¿Que es el sufismo? Martin Lings

MARTIN LINGS
¿QUÉ ES EL
SUFISMO?
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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NOTA SOBRE LA PRONUNCIACIÓN
DE LAS PALABRAS ÁRABES
Indicamos solamente la pronunciación de aquellas letras cuya lectura podría prestarse
a confusión. Las demás se pronuncian de la misma forma que en castellano.
Letra Pronunciación
ð (ðŒ’) z castellana
ÿ (ÿ´m) j inglesa, como en «John»
Ê (ʌ’) h fuertemente aspirada
¼ (¼Œl) th inglesa suave, como en «this»
z (zŒy) s sonora, como en «desde», o z francesa
ë (ë´n) ch francesa o sh inglesa
î (îŒd) s enfática
¼ (¼Œd) d enfática
ð (ðŒ’) ð enfática
z (zŒ’) entre z y d, enfática
‘ (‘ayn) Parecida a una a gutural, emitida con la laringe comprimida
g (gayn) parecida a la r francesa, articulada en la garganta
q (qŒf) k gutural, articulada en la garganta
h (hŒ’) h aspirada andaluza
’ (hamza) equivalente al espíritu suave griego; semejante al hiato
entre dos vocales
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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PRÓLOGO
El título de este libro es una pregunta; y, en los últimos años, se han dado a esta pregunta,
por lo menos en el mundo occidental, respuestas dudosas y sospechosas. Además,
el interés por el sufismo, que se extiende rápidamente, acentúa todavía más la necesidad
de un libro de introducción y digno de confianza —de introducción en el sentido
de que no exija ningún conocimiento especial, y digno de confianza en que no implique
más simplicidad que la que la verdad autoriza.
Sin embargo, aunque un libro como éste pueda no requerir ningún conocimiento especial,
presupone necesariamente un profundo y penetrante interés por las cosas del
espíritu. Más particularmente, presupone al menos un presentimiento de la posibilidad
de una percepción interior directa —presentimiento que podría convertirse en germen de
aspiración—. O, como mínimo, exige que el alma no esté cerrada a tal posibilidad. Hace
cerca de mil años un gran sufí decía del sufismo que era un «sabor», porque su objeto y
su fin podrían definirse como un conocimiento directo de verdades trascendentes, más
comparable, en lo que concierne a su carácter directo, a las experiencias de los sentidos
que al conocimiento que procede de la mente.
La mayor parte de los lectores occidentales de este libro habrán oído en su juventud
que «el reino de los cielos está dentro de vosotros». También habrán oído estas palabras:
«Buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá». Pero de entre ellos, ¿cuántos han recib ido
algún tipo de instrucción sobre la manera de buscar y sobre el arte de llamar? Y al
escribir estas cuatro últimas palabras nos sobreviene la idea de que, en este preciso
contexto, constituyen una respuesta a la pregunta que nuestro título propone.
Hemos dicho ya suficiente al respecto para hacer comprender claramente que, aunque
nuestro tema está tratado sucintamente —una obra tan poco voluminosa sobre una
materia tan amplia es forzosamente un resumen— no lo está de forma superficial, lo que
hubiera supuesto una contradicción en los términos. El sufismo es una piedra de toque,
un criterio implacable que reduce todo lo demás, excepto sus propios equivalentes, a
una superficie plana de dos dimensiones, puesto que constituye en sí la verdadera dimensión
de la elevación y de la profundidad.
MARTIN LINGS
Londres, 1973.
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1
ORIGINALIDAD DEL SUFISMO
«Hazme entrar, oh Señor, en las profundidades del Océano de tu unidad infinita»:
tales eran las palabras con las que empezaba una oración que acostumbraba a decir el
gran sufí andaluz Muhyi-l-Din Ibn Arabi1; y en sus tratados, los sufíes han hecho siempre
repetida mención de ese «Océano» que servía también de referencia simbólica al
Término hacia el que su camino les conducía. Sobre la base de este símbolo y como
respuesta a la pregunta: «¿qué es el sufismo?» empezaremos, pues, por decir: de vez en
cuando, una Revelación «fluye» como una marea procedente del Océano de Infinitud
hacia las costas de nuestro mundo finito; y el sufismo es la vocación, la disciplina y la
ciencia que permiten sumergirse en el reflujo de una de esas olas y ser devuelto con ella
a su Fuente eterna e infinita.
«De vez en cuando»: hay aquí una simplificación que requiere un comentario; en
efecto, como no hay una medida común entre el origen y el destino de una ola así, su
temporalidad está obligada a participar, misteriosamente, de lo Eterno, exactamente
como lo finito debe participar de lo Infinito. Siendo de orden temporal, debe alcanzar
este mundo en un determinado momento de la historia; pero, en cierto sentido, ese momento
escapará al tiempo. Mejor que mil meses2: eso es lo que dice la Revelación islámica
de la noche de su propia venida. Debe también haber un final que corresponda al
comienzo; pero ese final estará demasiado alejado para ser humanamente previsible. Las
instituciones divinas están hechas para siempre3. Otra huella que el eterno presente ha
dejado impresa en esta Revelación, es que no cesa de fluir y refluir, en el sentido de que
forma un flujo y un reflujo para todo individuo dentro de su área de influencia.
Sólo hay un agua, pero no hay dos Revelaciones que sean externamente iguales. Cada
ola tiene sus propias características según su destino, es decir, según las necesidades
1 British Library, Ms. Or. 13453 (3).
2 Corán, XCVII, 3.
3 Exodo, XII, 14.
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particulares de tiempo y lugar en respuesta a las cuales, providencialmente, surge. Estas
necesidades, que comprenden todos los modos de receptividad étnica y todas las aptitudes
variables de un pueblo a otro, pueden compararse a las concavidades y huecos que
la ola encuentra en su camino. La gran mayoría de los creyentes se preocupan exclusivamente
del agua que la ola deposita en estos receptáculos y que constituye el aspecto
formal de la religión.
En cambio, los místicos —y el sufismo es una clase de mística— se preocupan, por
definición, sobre todo por los «misterios del Reino de los cielos»; y sería, pues, justo
decir, conforme a nuestra imagen, que el místico se preocupa mucho más de la ola en
reflujo que del agua que va dejando a su paso. Sin embargo, como el resto de los miembros
de su comunidad, tiene necesidad de ese residuo, necesidad de las formas exteriores
de su religión que atañen al individuo humano como tal. Porque si se pregunta qué
es lo que, en el místico, puede refluir con la ola que se retira, una respuesta parcial será:
ni su cuerpo ni su alma. El cuerpo no puede refluir antes de la Resurrección, que es el
primer estadio de la reabsorción del cuerpo —y con él de todo el orden material— en
los estados superiores del ser. En cuanto al alma, debe esperar a la muerte del cuerpo.
Hasta ese momento, aunque inmortal, se encuentra prisionera en el mundo mortal. A la
muerte de GazzŒlî, el gran sufí del siglo XI, se encontró bajo su cabeza un poema que
había escrito durante su última enfermedad. En él figuraban estos versos:
Soy un pájaro: este cuerpo era mi jaula,
pero me he ido volando, dejándola como un signo4.
Otros grandes sufíes han hecho declaraciones semejantes; pero también han indicado
claramente en sus escritos, sus palabras o su vida —que es, para nosotros, la medida de
su grandeza— que algo en ellos había ya refluido antes de su muerte y a pesar de su
«jaula», algo más esencial que todo lo que debe esperar a la muerte para alcanzar la libertad.
Eso que, mediante la realización espiritual, es devuelto a la Fuente, puede ser designado
como el centro de conciencia. El Océano está tanto dentro como fuera; y el camino
de los místicos es un despertar progresivo, como si se «reculase» en dirección a la raíz
del propio ser; es un recuerdo del supremo Sí que trasciende infinitamente al ego humano
y que no es otra cosa que las profundidades hacia las que la ola refluye.
4 British Library, Ms. Add. 7561, f. 86. El poema ha sido traducido completo por M. Smith en Al-
GazzŒlî the Mystic, Luzac, 1944, pp. 36-37.
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Para recurrir a una imagen muy distinta, pero que puede ayudar a completar la primera,
comparemos este mundo con un jardín —o más exactamente con un vivero de
plantas—, porque nada se encuentra en él que no haya sido plantado con vistas a ser
trasplantado a otro lugar. La parte central del jardín está reservada a unos árboles de
especie particularmente noble, aunque son relativamente pequeños y están colocados en
tiestos de tierra cocida; pero, si los observamos, uno de ellos se apodera de nuestra atención
por superar a todos los demás en belleza, frondosidad y vigor. La causa no aparece
a simple vista, aunque en seguida la comprendamos sin necesidad de indagar: la raíz de
ese árbol ha prendido profundamente en la tierra a través del fondo de su recipiente.
Los árboles son almas y el que se distingue de los demás es uno que, como dicen los
hindúes, se ha «liberado en vida», uno que ha realizado lo que los sufíes llaman la «Estación
suprema»; y el sufismo es un camino y un medio para que la raíz prenda, a través
de la puerta estrecha que se encuentra en las profundidades del alma, en el Espíritu puro
que desemboca en la Divinidad. El sufí realizado es, pues, consciente de estar, como los
demás hombres, prisionero en el mundo de las formas, pero a diferencia de ellos, tiene
también conciencia de ser libre, con una libertad que pesa incomparablemente más que
su cautividad. Por ello puede decirse que tiene dos centros de conciencia, uno humano y
otro divino, y puede expresarse unas veces en función de uno y otras en función del
otro, lo que explica ciertas contradicciones aparentes.
Seguir el camino de los místicos es adquirir algo así como una dimensión suplementaria,
porque este camino no es otra cosa que la dimensión de la profundidad5. En
consecuencia, como se verá más detalladamente a continuación, incluso los ritos en los
que el místico participa con el resto de su comunidad y de los que también tiene necesidad
para el equilibrio de su alma, no los realiza de forma exotérica, como es el caso en
los demás, sino que proceden del mismo punto de vista esotérico profundo que caracteriza
todos sus ritos y que el método le prohibe perder de vista. En otros términos, nunca
debe olvidar esta verdad: el agua que la ola ha dejado tras de sí es la misma que la que
refluye. Analógicamente, tampoco debe olvidar que su alma, a la manera del agua
«aprisionada» en las formas, no es esencialmente diferente del Espíritu trascendente del
que constituye una prolongación de manera comparable a una mano extendida y metida
en un recipiente, que después es, finalmente, retirada.
5 O de elevación, lo que vendría a ser un aspecto complementario de la misma dimensión. Se dice a
veces del Árbol de la Vida, del que el santo es una personificación, que tiene sus raíces en el Cielo, para
que no se olvide que la profundidad y la elevación son espiritualmente idénticas.
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Si el significado del título de este capítulo no aparece todavía, se debe en parte a que
la palabra «original» se ha impregnado de sentidos que nada tienen que ver con la esencia
de la originalidad, sino que se limitan a una de sus consecuencias, la diferencia, o la
cualidad de lo que es inhabitual o extraordinario. «Original» es incluso utilizado como
sinónimo de «anormal», lo que constituye una monstruosa perversión, porque la verdadera
originalidad es siempre una norma. Tampoco puede ser realizada por la voluntad
humana, mientras que lo grotesco, al contrario, es doblemente fácil de producir, precisamente
porque no es más que un caos de imitaciones.
Lo original es lo que brota directamente del origen, o de la fuente, como un agua pura
no contaminada que no haya recibido ninguna influencia «lateral». Así, la originalidad
está relacionada con la inspiración y, por encima de todo, con la revelación, porque
se trata de orígenes trascendentes, situados más allá de este mundo, en el ámbito del
Espíritu. El origen, a fin de cuentas, no es otra cosa que lo Absoluto, lo Infinito y lo
Eterno, y de ahí el Nombre divino «El Origen», en el sentido de Creador o causa primera,
en árabe al-Bad´’, que puede también traducirse por «El Maravilloso». Es a partir de
este Océano de posibilidad infinita de donde fluyen las grandes olas de la Revelación,
cada una «maravillosamente» diferente de las otras, porque todas llevan la marca del
Único del que todo proviene, aunque en el fondo son la misma, porque el contenido
esencial de su mensaje es la Verdad una.
A la luz de esta imagen de la ola, vemos que la originalidad es una garantía tanto de
autenticidad como de eficacia. La autenticidad, cuya cara terrestre, por decirlo así, es la
ortodoxia, está constituida por el flujo de la ola, es decir, por la procedencia directa de la
Revelación que emana de su Origen divino; y en cada ola se encuentra la promesa de un
reflujo en el que reside la eficacia, la Gracia del irresistible poder de atracción de la
Verdad.
El sufismo no es otra cosa que la mística islámica, lo que significa que es la corriente
central más potente de esa marea que constituye la Revelación del Islam; tras lo
dicho, quedará de manifiesto que ello no supone ningún descrédito, como algunos parecen
pensar. Al contrario, se trata de la afirmación de que el sufismo es a la vez auténtico
y eficaz.
Por lo que se refiere a los miles de hombres y mujeres que, en el mundo occidental
moderno, pretenden ser «sufíes» sosteniendo que el sufismo es independiente de toda
religión específica y que ha existido desde siempre, sin saberlo lo están reduciendo —si
se nos permite recurrir a la misma imagen elemental— a una red de canales de agua
artificiales tierra adentro. Se les escapa que, despojándole de su particularidad y, por
tanto, de su originalidad, le quitan también su impulso. No hace falta decir que los canales
de agua existen. Por ejemplo, desde el momento en que el Islam se estableció en el
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subcontinente indio, ha habido intercambios intelectuales entre sufíes y brahmanes; y el
sufismo adoptó también ciertos términos y nociones tomados del neoplatonismo. Pero
los fundamentos del sufismo estaban ya establecidos y su curso ulterior irrevocablemente
trazado mucho antes de que les fuera posible a las influencias místicas extranjeras
y paralelas introducir en él elementos no islámicos, y, cuando tales influencias terminaron
por dejarse sentir, en realidad no afectaron sino a la superficie.
Dicho de otro modo, el sufismo, siendo totalmente dependiente de una Revelación
particular, es totalmente independiente de cualquier otra cosa. Aunque, siendo autosuficiente,
puede, si el tiempo y el lugar se prestan a ello, recoger flores en un jardín distinto
al suyo. El Profeta del Islam ha dicho: «Buscad el saber hasta en China».
2
UNIVERSALIDAD DEL SUFISMO
Aquellos que sostienen que el sufismo está «libre de las cadenas de la religión» 1, lo
hacen en parte porque imaginan que su universalidad está en juego. Sin embargo, a pesar
de la simpatía que pueda sentirse por su preocupación relativa a ese indudable aspecto
del sufismo, no hay que olvidar que la particularidad es perfectamente compatible
con la universalidad: esta verdad salta a los ojos cuando se considera el arte sagrado,
que es a la vez completamente particular y completamente universal2. Para escoger el
ejemplo más próximo a nuestro tema, el arte islámico es inmediatamente reconocible
como tal en virtud de su carácter distinto de cualquier otro arte sagrado: «Nadie pondrá
en duda la unidad del arte islámico, sea en el tiempo o en el espacio; es demasiado evidente:
ya se contemple la mezquita de Córdoba o la gran medersa de Samarkanda, se
trate de la tumba de un santo en el Magreb o en el Turkestán chino, es como si una sola
y única luz irradiara de cada una de esas obras de arte»3. Al mismo tiempo, la universalidad
de estos grandes monumentos del Islam es tal que, ante la presencia de no importa
cuál de ellos, se tiene la impresión de encontrarse en el centro del mundo4.
Lejos de ser una digresión, la cuestión del arte sagrado nos devuelve a nuestro tema
central: en respuesta a la pregunta: «¿qué es el sufismo?», una posible contestación sería
simplemente —a condición de que interviniesen además otras respuestas— señalar el
1 Cierto en un sentido, pero no en el que piensan.
2 Lo que se deduce claramente de la obra de T. BURCKHARDT. Principes et Méthodes de l’art sacré,
Lyon. Derain, 1958, que también ilustra la estrecha relación existente entre arte sagrado y mística.
3 T. BURCKHARDT. «Perennial Values in Islamic Art», Studies in Comparative Religion, verano de
1967.
4 Esta idea ha sido tomada de la magistral demostración hecha por Frithof SCHUON sobre la diferencia
entre arte sagrado y arte religioso pero no sagrado. Me he tomado la libertad de transponerla de su contexto
cristiano. He aquí el texto original: «Ante una catedral, uno se siente realmente situado en el centro
del mundo; ante una iglesia de estilo renacentista, barroco o rococó, uno no se siente más que en Europa»
(De l’Unité transcendante des religions, París, Gallimard, 1948. p. 79). [trad. esp., Ed. Heliodoro, Madrid.
1980].
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Taj Mahal o cualquier otra obra maestra de la arquitectura islámica. Y un sufí potencial
no dejaría de comprender esta contestación, porque el objetivo final del sufismo es la
santidad, y todo arte sagrado en el verdadero y pleno sentido del término es como una
cristalización de la santidad, de la misma forma que el santo es como una encarnación
de algún monumento sagrado, siendo tanto uno como otro manifestaciones de la Perfección
divina.
Según la doctrina islámica, la perfección es la síntesis de las cualidades de majestad
y de belleza; y el sufismo, como han expresado numerosos sufíes, es un revestimiento
de estas cualidades divinas: lo que implica que el alma se despoja de las limitaciones del
hombre caído, de los hábitos y de los prejuicios que habían llegado a constituirse en una
«segunda naturaleza» y se cubre con las características de la naturaleza primordial del
hombre hecho a imagen de Dios. Por eso el rito de la iniciación, en algunas Órdenes
sufíes, toma efectivamente la forma de una investidura: el Šayj coloca un manto (jirqa)
sobre las espaldas del iniciado.
El novicio adopta el género de vida del adepto, porque una parte del método de
cualquier mística —y sobre todo de la islámica— consiste en anticiparse al fin; el
adepto continúa viviendo como vivía el novicio que fue. La diferencia es que la vía, es
decir, el sufismo, se ha convertido en algo completamente espontáneo para el adepto,
porque la santidad ha triunfado sobre la «segunda naturaleza». Para el novicio la vía es,
al principio, sobre todo una disciplina. Pero el arte sagrado es como una gracia divina
que puede volver fácil lo difícil. Su función —que es la función suprema del arte— es
precipitar en el alma una victoria de la santidad, de la que la obra maestra en cuestión es
una imagen. Como complemento de la disciplina —podríamos incluso decir: como alivio—
presenta el camino a seguir como si se tratase de una vocación natural en el sent ido
literal, haciendo una llamada a todos los elementos del alma con vistas a un acto de
adhesión unánime a la Perfección que manifiesta.
Si se nos pregunta: ¿no podríamos señalar el templo de Hampi o la catedral de
Chartres, tanto como el Taj Mahal, como una cristalización del sufismo? La respuesta
sería un «sí» sobre el que prevalecerá un «no». Tanto el templo hindú como la catedral
cristiana son manifestaciones supremas de majestad y de belleza, y un pretendido sufí
que no supiera reconocerlo faltaría a su calificación, dado que habría omitido testimoniar
la consideración debida a los signos de Dios. Pero es necesario recordar que el arte
sagrado existe para todos los miembros de la comunidad en la que florece y que representa
no sólo el fin, sino también los medios y la perspectiva o, en otros términos, la
abertura de la vía hacia su objetivo; y ni el templo ni la catedral estaban destinados a
manifestar los ideales del Islam y a revelarlo como medio para el fin como lo fueron las
grandes mezquitas y, en otro plano, los grandes sufíes. Desde luego no sería imposible
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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resaltar la afinidad que existe entre esos dos modos particulares de majestad y belleza
manifestados en ambos modelos islámicos, es decir, en las perfecciones estáticas de
piedra y en sus equivalentes dinámicos vivientes. Pero tal análisis de lo que podría llamarse
el perfume de la espiritualidad islámica se saldría del marco de un libro como
éste. Será suficiente decir que la unidad de la Verdad se refleja en todas sus revelaciones,
no sólo por la cualidad de unicidad, sino también por la de homogeneidad. Así,
cada una de las grandes civilizaciones teocráticas es un todo único y homogéneo que
difiere de todas las demás, como un fruto se diferencia de otro aunque tenga siempre el
mismo sabor en todos sus diferentes aspectos. El místico musulmán puede, pues, entregarse
enteramente, sin ninguna reserva 5, a una gran obra de arte islámico; y si se trata de
un santuario puede, al entrar en él, revestirlo como un traje de santidad y llevarlo como
una prolongación casi orgánica del sufismo que él ha ayudado a triunfar en su alma. El
templo o la catedral podrían ayudar al mismo triunfo, pero este místico no podría «llevarlos
», al menos mientras no haya trascendido efectivamente todas las formas mediante
la realización espiritual, lo que es muy diferente de una comprensión meramente
teórica.
Si nos referimos al arte sagrado es porque suministra un ejemplo inmediatamente
manifiesto de la compatibilidad entre lo universal y lo particular. La misma compatibilidad
aparece en el simbolismo del círculo con su centro, sus radios y su circunferencia.
La palabra «simbolismo» se utiliza aquí para indicar que el círculo es considerado no
como una imagen arbitraria, sino como una forma enraizada en la realidad que tal imagen
ilustro, en el sentido de que debe su existencia a esa realidad, de la que, de hecho, es
una prolongación existencial. Si la Verdad no irradiara, no podría existir nada comparable
a un radio, incluso en el sentido geométrico, sin hablar del camino espiritual del que
constituye el ejemplo más elevado; todos los radios desaparecerían de la existencia, y
con ellos el mismo universo, porque la forma radial es uno de los más grandes símbolos:
simboliza aquello de lo que todo depende, es decir, la conexión entre el Principio divino
y sus manifestaciones o creaciones.
Todo el mundo es consciente de «estar en un punto» o de «haber alcanzado un punto
», aunque no se trate más que de la conciencia de haber llegado a una edad determina-
5 Es decir, sin temor a recibir una vibración extraña, porque dos perspectivas espirituales pueden, por
razones de doctrina o de método, excluirse mutuamente en algunos de sus aspectos, aunque, sin embargo
converjan hacia el mismo objetivo. Pero el arte sagrado es un auxiliar y no constituye normalmente un
medio central de realización espiritual. Cualquier peligro que pudiese provenir del arte sagrado de una
línea tradicional distinta a la propia es, pues, mucho menor que los peligros inherentes a la práctica de
ritos de otra religión. Una violación tal de la homogeneidad espiritual puede provocar un choque suficientemente
violento como para desequilibrar al alma.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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da. La mística empieza con la conciencia de que ese punto se encuentra en un radio. A
continuación procede por lo que podría ser definido como una explotación de ese hecho,
al ser el radio un fulgor de la Misericordia divina que emana del Centro supremo y que
hace volver a Él. Desde entonces, el punto debe convertirse en un punto de misericordia.
En otros términos, debe haber una realización, o actualización, consciente de la Misericordia
inherente al punto, que constituye la única parte del radio que se tiene a disposición
en esta fase. Lo que quiere decir que se debe sacar provecho de esas posibilidades
de Misericordia inmediatamente disponibles que son los aspectos formales exteriores de
la religión: aunque están siempre al alcance, pueden haber sido completamente descuidados
o puestos en práctica sólo de modo exotérico, es decir, considerando al punto
como si estuviera aislado y sin referencia al radio en su totalidad.
El radio mismo es la dimensión mística de la religión; así, en el caso del Islam, es el
sufismo lo que, a la luz de este símbolo, aparece a la vez como particular y universal;
particular en lo que le distingue de los demás radios que representan otras místicas, y
universal porque, como ellas, conduce al Centro único. Nuestra imagen en su conjunto
revela claramente esta verdad: cuando un camino místico se acerca a su Fin, está más
próximo a los demás que en los comienzos6. Pero existe una verdad complementaria y
casi paradójica que esta imagen no puede revelar7, aunque se sobreentiende por la idea
de concentración que evoca: más proximidad no significa que sea menos distinto, porque
cuanto más cerca se está del centro, más fuerte es la concentración; y cuanto más
aumenta la concentración más se condensa la «dosis». La esencia concentrada del Islam
no se encuentra más que en el santo sufí que, desembocando en el término del camino,
ha llevado los ideales específicos de su religión a su más elevado y más completo desarrollo,
exactamente como la esencia concentrada del cristianismo no puede encontrarse
sino en un san Francisco, un san Bernardo o un santo Domingo. Dicho de otra forma, no
es sólo la universalidad lo que gana en intensidad al acercarse a la Meta, sino también la
6 También revela, incidentalmente, la ineficacia del diletantismo correspondiente a una línea sinuosa
que, a veces, se dirige hacia el centro y, a veces, se aleja, cruzando y volviendo a cruzar diferentes radios
pero sin seguir ninguno con constancia, a la vez que pretende abarcar la síntesis de todos. Los que se
engañan a sí mismos de esta manera son, por citar a un sufí del siglo pasado (el šayj al-DarqŒw´), «como
el que busca agua cavando un poco por allí y un poco por allá; no encontrará agua y morirá de sed, mientras
que el que cava en un solo lugar, confiando en Dios y dejándolo en Sus Manos, encontrará agua;
beberá y hará beber de ella a otros» (Letters of a Sufi Master, Londres, Perennial Books, 1968, p. 29). [De
próxima publicación en esta colección. Nota del T].
7 Un símbolo es por definición fragmentario, porque no puede captar todos los aspectos de su arquetipo.
Lo que se le escapa es, en este caso, la verdad de que el Centro es infinitamente más grande que la
circunferencia. Por eso debemos completarlo en nuestro fuero interno con otro círculo cuyo centro represente
este mundo y cuya circunferencia simbolice el infinito que lo contiene todo.
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originalidad de cada mística particular. Por lo demás, no podría ser de otro modo, puesto
que la originalidad es inseparable de la unidad y ésta, como la universalidad, aumenta
necesariamente con la proximidad de la Unidad de la que procede.
Todas las místicas son igualmente universales en el sentido amplio de la palabra, en
la medida en que todas conducen a la Verdad una. Pero un rasgo que determina la originalidad
del Islam, y del sufismo por tanto, es lo que podría llamarse una universalidad
secundaria, lo que se explica ante todo porque, siendo la última Revelación del presente
ciclo temporal, es necesariamente un poco como su recapitulación. El credo islámico se
anuncia en el Corán como una creencia en Dios, Sus Angeles, Sus Libros y sus Mensajeros8.
El siguiente pasaje es también revelador a este respecto; ni en el judaísmo ni en el
cristianismo se podría encontrar nada comparable a, por ejemplo, esto: Hemos dado a
cada cual una ley y una norma. Si Dios9 hubiese querido habría hecho de vosotros una
sola comunidad. Pero ha querido probaros con el don que os ha hecho. Intentad superaros
unos a otros en buenas acciones. Para todos el retorno será hacia Dios; Él os
aclarará entonces la causa de vuestras divergencias10. Por otra parte —y por eso puede
hablarse de un «ciclo» temporal— hay una cierta coincidencia entre lo último y lo primero.
Con el Islam la rueda ha dado una vuelta completa, o casi; por eso afirma ser un
retorno a la religión primordial, lo que le confiere también un aspecto de universalidad.
Una de las características del Corán como última Revelación, es que a veces es, en
cierta manera, diáfano, con el fin de que la primera Revelación pueda transparentarse a
través de sus versículos; y esta primera Revelación, que es el Libro de la Naturaleza,
pertenece a todos. Por respeto hacia ese Libro, los milagros de Muhammad, a diferencia
de los de Moisés o los de Jesús, nunca están autorizados a ocupar el centro de la escena.
Este se reserva, en la perspectiva islámica, al gran milagro de la creación, que a medida
que los tiempos transcurren, es considerado cada vez más como algo obvio pero que
debe ser restablecido en su sentido original. A este respecto no está de más mencionar
que uno de los dichos del Profeta más frecuentemente citado por los sufíes es la siguiente
«Tradición santa» (úad´ð qudus´)11, así designada porque Dios habla directamente:
«Yo era un Tesoro escondido y quise ser conocido, entonces creé el mundo.»
8 II, 285.
9 El Corán hace hablar a la voz de la Divinidad no sólo en primera persona (en singular o en plural),
sino también en tercera persona, pasando a veces de una a otra en dos frases consecutivas, como en este
caso.
10 V. 48.
11 La palabra «Tradición» será siempre utilizada con mayúscula cuando se trate de la traducción de un
úad´ð, literalmente «dicho transmitido» (por el Profeta o por uno de sus compañeros refiriéndose a él).
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Sin duda es en virtud de estos y otros aspectos de universalidad por lo que el Corán
declara, dirigiéndose al conjunto de la comunidad de musulmanes: Hemos hecho de
vosotros un pueblo del justo medio12; y se verá quizá en otros capítulos, incluso sin la
intención expresa de demostrarlo, que el sufismo es, de hecho, una forma de puente entre
Oriente y Occidente.
12 II, 143.
3
EL LIBRO
