Evitar las postergaciones

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 17:34

Evitar las postergaciones
Cuando te encuentres en la situación de tener que afrontar un cambio en tu vida, surgirá inevitablemente el temor a dejar atrás lo conocido y tener que internarte en un terreno nuevo, donde las experiencias anteriores ya no tienen validez y tendrás que encontrar nuevas formas de respuesta para reemplazar a las viejas a las que estabas acostumbrado. En esos momentos, todos experimentamos la tentación de dejar las cosas como están y así evitar por completo los peligros y las complicaciones de lo desconocido.

Los pretextos que elegimos para no tener que enfrentarnos a nuevas situaciones, pueden variar mucho según nuestras circunstancias personales, pero lo que tienen de común es la función de convencernos de que es mejor dejar que todo siga como está y abandonar nuestras ideas extravagantes de cambiar las cosas. Según cuál sea la situación en que ahora te encuentras: si eres joven o viejo, soltero o casado, con hijos o sin ellos, estudiante o no, puedes fácilmente encontrar razones por las cuales no deberías apartarte del camino que llevaste hasta este momento.

El tema de la edad se presta fácilmente para dilatar la acción. Puedes argüir que eres demasiado joven o, por el contrario, que ya eres muy viejo para hacer tal o cual cosa. También hay cosas que los casados no deberían hacer o que no son convenientes para los solteros, para la gente que tiene hijos o la que no los tiene, y así siguiendo. Con un poco de ingenio siempre puedes encontrar un motivo para dejar de hacer algo que te llevaría fuera del terreno seguro de lo ya conocido y experimentado. En asuntos tales como los referentes a la vida humana, donde nada es del todo blanco o negro, siempre hay puntos a favor y en contra de algo, y ellos son los que te pueden servir para justificar tu decisión ante tu propio tribunal interior.

Una manera hábil de no hacer algo y al mismo tiempo quedar bien con uno mismo, es simplemente posponerlo, dejarlo para más adelante. Ese tribunal interior del que he hablado es una parte de ti mismo que te conoce mejor que nadie puede hacerlo y es el que juzga todos tus actos. El que seas tú mismo el que te está juzgando no impide que trates de engañarlo como podrías hacerlo con otra persona y de convencerlo de que, en realidad, no es que tengas miedo de hacer algo, sino de que lo estás postergando en espera de una mejor ocasión.

Cuando eres un estudiante, puedes decir que para hacer ciertas cosas es mejor esperar a que termines tus estudios. Si ya estás trabajando, puedes esperar a que llegue el momento de la jubilación. Si estás soltero, tal vez sea mejor hacerlo cuando te cases, y si ya estás casado, cuando lleguen los hijos. Tener hijos pequeños es un buen motivo para esperar a que crezcan; siempre es posible encontrar algo que nos indique que sería más conveniente dejar para más adelante aquel cambio que habíamos pensado.

De una manera u otra, ya sea que descartes totalmente cualquier cambio o que dejes de hacerlo hasta que aparezca una mejor oportunidad, deberías evaluar detalladamente si lo que estás eligiendo hacer es realmente dictado por la voz de la razón o lo es, en cambio, por la voz del miedo. Si has pensado profundamente en lo que vas a hacer y todos tus razonamientos te encaminan a pensar que no es el momento adecuado para hacer algo, no tiene nada de malo que lo dejes hasta que cambien las circunstancias.

Si lo que te está frenando es el temor a lo que no conoces, tienes que pensar que esta es una reacción natural y que le ocurre a todo el mundo. El miedo no es un motivo válido para dejar de actuar cuando se han analizado cuidadosamente todas las posibles consecuencias de lo que piensas hacer. Puedes, en cambio, dejar de hacer algo porque has concluido que son pocas las posibilidades de llevarlo a cabo o porque son elevados los riesgos a los que te expondrás tú o tus personas allegadas

Cuando de lo que se trata es de algo que puede afectar la felicidad de tu vida, el miedo no es un buen consejero. No puedes posponer la felicidad porque tienes miedo de hacer algo que no hiciste antes. Se vive una sola vez y no tendrás oportunidad de repetir tu vida. Si vas a ser feliz, tienes que serlo ahora y aquí, y no puedes esperar a que las cosas cambien para entonces recién tratar de hacer algo.

Si has pensado suficientemente sobre algún cambio en tu vida que haga que esta sea un poco más feliz, y has llegado a la conclusión de que, en caso de hacerlo, no perjudicas indebidamente a ninguna otra persona, no debes dejar que el miedo te detenga. Ninguno de nosotros tiene la vida asegurada y puede saber con certeza que tiene tanto tiempo por delante para hacer lo que quiere. En cualquier momento podemos tener que devolver la vida que nos fue prestada y en ese momento no nos vamos a lamentar por las cosas que hicimos sino por todas aquellas que dejamos de hacer.

Evitar las quejas y las críticas inútiles

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 17:40

Evitar las quejas y la críticas inútiles
Como parte de la armonización de la persona con el medio, existen dos aspectos que es ineludible incorporar. Una persona que desea mantener dicha armonía tiene que aprender a evitar quejarse de aquellos hechos que no puede o no le interesa cambiar, y la misma política tiene que aplicar a las personas con las que se relaciona.

Es fácil de detectar aquella persona que se considera víctima, ya sea de las circunstancias o de las otras personas. Es la que ve en cualquier acontecimiento una intención maligna que busca perjudicarla. Un simple cambio del tiempo, por ejemplo de soleado a nublado, le parece un intento de estropearle la vida.

Una persona como esta generalmente no se reserva sus pensamientos para sí. A cualquier persona que esté cerca y se resigne a escucharla, la abrumará con la explicación de cómo el malvado tiempo se obstina en estropearle los planes que se había trazado, sin privarse de hacer un análisis histórico de cómo el tiempo ya no es lo que era antes y cada vez viene peor.

