Conceptos claves de la medicina indio-latinoamericana

Cultura médica de America India
Conceptos claves de la medicina indio-latinoamericana
por Franz Faust

Parece muy atrevido hablar de una medicina indio-latinoamericana, sobre todo, abarcando un espacio tan amplio que se extiende desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta los fiordos en el sur de Chile y desde las islas en la desembocadura del Amazonas hasta las costas latinoamericanas sobre el Pacífico.

Lo que se presenta en el siguiente texto forma parte esencial de la cultura médica de un gran porcentaje de la población de 19 países. Incluye grupos indígenas relativamente aislados de su correspondiente vida nacional; campesinos involucrados en economías nacionales e internacionales; y también ciertos estratos de la gente urbana. Físicamente los portadores de esta cultura presentan tipos amerindios, europeos, africanos y de todas las mezclas posibles entre los tres.

Para los conceptos claves de esta cultura médica existen en todos los idiomas indígenas términos autóctonos, mientras los hablantes de lenguas europeas o los tienen que tomar prestados de los indígenas o creárselos, adaptando el sentido de unas palabras de su lenguaje a las exigencias de los conceptos médicos indígenas.

El arraigo de tales conceptos en los diferentes idiomas indígenas atestigua el origen amerindio de una gran parte de la medicina popular latinoamericana. Es tal vez la mayor herencia de la madre india al continente. Es un conjunto muy vital de ideas y prácticas, capaz de incorporar elementos ajenos sin perder sus esencias. Las posibles innovaciones no cambian la forma como en esta cultura se clasifican y relacionan las cosas y eventos, así como ninguna lengua cambia su gramática por el préstamo de términos de idiomas extranjeros.

La cultura médica indio-latinoamericana tiene tantas versiones como regiones tiene el continente y como personas practican esta medicina, pero en lo esencial siempre se parecen los conceptos y prácticas.
Así como Mandelbrot describe con su geometría el carácter fractal de la naturaleza, la cultura médica pan-indio-latinoamericana se presta para describir el carácter fractal de un elemento cultural. Como en la geometría fractal el total no consiste en la suma de los detalles, sino que en todo detalle está el total y viceversa, nos atrevemos aquí a descubrir el total de la cultura médica indio-latinoamericana con base en el detalle regional de Colombia suroccidental.

En esta región viven, entre otros, indígenas paeces, coconucos, guambianos, yanaconas, ingas, camas, cumbales, emberas y guaiquieres, en interrelación con campesinos, mestizos y comunidades negras, todos unidos por su cultura médica.

Tul: la imagen de la integridad
Según la base conceptual de la cultura médica descrita por los indígenas paeces, la vida individual y lo que la mantiene viva es una culebra enroscada que se llama Tul.

En uno de sus aspectos, Tul es la cultura, porque incluye la vestimenta, la casa, la huerta, los cultivos y la comunidad de los paeces. Pero la culebra Tul también representa lo anticultural, siempre incontrolable e irrepetible –como en todas las lenguas indígenas, los paeces tienen para ello un término específico, pero se me prohibió pronunciarlo o escribirlo; por eso lo llamamos aquí “lo incontrolable”.

La culebra Tul se extiende entre lo incontrolable femenino en su centro, donde se encuentra la sexualidad y fertilidad de las mujeres, y lo incontrolable masculino, que consiste en lo alejado a lo propio, lo ajeno a los paeces, lo silvestre, lo incultivado e incultivable.

El cuerpo de Tul es lo cultural de ropa, casa, cultivos y comunidad. El cambio entre lo cultural y lo incontrolable se describe como refrescamiento, sin lo cual amenaza enfermedad por el calor de lo cultural. Pero también el exceso de frío de lo anticultural y bravo puede causar enfermedad. El acto de amansar implica bravura, sin embargo, todo sobreamansado se vuelve incontrolable. Así, bravo y manso, frío y calor, están en una relación dialéctica.

Los vértices del tul
El tul, tanto individual como comunitario, está enmarcado entre tres vértices: el icuesh, el kiwe y el sgau.
El concepto más claro de explicar es icuesh. Es la existencia material corporal. Es la persona de carne y hueso, llamémoslo aquí “lo material”.

Más complejo es el significado de kiwe. Es un concepto histórico y geográfico a la vez. Son las condiciones de vida en tiempo y espacio, llamémoslo “las condiciones”.

Sgau tiene el significado más amplio. Es el otro yo en lo incontrolable, reside de día en el inframundo y asciende de noche como astro al firmamento, es la realidad de los sueños, es la individualidad innata y la vocación personal, llamémoslo “el yo innato”.

Si entre los tres vértices reina la relación adecuada, está presente finising, que los paeces traducen como “acuerdo”. Finising causa milagros y cura cualquier enfermedad. La enfermedad consiste siempre en un alejamiento del finising.

La alta medicina indígena siempre consiste en reencontrar el finising personal. La causa de la separación puede ser que el tul se hinchó en un recalentamiento o se marchitó en un enfriamiento. Ambas condiciones tensionan el triángulo entre “lo material”, “las condiciones” y “el yo innato”.

El síndrome del susto
Desde la publicación del artículo de Arthur Rubel The epidemiology of folk illness: susto in Hispanic America Ethnology (1964), al efecto de estas tensiones se le ha dado el nombre de síndrome de susto. Rubel lo describe como una enfermedad popular en Latinoamérica, con etiología y tratamientos coincidentes a nivel continental. La descripción de Rubel en gran parte es aplicable a los paeces.

Tanto en el ambiente social como en el natural existen condiciones clasificadas como de “lo incontrolable”, las cuales conllevan el síndrome de susto. En la vida social se reflejan en todo lo que incluye y conlleva emociones fuertes –temor, envidia, celos, amor, luto, furia, etc.; peleas, violencia, menstruación, sexo, embarazo, parto, enfermedad, muerte y todo lo incontrolable en general.
En lo natural, son lugares o eventos de aspecto impactante, de difícil acceso e incontrolables –ríos, cascadas, lagunas, volcanes, nevados, cerros, vegetación silvestre, árboles grandes; igualmente, tormentas, vendavales, arco iris y todo lo excepcional–, donde moran los espíritus vigilantes de la naturaleza. Todo esto, a nivel continental, es percibido como posible causa de susto.

Susto, miedo y tensión separan el espíritu del cuerpo o, como dicen los paeces, alejan el sgau del icuesh. Las personas más expuestas a este mal son las en sí ya débiles: niños, ancianos, enfermos, mujeres menstruantes, embarazadas y en postparto, y todos los que tienen problemas.

El susto agrava cualquier enfermedad y por sí mismo genera un cuadro sintomático específico. Rubel lo describe en la siguiente forma: falta de apetito, problemas de digestión, debilidad, desinterés en la higiene personal, depresión, introversión, dolores en el abdomen y la espalda, parálisis parcial, pérdida de la capacidad de hablar, fiebre, etc.

Tratamientos del síndrome de susto
En todo el continente, la curación mediante tratamientos autóctonos incluye los siguientes elementos: se llama al espíritu de la persona para que vuelva al cuerpo; si se ven en él susto espíritus involucrados, se les pide que suelten el espíritu de la persona, se le hacen al paciente masajes y se le asusta de nuevo en alguna forma; muchas veces se le hace sudar.

Además de estos procedimientos básicos se desarrollan innumerables variaciones. Hay que distinguir entre el tratamiento de niños y adultos. Los niños asustados son llorones, necios o apáticos, no tienen apetito y, a la vez, presentan diarrea y muchas veces manifiestan un retroceso en su desarrollo. Con frecuencia se explica que una experiencia o sueño traumático causa el desplazamiento de los órganos abdominales, que con masajes específicos con tabaco masticado el curandero vuelve a su lugar. El elemento asustante consiste en un movimiento brusco repentino en los masajes. Durante los masajes el curandero sopla al niño humo de tabaco y llama su nombre. Una copa de un remedio herbático puede ayudar al tratamiento.

Yo mismo pude observar en varios casos la mejoría inmediata durante el tratamiento. En la experiencia de los portadores de la cultura indio-latinoamericana la medicina moderna es inefectiva para los casos de niños asustados.

El tratamiento de susto entre los adultos es mucho más complejo y, por ende, también más diversificado. El primer paso consiste en corregir el tamaño de la culebra Tul. Hay plantas que la refrescan, otras la calientan. Este es un proceso dialéctico: plantas consideradas como calientes enfrían y las frías calientan, lo cual depende también de la forma de aplicación, sea interna o externa. Ver y sentir el estado del tul del paciente ya pertenece al arte diagnóstico del curandero.

Un tul desequilibrado afecta el triángulo entre “el yo innato”, “lo material” y “las condiciones”. El sgau, la personalidad innata más profunda, no se puede ni quiere cambiar. El kiwe, el conjunto de tiempo y espacio que forma las condiciones de la vida, puede asustar; por eso, puede contribuir a la curación un cambio del lugar donde se desarrolla la vida del paciente o efectuar el ritual curativo en el lugar donde se rompió la unión entre el yo innato y la existencia material. El icuesh, la realidad física, lo material, es lo que se intenta curar; existe un gran abanico de métodos para acercar el icuesh al sgau: los masajes son importantes, pero también la aplicación de gran número de plantas psicoactivas y alucinógenas. En otros tratamientos, se da únicamente agua conjurada, porque se dice que el yo innato perdido se devuelve al agua de donde proviene.

Generalmente asusta el curandero al paciente a través del, así llamado, soplo. El curandero sopla sobre el cuerpo semidesnudo del paciente una mezcla de aguardiente con plantas. Eso tiene el efecto de un choque de frío, como un balde de agua fría.

El llamar al espíritu de la persona muchas veces está acompañado de cantos chamánicos. Los que han vivido la reunión del espíritu personal con su cuerpo, del sgau con el icuesh en el “acuerdo”, el finising, cuentan haber sentido una ola de calor que los atravesó, y muchos vieron un momento de mucha luz.

En todo pueblo o vereda hay varios niños –y por lo menos un adulto– curados del susto con procedimientos similares a los mencionados. Lo importante es saber que las formas de tratamiento no se definen en ningún caso por los síntomas del paciente. Estas difieren por la causa del susto, la persona asustada y el curandero. No existe ninguna regla fija. Libremente arma el curandero un tratamiento individual según su sentimiento, percepción e intuición, combinando los diferentes elementos característicos de su escuela de curanderismo.

En el tratamiento del susto, la cultura indio-latinoamericana tiene terapias efectivas contra un mal típico de ella. Es probable que éste sea a su vez un producto cultural, tanto que la misma cultura puede necesitar el tratamiento del síndrome de susto.

Efectividad y vigencia del curanderismo
Junto al curanderismo, coexisten en Latinoamérica otros especialistas de la medicina autóctona, como las parteras, los sobanderos y los yerbateros. Estos últimos constituyen una escuela aparte, poseen verdaderas fórmulas de remedios. Mientras las plantas de los curanderos que tratan el susto en su mayoría llevan nombres indígenas y son de la flora neotrópica, la mayoría de las plantas usadas por los yerbateros tienen nombres europeos y en buena parte fueron importadas del Viejo Mundo.

La gran vitalidad del curanderismo que trata el susto no es el resultado de la supuesta pobreza de los pacientes, sino la existencia de una cultura viva y vital. Si bien el parterismo y el sobanderismo pueden llegar a ser reemplazados por un buen servicio de salud de tipo occidental, el curanderismo es irremplazable. Su efectividad lo mantiene vivo desde tiempos precolombinos. Es usado también por personas con prosperidad económica -capaces incluso de acceder a la ayuda médica occidental más exigente-, dado que la pertenencia a la cultura indio-latinoamericana no depende de los ingresos económicos.

El curanderismo presta a la población indio-latinoamericana un servicio apropiado contra males psicosomáticos, como nunca lo puede hacer una institución ajena a su cultura. Respetarlo es la única forma de apoyar el curanderismo por parte del Estado o de ONGs. Respetar los conceptos médicos autóctonos ayudaría mucho en la atención de la población por parte de la medicina moderna.
Un ejemplo: En el concepto médico indio-latinoamericano, incontrolable + incontrolable = susto. El agua es la sustancia de lo incontrolable, esfera a la que pertenece el parto. Entonces, lavar con agua a una mujer indioamericana después del parto, para ella, es un atentado contra su salud. Se sabe que eso se acostumbra en los hospitales, pero nunca lo hace una partera. Eso implica que mucha mujer no busque la ayuda del médico occidental, incluso en casos complicados.

La ignorancia de los conceptos médicos de los pacientes impide que el equipo médico de la medicina facultativa pueda prestar un servicio adecuado. Algo que ocurre en muchos casos concretos. Eso se puede evitar únicamente con una formación del personal médico que incluya el conocimiento del pensamiento médico de la población indio-latinoamericana, la cual es bastante significativa en todos los países del Continente.

Al respecto, propongo elaborar un manual para médicos sobre este tema. Lo ideal sería hacer un manual general para todo el Continente y otros, como anexos, para las diferentes regiones. Proyectos como éste pueden contribuir esencialmente al mejoramiento del nivel de salud en Latinoamérica.

NTRODUCCION al chamanismo

NTRODUCCION

El Chamanismo es la tradición espiritual más antigua de la Humanidad. No es, en sí, una cultura específica, sino un cúmulo de principios, técnicas, y actitudes que conforman una filosofía universal, profundamente arraigada en todas las culturas tradicionales del planeta.

Los elementos que integran el chamanismo, su forma de entender el mundo y la conciencia, han permitido a muchas culturas nativas o tradicionales llenar las vidas de sus integrantes de profundo significado, otorgándoles estabilidad psíquica y emocional para dirigir sus actos y alcanzar la plenitud personal.

Un aspecto que comparten todas las comunidades o sociedades chamánicas es que el hombre o la mujer chaman trabaja mediante el uso de “Estados Alterados de Consciencia”, que provoca o induce en si mism@ y/o en sus pacientes. Dichos estados son asimilados a “viajes interiores” que son aprovechados para a adquirir conocimiento y poder o para sanar y ayudar a la gente de su comunidad.

A diferencia de las sociedades industrializadas, las sociedades chamánicas, siempre han dado una gran importancia al aspecto más sutil de nuestra consciencia, y han expresado su amor al misterio a través de la magia, del sentimiento de lo místico mediante la aceptación y el uso de “Estados Alterados de Consciencia”.

Chaman siberiano

ORIGENES

La palabra Chaman deriva del vocablo “shaman”de la lengua tungús en Siberia. En toda esa área inmensa que comprende el centro y el norte de Asía, la vida mágico-religiosa de sus sociedades giraba alrededor de la figura del chaman.

El uso del término se generalizó por los Etnólogos, haciendo referencia a toda persona que desempeña funciones similares en cualquier etnia, comunidad o tribu del mundo.

Se podría decir que el estudio sistemático y profundo del chamanismo y de sus procedimientos, comenzó en los años cincuenta con la obra de Mircea Eliade

Mujer Chaman

FUNCIONES

Las personas reconocidas como chamanes en las sociedades tradicionales, ejercen sus funciones en tres campos fundamentales de actuación:

    Campo de la Sanación: Dedicándose a la sanación de los integrantes de su comunidad mediante el uso de hierbas y técnicas específicas de su tradición.

    Campo Espiritual: Sirviendo de intermediarias entre lo espiritual y lo terrenal; poseedoras de un amplio bagaje ritualístico y encargadas de realizar todos los ritos y procesos iniciáticos.

    Campo de la Sabiduría: Ejerciendo labores de consejera, siendo las directoras espirituales de su pueblo.

INTEGRACION

CHAMANISMO TRADICIONAL Y ACTUAL.

El chamanismo tradicional ha sido la respuesta básica a la existencia de lo mitológico en la consciencia del ser humano. Desde los albores de la humanidad, permitió a nuestros antepasados, la integración del “misterio” en sus vidas, creando una sensación de armonía con la raíz de toda existencia.

El moderno camino chamánico consiste en una relación creativa y afirmativa con la vida. Es un reconocer nuestros propios impulsos originados en el lado profundo de nuestra psiquis e integrarlos para provocar transformaciones creativas de nuestra personalidad. Es el artista creativo, el buscador del héroe mitológico.

Pintura Nana
Pintura: Nana Nauwald

Entramos por tanto en una nueva fase de nuestra conciencia mítica, dirigida por la idea de autoaceptación y transformación de uno mismo. Fase basada en principios ancestrales del chamanismo tradicional, pero con un nuevo enfoque dirigido a la renovación interior y a la expansión de nuestra consciencia.

EL CHAMANISMO COMO SISTEMA ADAPTANTE

EL CHAMANISMO COMO SISTEMA ADAPTANTE

Josep Mª Fericgla
Dr. en Antropología Social y Cultural
Institut de Prospectiva Antropològica
Fundació Bosch i Gimpera/Universitat de Barcelona

“Actúa siempre de forma que se creen nuevas posibilidades”
Heinz von Foerster

-I-
Punto de partida.

Voy a comenzar con una definición clara y simple de lo que se entiende por chamán o por chamanismo, para luego entrar en los escurridizos problemas que genera tal intento de conceptualización. Podríamos acordar con el investigador contemporáneo Ake Hultkrantz(1), que el chamán es un individuo visionario inspirado y entrenado en decodificar su imaginería mental, que en nombre de la colectividad a la que sirve y con la ayuda de sus espíritus aliados o guardianes, entra en un trance profundo o estado modificado de la mente sin perder la consciencia despierta de lo que está viviendo; durante la disociación mental(2), su ego soñador establece relaciones con entidades que el chamán vivencia como de carácter inmaterial y puede, hasta cierto punto que depende de su propio poder personal, modificar el orden del cosmos invisible de acuerdo a su interés o al de su colectividad. Habitualmente el chamán consume substancias enteógenas(3) o mantiene ritmos percusivos -principalmente ternarios- para inducirse la disociación mental que lo caracteriza.

En las últimas décadas, el chamanismo se ha convertido en uno de los temas de estudio más importantes para la antropología. Y no solo para los antropólogos, sino que en Occidente ha saltado las barreras del marco puramente científico para convertirse en tema de grandes éxitos literarios de ficción (como la novela famosa Chamán, de Noah Gordon), en moda cotidiana dentro de grupos más o menos minoritarios, en objetivo del “turismo chamánico”, en fuente de inspiración terapéutica, en forma de fabulosos ingresos económicos conseguidos por la tristemente creciente industria del pseudoconocimiento científico y demás mercadotecnia y comercialización. Por otro lado, estas modas no tienen una relación directa con el resurgimiento del chamanismo tradicional bajo nuevas formas aculturadas como, por ejemplo, la sociedad de chamanes Dingur que nació en el año 1993 en Tuvá (pequeña república atravesada por el río Yeniséi y encajonada entre las montañas de Sayán y Mongolia, considerada el centro geográfico del continente asiático); en este apartado rincón siberiano se ha mantenido vivo el chamanismo tradicional hasta la actualidad y ante la crisis de valores sociales y políticos de la desmembrada Unión Soviética están renaciendo antiguas formas culturales, entre las que cabe contar el chamanismo.

Los intelectuales rusos contemporáneos no suelen entrar en debates acerca de la cualidad del mundo cognitivo del chamán, y se ocupan con prioriodad de las bases económicas y sociales del chamanismo autóctono, y del estudio de la etnogénesis (orígenes de las tribus y grupos nacionales donde se da el chamanismo; HULTKRANTZ, 1988). Por su parte, los intelectuales occidentales están prioritariamente interesados en el papel del chamán dentro de su comunidad y en las estructuras de personalidad del propio brujo. Ambas tendencias, sin embargo, coinciden en observar que el chamanismo utiliza métodos a través de los cuales parecen alcanzarse ciertos objetivos por vías no lógico-racionales, sin servirse de los instrumentos provistos por nuestra metodología científica. Con todo, el problema subsiste: ¿qué es el chamanismo? ¿es un fenómeno religioso? ¿es una forma de terapia primitiva? A la larga, estas cuestiones devienen universales porque se refieren a la constante búsqueda humana en pos de una realidad con mayor sentido y trascendencia.

La causa de tal amplitud de marcos de interés radica principalmente en la gran dificultad de acceder a la forma de actuación del chamán que, como indica Mª Jesús Buxó, exige al antropólogo usar todos sus recursos de campo y más, ya que en este objeto de estudio se evoca una dimensión integradora del fenómeno humano, una dimensión práctica y simbólica, una dimensión psicológica y otra fisiológica, y a la vez el investigador se encuentra con que el chamanismo desafía todos los sistemas explicativos e interpretativos clásicos, y se abre a una transdisciplinariedad y a un dialogismo difíciles de clasificar.

En este sentido, cabe también destacar otros elementos constitutivos de la propia praxis chamánica que por su complejidad escapan incluso a un texto antropológico, tales como el carácter prelógico del entorno cognitivo chamánico, un cierto entrenamiento en la dirección de lo que nosotros llamaríamos la omnipotencia del pensamiento infantil aplicado a la resolución de problemas cotidianos, incluso el límite hermenéutico de si la teoría es capaz de darnos un modelo válido y comprensible de esta realidad humana.

También cabe añadir que si tanto interés despierta actualmente toda investigación sobre el chamanismo clásico se debe a que, en términos generales, se situa en un ámbito de vivencias probablemente común a toda la humanidad. Se trata de técnicas que, según muchos investigadores entre los que me cuento, favorecen el contacto directo con lo que llamamos sobrenatural, lo númico, con el oscuro misterio que en último término arrastra consigo el ser humano y de donde puede sacar alguna idea sobre su propio lugar en el mundo, a nivel individual y social, y al mismo tiempo el chamanismo se proyecta en estrategias concretas que facilitan la adaptación activa del ser humano a los cambios que se producen en su entorno o que él mismo genera. En este sentido, las prácticas chamánicas se resuelven habitualmente como fuente de revelación interior en respuesta a los grandes interrogantes pragmáticos (el origen de la enfermedad y el dolor, cuál será el porvenir) a través de los estados disociados de la mente inducidos por el consumo de drogas enteógenas, por trances rítmicos o de otro origen, y con ello se convierte historicamente en el primer sistema humano organizado para buscar el equilibrio psíquico y físico: de nuevo estamos tratando con categorías de validez universal.

Se ha dicho que el chamanismo es una capacidad humana y una praxis social que no desaparecerán nunca. No obstante, no se puede olvidar que la práctica chamánica, la revelación interior y el contacto con lo sobrenatural (en términos religiosos) o con el inconsciente colectivo (en términos de psicología analítica) devienen el origen de las religiones institucionalizadas y de ciertos órdenes sociales y culturales concretos (las culturas chamánicas de que hablo más adelante), por lo que, a pesar de la existencia de un potencial universal y cuasi se podría decir que esencial (si fuera posible –que no lo es– usar conceptos esencialistas para referirse al ser humano) el fenómeno chamánico no es fácilmente traspasable de un marco cultural a otro sin grandes precauciones metodológicas y conceptuales.

La forma de actuar del chamán, simultáneamente en el ámbito psicológico-individual y en el de cierto control de la sociedad primitiva(4), nos permite adivinar una dimensión cognitiva muy interesante relativa a que no se trata simplemente de una modificación de la consciencia por medio de plantas enteógenas o por otros medios, sino que parece haber una capacidad fáctica de generar consciencias alternativas o disociadas con una aplicación real en la dimensión física y concreta de la realidad humana. Pero ello solo se puede ser estudiado como fenómeno inmerso en un marco cultural concreto, en un momento específico de la historia, en un entorno ecológico determiando. No existe el ser humano “natural”, ni ninguno de sus atributos libre de toda influencia cultural: esta idea ilustrada por el personaje creado por famoso humanista suizo J.J. Rousseau es sólo un producto ficticio de nuestra desarrollada capacidad de abstracción(5).

Por todo ello, pues, y una vez definido, quiero realizar una serie de puntualizaciones básicas que nos ayudarán a centrar el fenómeno chamánico en su justo lugar, tratando de evitar que, como suele suceder, al lado de lo claramente misterioso o todavía informulable de la naturaleza humana se cuelen anhelos, inexactitudes y deseos sin relación alguna con el resultado de los datos y reflexiones suscitadas.

-II-
Dificultades de concepción

Bertrand Russell apuntaba a menudo que un error frecuente en la práctica científica consiste en mezclar dos lenguajes que, para bien de todos, deberían estar estrictamente separados; más tarde Paul Watzlawick ha insistido en lo mismo desde otro punto de vista, pero parece que la lección no está todavía bien aprendida. En concreto hay que diferenciar entre: a) al lenguaje que hace referencia a los objetos; y cool.gif el que hace referencia a las relaciones (WATZLAWICK, 1995:32). Un ejemplo extraido del tema que nos ocupa aquí: si digo “este chamán es astuto” he designado una cualidad del chamán en el lenguaje de los objetos. Pero si, por el contrario, digo “aquel chamán es mejor que éste” entonces estoy haciendo una declaración sobre relaciones que deja de ser reducible a un u otro chamán. A pesar de nuestra incipiente comprensión –especialmente en las ciencias humanísticas– de la naturaleza de las propiedades de las relaciones, podemos darnos cuenta de lo rudimentario de nuestros conocimientos en este sentido y de que a menudo ello nos crea más enigmas que aclaraciones, pero también del gran campo de comprensión que se abre aquí.

Así, para aprehender el chamanismo primitivo debo empezar por aclarar que en todo ello tiene más peso la dimensión relaciones que la dimensión objetos, ya que lo básico no es que exista un chamán alto, poderoso o feo, blanco, cobrizo o de piel negra, sinó que existen sistemas culturales chamánicos: sistemas de interacción humana centrados en un tipo de relaciones que tienen su epicentro en el papel y la función que desarrolla el chamán. En este sentido, puede existir una comunidad chamánica sin chamán –por migración o muerte, por ejemplo– y la propia vida colectiva ya generará otro, pero no puede existir un chamán fuera de su contexto cultural: es posible un embalse de agua sin algas, ya aparecerán en algún momento, pero no pueden existir algas vivas fuera del agua. A pesar de ello, hablar de un sistema cultural chamánico no implica hablar de un sistema social específico, de una escala de preferencias estéticas o de una estructura parental, sinó que el chamanismo se halla totalmente relacionado con el estilo cognitivo colectivo; fué por esto que el marxismo antropológico nunca pudo entender este sistema de valores y solo se atrevió a acusar al chamán de embaucador, o poco más.

Él o ella –el chamán– es quien, dentro de este orden sistémico de relaciones socioculturales, da sentido, contenido y eficacia a los valores que ordenan la realidad sobrenatural y natural, y actua intentando crear nuevas posibilidades de vida y líneas de adaptación por medio de la comprensión y/o manipulación de la imaginería mental (auditiva, visual, táctil o afectiva) generada a partir de los estados de disociación mental que él busca y domina. El chamán es quien cumple ejemplarmente con la función que he llamado adaptógena (FERICGLA, 1993:167-183) gracias a la capacidad que tiene para decodificar “aquello” que le induce el consumo de substancias enteógenas, cuya función es también adaptante: permitir ser consciente de nuevas posibilidades con potencial de realidad a través de estados y procesos cognitivos dialógicos(6), que en ciertos ámbitos occidentales llamamos hoy de “imaginación dirigida” –aunque el chamanismo es mucho más que una mera técnica para orientar la imaginación o de psicoterapia.

