ORFEBRERÍA Y CHAMANISMO

ORFEBRERÍA Y CHAMANISMO
Un estudio iconográfico del Museo del Oro
Gerardo Reichel-Dolmatoff
© Derechos Reservados de Autor

Continuación – Presencia del Chamán.

En la mitología Kogi el acto de ponerse una máscara corresponde al de tomar un alucinógeno, es decir que la persona entra a otra dimensión, a otra realidad, donde “todo está al revés”. Por ejemplo, al ponerse una máscara de jaguar, la persona ve ahora todo con ojos de jaguar y así mismo las personas u objetos de su alrededor se transforman, todo lo cual implica un complejo de relaciones totalmente nuevas. En los actuales bailes con máscaras de los Kogi, cada una de ellas representa cierta fuerza sobrenatural que, durante el baile, “ve” a las demás máscaras dentro de otra dimensión. Generalmente se observa un concepto subyacente de oposición (sélda, en kogi), de una lucha entre dos grandes categorías- de fuerzas opuestas pero complementarias, representadas por máscaras. “Bailamos para no morir”, dicen los Kogi y así hay innumerables bailes en los cuales los enmascarados se disputan o se apaciguan para, finalmente, restablecer un equilibrio (yu­lúka) entre las fuerzas opuestas. Tengamos en cuenta estos conceptos que, seguramente, se remontan a épocas prehistóricas.

Una categoría de objetos que se encuentran con alguna frecuencia en el Museo del Oro consiste en pinzas de forma semilunar. Entre los actuales indios del país, la depilación de ciertas zonas del cuerpo generalmente tiene un significado ritual y, a veces, se efectúa por orden de un chamán. Hay razones estéticas para la depilación pero los pelos así arrancados pueden representar ofrendas a ciertas personificaciones sobrenaturales; el chamán recibe los pelos, los consagra y los deposita en un lugar determinado. Estas costumbres actuales hacen pensar que las pinzas prehistóricas no eran exactamente objetos cosméticos sino que también servían a fines chamanísticos.

En el Museo del Oro gran número de objetos representan animales. La primera pregunta que se plantea es acerca de la clase de animales y de la frecuencia con que los orfebres escogían la forma de ciertas especies.

Aunque no se han hecho estadísticas al respecto, se puede detectar que la mayoría de los animales representados son aves y que predomina el tema de alas o de objetos alados. Hay narigueras, orejeras, pectorales, tocados y otros adornos personales, todos enfatizando el motivo de alas desplegadas y en muchas piezas de composición compleja aparecen motivos ornitomorfos más o menos destacados. Sugiero que el motivo alado se relaciona con la esfera chamánica y que alude, consciente o inconscientemente, al vuelo chamánico.

Antes de tratar de algunos animales, caben las siguientes observaciones. La presencia o ausencia de cierto animal en la orfebrería es muy difícil de explicar. Por ejemplo, sabemos que el venado era de gran importancia entre los Muiscas y que sigue siendo importante en la mitología y simbología de varias tribus actuales; sin embargo, no conocemos ni una sola representación arqueológica de este animal en la zona muisca, sea de oro, cobre o cerámica; sólo del Sinú se tienen dos figuras de venado formando los remates de bastones. No conocemos representaciones de dantas, de roedores o de manatíes y son escasísimos los armadillos e iguanas, no obstante que todos estos animales parecen haber sido de gran importancia económica para los indígenas. El carácter selectivo de estas representaciones es difícil de explicar. El énfasis está en las aves y a ellas siguen algunos reptiles y mamíferos pero la orfebrería no refleja la gran variedad de la fauna del país.

Las aves vuelan, cantan y bailan; llevan plumajes vistosos, y por eso son animales chamánicos por excelencia. La aguda vista, sus garras, la diversidad de sus picos, junto con los innumerables detalles de su comportamiento específico, las asocian con el mundo chamánico, más que cualquier otro grupo de animales lo que se puede observar en muchas partes del mundo y en todas las épocas.

El colibrí es por cierto un ave muy llamativa. Del altiplano nariñense procede un par de zarcillos en forma de chupaflor, en el acto de hundir el pico en un cáliz. Para dar otro ejemplo de interpretaciones locales, se pueden citar los casos siguientes. Entre los indios del Vaupés el colibrí es un animal fálico que está asociado con la parafernalia chamanística; la lanza sonajera, este emblema fálico de los chamanes tukano, así como determinados adornos de baile, están decorados con las plumas del colibrí. Entre los Kogi, en cambio, el colibrí simboliza la oposición entre la belleza de su plumaje y la insaciabilidad y pereza de su conducta. En efecto, el colibrí, por su manera espasmódica de volar, gasta muchísima energía y necesita ingerir néctar hasta después de la puesta del sol; luego cae en un estado de entumecimiento parecido a un sueño profundo. Estos hechos, que son bien conocidos por los ornitólogos, han sido observados también por los Kogi quienes ven en esta conducta un principio de oposición; por su plumaje brillante es un animal solar pero por su gula y su somnolencia da un mal ejemplo. Estas características forman el tema de un mito kogi, en el cual, además, el colibrí se encuentra en oposición al gallinazo, cuyo plumaje y alimento difieren diametralmente de los del colibrí.

