión no
era adoptada. Su moción fue aceptada. Cuando todos los procedimientos fueron
terminados, dijo: “Han dado su consentimiento demasiado rápidamente. Pienso que son
débiles y no son dignos de ser los consejeros de su amo”.

Cuando una reunión oficial es extremadamente seria y alguien introduce, con
ligereza, temas diferentes los participantes expresan su despecho y se enfadan. Esto no
está bien. En tales momentos la etiqueta de Samurai consiste en permanecer calmado y
tratar a la persona con benevolencia. Maltratar a alguien es una conducta digna de un
lacayo.

Hay momento en donde uno tiene realmente necesidad de los demás. Si esto se
repite a menudo, éstos acaban por encontrarlo inoportuno y desplazado. Para ciertas
cosas, más vale no tener que tener que contar con los demás.

El Dragón

Había un hombre en China al que gustaban mucho las imágenes representando a
dragones. Todos sus muebles y vestidos estaban decorados con este emblema. El dios
de los dragones se dio cuente de este amor profundo, así que un día, un verdadero
dragón se presentó en su ventana. Se dice que el hombre se murió del susto… Era
seguramente un charlatán que se hubiera revelado como tal en el momento de la acción.

Concentración

En cierta ocasión vivía un maestro del arte de la lanza. En el momento de su
muerte llamó a su mejor discípulo y le declaró: “Te he transmitido todas las técnicas
secretas de nuestra escuela. Si piensas aceptar ahora a un discípulo, debes practicar
enseguida con diligencia, y cada día, con el sable de madera. La superioridad no es una
cuestión de técnicas secretas”. Del mismo modo, en la enseñanza de un maestro de
Renga, se dice que la víspera del concurso de poesía debe calmar su espíritu y consultar
una antología de poesías. Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa. Todos los
oficios deben ser ejercidos con concentración.

Animar a un Amigo

Cuando se visita a un Samurai golpeado por la desgracia, lo que se le dice para
animarlo es siempre de una extremada importancia. Él es, en efecto, capaz de discernir a
través de nuestras palabras los móviles verdaderos que animan a su interlocutor. Para
animar a un amigo en dificultades el secreto a revelarse es el siguiente: un verdadero
Samurai no debe pavonearse ni perder confianza. Debe ir siempre hacia delante, sino no
avanzará y será totalmente inútil

Las Palabras

Se dice que no hay que dudar jamás en corregirse cuando uno a cometido un
error. La falta desaparece rápidamente si uno se corrige sin demora. Cuando se intenta
remediar un error, ello se vuelve desplazado y doloroso. Cuando se dice algo que no se
debería haber dicho, si uno se autocritica rápida y claramente, aquello se olvida pronto y
ya no hay necesidad de preocuparse. Pero si alguien os censura, hay que saber contestar:
“Os he dado las razones de mis propósitos inconsiderados, yo no veo nada más que
hacer si no las aceptáis. Puesto que he dicho esto sin querer, deberá pasar como si nadie
lo hubiera oído. Nadie puede sustraerse a una reprimenda.”.

Morooka Hikoemon fue requerido un día para confirmar la verdad de sus
palabras respecto a un asunto. Pero él contestó: “La palabra de un Samurai es más firme
que el metal. Dado que estoy impregnado de este principio, ¿qué más pueden aportar los
dioses y los Budas?” El juramento fue anulado. Esta historia ocurrió cuando él tenía
veintiséis años

La Actitud Durante la Tormenta

Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido
por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien
colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos
modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar
mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se
puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones.

Ganar Desde el Principio

Cuando ya era anciano, Tetsuzan hizo un día la reflexión siguiente: “Tenía
tendencia a pensar que el combate a manos desnudas difería del Sumo, debido a que no
tenía importancia ser tirado al suelo al principio, ya que lo esencial era ganar al final del
combate. Recientemente he cambiado de punto de vista. Se me ha ocurrido que si un
juez tomaba la decisión de parar el combate en el momento en que uno se encuentra en
el suelo, os declararía vencido. Hay que ganar desde el principio para salir victorioso
siempre.”

