la tristeza del maya

LA  TRISTEZA DEL MAYA

Ilustración por Jorge Garibay

Desde comienzos de su civilización (hace aproximadamente 3 000 años), los mayas han elaborado cuentos, leyendas y fábulas referidos a personajes míticos, al orden y a las leyes de la naturaleza. Resultado de la experiencia individual y colectiva de un pueblo, así como producto de la imaginación, estos relatos nos ayudan a entender una forma de vida y nos permiten la entrada a una de las más misteriosas culturas de la historia. El relato que aquí presentamos es —hasta donde se sabe— de autor anónimo y corresponde a una fecha indeterminada. En cambio, son muy precisas su localizacíon —la península de Yucatán, México— y su procedencia maya. Esta fábula se titula La tristeza del maya.

Un día los animales se acercaron a un maya y le dijeron:

—No queremos verte triste, pídenos lo que quieras y lo tendrás.

El maya dijo:

—Quiero ser feliz.

La lechuza respondió:

—¿Quién sabe lo que es la felicidad? Pídenos cosas más humanas.

—Bueno —añadió el hombre—, quiero tener buena vista.

El zopilote le dijo:

—Tendrás la mía.

—Quiero ser fuerte.

El jaguar le dijo:

—Serás fuerte como yo.

—Quiero caminar sin cansarme.

El venado le dijo:

—Te daré mis piernas.

—Quiero adivinar la llegada de las lluvias.

El ruiseñor le dijo:

—Te avisaré con mi canto.

—Quiero ser astuto.

El zorro le dijo:

—Te enseñaré a serlo.

—Quiero trepar a los árboles.

La ardilla le dijo:

—Te daré mis uñas.

—Quiero conocer las plantas medicinales.

La serpiente le dijo:

—¡Ah, esa es cosa mía porque yo conozco todas las plantas! Te las marcaré en el campo.

Y al oír esto último, el maya se alejó.

Entonces la lechuza dijo a los animales:

—El hombre ahora sabe más cosas y puede hacer más cosas, pero siempre estará triste.

Y la chachalaca se puso a gritar: —¡Pobres animales! ¡Pobres animales!

Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

La paloma torcaz

LA PALOMA TORCAZ

Al igual que otras civilizaciones, los mayas elaboraron cuentos, leyendas y fábulas en las que interpretaban, de una manera singular, el surgimiento del Universo y las leyes de vida. Hoy, estos relatos nos acercan al pensamiento del que fuera uno de los más grandes pueblos de Mesoamérica. A continuación presentamos una leyenda que corresponde al estado de Yucatán, México, y que se titula La Paloma Torcaz.

    Había una vez un guerrero valiente y apuesto. Amaba la caza y así, con frecuencia, iba por los bosques persiguiendo animales. En una de sus cacerías llegó junto a un lago y, lleno de asombro, contempló a una mujer bellísima que bogaba en una canoa. El guerrero quedó tan enamorado que, muchas veces, volvió al lugar con el ánimo de verla; pero fue inútil, pues, ante sus ojos, sólo brillaron las aguas del lago. Entonces pidió consejo a una hechicera, la cual le dijo:

—No la verás nunca más, a menos que aceptes convertirte en palomo.

—¡Sólo quiero verla otra vez!

—Si te vuelves palomo jamás recuperarás tu forma humana.

—¡Sólo quiero volverla a ver!

—Si así lo deseas, hágase tu voluntad.

    Y la hechicera le clavó en el cuello una espina y en el acto el joven se convirtió en palomo. Este levantó el vuelo y fue al lago y se posó en una rama y al poco rato vio a la mujer y, sin poderse contener, se echó a sus pies y le hizo mil arrumacos. Entonces la mujer lo tomó entre sus manos y, al acariciarlo, le quitó la espina que tenía clavada en el cuello. ¡Nunca lo hubiera hecho, pues el palomo inclinó la cabeza y cayó muerto! Al ver esto, la mujer, desesperada, se hundió en el cuello la misma espina y se convirtió en paloma. Y desde aquel día llora la muerte de su palomo.

Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

EL PERRO Y KAKASBAL-1115

EL PERRO Y KAKASBAL

Un hombre era tan pobre que siempre estaba de mal humor y así no perdía la ocasión de maltratar a un infeliz perro que tenía. Kakasbal [espíritu del mal], que está en todo, vio que podía sacar partido de la inquina que seguramente el perro sentía contra su amo y así se le apareció y le dijo:

—Ven acá y dime qué te pasa, pues te veo triste.

—Cómo no he de estarlo si mi amo me pega cada vez que quiere— respondió el perro.

—Yo sé que es de malos sentimientos. ¿Por qué no lo abandonas?

—Es mi amo y debo serle fiel.

—Yo podría ayudarte a escapar.

—Por nada le dejaré.

—Nunca agradecerá tu fidelidad.

—No importa, le seré fiel.

    Pero tanto insistió Kakasbal que el perro, por quitárselo de encima, le dijo:

—Creo que me has convencido; dime, ¿qué debo hacer?

—Entrégame tu alma.

—¿Y qué me darás a cambio?

—Lo que quieras.

—Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo.

—Acepto.

—Cuenta, pues…

    Y Kakasbal se puso a contar los pelos del perro; pero cuando sus dedos llegaban a la cola, éste se acordó de la fidelidad que debía a su amo y pegó un salto y la cuenta se perdió.

—¿Por qué te mueves?— le preguntó Kakasbal.

—No puedo con las pulgas que me comen día y noche. Vuelve a empezar.

    Cien veces Kakasbal empezó la cuenta y cien veces tuvo que interrumpirla porque el perro saltaba. Al fin Kakasbal dijo:

—No cuento más. Me has engañado; pero me has dado una lección. Ahora sé que es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.

el hombre que vendio su alma

EL HOMBRE QUE VENDIÓ SU ALMA

Cierta vez un hombre bueno pero infeliz decidió salir de apuros vendiendo su alma al diablo. Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.

    A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas; una para cada día. Para el primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas. Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.

    Kizín le dijo entonces:

—Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.

—Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.

—Dímelo y te lo concederé.

—Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan blancos.

—Eso es fácil— dijo Kizín.

    Y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: “Este hombre me ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos”.

sac muyal-1113

SAC MUYAL

Cierta vez, Sac Muyal robó a una muchacha y desapareció con ella. Para rescatarla, el amante recorrió día y noche montes y caminos. De pronto le salió al paso una serpiente y le dijo:

—Sé lo que buscas y quiero ayudarte. Sácame un poco de sangre, bébela y entonces seré tu guía.

    Lo hizo así y echó a andar detrás de la serpiente; pero como esta era perezosa, después de un rato se quedó dormida. Entonces el hombre la azotó con un bejuco y sólo de ese modo reanudó su camino. A poco llegó a un monte tan tupido que le fue imposible avanzar más. Ya se volvía desconsolado cuando una vieja se le acercó y le dijo:

—Toma esta hebra de mi pelo; tírala y podrás seguir tu ruta.

    En cuanto tiró la hebra se abrió una vereda y sin dificultad caminó hasta alcalzar la orilla de un lago. Entonces ahí un venado le dijo:

—Toma esta piedra, échala al agua y lo podrás cruzar.

    El hombre tiró la piedra y como en sueños fue llevado a la otra orilla. Aquí se le apareció un águila y le dijo:

—Toma esta uña de mis garras; te será útil. Ahora sigue tu camino.

    Avanzó y al pasar bajo una anona le cayó en los ojos una gotita de savia y quedó ciego. Entonces un escarabajo le dijo:

—Pásate esta bolita de tierra por los ojos y volverás a ver.

    Se la pasó dos veces y recobró la vista. Siguió avanzando y se detuvo junto a una cueva donde estaban la vieja, el venado, el águila y el escarabajo. La vieja le habló así:

—Ha llegado el término de tu viaje. Entra en la cueva y ahí encontrarás a la muchacha que buscas.

    El venado le dijo:

—Tócala con la piedra.

    El águila le dijo:

—Tócala con la uña.

    El escarabajo le dijo:

—Pásale la bolita por los ojos.

    La serpiente le dijo:

—Rocíala con el agua de tu calabazo.