Entre los principios generales que rigen la conducta de la persona evolucionada, uno de los más importantes es el de asumir la responsabilidad por el propio destino, teniendo en cuenta por supuesto que existen hechos fuera de su control. La persona evolucionada realiza las acciones que están a su alcance para influir en su destino y no pierde tiempo lamentando aquellas cosas que no puede cambiar, sino que rehace sus planes según cómo se presenten las circunstancias.

Si tenías pensado salir a dar un paseo y un cambio meteorológico lo hace imposible, no tiene sentido que el tiempo que ibas a estar paseando lo inviertas en mirar por la ventana y lamentarte por lo que no pudiste hacer. Es mucho más útil que busques otra actividad para hacer y en todo caso, si quieres quejarte, no molestes con tus quejas a personas a las cuales el asunto no les interesa.

Este mismo principio se puede aplicar a asuntos más importantes que el de salir a dar un paseo. Lo que hay que tener en cuenta es que quejarse por algo que no puedes evitar no va a solucionar nada y lo más probable es que termines aburriendo a las otras personas.

Un caso particular de la persona quejosa lo constituye aquella cuyas quejas se enderezan contra las otras personas. Esta es la persona que vive criticando a los demás porque nadie le cae bien. Si bien es cierto que todos tenemos defectos, es muy rara la persona que no tenga algún aspecto positivo, algo que se pueda alabar. Se comete un acto de injusticia cuando solamente se repara en lo malo y no en lo bueno que puedan tener los otros.

Es obvio que la costumbre de referirse a los demás únicamente para criticarlos nace de un problema psíquico. Ver las conductas erradas que tienen los otros y analizar cuáles pueden ser las causas de las mismas, es una buena manera de darse cuenta de los cambios que uno mismo tiene que realizar, ya que es raro que uno perciba sus propias conductas incorrectas.

El caso de la persona criticona puede ser debido a que la misma intenta realzarse a sí misma rebajando a los demás. Poner constantemente de manifiesto lo que considera los defectos de los demás puede ser una manera de atraer la atención hacia sus propias virtudes. Aquí hay evidentemente un problema de autoestima porque la persona que se autoestima no necesita andar fijándose en lo que hacen mal los demás para sentirse mejor.

También puede ser que intervenga una falla del principio de responsabilidad que antes expuse, si es que las críticas se refieren siempre a la manera en que los otros se comportan con la persona quejosa. Si acatas el principio de responsabilidad no andas fijándote en lo que hacen los demás ni siquiera para echarles la culpa de lo que te pasa a ti. La persona evolucionada sabe que lo que le ocurre es producto de sus propias acciones y no de las acciones de los demás.

Reconocer los errores propios

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 17:43

Reconocer los errores propios
El camino de la superación personal empieza por la aceptación de sí mismo, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer, renunciando a cualquier ilusión que puedas haber tenido, es que eres un ser humano y que, como tal, estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.

Nada más lejos de la persona evolucionada que ser arrogante y pretender la infalibilidad. Así como no exige a los demás la infalibilidad, tampoco se cree a sí misma infalible ni dueña de la verdad. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera.

Esta actitud suele ser mal comprendida, dado que la persona común, no evolucionada, quiere que la convenzan porque rechaza el esfuerzo que representa pensar por sí misma. Prefiere dejar que los padres, los maestros, los políticos, los publicistas, le digan lo que tiene que pensar para así evitarse el trabajo de encontrarlo por su cuenta.

Esa persona común, que no piensa por su cuenta, es usualmente una persona fanática, en el sentido de que no admite que otros piensen en forma diferente. Ello es así porque, al someterse a que los demás le digan qué tiene que pensar, ha sacrificado su libertad de elegir. Para que tal sacrificio tenga sentido, tiene que negar que exista otra verdad que aquella que le han dado.

Una persona así, al encontrarse con alguien que tiene una opinión distinta que la suya, tratará de conquistarla para su bando de cualquier manera que sea. Dado que ésa es su manera de ser, le resultará incomprensible que alguien que piense distinto no haga lo mismo con ella. Por eso, cuando se encuentra con una persona evolucionada le resulta difícil comprenderla.

La persona evolucionada no trata de convencer a los demás y, por lo tanto, no tiene inconveniente en reconocer sus errores ya que no necesita encumbrarse en una posición de infalibilidad para poder captar adeptos. Incluso rechaza la palabra “adepto” porque se suele usar en el sentido de alguien que adhiere a la posición de otro sin hacer un análisis propio.

Las personas que creen que aceptar los propios errores rebaja la estatura de la persona son justamente aquellos que buscan adeptos que crean incondicionalmente lo que se les dice. No pueden comprender que al individuo evolucionado lo que le interesa es su propia opinión y no la opinión de los demás. Por lo tanto no hay nada que le impida reconocer que se ha equivocado, ya que no le importa lo que los demás piensen.

Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen (aunque puede aceptarlo si le parece adecuado), reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de amar a los otros como se ama a sí mismo. Así como yo me doy el derecho de opinar de manera diferente a los demás, les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.

Si te pones en una pose de predicador a ultranza, queriendo conquistar adeptos a toda costa, no estás respetando a los demás. Esa actitud es la que lleva a las guerras religiosas y de otros tipos, y es la que ha provocado la masacre de millones de personas a lo largo de la historia humana.

Aquellos que no pueden abandonar una discusión hasta que la otra parte les ha dado absoluta y completamente la razón, son los que, a otro nivel, emprenden campañas de evangelización a sangre y fuego contra pacíficas poblaciones indígenas. Aquellos que acuden a trampas con tal de ganar una partida de cartas (en la que ni siquiera se juega por dinero), son los que, a otro nivel, cargan los aviones con bombas para ir a arrojarlas sobre poblaciones indefensas.

La humildad es una de las características de la persona evolucionada, teniendo bien en claro que, al contrario de lo suele entenderse, no es lo mismo humildad que obsecuencia y sumisión. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.

Evitar los encasillamientos

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 18:00

Evitar los encasillamientos
La persona evolucionada está siempre abierta a la posibilidad del cambio, no se encasilla ni encasilla a los demás. El encasillamiento es una manera de rehuirse a las experiencias nuevas, de seguir siempre en la vieja rutina. El encasillamiento se consigue poniéndose etiquetas a sí mismo y poniéndoselas a los demás.