Si refiriéndose a nuestro simbolismo básico se nos preguntase sobre la forma que
adquiere el oleaje de la marea, contestaríamos que, sobre todo, toma la forma de un libro,
el Corán. Los sufíes hablan de «tratar de ahogarse» (istigrŒq) en los versículos del
Corán que, según una de las más fundamentales doctrinas del Islam, son la Palabra increada
de Dios1.
Lo que buscan es, por emplear otro término sufí, la extinción (fanŒ’) de lo creado en
lo Increado, de lo temporal en lo Eterno, de lo finito en lo Infinito; y, para algunos sufíes,
la recitación del Corán ha constituido, durante toda su vida, el principal medio de
concentración en Dios, lo que es la esencia misma de todo camino espiritual.
Hay sufíes que lo están recitando continuamente —por ejemplo, en la India y en
Africa Occidental—, incluso sabiendo muy poco árabe; y si a ello se objetase que una
recitación así no puede tener sobre el alma más que un efecto fragmentario, dado que la
inteligencia de los recitadores no puede participar, contestaríamos que su inteligencia se
halla penetrada por la conciencia de participar en la Palabra divina. Saben, por lo demás,
que el Corán es un flujo y un reflujo, que fluye de Dios hacia ellos y que sus versículos
son signos milagrosos (ŒyŒt) que les reconducirán hacia Dios, y esa es la razón precisamente
por la que lo leen.
El mismo texto justifica esa actitud porque, si el tema del Corán es ante todo AllŒh,
su tema secundario es que viene directamente de Él por medio de la Revelación y que
devuelve a Él por Su guía a lo largo del camino recto. Inmediatamente después de los
1 A semejanza del hinduismo y del judaísmo, el Islam establece una clara distinción entre Revelación
e inspiración. Una Revelación es consubstancial a la Divinidad, de la que es una proyección o una prolongación,
mientras que un texto inspirado está compuesto por el hombre bajo la influencia del espíritu divino.
En el cristianismo, la Revelación es el propio Jesús, situándose los Evangelios en el grado de la inspiración.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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siete versículos de apertura, el cuerpo principal del texto coránico empieza por una
afirmación de su autenticidad y de su eficacia: Alif–LŒm–M´m, He aquí el Libro, no encierra
ninguna duda; es una guía para los piadosos. La primera inicial representa a
AllŒh, la segunda a Rasèl2 «Mensajero», es decir, la naturaleza celestial del Profeta, y la
tercera a Muhammad, nombre de su naturaleza humana. En virtud de la continuidad que
representan, estas letras son la figura del flujo de la ola, siendo la guía el reflujo. La
misma autenticidad y la misma eficacia son afirmadas por los dos nombres de Misericordia,
al-RaúmŒn y al-Raú´m, con los que comienzan los capítulos del Corán. El primero
designa sobre todo al Océano en su aspecto de Bondad y de Belleza infinitas que,
debido a su naturaleza, desborda; al-RaúmŒn puede así, por extensión, significar también
el flujo de la ola, la Misericordia que crea, revela y envía Mensajeros angélicos y
humanos. Frases como Hemos revelado esto o Te hemos (a ti, Muhammad) enviado
como Mensajero, son como un estribillo repetido constantemente a lo largo del texto
coránico. Con no menos insistencia se repiten los versículos que afirman la atracción del
Infinito, la Misericordia de al-Raú´m que impulsa al hombre a retornar a su origen, vo lviéndole
capaz de trascender sus limitaciones humanas y terrestres, versículos como: En
verdad Dios es El que lo perdona todo, el Todomisericordioso3, o Dios invita a quienes
Él quiere a la morada de la Paz, o Tras Él es la última consumación, o el exhorto Responded
a la llamada de Dios, o también la pregunta ¿No vuelven todas las cosas a
Dios? El Corán está impregnado de finalidad; y, en particular, como última escritura del
ciclo, está «obsesionado» por la Hora, el súbito término que gravita sobre los cielos y la
tierra4, cita que llega a formar un estribillo que completa al de la creación y la revelación.
La Revelación islámica abarca todos los aspectos de la vida humana, no dejando absolutamente
nada al «César»; y, por la ley de las acciones y reacciones concordantes, la
plenitud de su flujo en este mundo produce sus efectos en la extensión de su reflujo y en
la profundidad con la que éste vuelve al ámbito de la verdad metafísica. Algunos pasajes
2 En árabe, tanto la final como la inicial de las letras radicales puede representar una palabra entera. A
veces en este contexto se dice que la letra LŒm designa a ibr´l, el arcángel Gabriel, que transmitió la
Revelación a Muhammad.
3 El nombre al-Raú´m las más de las veces es precedido en el Corán por al-Gafèr, El que lo perdona
todo.
4 VII, 187.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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alcanzan un nivel que trasciende infinitamente la dualidad del Creador y lo creado, del
Señor y el esclavo, y que es nada menos que el grado de la Esencia divina Misma 5.
El Corán es el libro de la comunidad entera y no obstante es al mismo tiempo, y sobre
todo, el libro de una minoría, el libro de los elegidos espirituales. Presenta este doble
aspecto según modos diferentes, De entrada, abunda en versículos abiertos que todo
creyente puede y debe aplicarse a sí mismo, pero de los que, sin embargo, puede decirse
que se aplican de una manera preeminente a los sufíes. Por ejemplo, la FŒtiúa, el capítulo
de apertura, contiene una súplica que dice: Guíanos por el camino recto. Esto se
repite varias veces en la oración ritual y constituye, por tanto, la súplica más frecuentemente
repetida en el Islam. Sin embargo, «pertenece» especialmente a los sufíes, porque,
siendo los miembros de la comunidad más «conscientes del camino», pueden entregarse
a este versículo como nadie más podría hacerlo, entrando en él como en su propio
elemento. Además son los únicos que pueden valorizar el superlativo sobreentend ido
en el versículo. En general, el místico podría ser definido como aquél que se pregunta
a sí mismo: «¿cuál es el camino más recto?». El sufismo existe como respuesta a
esta pregunta y por ninguna otra razón, porque es, por definición, la vía más directa de
acercarse a Dios, y tanto es así que la palabra  ar´qa (vía)6, designa por extensión una
Orden sufí o una cofradía.
Otro versículo muy querido tanto por su notable belleza como por su significado, y
que todos recitan, especialmente en las épocas de prueba, es el versículo de la «búsqueda
del retorno» (istirÿŒ‘): En verdad, somos de Dios y a Él regresamos7. Los sufíes estiman
que el sufismo entero está resumido en este versículo; a menudo lo cantan en sus
reuniones y a veces lo repiten un cierto número de veces con el rosario; y de hecho,
aunque todo creyente sea necesariamente «de Dios» en un grado u otro, puede decirse
que el místico es «de Dios» de una manera que no es la del resto de la comunidad, porque
mística quiere decir consagración total. Además es necesario recordar, a propósito
de estos versículos, que el sufismo no es sino un movimiento de retorno, un reflujo y
que, desde este punto de vista, los demás miembros de la comunidad, aunque dirigidos
hacia la buena dirección, están estacionarios. Incluso dentro de sus propios rangos, los
sufíes establecen una distinción entre los miembros más centrales de una Orden, que
5 No hace falta añadir que ninguna Revelación puede dejar de alcanzar este nivel. El cristianismo, por
ejemplo, lo alcanza implícitamente, como abarca implícitamente el conjunto de la vida. Pero el Corán
hace ambas cosas explícitamente.
6 Es, en parte, sinónimo de ·irat (camino), pero en un sentido más amplio, podría traducirse como
«vía y medio».
7 ’InnŒ li-LlŒhi wa’innŒ ilayhi rŒÿi‘un. II, 156.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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denominan «viajeros» (sŒlikèn) y los miembros más periféricos, que están relativamente
inmóviles.
Se puede decir de estos versículos que son «abiertos», porque se aplican a toda la jerarquía
de la aspiración espiritual en sus diversos grados. Sin embargo, la distancia entre
los más bajos y el más elevado de los grados es suficiente para constituir una diferencia
de significado: y de hecho, el Profeta ha dicho que cada versículo del Corán tiene «un
exterior y un interior». Acabamos de ver dos ejemplos de significados interiores. Por lo
que se refiere al «exterior» de los versículos en cuestión, el «camino recto» exotérico es
el que consiste en no desviarse de la ley del Islam, mientras que el movimiento de retorno
designa, en su sentido más externo, el paso por una vida piadosa hasta la muerte. Los
dos significados, el exterior y el interior, conciernen a los sufíes: pero para los miembros
de la mayoría, independientemente del hecho de no estar en general dispuestos
mentalmente a aceptar más de un significado para una sola expresión verbal, sería difícil
de comprender lo que los sufíes entienden por «viaje» (sulèk), es decir, el ahondamiento
interior o el reflujo del sí finito en dirección de su Principio divino.
En numerosos versículos los sentidos exterior e interior se aplican a terrenos muy diferentes.
Un día, al volver de una batalla contra los infieles, el Profeta dijo: «Volvemos
de la pequeña Guerra santa a la gran Guerra santa.» Sus compañeros preguntaron:
«¿Qué es la gran Guerra santa?», y respondió: «La guerra contra el alma». Aquí se encuentra
la clave del sentido interior de todos los versículos del Corán que se refieren a
la Guerra santa y a los infieles. Admitamos que este dicho del Profeta aporta algo a todos,
y la mayoría de los musulmanes podría pretender tener la experiencia de la lucha
contra los infieles del interior, es decir, contra los elementos rebeldes y no musulmanes
del alma. Pero resistir de vez en cuando a la tentación es una cosa y hacer la guerra es
otra. La gran Guerra santa en su sentido pleno, es el sufismo, o, más precisamente, es
uno de sus aspectos y no compete más que a los sufíes. El Corán declara: Combatid
totalmente a los idólatras8, y en otra parte: combatidles hasta sofocar la sedición y que
la religión sea toda para Dios9. Sólo el místico es capaz de realizar esto interiormente, y
sólo él sabe que ello quiere decir mantener una oposición metódica contra sus propias
posibilidades inferiores y llevar la guerra al territorio del enemigo, de manera que el
alma sea completamente «para Dios». A causa de los peligros de esta guerra, ningún
exoterismo tiene fácil acceso. De hecho, aunque no deliberadamente, el exoterismo es
un estado de tregua con escaramuzas ocasionales libradas de forma inconexa; y es mejor
8 IX, 36.
9 VIII, 39.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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permanecer exoterista que suscitar todo el furor del enemigo y después abandonar la
lucha dejando que las posibilidades inferiores invadan el alma.
Sería posible dar multitud de otros ejemplos de significados interiores que conciernen
sólo a los sufíes. Pero como se citarán varios en los siguientes capítulos, bastará por
ahora insistir en la afinidad que los sufíes tienen generalmente con el Corán en virtud de
lo que les distingue más especialmente de otros musulmanes, a saber, el hecho de que su
elección deliberada e irrevocable de lo Eterno con preferencia sobre lo efímero no es
simplemente teórica y mental, sino que es tan totalmente sincera que les ha sacudido
hasta lo más profundo de su ser y les ha movido a ponerse en camino. El Corán mismo
es una cristalización de esta elección, porque insiste sin descanso en la inmensa disparidad
que existe entre este bajo mundo y el mundo trascendente del Espíritu, mientras
que, por otro lado, censura continuamente la locura de quienes eligen lo más bajo en
lugar de lo más alto, lo peor en lugar de lo mejor. Como opuesto a esta locura, el sufismo
puede definirse como un sentido de los valores o un sentido de las proporciones. La
definición no sería inadecuada porque ¿quién en el mundo, aparte de sus equivalentes de
otras religiones, podría compararse a los sufíes en lo que respecta a poner lo primero en
primer lugar y lo segundo en segundo? De forma análoga, el Corán se define como al-
FurqŒn, lo que puede traducirse como «Criterio de valores», «Instrumento de discriminación
» o, simplemente, «Discernimiento».
Una cualidad esencial del mensaje coránico es el establecimiento de una jerarquía de
valores que ofrece criterios para poner cada cosa en su lugar, así como una base general
de evaluación. No sólo distingue entre justo y falso, ortodoxia y herejía, verdad y error,
religión y paganismo. Establece también una distinción, en el campo de la ortodoxia,
entre los que observan una cierta reserva en su culto y, paralelamente, si se trata de la
gran Guerra santa, entre los que salen adelante para luchar y los que se quedan atrás.
Unos y otros recibirán su retribución. Dios ha prometido a todos cosas excelentes. Pero
Dios prefiere los combatientes a los no combatientes y les reserva una recompensa sin
límites10. Otra distinción, paralela pero no forzosamente idéntica, es la que se hace entre
los avanzados, de los que se dice que están cerca de Dios (muqarrabèn, palabra que
sirve para distinguir a los Arcángeles de los Angeles), y la gente de la derecha [siendo
los infieles la gente de la izquierda11]. En otro lugar, y en dos ocasiones, los que forman
la categoría más elevada y que son también llamados los esclavos de Dios para subrayar
su extinción en Él, son puestos en contraste con los justos12. Estos parecen ocupar una
10 IV, 95.
11 LVI, 8-40.
12 LXXVI, 5-6; LXXXIII, 18- 28.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
20
posición intermedia entre los avanzados y la gente de la derecha. Es significativo, en
todo caso, comprobar que los avanzados se representan en el Paraíso bebiendo directamente
de las dos Fuentes supremas, mientras que los justos beben de ellas indirectamente,
es decir, que sacian su sed en una corriente que toma su sabor de una o de otra de
las fuentes, y la gente de la derecha bebe agua. Este simbolismo tan rico en significados
excusa de comentarios puesto que, para comprenderlo, nos basta considerar a la comunidad
islámica tal como siempre ha sido y aún hoy es. Cualesquiera que sean sus subdivisiones,
las tres categorías principales de la jerarquía espiritual permanecen, con los
sufíes «viajeros» en primer lugar, los relativamente «estacionarios» en segundo y la
mayoría «exotérica» en tercero.
Es cierto que las distinciones «furqánicas» existen para información de todos. Pero
una jerarquía no puede ser captada más que por aquellos que se encuentran en la cúspide.
El Corán establece esta jerarquía desde arriba; y el sufí, por el hecho de que se «lanza
» en dirección a la cima, es el que llega más cerca del punto de vista coránico, más
cerca de la personificación de al-FurqŒn.
El tema de este capítulo desbordará necesariamente sobre los demás, ya que tanto la
doctrina como el método del sufismo tienen sus raíces en el Corán. Pero el presente
contexto exige al menos esta mención: algunas formulaciones del Corán parecen destinadas,
incluso ciñéndonos a su mensaje literal, exclusivamente a los sufíes. Ahora sólo
citaremos un ejemplo, ya que se presentarán otros después: Estamos (Dios) más cerca
de él (el hombre) que su vena yugular13. Este no podría designarse como un versículo
«abierto» como Guíanos por el camino recto, que cada uno es libre de interpretar según
su concepción del camino y de lo que es la dirección recta. Tampoco es comparable con
esos versículos en los que el sentido literal es un velo sobre una verdad que no es para
todos. Aquí, excepcionalmente, el «interior» es el significado literal. El exterior «protector
» es simplemente el deslumbramiento causado por el súbito descubrimiento de lo
que es, para el hombre, la verdad de las verdades. La mayoría, cegada, dirige su atención
hacia otros versículos; pero al menos para algunos de los que lo captaron literalmente,
este versículo no deja otra opción que la de salir en búsqueda de un Šayj sufí, de
un maestro espiritual capaz de mostrar el camino que permite conformarse a esa proximidad.
13 L, 16.
4
EL MENSAJERO
Tras la muerte de Muhammad, un día que se le preguntó a ‘A’iëa, su esposa preferida,
a qué se le podría comparar, respondió: «Su naturaleza era como el Corán.» Esto
debe entenderse en el sentido de que, de su experiencia intensa e íntima del Profeta,
guardaba la impresión de que él era una encarnación del Libro revelado. Lo cual no es
sorprendente vista la analogía que existe entre el Mensaje y el Mensajero, porque el
Mensajero (rasèl) no es sólo el que recibe el Mensaje revalado, sino que es también,
como la Revelación, «enviado» —que es lo que significa rasèl— a este mundo desde el
Más Allá. La doctrina islámica del Rasèl es, en el fondo, la misma que la doctrina hindú
del AvatŒra, siendo una diferencia inmediata el hecho de que el término AvatŒra quiere
decir «descenso», esto es, el de la Divinidad, mientras que el Rasèl es definido bien
como un Arcángel, bien como una encarnación humana del Espíritu. Pero se trata de
una diferencia de perspectiva más que de hecho, porque el Espíritu posee un aspecto
increado abierto a la Divinidad, tanto como un aspecto creado. La Divinidad del Rasèl
está velada por la jerarquía de los grados espirituales que marcan la línea de su descenso,
y la razón de ese velo es preservar la doctrina de la Unidad divina, mientras que en
el caso del AvatŒra, se «repliega» de buen grado la misma jerarquía para no empañar la
identidad del yo con el Sí, que constituye la esencia de la doctrina hindú del Advaita
(no-dualidad). Esta identidad es también la esencia del sufismo, aunque los sufíes tienen
tendencia a expresarla de manera elíptica, salvo, como veremos, en sus «jaculatorias
inspiradas».
El aspecto más sorprendente del paralelismo entre el Corán y Muhammad se observa
sin duda en la extensión de su penetración, pudiéndose comparar uno y otro a la impetuosa
ola que se introduce tierra adentro hasta extremos excepcionalmente alejados.
Lo mismo que el Corán abarca todos los aspectos de la vida humana, así el destino de
Muhammad fue el de penetrar con excepcional envergadura en el dominio de la expeMARTIN
LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
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riencia humana, tanto pública como privada1. El reflujo corresponde al flujo: la plenitud
terrenal del Profeta se combina con una sensibilidad extrema por el magnetismo del Más
Allá; y esta combinación ha dejado una huella indeleble en el conjunto del Islam y en el
sufismo en particular. Se encuentra una expresión de ello en este dicho muy conocido
del Profeta: «Actuad respecto a este mundo como si fuerais a vivir mil años y respecto
al otro como si fuerais a morir mañana.» Hay aquí, por una parte, una exigencia de perfección
—de paciente exactitud podríamos decir— que incumbe al hombre en su cualidad
de representante de Dios en la tierra; y es, por otra parte, una exhortación a estar
listo para dejar este mundo en todo momento. Ambos preceptos tienen en vista únicamente
la voluntad del Cielo y, a la luz de la segunda, es evidente que la primera debe
aplicarse con espíritu de desapego, porque estar listo para partir impide atarse. Así, el
Profeta ha podido decir sin ninguna inconsecuencia: «Sed en este mundo como un extranjero
o como un pasajero.» Conviene subrayar su desinterés por el mundo, hecho que
Occidente ha pasado ampliamente por alto, en gran parte porque su aspecto, históricamente
asombroso, de plenitud terrenal —a veces interpretada de manera completamente
errónea como «mundanalidad»— ha sido juzgado como algo que contradecía tal desapego,
mientras que estos dos aspectos son, como hemos visto, complementarios e interdependientes.
Es significativo que al ofrecer al Profeta como ejemplo a seguir, el Corán
insiste, en primer lugar, en el «reflujo de la ola»: «Tenéis en el Mensajero de Dios un
buen ejemplo para quien espera en Dios y en el último día, e invoca a menudo el nombre
de Dios»2. Esta mención del último Día recuerda que, como el Corán, el Profeta
está «obsesionado» por la Hora; y esta «obsesión» no puede disociarse de uno de los
acontecimientos fundamentales de su misión, el Viaje nocturno, también llamado, según
su principal episodio, la Ascensión3. Fue como si su «capacidad de estar listo para partir
» se hubiese súbitamente desbordado del plano más elevado para derramarse sobre los
demás, de forma que, para él, se produjo una breve anticipación de la Hora, y tuvo un
goce anticipado de la Resurrección: sobre la Roca de Jerusalén, a donde había sido milagrosamente
transportado desde La Meca, fue «descreado», es decir, reabsorbido, el
cuerpo en el alma, el alma en el Espíritu y el Espíritu en la Presencia divina. Esta «reab-
1 Muhammad no fue solamente pastor, comerciante, ermitaño, exiliado, soldado, legislador y profetasacerdote-
rey; fue también huérfano (pero con un abuelo y un tío particularmente amantes), durante largos
años esposo de una sola mujer mucho mayor que él, frecuentemente padre despojado de sus hijos, viudo
y, finalmente, esposo de varias mujeres, algunas mucho más jóvenes que él.
2 XXXIII, 21.
3 Las dos grandes noches del año islámico son Laylat al-Qadr (la Noche del Poder) y Laylat al-
Mi‘ray (la Noche de la Ascensión). Son, respectivamente, la noche del Descenso del Corán y la de la
Ascensión del Profeta.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
23
sorción» marca el camino de los sufíes4, y su aspecto de «anticipación» es igualmente
significativo, porque es uno de los sentidos fundamentales de la palabra sŒb´qèn, que en
el capítulo anterior fue traducida como «los avanzados», y que es, como hemos visto,
uno de los términos coránicos que designa a los místicos del Islam. Recordemos a tal
propósito este dicho del Profeta: «Morid antes de morir.» Es cierto que tales formulaciones
son comunes a toda mística y que todas las místicas son anticipaciones; pero,
aunque se trate de una distinción relativa, el sufismo, como última mística del presente
ciclo temporal, debe obligatoriamente caracterizarse por una particular sensibilidad hacia
esa «atracción» de la Hora, impulso suplementario que ofrece sin duda una compensación
parcial por las condiciones exteriores desfavorables de nuestro tiempo.
Bien saben los sufíes que esta sensibilidad debe combinarse con esfuerzos activos en
el mismo sentido; y en esto, como en todo lo demás, son, para utilizar su propia fórmula,
los «herederos del Mensajero». Si Muhammad es el Profeta de la Hora, hay aquí un
complemento pasivo a su función, más activa, de Profeta de la Orientación y de la Peregrinación.
El Corán subraya que se preocupa por la orientación5; y podemos evaluar el
peso de esta preocupación por el impacto que este hecho ha producido sobre su pueblo.
Hasta el momento actual, uno de los rasgos más inmediatamente impresionantes de la
comunidad islámica es lo que podría llamarse «conciencia de la dirección». Esta disposición
espiritual, inextricablemente ligada a la conciencia de ser «de Dios», ofrece sin
duda, también, una compensación providencial; y se aplica particularmente al sufí que,
además de estar más consagrado y ser más consciente del camino que los demás miembros
de su comunidad, no debe solamente decir como ellos la oración ritual en dirección
a La Meca, sino realizar muchos otros ritos durante los cuales prefiere dirigirse hacia el
mismo lado, de manera que esta «concentración» exterior y simbólica pueda servir de
soporte a la concentración interior.
Si el Profeta y sus compañeros más próximos emigraron de La Meca a Medina, fue
por una necesidad cósmica, a fin de que la orientación pudiese adquirir desde la época
apostólica, y como precedente apostólico por tanto, la acrecentada intensidad de que
está cargado el gesto de un exiliado que se vuelve hacia su patria. Mucha de esa nostalgia
permanece aún hoy, en el sentido de que un musulmán —sea o no árabe— es consciente
de tener sus raíces espirituales en La Meca6, conciencia agudizada una vez al año
4 No hace falta decir que esto no concierne al cuerpo y al alma, a diferencia del caso del Profeta, sino
a lo esencial, y que se trata de la reabsorción del centro de consciencia.
5 II, 144.
6 Este sentimiento está inextricablemente unido a la nostalgia por el Profeta; y el hecho de volverse
hacia La Meca, lugar de su nacimiento y de los inicios del Islam, viene a ser en la práctica (salvo para la
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
24
en cada comunidad islámica por la partida y la vuelta de los peregrinos; y, en las cinco
oraciones rituales cotidianas, cada ciclo de movimientos culmina en una prosternación
que puede describirse como una expansión del alma en dirección a La Meca. Sin embargo,
no hay que olvidar que el recuerdo de Dios es más grande que la oración ritual7,
y uno de los significados de este pasaje clave es que es «más grande» volverse hacia el
Centro interior que hacia el centro exterior. Lo ideal es dirigirse hacia uno y otro simultáneamente,
dado que la orientación exterior ha sido instituida ante todo con vistas a la
orientación interior. «Nuestro cumplimiento de los ritos es considerado como ardiente o
tibio según la intensidad de nuestro recuerdo de Dios durante su ejecución» 8. Se tratará
con mayor detalle más adelante esta cuestión del cumplimiento esotérico de los ritos
exotéricos. Lo que se trata de resaltar aquí es que, para los sufíes, el camino espiritual
no es sólo la gran Guerra santa, sino también, y aún más, la «gran Oración» y la «gran
Peregrinación».
La Kaaba (literalmente el «cubo», pues ésta es su forma), «Casa de Dios» en el centro
de La Meca, es un símbolo del Centro de nuestro ser. Cuando el exiliado dirige su
rostro en dirección a La Meca, aspira por encima de todo, si es sufí, al retorno interior, a
la reintegración del sí individual finito y fragmentario en la Infinitud del Sí divino.
Al ser el hombre un exiliado, un centro espiritual simbolizará más eficazmente la
patria si no le resulta inmediatamente accesible. Esta es, sin duda, una de las razones por
las que, en La Meca, en los albores del Islam, la oración se realizaba en dirección a Jerusalén.
Pero si el hombre es un exiliado en primer lugar en razón de su existencia separada
de Dios, en segundo lugar lo es por su caída del Paraíso. Deben, pues, efectuarse
dos retornos al hogar, y sin duda es en razón del segundo exilio del hombre por lo que,
en el Viaje nocturno, el Profeta fue primero transportado «horizontalmente» de La Meca
a Jerusalén antes de su Ascensión «vertical», de manera que su viaje pudiese ser el prototipo
perfecto del camino que deberían seguir los avanzados de entre su pueblo. Sólo a
partir del centro del estado terrenal, es decir, del grado de perfección humana, es posible
tener acceso a los estados superiores del ser. La primera parte del Viaje nocturno es como
una demostración de esta verdad según el simbolismo espacial, aunque sin tener en
cuenta el hecho de que el Profeta es en sí una personificación del centro, se le llame
«Jerusalén» o «La Meca».
pequeña minoría que vive en esas regiones) volverse también hacia Medina, donde triunfó, murió y está
enterrado.
7 XXIX, 45.
8 Enseñanza del šayj al-‘AlŒwî. Ver nuestra obra Un saint musulman du XX siècle, París, Ed. Traditionnelles.
1967, p. 114. [De próxima publicación en esta colección. N. del T.]
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?
25
En él la perfección perdida se manifiesta de nuevo. Corresponde al punto culminante
del impulso de la ola, a partir del cual empieza el reflujo. Ya hemos visto que lo ideal es
haber alcanzado la «plenitud terrenal» y estar «listo para partir», y es hacia esa perfección
en equilibrio entre el flujo y el reflujo hacia donde la aspiración del místico debe
dirigirse. El Mensajero divino entra y sale de este mundo por la puerta celeste hacia la
que toda mística está orientada. Pero el místico, como los demás humanos, ha entrado
en este mundo por una puerta simplemente cósmica; y para evitar refluir por la misma
salida, su pequeña ola individual debe alcanzar el punto culminante de la gran ola, para
que su propio impulso, relativamente débil, se sumerja en la gran corriente y sea arrastrado
por ella9. No es que el místico sea capaz de alcanzar ese punto central con sus
propios esfuerzos. Pero el Profeta está siempre presente en ese centro y tiene el poder de
lanzar a los que no están en él un «cable de salvación», que es una cadena (silsila) que
traza un linaje espiritual que se remonta hasta él. De esta forma, toda Orden sufí desciende
del Profeta, y la iniciación en una  ar´qa significa la adhesión a su cadena particular.
Ello implica una centralidad virtual, es decir, una reintegración virtual en el estado
primordial, reintegración que debe entonces hacerse efectiva.
El gran prototipo del rito sufí de iniciación es un acontecimiento que se produjo en
un momento crucial de la historia del Islam, unos cuatro años antes de la muerte del
Profeta: sentado al pie de un árbol, pidió a sus compañeros presentes que le juraran fidelidad
por encima del compromiso aceptado al entrar en el Islam. En algunas Órdenes
este rito del apretón de manos comprende elementos suplementarios10, y en otras, es
reemplazado por diferentes formas de iniciación, una de las cuales sugiere particularmente
la idea de cadena comparada a una cuerda de salvación: el Šayj tiende su rosario
al novicio; éste toma el otro extremo, reteniéndolo durante la pronunciación de la fórmula
de iniciación.
La unión a la cadena espiritual da al iniciado no sólo el medio de impedir que su
propio reflujo se retire en la misma dirección en que ha venido, sino también el de progresar
a lo largo del camino espiritual si está cualificado para el «viaje». La atracción de
la cadena trasciende infinitamente los esfuerzos del viajero que, sin embargo, son necesarios
para volverla operante. Una «Tradición santa» declara: «Si (Mi esclavo) se acerca
un palmo a Mí, Yo me acerco a él un codo, y si se acerca a Mí un codo, Me acerco a él
un cuerpo; y si viene hacia Mí con lentitud, Yo voy hacia él con rapidez.»
9 Esta «inmersión» no es otra cosa que la santificación. En cuanto a la salvación, las formas exteriores
de la religión son, siguiendo nuestra comparación inicial, parecidas a concavidades consagradas en las
que la ola individual debe vaciarse para «salvarse» de refluir en la misma dirección de la que ha venido.
10 Como, por ejemplo, en el ya mencionado rito de investidura.
MARTIN LINGS, ¿QUÉ ES EL SUFISMO?

