Entrevista a un chamán shuar

Entrevista a un chamán shuar

El periódico a veces trae buenas noticias…

01/09/2003
HILARIO CHIRIAP, CHAMÁN DE LA NACIÓN SHUAR
“Mira hacia atrás y verás delante de ti”

Tengo 38 años. Nací en Asaú, una comunidad shuar en la selva
amazónica dentro del Estado de Ecuador: mis padres sobrevivieron a
30 años de guerras tribales; mis abuelos chamanes, no. Tengo cinco
hijos y una mujer, Rosa, que viaja conmigo. Creo que tenemos que
limpiar nuestras raíces con las cuatro muertes para poder crecer

Mi familia era de chamanes, pero mis padres vivieron 30 años de
guerra…

–¿Con el gobierno?

No, entre tribus. Mis abuelos fueron exterminados en las guerras
tribales y mis padres tuvieron que huir. Éramos trece hermanos y yo
fui educado en la tradición chamánica de mi pueblo, la nación
shuar…

–¿No eran ustedes los jíbaros?

No nos gusta ese nombre. Nos lo pusieron los conquistadores
españoles.

–No quería ofender…

Somos shuar. Los salesianos empezaron a trabajar con nuestra gente
en los años 60 y yo fui uno de los elegidos de mi pueblo para
estudiar. Fui enviado a misiones y luego llegué a la universidad en
Quito, pero no quise quedarme allí.

–¿Por qué?

Cuando estudiaba en el colegio, algunos profesores no entendían que
pudiéramos ser tan buenos en matemáticas, como los mejores, y nos
ponían peores notas que a los mestizos y a los blancos. Estuve
interno hasta los 18 años y tenía que soportar muchos desprecios por
mi raza, hasta que, por fin, consiguieron que, cuando era ya mayor,
no estuviera orgulloso de ser un shuar.

–¿Y qué le hizo convertirse en el líder espiritual de su nación?

Yo no era feliz en Quito. Pero hablaba con mi madre siempre que
volvía a mi pueblo. Mi madre había heredado el chamanismo de mis
abuelos y me explicó cómo todos los seres vivimos y morimos en la
misma tierra bajo el mismo sol respirando el mismo aire: somos lo
mismo. Todos venimos de lo mismo y vamos a parar a lo mismo.

–Eso me suena.

Así que yo no podía sentirme inferior.

–¿Siguió estudiando?

Sí, pero a los dos años de universidad me di cuenta de que mis
chamanes tenían tanto que enseñarme como la universidad. Volví a mi
casa y empecé a estudiar con mi madre, que sabe todos los ritos
tradicionales, luego estuve con los chamanes de otras naciones
indias que todavía no hablaban español y al fin con Jimpikit, mi
maestro.

–¿Qué aprendió?

El valor de la vida y el camino de las cuatro muertes; aprendí a
respirar, a curar lo curable y a aceptar lo incurable. Supe de
cientos de plantas que crecen en nuestra Amazonia y que mi madre
mencionaba en sus cantos hasta que se acababa su memoria junto a los
peces y los pájaros y los animales. Ella los nombraba para que no se
extinguieran.

–¿Qué son las cuatro muertes?

Nosotros al nacer no estamos limpios. Heredamos siglos de guerras,
de odios, de asesinatos, de robos y abusos, de destrucción de la
naturaleza, de la tierra, del agua, del aire, de los árboles y
animales… Es una pesada carga que vas arrastrando contigo por el
mundo y que te impide crecer.

–¡Qué le vamos a hacer!

Se puede hacer algo. Nosotros creemos que podemos recuperar los
ancestros. Conocer tus raíces, volver por ellas, reconociendo a tus
antepasados hasta la tierra. Y cuando has limpiado tus raíces,
crecerás como un árbol, pero limpio. Hay que mirar hacia atrás para
poder ver delante de ti.

–¿Y eso cómo lo hacen?

Hay que purificar tu genética: morir para ver a tu familia hasta las
raíces, y así abrirás tu mente y comprenderás.

–¿Habla de tomar drogas?

Hay sustancias que pueden ayudarte, pero, si no quieres, puedes
atravesar el camino y pasar por las cuatro muertes sin tomar nada.

–Hablemos de las sustancias.

Utilizamos el natem, la naikiua y el tsank.

–¿Hay traducción?

El natem o ayahuasca es una liana conocida como planta sagrada; la
naikiua creo que ustedes la llaman también floripondio. Y el tsank
es el tabaco, que nosotros utilizamos en hojas verdes, cuanto más
frescas mejor.

–¿Y si quiero ver mis raíces y limpiarlas, pero sin tomar nada?

Perfecto. Entonces también tenemos nuestras técnicas: una dieta,
meditación, una actitud especial y una profundización en su
interior.

–¿Qué estudió usted en la universidad?

Psicología.

–¿Qué dicen los psiquiatras y los psicólogos y los médicos de sus
prácticas?

Ahora mismo estamos colaborando con muchos médicos oficiales en
recuperar plantas y tratamientos antes de que se olviden. Hemos
creado un Centro Educativo Shuar para grabar, filmar y recopilar
todo lo que nos explicaron nuestros maestros.

–Por ejemplo.

Cómo construir casas con lo que nos da la selva, porque toda la
selva es nuestra casa, y cómo tener familia y mantenerla y cómo
vivir sin acabar con los peces ni los árboles ni las plantas. Cómo
coger esas plantas sin destruir las raíces para que puedan volver a
crecer y cómo cazar sin que se acabe la caza.

–¿Usted cree en Dios o en sus dioses?

Nosotros creemos en el Yus, la máxima fuerza, que se incorpora en el
Arutam a la vida de los humanos, que cuando viven alcanzan el
Uwishin, la plena armonía.

–Entonces ustedes los shuar son monoteístas…

No, somos politeístas. Esa energía universal tiene múltiples formas,
que son nuestros dioses, pero creemos en una fuerza suprema.

–¿No es una contradicción?

No la hay. Esa fuerza universal está en todos los seres y está en
uno: está en todos nosotros. Salimos de ella y volvemos a ella.