Las distintas etiquetas que una persona se puede aplicar a sí misma se refieren a sus características físicas, su carácter, su conducta social y sus hábitos. Todos tenemos una idea de lo que somos y cómo nos comportamos; esto es lo que se engloba en el concepto de sí mismo, el cual no tiene nada de malo y puede coincidir con la realidad. El problema se presenta cuando se usa el concepto de sí mismo para privarse de experiencias que podrían enriquecernos.

Por ejemplo, puedes opinar de ti mismo: que eres tímido o nervioso; que eres bueno para la música y malo para las matemáticas; que eres sano o enfermizo, gordo o delgado; que eres descuidado o meticuloso; que eres un aburrido o un solitario. Cualquiera de estas cosas puede ser verdadera o falsa, y en tanto no te perjudiquen puedes seguir pensando lo que quieras. Cuando se produce un conflicto, tienes que analizar si es verdadera o no la etiqueta que te has o te han adjudicado.

Supongamos que de niño tenías un pianito de juguete y un tío que te escuchó tocarlo dictaminó que no servías para músico. A partir de ahí nunca te acercaste a un instrumento musical. Ahora que ya eres adulto, si no tienes nada mejor que hacer, bien podrías tratar de ver si el tío estaba equivocado y consigues aprender a tocar algún instrumento.

Pueden ocurrir otros casos más importantes como, por ejemplo, que en el trabajo te propongan un ascenso si te trasladas a otra ciudad. Si tú eres del tipo de persona que prioriza la seguridad de lo conocido, que come siempre la misma comida, usa siempre la misma ropa, lee siempre los mismos diarios, perfectamente puedes negarte a que te asciendan con tal de no abandonar lo que ya conoces.

Hay personas que evitan sistemáticamente explorar lo desconocido y abrirse a nuevas experiencias, recurriendo a las etiquetas que llevan pegadas. Pueden decir “Yo soy así, siempre he sido así y no voy a cambiar” para negarse a considerar siquiera la posibilidad de emprender actividades diferentes de las que siempre han hecho. Por supuesto que si una persona tiene una constitución débil no es conveniente que se inscriba para correr en una maratón, so pretexto de vivir algo nuevo.

Sin embargo, muchas veces las etiquetas que nos endilgamos son incorrectas y producto de uno o más trastornos psíquicos como pueden ser la rigidez, los prejuicios y el perfeccionismo. Lo que tienen en común estos trastornos es que te mantienen atado a un esquema del que no puedes apartarte. La rigidez, por ejemplo, es lo contrario de la espontaneidad: consiste en no hacer nada que no esté rigurosamente planeado de antemano.

La persona que sufre de rigidez puede planear exhaustivamente un viaje de vacaciones porque está previsto que las personas tengan un período de vacaciones en el año. Lleva a cabo el viaje siguiendo al pie de la letra lo que traía planeado pero, si en el transcurso del mismo surge la posibilidad de visitar alguna atracción turística que no estaba contemplada, no se lo puede hacer porque eso no estaba dentro del plan.

El perfeccionismo también conspira contra la realización de nuevas actividades cuando alguien o tú mismo has determinado que no eres bueno para hacer algo. En vez de pensar que lo importante de una actividad es el placer que tú extraigas de ella, te niegas siquiera a emprenderla porque, si no haces algo perfectamente, no vale la pena que lo hagas.

Los prejuicios son la forma de decretar la inexistencia de una gran parte de la humanidad. Ya sea que se basen en el color de la piel, en la nacionalidad, en la religión, en la opinión política, etc., sirven de pretexto para que uno no tenga nada que ver con la gente que no coincide con nosotros en algunos de esos aspectos.

Si, basándote en que determinada persona tiene distinto color de piel que el tuyo o diferente religión que la tuya, te niegas a conocer y a tratar con esa persona, lo que estás diciendo es que quieres seguir tratándote con la misma gente que siempre has conocido y te estás privando de conocer a alguien que tal vez pueda enriquecer tu vida con nuevos conocimientos y puntos de vista.

No depender de los demás

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 18:24

No depender de los demás
Uno de los objetivos (tal vez el más importante) de la superación personal es alcanzar la autonomía en todos los aspectos. La persona evolucionada es autónoma en sus opiniones en cuanto que no acepta pasivamente las opiniones de los demás. Sin rechazarlas indiscriminadamente, se toma el tiempo para analizarlas y determinar si quiere hacerlas suyas.

Al igual que en el plano mental, en el plano emocional también la persona evolucionada es autónoma en el sentido de que sus sentimientos no dependen de los demás. Ella se da cuenta de que si quiere vivir en paz no puede permitir que los demás sean la causa de que esté alegre o triste. Los sentimientos de una persona evolucionada son provocados por su propia decisión o por acontecimientos ajenos a la voluntad de una determinada persona.

Esto no quiere decir que la persona evolucionada no tenga sentimientos, lo que es un equívoco muy frecuente. Hay algunos que, al no entender bien este punto, dicen: “¡Pero no se puede vivir sin sentimientos!” Si bien es cierto que todos los sentimientos negativos que hacen enfrentarse a los individuos, como el odio y el enojo, deben ser desterrados, nada te impide disfrutar de sentimientos positivos como la alegría, la amistad y el amor.

También puedes experimentar tristeza por algo que te ha ocurrido o que le ha ocurrido a una persona querida, o por una noticia referente a la humanidad en general, como por ejemplo una guerra, una epidemia o una hambruna en alguna parte del globo. Pero el sentimiento de tristeza o dolor no debe inmovilizarte de manera que no puedas seguir adelante con tu vida a pesar de lo ocurrido.

Las personas que no han conseguido la autonomía, en el sentido que he explicado, viven dependientes de los demás, sean quienes sean: los padres, los jefes, los novios, los amigos, los esposos, tanto en el aspecto mental como el emocional. No tienen opiniones propias, o si las tienen no se animan a exteriorizarlas sin solicitar la aprobación del personaje de autoridad. Son esas personas que no se animan a hacer ninguna afirmación sin agregarle “¿No es cierto, Fulano?” Si Fulano no da su aprobación, inmediatamente retiran lo dicho.

