Entrevista con el mamo arhuaco Arwa Vikú

Entrevista con el mamo arhuaco Arwa Vikú
Trabajamos para mantener el equilibrio del planeta Tierra
Ricardo Díaz – Consuelo Pinzón – Iván Arana
Visión Chamánica

Entre nosotros, los viejos dicen: languschina, langus fortui china
(“la religión más práctica es el amor, la paz que podamos demostrarle
a nuestro planeta”). Esa sería nuestra verdadera religión.

    ¿Se pueden considerar las cuatro etnias de la sierra nevada de Santa Marta como integrantes de una misma tradición espiritual?
    Cuentan nuestros ancianos, nuestros guías espirituales, basados en el mapa sagrado de Serankwa, que allí están demarcadas las cuatro tribus que hemos tenido asiento en la sierra nevada de Santa Marta: los wiwas o arzarios, los kankwis o kankwamas, los kágabas o koguis, y nosotros los vintukwas o arhuacos. A las cuatro tribus nos distingue y nos identifica el conocimiento de la línea de origen, o la línea tradicional, para mantener el equilibrio del planeta Tierra.
    Además de mantener la unidad en torno a nuestra sabiduría milenaria, también nos une el marco geográfico de la sierra nevada de Santa Marta, ya que los picos nevados hacen parte de nuestra fuente de iluminación y sirven como una antena especial para mantener una guía, una visión, un espectro a nivel del planeta y eso nos sirve a nosotros para mantener el equilibrio. Por lo tanto, a los phundwas o picos nevados acudimos todos los mamos, sin distinción de grupo alguno, y allí hacemos las mismas ofrendas, hacemos los mismos rituales para mantener precisamente esa unidad de las cuatro tribus sagradas, esa identidad y ese equilibrio.

        ¿Cuáles son los elementos comunes en la tradición de las cuatro tribus sagradas de la sierra nevada de Santa Marta?
        En primer lugar nuestra enseñanza se inicia desde el vientre materno. Una vez que el niño sale, ya tiene una elección y ese viene a ser zeimake, tanto en el hombre como en la mujer, y a partir de esa predestinación que se le da al niño que está por nacer, él tiene los cuidados y preparativos a medida que va creciendo. Entonces ese zeimake se va a distinguir porque todo el tiempo va a estar al lado del anciano y eso va a dar lugar a que él, en estado de inocencia, aprenda de la inocencia del maestro y, como en un ritual de juegos, él vaya adquiriendo toda la destreza y la sabiduría de los mamos, cosa que cuando llegue a la edad de los siete años aproximadamente ya tiene casi todos los conocimientos del mamo mayor. Y posteriormente, cuando llega a la edad de la reproducción, ya él está en capacidad no solamente de dirigir al conjunto de la comunidad, sino que está revestido de una orden especial para mantener determinada disciplina en la Sierra, en el cuidado de los ríos, o de los animales, o de las semillas sagradas originarias de la Sierra.

        Otros se especializarán en el conocimiento de la medicina, como en el caso mío, que tengo ambas disciplinas: tengo la disciplina de velar por el conocimiento de los indígenas, internamente en la Sierra, si me lo exigen, y también tengo la disciplina de curar a las personas que están fuera de nuestro marco geográfico, o los hermanos menores como nosotros los diferenciamos, o los hermanos de la línea zuntaluyina o yugayina, que son la sociedad mayor, sin distingo de raza ni de credo religioso, político ni nada de eso. Esa disciplina a nosotros nos la enseñan los ancianos mamos especialistas en eso. Esa parte de esa disciplina se conoce entre nosotros como negrayina que es el bastón éste que estoy portando con diferentes colores, dando a entender así que son las diferentes razas del planeta para poderlas atender, para poder dialogar con ellos, tener la profundidad de mirar su conocimiento, tanto a nivel interno, como a nivel biológico. Entonces es una disciplina muy grande que a nosotros nos dan.

        Por otro lado, las mujeres también tienen una disciplina especial en nuestra enseñanza, porque ellas también son zeimake al igual que nosotros los hombres. Pueden llegar también al grado de mamas y ellas ocupan un papel muy importante porque son las que en silencio preservan todo el conocimiento de nosotros; además de que ellas son las que dan la medida o el equilibrio de cómo debe organizarse la familia, cómo debe organizarse la cosecha, la agricultura. Dan incluso los pronósticos de qué puede ocurrir en el futuro. Entre mamos y mujeres mantienen esa unidad para que se vaya recobrando todo el conocimiento milenario de la Sierra. Gracias a la mujer indígena, a la mujer zeimake, a la mujer mama, nosotros hemos logrado mantener todos los conocimientos milenarios.

