Vislumbres de una infancia dorada (libro) (4)

Sesión 23

Ahora, el trabajo que hago contigo..Te estaba contando sobre la relación que sucedió entre un niño de unos nueve años y un hombre mayor, de unos cincuenta. La diferencia de edad era grande, pero el amor puede trascender todas las barreras. Si puede suceder incluso entre un hombre y una mujer, ¿acaso hay alguna barrera mayor? Pero no lo es, y esta relación no puede ser descrita sólo como amor. Él podría haberme querido como a un hijo, o como a su nieto, pero no se trataba de esto.
Lo que sucedió fue amistad, y apúntalo: valoro más la amistad que el amor. No hay nada por encima de la amigabilidad. Sé que te has debido de dar cuenta que no uso la palabra «amistad». La he estado usando hasta ayer, pero ahora es el momento de hablaros de algo más elevado que la amistad, la amigabilidad.
La amistad también puede ser limitadora, a su manera, como el amor. Puede ser también celosa, posesiva, con miedo de que se pueda perder, y debido a ese miedo, hay mucha agonía y mucho esfuerzo. De hecho, la gente está luchando constantemente con aquellos que ama, es extraño, muy extraño…, increíblemente extraño.
La amigabilidad está por encima de todo lo que el hombre conoce y siente. Es como la fragancia del ser o, le podrías llamar, el florecimiento del ser. Algo transpira entre dos almas y de repente hay dos cuerpos, pero un solo ser; eso es lo que llamo florecer. La amigabilidad es la liberación de todo lo pequeño y mediocre, de todo aquello con lo que estamos familiarizados, en realidad, demasiado familiarizados.
Puedo entender por qué mi Nani derramó lágrimas por el hecho de que fuese amigo de Shambhu Babu. Ella estaba en lo cierto cuando me dijo: -No estoy preocupada por Shambhu Babu, es bastante viejo y pronto se lo llevará la muerte.
Es extraño, pero murió antes que mi abuela, exactamente diez años antes, y mi abuela era mayor que él.
Todavía estoy asombrado de la intuición de esa mujer. Ella había dicho: -No durará mucho; ¿qué será de ti después? Mis lágrimas son por ti. Tú tienes que vivir una vida larga. No encontrarás mucha gente de la cualidad de Shambhu Babu. Por favor, no te formes un criterio en base a su amistad; de otro modo, tendrás que vivir una vida muy solitaria.
-Nani -le dije-, incluso Shambhu Babu está por debajo de mi criterio, o sea que no necesitas preocuparte. Voy a vivir mi vida de acuerdo a mi visión, no importa dónde me lleve, quizá a ningún lugar. Pero una cosa es segura -le dije-, estoy totalmente de acuerdo contigo en que no tendré muchos amigos.
Y fue verdad. En mis días de colegial no tenía amigos. En mis días de bachillerato se creían que era un extraño. En la universidad, sí, la gente siempre me respetó, pero eso no es amistad, ni mucho menos amigabilidad. Es un extraño destino el haber sido respetado siempre desde mi juventud. Pero si mi Nani estuviera viva podría haber visto a mis amigos, mis sannyasins. Habría visto miles de personas con las que estoy en sincronicidad. Pero ella ha muerto; Shambhu Babu está muerto. El florecimiento ha llegado en un momento en el que todos los que estaban realmente relacionados conmigo ya no están.
Ella tenía razón al decir que viviría una vida solitaria, pero a la vez se equivocaba, porque como el resto del mundo, pensaba que solitud y soledad son sinónimos; no lo son. No sólo no son sinónimos, son polos opuestos.
Solitud es un estado negativo. Cuando no puedes estar contigo mismo y mendigas la compañía del otro, eso es solitud. No habrá ninguna diferencia si encuentras compañía o no; seguirás sintiéndote solitario. En todos los casos del mundo puedes comprobar lo que te estoy diciendo. No puedo decir en cada hogar, digo en cada casa. Raramente existe un hogar. Un hogar es donde la solitud se ha transformado en soledad, no en algo gregario.
    La gente piensa que cuando dos personas están juntas se acaba su solitud. No es tan fácil. Tenlo en cuenta, no es tan fácil; en realidad, se convierte en algo más difícil. Cuando dos personas solitarias se juntan, su solitud se multiplica; no sólo se dobla, recuérdalo, es una multiplicación, y muy fea. Es como un pulpo, una lucha continua con diferentes nombres, por diferentes razones. Pero si levantas todas estas tapaderas debajo no verás más que desnuda solitud. No es soledad. La soledad es el descubrimiento de uno mismo.
Muchas veces le dije a mi abuela que estar solo es el estado más hermoso que uno podría soñar. Ella se reía y decía:
-¡Cállate! Tonterías. Lo conozco. Vivo una vida solitaria. Tu Nana está muerto. Me engañó: murió sin avisarme de que se iba a morir. Murió sin decirme a dónde iba, y a qué. Me traicionó.
Estaba amargada con eso. Entonces me dijo: -Tú también te marchaste. Te fuiste a la universidad, y sólo me visitas una o dos veces al año. Me paso meses esperando a que regreses a casa dos días. Y ese par de días se acaban muy pronto. Tú no sabes lo que es solitud. Yo sí la conozco.
A pesar de que ella estaba llorando, me reí. Quería llorar con ella pero no pude. En vez de llorar, me reí. Ella dijo: ¡Fíjate! No me entiendes en absoluto. -Te entiendo -le dije-, por eso me río. Sigues insistiendo una y otra vez en que solitud y soledad son lo mismo, y yo digo, clara y absolutamente, que no lo son. Y tendrás que entender la soledad si quieres dejar de sentirte solitaria. No puedes librarte de ello si sólo sientes pena de ti misma, y no continúes enfadada con el abuelo…
Ésta fue la única vez que defendí a mi Nana en contra de mi abuela. -¿Qué podía hacer él? Él no te ha traicionado, aunque te puedas sentir traicionada. Ése es otro tema. La muerte y la vida no están en las manos de nadie. Al morir se sintió tan impotente como al nacer. .. y ¿te acuerdas de lo impotente que se sentía? Daba voces una y otra vez: «Para la rueda, Raja, ¿es que no puedes parar la rueda?» En ese constante pedimos que detuviésemos la rueda, ¿qué es lo que estaba pidiendo? Estaba pidiendo su libertad. Estaba diciendo: «No quiero volver a nacer en contra de mi voluntad, y no quiero morir en contra de mi voluntad.» Él quería ser. Quizá no era capaz de decirlo correctamente, pero así es como traduzco lo que dijo. Sólo quería ser, sin ninguna interferencia, sin estar obligado a nacer o a morir. Estaba en contra de esto. Sólo estaba pidiendo su libertad, y sabéis, la palabra india para lo esencial es moksha. Moksha significa «libertad completa». En ninguna otra lengua existe una palabra como moksha, no; sobre todo en inglés, porque el inglés está totalmente dominado por el cristianismo
Precisamente el otro día recibí un álbum de fotos de uno de nuestros centros alemanes. El álbum está confeccionado con todas las fotos de ese hermoso lugar y de la ceremonia de su inauguración. Incluso el sacerdote cristiano de la iglesia cercana participó en la ceremonia. Me gustó lo que dijo: -Éstas son bellas personas. Les he visto trabajar más duro de lo que nadie trabaja hoy en día, y con tanta alegría que da gusto verlos… pero están un poco locos.
Lo que dijo era correcto, pero cuando dijo «están un poco locos» no tenía razón. Sí, están un poco locos; mucho más de lo que él pueda imaginarse. Pero la razón por la que lo dijo era fea: el «porqué» no el «qué». Les llamaba locos porque creen que hay muchas vidas después de esta vida. Por eso les llama locos.
De hecho, si hay alguien que está loco, no es mi gente sino aquellos que piensan que mi gente está loca. Me reservo ese derecho para mí mismo. Les puedo llamar locos porque cuando lo digo, lo digo desde el amor y la comprensión. Para mí no es una palabra condenatoria; para mí es un elogio. Todos los poetas están locos, todos los pintores están locos, todos los músicos y bailarines están locos; de lo contrario, no habría poetas, músicos ni pintores, y si esto es así con los pintores, los músicos y los bailarines, entonces ¿qué se puede decir de los místicos? Deben de ser los más locos. Y mis sannyasins llevan camino de ser los más locos, porque no conozco otra manera de permanecer cuerdo en un mundo tan loco.
Mi abuela tenía razón cuando me decía que no iba a tener amigos, y también tenía razón al decir que Shambhu Babu no tendría amigos. Respecto a Shambhu Babu estuvo totalmente en lo cierto; sobre mí, sólo hasta el momento en que comencé a iniciar a gente a sannyas. Ella sólo vivió unos días más después de que iniciara el primer grupo de sannyasins en los Himalayas. Había escogido especialmente la parte más bonita de los Himalayas, Kulu Manali, «El valle de los dioses», como es llamado, y sin duda es el valle de los dioses. Es tan hermoso que uno no se lo puede creer, incluso cuando te encuentras en el mismo valle. Es increíblemente cierto. Escogí Kulu Manali para la primera iniciación de veintiún sannyasins.
Eso fue sólo unos días antes de que mi madre…, mi abuela muriera. Perdonadme otra vez, porque sigo llamándole «madre» una y otra vez, y luego me corrijo. ¿Qué puedo hacer? La he conocido como mi madre. Toda mi vida he tratado de corregirlo y no he sido capaz. Todavía sigo sin llamar a mi madre, «madre»; todavía le llamo bhabhi, no madre y bhabhi sólo significa «esposa del primogénito». Todos mis hermanos se ríen de mí. Me dicen:
-¿Por qué sigues llamando a tu madre bhabhi? Porque bhabhi significa esposa del hermano mayor. Con toda seguridad, tu padre no es tu hermano mayor.
¿Pero qué puedo hacer? Conocí a mi abuela como mi madre desde mis primeros años, y esos primeros años son los más importantes de la vida. Es lo que los científicos llaman «huella».
Cuando un pájaro sale del huevo y mira a su madre, esa primera mirada queda grabada en su memoria. Pero si el pájaro sale, y has quitado a su madre de en medio y la has reemplazado con algo diferente, se produce una huella diferente.
Es así, en realidad, como se empezó a usar la palabra «huella». Un científico estaba trabajando en lo que sucede cuando un pájaro rompe el cascarón. Apartó todo lo que había alrededor, pero se olvidó completamente de que él mismo estaba allí. El pájaro salió, miró alrededor y sólo pudo ver las botas del científico que estaba de pie mirando.
El pájaro se dirigió hacia las botas y muy amorosamente empezó a jugar con ellas. El científico se quedó maravillado pero más tarde tuvo un problema, porque el pájaro estaba continuamente llamando a su puerta, no por él, sino por sus botas. Tuvo que guardar las botas cerca de la casa del pájaro. Y sucedió lo más extraño que te puedas imaginar: cuando el pájaro maduró, lo primero que hizo fue hacerle el amor a las botas. No pudo enamorarse de un pájaro hembra, y había muchas disponibles, pero él tenía un cierto tipo de «huella» de cómo debía ser su objeto de amor. Sólo podía amar a un hermoso par de botas.
    Viví con mi abuela durante años y pensaba que era mi madre. Y no fue una pérdida. Me habría gustado que fuese mi madre. Si mi ser tuviese alguna posibilidad de nacer de nuevo, aunque sé que no hay ninguna, la escogería a ella para ser mi madre. Estoy simplemente enfatizando este punto. No existe ninguna posibilidad de que vuelva a nacer; la rueda se ha detenido hace mucho tiempo. Pero ella tenía razón cuando decía que no iba a tener amigos. No tuve amigos en el colegio ni en la escuela superior ni en el colegio universitario ni en la universidad. A pesar de que muchos se creyeron que eran mis amigos, eran solamente admiradores, como mucho conocidos, o como máximo seguidores, pero nunca amigos.
El día que comencé a iniciar, mi único miedo era: -¿Seré capaz de convertir algún día a mis seguidores en mis amigos?
La noche anterior no pude dormir. No hacía más que pensar: -¿Cómo voy a conseguirlo? Un seguidor no tiene que ser un amigo.
Esa noche, en Kulu Manali, en los Himalayas, me dije a mí mismo: -No seas tan serio. Puedes conseguir cualquier cosa, aunque no conozcas el ABC de la ciencia de dirigir. Me estoy acordando de un libro de Bern, “La revolución empresarial” Lo leí, no porque el título contuviera la palabra «revolución», sino porque contenía la palabra «empresarial». A pesar de que me gustaba el libro, estaba naturalmente decepcionado, porque no era lo que había estado buscando. Nunca fui capaz de dirigir nada. Por eso, esa noche me reí.
Un hombre, no diré su nombre porque me traicionó y es mejor no mencionar a alguien que me ha traicionado y todavía vive, estaba durmiendo en mi habitación. Se despertó con mi risa y le dije:
-No te preocupes. No puedo estar más loco de lo que ya estoy. Vete a dormir.
-Pero -dijo él-, sólo una pregunta; si no, no podré dormirme: ¿de qué te reías?
-Me estaba contando un chiste -le dije.
Se rió y se fue a dormir, sin preguntar siquiera cuál había sido el chiste.
En ese mismo momento supe qué tipo de buscador era. De hecho vi, como un rayo de luz, que ese hombre no iba a estar conmigo mucho más tiempo. Por eso no le inicié a sannyas, a pesar de que insistió. Todo el mundo se extrañó, porque a otros les estaba insistiendo que «dieran el salto», y, sin embargo, me resistía a toda la persuasión de este hombre. Él quería dar el salto y yo le decía: «Por favor, espera.»
    Al cabo de dos meses, a todo el mundo le quedó claro por qué no le había dado sannyas. A los dos meses se había ido. El que se fuera no fue un problema, pero se convirtió en mi enemigo. Ser mi enemigo es inconcebible para mí, sí, incluso para mí. No puedo entender cómo alguien puede ser mi enemigo. No le hecho daño a nadie en toda mi vida. No puedes encontrar una criatura más inofensiva. ¿Por qué querría alguien ser mi enemigo? Debe de tener algo que ver con la persona misma. Me debe estar usando como una pantalla.
    Me hubiera gustado iniciar a mi abuela, pero ella estaba en el pueblo de Gadarwara. Incluso intenté contactarla, pero Kulu Manali está a tres mil kilómetros de Gadarwara.
«Gadarwara» es un nombre curioso. Quería evitarlo, pero de todos modos tenía que llegar, de una forma u otra, de modo que es mejor terminar con ello. Quiere decir «la aldea del pastor»; es incluso más curioso, porque el lugar donde está enterrado Jesús en Cachemira se llama Pahalgam, que también quiere decir la aldea del pastor. En el caso de Pahalgam se puede entender, pero, ¿en el de mi aldea? Nunca he visto allí ninguna oveja, ni tampoco ningún pastor. Ni siquiera hay demasiados cristianos; de hecho, sólo hay uno. Te sorprenderás: es el sacerdote de una pequeña iglesia, y yo solía ser su único oyente. Una vez me preguntó: -Es extraño: tú no eres cristiano, entonces, ¿por qué vienes puntualmente, todos los domingo sin falta? Haya lluvia o tormenta -continuó-, tengo que venir porque creo que estarás esperando, y siempre estás aquí. ¿Por qué?
-No me conoces -le contesté-. Me gusta torturar a la gente, y disfruto mucho escuchando cómo te torturas durante una hora, cuando dices cosas que, en realidad, no piensas, y no dices cosas que, en realidad, piensas. Vendría aunque se estuviese quemando toda la aldea. Puedes contar conmigo: seguiría estando aquí a la hora.
Por eso, seguramente los cristianos no tienen nada que ver con este pueblo. Aquí sólo vivía un cristiano, y su iglesia tampoco se podía decir que fuese una iglesia; sólo era una casita. Por supuesto, encima habían colocado una cruz y debajo habían escrito: «Ésta es un iglesia cristiana.»Siempre me he preguntado por qué llamaban a ese pueblo la aldea de los pastores y cuando fui a la tumba de Jesús en Pahalgam, en Cachemira, la pregunta se hizo incluso más pertinente.
Casualmente, Pahalgam tiene casi la misma estructura que mi pueblo. Tal vez sea sólo una coincidencia. Cuando no puedes explicar algo dices:
-Quizá sólo sea una coincidencia. Pero yo no soy el tipo de persona que abandona algo tan fácilmente. En aquel momento, examiné el asunto tan profundamente como pude, pero ahora puedo examinado hasta donde quiera.
Gadarwara también fue visitado por Jesús, y a las afueras de la aldea está el lugar donde se quedó. Sus ruinas todavía son veneradas. Nadie recuerda el porqué. Hay una lápida conmemorativa en la que se dice que una vez un hombre llamado Isu visitó ese lugar y residió allí. Convirtió a la gente de aquella aldea y de los alrededores y después regresó a Pahalgam. El Instituto de Arqueología de la India ha colocado esa lápida por eso, no es muy antigua.
Tuve que trabajar mucho sólo para poder limpiar la piedra. Fue muy difícil porque nadie se había ocupado de ella. La piedra estaba dentro de un pequeño palacio. El palacio ya no era habitable, e incluso entrar era peligroso. Mi abuela solía intentar impedirme que entrara porque podía derrumbarse en cualquier momento. Tenía razón. Bastaba un poco de viento para que las paredes empezaran a moverse. La última vez que lo vi se había derrumbado. Eso sucedió cuando fui a Gadarwara al funeral de mi abuela. También fui a presentar mis respetos a ese lugar en donde una vez había vivido un hombre llamado Isu.
Isu, con certeza, no es otra cosa que otra versión del arameo Yeshu, que viene del hebreo Joshua. En hindi Jesús es llamado Isa, y amorosamente, Isu. Quizá uno de los hombres a quien más amo estuvo allí, en esa aldea. Sólo la idea de que Jesús también ha caminado a través de esas calles era muy estimulante era un éxtasis enorme. Esto sólo lo digo de paso. No puedo demostrar históricamente si es o no es así. Pero si me lo preguntas en secreto, te puedo susurrar al oído: -Sí, es verdad. Pero por favor no me preguntes más…