Observa en una reunión en la oficina o en una rueda de amigos, y generalmente verás una persona que no abre la boca hasta que lo hayan hecho todas los demás, para de esa manera saber de qué lado sopla el viento antes de decir lo suyo. Esto no quiere decir que la persona evolucionada ande propalando a todos lo que piensa, sin fijarse en la ocasión ni el momento. Lo que ocurre es que, aunque no lo exprese si no lo considera conveniente, tiene su propia opinión que no depende de lo que digan los demás.

Otro aspecto en que se manifiesta la falta de autonomía es la conducta de la persona, que al fin es también una forma de expresarse. Tú te expresas a través de lo que dices y a través de lo que haces. Hay personas que están psicológicamente incapacitadas para hacer algo que piensan que no recibirá la aprobación de alguna figura de autoridad en particular o de la sociedad en general. Por ejemplo, puede ser que ya seas adulto y sin embargo no quieras hacer cosas que te parece que no tienen nada de malo, pero que no serían del agrado de tus padres.

Si sabes que a alguien podría lastimarle o molestarle algo que tú has hecho, no hace falta que vayas corriendo a contárselo. Pero si te ves en la obligación de manifestar si lo has hecho o no, y prefieres negarlo porque te da vergüenza, entonces no te has liberado de la dependencia. En tanto sientas vergüenza de algo que haces, aunque racionalmente reconozcas que no hay motivo para ello, quiere decir que sigues dependiendo de la aprobación de los demás.

Con respecto a las infelicidades de origen amoroso es donde existe más confusión sobre el tema de la autonomía. La mayoría de las personas entiende que el amor debe ser algo recíproco y que si tú amas a una persona, esa persona te debe amar a ti. Si tu amor no es correspondido, no te queda más remedio que ser la clásica víctima de amor.

Sin embargo, esto no tiene que ser necesariamente así. En primer lugar, nada te impide amar a otra persona aunque esa persona no te ame a ti o tal vez ni tenga noticia de tu existencia. En segundo lugar, si la otra persona no te devuelve tu amor, no es obligación que tengas que sentirte infeliz. Si, para amar a alguien, necesitas que esa persona te ame a ti, eso no es verdadero amor sino un sentimiento egoísta y que te hace dependiente del otro.

Eliminar los hábitos nocivos

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 18:26

Eliminar los hábitos nocivos
Todo cambio de vida significa cambiar unos hábitos por otros. Se ha dicho y repetido que el hombre es un animal de costumbres, por lo que no está de más estudiar un poco en qué consiste esto del hábito. Cuando recién llegamos a la vida y tenemos todavía todo por delante, no tenemos hábitos con los que contar o que nos estorben para algo. Los hábitos se van desarrollando a medida que vivimos, ya que un hábito es simplemente una forma predeterminada de actuar en una cierta situación.

Cuando vas recorriendo el camino de la vida, vas experimentando situaciones viejas y nuevas. Una situación vieja es una en la ya que has estado antes; una nueva, aquella en la que nunca te has encontrado. Ante cada situación es lógico que te preguntes cómo vas a reaccionar, dado que el hombre no tiene, como los animales, el instinto que le indica qué hacer en cada momento. Resulta agotador, ante cada situación, tener que estar pensando qué se va a hacer. Entonces tendemos a repetir aquellas conductas que, en ocasiones anteriores, nos han dado buenos resultados o, por lo menos, nos han permitido salir no tan mal del paso. De esta manera se va constituyendo un hábito.

Una de las decisiones que tiene que tomar el hombre más a menudo es con respecto al uso de su tiempo, en lo que puede disponer de él. Tomemos el caso del tiempo libre, aquel en que no tienes obligatoriamente que dedicarte a ganarte la vida o cumplir otras tareas que te imponga tu etapa de vida como puede ser el estudio. Llega un fin de semana y tienes que decidir qué hacer en él. Cuando no estás en un momento en que el desarrollo te brinde nuevas posibilidades, las que tienes son bastantes conocidas. Al cabo de varias pruebas, te decides por una de ellas y ésa es la eliges de ahí en más como tu actividad de fin de semana.

Los hábitos son generalmente influidos por las tendencias, es decir, por las características de nuestra personalidad que ya traemos al nacer. Mientras que una persona puede tener el hábito de sentarse a leer, otra puede tenerlo de salir a bailar. Cuando de cambiar hábitos se trata, hay que distinguir bien qué es lo que puedes cambiar y qué es lo que representa una tendencia profunda de tu personalidad. No debes ir en contra de tu personalidad por que el fracaso es casi seguro. Debes, en cambio, intentar conocer lo más que puedas de tu personalidad y sacar el mejor partido posible de ella.

Los hábitos de los que hay que tratar de librarse son aquellos que podemos llamar malos hábitos porque nos perjudican en nuestra posibilidad de ser más felices. Por ejemplo, ante una situación que te afecta negativamente, por ejemplo salir mal en un examen o una prueba para un trabajo, tu reacción puede ser lamentarte y quejarte de que el que te tomó la prueba no fue justo en su evaluación. Si miras hacia atrás, puedes comprobar que siempre que te ocurrió algo parecido, reaccionaste de la misma manera, con lamentaciones y quejas.

Se pone así en evidencia la existencia de un hábito o, en términos más técnicos, un patrón de conducta, que quiere decir lo mismo; cada vez que ocurre la situación A, reaccionas de la forma B, que puede ser buena o mala dependiendo de adónde quieras llegar. Si lo que quieres es seguir como estás, las lamentaciones y las quejas son una buena respuesta. Si lo que quieres es mejorar, no lo son.

Si tu intención es cambiar para mejor, ante una situación como la que he descripto, una buena respuesta es tratar de ver qué es lo que hiciste que pudo haber influido en el resultado adverso de la prueba o examen. Entonces puedes plantearte la conveniencia de cambiar el hábito de quejarte por el hábito de analizar las razones de tu fracaso, lo que seguramente aumentará tu posibilidad de ser feliz dado que en el próximo examen tendrás mas posibilidades de salir bien.