    El hombre cumplió con lo que le dijeron, pero en eso se le nubló la razón y ya no supo más de sí. Cuando despertó, tenía en sus brazos a la muchacha que le robó Sac Muyal.

juan tul y la ardilla

JUAN TUL Y LA ARDILLA

Ilustración por Jorge Luna

Cierta vez el conejo Juan Tul sostenía con las manos el techo de una cueva. Pasó la ardilla, se detuvo y al verlo en tal apuro le dijo:

—¿Qué haces Juan Tul?

—Ya lo ves, sostengo el techo de esta cueva.

—¿Estarás cansado?

—Mucho.

—Si quieres yo te ayudaré.

—Me harás un favor porque te digo que ya no puedo más.

    La ardilla tomó el lugar de Juan Tul y allí se estuvo horas de horas hasta que cayó en la cuenta de que se trataba de una broma. Bajó las manos y salió de la cueva.

    A los pocos día encontró a Juan Tul y le dijo:

—Me engañaste con eso de la cueva.

    Juan Tul, haciéndose el sorprendido, le contestó:

—Jamás he estado en la cueva que dices. Llevo meses en este zacatal. Por cierto, estoy que me muero de cansancio. ¿Por qué no me das una mano?

—Con mucho gusto— respondió la ardilla

    Juan Tul le echó encima los hatos más grandes de zacate y escapó. La ardilla se rindió bajo el peso y como pudo se escurrió y luego pensó: “Otra vez me engañó Juan Tul”.

    En un camino volvió a encontrar a Juan Tul y le dijo:

—Ya no me engañarás más, Juan Tul. Con este bejuco te voy a dar una paliza.

—¡Qué cosas dices! Desde niño vivo junto a este árbol. Jamás me he alejado de él. No sé, la verdad, no sé de qué me hablas.

—De todas maneras te tengo que castigar.

—¿Y por castigarme así, vas a despreciar las piñuelas que están allí?

—¿Dónde?

—¿No las ves, tonta? ¡Allí, a la orilla del camino!

    Y mientras la ardilla buscaba las piñuelas, Juan Tul desapareció.

    Una tarde, la ardilla tropezó con Juan Tul y le dijo:

—Oye, Juan Tul…

—Yo no soy Juan Tul. Yo acabo de salir del bosque que está del otro lado del camino.

—Entonces ¿me darás un poco de agua? ¡Vengo sedienta de tanto correr!

—¡Claro que sí! Aquí tienes mi calabazo lleno de agua. Bebe hasta la última gota, si quieres.

    Sedienta como estaba, la ardilla bebió de golpe todo el contenido del calabazo y cuando tomó aliento cayó de bruces. Lo que había tomado era aguardiente. Entonces Juan Tul, muerto de risa, le dijo:

—Vieja borracha, ahora alcánzame si puedes. Y echó a correr.

Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

como la sabiduria se esparcio por el mundo

Cómo la sabiduría se esparció por el mundo
[Cuento Anónimo, tradición oral africana.]

En Taubilandia vivía en tiempos remotos, remotísimos, un hombre que poseía toda la sabiduría del mundo. Se llamaba este hombre Padre Ananzi, y la fama de su sabiduría se había extendido por todo el país, hasta los más apartados rincones, y así sucedía que de todos los ámbitos acudían a visitarlo las gentes para pedirle consejo y aprender de él.

Pero he aquí que aquellas gentes se comportaron indebidamente y Ananzi se enfadó con ellos. Entonces pensó en la manera de castigarlos.

Tras largas y profundas meditaciones decidió privarles de la sabiduría, escondiéndola en un lugar tan hondo e insospechado que nadie pudiera encontrarla.

Pero él ya había prodigado sus consejos y ellos contenían parte de la sabiduría que, ante todo, debía recuperar. Y lo consiguió; al menos así lo pensaba nuestro Ananzi.

Ahora debía buscar un lugarcito donde esconder el cacharro de la sabiduría; y, sí, también él sabía un lugar. Y se dispuso a llevar hasta allí su preciado tesoro.

Pero… Padre Ananzi tenía un hijo que tampoco tenía un pelo de tonto; se llamaba Kweku Tsjin. Y cuando éste vio a su padre andar tan misteriosamente y con tanta cautela de un lado a otro con su pote, pensó para sus adentros:

-¡Cosa de gran importancia debe ser ésa!