Haciendo abstracción de su valor económico, los indígenas actuales frecuentemente se sirven de animales como modelos para determinada conducta humana ejemplarizada por el comportamiento animal. Puede que se trate de su territorialidad, de su estrategia en buscar su alimento, de sus movimientos o su color llamativo. Según los indígenas los animales son “casi gente” y desempeñan un papel central en la mitología y el mundo chamánico.

Hay ciertos animales que se prestan a interpretaciones simbólicas, más que otros, como por ejemplo, los felinos. En una publicación anterior me he ocupado en detalle de la relación que existe entre el chamán y el jaguar, y he analizado ante todo la creencia indígena tan común de que el chamán puede convertirse en jaguar, sobre todo bajo la influencia de un rapé narcótico. (6)

Un colgante en forma de felino procede de la región de El Banco, en el Bajo Magdalena. Las características que hacen posible la identificación son las manchas de la piel, marcadas por pequeñas espirales de alambre y los largos colmillos que salen de la jeta. La cola está levantada y se arquea sobre la espalda del animal, posición que el jaguar asume al saltar. Otra representación felina forma el remate de un bastón encontrado en la región del Sinú. Se dice haber encontrado en la región del Quindío el entierro de un personaje cuyos dedos estaban cubiertos con garras de jaguar, hechas de oro. También del Sinú procede un remate de bastón que muestra dos cabezas de venado.

Otro grupo de animales que aparecen en la orfebrería del país son las lagartijas y los caimanes. Para los indígenas del Vaupés, cierta lagartija arbórea (Plica pilca L.) representa al llamado Dueño de los Animales, el gran chamán de ¡a fauna selvática, y se le asigna un simbolismo fálico muy especial. A primera vista, dicha creencia de los indios parecía insólita e inexplicable pero se encontró justificada tan pronto como la lagartija fue examinada por un herpetólogo. (7) En efecto, este reptil tiene un hemipenis bifurcado y en forma de anda, lo cual facilita un amplexus coital prolongado. En el Vaupés, esta lagartija es así un animal chamánico importante y se dice que simboliza las fuerzas generativas de la naturaleza. Ahora bien, en la arqueología de la zona tairona se conocen ciertos objetos de orfebrería en forma de anda, muy parecida al hemipenis de la lagartija. También los indios Kogi dicen conocer esta lagartija (sui-suí-satia) 0 la designan como “Madre de la enfermedad del frío”; la representan en una de sus máscaras de madera y en el mes de junio se baila en honor de esta lagartija, baile durante el cual el danzante que la personifica lleva un adorno que consiste de estas “anclas” prehistóricas de los Tairona. (8)

Muchos datos arqueológicos de los Andes Centrales, de Mesoamérica y Centroamérica, atestiguan que el caimán o el cocodrilo fué una divinidad importante en tiempos prehistóricos. Según un mito de los Matapí, de la Amazonía Colombiana, en tiempos antiguos el caimán era el único ser que poseía el fuego y entre los indios Chamí de la Cordillera Central, el mismo papel de Prometeo se atribuye a la iguana. (9) En Colombia, estos animales no parecen haber ocupado un lugar importante en la imaginería indígena, salvo tal vez en una forma fantástica en que se combinan rasgos de saurios, felinos y aves, tema del cual me ocuparé más adelante.

Figuras de serpientes se observan casi únicamente en la orfebrería muisca, lo que es algo extraño ya que en las zonas frías del altiplano andino los ofidios son comparativamente escasos. Posiblemente se trata ante todo de representaciones de las serpientes míticas que, según las tradiciones, vivían en el fondo de lagunas tales como Guatavita o lguaque y eran seres humanos transformados. Según los mitos de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta, muchas de las numerosas lagunas que yacen al pié de los nevados están habitadas por grandes culebras que se encuentran allí desde la creación del mundo. En todas estas tradiciones se trata de un simbolismo muy ambivalente; la imagen de una gran serpiente devoradora que existe en las aguas se asocia con una imagen materna que con lleva un significado doble, de peligro y de protección. Se trata aquí de un arquetipo muy difundido por el mundo entero; en Colombia la gran serpiente es un monstruo chamánico y aparece en alucinaciones y mitos, no como determinada especie zoológica sino como pesadilla o augurio. Se ha dicho ya que hay una representación muisca, en forma de serpiente con cara humana.