El Recuerdo de Sí – Robert Earl Burton (Libro)

ROBERT EARL BURTON
EL RECUERDO DE SÍ
Traducido del inglés por
los siguientes estudiantes del autor:
Moría Luisa Despujol
Alicia Tussié Moore
Lidia Schulten y Rolando Altamirano
PRIMERA EDICIÓN
Ninguno de ustedes ha advertido lo más importante
que les he señalado, es decir,
ninguno de ustedes se ha dado cuenta
de que no se recuerda a sí mismo…
Recuérdense a sí mismos siempre y en todo lugar.
George Gurdjieff
El esfuerzo de recordarse a sí mismo
es lo principal, porque sin él
lo demás no tiene valor alguno,
debe ser la base de todo.
Peter Ouspensky
Cuando empezamos a ver que sólo podemos recordamos a nosotros mismos
por pocos segundos cada vez,
nos parece que (esta recordación de sí mismo)
puede descuidarse, pero lo que debemos entender
es que es difícil precisamente
porque es el inicio de un estado nuevo.
Si fuera fácil, los resultados
serían inmediatos y entonces no podría
tener la importancia que tiene.
Rodney Collin
Dedico este libro a mis amados estudiantes
—a los que viven y a los que han muerto—
que son más de los que podría pedir.
No podría pedir tanto.
Con amor, Robert