Sesión 24

Os estaba diciendo que la amistad es un valor superior al amor. Nadie lo ha dicho con anterioridad. Y también dije que la amigabilidad está incluso por encima de la amistad. Nadie lo había mencionado. Con mucho gusto lo explicaré.
El amor, por muy hermoso que sea, permanece apegado a la tierra. Es algo parecido a las raíces de un árbol. El amor trata de alzarse por encima de la tierra, y todo lo que esto implica -el cuerpo- pero fracasa una y otra vez. No es una sorpresa que la gente diga que alguien ha «caído enamorado». Esta frase existe en todas los idiomas, según tengo entendido.
He tratado de indagar en este asunto preguntando a mucha gente de diferentes países. He escrito a todas las embajadas preguntando si tienen una frase en su idioma que sea exactamente el equivalente a «caer enamorado». Todos respondieron: -Por supuesto, y cuando pregunté: -¿Tenéis una frase o algo similar a lo que yo llamo «ascender en amor»? -o bien se rieron, o sonrieron, o se pusieron a hablar de otra cosa. Si les había preguntado por carta, nunca me contestaron. Con seguridad, nadie contesta a un loco que pregunta:-¿Existe una expresión en su idioma para «ascender en amor»?
Ningún idioma tiene ese tipo de expresión, y no puede ser sólo una coincidencia. En un idioma vale, incluso en dos, pero no puede ser una coincidencia en tres mil idiomas. No es una casualidad que todos los idiomas hayan conspirado juntos para hacer una frase de tres mil modos distintos, significando siempre «caer enamorado». No, la razón es que el amor es básicamente de la tierra. Puede brincar un poco, o mejor, lo puedes llamar ftoting…
He escuchado que está de moda el ftoting, especialmente en América, y hasta tal punto, que precisamente la otra noche recibí un regalo de una señora a la que le gustan mucho mis libros. Me envió un chándal. ¡Qué gran idea! Me encantó. Le dije a Chetana: -Lávalo, y lo usaré. -¿Vas a hacer ftotting? -me preguntó.              -¡Mientras duermo! -le dije-. Lo usaré como pijama, y dicho sea de paso, probablemente debes saber que todos mis pijamas ya son ropa de ftoting. Me gustan, porque puedo hacer ftotting y ejercicio mientras duermo, o luchar como Mohamed Ali el grande, y hacer todo tipo de cosas; pero sólo en sueños, bajo la manta, completamente en privado.
Te estaba diciendo que el amor, de vez en cuando, salta y se siente como si estuviera libre de esta tierra; pero la tierra lo conoce mejor: pronto vuelve de golpe a su sentido común, si no es con los huesos rotos. El amor no puede volar. Es un pavo real, con hermosas plumas, pero no lo olvides, no pueden volar. Sí, un pavo sí puede hacer ftoting. . .
El amor es muy terrenal. La amistad es un poquito más elevada; tiene alas, no sólo plumas, sino que tiene alas como las de un loro. ¿Sabes cómo vuelan los loros? Van de un árbol a otro, o quizá de un jardín a otro, de un bosquecillo a otro, pero no vuelan hacia las estrellas. No son grandes voladores. La amigabilidad es el valor más elevado, porque la amigabilidad no está sujeta a la fuerza de la gravedad. Sólo es levitación, si me dejas que use esta palabra. No sé si los eruditos del inglés me permitirán usar el término «levitación»; sólo quiere decir «en contra de la gravedad». La gravitación tira hacia abajo, la levitación tira hacia arriba. Y, ¿a quién le importan los eruditos? Son muy graves, ya están en sus tumbas.
La amigabilidad es una gaviota. Sí, como Juan Sebastián, asciende por encima de las nubes. Esto es sólo para conectar con lo que os estaba diciendo…
Mi abuela lloró porque pensó que no tendría amigos. En cierto sentido tenía razón y en cierto sentido estaba equivocada. Tenía razón en lo que se refiere a mis días en la escuela, el colegio y la universidad; pero se equivocaba en lo que se refiere a mí, porque incluso en mis días de colegio, aunque no tuve amigos en el sentido ordinario, tuve amigos en un sentido extraordinario. Ya te he hablado de Shambhu Babu. Te he hablado de Nani. De hecho, esas dos personas me echaron a perder, y me echaron a perder de tal forma que ahora ya no tengo remedio. ¿Cuál fue su estrategia?
Mi Nani va primero, también en el tiempo; era muy atenta conmigo. Escuchaba todas mis tonterías, mis cotilleos, con una atención tan arrebatada, que incluso yo me creí que debía de estar diciendo la verdad.
El segundo fue Shambhu Babu. Él tambien me escuchaba sin parpadear. Nunca he visto a nadie escucharme sin mover los párpados; en realidad sólo conozco a otra persona, y ésa soy yo. No puedo ver una película por la sencilla razón que se me olvida parpadear. No puedo hacer dos cosas a la vez, especialmente si son tan divergentes como mirar una película y parpadear. Incluso ahora, me es imposible. No veo películas porque dos horas sin parpadear me producen dolor de cabeza y me cansan los ojos, se me cansan tanto que no pueden ni dormir. Sí, el cansancio puede ser tan grande que hasta dormir parece ser demasiado esfuerzo. Pero Shambhu Babu solía escucharme sin parpadear. De vez en cuando le decía: -Shambhu Babu, por favor, parpadea. Si no parpadeas dejaré de hablar. En seguida parpadeaba rápidamente dos o tres veces y decía:    -De acuerdo, ahora continúa y no me molestes.
Bertrand Russell escribió una vez que llegaría un momento en el que el psicoanálisis se convertiría en una gran profesión. ¿Por qué? Porque son las únicas personas que escuchan atentamente, y todo el mundo necesita a alguien que le escuche, al menos de vez en cuando. Pero pagar a un psicoanalista para que te escuche…, sólo piensa lo absurdo que es, ¡pagar a alguien para que te escuche! Por supuesto, realmente no te está escuchando, está fingiendo. Por eso fui la primera persona en India que pidió a la gente que pagase por escucharme. Es justo lo opuesto del psicoanálisis, y tiene sentido. Si quieres entenderme tendrás que pagar. Y en Occidente, la gente está pagando simplemente para que le escuchen.
Sigmund Freud, siendo un perfecto judío, creó uno de los inventos más grandes del mundo, el diván del psicoanálisis. Es realmente una gran invención. El pobre paciente se tumba en el diván, como yo aquí; pero el problema es que yo no soy el paciente.
El paciente está tomando apuntes: se llama doctor Devageet. Le llaman doctor, pero no es como Sigmund Freud. No está aquí ejerciendo de médico. Extrañamente -conmigo todo es diferente-, el médico está tumbado en el diván, y el paciente está sentado en el asiento del médico. Mi propio médico está sentado aquí, a mis pies. ¿Has visto alguna vez un médico sentado a los pies de su paciente?
Éste es un mundo totalmente diferente. Conmigo todo está cabeza arriba. No puedo decir cabeza abajo.
No soy el paciente, aunque soy muy paciente; y mis médicos no son médicos, a pesar de que están perfectamente cualificados como médicos. Son mis sannyasins, mis amigos. Os estoy hablando de esto, de lo que puede hacer la amigabilidad; un milagro. Es una alquimia. El paciente se convierte en médico, e! médico se convierte en paciente; esto es alquimia.
El amor no puede hacerla. El amor, aunque bueno, no es suficiente. Comer mucho, incluso de algo bueno, es malo para ti; te producirá diarrea, o espasmos en el estómago, o cualquier otra cosa. El amor puede hacer de todo, excepto ir más allá de sí mismo. Cada vez desciende más. Se hace quisquilloso, quejumbroso, peleón. Todo amor, llevado hasta su lógico final, acaba, sin remedio, en divorcio. Si no lo llevas con lógica, eso es otro asunto; entonces te quedas atascado. Ver a una persona atascada es muy desagradable; deberías hacer algo al respecto. Pero si intentas hacer algo por los que están atascados, ambos lucharán encarnizadamente en tu contra.
Recuerdo que sólo hace dos semanas vino un amigo de Antonio desde Inglaterra para tomar sannyas, y ya sabéis cómo son los caballeros ingleses, estaba atascado, como decís vosotros, hasta el cuello. No se veía nada de él, estaba completamente hundido en el barro. Sólo se le veían algunos pelos, unos pocos, porque era calvo como yo. Si hubiera sido completamente calvo habría sido mucho mejor; por lo menos nadie lo habría notado. Traté de rescatarle, pero ¿cómo puedes tirar de un hombre al que sólo le asoman unos pocos pelos fuera de! barro? Tengo mis propios métodos.
Le pedí a Antonio y a Uttama que le ayudaran.
-Se quiere separar de su mujer -me dijeron. También conocía a su mujer, porque ella había insistido que tenía que estar presente cuando él tomara sannyas. Quería ver cómo le hipnotizaba. Le permití que estuviera presente porque aquí no se practica la hipnosis. De hecho ella misma se interesó. También le invité, diciendo:
-¿Por qué no te haces sannyasin?
-Me lo pensaré -me dijo.
-Mi principio es «salta antes de pensar» -le dije yo-, pero no te puedo ayudar, así que piénsatelo. Si todavía estoy por aquí cuando te hayas decidido, estaré dispuesto a ayudarte.
Pero le dije a Antonio y a Uttama -ambos son sannyasins, y son de los pocos que realmente están muy cerca de mí- que ayudaran a su amigo. Les dije que hicieran todos los preparativos para que la esposa y el niño no se sintieran perplejos sin saber qué hacer, pero que espiritualmente su marido no debería sufrir más. Aunque tenga que dejarle todo a su mujer, que así sea. Yo sólo soy suficiente para él.
He visto al hombre, y he visto su belleza. Él tenía una cualidad muy simple, como un niño, la misma fragancia que te encuentras cuando llueve por vez primera y la tierra se alegra; la fragancia y la alegría. Estaba feliz de ser sannyasin.
Precisamente el otro día recibí un mensaje suyo diciéndome que está durmiendo todo el día, sólo por miedo a su esposa. No quiere despertar. En el momento que se despierta de nuevo toma píldoras para dormir. Le dije a Antonio que le dijera que dormir no le va a ayudar nada. Podría incluso matarle, pero no le va a ayudar a él, ni tampoco a su esposa. Tiene que enfrentar la verdad.
Muy poca gente encara el hecho de que lo que llaman amor sólo es biológico, y que el noventa y nueve por ciento del amor es biológico. La amistad es psicológica en un noventa y nueve por ciento; la amigabilidad es espiritual en un noventa y nueve por ciento. El uno por ciento que queda en el amor es para la amistad; el uno por ciento que queda en la amistad es para la amigabilidad. Y ese uno por ciento que queda en la amigabilidad es sólo para aquello que no tiene nombre. De hecho, los Upanishads lo han llamado exactamente: «Tattvamasi, eres eso.» Tat…, ¿cómo lo voy a llamar? No, no le voy a dar ningún nombre. Todos los nombres han traicionado al hombre. Todos los nombres, sin excepción, han demostrado ser enemigos del hombre, por eso no quiero darle un nombre.
Solamente lo señalo con el dedo. Y le dé un nombre o no se lo dé, no tiene nombre. Es anónimo. Todos los nombres son invenciones nuestras. ¿Cuándo vamos a entender una cosa tan sencilla? Una rosa es una rosa es una rosa; la llames como la llames, no hay ninguna diferencia porque incluso la palabra «rosa» no es su nombre. Simplemente está allí. Cuando dejas de usar el idioma entre tú y la existencia, de repente sucede la explosión…, ¡el éxtasis!
El amor te puede ayudar, por eso no estoy en contra del amor. Eso sería como estar en contra de usar una escalera. No, una escalera es útil, pero camina con cuidado, especialmente en una escalera vieja. Y recuerda: el amor es lo más viejo. Adán y Eva se cayeron de él; pero no había necesidad de caer, ninguna necesidad, en serio. Si hubiesen escogido, y de vez en cuando, uno también quiere caerse, entonces es tu elección. Pero caer libremente es una cosa, y caer como un castigo es completamente diferente.
Si fuera a escribir de nuevo la Biblia…, no haría una cosa tan estúpida, creedme. Estoy diciendo si fuera a escribirla, entonces haría caer a Adán y Eva, no como un castigo sino como una elección, una elección libre.
¿Qué hora es?
-Las ocho y cinco, Osho.
Qué bien, porque ni siquiera he empezado.
Empezar lleva mucho tiempo.
El amor está bien, sólo está bien, pero eso no es suficiente, no es suficiente para darte alas. Para eso se necesita la amistad, y el amor no lo permite. El llamado amor, quiero decir, le tiene mucho miedo a la amistad. Le tiene mucho miedo a la amistad porque cualquier cosa más elevada representa un peligro, y la amistad es más elevada.
Cuando puedes disfrutar por primera vez de la amistad de un hombre o de una mujer, entonces te das cuenta de que el amor es un engaño, una superchería. ¡Ay!, entonces te das cuenta del tiempo que has perdido. Pero la amistad sólo es un puente. Uno debería pasar por encima; uno no debería de empezar a vivir en él. Un puente no está hecho para vivir en él. Este puente te lleva a la amigabilidad.
La amigabilidad es pura fragancia. Si el amor es la raíz, y la amistad es la flor, entonces la amigabilidad es la fragancia, invisible a la vista. Ni siquiera puedes tocarla; no puedes sujetarla con la mano, especialmente si quieres guardártela en un puño. Sí, puedes tenerla en la mano abierta, pero no en la mano cerrada.
La amigabilidad es casi lo que los místicos, en el pasado, han llamado oración. No lo quiero llamar oración por la sencilla razón de que esta palabra está asociada con la gente equivocada. Es una palabra hermosa, pero el estar en mala compañía contamina; comienzas a pensar en tu compañía. En el momento que dices «oración», todo el mundo se pone en estado de alerta, se asusta, presta atención, como si un general llamara a sus soldados al orden, y todos de repente se hubieran convertido en estatuas.
¿Qué sucede cuando alguien menciona una palabra como «oración», «dios» o «cielo»? ¿Por qué te cierras? No te estoy censurando, simplemente te estoy diciendo, o mejor dicho estoy llamando tu atención, de cómo esas hermosas palabras han sido ensuciadas inmensamente por los llamados «santos». Ellos han realizado un trabajo tan poco sagrado, que no puedo perdonarlos.
Jesús dijo «Perdona a tus enemigos» -eso puedo hacerlo- pero no dice: «Perdona a tus sacerdotes.» Y aunque lo dijese, yo le diría: ¡Cállate! No puedo perdonar a tus sacerdotes. No puedo ni perdonarlos ni olvidarlos, porque si los olvido, entonces, ¿quién los va a demoler? y si les perdono, entonces, ¿quién va a deshacer lo que han hecho a la humanidad? ¡No, Jesús, no! A los enemigos los puedo entender. Sí, deben ser perdonados, no entienden lo que están haciendo. ¿Pero a los sacerdotes? Por favor, no me digas que no saben lo que están haciendo. Saben exactamente qué están haciendo. Eso es lo que no puedo perdonar ni olvidar. Tengo que combatirlo hasta mi último aliento.»
El amor te posee; es un paso, pero sólo es amor si te lleva hacia la amistad. Si no te lleva hacia la amistad, entonces es deseo, no amor. Si te lleva a la amistad, agradéceselo, pero no le permitas que traspase los límites de tu libertad. Sí, te ha ayudado; eso no significa que ahora además te tenga que limitar. No cargues con la barca a tus espaldas únicamente porque te ha llevado hasta la otra orilla.
¡No seas tonto! Quiero decir -perdóname, Devageet, esa palabra la tengo reservada para ti-, quiero decir, no seas idiota. Pero me sigo olvidando. Una y otra vez. Una y otra vez uso la palabra equivocada «tonto» para otros, cuando esa palabra es especial para Devageet. Particularmente en esta Arca de Noé. Es el nombre que le he puesto a esta sala.
El amor es bueno. Trasciéndelo, porque te puede llevar a algo mejor: la amistad. Y cuando dos amantes se hacen amigos, es un fenómeno inusual. Uno quiere llorar de alegría, o celebrar, o si uno es músico, tocar la guitarra, o si uno es un poeta, entonces escribir un haiku, un rubaiyat. Pero si uno no es ni músico ni poeta todavía puede bailar, pintar, sentarse en silencio y mirar al cielo. ¿Qué más se puede hacer? La existencia ya lo ha hecho.
Ashu, vuelve a mirar la hora…
-Las ocho y veinticinco, Osho.
Mira tu reloj.
-Las ocho y veintisiete, Osho.
¿Las ocho y veintisiete? Fíjate, soy un judío.
Aún ahorré algunos minutos. Me fío de tu reloj, pero hablaré unos minutos más.
Del amor a la amistad y de la amistad a la amigabilidad; se puede decir que en eso consiste toda mi religión. La amistad es de nuevo un «navío», un navío de relaciones, una cierta atadura. . ., muy sutil, más sutil que el amor, pero está allí; y además con todos los celos y enfermedades del amor. Han aparecido de una forma muy sutil. Pero la amigabilidad es estar libre del otro; por eso no se trata de una relación.
El amor es hacia el otro, como la amistad. La amigabilidad es únicamente una expansión de tu corazón hacia la existencia. De repente, en un momento determinado, podrías estar abriéndote a un hombre, a una mujer, a un árbol, a una estrella…, al principio no puedes abrirte a toda la existencia. Por supuesto, al final, tienes que abrir tu corazón a la totalidad, simultáneamente, sin dirigirlo a nadie en particular. Ése es el momento…, vamos a llamado el momento.
Olvidemos las palabras iluminación, budeidad, conciencia crística, llamémoslo simplemente:
                          EL MOMENTO.
Escríbelo en mayúsculas.
Ha estado muy bien. Sé que nos queda tiempo, pero ha sido tan hermoso, y con las cosas hermosas nunca hay que pedir más. Ese «más» es destructivo.

Sesión 25

De acuerdo. Estaba citando a Bertrand Russell; esta cita nos viene como anillo al dedo. Dice: «Más pronto o más tarde, todo el mundo necesitará del psicoanálisis, por la dificultad que hay para encontrar a alguien que te escuche, que te preste atención.»
La atención es una necesidad tal que en el peor de los casos, uno puede llegar a pagar por ello, y así al menos tener el placer de que alguien le escuche atentamente. El oyente podría haberse tapado los oídos con lana, pero ése es otro asunto. Ningún psicoanalista puede escuchar todas esas tonterías día tras día. Además, él mismo necesita que alguien le escuche.
Te sorprenderá saber que los psicoanalistas acuden unos a otros. Por supuesto, no se cobran entre ellos por cortesía profesional, pero surge una gran necesidad de deshacer, descargar, simplemente decir todo lo que les viene a la mente y no seguir acumulándolo, porque esos montones les torturan.
Cito a Bertrand Russell como un eslabón. Lo he llamado anillo sólo para poder continuar mi historia. El mismo Bertrand Russell, aunque vivió una larga vida, nunca llegó a saber qué era la vida. Pero a veces, las palabras de aquellos que no han conocido pueden ser usadas significativamente por aquellos que pueden ver. Ellos pueden colocar esas palabras en un contexto apropiado.
Podrías no haberte encontrado con esta cita porque aparece en un libro que no lee nadie. Ni siquiera te creerías que lo escribió Bertrand Russell. Es un libro de relatos cortos. Ha escrito cientos de libros, muchos muy conocidos, muy leídos y reconocidos, pero este libro se sale de lo común en el sentido de que es sólo una colección de historias cortas, y él era muy reacio a publicarlo. No era un autor de relatos cortos, y sus historias lo son, por supuesto de tercera clase, pero de vez en cuando en esas historias de tercera categoría uno se encuentra con una frase que sólo Bertrand Russell podría haber escrito. Esta cita es de ese libro.
Me gustan los cuentos, y todo esto empezó con mi Nani. A ella también le gustaban los cuentos. No es que saliera contarme cuentos; todo lo contrario, ella solía provocarme para que se los contara yo, todo tipo de historias y cotilleos. Me escuchaba tan atentamente que me convirtió en un narrador de cuentos. Sólo por ella encontraba algo interesante, porque se pasaba todo el día esperando para escuchar mi historia. Si no había podido encontrar nada, entonces me lo inventaba. Ella es responsable: todo el mérito o la culpa, como quieras llamarlo, le corresponde a ella. He inventado historias para contárselas para que no se sintiera contrariada, y te puedo asegurar que me convertí en un narrador de historias de éxito sólo debido a ella.
Comencé a ganar competiciones cuando sólo era un niño en la escuela primaria, y eso continuó así hasta el final, cuando dejé la universidad. Gané tantos premios, medallas, copas, escudos y qué se yo, que mi abuela se convirtió en una jovencita de nuevo. Siempre que traía a alguien para enseñarle mis premios y trofeos dejaba de ser una mujer mayor y se convertía en una joven otra vez. Su casa se convirtió casi en un museo porque le fui mandando mis premios. Hasta la escuela superior, por supuesto, vivía casi siempre en su casa. Solamente por cortesía solía visitar la casa de mis padres durante el día; pero la noche era para ella, porque era el momento de contar cuentos.
Todavía puedo verme junto a su cama, con ella escuchando muy atentamente lo que estaba diciendo. Ella absorbía cada palabra que yo pronunciaba como si fuera de un inmenso valor. Y se convertían en valiosas sólo porque ella las tomó en su interior con ese amor y respeto. Cuando llamaba a mi puerta sólo era un mendigo, pero cuando entraba en su casa ya no era la misma persona. En el momento que me llamaba, diciendo:
-¡Raja! Ahora cuéntame qué te ha pasado hoy; todo. Prométeme que no te vas a guardar nada en absoluto -el mendigo dejaba caer todo lo que le hacía parecer un mendigo; ahora era el rey. Cada día tenía que prometérselo, a pesar de que le contaba todo lo que había sucedido, ella insistía:
-Cuéntame algo más -o-: cuéntamelo otra vez.
Le dije muchas veces:
-Me vas a malcriar; ambos, tú y Shambhu Babu me estáis malcriando para siempre.
Y realmente hicieron bien su trabajo. Junté cientos de trofeos. No había ni una sola escuela superior en todo el estado en donde no hubiera hablado y ganado, excepto una. Sólo en una no había sido el ganador, y el motivo era simple. Todo el mundo estaba asombrado, incluso la chica que ganó, porque -me dijo- es imposible pensar que te pueda ganar.
Todo el hall -y debía de haber por lo menos dos mil estudiantes- se llenó con un gran murmullo, y todo el mundo estuvo diciendo que era injusto, incluso el director que estaba presidiendo la contienda. Perder esa copa se convirtió en algo muy significan te para mí; de hecho, si no la hubiera perdido, habría tenido un gran problema. De eso os hablaré cuando llegue el momento.
El director me llamó y me dijo:
-Lo siento, sin ninguna duda eres el ganador -y me dio su propio reloj diciendo-: esto es mucho más valioso que la copa que se le ha dado a esa joven.
Y realmente lo era. Era un reloj de oro. He recibido miles de relojes, pero nunca he recibido uno tan bonito; era realmente una obra maestra. Ese director estaba muy interesado en cosas raras, y su reloj era una pieza rara. Todavía lo estoy viendo.
He recibido muchos relojes, pero los he olvidado. Uno de eso relojes está comportándose de una manera extraña. Cuando lo necesito, se para. Todo el tiempo funciona perfectamente; sólo se para por la noche entre las tres y las cinco. ¿No es eso un comportamiento extraño? Porque es el único momento en el que a veces me despierto; es sólo una vieja costumbre. Lo he hecho durante tantos años que incluso si no me levanto tengo que dar una vuelta en la cama antes de volverme a dormir. Ése es el momento en el que tengo que mirar si realmente tengo que levantarme o puedo dormir un poco más, extrañamente, entonces es cuando se detiene el reloj.
Hoy se ha parado exactamente a las cuatro. Lo miré y me volví a dormir; las cuatro es demasiado pronto. Después de dormir durante por lo menos una hora, miré de nuevo el reloj: eran todavía las cuatro. Me dije a mí mismo:
-Genial, esta noche no se va a acabar nunca.
Me volví a dormir otra vez, sin pensar; ya me conocéis, no soy un pensador; sin pensar que se podría haber parado el reloj. Pensé:
-Esta noche parece ser la última. Puedo dormir para siempre. ¡Genial! ¡Fantástico! y me sentí tan bien porque nunca se iba a acabar, que otra vez me quedé dormido. Después de dos horas miré de nuevo el reloj, ¡y todavía eran las cuatro!
-¡Genial! -me dije-. No sólo la noche es larga, ¡sino que incluso el tiempo se ha parado!
El director me dio su reloj y me dijo: -Perdóname, porque sin duda eres el ganador, y debo decirte que el hombre que era el juez está enamorado de la joven que ganó el premio. Es tonto. Lo digo aunque sea uno de mis profesores y un colega. Ésta es la última gota. Lo voy a expulsar ahora mismo. Éste es el final de su trabajo en este colegio. Esto es demasiado. Yo estaba en la silla presidencial y se ha reído todo el auditorio. Parece que todo el mundo sabía que la joven ni siquiera era capaz de hablar, y creo que nadie excepto su amante, el profesor, ha podido entender lo que estaba diciendo. Pero tú sabes, el amor es ciego.
-Absolutamente correcto -le dije-, el amor es ciego. Pero ¿por qué has escogido a una persona ciega para ser el juez, especialmente cuando competía su amiga? Voy a exponer toda la situación.
Y la expuse en los periódicos, contándoles toda la historia, y creó realmente un gran problema para el pobre profesor, tanto que su historia de amor terminó. Perdió todo, su puesto, su reputación y la chica por cuyo amor había arriesgado todo, lo perdió todo. Todavía está vivo. Una vez, ya de viejo, me vino a ver y me confesó:
-Lo siento, realmente hice algo equivocado, pero nunca pensé que iba a pasar todo esto.
-Nadie sabe lo que una acción corriente va a traer al mundo -le dije-. Y no lo sientas por mí. Perdiste tu trabajo y a tu amada. ¿Qué es lo que perdí yo? Nada de nada, sólo un trofeo más, y tengo tantos que no me importa.
De hecho la casa de mi abuela se había convertido, poco a poco, en un museo para mis trofeos, copas y medallas. Pero ella estaba muy feliz, inmensamente feliz. Era una casa pequeña para estar repleta de toda esta basura, pero ella estaba feliz de que le siguiera mandando todos mis premios, desde el colegio y desde la universidad. Seguí mandándoselos sin parar, y cada año ganaba una docena de copas, bien por un debate en elocuencia o una competición contando cuentos.
Pero te diré una cosa: ambos, ella y Shambhu Babu me malcriaron por estar tan atentos. Me enseñaron, sin enseñarme, el arte de hablar. Cuando alguien te escucha tan atentamente, tú inmediatamente empiezas a decir algo que no habías planeado ni siquiera imaginado; simplemente fluye. Es como si la atención se volviera magnética y atrajera aquello que está oculto en ti.
Mi propia experiencia es que este mundo no se volverá un lugar hermoso para vivir a menos que todo el mundo aprenda a estar atento. En este momento nadie está atento. Incluso cuando la gente está mostrando que está escuchando; no está escuchando, está haciendo mil y una cosas. Son hipócritas, sólo aparentan…, pero no de la manera que un oyente atento debería hacerla, totalmente atento, únicamente atención y nada más, abierto. La atención es una cualidad femenina, y todo el mundo que conoce el arte de la atención, de estar atento, se vuelve de alguna manera muy femenino, muy frágil, suave; tan suave que lo podrías rascar sólo con tus uñas.
Mi Nani estaba todo el día esperando el momento en que regresaba a casa para contarle historias. Y te sorprenderá cómo, sin saberlo, me preparó para el trabajo que iba a hacer. Fue ella la primera que escuchó muchas de las historias que os he contado, Fue ella a quien le pude contar cualquier tontería sin ningún miedo.
La otra persona, Shambhu Babu, era totalmente diferente a mi Nani. Mi Nani era muy intuitiva, pero no intelectual. Shambhu Babu era también muy intuitivo, pero además era un intelectual. Era un intelectual de primera categoría. Me he encontrado con muchos intelectuales, algunos famosos y otros más famosos, pero ninguno de ellos se acercaba a Shambhu Babu. Él era realmente una gran síntesis, Assagioli hubiera amado a este hombre. Tenía intuición e intelecto, y no en pequeñas cantidades, sino a gran escala. Él también solía escucharme y esperaba todo el día a que terminara la escuela. Todos los días después del colegio era suyo.
En el momento que me dejaban salir de mi prisión, la escuela, iba primero a Shambhu Babu. Él tenía preparado té y algunos dulces que sabía me gustaban. Lo menciono, porque la gente rara vez piensa en el otro. Siempre hacía sus preparativos pensando en la otra persona. Nunca he visto a nadie preocuparse por los demás como lo hacía él. La mayoría de la gente, a pesar de que hacen preparativos para otros, en realidad, lo hacen de acuerdo a ellos mismos, forzando sus propios gustos sobre la otra persona.
Ése no era el estilo de Shambhu Babu. Su forma de pensar en el otro era una de las cosas que me gustaba y respetaba en él. Sólo compraba cosas después de preguntar a los tenderos qué solía comprar mi Nani. Me enteré de esto sólo después de que muriera. Entonces los tenderos y los fabricantes de dulces me dijeron:
-Shambhu Babu siempre solía hacer esta extraña pregunta: «¿Qué es lo que te compra esa anciana mujer, que vive sola junto al río?» Nunca supimos por qué lo preguntaba, pero ahora lo sabemos: estaba preguntando sobre tus gustos.
Me maravillaba que siempre tuviese listas las cosas que más me gustaban. Era un hombre de leyes; por eso, naturalmente, siempre encontró la manera. Iba corriendo desde la escuela hasta su casa, me tomaba el té Y los dulces que él había comprado; entonces, ya me estaba esperando. Incluso antes de que hubiera acabado, él ya estaba preparado para escuchar lo que tuviera que contarle. Me decía:
-Cuéntame lo que te guste. No me importa lo que digas, sino que seas tú el que lo diga.
Su énfasis era muy claro. Me dejaba totalmente libre sin, ni siquiera, marcar un tema sobre el que hablar, libre para decir todo lo que quisiera. Siempre añadía:
-Si quieres permanecer en silencio, puedes hacerla. Escucharé tu silencio, y de vez en cuando podría suceder que no dijera ni una sola palabra. No había nada que decir. Y cuando cerraba los ojos, él también cerraba los suyos, y nos sentábamos como los cuáqueros, en silencio. Sucedió muchas veces, día tras día, en los que bien hablaba o nos quedábamos en silencio. Una vez le dije:
-Shambhu Babu, parece un poco extraño que estés escuchando a un niño. Sería más apropiado que hablarás tú y que yo escuchara.
Él se rió y dijo:
-Es imposible. Yo a ti no te puedo decir nada, y no diré nunca nada, por la sencilla razón de que no sé. Y te estoy agradecido por hacerme consciente de mi ignorancia.
Esas dos personas me dieron tanta atención, que en mi primera infancia me hice consciente del hecho -sobre el que los psicólogos sólo han empezado a hablar ahora- que la atención es una tipo de comida, de alimento. Un niño puede estar perfectamente cuidado, pero si no se le presta ninguna atención puede ser que no sobreviva. Parece ser que la atención es uno de los ingredientes más importantes en nuestra alimentación.
He sido afortunado en ese aspecto. Mi Nani y Shambhu Babu comenzaron a hacer rodar la bola, ha estado rodando y ha ido reuniendo cada vez más volumen. Sin haber aprendido nunca a hablar, me convertí en un orador. Todavía no sé hablar y me han escuchado miles de personas, sin saber siquiera cómo empezar. ¿Puedes ver la parte divertida de esto? He debido hablar más que cualquier otro hombre en toda la historia, a pesar de que sólo tengo cincuenta y un años.
Empecé a hablar muy temprano; de todos modos, no era en absoluto lo que vosotros llamáis, en el mundo occidental, un orador. No era un orador de los que dicen «Señoras y señores» y toda esa tontería, cosas prestadas y no experimentadas. No era un orador en ese sentido, pero hablé con mi corazón inflamado, encendido. No hablaba como si fuese un arte sino como mi verdadera vida. Y desde los primeros días de escuela reconocieron, no sólo uno sino muchos, que mi charla parecía salir del corazón, que no estaba tratando de repetir algo que había preparado como un loro. Ahí mismo y en ese momento estaba haciendo algo espontáneo.
El nombre del director que me dio su reloj e hizo salir todo este problema a colación para vosotros era B. S. Audholia. Espero que todavía esté vivo. Por lo que yo sé, todavía lo está, y sé lo suficiente. No espero cuando no existen esperanzas; cuando espero algo, significa que es de ese modo.
-Lo siento -me dijo esa noche, y realmente lo sentía; expulsó al profesor de su puesto. B. S. Audholia también me dijo que siempre que necesitara cualquier cosa sólo tenía que decírselo, y si estaba de algún modo dentro de sus capacidades, él lo haría. Más adelante, siempre que necesité algo solamente le tenía que mandar una nota y él lo conseguía. Nunca me preguntó el porqué.
Una vez se lo pregunté yo mismo: ¿Por qué nunca me preguntas para qué lo necesito? -Te conozco -me dijo-: si lo has pedido, mi pregunta sería una tontería. Podrías dar muchas razones, incluso, aunque no lo necesitaras. Una, cosa más -me dijo-; si lo has pedido es casi imposible pensar que lo hayas pedido, a menos que realmente lo necesitaras. Te conozco, y conocerte es suficiente para darme todas las razones que necesito.
Le miré. No me esperaba que el director de un colegio tan famoso pudiera ser tan comprensivo. Él se rió y dijo:
-Sólo es una coincidencia que sea el director; de hecho, no debería serlo. Fue una equivocación por parte de los gobernantes.
No había pedido tanto, pero él había debido de leerlo en mi cara. A partir de ese día comencé a dejarme crecer la barba. Detrás de una barba no se puede leer tanto. Es peligroso cuando se pueden leer las cosas con tanta facilidad. Hace falta inventar algo para no ser igual que un periódico.
Seis meses más tarde, cuando nos vimos de nuevo, me dijo:
-¿Por qué te has dejado crecer la barba?
Él se rió y dijo:
-No puedes ocultarte, está en tus ojos. Si de verdad quieres ocultarte, ¿por qué no empiezas a llevar gafas de sol?
-No puedo llevar gafas de sol -le dije-, por la sencilla razón de que no puedo crear una barrera entre mis ojos y la existencia. Ése es el único puente donde nos encontramos, no hay otro.
Por eso, todo el mundo y en todas partes le tiene simpatía a un ciego. Es un hombre que no tiene un puente; ha perdido el contacto. Ahora, los investigadores dicen que el ochenta por ciento de nuestro contacto con la existencia es a través de los ojos. Quizá están en lo cierto, quizá es más de lo que piensan, pero un ochenta por ciento por lo menos. En última instancia, se podría probar que es mucho más, quizá el noventa por ciento o incluso el noventa y nueve. El ojo es el hombre.
El Buda no puede tener los mismos ojos que Adolf Hitler…, ¿o crees que si puede? Olvídate de los dos; no son contemporáneos. Jesús y Judas eran contemporáneos, y no sólo contemporáneos, sino maestro y discípulo. De todos modos, no puedo decir que tengan los mismos ojos, la misma cualidad. Judas debe de haber tenido unos ojos muy astutos, judíos de verdad. Jesús debe de haber tenido los ojos de un niño; a pesar de que físicamente ya no era un niño, pero psicológicamente lo era. Murió en la cruz como si estuviera en un útero, todavía en el vientre, tan nuevo como si la flor nunca se hubiese abierto sino permanecido como un capullo. Nunca conoció la fealdad que existe en todos lados. Jesús y Judas vivieron juntos, caminaron juntos, pero creo que Judas nunca miró a Jesús a los ojos; si no, las cosas habrían sido diferentes.
Si Judas hubiese reunido el coraje suficiente para mirar a Jesús a los ojos no habría habido crucifixión ni cruztianismo, quiero decir cristianismo. Ése es mi nombre para cristiandad. Judas era astuto.
Jesús era tan simple que le podrías llamar «el loco». Eso es lo que Fedor Dostoievski dijo en una de sus novelas más creativas, El idiota.
A pesar de que no fue escrita para o acerca de Jesús, Dostoevski estaba tan lleno del espíritu de Jesús que de alguna manera aparece. El personaje más importante de la novela, El idiota, no es otro que Jesús. No se le menciona, no puedes hallar ninguna referencia a él, ni ningún parecido, pero si lo lees, algo comenzará a resonar en tu corazón y estarás de acuerdo conmigo. Será un acuerdo no a través de la cabeza; será un acuerdo más profundo de lo que la imaginación puede calar, en el mismo latir de tu corazón, un acuerdo verdadero.

