Los manifiestos en nahuatl de Emiliano Zapata

Los manifiestos en nahuatl de Emiliano Zapata

Primer manifiesto :

A la división Gral.Domingo Arenas
Tlaxcala,Tlaxcala

Manifiesto emitido en Tlaltizapan,Mor. el 27 de abril de 1918

An jefes ,oficiales huan soldado de la división Arenas
Tlen tonochtin oticchiaia yo tiquitaque
Axcan,yegua non o mo chihuazquia axcan nozo moztla denan
moxelozquia de necate non aquihque quitlacachihuan in
Venustiano Carranza, yehuan aic nan mech mapalehuihque,
ni an aic nan huel titlazohtlaque ihuan quema nan mech
tlalilihque miac necah cayahualiztli huan miac nexicoaliztli ica non coali nan quitaque de que amo nan mech
tlacapohque qui nequia quicocozque nan momahuizo
huan
nan mech tlah tlaczazque nonques aic nan mech
ititihque nepech teca oquich matiliztli non aic mochia
de necate oquichtin tlen cazihcamati zan de
teco tlazohtlaliztli huan de nepech tecaliztli
tlanequilizticayopa, huan de netlaca matiliztli i tlaca
tiampa ipan tlen te huaxca huan itech aquin tequit
quichihua non neiz cuepaloni ipan amocualli tlahtuani
nan
mahuizotia huan qui tlipoloa neca inamiquiliztli de nan
mo tlahtlacol
tehuani tlen tic icxi chia man tlatlani ipehualoni
netehuiliztli huan nezetiliztli de to nochtin ti
mo tehuianime itlampa ze bandera
huan ihco mo hueichihuaz non neyolo cetiliztli
tlen aic quitlanizque non quez tecamacayahque huan nochtin aquihque
quin micahuia non qui tlacachihuan Carrancismo; tehuanti
ica nochi toyolo ticmati ilcahuazque nan yehuahca nexicoaliztli
tan mech yolehua nan mo nochtin ihuan aquí quinequiz
de namehua nan mo pohuazque itlampa to bandera ca huel
yehua ihuaxca in altepetl ihuan tonahuac nan tequitizque
ipampa nezetil-netehuialoni,yehuan nan axcan y huan axcan
in cachi huei tequitl tlen ticcihuazque ixpan to

tlalticpac-nantzi, mihtoa patria
man tic tehuica neca, amo cualli oquichtli, Carranza, to
nochtin huel yehuatl, totecococayo; man ti mo palehuica

to zepamiampa ihun ihcantic tlanizque neca huey tlanahuatile
ipehualoni tlale, libertad ihun justicia; man ti cumpliroca
to tequi de nete huiloanime huiztique yhuan quimati tlen
quichihuazque; nan, tlen huei ihuan tlen tlalticpac tlazohnantzi, nan mech yolehua nin cuartel general den

Ejercito libertador

Icanon nicchihua nin tlahtol tlanahuatiliztli, ihuan nochi necate
Aquihque quitzizque to netehuiliz, yehuatl man ye aquin zazo
Qui pahpaquilizpias hueli, huan melahuac cualinemiliz
Itech inin yahui to mahuiztica tlahtol, de cualli oquichtin ihuan de cualli netechhuiloanime.

Reforma,libertad,justicia y ley.
Cuartel general
Tlaltizapan,Mor a 27 de abril de 1918

El General en jefe del Ejercito Libertador.
Emiliano Zapata

Nota:Tic tlatlahtia, imac ahzic nin tlanahuatile man quin papanoltili nochtin oquichtli de non altepemeh.

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LOS MANIFIESTOS EN NAHUATL DE EMILIANO ZAPATA

A la división, Gral. Domingo Arenas

Tlaxcala,Tlax.

Primer manifiesto

Emitido en Tlaltizapan,Mor, el 27 de abril de 1918.