Si nos centramos, como suele hacerse, en el chamán entendiéndolo desde la concepción-objeto podemos designar y enumerar sus cualidades, pero ello nos conduce a definiciones tan pintorescas como alejadas de nuestro objeto de estudio. Por ejemplo, la que hace uno de las más prestigiosas enciclopedias de habla hispana: “Chamanes: especie de sacerdotes, mezcla de adivinos, hechiceros y juglares que en algunos paises de Asia explotan la credulidad del vulgo ignorante, haciendo creer que están en comunicación con los espíritus. Son extravagantes en su modo de vestir, llevando ordináriamente un tambor y un cinto del que cuelgan cascabeles; ejecutan danzas acompañadas de ridículas contorsiones y de palabras ininteligibles” (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americanista ESPASA CALPE, vol. XVI, págs. 1426-1427). E incluso la definición de un reconocido especialista en chamanismo amazónico como es Carlos Junquera en parte adolece del mismo defecto aunque se acerca muho más al fenómeno que nos ocupa: “se puede sugerir que el chamanismo es, entre otras cosas, una filosofía con dimensiones mágico-religiosas” (JUNQUERA, 1989:8). Ambas definiciones, que he escogido precisamente por la enorme distancia que las separa, tienen el mismo problema antedicho: el chamanismo no se trata de “una cosa” sino de un sistema de relaciones que organiza la realidad y tiene, al mismo tiempo, un cierto efecto sobre ella. Por ello, no es correcto llamarlo “filosofía” en cuanto que esta forma de organizar el pensamiento es estrictamente occidental de los últimos dos mil años, y la filosofía es la ciencia que busca dar una explicación radical y última de la naturaleza, del ser humano y de todo tipo de conocimiento posible, pero siempre dentro del reino de la abstracción intelectual distanciada de la realidad empírica, en tanto que la cosmovisión y estilo cognitivo de los pueblos primitivos chamánicos está lejos del interés de nuestra filosofía: aquellos buscan la eficacia en la vida por encima del conocimiento –o, en todo caso, el conocimiento en función de la eficacia– en tanto que nuestros filósofos en cierto modo actuan en sentido contrario.

A lo largo del siglo XX se han realizado diversos trabajos de investigación sobre el tema que nos ocupa y han ido tildando sucesivamente a los chamanes de histéricos, psicóticos esquizofrénicos, embaucadores, seres excepcionales o esperanza de la humanidad: obviamente el epíteto ha dependido de la época y persona que adjetivaba la figura del chamán.

Uno de los errores habituales que percibo es que en el ambíguo saltar de una categoría lingüística a otra (hablar de objetos o de relaciones) llega un punto en que por falta de capacidad para atribuir más elementos definitorios al objeto chamán, se acaba hablando de sus formas de acción, de sus efectos (los chamanes curan, dan orden a su colectivo, tratan con lo sobrenatural) y ahí se cae en otro error ya que no todos los chamanes curan, ni aportan orden social, ni… Entre los shuar amazónicos(7), por ejemplo, existe el término genérico uwishín para referirse al chamán, pero luego inmediatamente hay que especificar si se trata de un tswákratin (el que cumple la función curativa, equilibradora) o de un wawékratin (el que cumple con la función punitiva, de castigo): ambas categorías de chamán usan exactamente las mismas técnicas extáticas, sólo varía la orientación de la acción chamánica, y aun ello podría decirse, aunque muy extrañamente, de un mismo individuo en distintas etapas de su vida.

Plantear el problema de la comprensión de la acción chamánica hoy día es plantear de forma concreta la gran cuestión con que se enfrenta la ciencia actual: la unidad del “dentro” y “fuera” de cada individuo. ¿Podría así decirse que el chamanismo es un tipo específico de constructivismo?

No he acabado todavía. Para tratar de dejar bien sentadas unas bases que me permitan referirme a la acción del chamán con cierta sobriedad y exactitud, debo hacer un par de puntualizaciones más. Los estudios recientes sobre chamanismo realizados desde diversas ópticas, han iniciado nuevas vías de comprensión del fenómeno en tanto que parte de un sistema social y en tanto que proceso cognitivo específico.

Por todo ello, obviamente, estoy utilizando el término chamán por ser el más conocido y aceptado pero en realidad hay que aclarar que con este sustantivo me refiero a un determinado contenido cultural, propio de los pueblos primitivos, que suele encarnarse en algun individuo que actua el papel de chamán, sea hombre o mujer. No obstante, si bien el chamanismo tiene algunos elementos (bastantes) comunes en las diversas culturas que contemplan esta función, no se trata de un calco. Es un error (imperdonable en especialistas) comparar elementos culturales provinentes de diversos pueblos, aunque parezcan similares, sin hacerlo provistos de un microscopio conceptual. En este sentido, es demasiado frecuente hablar de chamanes y de chamanismo sin realizar la más pequeña especificación. Y no es lo mismo el chamanismo amazónico de los shuar, que el chamanismo andino de los quechuas, el mesoamericano de los mazatecas o el africano de los yoruba, simplemente por que se trata de culturas distintas. Obviamente, aun se situaría más lejos –a muchísima distancia, hasta lo irreconocible– el neochamanismo occidental relacionado con ámbitos terapéuticos de carácter “trans-“, las “iluminaciones” de la llamanda Nueva Era, el gran mercado actual de creencias exóticas y la creciente industria del pseudoconocimiento científico. Incluso diré más, el proceso de aculturación (económica, simbólica, religiosa, de estructura social, etc.) que, por ejemplo, está viviendo la etnia amazónica de los shuar desde inicios de la década de 1960, acarrea una transformación de la figura y función del chamán (en shuar uwishín) que hace difícil hablar de ello sin especificar si se trata del chamanismo shuar tradicional o de las prácticas de magia negra y de curanderismo a base de plantas medicinales que bastantes jóvenes shuar han aprendido de los colonos mestizos de cultura occidentaloide o quechua: ya no se trata del uwishín que tenía gran influencia social (ANTUN’,1991:24) en el mundo tradicional shuar.

Estrictamente hablando, pues, un chamán sólo tiene función y sentido dentro de un marco cultural chamánico (y las sociedades occidentales no lo somos) donde ciertas percepciones básicas de la realidad se construyen en base a estados modificados de consciencia con o sin ayuda de drogas enteógenas; donde dominan los sistemas dialógicos por encima de los lógico-analíticos; donde los procesos cognitivos con predominio del material psicológico primario o inconsciente tienen un importante consenso cultural; donde, en definitiva, se posee una cosmovisión según la cual el concepto de realidad básica no acaba en los objetos físicamente perceptibles, sinó que se prolonga más allá, en esas dimensiones de la realidad donde habitan seres invisibles, poderes, espíritus o ánimas que actuarían con el mundo humano y que con su acción configuran una u otra realidad empírica. Donde haya esta concepción social de la realidad, profundamente enraizada en la cultura, con una cierta profundidad histórica, con la taxonomía necesaria y aceptada para referirse a ello, y con unas funciones y eficacias atribuidas a la acción del chamán, solo entonces podemos hablar de algun tipo de chamanismo, en caso contrario no (¡lo que no implica que los estados modificados de consciencia o las consciencias dialógicas alternativas no puedan darse fuera de sistemas culturales chamánicos!).

En nuestra parte del mundo hubo brujas hasta que la Inquisición primero y el proceso de industrialización después consiguieron acabar con aquel cosmos cultural. Es decir, tal vez no han dejado de existir las brujas (y actualmente hay más literatura sobre ello que en ningún otro momento de la historia) pero grosso modo sí ha desaparecido la cosmovisión y el orden sistémico que daba sentido y función a la acción brujeril.

Si nos ceñimos al término “bruja” cabría recordar que es palabra común en las tres lenguas romances hispánicas y en los dialectos gascones y lenguedocianos, que probablemente se trata de un término cuyos orígenes etimológicos desconocidos se hallan en el mundo prerromano ubicado en los Pirineos y cuyo significado final sería el de “alta” por el hecho de que, según las tradiciones, las brujas volaban alto(8). No obstante, esta forma lingüística es engañosa ya que por “brujas”, en su origen, probablemente solo se entendía aquellas mujeres que tenían poderes para volar, en forma simbólica o psíquica, y visitar otras realidades. Con el tiempo la Inquisición fue demonizando este término y acabo etiquetando con él cualquier otra práctica que se desviara de la cosmovisión cristiana en lo que a relaciones con el mundo de los espíritus y de los poderes invisibles tocaba (adivinas, voladoras, curanderas por medios esotéricos o por medio de plantas, pitonisas, místicas no cristianas, etc.). Con la concepción occidental del chamanismo sucede algo similar, es muy probable que existieran prácticas paralelas al chamanismo primitivo conocido, pero que fueran etiquetadas de brujería por la religión institucional con el fin de eliminar competencias; incluso, según Michael Harner, hay indicios de que el chamanismo sobrevivió en el norte de Europa hasta los años 1930-40 entre los saami (lapones).

-III-
Un poco de historia

Después de esta larga espiral en la que he expuesto los más habituales errores referidos a la concepción occidental del chamanismo en sentido estricto, paso a hablar de ello con la esperanza de evitar ambigüedades.

El origen del uso del término “chamán” se situa en el siglo XVI, gracias a las narraciones de algunos viajeros rusos que lo adquirieron de la lengua de los tunguses. Esta etnia habita Siberia septentrional y fue en ella donde tales viajeros observaron y describieron las prácticas de sus brujos o hechiceros, los cuales se sumergían en extraños estados mentales (lo mismo que hacían sus vecinos chukchis y koriaks depués de consumir el hongo embriagante Amanita muscaria), brujos a los que los viajeros rusos siguieron denominando con la propia categoría lingüística aborigen: chamán. A partir del siglo XIX, el término adquirió más importancia al ser considerado por el pensamiento evolucionista como uno de los pasos del progreso religioso desde las formas más simples hasta las grandes instituciones actuales.

Propiamente hablando, empero, el chamanismo no es una religión sino un conjunto de métodos extáticos ordenados a obtener el contacto con el universo paralelo, aunque invisible, de los espíritus y el apoyo de éstos en la gestión de los asuntos humanos, muy a menudo en un sentido lato de lo que hoy llamaríamos terapéutico (ELIADE y COULIANO, 1992:127). Es decir, como máximo el chamanismo se puede calificar de complejo de nociones y prácticas que pueden ubicarse dentro de un marco religioso, pero no como religión propiamente dicha. La nomenclatura revela que el chamanismo también es algo más que simple magia, en la forma que, por ejemplo, aparecen los actos mágicos a lo largo de Antiguo Testamento.

La percepción de dos realidades (en nuestra cosmovisión dialéctica), o de dos dimensiones de la misma y única realidad (en la cosmovisión animista) y la posibilidad de traspasar a voluntad la frontera invisible entre ambos por medio del axis mundi es algo típico del chamanismo, y es lo que ha conducido a que durante décadas se haya acusado a los chamanes de embaucadores, esquizofrénicos o mentirosos.

Historicamente la cuna del chamanismo se situa en Siberia, desde donde pasaría al Nuevo Mundo durante las migraciones que poblaron el continente americano. Numerosos representantes de la etnosemiótica tienden también a atribuir orígenes chamánicos a las pinturas rupestres de Siberia (de hacia el 1000 a.C.) en base a los rasgos distintivos que las figuras tienen en común con los vestidos y rituales chamánicos recogidos y descritos por los etnógrafos. Después de constatar que el chamanismo originario floreció en Asia central y septentrional (pueblos turco-mongoles, himalayos, ugrofineses y árticos) la mayor parte de especialistas están de acuerdo en extender el área del chamanismo hasta Corea y Japón pasando por los pueblos fronterizos de Tíbet, China e India, hasta Indochina y América (ELIADE y COULIANO, ibid:128). Sin embargo, en un sentido más amplio de la actuación chamánica, también hay datos de fuentes griegas del siglo IV a.C. que indican que todavía en el siglo V a.C. existía un tipo de chamán autóctono en Grecia, y es muy probable que los cultos a Dionisos sean la evolución ya institucionalizada de tales prácticas chamánicas.

En cierta forma la acción del chamán consiste en buscar formas de adaptación a la realidad que pasan por el uso de recursos no físicos, en un sentido restringido del término. Por ello, en la mayor parte de culturas chamánicas, el brujo o bruja suele ser alguien que ha tenido alguna enfermedad o minusvalía física grave y ha sanado gracias a sus poderes psíquicos o espirituales (en Corea y Japón ser ciego es signo de elección de los espíritus para devenir futuro chamán; entre los shuar amazónicos se tiene más confianza en los uwishín que han pasado por alguna enfermedad mortal y han sobrevivido, etc.). Esto lleva a recordar algo que se olvida a menudo: los pueblos chamánicos tienen esta figura que cumple con algunas funciones sociales de carácter esotérico, pero también tienen el líder exotérico que es el responsable de la defensa guerrera de la colectividad, de la distribución de tierras y demás factores que tienen relación con la vida material, el jefe o cabeza tribal.

Resumiendo lo expuesto, diría que el elemento definitorio del chamán es el hecho de contactar a voluntad con la dimensión oculta de la realidad por medio de técnicas de modificación del estado de la consciencia: principalmente consumiendo enteógenos, pero también por medio del ritmos de percusión, ayunos y técnicas de deprivación sensorial. El chamán mantiene así su consciencia despierta sincrónicamente en ambas dimensiones de la realidad: la mágica y la ordinaria, por lo que se diferencia de médiums, videntes y posesos. El chamán viaja activamente hacia los espíritus para tratar de coordinarlos en su propio interés, en lugar de dejarse vehiculizar por ellos. Por otro lado, una diferencia definitoria entre el chamán y el resto de su comunidad –donde a menudo, como es el caso de los shuar, todos los miembros del grupo tribal consumen enteógenos en ciertas ocasiones de vital necesidad– es que durante estos estados modificados de consciencia, el chamán controla las entidades invisibles causantes de enfermedades o de desarreglos, o bien las lanza contra el enemigo para provocarle daño, tiene algunas de tales entidades o poderes como aliados suyos y los hace actuar según su propia voluntad, en tanto que los demás miembros de la colectividad carecen de este dominio.

En la cosmovisión de las culturas chamánicas todo elemento de la realidad material e inmaterial se considera interrelacionado e interdependiente (personas, animales, vegetales, piedras y montañas, elementos metereológicos, espíritus), y complementando los aspectos fenomenológicos, cada elemento está dotado de algun poder o espíritu que lo hace ser eficaz en un sentido u otro. La especificidad del chamán consiste en contactar a voluntad con esta dimensión oculta (diríamos que a nuestros ojos civilizados) de la realidad para modificarla segun los intereses humanos. En este sentido, pues, si se quiere considerar el chamanismo como una forma religiosa, debe hacerse desde la propia etimología original de la categoría “religión” (no desde el término latín religio o relligio -onis, que significa “conciencia escrupulosa”, sino del verbo religare, que significa “atar o unir la dimensión externa e interna de la realidad”); tampoco desde la idea de religión como institución social, ya que el chamán se caracteriza justamente por actuar en solitario.

-IV-
Iniciación chamánica

Podríamos escribir un volumen de considerable grosor sólo en referencia al proceso inciático del chamán, de tan complejo que resulta desde el punto de vista de los procesos internos y formales que atraviesa el neófito. No obstante, en forma de breve resumen se podría decir que el proceso de aprendizaje para llegar a ser chamán siempre implica una iniciación vivencial, no una acumulación de conocimientos intelectuales. Esta capacidad humana, la intelectiva, suele tener poca importancia en el proceso iniciático.

Si se pregunta a diversos uwishín o brujos shuar el motivo que los impulsó a hacerse chamán, las respuestas obtenidas son de muy diversa tesitura: “para curar a mi familia”, dirá alguno; “para vengarme de mis enemigos” responderá otro; “para curar a los hermanos enfermados por el wawékratin” o “para curarme la enfermedad que me costaba la vida”, puede decir un cuarto interrogado. Esta última motivación suele ser la más frecuente, no solo entre los shuar sinó en todo el chamanismo amerindio. La enfermedad grave es un factor que, por sí misma, ya constituye un paso importante en la iniciación.

En cierta forma se puede afirmar que cuando no existe la enfermedad acompañada de sueños o delirios, el novicio debe pasar por un periodo en que el cual se reproducen las condiciones para simular la enfermedad esperando que le lleguen aquellas visiones que le indicarán su capacidad para entrar en el mundo de los espíritus, quién será su aliado y cuáles los seres animistas protectores. Cuando un individuo está grave se siente aislado de los demás y necesita compañía de alguien, pero si el enfermo está solo durante su postración y no tiene a nadie que le acompañe será más fácil que aumente su sufrimiento psicológico pero también aumentan sus propios recursos endógenos para buscar salida a la situación. Frecuentemente, en la inciación chamánica, se busca este estado de sufrimiento y aislamiento, de forma que el novicio se vea en la necesidad de generar sus propios esquemas y procesos mentales alternativos o dialógicos –los estados disociados de la consciencia– cuya imaginería mental es vivida como auténtica experiencia de revelación interna que indica el camino de resolución del sufrimiento. Este hallazgo del camino iniciático, entre los chamanes shuar y también en otros muchos pueblos americanos y asiáticos, viene acompañado por una canción revelada, cuyo texto y melodía recordará el iniciado para el resto de su vida; la canción o salmo revelado será la clave que le permitirá repetir a voluntad la experiencia de pasar de una dimensión de la realidad –la concreta o física– a otra –la animista o invisible. Normalmente, entre los shuar sólo se considera que un individuo es auténtico uwishín cuando tiene su propia canción, aunque hubiera recibido los poderes de su maestro tiempo atrás (el traspaso de poderes de maestro a neófito es otra parte de la iniciación que merecería un capítulo completo). El texto de estas canciones suele constituir un cántico de autoafirmación en el poder que el propio brujo detenta. Una ilustración:

wi, wi, wi, wi, wi, wi, wi… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…
wi, wi, wi, wi, wa. wau, wau… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…
wi, wi, wi, wi, wa. wau, wau… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…

Timia nuna, timia nun Con el poder de eso, con el poder de eso
tséntsak chiri awamprurna montándolo en sus saetitas
jikiaj kiamtá amájkinkiu haciéndolo pasar mucha pena
ímianainki anámprurnaa… embriagándolas hasta allí
náwam, náwam, amajsan(aaa…) las voy amansando, las amanso

Winia tséntsak chirnakat A mis saetitas ásperas
arárpatniun atákrankut las voy amansando facilmente
nawámprancha, nawámprakut. las hago ser mansas (siempre).
Natémchirna nampéarkun Embriagándome con mi ayahuasca
kúri, rirí anámpraja… con titiriteos embriágole
púyar, púyar nampéarkun al embriagarme con el mismo poder.

wi, wi, wi, wi, wi… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…

Winia amíkchirun(aa…) Cuando me embriago mi ayahuasca
mayáichiri untsúrkinkiut hago aparecer de mi amigo la
natémchirna nampéarkun respiración(cita), la hago aparecer
Tímianuma awájtunnat de mi amigo, con mucho poder.
tujíntrachu, tujíntrachu. Yo nunca fallo.
Wenuchiri arárpatniun A su boquita
atákramun, atákramun áspera le hago tener mi saetitas,
tsétsakchincha wámprajshaaa… también de este poder las hice

Mayai tukúchminium Haciéndolas de brilloso color
winchárpatniun umátran que ni el viento la puede tocar,
kantámtik kiun kantámtik kiun las hago cantar siempre
Timia nuna, timia nuuu… siempre con ese poder.

(En el salmo original siguen siete estrofas más en las que el chamán E. Tankámashi, uno de mis mejores informantes shuar, enumera poéticamente los distintos poderes invisibles con que cuenta para actuar: el poder del viento, de la piedra, del puma, etc. La columna de la derecha es una traducción libre realizada con la ayuda del shuar bilingüe Pichama Atzuchi Galo).

-V-
Principales aspectos cognitivos del chamanismo

La dimensión cognitiva del fenómeno chamánico es, sin duda, la más importante y probablemente la única que permite ensayar una comprensión densa y global del tema.

Para acercarnos al estilo cognitivo que caracteriza el chamanismo hay que recordar que, siguiendo a Franz Boas (BOAS, 1992:65) un cambio importante de los procesos mentales primitivos a los que caracterizan la civilización parece consistir en la eliminación gradual de las asociaciones emocionales, socialmente determinadas, con impresiones sensoriales y con actividades; asociaciones emocionales que paulatinamente son substituidas por asociaciones intelectivas y racionales. No es que, intrínsecamente, el ser humano ordinario haya cambiado su psique desde el paleolítico hasta la actualidad, sino que la tradición cultural en que se mueve cada individuo determina el tipo particular de idea explicativa con que justifica el estado emocional que le domina en cada momento, pero ello no implica que la inmensa mayoría de individuos occidentales de hoy se esfuerce más que el cazador paleolítico para ser consciente de las explicaciones secundarias (más profundas y amplias) que motivan sus acciones. Es una observación corriente la de que deseamos y actuamos primero, y luego tratamos de justificar nuestros deseos y acciones. Así por ejemplo, el ser humano tiene una gran resistencia al cambio que se debe, en gran parte, a la fijación emocional con sus rutinas (incluso aunque le resulten insatisfactorias). Cuando se fuerza al individuo a asumir un cambio, por el motivo que sea, habitualmente prevalece la resistencia a lo nuevo; entonces, la diferencia estriba en que, entre los pueblos primitivos esta resistencia se argumenta en base a elementos afectivos y emocionales, en tanto que en nuestras sociedades la tradición nos facilita argumentos de carácter racionalista (pero ello no implica, repito, que la mayoría de sujetos occidentales ordinarios hayan evaluado la veracidad de tales argumentos racionales, simplemente los usan porque forman parte de nuestro repertorio cultural). La diferencia en el modo de pensar del ser humano primitivo con respecto al del individuo civilizado corriente, pues, parece consistir en la simple diferencia de carácter del material tradicional con que se asocia la nueva percepción: hay que reconocer que ni unos ni otros llevan nunca hasta el fin el intento de explicación causal de los fenómenos, sólo lo hacen hasta que consiguen amalgamar la nueva información que implica la existencia de un cambio con los conocimientos previos adquiridos durante la infancia. Ello en referencia al individuo medio.

No obstante, hay que tener en cuenta que si en los quince mil últimos años ha cambiado el repertorio cultural que unos y otros usan para justificar sus reacciones –aunque sin ir más allá–, se debe a la acción de algunos pocos individuos que con su esfuerzo cognitivo sí han generado formas distintas de entender el mundo. Así, conceptos de un elevado nivel de abstracción, hoy tan habituales en el discurso explicativo de cualquier occidental como “ideal”, “armonía”, “ética”, “objetividad”, “substancial”, etc. son producto de un simple puñado de filósofos que hace aproximadamente dos mil cuatrocientos años se esforzaron por ir más allá en la tremenda tarea de explicarse la causalidad y finalidad de los fenómenos que envuelven la vida humana. Así pues, de la misma forma que los filósofos griegos pusieron las bases para una explicación intelectiva del mundo, los chamanes pusieron las bases, y las han mantenido, para una explicación de los fenómenos a partir de lo que he llamado asociaciones emocionales con el imaginario humano.

Este estilo cognitivo de los chamanes suele ser interpretado como equivalente al que observamos en nuestros niños y adolescentes, estilo cognitivo donde impera lo que en psicología se denomina, repito, la omnipotencia del pensamiento fantasioso infantil (“eso deseo…” o “eso he visto en sueños, por tanto es parte de la realidad y como me gusta yo lo quiero tener ahora y… ¡Lo tengo!”). Las asociaciones emocionales son el tipo primario de engrudo que permite organizar argumentos con valor de realidad socialmente consensuada entre los pueblos primitivos, aunque no es el único.

En segundo lugar, otro elemento determinante en el estilo cognitivo chamánico consiste en su búsqueda voluntaria de la disociación mental, recurso psíquico alternativo que originalmente fue el campo principal de su iniciación. Durante el proceso iniciático constituyó el primer entrenamiento que recibió el futuro chamán: aprender a observar su propia mente bajo el efecto de substancias enteógenas, estados de práctica agonía o por medio de la producción onírica. A veces esta consciencia disociada es el producto de una inducción voluntaria por parte del neófito, y otras veces es el resultado de una grave enfermedad espontánea que el futuro brujo se autocuró y ello le otorgó los poderes para chamanizar, a través de la revelación recibida como resolución a su estado. Como he indicado antes, es norma cuasi universal entre los pueblos primitivos que los jóvenes enfermizos, ciegos, epilépticos, etc. suelan ser considerados como escogidos por la divinidad para ejercer el chamanismo. “Entre los araucanos de Chile, los que se dedican al chamanismo son siempre individuos enfermizos o sensitivos de corazón débil, estómago delicadísimo y propensos a padecer desvanecimientos”, decía Mircea Eliade (ELIADE, 1976:38). El caso del chamán shuar P. Juank (de Mussap) es modélico: Juank estuvo aquejado de tuberculosis desde su infancia hasta bien entrada la juventud. Al no conseguir sanar y cansado de la vida inútil y doliente que llevaba dentro de la selva decidió dejarse morir; un día que se sentía especialmente enfermo y débil fue a tumbarse junto al río Upano decidido a esperar la muerte. Quedó dormido y durante el sueño, él cuenta, tuvo episodios oníricos terribles de su propia muerte y después visiones de otros uwishín shuar que le decían que ya estaba curado, que cuando despertara se dedicaría a actuar de chamán. Al cabo de dos días de estar esperando la muerte tumbado al lado de río, se sintió mejor, se levantó y durante un tiempo recorrió diversas comunidades tribales aprendiendo de los chamanes que iba encontrando hasta que fue reconocido a sí mismo como uwishín.

El primer paso que debe hacer el chamán es observar su propia imaginería mental (se trate de sueños, visiones producidas por enteógenos, visiones agónicas) y aprender a moverse dentro de esta realidad subjetiva. Ello lo lleva a menudo a romper con los patrones de comportamiento y de pensamiento ordinarios en su sociedad generados por el proceso de enculturación (el chamán suele vivir alejado del pueblo, recluido) y, en sentido contrario, debe alimentar su propia imaginería mental como fuente de conocimiento subjetivo y al mismo tiempo, paradojalmente para nosotros, sobre el entorno(9). El autoabandono del sujeto a sus profundas pulsiones psíquicas es lo que a menudo se describe como la muerte iniciática respecto del mundo físico: el chamán deja de percibir la realidad de acuerdo a los parámetros externos definidos por su cultura, para reconstruirla –toda o en parte– partiendo de sus propias asociaciones emocionales internas, que a su vez reforzarán la cosmovisión colectiva al añadirse a ella.

El pánico intenso suele acompañar esta experiencia de profunda disociación que marca el rompimiento con los parámetros cognitivos ordinarios, y durante la cual una parte de la mente es capaz de observar atentamente como las funciones formales del pensamiento referidas al mundo externo son desintegradas y vueltas a recomponer de acuerdo a nuevas asociaciones emocionales personales. Si nos acogiéramos a las propuestas teóricas de C.G. Jung, probablemente sería correcto denominar a esta experiencia el contacto personal del chamán con el inconsciente colectivo y sus contenidos formales arquetípicos.

Este despertar de las capacidades visionarias del chamán, seguido de un aprendizaje dirijido a decodificar la imaginería generada y posteriormente a tener una cierta capacidad de determinio sobre todo ello, lo conduce a obtener el control de la realidad mágica en que se mueven los pueblos primitivos. No solo se trata de controlar el sistema de valores y de símbolos en un sentido sociológico, sinó que el chamán asume la responsabilidad de ordenar este mundo pero desde el dialogismo alternativo, animista, mágico o del contacto descarnado con el propio inconsciente. En términos psicoanalíticos podríamos decir, forzando la expresión, que se trata de la aplicación empírica y dirigida de la omnipotencia del pensamiento infantil.

Dicho desde otra ubicación conceptual, el chamán desorganiza su realidad cognitiva ordinaria entrenada desde la infancia (proceso que es más fácil en un individuo que ya la tenga mal integrada por enfermedad o malformación) para reorganizarla desde su propio interior. Es el individuo socialmente desadaptado, por el motivo que sea, que elabora estrategias personales de adaptación usando sus propios recursos individuales-mentales hasta conseguir convertirse en un modelo para su colectividad, poniendo al servicio de la sociedad su capacidad de reordenamiento y actuando entonces de terapeuta o de verdugo (papeles ambos que están fuera del límite de la rutina social ordinaria).

