Comiéndose el Menú

Comiéndose el Menú
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido por Yao Feng

“He estado practicando Zen por casi veinte años”, dijo él confidentemente, “y todavía me enojo con las personas tan fácilmente como lo hacia antes de comenzar mi práctica. La única diferencia es que ya no expreso mi enojo. Lo aguanto. Las personas piensan que mi Zen es muy profundo y algunas veces siento que estoy viviendo una mentira… simplemente encubriendo mis verdaderos sentimientos. Estoy empezando a pensar que he perdido mi tiempo con el Zen y que no vale la pena el esfuerzo.” A medida que hablaba él se mantuvo cabizbajo.

Estábamos caminando un largo trecho hacia la tienda de abastos para comprar leche y pan. Era un día soleado al final de abril. Los petirrojos competían con las palomas por las migajas de pan, y se podía apreciar el olor de la madreselva y de las flores de los arbustos que se encontraban a la orilla del camino. Los pensamientos depresivos estaban fuera de lugar en tan bello día de abril. “¿Cómo son tus sueños?” Pregunté.

Él pareció sorprendido. “De hecho, muy extraños. Frecuentemente se tratan de violencia, sangre y muerte. También tengo muchas noches sin dormir. Y esto parece ser una gran parte de mi problema. A medida que estos sueños van haciéndose progresivamente peor, le conté a mi maestro acerca de ellos y él me aconsejó que pusiera más tiempo en el cojín. Pero mientras más hago Zazen los sueños son peores y parece que tengo más insomnio. No sé. De hecho no lo entiendo.”

Muchas veces antes, había escuchado variaciones de tales quejas. Sonreí. “Tú eres víctima de una posición incorrecta de meditación,” le dije, “así que no te sigas sentando así.” Pensé que la idea no le gustaría mucho, pero, de todas formas él parecía que estaba muy cerca de querer finalizar. Quizás él podía usar una buena excusa que no fuera de él. “Lo que estás haciendo no es Zen,” le dije.

“Pensé que el Zen era meditación,” dijo; y cuando le pregunté que definiera la palabra meditación, él contestó, “Detener las actividades mentales… controlar los pensamientos para que no corran erráticamente a través del cerebro.”

“Eso no es meditación,” repliqué, “eso es Control de la Mente. Zen es meditación y la meditación es un estado alterado de la consciencia – en él que ego es trascendido. De forma que no puedes estar controlando los pensamientos mientras estás en el estado de meditación porque los pensamientos requieren un pensador, y el pensador – el ego – tiene que ser trascendido. Definitivamente los métodos de “control” pueden ser empleados para iniciar la entrada a la meditación, pero ellos tienen que ser inmediatamente abandonados. Tú no estás dejándolos ir. Lo que estás haciendo es persistiendo en una actividad – inspirada, decretada y dirigida por el yo personal, el ego. Y ésta es precisamente la razón del por qué has estado teniendo, cada vez más, dificultades en el Zen.” Tomé nota de su mirada perpleja y continué. “La meditación Zen es una cosa y la actitud Zen es otra. Una actitud Zen no requiere que restrinjas tus emociones, sino más bien que las entiendas en una forma constructiva… de forma que puedas examinarlas, analizarlas, exponer sus falacias o engaños, y ponerles alguna luz en sus áreas oscuras. Si tienes un pensamiento de enojo, enfoca tu atención en él: nota el principio y el centro del pensamiento, y trata de ver claramente su final – esa es la actitud Zen. Recuerda el Camino Óctuplo cuando estás enojado. Las personas cometen errores. Tú no tienes que excusar sus errores o necesariamente tolerarlos. Pero sí tienes que entender el por qué, en su condición humana, ellos lo hacen. Entonces, si tienes libertad para escoger, la usa para remediar la situación. Pero, lo que no haces es pagar por los errores de otros atormentándote a ti mismo con todos los efectos y propiedades del enojo.”

“Eso es fácil de decir. Pero la mayoría del tiempo los errores de otros hacen mi trabajo mucho más difícil,” protestó él.

“Sí, te ves a ti mismo como la única persona afectada por los errores. Y ahí es donde tu atención se detiene. El Zen te requiere que seas compasivo y comprensivo, que seas paciente y que perdones – pero no impotente o indiferente. Definitivamente, que si alguien continua cometiendo los mismos errores eso puede ser frustrante para todos los que están a su alrededor. Pero, ¿cuántos de ellos están destruyéndose a sí mismo por culpa de esos errores al igual que tú?”

Él dijo que los otros argumentaban y se quejaban, pero dado que él era un hombre Zen, él no lo hacía. Entonces se detuvo y se rió. “¡Pero ellos no tienen problemas durmiendo!”

“Creo que has confundido el ser un Hombre Zen con ser un Zombi. Trabaja en la actitud Zen. Zen es una actividad humana existente y real. Sigue el Camino Óctuplo, especialmente cuando estás con otras personas. El Zen no es solamente ‘acerca de ti’.

