Geronimo

Cuando en 1848 los Estados Unidos se apoderaron de una considerable parte del territorio mexicano, las tribus indias que allí vivían, no tardaron en advertir las consecuencias del “cambio de dueño”.

A partir de entonces, los Apaches comprendieron lo poco que podían esperar de los “Pinda Lick-o-yi” (Ojos Blancos), tras haber sido repetidamente engañados, vejados y despojados. Los estadounidenses obraron de muy pésima fe con jefes como el Chiricahua Cochise, a quien, tras hacerle injustas acusaciones (1861), forzaron -muy a pesar suyo- a emprender el duro camino de la guerra; o como el Mimbreño Mangas Coloradas, suegro de Cochise, brutalmente asesinado en 1853, aunque se había sometido voluntariamente, bajo la promesa solemne de respetarle la vida; o la canallesca matanza de gran numero de los Aravaipas del jefe Eskiminzin -gente bastante pacifica- que habían depuesto sus armas e ingresado voluntariamente en la reserva de Camp Grant (1871), al norte de Tucson, falsamente incriminados del robo de caballos; lamentable hecho que el propio presidente Ulises S. Grant, indignado, califico de “vileza”.

Aparte de grandes jefes como fueron Mangas Coloradas, Cochise y Victorio, destacaron otros secundarios, no por ello menos conocidos como Chato, Nana, Naiche, Loco y muy especialmente, Gerónimo. Llamado así por los mexicanos, su nombre indio era Goyatkay o Goyakla (que puede traducirse como “El que bosteza”). Hechicero, profeta y jefe de lo Chiricahuas, había nacido, en 1823 en el seno de la banda Bedonkohe, en un lugar indeterminado entre el nacimiento de los ríos Gila y Tularosa. Su padre se llamaba Taklihim (que quiere decir “El Gris”), y aunque nunca fue jefe, si lo había sido su abuelo. De su madre sólo se sabe que se llamaba Juana. Aunque nunca tuvo el predicamento de un Mangas o de un Cochise, la divulgación de sus actos y la publicidad que tuvieron las campañas emprendidas contra él, hicieron que su nombre fuera tanto o más conocido.

Gerónimo combatió tan ferozmente contra los “Casacas Azules”, que los generales George H. Crook y Nelson A. Miles le calificaron de “Tigre Humano” y “El más feroz enemigo”, respectivamente. Por el sendero de la guerra A los diecisiete años ya era admitido en el Consejo por sus cualidades de “Hombre Medicina” o chamán y de guerrero, ya que era magnifico e incansable jinete. Goyathlay se reveló como jefe ya en 1851, cuando los soldados mexicanos mataron a muchos de los suyos en un ataque sorpresivo a su campamento, no lejos de Janos (Chihuahua).

El 15 de julio de 1862, cerca de 500 Chiricahua y Mimbreños tendieron una emboscada en Apache Pass (Chihuahua Mountains) a los voluntarios californianos del general James Henry Carleton, que pretendía someterlos. Dirigidos por Cochise y Mangas Coloradas, pusieron en un apuro a la tropa, que tan sólo se libró de un auténtico desastre gracias a disponer de dos cañones y al gran coraje con que combatieron los soldados. Es posible que Gerónimo participara en la batalla. Tras este incidente se construyó Fort Bowie en la entrada del desfiladero -cerca de la localidad de San Simón y del río del mismo nombre-, que durante años seria el centro de todas las operaciones militares en la zona. En 1863, resentido con los mexicanos, llevó sus incursiones hasta su territorio y dos años después depredó zonas del golfo de California. En 1871 desempeñó un papel importantísimo en los sucesos que condujeron a la ruptura de tan precaria paz, tras el establecimiento de una reserva Chiricahua en el este del territorio de Arizona.

Cuando estos Apaches fueron forzados en 1876 a trasladarse a la inhóspita reserva de San Carlos Agency (en las montañas del mismo nombre, junto al río Gila). Gerónimo huyó al país vecino. Si las promesas hechas por Gerónimo al prestigioso Cochise -modelo de prudencia y energía- fueron más o menos mantenidas, su hijo mayor, Taza (que nunca consiguió estar a la altura de las circunstancias), no obtuvo el mismo trato. En este mismo año se dio la orden de que su pueblo fuera trasladado desde sus relativamente aceptables tierras, en las que residían desde 1872, situadas entre los montes Chiricahuas, el valle Sulphur Spring y las Dragoon Mountains , a la reserva de White Mountains (al norte de San Carlos), en tierras bastante peores que las suyas, y en donde -por si fuera poco- los nativos no podían administrarse por sus medios.