La Amistad Se Mide en la Adversidad

Se ha dicho: “Si queréis sondear el corazón de un amigo, caed enfermo.” Una
persona a la que consideráis amiga cuando todo te va bien, y que os da la espalda como
un extraño en caso de enfermedad o de infortunio, no es más que un cobarde. Es mucho
más correcto cundo un amigo debe enfrentarse con el infortunio, estar cerca de él,
visitarlo y socorrerlo. Un Samurai no debe jamás, mientras viva, permitirse distanciarse
de aquellos de los que es deudor espiritualmente. He aquí por lo tanto un medio para
medir los verdaderos sentimientos de un hombre. La mayor parte del tiempo nosotros
nos dirigimos a los demás para pedirles ayuda y luego los olvidamos en cuanto la crisis
ha pasado.

Alguien hizo un día el comentario siguiente: “Se piensa generalmente que nada
es más difícil que ser ronin; que cuando este destino golpea a un hombre, se pierde
confianza en él y se le abandona. En verdad, ser ronin es algo muy diferente de lo que
yo me había imaginado y es un estado menos desagradable de lo que parece. Me
gustaría, en verdad, volver a ser un ronin cierto.” Coincido con esta opinión. La misma
actitud puede prevalecer en lo que concierne a la muerte. Si un Samurai se acostumbra,
día a día, a la idea de la muerte, será capaz de morir con toda tranquilidad cuando llegue
el momento. Como todos los desastres son difícilmente tan terribles como uno se los
había imaginado, es totalmente ridículo lamentarse por adelantado y sin cesar. Más vale
prepararse desde el principio a la idea de que el destino final del Samurai dedicado al
servicio de un Señor es hacerse sepukku o terminar ronin.

Éxito y Fracaso

La bondad o la maldad del carácter de un individuo no se reflejan en el éxito
momentáneo o en el fracaso, aquí abajo. El éxito o el fracaso no son, a fin de cuentas,
más que manifestaciones de la Naturaleza. El bien y el mal son, sin embargo,
naturalezas humanas. No obstante, es cómodo, por razones didácticas, expresarse como
si el éxito o el fracaso en el mundo fueran el resultado directo de un buen o mal
carácter.

Quien Calcula es un Cobarde

Un hombre que no para de calcular es un cobarde. Digo esto porque las
suposiciones siempre tienen una relación con las ideas de provecho y de pérdida; el
individuo que las hace está siempre preocupado por las nociones de ganancia o pérdida.
Morir es una pérdida, vivir una ganancia y es así que se decide a menudo no morir. Esto
es cobardía. Del mismo modo, un hombre que ha recibido una buena educación puede
camuflar, con su inteligencia y su elocuencia, su pusilanimidad o su estupidez, que son
su verdadera naturaleza. Mucha gente no se da cuenta

La Vía del Samurai

El Señor Naoshige tenía por costumbre decir: “La vía del Samurai es la pasión
de la muerte. Incluso diez hombres son incapaces de desviar a un hombre animado de
tal convicción.” No se pueden llevar a cabo grandes hazañas cuando se está en una
disposición anímica normal. Hay que volverse fanático y desarrollar la pasión de la
muerte. Si uno cuenta sobre el tiempo para acrecentar su poder de discernimiento, corre
el riesgo de que sea demasiado tarde para ponerlo en práctica. La lealtad y la piedad
filial son algo suplementario en la Vía del Samurai; Lo que uno necesita es la pasión por
la muerte. Todo el resto vendrá por añadidura de esta pasión.

El famoso Samurai KiranoSuke Shida ha dicho: “Si sois totalmente desconocido,
entre morir o vivir, más vale escoger vivir”. Shida era un Samurai fuera de lo corriente.
Los jóvenes han interpretado frecuentemente mal lo que ha dicho, pensando
equivocadamente que se hacía el abogado de una conducta deshonrosa. En un post-
scriptum, escribió: “Si uno duda entre comer y no comer, más vale abstenerse. Cuando
uno no puede decidirse entre vivir o morir, entonces más vale morir.”