        Otro aspecto que también nos identifica es que los marumsama, o los poderes que a nosotros nos dan como a ustedes los títulos profesionales, nos dan unas mochilitas así como ésta que pueden apreciar, este butaquito y bastón. Y estos son los marumsama, son como unas insignias o títulos de poderes para nosotros poderlos manejar a través de nuestro conocimiento. Y dicen nuestros viejos que nuestro conocimiento es de sencillez, es de voluntad, es de tener un contacto directo con la naturaleza; incluso de poder hablar con la naturaleza misma, hablar con los objetos. De pronto, las cosas sofisticadas, lo metálico, todo eso ya tiene una manipulación del hombre y nosotros debemos aprender a manipular un palo, una piedra, una hoja, para que a través del espíritu, de la esencia, a través de esa sabiduría milenaria que mantienen todos los objetos naturales nos podamos comunicar íntimamente y ese mensaje lo podamos transmitir a cualquier persona, a cualquier individuo, para su realización en el aspecto que nos los exijan.

        Así, por ejemplo, podemos observar el conocimiento de la hoja del ayu o la coca. El ayu es precisamente algo que a nosotros nos mueve a mantener ese conocimiento. El término solo ayu es como si fuera un diálogo interno que tenemos con nuestro espíritu para que a través del elemental de la hoja nos sirva como un medio de comunicación; además de considerarla nosotros una planta mágica ritual, nosotros podemos hablar de un conocimiento sobre la hoja del ayu, la cultura de la hoja del ayu, y es simplemente utilizarla pura, sin necesidad de ninguna mezcla y a partir de eso podemos tener nosotros unos conocimientos muy profundos en nuestra disciplina.
        Otro elemento que también nos distingue es el kankabu, ese objeto que ven aquí como un butaquito. Dicen que es el asiento común del hombre, por eso cuando nosotros ponemos este marumsama encima de eso, lo golpeamos cuatro veces, por cada uno de los cuatro puntos cardinales que para nosotros no son cardinales sino que son la manifestación del día, la oscuridad, el planeta Tierra y el cosmos en general; para conformarse el conjunto de las fuerzas del creador, por las cuales nosotros también mantenernos para dirigirnos a un paciente, a un enfermo y, a través de ello, manifestarle nuestra sabiduría de salud.

        Entonces, todas estas cosas que estoy comentando son algo que nos une a las cuatro tribus de la Sierra, y por eso subsistimos hasta el presente

¿Qué significa para los arhuacos la línea negra o la línea de origen?
La línea negra para nosotros es la línea sabia o la línea de origen. La llamamos así porque es la línea que nosotros tenemos por predestinación desde el momento mismo en que fue creado nuestro planeta. La creación para nosotros es el conjunto de la esencia de todo cuanto existe y nosotros tenemos de todo una porción mínima: tenemos de los árboles, de los animales, de las piedras, de los metales, tenemos del agua en su mayoría, tenemos de la energía cósmica, de la atómica, de las piedras, de todo… Por ese motivo, nosotros en vez de hablar de que hicimos invención de algo muy especial, hablamos de la línea de origen, de que el hombre debe recurrir a la línea de origen; nosotros la tenemos demarcada como algo especial, y no solamente la tenemos marcada sino que la percibimos a través de nuestro conocimiento. También para nosotros explicar algo del origen, tenemos como especie de unas evocaciones, unas palabras especiales, altamente sagradas.

Este palito que ustedes están viendo tiene el mismo mapa. Aquí no se alcanza a ver, pero se supone que ocultamente lleva las líneas. Aquí está la figura de Serankwa internamente y ésta es la mitad de la tierra. En sus extremos amarrado, usted coge este palito; no pesa un gramo, no pesa nada. Entonces si yo cojo ese palito como hombre común y corriente, sin ninguna evocación, yo no obtengo nada de eso. Pero si el mamo evoca la línea de origen y le pide que lo ayude, que le transmita esa fuente de energía de la cual nosotros somos modestos, humildes, de obedecerle a ella, a su conocimiento, a su energía, a toda su fuerza que está guardada en lo más profundo, inmediatamente siente esa evocación, la percibe. Entonces eso es quizá lo que a nosotros nos mantiene aferrados a la idea de que no podemos dejar de existir en este planeta y que cada día va a ser renovada la sociedad con base en los conocimientos de nosotros, de los mamos. Mamo es sabio, es guía; el mamo es el orientador, es el que mantiene la unidad de todo el planeta. Entonces, si yo cojo este butaquito y hago mi evocación, cojo mi coquita –mi ayu–, no como la gente tiene entendido que uno coge la hoja para drogarse, para uno no hay necesidad de eso.