“En cuando a la meditación, enfocando la concentración nos guía a la meditación. Algunos métodos de meditación requieren la atención sobre algo especifico. Otros métodos son menos estructurados. Entonces, el problema no es en tratar de lograr algo, sino de dejar que algo pase mientras simplemente miramos con atención. Nos separamos del proceso de pensar y cuando la corriente de consciencia comienza, nos separamos y llegamos a ser el testigo de la embestida sin sentido de las palabras y frases discursivas. O somos los espectadores de las imágenes que fluyen. Inicialmente es difícil, pero con práctica, llega a ser tan fácil como un mal habito.

“Cuando nos acercamos a nuestra práctica constructivamente – ambas, en el cojín y fuera de él, la mente se aquieta por ella misma y nuestros sueños y visiones llegan a ser pacíficos, divinos, tranquilos. Cuando vamos en contra de este camino, nuestros sueños nos lo dicen con alertas de violencia y situaciones de ansiedad que nos dejan sentimientos devastadores cuando nos despertamos.”

“Cuando tratamos de forzar nuestra mente en sumisión, para detener la explosión de esos espasmos nerviosos, somos como un matador que se ha quedado en el ruedo sin capa, luchando por dominar un toro desbocado sin nada más que un par de manos que se mueven vigorosamente. Simplemente el poder de la voluntad no hará el trabajo. Y por lo tanto terminamos dañados.”

“¿Así que estás diciendo que el Zazen es responsable de estos problemas? ¿Cómo puede ser eso? La primera cosa que los maestros Zen enseñan es el Zazen.”

Estábamos cerca de un banco que se encontraba bajo la sombra de un árbol, en un parquecito situado entre dos edificios de apartamentos y sugerí que nos sentáramos allí por unos minutos.

“Mira,” le dije, “quizás has estado confundiendo el menú con la comida. Quizás has estado Culpando al Zen y has caído en el error de pensar que las direcciones de la receta o la lista de los ingredientes son las cosas a las que solamente ellos se refieren. Dices que das la impresión de estar calmado porque no demuestras tu enojo. Sientes enojo pero luces calmado. Por lo tanto, ¿de qué estamos hablando aquí?… ¿la apariencia o la realidad? Si sentiste calma y luciste calmado, eso seria correcto. Si te sientas en meditación y actualmente llegas a obtenerla eso estaría bien. Pero estás sentado allí con la apariencia de una persona que está meditando y no estás meditando de ninguna forma. Estás pensando acerca de no pensar, y este es un estado activo. Tú no eres el testigo o espectador de nada, ni estás pasivo ni receptivo. No estás haciendo una meditación planeada ni preparada; estás aplicando presión para aliviar la presión. Y cuando estás fuera del cojín estás haciendo lo mismo: forzándote a ti mismo a parecer relajado.”

Él movió su cabeza con consentimiento. “Por lo tanto, ¿qué puedo hacer? Siempre entendí que deberíamos combatir el fuego con fuego. Y ahora dices que no debemos.”

“La verdadera meditación es una experiencia bella. No es un desastre ecológico. Tienes que disfrutar el estar inmerso en la experiencia, así que olvida la analogía del fuego en la floresta. Sabemos que sin importar la técnica que usemos, si obtenemos un buen resultado, esa es una buena técnica. Pero si fallamos en obtener un buen resultado, necesitamos descubrir el por qué. No tenemos que sentirnos culpables. La técnica simplemente no está trabajando para nosotros. Esta admisión es el primer paso en colocarnos de nuevo en el camino. Tenemos que ser objetivos y atentos para reconocer los signos de la práctica incorrecta – las pesadillas, las alucinaciones violentas o terribles, el insomnio, la ansiedad, el temperamento incontrolable o la frustración. Estos son algunos de los signos más obvios, pero hay otros más sutiles, como la apatía hacia la práctica, la indolencia o la indiferencia hacia las responsabilidades u obligaciones. Si experimentamos algunos de esos síntomas, significa que tenemos un problema. O estamos escogiendo una técnica errónea para nosotros o estamos haciéndola inadecuadamente. No hagas errores, la falta está en nuestra selección o nuestra actuación.”

De todas las indicaciones, la emoción es quizás la mejor prueba de fuego. Si tu psiquis está tratando de resolver un conflicto – quizás tenemos un argumento con un amigo, o nos enojamos con un colega, o fallamos un examen, o experimentamos la muerte de un ser querido – y nos sentamos a meditar, y simplemente borramos esos pensamientos de enojo o sufrimiento sin entenderlos, todo lo que logramos es su represión. No los eliminamos, sino los presionamos y sepultamos. Entonces lo que enterramos reaparece como un fantasma – pesadillas extrañas, visiones terribles, ansiedad – la causa de lo que no podemos entender. Sin pensarlo, nos entrenamos a hacer esto. Cuando estamos conscientes y alertas, podemos controlar nuestras respuestas y cubrir nuestros sentimientos verdaderos. Cuando no estamos conscientes – porque estamos durmiendo o estamos solos con nuestros pensamientos, experimentamos un conflicto terrible.