INTRODUCCIÓN

Hace veinticinco años, Robert Earl Burton fundó la Fraternidad de Amigos (Fellowship of Friends), una escuela de desarrollo espiritual en la tradición del Cuarto Camino, transmitida en este siglo por G. I. Gurdjieff y P. D. Ouspensky.
Místico greco-armenio y maestro de danzas sagradas, Gurdjieff redescubrió la tradición del Cuarto Camino durante largos viajes por Oriente, que le proveyeron la inspiración para su libro Encuentros con Hombres Notables. Tal vez sea mejor conocido por Relatos de Belzebú a su nieto. El principal discípulo de Gurdjieff, Ouspensky, llegó a ser un maestro por derecho propio y registró las ideas del Cuarto Camino en una serie de trabajos escritos con claridad y razonados con elegancia, entre los cuales se encuentran El Cuarto Camino y Fragmentos de una Enseñanza Desconocida, ambos publicados después de su muerte en 1947.
Una característica de las enseñanzas, tales como las exponen Gurdjieff y Ouspensky, es el uso de un lenguaje especializado para asegurar precisión y comprensión entre sus estudiantes. A algunas palabras ordinarias se les han dado nuevos significados, se recomienda a los lectores consultar el glosario al final del libro en el caso de que haya términos confusos o que no les resulten familiares.
Como el Cuarto Camino se basa en la verificación y la comprensión individuales, tanto como en la transmisión personal, cada maestro le da una nueva interpretación. La enseñanza de Robert Burton, a la vez que se fundamenta en el conocimiento transmitido por Gurdjieff y Ouspensky, se ha expandido para abarcar el legado de hombres y mujeres de todas las épocas y culturas que se han desarrollado espiritualmente, desde Marco Aurelio y San Pablo hasta Lao Tzé y Abraham Lincoln. Gurdjieff se acercó al Cuarto Camino a través del riguroso entrenamiento físico de sus danzas sagradas, y Ouspensky puso el énfasis en una disciplina intelectual igualmente rigurosa. Robert Burton hace hincapié en educar y disciplinar las emociones. Las cualidades singulares que ofrece a sus estudiantes incluyen un amor a la belleza y una comprensión de la capacidad que aquélla tiene de crear estados superiores de consciencia, una aceptación sin juicios de personas y acontecimientos tales como son y una profunda humildad y obediencia ante la inteligencia superior. “Si tuviera tres deseos”, dijo una vez, “serían: que se haga Tu voluntad, que se haga Tu voluntad, que se haga Tu voluntad.”
Quizás la máxima contribución de Robert Burton a la tradición del Cuarto Camino sea su infalible habilidad para asir la esencia de la enseñanza. Aunque el sistema ofrece una variedad de teorías, él se ha resistido a las tentaciones de desviarse de su aplicación suprema: la creación de una consciencia superior en sus estudiantes. Nunca ha dejado de repetir que este trabajo es simple, aunque no fácil. Del gran depósito de conocimiento en el Cuarto Camino, ha extraído y exaltado dos principios por encima de los demás: el recuerdo de sí y la transformación del sufrimiento.
El recuerdo de sí es el intento, en un momento específico, (9) de estar más consciente, más despierto, más PRESENTE. Es una forma de meditación activa que puede darse en cualquier momento y en cualquier situación, y en la cual el estudiante trabaja para estar consciente, simultáneamente, de sí mismo y de su entorno, en lugar de estar inmerso en su mundo interno o perdido en sus reacciones hacia los numerosos estímulos que lo rodean. Los repetidos esfuerzos por recordarse a sí mismo conducen a  los  estados superiores de consciencia y a una comprensión totalmente nueva del lugar de la humanidad en el universo. Esta lucha privada e interna por ser testigo de la propia vida es el proceso a través del cual se crea el alma.
Implacablemente, Robert Burton ha ubicado el recuerdo de sí en el corazón de su escuela. Si bien ha instado a sus estudiantes a experimentar lo mejor que la vida puede ofrecer y a desarrollar sus propios talentos y habilidades, nunca perdió de vista el hecho de que incluso el gran genio palidece ante la simple consciencia de que, como ha dicho a menudo, “no hay actividad más grande que la presencia en silencio”.
La transformación del sufrimiento envuelve el aprender a usar toda experiencia o emoción negativa o penosa, grande o pequeña, para crear el recuerdo de sí. Este proceso requiere de un largo trabajo sobre el cambio de actitudes, de modo que el estudiante comprenda que la responsabilidad última por cualquier emoción negativa —enojo, irritación, miedo, auto-compasión, etc.— descansa en el individuo más que en los acontecimientos que le sobrevienen. “Todos sufren, con o sin la escuela”, ha dicho Robert Burton. “Estamos tratando de usar nuestro sufrimiento en lugar de ser usados por él.”
Año tras año, los estudiantes de Robert Burton han (10) llegado hasta él con sus preguntas, sus problemas, sus protestas. Año tras año, con una paciencia que no decae, ha enseñado que las únicas soluciones verdaderas para cualquier “problema” percibido residen en nuestros esfuerzos por recordarnos a nosotros mismos y transformar nuestro sufrimiento. Por más justificadas que sean nuestras quejas, por más injustos que sean los acontecimientos de nuestra vida, no tenemos otra alternativa más que abrazarlos por entero. Esta aceptación más amplia es la clave para la transformación real de las emociones negativas en consciencia superior, que crea la capacidad para el amor sin egoísmo y que es el verdadero significado tras toda enseñanza espiritual. Lo que el individuo gana a través de este proceso puede, entonces, irradiarse exteriormente para beneficio de otros. “Hay un secreto”, dijo Robert Burton en una oportunidad, “que es casi demasiado sagrado para ser dicho. El secreto es: lo que uno gana, todos lo ganan.”
Desde su fundación, la Fraternidad, establecida en el norte de California, ha crecido lenta y calladamente hasta incluir un número aproximado de dos mil miembros en centros de enseñanza alrededor del mundo (para una lista parcial de dichos centros, por favor, remitirse a la parte final del libro). Se espera sinceramente que esta obra no sirva sólo como un registro para los estudiantes de Robert Burton, sino también para introducir a otros a sus propias posibilidades espirituales.
Este libro es el resultado de esfuerzos realizados por numerosos miembros de la Fraternidad a lo largo de muchos años. No puede agradecerse a todos en particular, pero deben mencionarse especialmente las contribuciones de Elizabeth Evans, Linda Kaplan, Catherine Searle y Brunella Windsor.
(11) Merecen también una expresión de gratitud Girard Haven, que emprendió la tarea de crear el glosario, y los traductores, que se afanaron por producir versiones fidedignas de este libro en varios idiomas.
JEANNE CHAPMAN
Apolo, California, Otoño, 1994

YO SOY ESO Conversaciones con Sri Nisargadatta Maharaj

YO SOY ESO

Conversaciones con

Sri Nisargadatta Maharaj 

Eso en quien todos los seres residen y que reside en todos los seres, que es el dador de gracia a todos, El Alma Suprema del uni-verso, el ser sin límites —yo soy eso.
Amritbindu Upanishad

Eso que penetra todo, a lo que nada transciende y que, como el espacio universal nos rodea, llena todo completamente desde dentro y desde fuera, ese Supremo Brahman no dual —eso eres tú.

Sankaracharya

El buscador es el que está en busca de sí mismo.

Abandone todas las preguntas excepto una: «¿quién soy yo?». Después de todo, el único hecho del que usted está seguro es que usted es. El «yo soy» es cierto. El «yo soy esto» no. Esfuércese en encontrar lo que usted es en realidad.

Para saber lo que usted es, primero debe investigar y conocer lo que usted no es.

Descubra todo lo que usted no es —el cuerpo, los sentimientos, los pensamientos, el tiempo, el espacio, esto o eso— nada, concreto o abstracto, que usted perciba puede ser usted. El acto mismo de percibir muestra que usted no es lo que usted percibe.

Cuanto más claro comprenda que en el nivel de la mente usted solo puede ser descrito en términos negativos, tanto más rápida-mente llegará al fin de su búsqueda y se dará cuenta de que usted es el ser sin límites.

Sri Nisargadatta Maharaj

Prefacio

Que debía haber todavía otra edición de YO SOY ESO no es una sorpresa, pues la sublimidad  de las palabras habladas por Sri Nisargadatta Maharaj, su franqueza y la lucidez con la que se refiere a lo Más Alto ya han hecho de este libro una literatura de suprema importancia. De hecho, muchos lo consideran como el único libro de enseñanza espiritual realmente digno de ser estudiado.

Hay varias religiones y sistemas de filosofía que pretenden dotar de significado a la vida humana. Pero sufren de algunas limitaciones inherentes. Expresan en palabras finas sus creencias e ideologías tradicionales, teológicas o filosóficas. Sin embargo, más pronto o más tarde, los creyentes descubren el limitado alcance del significado y de la aplicabilidad de esas palabras. Acaban desilusionados y tienden a abandonar los sistemas, de la misma manera en que se abandonan las teorías científicas, cuando son cuestionadas por demasiados datos empíricos contradictorios.

Cuando un sistema de interpretación espiritual llega a ser poco convincente y no es capaz de ser justificado racionalmente, muchas gentes se permiten ser convertidos a algún otro sistema. Al poco tiempo, no obstante, encuentran también limitaciones y contradicciones en el otro sistema. En esta búsqueda infructuosa de aceptación y re-chazo, lo que les queda  es solo el escepticismo y el agnosticismo, lo que les conduce a una manera de vivir insensata, inmersos en las ventajas groseras de la vida consu-miendo solo bienes materiales. A veces, no obstante, aunque raramente, el escepti-cismo da lugar a una intuición de una realidad básica, más fundamental que la de las palabras, las religiones o los sistemas filosóficos. Extrañamente, ello es un aspecto positivo del escepticismo. Fue en un tal estado de escepticismo, pero teniendo tam-bién una intuición de la realidad básica, cuando aconteció que leí YO SOY ESO de Sri Nisargadatta Maharaj. Fui tocado inmediatamente por la finalidad y la inexpug-nable certeza de sus palabras. Limitado por su naturaleza misma, puesto que son pa-labras, encontré, por así decir, que las declaraciones de Maharaj, eran ventanas trans-parentes y pulidas.

Sin embargo, ningún libro de enseñanzas espirituales puede reemplazar la pre-sencia del maestro mismo. Sólo las palabras habladas directamente para usted por el Gurú desalojan su opacidad completamente. En la presencia del Gurú los últimos límites erigidos por la mente se desvanecen. Sri Nisargadatta Maharaj es ciertamente tal Gurú. Él no es un predicador, pero proporciona precisamente esas indicaciones que el buscador necesita. La realidad que emana de él es inalienable y Absoluta. Es auténtica. Habiendo experimentado la veracidad de sus palabras en las páginas de YO SOY ESO, y siendo inspirados por ello, muchos occidentales han encontrado su camino en Maharaj, para buscar la iluminación.

La interpretación de la verdad por parte de Maharaj, no es diferente de la del Jna-na Yoga/Advaita Vedanta. Pero, él tiene una manera suya propia. Las múltiples for-mas que nos rodean, dice, están constituidas por los cinco elementos. Ellas son tran-sitorias, y están en un estado de flujo perpetuo. También son gobernadas por la ley de la causación. Todo esto se aplica al cuerpo y también a la mente, que son transitorios y que están sujetos al nacimiento y a la muerte. Sabemos que sólo por medio de los sentidos corporales y la mente puede ser conocido el mundo. Como en la teoría de Kant, el mundo es correlativo del sujeto humano que conoce, y, por lo tanto, tiene la estructura fundamental de nuestra manera de conocer. Esto significa que el tiempo, el espacio y la causalidad no son entidades «objetivas» o extrañas, sino categorías men-tales en las que todo es moldeado. La existencia y forma de todas las cosas depende  de la mente. La cognición es un producto mental. Y el mundo, tal como se ve desde la mente, es un mundo subjetivo y privado, que cambia continuamente en concor-dancia con la inquietud de la mente misma.

En oposición a la mente inquieta, con sus categorías limitadas —intencionalidad, subjetividad, dualidad etc.— se erige suprema la sensación sin límites de «yo soy». La única cosa de la que yo puedo estar seguro es de que «yo soy»; no como un pen-samiento de «yo soy» en el sentido de Descartes, sino sin ningún predicado. Una y otra vez, Maharaj dirige nuestra atención hacia este hecho básico, con la intención de que nos demos cuenta de nuestra sensación de «yo soy», y de que nos deshagamos así de todas las prisiones hechas que nos hemos hecho nosotros mismos. Él dice: la única afirmación verdadera es «yo soy». Todo lo demás es mera inferencia.

He aquí que el experimentador real no es la mente, sino mí mismo, la luz en la que todo aparece. El sí mismo es el factor común en la raíz de toda experiencia, la presenciación en la que todo acontece. El campo entero de la consciencia es solo como una película, o una mota, en «yo soy». Al ser consciente de la consciencia, este «yo soy» se presencia a sí mismo. Y es indescriptible, debido a que no tiene atributos. Es solo ser mí mismo, y ser mí mismo es todo lo que hay. Todo lo que existe, existe como mi mismo. No hay nada que sea diferente de mí. No hay ninguna dualidad y, por consiguiente, ningún sufrimiento. No hay ningún problema. Es la esfera de amor, en la que todo es perfecto. Lo que acontece, acontece espontáneamente, sin intenciones —como la digestión, o el crecimiento del cabello. Dése cuenta de esto, y sea libre de las limitaciones de la mente.

He aquí el sueño profundo, en el que no hay ninguna noción de ser esto o eso. Sin embargo «yo soy» permanece. Y he aquí el ahora eterno. La memoria parece traer cosas al presente desde el pasado, pero todo lo que acontece, acontece solo en el pre-sente. Es solo en el ahora atemporal donde los fenómenos se manifiestan. Así pues, el tiempo y la causación no se aplican en realidad. Yo soy antes del mundo, antes del cuerpo y de la mente. Yo soy la esfera en la que ellos aparecen y desaparecen. Yo soy la fuente de todos ellos, el poder universal por el que el mundo con su pasmosa di-versidad deviene manifiesto.

Sin embargo, a pesar de su primicia, la sensación de «yo soy» no es lo Más Alto. No es lo Absoluto. La sensación de «yo soy», o el sabor de «yo soy» no está absolu-tamente fuera del tiempo. Al ser la esencia de los cinco elementos, de una cierta ma-nera, depende del mundo. Surge a partir del cuerpo, que, a su vez, esta hecho de ali-mento, el cual está constituido de los elementos. La sensación de «yo soy» desapare-ce cuando el cuerpo muere, como la chispa se extingue cuando el bastoncillo de in-cienso se consume. Cuando se alcanza la presenciación pura, ya no existe ninguna necesidad, ni siquiera la de «yo soy», que es solo un señalador útil, un indicador de dirección hacia lo Absoluto. Entonces la presenciación de «yo soy» cesa fácilmente. Lo que prevalece es eso que no puede ser descrito, eso que es más allá de las palabras. Este «estado» es el más real, un estado de potencialidad pura, que es antes de todo. El «yo soy» y el universo son meros reflejos de él. Es esta realidad la que ha realizado un jnani.

Lo mejor que usted puede hacer es escuchar atentamente al jnani —de quien Sri Nisargadatta es un ejemplo vivo— y confiar y creer en él. Por medio de una tal escu-cha usted se dará cuenta de que la realidad del jnani es la realidad de usted. Él le ayuda a usted a ver la naturaleza del mundo y del «yo soy». Él le insta a usted a estu-diar las operaciones del cuerpo y de la mente con solemne e intensa concentración, a reconocer que usted no es ninguno de ellos y a deshacerse de ellos. Él le sugiere que vuelva usted una y otra vez a «yo soy» hasta que ello sea su única morada, fuera de lo cual no existe nada; hasta que el ego, como una limitación de «yo soy», haya des-aparecido. Es entonces cuando la realización más lata acontecerá sin esfuerzo.

Dése cuenta de las palabras del jnani, que rebasan todos los conceptos y dogmas. Maharaj dice: «Hasta que uno deviene autorrealizado, hasta que uno alcanza el cono-cimiento del sí mismo, hasta que uno transciende el sí mismo, hasta entonces, se pro-porcionan todas estas historias, todos estos conceptos»?. Sí, ellos son conceptos, in-cluso «yo soy» es un concepto, pero ciertamente no hay conceptos más preciosos. Es incumbencia del buscador considerarlos con la máxima seriedad, porque ellos indican la Realidad Más Alta. No hay disponibles mejores conceptos para deshacerse de todos los conceptos.

Estoy agradecido a Sudhakar S. Dikshit, el editor, por invitarme a escribir el Pre-facio para esta nueva edición de YO SOY ESO y darme así una oportunidad de ren-dir homenaje a Sri Nisargadatta Maharaj, quien ha expuesto el conocimiento más alto en las palabras más simples, más claras y más convincentes.

Facultad de Filosofía Douwe Tiemersma
Universidad Erasmus
Rotterdam, Holanda

Junio, 1981

ANTES DE LA CONSCIENCIA CONVERSACIONES CON SRI NISARGADATTA MAHARAJ

ANTES DE LA CONSCIENCIA

CONVERSACIONES CON SRI NISARGADATTA MAHARAJ

Abril 1980 – Julio 1981

Prefacio

De una manera el núcleo de la enseñanza de Sri Nisargadatta Maharaj es fácil de entender, y extremadamente difícil de otra. Es fácil si nosotros queremos ser comple-tamente honestos con nosotros mismos, si queremos observar los conceptos de otros con los cuales hemos construido nuestras propias prisiones. Investigar el propio sí mismo de uno puede ser extremadamente difícil, debido a que estamos muy apega-dos a nuestros conceptos ?nosotros no queremos abandonarlos. Pero si el deseo de CONOCER es un deseo ardiente, entonces nos pondremos en marcha. Nosotros sólo podemos saber quién o qué somos por experiencia personal, no por libros o por otros.
Maharaj nos empujaba a descubrir lo que este «yo» es. Era como un cirujano con un afilado escalpelo, cortando todas las cosas inesenciales. Sus preguntas a menudo le dejaban a uno «fuera de juego», sin saber lo que decir. Sus respuestas nunca eran lo que se esperaba. No permitía ninguna cita de escrituras ?solo la experiencia per-sonal? y podía encolerizarse completamente respecto a esto. Una vez en que alguien citó a Dakshinamurti, una deidad hindú, Maharaj respondió: «¡Cuelgue a Dakshina-murti! ¿Qué hay sobre usted? ¿Cuál es su experiencia?».
La mayor parte de nosotros nos identificamos a nosotros mismos con el cuerpo-mente, de modo que Maharaj insistía en que descubriéramos lo que este cuerpo-mente es. ¿No vino del esperma del padre y del óvulo de la madre? El cuerpo es entonces un producto del alimento consumido y es sostenido por el alimento, el cual es la esencia de los cinco elementos. ¿Podemos nosotros ser esto? Sin la consciencia el cuerpo es un material muerto. Cuando la consciencia deja el cuerpo no hay ningún individuo, ningún mundo, y ningún Dios. La consciencia solo puede ser consciente de sí misma cuando se ha manifestado en una forma física. La consciencia está latente en cada grano de alimento, en todos los cinco elementos ?es universal, no personal, omnipenetrante. Todo es consciencia, y eso es lo que nosotros somos, actualmente. La consciencia actúa a través de las formas acordemente a la combinación de los gunas, sattwa (ser-luz-pureza), tamas (inercia-pasividad-obscuridad), rajas (actividad-pasión-energía), y al condicionamiento recibido. ¿Qué acontece cuando una de estas formas «muere»? La forma deviene de nuevo parte de los cinco elementos y la consciencia se sumerge en la consciencia universal. Todo eso es un proceso que acontece, el juego de la consciencia.
Antes de que viniera esta forma ?¿qué era yo? Eso es lo que uno es verdadera-mente. Ese Absoluto Parabrahman ?éstas son solamente palabras que nosotros hemos inventado para nombrar lo Inmanifestado, lo Innombrable. El «Yo» eterno, el Ser absolutamente incondicionado, atemporal, aespacial, no consciente de ser (debido a que no hay ningún otro). Yo soy como Yo Soy, como siempre he sido, como siempre seré, eternamente.
Buscadores de todo el mundo acudían a Sri Nisargadatta Maharaj por su guía es-piritual. Los contenidos de este libro están transcritos de las grabaciones registradas en las sesiones de preguntas y respuestas habidas en los periodos de 1980 y 1981, hasta la muerte de Sri Nisargadatta Maharaj de cáncer de garganta el 8 de Septiembre de 1981, a la edad de 84 años. Maharaj hablaba solo en marathi, y en cada sesión había un traductor, no siempre el mismo; nosotros les estamos muy agradecidos. Los más frecuentes eran Sri S. K. Mullarpattan, el Dr. D. Doongaji, Ramesh S. Balsekar, y S. V. Sapre (fallecido), y el traductor de la tarde a quien recuerdo solamente como Mohan. Hubo otros en diferentes tiempos, pero generalmente éstos eran los traducto-res habituales. Estamos también muy agradecidos a Miss N. Vanaja que fue tan fiel en la grabación de estas conversaciones.
Durante los dos últimos años de su vida Maharaj no hablaba sobre ninguna cues-tión perteneciente a esta vida en el mundo y su mejora. Enseñaba solo la verdad más alta, y debido a la debilitada condición de su cuerpo, algunos días había muy poca discusión. Pero incluso una sola sentencia suya era como una Upanishad. Era muy directo y agudo en sus respuestas y no fomentaba el ego de nadie —de hecho, su propósito declarado era destruir esta «seudoentidad». Estar en su presencia era sentir la verdad vibrante, imposible de describir. Era sorprendente de ver: aquella «persona-lidad» podía estar feliz, colérica, triste, alegre, sarcástica, o amable, y una variedad de emoción se mostraba a través de aquel «paquete» como la luz del sol sobre el agua. Nunca había ningún intento de cambiar nada de ella… que haga sus cosas, ella no era él. Había sufrimiento en abundancia, debido al cáncer, pero en esta imagen humana yo nunca he visto a nadie con más coraje. Jamás salía una queja de sus labios. Aquel cuerpo continuaba cuando parecía imposible que pudiera hacerlo. Uno sólo podía mirarle con un amor y un respeto total. Aunque no había ninguna duda de que la forma de Sri Nisargadatta estaba sufriendo de cáncer, él continuaba como de costumbre con su rutina diaria de bhajans cuatro veces al día, de sesiones de pregun-tas y respuestas dos veces al día, aunque como el cuerpo se tornaba cada vez más débil estas sesiones eran a menudo cortadas. Era suficiente estar en su presencia. Fue solo hacia el final cuando raramente hablaba.
Las repeticiones en el texto son necesarias, pues Maharaj machacaba continua-mente nuestros conceptos, retrotrayéndonos una y otra vez a la raíz cuando intentá-bamos irnos por las ramas. Cuando intentábamos aferrarnos a las palabras, incluso palabras que él había usado, las desautorizaba tajantemente. Como alguien dijo una vez, «yo estoy tremendamente agradecido a Maharaj. Lo que es sumamente llamativo es que, sin consideración de nada, él responde lo que es más útil y adecuado, pero las gentes quieren convertir las enseñanzas en un sistema, lo que finalmente las arruina. Pero Maharaj no se molesta. Él dice el viernes que lo rojo es negro, y el sábado que lo rojo es blanco, pero la respuesta es correcta en el momento, debido a que ella cambia la orientación del interlocutor. Es tremendamente valioso y único» . El lector debería leer sólo unas pocas páginas a la vez y ponderar y meditar sobre ellas.
Si usted lee este libro se asume que, como Maharaj decía, usted ha «hecho su tra-bajo de casa». Si usted está dispuesto a abandonar su identidad con esta seudoenti-dad, lea y feliz viaje.
J. D.