Como se puede inferir de todo lo anterior, un elemento clave dentro de este sistema es la propia personalidad del chamán: de aquí que entre los shuar, al igual que entre otros muchos pueblos primitivos, exista el chamán maléfico o wawékratin (suele tratarse de individuos envidiosos, agresivos o cuya personalidad está dominada por algun carácter socialmente negativo y cuya misión es de tipo policial: la gente le paga para que cause males a pretendidos enemigos que supuestamente han origindo alguna enfermedad en los propios congéneres); y existe también el brujo benéfico o tswákratin (cuya misión es curar enfermedades y resolver problemas: readaptar la pérdida de armonía social, individual e incluso de la naturaleza). En este sentido, el poder e influencia social de cada uwishín o chamán depende estrictamente de la entereza de su carácter, de su solidez para enfrentarse a las dimensiones pavorosas que a menudo adquiere el mundo subjetivo (antropomorfizado en espíritus y diablos) de las personas y del carisma que ofrezca, entendido como capacidad para conectar con las necesidades colectivas y catalizarlas en sí mismo. En definitiva, el peso social de cada chamán depende de su potencial para proyectar seguridad en los demás y ser eficaz en su cometido de reordenar la realidad colectiva desde su imaginería mental(10). Ello se pone de relieve en el texto de los salmos con que los chamanes llaman a los espíritus que conciben como sus poderes aliados: el texto no suele ser suplicatorio, como en la mayoría de religiones deísticas, sinó ordenante, exponiendo la lista sus propios poderes y llamando a sus espíritus ayudantes (ver el texto del salmo chamánico transcrito anteriormente).

Por tanto, puede afirmarse que la principal función del brujo y del uso que hace de substancias enteógenas es de carácter adaptógeno: el chamanismo es un mecanismo adaptante. Ello encaja perfectamente con los hechos subjetivos y objetivos: en la realidad cotidiana de los pueblos primitivos los recursos físicos son básicos para llevar una vida más o menos satisfactoria (cazar, acarrear leña y agua, cultivar los huertos, soportar las enfermedades, huir o atacar a los enemigos y demás) y las personas que por debilidad o larga enfermedad no pueden mantener esos mínimos de rudeza física deben buscar otros mecanismos de adaptación o morir. El chamanismo como forma de entrenamiento y explotación de recursos cognitivos alternativos ofrece esta posibilidad.

No es de extrañar que si bien la enfermedad crónica en un individuo es interpretada como indicación divina para que tome el camino iniciático, y en realidad es preciso que todo neófito pase por este proceso de muerte y renacimiento simbólico para entrar en la dimensión mágica dominada por nuestras propias pulsiones psíquicas, también es cierto que para individuos débiles esta es una buena estrategia de adaptación, probablemente la única en los pueblos primitivos (y entre nosotros: la imagen tópica del chico que destaca intelectualmente es la de un muchacho desgarbado, enfermizo, a veces con gafas de miope, macilento y físicamente poco atractivo).

Para actuar desde este estilo cognitivo propio de los chamanes, la realidad toma (como mínimo) dos dimensiones: la física u ordinaria, y la dimensión mágica, onírica o alternativa que da sentido a la primera. Es en este sentido que el estilo cognitivo chamánico toma formas dialógicas: de conversación consigo mismo y para ello se debe recurrir al uso de metáforas que permitan la integración del segundo elemento del diálogo interno(11) . Por este proceso, la realidad mental chamánica se convierte en teatro de acción de las grandes metáforas que configuran el sistema de valores de su sociedad. Las metáforas, en lugar de surgir en base a elementos abstractos (como haríamos nosotros y entonces dejarían de ser metáforas para convertirse en teoremas), se basan en elementos concretos e identificables del mundo físico (un árbol específico, una piedra concreta, una fuente determinada) y de su percepción y asociaciones emocionales nace la dimensión mágica o invisible de cada uno de los elementos: su sentido simbólico dentro de la metáfora.

Para ilustrarlo me serviré, en primer lugar, de una comparación provinente de nuestro cosmos cultural y después expondré un ejemplo shuar. Una de las grandes metáforas que usamos de forma automática en nuestras sociedades es la de la “suerte”(12) (para mayor detalle sobre ello ver: FERICGLA, 1994, a). Hablamos de ella como si existiera físicamente y además hacemos algunas cosas para atraerla, acciones que entran de lleno en el campo de las supervivencias chamánicas, aunque hoy hayan perdido su sentido profundo y sean tratadas como supersticiones (vestir una prenda de ropa al revés, colgarse la imagen fetichista de un santo para atraer la “buena suerte”).

Esto nos ha de permitir reflexionar sobre el estilo cognitivo del mundo chamánico todavía desde una nueva posición. Diríamos que el proceso chamánico para generar conocimiento sobre la realidad actua a partir de la identificación doble de los elementos concretos del entorno contextual: como tales objetos físicos y como metáforas referidas a la dimensión mágica de la realidad(13) . Así, el segundo ejemplo provinente de los shuar se refiere al poder de los chamanes manifestado por medio de formas metafóricas: su dominio de los tséntsak. Como indica Carlos Junquera (ibid: 28), el chamanismo no puede desligarse de las prácticas médicas, ya que en estos pueblos las dolencias somáticas y psíquicas o del alma constituyen una realidad inseparable. Pero la función chamánica no es reducible al hecho de actuar para recomponer este complejo equilibrio que denominamos salud, sinó que esta sería sólo una de las aplicaciones.

En lengua shuar tséntsak significa literalmente “saeta”. Los uwishín shuar conciben sus poderes actuando como saetas invisibles a los ojos de la gente no chamán; las pueden mandar lejos para que se claven en el cuerpo del enemigo, en un árbol o en otro elemento de la naturaleza, según sea su intención. Al mismo tiempo, cuando alguien les solicita su praxis curativa la acción consiste en consumir la dosis adecuada de ayahuasca, la famosa pócima enteógena amazónica, y bajo los efectos del embriagante “ver” los tséntsak que el paciente tiene clavados en el cuerpo, causa de la dolencia. Una vez identificadas la saetas maléficas, el chamán las chupa con su boca y las escupe lejos para que se claven en algun árbol, o las manda de regreso contra el propio hechicero que había causado el mal, disimuladas bajo un nuevo aspecto mágico, esperando que el atacante no las identifique hasta que las saetas no se hayan clavado en su propio cuerpo.

No obstante, el hecho de llamarlas “saetas” no es más que una forma metafórica de expresión. El sustantivo completo –aunque los shuar nunca lo pronuncian todo– es aenstri tséntsak que se podría traducir como “el espíritu saeta de…”. Y ni así se completa la metáfora ya que cada chamán sabe a qué espíritu se refiere: puede ser el espíritu de una serpiente, de un pájaro, de un color, de un elemento metereológico u otros. Así, por ejemplo, un espíritu muy usado por diversos chamanes shuar sería la ámbukja aenstri tséntsak (“el espíritu saeta de la ámbukja”), que tendría la forma de una serpiente corta y ciega, con manchas negras y amarillas que existe en la Alta Amazonia ecuatoriana, donde habitan los shuar. Otro ejemplo ilustrativo lo ofrece la takíruma aenstri tséntsak, saeta que tiene el nombre y la función de un sonido y no de un animal o cosa; takíruma se refiere al sonido que hace una semilla de grandes dimensiones qu crece dentro de una vaina selvática y que en verano explota expulsando las semillas disparadas hacia todas partes; el chamán usa esta metáfora si identifica uno de los poderes de que dispone (elemento de su imaginería mental) con esta forma externa porque produce un sonido similar al de la explosión de la vaina. Para él la forma de actuar es a través de estos elementos concretos (que todo el mundo puede observar en el ámbito de lo físico), a los que considera dotados de vida propia (como en realidad es), y de los que se sirve para actuar en el ámbito mágico. Podría seguir enumerando ejemplos, pero es suficiente. Cada chamán dispone de un número limitado de saetas (entre cinco y cien) sobre las que ejerce poder y hace actuar según su voluntad; y de este número de saetas depende el poder del propio brujo.

Así queda ejemplificado el uso de metáforas como estrategia de expresión de la consciencia dialógica, base estructural del mecanismo cognitivo chamánico. Para acabar, podría afirmarse que el chamanismo ofrece una especie de teoría unificada de un sistema complejo como son los necesarios procesos de adaptación que en cada momento exige la vida en un medio natural poco tecnificado, y por tanto poco previsible.

Dado el enorme significado del chamanismo durante un período larguísimo de la historia de la humanidad no es sorprendente que reaparezca de nuevo baja formas terapéuticas o neorreligiosas, de hecho se trata de las dimensiones humanas donde siempre apareció. En algunos ámbitos de las sociedades occidentales, donde el chamanismo se abandonó hace ya algun siglo, se está dando un resurgir de tales entrenamientos cognitivos, queda por ver si este renacimiento guarda, a la fin, paralelismo o no con las antiguas manifestaciones chamánicas. Resulta interesante para el investigador verificar que las nuevas manifestaciones más elaboradas siguen manteniendo que el trance permite al individuo penetrar en un mundo poblado de espíritus o de poderes mentales, tal como defendían los antiguos chamanes, pero también se puede afirmar que nuestras sociedades occidentales, una vez situado en su lugar el positivismo simple, han generado sistemas propios para acceder a estos estados de disociación mental cuyo etiqueta se situa más en el campo de las terapias que en el de las religiones.

Friedrich W. Nietzsche afirmó que el siglo XIX (el suyo, ya que murió justo en el 1900), fue un siglo de salvación, en tanto que el siglo XX (el nuestro) sería un siglo de curación. El repetido reduccionismo de concebir al chamán como simple sanador esotérico, en lugar de situarlo en el centro de un determinado tipo de cosmovisión de los diversos que ha producido la humanidad, parece dar la razón al filósofo alemán.

ESQUEMA DE LAS CULTURAS CHAMÁNICAS PARTIENDO DEL CONTROL DE LOS ESTADOS DIALÓGICOS DE CONSCIENCIA
Consumo de substancias enteógenas u otros métodos para modificar el estado de la consciencia
Estado de disociación mental o de consciencia dialógica
Durante la consciencia dialógica se generan sistemas simbólicos e imaginería mental. A partir de sistemas simbólicos complejos se producen los:

Mitos Explicativos de cada sociedad (informan sobre el origen de la cultura y de la ética predominante)

Mitos Descriptivos de cada sociedad (informan sobre cómo hay que actuar y la causa de ello)
Cada sociedad concentra sus aspectos enculturadores más importantes en los ritos inciáticos: inducen a revivir el contenido de los mitos y a integrar profundamente a los individuos en el sistema de valores de la colectividad
A partir de los ritos inciáticos se ordenan las cosmologías de cada sociedad (función social de cada individuo, sistema social, derechos y deberes, expectativas vitales, etc.)
El individuo que asume el papel y la función de ordenador de los ritos de paso en los pueblos primitivos es el chamán
El chamán tiene como elemento diferencial y sacro el dominio de su mente incluso bajo el efecto de enteógenos, y el contacto que ello le permite con la dimensión animista del mundo
Es el chamán quien prepara y distribuye las substancias enteógenas cerrando así el círculo sistémico que permite entender a los pueblos primitivos desde el chamanismo

NOTAS DE PIE DE PÁGINA

1. Puede compararse la definición que propongo con: Ake Hultkrantz, “A Definition of Shamanism”, Temenos 9, 1973, 25-27. (^)
2. Por “disociación” aquí no voy a entender “psicopatología”, sentido deformado que suele darse a este término en la mayor parte de escuelas psiquiátricas actuales. Por “disociación” voy a entender lo que literalmente significa: la mente dividida en dos mitades funcionales una de las cuales es capaz de observar, decodificar y recordar lo que está sucediendo en la otra, sin que esta disociación implique ningún tipo de patología. (^)
3. Enteógeno: neologismo acuñado en el año 1979 por parte de un equipo de investigadores (R. Gordon Wasson, J. Ott, A. Hofmann y C. Ruck) para referirse a aquellas substancias, prácticamente siempre de origen vegetal o fúngico, de consumo habitual entre los pueblos primitivos antiguos y contemporáneos, y que son utilizadas para ponerse en contacto experiencial con sus divinidades, sea cual fuere la ideación cultural de este término. Llamar “alucinógenos”, como suele hacerse, a estas substancias elimina todo el sentido sacro que tiene tal uso. Durante toda la historia de la humanidad se ha consumido enteógenos con una actitud de profundo respeto y con la finalidad de autoinducirse estados de éxtasis que permitieran al ser humano el contacto con aquello que de profundo, númico y misterioso tenemos, es decir lo que se condensa en la categoría arquetípica de “divinidad”. Enteógeno es un término que proviene de la raíz griega theos con un prefijo que viene a significar “dios dentro de mí” y es, desde todos los puntos de vista, un concepto más adecuado para referirse a estas substancias que cualquier otro de los términos propuestos hasta ahora (psicodélicos, psicotomiméticos, psiquedélicos, psicodislépticos o alucinógenos). En medios científicos especializados de todo el mundo es una palabra cada día más aceptada y usada. (^)
4. A pesar de una cierta corriente contraria a denominar “pueblos primitivos” a las socie-dades simples con un sistema de subsistencia principalmente basado en la caza, la pesca, la reco-lección de nutrientes silvestres y el trabajo de pequeños huertos de rozza –y dentro de las cuales se da el sistema chamánico–, considero que llamarlos “primitivos” es más ecuánime que otras denominaciones propuestas (pueblos ágrafos, pre-industrializados, en vías de desarrollo o, mucho peor aun, tercer mundo). “Primitivo” tiene su raíz etimológica en primus, y de aquí surgió también “primero”. Las sociedades simples estaban ocupando la faz de la Tierra antes que nuestras sociedades complejas y la industrialización ha sido una de las vías evolutivas que ha surgido de alguno de aquellos pueblos primitivos, no de todos. Desde el punto de vista cognitivo también puede afirmarse que se trata de estilos de pensamiento primarios los que allí imperan, en con-traste con la elevada abstracción propia del formalismo de nuestro estilo cognitivo. En sentido contrario, denominarlos “ágrafos”, “preindustrializados”, “en vías de desarrollo” o similares indica un claro etnocentrismo occidental, autosituándonos en un nivel óptimo de evolución para llegar al cual a las demás sociedades les falta la tradición escrita o la industrialización, y ello es falso. No hay una sola vía evolutiva correcta y unívoca. Por todo ello, pues, el conte-nido que doy al concepto “primitivo” no es el mismo que da Franz Boas en su conocido librito La mentalidad del hombre primitivo (BOAS, 1992), pero no se opone a aquella definición sinó que la complementa. (^)
5. Por esta misma ilusión intelectual fracasó la llamada Psicología Experimental de la década de los años 1960: trataba de estudiar la inteligencia, los afectos, las capacidades cognitivas, etc. del ser humano en abstracto, fuera de toda persona, como entidades con existencia propia y formulable. (^)
6. Todavía no está totalmente establecida la diferencia entre un “estado mental” y lo que es un “proceso mental”, no obstante la hay, y hay investigadores puestos en ello, por ejemplo: ANDLER, 1992:9-46. (^)
7. Los shuar son más conocidos en Occidente como “jíbaros” (término que para ellos resulta insultante). Forman una etnia que habita el Alto Amazonas ecuatoriano. Actualmente están consti-tuidos por una población de entre 40.000 y 45.000 individuos. Son la etnia más importante del gran grupo cultural y lingüístico jibaroano (formado por shuars, achuaras y otras tres etnias muy minoritarias). Mis diversos trabajos de campo entre los shuar, especialmente en el ámbito del chamanismo, se situan entre los años 1991 y 1993. De ello sacaré las ilustraciones etnográficas que figuran a lo largo del presente texto. Para disponer de más información se puede consultar la publicación de mi diario de campo: FERICGLA 1994, b. (^)
8. La existencia de tres variantes etimológicas: brûxa, brôxa y bröxa lleva a suponer un origen común en el diptongo brouxa, lo que indica así mismo con bastante seguridad una etimología probablemente celta o, por lo menos, indoeuropea en general (por el diptongo ou) que, según J. Corominas y J. Pascual, debe su origen al término *VER-OUXA (“la muy alta”) que proviene del celta OUKS-ELO- (“alto”), emparentado con el griego ùpsi-eló-s, el irlandés VASAL, el galés UCHEL y el celtíbero ÜX-ÂMA -osma-. (Para más información sobre los orígenes etimológicos del término “bruja” consultar la excelente obra: COROMINAS, J., PASCUAL, J.A., 1980, Diccionario crítico etimológico castellano e hispano, vol. 1, págs. 679-681, Gredos, Madrid). (^)
9. Hay un esclarecedor artículo de Jorge Wagensberg sobre lo que nuestra pedagogía occiden-tal está empezando a denominar “conocimiento revelado” (ver en WAGENSBERG, 1993). También es preciso mencionar un interesantísimo trabajo de Richard Noll sobre la estructura que sigue el proceso de aprendizaje para aumentar la imaginería mental de los chamanes (ver en NOLL, 1985). (^)
10. Por ello, entre los shuar, como en muchas sociedades chamánicas, ser brujo es ciertamente peligroso porque cuando sucede algun evento perjudicial a la comunidad o a un individuo, de forma anormalmente repetida, de inmediato se acusa al wawékratin de ser el causante, y si no hay una hechicero reconocido, se acusa al primer uwishín que se halla, llegando a veces hasta el homicidio. Por ello, muchos hombres shuar han adquirido los poderes para chamanizar pero lo nie-gan públicamente, y solo actuan como tales dentro del más restringido círculo familiar. (^)
11. Esta consciencia dialógica es la que, en forma incontrolada y patológica, está en la base de los estados esquizoides. Por ello se puede afirmar que el chamán juega literalmente con la locura y que una persona realmente entrenada a moverse en estos procesos y estados mentales dialógicos no devenir esquizofrénica ya que, por así decir, conoce la teoría y la práctica de dicho estado mental. (^)
12. Hablamos de “buena suerte”, “mala suerte”, “hoy es un día de suerte” o al contrario, pero, en realidad ¿qué es la suerte? ¿a qué se refiere la gente cuando dice que tiene o no tiene suerte?. De forma muy resumida diría que se trata de una metáfora de nuestra cultura para referirse a que el propio sujeto está actuando de forma eficaz o al contrario. (^)
13. Creo que lo más difícil de asimilar por parte de la mente occidental no entrenada ello –y es donde reside la clave de bastante de lo que estoy exponiendo–, es la idea de que el estilo cognitivo folclórico o primario está constituido en base a identificaciones concretas de elementos de la realidad física, sin el dominio de la idea abstracta que predomina en Occidente. En lengua shuar, por ejemplo, no existen expresiones abstractas, tan habituales en castellano, como el verbo “castigar”. En la vida concreta no se castiga a nadie, tal abstracción no existe fuera de nuestra mente, es sólo un verbo: lo que empíricamente sucede es que alguien pega a un niño con la correa de papá, o se le impide que vaya a jugar con sus amiguitos cuando él más lo desea, y estas acciones reciben un sentido de punición que abstraemos en el verbo “castigar”. También por ello, por ejemplo, se tardó tanto en incorporar la cifra cero entre los números natu-rales, porque representar “nada” es una abstracción de gran sofisticación cognitiva. En idioma shuar para decir “nadie” se indica con un “no todos”: “todos” en cualquier momento es algo con-creto (los que estamos ahora aquí: contabilizables, nombrables, señalables), pero “nadie” no existe en la realidad vivencial de una persona; como máximo, por aproximación emocional, cita-ríamos el sentimiento de soledad (que, por otro lado, se puede sufrir en medio de una multitud) (^)

BIBLIOGRAFIA CITADA

* ANDLER, Daniel (editor), 1992, “Introduction”, en Introduction aux sciences cognitives, págs. 9-46, Gallimard, París.
* ANTUN’, Raquel y CHIRIAP, V. H., 1991, Tsentsak. La experiencia chamánica en el pueblo shuar, ed. Abya-Yala, Quito, Ecuador.
* BOAS, Franz, 1992, La mentalidad del hombre primitivo, Ed. Alma gesto, Bs. As., Argentina.
* ELIADE, Mircea, 1976, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Fondo de Cultura Económica, México.
* ELIADE, Mircea, y COULIANO, Ioan P., 1992, Diccionario de las religiones, Paidós, Madrid.
* FERICGLA, Josep Mª 1993, “¿Alucinógenos o adaptógenos inespecífi cos? Propuesta teórica para una innovación del estudio de los mecanismos cognitivos de adaptación cultural”, en Revista de Antropología Social, nº 2, ed. Universidad Complutense, Dep. de Antroplogía Social, Madrid, págs. 167-183 (versión inglesa en Integration, 1995, Alemania).
* FERICGLA, Josep Mª, 1994, a,”Delirios, cultura y pruebas de reali dad”, e

“MEDITACIÓN CHAMÁNICA”

Capítulo XXII del libro La Meditación, de Jacobo Grinberg-Zylberbaum,
UNAM e INPEC, México, 1991.

TEXTO DE JACOBO GRINBERG-ZYLBERBAUM

“MEDITACIÓN CHAMÁNICA”

Existe una gran cantidad de técnicas de meditación utilizadas por los chamanes mexicanos. Cada linaje de chamanes practica técnicas específicas que tienen su origen en periodos remotos.

Los chamanes mexicanos utilizan estas técnicas para purificarse y prepararse en sus labores de curación o en sus trabajos como psicólogos autóctonos. A continuación se explican algunas de esas técnicas de meditación tal y como las usan los chamanes referidos en el texto.

Meditación Olmeca

Los Olmecas fueron un pueblo altamente desarrollado que opinaba que el verdadero significado de la existencia consiste en participar, propiciando el mantenimiento y desarrollo del orden Cósmico.

Existen evidencias que indican que los Olmecas desarrollaron sistemas meditativos cuyas instrucciones se encuentran grabadas en las grandes estatuas de piedra que esculpieron. Posiblemente, ellos fueron los originadores del chamanismo en México cuyos representantes todavía existen.

La meditación Olmeca implica un manejo corporal muy interesante el cual tiene un efecto vitalizador, de rejuvenecimiento y de mantenimiento de un estado de salud óptimo. De hecho, se dice que si la meditación Olmeca se practica en forma constante durante cinco años, su efecto es el de mantener, en forma permanente, la juventud.

Para practicar la meditación Olmeca se utiliza la postura de sentado, con la espalda recta. El meditador comienza fijando la atención en su cuerpo, concentrándose primero en su columna vertebral. Visualiza ésta última y se imagina una luz o energía que gira alrededor de la columna en dirección contraria a las manecillas del reloj; es decir, hacia la izquierda. Este giro se realiza a lo largo de la columna desde su base hasta su inserción en el cráneo. El giro se hace alrededor de la columna de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, hasta lograr extenderlo a toda la longitud de la misma. A medida que el giro exterior se continúa, se intenta penetrar en la columna vertebral haciéndola girar hacia la izquierda –pero en su interior-

Si el meditador tiene éxito pronto notará que toda su columna vertebral manifiesta un giro sostenido hacia la izquierda en toda su extensión y longitud. Cuando lo anterior es logrado, entonces la atención se fija en el cerebro también haciéndolo girar hacia la izquierda. El giro cerebral se inicia con una estrategia similar a la usada con la columna vertebral; es decir, primero el meditador visualiza una luz o una energía que rodea el cerebro girando a la izquierda y poco a poco hace penetrar el giro hacia el interior de la masa cerebral hasta que logra que toda ella, en cada una de sus partes, gire a la izquierda.

Más adelante y utilizando un procedimiento similar, se atiende a cada órgano del cuerpo: corazón, pulmones, estómago, intestinos, órganos genitales, etcétera, y se les hace girar a la izquierda.

Por último, el giro se extiende a las piernas, los brazos, el tórax y en general, a todo el cuerpo.

No existe límite de tiempo para mantener el giro a la izquierda, aunque se recomiendan dos periodos de giro de veinte minutos cada uno, como mínimo suficiente para empezar a sentir los beneficios derivados de esta práctica.

Meditación Yaqui

Uno de los legados chamánicos más interesantes es la técnica de equilibrio entre el lado izquierdo y derecho utilizada en la tradición de los indios Yaquis. Para realizar este ejercicio el practicante se pone de pie y visualiza dos columnas verticales de energía situadas a ambos lados de su cuerpo. El primer paso de esta técnica consiste en “abrazar” la columna izquierda colocando el brazo izquierdo arriba y el derecho debajo de la columna. En seguida, trasladar la columna al lado derecho depositándola allí. Ahora la columna derecha es abrazada colocando el brazo derecho arriba y el izquierdo abajo y trasladada al izquierdo colocándola allí.

La secuencia anterior se repite tantas veces como sea necesario hasta sentir un incremento de energía y un equilibrio interno.

Una vez concluido el ejercicio anterior, el practicante visualiza una columna horizontal de energía que lo rodea a la altura del ombligo. Girando su espalda hacia la izquierda “corta” la columna con su mano izquierda como si esta fuera un cuchillo, coloca la palma de la mano perpendicularmente al corte y empuja la columna sosteniéndola, al mismo tiempo, con su brazo derecho.

Sigue empujando y sosteniendo la columna hasta situarla en su espalda, con un tirón final. Ahora, gira su espalda hacia la derecha, “corta” la columna con su mano derecha colocando la palma perpendicular al corte y empuja la columna sosteniéndola con su brazo izquierdo y colocándola en su espalda con un tirón final. La secuencia se repite hasta equilibrar la parte anterior con la posterior.

Otra de las técnicas chamánicas de los yaquies consiste en tocar un tambor siguiendo un ritmo constante por periodos prolongados. Si el ritmo se acompaña con las dos manos, incrementa el equilibrio entre los lados derecho e izquierdo y ayuda a liberar tensiones y purificar el cuerpo.

Técnicas de meditación de Don Lucio de Morelos

Don Lucio considera que su poder como chamán proviene de lo que él llama “el mundo invisible” habitado por los “Trabajadores del Tiempo”, por los “rebaños” y por los “pastores”.

Las técnicas de meditación de Don Lucio están ideadas precisamente para establecer contacto con este mundo invisible y con sus habitantes.

Una de las técnicas, es el establecimiento de contacto con la naturaleza y la relajación en este contacto. Don Lucio escoge algún paraje del campo, preferiblemente libre de interferencias sonoras y alejado de interacciones humanas, y en este lugar, por ejemplo debajo de un árbol, se acuesta y se relaja dejando libre su mente sin obstruir sus procesos, sin reprimirlos ni guiarlos. En sus palabras, dejando libre a su espíritu para que haga y realice sus “negociaciones espirituales”.

Otra de las técnicas de meditación de este chamán, consiste en prestar atención a los sonidos internos y escuchar los mensajes de los “Trabajadores del Tiempo” que, según Don Lucio, se comunican con él en forma directa.

Técnicas de meditación de Doña Pachita

Doña Pachita, una de las más extraordinarias chamanas del México contemporáneo, realizaba verdaderas hazañas de curación, de manejo del espacio-tiempo, de la energía y de la materia, y decía utilizar una serie de procedimientos que le permitían realizar su trabajo.

El procedimiento principal de meditación de Doña pachita consistía en sentarse en una silla frente a su altar en el cuarto donde realizaba sus operaciones y curaciones, y una vez ahí, cerrar los ojos y respirar suavemente hasta lograr escuchar un zumbido característico en uno de sus oídos. Una vez captado este zumbido, el cual, según Doña Pachita, era la manifestación de un cambio de estado en ella misma, atendía a ese sonido interno hasta que sentía que caía en una especie de gran orificio, tras lo cual cambiaba de estado.