3 comentarios

  • Crow

    Sesión 26

    Tendré que ir en círculos, círculos dentro de círculos dentro de círculos, porque así es la vida, Y más aún en mi caso. Durante cincuenta años he debido vivir, por lo menos, cincuenta vidas. De hecho, no he hecho otra cosa que vivir. Otra gente tiene muchas ocupaciones, pero yo, desde mi más tierna infancia he sido un vagabundo, sin hacer nada, sólo viviendo. Cuando no haces nada más que vivir, entonces por supuesto la vida adquiere una dimensión totalmente diferente. Deja de ser horizontal, adquiere profundidad.
    Devageet, es bueno que no hayas sido nunca mi estudiante; de lo contrario, no habrías sido dentista. Yo habría sido la última persona en darte ningún título. Pero aquí te puedes reír y sonreír pensando que estoy relajado, no importa. Pero recuerda, aunque esté muerto, puedo salir de mi tumba para darte un grito. Ésa ha sido mi especialidad durante toda mi vida.
    No he hecho nada para enriquecerme, para tener un gran saldo en una cuenta bancaria o para convertirme en una persona políticamente poderosa. He vivido a mi manera, y en ese vivir, enseñar ha sido una parte esencial. Por eso, incluso aquí, perdóname, no lo puedo olvidar: siempre soy el maestro. Tú lo sabes, yo lo sé, todos los que están en esta habitación lo saben, que tú estás por debajo de mí, y que yo estoy en el sillón del dentista y tú no. Si me río, se me puede perdonar:
    -¡Aha! ¡El viejo se lo está pasando bomba! Incluso Ashu disfruta de la idea; de lo contrario, es una mujer seria, muy seria. Cuando las mujeres se hacen profesoras, mecanógrafas o enfermeras, algo empieza a ir mal en su esquema mental. De repente se vuelven serias.
    Aun así Eva no era seria, Adán sí lo era. La serpiente nunca le pudo convencer. De hecho, lo intentó muchas veces; eso es lo que cuenta la historia egipcia que es mucho más auténtica que la versión bíblica. Además, es más antigua. Cuenta que la serpiente lo intentó con Adán, pero no consiguió hacerle morder el anzuelo. Entonces, finalmente, como último intento, lo intentó con Eve. Es mejor llamarla Eva, como hacen los egipcios, suena más femenino: Eva. La serpiente tuvo éxito en su primer intento. Desde entonces, todos los vendedores y anunciantes se han estado dirigiendo a Eva. No toman en cuenta al pobre hombre que tiene que pagar todas las compras de Eva. Es su problema; ¿por qué deberían preocuparse de eso?
    Eve, o Eva, como prefiero llamarla. Siempre me ha gustado lo hermoso, dondequiera que esté. Eve no suena demasiado musical, y parece recortado, recién podado, se parece más un jardín ingles que a un jardín zen japonés. Eva tiene un potencial ilimitado, con sólo escucharlo, o sea que vamos a llamarle Eva. ¿Por qué tuvo el diablo éxito con ella en su primer intento? Por la sencilla razón de que ella no tenía la mente de un hombre de negocios. No era seria, se debió reír de los chistes del demonio, debe haber hablado alegremente; cotilleado, quiero decir. Y cuando cotilleas con el diablo, él tendrá ventaja. Si te ríes de sus chistes, entonces sabe que tiene vía libre, que puede aproximarse a tu mismo ser.
    Así es como convenció a Eva. Desde entonces creo que las mujeres han perdido su cualidad de disfrutar. Si se ríen, será una risa encubierta. Cuando ríen se ponen las manos delante de la cara, como si alguien pudiese ver el gran trabajo que el dentista ha hecho con ellas. Pero aquí, en esta habitación, no hay necesidad de estar serios. Menos mal que hoy, por primera vez, Ashu se está riendo con tanta claridad que la puedo oír. Y, ¿por qué se está riendo? Se ríe porque el pobre Devageet está siendo golpeado. Naturalmente, se ríe y me dice; puedo oír lo que está pensando:
    -¡Dale una buena bofetada, una más! No, esto es suficiente; si no, me perderé.
    Eso es lo que estaba diciendo: que la vida es un círculo dentro de un círculo dentro de un círculo, y en mi vida todavía más. No he vivido como se espera que uno viva. No he hecho nada más. Sí, sólo he vivido y no he hecho nada más, pero es demasiado: ¡un momento es como una eternidad! imagínatelo…
    Por eso tendré que seguir viviendo de la misma manera. Os tendréis que adaptar, no hay otra forma. Nunca me he adaptado a nadie; por eso no sé como hacerlo; si tratase de aprenderlo ahora ya sería demasiado tarde. Pero vosotros habéis estado aguantando a todo tipo de personas en vuestra vida.
    No aguanté a mi padre, a mi madre, a mis tíos, que fueron todos amorosos y me ayudaron; ni a mis profesores, que no eran mis enemigos y que, a pesar mío, siempre me quisieron ayudar. Pero no me pude adaptar a nadie, todo el mundo se tuvo que adaptar a mí. Ya es demasiado tarde. Las cosas no se pueden cambiar ahora. Éste fue, y todavía es, un asunto de un único sentido.
    Puedes adaptarte a mí, estoy disponible. Pero no puedo adaptarme a ti, por dos razones: una, no estás disponible, ni estás presente. Si llamo a tu puerta, no hay nadie en el interior, y los vecinos me cuentan que nunca han visto a nadie. La puerta está cerrada. ¿Quién la ha cerrado? Nadie lo sabe. ¿Dónde está la llave? Quizá se ha perdido. Aunque encontrase la llave o rompiese la cerradura (que es mucho más fácil), ¿qué sentido tendría? No hay nadie en casa. No te podría encontrar allí; siempre estás en otro lugar. Entonces, ¿cómo encontrarte y adaptarme a ti? Es imposible.
    En segundo lugar, aunque fuera posible, sólo por amor a la discusión, no podría hacerlo. Nunca lo he hecho. No conozco sus mecanismos. Todavía sigo siendo un muchacho salvaje de pueblo.
    La otra noche mi secretaria estaba llorando y me decía:
    -¿Por qué confías en mí, Osho? No me lo merezco. No soy digna de que me veas la cara.
    -¿A quién le importa que seas digna o no? -le dije-. ¿Y quién tiene que decidir? Yo, por lo menos, no lo voy a hacer. ¿Por qué estás llorando?
    -La idea de que me hayas escogido para hacer tu trabajo… es una misión muy grande -dijo ella.
    -Olvídate de la dimensión del trabajo -le dije- y escucha lo que estoy diciendo.
    Yo nunca he hecho nada; por eso, naturalmente, no me preocupa si ella será capaz de hacerla o no. Simplemente le dije:
    -Escucha -y, por supuesto, cuando digo algo ella me tiene que escuchar. Ahora bien, cómo lo consigue no es mi problema ni tampoco el suyo. Lo consigue porque yo se lo he dicho. Se lo dije porque yo no sé nada sobre la gerencia.
    ¿Podéis ver qué bien la he escogido? Ella encaja. Yo no. Mi abuela siempre estaba preocupada. Me solía repetir: -Raja, vas a ser un inadaptado. Te lo digo yo, siempre serás un inadaptado. Yo solía reírme y le decía: -La palabra «inadaptado» es tan hermosa que me he enamorado de ella. Ahora bien, ten en cuenta que si me adapto te golpearé en la cabeza; y cuando digo algo, sabes que voy en serio. Si estás viva te golpearé en la cabeza. Si no estás viva iré a tu tumba, pero sin duda haré algo detestable. Puedes tener la certeza.
    Ella se siguió riendo y dijo:
    -Acepto el reto. Te vuelvo a repetir que, esté yo viva o muerta, siempre serás un inadaptado. Y no podrás golpearme la cabeza porque nunca serás capaz de adaptarte, y tenía toda la razón. Fui el inadaptado, en todas partes. En la universidad donde estaba dando clases nunca salí en la foto anual del claustro de profesores. Una vez, el rector me preguntó:
    -Me he dado cuenta de que eres el único miembro del claustro que no viene nunca a nuestra foto anual. Todos los demás vienen porque se publica la foto, y ¿quién no quiere tener su foto publicada? -Yo, desde luego, no quiero que mi foto sea publicada al lado de tantos burros -le dije-. Y esa foto siempre será como una mancha en mi nombre, al saber que una vez tuve algo que ver.
    Él se ofendió y me dijo: -¿Llamas burros a toda esa gente? ¿Incluyéndome a mí? -Por supuesto, te incluyo a ti. Eso es lo que pienso -le dije-, y si quieres escuchar algo bonito, has llamado al hombre equivocado. Llama a uno de los burros.
    No he salido ni en una sola fotografía mientras estuve en ese puesto. Era tan inadaptado, que pensé que lo mejor sería no relacionarme con esa gente con la que no tenía nada que ver. Y en la universidad sólo me relacioné con un árbol, el gulmohar.
    No sé si existe ese tipo de árbol en Occidente, pero es uno de los más bellos de Oriente. Su sombra es muy fresca. No crece muy alto; sus ramas se extienden a su alrededor. Algunas veces, las ramas de un árbol viejo pueden cubrir terreno suficiente, para que fácilmente puedan sentarse quinientas personas, y en verano, cuando florece, brotan miles de flores simultáneamente. No es un árbol miserable, que echa una flor y luego otra; no. Una noche, de repente, se abren todos los brotes, y por la mañana no puedes dar crédito a tus ojos: ¡miles de flores! Son del color de los sannyasins. Mi único amigo era ese árbol.
    Aparqué mi coche debajo de él, durante tantos años que, poco a poco, todo el mundo se dio cuenta que no tenían que aparcar allí; era mi sitio. No tuve que decírselo pero, poco a poco y lentamente, lo aceptaron. Nadie molestaba a ese árbol. Cuando no venía el árbol me esperaba. Aparqué debajo de ese árbol durante muchos años. Al dejar la universidad me despedí del rector y entonces le dije:
    -Ahora me tengo que ir, está oscureciendo y mi árbol tiene que irse a dormir antes de que se ponga el sol. Tengo que despedirme del gulmohar. El rector me miró como si estuviese loco, pero cualquiera me habría mirado del mismo modo. Es la forma de mirar a un inadaptado. Seguía sin creerse que lo iba a hacer. Por eso observó desde su ventana mientras decía adiós al gulmohar. Abracé al árbol y permanecimos unidos durante un momento. El rector salió fuera a toda prisa y vino corriendo hasta donde estaba diciendo:
    -Perdóname, por favor, perdóname. Nunca he visto a nadie abrazando un árbol, pero ahora sé lo que todo el mundo se está perdiendo. Nunca he visto a nadie diciendo adiós o buenos días a un árbol, pero no sólo me has dado una lección, realmente me ha tocado muy hondo.
    Dos meses más tarde me telefoneó sólo para informarme, diciendo:
    -Es muy triste y muy extraño, pero el día que te fuiste le sucedió algo a tu árbol -en ese momento ya se había convertido en mi árbol.
    -¿Qué ha sucedido? -le pregunté.
    -Comenzó a morirse -me contestó-. Si vienes ahora, solamente verás un árbol muerto, sin flores ni hojas. ¿Qué ha pasado? Por eso te he llamado.
    -Deberías haberle telefoneado al árbol -le dije-. ¿Cómo puedo responder por el árbol?
    Durante un momento nos quedamos en silencio. Entonces dijo:
    -Siempre lo pensé: ¡estás loco!
    -Todavía no estás convencido -le dije-; si no, ¿quién telefonea a un loco? Deberías haberle telefoneado al árbol. Y él árbol se ve desde tu ventana; no necesitabas ni teléfono.
    Simplemente, colgó. Me eché a reír pero al día siguiente, por la mañana temprano, antes de que llegara ninguno de esos idiotas de la universidad, fui a ver al árbol. Sí, se le habían caído todas las hojas y todavía estábamos en temporada. Se habían caído todas, no sólo las flores sino también las hojas. Sólo quedaban las ramas desnudas alzándose hacia el cielo. Abracé de nuevo el árbol y supe que estaba muerto. Al primer abrazo hubo una respuesta; al segundo abrazo ya no había nadie para responder. El árbol se había ido; allí de pie sólo quedaba su cuerpo, que podría seguir así años. Probablemente, todavía está allí, aunque sólo sea madera muerta.
    Nunca conseguí adaptarme a ningún lugar. Como estudiante era muy latoso. Todos los profesores que me daban clases me miraban como un castigo que Dios les había enviado. Disfrutaba siendo el enviado de Dios; lo disfrutaba al máximo. ¿Y quién no? Y si ellos pensaban que era un castigo, lo demostré exactamente e incluso superé sus expectativas.
    Sólo me he vuelto a encontrar con algunos de ellos. Su primera pregunta fue: -Todavía no nos podemos creer que te hayas iluminado. Eras tan alborotador. Hemos olvidado a todos tus compañeros, pero incluso ahora, de vez en cuando, te sigues apareciendo en nuestras pesadillas.
    Lo puedo entender. No podía adaptarme a nada. Todo lo que me enseñaron era tan mediocre que tenía que luchar contra ello. Tenía que decirles:-Esto es muy mediocre…Ahora bien, te puedes imaginar cuando le dices esto a un profesor que espera qué aprecies su charla -que ha estado preparando desde hace días-, para que al terminar se levante un estudiante… y era un estudiante poco corriente, por no decir algo peor.
    Lo primero que hay que recordar es que tenía el pelo largo; y ese pelo largo tenía una historia todavía más larga. Algún día llegaré a ella en algún círculo. Ésa es la belleza de ir en círculos. Regresar al mismo punto una y otra vez, pero a un nivel diferente; es como ascender dando rodeos hacia la cima de una montaña: llegas a la misma vista, muchas veces, en diferentes niveles. Cada vez es un poco diferente porque no te detienes en el mismo punto, pero la vista sigue siendo la misma, quizá más hermosa, quizá mucho más hermosa, porque tienes mejor vista…
    En algún momento llegaré a ese punto, pero no hoy. ¿Qué hora es? -Las ocho y un minuto.
    Bien. Sólo me estoy mojando los labios.
    Hoy, en especial, quería decir que la atención es una espada de doble filo; doble filo porque corta a ambos, al oyente y al que habla. También los une. Es un proceso muy significativo. Gurdjieff tiene la palabra correcta para describirlo: «Cristalización.»
    Si un hombre está realmente atento, no importa a qué -desde XYZ hasta cualquier otra cosa-, en ese proceso de estar atento se integrará, se cristalizará. Cuando se enfoca en un objeto, él mismo se está enfocando en su interior, en su ser.
    Pero esto es sólo la mitad de la historia. La persona que está escuchando atentamente alcanza, sin duda, una cristalización. Es un hecho muy conocido en todas las escuelas de meditación de Oriente. Basta con estar atento a cualquier cosa, incluso a una tontería. Una botella de Coca-cola te puede ayudar muchísimo, especialmente a los americanos. Con sólo mirar la botella de Coca-cola atentamente tendrás el secreto de la meditación trascendental de Maharishi Mahesh Yogi. Pero esto es sólo la mitad de la verdad, y media verdad puede ser más peligrosa que una mentira completa.
    La otra mitad sólo es posible si no estás únicamente leyendo un libro, o recitando un mantra, o mirando una estatua; la otra mitad sólo es posible si estás en profunda sincronicidad con una persona viva. No lo estoy llamando amor, porque eso te podría descarriar; ni siquiera amistad, porque pensarás que ya la conoces. Lo llamaré «sincronicidad», para que tengas que pensar sobre ello y le des un poco de tu ser.
    Cuando realmente estás atento sucede la sincronicidad. Podría suceder cuando estás mirando una puesta de sol, una flor, un niño jugando en el césped y tú disfrutando con su alegría…, pero se necesita una cierta armonía. Si sucede, ha habido atención. Si sucede entre un maestro y un discípulo entonces, con seguridad, tienes en tus manos el diamante más preciado.
    Te he contado que he sido afortunado, a pesar de no saber por qué. Hay cosas que sólo se pueden afirmar; son así, y no existe una razón para ello. Las estrellas son, las rosas son, el universo es, o tal vez, mucho mejor: los universos son. Es mejor llamar a la existencia multiverso en vez de universo. Hay que introducir la idea de múltiples dimensiones.
    El hombre ha sido dominado por la idea de «uno» durante demasiado tiempo. Y yo soy un pagano: no creo en Dios, sino en dioses. Para mí un árbol es un dios, una montaña es un dios, un hombre es un dios; pero no siempre. Tiene el potencial. Una mujer es un dios, pero no siempre; más a menudo es una bruja, pero eso es su elección. No necesitaba escogerlo; nadie le ha obligado.
    Normalmente, el hombre es sólo un marido, que es una palabra fea en todas las lenguas. La palabra «marido» viene de «agricultura». Es lo que están haciendo nuestros sannyasins: jardinería, agricultura… Agricultura viene de la palabra «agro»… que significa industria. Y cuando presentas a tu marido, ¿sabes lo que estás diciendo? ¿Sabe el pobre tipo que le estás reduciendo a ser un granjero? Pero ésa es toda la idea; ¡el hombre es el granjero y la mujer es el campo! ¡Magnífica idea!
    El hombre normalmente permanece muy atado a lo mundano, y la mujer todavía más. Ella supera al hombre de todas las formas posibles. Por supuesto, va sentada en el asiento de atrás pero ella es el conductor.
    Un hombre fue detenido por ir demasiado rápido, el agente de policía estaba muy enfadado porque no sólo estaba yendo muy rápido, sino que tampoco tenía permiso, y lo que le enseñó en su lugar sólo era una entrada para la película que iban a ver. ¡Eso fue demasiado!
    -¡Ahora te voy a dar una entrada de verdad! – dijo el agente.
    -Te lo he estado diciendo desde el principio -le gritó la esposa-, pero ¡nunca me escuchas!
    Y ella chilló tan alto que incluso el agente dejo de escribir y prestó atención a lo que estaba pasando.
    -En primer lugar, ¿dónde están tus gafas? -preguntó-. ¡No ves nada y estás conduciendo! Además, ¿estás tan borracho que te he estado dando patadas todo el rato, y ¡no veo que haya surtido ningún efecto! ¡Parece que has perdido la sensibilidad! -entonces, se volvió hacia el policía y le dijo-: Oficial, ¡métalo en la cárcel! Se merece, como mínimo, seis meses de trabajos forzados; ¡menos de eso y no aprenderá nada! Ni siquiera el agente podía entender tanto castigo por un pequeño exceso de velocidad.
    -Señor, se puede marchar -le dijo al hombre-. Dios ya le ha castigado bastante dándole esa mujer por esposa. Es suficiente. Siento pena por usted. Ya sé por qué ha perdido la vista. ¿Quién quiere ver a una mujer así? Y sé que está acelerando porque ella no deja de darle patadas. Lo siento mucho por usted -dijo el agente-. Aunque continúe acelerando, ella siempre estará allí. Acelere tanto que se quede atrás, muy lejos.
    El hombre y la mujer viven una vida muy mundana y muy fea, realmente fea. En una ocasión le señalé a mi abuela la mujer de uno de mis profesores que pasaba por mi aldea.
    -Mi abuela y toda mi familia viven allí y estarían muy contentos de conocerte le dije.
    Se la presenté a mi abuela y cuando se fue ambos nos echamos a reír. Ninguno de los dos dijo nada durante unos instantes. Me reí porque mi abuela había tenido que aguantar a esa mujer.
    -Y eso no es nada -dijo ella riéndose-, tú tienes que aguantar a su marido. Si ella es terrible, él debe de ser todavía peor.
    -Sólo puedo decir esto -le contesté-; que es más feo que una foto de pasaporte.
    He estado dedicado a la enseñanza toda mi vida. Pocas veces he ido a clase, incluso en mis días de estudiante. Para poder librarse de mí, me tenían que conceder un setenta y cinco por ciento de asistencias en mi expediente. Eso también era una absoluta mentira. El noventa y nueve por ciento del tiempo estaba ausente. Así fue durante mis días de estudiante, en la escuela superior y en la facultad.
    En la facultad tenía un acuerdo con el director, B. S. Audholia. Era un hombre hermoso. Era el director de la facultad de Jabalpur, en el mismo centro de India. Jabalpur tenía muchas facultades, y ésta era una de los más importantes. Me expulsaron de una facultad porque había un profesor que no estaba dispuesto a seguir en su plaza si no lo hacían. Puso esta condición, y era un profesor respetado. Entraremos en los detalles de esta historia más tarde.
    Naturalmente, me expulsaron. ¿A quién le importa un pobre estudiante? El profesor era doctor en Filosofía y Literatura, etcétera, etcétera, y había trabajado en esa facultad durante casi toda su vida. Ahora bien, expulsarme por su culpa, no tenía importancia que yo tuviese razón o no. Eso fue lo que me dijo el director antes de expulsarme. Me tenía que dar una explicación, por eso me llamó. Debió pensar que iba a estar temblando como cualquier otro estudiante, porque estaban a punto de expulsarme. No se esperaba que iba a entrar en su oficina como un terremoto.
    Me puse a gritarle antes de que tuviera la oportunidad de decir nada. -Has demostrado que sólo eres estiércol de vaca sagrada -le dije. Usé la expresión en hindi gobar ganesh que, en realidad, significa «estatua hecha con estiércol de vaca sagrada», y le di un puñetazo a la mesa tan fuerte que se levantó de un golpe.
    -¿Tienes un muelle en tu mesa? -le pregunté-. La golpeo, ¡y te levantas! ¡Siéntate!
    Lo dije tan alto que se sentó sin hacer ruido. Tenía miedo de que otros nos pudiesen oír, y quizá entrar corriendo, en especial el hombre que estaba vigilando la puerta.
    -De acuerdo -dijo él-, me sentaré. ¿Qué tienes que decir?
    -¿Tú eres el que me has llamado y me estás preguntando si tengo algo que decir? -le dije-. Estoy diciendo que deberías expulsar a ese individuo, el doctor S. N. L. Shrivastava. Es un estúpido, a pesar de su doctorado en Filosofía y en Literatura. No le hice daño, sólo le hice preguntas que eran totalmente legítimas. Él nos enseña lógica, y si no se me permite hacer uso de la lógica en su clase, ¿dónde voy a ser lógico? Dímelo tú.
    -Suena bien-dijo él-. Si te enseña lógica, obviamente tienes que ser lógico. -Entonces llámalo, y veamos quién es el lógico -le dije. En el momento en que el doctor Shrivastava se enteró de mi presencia en el despacho del director, y que le estaban llamando, se escapó a su casa. No apareció en tres días. Estuve sentado allí durante tres días sin interrupción, desde que abrían la oficina hasta que la cerraban. Finalmente, escribió una carta al director, diciendo:
    -Esto no puede continuar durante más tiempo -y escribió-: no quiero ver a ese muchacho. O bien lo expulsa o deberá relevarme de mis obligaciones.
    El director me enseñó la carta.
    -Esto si que es bueno -le dije-. Ni siquiera es capaz de entrevistarse conmigo, ni una sola una vez, en su presencia, para que usted vea quién es lógico. Un poco de lógica no le habría sentado mal, al menos a usted. Pero no quiero que lo expulsen porque no sea capaz de hacerme frente, y esta carta es prueba suficiente de que es un cobarde. No puedo ser tan desconsiderado, porque conozco a su esposa, sus niños y sus responsabilidades. Por favor, expúlseme ahora mismo, y entrégueme la expulsión por escrito.
    Me miró y me dijo:
    -Si te expulso te puede resultar difícil conseguir una admisión en cualquier otra facultad.
    -Ése es mi problema -le dije-. Soy un inadaptado, tengo que enfrentarme con estas cosas.
    Después de que pasara todo esto llamé a la puerta de todos los directores de la ciudad; era la ciudad de las facultades, y todos dijeron: -Como te han expulsado no podemos arriesgamos. Nos han llegado rumores de que has estado discutiendo con el doctor Shrivastava continuamente durante ocho meses, y que no le has dejado que te enseñara. Cuando le conté toda la historia a B. S. Audholia me dijo:
    -Me arriesgaré, pero con una condición. Él era un hombre bueno, generoso, pero limitado. No espero que nadie tenga una generosidad ilimitada, pero a menos que la tengas te perderás la experiencia más hermosa de la vida. Sí, estuvo generoso conmigo al admitirme, pero la condición que puso canceló la mayor parte. La condición estaba bien para mí, pero no para él. Para él era un crimen, para mí era una oportunidad de ser libre.
    Me hizo firmar un acuerdo por el que no asistiría a la clase de filosofía. -Eso es perfecto -le dije-; de hecho, ¿qué más podía pedir? Eso es lo que me gusta hacer, no asistir a las charlas de esos idiotas. Estoy dispuesto a firmarlo, pero recuerda, tú también tendrás que firmar un acuerdo diciendo que me concederás un setenta y cinco por ciento de asistencias.
    -Te lo prometo -me dijo-. No te lo puedo dar por escrito porque me creará complicaciones, pero es una promesa.
    -Te tomo la palabra, y confío en ti -le dije.
    Y él mantuvo su palabra. Me concedió el noventa por ciento de asistencias a pesar de que no asistí a la clase de filosofía ni una sola vez.
    Efectivamente, no asistí demasiado a la escuela primaria, porque el río era muy atractivo y su llamada irresistible. Por eso siempre estaba en el río; por supuesto, no iba solo, sino con muchos otros estudiantes. Después del río había un bosque. Y había tanta geografía real para explorar… ¿a quién le importaba el sucio mapa que tenían en la escuela? No estaba preocupado por saber dónde estaba Constantinopla, sino que estaba explorando por mi propia cuenta: la jungla, el río… había tantas otras cosas por hacer.
    Por ejemplo, como mi abuela, poco a poco, me había enseñado a leer, empecé a leer libros. No creo que nadie haya estado tan implicado en la biblioteca de esa ciudad, ni antes ni después de mí. Ahora enseñan el sitio donde me solía sentar, y el sitio donde solía leer y escribir notas a todo el mundo. Pero, en realidad, le deberían contar a la gente que me querían expulsar de ese sitio. Me amenazaron continuamente.
    Pero cuando aprendí a leer se abrió una nueva dimensión. Me tragué toda la biblioteca, y por la noche comencé a leerle a mi abuela los libros que más me gustaban. No te lo creerás, pero el primer libro que leí fue El libro de Mirdad Eso inició una larga serie.
    Por supuesto, a veces me preguntaba en mitad de un libro el significado de alguna frase, o de algún pasaje, o de todo el capítulo, justo lo esencial. Le solía decir:
    -Nani, te lo he estado leyendo, y ¿no lo has oído? -Sabes -dijo ella-, cuando lees, presto tanta atención a tu voz que me olvido completamente de lo que me estás leyendo. Para mí, tú eres Mirdad. A menos que me lo expliques, Mirdad seguirá siendo desconocido para mí.
    Por eso se lo tuve que explicar, pero eso se convirtió en una gran disciplina para mí. El explicar, el ayudar a otra persona que está deseando profundizar un poco más de lo que ella sola puede hacer, el agarrarle de la mano, mi vida, poco a poco, se fue convirtiendo en eso. Yo no lo he escogido, no de la manera que fue escogido para J. Krishnamurti. A él le fue impuesto por los demás. Al principio, incluso sus discursos fueron escritos o por Annie Besant o por Leadbeater; él simplemente los repetía. No estaba solo. Todo estaba planeado de antemano y era llevado a cabo metódicamente.
    Yo soy un hombre no planeado, por eso sigo siendo salvaje. Algunas veces me pregunto qué hago yo aquí, enseñando a la gente a iluminarse, y cuando se iluminan, inmediatamente les comienzo a enseñar cómo desiluminarse otra vez. ¿Qué estoy haciendo?
    Sé que se está acercando el momento en que muchos de mis sannyasins simplemente comenzarán de sopetón a iluminarse. Y he comenzando a preparar, y trabajar en las bases de la ciencia de cómo desiluminar a tantos espíritus iluminados. Eso es lo que he estado haciendo. Un tipo de trabajo algo extraño, pero lo he disfrutado al máximo y todavía lo disfruto. Voy a disfrutar hasta el último aliento, o incluso después de eso. Estoy un poco loco, de modo que puedo hacerlo, a pesar de que no lo haya hecho ningún loco todavía. Pero alguien lo tiene que hacer algún día. Alguien tiene que romper el hielo.