Un grupo zoológico que se representa con gran frecuencia son las ranas y los sapos. En la simbología y los sistemas clasificatorios de muchas tribus colombianas se puede observar que los dos grupos faunísticos que con más claridad ejemplifican el concepto de oposición en la naturaleza, son las aves y los batracios. La oposición es evidente: las primeras vuelan por los aires, son de sangre caliente, cantan melódicamente y con frecuencia tienen un plumaje multicolor; en cambio, las ranas y los sapos son anfibios, de sangre fría, buscan la sombra y su voz es monótona. Significan pues la oposición entre aire y agua, luz y obscuridad, sequedad y humedad, etc. Pero es más; los batracios tienen tres cualidades muy especiales que los distinguen de todos los otros animales y ante todo de las aves, a saber: muchos sapos contienen un fuerte alucinógeno en sus glándulas parótidas; varias especies de ranas son altamente venenosas y se usan para la preparación de un veneno de flechas y, en tercer lugar, los sapos y otros batracios tienen un comportamiento sexual muy violento. (10) Si observamos pues en la orfebrería precolombina la multitud de aves y de batracios, podemos suponer que nos encontramos frente a una de las expresiones más constantes y típicas de la mentalidad indígena, la del dualismo representado por la oposición de conceptos complementarios.

Entre los Kogi de la Sierra Nevada los batracios siguen siendo de importancia metafórica.. En los mitos de origen relatan que la primera mujer del Sol era un sapo, el cual luego fué expulsado por su infidelidad; aún en la actualidad el sapo simboliza el sexo femenino, en sus aspectos negativos y culturalmente definidos como peligrosos. Mientras que el sapo constituye un concepto genérico para los Kogi, ejemplificado por Bufo marinus, subdividen a las ranas en muchas categorías diferentes, principalmente por su distribución altitudinal, desde el litoral hasta el páramo, y por su canto característico. (11)

Hay algunas representaciones de moluscos, en orfebrería, que merecen mencionarse aquí ya que las conchas siguen teniendo un alto valor simbólico entre los indígenas actuales. Gasterópodos, en orfebrería, pueden haber servido de adornos personales o como cubresexo; en el valle del río Sinú se han encontrado cubresexos, tanto de oro como hechos de la concha de un gasterópodo marino.

En la actualidad, los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta utilizan ciertas especies de gasterópodos (“masculinos”) y bivalvos (“femeninos”) como ofrendas, en recintos rituales o de uso individual. Un máma o un emisario de éste recoge las conchitas en determinada playa del mar, entre Santa Marta y Ríohacha y a veces se traen grandes cargamentos de estos moluscos, que utilizan como ofrendas, en ceremonias de fertilidad y crecimiento. Una especie de bivalvos se recoge para quemar sobre una pequeña pira, cuidadosamente construída con ciertas astillas de madera, obteniendo así la cal que luego se guarda en el poporo. En el Vaupés, los indios usan la concha de un gran caracol de tierra para guardar el rapé alucinógeno. En ambos casos —Sierra Nevada y Vaupés— los indios dicen que el recipiente, o sea el poporo o el caracol, simboliza el sexo femenino, mientras que el alucinógeno, representado por la cal o el rapé, simboliza la actividad sexual, una analogía que es frecuente en el pensamiento chamánico. De todos modos, las conchas de moluscos muchas veces tienen, o han tenido, un uso ritual; las encontramos representadas en las estatuas de San Agustín y también en Nariño, cómo ocarinas prehistóricas, hechas de cerámica.

Pasemos ahora a los animales fantásticos. Unas de las muestras más extrañas de toda la orfebrería colombiana son las cinco piezas ilustradas aquí, pues desafían toda descripción factual; a lo mejor se podría pensar que sean figuras biomorfas y que todas parecen representar seres que vuelan por los aires, pero su elaboración tan fantástica no permite ir más adelante. En la región del Quindío se han encontrado pequeñas figuras de oro macizo, aparentemente de insectos fantásticos.

La pieza tairona, zoomorfa, muestra un ser compuesto, que combina rasgos reptiles con alas, ancas de rana y crestas enroscadas de pájaros. Esta idea de hibridismo es frecuente en la orfebrería tairona y muchas veces se encuentra asociada con representaciones de chamanes. Otro objeto también tairona muestra el motivo del anda (o hemipenis), combinado con dos cabezas de reptiles fantásticos; iconográficamente se trata aquí de la imagen de la amphisbaena, serpiente mítica cuyo cuerpo tiene una cabeza en cada uno de sus extremos y encontramos precisamente este motivo con frecuencia en la orfebrería y cerámica tairona. Tal tipo de cabeza de reptil, mostrando los dientes y siempre caracterizado por una nariz respingada y una corta cresta enroscada en la cabeza, se combina a veces con una placa delgada, bisecta o bífida, que sale de la jeta del animal; aunque sin duda tiene un valor simbólico específico, su interpretación sería muy aventurada. Al juzgar por algunas figuras chamánicas enteras, este tipo de cabezas fantásticas se usaba a veces en forma de bezote.