Nuestro Verdadero Yo no quiere que nosotros estemos separados de nosotros mismos, él quiere que seamos completos, que integremos cada graduación del yo que existe en nuestra psiquis en un total, en una persona consciente. Una vez que hemos alcanzado un estado de integración entre el consciente y el subconsciente, esto es, cuando no hay más demandas subconscientes, estamos listos para desterrar o borrar el pensamiento, para barrer rápidamente el polvo, y revelar o exponer el espejo luminoso del Vacío. Hasta ese momento, hay literalmente, cientos de prácticas Zen para que nosotros disfrutemos, prácticas que no nos dejan tensos o extenuados corriendo para escapar de pesadillas.

Los psicólogos saben que la represión es una de las más dañinas enfermedades psicológicas y una de las más difíciles de curar. Los maestros Zen también tienen dificultades guiando a los estudiantes fuera de ese caos, porque hay un impulso condicionado en muchos de nosotros para argumentar con nosotros mismos, coger una espada y tener un duelo con nuestro enojo; y entonces en el momento que creemos que lo hemos vencido, tratar de exhumarlo, para quitarlo de nuestra vista. Creemos que como buenos Budistas no estamos supuestos a enojarnos, así que tratamos de esconder nuestro enojo lo más rápidamente posible. Pero él simplemente se encona y espera por el momento preciso para liberarse incrementando su energía. Llegamos a ser irritables en la compañía de otros, e incluso en la propia, como cuando tratamos de dormir. Y entonces… nos retiramos al Zendo para escapar del estrés en nuestra vida, usando el espacio sagrado como una clase de cámara de deficiencia sensorial – un lugar para apartarnos del mundo. Nos erradicamos de lo que percibimos ser la causa de nuestro sufrimiento – aquellas causas externas, sin realizar que la causa del problema está dentro de nosotros y que cuando entramos en el Zendo, la llevamos con nosotros.

Hui Neng, nuestro Sexto y último Patriarca, paso mucho tiempo de su vida de predica, tratando de disipar la noción de que era posible llegar a ser Buda sentándose inmóvil. “Podrás mucho más rápido hacer un espejo puliendo un ladrillo, que hacer un Buda sentado en un cojín,” dijo él. Muchas personas todavía piensan que la postura es la meditación. Eso es tan tonto. Eso es comerse el menú. El Zen requiere que traigamos la atención a nuestra vida. Si experimentamos temor, investigamos la naturaleza y el contenido de ese temor, trabajado para entenderlo, rompiéndolo de pedazo en pedazo hasta que no haya más temor. Nuestra fe Budista necesita ser invocada. Si nos sentimos culpables, examinamos la causa de la culpabilidad. Si cometimos un error que lo causó, necesitamos determinar como podemos estar en armonía con eso, rectificar el daño y aliviar la culpa. Cada vez que reconciliamos el intento con el resultado, llegamos a ser un poco más humilde. Reconocemos el proceso de error y culpabilidad en otros alrededor de nosotros. Para ocuparnos en el Zen, comenzamos tomando este acercamiento en nuestras vidas.

La práctica de la meditación comienza aprendiendo a disciplinar nuestra mente y nuestro cuerpo con pranayama (por ejemplo, ejercicios como los de la Respiración Saludable o la respiración alternativa de las ventanas de la nariz) y otras disciplinas como enfocar la mente en imágenes mentales, sonidos o sensaciones. Algunas personas han encontrado que practicar artes marciales, pintura, música y otras disciplinas les ayudó a contribuir a su éxito futuro con la meditación. Sin tal disciplina la voluntad es fragmentaria y caprichosa – incapaz de enfocar su atención suficientemente en una cosa para descubrir sus misterios. Esta disciplina tiene que ser practicada todo el tiempo. No podemos limitar la práctica al tiempo que se pasa en el cojín. De hecho, si mantenemos tal estado de alerta, obtendremos casi el resultado opuesto cuando nos sentamos a meditar. Entonces, necesitamos solamente seguir unos cuantos pasos disciplinados, sonreír gentilmente, y dejar ir todo. Podemos soltar la espada dado que no tenemos ya más que pelear con nosotros mismos. Con las manos vacías podemos entrar el Refugio de Buda.

Hablamos por unos minutos más y observamos a un par de palomas posarse y buscar por migajas. Un pajarito encontró un pedacito de pan, lo recogió con su pico y voló con él. Otro le siguió. Entonces nos levantamos y continuamos nuestro camino hacia la bodega.