En contra de lo que se esperaba, Taza acabó aceptando, por lo que “en premio a su buena voluntad” fue convidado, junto con otros veintidós destacados Apaches, a finales del verano de 1876, a visitar al “Gran Padre” de Washington, invitación que el orgulloso progenitor de Taza había rehusado años antes. Quiso la mala suerte que Taza falleciera en dicha ciudad a consecuencia de una pulmonía, siendo inhumano en el Congresional Cementery. Su inesperado fin suscitó no pocos recelos entre los principales jefes y fue el embrión de futuras luchas. San Carlos Agency En esta especie de “paz armada” -por utilizar un término moderno- había dos notas discordantes: los jefes rebeldes Victorio y Gerónimo, que vivían en completa libertad, realizando incursiones en Sonora y robando ganado, que cambiaban por ropas, armas y whisky.

Gracias a su audacia, podía afirmarse -sin exagerar- que ambos eran los únicos Apaches libres y realmente ricos que quedaban en aquellas fechas. Ante las reiteradas protestas del gobierno mexicano, la administración estadounidense los hizo prisioneros, valiéndose de añagazas (en el caso de Goyathlay, se aprovechó la circunstancia de que había acudido con alguno de sus “bravos” a visitar la reserva de Warm Springs, al oeste de Nuevo México). Ambos jefes indios fueron conducidos, cargados de cadenas, a San Carlos. En este lugar, más conocido como “El infierno de los cuarenta acres”, ingrato y casi yermo, los indios vivían en míseras condiciones, y los propios comisionados y sus auxiliares les vendían “agua de fuego” adulterada, que los diezmaba y embrutecía (San Carlos era la reserva más importante del territorio de Arizona).

La comida se distribuía tarde y desigualmente, y cuando aumentaba el número de internados, las raciones disminuían. Ademas la administración de los blancos se hacia insoportable para unas gentes que habían conocido mejores tiempos. El agente John Clum fue uno de los pocos personajes honestos y relativamente competentes que hicieron cuanto pudieron para regular la situación. En 1875 consiguió sacar a Eskiminzin de Camp Grant y establecerle, con cierta autonomía, en las relativamente buenas tierras del Gila. Con el propósito de mejorar las relaciones con los nativos, creó una Compañía de Policía Apache y trató de hacer más soportables las penosas condiciones de vida de la reserva. Pese a sus buenas intenciones, Clum nunca terminó de comprender a los Apaches, llegando a la precipitada conclusión de que se trataba de seres insociables que rechazaban las ventajas de la civilización, por lo que en 1877 acabó por dimitir, marchando a Tombstone y fundando el famoso diario “The Epitaph”.

A partir de entonces, las condiciones se hicieron más desastrosas: se pasaba hambre, la asistencia sanitaria era prácticamente inexistente, y muchas familias debían recorrer a pie más de treinta kilómetros para recoger sus escasas raciones. Por si fuera poco, un grupo de mineros se apropió de las mejores zonas de la reserva, sin otro argumento que el de los rifles de repetición, con lo cual en muy poco tiempo la obra de John Clum se deshizo. Clum había cometido el error de pretender convertir a los jefes indios en agricultores, cuando tal vez hubiera sido más acertado dedicarles al pastoreo y a la ganadería. Estos estaban irritados, porque el Gobierno no quería ayudarles a regar las pequeñas parcelas que cultivaban, por lo que algunos, Victorio entre ellos, abandonaron la Agencia. Entre Dos Fronteras Victorio y sus seguidores se dirigieron a un antiguo emplazamiento Apache.

Ojo Caliente (próximo a Warm Springs), por lo que enviaron tras ellos a la Policía Apache, que si bien consiguió darles alcance, se limitó a apoderarse de algunos de sus caballos, pero les permitió seguir el viaje. En febrero de 1878 sólo le quedaban unas docenas de seguidores a Victorio, por lo que acabó entregándose a los militares, que le permitieron establecerse en Nuevo México, con la condición de compartir sus tierras con los Mezcaleros. El viejo jefe aceptó, pero habiendo sido acusado -sin pruebas- de robar caballos en el verano de 1879 y temiendo ser encarcelado, decidió huir a México y declarar la “guerra eterna” a los blancos, lo que significaba guerra a muerte , y pronto los efectivos de su banda crecieron.