    Sesión 27

    De acuerdo, ¿ves qué sincronicidad? Devageet y yo hemos dicho simultáneamente: «De acuerdo.» Por supuesto, él lo ha dicho por una cosa y yo por otra, pero las líneas se cruzan.
    Justo antes de entrar aquí estaba escuchando a uno de los flautistas más grandes, Hariprasad. Esto ha reavivado muchas memorias en mí.
    Existen muchos tipos de flauta en el mundo. La más importante es la árabe; la más hermosa, la japonesa; y hay muchas más. Pero no hay nada comparable, por su dulzura, a la pequeña flauta de bambú india. Y Hariprasad es ciertamente un maestro en lo que a la flauta se refiere. Ha tocado para mí, no sólo una vez, sino muchas. Siempre que sintió que tenía que tocar realmente al máximo venía corriendo a verme a donde estuviese, algunas veces incluso a miles de kilómetros, sólo para tocar la flauta durante una hora a solas conmigo.
    -Hariprasad -le pregunté-, podías haber tocado en cualquier lado; ¿por qué has hecho un viaje tan largo?
    En India, mil kilómetros son casi como veinte mil kilómetros en Occidente. Los trenes hindúes todavía caminan, no corren. En Japón los trenes circulan a cuatrocientos cincuenta kilómetros por horá; y en India, cincuenta kilómetros a la hora ya es una gran velocidad; y los autobuses, y los rickshaws… Sólo para tocar la flauta durante una hora en mi dormitorio…
    -¿Por qué? -le pregunté.
    -Porque tengo miles de admiradores -me contestó-, pero no hay nadie que entienda el sonido sin sonido. A menos que uno entienda el sonido sin sonido, realmente no lo podrá apreciar. Por eso vengo a verte; y esa hora es suficiente para ser capaz de tocar la flauta durante meses delante de todo tipo de idiotas, gobernadores, primeros ministros y los así llamados «importantes». Cuando me siento totalmente cansado, exhausto y harto de idiotas, corro hacia ti. Por favor, no me niegues esta hora.
    -Es una alegría escucharte -le dije-, escuchar tu flauta y tu canción. Son grandes en sí mismas, pero, especialmente, también porque me recuerdan al hombre que nos presentó. ¿Te acuerdas de él?
    Él se había olvidado completamente de quién me lo había presentado, y lo comprendo. Debió ser hace cuarenta años. Yo era un niño pequeño, él era un hombre joven. Se esforzó intentando recordarlo pero no pudo.
    -Discúlpame -me dijo-, pero me parece que mi memoria no funciona bien. No puedo recordar ni siquiera al hombre que nos presentó. Aunque me olvidara de cualquier otra cosa, me tendría que acordar de él. Le recordé quién era y se echó a llorar. Hoy me gustaría hablarles de ese hombre.
    Pagal Baba era uno de esos hombres notables de los que os voy a hablar. Pertenecía a la misma categoría que Magga Baba. Era conocido solamente como Pagal Baba; paga! significa «el loco». Llegaba como el viento, siempre de repente, y desaparecía tan de repente como había venido.
    Yo no le descubrí, me descubrió él a mí. Con esto quiero decir que simplemente estaba nadando en el río cuando él pasó por allí: me miró, le miré, saltó al río y nadamos juntos. No sé cuanto tiempo estuvimos nadando pero no fui yo quien dijo «basta». Él ya era un santo conocido. Le había visto antes, pero no tan de cerca. Fue en una reunión haciendo bhajan  y cantando canciones devocionales, que tuve un cierto sentimiento hacia él, pero no se lo dije a nadie. No mencioné ni una sola palabra sobre esto. Hay cosas que están mejor guardadas en el corazón; allí crecen más rápido. Es el terreno adecuado.
    En ese momento él era un hombre viejo; yo no tenía más de doce años. Obviamente, fue él quien tuvo que decirme:
    -Vamos a parar. Estoy cansado.
    -Me lo podrías haber dicho en cualquier momento y me habría parado -le dije-, pero en lo que a mí respecta, en el río soy como un pez.
    Sí, así es como me conocían en mi ciudad. ¿Quién más nadaba seis horas por la mañana, desde las cuatro hasta las diez? Cuando todo el mundo estaba dormido, profundamente dormido, yo ya estaba en el río. Y cuando todo el mundo se había ido a trabajar, yo todavía estaba en el río. Por supuesto, mi abuela venía todos los días a las diez de la mañana; entonces tenía que salir del agua porque era hora de ir a la escuela, y tenía que ir a la escuela. Pero en cuanto acababa las clases estaba de regreso en el río.
    Cuando, por primera vez, cayó en mis manos la novela de Herman Hesse Sidharta no me podía creer que yo hubiese experimentado tantas veces lo que él había escrito sobre el río. Y sabía perfectamente bien que Hesse sólo estaba imaginando -una buena imaginación- porque murió sin llegar a ser un buda. Fue capaz de escribir Sidharta, pero no pudo convertirse en Sidharta. Cuando me encontré con esa descripción del río, de los estados emocionales, los cambios y los sentimientos del río, estaba desbordado. Estaba más impresionado por su descripción del río que por cualquier otra cosa. No puedo recordar desde cuándo había amado el río; me parecía como si hubiera nacido en sus aguas.
    En la aldea de mi Nani siempre estaba en el lago o en el río. El río estaba un poco alejado, quizá a tres kilómetros, por eso tenía que escoger más a menudo el lago. Pero de vez en cuando solía ir hasta el río porque el río y el lago eran completamente diferentes. Un lago, de alguna manera, está muerto, cerrado, no fluye, no corre hacía ningún lugar, es estático. Ése es el significado de la muerte: no es dinámico.
    El río está siempre en movimiento, corriendo hacia alguna meta desconocida, quizá sin saber cuál es la meta pero, sabiéndolo o no, la alcanza. El lago nunca se mueve. Permanece donde está, durmiente, simplemente muriendo, muriendo cada día; no hay resurrección. Pero el río, por pequeño que sea, es tan grande cómo el océano, porque antes o después se convierte en el océano.
    Siempre me ha gustado la sensación de fluir: yendo, ese fluir, en continuo movimiento…, esa vitalidad. Por eso, a pesar de que el río estaba a tres kilómetros de distancia, solía ir de vez en cuando para probarlo.
    Pero en el pueblo de mi padre el río estaba muy cerca. Sólo estaba a dos minutos andando desde la casa de mi Nani. Lo podías ver desde el piso de arriba; estaba allí con toda su grandeza e invitación…, irresistible.
    Solía ir corriendo desde el colegio hasta el río. Sí, sólo me paraba un momento para dejar los libros en casa de mi Nani. Ella me convencía de que, por lo menos, me tomara una taza de té, diciéndome:
    -No tengas tanta prisa. El río no se va a ir, no es un tren. Eso era exactamente lo que me solía decir una y otra vez: -Recuerda, no es un tren. No lo vas a perder. De modo que, por favor, bébete tu taza de té y después vete. Y no tires los libros de ese modo.
    Yo no solía responder porque habría significado mayor retraso. Ella siempre se quedaba asombrada y decía:
    -En cualquier otro momento estarías dispuesto a discutir. Pero cuando vas al río, si digo cualquier cosa, aunque sólo sea una tontería, ilógica, absurda, me escuchas como si fueses un niño muy obediente. ¿Qué te sucede cuando vas al río?
    -Nani -le dije-, tú me conoces. Sabes perfectamente que no quiero perder el tiempo. El río me está llamando. Puedo escuchar el sonido de las olas incluso mientras me bebo el té.
    Muchas veces me he quemado los labios porque el té estaba demasiado caliente. Pero tenía prisa, y me tenía que acabar la taza. Mi Nani estaba allí; no me dejaba irme antes de que me lo bebiera.
    Ella no era como Gudia. Gudia es diferente en ese sentido porque siempre me dice: -Espera, el té está demasiado caliente. Quizá es mi vieja costumbre. Agarro de nuevo la taza y ella me dice: -¡Espera! Está demasiado caliente.
    Sé que tiene razón, por eso espero hasta que deje de poner pegas, entonces me bebo el té. Probablemente, todavía esté ahí el viejo hábito de beberme el té Y salir corriendo al río.
    A pesar de que mi abuela sabía que quería meterme en el agua cuanto antes trataba de convencerme de que comiera algo, lo que fuera. Le solía decir:
    -Dámelo todo. Me lo meteré en los bolsillos y me lo comeré por el camino.
    Siempre me han gustado las nueces de anacardo, especialmente las saladas, y durante años solía llenarme todos los bolsillos con ellas. Todos los bolsillos quería decir dos en mis pantalones: pantalones cortos, porque nunca me gustaron los largos, quizá porque todos mis profesores los llevaban, y como odiaba a los profesores debía haber surgido una cierta asociación. Por eso sólo vestía pantalones cortos.
    En India, climáticamente, los pantalones cortos son mucho mejores que los largos. Los dos bolsillos de mis pantalones estaban repletos de nueces de anacardo. Y os sorprenderéis: sólo para poder guardar las nueces de anacardo tuve que decirle al sastre que me hiciera dos bolsillos en las camisas. Siempre he tenido dos bolsillos en las camisas. Nunca entendí por qué motivo ponen un solo bolsillo en las camisas. ¿Por qué no un solo bolsillo también en los pantalones largos? ¿O un solo bolsillo en los cortos? ¿Por qué sólo uno en las camisas? La razón no es obvia, pero sé el porqué. El bolsillo de las camisas está siempre en el lado izquierdo, para que la mano derecha pueda sacar y meter cosas y, naturalmente, a la pobre mano izquierda no le hace falta bolsillo. ¿Qué haría un pobre hombre con un bolsillo?
    La mano izquierda es una de las partes reprimidas del cuerpo humano. Si lo intentas, podrás entender lo que estoy diciendo. Puedes hacer con la izquierda todo lo que haces con la derecha, incluso escribir, y quizá mejor que con la derecha. Después de treinta o cuarenta años de costumbre, al principio, te costará un poco usar la mano izquierda, porque ha sido ignorada y se la ha mantenido en la ignorancia.
    La mano izquierda es realmente la parte más importante del cuerpo porque representa la parte derecha del cerebro. La mano izquierda está conectada al cerebro derecho, y la mano derecha al cerebro izquierdo, en cruz. La derecha corresponde realmente a la izquierda, y la izquierda a la derecha.
    Ignorar la mano izquierda es ignorar la parte derecha de tu cerebro, y el lado derecho de tu cerebro contiene todo lo que es valioso, todos los diamantes, esmeraldas, zafiros y rubíes…, todo lo valioso, todos los arco iris, las flores y las estrellas. El lado derecho del cerebro contiene la intuición, los instintos; en resumen contiene lo femenino. La mano derecha es machista.
    Os sorprenderá saber que cuando comencé a escribir, como era tan pesado, empecé a escribir con la mano izquierda. Por supuesto, todo el mundo se puso en mi contra; de nuevo, todo el mundo excepto mi Nani. Ella fue la única que dijo:
    -Si quiere escribir con la mano izquierda, ¿qué hay de malo en ello? La cuestión es escribir -siguió diciendo-. ¿Por qué os preocupáis tanto de qué mano usa? Puede sujetar el lápiz con la mano izquierda, y vosotros con la mano derecha. ¿Cuál es el problema?
    Pero nadie me dejaba usar la mano izquierda, y ella no podía estar conmigo en todas partes. En la escuela, todos los profesores y los estudiantes estaban en mi contra por usar la mano izquierda: la derecha está bien, la izquierda está mal. Todavía ahora no puedo entender por qué. ¿Por qué el lado izquierdo del cuerpo ha de ser rechazado y encarcelado? Y sabéis: al diez por ciento de la gente le gustaría escribir con la mano izquierda; de hecho, empezaron a escribir así pero se lo impidieron.
    Es uno de los desastres más antiguos que le ha sucedido al hombre: que la mitad de su ser no esté ni siquiera disponible para él. ¡Hemos creado un extraño tipo de hombre! Es como un carro de bueyes con una sola rueda: la otra rueda está allí aunque permanece invisible; se usa, pero sólo de un modo clandestino. Es feo. Me resistí desde el principio.
    Le pregunté al profesor y al director: -Dadme una razón por la que tenga que escribir con la mano derecha. Simplemente, se encogieron de hombros. Entonces dije:-Encogeros de hombros no servirá de nada; tenéis que responderme. Vosotros no aceptaríais que me encogiese de hombros; entonces, ¿por qué debo aceptaros? Haré como que no me he enterado. Por favor, dadme una explicación apropiada.
    Me enviaron al consejo de la escuela porque los profesores no me entendían, o no me daban ninguna explicación. En realidad, me entendían perfectamente. Lo que decía estaba claro:
    -¿Qué hay de malo en escribir con la mano izquierda? Y si escribo la respuesta correcta con la mano izquierda, ¿puede que esa respuesta esté mal, sólo porque la he escrito con la mano izquierda?
    -Estás loco y volverás loco a todo el mundo -me dijeron-. Es mejor que vayas a ver al consejo de la escuela.
    El consejo era un comité municipal que dirigía todas las escuelas. En la ciudad había cuatro escuelas primarias y dos escuelas superiores, una para chicas y otra para chicos. ¡Que ciudad!, en la que chicos y chicas son mantenidos totalmente separados. Este comité era el que tomaba casi todas las decisiones, de modo que fui enviado allí.
    Los miembros del comité me escucharon muy serios, como si yo fuera un asesino, y ellos estaban sentados como si fuesen jueces, listos para colgarme. Les dije:
    -No estéis tan serios, relajaos. Decidme sólo: ¿qué tiene de malo que escriba con la mano izquierda? -se miraron unos a otros. Entonces dije-: Eso no ayudará. Tenéis que responderme, y no es fácil tratar conmigo. Me tenéis que dar la respuesta por escrito porque no me fío de vosotros. La forma en que os miráis los unos a los otros es tan astuta y política que es mejor tener vuestra respuesta por escrito. Escribid qué hay de malo en escribir una respuesta correcta con la mano izquierda.
    Se quedaron sentados como estatuas. Nadie trató ni siquiera de decirme nada. Tampoco hubo nadie dispuesto a escribir. Me dijeron simplemente:
    -Tendremos que considerado.
    -Consideradlo -les dije-. Yo me quedo aquí. ¿Qué es lo que os impide considerado delante mío? ¿Es esto algo privado como un lío amoroso? Y todos sois ciudadanos respetables: al menos no deberíais estar los seis en el mismo lío, eso sería sexo en grupo.
    -¡Cállate!-me chillaron-¡No uses esas palabras!
    -Tengo que usar esas palabras sólo para provocaros -les dije-; si no, os quedaríais sentados ahí como estatuas. Ahora, por lo menos, os habéis movido y habéis dicho algo. Pensároslo, os ayudaré y no os molestaré en absoluto.
    -Sal fuera, por favor -dijeron ellos-. No podremos deliberar delante tuyo; acabarás interfiriendo. Te conocemos, como todo el mundo en la ciudad. Si no te vas, nos iremos nosotros.
    -Podéis salir delante, eso es caballerosidad -les dije.
    Tuvieron que abandonar la habitación del comité delante de mí. La decisión se conoció al día siguiente. Sencillamente fue que: -Los profesores tenían razón, y todo el mundo tenía que escribir con la mano derecha.
    Esta falsedad predomina en todos lados. No puedo ni siquiera comprender qué tipo de tontería es ésta. ¡Y ésta es la gente que está en el poder! ¡Los derechistas! Son poderosos; los machistas son poderosos. Los poetas no son poderosos, ni los músicos….
    Ahora fíjate en ese hombre, Hariprasad Chaurasia, un músico tan bueno tocando la flauta de bambú, pero que ha vivido toda su vida en la pobreza total. Él no pudo acordarse de que Pagal Baba, que me lo había presentado, o, ¿mejor dicho, «yo a él»?, porque yo sólo era un niño, y Hariprasad era una autoridad reconocida a nivel mundial tocando la flauta de bambú.
    Pagal Baba me presentó a otros flautistas, especialmente a Pannalal Ghosh. Pero le había escuchado tocar y no era comparable con Hariprasad. ¿Por qué me presentó Pagal Baba a esa gente? Él mismo era un gran flautista, pero no tocaba delante de la gente. Sí, tocó delante mío, pero insistió en que no deberíamos mencionárselo a nadie. Guardaba la flauta escondida en su bolsa.
    La última vez que le vi me entregó su flauta y me dijo -No nos volveremos a ver; no es que no quiera volver a verte, sino que este cuerpo es incapaz de sostenerse más tiempo.
    Debía de tener cerca de noventa años. -Pero te entrego esta flauta como un memento, y te digo: si practicas, te puedes convertir en uno de los flautistas más grandes.
    -Pero ni siquiera me quiero convertir en el más grande -le dije-. Ser un flautista no es algo que me pueda satisfacer; es algo unidimensional.
    Él lo entendió y dijo:
    -Entonces es asunto tuyo.
    Le pregunté muchas veces por qué trataba de contactar conmigo siempre que venía al pueblo, porque era lo primero que hacía.
    Él dijo:
    -¿Por qué? Deberías preguntármelo justo al revés: ¿por qué vengo al pueblo? Sólo para contactar contigo. No vengo a este pueblo por ningún otro motivo.
    Durante un momento no pude decir ni una palabra, ni siquiera: «Gracias.» De hecho en hindi no existe ninguna palabra que sea el equivalente al «Gracias». Sí, hay una palabra que se usa, pero tiene un sabor diferente: dhanyavad Esto significa: «Dios te bendiga.» Ahora bien, un niño no puede decir: «Que Dios te bendiga» a un hombre de noventa años. Le dije:
    -Baba, no me crees problemas. Ni siquiera te puedo dar las gracias.
    Para decir eso, tuve que usar la palabra urdu, shukriya, que se acerca más al inglés, pero que todavía no es exactamente lo mismo. Shukriya significa «gratitud», se acerca mucho. -Me has dado esta flauta -le dije-. La guardaré en tu memoria, y también practicaré. ¿Quién sabe? Tú, tú sabes mejor que yo; quizá sea ése mi futuro, pero no le veo ningún futuro.
    Él se rió y dijo:
    -Es complicado hablar contigo. Guárdate la flauta e intenta tocarla. Si sucede algo, bien; si no sucede, entonces guárdala como un recuerdo mío.
    Comencé a tocarla, y me gustó. Toqué durante años y me volví muy hábil. Yo tocaba la flauta y tenía un amigo, no un amigo, un conocido que solía tocar las tablas. Nos conocimos porque a los dos nos gustaba nadar.
    Un año, cuando el río tenía una crecida, y estábamos tratando de cruzarlo… eso era lo que me gustaba, cruzar el río en la estación de las lluvias cuando solía ensancharse mucho; fluía con tanta fuerza que nos solía llevar durante cuatro o cinco kilómetros hacia abajo con la corriente. Sólo cruzar significaba que teníamos que estar preparados para los cuatro kilómetros de regreso, y regresar a la otra orilla significaba avanzar otros cuatro kilómetros más, ¡por eso era un viaje de ocho kilómetros! ¡Y en la época de las lluvias…! Pero era una de mis alegrías.
    Ese chico también se llamaba Hari. Hari es un nombre muy corriente en India; significa «dios». Pero es un nombre muy curioso. No creo que haya ningún idioma que tenga un nombre como Hari para Dios, porque realmente significa «el ladrón». ¡Dios el ladrón! ¿Por qué Dios ha de ser llamado el ladrón? Porque antes o después te roba el corazón… y cuanto antes, mejor. El nombre del chico era Hari.
    Estábamos intentando cruzar el río en plena crecida. Debía de tener por lo menos un kilómetro y medio de ancho. Él no sobrevivió; se ahogó en algún lugar en mitad del camino. Busqué y miré, pero era imposible; el río estaba inundándose demasiado rápido. Si se había ahogado, sería imposible encontrado; quizá alguien más abajo, en el río, encontrara su cuerpo.
    Le llamé tan fuerte como pude, pero el río estaba rugiendo. Todos los días fui al río, e intenté todo lo que un niño podía hacer. La policía lo intentó, la asociación de pescadores también, pero no se encontró ni rastro. Debió ser arrastrado por el río mucho antes de que se enteraran. En su memoria arrojé al río la flauta que Pagal Baba me había dado.
    -Me habría gustado lanzarme yo mismo al río -le dije-, pero tengo otro trabajo que hacer. Ésta es la cosa más preciosa que tengo después de mí, por eso la tiro. No volveré a tocar la flauta sin Hari a las tablas. No me puedo concebir a mí mismo volviéndola a tocar otra vez. ¡Tómala, por favor!
    Era una hermosa flauta, quizá la había tallado un experto fabricante de flautas. Tal vez había sido hecha especialmente para Pagal Baba por uno de sus devotos. Seguiré hablando de Pagal Baba porque hay muchas cosas que decir sobre él.
    ¿Qué hora es?
    -Las diez y veintitrés, Osho.
    Bien. Hoy no tenemos tiempo suficiente, por eso tendremos que dejar a Pagal Baba para otra ocasión. Pero hay algo que quizá se me puede olvidar más adelante: es sobre este chico que murió, Hari. Nadie sabe si murió o se escapó de casa, porque nunca se encontró su cadáver. Pero estoy seguro que murió, porque estaba nadando con él, y de repente, en un momento determinado en mitad del río, le vi desaparecer. Grité:
    -¡Hari! ¿Qué pasa? -pero no contestó nadie.
    Para mí, India en sí misma está muerta; no pienso en India como una parte viva de la humanidad. Es una tierra muerta, muerta desde hace tantos siglos, que incluso los muertos se han olvidado de que están muertos. Han estado muertos tanto tiempo que alguien se lo tiene que recordar. Es lo que estoy tratando de hacer, pero esto es una tarea muy poco agradecida, recordarle a alguien diciéndole:
    -Señor, usted está muerto. No crea que está vivo.
    Es lo que he estado haciendo sin interrupción durante estos veinticinco años, todos los días. Duele que un país que ha dado nacimiento a Buda, Mahavira y Nagarjuna esté muerto.
    Pobre Devageet, sólo para ocultar su risilla ha tenido que toser. Algunas veces me pregunto quién está tomando apuntes. Toser está bien, reírse también se puede perdonar, ¿pero qué hay de los apuntes? Yo solía engañar a mis profesores haciendo garabatos, haciendo como que estaba tomando notas, rápidamente. Y solía reírme cuando les engañaba. Pero es imposible engañarme, y menos mal que no puedes.
    Te estoy observando, incluso cuando crees que tengo los ojos cerrados. Sí, están cerrados, pero lo suficientemente abiertos para ver qué estás escribiendo.
    Esto es hermoso. Te golpeo duro y tú todavía.. .
    . . . Parar ahora.