A los jefes, oficiales y soldados de la división Arenas
Lo que todos esperábamos, ya lo hemos visto
Ahora, aquello que sucedería ahora o mañana, de ustedes
Se dividirían de aquellos a quienes allá engendra
Venustiano Carranza. Ellos nunca los favorecieron con sus manos
Ni nunca a ustedes quisieron bien y si a ustedes
Pusieron muchos engaños y muchas envidias;
Con esto allí bien vieron como a ustedes no
Los estimaron como hombres, querían herirlos, que a ustedes no los honrarían
Y a ustedes hacerlos a un lado; esos nunca , a ustedes
Hicieron ver que tenían un aprecio humano respetuoso; allí nunca se hacían
De esos hombres, algo que sea comprensión adecuada, solo de
Afecto por otros y de estimación respetuosa, voluntariamente,
Y de saber propio de humanos, que proviene de lo humano
En cualquier cosa perteneciente a otros, y en aquello que alguien realiza un trabajo.
Al dar vuelta al rostro al no buen gobernante, a ustedes los honra y borra ese recuerdo de su falta.
Nosotros eso que nosotros esperamos, que logren sus principios
De la acción de lucha, y de la unidad de todos, nosotros
Los que nos apretamos junto a una bandera
Y con esto se hará grande la unidad de corazones de la gente
La que nunca acabaran esos burladores de la gente y todos aquellos
A los que enluta y engendra el carrancismo; nosotros
Con todo nuestro corazón, sabemos olvidar la antigua envidia
Nosotros los invitamos a ustedes, a quien quisiera
De ustedes, los contare al lado de nuestra bandera, porque bien
Ella es propiedad del pueblo y a nuestro lado trabajaran
Por la unidad de lucha, ello, ahora y ahora;
De alguna manera el gran trabajo que haremos ante nuestra
Madrecita la tierra, la que se dice patria.
Combatamos al que esta allí el mal hombre, Carranza,
Para todos nosotros el, nuestro atormentador;
Ayudemos hacia nuestra unión y así lograremos ese gran mandato,
Los principios de tierra, libertad y justicia; que cumplamos
Nuestro trabajo de revolucionarios decididos, y sepamos que
Habremos de hacer allí eso grande, y eso para nuestra
Querida madrecita la tierra, a ustedes invita este cuartel general
Del Ejercito Libertador
Por ello hago esta palabra-mandato y a todos los que alli estan
Quienes se apeguen a nuestra lucha, ese, quienquiera que sea,
Gozara una recta vida buena.
En ello va a nuestra palabra de honra, de hombres buenos y de
Buenos revolucionarios.

REFORMA, LIBERTAD, JUSTICIA Y LEY.

Tlaltizapan, Mor. a 27 de abril de 1918.

El general en jefe del Ejercito Libertador.

EMILIANO ZAPATA

Nota: Nosotros rogamos a aquel que a cuya mano se acerque este manifiesto

Que lo haga pasar a todos los hombres de esos pueblos.

HAY CUATRO CLASES DE PERSONAS FRENTE AL CAMINO ESPIRITUAL.-

HAY CUATRO CLASES DE PERSONAS FRENTE AL CAMINO ESPIRITUAL.-

LOS PRIMEROS son los que aun no han despertado a la necesidad de beber el agua del manantial de la vida. Aquellos, aun no tienen sed del AGUA VIVA, de la única agua que les podría saciar todas sus necesidades; estas personas VIVEN EN EL MUNDO Y PARA EL MUNDO, aman aquella cárcel dorada que se han creado y que el sistema les asigna como cuota frente a su voluntaria inconsciencia.

Estas personas tienen un Dios y muchos dioses, creados a su imagen y a la medida de sus necesidades. No tienen más necesidad que de su fuerza para sobrevivir como aves rapaces en la jungla de la civilización o como roedores que escarban entre las sobras de los reyes de este mundo.

Evadirán una y mil veces la responsabilidad de descubrirse como Seres Humanos para no tener que apartarse del fango de sus bajos instintos en los que se revuelcan como cerdos cebados que algún día irán al matadero. Estos primeros, atados al plano, repetirán en otros mundos el plano que no supieron aprovechar por haber rechazado la oportunidad que este les brindó para definirse.

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Hay un SEGUNDO GRUPO de personas que ya despertó a la necesidad de encarar su CAMINO ESPIRITUAL, pero están tan oprimidos por el sistema y por sus bajas pasiones, por aquellas manifestaciones del EGO, que les impide tomar su propio compromiso de realizarse, que se limitan a cuestionar a otros sin comprometerse ellos.

Son aquellos que buscan a alguien que pueda garantizarles un desarrollo seguro, sin riesgo alguno; son los seguidores de mil y un grupos, pero son incapaces de sacrificar nada.