4 de Abril de 1980

Interlocutor: ¿Querría Maharaj hablar sobre la gracia del Gurú?
Maharaj: Es la intensidad de la fe que usted tiene en las palabras del Gurú lo que es más importante; una vez que la fe está aquí, la gracia fluye automáticamente. La fe en el Gurú se basa en la consciencia interior, es la fe en el Sí mismo de uno. El amor por la eseidad, yo estoy intentando dirigirlo a un nivel más alto. Lo que es duradero es este amor por el Sí mismo, sobre el cual se han construido los templos. Esta cons-ciencia-Cristo está existiendo; ¿es ella fe en un hombre? Como un hombre, Cristo fue crucificado, pero esa consciencia universal que era suya, vive hoy.
Int: ¿Hay un medio de liberar o de elevar este amor?
Mah: Eso es una vritti (modificación mental), eso es parte del proceso. Hay varias acciones, prácticas, etc. Incluso en la vida diaria usted tiene ciertos procedimientos, ¿no son ellos la puja (el culto) de esta consciencia?
Int: ¿Maharaj está hablando sobre el tipo de amor que trasciende la consciencia misma?
Mah: La brisa que viene de la consciencia universal es lo que mantiene vivos los otros tipos de amor. La mayoría de las gentes limitan su amor a un individuo.
Int: ¿Cómo se expande uno en amor universal?
Mah: Comprenda lo falso como falso, eso es todo lo que usted puede hacer; usted no puede cambiar una cosa en otra.
Int: ¿No pierde el amor su vitalidad cuando pierde su objeto?
Mah: Usted está preguntando desde el nivel cuerpo, usted no está volviendo a su estado antes de que el cuerpo viniera a la existencia. Antes de que la palabra «amor» viniera a la existencia, usted es. Antes de esta identificación con el cuerpo, usted de-be receder a Eso.
Desde que he encontrado mi verdadero estado permanente, no tengo ninguna ne-cesidad de nada de esto, de modo que sólo estoy esperando que se vaya. En ese esta-do de plenitud no hay ninguna necesidad. Yo he tenido este estado de plenitud desde que encontré a mi Gurú; si no hubiera encontrado a mi Gurú, habría vivido y muerto como un hombre.
Mi asociación con mi Gurú fue escasamente de dos años y medio. Él residía a unos 200 kilómetros de distancia, y venía aquí una vez cada cuatro meses, durante quince días; esto es el fruto de aquello. Las palabras que me dio, me tocaron muy profundamente. Yo permanecía solo en una cosa: las palabras de mi Gurú son la ver-dad, y él ha dicho, «Tú eres el Parabrahman». No más dudas y no más cuestiones sobre eso. Una vez que mi Gurú me transmitió lo que él tenía que decir, yo nunca me preocupé de otras cosas —yo me adherí a las palabras del Gurú.
Yo conozco exactamente lo que es este presente estado de cosas, sé cuan transito-rio es, y conozco también ese estado eterno. Yo no tengo ninguna aplicación para este estado efímero. Cuando vuelva a su país, usted irá con la cualificación de un jnani. Dígame, ¿qué significado da usted a la palabra jnani?
Int: Pienso que algunos de los indios que han estado aquí más tiempo están más cualificados, ellos podrían hablar sobre ello.
Mah: La presente generación de indios está siguiendo a los occidentales, que se han desarrollado tanto sobre el lado material. No están por la espiritualidad —querrían seguir el desarrollo científico occidental, imitarles a ustedes. Debido a que «I Am That»  está certificado por Maurice Frydman, lo leerán; los libros de Jean Dunn tendrán mucha significación también. Yo no carezco de ningún conocimiento perti-nente a Dios o la espiritualidad, debido a que he conocido plenamente lo que es este principio niño. Cuando llegue a conocer ese principio niño ignorante, usted no care-cerá de nada en sus búsquedas espirituales o mundanales.

8 de Abril de 1980

Interlocutor: ¿Es el mundo como nosotros lo vemos, un pensamiento? Está escrito en algunos lugares que cuando uno ve el mundo, uno no ve el Sí mismo, e inversamente, cuando uno ve el Sí mismo, uno no ve la manifestación.
Maharaj: El mundo no es nada sino la imagen de su propia consciencia de «yo». Es como si usted hubiera recibido una llamada telefónica diciéndole que usted es, e inmediatamente el mundo aparece. Cuando usted está en sueño profundo y siente que está despierto, el mundo de sueño aparece simultáneamente. Con el «yo soy» el mundo aparece en los estados de vigilia y de sueño.
Int: ¿Puede uno ver el mundo sin la presencia del ego?
Mah: ¿Cuándo hay un ego? El ego es cuando usted tiene algunas reacciones. Us-ted se da cuenta de todo lo que se observa espontáneamente. Entonces usted se aferra a ello, lo registra, solo entonces hay un ego.
Usted ve un cierto material de construcción abandonado junto al camino —usted piensa que es un carpintero y comienza a figurarse cómo usar ese material; el proceso del pensamiento ha comenzado, el ego comienza. Si usted es nadie, usted no se preocupará por el material de construcción —lo observará y seguirá su camino. Una vez que está fuera de la vista, está fuera de la mente; pero cuando usted acoge esa visión y piensa en ella, el ego ha comenzado.
Int: Así pues, cuando se repara en la utilidad de lo que se ve, ¿es entonces cuando el ego viene al ser?
Mah: Sí. Esa es su naturaleza.
Int: Para volver a mi otra pregunta, cuando se ve el mundo, no se ve el Sí mismo; cuando se ve el Sí mismo, no se ve el mundo; ¿es así?
Mah: Es al revés. Cuando usted sabe que usted es —el mundo es, si usted no es —su mundo no es.
Int: ¿Es «yo» el Sí mismo? Estoy hablando de la diferencia entre el «yo soy» y el pensamiento «yo soy un hombre», el cual es el ego. En la consciencia de «yo soy», ¿existe el mundo? ¿Puede uno verlo?
Mah: Cuando despierta, usted solo tiene la sensación de ser, sin palabras: éste es el principio primario, el prerrequisito; más tarde, usted sabe plenamente que usted es y que el mundo es, pero eso es una ilusión, como los cuernos de una liebre. Finalmente, el mundo es como el mundo del sueño. Comprenda este punto completamente; usted está tratando demasiado del ego. ¿Ha comprendido usted lo que se dijo sobre el ego?
Int: Pienso que he comprendido, pero si hago otra pregunta quizás pueda resol-verlo. Usando la analogía de la culebra y la cuerda (ver una cuerda en un lugar débilmente iluminado y confundirla con una culebra), si nosotros usamos el mundo en esa analogía, ¿dónde está la identidad confundida aquí?
Mah: El Sí mismo es el mundo. Usted está hablando de eliminar la identidad en-tre el Sí mismo y el mundo, ¿no es así? Primero de todo, disponga del Sí mismo, comprenda lo que es el Sí mismo. Conozca primero al Sí mismo, después conozca lo que es el mundo. La razón de que el mundo apareciera, es que usted vino a saber que usted es.
Int: ¿Cómo puede uno, en el estado de vigilia, perder enteramente la sensación del mundo y ser solo el Sí mismo?
Mah: Usted tendrá que consultar al sol. Pregúntele, «¿cómo te deshaces tú de tu luz?»… la luz es la manifestación del sol. ¿Puede usted separar la luz del sol, o al sol de la luz? Debido a que el sol es, la luz es; debido a que usted es, su mundo es.
Debido a que el estado presenciación acontece, se deduce que usted es; debido a que usted es, la presenciación se siente palpablemente; debido a que el sol es, la luz es. Si no hay ninguna presenciación, ¿dónde está el presenciador? Permanezca ahí.
Int: ¿Es el ser el presenciador?
Mah: Hay dos estados de presenciación; la eseidad presencia toda esta manifesta-ción. La presenciación de esta eseidad, de esta consciencia, acontece a ese principio eterno, lo Absoluto.

14 de Abril de 1980

Maharaj: Mientras esté interesado en este mundo manifestado, usted no tiene ningún tiempo para ir a la raíz. La raíz es esta consciencia que apareció cuando usted era un niño. La raíz de todas las actividades que usted está haciendo ahora es ese momento cuando usted era un niño. En ese niño, la cualidad más importante —la química, la consciencia— tomó la fotografía. Desde ese momento usted comenzó a juntar conocimiento y en base a eso están aconteciendo sus actividades presentes.
Las gentes están tan interesadas en mis palabras, que nadie intenta realmente des-cubrir lo que es esa consciencia de niño. Solo cuando deviene establecido en la cons-ciencia, puede conocer usted esa consciencia de niño. Ese es el único camino.
Interlocutor: La consciencia de niño implica una retrogresión, comparada a la consciencia de hombre. Cuando en ese estado no hay ninguna consideración de cons-ciencia de niño o consciencia de hombre, sólo hay ser —no se da ninguna otra direc-ción.
Mah: No hay ninguna diferencia en la consciencia de niño y la consciencia de hombre.
Int: Si el espacio que llena el recipiente pequeño es el mismo que el espacio que llena el recipiente grande, ¿cómo reconocer el recipiente pequeño?
Mah: La semilla del universo es sin dimensiones pero, debido al cuerpo, la cons-ciencia aparece y se identifica con el cuerpo, aunque, en realidad, todo es consciencia manifiesta, omnipresente. Ese «yo amo» es manifiesto. Para la totalidad del universo no hay ninguna cuestión de provecho o de pérdida, solo cuando la identificación con el cuerpo está presente surge la cuestión.
Cuando usted toma alimento, ¿quién está comiendo? La «yo soidad». El alimento también contiene la «yo soidad», de manera que cuando usted lo consume, usted retiene su «yo soidad». Aunque la «yo soidad» está en el alimento, nadie se identifica con el alimento —ellos dicen, «esto es mi comida; yo no soy esto», pero cuando es consumido por ellos y deviene parte del cuerpo, dicen, «yo soy el cuerpo» —cometen ese error.
Int: Yo deseo estar en el estado de un jnani.
Mah: Usted tiene que conocer ese conocimiento «yo soy». Jnani y conocimiento son uno.
Int: ¿Sólo siendo tiene uno este conocimiento?
Mah: Usted es ya eso, pero tiene que intentar comprenderse a usted mismo.
Int: Usted comprende eso por la esencia misma de su ser, de manera que no hay implicado ningún conocimiento.
Mah: Por el momento usted está identificándose con el cuerpo, de manera que us-ted no sabe ese secreto. Usted llegará a saber gradualmente, cuando realmente de-venga eso.
Int: Si solo hay la sensación de ser en el «yo soy», ¿de dónde vienen los concep-tos?
Mah: Debido al soplo vital, el flujo de la mente está aquí. La mente quiere decir palabras, de manera que los pensamientos están aquí —ellos son los conceptos. Mire a su raíz, la consciencia de niño, y póngale fin.
Int: La dificultad está en el hecho de que toda la consciencia es idéntica, de mane-ra que ¿cómo llegar a la raíz?
Mah: Esta consciencia es un árbol, pero hubo una semilla —vaya a la semilla. La consciencia que usted tiene ahora es la misma que la consciencia de niño; aférrese a eso, eso es suficiente. Mientras la consciencia está aquí, todo es muy importante para usted, pero si se desvanece, entonces ¿cuál es el valor de todo este mundo para us-ted? ¿Quién es el conocedor de la semilla? Preste atención a cómo ha aparecido esta «yo soidad» —entonces usted sabrá. Acepte solo esta identificación: que usted es esta pura eseidad manifiesta, el alma misma del universo, de esta vida que usted ob-serva, y que, al presente, usted está vistiendo este atuendo corporal. Tome nota de ello; usted ha aceptado muchas cosas en la vida sólo por diversión, ¿por qué no acep-ta esto también y ve lo que acontece? Vea lo que acontece cuando usted mira a la luna y sabe que la luna está ahí debido a que usted está aquí; debido a que usted es, la luna es. Este gran concepto, esta dicha, experiméntela y gócela directamente.
Int: Debe haber algún poder que es responsable de esta creación.
Mah: El poder es el Sí mismo que cada uno tiene en su eseidad —ese poder está sujeto al tiempo. Desde el momento en que esa eseidad viene, crea automáticamente hasta que esa eseidad desaparece. Antes no había nada —después no hay nada. So-lamente durante la duración de la eseidad, el mundo y la creación es. Este poder es la fe en el concepto primordial «yo soy», y ése es el concepto que teje la tela de la crea-ción. La manifestación entera es una apariencia en este concepto.

Para acabar de una vez por todas con la cultura

Para acabar de una vez por todas con la cultura

Boletín de cursos de primavera

por Woody Allen

La cantidad de anuncios de cursos universitarios y de cursos por correspondencia para adultos que hacen su aparición diaria en mi buzón ha acabado por convencerme de que debo figurar en alguna lista especial para retrasados mentales. No es que me queje; hay algo en una lista de cursillos de perfeccionamiento que provoca mi curiosidad con una fascinación que hasta ahora sólo me había producido un catálogo de accesorios de luna de miel llegado por equivocación a mis manos desde Hong Kong. Cada vez que leo el último boletín de cursos de perfeccionamiento me vienen enseguida ganas de plantarlo todo y regresar a la escuela. (Hace muchos años, fui expulsado de la universidad, víctima de acusaciones sin pruebas, no muy distintas a las que alguna vez le endilgaron a Al Capone.) Sin embargo, hasta la fecha sigo siendo un adulto inculto e imperfecto; por eso, ahora, se me ha ocurrido redactar un boletín imaginario, primorosamente impreso, que condensa más o menos todos los boletines existentes.

CURSOS DE VERANO

Teoría Económica: aplicación sistemática y evaluación crítica de los conceptos analíticos básicos de la teoría económica. Se presta especial atención al dinero y para qué sirve. Funciones productivas de coeficiente fijo, curvas de costos y de presupuestos; eso durante el primer semestre; el segundo está dedicado al gasto y a aprender cómo tener una billetera bien ordenada. Se analiza el sistema de reserva federal y se entrena a los estudiantes avanzados en el método apropiado para rellenar un formulario de depósito. Otras materias: inflación y deflación -como vestirse en cada caso, créditos, intereses, cómo hacer suspensión de pagos.

Introducción a la psicología: la teoría del comportamiento humano. Por qué a ciertos hombres se les llama “individuos encantadores” y a otros sólo se los quiere matar a palos. ¿Existe una división entre cuerpo y espíritu, y, de ser así, cuál es preferible? Se discute sobre la agresión y la rebelión. (Para aquellos estudiantes que sienten interés especial por estos aspectos de la psicología se aconseja cualquiera de los siguientes cursos de invierno: Introducción a la hostilidad; Hostilidad intermedia; Odio avanzado; Fundamentos teóricos del asco.) Se considera en particular el estudio de la conciencia como opuesta a la inconciencia, y se dan muchos consejos útiles para permanecer conciente.

Psicopatología: tiene por objeto llegar a la comprensión de obsesiones y fobias, incluyendo el terror a ser atrapado de improviso y rellenado con carne de cangrejo; de la repugnancia a devolver un servicio de tenis; y, finalmente, de la incapacidad de pronunciar la palabra mackinaw en presencia de damas. Se analiza también el impulso que lleva a buscar la compañía de castores.

Filosofía I: se lee a todos los autores, de Platón a Camus. Se estudian los siguientes temas:

Ética: el imperativo categórico, y seis maneras para que funcione bien.

Estética: ¿es el arte el espejo de la vida, o qué?

Metafísica: ¿qué le pasa al alma después de la muerte? ¿Cómo se las arregla?

Epistemología: ¿es cognoscible el conocimiento? De no ser así, ¿cómo podemos saberlo?

El Absurdo: ¿porqué a menudo la existencia es considerada absurda, en especial por hombres que usan calzado marrón y blanco? Se estudia la multiplicidad y la unicidad y cómo se relacionan entre sí. (Los estudiantes que logren la unicidad podrán pasar a la duplicidad)

Filosofía XXIX-B: introducción a Dios. Confrontación con el Creador del Universo por medio de conferencias informales y paseos por el campo.

Las nuevas matemáticas: la matemática tradicional ha sido declarada superada después del reciente descubrimiento de que durante siglos hemos escrito el número cinco al revés. Esto ha llevado a una revisión de la idea según la cual contar era un método para ir de uno a diez. Se enseña a los estudiantes los más avanzados conceptos del álgebra de Boolean, y ecuaciones que antes eran insolubles son resueltas bajo amenazas de represalias.

Astronomía fundamental: un estudio detallado del Universo y de su cuidado y limpieza. El sol, que está hecho de gas, puede estallar en cualquier momento y acabar con todo nuestro sistema planetario; se informa a los estudiantes acerca de qué puede hacer el ciudadano medio en tal caso. Asimismo, se les enseña a identificar varias constelaciones como el Gran Carro, El Cisne, Sagitario el Arquero y las doce estrellas que conforman Lúmides el Vendedor de Pantalones.

Lectura Veloz: este curso aumentará la velocidad de lectura un poco más cada día hasta el final del curso; en ese momento el estudiante deberá leer Los hermanos Karamazov en quince minutos. El método se basa en echar un vistazo a la página y eliminar del campo visual todo menos los pronombres. Pronto se eliminan también los pronombres. Poco a poco se alienta al estudiante a echarse una siesta. Se disecciona una rana. Llega la primavera. La gente se casa y muere. Pinkerton ya no regresa nunca más.

Musicología III: se enseña al estudiante a tocar ‘Cielito lindo’ en su flauta de madera; rápidamente progresa hasta llegar a los Conciertos de Bradenburgo. Luego, lentamente, vuelve a ‘Cielito Lindo’.

Cultura musical: para ‘oír’ correctamente una gran obra musical se debe: (1) saber el lugar de nacimiento de compositor, (2) ser capaz de distinguir un rondó de un scherzo y probarlo en la práctica. La actitud es importante. Sonreír significa malos modales, a menos que el compositor haya querido que su música fuera graciosa, como en el caso de Till Eulenspiegel que contiene numerosas bromas musicales (aunque el trombón acapara los efectos más cómicos). Asimismo, el oído debe estar entrenado, ya que se trata de un órgano que se despista con gran facilidad. LA gente suele tener poco oído. Según como se colocan los auriculares estereofónicos es como si tuviesen una nariz en lugar de oreja. Otros temas incluyen: la pausa de cuatro compases y su potencial como arma política. Canto Gregoriano: cuántos monjes mantienen el ritmo.

Escribir para el teatro: todo drama es un conflicto. El desarrollo de los personajes es también muy importante. Asimismo lo que dicen. Los estudiantes aprenden que los discursos largos y aburridos son tan eficaces como los breves y divertidos que parecen cumplir con creces su cometido. Se investiga la psicología simplificada del público: ¿por qué a menudo una obra de teatro sobre un viejo personaje, llamado Gramps, capaz de inspirar ternura, no es tan interesante en el teatro como contemplar la nuca de otro espectador y tratar de que se dé vuelta? Asimismo se investigan aspectos interesantes de la historia de las tablas. Por ejemplo, antes de la invención de la cursiva, se confundían con frecuencia las indicaciones de escena con el diálogo y a menudo grandes actores se encontraban diciendo ‘John se pone de pie, cruza hacia la izquierda’. Naturalmente, esto causaba grandes desconciertos y, a veces, una mala crítica. El fenómeno se analiza en detalle a fin de que los estudiantes no comentan estos errores. Texto obligado: de A.F. Shulte, Shakespeare: ¿fue él cuatro mujeres?