Y como listo que era, se puso ojo avizor, para vigilar lo que Padre Ananzi se proponía.

Como suponía, lo oyó muy temprano por la mañana, cuando se levantaba. Kweku prestó mucha atención a todo cuanto su padre hacía, sin que éste lo advirtiera. Y cuando poco después Ananzi se alejaba rápida y sigilosamente, saltó de un brinco de la cama y se dispuso a seguir a su padre por donde quiera que éste fuese, con la precaución de que no se diera cuenta de ello.

Kweku vio pronto que Ananzi llevaba una gran jarra, y le aguijoneaba la curiosidad de saber lo que en ella había.

Ananzi atravesó el poblado; era tan de mañana que todo el mundo dormía aún; luego se internó profundamente en el bosque.

Cuando llegó a un macizo de palmeras altas como el cielo, buscó la más esbelta de todas y empezó a trepar con la jarra o pote de la sabiduría pendiendo de un cordel que llevaba atado por la parte delantera del cuello.

Indudablemente, quería esconder el Jarro de la Sabiduría en lo más alto de la copa del árbol, donde seguramente ningún mortal había de acudir a buscarlo… Pero era difícil y pesada la ascensión; con todo, seguía trepando y mirando hacia abajo. No obstante la altura, no se asustó, sino que seguía sube que te sube.

El jarro que contenía toda la sabiduría del mundo oscilaba de un lado a otro, ya a derecha ya a izquierda, igual que un péndulo, y otras veces entre su pecho y el tronco del árbol. ¡La subida era ardua, pero Ananzi era muy tozudo! No cesó de trepar hasta que Kweku Tsjin, que desde su puesto de observatorio se moría de curiosidad, ya no lo podía distinguir.

-Padre -le gritó- ¿por qué no llevas colgado de la espalda ese jarro preciado? ¡Tal como te lo propones, la ascensión a la más alta copa te será empresa difícil y arriesgada!

Apenas había oído Ananzi estas palabras, se inclinó para mirar a la tierra que tenía a sus pies.

-Escucha -gritó a todo pulmón- yo creía haber metido toda la sabiduría del mundo en este jarro, y ahora descubro, de repente, que mi propio hijo me da lección de sabiduría. Yo no me había percatado de la mejor manera de subir este jarro sin incidente y con relativa comodidad hasta la copa de este árbol. Pero mi hijito ha sabido lo bastante para decírmelo.

Su decepción era tan grande que, con todas sus fuerzas, tiró el Jarro de la Sabiduría todo lo lejos que pudo. El jarro chocó contra una piedra y se rompió en mil pedazos.

Y como es de suponer, toda la sabiduría del mundo que allí dentro estaba encerrada se derramó, esparciéndose por todos los ámbitos de la tierra.

FIN

el tlacuache

Memoria y tradición indígenas

La tradición oral es una de las vías a través de las que se conserva viva la memoria de las comunidades humanas. En México la riqueza cultural indígena se preserva en buena medida en los relatos que, transmitidos de generación en generación, exponen asuntos y personajes que hablan de la vida y creencias características de la cosmovisión indígena mesoamericana. Uno de los aspectos importantes de la cultura tradicional indígena es el que trata los mitos de animales. En muchos relatos indígenas los animales juegan un papel fundamental porque asumen actitudes humanas y habilidades sobrenaturales que los emparentan con el mundo de la divinidad.

En varios casos, los animales sirven como intermediarios entre los hombres y los dioses. Entre la diversidad de animales que participan de los mitos y cuentos tradicionales indígenas, el tlacuache tiene un papel protagónico. En la actualidad, este animal es un personaje popular en los cuentos y relatos indígenas y lo ha sido por siglos. Desde los remotos tiempos del pasado prehispánico, el tlacuache ha vivido cerca del ser humano y sus características y costumbres reales o imaginarias lo convirtieron en héroe mitológico de prácticamente todas las culturas mesoamericanas.

¿Qué son los tlacuaches?

