La Curación Shamánica de la Depresión

En el ejemplo de dos mujeres jóvenes en el Ecuador

Dr. Heinz Valentin Hampejs – 06/12/2004

En mayo del 2004 un amigo de la ciudad de Pirmasens de Alemania me comunicaba que yo podría dirigirme a la llamada (“Red de competencias de Alemania para depresiones”), que representa una iniciativa amparada por la Unión Europea (UE), para sensibilizar a nivel del Internet al público y a las personas afectadas de enfermedades depresivas. Pues, yo había emprendido una iniciativa personal al comienzo del mes para divulgar entre amigos y conocidos de Europa la información sobre la curabilidad shamánica de la denominada “Depresión endógena”. Naturalmente estaba muy agradecido por haber recibido esta indicación, porque con ello podía dirigirme ahora a una plataforma de intercambio de información ya preexistente, de cuya existencia no había sabido antes.

Ya se sabe que la depresión, denominada ”endógena” por la medicina formal, es una enfermedad del alma, del ánimo, caracterizada de semejantes estados de agotamiento psicoenergético, angustias y desesperación que las personas afectadas prefieren con alarmante frecuencia el suicidio a cambio de su martirio existencial. La depresión es la enfermedad con la mayor incidencia de suicidios a nivel mundial (!), y en vista de la curabilidad shamánica relativamente fácil de la depresión era un deseo genuino de poner en circulación esta información, ya que en mis rituales shamánicos los pacientes depresivos se curan definitivamente en máximo tres semanas.

1. A decir verdad, mi esposa y yo participamos en este ritual nocturno con el San Pedro*, realizado en los alrededores de Quito / Ecuador, solamente como shamanes invitados. Hilario Chiriap, un joven shamán del pueblo de los Shuaras, quien conducía este ritual, me honraba al invitarme espontáneamente a dirigir la ceremonia en unión con él.

La ingestión de la medicina del San Pedro nos sumergía en el estado del “Éxtasis Shamánico de la Conciencia”. Habíamos pasado algunas horas en esta noche con oraciones, cánticos mántricos y shamánicos de curación e invocación, cuando una joven participante de nombre Paola, de aproximadamente 23 años, comenzaba a llorar deplorablemente y a llamar a su madre con todo su cuerpo sacudido por continuos sollozos conmovedores: “¡Mama, Mama, Mama…!”. Este estado de la mujer, realmente digno de lástima, se intensificaba por momentos de tal manera, que todos los demás comenzábamos a preocuparnos seriamente, particularmente cuando esta situación había ya continuado acerca de tres horas; y ni las intervenciones de Hilario ni de los demás participantes, en su mayoría también familiarizados con la Medicina Shamánica, lograron proporcionarle una ayuda real y efectiva a la paciente en este pasaje tan dramático de su desgarrador estado anímico. De repente yo “sabía”, “veía”, lo que había acontecido en la vida pasada de esta muchacha, y sin pensarlo mucho, procedí a preguntarle: “¿Sabes, en el fondo, porque estás llamando tan desesperadamente a tu madre?”. Ella no respondió. ”¡Porque te quiso abortar!”

Después me pasaba al otro lado, donde estaba ella, y mientras que le hablaba tranquilamente que tendría que aprender ahora a perdonar a su madre, le daba tres sopladas de humo bendito con mi Pipa de Medicina sobre sus manos unidas en oración, sobre su coronilla, su espalda y su pecho. “Tú, en estos momentos, estas conviviendo con tu madre, la que hoy es tu mejor amiga, en la misma casa y no puedes conocer las circunstancias desesperadas, en las que ella se había encontrado, cuando estaba encinta contigo. ¿A quien de nosotros no tendría que ser perdonado algo?”… Después de cinco minutos Paola estaba tranquila y centrada. En la mañana se separaba algo del grupo, se sentaba con el cuerpo doblado hacia delante y los brazos cruzados sobre sus pantorrillas por encima de una peña alta en la cercanía y estaba obviamente sumergido en una profunda meditación.

2. Este Ritual de San Pedro fue llevado a cabo en nuestro propio lugar de rituales en Tumbaco, cerca de Quito, y se encontraba bajo mi dirección personal. Mónica, una mujer de aproximadamente cuarenta años, estaba sentada a mi derecha, además estaban presentes acerca de ocho hombres y mujeres jóvenes. Habiendo transcurrido ya algunas horas, sentía que debía ayudarla, porque estaba muy nauseabunda; y me parecía que estas nauseas no iban a disminuir a pesar de que ella había vomitado ya varias veces. Me llamaba también la atención que estaba sentada con las piernas atraídas a su vientre en posición encorvada como un embrión.

Cuando le soplaba un extracto alcohólico de una mezcla de hierbas aromáticas sobre sus manos dobladas a modo de rezo, irrumpió inmediatamente en semejantes sollozos, gimoteos y llantos que me sentía movido a sentarme junto a ella para poder tranquilizarla con mi abrazo. Transcurrido así más o menos media hora, se sosegaba finalmente y balbuceaba, todavía sollozando, que a su madre, cuando estaba en cinta con ella, le había muerto otro párvulo.

Mónica sabía naturalmente de la muerte trágica de su hermanito, porque se lo habían relatado, pero solo a través de esta experiencia ritual pudo recordarse también la memoria celular y reticular de su cuerpo de la tristeza abismal, a la que era sometida en el vientre de su madre a lo largo de algunos meses durante el embarazo y la que le fue todavía instilada aún después de su nacimiento con la leche materna. A pesar de todas las ayudas psiquiátricas, Mónica había sufrido de depresiones graves durante muchos años, sin poder imaginarse cuales eran las causas de su depresión. Sin embargo, en este caso se precisó de una sola ceremonia shamánica para curarla.