Introducción a la asistencia social: un curso programado para el asistente social que quiere trabajar en ‘la práctica’. Los temas tratados son: cómo organizar equipos de básquet con bandas callejeras, y viceversa; parques recreativos como medio de prevenir la delincuencia juvenil; cómo lograr que homicidas en potencia se dediquen al patinaje sobre hielo; la discriminación racial; los hogares destruidos; ¿qué hacer en caso de ser golpeado con una cadena de bicicleta?

Yeats y la higiene dental, un estudio comparativo: se analiza la poesía de William Butler Yeats en el contexto de un cuidado odontológico adecuado. (El curso está limitado a un número limitado de estudiantes.)

[del libro Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, 1972]

Que carajos tiene el maletin de Pulp Fiction?

¿Dónde he encontrado la respuesta? En el lugar en el que están todas las respuestas hoy en día… Internet, por supuesto 😉

Sólo hay que conectarse a un buen buscadory buscar ‘Pulp Fiction briefcase’ para dar con un montón de páginas… y curiosamente casi todas dicen lo mismo.

Importante: si no has visto la película,
NO LEAS ESTE DOCUMENTO.

Si has visto la película, lee para empezar (¡y resiste la tentación!) los DETALLES que dan algunas pistas. Pero si lees LA SOLUCIÓN (que está al final) posiblemente te estropeará parte de la gracia, de modo que primero ve a ver la película (porque además es muy buena) y luego lee la solución al asunto del maletín. Si ya la has visto, después de leerlo querrás verla de nuevo, porque como suele suceder, hace que la película sea 100 VECES MEJOR!!! (como le pasa a Blade Runner).

Aviso: la explicación en cuestión es de las del tipo ‘he oído que un amigo de mi amigo de mi amigo ha oido qué…’ de modo que tal vez no sea cierta. Pero tiene mucho sentido. De hecho, tiene tanto sentido que si lo piensas, no puede ser otra cosa 😉 A mi, por lo menos, me gusta creérmelo. Opina por ti mismo… Ha de constar: En más de una entrevista, Quentin Tarantino ha dicho (personalmente) ‘lo que hay en el maletín es lo que cada cual piensa que hay. Eso es lo que hay en el maletín’. Y otra cosa: todas las respuestas que he encontrado en Internet son básicamente la misma. En cualquier caso, se puede consultar Usenet porque el tema ha generado mucha charla desde que alguien se percató del asunto del famoso maletín… Todo lo que sigue es una traducción/adaptación de la solución que hay en Internet, con algunos comentarios adicionales.

Primero,

Los detalles

Los detalles importantes a recordar de la película son:

• La primera vez que presentan a Marcelus Wallace, el plano que se ve de él es la parte de atrás de su cabeza, en la que tiene puestos unos esparadrapos.

• La combinación del maletín, cuando lo abre Vincent, es 666.

• Cada vez que alguien abre el maletín, éste brilla y todo el mundo se queda asombrado por lo bonito que es… la gente se queda prácticamente sin habla.

• Cuando los chicos disparan a Jules y Vincent, fallan… pero a esa distancia y pegando seis tiros a bocajarro es prácticamente imposible fallar… ¿Qué ha pasado ahí? (‘Intervención divina,’ dice Jules). [Incidentalmente: hay un fallo de continuidad en esta escena. Si te fijas bien, cuando entran Vincent (John Travolta) y Jules (Samuel L. Jackson), los balazos ya están en la pared, antes de que salga el chaval y les dispare.]

¿Más pistas? Bueno, con todos estos datos ya es fácil… ¿Qué es lo más maravilloso que tiene una persona y que te puede dejar alucinado al verla? Pregunta bonus (por si lo anterior te parece demasiado complicado): ¿De quién es el arma con que Butch (Bruce Willis) mata a Vincent (John Travolta)?
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La solución

Con algunos conocimientos de la Biblia se puede recordar fácilmente que cuando el Diablo se lleva el alma de una persona, lo hace extrayéndola desde la parte de atrás de la cabeza. [Otro detalle: el pasaje en cuestión (Ezequiel 25:17) no existe realmente en la Biblia… Es fácil buscar en la Biblia para ver que no existe; en realidad es una especie de pasaje compuesto de frases de otros pasajes de las escrituras.]

Por lo tanto,
El maletín contiene el alma de Marcellus Wallace.

Marcellus había vendido su alma al diablo, y la estaba intentando comprar de nuevo. Tal vez el Diablo dijo que no, y Marcellus tuvo que contactar con algunos pequeños diablos o algo así para hacer la compra (en ese caso, los tres chavales que aparecen al principio de la película pueden ser los ayudantes del diablo). Cuando el que sale del cuarto de baño con el revolver dispara, Jules y Vincent no son dañados por las balas… ‘Dios bajó y detuvo las balas,’ porque estaban salvando un alma. Fue verdaderamente una intervención divina. El 666 de la combinación es naturalmente una representración del Diablo. Por otro lado, cuando Butch compra un paquete de cigarrillos en el bar, con Marcellus, pide unos Red Apple (la fruta prohibida del paraíso), lo cual puede ser otra imagen religiosa, de las muchas que hay en la película.

Solución a la pregunta bonus ‘¿De quién es el arma con que Butch mata a Vincent?’ No, no es de Vincent. Es de Marcellus Wallace, que había bajado a comprar café (y que es cuando Butch se cruza con él) dejando el arma en la cocina de la casa de Butch cuando Vincent se mete al baño.

ISAAC ASIMOV – LOS SUFRIMIENTOS DEL AUTOR

ISAAC ASIMOV – LOS SUFRIMIENTOS DEL AUTOR

En tu cerebro rebosan desordenadas las tramas. Tramas de ciencia ficción que
ideas con gran contento,
Se agolpan luego en tu mente aferrándose obstinadas, hasta que te vuelves loco
de ira y de desaliento.

Cuando, junto a la muchacha a la que amas, tu mente gira como un torbellino,
hasta el punto de no oír sus palabras.
Cuando, en medio de un concieflo, recuerdas el pasado y te pierdes una nota de
la sinfonía que están ejecutando.
O conduciendo un coche, no has llegado muy lejos cuando advienes que te has
saltado un semáforo en rojo,
y para colmo, ¡oh, cielos!, golpeas a un Ford de lado y tu faro delantero se
conviene en migajas.
Cuando tu jefe te da una palmada en la espalda (por haber realizado un hábil
trabajo) y te le quedas mirando con expresión estúpida,
y luego farfullas algo idiota, de forma que queda convencido de que eres un
tarugo y posiblemente te has dado a la bebida.
Cuando sucesos como ésos se vienen encima dejándote abrumado, no le eches la
culpa a fuerzas sobrenaturales.
Si escribes relatos de ciencia ficción, te verás desviado de tu trayecto- ña,
tan cieno como que las estrellas se mantienen en sus órbitas;
pues tu mente elaboradora de tramas se tomará sorda, muda y ciega a los necios
hechos de la vida, que te acosan,
mientras las maravillas del espacio te ciñen en estrecho abrazo, en tre la pompa
de los haces de estrellas…

Comienzas con una nave, absorbida por una vorágine en el hiperes pacio, en ruta
hacia Cástor,
y que adviene para su mal que parece haberse perdido en una ga laxia como la
nuestra, aunque mucho más vasta.
Sintiéndote algo preocupado sobre la continuación, te inventas una serie de
criaturas, villanas y embusteras, de horribles rasgos, y rebosantes de perversos
designios.
Nuestros bravos héroes, enfrentados a esas hordas, se ven en situa ciones
cruciales, puesto que el enemigo -una vez descubiena nuestra galaxia- pretende
reducirla a una sumisión total.
Ahora has de complicarlo todo, al desarrollar el asunto, de modo que mantengas
el hilo del relato en vibrante tensión.
Los terrestres han de ser cuatro (sólo cuatro, ni uno más), mientras que el
número de enemigos sobrepasa todo cálculo.
Nuestros héroes, capturados, son conducidos seguidamente ante los despreciativos
y tiránicos jefes,
que les preguntan: «¿Dónde está la Tierra?». Y ellos permanecen en silencio, con
inmutable valor que encantará a los lectores.

Espera un poco. Veamos, esto no marcha. Olvidaste a la muchacha. Inventa una, a
la par buena y pura (aunque con gran atractivo sexual) y no demasiado vestida.
Hazía formar parte de la tripulación, así será también capturada, y la tropa
enemiga la devorará con ojos lascivos.
Hay un intenso deseo en la mirada de los malvados, lo cual no ha de extrañarnos,
pues la muchacha es de pecho más bien lleno y sua ve cual el plumón…
No, más vale que corrijas esta parte y deshagas el lío, pues el lector recordará
que, siendo los enemigos reptiles, no serán sensibles a la seducción humana…
Que acosen a la muchacha, manejando sus látigos para arrancar la confesión de
los terrestres.
Hasta que éstos logran romper sus ligaduras, desarrollándose esce nas de
singular violencia.
Cada héroe de la Tierra es un luchador nato, y sus puños valen por docenas… Y
justamente, llegado a este punto de la trama, tu ca beza dará vueltas.
Ya no sabes dónde te encuentras, ni dónde has aparcado el coche. Llevas la
corbata torcida y no tienes idea de la hora que es, ni te das cuenta de lo que
dice la gente, ni de que miran tus calcetines (desparejados), dudando entre si
se trata de una simple rareza o bien estás loco, lo cual conjeturan por el
brillo de tus ojos, hasta que finalemnte concluyen, por tu aspecto general, que
en efecto lo estás de remate.
Pero la tortura pasó. Y fue por gusto por el placer de llenar el papel blanco
con palabras bien hilvanadas, por lo que elaborate un nuevo relato de ciencia
ficción.

La Función Trascendente

La Función Trascendente

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Extraído de: JUNG, Carl Gustav (1916-1958): “The Structure and Dinamics of the Psyche” (1916-58), en Completed Works, 8, págs.. 131-93 , trad. Pablo López Pavillard

Escrito en 1916 bajo el título ‘Die Transzendente Funktion’, el manuscrito permaneció entre los archivos del profesor Jung hasta 1953. Fue publicado por primera vez en 1957 por la Asociación de Estudiantes del Instituto C.G. Jung en Zurich, en una traducción inglesa de A. R. Pope. El original en alemán, considerablemente revisado por el autor, fue publicado en Geist und Werk…zum 75. Geburstag von Dr. Daniel Brody (Zurich, 1958), junto con una nota preliminar en un sentido más general escrita especialmente para ese volumen. La presente traducción está basada en una traducción inglesa de la versión alemana revisada incluida en el volumen ‘Jung on Active Imagination’, editado por Joan Chodorow, (Princeton University Press) y la traducción de A. R. Pope ha sido consultada.

No hay nada misterioso o metafísico en el término ‘función trascendente’. Significa una función psicológica comparable en sus formas a una función matemática del mismo nombre, que es una función de números reales e imaginarios. La “función trascendente” psicológica surge de la unión de contenidos conscientes e inconscientes.

La experiencia en psicología analítica ha mostrado ampliamente que los contenidos y tendencias de lo consciente e inconsciente rara vez coinciden. Esta falta de paralelismo no es accidental ni carente de propósito, sino que es debido al hecho de que lo inconsciente se comporta de manera compensatoria o complementaria en relación con lo consciente. También podemos decir que lo consciente se comporta de manera complementaria en relación con lo inconsciente. La razones de esta relación son:

(1) La consciencia posee un umbral de intensidad cuyos contenidos han debido adquirir, de manera que todos los elementos que son demasiado débiles permanecen en el inconsciente.

(2) La consciencia, debido a sus funciones dirigidas, ejerce una inhibición (que Freud llama censura) sobre todo el material incompatible, con el resultado de que se hunde en el inconsciente.

(3) La consciencia constituye el proceso momentáneo de adaptación, mientras que el inconsciente no sólo contiene todo el material olvidado del pasado del individuo, sino también todas las trazas del comportamiento heredado que constituyen la estructura de la mente.

(4) El inconsciente contiene todas las combinaciones de fantasías que no han alcanzado todavía el umbral de intensidad, pero que con el tiempo, y bajo las condiciones adecuadas, entrarán en la luz de la consciencia.

Esto explica la actitud complementaria de lo inconsciente hacia lo consciente.

El carácter definitivo y dirigido de la mente consciente es una cualidad que se ha adquirido relativamente tarde en la historia de la raza humana y es, por ejemplo, en gran parte inexistente entre los primitivos. Estas cualidades se encuentran a menudo alteradas en el paciente neurótico, que difiere de la persona normal en que su umbral de consciencia se desplaza más fácilmente; en otras palabras, la partición entre consciente e inconsciente es mucho más permeable. El psicótico, por otro lado, está bajo la influencia directa del inconsciente.

El carácter definitivo y dirigido de la mente consciente es una adquisición extremadamente importante que la humanidad ha adquirido a costa de un grave sacrificio y que a cambio le ha otorgado el mayor de los servicios. Sin estas cualidades la ciencia, la tecnología y la civilización serían imposibles, ya que todas asumen la fiabilidad de la continuidad y dirigibilidad del proceso consciente. Para el político, el doctor y el ingeniero al igual que para el más simple trabajador, estas cualidades son absolutamente imprescindibles. Podríamos decir que, en general, la inaptitud social se incrementa a medida que estas cualidades son afectadas por el inconsciente. Los grandes artistas y otras personas distinguidas con dones artísticos son, por supuesto, excepciones a esta regla. La ventaja que estas personas disfrutan consiste precisamente en la permeabilidad de la partición entre consciente e inconsciente. Pero, para aquellas profesiones y actividades sociales que requieren esta continuidad y fiabilidad, estos excepcionales seres humanos son, por regla general, de escaso valor.

Así pues, es comprensible, e incluso necesario, que en cada individuo el proceso psíquico sea lo más estable y definitivo posible, ya que las exigencias de la vida así lo demandan. Pero esto implica una cierta desventaja: la cualidad de dirigir es la responsable de que se inhiban o excluyan todos aquellos elementos psíquicos que parecen ser, o son, incompatibles con ella, por ejemplo, podría influir en la intención original para satisfacer sus propósitos y así dirigirse a un objetivo no deseado. ¿Pero cómo sabemos que el material psíquico concurrente es “incompatible”? Lo sabemos mediante un acto de juicio que determina la dirección del camino elegido y deseado. Este juicio es parcial y arbitrario, ya que escoge una posibilidad en detrimento de todas las demás. El juicio, en cambio, está siempre basado en la experiencia, por ejemplo, en lo que ya se sabe. Como regla general, nunca está basado en lo que es nuevo, en lo que todavía es desconocido, y en lo que bajo ciertas condiciones pudiera enriquecer considerablemente el proceso dirigido. Es evidente que no puede ser así, por la misma razón por la que los contenidos inconscientes son excluidos de la consciencia.

Mediante semejantes actos de juicio, el proceso dirigido se hace necesariamente parcial o unilateral, incluso cuando el juicio racional pueda parecer completo e imparcial. La misma racionalidad del juicio puede ser el peor prejuicio, ya que llamamos razonable a lo que nos parece razonable. Lo que no nos parece razonable está entonces destinado a ser excluido por su carácter irracional. Puede ser ciertamente irracional, pero puede también meramente parecer irracional sin que lo sea cuando se ve desde otro punto de vista.

La parcialidad es una característica inevitable y necesaria del proceso dirigido, ya que dirección implica unilateralidad. Es a la vez una ventaja y una desventaja. Incluso cuando parece que no hay desventajas visibles, siempre hay una contraposición igualmente pronunciada en el inconsciente, a no ser que se trate del caso idóneo en el que todos los componentes psíquicos se dirigen en la misma y única dirección. Esta posibilidad no es discutible en teoría, pero en la práctica sucede muy raramente. La contraposición en el inconsciente no es peligrosa mientras no posea un valor de alta energía. Pero si la tensión se incrementa debido a una desproporción demasiado grande, la contra-tendencia irrumpe en la consciencia, normalmente justo en el momento en que es más importante mantener la dirección consciente. Entonces es cuando al que habla ‘se le va la lengua’, justo cuando desea no decir una estupidez. Este momento es crítico porque posee una tensión de alta energía que, cuando el inconsciente está cargado, puede saltar y liberar el contenido inconsciente.

La vida civilizada de hoy requiere un funcionamiento consciente concentrado y dirigido, y esto conlleva el riesgo de una considerable disociación del inconsciente. Cuanto más capaces somos de alejarnos del inconsciente mediante un funcionamiento dirigido, más fácilmente se puede crear una poderosa contraposición en el inconsciente, y cuando ésta aparece puede tener consecuencias desagradables.

El análisis nos ha proporcionado un vasto conocimiento de la importancia de las influencias subconscientes, y hemos aprendido tanto de esto en nuestra vida práctica que nos parece poco inteligente esperar que se tome un descanso o simplemente desaparezca una vez “finalizado” el tratamiento. Muchos pacientes tienen mucha dificultad en abandonar el análisis, a pesar de que tanto paciente y analista encuentran algo molesta la sensación de dependencia. A menudo los pacientes tienen miedo de andar solos, porque saben por experiencia que el subconsciente puede intervenir una y otra vez en sus vidas de manera incómoda e imprevisible.

Antes se pensaba que los pacientes estaban preparados para enfrentarse a la vida diaria tan pronto hubiesen adquirido el suficiente conocimiento práctico de sí mismos como para entender sus propios sueños. Sin embargo, la experiencia nos ha mostrado que incluso los analistas profesionales, de quienes se puede esperar que hayan conseguido dominar el arte de la interpretación de los sueños, a menudo capitulan ante sus propios sueños y tienen que solicitar la ayuda de un colega. Si incluso uno que dice ser un experto en el método es incapaz de interpretar satisfactoriamente su sueños, ¿cuánto menos se puede esperar de un paciente? La esperanza de Freud de que se pudiese “agotar” el inconsciente no se ha logrado. La vida de los sueños y la intrusión del inconsciente continúa -mutatis mutandis- imperturbable.

Hay un prejuicio extendido que toma el análisis como una “cura”, a la que uno se somete durante un tiempo y finalmente queda curado. Este es un error del hombre corriente venido de los primeros días del psicoanálisis. El tratamiento analítico podría ser descrito como un reajuste de la actitud psicológica alcanzado con la ayuda del doctor. De forma natural, esta recién adquirida actitud, que viene mejor para condiciones internas y externas, puede durar un tiempo considerable, pero hay muy pocos casos en que una sola “cura” es permanentemente eficaz. Es cierto que el optimismo médico nunca ha escatimado ocasiones para darse publicidad y siempre ha sido capaz de informar de curas definitivas. Sin embargo no debemos dejarnos engañar por la más que humana actitud del practicante, sino que debemos siempre recordar que la vida del inconsciente prosigue y continuamente produce situaciones problemáticas. No hay necesidad de ser pesimistas, hemos visto demasiados resultados excelentes conseguidos con buena suerte y trabajo honesto. Pero esto no debe prevenirnos de reconocer que el análisis no es una “cura” permanente; no es más que, primeramente, un reajuste más o menos profundo. No hay cambio que sea incondicionalmente válido para un periodo largo de tiempo. La vida tiene que ser siempre tratada como algo nuevo. Hay, por supuesto, actitudes colectivas extremadamente duraderas que permiten la solución de conflictos típicos. Una actitud colectiva permite a un individuo encajar sin fricciones en la sociedad, ya que actúa sobre él como cualquier otra condición de la vida. Pero la dificultad del individuo consiste precisamente en el hecho de que su problema en particular no se puede encajar sin fricciones sobre la norma colectiva; requiere la solución de un conflicto individual si la totalidad de su personalidad ha de permanecer viable. No hay solución racional que haga justicia a esta tarea, y no hay absolutamente ninguna norma colectiva que pueda reemplazar una solución individual sin que haya pérdidas.