  • Crow

    Sesión 28

    De acuerdo. El ruido que estás haciendo es suficiente para que cualquiera diga de acuerdo. Gracias. Ahora ya puedo decir de acuerdo.
    Estaba escuchando otra vez, no a Hariprasad, sino a otro flautista. En India la flauta tiene dos dimensiones: una es la del sur; la otra es la del norte. Hariprasad Chaurasia es un flautista del norte; yo estaba escuchando a su polo opuesto, el sur.
    Este flautista también me lo presentó la misma persona, Pagal Baba.
    -Puede que no entiendas por qué te estoy presentando a este chico -le dijo al músico cuando me presentó-; quizá no lo entiendas ahora, pero algún día, si Dios quiere, podrás entenderlo.
    Este hombre toca la misma flauta, pero de un modo totalmente diferente. La flauta del sur es mucho más penetrante, cortante para ser exactos. Entra y te remueve algo en lo más íntimo. La flauta del norte es tremendamente hermosa pero un poco plana, del mismo modo que es plano el norte de India.
    El hombre me miró asombrado. Pensó durante un momento y después dijo:
    -Baba, debe haber alguna razón para que me estés presentando. No lo puedo entender; ésa es mi mediocridad, y te estoy inmensamente agradecido por ser tan amoroso conmigo, ya que no sólo me presentas el presente, sino que también me presentas el futuro.
    Sólo le he escuchado algunas veces porque nunca estuvimos directamente conectados; siempre fue vía Pagal Baba. El flautista solía visitarle. Si, por casualidad, estaba yo allí, por su puesto, me decía hola. Baba siempre se reía y decía:
    – Tócale los pies, ¡tonto! «Hola» no es manera de saludar a este chico.
    Él lo hacía a regañadientes, y podía ver su resistencia, por eso no he mencionado su nombre. Todavía está vivo y podría ofenderse, porque no se postró a mis pies por amor hacia mí, sino porque Pagal Baba se lo había mandado. Se tuvo que postrar a mis pies.
    Me reí y le dije:
    -Baba, ¿le puedo pegar?
    -Por supuesto -me dijo.
    Y no te lo puedes imaginar: cuando me estaba tocando los pies, ¡le abofeteé!
    Esto me recuerda la carta que me ha escrito Devageet. Sabía que iba a llorar y a gemir. Lo sabía. ¿Cómo podía saberlo antes de que me escribiese? Aunque no me hubiese escrito lo habría sabido.
    Conozco a mi gente. Conozco a los que me aman, tanto si lo dicen como si no. Y lo que realmente me conmovió fueron sus palabras:
    -Me puedes golpear todo lo que quieras, eso no duele; lo que duele es que no me esté riendo y me digas: «Devageet, no trates de engañarme…» Eso es lo que duele. Lo que duele es la aparente injusticia.
    Ésa es la palabra que usó. Gudia, creo que esas son las palabras, «aparente injusticia». ¿Estoy en lo cierto?
    -Sí, Osho. Bueno, porque Gudia tuvo que leerme la carta.
    No he leído nada desde hace años porque los médicos dicen que si leo tendré que llevar gafas, y odio las gafas. No puedo imaginarme llevando gafas. Preferiría cerrar los ojos. No quiero crear ninguna barrera entre yo mismo y lo que me rodea, ni siquiera las de unas gafas transparentes. Por eso dependo de alguien para leer. Las palabras «aparente injusticia» muestran su corazón exactamente. Él sabe que sólo es aparente, pero indudablemente parece injusto si no te estás riendo y de repente te digo:                -Devageet, ¡no te rías! Naturalmente, se sobrecogió; y el pobre Devageet sólo estaba tomando sus apuntes.
    De nuevo me acuerdo de Pagal Baba, estaba hablando de él esta mañana y ahora voy a continuar. Él solía decir frases, aparentemente sin sentido, a la gente, y no sólo eso, en ocasiones, efectivamente, ¡les golpeaba! No como yo, si no literalmente, de verdad. Yo no golpeo de verdad, no porque no quiera, sino porque soy absolutamente vago. Una o dos veces lo he intentado; luego me duele la mano. No sé si la persona ha aprendido algo o no, pero la mano me dice:
    -Por favor, no vuelvas a intentar ese truco.
    Pero Pagal Baba solía golpear sin motivo alguno. Podía haber alguien sentado, en silencio, a su lado, y él le daba una buena bofetada. La persona no había hecho ni dicho nada. Algunas veces, había gente que objetaba que era injusto y le decían a Pagal Baba:
    -¿Baba, por qué le has golpeado?
    Él se reía y decía:
    -Ya sabes que soy un pagal, un loco.
    Ésa era toda su explicación. Á mí no me vale esa explicación… estoy tan loco que hasta el más inteligente no puede descifrar qué clase de locura es ésta. Pagal Baba era un loco sencillo; yo soy un loco multidimensional.
    Por eso, si a veces sientes que es aparentemente injusto, entonces recuerda la palabra «aparente». No puedo hacer nada injusto, particularmente a aquellos que me aman. ¿Cómo puede el amor ser injusto? Pero «aparentemente»… quizá tiene que ser así muchas veces. Uno nunca sabe los caminos de personas como yo. Podría estar golpeando a Ashu y realmente apuntando a Devaraj. Es un fenómeno muy complicado. No puede ser computarizado.
    Es tan complicado que no creo que un ordenador se pueda convertir en un maestro. Podrá convertirse en todo lo demás: en un ingeniero, un médico, un dentista, cualquier cosa; y más eficiente de lo que pueda ser cualquier ser humano. Pero sólo hay dos cosas que la computadora no puede hacer: una es que no puede estar viva. Puede hacer un zumbido con el ruido mecánico pero no puede estar viva. No puede saber qué es la vida.
    La segunda es un corolario de la primera: no se puede convertir en un maestro. Conocer la vida es ser un maestro. Una cosa es estar vivos; todo el mundo lo está. Pero para volverte hacia ti mismo, hacia tu propio ser, ver al observador o conocer al conocedor -eso es lo que quiero decir con volverte hacia ti mismo-, entonces, te conviertes en un maestro. Un ordenador no puede volverse hacia sí mismo; no es posible.
    Devageet, tu carta es hermosa, y lloraste. Esto me hace feliz. Cualquier cosa auténtica es una ayuda en el camino, y no hay nada tan auténtico como las lágrimas. Sí, hay llorones profesionales, pero tienen que usar trucos.
    En India sucede cuando muere alguien; quizá era una persona mayor a la que nadie quería y, en realidad, todo el mundo está contento, pero nadie puede mostrar su alegría. Entonces, se llama a los plañideros profesionales, especialmente en ciudades como Bombay, Calcuta, Madrás y Nueva Delhi. Incluso tienen su propia asociación. Les llamas, te preguntan cuántos plañideros quieres, vienen y realmente lloran. Pueden derrotar a cualquier plañidero real porque están técnicamente preparados, son muy eficientes y conocen todos los trucos. Usan ciertas medicinas que se ponen justo debajo de los ojos, y eso es suficiente para que las lágrimas empiecen a manar. Es un fenómeno muy extraño: cuando empiezan a fluir las lágrimas, de repente, la persona se siente triste.
    En psicología ha habido una larga discusión, todavía sin decidir: -¿Qué viene primero.. .se escapa corriendo un hombre por miedo, o siente el miedo por que se escapa corriendo?
    Hay partidarios para ambas opiniones. «El miedo provoca la carrera» es una opinión; «la carrera provoca el miedo» es la otra. Pero, en realidad, es lo mismo; ambas van juntas.
    Si estás triste, aparecen las lágrimas. Si aparecen las lágrimas por cualquier razón, incluso lágrimas químicas, vamos a llamarlas lágrimas artificiales; entonces, también te sentirás triste debido a una herencia instintiva. He visto a esos plañideros profesionales llorando de todo corazón, y no podrías decir que están mintiendo; ellos mismos se podrían estar engañando.
    Las lágrimas de amor son la experiencia más hermosa. Has llorado, estoy contento… porque te podrías haber enfadado, pero no lo estabas. Podrías haberte molestado, irritado, pero no lo estabas. Lloraste, así es como tiene que ser. Pero ten en cuenta que seguiré haciendo lo mismo una y otra vez; tengo que hacer mi trabajo.
    Como dentista sabes perfectamente lo que duele, pero, de todas maneras, lo tienes que hacer. No es que quieras hacer daño, aunque tienes la anestesia y algunos gases; puedes anestesiar localmente o puedes dejar a toda la persona inconsciente.
    Pero yo no tengo nada; tengo que hacer toda mi cirugía sin anestesia. ¿Qué sucedería si tuvieses que abrirle el estómago o el cerebro a alguien, sin dejar a la persona inconsciente? El dolor sería demasiado fuerte; mataría a la persona o, como mínimo, la enloquecería. Saltaría de la mesa, probablemente, olvidándose el cráneo, y volvería a casa corriendo; o podría incluso matar al doctor. Pero así es mi trabajo. No hay ninguna posibilidad de hacer mi trabajo de otra manera.
    Tiene que ser «aparentemente injusto». Pero tú mencionaste la palabra «aparente»; eso es suficiente para satisfacerme porque aunque duele, entiendes mi amor. Déjame que te lo repita una y otra vez para que no se te olvide: ¡lo volveré a hacer una y otra vez!
    Has debido estar muy asustado, porque escribes una postdata y también una post postdata, que dice:
    -Nunca soñé que iba a estar tan cerca de ti, o que se me iba a dar este trabajo. Me encanta tomar apuntes -y post postdata-: Por favor, no dejes de hacer este trabajo jamás.
    Le ha debido dar miedo la posibilidad de que parase, pensando que le duele. A Ashu también le duele, aunque no haya escrito ninguna carta todavía. Pero predigo que algún día la escribirá, quizá mañana.
    Yo sigo golpeando a los dos lados. Ya que, casualmente, estáis uno a cada lado, os lleváis la mayoría de los golpes. Ése ha sido siempre mi estilo: los que están más cerca de mí han sido los más golpeados. Pero también han crecido; se han ido integrando, cada vez más, con cada golpe que han absorbido. Se escapan corriendo o tienen que crecer. Crece o muere. Si creces -eso es lo que quiere decir integración o cristalización, sólo entonces, vives. O si no -recuerda la muerte del perro-, mueres; uno está muriendo a cada momento.
    La carta era hermosa en muchos aspectos. Gudia, después devuélvele la carta, de modo que pueda convertirse en una nota a pie de página en sus apuntes, o parte de uno de los muchos apéndices que va a haber a continuación.
    De nuevo Pagal Baba…, esto es lo que yo llamo moverse en círculos. Él me presentó no sólo a estos flautistas, sino a muchos otros músicos. Era un músico entre los músicos. Normalmente, las masas no tienen idea; sólo los grandes músicos sabían que él podía hacer música con cualquier cosa. Le he visto tocando con cualquier cosa imaginable; empezaba a golpear en su kamandala con una simple piedra. Un kamandala es el cántaro que llevan los sannyasis hindúes para el agua, la comida, etcetera. Él golpeaba el kamandala con cualquier cosa, pero tenía tal sentido de la música que hasta su kamandala se convertía en un sitar.
    Solía comprar en la calle una flauta de juguete, para niños -con una rupia te podías comprar una docena- y se ponía a tocar. De una flauta tan tosca salían tales notas que hasta un músico habría admirado toda la escena con los ojos totalmente abiertos, conmocionado, pensando:
    -¿Será posible?
    Te tengo que confesar el nombre del flautista del sur que mencioné al principio; de lo contrario se quedará en mi pecho, y antes de irme me quiero descargar totalmente, para que me pueda ir tal como he venido; sin nada, ni siquiera un recuerdo. Es el propósito de estas memorias. El nombre del flautista es Sachdeva, uno de los flautistas más conocidos del sur de India. He mencionado a tres flautistas, a todos ellos me los había presentado Pagal Baba. Uno de ellos, Hariprasad Chaurasia, es del norte de India, donde tocan un tipo de música totalmente diferente con la flauta; el otro es de Bengala, Pannalal Ghosh, él toca otro tipo de flauta diferente, muy masculina, muy fuerte y arrolladora. La flauta de Sachdeva es muy silenciosa, femenina, exactamente lo contrario de Pannalal Ghosh. Me siento mejor por haber dicho su nombre, ahora ya depende de él.
    Devageet dice en su carta: -Osho, confío en ti…Lo sé, no tengo ninguna duda al respecto; de lo contrario, ¿por qué debería golpearte tanto? Y recuerda, una vez que confío en alguien, nunca desconfío de ellos. No importa lo que la persona me haga. Haga lo que haga, sigo confiando.
    La confianza siempre es incondicional. Conozco tu amor y confío en ti completamente; de otro modo, no te habría asignado este trabajo. Pero recuerda, eso no significa, de ninguna manera, que vaya a cambiar. Con carta o sin ella, con postdata o sin post postdata; seguiré siendo el mismo. Algunas veces preguntaré de golpe:
    -Devageet, ¿por qué te estás riendo?
    En este momento te estás riendo, y no te estoy golpeando. Algunas veces te haré llorar. Ése es mi trabajo.
    Tú conoces tu trabajo y yo conozco el mío, y es mucho más complicado. No es sólo perforar, es perforar sin anestesia, sin, ni siquiera, un calmante. No es sólo perforar en el diente, es perforar en tu ser. Duele, duele mucho. Perdóname, pero no me pidas nunca que cambie mis estrategias. En tu carta tampoco me lo has pedido. Lo estoy diciendo para beneficio del resto de los presentes.
    Ashu, mañana espero tu carta. Vamos a ver qué sucede. Entonces Devageet ¡se va a reír de veras!