Si hay alguien que esté dispuesto a vivir y morir por ellos, a ése le seguirían y hasta lo ayudarán a morir. Estos están caminando en círculo, porque aun NO han desarrollado la capacidad de encarar sus errores, de aceptarlos y menos aun de superarlos; no saben perdonar, pues tendrían que empezar por ellos mismos y darse una oportunidad.

Este grupo de personas, busca todavía colmar sus deseos a los que falsamente denominan “Vivir el Amor”.

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El TERCER GRUPO, es el que conforman aquellos que continuamente se equivocan, de aquellos que TROPIEZAN por tomar iniciativas y por plantearse seriamente con prioridad un camino de decisiones, buscando en una u otra forma, sinceramente la Luz, pero allí donde se puede hallar, dentro de uno y en la relación con el prójimo.

Este tercer grupo insiste tercamente una y otra vez, levantándose por encima de sus desalientos, porque ya han desarrollado la capacidad de Perdonar. Son estos los que a golpes aprendieron a aceptar y amar a cada cual, tal como es…

Este tercer grupo posee una gran VIRTUD y es LA PERSEVERANCIA, porque en la aventura espiritual solo está garantizado el triunfo del que llegue hasta el final. Hay aun mucha oscuridad y uno tendrá que golpearse mucho antes de que pueda andar definitivamente en la luz.

Estas personas ya empezaron a morir a sí mismas, pues son concientes de su tarea de abrir el camino con el ejemplo.

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El CUARTO GRUPO es aquel que lo forman AQUELLLOS QUE MURIERON A SÍ MISMOS POR EL AMOR; aquellos que crucificaron el egoísmo y negaron su vinculación con el mundo y el imperio de los sentidos.

Solo cuando nuestro AMOR sea más grande que nuestro APEGO a la vida, recién allí aprenderemos a vivir, pero plenamente y ya no necesitaremos pedir del agua viva, pues seremos como manantiales inagotables de una belleza sin igual…

Huelli Tecuilhuitl Metztli.
Ipan noyolo ipan noilhui

Literatura Prehispánica en México

Literatura Prehispánica en México

Introducción

México es el país con mayor cantidad de hablantes del idioma castellano en el mundo.

Sin embargo, 500 años después del traumático choque cultural que impuso allí la hegemonía del español, varios millones de individuos preservan en su territorio el uso de 56 lenguas prehispánicas sobrevivientes.

Algunas de ellas van desafortunadamente en camino de transformarse en lenguas muertas, pero otras muchas incrementan su número de hablantes en cada nuevo censo.

El náhuatl es utilizado actualmente por un millón y medio de individuos que habitan en 16 diferentes estados mexicanos y algunos sitios de la vecina República de El Salvador. Las lenguas mayas, como el maya yucateco, quiché, cackchiquel, tzotzil y tzeltal, tienen unos cuatro millones de hablantes en territorios de México, Guatemala, Belice y El Salvador.

Sólo en el estado mexicano de Oaxaca, por ejemplo, la mitad de sus pobladores actuales habla alguno de los 16 idiomas nativos como el zapoteco, mixteco, chinanteco, mixe, etc.

En otras regiones son importantes el idioma otomí (en los Estados de México y Puebla), el totonaco (en Veracruz), o el tarasco (en Michoacán), por citar sólo algunos ejemplos.

Diversos trabajos antropológicos, etnológicos y lingüísticos desarrollados durante el siglo XX, sobre todo a partir de la Revolución Mexicana, permitieron que buena parte de la sociedad retomara contacto con una rica tradición de canciones, poemas y relatos que las comunidades indígenas habían preservado tenazmente a lo largo de varios siglos.

Se volvió entonces absurda la pretensión de fijar como inicio de la literatura mexicana la aparición de las “Cartas de Relación” de Hernán Cortés a los monarcas españoles, como solían sostener algunos tratadistas.

La persistencia de las etnias autóctonas a lo largo de la historia del país, y su presencia en la realidad social y cultural del México actual, obligan con toda justicia a reconocer que la literatura mexicana abreva en remotas fuentes de la cultura mesoamericana, muy anteriores a la irrupción del idioma español.

Aquella notable tradición prehispánica fue nutriendo, después del encuentro con los europeos y a través de varios siglos, una producción literaria indígena transcripta ahora en alfabeto latino. Esto se manifestó en obras del período colonial y del México independiente, hasta llegar a la actualidad.