Hay una manera de educar a los hijos de Samurais. En su infancia se ha de
favorecer su bravura y evitar darles miedo frívolamente o burlarse de ellos. Si una
persona se ve afectada por la cobardía cuando niño, queda una cicatriz para toda la vida.
Es un error de los padres que, sin reflexionar, hagan temer a los niños los relámpagos,
los sitios oscuros, o contarles cosas terroríficas para provocar sus lloros. Más aún, si un
niño es reñido severamente se volverá tímido. No debe tolerarse que se formen malos
hábitos. Después que se ha formado un mal hábito, aunque se reprenda al niño, ya no
mejorará. Para cosas tales como el hablar correctamente o tener un buen
comportamiento hay que volver gradualmente al niño consciente de ello. No dejéis que
el niño conozca la avaricia. Otra cosa más, si tiene una naturaleza normal, se
desarrollará siguiendo el camino que se le marque. Otro punto más a tener en cuenta es
que si los padres tienen una mala relación, el niño no tendrá sentimientos filiales. Esto
es natural. Incluso los pájaros y las bestias se sienten afectados por lo que ven en el
momento de nacer. Por lo tanto, las relaciones entre padre e hijo se pueden deteriorar
debido a la inconsciencia de la madre. Una madre quiere a su hijo por encima de todas
las cosas y será imparcial con él cuando es corregido por el padre. Si se vuelve una
aliada del niño, tal cosa sembrará la discordia entre el padre y el hijo. Debido a la
estrechez de su mente, una mujer ve a su hijo como el sostén de su vejez.

La Distracción

Seréis confundidos por la gente cuando vuestra resolución sea débil. Más aún, si
en una reunión estáis distraído cuando otra persona esté hablando, por vuestro descuido
podéis pensar que coincidís con su opinión y le vais a seguir diciendo: “De acuerdo, de
acuerdo”, incluso cuando esté diciendo algo contrario a vuestros propios sentimientos, y
los demás pensarán que estáis de acuerdo con ellos. Por esto, nunca debéis distraeros ni
un instante cuando tengáis una reunión con otras personas. Cuando estéis escuchando
una historia o estén hablando con vosotros, deberéis ser cuidadosos para evitar veros
confundidos; y si hay algo con lo que no estéis de acuerdo, exponed vuestra opinión,
mostradle su error a vuestro oponente, esforzaos en resolver la situación. Incluso en
asuntos poco importantes los malentendidos provienen de cosas pequeñas. Uno debe ser
cauteloso en este aspecto. Más aún, es mejor no colaborar con gente de la que ya habéis
tenido dudas anteriormente. No importa lo que hagáis, será gente que siempre os
confundirá o absorberá. Para estar seguro en este tipo de asuntos debéis tener mucha
experiencia.

La Desgracia

No es suficiente evitar simplemente sentirse desanimado cuando llega una
prueba. Cuando llega una desgracia, el Samurai debe alegrarse y coger la suerte que le
es ofrecida por poder emplear así su energía y su valentía. Tal actitud difiere
radicalmente de la simple resignación. Cuando la marea sube, el barco flota…