    Querido Maestro:
    Estoy sentado aquí en el Arca de Noé llorando y preguntándome qué hacer.
    Cuando Tú estás aquí, y yo estoy vacío de todo, excepto de Tus palabras y de Tu presencia derramándose a través de mí, es la satisfacción más grande que he conocido.
    Entonces, Tú golpeas sin motivo-. Dices que me estoy riendo… cuando, por ejemplo, esta mañana he reprimido un estornudo. Otras veces los suspiros se me escapan de mis labios.. .¿Qué puedo hacer? Suspiro cuando Tú estás cerca… De nuevo, me dices que me estoy riendo. Si me acusas de engañarte, fingiendo no escribir tus notas, es demasiado.
    Me encanta escribir estas notas más que ninguna otra cosa en mi vida. Es un placer escribir/as, un regalo que está más allá de cualquier posibilidad que mi mente pudiera haber concebido.
    Me has llamado tonto y obviamente lo soy, quizá ahora más que nunca. Pero soy cada vez más Tu loco. Nunca te he engañado, traicionado, nunca me he reído o cuchicheado para engañarte, y siempre te he dado el máximo. .. El dolor no es por el golpe, sino por la aparente injusticia.
    Querido Maestro, soy Tu loco y ahora más que nunca.
    Te amo,
    Devageet
    Amado Maestro, postdata: Gracias por destruirme, parece que me permite amarte incluso más profundamente.
    Devageet

    P. P. s.: Por favor, por favor, continúa haciendo este buen trabajo… eternamente.

    Sesión 29

    Durante toda la noche, ha estado soplando el viento entre los árboles. El sonido era tan bello que puse a Pannalal Ghosh, uno de los flautistas que Pagal Baba me había presentado. Ahora también estaba poniendo su música, pero tiene un estilo propio. Su introducción es muy larga; por eso, antes de que Gudia me llamara, todavía estaba en la introducción; quiero decir que todavía no había empezado a tocar la flauta. El sitar y la tabla estaban preparando el terreno para que él tocara la flauta. Ayer por la noche escuché de nuevo su música, quizá después de dos años.
    Para hablar de Pagal Baba hay que hacerla de un modo indirecto; ésta era la cualidad de este hombre. Siempre estaba entre paréntesis, muy invisible. Me presentó a muchos músicos, y siempre le pregunté por qué. Él me dijo:
    -Algún día serás músico.
    -Pagal Baba -le dije-, algunas veces parece que la gente tiene razón: estás loco. No voy a ser músico.
    Él se rió y dijo:
    -Ya lo sé. De todos modos, serás músico. Ahora bien, ¿cómo interpretar esto? No me he convertido en músico, pero de algún modo él estaba en lo cierto. No he tocado instrumentos musicales, pero he tocado miles de corazones. He creado una música mucho más profunda de la que podría crear ningún otro instrumento; sin instrumentos, sin técnica.
    Me gustan esos tres flautistas, por lo menos su música; pero yo no les gustaba a todos ellos. Hariprasad siempre me amó. Nunca le preocupó que yo fuera un niño y él fuera mayor, y eso que era un músico mundialmente conocido. No sólo me amaba, también me respetaba. Una vez le pregunté:
    -Hari Baba, ¿por qué me respetas?
    Él me contestó:
    -Si Baba te respeta, sobran las preguntas.
    Confío en Pagal Baba, y si él se postra a tus pies, aunque sólo seas un niño, sé que sabe algo que yo soy incapaz de conocer en este momento. Pero no importa. Él sabe; eso me basta. Era un devoto.
    Al músico que escuché ayer por la noche, y que estaba intentando escuchar ahora, justo antes de entrar, Pannalal Ghosh, ni le gustaba ni le disgustaba. No era un hombre de gustos marcados, era un hombre muy llano, sin montes, sin valles, como una llanura muy extensa. Pero tocaba la flauta a su manera, como nadie lo había hecho antes, ni nunca se volverá a hacer. Con su flauta, rugía como un león.
    Una vez le pregunté:
    -En tu vida te comportas como un cordero, como un babu bengalí.
    Era de Bengala, y en India, los bengalíes son la gente menos agresiva, de modo que a cualquiera que sea un cobarde se le llama bengalí babu.
    -Tú eres un auténtico babu bengalí -le dije-. ¿Qué te sucede cuando tocas la flauta? Te conviertes en un león.
    -Indudablemente, me ocurre algo -me dijo-. Dejo de ser yo mismo; de lo contrario, seguiría siendo el mismo babu bengalí, el hombre cobarde que soy. Pero me ocurre algo, soy poseído.
    Ésas fueron exactamente las palabras que usó:
    -Soy poseído por ello, no sé el qué. A lo mejor tú lo sabes; si no, ¿por qué Pagal Baba siente tanto respeto por ti? Nunca le he visto tocar los pies a alguien, excepto los tuyos. Todos los grandes músicos vienen a recibir sus bendiciones y a postrarse a sus pies.
    Pagal Baba me presentó a mucha gente, no sólo flautistas. Quizá aparecerán en algún círculo de mi historia. Pero lo que Pannalal Ghosh me dijo fue muy significativo:
    -Soy poseído -me dijo-. Cuando empiezo a tocar, desaparezco y aparece otra cosa. y no es Pannalal Ghosh.
    Estoy citando sus palabras. Entonces dijo: -Por eso la introducción es tan larga antes de que empiece a tocar. En todos partes me critican por la duración de la introducción…, porque los flautistas no suelen tener unas introducciones tan largas.
    Él era el Bernard Shaw del mundo de la flauta. Con George Bernard Shaw…, puede que su libro sólo tuviese noventa páginas, pero la introducción podría tener trescientas. Pannalal Ghosh dijo:
    -La gente no lo puede entender, pero a ti te lo puedo contar, tengo que esperar a ser poseído; por eso la introducción es tan larga. No puedo tocar hasta que esto sucede.
    Éstas son las verdaderas palabras de un auténtico artista, pero sólo las de un auténtico artista, no las del tipo periodístico, el artista de tercera categoría. Es mejor no llamar artistas a este tipo de personas. Escriben sobre música, pero no conocen nada de la experiencia; escriben sobre poesía sin haber compuesto jamás ni un solo poema; escriben sobre política y nunca han estado en el meollo de la lucha. Son carne y uña en el mundo de la política. Sentado en su oficina, el tipo periodístico puede arreglárselas para escribir sobre cualquier cosa. De hecho, es la misma persona que una semana escribe de música, otra semana sobre poesía y la siguiente sobre política, bajo nombres diferentes.
    Fui periodista en una ocasión, por pura necesidad; de lo contrario, no lo habría padecido. No tenía dinero y mi padre quería que fuera a la facultad de ciencias. Yo no estaba interesado en las ciencias, ni entonces, ni ahora. Y él era tan pobre que pude entender que estaba arriesgando demasiado. Nadie en mi familia ha tenido una buena educación. Uno de mis tíos, el hermano de mi padre, fue enviado a la universidad por mi padre, pero tuvo que volver porque no había suficiente dinero para poder mantenerlo allí.
    Mi padre estaba dispuesto a enviarme a la universidad. Naturalmente, era un sacrificio para él y quería hacerlo como negocio. Tenía que ser una inversión.
    -Escucha -le dije-: ¿se trata de mi educación o es una inversión? Tú estás pensando en hacer de mí un ingeniero o un médico. Naturalmente, ganaré más pero lo que estoy planeando es no ganar nunca nada, sino seguir aprendiendo y no empezar a ganar.
    Entonces le dije:
    -Voy a ser un vagabundo.
    -¡Qué! ¿Un vagabundo? -exclamó. -En palabras decorosas: un sannyasin -le dije.
    Seguía conmocionado:
    -¡Un sannyasin! Entonces, ¿para qué quieres ir a la universidad?
    -Odio a los profesores -le dije-, pero, naturalmente, primero tengo que conocer su profesión para poder criticarlos perfectamente toda mi vida.
    -Es extraño -me dijo-, ir a la universidad sólo para criticarlos. ¿Tengo que prestarte dinero, hipotecar mi casa por ti, arriesgar mi negocio y sólo vas a criticar a esos profesores? ¿Por qué no puedes criticarlos sin ir a la universidad?
    Me fui de casa, dejándole una nota a mi padre que decía: -Puedo entender tus sentimientos, y puedo entender tu economía. Pertenecemos a mundos diferentes y por lo menos ahora mismo no hay un puente. No creo que puedas entenderme ni que yo pueda entenderte; además, no hay necesidad. Gracias por tu gesto al querer mantenerme, pero era una inversión, y no quiero convertirme en un socio para tus negocios. Me marcho sin verte. Quizá nos encontremos cuando haya podido arreglar mis propias finanzas.
    Por eso me puse a trabajar como periodista. Es una de las peores cosas que uno se puede ver obligado a hacer, y sí, me vi obligado a hacerlo porque no había ningún otro trabajo disponible. En India, el periodismo es la tercera categoría de la tercera categoría. No es sólo de tercera categoría, sino que es el peor del mundo. Lo hice pero no lo podía hacer muy bien. No puedo hacer nada demasiado bien, esto no es una queja contra mí mismo en absoluto, sólo es la aceptación de que no puedo hacer nada, y mucho menos hacerla muy bien.
    Este trabajo me duró muy poco porque estaba muy dormido, con las piernas encima de la mesa, igual que estoy ahora, cuando entró el propietario, el editor jefe. Me vio, me sacudió, abrí los ojos, le miré y le dije:
    -No está siendo muy cortés. Estaba profundamente dormido y usted ha interrumpido mi sueño. Daría una fortuna para que ese sueño continuara. Estoy dispuesto a pagar; ahora dígame cómo hacerlo.
    -¿Qué me importa tu sueño? -dijo él-.
    No me preocupa. Pero éste es mi tiempo y tu estás siendo remunerado por él. Tengo todo el derecho de despertarte. -De acuerdo, entonces yo tengo todo el derecho de marcharme -le dije. Y me fui. No es que él no tuviera razón, pero no era mi sitio. Había entrado en el lugar equivocado. Los periodistas son la peor gente, y los conozco: viví con ellos tres años. Fue un infierno.
    ¿Qué estaba diciendo? Sólo quiero haceros una prueba. -Estabas hablando sobre cómo te metiste en el periodismo porque tu padre no tenía dinero para mantenerte.
    ¿Antes de eso?
    -Cuando eres un auténtico artista eres poseído. Correcto. -No como el tipo periodístico. Sigue tomando apuntes exactos. Te has convertido en un buen escritor.
    Mi padre siempre se maravilló cuando Pagal Baba venía y se postraba a mis pies. Él mismo se postraba a los pies de Pagal Baba. Era muy cómico. Y sólo para completar el círculo, yo me postraba a los pies a mi padre. Pagal Baba se echaba a reír tan alto que todo el mundo se quedaba en silencio como si estuviera sucediendo algo muy importante, y mi padre se avergonzaba. Pagal intentaba, una y otra vez, convencerme de que mi futuro era ser un músico.
    -No -le dije-, y cuando digo no, quiero decir no. Desde la más tierna infancia, mi no siempre ha sido muy claro, y raramente utilizo el sí. Esa palabra, sí, es tan preciosa, casi sagrada, que sólo debería usarse en presencia de lo divino, a amor o belleza, o ahora mismo…, flores anaranjadas en el gulmohar, tan denso como si todo el árbol estuviese en llamas. Cuando algo recuerda a lo sagrado, entonces puedes usar la palabra sí; porque está llena de oración. No significa simplemente que me desconecto a mí mismo con la actividad propuesta. Y he usado mucho el no; es muy difícil sacarme un sí.
    Viendo a Pagal Baba, un hombre del que se sabía que estaba iluminado, pude reconocer que era singular, incluso en aquellos días. No sabía nada de lo que era la iluminación. Estaba exactamente en la misma posición que estoy ahora, completamente ignorante. Pero su presencia era luminosa. Podías reconocerlo entre miles.
    Fue la primera persona que me llevó a una Kumbha Me/a. Se celebra cada doce años en Prayag y es la concentración más grande del mundo. Para los hindúes, la Kumbha Mela es la de los sueños más acariciados de su vida. Un hindú cree que si no has estado en una Kumbha Mela, por lo menos una vez, has desperdiciado tu vida. Eso es lo que piensan los  hindúes. La cifra más pequeña son diez millones de personas, la máxima treinta millones de personas.
    Sucede lo mismo con los musulmanes. A menos que seas un haji, y hayas ido a La Meca, has perdido tu oportunidad. Haj significa «viaje a La Meca», donde vivió y murió Mahoma. Es el sueño más preciado de todos los musulmanes del mundo; tienen que ir a La Meca al menos una vez. El hindú tiene que ir a Prayag. Esos lugares son sus Israeles. Las religiones, a primera vista, pueden parecer muy diferentes, pero si escarbas un poco encontrarás la misma basura; hindú, mahometano, cristiano, no importa.
    Pero la Kumbha Mela tiene un carácter único. La reunión de treinta millones de personas, en sí mismo, ya es una experiencia única. Allí van todos los monjes hindúes, y no son una pequeña minoría. Suman quinientos mil, y son una gente muy colorida. No te puedes imaginar tantas sectas diferentes. No te puedes creer que ese tipo de gente exista, y se reúnen todos allí.
    Pagal Baba me llevó a la primera Kumbha Mela de mi vida. Iba a asistir una vez más, pero esa experiencia en la Kumbha Mela con Pagal Baba fue inmensamente instructiva, porque me llevó a todos los grandes santos y a los supuestos santos, y enfrente de ellos, con miles de personas alrededor; me preguntaba:
    -¿Este hombre es un santo de verdad? Yo le decía:
    -No.
    Pero Pagal Baba era tan testarudo como yo, y no se desanimaba. Continuó llevándome a todo tipo de santos, hasta que a un hombre le dije:
    -Sí.
    Pagal Baba se rió y dijo:
    -Sabía que reconocerías al verdadero. Y este hombre -señaló al hombre a quien había dicho sí- es un ser realizado, desconocido.
    El hombre estaba sentado debajo de un árbol pipal, sin ningún seguidor. Probablemente, fuese el más solitario de todos los hombres, dentro de esa gran muchedumbre de treinta millones de personas. Baba primero tocó mis pies y después los suyos.
    El hombre dijo: -¿Dónde has encontrado a este niño? Nunca pensé que un niño sería capaz de reconocerme. Me he escondido a la perfección. Es normal que tú puedas reconocerme, ¿pero cómo pudo reconocerme él? Baba dijo: -Ése es e! rompecabezas. Por eso me he postrado a sus pies. Póstrate a sus pies ahora mismo. ¿Y quién podría desobedecer a ese hombre de noventa años? Era tan majestuoso. El hombre se postró inmediatamente a mis pies.
    Así es como Pagal Baba solía presentarme a todo tipo de gente. En este círculo estoy hablando mayormente de músicos, porque eran sus preferidos. Quería que me convirtiese en un músico, pero no pude satisfacer su deseo porque para mí la música, como mucho, puede ser un entretenimiento. Se lo dije exactamente usando estas mismas palabras: -Pagal Baba, la música es un tipo de meditación muy inferior. No me interesa. -Lo sé -me dijo-. Quería oírtelo decir a ti. Pero la música es un buen escalón para ir más arriba; no hay necesidad de aferrarse o de permanecer en ella. Un escalón es un escalón a algo superior.
    Así es como he usado la música en todas mis meditaciones, como un escalón hacia algo que realmente es «la música», sin sonido. Nanal dice: «Ek omkar sat nam, sólo hay un nombre para Dios o la verdad, y éste es el sonido sin sonido del aum.» Quizá la meditación salga de la música, o quizá la música es la madre de la meditación. Pero la música, en si misma, no es meditación. Sólo puede sugerirla, o ser una pista.. ..

    El antiguo estanque
    salta dentro la rana,
    el sonido sin sonido. . .

    Se ha traducido de muchas maneras. Esta es una de ellas: «El sonido sin sonido.» Un «plop» es incluso mejor. Pero la palabra en hindi todavía tiene más significado. Cuando una rana salta en un estanque hace un sonido, lo puedes llamar «plop», pero en hindi la palabra es exactamente como suena: chhapak. Si una rana, salta en un estanque y sabrás lo que es chhapak. Será complicado escribirlo en inglés. Es mejor que te lo diga; de lo contrario, inevitablemente, escribirás algo equivocado. Chhapak se tiene que escribir c-h-h-a-p-a-k. En inglés no existe una letra para «chh», de modo que tenemos que escribido así.
    El alfabeto inglés sólo tiene veintiséis letras. Te sorprenderá saber que el hindi o el sánscrito tienen el doble: cincuenta y dos letras. Muchas veces es difícil de traducir, e incluso romanizar las palabras. «Chh» no existe en inglés, pero sin «chh» no habría rana, y no habrá chhapak, y se perderían muchas otras cosas.
    Ek omkar sat nam, el nombre verdadero de la verdad, el sonido sin sonido. Para poderlo escribir en sánscrito hemos creado un símbolo no alfabético; es el aum. No es parte del alfabeto sánscrito, ABC, XYZ. Aum es sólo un sonido, y un sonido muy importante. Está compuesto por a-u-m, que son las tres notas musicales básicas. Toda la música depende de estos tres sonidos. Si los tres se unifican hay silencio. Si son divergentes hay sonido. Si convergen, hay silencio. Aum es silencio.
    Habéis debido ver la campana que hay en todos los templos  hindúes, pero quizá no hayáis visto una realmente artística. Para eso tendrías que mirar en la sección tibetana de algún museo. La campana tibetana es la más hermosa. Es una campana extraordinaria, como una taza hecha de muchos metales, y tiene una baqueta de madera. Agarras la baqueta con la mano y vas describiendo un círculo en el interior del tazón. Esto se hace un determinado número de veces, por ejemplo, diecisiete veces; después golpeas dentro de la campana en un punto marcado. Ese es el principio y el final.
    Desde ahí comienzas de nuevo a hacer círculos por el interior, y después golpeas al final. Es extraordinario, ¡la campana repite el mantra tibetano! Cuando uno lo escucha por primera vez, no puede creerse que la campana está repitiendo exactamente el mantra tibetano. Pero la campana se construyó con ese propósito.
    Un lama tibetano me enseñó una campana de ese tipo. Fue maravilloso escuchar el mantra completo repetido por una campana. Tú conoces el mantra, te lo he contado. El mantra no tiene importancia, carece de significado, pero es musical, muy musical; por eso la campana puede recrearlo. Si tuviera algún significado, para una campana sería muy complicado hacer el trabajo. Una campana es sólo una estúpida campana.
    Om Maní Padme Hum: la campana lo repite tan claramente que empiezas a sospechar que quizá está escondido el Espíritu Santo en algún lugar. Pero no hay nadie, ni Espíritu Santo ni nada, sólo una campana. Tienes que ir dando vueltas con la baqueta; entonces en un determinado momento golpeas, y la campana resuena como un mantra.
    En todos los templos de Tíbet o China o Birmania, la campana es significativa en el sentido que te recuerda que puedes volverte tan silencioso como se vuelve la campana, poco a poco, después de golpearla: primero es todo sonido; luego, poco a poco, el sonido muere, entonces aparece el sonido sin sonido. La gente sólo escucha el sonido; entonces no han escuchado la campana. Tú también deberías oír la otra parte. Cuando el sonido esté muriendo, desapareciendo, aparece el sonido sin sonido, va entrando. Cuando el sonido ha desaparecido completamente hay una total ausencia de sonido, y esto es meditación.
    No me iba a convertir en un músico. Pagal Baba lo sabía, pero estaba enamorado de la música y quería, que yo, por lo menos, estuviese familiarizado con los mejores músicos; quizá podría empezar a atraerme. Él me presentó a tantos músicos que era difícil recordar todos sus nombres. Pero algunos nombres son muy famosos y conocidos en todo el mundo, por ejemplo, estos tres.
    Pannalal Ghosh es considerado como el flautista más grande de todos los tiempos, y seguramente no están equivocados, pero no es mi preferido. Ruge como un león, pero sólo es un ratón, y eso es lo que no me gusta. Un ratón rugiendo como un león es una hipocresía. De todos modos, debo decir que lo hace bastante bien. Es un asunto complicado pero casi lo consigue perfectamente. Digo «casi» porque no pudo engañar a mis ojos. Se lo dije, y él contestó:
    -Lo sé.
    No es mi preferido. El segundo hombre es del sur de India. Desde el principio nunca me gustó. Por supuesto, me gusta su flauta; quizá nadie tenga la profundidad que él tiene. Pero de hombre a hombre, cara a cara, no nos podemos aguantar. Ese hombre… os dije su nombre y no lo volveré a repetir; una vez es suficiente. No me gusta el hombre ni su nombre. Pero su flauta es lo mejor que ha aparecido desde hace siglos. A pesar de ello, no es mi elección, debido a la persona. Si no me gusta la persona, por bien que toque no lo puedo escoger para ser el primero.
    Mi elección es Hariprasad. Es muy humilde, no es ni un ratón ni un león. Es exactamente lo que significa la palabra, majhim, el medio, el «justo medio». Él aporta el equilibrio que falta en ambos, en Pannalal Ghosh y el hombre del sur de India, cuyo nombre no voy a volver a repetir. Pero Hariprasad ha aportado un equilibrio, un inmenso equilibrio, como un funambulista.
    Me referiré muchas veces a este hombre, Pagal Baba, por la sencilla razón que me presentó a mucha gente. Siempre que los mencione tendré que mencionar también a Pagal Baba. A través de él se abrió un mundo. Él fue mucho más valioso para mí que cualquier universidad, porque me presentó a todo lo mejor de todos los campos posibles.
    Solía venir a mi pueblo como un torbellino y se apoderaba de mí. Mis padres no podían decide que no; ni siquiera mi Nani podía negarse. De hecho, en el momento que mencionaba a Pagal Baba todos decían:
    -Entonces, está bien -porque sabían que si me negaban algo, Pagal Baba vendría y crearía un revuelo en la casa. Podría romper algo, podría golpear a alguien, y él era tan respetado que nadie le podía impedir que causara ningún daño. Por eso, lo mejor para todo el mundo era decir:
    -Sí…, si Pagal Baba te quiere llevar con él, puedes ir. Y sabemos -decían-, que con Pagal Baba estarás seguro.
    El resto de mis familiares en la ciudad solían decirle a mi padre: -No estás haciendo lo correcto mandando a tu hijo con ese loco. Mi padre respondía: -Mi chico es de tal manera que estoy más preocupado por ese viejo loco que por él. No tenéis que preocuparos
    He viajado a muchos sitios con Pagal Baba. Él me llevó no sólo a grandes artistas y músicos, sino también a grandes lugares. Con él vi por primera vez el Taj Mahal, y las cuevas de Ellora y Ajantas.
    Él fue el hombre con quien vi los Himalayas por ptimera vez. Le debo demasiado, y nunca le he dado las gracias. No pude dárselas porque él solía postrarse a mis pies. Si le transmitía cualquier cosa para darle las gracias, inmediatamente ponía sus manos en mis labios y decía: -Estate quieto. Nunca menciones tu agradecimiento. Yo te estoy agradecido, no tú a mí.
    Una noche, cuando estábamos solos, le pregunté: -¿Por qué me estás agradecido? No he hecho nada por ti y tú has hecho muchas cosas por mí; a pesar de ello, no me dejas ni siquiera darte las gracias.
    -Un día entenderás, pero ahora vete a dormir y no lo vuelvas a mencionar jamás, nunca, nunca -me contestó-. Cuando llegue el momento lo sabrás.
    Cuando me enteré ya era demasiado tarde, él ya no estaba. Llegué a saberlo, pero demasiado tarde.
    Si él hubiera estado vivo quizá le habría resultado demasiado difícil darse cuenta que yo había llegado a saber que en una ocasión, en una vida pasada, él me había envenenado. Aunque sobreviví, él ahora estaba tratando de compensarme; estaba tratando de borrarlo. Estaba haciendo todo lo que le era posible para ser bueno conmigo, y siempre fue bueno conmigo, más de lo que nunca merecí, pera ahora sé por qué: estaba tratando de equilibrar. .
    En Oriente lo llaman karma, la «teoría de la acción». Cualquier cosa que hagas, ten en cuenta que tendrás que volver a equilibrar de nuevo las cosas alteradas con tu acción. Ahora sé por qué era tan bueno con un niño. Estaba tratando de equilibrar, y lo consiguió. Una vez  que tus acciones son totalmente equilibradas, entonces puedes desaparecer. Sólo entonces puedes detener la rueda.
    De hecho, la rueda se para sola, ni siquiera tienes que pararla.