La nariguera (u orejera) que ilustramos es un objeto característico de cierta región del medio río Sinú. Consiste de una argolla cuyo segmento inferior muestra un fino calado, mientras que en el segmento superior aparecen pequeñas figuras de animales muy estilizados, generalmente aves. La pieza aquí ilustrada muestra una tríada; dos pájaros que flanquean la figura central que parece ser una rana antropomorfizada, a juzgar por el cinturón que lleva. Seguramente se trata de un tema mítico-chamanístico, pero no conocemos su significado.

La próxima pieza es más explícita. Muestra un caimán que se ha tragado a una persona cuya cara mira por el hueco en la barriga del reptil. Es una típica imagen chamánica el hombre tragado por un monstruo acuático (ballena, serpiente, caimán, etc.) y que sale (renace) vivo de sus entrañas, en un estado de purificación y sabiduría. Un mito de los indios Chimila del río Ariguaní cuenta que una vez en sueños, se le apareció un gran caimán a un hombre. Cuando su hermano lo invita a ir a pescar, él rehusa y le cuenta su sueño pero el hermano le dice: “El caimán es gente como nosotros y no te va a comer”. Los dos se van al río y pronto sale un gran caimán y devora al hombre que había tenido el sueño. En la barriga del caimán el hombre padece de hambre y sed y enflaquece. Por fin él chuza el caimán con su flecha; el animal abre la jeta y el hombre escapa. A partir de este episodio se vuelve un gran cazador y pescador. Cuando sus compañeros le preguntan: “Cómo haces para conseguir tanta comida?” El cazador contesta: “Lo aprendí del caimán”. Se trata pues de la clásica iniciación chamánica, durante la cual el hombre queda esqueletado y renace luego, ahora en una relación muy íntima con los animales. (12)

El mismo motivo se encuentra entre los Kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta. El personaje mítico Duginávi, gran tallador de máscaras, se suicida tirándose a un río pero no muere porque el río, que en realidad es una mujer, lo lleva al mar. Allí un monstruo marino, también femenino, se traga a Duginávi. Por fin él escapa y se vuelve un gran chamán. (13)

La transformación del chamán en una serpiente es también un motivo mítico muy conocido y sería largo citar las numerosas analogías disponibles.

Como último tema chamánico tenemos aquel del hombre en compañía del rey de los gallinazos. Un mito de los indios Tukano cuenta de un hombre en busca de una mujer. Al darse cuenta el hombre de la belleza de las hijas del gallinazo, él se cubre con el cuero maloliente de una danta muerta y se acuesta en un claro de la selva. Pronto llegan las hijas del rey de los gallinazos y el hombre logra atrapar a una de ellas. En otro mito de los mismos indios, el rey de los gallinazos sirve a un aprendiz de chamán en su vuelo iniciático y lo lleva a su espalda al “país resplandeciente”, es decir a una dimensión alucinatoria. (14)

En suma, puedo decir que estas comparaciones con culturas indígenas actuales deben tenerse muy en cuenta al tratar de descubrir el significado, al menos, de algunos objetos de orfebrería precolombina o de cualquier otro tipo de vestigios prehistóricos. Sinembargo aún hay arqueólogos, etnólogos, museólogos e historiadores de arte quienes desconocen o niegan la importancia de estos contextos y prefieren tratar sólo de objetos aislados sea en el tiempo, sea en el espacio. Así los museos suelen llenar sus vitrinas de colecciones arqueológicas exánimes, carentes de aquella dimensión de vitalidad que sólo una amplia visión etnológica-histórica puede suministrar.

INDICE

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6. Reichel-Dolmatoff (1978c) (regresar6)

7. Koster & Bohme (1975) (regresar7)

8. Agradezco este dato a Juan Mayr Maldonado, excelente conocedor de la Sierra Nevada. (regresar8)

9. Reichel-Dolmatoff (1953), pp. 19-20. (regresar9)

10. Lutz (1971); Silverstone (1975). (regresar10)

11. Con referencia a la identificación de las piezas arqueológicas, como fereirata magnifisens,debo mis agradecimientos al doctor Alvaro Torres Baerreto de la académia Colombiana de ciencias exactas, físicas y naturales (regresar11)

12. Reichel-Dolmatoff (1 945b), pp. 12-15. (regresar12)

13. Reichel-Dolmatoff (1985), II, pp. 38-43. atmán con hombre devorado (regresar13)

14. Reichel-Dolmatoff (Viena, s. f.; en prensa) (regresar14)