(En este punto de la conversación, en nuestra presencia, el mamo hace su evocación en la lengua natal, toma el palito y sin tener ningún contacto ni enlace físico con el butaquito que se encuentra sobre la mesa, lo hace levitar).

… Es la diferencia, eso es lo que nosotros queremos explicarle a la gente. Si el hombre tiene su orgullo, su vanidad, solamente en el conocimiento de la información, no se aprende nada. Nuestro conocimiento es más práctico que estudiar. Y se estudia en la práctica y en la medida en que nosotros tenemos contacto directo con la naturaleza. Yo cuando pronunciaba el primer término –ñankwa– me dirigía al dueño del planeta: Serankwa. Y así como existe Serankwa, también existe otra fuerza: Kakarwa Viku, la fuerza de la luz. Y también existe Kaka Kariwkukuy, es el poder o la energía de la cosmogonía, del cosmos. Y finalmente me dirijo al padre de la oscuridad, que en nosotros sería la muerte viva –porque para nosotros no existe la muerte, la muerte es tan sagrada como vivir–. Entonces, me dirijo a la muerte y yo le doy un agradecimiento; inmediatamente me lleno de magnetismo y por eso es que este objetico, tan chiquitico que no pesa un gramo, me obedece, de otra manera no me haría caso.

Esa misma aplicación la damos también en la medicina. Por ejemplo, yo veo a alguien entrar aquí y con eso ya sé si se salva o se muere, así de sencillo. De pronto yo le pongo un aparato es como por llenar un requisito, pero no hay necesidad de eso, yo ya estoy viendo si el paciente se salva o no.
¿Cómo fue su proceso de formación para llegar a ser mamo?
Mi proceso inicia desde muy niño. Yo inicialmente nazco un día martes a las cuatro de la mañana, en el lugar de Bezameina – “licor sagrado”–. Cuenta mi madre que ese día había una reunión de mamas ancianos en un ritual especial sobre la producción y cuando ella regresó nuevamente a la choza donde estaban reunidos los mamas, se dirigió a ellos y les dijo que les tenía una sorpresa. La sorpresa era que yo había nacido. A partir de eso me señalan un anciano mama llamado Vikú. Entonces me mandaban con él a hacerle los mandados, acompañándolo a caminar con él; en sí es un ejercicio que parece como si fuera un juego interno entre el anciano y el niño: uno simplemente lo acompaña y está cerca de él y él está en sus ejercicios. Estoy hablando de 52 años atrás.

Ya después de que yo paso el proceso de zeimake con el mamo Vikú, empiezo mi escuela con mi padre Gunmaku-Maney Maku –Apolinar Izquierdo Suárez, en español–. El era un gran mama y al lado de él estaban los hermanos, o sea los tíos por parte de mi papá, también todos mamos –entre ellos estaban mamo Valerio, mamo Atanasio, mamo Mingo Niño, mamo Cornelio Torres y una serie de mamos que yo pude consultar ya mayor–. Y lo mismo, empiezo mi enseñanza práctica con mi padre, en los ejercicios, en las piedras, en los arroyos, en los árboles, las fuentes de agua, con los animales… y empieza uno a tener ese conocimiento. De manera que cuando yo llego a la edad de 12 años más o menos, que es cuando yo empiezo a aprender el español, voy al orfelinato.

En ese entonces se conocía como el orfanato de las Tres Avemarías. Como ustedes entienden el orfanato era de huérfanos. Pero ese huérfano es muy relativo. Yo me acuerdo que habíamos más o menos unos 450 niños, entre hombres y mujeres, y eso era como una guarnición cerrada, como una cárcel cerrada, grande, con una división por la mitad. Mirando hacia el norte del lado izquierdo, estaban las mujeres y hacia el lado derecho estaban los hombres; hacia el lado izquierdo, las monjas y hacia el lado derecho los curas.