Doña Pachita meditaba sobre sensaciones sonoras características y después se dejaba ir en un acto que ella describía como de un salto al vacío o de una súbita bajada en una rueda de la fortuna, después de lo cual empezaba sus operaciones quirúrgicas.

La técnica me hace recordar un procedimiento hindú de meditación llamado “shabd”, en el cual, el meditador debe poner atención en un zumbido característico y seguir este zumbido por un lapso de tiempo relativamente largo.

Técnicas de meditación de Don Panchito

Don Panchito, uno de los más veteranos chamanes de la República Mexicana, era de origen maya y vivía en un pueblo pequeño del centro de la península yucateca.

Don Panchito utilizaba por lo menos tres técnicas de meditación.

La primera de ellas era la observación atenta de los fenómenos naturales cotidianos. Me refiero a la observación del amanecer, del anochecer, de los movimientos de los animales, de sus propios procesos internos, de los cambios de luz, de los movimientos de su hamaca al mecerse en ella, etc. Don Panchito era capaz de mantener su observación durante horas, atendiendo a los mínimos detalles de la misma.

La segunda técnica de meditación que utilizaba Don Panchito, era la observación atenta de las estrellas en las noches. Durante aproximadamente quince minutos él escogía alguna zona del firmamento estrellado y fijaba su atención en esa zona en una postura de relajación, dejando que penetrara la información estelar en su interior. Acto seguido, Don Panchito se dormía y en la mañana recolectaba sus sueños y, a través del contenido de los mismos, podía observar sus propios procesos y era capaz de utilizar esta información para ofrecerla a algún paciente. De hecho la técnica de observación estelar con el subsecuente análisis de los contenidos oníricos, los utilizaba Don Panchito cuando algún paciente venía a consultarlo y le pedía específicamente en acto de adivinación de su futuro.

La tercera técnica de meditación de Don Panchito, consistía en lo que él denomina “hablar directamente con Dios”. De esta técnica lo único que puedo mencionar es que Don Panchito ponía énfasis en que el sujeto del desarrollo debía aprender a establecer un diálogo directo con Dios y mantener este diálogo sin intermediarios.

Técnicas de Meditación de Don Gaudencio

Don Gaudencio es un descendiente de los indios Tepanecas. Él utiliza dos técnicas de meditación que, a diferencia de los chamanes anteriores, son técnicas activas.

La primera de estas técnicas es lo que podríamos denominar la “técnica del paso de poder”. Ésta la utilizan los indios Tecpanecas para adquirir mayor energía y poder, y con ella interactuar en forma más adecuada durante sus procesos curativos. Ello consiste en caminar con las piernas ligeramente flexionadas, el pecho abierto y en una posición adelantada en una especie de mimetismo de lo que podría ser la caminata de un gorila. Este paso de poder se mantiene durante un tiempo considerable sin interrupción y, según Don Gaudencio, provoca un incremento energético.

La segunda técnica, también de origen Tecpaneca, consiste en girar lentamente la cabeza en una dirección horizontal de izquierda a derecha y luego de derecha a izquierda. Los giros se hacen apretando la barbilla contra el pecho durante el giro lento. Según Don Gaudencio, los indios tecpanecas llegaban a mantener esta técnica de meditación activa durante ocho horas ininterrumpidas, concentrándose totalmente en el giro lento, produciendo, de esta manera, un incremento en la capacidad de atención y la focalización de la misma.

Técnicas de meditación de Carlos Castaneda

Este chamán contemporáneo, discípulo de Don Juan Matus de Sonora, utiliza una cantidad indeterminada de técnicas de meditación de las que sólo me es posible hablar de dos de ellas.

Una técnica muy parecida a la descrita anteriormente de los indios Tecpanecas, consiste en girar lentamente la cabeza, también de derecha a izquierda y de izquierda a derecha con una añadidura: durante el movimiento se imaginan escenas que involucran a otras personas con las que han interactuado y, durante el giro y al inhalar recogen los elementos de la propia presencia que sienten han dejado esparcidos en las personas con las que interactuaron, y durante la exhalación devuelven a éstas mismas personas los elementos energéticos que han tomado de ellos.

La técnica permite recuperar la energía personal sin interferencias ni cruces con la energía de otras personas. Desde un punto de vista psicoanalítico se podría explicar esta técnica como la de una recuperación de los procesos transferibles y contratransferibles del chamán. En otras palabras, es una técnica que permite elaborar las interacciones del pasado y limpiarlas de cargas energéticas y emocionales.

En este sentido, otra de las técnicas de meditación que utiliza Carlos Castaneda consiste en recorrer la memoria en forma secuenciada del momento presente hacia atrás, elaborando los procesos de la interacción a través de esta inhalación y exhalación y giro de cabeza con el objeto de restablecer el presente y borrar la historia personal y la serie de condicionamientos y asociaciones que se han internalizado.

Una de las ideas y objetivos principales de estas técnicas es el logro de un silencio interno. En otras palabras, un espacio en el cual no exista diálogo interno, con el objeto de poder interactuar con la Realidad en el presente y con total fluidez.

Técnicas de meditación de Juan Diego

Juan Diego utiliza una técnica de meditación muy interesante, que consiste en sentarse inmóvil como primer acto de la mañana después de despertar y permanecer así durante dos horas, permitiendo que su ego se desvanezca poco a poco y, en lugar suyo, su cuerpo se impregne de la energía del medio ambiente. En propias palabras de Juan Diego, su técnica consiste en permitir que la energía del “Ser” sustituya la suya propia bañándole en ella totalmente.

Según Juan Diego, de esa forma se adquiere la suficiente fuerza para poder aliviar los males de los pacientes que vienen a pedirle auxilio.

Técnicas de meditación de Doña Josefina

Doña Josefina podría considerarse como una chamana veterana que se dedica a curar en la ciudad de Oaxaca, y que utiliza una técnica de meditación extraordinariamente sofisticada que voy a intentar describir a continuación.

Doña Josefina afirma que puede permanecer consciente durante toda la noche observando sus propios procesos y estimulando lo que ella denomina “viajes fuera del cuerpo”. Doña Josefina utiliza estos viajes para establecer contacto con sus pacientes, independientemente de la distancia a la que se encuentren y sobre todo para viajar a un paraje que dice está localizado en Japón y, ente paraje, establecer una interacción con los habitantes que, según ella, viven allí.

Doña Josefina afirma que le basta visitar este lugar para readquirir fuerza y poder trabajar durante todo el día en sus procesos terapéuticos, sin necesidad de dormir durante muchas noches.

Conclusiones

Es necesario aclarar que esta revisión de las técnicas de meditación de los chamanes mexicanos no es de ninguna manera exhaustiva ni tampoco podría considerarse que constituye un énfasis final o total acerca de las técnicas que usan. Más bien ha sido una revisión parcial que, a medida que se obtiene mayor información, podrá ser enriquecida en futuros trabajos.

Por ahora es posible afirmar que, en general, los chamanes mexicanos utilizan dos grandes familias de técnicas de meditación: por un lado, lo que podría denominarse técnicas activas como el paso del poder, los movimientos giratorios de cabeza, y por otro lado, técnicas que no implican movimientos y, por ello, podrían denominarse pasivas, como las que utiliza Son Panchito en sus observaciones de la naturaleza y en su fijación de la atención en las estrellas.

Los niveles de complejidad de las técnicas de meditación de chamán en chamán, desde muy concretas hasta muy abstractas, desde las que implican movimientos específicos como en el caso de Don Gaudencio, hasta las que implican el establecimiento de un diálogo directo con Dios como el caso de Don Panchito.

Capítulo XXII del libro La Meditación, de Jacobo Grinberg-Zylberbaum,
UNAM e INPEC, México, 1991.

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Los textos sobre chamanismo de Jacobo Grinberg-Zylberbaum:

Los chamanes de México I Psicología Autóctona Mexicana, Alpa Corral, México, 1987.

Los chamanes de México II Misticismo indígena, Alpa Corral, México, 1987.

Los chamanes de México III Pachita, IMPAC, México, 1988.

Los chamanes de México IV, La Cosmovisión de los Chamanes, INPEC, México, 1988.

Los chamanes de México V, El Cerebro y los Chamanes, INPEC, México, 1989.

Los chamanes de México VI, La Voz del ver, INPEC, México, 1989.

Otros textos teóricos del mismo autor:

El Cerebro conciente, Trillas, México, 1979.

El espacio y la conciencia, Trillas, México, 1981.

La Meditción, INPEC, México, 1989.

En internet::

Implicaciones epistemológicas de la teoría sintérgica: http://homepage.mac.com/penagoscorzo/ensayos5.html

“LOS CHAMANES: PRIMEROS CURADORES”

TEXTO DE STANLEY KRIPPNER

“LOS CHAMANES: PRIMEROS CURADORES”

Los chamanes no han sido tomados en serio por la mayo­ría de los médicos alópatas, a pesar de que muchas tradiciones chamánicas han desarrollado sofisticados modelos de cura­ción a lo largo de los siglos. Además, dichos modelos han sido lo suficientemente flexibles como para sobrevivir en contacto con la medicina alopática, e incluso para incorporar la práctica de la misma. Pocos son, en cambio, los facultativos alopáticos que hayan incorporado la sabiduría chamánica en la práctica de su medicina, lo que pone en cuestión no sólo sus prejuicios sino su flexibilidad.

A excepción de sus conocimientos de herboristería, en ge­neral el chamanismo ha sido ignorado o ridiculizado por el mundo médico y académico. No obstante, los chamanes han sido los primeros curadores del mundo, los primeros diagnos­ticadores, los primeros psicoterapeutas, los primeros funcio­narios religiosos. Los chamanes pueden ser definidos como curanderos indígenas que alteran deliberadamente su con­ ciencia a fin de obtener conocimiento y poder proveniente del «mundo de los espíritus», para ayudar y curar a los miembros de su tribu.

Hay métodos chamánicos de curación que guardan un es­ trecho paralelismo con la terapia conductista contemporánea, la quimioterapia, la interpretación de los sueños, la terapia fa­miliar, la hipnoterapia, la terapia ambiental y el psicodrama. Es evidente que los chamanes, los psicoterapeutas y los médi cos tienen más en común de lo que generalmente se supone. Sin embargo, para el chamán, la dimensión espiritual de la cu­ración es de extrema importancia, mientras que los médicos y los psicoterapeutas suelen ignorarla por completo. A menudo los chamanes rescatan almas perdidas, se comunican con losespíritus, hacen hincapié en la interconexión de sus pacientes con la comunidad y con la tierra, facilitan la purificación espi­ritual a quienes hayan violado tabúes sociales, interpretan sueños y visiones, y subrayan la importancia del crecimiento espiritual como objetivo personal en la vida, y la de ser útil a la humanidad y a la naturaleza. Estas funciones raramente ad­quieren importancia, ni tan sólo respetabilidad, en el mundo ideológico de los médicos alopáticos occidentales y otros es­pecialistas de la salud.

María Sabina

En 1980 visité Oaxaca, México, y tuve la gran suerte de poderme entrevistar con María Sabina, legendaria practicante del chamanismo que en 1955 había compartido con el mundo exterior sus conocimientos de las ceremonias curativas maza­tecas con hongos sagrados.’ Nacida en 1894, María Sabina ha­bía llevado una vida muy dura y dolorosa. De niña perdió a su padre, y al principio comenzó a comer hongos psicotrópicos para combatir el hambre. En una ocasión, cuando su hermana estaba enferma y María Sabina había consumido hongos alu­cinógenos, se le apareció la figura de la muerte. Tras esa vi­sión, aseguró haber recibido orientación de «seres espirituales superiores» en cuanto a cómo curar a su hermana, y ésta se re­cuperó de su dolencia. A partir de aquel momento, María Sa­bina se convirtió en una conocida curandera, o herbolaria, y la gente comenzó a acudir a ella desde muchos kilómetros a la redonda.

Doña María, como se la conocía respetuosamente, estaba convencida de que los hongos aportaban sabiduría, curaban las enfermedades, y representaban la carne y la sangre de Je­sucristo. Después de la defunción de su segundo esposo, cuando doña María tenía poco más de cuarenta años, comen­zó a trabajar exclusivamente con los hongos sagrados y pasó a ser conocida como sabia. Me contó que los hongos aparecían por voluntad de Dios. En el modelo de curación de doña Ma­ría se realizan varias operaciones, tales como el diagnóstico, la identificación de la causa de la enfermedad y el tratamiento de la misma, después de que la sabia y sus clientes hayan con­sumido hongos sagrados. Doña María afirmó que Jesucristo o algún otro «ser espiritual superior» operaba a través de los hongos, para revelar el origen de la dolencia y el remedio co­rrespondiente.

Doña María había observado que su bisabuelo, su abuelo, su tía abuela y su tío abuelo eran sabios que consumían hon­gos sagrados durante las veladas nocturnas. Para evitar pro­blemas con la Iglesia, asistía a misa y contribuyó a la funda­ción de una asociación femenina llamada Hermandad del Sa­grado Corazón de Jesús. En realidad, el párroco del pueblo salió en su defensa cuando las autoridades federales intenta­ron prohibir sus veladas con hongos.

La imaginería de la liturgia ceremonial de doña María era claramente católica, pero con un fondo de odas y salmos pro­venientes de los sumos sacerdotes de Motezuma, soberano azteca derrocado por los invasores españoles en 1521. Aun­que la Inquisición española había declarado las veladas ilega­les, éstas se habían seguido practicando en secreto durante más de cuatro siglos. Cuando se descubrió que todavía se ce­lebraban, multitud de jóvenes de Norteamérica y de Europa occidental acudieron a Oaxaca para probar personalmente los hongos psicotrópicos. Doña María simpatizaba con su deseo de ilustración espiritual, pero criticaba el hecho de que aque­llos jóvenes no respetaran las tradiciones mazatecas y consu­mieran los hongos sin una preparación adecuada ni la orienta­ción de un «sabio».2

Cuando le pedí permiso para tomar fotografías, doña Ma­ría se disculpó y regresó al cabo de unos minutos con su túnica ritual bordada a mano, llamada huipil. Una de mis amigas, claramente conmovida por el impacto del gran carisma de doña María, comenzó a llorar desconsoladamente. Inmedia­tamente, doña María se separó con ella del grupo, rezó por ella, y le frotó el cuerpo con flores frescas. A los pocos minu­tos cesaron las lágrimas, y la mujer en cuestión dijo que sentía una paz y una felicidad que perduraron varios días.’

María Sabina dejó de practicar poco antes de cumplir los noventa años. Volvió a casarse y vivió apaciblemente en su pequeño pueblo hasta su muerte en 1985. Entretanto, permi­tió que se grabaran y transcribieran las canciones y cánticos con los que acompañaba sus veladas. En uno de ellos, se des­cribía a sí misma y su función:

Soy mujer de esfuerzos,
soy mujer de llanto,
soy mujer de palabras,
soy mujer creadora,
soy mujer curadora,
soy poseedora de la sabiduría de las plantas.

En otro, relataba la experiencia de una visión:

Así es como se ve cuando voy al cielo.
Dicen que allí es como la suavidad.
Dicen que es como la tierra.
Dicen que es como el día.
Dicen que es como el rocío.4

Fernando Fernández

En las islas de San Blas, en la costa atlántica de Panamá, los indios cunas han conservado muchas de sus formas tradi­cionales de curación. R. L. Van de Castle, psicólogo, realizó investigaciones de campo entre los cunas y descubrió que creían en poder anticipar las enfermedades o desastres inmi­nentes a través de los sueños.’ Los chamanes cunas utilizan di­versos procedimientos para garantizar un sueño tranquilo, in­cluido el de tallar madera aromática para colocarla en las cuerdas de la hamaca.

En 1985 di un ciclo de conferencias sobre la psicología de los sueños en la ciudad de Panamá. Entre los participantes se encontraba Fernando Fernández, chamán cuna de poco más de treinta años. Don Fernando explicó el modelo de curación de los cunas, aclarando que él era un abisua o «cantante». Entre otros tipos de chamanes cunas se encuentran los inaduledi, es­pecializados en curas herbolarias, y los nele, especializados en diagnósticos, que según se dice viajan por dentro de la tierra hasta el mundo inferior. Todos ellos trabajan en íntima cola­boración con los espíritus de curación y con los animales de poder, venerados por los cunas a lo largo de los siglos. Tam­bién disponen de curanderos no chamánicos, tales como las «abuelas» que ayudan en los partos.

Don Fernando afirmó que había varios tipos de abisuas. El kantule, por ejemplo, es un cantante ceremonial que oficia – en los acontecimientos especiales, tales como los ritos de pu­bertad y las ceremonias celebradas cuando se corta el cabello por primera vez. A don Fernando, por otra parte, se le pide que cante cuando alguien está física o mentalmente enfermo, cuando una mujer tiene dificultad con el parto, o cuando al­gún animal está excesivamente excitado y es preciso tranquili­zarlo. Los abisuas también pueden cantar por otras diversas razones, como por ejemplo para ayudar a un obrero a soste­ner metal caliente en la construcción, o a una persona que de­sea atraer a alguien con fines amorosos. A todos los abisuas les está permitido cantar para divertirse, cuando no están ocu­pados curando a alguien.

Al igual que la mayoría de los chamanes cunas, don Fer­nando no practica permanentemente el chamanismo. Vive en Ustopo, la más poblada y más tradicional de las islas de San Blas. Mientras cursaba sus estudios en la Universidad de Pa­namá, uno de los profesores le formuló a don Fernando algu­nas preguntas sobre la cultura de los cunas. Se avergonzó al no poder responderle y darse cuenta de que su profesor esta ba mejor informado que él sobre las tradiciones de su pueblo. Esta experiencia le motivó para convertirse en abisua y, con algunos de sus amigos, fundó la Sociedad para la Conserva­ción de la Cultura Cuna. Uno de sus intereses consiste en gra­bar y conservar los centenares de canciones curativas utiliza­das por los abisuas.

Las canciones cunas de curación son complejas y difíciles de aprender. Don Fernando confesó que sólo había aprendi­do quince de ellas. La más corta dura aproximadamente una hora y la más larga, que es la canción de los muertos, dura unas catorce horas y tardó un año en aprenderla. Don Fer­nando me permitió que grabara la akuanusa, canción utiliza­da para combatir la fiebre. También conoce canciones para tratar jaquecas, superar el miedo, facilitar el parto, curar el al­coholismo y desalojar los fantasmas de una casa. Las cancio­nes varían en estilo y contenido, pero todas piden ayuda al mundo de los espíritus.

Según el modelo de curación cuna, la mayoría de las en­fermedades las causan los gérmenes y otros microorganis­mos. Sin embargo, incluso los gérmenes tienen espíritu y consideran que las epidemias son un castigo de la naturaleza, cuando los seres humanos han ofendido el mundo espiritual. Las medicinas, tanto las plantas como las mismas piedras, tienen también su propio espíritu. Nushu, importante espíri­tu curativo, puede ser contactado por los chamanes en sus sueños y pedirle consejo.

Según el modelo de los cunas, la sociedad está obligada a facilitar servicios curativos a la comunidad, así como lugares tranquilos donde recuperarse. Las familias deben apoyar el consejo de los chamanes a los pacientes. El pronóstico es fa­vorable siempre y cuando la comunidad y la familia brinden su apoyo, y el paciente siga los consejos del chamán. Creen que las personas están compuestas de ocho espíritus, que resi­den en distintas partes del cuerpo, como por ejemplo las ma­nos, el corazón y la cabeza. El curandero espiritual debe tra­tar a los distintos espíritus de un modo diferente, ya que cada uno tiene su propio temperamento. Si el paciente fallece, por lo menos uno de sus espíritus va al cielo, a no ser que en vida haya cometido actos malvados.

Se presta mucha atención a la prevención de la enferme­dad y la desgracia. Si un nele cree que cierto sueño representa la premonición de una enfermedad, puede aconsejarle a su cliente que tome baños médicos a diario. Para este ritual se colocan cincuenta lanzas talladas en madera de palmera negra en una canoa llena de agua. Además, se espolvorea el agua con serrín para limpiar los ojos del soñador. Si a lo largo del mes durante el que se realiza esta operación no ocurre ningún percance, se concluye que se ha eludido la desgracia.

José Ríos

Los indios huicholes viven en las sierras mexicanas, princi­palmente en el estado de Nayarit. Allí se encuentra un peque­ño pueblo llamado Colorín, donde vive José Ríos, también conocido como Matsuwa, palabra huichole que significa «pul­so de energía». Nacido poco antes de 1880, don José trabaja­ba con éxito la tierra hasta que tuvo un accidente en el que perdió la mano derecha. Interpretó aquel suceso como una llamada del mundo espiritual y empezó un aprendizaje que duró sesenta y cuatro años.

Conocí a don José en 1977, cuando vino a California a pe­tición de cierta gente que, según él, deseaba «hallar su propia vida» por medio de la sabiduría huichole. Don José me dijo que había aprendido muchas lecciones de Tatewari, el «abue­lo fuego» y de Tayaupa, el «padre sol». También me contó que con frecuencia había ido al bosque, solo, para consumir peyote, fruto de un cacto con propiedades psicotrópicas. A través del peyote había tenido acceso a Kauyumari, animal de poder identificado como el espíritu del pequeño ciervo. Este aliado le había ayudado a viajar por un largo túnel oscuro, a fin de obtener nierika o visiones de lo que don José tenía que aprender para proseguir con su prolongada formación.

«Cuando oigáis las canciones sagradas de mis labios, no soy yo quien las canta sino Kauyumari quien me las susurra al oído. Y yo os las transmito a vosotros. El es quien nos enseña y nos muestra el camino. Así es como es» ,6 declaró don José. También afirmó que había sido Kauyumari quien le había en­señado a curar a los enfermos, principalmente ofreciendo ora­ciones a los espíritus, succionando las impurezas del cuerpo del paciente y con el uso de sus flechas sagradas para equili­brar los «campos de energía» del paciente, radiaciones invisi­bles que, según se dice, rodean las partes vitales del cuerpo ta­les como el corazón, los órganos sexuales, el estómago y el ce­rebro.

Mis amigos y yo, sabiendo que a don José le encantaba la música y la diversión, en una ocasión le organizamos una fies­ta. En plena celebración, don José frunció el entrecejo y se puso muy serio.

-Una de mis huicholes está enferma -dijo-. Debo re­gresar inmediatamente para ayudarla.

-Pero, don José -exclamé-, a estas horas no hay nin­gún vuelo a México y, además, mañana por la mañana debe dar una conferencia.

-Usted no lo comprende -suspiró don José-. Déjeme solo -agregó retirándose a un rincón, donde permaneció sentado media hora, mirando a la pared.

-He logrado ayudar a la mujer que estaba enferma -ex­clamó entonces-. Ahora volvamos ala fiesta.

Comprendí que había presenciado el «vuelo mágico» o ex­periencia extracorporal de un chamán.

Don José también ha conducido ceremonias para poner fin a la sequía. Durante una de sus visitas a California, la cere­monia huichole concluyó con una lluvia torrencial que puso fin a un período de sequía.

-Podían haberme avisado -comentó don José-. Habría venido antes.7

Afirma que las ceremonias sagradas son necesarias para dar gracias al mundo de los espíritus por su bendición. Sin di­chas celebraciones, los dioses podrían disgustarse y despreo­cuparse de los seres terrestres.

Don José y otros practicantes espirituales huicholes reali­zaban frecuentes peregrinaciones al desierto de Wirikuta, en la altiplanicie central de México, donde crece el peyote. A ve­ces, durante las ceremonias en las que ingiere peyote, don José pasa varios días y noches cantando, sentado en su uweni, o silla de chamán, a fin de que no se disperse el poder que se manifiesta.

Para don José, las visiones que le proporciona el peyote sirven para diagnosticar la enfermedad de paciente y prescri­bir el tratamiento, que podrá consistir en hierbas, oraciones, ayuno, o mandar el paciente al médico. Los huicholes tienen derecho a los cuidados que pueda ofrecerles la tribu y la obli­gación de cooperar con el chamán. Los pacientes de don José no sólo deben recuperarse de sus enfermedades, sino que ne­cesitan «hallar su propia vida», descubriendo significado y ale­gría en sus actividades cotidianas, a fin de evitar una recaída.

Rolling Thunder

En 1982 participé en una conferencia internacional sobre chamanismo y curación que tuvo lugar en los Alpes austría­cos. Los chamanes y curanderos invitados se reunieron el día antes de la inauguración de la conferencia para hablar del contenido de sus ponencias. Dado que Rolling Thunder era sumamente conocido en Europa, los organizadores de la con­ferencia sugirieron que pronunciara el discurso de apertura. Sin embargo, Rolling Thunder, chamán y curandero intertri­bal, objetó:

-Don José Ríos es mayor que yo, no sería apropiado que hablara antes que él.

Puesto que don José era el único asistente que había cum­plido los cien años, y era el mayor de los presentes, Rolling Thunder insistió en que fuera él quien inaugurara la confe­rencia.

Había conocido a Rolling Thunder en 1970. Me lo presen­tó un músico llamado Mickey Hart, batería del grupo de rock Grateful Dead. Al cabo de un año, por mi parte, presenté a Rolling Thunder a Irving Oyle, médico osteópata. Después de pasar varias horas a solas en el estudio de grabación de Hart, emergieron ambos cogidos del brazo.

-Hemos comparado nuestras formas respectivas de prac­ticar la medicina -comentó Oyle-. Rolling Thunder me ha contado que cuando acude a él un enfermo, hace un diagnós­tico, celebra un rito y le da al paciente alguna medicina para que recupere la salud. Yo le he respondido que cuando recibo á un paciente hago un diagnóstico y practico un ritual consis­tente en escribir una receta, con la que el enfermo obtendrá una medicina para recuperar la salud. En ambos casos inter­viene gran parte de la magia llamada «fe en su médico».

En 1971 presidí una conferencia sobre regulación interior, patrocinada por la Menninger Foundation. Durante el trans­curso de la misma, Rolling Thunder habló por primera vez ante un grupo de médicos y científicos.

-Muchas veces no sé qué medicina utilizaré hasta que la «medicación» comienza -comentó, hablando del «otro mun­do», del que obtiene gran parte de su conocimiento y poder curativo-, y a veces no recuerdo lo que he utilizado. Esto se debe a que no soy yo el autor de la «medicación», sino el gran espíritu que actúa a través de mí.

Rolling Thunder tuvo oportunidad de demostrar su habili­dad curativa cuando un estudiante se lastimó un tobillo jugan­do al fútbol. Me pidió que le trajera un cubo de agua y un poco de carne cruda. Entonces, rezó a las seis direcciones sa­gradas: «Al este por donde sale el sol, al norte de donde pro­cede el frío, al sur de donde procede la luz, y al oeste donde se pone el sol. Hacia arriba al padre sol. Hacia abajo a la madre luna». Rolling Thunder sacó su pipa, dio cuatro caladas y se la entregó al paciente. Después de intercambiar unas pocas pa­labras, Rolling Thunder comenzó a cantar.

Encendió el fuego en la chimenea del comedor, sacrificó la carne cruda de una hamburguesa e hizo unos pases sobre el es­tudiante con el ala de un águila. Presionó con la boca el tobillo hinchado del joven estudiante y se mantuvo en dicha posición durante varios minutos. Después de una serie de bufidos, au­llidos y gemidos, Rolling Thunder vomitó violentamente, es­cupiendo un líquido bilioso en el cubo. Repitió varias veces la operación, abanicó el tobillo con el ala de águila y me pidió que enterrara el contenido del cubo.

