Chamanes del nuevo milenio (Vaelia)

Bueno, yo quería dar mi opinión y ha acabado siendo una especie de
confesión, supongo que he guardado demasiadas cosas demasiado tiempo
y ahora que el tema las rozaba se han escapado de la jaula.

Espero no cometer otro error.

Vaelia.

P.D: si ven que va a ser un error, favor de no aprobar el mensaje.

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Me recordó el título de un artículo de Freya Answer llamado “Chamanismo del Nuevo Eón” que traduje de la web de J.L. Colnot, para agregarlo a la web con el debido permiso previo. Hoy lo releo y me parece un buen intento de asomarse con respeto a un tema complicado, tan breve y conciso que a penas de lugar a dar un paso al frente.

Hablar de chamanismo moderno, en el mundo occidental, es muy difícil. Cuando uno, intuyendo que hay algo más sólido y más real, se puede resistir a dejarse llevar por la corriente facilona del estilo New Age, entonces llega el segundo obstáculo: que el fantasma resplandeciente, la idea que nos hacemos en nuestro aislamiento de ese chamanismo real ausente de nuestro entorno, nos deje tan deslumbrados como una liebre que queda inoportunamente paralizada en medio de la carretera.

Cuando llega el miedo arrebatador, de insultar con nuestra soberbia aquello por lo que sentimos el mayor respeto. Creo que el problema de los europeos, tal vez de los occidentales en general, es un cierto autodesprecio que nos cae como un yugo al cuello, que nos deforma con su peso desde la infancia y gana en peso a medida que crecemos. Planea sobre nuestras cabezas la sombra de un crimen pasado, como en los ciclos de la tragedia griega, una maldición familiar que se expía en las generaciones que siguen a los que mancharon sus manos de sangre. Aunque cuando nacemos, lo hacemos en esencia como cualquier ser humano, digno de inclinarse hacia dónde el corazón lo lleve; y aunque a penas seamos conscientes, el mensaje actúa desde dentro, está presente en nuestra cultura y nuestra educación. Al menos en la de mi generación, y en algunas corrientes de pensamiento anteriores a ésta, que se han desbordado en la época actual, coincidiendo más o menos con el surgimiento del “neochamanismo”.

La conclusión suele ser que el occidental debería pasarse la vida auto flagelándose, bajando la mirada, arrastrándose por los suelos ante el resto del mundo, como el ser indigno que es, condenado a buscar la aprobación del resto del mundo, y no aspirar nunca a nada más que el perdón por la ofensa cometida. Tremendo. El mundo occidental ha perdido, entre otras cosas, la noción del término medio: cuando se ha dado cuenta de “sus maldades” ha corrido directamente a agarrarse al otro lado de la balanza, tratando desesperadamente de prodigar “bondades” que no nacen del corazón, sino de la culpa; y que más de una vez acaban resultando ser un “meter el hocico dónde nadie les ha llamado”. Luego se preguntan porqué surgen grupos radicales, cuando la explicación es tan simple como que ante tal bombardeo algunos se rebelan contra la acusación, afirmándola. Deducen que los occidentales somos lo que somos –malos- y que ante el odio general del mundo -que jamás perdonará el gran
crimen- es preciso “defenderse”. He aquí, por todos lados, el triunfo de la estupidez.

No me gusta generalizar hasta este punto, luego la historia personal de cada cuál es un mundo; pero si hablamos de las coordenadas culturales en las que nos encontramos los occidentales, esto es lo que ven mis ojos y escuchan mis oídos.

El mundo occidental actual se parece bastante a un niño abandonado a su suerte por unos padres incapaces. Pero, por otro lado, nunca antes este niño había podido acercarse tanto a sus abuelos. Recientemente descubrimos que en un tiempo remoto también occidente tuvo unas tradiciones del mismo calibre que fueron desvencijadas. Y aunque de todo esto no quede más que un eco lejano, una parte de nosotros vuelve a tomar aire, y siente el alivio de diluir, por un momento, la frontera entre “nosotros” y “el resto”. Sólo por un momento.