Entonces, yo ya tenía mucho conocimiento sobre lo del mamo, y al mismo tiempo me existía una duda internamente, cada rato me martillaba, porque yo empiezo a mirar cómo los niños eran obligados a asistir a ese centro, y el que no iba allá era castigado. Había el corregidor, era un señor blanco, el secretario era blanco, los semaneros, como una especie de policías, eran blancos. Eran autoridades civiles. Y ellos tomaban como una desobediencia de la familia indígena no llevar los niños al orfanato. Entonces los castigaban: no recibían las dádivas que eran repartidas –un poco de harina de trigo que venía de Estados Unidos, con gorgojos y gusanos; que eso era lo que nos daban a nosotros–. Nos ponían a cultivar papa, a cultivar cebolla, zanahoria y todos los productos de tierra fría. Eran jornadas largas. Y toda la producción que salía nosotros no la consumíamos sino que la sacaban para Valledupar, para Barranquilla… Nosotros éramos los que menos veíamos de eso. Lo mismo ocurría con el ganado. Eso había mucho territorio hacia la parte baja de la Sierra en las riberas del río Nabusimaque; lo que es Santo Domingo, San Francisco, eso eran ganaderías de los curas. En ese tiempo decían que habían más de dos mil o tres mil reses de la misión de los capuchinos, allá en territorio nuestro. Y a nosotros solamente nos daban del ganado que se rodaba a los abismos; cuando ya estaba medio podrido, lo sacaban y lo echaban a secar y nos daban de ese ganado.
Una vez había un niño que por motivos de hambre a él le tocó subirse arriba a la terraza de la casa, que allá los padres guardaban las panelas. Entonces el niño se dejó agarrar en la terraza; lo bajaron, lo colgaron de los brazos y le dieron palo. Otro día, yo me salgo un poquito de la cárcel, de la Misión. Hacia la parte occidental habían unos árboles grandes y estaban llenos de granadilla, y me subí a arrancar mis granadillas. Cuando estaba bajando del árbol, yo escuché algún ruido extraño abajo y yo vi que había un niño, apoyado en un barranco, y el padre estaba abusando sexualmente del niño, y yo eso lo vi. Entonces, yo veía cómo los padres amenazaban a las niñas, a los niños; y cómo llevaban un capuchón aquí detrás y les pasaban por la mañana dádivas de pan; y ya uno sospechaba de que esos niños eran las víctimas sexuales de los curas.

Entonces yo me volví desde ese momento un rebelde de mi comunidad. Tanto, que organicé mi maleta y me fui para mi casa. Cuando llegué allá, mi padre me pregunta:
– ¿Usted por qué se vino?
– Yo me vine porque yo vi algo raro. –El me quiso desmentir. Le dije: –Papá, haga su ejercicio; como es mamo, adivine que yo estoy aquí es por esto, porque yo vi esto. –El me aceptó y me dijo:
– No, entonces usted no puede seguir estudiando allá. Usted se va a estudiar fuera de la comunidad.
Y sí, a los 16 años di el primer campanazo. Hice el primer documento –por ahí lo debo tener guardado–, denunciando todos los atropellos que estaba cometiendo la misión capuchina en contra de los indígenas. Al lado de eso, sumé unas historias de los mamas que habían visto cómo las monjitas que salían embarazadas botaban los fetos a los pozos sagrados (pozo del diablo). Nosotros a los pozos les llamamos yeikunuma (Poder del Agua). Yei es agua; numa es fuerza del agua, para nosotros hablar con el agua, y eso lo consideramos como un remanente supremamente sagrado. Los mamos eran buceadores. Se lanzaban allá a ver qué era lo que habían botado, perfecto sacaban el feto de las monjas.
Todo eso yo lo empecé a denunciar. Después, como quemaron las kankurwas del mamo Adolfo, que era un mamo rebelde también, él empezó a hacer las denuncias que estábamos viendo. Y vimos cómo los padres siempre estaban aliados con los colonos, imponiéndonos granjas, imponiéndonos cosas, pero era para saber cuáles eran los mamos que seguían la tradición, para sostener ellos que todo lo que hacíamos los mamos eran cosas de fetichismo, de brujería, de paganismo, eran cosas diabólicas. Entonces nos echaban fuego a nuestras kankurwas.