No siempre resulta fácil cambiar de hábitos, pero a veces no queda más remedio. Los hábitos son conductas arraigadas profundamente a fuerza de años de estar practicándolas, pero en el caso de los malos hábitos existe un límite en el perjuicio que te puedes hacer a ti mismo. Llega un momento en que la realidad se impone y hasta tu mismo cuerpo, a través de las enfermedades psicosomáticas, te indica que no puedes seguir comportándote de la misma manera.

Si repetidamente experimentas dolores de cabeza, dolores de espalda, úlceras, hipertensión, urticaria, erupciones o calambres, y los médicos no encuentran una causa para tus padecimientos, debes preguntarte qué es lo que estás haciendo para que tu cuerpo te reclame a través de esos medios. En ocasiones estas dolencias se curan simplemente a través de un cambio de hábitos de la persona que las sufre.

Actitudes tales como vivir recordando un pasado que no puede volver o esperando un acontecimiento que nunca llegará, lamentarse por cosas que hemos hecho y que no tienen ya remedio, desear cosas sin hacer nada por conseguirlas, son malos hábitos que pueden ser reemplazados por conductas más positivas. El trabajo de hacerlo nunca será fácil dado que hay que luchar contra costumbres de muchos años, pero ciertamente los resultados harán que valga la pena intentarlo.

Tomar las propias decisiones

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 18:29

Tomar las propias decisiones
Alguna vez te habrás encontrado en la siguiente situación: te invitaron a una reunión en una casa en la cual solamente habías estado antes una vez, y que además estaba ubicada en un barrio que no conocías muy bien. Cuando llegó el momento, partiste muy confiado en que no ibas a tener problemas en hallar la casa porque, después de todo, ¡ya habías estado allí!

Cuando llegaste al barrio, comenzaron las primeras dudas. Las cosas no eran exactamente como las recordabas y, además, algunos recuerdos resultaron estar más borrosos de lo que creías. ¿Era esta calle o aquella? ¿Había que doblar en la plaza o más allá?

Para complicar más la situación, si ibas acompañado, tus acompañantes comenzaron a emitir sus propias opiniones. Uno decía: “Yo creo que era por acá”. El otro: “No, a mí me parece que era por allá”. Como ninguno estaba muy seguro, decidieron preguntar a la primera persona que encontraran. Esto, sin embargo, no solucionó demasiado las cosas porque el consultado no se acordaba bien del nombre de las calles o de si la casa tenía rejas verdes o negras. Al final, felizmente, consiguieron encontrar la casa y llegar, si bien un poco tarde, a la reunión. Entonces fue que te prometiste: “Esto no me vuelve a ocurrir. La próxima vez que me ocurra algo parecido, averiguaré bien cómo llegar antes de salir.”

Si cumpliste o no tu promesa, no nos interesa ahora. Lo que importa es darse cuenta de que la vida nos coloca muchas veces en situaciones similares, donde tenemos que llegar a un lugar que no sabemos exactamente donde queda, por caminos que tampoco conocemos bien. Lo que es más, esto ocurre con tanta frecuencia que se diría que es la característica misma de la vida colocarnos en tales situaciones.

Cuando dejamos atrás la infancia y la adolescencia, ya nuestros pasos dejan de estar bajo la dirección de nuestros padres y nos encontramos con que tenemos que decidir por nuestra cuenta hacia dónde los encaminamos. Es entonces que nos asaltan las primeras dudas, que no nos abandonarán por el resto de nuestra vida.

¿Cómo orientarnos en el camino de la vida? Muchas veces resulta difícil, pero sin embargo debemos hacerlo, debemos tomar una decisión: vamos hacia aquí o hacia allí. La esencia de la vida es el movimiento; si algo se mueve es porque tiene vida. La inmovilidad es sinónimo de muerte, por lo que no podemos quedarnos inmóviles: tenemos que movernos.

El problema es hacia dónde nos movemos. A menudo la información de que disponemos es muy precaria: vagos recuerdos, suposiciones, datos que no son muy confiables. Tenemos que evaluar cada elemento del que disponemos y determinar qué confianza le vamos a otorgar. Buscaremos la información que nos falta, ya sea preguntando a otras personas o investigando en los libros o revistas. Y al final, tendremos que tomar una decisión.

Esa decisión que tomes, marcará, en menor o mayor medida, el rumbo de tu vida. Puede ser una cosa de poca importancia, como el lugar donde pasarás tus vacaciones, o algo realmente significativo, como la elección de una carrera o de la persona con la que te vas casar. Lo que debes darte cuenta es de que, en gran medida, la orientación que tome tu vida dependerá de las decisiones que hagas.

Por supuesto que pueden ocurrir sucesos fuera de tu control que te obliguen a seguir un determinado rumbo, acontecimientos en la sociedad o en tu familia que te coloquen en una situación que tal vez no hubieras elegido. Pero aún en ese caso, siempre habrá algún aspecto en el cual puedas y tengas que ejercer tu decisión personal.

Si bien no puedes hacer de tu vida lo que quieras, porque hay factores condicionantes que están más allá de tu capacidad, lo cierto es que la vida misma te está pidiendo constantemente que tomes decisiones que afectarán tu futuro. Reconocerlo es el primer paso para tomar el control de tu vida, ya que si lo ignoras, lo que en realidad estás haciendo es dejar que los otros decidan por ti.

Debes ser consciente de que gran parte de lo que te ocurre cae dentro de tu capacidad de decisión. Si renuncias a tomar el control en aquellos casos en que sí puedes hacerlo, también estás tomando una decisión: la de dejar que algún otro se ocupe de lo que tú no quieres hacer, es decir, determinar que será de tu vida.

Decidir es una tarea angustiosa, ya que pocas veces se tiene la información necesaria o la seguridad de que lo que uno decida podrá llevarse a cabo. Por eso es que muchas personas escapan a esta responsabilidad, dejando que el azar u otras personas decidan por ellas. Están en su derecho al hacerlo, pero después no deben quejarse si las cosas no salieron como querían.