Entre muchas otras cosas, hay dos tendencias que no suelen llevar a un buen final, en apariencia opuestas, son resultado del mismo autodesprecio:

Por un lado tenemos a los “antioccidentalistas”: “esto es una chapuza, nunca llegaremos al nivel, esto no es más que un teatro, todo está perdido, no importa lo que intentemos, esperemos a ser dignos de que algún maestro extranjero nos venga a buscar o mejor dejémoslo todo y partamos en su búsqueda, leyendo a Lynn Andrews y Olga Karitidi, y si no encontramos nada, murámonos de pena, que
después de todo, es lo que merecemos”.
Y por otro, a los “occidentalistas”: “Nosotros también tenemos una
tradición chamánica, mira que restos tan bonitos sólo falta sacarles
un poco de polvo y recrearlos con mucha imaginación, pero lo
importante es que no necesitamos a nadie que venga a decirnos lo mal
que lo hacemos.”.

Cuando empecé con mi maestro y le conté lo que había sido mi vida mágica hasta entonces, evaluó mis tendencias y me dijo literalmente : “Por supuesto, de escoger ese camino, NO te convertirías en un chamán.” Seguía que la sociedad en la que vivimos nos lo pone difícil, y el “pero” de que de todos modos, y aunque él
no tuviera la maestría suficiente para ayudarme a partir de cierto punto, eso no debía amedrentarme para seguir la búsqueda por dónde ya estaba inclinada. Y así empezó mi entrenamiento formal en lo que él llamaba Pathworking, que no era ni lo de hacer edredones de retales, ni el tipo de psicología new age que lleva ese mismo nombre, sino un tipo de visualizaciones intensas encadenadas, un
trabajo que se lleva a cabo principalmente en el astral y que en ocasiones se emplea emulando el viaje chamánico, a falta de algo mejor. Y luego, claro está, estaba Harner, quien, a pesar de las críticas que recibe, se toma la molestia de ir a ver el chamanismo en vivo y traerlo traducido a lo occidental, para que sea algo
factible de practicar, en lugar de ser algo que contemplar en la distancia y añorar.

Creo que la parte del neochamanismo occidental que no tiene relación con la experimentación con drogas bebe de esas fuentes, más los restos que se recuperan del pasado remoto. Y que además de los experimentos neocélticos, existen algunas personas que tratan de recuperar en lo posible la tradición chamánica (o próxima al chamanismo) que se relaciona con el más antiguo panteón de los nórdicos, el seidr.

[Aunque no estoy demasiado al día, porque pese al consejo de mi maestro, me amedrenté. Lo cierto es que me doy cuenta de que cuando las cosas empezaban a ir bien, se produjo lo de su triste partida, y lo que vino después, tal vez empecé a auto compadecerme más de la cuenta, y a dejar de tomar las cosas en serio, o a mantener una distancia prudencial respecto a aquello que requería una mayor seriedad. Y en lugar de seguir por mi camino, me quedé a esperar a los que venían tras de mi, para que no se encontraran con la sorpresa que yo me llevé. Vamos, que aún estoy asimilando el golpe, aunque cada vez queda menos para librarme de la condena.]

Mi idea acerca del neochamanismo occidental es que es algo que surge porque responde a unas necesidades, a unos “darse cuenta”, y al anhelo no de tener la verdad en posesión, sino de curar las heridas del individuo, y tal vez incluso de la sociedad a la que uno pertenece. Es una pretensión hacia unas estructuras más sanas, y tal vez hacia una cierta redención.

Aunque empezar un camino no significa que acabe bien. Los mismos males que arrastramos, afectan nuestra visión de aquello que descubrimos o creamos. Supongo que se puede ver a los occidentales, con sus problemas occidentales, de un modo ridículo, más como niños caprichosos que como hombres y mujeres en evolución, pero por algo tienen (tenemos, vaya) que empezar. Remueven la tierra y sacan a partes iguales basura y tesoros, y muchas veces son torpes, a veces pecan de soberbia, o de humildad fingida, o directamente se autohumillan, se pelean entre ellos y tienen esa relación de amor-odio hacia el resto del mundo, y salen también toda suerte de charlatanes y timadores, mientras intentan calibrar de nuevo el punto medio que perdieron en su día. Trabajan con lo que tienen a
mano, y seguramente no han alcanzado la madurez suficiente como para
sintetizar la información que recolectan, pero parece que están en ello.

No deja de ser curioso que empiecen a hacer algo justo cuando parece
que llega el fin de los tiempos, a sabiendas de que no van a arreglar el mundo, y cuando en general se apuesta por que no va a dar tiempo de acabar el trabajo. Se le llama neochamanismo, y a más de uno le recorre el sudor frío por si esto resulta una ofensa al chamanismo real, pero, seguramente, cuando haya pasado cierto tiempo, el fenómeno reciba otro nombre, más específico. Y sino, “chamanismo” tendrá varias acepciones en el diccionario. En lo importante, tarde o temprano, la diferencia siempre queda clara.