Todo eso lo denunciamos, hasta que al fin nace la idea de crear en la Sierra el primer Cabildo Gobernador. Lo hicimos con una segunda intención: necesitábamos un gobierno interno que sirviera de puente para mantener una relación directa con el Gobierno. Liberato Crespo, ya muerto, fue el primer gobernador de la Sierra y yo fui su primer secretario. Como tenía conocimiento de mamo y el cabildo gobernador era mamo, entonces nos entendíamos muy bien. Entonces empezamos a hacer los primeros documentos. Hicimos los primeros lineamientos a nivel territorial, a nivel educativo. Y a partir de esos primeros lineamientos, hicimos un documento fuerte donde pedíamos terminantemente que la misión capuchina tenía que ser expulsada algún día de los territorios sagrados.

Dio la gran coincidencia que en los últimos años de la estadía de los capuchinos en la Sierra le tocó dirigir a un padre colombiano, el padre Javier Rodríguez –yo aún le digo padre por cariño–. Al padre Javier yo lo llevé a muchos lugares sagrados y lo llevé a conocer muchos mamos, antiguos, sabios, casi la mayoría son ya finados, muertos, y el padre entendió el mensaje de nosotros. Tanto que un día me dijo: “No, si ustedes los mamos son más religiosos que nosotros. Yo esta sinvergüencería, este colonialismo, si no lo voy a aceptar. Yo les voy a devolver la tierra a ustedes”. Y él empezó a entregarnos las tierras, que eran de nosotros, pero que estaban en posesión de los capuchinos. Ahí empezó el desastre. El padre renuncia, el padre pidió la baja como padre y siguió estudiando con nosotros. Nosotros ahí sí fuimos tratados de comunistas, de falsos secretarios; bueno, de todo lo que ustedes se pueden imaginar. Sin embargo, yo seguí al lado de los mamos. Termina el gobierno de Liberato Crespo y se nombra a Luis Napoleón Torres.

Ya en el gobierno de Liberato Crespo, nosotros habíamos planteado la necesidad de hacer un gran congreso en la Sierra, invitando a todas las comunidades indígenas del país. Y ese congreso llevaba un objetivo: fortalecernos internamente y conocer las otras etnias que había en todo el país, invitando incluso algunas de otros países. Entonces, el mamo Marco, que fue un gran maestro mío, me asignó ir a visitar a los evangélicos, porque ellos estaban fortalecidos en la parte oriental.
Una vez que yo voy allá, me encuentro a un indígena que es pariente mío, a Ángel Torres –él era el pastor; un indígena pastor–. Espero que él termine su ceremonia y yo lo llamo, le digo: “Primo, yo necesito hablar con usted urgentemente. Quiero que me acompañe a ese árbol grande que hay allí”. Yo sabía que ese era un árbol sagrado. Al pie del árbol pasaba un río y ahí estaba al pie como un pozo grande. Yo me llevo a Ángel y le digo: “Ángel, en este árbol, aquí guardaban reliquias nuestros ancestros, nuestros viejos mamos, entonces usted tiene que aprender mucho de eso”. Y empecé a hacerle un diálogo sobre el conocimiento de los mamos. De tal manera que él regresó nuevamente al templo, a la iglesia evangélica y me dice: “No, si eso es así, yo lo voy a acompañar”. Yo ya le había dicho en qué fecha se hacía el congreso. Y de una vez en la noche, me acuerdo, como a las diez de la noche, él ensilló su mula y se despidió de la señora y se fue a donde había otro pastor indígena.
Él representaba algo, pero fuera de eso era pastor, llegamos a las cuatro de la mañana a la casa de Luis Napoleón y lo mismo. Yo voy preparado dentro de la orden que me dan los mamos al diálogo con él y llevo al otro pastor. Llegamos a un acuerdo, sacamos por conclusión que él era yerno de un gran mama llamado Julián. Yo le dije a él ya por la mañana, vamos a visitar a su suegro. Al mamo, un viejo anciano, se le hizo raro que llegaba el pastor evangélico a visitarlo. Entonces, él me abrazó a mi, el anciano, el mamo me dijo: bienvenido que haya traído estos personajes aquí. Ahí hacemos el primer trabajo. Por eso le digo que yo creo en mi tradición y estoy aferrado a mi tradición, sin ninguna pelea alcancé a dominar a esos dos señores. Tanto que cuando voy al congreso, ellos asisten al congreso: nadie esperaba eso. Y a partir de eso empezamos un trabajo intenso. Yo no los dejo, yo me traslado un tiempo hacia la parte oriental, en la zona evangélica. Yo tengo ya con Ángel varias experiencias. Ángel, que era pastor evangélico, se vuelve para el movimiento indígena. Él hace las primeras denuncias en contra de los evangélicos, después de que era su gran amigo. Él se apoyaba en que yo estaba con él.
Nosotros alcanzamos a coger cosas tan delicadas que eran anticonceptivos, eran esterilizantes, eran una cantidad de drogas, todas sofisticadas, gringas, y nosotros las trajimos al Ministerio de Gobierno en ese entonces para que las estudiaran. Después hicimos denuncias donde decían los mamas que los indígenas estaban quedando estériles. Esa era una política del Instituto Lingüístico de Verano: acabar con las comunidades indígenas. Todo eso lo denunciamos en ese entonces, y pedimos también el retiro. Ya en el segundo viaje nos tomamos el templo evangélico a la brava, y entonces tuvieron que salir los del Instituto Lingüístico de Verano de allá. Fue la primera sorpresa.