¿Cuál fue el resultado de dicha sesión curativa? Doug Boyd, después de observar todo lo ocurrido, afirmó que «el color se había normalizado, la hinchazón había decrecido y el tejido alrededor de la herida no era duro sino flexible. El pa­ciente dijo que el dolor había desaparecido» .s Andrew Wiel, médico, examinó la herida al día siguiente y afirmó que «no había habido mejora objetiva en su apariencia, blandura o movilidad». Sin embargo, el estudiante le dijo a Weil que el ritual le había afectado profundamente, porque nadie le había prestado jamás tanta atención.9

Rolling Thunder utilizaba ritos, imaginería mental y trata­mientos herbolarios para «medicar» a sus pacientes. Al igual que la mayoría de los chamanes, no se dedicaba exclusiva­mente a practicar curaciones espirituales. Durante muchos años había trabajado como empleado en los ferrocarriles del estado de Nevada. Al jubilarse, había organizado una peque­ña comunidad espiritual llamada Meta Tantey, o «Que la paz os acompañe». Visitantes procedentes principalmente de Eu­ropa occidental y de Norteamérica pasaban algún tiempo en Meta Tantey, estudiando la medicina y los estilos de vida indí­genas de Norteamérica. En 1984, después de la muerte de su esposa, Spotted Fawn, Rolling Thunder cerró su consultorio, pero siguió dando conferencias y asesoramiento.

En el modelo de Rolling Thunder, la curación espiritual hace hincapié en el amor y el respeto más que en la compren­sión intelectual.

-Todo empieza por el respeto hacia el Gran Espíritu -dijo en una ocasión- y el Gran Espíritu es la vida que está en to­das las cosas, en todos los seres y las plantas, e incluso en las rocas y los minerales. Todas las cosas tienen su propia volun­tad, su propia senda y su propio propósito. Esto es lo que se debe respetar)°

Para Rolling Thunder, tanto los médicos alopáticos como los curanderos indígenas están incluidos en la categoría de «personal sanitario», y en diversas ocasiones se le ha pedido que visite hospitales para enseñarles a los pacientes a «hablar con su cuerpo» a fin de acelerar su recuperación. Rolling Thunder observa muy cuidadosamente a los enfermos, llegan­ do a pasar hasta tres días antes de decidir el tratamiento que debe dispensarles, o incluso si es conveniente que les «medi­que». Por ejemplo, a un paciente con un hueso fracturado o con el apéndice perforado lo manda al médico. Su pronóstico no sólo depende de la condición del paciente y del tratamien­to, sino de que su «curador interior» esté o no activado.

Algunos autores antropológicos han criticado duramente a Rolling Thunder, alegando que su nombre no aparece en los registros gubernamentales de los Estados Unidos y sugiriendo que no es realmente indio. También afirman que se ha enri­quecido explotando a la gente que ha tratado y que su modelo de curación no es auténtico. Rolling Thunder responde que no ha querido que su nombre figurara en los archivos guber­namentales porque le desagrada la Oficina Estadounidense de Asuntos Indios. Admite haber adoptado creencias y prácti­cas de distintas tradiciones tribales, incluida la cherokee (tribu de su nacimiento) y la shoshone (tribu por la que fue adopta­do). Esto ha permitido que se le reconociera como curandero intertribal. Además, tampoco ha ocultado el hecho de tener sangre blanca. De haber explotado a la gente que ha tratado, Rolling Thunder probablemente habría sido objeto de accio­nes judiciales, ya que vive en una parte del país muy propensa a dicha práctica. Por otra parte, su humilde estilo de vida no sería consecuente con dichas acusaciones. Las ideas políticas de Rolling Thunder le han convertido en un personaje polé­mico y a lo largo de los años se han difundido muchos rumores para desacreditarle.

Wallace Black Elk

Conocí al chamán sioux Wallace Black Elk en 1984. Wa­llace es sobrino-nieto de Nicholas Black Elk, cuyas experien­cias visionarias infantiles han sido recogidas en Black Elk Speaks. En dicha visión, a Black Elk se le otorga el conoci­miento del árbol del mundo, imagen chamánica que conecta el mundo medio (realidad ordinaria) con el mundo superior (realidad extraordinaria o «mundo espiritual»). Un abuelo sioux que apareció en su visión le dijo a Black Elk que salvaría su nación, logrando que el árbol del mundo floreciera en el centro de la misma.” Durante varios años el joven tuvo miedo de hablar de su experiencia, pero por fin la reveló cuando in­tuyó que los rituales tradicionales caían en el olvido.

Nicholas Black Elk comprendió que todo había sido crea­do por el gran espíritu para el bien de la tierra. El mensaje de Wallace Black Elk es el mismo: «aprendamos a confiar en la voz de los espíritus».12 Nacido en 1921, Wallace recibió su pri­mera visión a los nueve años y ahora describe su misión como la de un «explorador». La mayoría de sus colegas se mantie­nen, apegados a su gente, fieles al juramento chamánico tradi­cional de aliviar por todos los medios el sufrimiento. Pero Wallace se aventura en nuevos campos, para determinar si la idea sioux de curación espiritual será bien recibida. Está dis­puesto a compartir su modelo curativo con cualquier grupo de «habitantes de la tierra» que se interesen por su mensaje. Se­gún Wallace, la responsabilidad actual de los seres humanos es la de encaminar todos sus actos a la conservación de la ma­dre tierra, que está en peligro. Su tribu le ha nombrado porta­dor de la pipa sagrada y la utiliza para celebrar ritos cuando se encuentra con una audiencia interesada.

Wallace insiste en que la comunicación espiritual es lo que más necesitan hoy en día los habitantes de la tierra. Esto pue­de conseguirse cantando y rezando con sinceridad, a través de lo cual Wallace se mantiene en contacto con el mundo espiri­tual. Hablando de una de sus poderosas experiencias, ha co­mentado que «el poder del Gran Espíritu es como la descarga de un rayo sobre los sentidos; mi mente parece un receptor de televisión, con el que veo todos los colores sagrados: azul, rojo, amarillo y blanco». Ha calificado su pipa sagrada de «te­léfono», porque le permite ponerse directamente en contacto con los poderes espirituales.

Wallace cree que una de sus visiones puede ser profética. Hace referencia a las leyes y reglas del mundo occidental, que cree basadas en la envidia y en la avaricia, en lugar de la co­munión espiritual por la que él aboga.

Hay un enorme monstruo con un estómago sin fondo que todo lo consume. Cuando la boca del monstruo esté a punto de morder esta roca, saldrá un fuego del centro de la misma y le volará la cabeza.

Esta profecía parece referirse a los hábitos de explotación de las sociedades industrializadas. En su afán de consumo, el mundo occidental ingiere la roca -es decir, la tierra- pero al hacerlo desequilibra la naturaleza y los volcanes entran en erupción. Este poder acaba por destruir al monstruo.

Wallace ha conducido ceremonias inipis, o de baños de va­por, para grupos tan diversos como estudiantes universitarios, sociedades profesionales e indios encarcelados. En 1985 orga­nizó una de las primeras danzas al sol para participantes no in­dios. William Lyon, un antropólogo que ha trabajado con Wallace, ha observado que se prepara constantemente para su próxima búsqueda visionaria. A fin de obtener una nueva visión, Wallace modifica frecuentemente sus rituales. Por ejemplo, Lyon observó que la ceremonia inipi de un año de­terminado incluía varias nuevas canciones, así como una nue­va serie de atavíos rituales en el altar.

Las inipis forman también parte del repertorio de Rolling Thunder, que en una ocasión me invitó a participar en una de ellas. El ritual fue organizado para facilitar la limpieza perso­nal, de modo que mis amigos y yo pudiéramos ayudarle a lle­var a cabo una sesión curativa. La estructura estaba construida con renuevos doblados y atados, cubiertos por pieles de ani­males. Había un grupo de nueve hombres sentados en círculo, mientras se vertían cazos de agua sobre unas rocas sacadas de una hoguera. Cuando el agua entraba en contacto con las ro­cas, se oía un siseo explosivo, seguido de un intenso calor que envolvía nuestros cuerpos desnudos. Nos turnamos para ver­ter el agua y el calor llegó a ser tan intenso que creí que me ar­día la piel. Comprendí que no podía luchar contra el calor. Era preciso recibirlo y dejarse transportar. Me sentí al uníso­no con el calor, con el aire cálido y dejé que cada bocanada ensalzara mi sensación. Conforme el sudor brotaba de mi cuerpo, me sentí purgado de ansiedad, de depresión y de toda preocupación insignificante que pudiera impedirme participar plenamente en la ceremonia curativa que tendría lugar a con­tinuación.

La invitación de Rolling Thunder fue típica de muchos chamanes, que ofrecen a los observadores sinceros la oportu­nidad de aprender sus tradiciones. María Sabina pensaba que el mundo entero, no sólo la comunidad de curanderos indíge­na, necesitaba la «antigua sabiduría» para facilitar la cura­ción, el amor y la paz sobre el planeta. Esta actitud abierta contrasta radicalmente con el sigilo y dogmatismo caracterís­ticos de los médicos alopáticos, que se despreocupan casi por completo de los aspectos espirituales o comunitarios de la sa­lud y la curación.

Un modelo de curación chamánico

Desde hace varias décadas, los científicos sociales y con­ductistas se han dedicado a recoger datos que reflejan la am­plia variedad de sistemas de curación humanos. Las enferme­dades y las heridas son experiencias universales, pero cada grupo social las clasifica implícita o explícitamente en cuanto a su causa y tratamiento. Además, cada individuo tiene un sis­tema de creencias que le facilita una explicación sobre cómo mantenerse sano y superar las enfermedades.

En cuanto al sistema de creencias chamánico, Claude Lévi Strauss ha propuesto que el sistema lógico desarrollado por los pueblos tribales es tan riguroso y completo como el de la ciencia moderna.Otros científicos han realizado evaluacio­nes similares. Por ejemplo, en su evaluación del chamanismo indio pima, el etnólogo B. L. Fontana ha afirmado que se trata de una «teoría no occidental de la enfermedad, tan sutil y sofisticada como cualquier otra».14 Los principios del cha­manismo pima han sido minuciosamente detallados, como consecuencia de un estudio en el que el antropólogo Donald Bahr colaboró con un chamán, un traductor pima y un filólo­go pima. En 1986 tuve la oportunidad de conocer a los indios pima, que viven en el estado de Arizona, aunque su cultura se extiende por el norte de México.`

Entre los pimas, el diagnóstico es tan importante como el tratamiento y es el chamán quien lo lleva a cabo. Según el mo­delo de curación pima, el cuerpo es un depósito estratificado de fortalezas y debilidades adquiridas a lo largo de la vida. La función del chamán consiste en realizar un diagnóstico preciso y dejar entonces el tratamiento del paciente en manos de otros curanderos. Para ello, se cree que los chamanes cuentan con la ayuda de espíritus benévolos. En realidad, se supone que son dichos espíritus quienes reclutan, forman y ordenan a los chamanes que actúen.

La etiología, o causa de la enfermedad, determina el trata­miento de la dolencia. Hay un tipo de dolencias que se conside­ra intratable, ya sea porque el cuerpo cuenta con la capacidad necesaria para combatirlas (como por ejemplo el estreñimien­to, la indigestión o las mordeduras venenosas), o porque no existe posibilidad de cambio (como en el caso de retraso men­tal, defectos de nacimiento y maleficios). Hay otra categoría que se cataloga como «enfermedades pasajeras», causadas su­puestamente por impurezas tales como un calor excesivo o lí­quidos nocivos que «pasan» por el cuerpo. Cuando se les ha­bla a los chamanes pima de la teoría de los gérmenes, no la rechazan ni dudan de la autenticidad de su propio sistema. Se limitan a incorporar los gérmenes en su lista de impurezas que pueden causar enfermedades pasajeras.

La tercera categoría es la de las «enfermedades residen­tes», así denominadas porque «residen» en el cuerpo durante un periodo considerable. Se supone que la causa de las enfer­medades residentes obedece a una conducta indebida, con relación a ciertos objetos peligrosos como las plumas de bu­sardo, las nubes, los coyotes, los ciervos, el estramonio y los correcaminos. Estos objetos fueron dotados de propiedades espirituales en el momento de la creación y transgredir su in­tegridad es un acto inmoral que se paga Cuando observaron que los europeos no contraían enferme­dades residentes al violar dichos objetos de poder, los cha­manes no perdieron la fe en su teoría. Llegaron a la ingeniosa conclusión de que sólo los pirras eran susceptibles a dichas en­fermedades.

La conducta del paciente facilita pistas importantes para e diagnóstico y el tratamiento de la dolencia. Son propios de las enfermedades pasajeras síntomas tales como la fiebre, la urti­caria, las hemorroides y las úlceras. Las enfermedades residen­tes pueden identificarse por una conducta errática o compulsi­va, así como por actividades letárgicas o autodestructivas. Las enfermedades del primer grupo pueden ser comunicables, pero no las del segundo.

El tratamiento de las enfermedades pasajeras suele incluir hierbas. Al descubrir las medicinas alopáticas, éstas han sido incluidas en la lista de agentes curativos para dolencias pasaje­ras. El tratamiento de enfermedades residentes se realiza a base de cánticos, canciones, oraciones, soplando para alejar del paciente los agentes nocivos, succionando los elementos dañinos de su cuerpo, comiéndose la carne del objeto peligro­so cuya violación ha causado la enfermedad, o colocando al paciente en un cuadro de arena. Los cuadros de arena están especialmente recomendados para la «enfermedad del vien­to», mientras que se considera que un manjar puede ser útil para la «enfermedad del ciervo» o la «enfermedad del conejo».

En los casos de enfermedades residentes, se usan ciertos instrumentos curativos (tales como cristales, el humo del tabaco y las plumas de águila) para conectar el poder (o corazón») del chamán con la capacidad autocurativa del paciente, y otros (como sonajeros y la voz del chamán) para dirigirse a los espíritus. Los herbolarios también pueden apelar a los es­píritus mientras aplican su tratamiento. Las enfermedades residentes son tratadas primordialmente por los chamanes, mientras que de las pasajeras se ocupan los alópatas o los her­bolarios. En el sistema pima, los pacientes tienen el derecho a ser tratados y la obligación de cooperar con el curandero. También están obligados a no repetir la violación de los obje­tos peligrosos que haya causado la enfermedad residente. Toda persona está dotada de capacidades o «fuerzas» internas, situadas en lugares específicos del cuerpo. En las enfermeda­des residentes, la fuerza de cada objeto peligroso establece un vínculo con la fuerza correspondiente de la víctima. Así pues, la fuerza de la víctima puede convertirse en depósito de la en­fermedad. Cuando el chamán la ha localizado, pueden iniciar­se tratamientos tales como el masaje de los músculos o la suc­ción de las impurezas.

En cuanto a la cuestión de responsabilidad ética sanitaria, de derechos y obligaciones, los pimas creen que la familia del paciente tiene derecho a recibir tratamiento para el miembro indispuesto de la familia. Los padres tienen la obligación de evi­tar la violación de la dignidad de objetos peligrosos, ya que esto puede provocar no sólo su enfermedad sino la de sus hijos. (Las infracciones de los padres se consideran causa frecuente de los defectos de nacimiento de los hijos.) El conjunto de la sociedad tiene el derecho y la obligación de disponer de especialistas sa­nitarios al servicio de sus miembros, y la sociedad está también obligada a obedecer las leyes espirituales tradicionales, para que sus miembros estén protegidos de plagas y epidemias.

El objetivo de este modelo de curación es el de conservar la «senda» o tradición de los pimas, otorgado a la tribu en el momento de la creación. La tradición pima intenta ser una ayuda en la vida de los individuos y mantener la sociedad «de­corosa». El resultado de dicho decoro es la salud y la alegría; el quebrantamiento de los mandamientos tradicionales con­duce a la enfermedad.

Sean o no conscientes de ello, todos los especialistas sani­tarios actúan según un modelo determinado. El modelo pima y los modelos chamánicos en general, se diferencian caracte­rísticamente del modelo alopático occidental en cuanto a que contribuyen a facilitar un acercamiento a la naturaleza, al pro­pio cuerpo y al crecimiento espiritual del individuo. Además, estimulan a la gente a tomar decisiones vitales de un modo que refleja los ideales de armonía y conocimiento. Estos mo­delos representan un enfoque sanitario estructurado y medi­tado, que intenta reparar el tejido rasgado del vínculo del in­dividuo con la tierra, así como las frecuentes fracturas entre el cuerpo y la mente.

La medicina alopática, operando desde su muy distinto modelo, ha realizado grandes progresos desde su aparición. Sin embargo, existen todavía ciertas lecciones que podría aprender de los chamanes del mundo y que le serían de gran ayuda en su esfuerzo por tratar los problemas humanos, algu­nos de los cuales puede que sean más graves en la actualidad que cuando los antiguos chamanes recibieron sus primeras vi­siones.

1. R. G. Wasson, The Wondrous Mushroom: Mycolatry in Mesoa­merica (Nueva York, McGraw-Hill, 1980).

2. A. Estrada, María Sabina: Her Life and Chants (Santa Barbara, California, Ross-Erickson,1981).

3. S. Krippner y M. Winkelman, «Mana Sabina: Wise Lady of the Mushrooms», Journal of Psychoactive Drugs 15 (1983), pp. 225-228.

4. Estrada, María Sabina.

5. R. L. Van de Castle, The Psychology of Dreaming (Morristown, N. J., General Learning Press, 1971).

6. J. Halifax, Shamanic Voices: A Survey of Visionary Narratives (Nueva York, E. P. Dutton, 1979), p. 251.

7. Ibid.

8. D. Boyd, Rolling Thunder (Nueva York, Random House, 1974), p.21.

9. A. Weil, Health and Healing (Nueva York, E. P. Dutton, 1983), p.163.

10. S. Krippner y A. Villoldo, The Realms of Healing (Millbrae, Cali­fornia, Celestial Arts, 1976), p. 58.

11. J. G. Neihardt, Black Elk Speaks: Being the Life Story of a HolyMan of the Oglala Sioux (Nueva York, Washington Square Press, 1972), p. 182. (Original publicado en 1932.)

12. W. S. Lyon, «The Dynamics of Change in Contemporary Sioux Shamanism», en R. Heinze (ed.), Proceedings of the Second International Conference on the Study of Shamanism (Berkeley, California, Indepen­dent Scholars of Asia, 1985), pp. 94-103.

13. C. Lévi Strauss, «The Structural Study of Myht», Journal of American Folklore 78 (1955), pp. 429-444.

14. B:L: Fontana, «Prólogo» en D:M: Bahr, J. Gregorio, Piman Shamanism and Staying Sickness (Tucson, University of Arisona Press, 1974), pp. IX-XI.

15. Bahr y otros, Piman Shamanism and Staying Sickness.

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* Stanley Krippner es profesor de psicología y director del Center for Counsciousness Studies en el Saybrook Institute de San Francisco, donde entre otros cursos dirige el de “psicología del chamanismo”. Precursos de la parapsicología y de la investigación sobre la conciencia desde los años sesenta, ha investigado los estados de conciencia chamánicos y su pertinencia actual como instrumento terapéutico. Entre sus obras más recientes figuran The Realms of Healing, Healing States y Human Possibilities.

“NATURALEZA Y SIGNIFICADO DEL CHAMANISMO”

TEXTO DE JUAN ADOLFO VÁZQUEZ

“NATURALEZA Y SIGNIFICADO DEL CHAMANISMO”

La palabra “chamanismo” se refiere a las prácticas religiosas del chamán. La palabra “chamán”, por su parte, se introdujo en las lenguas europeas a través del ruso, que la tomó del tungús saman. Según algunos autores saman se relaciona con el sánscrito sramana y el pali samana, que significan “monje mendicante”; pero el término tungús saman tiene otro sentido, como se advierte en su derivación moderna “chamanismo” que, aplicado al ámbito siberiano, a, principios del siglo xx era definido como una religión de dioses menores, entendiendo por tales a espíritus, demonios y otros seres sobrenaturales. Ello se debe a que entre los tunguses, que ocupan una gran amplitud entre Siberia y Mongolia, se hicieron investigaciones que dieron lugar a estudios clásicos sobre el chamanismo. Por extensión, el término se ha aplicado luego a fenómenos similares comprobados más allá de Siberia, especialmente entre los indios de las Américas.

En muchos de los casos estudiados la conducta del chamán se parece a la del sacerdote, por su participación en ritos, particularmente sacrificios; a la del curandero (medicine man), por sus conocimientos terapéuticos; a la del mago o brujo (witch doctor), por su capacidad de realizar proezas como la de caminar sobre las brasas sin quemarse; y a la del místico, por su dominio de las técnicas del éxtasis. Pero sólo a mediados del siglo xx se hizo el intento de cifrar todas las características del chamanismo en una tipología unitaria que abarque tanto las experiencias de los chamanes siberianos como las de otros especialistas en procedimientos de acceso espiritual a realidades sobrenaturales, distinguiendo lo esencial de lo accidental.

Quedan, con todo, muchos problemas sin resolver. Por ejemplo, el de la vieja definición de chamanismo como una religión de espíritus y demonios, es decir, de seres que no sabemos bien lo que son. Lo mismo ocurre cuando se dice que además de dioses menores el chamán puede llegar hasta un dios supremo y soberano. Para muchos occidentales del siglo xx la idea de dioses está demasiado cargada de acepciones negativas heredadas de las luchas del cristianismo contra el antiguo politeísmo; y aún la idea de Dios como ser supremo es cuestionable para muchas personas influidas por la filosofía de la Ilustración o por diversas formas del Humanismo ateo. No corre mejor suerte la idea de demonios, aún si se la vincula ala palabra griega daimon que significaba “fuerza espiritual”, porque hoy tampoco está claro qué debe entenderse por “fuerza espiritual”. En el mundo hispánico, por ejemplo, los testimonios y crónicas de los conquistadores consideran que toda manifestación espiritual ajena a la ortodoxia católica es prueba de una acción demoníaca, diabólica. Por tanto el estado de éxtasis alcanzado por los chamanes era considerado sin más como una prueba de estar poseído por el diablo. Además, como el chamanismo americano en varios casos se da junto al uso de drogas alucinógenas, se ha considerado que el chamanismo en Sudamérica está íntimamente ligado al uso de diversos narcóticos. Mircea Eliade, que ha escrito el tratado más amplio sobre el chamanismo, dice que “Los narcóticos son únicamente un sustituto vulgar del trance ‘puro’…; en muchos pueblos siberianos las intoxicaciones (alcohol, tabaco, etc.) son innovaciones recientes y muestran en cierto modo una decadencia de la técnica chamánica. Se trata de imitar, mediante la embriaguez narcótica, un estado espiritual que ya no se es capaz de conseguir de otro modo”.1 Habría que averiguar si esta afirmación de Eliade puede aplicarse también al chamanismo de los pueblos amazónicos, por ejemplo. Por mi parte, en mis contactos con chamanes araucanos no pude comprobar nunca que ejercieran sus funciones bajo el influjo de drogas, y un informante que me contaba acerca de las facultades adivinatorias que desarrolla un niño bajo los efectos de la datura (que ellos llaman miaya), aclaró que el chamán las logra sin el auxilio de drogas.

Es evidente que algunas de las dificultades principales para la comprensión de los fenómenos chamánicos proceden de ideas y valoraciones europeas de origen cristiano o moderno, que sólo admiten la sacralidad de lo espiritual como algo exclusivo del cristianismo o que niegan la existencia de toda experiencia espiritual, reduciéndola a un epifenómeno de procesos biológicos o psicofísicos. Es necesario, entonces, someternos a una especie de catarsis intelectual o limpieza de prejuicios como la que recomienda la epojé fenomenológica, para despojarnos de ideas y valoraciones que se adhieren como equívocos o negativos rótulos semánticos a los hechos que deberíamos examinar. Tenemos que esforzarnos por ver y juzgar las cosas como las sienten y expresan quienes en realidad las experimentan, y como Introducción: naturaleza y significación del chamanismo las entienden los demás miembros de su grupo, pues las declaraciones del chamán acerca de sus propias vivencias están condicionadas por las formas lingüísticas y la visión del mundo de su comunidad. Para ello nada mejor que convivir por algún tiempo entre quienes ocurren tales extrañas experiencias.

Comparando un buen número de observaciones realizadas por cantidad de investigadores de campo, se desprende que el chamán, si bien en muchos aspectos es similar a otros miembros de la tribu, en cuanto chamán desempeña una función exclusiva, distante de las ocupaciones de la mayoría, como un médico especialista entre nosotros: alguien que participa de nuestra cultura pero que posee conocimientos que la mayoría ignora por no haber sido iniciada o educada en ese tipo de actividad profesional. De esta manera el comportamiento de chamanes de diversas culturas revela que en algunos casos pueden ser también curanderos o brujos, magos o hechiceros, o sacerdotes que realizan sacrificios y otros ritos, pero que lo que específicamente los distingue de todos los demás es el fenómeno del éxtasis.

El chamán no es un curandero cualquiera. Puede conocer las plantas curativas y el uso de diversos procedimientos terapéuticos empleados por los curanderos; pero lo propio del chamán es diagnosticar y curar recurriendo a una experiencia extática que lo pone en contacto con fuerzas o potencias espirituales que han sido llamadas por varios nombres: dioses, demonios, aliados, auxiliares, y que el chamán utiliza para liberar al enfermo de su enfermedad.

Esta experiencia de éxtasis, que nunca falta en el chamanismo propiamente dicho, ha inducido a creer que el chamán es un ser enfermo, un histérico, un epiléptico, un psicópata que se siente poseído por demonios. Sin duda que el comportamiento del chamán en estado de trance tiene mucho de parecido con las mencionadas manifestaciones psicológicas. Pero lo que diferencia al chamán del meramente poseso es su habilidad de entrar en trance a voluntad, convocar a las potencias invisibles, derrotar a las fuerzas maléficas y ponerlas al servicio de una terapia su¡ generis, y finalmente salir del trance y volver a un estado normal. Desde luego, estas operaciones no son fáciles. A veces los chamanes confiesan no haber tenido éxito en su búsqueda de poderes invisibles. Además, con la edad, el chamán puede perder su capacidad de atraer los espíritus, como lo expresa un poema yanomani que dice:

Se han ido mis hekurap.
En mi interior sus moradas están vacías.
Han vuelto a sus tierras, en los cerros.
Sólo me quedan dos espíritus maltrechos: Carimani, el espíritu del ¡rara,
Y Yaweresin, el espíritu del perezoso,
Y ambos están tristes porque no logran cazar la enfermedad
Y mantener viva a mi gente. Ya no soy más un chamán?

Una distinción parecida cabe establecer entre chamanes y brujos. Ambos operan con fuerzas sobrenaturales y tienen algo de magos; pero el auténtico chamán, como el buen médico, sólo utilizará sus conocimientos y procedimientos para la curación del paciente, absteniéndose de poner sus recursos al servicio de maleficios. Además, mientras el chamán en cuanto tal siempre emplea técnicas que reclaman una concentración de las potencias del alma, los brujos o hechiceros suelen preferir procedimientos mecánicos, aunque no deben descartarse tampoco en la hechicería ciertas técnicas psicológicas. La diferencia esencial está en el buen o mal uso de ellas. Recuérdese lo que Sócrates le dice a Trasímaco en el libro primero de La República de Platón: el verdadero médico no se propone lo que es ventajoso para él sino lo que lo es para el enfermo; el verdadero piloto tampoco ordena ni se propone su propio interés sino el de los marinos que están bajo su mando, y así, en general, todo hombre que ejerce una autoridad, cualquiera sea la naturaleza de ésta, en tanto que la ejerce adecuadamente, jamás se propone, en lo que ordena, su interés personal sino el de sus subordinados.

Por otra parte, la participación del chamán en actos rituales es un hecho accidental, que puede o no ocurrir, a diferencia del sacerdote, para quien la operación de ritos es fundamental.