La nueva actitud ganada durante el análisis tarde o temprano tiende a ser inadecuada de una u otra manera, y de forma necesaria, ya que el constante fluir de la vida exige una y otra vez adaptaciones frescas. La adaptación no se consigue una vez y para siempre. Uno podría ciertamente exigir del análisis que le permitiese obtener nuevas orientaciones para la vida futura, sin mayores complicaciones. Y la experiencia nos muestra que esto es verdad hasta cierto punto. A menudo encontramos que aquellos pacientes que han seguido un análisis exhaustivo tienen menos dificultad con reajustes posteriores. Sin embargo, estas dificultades se muestran bastante frecuentes y en ocasiones son realmente problemáticas. Por esta razón incluso los pacientes que han seguido un análisis exhaustivo a menudo vuelven a su antiguo analista para que le ayude en fases posteriores. En vista de la práctica médica en general, no hay nada inusual en esto, pero sí contradice cierto entusiasmo inmerecido por parte del terapeuta así como la visión de que el análisis constituye una “cura” única. Es altamente improbable que pueda haber alguna vez una terapia que elimine todas las dificultades. El hombre necesita dificultades; son necesarias para la salud. Lo que nos concierne aquí es sólo una cantidad excesiva de ellas.

La cuestión básica para el terapeuta no es cómo deshacerse de la dificultad momentánea, sino cómo podría eliminar futuras dificultades. La cuestión es: ¿qué tipo de actitud mental y moral es necesario tener ante las molestas influencias del inconsciente, y cómo se le puede comunicar al paciente?

La respuesta obviamente consiste en deshacerse de la separación entre consciente e inconsciente. Esto no puede hacerse condenando los contenidos del inconsciente de manera partidista, sino reconociendo su significado en la compensación de la parcialidad de la consciencia y tomando en cuenta ese significado. Las tendencias de la consciencia y el inconsciente son dos factores que juntos forman la función trascendente. Se le llama “trascendente” porque efectúa la transición de una actitud a otra orgánicamente posible sin pérdida del inconsciente. El método constructivo o sintético de tratamiento presupone que hay percepciones que están al menos potencialmente presentes en el paciente y que pueden hacerse conscientes. Si el analista no sabe nada de estas potencialidades, tampoco puede ayudar al paciente a desarrollarlas, a no ser que el analista y el paciente se dediquen a un adecuado estudio científico de este problema, lo que por regla general está fuera de dudas.

Por consiguiente, en la práctica, el analista propiamente entrenado maneja la función trascendente para el paciente, por ejemplo, le ayuda a unir consciente e inconsciente de manera que llegan a una nueva actitud. En esta función del analista descansa uno de los importantes significados de la transferencia. El paciente se aferra por medio de la transferencia a la persona que parece prometerle una actitud renovada; a través de esto busca un cambio, que es vital para él, aunque no sea consciente de que lo está haciendo. Para el paciente, por tanto, el analista es una figura indispensable y absolutamente necesaria para la vida. A pesar de lo infantil que esta dependencia pueda parecer, expresa una exigencia extremadamente importante que, si se menosprecia, se vuelve a menudo en un odio amargo hacia el analista. Es por ello importante saber adónde se dirige esta exigencia escondida en la transferencia; hay tendencia a entenderla únicamente desde un punto de vista reduccionista, como una fantasía erótica. Pero eso significaría tomar esta fantasía, que normalmente está relacionada con los padres, de forma literal, como si el paciente, o más bien su inconsciente, tuviese todavía expectativas que el hijo una vez tuvo hacia sus padres. Exteriormente sigue siendo la misma esperanza del hijo para obtener ayuda y protección de los padres, pero mientras tanto el hijo ya se ha hecho adulto, y lo que era normal en un crío es impropio en un adulto. Se ha convertido en una expresión metafórica de la necesidad no reconocida conscientemente de ayuda en una crisis. Históricamente es correcto explicar el carácter erótico de la transferencia en términos de eros infantil. Pero de esta manera el significado y el propósito de la transferencia no se entiende, y su interpretación como una fantasía sexual infantil nos aleja del problema real. La comprensión de la transferencia no se debe buscar en antecedentes históricos sino en su propósito. La explicación reduccionista resulta al final un sinsentido, especialmente cuando no aparece absolutamente nada nuevo excepto una mayor resistencia del paciente. La sensación de aburrimiento que surge entonces en el análisis es simplemente la expresión de la monotonía y la pobreza de ideas -no del inconsciente, como a veces se supone, sino del analista, que no entiende que estas fantasías no se deben considerar meramente bajo un punto de vista reduccionista/concreccionista, sino en un sentido constructivo. Cuando uno se da cuenta de esto, el obstáculo a menudo se salva al primer intento.

El tratamiento constructivo del inconsciente, esto es, la cuestión de significado y propósito, allana el camino para que el paciente perciba lo que llamo la función trascendente.

Puede que no sea superfluo, en este punto, decir algunas palabras sobre la tan a menudo oída objeción de que el método constructivo es simplemente “sugestión”. El método está basado, más bien, en una evaluación del símbolo (por ejemplo, la imagen del sueño o la fantasía) no semióticamente, como un signo de procesos instintivos elementales, sino en su verdadero sentido simbólico, tomando la palabra “símbolo” a significar la mejor expresión posible de un hecho complejo aún no asimilado claramente por la consciencia. Mediante un análisis reductivo de esta expresión no se consigue nada más que una visión más clara de los elementos que la componen, y aunque no negaría que un conocimiento más profundo de estos elementos pueda tener sus ventajas, se pierde no obstante la cuestión del propósito. La disolución del símbolo en esta fase del análisis es por consiguiente un error. Para empezar, sin embargo, el método utilizado para inferir los complejos significados sugeridos por el símbolo es el mismo que en el análisis reductivo. Se obtienen las asociaciones del paciente, y por regla general son suficientemente numerosas para ser utilizadas en el método sintético. Estas, de nuevo, son evaluadas simbólicamente y no semióticamente. La pregunta que debemos hacer es: ¿a qué significado apuntan las asociaciones A, B y C cuando se toman en conjunción con el contenido manifiesto del sueño?

Una paciente soltera soñó que alguien le dio una antigua y maravillosa espada, profusamente decorada, desenterrada de una colina.

En este caso no había necesidad de analogías suplementarias por parte del analista. Las asociaciones del paciente proporcionaban todo lo necesario. Se podría objetar que este tratamiento del sueño implica la sugestión. Pero se ignora el hecho de que la sugestión nunca se acepta sin que haya cierta predisposición interior hacia ella, y si se acepta después de insistir mucho, inmediatamente se pierde de nuevo. Una sugestión que es aceptada por un periodo de tiempo cualquiera siempre presupone una marcada predisposición psicológica que simplemente entra en juego mediante la llamada sugestión. Esta objeción por consiguiente no ha sido meditada e imprime a la sugestión un carácter mágico que en absoluto posee, de otra manera la terapia sugestiva tendría un enorme efecto haciendo de los procedimientos analíticos algo superfluo. Pero esto esta lejos de ser así. Más aún, la carga de la sugestión no tiene en cuenta el hecho de que las asociaciones del mismo paciente apuntan al significado cultural de la espada.

Tras esta digresión, permítasenos volver a la cuestión de la función trascendente. Hemos visto que durante el tratamiento la función trascendente es, en cierto sentido, un producto “artificial” porque es el analista en gran parte quien la mantiene. Pero si el paciente ha de caminar solo, no debe depender de la ayuda exterior. La interpretación de los sueños sería un método ideal para sintetizar la información consciente e inconsciente, pero en la práctica las dificultades para interpretar los sueños de uno mismo son demasiado grandes.

Debemos ahora dejar claro lo que es necesario para producir la función trascendente. En primer lugar, necesitamos el material inconsciente. La expresión más inmediatamente accesible de los procesos inconscientes es sin duda el sueño. Este es, en cierta forma, un producto puro del inconsciente. Las alteraciones sufridas en el sueño durante su transito a la la luz de la consciencia, aunque innegables, pueden considerarse irrelevantes, ya que también provienen del inconsciente y no son distorsiones intencionadas. Las posibles modificaciones de la imagen del sueño derivan de una capa más superficial del inconsciente y por consiguiente contienen material valioso también. Son fantasías adicionales que siguen la tendencia general del sueño. Lo mismo es aplicable a las subsiguientes imágenes e ideas que surgen al comenzar el sueño o que asoman espontáneamente durante la vigilia. Como el sueño se origina al dormir, lleva consigo todas las características de un “abaissement du niveau mental” (Janet), o tensión de energía baja: discontinuidad en la lógica, carácter fragmentario, formación de analogías, asociaciones superficiales de lo verbal, sonoras o visuales, condensaciones, expresiones irracionales, confusión, etc. Con un aumento de la tensión energética los sueños adquieren un carácter más ordenado; se componen dramáticamente y revelan claras conexiones con sentido, y la validez de las asociaciones se incrementa.

Como la tensión energética durante el sueño es normalmente muy baja, los sueños, en comparación con el material consciente, son expresiones inferiores de contenidos inconscientes y son muy difíciles de comprender desde un punto de vista constructivo, pero son normalmente más fáciles de entender desde un punto de vista reductivo. En general los sueños no son lo más adecuado o son difíciles de utilizar al desarrollar la función trascendente, porque exigen demasiado del sujeto.

Debemos, por consiguiente, buscar otras fuentes de material inconsciente. Están, por ejemplo, las interferencias del inconsciente durante la vigilia, ideas que vienen ‘de la nada’, deslices verbales, lapsos y engaños de la memoria, acciones sintomáticas, etc. Este material es por lo general más útil para el método reductivo que para el constructivo; es demasiado fragmentario y carece de continuidad, lo cual es imprescindible para llevar a cabo una síntesis significativa.

Otra fuente son las fantasías espontáneas. Normalmente muestran un carácter más compuesto y coherente y a menudo contienen mucho que es obviamente significativo. Algunos pacientes son capaces de producir fantasías en cualquier momento, permitiendo que surjan libremente con sólo eliminar la atención crítica. Estas fantasías pueden ser utilizadas, aunque esta habilidad no es demasiado común. La capacidad para producir fantasías libremente puede ser, sin embargo, desarrollada con la práctica. El entrenamiento consiste en efectuar ejercicios sistemáticos para eliminar la atención crítica, produciendo así un vacío en la consciencia. Esto alienta la aparición de fantasías que permanecen en espera. Un prerequisito es, por supuesto, que las fantasías con una fuerte carga de libido estén realmente preparadas. Este, naturalmente, no es siempre el caso. Cuando no es así, siempre se requieren medidas especiales.

Antes de comenzar una discusión de estas, debo dejar paso a una incómoda sensación que me dice que el lector debe estar preguntándose cuál es la razón de todo esto. ¿y porqué es tan absolutamente necesario traer a la superficie los contenidos del inconsciente? ¿Es que no es suficiente que de vez en cuando vengan por su propia cuenta y que se hagan sentir de forma desagradable? ¿Tiene uno que arrastrar a la fuerza el inconsciente a la superficie? por el contrario, ¿no debe ser la tarea del analista la de vaciar de fantasías el inconsciente haciéndolo así inefectivo?

Estará bien considerar con más detalle estas reservas, ya que los métodos para traer el inconsciente a la consciencia pueden resultar al lector novedosos, inusuales, y quizás incluso bastante extraños. Debemos por consiguiente examinar en primer lugar estas objeciones naturales para que no nos interrumpan al comenzar a demostrar los métodos en cuestión.

Como hemos visto, necesitamos que los contenidos del inconsciente suplementen la actitud de la consciencia. Si la actitud consciente estuviese sólo levemente ‘dirigida’, el inconsciente podría fluir casi con plena libertad. Esto es lo que de hecho pasa con la gente que tiene un nivel bajo de tensión consciente, como por ejemplo los primitivos. Entre los primitivos, no se requieren medidas necesarias para traer el inconsciente a la superficie. En ningún lugar, realmente, se necesitan medidas para esto, ya que la gente que es menos consciente de su inconsciente está más influenciado por él. Pero son inconscientes de lo que está pasando. La participación secreta del inconsciente está en todas partes sin que tengamos que buscarla, pero como es inconsciente nunca sabemos realmente lo que esta pasando o qué podemos esperar. Lo que buscamos es una manera de hacer conscientes aquellos contenidos que están a punto de influir nuestras acciones, de manera que las interferencias secretas del inconsciente y sus desagradables consecuencias puedan ser evitadas.

El lector se preguntará sin duda: ¿por qué no podemos dejar al inconsciente actuar con libertad? Aquellos que no hayan tenido todavía unas cuantas experiencias desagradables en este sentido no verán, de forma natural, razón alguna para controlar el inconsciente. Pero cualquier persona que haya tenido suficientes malas experiencias acogerá con enorme entusiasmo la mera posibilidad de que se pueda hacer. La “dirigidad” es absolutamente necesaria para el proceso consciente, pero como hemos visto, conlleva una inevitable descompensación o parcialidad. Como la psique es un sistema auto-regulado, al igual que el cuerpo, la contraposición reguladora siempre se generará en el inconsciente. Si no fuese por la dirigibilidad de la función consciente, las influencias compensatorias del inconsciente podrían establecerse con toda libertad. Es justo esta dirigibilidad lo que las excluye. Pero esto por supuesto no inhibe la contratendencia, que sigue adelante a pesar de todo. Su influencia reguladora, sin embargo, se elimina mediante la atención crítica y la voluntad dirigida, porque la contraposición, como tal, parece incompatible con la dirección consciente. Hasta este punto, la psique del hombre civilizado ya no es un sistema auto-regulado sino que se podría comparar con una máquina cuya regulación de la velocidad es tan insensible que puede continuar funcionando hasta el punto de hacerse daño a sí misma, mientras que por otro lado esta sujeta a las manipulaciones arbitrarias de una voluntad partidista.

Ahora, es una peculiaridad del funcionamiento psíquico que cuando se suprime la contraposición inconsciente pierde su influencia reguladora. Entonces comienza a tener un efecto acelerador e intensificante en el proceso consciente. Es como si la contraposición hubiese perdido su influencia reguladora, y también su energía, de forma completa, ya que entonces surge una condición en la que no sólo no tiene lugar ninguna contraposición inhibitoria, sino que su energía parece sumarse a aquella de la dirección consciente. Para empezar, esto naturalmente facilita la ejecución de las intenciones conscientes, pero como no son comprobadas, pueden imponerse fácilmente en detrimento de la totalidad. Por ejemplo, cuando alguien hace una afirmación bastante categórica y suprime la contraposición, a saber, una duda bien colocada, insistirá en ella todavía más para su propio perjuicio.

La facilidad con que la contraposición puede ser eliminada es proporcional al grado de disociabilidad de la psique y conduce a una pérdida de instinto. Esto es característico de, así como necesario para, el hombre civilizado, ya que los instintos en su fuerza original pueden hacer de la adaptación social algo casi imposible. No es una atrofia real del instinto sino, en la mayoría de los casos, sólo un producto relativamente duradero de la educación, y nunca hubiera llegado tan lejos de no haber servido los intereses del individuo.

Aparte de los casos diarios que se encuentran en la práctica, un buen ejemplo de la supresión de la influencia reguladora del inconsciente se puede encontrar en el Zaratustra de Nietzche. El descubrimiento del hombre “superior”, y también del hombre “repulsivo”, expresa la influencia reguladora, ya que los hombres “superiores” quieren arrastrar a Zaratustra a la esfera colectiva de la humanidad media de siempre, mientras que el hombre “repulsivo” es realmente la personificación de la contraposición. Pero el rugiente león de las convicciones morales de Zaratustra fuerza todas estas influencias, por encima de todo sentimiento de compasión, de vuelta a la cueva del inconsciente. Así, la influencia reguladora del inconsciente es suprimida, pero no la contraposición secreta del inconsciente, que ha partir de ahora se hace claramente visible en los escritos de Nietzche. Primero busca su adversario en Wagner, a quien no puede perdonar por Parsifal, pero enseguida toda su ira se vuelve hacia el cristianismo y en particular contra San Pablo, quien en cierta medida sufrió el mismo destino que Nietzche. Como es bien sabido, La psicosis de Nietzche primero produjo una identificación con el “Cristo Crucificado” y luego con el Dionisios desmembrado. Con esta catástrofe la contraposición salió al fin a la superficie.

Otro ejemplo es el caso clásico de megalomanía preservado en el cuarto capítulo del Libro de Daniel. Nebuchadnezzar, en el culmen de su poder, tuvo un sueño que presagiaba desastres si no se hacía más humilde. Daniel interpretó el sueño de forma bastante experta, pero no fue escuchado. Los sucesos posteriores mostraron que su interpretación era correcta, ya que Nebuchadnezzar, después de suprimir la influencia reguladora del inconsciente, cayó víctima de una psicosis que contenía la misma contraposición de la que intentó escapar: él, el señor de la tierra, fue degradado a un animal.

Un conocido me contó en una ocasión un sueño en el que caía al vacío desde lo alto de una montaña. Le expliqué algo sobre la influencia del inconsciente y le previne sobre las expediciones peligrosas a la montaña, de las que era un asiduo apasionado. Pero se rió ante semejantes ideas. Pocos meses después, mientras escalaba una montaña, se cayó al vació y murió.

Cualquiera que haya visto pasar cosas una y otra vez en todo grado concebible de intensidad dramática no le queda más remedio que reflexionar. Se da cuenta de lo fácil que es pasar por alto las influencias reguladoras, y que debería dedicarse a prestar atención a la regulación del inconsciente que es tan necesaria para nuestra salud mental y física. Por ello tratará de ayudarse a sí mismo practicando la auto-observación y el auto-criticismo. Pero la mera auto-observación y el auto-análisis intelectual son enteramente inadecuados como medio de establecer contacto con el inconsciente. Aunque ningún ser humano puede escapar de las malas experiencias, todos se encogen ante el riesgo de tenerlas, especialmente si ve alguna manera en que se podrían esquivar. El conocimiento de las influencias reguladoras del inconsciente ofrece justo esta posibilidad, y de hecho convierte en innecesarias muchas malas experiencias. Podemos evitar muchos desvíos que no se distinguen por una atracción en particular sino sólo por tediosos conflictos. Ya es suficientemente malo tomar desvíos y cometer errores dolorosos en territorio inexplorado y desconocido, pero perderse en un país deshabitado sobre grandes autopistas es sencillamente exasperante. ¿Cuáles, entonces, son los medios a nuestra disposición para obtener conocimiento de los factores reguladores?

Si no hay capacidad para producir fantasías libremente, debemos recurrir a ayuda artificial. La razón para invocar semejante ayuda es en general un estado mental deprimido o trastornado para el que no se puede encontrar una causa adecuada. De forma natural el paciente puede dar un número de razones racionalistas -el mal tiempo puede ser suficiente como razón. Pero ninguna de ellas es realmente satisfactoria como explicación, ya que una explicación causal de estos estados es normalmente satisfactoria para una segunda persona que lo ve desde fuera, y entonces sólo hasta cierto punto. La segunda persona está satisfecha si más o menos se cumplen sus requerimientos causales; es suficiente para él saber de dónde vienen las cosas; él no siente el reto que, para el paciente, yace tras la depresión. El paciente desearía saber para qué es todo eso y cómo puede conseguir alivio. En la intensidad de la misma turbación emocional yace el valor, la energía de la que debería disponer para remediar el estado de adaptación reducida. Nada se consigue al reprimir este estado o devaluarlo racionalmente.

Por consiguiente, para ganar posesión de la energía que está en el lugar erróneo, uno debe hacer del estado emocional la base o punto de partida del procedimiento. Debe hacerse lo más consciente posible del estado de ánimo en que se encuentra, hundiéndose en él sin reservas y escribiendo en papel todas las fantasías y asociaciones que pasen por su cabeza. Se debe permitir el mayor juego posible a la fantasía, aunque no de manera que abandone la órbita de su objeto, a saber, el afecto (1), dando pie a una especie “reacción en cadena” de asociaciones. Esta “libre asociación”, como la llamaba Freud, aleja a uno del objeto llevándole a todo tipo de complejos, y uno nunca puede estar seguro de que estén relacionados con el afecto y no sean desplazamientos que han aparecido en su lugar. De esta preocupación por el objeto llega una expresión más o menos completa del estado de ánimo, el cual reproduce de algún modo el contenido de la depresión, bien concreta o simbólicamente. Como la depresión no fue fabricada por la mente consciente sino que es una intrusión no deseada del inconsciente, la elaboración del estado de ánimo es como si fuese un dibujo de los contenidos y tendencias del inconsciente que fueron amasados en la depresión. Todo el procedimiento es una especie de enriquecimiento y clarificación del afecto, donde el afecto y sus contenidos son llevados más cerca de la consciencia, haciéndose al mismo tiempo más sorprendentes y entendibles. Este mismo trabajo puede tener una influencia favorable y vitalizante. En todo caso crea una situación nueva, ya que el afecto, previamente desvinculado, se ha vuelto una idea más o menos clara y articulada gracias a la asistencia y cooperación de la mente consciente. Este es el comienzo de la función trascendente, por ejemplo, de la colaboración entre los datos conscientes e inconscientes.