Cuando se ha oído hablar de las hazañas de un Maestro, pensar que cualquier
cosa que uno haga no podrá jamás igualarlo, es señal de un alma mezquina. Se debe
pensar, al contrario, que “si el Maestro es un hombre como yo, ¿por qué yo he de ser
inferior?” En cuanto un Samurai se decide contestar a este desafío contra sí mismo, ya
está en camino de la mejoría. Ittei Ishida ha dicho: “Un hombre reconocido como sabio
por los otros, sólo adquiere esta reputación porque ha comenzado a profundizar sus
conocimientos desde su más tierna edad. Nunca es el resultado de un aprendizaje tardío,
incluso si éste es difícil.” En otras palabras, en cuanto un ser toma la resolución de
llegar a la perfección, puede esperar un día experimentar la iluminación. Un Samurai
debe prestar atención a sus hechos y gestos para evitar cometer errores de conducta, no
importa lo pequeños que aquellos sean. Ocurre que, por descuido, un Samurai no
controla su mente y llega a pensar reflexiones de este tipo: “Decididamente, soy un
cobarde” o “Si esto ocurre, corramos para preservar nuestras vidas” o “Cuán terrorífico
es esto”, “¡Ay!”, Etcétera. Tales exclamaciones no deben ser jamás proferidas por un
Samurai aunque sea para mofarse o reírse, ni por descuido, ni siquiera soñando, ni en
ninguna otra situación. Un ser perspicaz adivinaría rápidamente la naturaleza verdadera
de la persona que hubiera pronunciado tales palabras. Uno debe estar siempre en
guardia. Se ha dicho que un hombre que acaba de ser decapitado todavía puede hacer
algunos gestos. Esta historia ha sido transmitida por Nitta Yoshisada y Ono Moken.
¿Cómo un hombre puede ser inferior a otro hombre? Mitani Joyku decía: “Incluso
cuando un hombre enferma mortalmente, puede sobrevivir dos o tres días más.”

Las malas relaciones existentes entre los actuales gobernantes y los procedentes,
entre el padre y el hijo, entre el hermano mayor y el pequeño están motivadas por
razones egoístas. La prueba es que no hay tales relaciones entre maestro y servidor.

Las Decisiones

Un viejo proverbio dice: “Decidios en el espacio de siete soplos.” El Señor
Takanobu Ryuzoti hizo un día este comentario: “Si un hombre tarde demasiado en
tomar una decisión, se duerme.” El Señor Naoshige dice también: “Si uno se lanza sin
vigor, siete de cada diez acciones no llegan a término. Es verdaderamente difícil tomar
decisiones en estado de agitación. Por consiguiente, si sin ocuparse de las consecuencias
menores, uno se enfrenta a los problemas con la mente afilada como una navaja,
siempre se encuentra la solución en menos tiempo del preciso para hacer siete
soplos.”Hay que considerar los problemas con calma y determinación.

El Orgullo

El que tiene pocos conocimientos se vuelve rápidamente pretencioso y se deleita
en la idea de ser considerado como un hombre competente. Los que se enorgullecen de
sus talentos y se estiman superiores a sus contemporáneos serán inevitablemente
castigados por alguna manifestación del Cielo. Un hombre que no sepa hacerse apreciar
de los otros no será de utilidad a nadie a pesar de su alta competencia. El que trabaja
arduamente y sabe permanecer modesto; el que se alegra de la posición subordinada que
ocupa al mismo tiempo que respeta a sus iguales, será altamente estimado.

Levantaos a la Octava

Es el colmo de la locura para un Samurai perder el control de sí mismo si por
desgracia queda reducido al estado de ronin o se encuentra enfrentado a algún revés de
fortuna del mismo tipo. En el tiempo del Señor Katsushige, los Samurais tenían una
divisa favorita: “Si no habéis sido ronin siete veces, no podréis reivindicar
efectivamente el título verdadero de Samurai. Tropezad y caed siete veces, pero
levantaos a la octava.” Manifiestamente, Hyogo Naritomi había sido, según se dice,
siete veces ronin. Un Samurai al servicio de un daimio debe ser como un tentetieso que
se levanta cada vez que uno lo inclina. En verdad, sería una excelente idea para el
Daimyo devolver a sus discípulos la libertad para someter a prueba su fuerza espiritual.
El Trato a los Subordinados

En un poema a la gloria de Yoshitune, se dice: “Un general debe dirigirse
frecuentemente a sus soldados.” Las personas que sirven a un amo estarán tanto más
dispuestas a consagrar su vida a su servicio cuando su amo le alabe en circunstancias
excepcionales, así como en la vida corriente, del tipo: “Me habéis servido muy bien.”
“Debéis ser muy cuidadoso con esto o lo otro.” “Ahora tengo un servidor de primera
clase.” Estos comentarios atentos son de una gran importancia.