Los tlacuaches, también conocidos como churchas, zarigüeyas, cuicas, catitas, zorras mochileras, llacas, coyopollines, comadrejas overas y mucuras, entre otros nombres, son marsupiales americanos cuyos más lejanos antepasados quedaron aislados en América del Sur cuando ésta, separada de África, formó una inmensa isla. Así los tlacuaches se extendieron desde la Pampa argentina hasta Norteamérica. El tlacuache es un animalito de pelo corto color gris que llega a medir hasta 45 centímetros de largo sin considerar la cola. Tiene el hocico puntiagudo, las orejas cortas y redondas, las patas cortas en relación con el cuerpo y una cola larga que le sirve para colgarse y para coger cosas y transportarlas.
Una de las peculiaridades de estos animales es que fingen estar muertos (se quedan inmóviles con los ojos vidriosos y la lengua de fuera) como estrategia de subsistencia frente a los enemigos. Y cuando están asustados emanan un penetrante olor a ajo para ahuyentar a sus perseguidores. Los tlacuaches comen casi de todo: pequeños mamíferos, aves, huevos, anfibios, culebras, frutos, tubérculos. Son hábiles trepadores y burladores de obstáculos, y cuando habitan cerca del ser humano roban a éste los granos que tiene almacenados en sementeras y trojes. También se beben el jugo azucarado del aguamiel de los magueyes abiertos por los campesinos y se comen a las aves domésticas, por lo que es considerado una plaga cuando habita cerca de los gallineros.

El tlacuache, héroe de la mitología indígena antigua

El vestigio más antiguo que se ha encontrado de la representación de un tlacuache es la de una pequeña figurilla de barro encontrada en Tlapacoya, Estado de México, que se calcula que fue hecha hacia el año 1000 a. de N. E. Según se aprecia en las fuentes indígenas del pasado, la figura del tlacuache fue cargándose de símbolos muy variados. Sus imágenes en códices mesoamericanos lo vinculan al juego de pelota, al cruce de caminos, a la decapitación, a las ceremonias de año nuevo, a la Luna y al pulque.
En las imágenes que lo muestran luce mantos multicolores, tocados ricos, bastones de sonajas y se sienta en taburetes cubiertos con la piel del jaguar. Tampoco falta la representación del tlacuache entre las joyas mixtecas de oro encontradas en la Tumba 7 de Monte Albán. En los textos mayas, como el Popol vuh o el Chilam Balam de Tizimín, aparece el tlacuache como señor del crepúsculo matutino o como representación de los dioses que sostienen el cielo. Es un hecho verificable que para el periodo Clásico mesoamericano (600 – 900 d. de N.E.) este animalito había sido divinizado.

Este animalito fue un personaje importante en diversas tradiciones indígenas del pasado. El mito más importante y extendido del tlacuache, es el que relata las proezas del marsupial cuando robó el fuego a los seres celestes o a los habitantes del inframundo para dárselo a la humanidad. Según este relato, el tlacuache se acercó a una hoguera y encendió su cola, que a partir de entonces quedó pelada, o bien escondió la brasa en su bolsa de marsupial. De cualquier modo, en prácticamente todas las mitologías indígenas mexicanas se le presenta como un gran benefactor para los hombres.

El tlacuache, personaje vivo en la tradición indígena contemporánea

Actualmente, el tlacuache como personaje mitológico sigue vigente. Por ejemplo, una de las 18 veintenas o “meses” que dividen el año de los indígenas tzotiles recibe su nombre. Asimismo, los mayas creen que la basura algodonosa de las madrigueras de los tlacuaches puede mezclarse con pólvora para matar un venado fabuloso, que es de “puro aire” y que pertenece a San Jorge. En diversas comunidades puede encontrarse su efigie colgada en templos y hogares.

Además, en muchos cuentos y mitos indígenas tiene un lugar privilegiado. En éstos se le muestra como el jefe del mundo, el resistente a los golpes, el despedazado que resucita, el astuto que enfrenta el poder de los jaguares, el jefe de los ancianos consejeros, el civilizador y benefactor, el abuelo respetable y sabio. En la tradición popular el tlacuache es astuto, ladrón, borracho, fiestero, parrandero y lascivo. El mito de este animal también ha confluido con la tradición cristiana y algunas versiones lo ligan al nacimiento de Jesús: en este caso se dice que la Virgen y el Niño padecían frío, y el tlacuache robó el fuego para calentarlos.