Por otra parte, el avance de los estudios arqueológicos e históricos permitió recuperar e interpretar muchos antiguos textos. Se conservan actualmente en diferentes lugares del mundo, quince códices prehispánicos y 948 elaborados o copiados con posterioridad a la conquista, cuyo análisis ha permitido rescatar importantes muestras de la producción literaria autóctona.

En México se asiste actualmente a un renacer de la literatura en lengua indígena, lo que ha propiciado incluso influencias sobre la obra de grandes autores contemporáneos en lengua española como Juan Rulfo, Octavio Paz o Carlos Fuentes, por citar sólo algunos de los más afamados.

Por todo ello, consideramos imprescindible iniciar este espacio de nuestra página con una referencia dedicada a la literatura mexicana prehispánica.

La literatura indígena anterior a la Conquista

La cultura había alcanzado un notable nivel de desarrollo en amplias áreas del actual territorio mexicano para la época de la invasión española.

Lo que podríamos llamar literatura prehispánica tenía allí importantes manifestaciones sobre todo en lengua náhuatl y otras del tronco maya.

Las composiciones literarias se conservaban de modo oral, pero en muchos casos se recurría a la interpretación de lo que aparecía pintado en lo que se denominaba en náhuatl un amoxtli, libro indígena elaborado con largas tiras de papel amate o cuero de venado plegados, que contenían dibujos picto-glíficos muy desarrollados y que permitían evocar los cantos y relatos a los que estaban capacitados para interpretarlos.

Los mayas consiguieron desarrollar una escritura glífica de carácter logosilábico, es decir que combinaban signos o glifos que representaban un concepto o pensamiento con otros que fonéticamente registraban sílabas. Con ellos podían escribir textos labrados sobre piedras, o pintados sobre cerámicas y libros.

Lamentablemente, no ha llegado hasta nosotros evidencia física de ninguno de sus libros aunque se sabe que existieron. Subsisten en cambio, gran cantidad de textos en piedra labrada y cerámica.

Los mayas desarrollaron también una profusa tradición oral de cantos y relatos.

La escritura maya no ha sido totalmente descifrada aún. Algunos lingüistas como el ruso Yuri Knorosov sostienen que el sistema comprendía unos 300 signos ideográficos, combinados con otros fonéticos y los de un tercer tipo que sin ser leídos ayudaban a precisar el sentido de las palabras.

La escritura de los nahuas y mixtecos, también era logosilábica pero muy inferior a la maya, por lo que entre ellos la oralidad debe haber alcanzado enorme desarrollo.

Todos acompañaban la escritura de sus símbolos con poderosas imágenes de fuerte contenido semántico, tanto en los monumentos labrados como en los objetos pintados.

El francés Jacques Soustelle en una obra clásica sobre la cultura mexica sostiene que “…el náhuatl posee todas las cualidades que exige una lengua culta…Se presta admirablemente a comunicar todos los matices del pensamiento…Era materia prima de selección para una literatura”. Los habitantes de Tenochtitlán estaban orgullosos de su idioma y menospreciaban a quienes hablaban otras lenguas.

En la región nahua, era siempre un tlamatini o sabio indígena el encargado de interpretar los signos del amoxtli o libro de pinturas. Algunos de éstos eran denominados cuicamatl o libro de cantos.

Los “amoxtli” eran elaborados por artesanos especializados conocidos como tlacuilos y preservados en verdaderas bibliotecas denominadas amoxcalli.

El proceso de lectura e interpretación de lo que estaba pintado en un “amoxtli” se denominaba amoxohtoca, que suele traducirse como “seguir el camino del libro”.

Los “tlamatini” poseían una notable retórica ya que habían sido formados en los calmecac, las escuelas superiores de nobles y sacerdotes indígenas.

Algunos de éstos tenían como función reunir a los hombres del pueblo o macehuales y enseñarles los cantos que habían sido elaborados por hombres ilustres de la clase superior o pipiltin.

Existen evidencias de que en la zona nahua, poco antes de la conquista española, había por lo menos cuatro centros intelectuales con importante producción literaria: México-Tenochtitlán, Tezcoco, Puebla-Tlaxcala y Chalco-Amecameca.