Por más doloroso que sea el tener que tomar una decisión, es conveniente que seas tú el que lo hagas si la misma afecta tu futuro. Existen técnicas que te pueden ayudar a que tu decisión sea mejor y que pueden reducir la incertidumbre y, por consiguiente, la angustia. Aprender esas técnicas es, en cierta manera, aprender a vivir, ya que la vida consiste en eso: en tomar decisiones.

Recuerda siempre que si tú no tomas el control de tu vida, alguien lo hará por ti. Piensa cuántas calamidades que la humanidad ha sufrido se habrían evitado si las personas no hubieran renunciado a su calidad de seres humanos capaces de decidir el destino de sus vidas.

Establecer las propias reglas

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 18:30

Establecer las propias reglas
El ser humano actúa, en general, en base a ciertas reglas; no lo hace normalmente en forma al azar. Esto es lo que determina la existencia de una conducta esperada. Cuando decimos que alguien se comportó en forma inesperada, es porque esperábamos una determinada conducta y esa conducta no se produjo. El hecho de que podamos esperar una conducta indica que existen reglas que rigen la conducta de la persona.

En los animales no humanos, las reglas de conducta son dictadas totalmente por los instintos. En los hombres, las reglas de conducta son originadas parcialmente en los instintos, pero principalmente en la sociedad. Cuando un animal tiene que cortejar a otro, lleva a cabo lo que se conoce como el ritual del apareo. La palabra “ritual” está indicando un conjunto de acciones rigurosamente prescrito que, si no se lleva a cabo como debe ser, no producirá el resultado esperado que es la unión sexual.

En la especie humana los prolegómenos del acto sexual están regulados por la sociedad en que viven los individuos y pueden diferir mucho de una sociedad a otra. Por ejemplo, en la gran mayoría de las culturas actuales son los hombres los que cortejan a las mujeres. Sin embargo, hay algunas pocas en que ocurre lo inverso. Desde aquellos tiempos del cavernícola que solemos ver en las caricaturas, que empuña una maza mientras arrastra a su mujer por los pelos, ha pasado mucha agua bajo los puentes y muy diversas son las maneras en que un hombre encara la tarea de conseguir los favores de una mujer.

Las disposiciones de una sociedad con respecto a cómo deben comportarse sus individuos son la resultante obligada de la vida en común. Para que un gran número de personas pueda vivir juntas de una forma armónica y productiva, se hace necesario establecer un conjunto de reglas que rijan esa convivencia. Esto es natural y necesario, y así tenemos desde reglas no escritas sobre cómo vestirse y como saludar, hasta grandes compendios legales que estipulan los derechos y obligaciones de cada uno.

La pena máxima que la sociedad establece para aquel que no cumple con sus reglas consiste en expulsarlo de la misma, ya sea a través del destierro, la prisión o incluso la muerte. De ahí para abajo, hay gran variación en las sanciones que pueden ser impuestas por la violación de una regla. Cada sociedad permite mayor o menor libertad a sus individuos, y determina hasta qué punto puede un individuo apartarse de la conducta prescrita.

Hablando en forma simple y rápida, podemos decir que mientras puedas ganarte honradamente tu subsistencia y puedas mantenerte fuera de la prisión, lo que hagas debería estar exclusivamente bajo tu elección, sin que tengas que rendirle cuenta a nadie de lo que haces. En realidad, como persona sensata, seguramente elegirás adoptar un gran número de conductas que te asegurarán llevar a cabo una vida social con la menor cantidad posible de fricciones.

Lo importante es darse cuenta que siempre eres tú el que tiene el poder de elegir. Tú eliges la manera de comportarte teniendo en cuenta el medio en que vives y los beneficios que esperas obtener de la conducta adoptada. Supongamos que vives en una sociedad en la que “todo el mundo” usa sombrero y el que no lo hace es mirado con desprecio. Eres tú el que decide usar sombrero para no sentirte despreciado.

Ocurre, empero, que hay oportunidades en que el juicio de la persona no coincide con el de la sociedad en que le ha tocado vivir. En una sociedad puede ser práctica aceptada la esclavitud y los esclavos pueden recibir un trato muy distinto al que recibe la gente libre. Una persona puede estar en contra del trato cruel con los esclavos y puede tratar con consideración a sus propios esclavos. Otra persona puede estar completamente en contra de la esclavitud y puede buscarse problemas con la justicia alojando a esclavos fugitivos.

Solamente tú puedes decidir hasta qué punto estás dispuesto a aceptar las reglas que la sociedad impone y según cuáles sean las reglas con las que no concuerdes, aceptar la consecuencia de infringirlas o buscar otra sociedad más de acuerdo con tus opiniones.

La Ley del Karma

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 15/02/2006 8:52
 
Cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros de igual manera y cuando optamos por acciones que les producen alegría y éxito a los demás, el fruto de nuestro karma es también alegría y éxito. El karma es a la vez la acción y la consecuencia de esa acción; es causa y efecto.

Es obvio que si deseamos crear felicidad en nuestra vida, debemos aprender a sembrar las semillas de la felicidad. Así, el karma entraña la acción que resulta de las decisiones conscientes. Todos somos escogedores de opciones infinitas. En todo momento de nuestra existencia estamos en el campo de todas las posibilidades, donde tenemos acceso a un número infinito de opciones. Algunas de estas opciones se escogen conscientemente, mientras que otras se eligen inconscientemente. Pero la mejor manera de comprender y utilizar al máximo la ley kármica es que seamos conscientes de las decisiones que tomamos en todo momento.

Sea que nos guste o no nos guste, todo lo que está sucediendo en este momento es producto de las decisiones que tomamos en el pasado. Infortunadamente, muchos de nosotros escogemos inconscientemente, y, por tanto no nos damos cuenta de que estamos frente a un abanico de opciones; sin embargo, lo estamos.