En diversos cuentos populares, el tlacuache y el jaguar son los equivalentes regionales de la famosa pareja del conejo y el coyote. En estas narraciones el personaje débil pero astuto (tlacuache), burla la fuerza de su adversario, poderoso y cruel (jaguar). Uno de estos cuentos, en donde el célebre animal se libra de la amenaza de ser comido por un jaguar, es una de las narraciones tradicionales de la comunidad indígena Chamula, en el estado de Chiapas. A continuación te presentamos este relato, ¿cómo se sale con la suya nuestro pequeño personaje?

Cuento Chamula
El cuento tradicional del tlacuache y el tigre

Por Filoberto Guzmán Arcos

Había una vez en medio de la selva un tlacuache. Estaba encaramado en una mata de coconabe comiendo la fruta, cuando en un momento dado andaba paseando por ahí un tigre.
Al escuchar un ruidito alzó la vista y logró ver al tlacuache, y le hizo una pregunta:
—¿Qué andas haciendo en esa mata de coconabe?

El otro le respondió que estaba comiendo fruta.

El tigre volvió a preguntar:
—¿Qué es esa fruta?

A lo que le respondió:
—Son los coyoles

Entonces el tigre decidió comer uno también para saber si es sabroso el fruto.

Le pidió al tlacuache que aventara uno para que lo probara. Entonces como el tigre llevaba mucha hambre lo quiso tragar entero, pero no pudo, quedó trabado en su garganta, de allí se quedó privado hasta que se sacó la fruta. Cuando se recuperó empezó a perseguir al tlacuache para comérselo. Pero como el tlacuache andaba deteniendo una piedra para construir su casa, cuando llegó el tigre, éste le preguntó qué estaba haciendo. Entonces el tlacuache le pidió ayuda al tigre para que él pudiera ir a buscar unos palos. Pero de allí ya nunca volvió, entonces el tigre decidió soltar la piedra, pero como le había dicho que no fuera a soltarla porque se quedaría aplastado, no lo hizo, pero se había cansado, entonces la soltó y pegó un brinco pero la piedra siguió en su lugar.

Entonces el tigre se enfureció y persiguió al tlacuache hasta encontrarlo. Al fin el tigre encontró una galera en medio de un cañaveral, y allí estaba el tlacuache cruzado de piernas, tocando guitarra porque allí iba a realizarse una fiesta de boda. Entonces el tlacuache dijo al tigre que si quería tocar la guitarra, porque él iba a alcanzar al padre y a los que iban a contraer matrimonio. Pero le dijo que no dejara de tocarla y que no fuera a voltear la vista hasta que escuchara el primer cuetazo, y así lo hizo, cuando escuchó ese ruido volteó la vista, pero estaba rodeado de fuego, entonces dejó tirada la guitarra y se echó a correr saliendo todo chamuscado y muy molesto, iba con mucha decisión de encontrar al tlacuache y comerlo, por lo que se dedicó a perseguirlo.

Por fin llegó a una lagunita y casi en medio de ella se encontraba un árbol, entonces el tigre quiso tomar un poco de agua, cuando de pronto se dio cuenta que el tlacuache estaba allí, debajo del agua, entonces el tigre se puso a beber toda el agua, pero no pudo terminarla, se llenó mucho de tanta agua. Se acostó boca arriba, y se dio cuenta que arriba del árbol estaba trepado el tlacuache. Entonces el tigre le dijo que bajara de allí, pero el tlacuache no quiso. Entonces el tlacuache dijo que sí, pero que el tigre se lo tragara entero, y así lo hizo el tigre, se lo tragó vivo y entero. Al rato el tigre fue a arrojar, y ahí quedó tirado el tlacuache por un momento, y después le dijo al tigre:

—Te gané de nuevo.

Al volver la vista el tigre, vio cómo salió corriendo el tlacuache.

Fuente:
González Casasnova Henríquez, Pablo (compilador): Historias, Leyendas y cuentos de las comunidades de Chiapas.
México, UNAM / Universidad Autónoma de Chiapas, 1998.