Durante meses, sembró el pánico en Nuevo México, Texas y Chihuahua; pero habiéndose entregado a inútiles actos de crueldad, corrió la voz de que había perdido la razón, y poco a poco sus seguidores le fueron abandonando. Por otra parte, los ejércitos de Estados Unidos y México combinaron sus esfuerzos, con el resultado de que el sábado, 30 de octubre de 1880, tropas mexicanas acorralaron al menguado grupo Apache en las colinas de Tres Castillos (entre Chihuahua y el Paso), dando muerte a casi todos los indios, Victorio entre ellos, y capturaron a los demás.

En 1881, Gerónimo se decidió a abandonar la reserva, y tras asesinar a Albert Sterling, jefe de la Policía Apache, se internó en México, junto con el jefe Chato (que debía su nombre a una tremenda coz propinada en su infancia por un mulo, que le había destrozado la nariz). Particularmente sangriento fue el verano de aquel año, cuando Nana, anciano jefe de casi 80 años de edad, volvió al sendero de la guerra, y tras combatir con diversa fortuna, fue perseguido por más de 1.000 soldados (sin contar los “Rangers” de Texas y los refuerzos de Caballería enviados a las reservas). En abril de 1882, los Chiricahuas lograron que el jefe Loco se uniera a ellos. Fue preciso el envió de seis compañías de Caballería al mando de George A. Forsyth, que alcanzó a los “hostiles” el día 23, en Horse Shoe Canyon (en los Montes Mogollones, entre los ríos Gila y Grande, en Nuevo México). Pero los indios -mejores conocedores del terreno-, no sólo eludieron el cerco, sino que les tendieron una “emboscada”, de la que difícilmente hubieran salido los militares estadounidenses de no haber intervenido un regimiento mexicano de infantería, que acabó con muchos guerreros indios y con la mayor parte de las mujeres y niños que les acompañaban, lo que exacerbó a los jefes Loco, Naiche, Chato y Gerónimo, que se unieron al viejo Nana.

Sangre y fuego Ante tamaña se doblaron las guarniciones de Fort Bowie, de Fort Thomas (en la margen derecha del Gila) y de Fort Apache (al noroeste de San Carlos). Además se destinó a la zona al General George H.Crook, que en septiembre de 1882 realizó una investigación en Whipple Barracas (Arizona) en la que se demostró cumplidamente que los indios habían sido expoliados y maltratados, y que muchos -aun teniendo sinceros deseos de paz- desconfiaban de la administración estadounidenses, prefiriendo la muerte a la indignidad. Expulsó a los que ilegalmente se habían apoderado de sus tierras y dispuso que el ejército proporcionase directamente víveres a los que regresasen a San Carlos; además, trató de volver a poner en marcha el primitivo sistema de autogobierno, creado por John Clum, ganándose por parte de los indios el apodo de Nantan-Lupan (Jefe Lobo Gris, ya que este animal es para los Apaches símbolo de astucia).

El 24 de marzo de 1883, cayó Chato sobre el campamento de Leitendorf (Arizona), perpetrando allí una feroz matanza, por lo cual la opinión pública reclamó un ejemplar escarmiento. Crook se puso personalmente al frente de 50 soldados escogidos, un nutrido grupo de civiles y 200 Apaches, que voluntariamente se brindaron a seguirle para demostrar que nada habían tenido que ver en los hechos. Mientras los guerreros rebeldes hostigaban con cierto éxito en mayo de 1883 a los mexicanos, los expedicionarios de Crook cayeron sobre su desguarnecida ranchería, situada en Sierra Madre, capturando a las mujeres y a los niños. Ante esta contrariedad, los jefes rebeldes acordaron negociar la rendición.

Todos los jefes fueron regresando a San Carlos, tras su capitulación el día 30, con las excepciones de Goyathlay y Chato, que lo hicieron en febrero de 1884. La paz duró poco tiempo, ya que Crook cometió algunos errores, sin mala intención, si se quiere, pero errores al fin y al cabo: pretendió, como ya lo había intentado Clum, convertir a los orgullosos guerreros en agricultores; también trató de persuadirles de que no pegasen a sus mujeres y se aparasen de las bebidas alcohólicas, que les hacían sumamente agresivos. A mediado de mayo de 1885, los nativos internados en la pequeña reserva de Turkey Creek (próxima a San Carlos) celebraron una fiesta, invitaron a sus vecinos y, pese a la prohibición, corrió el “Tiswin”, especie de cerveza malteada que las mujeres elaboraban, lo que constituía una de las pocas satisfacciones que podían permitirse.