Lo que define al chamán como tal, tenga o no las características del sacerdote, el curandero, el hechicero, el psicópata o el epiléptico, es una dimensión típicamente religiosa, que lo lleva a un mundo que en la cultura europea tradicional se llama “sobrenatural” y suele recibir el nombre de “sagrado” por su referencia a potencias superiores al hombre normal. En efecto, el chamán tiene la capacidad de entrar en éxtasis, es decir, de alcanzar un estado de trance en el que se produce una especie de separación de las facultades anímicas con respecto a las del cuerpo, según modalidades estudiadas por la psicología de la religión, la fenomenología de la religión, la historia comparada de las religiones, y otras ciencias. Según se desprende de tales investigaciones, el chamán ingresa a un orbe de potencias que han sido llamadas “espíritus”, “demonios”, “dioses menores”, todas ellas denominaciones equívocas; pero de cualquier modo que se las llame parece que el chamán, efectivamente, tiene algún trámite con realidades mentadas por tales nombres. De acuerdo con sus testimonios, el chamán experimenta relaciones de acción recíproca con ellas, y a su regreso al mundo de la vida cotidiana y social puede hablar de ellas de una manera que coincide notablemente con la descripción de experiencias de otros chamanes pertenecientes a sociedades muy remotas, con los cuales no ha podido tener ningún contacto.

Los estudios comparativos de las experiencias chamánicas muestran que el chamán puede alcanzar el éxtasis y encontrarse con potencias invisibles por varías técnicas ascéticas que incluyen la abstinencia, el ayuno, la plegaria, el canto acompañado del sonido rítmico de un tambor, o de una maraca, o de otro instrumento similar. A veces parece ayudarse también con la ingestión de sustancias alucinógenas. En tales condiciones el chamán se desliga temporariamente del ambiente cotidiano y realiza el llamado “vuelo mágico” a otras regiones del cosmos. El auténtico chamán es capaz de ascender a los cielos y descender a los infiernos. Puede luchar con potencias invisibles para los ojos del profano, y dominarlas, poniéndolas al servicio de sus intenciones benéficas, por ejemplo, el conocimiento del pasado o el futuro, el descubrimiento de causas específicas de enfermedades, que acaso coinciden con las determinadas por nuestras ciencias médicas, o simbólicas, con una validez social y operativa que pragmáticamente logra alcanzar resultados positivos.

El tema del chamanismo ha cobrado especial interés en las últimas décadas debido a su vinculación con el tema de las drogas. Así, por ejemplo el interesante libro Espíritus, chamanes y estrellas,3 publicado en Holanda, contiene varios estudios sobre el chamanismo sudamericano que hacen referencia al uso de drogas en la zona amazónica. Sin duda esta clase de investigaciones precisarán mejor las características del chamanismo en esa región de Sudamérica. Las conclusiones de los estudios psicofisiológicos del chamanismo pueden arrojar luz sobre aspectos de la realidad humana hasta ahora mal conocidos y que tienen gran interés para la psicología general y la antropología filosófica. Pero probablemente es todavía prematuro esperar una certeza definitiva sobre este punto.

También se ha estudiado el chamanismo desde el punto de vista de la sociología y de la antropología social, comparando los valores de significación que tienen diversos símbolos e imágenes verbales utilizados por el chamán de regreso de su viaje cósmico, símbolos que luego aparecen también en las artes plásticas y en las tradiciones orales, y hasta en el diseño de la choza comunal. El chamán introduce así en el lenguaje tribal palabras y símbolos que permiten una comunicación inteligible referente a hechos del mundo visible y sus relaciones con el mundo del más allá.

Se plantea así el problema de la comunicación dentro de una sociedad que vive entre dos mundos: el de los hombres y el de los espíritus, y que tiene en la experiencia chamánica la prueba de la existencia de una realidad diferente. Los símbolos que expresan las experiencias chamánicas y los caracteres del cosmos visitado por el chamán han dado lugar a una amplia documentación etnológica que abarca sociedades llamadas “primitivas”, del Viejo y del Nuevo Mundo, y que por extensión permite interpretar restos arqueológicos, especialmente petroglifos, como indicadores de similares experiencias en un pasado más o menos lejano.

La expresión simbólica de la realidad trascendente -el mundo del más allá, el universo invisible, el orbe espiritual- tiene un denominador común en las imágenes de las artes visuales y en las imágenes de las literaturas orales. Desde luego es imposible explícar en términos científicos como los de la física o la química las modalidades de la experiencia extática o la estructura del universo chamánico. Sin embargo, cada lenguaje natural tiene recursos expresivos similares para aludir a ese otro mundo, a través de la metáfora. Metáforas e imágenes visuales son los recursos simbólicos que fundamentan la expresión de lo trascendente y apuntan hacia otras realidades, invitando al esfuerzo de atención necesario para ver o entender de qué se trata. No se puede ofrecer una fórmula acabada e infalible sino sólo un gesto, una insinuación que debe ser interpretada y completada por un acto de simpatía intelectual, como las divinas indicaciones del oráculo délfico, que según Heráclito no dicen ni ocultan nada.

Hasta aquí hemos tratado de comprender la esencia del fenómeno chamánico describiendo su naturaleza y distinguiéndolo de fenómenos parecidos. Ahora vamos a preguntarnos qué significa el chamanismo en general para el conocimiento del hombre y del universo, y en particular para nosotros como personas de un mundo tan distinto, porque vivimos en una civilización industrial.

Hemos hablado de éxtasis, de experiencias trascendentales, de acceso a una realidad diferente de la cotidiana, que ni el chamán mismo es capaz de describir acabadamente y mucho menos explicar, porque el lenguaje de que debe servirse tiene que ser una lengua de este mundo, no el lenguaje secreto de los espíritus, los animales y los pájaros, aunque, como hemos observado, el uso de metáforas puede suplir en cierto grado esta deficiencia. En efecto, el chamán se expresa’ con metáforas que aluden a su “vuelo mágico”, el mundo de arriba y el mundo de abajo, viajes al Cielo o al Infierno, que no son susceptibles de explicaciones científicas convencionales.

El fenómeno del chamanismo plantea así varios problemas de enorme importancia filosófica: a) el de las diversas formas de conocimiento correspondientes a tantas otras maneras de estar en el mundo; b) el de la índole de la realidad, especialmente de la forma de ser del mundo de los espíritus, y en general, de lo que hay más allá; c) el de la comunicación y expresión de la experiencia chamánica y, por ende, de la comunicación simbólica, particularmente lingüística, de los contenidos de esa experiencia. Obtenemos así tres grupos de problemas filosóficos fundamentales: el gnoseológico, el ontológico y el epistemológico, particularmente en su aspecto lingüístico. Esta breve lista no agota la riqueza problemática que una filosofía del chamanismo debería afrontar. No hemos mencionado, por ejemplo, los procesos iniciáticos preparatorios del chamán, ni las relaciones del chamán con los orígenes de la danza, la música, las artes plásticas y las literaturas orales.

Es evidente que los grandes temas del chamanismo convocan a diversas disciplinas, que deben combinar sus recursos para entenderlo. Tal como la conocemos en el mundo occidental, la filosofía no podría ir muy lejos en sus análisis de este fenómeno sin el auxilio de la psicología, la sociología, la etnología, la arqueología, y la historia comparada de las religiones. Estas disciplinas, y sin duda otras que correspondería mencionar, como la parapsicología, resultan imprescindibles para quien quiera aproximarse al misterio del trance chamánico y conocer lo que éste fundamentalmente significa. Porque es aquí donde el hombre, de una manera muy especial, entra en contacto con realidades imprevistas e irrecusables, que ejercen poderes ajenos a lo normalmente humano. Estas potencias oriundas de otro mundo, que de pronto anidan en el alma humana, son las fuerzas de lo sagrado. La experiencia chamánica es, por tanto, una vivencia de lo sagrado entendida como una apertura hacia un mundo trascendente y la recepción activa de realidades que irrumpen en nuestra conciencia y existencia modificando sustancialmente el carácter de nuestras formas vulgares de conocimiento y de ser.

Acaso se dirá que todo esto que estoy diciendo es una locura, que la única realidad es ésta. Pero no es necesario echar mano a las conclusiones de la psicología moderna. Por nuestra propia experiencia podemos admitir que todos solemos, de una u otra manera, alcanzar otra realidad. Viajar, en el sentido corriente de esta palabra, es ya un modo de dejar atrás un mundo para entrar en otro: ver otro país, otras personas, otra cultura. Y también el cultivo de las artes, aun las de nuestra propia civilización, y el hecho de participar como actores o espectadores en el mundo de la literatura, la danza, la pintura, y aun de la ciencia y la filosofía, con sus construcciones teóricas, son maneras de salir de la prosaica situación inmediata para ingresar a otros modos de ser, en los que el tiempo y las cosas pasan de otra manera.

La experiencia del chamán en su viaje extático es, sin duda, diferente de todo ello, pero no totalmente distinta de la que buscamos en nuestras pesquisas de otro mundo -en las que a veces vivimos absortos, ajenos a lo contiguo-, que consideramos también como reales. Así como nosotros podemos olvidarnos del entorno en la sala del cine o del concierto, y después de la función volver a la presencia de las viejas realidades humildes, el chamán, según coincidentes testimonios, puede viajar a remotas comarcas celestes y regresar de ellas.

Es verdad que para realizar sus experiencias extáticas el chamán debe someterse previamente a un proceso iniciático, diferente del que solemos practicar durante el aprendizaje de nuestras profesiones, pero no del todo distinto del que ejercitan los religiosos en su ascetismo. A veces el candidato es visitado en sueños por extrañas fuerzas compulsivas que lo obligan abrazar la carrera chamánica. Otras veces toma este camino después de u] encuentro “paulino” que lo arrebata de este mundo convirtiéndolo súbita mente a otro género de vida. Por las informaciones de la etnología, de la historia comparada de las religiones y por las investigaciones de la psícología moderna podemos colegir que el fenómeno del chamanismo alude a un universo que está, al mismo tiempo, muy fuera y muy dentro de nosotros.

La experiencia del chamán en el mundo de las potencias sobrehumanas está documentada por las actuales investigaciones de la arqueología, que sugieren que el chamanismo era una técnica espiritual conocida por el hombre prehistórico, y por la etnografía, que muestra que es practicado todavía por algunos de nuestros semiolvidados contemporáneos, indígenas de la Argentina y de Chile.

* Introducción del libro: Shamanismo Sudamericano, compilado por Juan Schobinger, Ediciones Continente, Argentina, 1997.

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1 Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, traducción española, 24 edición revisada y ampliada, México, Fondo de Cultura Económica, 1976, pág. 313.

2 Versión española basada en la traducción al portugués de Claudia Andujar-Darcy Ribeiro en su libro Yanomani, sin lagar de edición, pero seguramente en Brasil, Editora Praxis, 1978, sin paginación. (El poema se encuentra al final del libro.)

3 Browman, D. L. y Schwarz, R. A., compiladores, Spirits, Shamans and Stars: Perspectíves from South Ameríca, La Haya, Mouton, 1979.

“CANTO, MÚSICA Y RITUAL EN LA CONCEPCIÓN COSMOGÓNICA DEL CHAMANISMO”

TEXTO DE RONY VELÁZQUEZ

   

“CANTO, MÚSICA Y RITUAL EN LA CONCEPCIÓN COSMOGÓNICA DEL CHAMANISMO”

    En las culturas aborígenes, el canto chamánico y la ejecución de instrumentos musicales son de orden prioritario para la comunicación con los espíritus auxiliares o dañinos. También son necesarios en los viajes extáticos para alcanzar los más sorprendentes y representativos niveles de exaltación poética y metafórica.

    En este sentido, es el espacio, en el cual se difunden los sonidos, el concepto que adquiere una isotopía jerárquica preponderante ya que ese espacio, como hemos dicho, es el mismo que ocupan los espíritus, los dioses, los semidioses y los héroes culturales.

    El chamán asciende en la realización de diversos ritos y ceremonias. Tiene la convicción de que en esa elevación de su espíritu, en conjunción con la elevación de los sonidos, encontrará el espíritu poderoso que se trasmutará con su música y con su bebida, sea chicha o cualquier otro estimulante. Sabe que ese espíritu lo guiará en la búsqueda y obtención del logro que persigue o en el encuentro con el espíritu del bien o ante el enfrentamiento con el espíritu del mal.

    Ésta es la imagen que de una u otra manera establece una considerable relación entre la elevación y las caídas en abismos insondables o en la gravitación del cuerpo o en la potencialidad para realizar los viajes catabáticos a través de las diferentes capas de la tierra.

    Ese vuelo mágico del chamán, aunado a los sonidos del canto y a la ejecución de algunos instrumentos, es, por sus propias características, una “metáfora axiomática”. Es evidente desde el punto de vista chamánico, pero indescriptible desde la lógica racionalizada.

    Sólo la explicación chamánica es la única capaz de describirlo y la investigación sobre terreno, la única experiencia capaz de percibirlo e, inclusive, sentirlo.
   

    Dibujo shuar que representa el vuelo.

    La acción chamánica no sólo se lanza hacia lo conocido, sino también hacia lo desconocido. Por tanto, reafirmamos: nada lo explica, no es u axioma ni una ley desde el punto de vista de las ciencias, es más bien un comprensión del mundo en el cual las estructuras están ausentes y nada obedece a una lógica, sino más bien a las ilogicidades, y no obstante funciona. Es, desde su punto de vista, la concreción de un mito y la realización de múltiples metáforas. Su propia descripción lo explica todo desde una concepción emic.

    El vuelo mágico y la elevación de los sonidos del canto o de los instrumentos musicales representan la trascendencia que sobrepasa las limitaciones del hombre; por este convencimiento, el vuelo mágico, la música y el éxtasis chamánico son absolutamente indispensables en todo acercamiento a la concepción cosmogónica del cuerpo en las culturas aborígenes.

    Los chamanes explican que tanto los espíritus auxiliares como los adversos, así como los dioses y semidioses, gustan de escuchar el canto y los sonidos de los instrumentos musicales. También aman las bebidas embriagantes e inclusive, estando ebrios, se enamoran de los seres humanos. Esta coyuntura es favorable para la práctica chamánica que desee establecer los mejores contactos con los espíritus.

    Para la concepción chamánica, la primera necesidad es dominar el sonido; una vez logrado este principio, se llega al vuelo, o a los viajes y se dominan los elementos principales como el fuego, el aire y el agua. Cada uno de estos elementos, como bien los definía Paracelso, tienen la condición virtual de sus oposiciones: el fuego calienta, asa y quema. Es decir, el fuego da vida pero también destruye. El elemento agua es vida, quita la sed, pero también ahoga. El elemento aire es vida, pero también es destrucción si se sobrepasa de poderes.

    Frente a esos tres elementos de potencialidad creativa y destructora a la vez, el canto chamánico y la ejecución de los instrumentos musicales adecuados son los mediadores para convertir todas sus acciones en positividad. De esta manera, el canto chamánico se acerca a los espíritus de la vida, convence a los espíritus de la destrucción y apacigua y reorienta a los espíritus eternos para que realicen acciones creativas.

    Con todo, el elemento aire es el que hasta ahora ostenta la jerarquía primordial y de poder virtual y, por tanto, el sonido es el elemento físico de significación preponderante en toda comunciación chamánica.

   
    Machi mapuche ejecutando su kultrum. Chile.
   

    Los sonajeros o maracas, idiófonos de sacudimiento, son asociados al cosmos. El chamán que posee una maraca y sabe ejecutarla y conoce sus senderos, es poseedor del mundo. Lo mismo ocurre con el kultrún mapuche. Para un machi, poseer un kultrún en su mano izquierda y ejecutarlo es poder dominar el mundo; en -se timbal semiesférico está la representación del mundo y su sonido es la voz del machi que se eleva para tramontar todas las sendas y llegar a Wenu Mapu, la tierra eterna de lo infinito.

    La misma concepción mapuche y un instrumento similar es aún empleado por los chamanes altaicos de Siberia, donde posiblemente se encuentran los rasgos más antiguos de nuestras prácticas chamánicas, y también en aborígenes norteamericanos y canadienses de esta centuria.

    Las flautas, los silbatos y las cañas sonoras como ya hemos explicado, están asociados a la procreación, al nacimiento y a los viajes del espíritu a través del cuerpo del ser humano y a través de las capas de las tierra. Con sus sonidos se percibe el mágico nacimiento del mundo y de la vida.

    El arco musical monocorde, universalmente conocido, que utiliza la boca como caja de resonancia, es otro instrumento de comunicación con los espíritus. Los espíritus buenos y adversos no se resisten ante tales sonidos y acuden de manera inmediata. El arco musical está asociado al Arco Iris tanto en las culturas aborígenes mesoamericanas, como entre los shuaras de la selva ecuatorial. Esta asociación con el Arco Iris representa los caminos que ostentan los poderes del bien y del mal, necesarios en toda relación chamánica. Este arco también extiende su asociación a la serpiente cascabel, que representa la virtud y la prudencia y es aliada del chamán en las curas sobre mordeduras de serpientes venenosas.

    El turu-turu es un mirlitón de los mískitos de Honduras que está compuesto por una pequeña caña y una membrana de ala de murciélago (sakanki watla). Este instrumento, introducido en la boca del chamán especialista, sirve para comunicarse con los espíritus de los muertos que están ya lejanos. La caña, en este caso, representa el espíritu de los perros primigenios y el ala de murciélago sirve para ayudar al chamán a viajar por el mundo de las tinieblas.

    También, entre los piaroas de Venezuela, existe otro instrumento de utilización chamánica para comunicarse con los espíritus de los muertos. Se llama wora; está conformado de una olla de barro que posee tres agujeros que cumplen función acústica. En ella se soplan dos cañas. Su sonido lúgubre produce el traslado del chamán al interior de las rocas, lugares donde moran sus antepasados.

    También existen muchísmas otras flautas y silbatos, así como ocarinas elaboradas de cañas, huesos, cráneos de jaguares, venados, monos, etc., y también instrumentos que se ejecutan por frotación, como los elaborados con caparazones de tortuga, que también usaban los mayas (el ayotl); también se usan trompetas de cuerno de ganado para adquirir su fuerza y flautas y ocarinas de barro, etc. Todos ellos son instrumentos auxiliares dentro de la práctica chamánica, terapéutica, ritual o festiva.
   

   
    Dos hombres piaroas ejecutando el wora, instrumento de comunicación con los espíritus de sus ancestros.

    Largo podría ser el inventario y mucha la variedad de instrumentos musicales asociados a sonidos o a características especiales que según su uso y similitud producen efectos ligados a los diversos fenómenos de la naturaleza: tambores de madera para atraer la lluvia como el tunduy shuara o los suaves sonidos del trompe mapuche o guajiro. Por sus características muy individuales, esos sonidos se dirigen al alma humana y por tanto, atraen a los espíritus del amor, etcétera.

    Todos estos instrumentos y todos los secretos de su creación, asociado a los sonidos que emiten, tienen sus raíces en los orígenes del mundo y está muy emparentados con los hombres primordiales de los albores del universo

    Como vemos, en la música ceremonial y en el canto chamánico conjugan además, danza y ritual, mito y poesía, estableciéndose una verdadera comunicación estrecha y significativa. Y algo que es muy importante e la relación del hombre con el mundo de los espíritus es que el texto del canto por ejemplo, no es eficaz si es pronunciado en forma normal. Este texto de ser cantado, es decir, “entonado” y, en algunos casos, se complementa con el uso o la ejecución de instrumentos de significación chamánica.

    Por tal razón, la gama musical, instrumental, o entonada a viva voz, con acompañamientos rítmicos, es parte imprescindible de la eficacia simbólica ya que hace recorrer caminos míticos al cuerpo sometido a tratamiento o ritualización. Por otro lado, los textos chamánicos son, en muchos de los casos, poemas metafóricos que hacen concreción la propia noesis del chamán; que canta. Dichos textos están conformados por frases poéticas que funden sonido y sentido en una especie de migración constante, en la cual, cada frase, aunque se desvanezca en el espacio, va a ubicarse exactamente en el sitio preciso donde debe causar un efecto ritual, mágico y chamánico.

    Cada texto chamánico y los sonidos que lo acompañan conforman una totalidad indisociable y cualquier conmutación que se realice en esa especie de fórmula mágica, va a producir una alteración o una nueva significación en el proceso ritual. Además es intraducible de manera literal. Sólo es comprendido dentro de la gran red de significaciones que conforman la estructura profunda del canto chamánico. Más allá de ese universo sólo puede encontrarse el insondable silencio o un incomprensible sonido fuera de toda significación.

    La música y el canto trascienden el lenguaje hablado. Esta unión fue estructurada por sus cultores in illo tempore. Fue creación de dioses, semidioses y espíritus tutelares. Por eso los chamanes son los representantes de los sabios de tiempos primordiales.

    Los chamanes explican que los grandes sabios y los dioses, semidioses o héroes culturales fueron hombres como ellos, utilizaron su cuerpo. Eran grandes danzantes, bebedores de inmundicia y se levantaron de allí para convertirse en dioses. No eran dioses sacrificiales. Eran hombres como los actuales chamanes, sus representantes. Fueron creadores de instrumentos musicales y por eso sus espíritus viven ahora en las raíces más profundas de los elementos que producen sonidos de la naturaleza y en algunos entes, en los que han ocultado su sonido, como el caso de tortugas, armadillos, piedras y montañas. Eran señores festivos e investidos de musicalidad y de sacralidad.

    Por todo lo anterior podemos asumir que en el cuerpo humano, el canto chamánico cumple un papel primordial y convierte en significativa toda la gama de sonidos que es capaz de producir el hombre en su comunicación con la naturaleza. Palabra chamánica y sonido establecen la combinación más perfecta para llegar a todos los lugares geográficos y a todos los puntos cardinales, tanto del microcosmos corporal como del cosmos en el cual el hombre se desenvuelve.

    En los chamanismos más centrales, a un verdadero chamán no se le permite cortar una semilla, un fruto, una hoja, una rama o extraer la corteza de un árbol, o recoger agua, o piedras, o tierra, etc., si no lo hiciera con significación chamánica, si no canta los versos correspondientes, si no ritualiza el lugar o si no aplica las fórmulas adecuadas. Si lo hace, sería realizarlo en forma compulsiva y significaría arrancárselo a su propio cuerpo. Cada chamán tiene la facultad de conocer los secretos del origen y, por tanto, es dueño también de la palabra chamánica pletórica de poderes virtuales. También es dueño del canto, del poema y del mito, de la música y del misterio. Es un ser que se manifiesta en su condición de inagotable porque es parte importante de la propia naturaleza.

    En esta concepción vemos que el ente, en la relación chamánica, pertenece simultáneamente a dos mundos.

    El chamán mískito afirma: “Yo soy dos cuerpos”. Es decir, pertenece indudablemente al mundo de la naturaleza; aquí se produce un nexo sensible entre su cuerpo, el mundo de los instrumentos musicales, los alucinógenos y la parafernalia chamánica; pero también pertenece al mundo de las connotaciones sagradas que se establecen a través de las múltiples hierofanías que evidencian el poder de los elementos en un mundo no perceptible de manera directa, sino a través del establecimiento de la comunicación chamánica.
   

   
    Hombre mískito ejecutando el ungku,
    arco musical, para la comunicación
    con sus espíritus.

    Este ente existe no sólo en la razón, en lo verdadero, en lo racionalizado; está también ubicado en el mundo que es asumido por la mente racional, como perteneciente a lo irreal. De esta manera, se ubica en los espacios de lo numinoso porque ostenta los valores de lo impuro que aterra y de lo poderoso que fascina, posiciones polares que son propias de la naturaleza. Por lo tanto, desde el ámbito del ente se revé el difícil problema de la alteridad que se opone a la reducción de lo otro y no obstante se pertenecen mutuamente.

    Desde la compresión chamánica se piensa en lo otro, en lo diferente, en lo desconocido de la naturaleza, y esta concepción viene a conformar en última instancia, la otra razón, es decir, el otro modo de pensar: el de la propia naturaleza. Este entendimiento es el lugar de escape de una lógica identificativa pero que involucra a ambas cualidades sensibles, la del ser humano y la que pertenece a la naturaleza.

    Mantener esta distancia es sano porque se permite ahondar en diversos planteamientos desde horizontes de interpretación hermenéutica etnográfica para los mismos cultores.

    La comunicación más válida, la más intensa, la que produce un verdadero encuentro es siempre una comunicación en la cual el yo y lo otro son diferentes aunque estén relacionados. Así, la acción chamánica comunicativa, el acto ritual-ceremonial y el canto chamánico son eficaces si se cumplen las condiciones para la posibilidad de una comunicación mental densa dentro de la cual ni siquiera se responde a lo volitivo. En este caso, es la naturaleza la que impera y la que impone sus modelos, que se cumplen en una especie de acuerdo tácito dentro del ámbito de lo metafísico.

    En el éxtasis, el chamán pierde la voluntad y el peso real de su cuerpo, y una vez libre de ataduras corpóreas, es conducido por una legión de espíritus poderosos para enfrentarse a los espíritus adversos y en esta difícil situación, el chamán con su canto, sus instrumentos y su parafernalia, conforman todos ellos la energía más solidaria de procesos sagrados que resguardan sus universos de comunicación y simbolización.

    Por las razones expuestas y otras, ni siquiera esbozadas, y millares de otras que faltaría investigar en ese difícil pero fascinante mundo de la concepción chamánica, consideramos por lo menos a priori, que la música, el mito, el rito, la literatura aborigen, el canto chamánico y tantas otras manifestaciones culturales de los grupos étnicos de América aborigen constituyen un principio inagotable para el entendimiento del hombre a niveles más generales y, sobre todo, si se analizan los procesos de la desacralización a los cuales ha sido sometido el ser humano por los afanes de la homogeneización de la cultura económica dominante, que impone símbolos descaracterizantes, vergonzantes y falsos sin tener ningún respeto por la diversidad cultural.

    Con todo, aún no se han eliminado de manera radical los universos polisémicos de las cosmogonías aborígenes. Ese mundo simbólico jamás podrá agotarse y mientras haya vida para que pervivan por lo menos los elementos residuales de las culturas aborígenes, si esos elementos residuales están bien cimentados, permitirán siempre la reconstrucción de mundos maravillosos para la creatividad humana y nosotros, los foráneos, aunque impongamos nuestra pretendida cientificidad, no podremos opacar las diversas y ricas cosmogonías aborígenes de América que aún viven, las que aún reclaman respeto. Y sus concepciones cosmogónicas serán las que nos seguirán brindando las razones más aproximadas a la auténtica verdad del hombre mientras se respete dentro de su cosmovisión su particular y auténtico modo de pensar, porque aún llegando ya al fin del siglo xx, nosotros sabemos que no hay verdades eternas e inmutables y que, comprendiendo o por lo menos respetando las culturas aborígenes, en alguna medida seguimos siendo humanos.

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    * RONNY VELAZQUEZ trabaja en la Fundación de Etnomusicología y Folklore de la Universidad Central de Venezuela.

“CHAMANAS Y SACERDOTISAS”

TEXTO DE MIRANDA GRAY

“CHAMANAS Y SACERDOTISAS”

Una mujer que toma conciencia de su ciclo y las energías inherentes a el, también aprende a percibir un nivel de vida que va más allá de lo visible; mantiene un vinculo intuitivo con las energías de la vida, el nacimiento y la muerte, y siente la divinidad dentro de la tierra y de sí misma. A partir de este reconocimiento la mujer se relaciona no sólo con lo visible y terrenal sino con los aspectos invisibles y espirituales de su existencia.

Fue a través de este estado alterado de conciencia que tenía lugar todos los meses que las chamanas/curanderas y más adelante las sacerdotisas, aportaron al mundo y a su propia comunidad su energía, claridad y conexión con lo divino. La curación, la magia, la profecía, la enseñanza, la inspiración y la supervivencia provinieron de su capacidad de sentir ambos mundos, de viajar entre los dos y de llevar sus experiencias al otro.