Después, cuando ya se hace el primer Congreso Arhuaco, de ahí se nombra a Luis Napoleón como Cabildo Gobernador de los Arhuacos –alrededor de los años 1976 a 1986–. Lo acompaño a él en los primeros cuatro años, y dejo de acompañarlo porque ya sucedieron cosas muy directas contra nosotros, contra el movimiento. A mí me empiezan a hacer la persecución. Pero yo sabía que eso era orden de los curas, de los padres; me hacen dos atentados, uno en Valledupar, uno en Pueblo Bello, y a partir de eso consulto a mi papá y él me dice: “No. Usted tiene que irse. Si no se va, está corriendo mucho riesgo”. Le hago caso a mi papá y me vengo para aquí, para Bogotá.

Aquí me dediqué a la parte médica que yo había aprendido. Estando aquí, me vuelven a llamar; Napoleón vuelve y me llama, me dice: “Lo necesitamos porque hay unos problemas muy agudos internamente”. Yo volví y estando allá ocurrieron cosas muy extrañas, ya cuando desaparecen algunos indígenas, ya cuando matan unos colonos. Entonces, el problema fue serio. Yo no sé cómo no caí, me salvé. Pero me tocó en ese entonces hasta de abogado de mis hermanos indígenas. Porque yo vi cosas muy terribles. Encontrar los cadáveres amarrados a orillas de los ríos; los indígenas amarrados, entre cuatro, cinco y seis, así… y todo eso se quedaba en silencio. Sin embargo, yo hice inteligencia muy internamente sobre quiénes eran los asesinos y los denuncié con nombre propio. Ellos fueron fulano y fulano. Y eso me acarreó problemas tremendos. Sin embargo, ya sabía que eso iba a venir. Hasta el último día, antes de renunciar, iban por la cabeza de Napoleón, lo iban a matar a él, y yo estaba por delante. Sin embargo alcancé a avisarle a Napoleón: escóndase; porque ya iban los sicarios a matarlo. Entonces, esa tarde llegan un hermano de Napoleón y otros líderes que estaban armando una tienda comunal arriba en la Sierra, y vi cuando pasaron –en ese tiempo, una ranger– hacia arriba, una vez que ellos habían salido. Y al otro día que averiguamos, que bajaban los indígenas, preguntamos si había llegado el hermano de Napoleón. No llegó.

Estaba mamo Zarai, anciano que yo lo había llamado porque él era rebelde, no le gustaba nada de gobierno, ni de política, él era alejado de eso, mamo consagrado solamente a su conocimiento; pero él me hizo caso, entonces me dijo “yo lo voy a acompañar unos días”. El me acompañó y fui y le consulté yo al mamo. “¿Por qué no me adivina qué pasó con esos señores?” “No, esos señores aparecen muertos”, de una vez me dijo. Sí, se nombró una comisión y se encontraron los cuatro cadáveres: otros cuatro cadáveres de indígenas. El hermano de Napoleón y otros. Como yo sabía quienes eran, entonces vine y los denuncié directamente a ellos. Entonces los otros pues en venganza, ya como a los tres meses asesinan otros familiares de ellos y se agudizó el problema. Traen los indígenas, los meten a la cárcel. Yo tenía bastante influencia en Valledupar con algunos jueces y con eso pude sacar los indígenas de noche de la cárcel donde estaban detenidos y los volví otra vez a la Sierra. Entonces eso me fue acarreando problemas y me tocó abandonar la sierra por algún tiempo, hasta que ya toda esa gente, que eran malos y todo eso, se fueron muriendo poco a poco y así ya pude regresar a retomar nuevamente la medicina.