No se si en realidad el resto del mundo nos odia, pero independientemente de eso, si es cierto que deberíamos aprender a cuidar de nosotros mismos, y eso consiste en algo diferente a armarse para defenderse de la “amenaza fantasma” de otras culturas.

Me pasé demasiado tiempo subrayando libros, además de autocompadecerme. A veces “miro” a mis familiares/aliados/animales de poder/amigos invisibles y pienso que ni siquiera sé como llamarlos, a parte de por su nombre. Si les digo “tu que eres?” ellos me responden “¿Y tu? “, si les pido que hagan algo que confirme o desmienta mi creencia en su realidad me responden que lo haga yo primero, que ellos me siguen. Si les pido consejo, se ríen, “si no quieres escucharte a ti misma, de nada sirve que te digamos nada nosotros”. Pienso que hace años que deberían haberme dado por imposible y marcharse, pero se quedan, me acompañan … “si quieres más, basta con que te lo trabajes”. Pero demasiadas veces aún creo que todo es poco más que una fantasía occidental moderna.

–La verdad es que no estoy en condiciones de pedir más, porque yo a
penas doy nada más de mi.–

Muchas veces tienen razón, pero yo soy bien lenta procesando… y tengo cierta tendencia a acumular información sin saber que hacer con ella, y a seguir buscando información cuando no he resuelto los obstáculos del nivel básico. Creo que eso le pasa también a las reconstrucciones chamánicas del mundo occidental, que se lanzan a buscar información y técnicas antes de resolver lo básico cotidiano, antes de aprender a moverse efectivamente por el mundo común, y que
en esto hay un poco o un mucho de evasión, como lo ha habido en grandes épocas de mi existencia.

Mucho de dar vueltas rodeando una cosa en lugar de ir a por ella.

Realmente no es trabajo de una generación, porque en lo occidental no basta con recuperar restos de un pasado remoto, ni se trata de inventar o importar explicaciones para rellenar los inmensos huecos; sino de descubrir de nuevo lo que son y sus capacidades como personas, de llevarlas a la acción y recrear en consecuencia sus relaciones con los otros y con la naturaleza. Creo que la primera cosa que pretende el seguidor del “neochamanismo occidental” es curar sus propios males internos, herencia de una cultura relativamente reciente; otra cosa es que consiga trabajar con ellos sin negarlos y sin exagerarlos, dándoles una solución en lugar de avergonzarse y dejar que le consuman, que afecten a todo aquello cuanto toca.

Quiero creer que alguno, o algunos, lo conseguirán, y conseguirán algo más, ahora o más tarde, porque los misterios y las verdades no pertenecen al hombre, sino al Universo; y aunque los grupos humanos y sus saberes se extingan, misterios y verdades siguen ahí, y otros humanos crearán caminos sobre los viejos, o completamente nuevos, para encontrarlos. La historia de un hombre se resume en una vida; pero la de una cultura depende de muchas vidas. Y aunque uno no puede vivir más que la suya, lo que haga afecta a las que lo rodean, y al resultado final.

No se trata de ser compasivos, si cometen un error y merecen bronca, estará bien merecida. No se trata de ser condescendientes, que este camino sea posible no significa que cualquiera vaya a recorrerlo alegremente y con éxito. Nada de carta blanca: lo importante sigue siendo lo mismo en cualquier circunstancia y en cualquier coordenada cultural. Como siempre, cada cual escogerá las herramientas necesarias para el trabajo que quiera realizar, y llegará con eso hasta donde la energía le alcance.

Del mismo modo que creo que el “chamanismo light” no es malo, si sirve para mejorar las existencias de personas que no pretenden ir más allá, siempre que se reconozca que existe un “chamanismo hard” y que se trata de algo más serio y contundente; lo que este movimiento me parece, en el fondo, es un intento por resolver la necesidad de la persona por recuperar su integridad y, con ella, su lugar en el mundo. No puede ser tan malo, aunque queda un camino muy largo(yo al menos no le veo el fin) antes de alcanzar la solidez necesaria como para considerarse genéricamente una escuela de conocimiento con todas las de la ley, creo que no deja de ser un camino válido para el buscador que se tome las cosas en serio y sepa autorregularse. Como mínimo puede ser algo en lo que aplicarse hasta que se descubra algo mejor, para que si la inspiración (la oportunidad) se presenta, lo encuentre trabajando.