Auto-perfección

Si deseáis perfeccionaros, la mejor manera de hacer es solicitar la opinión de los
otros y buscar sus críticas. La mayor parte de las personas intentan perfeccionarse
fiándose en su sola facultad de apreciación. El único resultado que consiguen es que no
hacen progresos significativos… Los hombres que buscan las críticas de los demás son
ya superiores a ellos. La primera palabra pronunciada por un Samurai, en cualquier
circunstancia, es extremadamente importante. Revela por esta palabra todo su valor. En
tiempos de paz, el lenguaje firma el valor. Pero, del mismo modo, en tiempos de
disturbios y destrucción, la gran bravura puede revelarse por una única palabra. Se
puede decir entonces que esta palabra única es la flor del alma.

Un Samurai debe siempre evitar quejarse, incluso en la vida corriente. Debe
estar en guardia para no dejar escapar jamás una palabra que demuestre su debilidad.
Una indicación anodina hecha por inadvertencia indica frecuentemente el valor del que
la ha hecho.
Un hombre cuya reputación está basada sobre su habilidad para una técnica
precisa es insignificante. Concentrando toda su energía en un solo objeto, se ha vuelto
desde luego excelente pero se ha abstenido de interesarse en otras cosas. Un hombre así
no es de ninguna utilidad

Los Consejos

Son numerosas las personas que dan consejos, pero escasas son las que los
reciben con reconocimiento, y todavía más raros los que los siguen. Después de los 30
años, el hombre se vuelve, por lo general, impermeable a los consejos. Cuando los
consejos ya no le alcanzan se vuelve rápidamente fatuo y egoísta. Añade, para el resto
de sus días la impudencia a la estupidez, lo que irremediablemente causará su pérdida.
Es por ello que es indispensable descubrir a alguien capaz de discernir, ligándose
fuertemente a él para recibir su enseñanza.

Un Samurai que no concede ningún interés a la riqueza y al honor, acaba
habitualmente por volverse insignificante y envidioso. Este hombre es a la vez vano e
inútil, acaba por revelarse inferior a aquel mismo cuyos únicos móviles son la ambición,
el dinero y la fama. No es de ninguna utilidad inmediata.

Hasta la edad de cuarenta años un Samurai debe vigilar de no dejarse seducir por
la sabiduría y el sentido del juicio. Debe depender únicamente de sus capacidades y de
su fuerza de carácter. Cuanto mayor sea esta última, mejor será el samurai. Aun
habiendo superado los 40 años, pero esto depende del individuo y de su posición social,
un Samurai no es nada si no tiene fuerza de carácter.

Determinación

Cualquiera que sea la meta, nada es imposible de hacer cuando uno está
determinado. Se puede entonces remover cielo y tierra según convenga. Pero cuando el
hombre no tenga “el corazón en el vientre”, no se puede persuadir de ello. Remover
cielo y tierra sin esfuerzos es una simple cuestión de concentración.

Es bueno desarrollar su potencia hasta la edad de cuarenta años. En cambio es
aconsejable “calmarse” a partir de los cincuenta. Cuando alguien os da su opinión, hay
que saber aceptar con gratitud incluso si no es de ningún interés. Solo con esta
condición os comunicará lo que ha oído decir de vosotros. Es bueno dar y recibir avisos
de una manera amistosa.

Si en el campo de batalla no dejáis a nadie al cuidado de conducir el asalto y sois
vosotros quienes tenéis la firme intención de penetrar en las filas enemigas, no caeréis,
vuestro espíritu será bravo y manifestaréis vuestro valor marcial. Este consejo es una
herencia de los antiguos. Por otro lado, si debéis ser derribado en el curso de un
combate, estad decidido a serlo frente al enemigo.

El Fundamento de las Cosas

Conozco un sacerdote que pretende resolverlo todo gracias a su extraordinaria
inteligencia. No hay ningún otro en todo Japón que le sea comparable. Esto no es muy
sorprendente ya que simplemente nadie percibe el fundamento de las cosas.