López Austin, Alfredo: Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana.
México, Alianza Editorial Mexicana,1990 (Alianza estudios Antropología).

la abuela, el viejo y la educacion

La madre, la abuela, el viejo del pueblo y la educación

El viejo transmite sabiduría y cuentos como el del tío conejo y el coyote grande y tonto. El conejo al verse perseguido por éste, se mete en una cueva oscura. Al llegar el coyote lo toca y el conejo responde con voz fuerte y ronca: “¿ quién me toca la rodilla?” lo que hace que el coyote huya de inmediato. Así entran los viejos a educar. La abuela se pone a hablar de la experiencia de los otros: “el tío se casó y siempre estaba discutiendo. Tienes que hablar con tu hijo, con tu nuera, ya desunció su yunta y se fue al pueblo. El tío tiene un dolor por hacer corajes, por eso no hay que pelear. Si hay buen alimento, carne y buena comida se amargó con el coraje; con amor saben buenos el frijol y la tortilla. Hay que acordarnos del difunto Don Bichel, él se murió por tantos corajes”.

Por eso los niños van a buscar a los viejos, a las abuelas, a oír cuentos no violencia.

El abuelo dice una oración antes de empezar a hacer el surco:

“Que el Creador guíe mis pasos”.

Si hay un trabajo difícil se dice una oración. En las asambleas se empieza por sahumar, es parte del ritual ceremonial de nuestros pueblos. Si algo se hace mal es contra nosotros. Esta educación no la da la escuela. La educación debe ser integral. La primaria debe ser en nuestra lengua. “…ya no hables náhuatl te van a despreciar” decía mi abuela.

Mi madre me enseñó un valor: nadie te debe pegar, me dijo.
Escuelas, caminos, presas…
(Grabado de Alfredo Zalce)

Si hay maltrato en la casa, hay varazos en la escuela. Mi madre se peleaba con la maestra cuando nos trataba mal, decía que no tenía derecho a pegarles a los alumnos y si seguía iba a la Secretaría de Educación Pública para que la corrieran. Si tu mamá te quiere, no acepta que nadie te haga daño. También se daban otros casos distintos, como el del niño que acusó la maestra con el papá y él le pegó a Pedro, delante de los alumnos y de la maestra. Al niño hay que explicarle el valor de no dejarse. A mis hijos los llevo a las fiestas del pueblo, busco enseñarles a tener orgullo por su identidad. El Día de Muertos y de Todos los Santos, cuando vienen las almas mis hijos van allá a convivir con nuestros difuntos; el día 12 de diciembre, fiesta de mi pueblo, ellos también van allá importa que si van lo hagan porque quieren, no obligados por los padres. Los hijos le llevan la comida al papá que trabaja en el campo. La comunidad educa a toda la comunidad. Los niños salen de la escuela y la mamá los espera a comer. De diez a once de la mañana las mamás llevan tortillas y guisadito para que coman sus hijos bajo la sombra de los árboles. Los niños se sienten bien. Eso es fortalecer la autoestima. En Xalitla, Guerrero, los papás también llevan la comida a los niños. Si me pregunta cómo es mi pueblo, respondo: es el más bonito del mundo. Tiene un arroyito pequeño que pasa por la mitad del pueblo, cuenta con 3 mil habitantes, su población es flotante, se dedica a las artesanías y muchos trabajan en Estados Unidos.

El campo está abandonado, es muy pobre. Mi pueblo está en una zona muy árida, por el arroyito que pasa se ve verde.