El incremento del dominio masculino en la sociedad y la religión hizo declinar la posición de la chamana y la sacerdotisa hasta tal punto que los hombres terminaron por adoptar sus roles. El papel de la sacerdotisa fue tan fuertemente reprimido que la actividad de la mujer en la religión estructurada terminó por desaparecer por completo; lo que si consiguió perdurar de un modo “clandestino” fue la posición de adivina o bruja, que se convirtió en el último vínculo con las primitivas religiones matriarcales. La hechicera de la aldea era una experta en la magia de la naturaleza, la curación y las relaciones entre las personas, y tenía la capacidad de interactuar con las estaciones, su propio ciclo menstrual y su intuición; ayudaba y guiaba a sus semejantes en lo concerniente a la vida y la muerte, actuaba como iniciadora y transformadora valiéndose de rituales de transición y dirigía ceremonias extáticas.

Estas mujeres simbolizaban el equilibrio de la conciencia y las energías femeninas dentro de una sociedad y una religión dominadas por hombres, pero como desafortunadamente estos poderes representaban una clara amenaza para la estructura masculina, durante la época medieval se las persiguió sin tregua hasta virtualmente destruir la tradición de la bruja o hechicera en la sociedad. Al atacarles, los perseguidores no hacían otra cosa que admitir su poder, pero no fueron esas agresiones las que finalmente destruyeron la brujería: fue el hecho de que con el paso del tiempo la sociedad terminó por negar la existencia de estos poderes femeninos. La bruja se transformó entonces en objeto de mofa: comenzó a aparecer en los cuentos infantiles e inclusive, durante la víspera de la celebración de Todos los Santos (Halloween), como una figura cómica. Lamentablemente los primeros castigos que se les impusieron cada vez que eran capturadas, así como el miedo y la vergüenza que posteriormente provocó su imagen, hicieron que la mujeres dejasen de expresar aquellas habilidades y necesidades que habrían supuesto el resurgimiento de la tradición. Los efectos directos de las persecuciones de las brujas todavía se perciben hoy en día: hacen falta enseñanzas espirituales, arquetipos y tradiciones que reconozcan la naturaleza femenina y sus energías, y demás está decir que ya nadie nos guía en su utilización….

Tomado del libro Luna Roja, los dones del ciclo menstrual de Miranda Gray, Editorial Gaia

LOS RITUALES CHAMÁNICOS:DIFERENCIAS ENTRE LA CURACIÓN CHAMÁNICA

TEXTO DE DAAN VAN KAMPENHOUT

“LOS RITUALES CHAMÁNICOS:
DIFERENCIAS ENTRE LA CURACIÓN CHAMÁNICA
Y LA CURACIÓN PSICOTERAPEUTICA”

Los rituales chamánicos utilizados para la curación y la resolución de problemas están basados en un conjunto de paradigmas y leyes espirituales […] Uno de los caminos para explorar los paradigmas del chamanismo es observar cómo se relaciona el chamanismo con la psicoterapia clásica. Tanto el chamanismo como la psicoterapia apuntan a curar la psiquis y el alma, pero sus puntos de vista sobre cómo facilitar la curación a menudo son contradictorios. Debido a que difieren en tantos aspectos, chamanismo y psicoterapia pueden iluminarse uno al otro con una clara luz.

Cuando comparo chamanismo y psicoterapia, tengo que simplificar y polarizarlos; de esta manera, las diferencias entre ambos se vuelven más claras. Cuando hablo de chamanismo en esta comparación, me refiero al chamanismo como ha sido definido por las más antiguas definiciones antropológicas: las prácticas espirituales de siberianos, mongoles y tribus nómadas de América del Norte. Utilizo la palabra psicoterapia para indicar la psicoterapia clásica: una terapia aplicada por un psicoterapeuta a gente que está sufriendo disfunciones psicológicas, por ejemplo, paranoia, neurosis o fobias. Mi uso del término psicoterapia no abarca la gran variedad de terapias desarrolladas para gente que está básicamente sana y quiere apoyo para su desarrollo personal o crecimiento espiritual. Antes de empezar mi comparación es importante saber que el chamanismo clásico es utilizado no sólo para curar estados psicológicos patológicos, sino también para diagnosticar y tratar enfermedades físicas. La psicoterapia es utilizada principalmente sólo para problemas e impedimentos psicológicos. Los campos del chamanismo tradicional y la psicoterapia clásica, por lo tanto, sólo se superponen parcialmente. […]

La primera diferencia entre chamanismo y psicoterapia puede verse cuando observamos la construcción del contexto considerado esencial para la curación. La diferencia puede resumirse esencialmente de la siguiente manera: el proceso terapéutico se desarrolla a lo largo de una línea de tiempo mientras que el chamanismo construye una estructura en el espacio. Consideremos primero el abordaje psicoterapéutico. Cuando uno va a un terapeuta para recibir asesoramiento, el terapeuta propondrá un periodo de tiempo en el que se realizará el trabajo. Si uno es fóbico y comienza a ver a un terapeuta en marzo, el psicoterapeuta podrá bosquejar una estructura de la terapia a través del tiempo: después de la investigación inicial, podrá rastrear y descubrir las raíces del miedo en abril o mayo, en junio, uno estará en condiciones de dar algunos pasos directamente relacionados con la resolución del miedo; en agosto, podrá ver un progreso sustancial. Finalmente, en noviembre, uno debería estar en condiciones de funcionar lo suficientemente bien para terminar la terapia. Aunque el proceso puede ser más largo o más corto de lo planeado y distintos terapeutas tener diferentes opiniones sobre su duración, el proceso terapéutico es siempre visto y descrito como un desarrollo gradual a través de un periodo de tiempo. La curación chamánica tienen lugar en una zona atemporal, un tiempo mítico en el que está presente todo lo que alguna vez fue y todo lo que alguna vez será. Durante un ritual chamánico, todo está dirigido a desconectar a los participantes de la experiencia del tiempo lineal […]

El chamán focaliza su atención en la experiencia del espacio, no del tiempo. Las cuatro direcciones en las cuatro esquinas, el cielo y los mundos superiores, arriba, la tierra y los mundos inferiores, abajo: éstos son los puntos de anclaje primarios para la curación, no los meses de abril, agosto y noviembre. La sanación tiene lugar en un espacio sagrado, cuya estructura se hace visible a través de altares e imágenes. Todas las personas que presencian el ritual participan en una escenificación atemporal, en la cual todo el poder curativo –de hecho todo el que existe- está presente. Durante el ritual, el chamán invoca a los poderes específicos que pueden contribuir a la curación, con plegarias y ofrendas de comida, agua y humo, que son colocados sobre los altares. Un altar es visto como un ancla que une ambos mundos, el visible y el invisible; sirve como la personificación del poder curativo invocado. No existe “símbolo” aquí, no hay separación entre objeto y sujeto. Durante el curso del ritual, un altar dedicado a un espíritu en particular se convierte en ese espíritu. El chamán, su cliente y los espectadores están rodeados por los espíritus. A todos los poderes espirituales se les da su propio lugar en esta reconstrucción ritual del universo espiritual. Así como rodos los poderes cósmicos tienen su propio lugar, también lo tienen, de acuerdo con las tradiciones chamánicas, todos los poderes y energías que se encuentren dentro del cuerpo y la psique del cliente. Cuando un poder o energía está en el lugar correcto, tiene un efecto benéfico; cuando está desplazado, crea disturbio. Entrando en el mítico espacio atemporal del ritual chamánico, un chamán puede recuperar una parte perdida del alma y traerla a casa, puede sacar energía foránea del cuerpo del cliente y retornarla al lugar de donde vino. Cuando todas las energías han regresado a los lugares a los que pertenecen, el resultado es la salud, y las cosas en la vida comenzarán a organizarse por sí mismas de mejor manera.

Estructurar la curación dentro de un marco de tiempo o dentro de una estructura espacial es la primera diferencia, y quizás la más fundamental, entre un proceso terapéutico y una curación chamanica, lo cual tiene consecuencias de largo alcance. El efecto del paradigma en el que la curación se da a través de una organización del espacio permite, por ejemplo, que la curación chamánica pueda suceder en un tiempo notablemente corro. En la curación chamánica, el tiempo no es un factor relevante. Un individuo puede estar terriblemente enfermo o completamente confundido cuando el ritual comienza, y gozar de perfecta salud justo unas horas después.Conocí a una mujer que vomitó un tumor de estómago grande como un huevo exactamente después de una ceremonia de curación de toda una noche; la cirugía que estaba programada para que tuviera lugar en el hospital fue cancelada porque el tumor ya había desaparecido. He presenciado otros eventos similares. Desde el punto de vista chamánico esto es lógico y no milagroso. Cuando alguien necesita curación, el espacio físico en el cual la curación tiene lugar es transformado a través de la plegaria y la ubicación de los altares.

El espacio se convierte en un mini cosmos en el cual todos los poderes espirituales necesarios están potencialmente presentes y podemos dirigirnos a ellos. El chamán elige a qué espíritus se les pedirá que actúen sobre el cliente. El cliente puede ser invitado a moverse de un altar a otro para ser presentado a los espíritus, pero a menudo el cliente es llevado a un lugar específico y permanece allí por el tiempo que dura la ceremonia. Mientras el cliente permanece quieto, el chamán organiza el ritual manipulando las fuerzas dentro del espacio. Durante el curso del ritual puede, por ejemplo, moverse de altar en altar y de estandarte en estandarte pidiendo a las fuerzas de las cuatro direcciones que entren en la habitación y contribuyan a la sanación. Cuando el ritual termina, los altares son desmantelados y retorna la experiencia del tiempo lineal. El cliente emerge del ritual y no es el mismo que era antes, está tocado por los espíritus y a través de ese contacto, es transformado. Los poderes de la creación han recreado su vida en el sentido más literal. A veces puede llevar horas, días o semanas que la curación se integre completamente en todos los aspectos de la vida del cliente, pero cuando la ceremonia finaliza, la sanación ya se ha llevado a cabo. Si fué exitosa, el problema está resuelto, y si no fue exitosa, usualmente la ceremonia no se repite, porque los espíritus ya han realizado todo lo que estaba a su alcance. No hay un desarrollo gradual de una fuerza curativa como en el proceso terapéutico; en chamanismo, la curación es un evento único, repentino y directo.

Una segunda diferencia entre chamanismo y psicoterapia se aclara al estudiar los roles del chamán y el terapeuta. El chamán es el experto que conoce su camino a través de las estructuras de curación del universo y es capaz de activar aquellos poderes que son necesarios en cierta situación. Habiéndolo hecho, su trabajo está básicamente terminado, de alguna manera, se retira. La responsabilidad del ritual está en manos del chamán, pero la responsabilidad de la curación está en manos de los espíritus. Las actividades del chamán durante el ritual principalmente sirven para mantener la estructura del espacio mítico intacto, sus canciones son cantadas para apoyar a los espíritus mientras hacen el trabajo de curación.

El chamán mismo puede también hacer el trabajo curativo, pero incluso en ese caso sigue las órdenes y sugerencias de los espíritus. Un psicoterapeuta está mucho más involucrado en el proceso de curación real, se ha hecho cargo de él. Los terapeutas dan sugerencias, inventan soluciones y dan a sus clientes tareas para el hogar. El terapeuta tiene que confrontar al cliente con inconsistencias dela historia de su vida, evaluar la experiencia de realidad de su cliente y dirigir la atención hacia asuntos que el cliente está evitando. El psicoterapeuta dirige activamente el proceso y elige la manera en que se desenvuelve la terapia.Hasta ahora, hemos visto que el cliente del psicoterapeuta acuerda un número de encuentros a lo largo de un período de varios meses, y durante ese tiempo es guiado por el terapeuta. El cliente del chamán entra en un espacio atemporal en el cual el chamán hace visible la estructura del universo espiritual. Se invoca a los espíritus y ellos toman el control de la curación real mientras el chamán maneja la ceremonia.

Un chamán moviliza fuerzas y poderes externos: espíritus sanadores y fuerzas de la naturaleza. Un terapeuta, en cambio, trata de activar las cualidades que están latentes dentro de un cliente. Esto significa otra importante diferencia entre las dos disciplinas. Las escuelas psicoterapéuticas presumen que hay un potencial en el mismo cliente que puede ser utilizado para facilitar la curación, de este modo los terapeutas ayudan a sus clientes a desarrollar nuevas pautas psicológicas y sociales. Durante el proceso terapéutico, el cliente aprende a verse a sí mismo y a su historia bajo una luz diferente y comenzará a practicar nuevas formas de comportamiento. Las habilidades que adquiere pueden ya estar operando en algún aspecto de su vida o pueden ser herramientas recién desarrolladas por completo. Existe una enorme diferencia entre ver al cliente como una persona que puede desarrollar su personalidad desde adentro porque está lleno de potencial o verlo, dentro del contexto de la sanación, como un campo estático que sólo puede cambiar cuando absorbe e integra energía y poder del exterior. El terapeuta depende de la fuerza y el potencial del cliente, aun cuando las cualidades necesarias estén completamente tapadas y prácticamente invisibles en el momento en que la terapia comienza. El chamán se apoya en la fuerza del exterior, los espíritus, en lo externo más que en la inteligencia interna.

Otra importante diferencia entre la curación chamánica y la psicoterapia es que la primera no está precisamente organizada para ayudar a un solo cliente. De hecho, cuando se organiza una curación chamánica, todo el mundo es bienvenido. Cuantas más personas se presenten, mejor. Familiares, amigos, vecinos, las puertas están abiertas para todos. El chamán mismo no llega solo tampoco, puede traer a uno o más asistentes, algunos cantantes y percusionistas, su pareja, hijos y otros parientes. En un encuadre terapéutico, están sólo el terapeuta y su cliente, nadie más. Un psicoterapeuta puede reconocer que su cliente se enfermó debido al estrés y a la enfermedad que se originó en la familia, pero la psicoterapia, aún así, apunta a ayudar solamente a una persona. En un contexto chamánico, cuando una persona está enferma, se considera que la totalidad del sistema familiar y comunitario necesita curaclón, y sería inútil dar la bienvenida solamente al cliente para la ceremonia curativa. La comunidad toda necesita estar presente para que todos puedan ser curados, y por lo tanto son bienvenidos a manifestarse y participar. Durante el ritual de sanación, cada persona eleva una plegaria por el cliente pero también por su propio dolor y sus problemas, y a menudo ocurre que muchas personas son tocadas por los espíritus y encuentran curación de una u otra clase.

Una última diferencia importante entre el ritual de curación chamánico y la psicoterapia se aprecia al observar la diferencia de disponibilidad de tratamientos. En el mundo occidental, es bastante simple actualmente encontrar un terapeuta. Si uno quiere terapia hoy, puede tenerla mañana. Incluso las personas que no tienen suficiente dinero para pagar a un terapeuta pueden a menudo conseguir alguna clase de psicoterapia, ya que el seguro de salud cubre varias terapias. El ritual chamánico de curación es mucho más difícil de organizar, no sólo para la gente en el mundo occidental sino también para aquellos que viven en una cultura chamánica tradicional. Primero, uno tiene que encontrar un sanador o chamán de quien se sepa que tiene los conocimientos para abordar la enfermedad o problema específico. Después, tiene que acercarse a él; usualmente, esto significa llevarle ciertos regalos tradicionales mientras le pide una ceremonia de sanación. El chamán puede no contestar inmediatamente, puede tomarse algunos días para “investigar” el pedido, a la espera de un sueño o una reacción de los espíritus. Podrá, o no, estar de acuerdo con un ritual de curación, y sólo cuando la respuesta sea “sí”, se establecerá una fecha. Uno necesita hacer preparativos, preparar los diversos altares de acuerdo a las detalladas instrucciones del sanador o chamán. Probablemente, llevará mucho esfuerzo, tiempo e incluso dinero reunir el material y hacer los altares. Hay que preparar el espacio en el cual se celebrará el ritual. Se debe preparar un banquete para ofrecer a todos los participantes después del ritual, lo cual significa comprar mucha comida y disponer de gente que la cocine. Uno tiene que comprar o hacer regalos para todos los que lo ayudan. El ritual de curación chamánico es posible solamente cuando muchas personas contribuyen con su tiempo, energía y dinero. En realidad, todos preparativos tienen una razón práctica. Recién cuando uno está realmente preparado para pasar por todos los preparativos para una curación chamánica, y eso significa que cuando el ritual finalmente tenga lugar, el chamán encontrará un cliente que está realmente comprometido.

La paradoja es que, aunque un ritual chamánico de curación cuesta bastante dinero si se considera lo anteriormente mencionado, el chamán en sí mismo no es remunerado. Se supone que el patrocinador del ritual, el paciente o un miembro de su familia, debe hacerle un regalo al chamán, pero eso es todo. En la sociedad chamánica tradicional, los regalos para el chamán son prácticos y valiosos. Este principio de no remuneración no debe, sin embargo, confundirse con dar apenas algo de poco valor o sin valor alguno. En una comunidad pequeña y cerrada, las personas conocen exactamente las necesidades de los demás, y de ese modo, si las redes de pesca del chamán están viejas y rotas, recibirá una nueva red de un cliente agradecido; si la manta del chamán está gastada y hecha pedazos, recibirá una manta nueva.

La psicoterapia funciona de manera opuesta. Uno no necesita a nadie que lo ayude a prepararse, puede acceder a la terapia fácilmente, y el dinero que cuesta va directamente al terapeuta.Existen muchas otras diferencias entre las disciplinas chamánicas tradicionales y psicoterapéuticas clásicas, por ejemplo, la manera en que son entrenados los terapeutas y los chamanes. Un terapeuta ha elegido voluntariamente convertirse en terapeuta pero un chamán tradicional no tiene opción, es tomado por los espíritus para la tarea. En las culturas chamánicas, las personas sólo comienzan el entrenamiento para llegar a ser chamán porque los espíritus así lo desean. Si has sido elegido, las tradiciones dicen que el costo de negarse a ser un chamán es muy alto: enfermedad grave, locura o incluso suicidio.

Daan van Kampenhout: La sanación viene desde afuera, chamanismo y constelaciones familiares, Ed. Alma Lepik, Argentina, 2004.

EL VIAJE CHAMÁNICO:OBSERVACIONES DE LA TERAPIA HOLOTRÓPICA”

TANISLAV GROF: “El viaje chamánico: observaciones de la terapia holotrópica”, del libro El viaje del chamán, Ed. Kairós, Barcelona, 1999.

EL VIAJE CHAMÁNICO: OBSERVACIONES DE LA TERAPIA HOLOTRÓPICA

Stanislav Grof

TEXTO DE STANISLAV GROF

Este capítulo está basado en casi tres décadas de exploración sistemática del potencial terapéutico de los estados no ordinarios de conciencia, inducidos por substancias psicodélicas y otras técnicas no farmacológicas. Aproximadamente, los primeros veinte años se dedicaron al trabajo clínico con productos psicodélicos y los diez últimos a la experimentación con poderosas técnicas alternativas sin el uso de drogas.

Un método moderno de inducción chamánica

A lo largo de esta década, mi esposa Christina y yo hemos elaborado una técnica psicoterapéutica que denominamos integración holonómica o terapia holotrópica. En la misma se combina la respiración controlada, la música evocativa y otras formas de tecnología del sonido, trabajo corporal concentrado y dibujos de mandalas. Con este enfoque desprovisto del uso de drogas, es posible facilitar la totalidad de la gama de experiencias característica de las sesiones psicodélicas y de los viajes chamánicos.

Su objetivo no es la exploración gradual de los diversos niveles del inconsciente individual, como en las psicoterapias «verbales» occidentales, sino el facilitar una poderosa experiencia transformadora de naturaleza trascendental. Por consiguiente, en muchos sentidos nuestros objetivos terapéuticos están más cerca de las tradiciones chamánicas de curación psicofisiológica que de la mayoría de las psicoterapias verbales occidentales, si bien nuestro enfoque coincide con el de Carl Gustav Jung, en cuanto a que nuestro objetivo es el de facilitar la autocuración del paciente, ayudándole a adquirir conciencia y a reintegrar los elementos fragmentados del complejo mente-cuerpo.

Con el uso de la terapia holotrópica, es posible inducir fenómenos frecuentemente indistinguibles de los estados psicodélicos, sin utilizar agentes farmacológicos, sino simplemente aumentando el ritmo de la respiración, usando la tecnología del sonido y ciertas técnicas de ejercicio corporal que describiré más adelante. Cuando los fenómenos descritos en este capítulo pueden ser desencadenados por algo tan fisiológico como la hiperventilación, no puede haber duda alguna de que reflejan auténticas propiedades de la psique.

Los principios de la terapia holotrópica son sumamente simples. Se le pide al paciente que se acueste con los ojos cerrados, que se concentre en la respiración y en las sensaciones corporales, y que mantenga un ritmo de respiración más rápido y eficaz que de costumbre. Durante la preparación psicológica precedente, se le incita a suspender toda actividad analítica y a aceptar cualquier experiencia que emerja, con plena confianza y sin prejuicios. En este contexto se recomienda abstenerse de emplear técnicas dirigidas o cualquier otro intento de modificar la experiencia espontánea e influir en la misma. La actitud general debe ser semejante a la de ciertos métodos de meditación budistas, limitándose a observar las experiencias emergentes, registrarlas y no retenerlas.

Después de un intervalo que varía de una persona a otra, el individuo comienza a experimentar fuertes emociones y desarrolla pautas estereotipadas de tensión muscular. Con la continuación de la respiración acelerada, se incrementa la tensión emocional y física hasta llegar a la liberación y resolución espontáneas. En general, la tensión física corresponde a las áreas donde el sistema indio de yoga kundalini visualiza los centros de energía psíquica, o chakras.

Estas tensiones se manifiestan en forma de intensas presiones circulares o incluso fuertes dolores en la frente o en los ojos, constricción de la garganta y bloqueo de la mandíbula, y presión en el tórax, el ombligo y el bajo abdomen. También es común la tensión en manos y brazos, pies y piernas, cuello, hombros y riñones. Esto es evidentemente una descripción sinóptica y estadística. En la práctica, los sujetos no manifiestan todos los síntomas descritos, sino cuadros individuales de distribución de dichas tensiones, en los que ciertas áreas están dramáticamente representadas y otras no sufren efecto alguno.

En el contexto de la psiquiatría tradicional influida por el modelo médico, la reacción a la hiperventilación y en particular los famosos «espasmos carpopedales» (contracción de los músculos de las manos y de los pies) ha sido considerada como la reacción fisiológica obligatoria a la respiración rápida e intensa, conocida como «síndrome de hiperventilación». Se estima que es algo alarmante y cuando ocasionalmente ocurre de un modo espontáneo con pacientes neuróticos (particularmente histéricos), suele tratarse con tranquilizantes, calcio intravenoso y una bolsa de papel sobre la cara.

El uso de la hiperventilación con fines terapéuticos y autoexploratorios demuestra lo erróneo de dicho punto de vista. En todos los grupos con los que hemos trabajado, varias personas han respondido a la hiperventilación con una relajación progresiva, una sensación de expansión y visiones de una luz de una belleza sobrenatural. Han concluido la sesión en una profunda experiencia trascendental de unidad cósmica. A los que desarrollan tensiones físicas y emociones difíciles, la respiración continuada les conduce típicamente a un estado de resolución, seguido a su vez de una profunda relajación, paz y serenidad. A menudo, el resultado final de la sesión es un estado profundamente místico, que puede aportar beneficios duraderos y ser personalmente significativo para el sujeto. Paradójicamente, el enfoque represivo habitual de la psiquiatría tradicional ante los episodios ocasionales espontáneos de hiperventilación perturba un proceso potencialmente terapéutico con algunos pacientes neuróticos.

Durante la hiperventilación, conforme aumentan las tensiones físicas y emocionales, y se resuelven, el individuo puede tener una serie de poderosas experiencias, que se describirán con mayor detalle más adelante. Puede revivir sucesos autobiográficos importantes de la infancia, adolescencia o vida adulta y experimentar otros tipos diversos de fenómenos transpersonales. En particular, suele haber una confrontación con distintos aspectos del recuerdo del nacimiento biológico y un encuentro profundo con la muerte, fenómenos caracterizados como experiencias de «muerte y renacimiento» en los ritos de iniciación chamánica.

En el contexto de la terapia holotrópica, al efecto de por sí potente de la hiperventilación se agrega el de la música evocativa, o tecnología del sonido, desarrollada por diversas culturas con el propósito específico de alterar la conciencia, como por ejemplo los tambores chamánicos. Otra faceta que intensifica el efecto de esta técnica es su uso en grupo, de modo que los participantes alternen su función de experimentadores con la de experimentados, bajo la supervisión del terapeuta.

Idealmente, la propia respiración activa conduce a la resolución de todo lo que se ha liberado y emergido en la conciencia. Si el sujeto acaba con tensiones residuales o emociones desagradables, se puede facilitar su resolución por medio de una técnica de ejercicio corporal concentrado, que elaboré originalmente para el período conclusivo de las sesiones psicodélicas.

El principio básico, en este caso, es el de alentar al sujeto para que no ofrezca resistencia alguna a las emociones, sensaciones y energía física emergentes, y para que encuentre una forma apropiada de expresarlas por medio de sonidos, muecas, posturas y movimientos, sin juzgar ni analizar la experiencia. La función de los facilitadores es la de seguir el flujo de energía y estimular su plena exteriorización. Se persiste en esta labor hasta que el sujeto alcanza un estado de resolución y relajación.

La barrera sensorial y el nivel biográfico-recordatorio

Las técnicas que facilitan acceso experiencial al inconsciente tienden a activar inicialmente los órganos sensoriales. Por consiguiente, la exploración profunda empieza en muchos casos con una serie de experiencias sensoriales indeterminadas, tales como visiones elementales de colores y pautas geométricas, sonidos de campanas o zumbidos, sensaciones táctiles en diversas partes del cuerpo, o la experiencia de distintos gustos u olores. Éstas son de una naturaleza más o menos abstracta, sin ningún significado simbólico más profundo, y su contribución a la autoexploración y autocomprensión es insignificante. Parecen representar una barrera sensorial que es preciso cruzar, antes de emprender el viaje hacia el interior de la psique.

Conforme avanza el proceso, el próximo reino de la psique más asequible suele ser el nivel biográfico-recordatorio y el del inconsciente individual. A pesar de que los fenómenos correspondientes a esta categoría son de una importancia teórica y práctica considerable, no es necesario dedicar mucho tiempo a su descripción, ya que la mayoría de los enfoques psicoterapéuticos verbales tradicionales se limitan a este nivel de la psique. Existe abundante literatura profesional en la que se analizan las sutilezas de la psicodinámica de los reinos biográficos. Lamentablemente, distintas escuelas se contradicen entre sí y no existe unanimidad en cuanto a los factores significativos de la psique, la razón del desarrollo de la psicoterapia eficaz.

Una diferencia fundamental entre las psicoterapias verbal y experiencial es el significado de la traumatización física directa en la historia del individuo. En la psiquiatría, psicología y psicoterapia tradicionales se subrayan exclusivamente los traumas psicológicos. No se considera que los traumas físicos influyan directamente en el desarrollo psicológico del individuo, ni que participen en la psicogénesis de los trastornos emocionales y psicosomáticos. Esto contrasta vivamente con las observaciones del trabajo experiencial profundo, en los cuales los recuerdos de traumas físicos parecen ser de suma importancia. En el trabajo psicodélico, la terapia holotrópica y otros poderosos enfoques experienciales, el hecho de revivir enfermedades graves, heridas, operaciones, o situaciones próximas a la asfixia, es harto común y mucho más significativo que los psicotraumas habituales. Las emociones y sensaciones físicas residuales de situaciones que han supuesto un peligro para la vida o para la integridad del organismo parecen jugar un papel significativo en el desarrollo de diversas formas de psicopatología, todavía no reconocidas por la ciencia académica.