Lo único que sí tengo es el agradecimiento de la Sierra, que no me han abandonado los mamos. Tanto, que estoy aquí casi cumpliendo una misión. De allá mandan las ofrendas para que visite muchos lugares que consideramos altamente sagrados, como santuarios –Monserrate, el Salto del Tequendama, las salinas de Zipaquirá, la laguna de Guatavita y otros sitios–. De tal manera que todos los objetos que ellos me mandan de allá, tengo que hacerlos llegar a esos lugares para mantener viva la esperanza de que mucha gente que está aquí se va a sensibilizar mucho con el problema indígena; no solamente de nosotros los arhuacos, sino también de las comunidades indígenas en general; porque pensamos de que las comunidades indígenas también hacen parte del conocimiento de la línea negra que nosotros hablamos y por eso hemos estado invitando en los últimos años, ya se han hecho dos congresos a nivel internacional en la Sierra y uno se hizo en el Amazonas y hemos estado promoviendo esa comunicación. Y aquí los estudiantes me tienen como parte de consulta cuando ellos tienen sus problemas a nivel interno. Entonces los estudiantes arhuacos, koguis, que están en las universidades vienen aquí; necesitan fortaleza espiritual, entonces les hago su ejercicio aquí y se van a estudiar tranquilos. No tienen problema. Entonces hemos cumplido ese papel.

Lo otro es que tenemos mucha gente indígena con problemas de salud, aquí ya han venido. Por ejemplo, un líder indígena de Tierradentro al que no lo había podido curar nadie. Muy grave me lo trajeron; en tres sesiones se curó. Entonces me invitaron a un encuentro del CRIC –Consejo Regional Indígena del Cauca–, no fui porque me mantengo aquí muy ocupado –les pedí excusas porque no podía ir–. De todas maneras ese es un servicio que tengo orden de prestar a los hermanos indígenas también. Lo hacemos porque pensamos que ellos también tienen que aprender de este conocimiento para que sientan confianza de que no es solamente la medicina científica, sino que hay una medicina sencilla que también se puede utilizar. A eso le estamos dando aplicabilidad en la Sierra Nevada a través de la ARS indígena que tenemos allá. Y, ¿qué ha ocurrido? Que nosotros tenemos superávit. Que los dineros que nos ha dado el gobierno solamente los estamos utilizando para los casos más delicados. Pero los niveles de medicina general los manejamos nosotros y no cobramos. Nos ha ido bien en ese sentido. Nosotros a nivel interno sabemos que el dinero hace mucho daño, entonces solamente lo manejamos a nivel externo para pagarle a los médicos generales, los cirujanos y las clínicas, nada más; a nivel interno estamos los médicos tradicionales, los mamos, con nuestra botánica.

Durante todo ese gobierno a partir de Napoleón, cuando lo nombran Cabildo Gobernador, se fortalece la comunidad. Hay un pequeño impasse ahí. Cuando se nombra el Cabildo Gobernador aparentemente se divide la comunidad: los de mentalidad mestiza y los de mentalidad tradicional. Yo estaba dentro del grupo de los de mentalidad tradicional. Como los de mentalidad mestiza en ese entonces eran casi mayoría familiares míos, en un tiempo yo me eché mi familia encima por ese problema. Sin embargo, yo seguí trabajando internamente. Fui preparando los líderes a nivel interno y en todas las conferencias les fui divulgando el conocimiento de los mamos. En ese momento lo tomaban algunos como burla, porque tenían todo el conocimiento de los curas, de los misioneros, y allá no había más religión sino la religión católica. Pero cuando ya a los padres les ponemos la cosa bien dura, tienen que abandonar el territorio de la Sierra, ellos quedan aparentemente desarmados. Entonces, como ellos estaban preparados para dirigir la parte administrativa, porque les habían enseñado, a ellos les dieron todos los cargos y nosotros los indígenas de mentalidad tradicional nos salimos de esos cargos; una táctica que utilizamos, y los empezamos a trabajar. Como esto es de los mamos, y el pensamiento es de mamos, ustedes tienen que obedecer a los mamos y no los vamos a obligar. Ahora vamos a hacer al revés de lo que harían los curas; los niños que quieran ir al mamo que vayan –como había un trabajo previo, pues la mayoría acudió a los mamos.