La mayoría de nosotros, aunque escogedores de opciones infinitas, nos hemos convertido en haces de reflejos condicionados, los cuales son constantemente provocados por las personas y las circunstancias, en forma de comportamientos predecibles. Como consecuencia del condicionamiento, respondemos de manera repetitiva y predecible a los estímulos de nuestro medio ambiente. Al parecer, nuestras reacciones son provocadas automáticamente por las personas y por las circunstancias, y así olvidamos que esas reacciones son opciones que escogemos en cada momento de nuestra existencia. Sucede simplemente que escogemos esas opciones inconscientemente.

Si nos detenemos un momento y observamos las opciones que escogemos en el instante mismo en que las escogemos, ese simple acto de convertirnos en espectadores nos permite sacar todo el proceso del reino del inconsciente para traerlo al reino de la conciencia. Este procedimiento de elección y de observación conscientes da mucho poder.

Cuando hagamos una elección, cualquier elección, hagámonos dos preguntas. En primer lugar: «¿Cuáles son las consecuencias de escoger este camino?» El corazón nos lo dirá inmediatamente. Y en segundo lugar: «¿Traerá esta decisión que estoy tomando felicidad para mí y para quienes me rodean?» Si la respuesta es afirmativa, sigamos adelante. Si la respuesta es negativa, si se trata de una opción que nos traerá sufrimiento a nosotros o a quienes nos rodean, abstengámonos de escoger ese camino. Es así de sencillo.

Solamente hay una opción, entre el número infinito de opciones que se presentan a cada segundo, que puede traernos felicidad a nosotros y a quienes nos rodean. Elegir esta opción produce una forma de comportamiento que se conoce con el nombre de acción correcta espontánea que es la acción apropiada que se toma en el momento oportuno. Es la respuesta correcta a cada situación, en el momento en que se presenta. Es la acción que nos nutre, a nosotros y a todas las demás personas a quienes ella afecta.

El universo tiene un mecanismo muy interesante para ayudarnos a tomar decisiones correctas espontáneamente. Este mecanismo se relaciona con las sensaciones del cuerpo, las cuales son de dos tipos: de bienestar o de malestar. En el instante mismo en que estemos tomando una decisión conscientemente, prestemos atención a nuestro cuerpo y preguntémosle: «¿Qué pasa si opto por esto?». Si el cuerpo nos envía el mensaje de bienestar, es la decisión correcta; si da señales de malestar, entonces no es el camino apropiado.

Prestemos conscientemente atención al corazón y preguntémosle qué debemos hacer. Después esperemos la respuesta; podrá estar en el nivel más sutil de sensación, pero estará ahí, en nuestro cuerpo. Solo el corazón sabe la respuesta correcta. La mayoría de las personas piensan que el corazón es sensiblero y sentimental, pero no es así. El corazón es intuitivo; es holístico, es contextual, es relacional. No se orienta a perder o a ganar. Tiene acceso al computador cósmico, el campo de la potencialidad pura, del conocimiento puro y del infinito poder organizador, y toma todo en cuenta. En algunas ocasiones, quizás no parezca razonable, pero la verdad es que su capacidad de computación es mucho más exacta y mucho más precisa que la de cualquier cosa que se encuentre dentro de los límites del pensamiento racional.

Podemos utilizar la ley del karma para crear dinero y abundancia, y hacer que todas las cosas buenas fluyan hacia nosotros cuando lo deseemos. Pero primero debemos tomar conciencia de que el futuro es el producto de las decisiones que tomamos en cada momento de nuestra vida. Si hacemos esto con regularidad, estaremos utilizando plenamente la ley del karma. Cuanto más traigamos nuestras decisiones al plano de la conciencia, más podremos escoger aquellas opciones que sean correctas espontáneamente, tanto para nosotros como para quienes nos rodean.

Con respecto al karma del pasado y cómo influye en nosotros, se pueden hacer tres cosas: La primera es pagar las deudas kármicas; la mayoría de la gente escoge hacer esto aunque de manera inconsciente. Esta también puede ser nuestra opción. Algunas veces, el pago de esas deudas implica mucho sufrimiento, pero la ley del karma dice que en el universo jamás queda una deuda pendiente. El sistema contable de este universo es perfecto, y todo es un intercambio constante, de un lado a otro, de energía.

La segunda posibilidad es transformar o convertir el karma en una experiencia más deseable. Éste es un proceso muy interesante, en el cual uno se pregunta mientras paga la deuda kármica: «¿Qué puedo aprender de esta experiencia? ¿Por qué me está sucediendo esto y cuál es el mensaje que el universo trata de comunicarme? ¿Cómo puedo hacer que esta experiencia sea útil para mis congéneres los seres humanos?.

Haciendo esto, buscamos el principio de la oportunidad, para luego unirlo con el propósito de nuestra vida. Esto nos permite convertir el karma en una nueva experiencia. De este modo a la vez que pagamos nuestra deuda kármica, habremos convertido la adversidad en un beneficio que puede traernos riqueza y realización. En eso consiste la transformación del karma en una experiencia positiva. En realidad, no nos hemos librado de nuestro karma, pero podemos aprovechar un episodio kármico para crear un karma nuevo y positivo a partir de él.

La tercera manera de enfrentar el karma es trascendiéndolo. Trascender el karma es independizarse de él. La manera de trascender el karma es entrar constantemente en el espacio de la conciencia pura para sentir el yo, el espíritu. Limpiamos o trascendemos el karma entrando y saliendo del espacio de la conciencia pura mediante la práctica de la meditación.

Todos los actos son episodios kármicos. Esa acción genera recuerdo, y el recuerdo tiene la capacidad o la potencia de generar deseo, y el deseo genera nuevamente una acción. El sistema operacional del alma consta de karma, recuerdo y deseo. El alma es un haz de conciencia en el cual residen las semillas del karma, el recuerdo y el deseo. Cuando tomamos conciencia de esto, nos convertimos en generadores de realidad conscientes. Tomando conciencia de las elecciones que hacemos, comenzamos a generar acciones que encierran un proceso de evolución tanto para nosotros como para todos los que nos rodean. Y eso es todo lo que necesitamos hacer.