La turbación emocional también se puede tratar de otra manera, no clarificándola intelectualmente sino dándole forma. Los pacientes que poseen algún talento para dibujar o pintar pueden dar expresión a su estado de ánimo a través de un dibujo. No es importante que el dibujo sea técnica o estéticamente satisfactorio, sino que la fantasía tenga el mayor juego posible y que todo junto sea hecho lo mejor posible. En principio este procedimiento está en acuerdo con el primero descrito. Aquí también se crea un producto que está influenciado por la consciencia y el inconsciente, dando cuerpo a la lucha del inconsciente por ver la luz y la lucha de la consciencia por obtener substancia.

A menudo, sin embargo, encontramos casos en los que no hay un estado de ánimo o depresión tangible, sino tan sólo un descontento y grisicitud general, una sensación de resistencia a todo, una especie de aburrimiento o vago disgusto, un vacío indefinible pero excruciante. En estos casos no existe un punto de partida definitivo -sería necesario primeramente crearlo. Aquí es necesaria una especial introversión de la libido, apoyada quizás por condiciones externas favorables, tales como descanso absoluto, especialmente por la noche, cuando la libido tiene en todo caso una tendencia a la introversión. (“Es de noche: ahora todas las fuentes hablan más alto. Y mi alma también es una fuente burbujeante.”)

La atención crítica debe eliminarse. Los tipos visuales deben concentrarse en la expectativa de que se producirá una imagen interna. Como regla general, este dibujo-fantasía finalmente aparece -puede que hipnagógicamente- y debe ser observado cuidadosamente y anotado en papel. Los tipos audio-verbales normalmente escuchan palabras internas, quizás meramente fragmentos de frases sin significado para empezar, los cuales sin embargo deben ser cuidadosamente anotados. Otros, en ocasiones semejantes, simplemente escuchan su ‘otra’ voz. No son pocos los que saben bien que poseen una especie de crítico interior o juez que inmediatamente comenta todo lo que dicen o hacen. Los dementes escuchan están voz directamente como alucinaciones auditivas. Pero también las personas normales, si su vida interior está más o menos bien desarrollada, son capaces de reproducir sin dificultad esta voz inaudible, aunque como es bastante irritante e intratable, casi siempre es reprimida. Estas personas tienen pocas dificultades en procurar el material inconsciente, estableciendo así la base para la función trascendente.

Hay otros, de nuevo, que ni ven ni escuchan nada en su interior, pero que sus manos tienen la habilidad de dar expresión a los contenidos del inconsciente. Estas personas pueden beneficiarse al trabajar con materiales plásticos. Aquellos que son capaces de expresar el inconsciente con movimientos corporales son bastante escasos. La desventaja de que los movimientos no se puedan fijar fácilmente en la mente debe tratarse haciendo cuidadosos dibujos de los movimientos, de manera que no se pierdan de la memoria. Más raro aun, aunque igualmente valiosa, es la escritura automática, directa o con planchette (2). Esto también da buenos resultados.

Ahora llegamos a la siguiente cuestión: ¿qué es lo que debe hacerse con el material obtenido en una de las maneras descritas? A esta pregunta no hay una respuesta a priori, sólo cuando la mente consciente se enfrenta a los productos del inconsciente es cuando se obtiene una reacción provisional que determinará el siguiente procedimiento. La experiencia puede darnos una pista. Según mi experiencia parece haber dos tendencias principales. Una es la vía de la formulación creativa y la otra la vía de la comprensión.

Donde predomina el principio de la formulación creativa, el material es continuamente variado y aumentado hasta que tiene lugar una especie de condensación de los motivos en símbolos más o menos estereotipados. Estos estimulan la fantasía creativa y sirven principalmente como motivos estéticos. Esta tendencia lleva al problema estético de la formulación artística.

Por otro lado, donde predomina el principio de la comprensión, el aspecto estético tiene relativamente poco interés y en ocasiones puede incluso considerarse un estorbo. En cambio, hay una intensa lucha por entender el significado del producto inconsciente.

Donde la formulación estética tiende a concentrarse en el aspecto formal del motivo, una comprensión intuitiva a menudo trata de atrapar el significado desde pistas levemente adecuadas en el material, sin considerar aquellos elementos que podrían ver la luz con una formulación más cuidadosa.

Ninguna de estas tendencias puede traerse mediante un esfuerzo arbitrario de la voluntad; son el resultado de la peculiar constitución de la personalidad individual. Ambas tienen sus peligros típicos y pueden llevar a uno por mal camino. El peligro de la tendencia estética es la sobrevaloración del aspecto formal o “artístico” de los productos de la fantasía; la libido se desvía del objetivo real de la función trascendente y es conducida por un camino paralelo hacia problemas puramente estéticos de expresión artística. El peligro de querer entender el significado es la sobrevaloración del contenido, el cual está sujeto al análisis intelectual y la interpretación, de manera que el carácter esencialmente simbólico del producto se pierde. Estos caminos deben seguirse hasta cierto punto para satisfacer los requerimientos estéticos o intelectuales, cualquiera que predomine en el caso individual. Pero merece la pena insistir en los peligros de estos dos caminos ya que, después de que se ha alcanzado cierto punto en el desarrollo psíquico, los productos del inconsciente son sobrevalorados precisamente porque antes estaban ilimitadamente infravalorados. Esta infravaloración es uno de los grandes obstáculos a la hora de formular el material inconsciente. Revela los estándares colectivos mediante los cuales se juzga cualquier cosa individual: nada se considera bueno o bonito que no encaje en el esquema colectivo, aunque es cierto que el arte contemporáneo está empezando a hacer esfuerzos compensatorios en este sentido. Lo que falta no es el reconocimiento colectivo del producto individual sino su apreciación subjetiva, la comprensión de su significado y su valor para el sujeto. Este sentimiento de inferioridad por el producto de uno mismo no es, por supuesto, la regla general. En ocasiones encontramos el opuesto exacto: una sobrevaloración ingenua y poco crítica unida a la exigencia de reconocimiento colectivo una vez que el sentimiento inicial de inferioridad se ha superado. A la inversa, una sobrevaloración inicial puede fácilmente volverse en un escepticismo depreciatorio. Estos juicios erróneos son debidos a la inconsciencia del individuo y a la falta de confianza en sí mismo: o es capaz de juzgar sólo mediante estándares colectivos o, debido a una inflación del ego, pierde completamente su capacidad de juicio.

Una tendencia parece ser el principio regulador de la otra; ambas están unidas en una relación compensatoria. La experiencia muestra esta fórmula. Si es posible sacar más conclusiones generales en este punto, podríamos decir que la formulación estética necesita una comprensión del significado, y que la comprensión necesita una formulación estética. Las dos se suplementan para formar la función trascendente.

Los primeros pasos en ambos caminos siguen el mismo principio: la consciencia pone sus medios de expresión a disposición del contenido inconsciente. En primer lugar no debe hacer más que esto para no ejercer una influencia excesiva. Al dar forma al contenido debe dejarse el mayor control posible a las ideas fortuitas y asociaciones arrojadas por el inconsciente. Esto, naturalmente, es un contratiempo desde el punto de vista de la consciencia, y a menudo resulta doloroso. Esto no es difícil de entender cuando nos acordamos de cómo se presentan normalmente los contenidos del inconsciente: como cosas que son por naturaleza demasiado débiles para cruzar el umbral, o como elementos incompatibles que fueron reprimidos por diversas razones. Suelen ser contenidos molestos, inesperados e irracionales, y su represión, o el desinterés mostrado hacia ellos, parece absolutamente comprensible. Sólo una pequeña parte de los contenidos tiene algún valor inusual, bien desde el punto de vista colectivo o subjetivo. Pero los contenidos no valorados por la colectividad pueden ser extremadamente valiosos al ser observados desde el punto de vista individual. Este hecho se expresa en su tono afectivo, sin importar que el sujeto lo considere positivo o negativo. La sociedad también está dividida al aceptar ideas nuevas o desconocidas que obstruyen su emocionalidad. El propósito del procedimiento inicial es descubrir los contenidos ‘tonificados’ por los sentimientos, ya que en estos casos siempre estamos tratando con situaciones en las que la parcialidad de la consciencia se encuentra con la resistencia de la esfera instintiva.

Los dos caminos no se dividen hasta que el problema estético se hace decisivo para un tipo de persona y el problema intelectual-moral para el otro. El caso ideal sería si estos dos aspectos pudiesen existir conjuntamente o si ambos triunfasen rítmicamente; esto es, si hubiese una alternancia de creación y comprensión. Parece casi imposible que uno exista sin el otro, aunque esto ocurre en la práctica alguna vez: la necesidad creativa se apodera del objeto a costa de su significado, o la necesidad de entender desdeña la necesidad de darle forma. Primero, se quiere que los contenidos del inconsciente se vean claramente, lo que sólo se puede conseguir al darles forma, entonces se juzgan sólo cuando todo lo que tienen que decir está tangiblemente presente. Fue por esta razón por la que Freud hizo que los contenidos del sueño se expresasen en forma de ‘libre-asociación’ antes de empezar a interpretarlos.

Elucidar sólo el contexto conceptual de un sueño no es suficiente en cualquiera de los casos. A menudo es necesario clarificar un contenido vago dándole forma visible. Esto se puede hacer dibujando, pintando o modelando. A menudo las manos saben cómo solucionar un enigma con el que el intelecto a luchado en vano. Al darle forma, uno continua durante la vigilia soñando el sueño con mucho más detalle, y el suceso inicialmente incomprensible y aislado se integra en la esfera de la personalidad, a pesar de que primero permanece inconsciente en el sujeto. La formulación estética lo deja ahí y desiste de intentar descubrir un significado. Esto a veces hace que los pacientes fantaseen con ser artistas -incomprendidos, naturalmente. El deseo de entender, si prescinde de una cuidadosa formulación, comienza con la idea fortuita o asociación y por consiguiente carece de una base adecuada. Tiene más posibilidades de éxito si empieza sólo con el producto formulado. Cuanto menos se desarrolla y se da forma al material inicial, mayor es el peligro de que el entendimiento sea gobernado no por hechos empíricos sino por consideraciones teóricas y morales. El tipo de comprensión que nos concierne en esta fase consiste en una reconstrucción del significado que parece ser inmanente en la idea “fortuita” original.

Es evidente que semejante procedimiento sólo puede tener lugar legítimamente cuando hay suficientes motivos para ello. Igualmente, se puede dejar el control al inconsciente sólo si ya contiene la voluntad de tomar el control. Esto naturalmente sólo ocurre cuando la mente consciente se encuentra en una situación crítica. Una vez que se la ha dado forma al contenido del inconsciente y se comprende el significado de la formulación, surge la pregunta de cómo el ego se relacionará con esta posición, y cómo llegarán a entenderse el ego y el inconsciente. Esta es la segunda fase y la más importante del procedimiento, el traer y juntar los opuestos para producir un tercero: la función trascendente. En esta fase ya no es el inconsciente el que está al control, sino el ego.

No definiremos aquí el ego individual, pero lo dejaremos en su realidad banal como ese centro continuo de la consciencia cuya presencia se ha hecho sentir desde la niñez. Está enfrentado con un producto psíquico que debe su existencia principalmente a un proceso inconsciente y está por consiguiente en cierto grado opuesto al ego y sus tendencias.

Este punto de vista es esencial en el proceso de aceptación del inconsciente. La posición del ego debe mantenerse con el mismo valor que la contraposición del inconsciente, y viceversa. Esto en suma equivale a una muy necesaria advertencia: de la misma forma que la mente consciente del hombre civilizado tiene un efecto restrictivo sobre el inconsciente, el inconsciente redescubierto a menudo tiene un efecto realmente peligroso sobre el ego. De la misma forma que el ego suprimió antes el inconsciente, un inconsciente liberado puede echar a un lado al ego y abrumarlo. Hay peligro de que el ego pierda la cabeza, por decirlo de alguna manera, y no sea capaz de defenderse ante la presión de factores afectivos -una situación a menudo encontrada al comienzo de la esquizofrenia. Este peligro no existiría, o no sería tan agudo, si el proceso de tenerlo fuera con el inconsciente pudiese de alguna forma despojar a los afectos de su dinamismo. Y esto es lo que de hecho ocurre cuando la contraposición se estetiza o intelectualiza. Pero el enfrentamiento con el inconsciente debe ser multilateral, ya que la función trascendente no es un proceso parcial siguiendo un curso condicionado; es un acontecimiento total e integral en el que todos los aspectos están, o deberían estar, incluidos. El afecto, por consiguiente, debe desplegarse con toda su fuerza. La estetización e intelectualización son excelentes herramientas contra afectos peligrosos, pero sólo deberían usarse cuando hay una amenaza vital, y no con el propósito de evitar una tarea necesaria.

Gracias a la perspicacia fundamental de Freud, sabemos que los factores emocionales deben tratarse a fondo en el tratamiento de las neurosis. La personalidad en su totalidad debe tenerse seriamente en cuenta, y esto se refiere a ambas partes, tanto al paciente como al analista. Hasta qué punto el último puede esconderse tras el escudo de la teoría permanece una cuestión delicada, para ser dejada a su discreción. En cualquier caso, el tratamiento de la neurosis no es una especie de cura de aguas sino una renovación de la personalidad, trabajando en todas direcciones y penetrando en cada esfera de la vida. Conciliarse con la contraposición es una cuestión seria sobre la que a menudo depende mucho. Tomarse en serio la otra parte es un prerequisito esencial en el proceso, ya que sólo de esa manera los factores reguladores pueden ejercer influencia en nuestras acciones. Tomárselo en serio no quiere decir tomárselo literalmente, pero sí quiere decir darle crédito al inconsciente de forma que tenga oportunidad de cooperar con la consciencia en vez de perturbarla automáticamente.

Así, en el proceso de avenirse al inconsciente, no sólo se justifica el punto de vista del ego, sino que se garantiza al inconsciente la misma autoridad. El ego toma el control, pero también se debe permitir hablar al inconsciente -audiatur et altera pars.

La manera en que esto se puede hacer se ve mejor en aquellos casos en los que se oye la ‘otra’ voz más o menos distintivamente. Para estas personas es técnicamente muy sencillo escribir en papel lo que dice la ‘otra’ voz y responder a sus afirmaciones desde el punto de vista del ego. Es exactamente como si hubiese un diálogo entre dos seres humanos con los mismos derechos, cada uno de ellos da al otro crédito por un argumento válido y considera que merece la pena modificar los puntos de vista en conflicto mediante una comparación y discusión en profundidad o bien distinguiéndolos claramente el uno al otro. Como el camino para el entendimiento apenas aparece expedito, en la mayoría de los casos habrá que soportar un largo conflicto, exigiendo sacrificios por ambas partes. Semejante acercamiento podría muy bien establecerse entre paciente y analista, cayendo sobre el último el papel de abogado del diablo.

Hoy en día se puede ver con enorme claridad lo poco dispuesta que está la gente a dejar que cuenten los argumentos de los demás, a pesar de que esta capacidad es una condición fundamental e indispensable para cualquier comunidad humana. Cualquiera que se proponga conciliarse consigo mismo debe tener en cuenta este problema básico. Ya que, mientras no admita la validez de la otra persona, negará el derecho del ‘otro’ en su interior a existir, y viceversa. La capacidad del diálogo interno es una piedra de toque para la objetividad externa.

Simple como pueda ser el proceso de aceptación en el caso del diálogo interno, es indudablemente más complicado en otros casos en los que sólo hay productos visuales, productos que hablan un lenguaje suficientemente elocuente para aquel que lo entiende, pero que suena como un lenguaje de sordos para quien no. Enfrentado con semejantes productos, el ego debe tomar la iniciativa y preguntarse ¿cómo me afecta este signo? Esta pregunta fáustica puede traer una respuesta esclarecedora. Cuanto más directa y natural sea la respuesta, más valiosa será, ya que la naturalidad y el ser directo garantiza una reacción más o menos total. No es absolutamente necesario que el proceso de confrontación mismo se haga consciente en todo detalle. Muy a menudo una reacción total no tiene a su disposición esas presunciones teóricas, puntos de vista y conceptos que harían posible una comprensión clara. En estos casos uno debe estar contento con los silenciosos pero sugestivos sentimientos que aparecen en su camino y que son más valiosos que cualquier charla inteligente.

El lanzamiento aquí y allá de argumentos y afectos representa la función trascendente de opuestos. El enfrentamiento entre las dos posiciones genera una tensión cargada de energía y crea una tercera cosa viva- no un lógico nacimiento muerto en acuerdo con el principio tertium non datur sino un movimiento fuera de la suspensión entre opuestos, un nacimiento vivo que conduce a un nuevo nivel del ser, una nueva situación. La función trascendente se manifiesta como una cualidad de opuestos unidos. Mientras se mantienen apartados -naturalmente con el propósito de evitar conflictos- no funcionan y permanecen inertes.

Sea como sea la forma en que los opuestos aparecen en el individuo, en el fondo siempre hay una consciencia perdida y obstinadamente atascada en la parcialidad, enfrentada con la idea instintiva de poseer integridad y libertad. Esto presenta una imagen del hombre antropoide y arcaico con, por un lado, su mundo de instintos supuestamente desinhibido y, por el otro, su mundo de ideas espirituales a menudo malentendidas, quien, compensando y corrigiendo nuestra parcialidad, emerge de la oscuridad y nos muestra cómo y dónde nos hemos desviado del patrón básico y mutilado psíquicamente.

Debo contentarme aquí con una descripción de las formas y posibilidades externas de la función trascendente. Otra tarea de mayor importancia sería la descripción de sus contenidos. Hay ya una gran cantidad de material sobre esto, pero no se han superado todavía todas las dificultades en cuanto a la exposición. Todavía son necesarios una serie de estudios preparatorios antes de establecer el fundamento conceptual que nos permita dar una explicación clara e inteligible de los contenidos de la función trascendente. Desafortunadamente he tenido la experiencia de que el público científico no se encuentra en todas partes en la posición de seguir un argumento puramente psicológico, ya que o se lo toman demasiado personalmente o están acosados por prejuicios intelectuales o filosóficos. Esto hace que cualquier apreciación significativa de los factores psicológicos sea bastante imposible. Si la gente se lo toma personalmente su juicio es siempre subjetivo, y declaran que es imposible todo aquello que no es aplicable en su caso o que prefieren no saber. Son bastante incapaces de darse cuenta que lo que es válido para ellos puede no ser válido para otra persona con una psicología diferente. Todavía estamos muy lejos de poseer un esquema general de explicación que sea válido para todos los casos.

Uno de los grandes obstáculos para una comprensión psicológica es el inquisitivo deseo de saber si el factor psicológico aducido es ‘verdadero’ o ‘correcto’. Si la descripción del mismo no es errónea o falsa, entonces el factor es válido en sí mismo y demuestra su validez por su misma existencia. Uno, de la misma forma, podría preguntarse si el ornitorrinco es una invención ‘verdadera’ o ‘correcta’ del Creador. Igualmente pueril es el prejuicio en contra del papel que las suposiciones mitológicas juegan en la vida de la psique. Como no son ‘verdaderas’, se argumenta, no tienen lugar en una explicación científica. Pero los mitologemas existen, incluso cuando sus afirmaciones no coinciden con nuestra inconmensurable idea de ‘verdad’.

Como el proceso de aceptar la contraposición tiene un carácter total, nada es excluido. Todo toma parte en la discusión, incluso si sólo se hacen conscientes algunos fragmentos. La consciencia está continuamente ampliándose mediante la confrontación de contenidos previamente inconscientes, o -para ser más exactos- podría ampliarse si nos molestásemos en integrarlos. Ese, naturalmente, no es siempre el caso. Incluso cuando hay suficiente inteligencia para comprender el procedimiento, hay todavía una falta de coraje y auto-confianza, o uno es demasiado vago, mental y moralmente, o demasiado cobarde, para hacer un esfuerzo. Pero donde existen las premisas necesarias, la función trascendente no sólo constituye una valiosa adición al tratamiento psicoterapéutico, sino que da al paciente la inestimable ventaja de asistir al analista con sus propios recursos y de romper una dependencia que ha menudo se siente como humillante. Es un camino para obtener liberación con el propio esfuerzo y para encontrar el coraje para ser uno mismo.

(1) Psicología: emoción asociada con una idea o grupo de ideas.

(2) Tabla con forma de corazón sobre ruedas y con un lápiz pegado que escribe mensajes bajo la supuesta influencia del espíritu.

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