Los llamados forjadores de cantos que han sido identificados hasta ahora son:

En la región de México-Tenochtitlan: Tochihuitzin Coyolchiuhqui, Axayácatl (¿ – 1481), Moquihuitzin de Tlatelolco, Macuilxochitzin (1435 – ?), Teonximac de Tenochtitlan, Temilotzin de Tlatelolco (¿ – 1525), Totoquihuatzin de Tlacopan (¿ – 1472), Tetlepanquezanitzin de Tlacopan (¿ – 1521) y Oquitzin de Azcapotzalco,

En la región de Tezcoco: Nezahualcóyotl de Tezcoco (1402-1472), Cuaucuauhtzin de Tepechpan, Nezahualpilli (1464-1515) y Cacamatzin de Tezcoco (1495-1519)

En la región de Puebla-Tlaxcala: Tecayehuatzin de Huexotzinco, Ayocuan Cuetzpaltzin de Tecamachalco, Xayacamach de Tizatlan y Xicohténcatl (¿ – 1522)

En la región de Chalco-Amecameca: Aquiauhtzin de Ayapanco y Chichicuepon de Chalco (¿ – 1486)

El choque de dos culturas

Cuando los conquistadores advirtieron la influencia que sobre la ideología indígena tenían los”amoxtli” (a los que hoy conocemos como códices), se dedicaron con tenacidad a destruirlos bajo el argumento de que eran obra del demonio.

Temerosos de la transmisión oral de conocimientos prohibieron también los cantos indígenas.

Quien poseyera un “amoxtli” arriesgaba entonces su vida. Hay testimonios de la Inquisición en los cuales la principal acusación de herejía la constituyó la tenencia de un códice.

Sólo unos pocos funcionarios y religiosos humanistas advirtieron durante el siglo XVI lo insensato de ésta política e intentaron rescatar algo de la tradición oral y del testimonio impreso en aquellos valiosos libros.

Destacaron en ese empeño los franciscanos Bernardino de Sahagún y Toribio de Benavente Motolinía, los dominicos Bartolomé de las Casas y Andrés de Olmos, el Obispo de Michoacán Vasco de Quiroga y el Oídor (funcionario real) Alonzo de Zurita, entre otros.

Como la tarea evangelizadora les exigía una comunicación fluída con los indígenas, algunos frailes aprendieron los idiomas de estas tierras y comenzaron a representarlos por escrito adaptando los sonidos al alfabeto latino.

Con este método fueron alfabetizados algunos nobles indígenas y comenzó el mestizaje cultural.

Si bien esta acción quebró la concepción de oralidad e interpretación de códices, que había regido hasta entonces en la expresión literaria mesoamericana, permitió al menos la preservación de una parte de los antiguos contenidos aunque también se produjeron manipulaciones para adaptar aquellas formas a la nueva ideología dominante.

Estos procedimientos han alimentado una vasta polémica.

Algunos estudiosos consideran que toda aquella manifestación literaria cuya autoría o antigüedad no puede precisarse absolutamente sólo debe considerarse como folklore literario.

Otros cuestionan la validez de los procedimientos de rescate de los textos orales cuando se los traslada a la palabra escrita.

Se sabe que, como forma de resistencia, muchos recitadores variaban sus cantos en presencia de los españoles. Estos por su parte hacían esfuerzos por incorporar a los cantos referencias cristianas e incluso con posterioridad ordenaron componer directamente textos evangelizadores.

Es sintomático lo sucedido, por ejemplo, con los huehuehtlahtolli o “antigua palabra”, conjunto de normas y consejos sobre amplios temas, desde ideales morales hasta cuestiones prácticas, que los sabios nahuas transmitían verbalmente a sus descendientes.

Esta forma de literatura oral fue muy importante para la preservación de la cosmovisión y tradiciones en Mesoamérica.

Algunos de éstos parlamentos retóricos fueron transmitidos por notables recitadores, durante el siglo XVI, siendo transcriptos en idioma náhuatl con ayuda del alfabeto latino aportado por los españoles.

Los frailes comenzaron a usar entonces algunos “huehuehtlahtolli” como instrumento para la evangelización, al advertir su poderosa fuerza retórica y el contenido moral de su mensaje, extrapolando las referencias a los antiguos dioses del panteón indígena por la del dios creador de la nueva religión monoteísta.

Esta acción permitió la sobrevivencia de aquella forma literaria prehispánica.