Senilidad

La vejez llega cuando uno se limita a hacer las cosas a las que se es proclive.
Mientras el vigor persiste, uno puede ir en contra de esta inclinación; cuando él se
debilita, las verdaderas tendencias aparecen y nos perturban. Existen diferentes
manifestaciones de este estado pero, alcanzados los sesenta años, nadie escapa a ello.
Pensar que uno no será jamás senil, es serlo ya. Así uno puede considerar la
argumentación del maestro Ittei como la de una persona senil, cuando quiso probar que
él era el único que podía ayudar a la Casa Nabeshima. Fue a hablar con los poderosos de
diferentes familias, pero mostraba ya señales de senilidad. Todo el mundo pensó en su
momento que era un acto razonable; y si reflexiono mejor me doy cuenta que era un
acto de debilidad. Por mi parte, gracias a este ejemplo y debido a la sensación que tengo
de retornar a la infancia, he rehusado la invitación a la ceremonia del templo por el
aniversario de la muerte el Señor Mitsushige y he decidido permanece cada vez más
recluido en mi casa. Uno debe tener la clarividencia de lo que os va a ocurrir.

Errores

Según una historia de Ryutaji, había un experto en el I-Ching en la región de
Kamigata. Habría dicho que, incluso tratándose de un sacerdote, es inútil dar una
posición a un hombre antes de los cuarenta años, por la buena razón de que hasta
entonces comete numerosos errores. Confucio no fue el único que tuvo el espíritu
sereno después de los cuarenta años. Hasta esa edad, tanto el sabio como el insensato
han acumulado numerosas experiencias formadoras y luego cesan de estar indecisos
frente a la existencia.

En lo que concierne al valor marcial, es más meritorio morir por su amo que
matar a un enemigo. Es en este sentido que se puede comprender la devoción de Sato
Tsugunobu.

Cuando yo era joven, tenía un “diario de lamentaciones” en el cual mencionaba
día tras día mis errores. Pero no pasaba un solo día sin que yo tuviera que abrirlo veinte
o treinta veces. Es así como acabé realizando que siempre sería así y decidí
abandonarlo. Hoy en día, cuando medito, antes de irme a dormir, sobre la jornada
transcurrida, no hay un día en el cual yo no haya cometido algún fallo de palabra o de
acción. Vivir sin cometer errores es casi imposible, pero “los intelectuales” distan
mucho de admitirlo.

Cuando se lee un texto en voz alta, hay que hacerlo con el vientre. Cuando se lee
con la boca y la garganta, uno se cansa deprisa. Esto es una enseñanza de Nakamo
Shikibu.

Lo que se llama generosidad es realmente compasión. En el “Shin?ei” está
escrito: “Mirando con el ojo de la compasión, no hay nadie que no merezca ser amado.
El que ha pecado debe despertar todavía más nuestra piedad”. No hay límite para la
anchura y profundidad de nuestro corazón. Hay espacio para todo. Por esto todavía
adoramos a los sabios de los tres antiguos reinos (India, China y Japón) debido a que su
compasión todavía nos alcanza a nosotros actualmente. Cualquier cosa que hagáis,
tenéis que hacerlo para el bien de vuestro amo, vuestros parientes, la gente en general y
la posteridad. Esto es la gran compasión. El amor y la sabiduría que vienen de esto son
el real amor y la real sabiduría. Cuando uno castiga o lucha con el corazón compasivo,
todo lo que haga será sin límites en la fuerza y la corrección. Hacer una cosa sólo en el
propio beneficio es superficial y se vuelve negativo. Yo comprendí hace tiempo los
temas de la sabiduría y la bravura. Ahora estoy justamente empezando a entender el
tema de la compasión. El Señor Ieyasu decía: “El fundamento para gobernar un país en
paz es la compasión; cuando uno considera al pueblo como a su propio hijo, el pueblo lo
considera como su propio padre.” Además ¿no ha de pensarse que los nombres del
“padre del grupo” y “niño del grupo” (es decir jefe del grupo y miembro) provienen de
lso armoniosos corazones de una relación padre-hijo? Es de esta manera que ha de
comprenderse que la frase del Señor Naoshige: “Un buscador de