  • Crow

    Sesión 30

    Estaba hablando sobre Pagal Baba y los tres flautistas que me presentó. Sigue siendo un hermoso recuerdo, la manera en que me presentaba a la gente, especialmente a los que estaban acostumbrados a ser recibidos, respetados y honrados. Lo primero que solía decides era:
    -Postraos a los pies de este niño.
    Recuerdo que la gente reaccionaba de forma diferente, y cómo nos reíamos los dos más tarde. Me presentaron a Pannalal Ghosh en su propia casa en Calcuta. Pagal Baba era su huésped, yo era el huésped de Pagal Baba. Pannalal Ghosh era muy famoso, y cuando Baba le dijo:
    -Póstrate antes a los pies de este niño, luego puedo dejar que te postres a mis pies –dudó un momento, entonces se postró a mis pies sin tocármelos de verdad.
    Se puede tocar algo sin tocarlo de verdad. Lo estás haciendo constantemente: al estrechar la mano de gente sin sentir nada, ni calor, ni receptividad, ni compartir ninguna alegría. ¿Para qué das la mano? Es un ejercicio innecesario. ¿Y qué han hecho tus manos de malo? ¿Por qué os dais la mano?
    Hay una secta cristiana llamada los agitadores; agitan todo el cuerpo. Están dándole la mano a Dios. Por supuesto, si te estás dando un apretón de manos con Dios tienes que agitar todo el cuerpo. Y conocéis a los cuáqueros; ellos van un paso más allá: no sólo se agitan, ¡también tiemblan! Éste es el verdadero origen de sus nombres. Los cuáqueros solían rodar, saltar arriba y abajo, y hacer todo tipo de cosas que puedes ver en los manicomios. No me opongo a lo que hacen, simplemente lo estoy describiendo. Del mismo modo, Pannalal Ghosh se postró a mis pies.
    -No los ha tocado -le dije a Baba.
    -Ya lo sé -dijo-. Pannalal, hazlo otra vez. Esto fue demasiado para un hombre famoso, en su propia casa y con tanta gente delante. De hecho, allí estaba toda la gente eminente de Calcuta. Allí estaba el hijo del primer ministro, el ministro en jefe, y así sucesivamente.
    -¿Otra vez? -pero esto demuestra la calidad del hombre. De nuevo se postró a mis pies. Esta vez fue todavía menos expresivo que la primera.
    Me reí. Baba rugió. Yo dije:
    – Necesita práctica. – Es verdad dijo Baba-. Tendrá que nacer muchas veces para adquirir esa práctica. En esta vida ha perdido el tren. Le estaba dando la última oportunidad, pero ésa también la desperdició.
    Y te sorprenderás, sólo siete días después Pannalal Ghosh dejó de estar en este mundo. Quizá Baba tenía razón; se le había dado la última oportunidad y Pannalal Ghosh la había desperdiciado. Él no era un mal hombre, recuerda. Anótalo: no estoy diciendo que fuera un buen hombre; sólo digo que no era un mal hombre. Era sencillamente ordinario. Ser bueno o malo necesita algo extraordinario.
    Había puesto todo su talento, su inteligencia y su espíritu en la flauta, y se había quedado estéril, como un desierto. Su flauta era hermosa, pero habría sido mejor no haberle conocido. Ahora, cuando escucho su flauta en una grabación, intento deshacerme de él. Le digo: -Pannalal Ghosh, por favor, sal de aquí; déjame escuchar la flauta.
    Pero Baba quiso presentármelo a mí, y no yo a él. No era por mí, porque yo no tenía nombre. No había hecho nada bueno o malo todavía; de todos modos, nunca iba a hacer nada.
    Incluso ahora puedo decir lo mismo: no he hecho nada bueno o malo. Soy un no hacedor, y he permanecido así persistentemente, un no hacedor. Pero Pannalal Ghosh era un gran músico. Decirle que se postrara a mis pies enfrente de tanta gente fue muy humillante. Fue un buen ejercicio para él; pero dos veces fue demasiado. Era realmente un babu bengalí.
    Este término, bengalí babu, fue inventado por los británicos porque la primera capital en India fue Calcuta, no Nueva Delhi, y obviamente sus primeros criados fueron bengalíes. A todos los bengalíes les gusta comer pescado. Apestan a pescado. Chetana lo entenderá, ella es hija de pescadores. Por fortuna, lo puede entender exactamente. Además, tiene buen olfato, porque cuando huelo algo, y nadie más lo puede oler, tengo que depender de ella. Entonces le pregunto, y ella siempre lo huele.
    A los bengalíes les gusta comer pescado y, por supuesto, todos huelen a pescado. Todas las casas bengalíes tienen un estanque. Esto no sucede en ningún otro lugar de la India; es una peculiaridad de Bengala. Es un hermoso país. Cada casa tiene, de acuerdo con su capacidad, un gran estanque para criar su propio pescado. Te sorprenderá saber que la palabra inglesa bungalow es el nombre de la casa bengalí. Bengala es la transformación inglesa de bangla, y los británicos llamaban a las casas bengalíes bungalow. Cada bungalow -es decir, la casa bengalí – tiene un estanque en donde crías tu propio alimento. Todo el lugar huele a pescado. Es muy difícil hablar con un bengalí, especialmente para un hombre como yo. Cuando solía visitar Bengala nunca hablaba con los bengalíes, debido a su olor, sino sólo con los no bengalíes que estaban viviendo allí. Era realmente apestoso.
    Pannalal Gosh murió siete días después de haberlo visto, y Baba le había dicho:
    -Ésta es tu última oportunidad.
    No creo que lo entendiera; parecía algo estúpido. Perdóname por usar esta expresión, pero ¿qué puedo hacer si alguien parece estúpido? Lo diga o no, sigue pareciendo un estúpido. Pero en lo que se refiere a tocar la flauta, era un genio. Quizá por esto se convirtió en un estúpido en todas los demás aspectos, chupado por su flauta, un instrumento peligroso. Pero, al menos se postró a mis pies, aunque sin tocarlos. Por eso Baba le dijo:
    -Póstrate a sus pies de nuevo y tócalos realmente.
    Pannalal Ghosh dijo:
    -Los he tocado dos veces. ¿Cómo se hace para tocarlos realmente?
    ¿Y os podéis creer lo que hizo Baba? Se postró a mis pies para enseñarle cómo hacerlo -con lágrimas en los ojos- iY Baba tenía noventa años!
    Baba nunca me permitió sentarme con otra gente. Tenía que sentarme en su cojín, por encima y detrás de él. Sabéis que en India la gente adinerada o muy respetada usa un cojín especial redondo. Baba solía llevar con él pocas cosas, pero su cojín siempre le acompañaba. Me había dicho:
    -Sabes que no lo necesito, pero dormir en el cojín de otra persona es muy sucio. Al menos debería tener mi propio cojín privado, aunque no tenga nada más. Por eso llevo este cojín conmigo a todas partes.
    Sabéis, cuando solía viajar…, Chetana lo entenderá, porque con un cojín no tengo bastante, solía llevar tres cojines, dos para los dos costados y uno para la cabeza. Eso significaba una maleta muy grande sólo para los cojines, y otra gran maleta sólo para las mantas, porque no puedo dormir bajo las mantas de nadie más; huelen. Y tengo una forma de dormir tan infantil que te hará mucha gracia; desaparezco por completo debajo de la manta, cabeza y todo. Por eso, si huele, no puedo respirar, y no puedo mantener la cabeza fuera porque esto me impide dormir.
    Sólo puedo dormir si me cubro totalmente y me olvido del resto del mundo. Eso no es posible cuando hay algún olor. Por eso tenía que llevar mi propia manta y una maleta para mi ropa. De modo que estuve cargando con tres maletas grandes durante veinticinco años ininterrumpidamente.
    Baba fue más afortunado; sólo solía llevar su almohadón redondo debajo del brazo. Era su única pertenencia.
    -Lo llevo especialmente para ti porque cuando vienes conmigo -me dijo-, ¿dónde voy a decirte que te sientes? Yo estaré sentado en una plataforma más elevada que todos los demás, pero tú te tienes que sentar un poquito más alto.
    -Estás loco, Pagal Baba -le dije.
    -Tú y todos los demás sabéis que estoy loco -me dijo-. ¿Hace falta repetido? Pero he tomado la decisión que debes sentarte más alto que yo.
    Ese almohadón era para mí. Tenía que usarlo a la fuerza, por supuesto, avergonzado, y a veces hasta enfadado, porque me daba un aspecto muy extraño. Pero no era un hombre que se alterara fácilmente. Simplemente, me daba una palmada en la cabeza o en la espalda y me decía:
    -Anímate, hijo mío. No te enfades porque te haya hecho sentarte en el almohadón. Anímate.
    Este hombre, Pannalal Ghosh, ni me gustaba ni me dejaba de gustar. Me dejaba casi indiferente. Le faltaba sal; por decido de alguna manera, no tenía sabor. Pero su flauta… despertó la atención de todo el mundo sobre la flauta india, y la elevó hasta convertirla en uno de los instrumentos musicales más importantes. Gracias a él, la flauta más hermosa, la japonesa, se ha marchitado completamente. Nadie se preocupa por la flauta árabe. Pero la flauta india se lo debe todo a este soso babu bengalí, a este funcionario del gobierno que apesta a pescado.
    Te sorprenderá mucho saber que en India la palabra babu se ha convertido en algo muy respetable. Cuando quieras mostrarle respeto a alguien, llámale babu. Pero sólo quiere decir «uno que apesta», ba significa «con» y bu significa «mal olor». Los británicos inventaron esta palabra para referirse a los bengalíes. Poco a poco, se extendió a toda India. Naturalmente, ellos fueron los primeros siervos de los británicos y llegaron a los puestos más altos. Por eso la palabra babu, que, de ningún modo, es respetuosa, se convirtió en respetuosa. Es un extraño destino, pero las palabras tienen destinos extraños. Ahora a nadie se le ocurre considerarla como fea; se la considera muy hermosa.
    Pannalal Ghosh era realmente un babu, quiero decir, apestaba a pescado, por eso tenía que taparme la nariz.
    Él preguntó:
    -Baba, ¿por qué contiene la respiración este niño tuyo, al que he tenido que tocar los pies una y otra vez?
    -Está tratando de hacer algún ejercicio de yoga -dijo Baba-. No tiene nada que ver con tu olor a pescado. -Pagal Baba era un hombre muy bello.
    El segundo músico, cuyo nombre he estado evitando mencionar -a pesar de que lo mencioné una vez y tengo que mencionado otra vez para acabar este capítulo-, es Sachdeva. Su manera de tocar es totalmente diferente a la de Pannalal Ghosh, aunque usan el mismo tipo de flauta. Les podrías dar la misma flauta, y te maravillarías de la diferencia en la música. Lo que importa es lo que sale de la flauta, no la flauta en sí.
    Sachdeva tenía un toque mágico, mientras que Pannalal Ghosh era técnicamente perfecto, pero no un mago. Sachdeva era también técnicamente perfecto y tenía a la vez el arte de la música y la magia. Sólo escuchando su flauta uno era transportado a otro mundo. Pero nunca me gustó ese hombre. No en el mismo sentido que Pannalal Ghosh, que me era indiferente; a este hombre le odiaba. Era desagrado puro y simple, era tan total que no veía ninguna posibilidad de que nos pudiéramos llegar a familiarizar y Baba lo sabía, Sachdeva lo sabía, pero, no obstante, tuvo que tocarme los pies.
    -No puedo permitir que me toque otra vez los pies -le dije a Baba-. La primera vez no era consciente de lo desagradable de su vibración; ahora lo soy y su vibración no sólo era desagradable; era nauseabunda, igual que su cara. Te ponías enfermo. Estaba evitando hablar de él para no recordado. ¿Por qué? Porque tendré que visualizarlo otra vez para describírtelo. Pero he decidido liberarme totalmente de él, que así sea. Realmente, era más feo que la foto de su pasaporte.
    Yo solía pensar que no había nada más feo que una foto de pasaporte; nadie podía ser así de feo. Sachdeva lo era. Y que nombre tan bonito: Sachdeva, Dios de la verdad, y aun así era como si me trepara un reptil, la misma sensación que te produce una serpiente que se arrastra sobre tus pies. Sin poder siquiera saltar y matar a la serpiente ahí mismo; no se trataba de una serpiente, era un hombre.
    Le miré a Baba y le dije:
    -¿Qué se supone que debo hacer con la serpiente?
    -Sabía que lo reconocerías -me dijo Baba-. Por favor, ten paciencia. Escucha primero su música y después pensaremos en la serpiente. Tenía miedo de que te dieras cuenta -continuó-. Sabía que no sería capaz de engañarte, pero hablaremos de eso más tarde. Primero, escucha su flauta.
    Le escuché, y realmente era un mago, te atravesaba tan profundamente como un cuco llamando desde un monte lejano. Esta frase sólo puede ser entendida en un contexto hindú.
    En India, el cuco no es lo mismo que para vosotros. En Occidente, ser un cuco significa estar en un manicomio. En Oriente, la palabra cuco sólo se otorga a los mejores cantantes y poetas. Sachdeva era llamado «el cuco del mundo de la flauta». Y cualquier cuco estaría celoso de él, porque la flauta de este hombre era mucho más hermosa; no te olvides de que quiero decir su música.
    Pannalal Ghosh se mueve por un camino llano, muy seguro del suelo que pisa; cada paso es dado con cuidado, preparado a través de una práctica muy larga. Tampoco puedes encontrar un solo defecto en Sachdeva, aunque él no se mueve en un suelo llano. Es un pájaro en los montes, que vuela alto y bajo; un pájaro salvaje, todavía sin domesticar, pero perfecto. Pannalal Ghosh parece que está muy lejos, un poco mental, un técnico de verdad. Pero Sachdeva es un genio, realmente un artista. Los innovadores son muy raros, y él es uno de ellos.
    Ha sido tan innovador, particularmente, en un campo tan pequeño como el de la flauta, que en varias generaciones nadie le va a derrotar, nadie va a superar su récord.
    Tú también te darás cuenta que, aunque esta persona nunca me ha gustado, soy justo e imparcial en lo que se refiere a su flauta. ¿Y qué tiene que ver un hombre con su flauta? Ni él me gustaba ni yo le gustaba. Me desagradaba tanto que cuando volvió a ver a Baba, y Baba, inevitablemente, le dijo que tocara mis pies, me senté en posición de loto, tapándome los pies con la túnica.
    Baba dijo:
    -¿Dónde aprendiste la postura del loto?
    Hoy te estás comportando como un gran yogui. -Después me preguntó-: ¿Dónde has aprendido yoga?
    -Lo tuve que aprender por culpa de todas esas criaturas que se arrastran -le dije-, serpientes, reptiles, etcétera. Por ejemplo, este hombre…, me gusta su flauta, pero su flauta es una cosa totalmente diferente al resto de su ser. No quiero que me toque, y sabía que ibas a decir lo que acabas de decir. Por favor, pídeme a mí que le toque los pies; eso sería mucho más fácil.
    Ahora os puedo explicar algo sin lo cual no se podrá entender lo que os he dicho. Cuando le tocas los pies a alguien te estás vertiendo a sus pies, en términos de energía. Es una ofrenda de todo lo que tú eres. A menos que seas realmente digno de esto, sería mejor que te impidieran hacerlo. Le podría haber tocado los pies sin ningún problema. Podría haber derramado a sus pies todo lo que tenía. Puedes arrojar una flor en una roca, pero no le lanzas una roca a la flor.
    Baba dijo:
    -Lo entiendo, pero él también tiene que cambiar.
    No le volvió a pedir que me tocara los pies. Las pocas veces que nos encontramos con Sachdeva, él no me miró y yo tampoco. Yo le tenía miedo a Baba, Sachdeva me tenía miedo a mí. Siempre que venía empezaba a darle codazos a Baba para recordarle que no le dijera a Sachdeva que me tocara los pies. Baba solía decir:
    -Ya lo sé, ya lo sé.
    -Lo sé, lo sé, no servirá de mucho -le dije-. Si no se va te lo seguiré recordando. O bien toca la flauta o dile que se vaya, porque no sólo es desagradable la manera que tiene de tocarme los pies, sino que su cara, su misma presencia, es como un cáncer espiritual.
    Por eso hicimos un acuerdo entre nosotros: si Sachdeva quería hablar con Baba, yo quedaba liberado, me mandaban ir a algún lado, sólo para estar ocupado, como una excusa para no tener que estar presente. O si no, se le pedía que tocara la flauta. Entonces, él podía traerse las estrellas a la tierra; entonces, podía transformar las piedras en sermones. Era un mago, pero sólo cuando estaba tocando. Me gusta su flauta, pero no me gusta él.
    El tercer hombre, Hariprasad, es las dos cosas. Su ser es tan bello como su música. No es tan famoso como Pannalal Ghosh, y quizá nunca lo será, porque no le importa. No tocará la flauta por encargo. . ., no perseguirá a los políticos. Su flauta tiene su propio sabor. El sabor de su flauta sólo puede llamarse equilibrio, equilibrio absoluto, como si estuvieses caminando en una corriente que fluye con mucha fuerza.
    El ejemplo que te estoy poniendo es de Lao Tzu. Estás atravesando una corriente muy fuerte, que fluye, una corriente salvaje y, naturalmente, tienes que estar muy alerta; de lo contrario, te llevará la corriente. Lao Tzu también dice que tienes que caminar muy rápido porque la corriente es muy fría, bajo cero, incluso más fría. Rápido y, a la vez, equilibrado, esta es la descripción de lo que Hariprasad hace con la flauta. De repente, empieza; de repente, termina; no te esperabas que empezase tan rápido.
    Pannalal Ghosh emplea media hora en la introducción, el prólogo. Ése es el estilo de la música clásica en India. El tablista afinará sus tablas. Golpeará con su martillito aquí y allá, afinándolas, hasta encontrar la clave correcta. El sitar afloja o tensa las cuerdas, y comprueba, una y otra vez, si están afinadas. Esto les lleva casi media hora, pero los hindúes son personas pacientes. A esto se le llama la preparación. ¿Por qué no pueden hacerlo antes de que llegue la gente? ¿O detrás del telón, como hacen en el teatro? Pero, extrañamente, el músico clásico hindú tiene que prepararse a sí mismo y a sus instrumentos, enfrente de su audiencia. ¿Por qué?
    Debe de haber alguna razón. Mi intuición es que la música clásica, especialmente en Oriente, es tan profunda, que si no tienes paciencia para esperar media hora no te mereces estar presente en absoluto.
    Recuerdo una historia muy famosa: Gurdjieff solía convocar a sus discípulos a unas horas muy extrañas. Sus reuniones no eran como las mías, en las que la hora es fija. Vosotros tenéis que estar aquí antes de que yo llegue y si vengo cinco minutos tarde, recordad que nunca es por mi culpa.
    Mis chóferes me suelen traer un poquito más tarde, para que mucha gente que todavía estaba entrando se pueda sentar, porque una vez que he llegado no me gusta que la gente siga moviéndose de aquí para allá, entrando y saliendo. Quiero que todo se detenga completamente. Sólo puedo comenzar mi trabajo o lo que vaya a decir en esa completa pausa. Una pequeña interrupción es suficiente para cambiar todo lo que vaya decir. Diré algo de todos modos, pero no será lo mismo, y podría no volver nunca a decir lo mismo.
    Ya conoces mi estilo; el estilo de Gurdjieff era justo lo contrario. Los teléfonos de sus discípulos empezaban a sonar. Convocaba una reunión en un lugar, quizá a cuarenta kilómetros de distancia, y les decía que corrieran hacia allí para estar a tiempo. Ahora bien, para viajar cuarenta kilómetros y llegar a tiempo, de hecho, antes de tiempo, sin haberlo preparado, necesitas, por lo menos, un vehículo. Necesitas cancelar otras citas. Haces todas esas cosas y corres al lugar convenido, ¡sólo para encontrar un aviso diciendo que la reunión de hoy ha sido cancelada!
    Al día siguiente, los teléfonos empiezan a sonar de nuevo. Si el primer día habían aparecido cien personas, de las doscientas que habían sido avisadas, el segundo día sólo aparecían cincuenta. De nuevo se encontraban un aviso en la puerta: «Reunión postpuesta», ni siquiera un «lo siento». No había nadie para decir lo siento, sólo una pizarra. Y esto continuaba, y el cuarto día o el séptimo él aparecía. Cuando digo él, me refiero a Gurdjieff
    De las doscientas personas del principio sólo habían aparecido cuatro. Les miraba y les decía:
    -Ahora puedo decir lo que quería decir, y todos esos tipos que nunca quise que estuvieran aquí han abandonado ellos mismos. Es realmente genial; sólo quedan aquellos que se merecen poder escucharme.
    El estilo de Gurdjieff era diferente. Eso también es un camino, pero sólo uno; hay muchos caminos. Siempre he respetado y amado todo lo que da resultados. Creo en la definición de Gautama el Buda que dice: «La verdad es aquello que funciona.» Ésta es una definición peculiar porque, a veces, la mentira puede funcionar, y sé que muchas veces la verdad no puede funcionar en absoluto; la mentira funciona.
    Pero estoy de acuerdo Amaba a este tercer hombre. Desde el primer momento que nos vimos nos reconocimos. Él fue el único de los tres flautistas que se postró a mis pies antes de que Baba se lo dijera. Cuando sucedió, Baba dijo:
    -¡Es extraordinario! Hariprasad, ¿cómo le has podido tocar los pies a este niño?
    Hariprasad dijo:
    -¿Hay alguna ley que me lo prohíba? ¿Es un crimen tocar los pies de un niño? Me gusta, lo amo, por eso he tocado sus pies. Y no es asunto tuyo, Baba.
    Baba se puso muy contento. Siempre se ponía contento con gente así. Si Pannalal Ghosh era un cordero, Hariprasad es un león. Es un hombre hermoso, es extraordinariamente hermoso. El tercer tipo -quiero decir Sachdeva; no me gusta ni pronunciar su nombre- no me ha hecho ningún daño, pero, no obstante, sólo oír su nombre y empiezo a ver su fea cara. Y sabes del respeto que tengo por la belleza.
    Puedo perdonar cualquier cosa pero no la fealdad. Y cuando la fealdad no es sólo del cuerpo sino además del espíritu, entonces es demasiado. Era feo de la cabeza a los pies.
    De los tres flautistas, Hariprasad es mi preferido. Su flauta tiene la belleza de los otros dos; sin embargo, no es como la de Pannalal Ghosh -demasiado alta y rimbombante- ni tan afilada que te corte y te hiera. Es suave como una brisa, una brisa fresca en una noche de verano. Es como la luna; su luz está presente, pero no es caliente, es fresco. Puedes sentir su frescura.
    Hariprasad debe de ser considerado como el mejor flautista de todos los tiempos, pero no es muy famoso. No puede serlo, es muy humilde. Para ser famoso debes de ser agresivo. Para ser famoso tienes que luchar en un mundo de ambiciones. Él no ha luchado, y es el último hombre en luchar para ser reconocido.
    Pero Hariprasad fue reconocido por un hombre como Pagal Baba. Pagal Baba también reconoció a otros que describiré más tarde, porque aparecieron en mi vida a través de él.
    Es curioso: no conocía a Hariprasad hasta que Pagal Baba me lo presentó, y después él se interesó tanto que solía venir a visitar a Pagal Baba sólo para verme. Un día Pagal Baba le dijo en broma:
    -Ahora ya no vienes por mÍ. Tú lo sabes, yo lo sé, y la persona por la que vienes también lo sabe.
    Me reí, Hariprasad se rió y dijo:
    -Baba tienes razón.
    -Sabía que Baba lo iba a comentar más pronto o más tarde -dije yo.
    Y ésta era la belleza del hombre. Me trajo a mucha gente, pero me impidió darle las gracias. Sólo me dijo una cosa:
    -Sólo he cumplido con mi obligación. Te pido un único favor: cuando muera, ¿prenderás mi pira funeraria?
    En India esto tiene una gran importancia. Si un hombre no tiene hijos, sufre durante toda su vida pensando en quién prenderá el fuego a su pila funeraria. Se le llama «dar el fuego».
    Cuando me lo pidió le dije:
    -Baba, tengo mi propio padre, y él se enfadará, y no conozco a tu familia; quizá tienes un hijo…
    -No te preocupes de nada, ni de tu padre ni de mi familia -me dijo-. Ésta es una decisión mía.
    Nunca le había visto con este estado de ánimo. Supe entonces que su final estaba muy próximo. No fue capaz de perder el tiempo ni siquiera en discutirlo.
    -De acuerdo, no discutiremos -le dije-. Te prenderé fuego. No importa si mi padre o tu familia se oponen. No conozco a tu familia.
    Por casualidad, Pagal Baba murió en mi propio pueblo. Pero quizá lo arregló, creo que lo arregló. Y cuando comencé su funeral dándole fuego, mi padre dijo:
    -¿Qué estás haciendo? Esto sólo puede hacerlo el hijo mayor.
    -Dada, déjame hacerlo -le dije-. Se lo he prometido. Y en lo que a ti respecta, no seré capaz de hacerlo; lo hará mi hermano más joven. De hecho, él es tu hijo mayor, no yo. Yo no soy de utilidad para la familia, y nunca lo seré. En realidad, siempre he demostrado ser una molestia para la familia. Mi hermano más joven, el que me sigue, encenderá tu fuego, y se ocupará de la familia.
    Le estoy muy agradecido a mi hermano Vijay. No pudo ir a la universidad por mi causa, porque yo no estaba ganando dinero, y alguien tenía que abastecer a la familia. Mis otros hermanos también fueron a la universidad, y sus gastos también tenían que ser pagados, por eso Vijay se quedó en casa. Él realmente se sacrificó. Vale una fortuna tener un hermano tan hermoso. Lo sacrificó todo. Yo no estaba dispuesto a casarme a pesar de que mi familia insistía mucho.
    Vijay me dijo:
    -Bhaiyya -bhaiyya significa hermano-, si te están torturando demasiado, estoy dispuesto a casarme. Sólo prométeme una cosa: tú tendrás que escoger a la novia.
    Era un matrimonio acordado, Como lo son todos en India.
    Puedo hacerlo -le dije.
    Pero su sacrificio me conmovió, y me ayudó inmensamente. En cuanto se casó se olvidaron completamente de mí, porque tengo otros hermanos y hermanas. En cuanto que él se casó, quedaban todos los demás para casarse. Yo no estaba dispuesto a trabajar.
    Vijay dijo:
    -No te preocupes, estoy dispuesto a hacer cualquier tipo de trabajo. Y desde una edad muy temprana se involucró en cosas mundanas. Me conmovió muchísimo. Mi gratitud hacia él es enorme.
    -Pagal Baba me lo pidió y se lo prometí -le dije a mi padre-, por eso tengo que darle fuego. Respecto a tu muerte, no te preocupes, mi hermano más joven estará allí. Yo también estaré presente, pero no como tu hijo.
    No sé por qué le dije esto, y lo que él pudo pensar, pero demostró ser verdad. Estaba presente cuando murió. De hecho, le había invitado a vivir conmigo, para no tener que viajar a la ciudad dónde él vivía. Nunca quise volver allí después de la muerte de mi abuela. Ésa fue otra promesa. Tengo que cumplir tantas promesas, pero hasta ahora he cumplido satisfactoriamente la mayoría de ellas. Sólo quedan unas pocas por cumplirse.
    Se lo había dicho a mi padre, y estuve presente en su funeral pero no pude darle el fuego. Y decididamente, no estuve presente como su hijo. Cuando murió era mi discípulo, un sannyasin, y yo era su maestro.
    ¿Qué hora es?
    -Las ocho y treinta y cinco, Osho.
    Cinco minutos para mí. Cuando el tiempo se ha acabado, se ha acabado. También tengo que reírme de vez en cuando. Un solo momento de clímax es suficiente.
    Stop.