A diez kilómetros está el Alto Balsas, que es el río grande de la región. Mi pueblo es un sobreviviente del desastre del gobierno. En 1990 se dio la defensa contra la inundación con que amenazaba el proyecto de una presa hidroeléctrica, 22 pueblos se opusieron; es la única lucha ganada en función del acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ganamos porque nos movilizamos. Se formó el Consejo de Pueblos Nahoas del Alto Balsas, contra la inundación de la presa, con diez programas, y del cual yo formé parte. Se desarrolló un Plan Alternativo para el Desarrollo Autónomo del Alto Balsas, que incluye: educación, salud, producción agropecuaria, capacitación técnica permanente, y cultura, también se mandó a un muchacho a estudiar medicina a Cuba. Pero se necesita dinero para hacer más. La cultura no puede florecer en la nada, no es sólo espíritu. Hay en Totomixtlahuaca, en la Montaña Alta de Guerrero, una banda de música con niños ellos tocan con instrumentos de viento y tambores rotos; se llama la Banda de los Pelones, tienen una enorme sensibilidad y tocan bien, en seis meses aprenden a tocar un instrumento. Para que la música florezca se buscó apoyo con la Secretaría de Educación Pública, Conaculta, Museo de Culturas Populares. También está el caso de Nicolás de Jesús, pintor de Ameyaltepec, Guerrero, que ha expuesto su obra en Chicago, Italia y París. En Pahuetlán, Puebla, se trabaja la pintura en papel amate. Hay arte, lenguas y derechos indígenas que no se reducen a usos y costumbres. Los derechos se deben elevar a rango constitucional. No se trata de culturas subalternas de bajo calibre, sino alternas.

La desnutrición afecta la capacidad de aprendizaje; no obstante se da un aprendizaje excepcional en condiciones de miseria. No se trata de la educación para un grupo de retrasados mentales; hay padres de familia trilingües, los hijos aprenden en la escuela sólo el español. En Estados Unidos a diferencia de lo que pasa en México, sí se cultiva la enseñanza de la lengua materna como defensa de los migrantes indígenas. Aquí nos quieren ver a pie, con huaraches y taparrabos, hablando sólo nuestra lengua materna. Muchos viajamos por diferentes partes del mundo a través de las organizaciones internacionales. Cada año se reúnen en la ONU, en Ginebra, cerca de mil indígenas en el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas, que es un foro internacional permanente. No planteamos cerrarnos a otras culturas, ni al teléfono y a la Internet. La comunidad se va moldeando, queremos ser indios tecnologizados, quisiéramos usar las altas tecnologías en las montañas altas de Guerrero.

Marcelino, el ex diputado, la voz de los indígenas en foros internacionales, autor de libros y artículos publicados en diferentes revistas sobre la realidad de un mundo en el que habitan diez millones de mexicanos, los que piden condiciones para vivir dignamente, y se niegan, además, a que desaparezcan de nuestro planeta la riqueza de su pensamiento, de sus lenguas, de su arte, así como la de sus bosques, ríos y tierras, tradiciones, motivo por el cual, él y otros muchos dirigentes indígenas trabajan por el reconocimiento de sus derechos y una educación de calidad para sus pueblos.

Por eso viajaron los zapatistas de Chiapas hasta la ciudad de México, en marzo del 2001, para poner sobre la mesa del Congreso de la Unión sus sueños y demandas.

el petiso-1107

Se dice que es un niño que murió sin ser bautizado o un niño malo que golpeó a su madre. Es muy pequeño, lleva un sombrero grande y llora como una criatura. Tiene una mano de hierro y otra de lana, cuando se acerca a alguien le pregunta si con cuál mano desea ser golpeado. Algunos dicen que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro.
Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele.
Posee unos ojos muy malignos y dientes muy agudos. Suele aparecer a la hora de la siesta o en la noche en los cañadones o quebradas. Tiene predilección para con los niños de corta edad, aunque también golpea sin piedad a los mayores.
En la zona de los Valles Calchaquíes existen dos historias muy curiosas con respecto al duende:
Una cuenta que un arqueólogo, internándose en el cerro a horas de la siesta escuchó el llanto de un niño. Al acercarse vio un párvulo en cuclillas y con la cabeza gacha. Cuando le preguntó si qué le sucedía, el niño alzó su maligno rostro y mostrando sus agudísimos dientes al tiempo que sonreía, le dijo:

– Tatita, mírame los dientes…

El “gringo” salió corriendo tan veloz como las piernas le daban y nunca regresó.
La otra historia, narrada por Lucindo Mamaní, de Tafí del Valle, cuenta que se vió al duende conversando en un zanjón con un niño que estaba a su cuidado (actualmente un prominente médico). Al acercarse don Lucindo, el duende -llamado “enano del zanjón” por los lugareños salió huyendo.

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