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Con estos dos ejemplos casuísticos no quiero insinuar de ninguna manera que la intención maternal de abortar el feto o la muerte de un niño durante el embarazo, pues – circunstancias perinatales de esta particular naturaleza, representarían las únicas causas imaginables para la manifestación de una depresión en la vida posterior de dicho feto.

Si no podría entenderse que estas dos mujeres fueron liberadas definitivamente de sus depresiones con estas experiencias rituales, es porque simplemente no se quiere entender. Pero para hombres que piensan debería ser de fácil comprensión que semejante CURACIÓN definitiva no puede producirse ni con píldoras antidepresivas ni shocks eléctricos, clásicamente aplicados en las clínicas siquiátricas (y mucho menos con la implantación futurista de algún tipo de chips (!)), porque en el mejor (?) de los casos éstas medidas serían solo sintomáticas, utilizadas exclusivamente a encubrir y camuflar los síntomas de la depresión – muy parecido al alivio de un dolor con remedios analgésicos, los que definitivamente no pueden eliminar su causa.

Dije “en el mejor (?) de los casos”, porque consta como un hecho incontestable que las autoridades médicas de los EEUU (el FDA – Food & Drug Administration)) pusieron los antidepresivos en el banquillo de acusados: Se reconoció que están relacionados a un mayor riesgo de suicidio entre los jóvenes, y los expertos hacen fuertes advertencias a médicos y pacientes. Estos estudios mostraron que un joven que ingiere los antidepresivos investigados (“Prozac” y “Zoloft” entre otros) tiene dos veces más riesgo de tener pensamientos suicidas que otro a quien se le administra placebos.

Pero estos tan nefastos efectos “colaterales” aparte, la medicación de remedios antidepresivos traslada los mecanismos patógenos del fondo de la depresión todavía más por debajo de la alfombra, es decir hacia el subconsciente, lo que no permite siquiera a los pacientes llegar a entender su enfermedad y descubrir sus posibles causas, para luego poder aprender de cómo superarlas. Para esto son indispensables las “Plantas Sagradas de Poder” del Shamanismo Indio-Americano, porque, opuestas a la estrategia encubridora del tratamiento alopático de la medicina formal, facilitan la liberación psicocatalítica** del material patógeno contenido en las estructuras de nuestro subconsciente. Claro que estas medicinas shamánicas pueden ser empleadas solo baja la dirección experta de un shamán experimentado.

En vista de los 80 millones de abortos anuales tasadas a nivel mundial es más que probable que algunas personas entre Uds. están sufriendo por una razón parecida de depresiones, porque a la depresión le sirve de base una seria deficiencia de vitalidad, la que puede acarrear estados crueles de agotamiento psicoenergético. En la casuística presentada arriba se hace visible, cómo puede formarse “endógenamente” una deficiencia semejante de vitalidad. Para entender esto, no se necesita todavía de alguna formación universitaria con la medicina formal sino solo un sano sentido común. Supongo que su madre, por razones comprensibles, le ha ocultado eventualmente una crisis semejante de conciencia, la que podía haber existido durante su embarazo, o que hoy en día ni siquiera podría comunicársela. Para poder liberar el esquema energético sutil (la memoria celular y reticular) del cuerpo de semejantes energías negativas, destructivas y cargarlo (“vitaminizarlo”) con fuerzas vitales naturales, se necesita, sin embargo, de instrumentos mucho más profundos y eficientes que aquellos, de los que dispone la psicoterapia convencional, a saber: el empleo shamánicamente administrado de las llamadas “Plantas Sagradas de Poder” del Shamanismo Indio-Americano.

Su notoria incriminación como “drogas” por la OMS (Organización Mundial de Salud) no es solamente anticuada, porque siempre ha sido insostenible a la luz de la sabiduría ancestral del Shamanismo, sino es completamente absurda y verdaderamente grotesca, porque – entre otras cosas – ¡las “Plantas Sagradas de Poder” también son sumamente aptas para curar la misma drogadicción, siendo ésta igualmente incurable para la medicina formal!

¿Porque, a decir verdad, deberían ser prohibidas las medicinas psicocatalíticas o shamánicas, las que no producen ninguna dependencia y son caracterizadas por una potencia curativa inasequible para la medicina formal, si son utilizadas expertamente por un shamán experimentado; cuando semejantes venenos, gravemente adictivos, como el opio o la morfina pueden ser usados legalmente en nuestras clínicas? ¿Acaso, solamente porque los doctores no saben manejar las medicinas shamánicas? En el interés por la salud de toda la humanidad, la investigación remozada de los efectos curativos de estas medicinas psicocatalíticas – ¡pero ahora seria bajo un pilotaje competente, pues shamánico! – ha llegado a ser una exigencia incondicional de nuestro tiempo, que no debería ser más aplazada de aquí en adelante.

Venezuela, Mérida, 20 de Octubre de 2004.

*SAN PEDRO – denominación botánica: Trichocereus Pacchanoi, un cacto de los Andes, cuyo agente medicinal es el alcaloide Mezcalina.

**PSICOCATALÍTICO – término que se refiere a la acción catalítica de las medicinas shamánicas sobre la conciencia y el subconsciente, porque debido a ella el material depositado en nuestro subconsciente se hace asequible a la percepción lúcida de la conciencia.

Nota: (Dr. med. Heinz Valentin Hampejs
Médico Especialista en Neurología y Psiquiatría
Médico en Medicina General
Investigador y experto en Medicina Shamánica Indio-Americana
Autor de la monografía encargada por el Ministerio de Salud Pública del Ecuador:
“El Éxtasis Shamánico de la Conciencia – Principio Medular de la Medicina Shamánica”.
E-MAIL: valentin_shamanism@gmx.net)