Por otra parte, los nobles indígenas sobrevivientes a la invasión y sus descendientes comenzaron a producir obras escritas en náhuatl con el alfabeto latino, muchas de ellas basadas en los “amoxtli” todavía existentes.

Varios de éstos manuscritos permanecen anónimos, como los Anales históricos de la Nación Mexicana o Anales de Tlatelolco, la Historia Tolteca-Chichimeca o Anales de Cuauhtinchan , la Leyenda de los Soles y los Cantares Mexicanos.

Los nombres de algunos autores son conocidos como los de Gabriel de Ayala, Cristóbal del Castillo, Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, autor de la Octava Relación, o Fernando de Alvarado Tezozómoc, autor de la famosa Crónica Mexicáyotl.

Síntesis

Territorio mágico de develaciones, si la palabra viene desde el corazón del hombre; posibilidad de esplendor o de aberrante dominio; lugar de encuentro y de misterio; cuerpo orgánico donde la vida puede tener lugar: llamemos a la voz de cada pueblo su literatura.

Y si México Antiguo supo tener una cultura magnífica, ahí está con ella como una savia dorada la luz de su propia palabra.

Pueblos dueños de un mundo y de la voz que narra, crea y conserva dicho universo; ancestral y profunda, la tradición y el recorrido de la literatura en Mesoamérica se remonta al proceso mismo de su historia.

En el devenir de Olmecas, Toltecas, Teotihuacanos, Mexicas y de aquellos pueblos pertenecientes al llamado mundo Maya, se fue conformando un cuerpo orgánico que se transmitió de generación en generación, vivo como un corazón latiendo.

La conservación y transmisión fue mayormente oral, en recintos educativos especialmente diseñados para tal fin, a través de la explicación de los códices o libros de pinturas y de la memorización de cantos y versos.

El universo de la literatura prehispánica abarcó mitos y leyendas, himnos sagrados, distintas formas de poesía tanto lírica como épica y religiosa, también palabras destinadas a momentos de la vida cotidiana y trascendente: textos de iniciación, de bautismo, palabras fraternales o paternas, funerarias, textos del oráculo, etc.

Se pueden delinear dos grandes grupos generales: la literatura náhuatl y la literatura del mundo Maya, con su exponente máximo o más difundido: el Popol-Vuh.

Dentro de la literatura náhuatl existieron dos grandes formas: los cuícatl, si se quiere más cercanos a la poesía propiamente dicha “…son inspiración y también sentimiento. En ellos afloran los recuerdos y el diálogo con el corazón.”(1); y los tlatolli:”…palabra, discurso, relato, historia, exhortación. En el término tlatolli se comprendía todo aquello que no siendo pura inspiración o recordación poética, se ofrecía como fruto de inquisición y de conocimiento en diversos grados sistemático.”(2)

Reconocedores de la profundidad y posibilidad de su idioma, la forma fue sustancia en su expresión, siendo destacada la repetición de frases que posibilitaran la acentuación de sentidos como así también la memorización y transmisión oral.

Con el arribo del español se produce la destrucción de la mayor parte de aquel tesoro conservado por siglos.

Sin embargo la misma conquista contiene en su interior algunos hombres entregados a la tarea de preservar o recomponer eso que saben reconocer como una riqueza incomparable. Exponentes como Andrés de Olmos o Bernardino de Sahagún, entre otros, recogen a partir de sus propias voces aquello que pueden re-narrar en función de ese cuerpo vivo.

También sabios nahuas sobrevivientes a la conquista, utilizando las letras del idioma hispano dominante recién aprendido, se ocupan de transcribir esa tradición oral a fin de que no sea definitivamente extinguida a la par de la destrucción de todo cuanto supone la cultura prehispánica.

Así mismo, pudieron narrar y dejar testimonio de su visión como vencidos, de igual modo que los españoles dieron curso a sus relatos y crónicas de la conquista.

Hacedores de “una visión estética de la vida formada por medio de la poesía”, llamaron al narrador tlaquezqui: “aquel que, al hablar, hace poner de pie a las cosas.” (3)

El eco de aquella voz original, entramada luego con la conquista, resignificada, transmutada y viva, continúa su recorrido como un cauce de agua sin fin, presente en la historia de la literatura mexicana en su totalidad, para seguir viviendo, como al decir del Canto del Tamal de Agua :

“Mi corazón está brotando flores en mitad de la noche.” (4)

1.- Literatura del México Antiguo. Los textos en lengua náhuatl. Edición, estudios introductorios y versiones de textos de Miguel León-Portilla. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1978. Página XXVI

2.- Ob. Cit. Página XXVII

3.- Ob. Cit. Página XXXI

4.- Letras de la Nueva España. Alfonso Reyes, México-Buenos.Aires. Fondo de Cultura Económica, 1948. 1a. parte “Poesía Indígena”, pág. 27.