Entonces fue tomando fuerza el movimiento, hasta que nombran a Bienvenido Arroyo, que cumple un doble papel, porque tenía una relación muy fuerte con los colonos y una relación muy fuerte con los indígenas. En ese doble trabajo que se hace estuve colaborándole casi siempre, orientándolo, y empezamos a promover ya a la gente nuestra para que se preparara en la universidad, tuvieran un conocimiento. Casi todos eran hijos de mamos, de manera que no perdían el puente; estaban en la universidad, hacían el puente que yo les daba aquí, el conocimiento, y allá lo veían y lo reforzaban.

Cuando ellos salen profesionales van a ocupar los cargos y, lógico, esa gente está muy preparada y no se iba a dejar engañar muy fácil. Entonces, van ocupando todos los cargos. Es el caso de las escuelas indígenas que eran antes dirigidas por profesores extraños a la comunidad, ya son en este momento 100% indígenas.

En este momento estamos peleando ya los cargos a nivel gobierno. Hemos encontrado la traba porque son cargos políticos, de cuotas políticas. Ahí estamos agarrados. En este momento estamos solicitando que el jefe de la División de Asuntos Indígenas sea un indígena y ellos están aferrados que no, porque eso es una cuota política. Pero pensamos que lo vamos a ganar. Pensamos también que las alcaldías que están alrededor de la Sierra y donde tenemos más población indígena, esas alcaldías tienen que ser indígenas. Porque fueron alcaldías impuestas, a sabiendas que suplantaron el resguardo y lo hicieron sobre el resguardo, el caso de Don Diego, de Pueblo Bello y de Dibuya, todo eso afectó territorio kogui, territorio arhuaco, el resguardo arhuaco. Ese es otro trabajo que se está haciendo y tenemos gente allá.

Entonces, todo eso ha servido para mantener la línea de los mamos. Hay un lugar que nosotros vamos a revivir ya como una escuela de mamos en la Sierra, que es una escuela antigua y es la escuela que siguió Arumaku Flores. Él era hijo de un cura alemán con una indígena de la Sierra, de ahí se mestizó la comunidad, esa rama, y los que se quedaron solamente con su raíz tradicional se murieron. Entonces Arumaku Flores decía que nosotros no vamos a perder nuestra tradición a pesar de que habíamos recibido un mestizaje a través de ese cura. Él tuvo asentamiento en un lugar en la Sierra donde invitó a las cuatro tribus –los kogui, los arzarios, los kamkuamas y nosotros los arhuacos– y en ese lugar él hizo las insignias sagradas que su pueblo jamás debía destruir. Él era como un profeta. Fue el que recibió por primera vez la distribución de los elementos extraños a la comunidad –como era el machete, la pala, objetos de cocina, los animales domésticos: la vaca, el burro, el ganado–; pero bautizados, no metidos violentamente. Él los recibió con ceremonia y con todo, él asignó para eso un templo especial. Él se consideró en ese tiempo como un guía espiritual de una comunidad muy grande, pero eso está casi en su extinción. Por eso era lo que los curas estaban felices, porque ellos tenían mamos a favor de ellos también, haciéndole trabajo a ellos y nosotros los tradicionales por otro lado. Entonces había como un choque.

Hoy todavía quedan rezagos de eso por ahí, pero ya muy pocos. Porque la organización más grande la está dirigiendo el movimiento Guzintana, que es el movimiento de nosotros. Por decir algo, si en la comunidad mía hay 100 mamos, por ejemplo, nosotros tenemos más o menos 70 mamos a favor del movimiento de nosotros, y mamos muy serios, muy respetados, los que hemos trabajado por ejemplo la recuperación de los mapas sagrados, la fortaleza de la línea negra, los que estamos fortaleciendo las escuelas, los que hemos permitido que el hombre tiene que capacitarse en ambas culturas. Allá hay unos que están aferrados a que el hombre no debe recibir enseñanza de ninguna. Es un movimiento muy pequeño, pero lo hay; son muy fácil presa de manipularlos y todo eso. Pero pensamos que poco a poco vamos a lograr esa unidad. Entonces, antes nos decían que era porque los indígenas no se habían capacitado, pero hoy tenemos gente capacitada: en derecho, en medicina, en enfermería, en administración, en contaduría. Entonces, ya no nos pueden sacar excusas de que es que los indígenas no se han preparado. Estamos en esa pelea en este momento.

En ese tiempo, en esos cincuenta y pico de años que llevo, he hecho el curso general de mamo. Y el último esfuerzo que tengo pensado hacer, que ya lo estamos empezando, es volver a levantar la Kamsamaría.