Fragmentos, Sybil Leek, Cómo ha de ser una bruja

Sybil Leek, Arte completo de la brujería, Ed. Edicomunicación, Barcelona, 1990.

Pág. 125-127   

“ Cómo ha de ser una bruja.
(…) Primero: Saber lo que se hace y evitar lo que no debe hacerse. Una bruja no debe dejar incompleta la obra que se ha propuesto acabar, ni dejarse llevar por contratiempos que esté en su mano eludir.

Segundo: Por lo que afecta a sus afectos y aversiones, debe trazarse una norma de conducta manteniendo siempre el equilibrio debido, absteniéndose de hacer cosa alguna sin previa y cuidadosa meditación.

Tercero: Debe ponerse a salvo de todo error o aprensión, estar segura de sí misma tanto en su vida íntima como en sus relaciones con los demás.

El primero de estos principios se refiere de una manera especial a las pasiones, impulsos que se desatan por causa de nuestro fracaso en obtener o impedir alguna cosa. Este fracaso nos produce trastorno, dolor, lo que llamamos infortunio, y consecuencia de éste son los lamentos, la envidia, los celos y otros desórdenes que nos ofuscan la razón (…).

El segundo principio de esta filosofía se refiere al logro de un equilibrio con relación a lo antes expuesto. Nadie pretende que sea una tan insensible a las pasiones como una estatua. Todo consiste en saber dominarlas y encauzarlas, guardando siempre el necesario equilibrio en nuestros deseos y aversiones.

El tercer principio se aplica mayormente a las aspirantes y al género de vida que estas deben seguir. La aspirante a bruja, que no se haga ilusiones al abordar por vez primera las ciencias ocultas. Si salen a su encuentro los ritos alucinantes del satanismo, vuduismo y otras manifestaciones del mismo cariz; si ella misma se cree un ser superdotado, omnipotente como un Dios, entonces resultará que es víctima de un espejismo, de una falsa ilusión. Tendrá que desandar y reemprender el camino. Si por otra parte, su forma de vida la trae preocupada, inquieta, temerosa como en las pesadillas, y le asusta la perspectiva de verse sola o ser motivo de risa para los demás, debe volver igualmente al punto de partida. (…) Antes que nada debe aprender a confiar en sí misma, pero esa confianza no debe fundamentarse en falsas premisas. Es el escollo en el que muchas aspirantes tropiezan, creyendo que se trata de algo superior a sus fuerzas. (…)”

Pág.130-131

“ (…) Por consiguiente, dejemos a cada cuál que siga su camino. Es mejor desempeñar bien el papel de un ama de casa,, sembrando amor y bienestar en el seno de una familia, que forjarse la ilusión de ser una estrella de cine sin antes conocer los sinsabores que cubren la ruta de la cumbre hacia el estrellato. (…) El caso es que cada una siga la ruta por ella escogida, sin envidia ni pesar en el corazón. Ahora bien, si tú dejas la cocina por convertirte en una “super-star”, no protestes ni llores después porque no aciertas a moverte en un supermercado o porque la comida no te sale a tu gusto, cuando todo iba sobre ruedas en aquella existencia tan sencilla, tan libre de complicaciones, de la cuál te esforzaste tú en escapar. (…) Cada una tiene su magia especial. El secreto consiste en usarla de forma que, en cualquier esfera en que ella se encuentre, no deje de llevarla consigo… (…)”

Pág.53

“ Una de las trampas más temibles en que puede caer la aprendiza de bruja es la supuesta liberación de responsabilidades. He tenido la desgracia de conocer personas que llevan esta creencia a extremos indecibles. El mal estriba en el hecho de que estas personas se han puesto a meditar sin haberse desprendido previamente de ciertos errores y prejuicios. Yo conocí a una madre joven, estudiante de brujería. Cierto día decidió dedicarse exclusivamente a la meditación. Sus hijos, entretanto, vagaban de un lado a otro hambrientos y desatendidos. Y es que no debe existir incompatibilidad entre esa meditación y los deberes que nos imponen las circunstancias del mundo en que realmente vivimos. Si aquella joven madre hubiera sabido liberarse del engaño en el que vivía, en vez de pasarse la vida sentada, mirando con indiferencia una margarita, habría recibido la ayuda que realmente necesitaba, lo cuál habría redundado en la felicidad familiar.

Esta es otra razón por la cual estoy convencida de que no todos sirven para la brujería. Para aquellas personas que han querido estabilizar sus vidas no puede hacer  más que bien y ayudarles. En cambio, para los que persisten en ser emocionalmente inestables y no hacen nada por salir de su error, la brujería es realmente un peligro. Su inestabilidad puede orientarles hacia la magia negra, inducidos por las promesas y la impresión de poder que el mago negro suele emplear para atraerse simpatizantes. Hasta en el mismo seno de la Vieja Religión no faltan tipos – pocos por fortuna – que si no han derivado hacia el satanismo, tampoco saben servirse de la brujería blanca, y van sin rumbo ni guía aferrados temporalmente a cualquier culto o creencia mientras esté en boga. Y así se mezclan con personas sin escrúpulos que, sin tener valor para cometer crímenes, se encubren con el velo de la magia creyendo así estar inmunizados ante la ley y ante sus propias conciencias (…).”