La fiesta duró varios días, y el domingo día 17, bajo la influencia de este intoxicante brebaje, Gerónimo, Mangas (hijo mayor de Mangas Coloradas), Chihuahua y Nana (Chato prefirió inhibirse), se dirigieron a la tienda del Teniente Britton davis, encargado -con muy pocos soldados- de mantener el orden, y el mas anciano de los jefes, Nana, le injurió, secundado por Chihuahua, que incluso llegó a desafiarle. Por conducto de su superior, el Capitán F. Pierre, se envió un mensaje al General Crook, quien, no dándole la importancia debida, lo retuvo, y Davis se tuvo que considerar afortunado con salir con vida del trance, ya que algunos guerreros trataron de asesinarle. Aquella misma noche, Gerónimo con una treintena de guerreros, sus mujeres e hijos, abandonaron la reserva, seguidos por los soldados de Davis, a los que el astuto jefe atacó por la retaguardia, matando a dos de ellos. Cazadores y cazados cuatro columnas de caballería fueron lanzadas en su persecución, pero Goyathlay, con muy escasas bajas, consiguió dar muerte a 63 soldados, causando aún mayores daños a las tropas mexicanas.

En noviembre envió a once de sus guerreros a Arizona (mientras depredaba por nuevo México, Sonora y Chihuahua), quienes, viajando de noche y ocultándose durante el día, causaban horribles estragos, sembrando la muerte y la desolación por donde pasaban. La movilización de un millar de soldados y de un buen número de exploradores Navajos fue inútil. En Fort Bowie, Crook reunió a sus oficiales y propuso la creación de una unidad compuesta por Apaches aliados, que sería comandada por el Capitán Emmett Crawford y por un civil de equivoco historial, Tom Horn (que posteriormente destacaría como cazador de recompensas, pistolero en las reyertas entre ganaderos y agricultores y asesino a sueldo), asistidos por los Tenientes M. P. Maus, W. E. Shipp y S. L. Faison, colocando al frente de las acémilas a otro civil, un tal H. W. Daly. El grupo, bastante numeroso, penetró en territorio mexicano por la localidad de fronteras, y avanzando por Sierra Madre, llegó hasta Sonora, tras la pista del escurridizo Gerónimo. Tras muchas penalidades y habiendo tenido que dividir sus fuerzas, la columna descubrió cerca de los Montes Espina del Diablo, el campamento de los Apaches, a los que se conminó a la rendición.

Lamentablemente una columna mexicana confundió a los exploradores con enemigos, y pese a los esfuerzos de Crawford por aclarar la situación, se produjo una auténtica batalla, con abundantes bajas por ambas partes, entre ellas el propio Capitán (11 de enero de 1886). Finalmente, bastante agotados, Gerónimo y Naiche acabaron por solicitar una tregua y negociar la rendición, ya que les ofrecieron unas condiciones bastante aceptables. Así hubieran concluido las actividades guerreras de Gerónimo, de no ser que en el mismo día en que se iba a firmar la paz, un traficante de bebidas alcohólicas, llamado Werheimer, se introdujo entre los indios y comenzó a venderles “mescal” (bebida local de alto contenido alcohólico), siendo denunciada la situación al Teniente Maus por Alchise, uno de los jefes ya sometidos, quien propuso al oficial que él y el explorador Katayenne darían muerte en secreto al traficante.

El militar se opuso, pero de cualquier manera ya el contrabandista había huido y Gerónimo y varios guerreros estaban ebrios. Actualmente está fuera de toda duda que sin tan desafortunado incidente se hubiera firmado la paz. Evidentemente, existían poderosísimos intereses (entre ellos los de los comerciantes de Tucson), que no deseaban el fin de las hostilidades.

En todo caso, las gestiones en pro de la paz realizadas por Crook no obtuvieron el refrendo oficial, por estimar que había obrado a la ligera y que las condiciones impuestas eran demasiado benignas, por lo que Crook disgustado, presentó una solicitud de traslado, siendo sustituido por el también General Nelson A. Miles, al que los indios llamaron “Chaqueta de oso”. El 12 de abril de 1886, Miles asumió el mando de las operaciones militares, llegando a contar con más de 5.000 soldados y unos 500 exploradores nativos (cifra bastante elevada, teniendo en cuenta lo reducido de los efectivos del ejército de los Estados Unidos por aquellas fechas), además de una fuerza regular de varios miles de voluntarios civiles. Este General ya se había distinguido en la guerra civil y en campañas contra Kiowas, Sioux y Nez-Percés, entre otras.