Las experiencias acerca de traumas físicos graves representan una transición natural entre el nivel biográfico y el reino siguiente, cuyos constituyentes principales son los dobles fenómenos del nacimiento y la muerte. Los sucesos que los componen aluden a la vida postnatal del individuo y, por consiguiente, su naturaleza es biográfica. Sin embargo, por el hecho de haber llevado al individuo hasta las puertas de la muerte y haberse caracterizado por unas molestias y un dolor extremos, se vinculan con el trauma del nacimiento. Por razones evidentes, los recuerdos de traumas y enfermedades que hayan entorpecido severamente la respiración, como la pulmonía, la difteria, la tos ferina o el haber estado a punto de ahogarse, son particularmente significativos en este contexto.

Encuentro con el nacimiento y la muerte: dinámica de las matrices perinatales básicas

El aspecto más característico de las experiencias que tienen su origen en este nivel de la psique es su enfoque del dolor físico y emocional, la enfermedad y la decrepitud, el envejecimiento, los últimos suspiros y la muerte. El concienciamiento de la muerte halla su expresión no sólo en el contenido escatológico de las ideas y en las visiones de personas y animales moribundos, cuerpos y cadáveres putrefactos, esqueletos, cementerios y funerales, sino en un encuentro experiencial profundo con el proceso de morir y con la propia muerte, con concomitantes biológicos y emocionales sumamente convincentes.

La confrontación profunda con la muerte, característica de estas secuencias experienciales, tiende a estar íntimamente entrelazada con una serie de fenómenos claramente relacionados con el proceso del nacimiento biológico. Al enfrentarse a la agonía y la muerte, los individuos tienen simultáneamente la experiencia de estar luchando para nacer y/o dar a luz. Asimismo, muchos de los actos y manifestaciones fisiológicas de estas experiencias pueden explicarse fácilmente como derivaciones del proceso del nacimiento.

Es bastante común en este contexto identificarse con un feto y revivir diversos aspectos de su propio nacimiento biológico, con detalles específicos y perfectamente verificables. El elemento de la muerte puede ser representado por una identificación simultánea o alternativa con individuos enfermos, ancianos o moribundos. A pesar de que la totalidad de la gama de dichas experiencias no se puede reducir exclusivamente al hecho de revivir el nacimiento biológico, el trauma del nacimiento parece representar un aspecto fundamental del proceso experiencial en este nivel. Por ello denomino este nivel del inconsciente perinatal.

Perinatal es un término compuesto de origen latín y griego, cuyo prefijo peri significa «cerca de» o «próximo a» y la raíz natalis hace referencia al nacimiento. Se utiliza comunmente en medicina para describir procesos inmediatamente precedentes al nacimiento, asociados con el mismo, o inmediatamente posteriores; así pues, en los textos de medicina se habla de hemorragias, infecciones o traumatismos cerebrales perinatales. En contraste con el uso tradicional de este término en tocología, la palabra perinatal se utiliza en este capítulo con relación a experiencias.

La conexión antes descrita entre el nacimiento biológico y las experiencias perinatales es bastante profunda y específica. Permite utilizar las etapas clínicas del parto para la construcción de un modelo conceptual, que nos ayude a comprender la dinámica del nivel perinatal del inconsciente e incluso realizar predicciones específicas con relación al proceso de muerte-renacimiento en diferentes individuos.

Las experiencias de la muerte y renacimiento reflejadas en el nivel perinatal del inconsciente son sumamente complejas y fecundas. Las secuencias relacionadas con diversas etapas y facetas del nacimiento biológico acostumbran a ser de una naturaleza típicamente mitológica, mística, arquetípica, histórica, sociopolítica, antropológica, o filogenética. Suelen aparecer en cinco pautas o constelaciones experienciales características. Parece existir una conexión profunda entre estos conjuntos temáticos y las etapas clínicas del parto, que se suceden como sigue.

1) La experiencia de unidad cósmica: el universo amniótico

Esta importante experiencia perinatal parece estar relacionada con la unión primigenia con la madre, el estado original de existencia intrauterina durante el cual madre e hijo forman una unión simbiótica. Si no la entorpece ningún estímulo nocivo, la situación del niño puede ser prácticamente óptima, ya que ofrece seguridad y la satisfacción permanente de todas las necesidades. Las características básicas de esta experiencia son la trascendencia de la dicotomía sujeto-objeto, un estado de ánimo fuertemente positivo (de paz, serenidad, tranquilidad y éxtasis oceánico), una sensación de santidad, la trascendencia del espacio y del tiempo, e introspecciones abundantes de importancia cósmica.

El contenido específico de estas experiencias puede ser extraído de situaciones que comparten con el mismo la carencia de fronteras y obstrucciones, tales como una identificación con el océano y formas de vida acuática, o con el espacio interestelar. Las imágenes de los mejores aspectos de la naturaleza (madre naturaleza) y las visiones arquetípicas de los cielos y del paraíso pertenecen también a esta categoría. Es importante subrayar que sólo los episodios de la vida embrional carentes de perturbaciones van acompañados de este tipo de experiencias. Las perturbaciones de la existencia uterina van asociadas a imágenes de peligros subacuáticos, contaminación, naturaleza inhospitalaria e insidiosos demonios de culturas diversas.

2) La experiencia del engolfamiento cósmico

Esta pauta experiencial parece estar relacionada con el comienzo del parto, cuando se ve perturbada la armonía anterior. Al principio, esto ocurre como consecuencia de señales químicas alarmantes y a continuación por las contracciones mecánicas de la musculatura uterina.

Esta situación se experimenta subjetivamente como peligro vital inminente. Una sensación abrumadora de angustia de flotar libremente conduce a ideas y percepción paranoicas. La intensificación de este estado se resuelve típicamente en la experiencia de un vórtice o torbellino monstruoso, cuyo centro engulle ineludiblemente al individuo y a su mundo.

Una variación experiencial frecuente de este tema es la de ser deglutido por una bestia arquetípica, atrapado por un pulpo o capturado por una gigantesca araña. Una forma menos dramática de la misma experiencia la constituye el descenso al bajo mundo y el encuentro con criaturas demoníacas. Motivos del chamanismo clásico indican la familiaridad de los chamanes con dicho reino.

3) La experiencia del callejón sin salida o infierno

Esta experiencia está lógicamente relacionada con la primera etapa clínica del parto, plenamente desarrollada. Durante la misma, el feto se ve periódicamente constreñido por espasmos uterinos, mientras el cuello del útero permanece cerrado sin salida posible. El sujeto se siente atrapado, enjaulado y atascado en una pesadilla claustrofóbica, en la que pierde todo contacto con el tiempo lineal. La situación parece absolutamente insoportable, inacabable y desesperada. Por consiguiente, es lógico que el individuo se suela sentir experiencialmente identificado con presos en mazmorras o campos de concentración, víctimas de la Inquisición, pacientes en sanatorios mentales, o pecadores en el infierno y figuras arquetípicas que representen la condena eterna. Durante la profunda crisis existencial de la que este estado se ve típicamente acompañado, la existencia parece una farsa carente de significado o un teatro del absurdo.

4) La experiencia de la lucha de la muerte-renacimiento

Muchos aspectos importantes de esta matriz experiencial son comprensibles a partir de su asociación con la segunda etapa clínica del parto. En esta etapa prosiguen las contracciones uterinas, pero ahora el cuello del útero se ha dilatado y permite una propulsión gradual del feto por el canal del parto. Esto implica una enorme lucha por la supervivencia, unas presiones mecánicas apabullantes y, con frecuencia, cierto grado de anoxemia y sofocación. En las fases terminales del parto, el feto puede entrar íntimamente en contacto con materias biológicas como sangre, mucosidades, orina y heces.

Desde el punto de vista experiencial, esta pauta es bastante intensa y ramificada. Además de revivir con realismo diversos aspectos de la lucha en el canal tienen lugar en secuencias plia variedad de fenómenos, que temáticas típicas, relacionadas por una profunda lógica experiencial con aspectos anatómicos, fisiológicos y bioquímicos del proceso del parto. Entre ellos, los más importantes son los elementos de una lucha titánica, experiencias sadomasoquistas, una fuerte excitación sexual, episodios demoníacos, aspectos escatológicos y un encuentro con el fuego. Todo esto ocurre en el contexto de una lucha muerte-renacimiento determinada.

Las imágenes específicas incluyen batallas mitológicas de enormes proporciones, en las que participan ángeles y demonios, o dioses y titanes, elementos violentos de la naturaleza, secuencias de revoluciones y guerras sangrientas, imágenes en las que interviene la pornografía y las desviaciones sexuales, violencia, orgías satánicas y noches de aquelarre, crucifixiones y sacrificios rituales.

5) La experiencia muerte-renacimiento

Esta matriz perinatal está relacionada significativamente con la tercera etapa del parto clínico, o sea, con el nacimiento propiamente dicho. En esta última etapa, el proceso agonizante de la lucha por nacer llega a su fin, culmina con la propulsión por el canal del parto, y la acumulación del dolor, tensión y excitación sexual se convierten de pronto en alivio y relajación. Al cortar el cordón umbilical, se completa la preparación física de la madre y el niño comienza su nueva existencia como individuo anatómicamente independiente.

Al igual que con las demás matrices, algunas de las experiencias de esta etapa son reproducción fidedigna de los acontecimientos biológicos del parto, así como de ciertas intervenciones tocológicas. El correspondiente simbólico de esta última etapa del parto es la experiencia muerte-renacimiento.

Paradójicamente, sólo a un paso de una fenomenal liberación, el individuo tiene una sensación de catástrofe inminente de enormes proporciones. Con frecuencia esto conduce a una concienzuda lucha para poner fin a la experiencia. Si se le permite que proceda, esta experiencia incluye una sensación de aniquilación a todos los niveles imaginables: destrucción física, debacle emocional, derrota intelectual, fracaso moral definitivo y una condena absoluta de enormes proporciones. Esta experiencia de la «muerte del ego» parece involucrar la destrucción despiadada e instantánea de todos los puntos de referencia anteriores en la vida del individuo. En esta etapa, puede que los chamanes hagan referencia a la desmembración realizada por demonios o animales feroces.

A la experiencia de aniquilación total y de «caer en lo más bajo del cosmos», le siguen inmediatamente visiones de una poderosísima luz blanca y dorada, de un brillo y belleza sobrenaturales, que cabe relacionar con una sobrecogedora exposición de entidades arquetípicas divinas, el espectro del arco iris, o los complejos diseños de una cola de pavo real. El sujeto experimenta una profunda sensación de liberación emocional y espiritual, redención y salvación. Habitualmente, se siente liberado de toda angustia, depresión y culpa, limpio y redimido. A esto le acompaña un diluvio de emociones positivas hacia sí mismo, los demás y la existencia en general. El mundo parece ser un lugar hermoso y seguro, y aumenta claramente el deseo de vivir. El chamán regresa de su búsqueda visionaria iniciatoria cargado con una nueva sensación de propósito y significado.

Viajes más allá del cerebro: dimensiones transpersonales de la psique

Las secuencias experienciales de la muerte y renacimiento acostumbran a abrir la puerta a un dominio transbiográfico en la psique humana, cuyo mejor calificativo es el de transpersonal. El nivel perinatal del inconsciente representa claramente un vínculo entre los reinos biográfico y transpersonal, o inconsciente individual y colectivo. En la mayoría de los casos, a las experiencias transpersonales les precede un dramático encuentro con el nacimiento y la muerte. Sin embargo, existe una alternativa importante, que a veces permite el acceso experiencial directo a diversos elementos transpersonales y temas correspondientes, sin enfrentarse al nivel perinatal.

El denominador común de este abundante y ramificado grupo de fenómenos es la sensación, por parte del sujeto, de que su conciencia se ha expandido más allá de las limitaciones habituales de su ego y ha trascendido las fronteras del tiempo y del espacio. En los estados ordinarios o «normales» de conciencia, tenemos la sensación de existir dentro de las limitaciones del cuerpo físico (imagen corporal) y nuestra percepción del ambiente viene determinada física y fisiológicamente por la gama de nuestros órganos sensoriales.

Tanto nuestra percepción interna (interocepción) como la externa (exterocepción) están limitadas por las fronteras espaciales y temporales habituales. En circunstancias ordinarias, sólo podemos experimentar plenamente y con todos nuestros sentidos los sucesos del presente y del ambiente circundante. Podemos recordar el pasado y anticipar los acontecimiento del futuro o fantasear sobre ellos, pero ni el pasado ni el futuro están al alcance de la experiencia directa.

En las experiencias transpersonales, tal como ocurren en sesiones psicodélicas, con técnicas autoexploratorias sin el uso de drogas, o espontáneamente, parece que se trascienden una o varias de las limitaciones anteriores. Este tipo de experiencias pueden dividirse en tres grandes categorías. Algunas implican la trascendencia del tiempo lineal y son interpretadas por los sujetos como regresión histórica y exploración de su pasado biológico, cultural y espiritual, o como progresión histórica hacia el futuro. La segunda categoría es la de las experiencias caracterizadas primordialmente por la trascendencia de las barreras espaciales ordinarias, en lugar de las temporales. El tercer grupo se caracteriza por la exploración de dominios que la cultura occidental no considera que formen parte de la realidad objetiva. Las tradiciones chamánicas han descrito y catalogado muchas gamas de realidades no ordinarias accesibles en dichos estados.

En estados de conciencia no ordinarios, muchos sujetos tienen vivencias bastante concretas y realistas de episodios que identifican como recuerdos fetales y embrionarios. No es raro, en estas circunstancias, en un nivel de conciencia celular, identificarse plenamente con el esperma y el óvulo en el momento de la concepción. A veces la regresión histórica va más lejos y el individuo tiene la sensación convincente de revivir recuerdos de la vida de sus antepasados, o incluso de acceder a los archivos del inconsciente racial o colectivo. En algunas ocasiones, los sujetos afirman haberse identificado con diversos animales de la escala evolutiva, o haber tenido la clara sensación de revivir episodios dramáticos de una encarnación anterior.

Las experiencias transpersonales que incluyen la trascendencia de barreras espaciales sugieren que las fronteras entre el individuo y el resto del universo no son firmes y absolutas. En circunstancias especiales es posible identificarse con cualquier cosa del universo, incluida la propia totalidad del cosmos. Entre éstas se cuentan las experiencias de fusión con otra persona en un estado de unidad dual, o asumiendo la identidad de la otra persona; «sintonizar» con la conciencia de un grupo específico de gente, o bien sentir la expansión de la conciencia hasta tal punto que parezca abarcar a toda la humanidad. Asimismo, uno puede trascender los límites de la experiencia específicamente humana e identificarse con la conciencia de los animales, plantas o, incluso, objetos y procesos inorgánicos. En un caso extremo, es posible experimentar la totalidad de la biosfera de nuestro planeta o el conjunto del universo material.

En un número elevado de experiencias transpersonales, la extensión de la conciencia parece ir más allá del mundo fenoménico y del continuo espacio-tiempo, tal como lo percibimos en la vida cotidiana. A esa realidad pertenecen numerosas visiones de personajes y temas arquetípicos, encuentros con las divinidades y los demonios de distintas culturas, y complejas secuencias mitológicas. También son bastante comunes los informes de apariciones de espíritus de difuntos, entes sobrehumanos y habitantes de otros universos.

Las visiones de pautas arquetípicas abstractas, la comprensión intuitiva de símbolos universales (cruz, ankh, yin yang, svástica, estrella de cinco puntas, o estrella de seis puntas), la vivencia de los meridianos y del flujo de energía ch’i descrita por la filosofía y la medicina china; o el despertar del poder de la serpiente (kundalini) y la activación de diversos centros de energía psíquica o chakras, constituyen ejemplos adicionales de este tipo de fenómenos. En los casos más extremos, la conciencia individual puede llegar a identificarse con la conciencia cósmica o mente universal. El summum de las experiencias parece ser la identificación con el vacío supracósmico y metacósmico, la misteriosa ausencia primordial y la nada consciente de sí misma, que contiene en forma germinal y potencial la totalidad de la existencia.

Experiencias transpersonales y la visión chamánica del mundo

Las experiencias transpersonales tienen muchas características extrañas que destruyen los supuestos más fundamentales de la ciencia materialista y del punto de vista mecanicista del mundo, que apuntan a un paradigma más cercano a los que caracterizan los sistemas de creencias chamánicas y diversas ramas de la filosofía mística o «perenne».

Los investigadores que han estudiado seriamente y/o experimentado estos fascinantes fenómenos comprenden que todo intento por parte de la psiquiatría tradicional de desecharlos como productos insignificantes de la imaginación, o como fantasías erráticas generadas por procesos cerebrales patológicos, es superficial e inadecuado. Cualquier estudio del dominio transpersonal de la psique realizado sin prejuicios llegará ineludiblemente a la conclusión de que sus observaciones suponen un crítico reto al paradigma newtoniano-cartesiano de la ciencia occidental.

A pesar de que las experiencias transpersonales ocurren en un proceso de autoexploración personal profunda, no es posible interpretarlas simplemente como fenómenos intrapsíquicos en un sentido convencional. Por una parte, forman un continuo vivencial ininterrumpido con experiencias biográfico-recordatorias y perinatales. Por otra, parecen tener acceso directo, sin mediación de los órganos sensoriales, a las fuentes de información que están claramente fuera del alcance del individuo, como convencionalmente se define.

Entre los informes de sujetos que han experimentado episodios de su existencia embrionaria, del momento de la concepción y que han vivenciado elementos de conciencia celular y orgánica, abundan detalles médicos de gran exactitud con respecto a los procesos anatómicos, fisiológicos y bioquímicos correspondientes. Asimismo, las experiencias ancestrales, los recuerdos raciales y colectivos en el sentido junguiano, y los recuerdos de encarnaciones anteriores, aportan frecuentemente detalles específicos de la arquitectura, el atuendo, las armas, el arte, la estructura social y las prácticas religiosas de la cultura y período en cuestión, o incluso acontecimientos históricos concretos.

Los sujetos que experimentan secuencias filogenéticas o que se identifican con formas de vida existentes, no sólo las hallan auténticas y convincentes, sino que al mismo tiempo adquieren una introspección extraordinaria de la psicología, etología, costumbres específicas o de insólitos ciclos de reproducción de los animales. En algunos casos, la experiencia va acompañada de inervaciones musculares arcaicas, impropias de un ser humano, o incluso de complejas representaciones que reproducen las danzas de apareamiento.

Los individuos que experimentan episodios de identificación consciente con plantas o con parte de las mismas, de vez en cuando afirman haber adquirido una profunda introspección de procesos botánicos como la germinación de las semillas, la fotosíntesis de las hojas, la función de las auxinas en el crecimiento de las plantas, el intercambio de agua y minerales en las raíces, y la polinización. Igualmente común es la convincente sensación de identidad consciente con la materia inanimada o con los procesos inorgánicos: el agua del océano, el fuego, los rayos, la actividad volcánica, los huracanes, el oro, los diamantes, el granito, e incluso las estrellas, las galaxias, los átomos y las moléculas. Desde el punto de vista de un paradigma que reconozca la existencia del reino transpersonal, las referencias a la comunicación con otras especies o incluso con objetos «inanimados», como en el caso de los chamanes, ya no pueden ser consideradas como síntomas psicopatológicos.

Existe otro grupo interesante de fenómenos transpersonales, susceptible frecuentemente de validación e incluso de se investigado experimentalmente. Al mismo pertenecen la telepatía, el diagnóstico psíquico, la clarividencia, la clariaudiencia, la precognición, la psicometría, las experiencias extracorporales, los viajes clarividentes y otros casos de percepción extrasensorial. Evidentemente, éstos han sido estudiados a fondo y utilizados en el chamanismo y en otras tradiciones místicas o mágicas. A pesar de que representan el único grupo de fenómenos transpersonales de los que los círculos académicos occidentales han llegado a ocuparse ocasionalmente, por desgracia su enfoque ha sido siempre decididamente negativo.

Desde una perspectiva más amplia, no existe razón alguna para no clasificar los fenómenos denominados paranormales en una categoría especial. Dado que otros tipos de experiencias transpersonales suelen facilitar el acceso a una nueva información sobre el universo por canales extrasensoriales, la frontera que separa la psicología de la parapsicología desaparece, o por lo menos se convierte en bastante arbitraria, a partir del momento en que se admite y reconoce la existencia del dominio transpersonal.

El reto filosófico de las observaciones descritas, ya en sí imponente, se ve todavía aumentado por el hecho de que en los estados no ordinarios de conciencia, las experiencias transpersonales que reflejan correctamente el mundo material aparecen en el mismo continuo e íntimamente relacionadas con otras cuyo contenido, según la visión occidental del mundo, no forma parte de la realidad objetiva. Cabe mencionar en este contexto los arquetipos junguianos: divinidades, demonios, semidioses, superhéroes y complejas secuencias mitológicas, chamánicas, legendarias y de cuentos de hadas. Incluso estas experiencias pueden aportar información precisa sobre el simbolismo religioso, el folklore y las estructuras míticas de diversas culturas anteriormente desconocidas para el sujeto.

Las experiencias transpersonales ocupan una posición muy especial en nuestro intento de construir un mapa fidedigno del territorio de la psique humana. El nivel analítico-recordatorio y el inconsciente individual son de una naturaleza claramente biográfica. La dinámica perinatal parece representar una intersección o frontera entre lo personal y lo transpersonal, como lo refleja su profunda asociación con el nacimiento y la muerte, principio y fin de la existencia humana individual. Los fenómenos transpersonales facilitados por la terapia holotrópica o los métodos chamánicos tradicionales revelan conexiones entre el individuo y el cosmos actualmente incomprensibles. Lo único que podemos decir es que, en algún lugar del proceso perinatal, parece tener lugar un extraño salto cualitativo al estilo del de una cinta de Móbius, en el que la autoexploración profunda del inconsciente individual se convierte en un proceso de aventuras experienciales en la amplitud del universo, cuyo calificativo más adecuado sería el de conciencia cósmica o mente superconsciente.

Importancia terapéutica del proceso muerte-renacimiento

La cartografía ampliada que acabamos de describir es de una importancia fundamental para todo enfoque serio de los fenómenos tales como los estados psicodélicos, el chamanismo, la religión, el misticismo, los ritos de paso, la mitología, la parapsicología, la tanatología y la psicosis. No se trata de una mera cuestión de interés intelectual, sino que sus consecuencias son profundas y revolucionarias para la comprensión de la psicopatología, y ofrecen nuevas posibilidades terapéuticas no imaginadas por la psiquiatría tradicional.

En general, la arquitectura de la psicopatología que se manifiesta en el trabajo diario es infinitamente más compleja e intrincada de lo que sugieren las teorías vigentes de la personalidad. Según estas nuevas observaciones, son pocos o ninguno los síndromes emocionales y psicosomáticos que puedan explicarse exclusivamente a partir de la dinámica del inconsciente individual. Están significativamente relacionados con el trauma del nacimiento y el miedo a la muerte, y su resolución exige una confrontación vívida con el proceso muerte-renacimiento. Por consiguiente, hemos llegado a la conclusión de que nuestro modelo teórico de la psique humana es compatible con los antiguos sistemas de creencias chamánicas, que también integran las experiencias de la muerte y el renacimiento.

El trabajo revela día a día que en la estructura dinámica de los síntomas psicogenéticos intervienen energías emocionales y físicas extremadamente poderosas. Por ello, todo intento de influir en ellas por medios puramente verbales, como en las psicoterapias tradicionales, es de un valor altamente cuestionable. Se necesita un contexto terapéutico que permita y facilite la experiencia directa, para obtener resultados apreciables en un espacio de tiempo razonable. Además, debido a los múltiples niveles de la naturaleza de los síntomas psicogenéticos, el marco conceptual del terapeuta debe incluir los niveles perinatal y transpersonal de la psique, a fin de que la terapia sea plenamente eficaz.

Mientras el proceso de la terapia se limite al nivel biográfico, los resultados terapéuticos serán generalmente bastante limitados, a no ser que el material a tratar pertenezca a gestalts inacabadas de traumas físicos graves. Tanto los resultados inmediatos como los producidos a largo plazo son mucho más dramáticos cuando la autoexploración se profundiza e incluye secuencias más profundas; sobradamente conocida de nuestros antepasados chamánicos, hasta estos momentos les ha pasado en gran parte inadvertida a los psicoterapeutas verbales occidentales. Sin embargo, nosotros hemos descubierto que las experiencias de naturaleza perinatal pueden influir profundamente en la claustrofobia y en otros tipos de estados de ansiedad o depresión, en las tendencias suicidas, el alcoholismo, la drogadicción, el asma, la jaqueca, las inclinaciones sadomasoquistas y muchos otros problemas, tanto si éstas se facilitan por medios holotrópicos, chamánicos u otros.

Pero en los casos en que las raíces del problema están ancladas en el dominio transpersonal, sólo se podrá alcanzar una solución definitiva cuando el paciente permita que tenga lugar una confrontación con el tipo específico de experiencia transpersonal con el que el problema esté relacionado. Puede tratarse de una experiencia intensa de una encarnación anterior, una identificación con una forma animal, una secuencia arquetípica o mitológica, un tema del inconsciente racial o colectivo, o muchas otras. La ausencia de prejuicios y confianza en el proceso son requisitos importantísimos -tanto por parte del terapeuta como por parte del paciente – para el éxito de la terapia.

Como se ha dicho anteriormente, las experiencias del trabajo profundo también corroboran la estrategia general terapéutica y de autoexploración sugerida originalmente por Carl Gustav Jung, quien reconoció que la psique está dotada de un poderoso potencial autocurativo y que la fuente de sus fuerzas autónomas de curación se halla en el inconsciente colectivo. Desde esta perspectiva, la labor del terapeuta no debe consistir, por consiguiente, en comprender racionalmente el problema del paciente, a fin de utilizar alguna técnica específica para cambiar la situación según un plan preconcebido, sino en mediar y facilitar el acceso del paciente a los niveles más profundos de la psique. Entonces, la curación se produce como consecuencia de una interrelación dialéctica entre el inconsciente individual y el colectivo. Aquí cabe establecer un paralelismo con la función tradicional del chamán, como mediador entre los reinos humano y espiritual.

Por tanto, una técnica psicoterapéutica basada en las observaciones de la investigación moderna sobre la conciencia, como la terapia holotrópica, se basa primordialmente en la experiencia directa como instrumento esencial de transformación. Los enfoques verbales se utilizan exclusivamente durante el período de preparación, y de nuevo en una sesión posterior, para facilitar la integración de la experiencia. El terapeuta crea un marco de apoyo, establece una buena relación de trabajo con el paciente y ofrece una técnica capaz de activar el inconsciente: respiración, música, tambores chamánicos, meditación o drogas psicodélicas.

En estas circunstancias se refuerzan los síntomas preexistentes y otros anteriormente latentes emergen a la conciencia. La función del terapeuta es entonces la de estimular y apoyar incondicionalmente las secuencias surgentes, con plena confianza en la autonomía y espontaneidad del proceso curativo. Los síntomas representan energía bloqueada y, en definitiva, experiencia condensada. En este contexto, un síntoma representa tanto una oportunidad como un problema.

Al liberar la energía, el síntoma se transforma en experiencia consciente y se consume. Es importante que el terapeuta apoye el despliegue elemental sin interferir ni intervenir en la naturaleza de la experiencia, tanto si es biográfica, perinatal, como transpersonal. El apoyo incondicional debe continuar, aunque el terapeuta no comprenda el proceso o tome una forma desconocida para él. En lugar de intentar interpretar todo el material emergente en términos de un sistema teórico cerrado, como en el psicoanálisis y otros enfoques parecidos, el terapeuta se convierte en un compañero de aventura, que puede aprender algo nuevo en cada sesión.

STANISLAV GROF: “El viaje chamánico: observaciones de la terapia holotrópica”, del libro El viaje del chamán, Ed. Kairós, Barcelona, 1999.

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