    Sesión 31

    En sus últimos días, Pagal Baba siempre estaba un poco preocupado. Me di cuenta, aunque él no había dicho nada, ni nadie más lo había mencionado. Probablemente, nadie era consciente de que estaba preocupado. Decididamente, no era por su enfermedad, su vejez o su próxima muerte; estos asuntos eran totalmente insignificantes para él.
    Una noche, cuando estábamos a solas, le pregunté. En realidad, le tuve que despertar en mitad de la noche, porque era muy difícil encontrar un momento en el que estuviera solo.
    -Debe ser algo de gran importancia -me dijo-; si no, no me habrías despertado. ¿De qué se trata?
    -Ésa es la pregunta -le dije-. Te he estado observando y siento que hay una pequeña sombra de preocupación a tu alrededor. No había estado ahí antes. Tu aura ha sido siempre tan clara como un sol brillante, pero ahora puedo ver una pequeña sombra. No puede ser la muerte.
    Él se puso a reír y me respondió:
    -Sí, hay una sombra, y no es la muerte, eso también es verdad. Mi preocupación es la siguiente: estoy esperando a un hombre para poder entregarle mi responsabilidad sobre ti. Estoy preocupado porque todavía no ha llegado. Si me muero, a ti te será imposible encontrarlo.
    -Si realmente necesito a alguien, lo encontraré -le dije-. Pero no necesito a nadie. Relájate antes de que llegue la muerte. No quiero ser la causa de esta sombra. Tú debes de morir tan brillante y radiante como has vivido. -No es posible… -dijo-, pero sé que llegará. Me estoy preocupando innecesariamente. Es un hombre de palabra, y ha prometido llegar antes de que me muera.
    -¿Cómo sabe él cuándo vas a morir? -le pregunté.
    Él se rió y dijo:
    -Por eso quiero presentártelo. Tú eres muy joven y me gustaría que alguien como yo estuviera cerca de ti -dijo-. De hecho, ésta es una vieja costumbre, que dice que si un niño va a iluminarse deberán reconocerlo a una edad temprana, por lo menos tres personas despiertas.
    -Baba -le dije-, esto es un absurdo. Nadie me puede impedir que despierte.
    -Lo sé -me dijo-, pero soy un anciano convencional; por eso, por favor, no digas nada en contra de esa costumbre, especialmente cuando me estoy muriendo.
    -De acuerdo -le dije-, por ti guardaré silencio. No diré nada, porque todo lo que diga va a ir en contra de la costumbre, de la tradición.
    -No quiero decir que debas de estar en silencio -me dijo-, sino que sientas lo que estoy sintiendo. Soy un anciano. No tengo a nadie en el mundo que me preocupe, excepto tú. No sé cómo ni por qué te has vuelto tan próximo. Quiero que alguien ocupe mi lugar para que no me eches de menos.
    -Baba, nadie puede reemplazarte – le dije-, pero te prometo que haré un esfuerzo para no echarte de menos. Pero el hombre llegó a la mañana siguiente. El primer iluminado que me reconoció fue Magga Baba. El segundo fue Pagal Baba y le tercero era más extraño de lo que yo me podía haber imaginado. NI siquiera Pagal Baba estaba tan loco. Este hombre se llamaba Masta Baba.
    Baba es una palabra respetuosa; simplemente significa “el abuelo”. Pero también se llama Baba todo aquel que es reconocido como iluminado, por ser en realidad el hombre más viejo de la comunidad. Podría no serlo; podría ser un joven, pero hay que llamarle Baba, el abuelo.
    Masta Baba era magnífico, sencillamente magnífico, y justo como me gusta que sea un hombre. Estaba hecho exactamente a mi medida. Nos hicimos amigos antes incluso de que Pagal Baba nos presentara.
    Yo estaba en el exterior de la casa. No sé por qué estaba allí; al menos no recuerdo el propósito, fue hace mucho tiempo. Probablemente, yo también estaba esperando, porque Pagal Baba había dicho que el hombre mantendría su palabra; que vendría. Y tenía mucha curiosidad, como cualquier niño. Era un niño, y he seguido siendo un niño a pesar de todo. No sé si estaba esperando o fingiendo hacer otra cosa pero, en realidad, estaba esperándole y mirando hacia el principio de la calle, ¡Y allí estaba! ¡No calculaba que apareciese de esta manera! ¡Venía corriendo!
    No era muy mayor, no tenía más de treinta y cinco años, estaba en lo mejor de su juventud. Era un hombre alto, muy delgado, con una larga cabellera y una hermosa barba.
    -¿Tú eres Masta Baba? -le pregunté. Él se sorprendió y dijo:
    -¿Cómo has sabido mi nombre?
    -No tiene nada misterioso -le dije-.
    Pagal Baba te ha estado esperando; naturalmente, mencionó tu nombre. Pero, realmente, tú eres el hombre con el que me habría gustado estar. Estás tan loco como lo debía de estar Pagal Baba en su juventud. Quizá eres el joven Pagal Baba que regresa de nuevo.
    -Tú pareces estar más loco que yo -me dijo-. De todos modos, ¿dónde está Pagal Baba?
    Le enseñé el camino y entré detrás de él. Se postró a los pies de Pagal Baba, quien entonces dijo:
    -Éste es mi último día, y Masto (él le solía llamar así) te estaba esperando y me estaba empezando a preocupar.
    Masto replicó:
    -¿Por qué? La muerte no significa nada para tI.
    -Por supuesto que no significa nada -replicó Baba-, pero mira detrás de ti. Ese chico significa mucho para mí; tal vez él será capaz de hacer lo que yo quise hacer y no pude. Póstrate a sus pies. He estado esperando para poder presentártelo.
    Masta Baba me miró a los ojos…, y fue el único hombre real de entre los muchos que Pagal Baba me había presentado y ordenado que se postrara a mis pies.
    Se había convertido casi en cliché. Todo el mundo sabía que si ibas a ver a Pagal Baba tenías que postrarte a los pies de ese muchacho que era un insoportable. Y tenías que tocarle los pies, ¡qué absurdo! Pero Pagal Baba está loco. Este hombre, Masto, indudablemente era diferente. Con lágrimas en los ojos y las palmas de las manos unidas me dijo:
    -De ahora en adelante tú serás mi Pagal Baba. Él va a dejar su cuerpo, pero continuará viviendo en ti.
    No sé cuánto tiempo pasó porque no me soltaba los pies. Estaba llorando. Sus hermosos cabellos extendidos por todo el suelo. Una y otra vez le dije:
    -Masta Baba, es suficiente.
    -No me apartaré de tus pies hasta que me llames Masto -dijo él.
    Pero «Masto» es un término que sólo usan las personas mayores para referirse a un niño. ¿Cómo podía llamarle Masto? Pero no hubo otro remedio. Tuve que hacerlo. Incluso Pagal Baba dijo:
    -No esperes, llámale Masto; así me podré morir sin ninguna sombra a mi alrededor.
    Naturalmente, en esa situación le tuve que llamar Masto. En el momento que usé ese nombre, Masto dijo:
    -Repítelo tres veces.
    En Oriente esto también es una costumbre. A menos que digas una cosa tres veces no significa mucho. Por eso dije tres veces:
    -Masto, Masto, Masto. Por favor, ¿me dejarás ahora tranquilos los pies? -y me reí, Pagal Baba se rió y Masto se rió, y esa risa de los tres nos unió con algo que es indestructible.
    Pagal Baba murió ese mismo día. Pero Masto no se quedó, aunque le había advertido que su muerte estaba muy próxima.
    -Para mí ahora, tú eres el número uno -me dijo-. Siempre que lo necesite, vendré a ti. Él va a morir de todas formas; de hecho, a decir verdad, debía de haber muerto hace tres días. Ha estado esperando sólo por ti, para poder presentamos. Y no sólo por ti, también por mí.
    Le pregunté a Pagal Baba antes de que muriera:
    -¿Por qué parecías tan feliz después de que llegara Masta Baba?
    -Sólo es mi mente tradicional-me dijo-, perdóname.
    Era un anciano muy hermoso. Pedir perdón a “un niño con tanto amor, a los noventa años de edad…
    -No te estoy preguntando por qué le esperaste -le dije-. La pregunta no es sobre ti o sobre él. Él es un hombre hermoso, y vale la pena esperarle. Estoy preguntando por qué te preocupaste tanto.
    -Te vuelvo a pedir que no discutamos en este momento -me dijo-. No es que esté en contra de las discusiones, como sabes. Me gusta especialmente la manera que tienes de discutir, y los extraños giros que le das a tus argumentos, pero éste no es el momento. En realidad, no me queda tiempo. Estoy viviendo con el tiempo prestado. Sólo te puedo decir una cosa: estoy feliz de que llegase, de que los dos os hicierais tan amigos y que os quisierais como yo quería. Quizá algún día le encuentre algún sentido a esta idea vieja y tradicional.
    La idea consiste en que, a menos que tres personas iluminadas reconozcan a un niño como futuro buda es casi imposible que él se convierta en uno de ellos. Pagal Baba, tenías razón. Ahora puedo ver que no es sólo una convención. Reconocer a alguien como iluminado es ayudarle muchísimo. Particularmente, si te reconoce alguien como Pagal Baba, y se postra a tus pies, o alguien como Masto.
    Continué llamándole Masto porque Pagal Baba había dicho:
    -No vuelvas a llamarle Masta Baba; se ofenderá. Yo solía llamarle Masto, y de ahora en adelante, tú tienes que hacer lo mismo.
    ¡Realmente, era digno de verse!, un niño llamándole «Masto», a él que era respetado por cientos de personas. Y no sólo eso, sino que hacía inmediatamente todo lo que yo le dijera.
    Una vez, por poner un ejemplo…, él estaba dando una charla. Me levanté y le dije:
    -¡Masto, para inmediatamente!
    Estaba a mitad de una frase. Ni siquiera la terminó; paró en seco. La gente le instó para que, por favor, terminara lo que estaba diciendo. Él ni siquiera respondió. Me señaló con el dedo. Tuve que ir hacia el micrófono y decirle a la gente que, por favor, se fueran a sus casas, que la charla había terminado y Masto estaba ahora bajo mi custodia.
    Él se rió ruidosamente, y se postró a mis pies. Y su modo de tocarme los pies… Miles de personas han debido de tocar mis pies, pero él tenía una manera propia, única. Tocaba mis pies casi -cómo explicarlo- como si se estuviera viendo a Dios. Y siempre se deshacía en lágrimas, y sus largos cabellos… Me costaba un gran trabajo conseguir que se volviera a sentar.
    -¡Masto, basta! Hasta aquí hemos llegado -le decía. ¿Pero cómo me iba a escuchar? Él estaba llorando, cantando o recitando un mantra. Tenía que esperar hasta que terminase. Algunas veces me pasaba media hora sentado, sólo para decirle-: Es suficiente -pero sólo lo podía decir cuando había terminado. Al fin y al cabo, yo también tengo modales. No le podía decir-: ¡Detente! o ¡suelta mis pies! -cuando los tenía en sus manos.
    En realidad, no deseaba que los soltara nunca, pero tenía otras cosas que hacer, y él también. Vivimos en un mundo práctico, y a pesar de que soy muy poco práctico, en lo que se refiere a los demás soy muy práctico; Siempre soy pragmático y práctico. En cuanto encontraba un momento para interrumpir, solía decir:
    -Masto, detente. Basta. Te estás deshaciendo en lágrimas, y tu pelo… te lo tendré que lavar. Se está llenando de barro.
    Ya conoces el polvo indio: es omnipresente, está en todas partes, especialmente en un pueblo. Todo está lleno de polvo. Hasta la cara de la gente parece estar llena de polvo. ¿Qué pueden hacer? ¿Cuántas veces tienen que lavársela? Incluso aquí, que estamos en una habitación con aire acondicionado donde no hay polvo, sólo por costumbre, siempre que voy al baño -es un secreto, no se lo digas a nadie- me lavo la cara sin motivo alguno, muchas veces al día… sólo es una vieja costumbre hindú.
    Había tanto polvo que solía ir al cuarto de baño constantemente. Mi madre me decía:
    -Creo que deberíamos hacer un lavabo en tu habitación, para que no tengas que atravesar la casa corriendo tantas veces. ¿Qué es lo que haces?
    -Sólo me lavo la cara, es que hay mucho polvo -le contesté. Le dije a Masto-: Tendré que lavarte el pelo -y solía lavárselo. Era tan hermoso, y siempre he disfrutado con las cosas hermosas. Este hombre, Masto, por el que se preocupaba tanto Pagal Baba, era el tercer iluminado. Él quería que tres hombres iluminados se postraran a los pies de un niño pequeño que no estaba iluminado y lo consiguió.
    Los locos tienen sus propios métodos. Lo consiguió. Incluso convenció a los iluminados para que se postraran ante un niño que, sin duda, no se traba de un hombre muy famoso; hasta él mismo solía ir a visitarlo. ¿Se había vuelto loco o qué? ¿Postrarse ante un niño de apenas veinticuatro horas?
    El padre de Buda le preguntó:
    -¿Señor, puedo preguntarle por que le esta usted tocando los pies a este niño?
    El iluminado dijo:
    -Le estoy tocando los pies porque puedo ver la posibilidad. Ahora mismo es un retoño, pero pronto se convertirá en una flor de loto.
    El padre de Buda, que se llamaba Shuddhodana, preguntó:
    -¿Entonces, por qué lloras? Alégrate porque se va a convertir en una flor de loto.
    -Lloro porque no podré estar presente en ese momento -dijo el anciano.
    Sí, en determinados momentos hasta los budas lloran, especialmente en un momento como ése. Seguramente debe ser duro ver a un niño que se va a convertir en un buda y saber que uno va a morir antes de que suceda. Es como una noche oscura: puedes ver que los pájaros han comenzado a cantar, el sol está a punto de salir; hay un poco de luz en el horizonte, y tienes que morir sin ver el nuevo amanecer.
    El anciano que lloró y se postró a los pies de Buda sin duda tenía razón. Lo sé por experiencia propia. Esas tres personas son las más importantes que me he encontrado jamás, y no creo que me pueda encontrar a nadie que sea más importante. Después de mi iluminación también me he encontrado con otros iluminados, pero eso es otra historia.
    Me he encontrado con mis propios discípulos después de que se iluminaran; ésa también es otra historia. Pero fue un extraño destino que me reconocieran cuando era un niño pequeño, y tenía a todo el mundo en mi contra. Mi familia siempre estaba en mi contra. Excluyo a mi padre, a mi madre y a mis hermanos, porque era una gran familia. Estaban todos contra mí por una sencilla razón, y puedo entenderlos; de algún modo tenían razón, porque me estaba comportando como un loco, y estaban preocupados.
    En esa pequeña ciudad todo el mundo se quejaba de mí a mi pobre padre. Debo decir que él tenía una paciencia infinita. Escuchaba a todo el mundo. Era un trabajo de veinticuatro horas. Todos los días -un día sí y otro también, a veces incluso en mitad de la noche- venía alguien porque había hecho algo que no debía. Y sólo hacía lo que no debía. De hecho, me pregunto cómo sabía qué era lo que no debía de hacer porque, ni de casualidad, hacía lo que debía hacer.
    Una vez le pregunté a Pagal Baba: -Quizá me lo puedas explicar. Sería capaz de entenderlo, si el cincuenta por ciento de las cosas que hago estuviesen mal, y el otro cincuenta por ciento bien, pero el cien por cien de todo lo que hago, siempre está mal. ¿Cómo me las arreglo? ¿Puedes explicármelo?
    Pagal Baba se rió y dijo:
    -Te las arreglas perfectamente. Ésa es la manera de hacer cosas. Y no te preocupes de lo que dicen los demás; sigue tu propio camino. Escucha todas sus quejas y si te castigan, disfruta.
    Debo decir que realmente lo disfruté, hasta los castigos. Mi padre dejó de castigarme en cuanto se dio cuenta de que lo disfrutaba. Por ejemplo, una vez me dijo:
    -Da la vuelta a la manzana siete veces. Vete corriendo y vuelve.
    -¿Puedo dar setenta vueltas? Es tan bonito correr por la mañana -le dije. Pude ver la cara que puso. Se creía que me estaba castigando. Realmente corrí setenta veces alrededor de la manzana. Poco a poco, se dio cuenta que era difícil castigarme. Lo disfrutaba.
    Siempre he compadecido a mi padre porque sufría sin necesidad. Yo solía llevar el pelo largo, y me gustaba. No sólo eso, también solía vestir ropa del Punjab que no se llevaba en esa zona. Me había enamorado de la ropa del Punjab, después de ver que la llevaba un grupo de cantantes que visitó la ciudad. Creo que es la ropa más bonita de India. Con mi pelo largo, y vistiendo el salwar y la kurta, la gente se creía que era una chica. Y siempre pasaba delante de la tienda de mi padre, entrando y saliendo de la casa durante todo el día.
    La gente le preguntaba a mi padre: -¿De quién es esa niña? ¿Qué tipo de ropa lleva?
    Por supuesto, mi padre se ofendió. No entiendo qué hay de malo si alguien piensa que tu hijo es una niña. Pero en esta sociedad machista, mi padre, naturalmente, vino corriendo detrás de mí y dijo:
    -Escucha, no te vuelvas a poner ese salwar y esa kurta. Parecen ropa de mujer. Y además, córtate el pelo; ¡si no, te lo cortaré yo!
    -Si me cortas el pelo, te arrepentirás -le dije.
    -¿Qué quieres decir? -preguntó.
    -Ya te lo he dicho -le dije-. Ahora puedes pensar sobre ello y averiguar qué quiero decir. Te arrepentirás.
    Se enfadó mucho. Ésta es la única ocasión en que le he visto tan enfadado. Trajo sus tijeras de la tienda. Era una tienda de tejidos, y siempre había tijeras para cortar las telas. Entonces me cortó el pelo diciendo:
    -Ahora puedes ir al peluquero para que te lo arregle; si no, parecerás una caricatura.
    -Iré, pero te arrepentirás -le dije.
    -¿Otra vez? ¿Qué quieres decir? –me dijo.
    -Es culpa tuya. Piénsatelo -le dije-. ¿Por qué debería explicártelo? No le debo explicaciones a nadie. Me has cortado el pelo y te vas a arrepentir.
    Me fui a un peluquero que era adicto al opio. Le escogí, particularmente porque era la única persona que haría lo que yo le dijese. Los demás peluqueros sólo harían lo que pensaban que era lo correcto. Tendré que explicar que en India, los niños sólo se afeitan completamente la cabeza cuando se muere su padre. Me fui a este tipo adicto al opio, que de todas formas me gustaba. Se llamaba Nattu.
    -Nattu -le dije-, ¿por lo menos, serás capaz de cortarme el pelo completamente?
    Él dijo:
    -Sí, sí, sí -tres veces.
    -Genial -le dije-. Así es como responde un Buda, tres veces. Entonces, córtamelo, por favor -y me afeitó completamente la cabeza.
    Cuando volví a casa, mi padre me miró y no podía creérselo: parecía un monje budista. Ésa es la diferencia entre los monjes budistas y los hindúes. El monje hindú se afeita la cabeza dejando un poco de pelo encima de la cabeza, exactamente en el punto donde está el sahasrar, el séptimo chakra. Es para protegerle del calor del sol y proporcionarle un poco de sombra. El monje budista es más atrevido; se lo corta todo, se afeita la cabeza por completo.
    -¿Qué has hecho? -me dijo mi padre-. ¿No sabes lo que significa? Ahora tendré más problemas que antes. Todo el mundo me preguntará: ¿Por qué va completamente afeitado este niño? ¿Se ha muerto su padre?
    -Eso es cosa tuya -le contesté-. Ya te dije que te arrepentirías. Y se arrepintió durante meses. La gente le seguía preguntando: -¿Qué ha pasado…? -porque no me dejaba crecer el pelo.
    Nattu siempre estaba allí, y era un hombre muy amoroso. Siempre que iba su silla estaba vacía, me sentaba y le decía:
    -Nattu, por favor, hazlo de nuevo.
    Por eso, en cuanto me crecía un poco el pelo, él me lo cortaba. Me dijo:
    -Me encanta afeitar cabezas. Los tontos vienen y me dicen: «Córtame el pelo así, o asá.» Bobadas. Éste es el mejor estilo: no me tengo que preocupar, ni tú tampoco. Es muy sencillo, y muy beato.
    -Tú lo has dicho -le dije-. Es muy beato. Pero, ¿te das cuenta que como se entere mi padre de quién es la persona que está haciendo esto te creará problemas?
    -No te preocupes -me dijo-. Todo el mundo sabe que soy adicto al opio. No puedo hacer nada. Tienes suerte que no te he cortado la cabeza -y se echó a reír.
    -Eso está bien -le dije-. La próxima vez, si quiero cortarme la cabeza, vendré aquí. Sé que puedo confiar en ti.
    -Sí, hijo mío sí, hijo mío sí, hijo mío -dijo.
    Debía ser por culpa del opio que tenía que repetirlo todo tres veces. Quizá sólo entonces podía escuchar lo que estaba diciendo.
    Pero mi padre había aprendido la lección.
    -Me he arrepentido lo suficiente –me dijo-. No volveré a hacer nunca una cosa así -y nunca lo hizo. Mantuvo su palabra. Ése fue el primer y el último castigo que me impuso. Es increíble, incluso para mí, porque estaba creando problemas constantemente. Pero él escuchó pacientemente todas las quejas y nunca me dijo nada. En realidad, hizo todo lo que pudo para protegerme.
    En una ocasión le pregunté:
    -Me prometiste que no ibas a castigarme, pero no prometiste que me ibas a proteger. No hace falta que me protejas.
    -Eres tan travieso -dijo él- que si no te protejo, no creo que sobrevivas. Alguien, en algún lugar, te acabará matando. Tengo que protegerte. Además, ese Pagal Baba siempre me está diciendo: «Protege a ese muchacho.» Le amo y le respeto. Si él me dice que te proteja, debe estar en lo cierto. Entonces, puedo pensar que todo el pueblo está equivocado, incluyéndome a mí. Pero no puedo pensar que Pagal Baba se equivoque.
    Y sé que Pagal Baba solía decir a todo el mundo, a mis profesores, a mis tíos: -Protejan a ese niño. Hasta le dijo a mi madre que me protegiera. Lo recuerdo perfectamente; la única persona a la que nunca se lo dijo fue a mi Nani. Fue una excepción tan clara que hasta tuve que preguntarle: – ¿Por qué nunca le dices a mi Nani protégelo?. – No hay necesidad: ella te protegerá incluso si tiene que morir por ti. – dijo él-. Ella lucharía hasta conmigo. Puedo confiar en ella. Es la única de tu familia a la que no necesito decirle anda sobre tu protección.
    Su intuición era clarísima. Sí, algunos ojos puede ver más allá de la niebla que todo ser humano crea a su alrededor para ocultarse detrás.