Mientras el karma sea evolutivo, tanto para el yo como para todos los afectados por el yo, los frutos del karma serán la felicidad y el éxito.

Deepak Chopra

La ley del desapego

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 15/02/2006 8:55
La ley del desapego

Esta ley dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado.

Es grande el poder que se deriva de esto. Tan pronto como renunciamos al interés por el resultado, combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos conseguir cualquier cosa que deseemos a través del desapego, porque éste se basa en la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en cambio, se basa en el temor y en la inseguridad y la necesidad de sentir seguridad emana del desconocimiento del verdadero yo.

La fuente de la abundancia, de la riqueza o de cualquier cosa en el mundo físico es el yo; es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad. Todo lo demás es un símbolo. Los símbolos son transitorios; llegan y se van. Perseguir símbolos es como contentarse con el mapa en lugar del territorio. Es algo que produce ansiedad y acaba por hacernos sentir vacíos y huecos por dentro, porque cambiamos el yo por los símbolos del yo.

El apego es producto de la conciencia de la pobreza, porque se interesa siempre por los símbolos. El desapego es sinónimo de la conciencia de la riqueza, porque con él viene la libertad para crear. Sólo a partir de un compromiso desprendido, podemos tener alegría y felicidad.

Entonces, los símbolos de la riqueza aparecen espontáneamente y sin esfuerzo. Sin desapego somos prisioneros del desamparo, la desesperanza, las necesidades mundanas, los intereses triviales, la desesperación silenciosa y la gravedad,  características distintivas de una existencia mediocre y una conciencia de la pobreza.

La verdadera conciencia de la riqueza es la capacidad de tener todo lo que deseamos, cada vez que lo deseamos, y con un mínimo de esfuerzo. Para afianzarnos en esta experiencia es necesario afianzarnos en la sabiduría de la incertidumbre. En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear cualquier cosa que deseemos.

La gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo descubriremos que esa búsqueda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego al dinero es una señal de inseguridad.

Quienes buscan la seguridad la persiguen durante toda la vida sin encontrarla jamás. La seguridad es evasiva y efímera porque no puede depender exclusivamente del dinero. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga en el banco. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.

La búsqueda de la seguridad es una ilusión. Según las antiguas tradiciones de sabiduría, la solución de todo este dilema reside en la sabiduría de la inseguridad o la sabiduría de la incertidumbre. Esto significa que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución, absolutamente ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el estancamiento, el desorden, el caos y la decadencia.

La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas manifestaciones. Sin la incertidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo una vil repetición de recuerdos gastados. Nos convertimos en víctimas del pasado, y nuestro torturador de hoy es el yo que ha quedado de ayer.

Renunciemos a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en lo desconocido, así entraremos en el campo de todas las posibilidades. La sabiduría de la incertidumbre jugará un importante papel en nuestro deseo de entrar en lo desconocido. Esto significa que en cada momento de nuestra vida habrá emoción, aventura, misterio; que experimentaremos la alegría de vivir: la magia, la celebración, el júbilo y el regocijo de nuestro propio espíritu.

Cada día podemos buscar la emoción de lo que puede ocurrir en el campo de todas las posibilidades. Si nos sentimos inseguros, estamos en el camino correcto, no nos demos por vencidos. En realidad no necesitamos tener una idea rígida y completa de lo que haremos la semana próxima o el año próximo, porque si tenemos una idea clara de lo que ha de suceder y nos aferramos rígidamente a ella, dejaremos por fuera un enorme abanico de posibilidades.

Una de las características del campo de todas las posibilidades es la correlación infinita. Este campo puede orquestar una infinidad de sucesos espacio-temporales con el fin de producir el resultado esperado. Pero cuando hay apego, la intención queda atrapada en una forma de pensar rígida y se pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad inherentes al campo de todas las posibilidades. Cuando nos apegamos a algo, congelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que obstaculiza el proceso total de la creación.

Esta ley no obstaculiza la fijación de metas. Siempre tenemos la intención de avanzar en una determinada dirección, siempre tenemos una meta. Sin embargo, entre el punto A y el punto B hay un número infinito de posibilidades, y si la incertidumbre está presente, podremos cambiar de dirección en cualquier momento si encontramos un ideal superior o algo más emocionante. Al mismo tiempo, será menos probable que forcemos las soluciones de los problemas, lo cual hará posible que nos mantengamos atentos a las oportunidades.

La ley del desapego acelera el proceso total de la evolución. Cuando entendemos esta ley, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas. Cuando forzamos las soluciones, solamente creamos nuevos problemas. Pero si fijamos nuestra atención en la incertidumbre y la observamos mientras esperamos ansiosamente a que la solución surja de entre el caos y la confusión, entonces surgirá algo fabuloso y emocionante.

Cuando este estado de vigilancia, nuestra preparación en el presente, en el campo de la incertidumbre, se suma a nuestra meta y a nuestra intención, nos permite aprovechar la oportunidad. ¿Qué es la oportunidad? Es lo que está contenido en cada problema de la vida. Cada problema que se nos presenta en la vida es la semilla de una oportunidad para algún gran beneficio. Una vez que tengamos esta percepción, nos abriremos a toda una gama de posibilidades, lo cual mantendrá vivos el misterio, el asombro, la emoción y la aventura.

Podremos ver cada problema de la vida como la oportunidad de algún gran beneficio. Habiéndonos afianzado en la sabiduría de la incertidumbre, podremos permanecer alerta a las oportunidades. Y, cuando nuestro estado de preparación se encuentre con la oportunidad, la solución aparecerá espontáneamente.

Lo que resulta de esto es lo que denominamos comúnmente «buena suerte». La buena suerte no es otra cosa que la unión del estado de preparación con la oportunidad. Cuando los dos se mezclan con una vigilancia atenta del caos, surge una solución que trae beneficio y evolución para nosotros y para todos los que nos rodean. Ésta es la receta perfecta para el éxito, y se basa en la ley del desapego.

Deepak Chopra.

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