Kamekumake – Un exito en la causa indigena.

Kamekumake – Un exito en la causa indigena.

Desde la llegada de los europeos a América el destino de los dueños legítimos del continente, los “indios”, ha sido desastrozo.
Genocidio, esclavitud y mutilación: son las caracteristicas principales de lo que los hombres blancos llamaron civilización. Por años los indigenas sufrieron las consecuencias de la colonia europea, siendo sometidos a la esclavitud o cazados como animales.
Tiempo despues, cuando se fundaron los gobiernos independientes de europa, a los indigenas se les reacomodó, como premio de consolación, en “reservas indias”, muchas veces confinandolos a zonas marginales. Muchos han sido los intentos indios por liberarse, pero pocos han sido los resultados.

En 1988, el colombiano Ramón Gil Barros, un indigéna descendiente de indios kogi y wiwa, siendo consejero de la organización indigéna Gonawindua-Tairona (que representa a las tres etnias dque viven en la región de Magdalena, Guajira) permitió la entrada a un periodista a su comunidad, para que les ayudara a difunfir a todo el mundo su conocimiento.
Según la tradición kogi, al principio de los tiempos, dioses y humanos vivían juntos en la sierra Nevada de Santa Marta que ellos llaman el “corazón de la tierra”. Hasta que un día el dios Teiku comunicó a los humanos que el tiempo había llegado para que todos dejaran el planeta y dirigirse al mundo espiritual. Sin embargo los humanos se negaron a dejar la tierra por negarse a dejar sus poseciones terrenales. Así, los dioses partiéron solos, dandoles permiso a los humanos de morar en la tierra, pero con la advertencia de que regresarán.
Por esto, los kogis se llaman a si mismos “el hermano mayor”, siendo todos los que viven fuera del “corazón de la tierra” considerados “el hermano menor”.
Los mamas o chamanes kogis afirman que el hermano menor esta enfermo de nuanatse, o sea “energía negativa”, la cual esta destruyendo la armonía del ser humano con la naturaleza.

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Tras el documental hecho por el periodista, gente de todo el mundo empezó a llegar a las comunidades kogis y wiwas, infiltrando el consumo de alcohol, dinero y envidias entre las familias, males contagiados por la nuanatse del hermano menor.
Por ello Ramón decidió crear una nueva comunidad y, en 1989, mediante getsiones con el gobierno colombiano pudo adquirir unas tierras en medio de la sierra para llevar consigo familias jóvenes. Juntos trabajaron la tierra, levantaron sus casas, erigieron templos y una escuela, para que pronto la nueva comunidad la nueva comunidad se convirtiera en una entidad autosuficiente.
De nombre Kamekumake, cuyo significado en lengua kogi es “brillo”, esta comunidad indigena se rige bajo las tradiciones de los indios kogis, habitantes de la región de la sierra Nevada de Santa Marta.
En Kamekumake solo viven alrededor de 30 familias que suman apenas 250 habitantes, en una armoniosa mezcla conformada por indios kogis, wiwas y arhuacos, quienes juntos se esfuerzan por conservar el hermetismo y pureza de su cultura ancestral.
En Kamekumake, las convicciones ancestrales siguen presentes, continúan otorgandole gran importancia al balance entre lo masculino y lo femenino, como dicta la tradición kogi. Este equilibrio rige toda su vida, a tal grado que no puede erigirse ningún puente, casa o vereda sin que este representado este equilibrio entre ambas energías.

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Las labores de cada individuo son comunales, o sea que todos trabajan para todos. Las mujeres por un lado, realizan sus tareas dómesticas manteniendo pensamientos limpios, para poder concentrarse en el momento de mayor espiritualidad, que es cuando tejen las ropas de algodón de la comunidad.
Los pequeños van a la escuela, donde di bien se les enseña español, el énfasis de las enseñanzas está puesto en los valores de su cultura. Y no se desaprovecha ningún momento para ello, pues incluso durante los descansos los niños no juegan, sino que aprenden sobre el cultivo en los jardines, y se fomenta el orgullo por el alimento que todos producen juntos.
Para los kogis la disciplina es primordial. Un hombre puede hablar por tres horas sin ser interrumpido. No consumen ningún alimento que no sea producido por ellos y casi no necesitan de dinero.
Pareciera que increíble que una caminata de cinco horas separa a una urbe que se encuentra corrompida por el narcotrafico y la prostitución como la ciudad de Huachaca, de un pueblo que día con día lucha contra sutiles impurezas, y que mantiene la esperanza de que algún día los dioses le concedan una segunda oportunidad de redención al hermano menor.