Bibliografía

La vida cotidiana de los Aztecas en vísperas de la Conquista, Jacques Soustelle. Fondo de Cultura Económica – México – 1992.-

Literaturas Indígenas de México, Miguel León Portilla. Editorial MAPFRE -Fondo de Cultura Económica – México – 1992.-

El destino de la Palabra. De la oralidad y los códices mesoamericanos a la escritura alfabética, Miguel León Portilla. El Colegio Nacional – Fondo de Cultura Económica – México – 1996.-

Huehuehtlahtolli. Testimonios de la Antigua Palabra, Miguel León Portilla y Librado Silva Galeana. Secretaría de Educación Pública – Fondo de Cultura Económica – México – 1991.-

Literatura Mexicana e Hispanoamericana, Carlos A. Loprete. Pearson Educación – México – 2000.-

Persistencia de la identidad indígena-4056

Persistencia de la identidad indígena

Por Federico González

Esta ponencia tiene por título “Persistencia de la identidad indígena” y lleva implícito un interrogante: ¿Existe en nuestros días, está viva, la Tradición precolombina? Responderemos afirmativamente dada la evidencia testimoniada por cuarenta y cinco millones de indígenas en toda América y diremos que esto es así puesto que no puede subsistir verdaderamente nada alejado de las fuentes tradicionales, que son precisamente las que generan la posibilidad de una cultura, cualquiera que ésta fuera. Por lo tanto nuestra respuesta a la pregunta es un sí, basado en la experiencia y confirmado por prácticamente la totalidad de antropólogos, arqueólogos, simbolistas y otros investigadores.

Queremos destacar que este tema de la sobrevivencia de las antiguas culturas precolombinas es de vital importancia, puesto que generalmente se dá por descontado que estas culturas están muertas, o sólo sobreviven de ellas jirones inofensivos, etiquetados con el nombre de folklore que deben su validez al pintoresquismo exótico y colorido, superficial, de vestimentas, bailes, costumbres, leyendas, ceremonias, etc. Desde nuestro punto de vista, y si esto sólo fuera así, sería muy relativo el interés que nos despertarían estas culturas apenas sobrevivientes, más ligadas a la óptica del turismo que a la de la gnosis.

Por lo que deseamos señalar aquí dos puntos disímiles que servirán para dar coherencia a nuestro discurso:

a) La asimilación por parte de los indígenas americanos de determinados elementos del cristianismo, que ya existían en sus cosmogonías, comenzando por la cruz, y siguiendo por arcángeles, ángeles y santos, como imágenes de sus dioses. Estas asociaciones a su vez son más o menos claras en la actualidad según los lugares y pueblos indígenas, aunque debe destacarse por sobre todo matiz la capacidad autóctona de verdadera comprensión del cristianismo en su aspecto más elevado, el anagógico, mismo del que no eran conscientes todos los misioneros, y la mayor parte de los cristianos de hoy día. Esta síntesis o sincretismo, si se quiere, ha hecho posible, por otra parte, la supervivencia de la antigua tradición, aunque ésta jamás se dejó atrapar por la totalidad de los dogmas religiosos, y ha mantenido siempre hasta la actualidad el culto paralelo de otras teofanías y diversas expresiones soteriológicas, vinculadas con los estados de un Ser Universal -o nombres divinos- perdidos en la visión cristiana contemporánea. De más casi está decir que esta actitud mental y espiritual indígena ha llevado también a rechazar los usos y costumbres del hombre blanco occidental ya que no se corresponden en absoluto con su cosmovisión, donde el macro y el microcosmos juegan papeles y roles precisos y armónicos, totalmente alejados de un valor individual y separado, y mucho menos de exaltación competitiva de lo personal y culto a lo más material, grosero y finito. Aunque se debe hacer la salvedad de que ciertas manifestaciones han subsistido de manera bastante adulterada, tanto en su esencia como en las formas en que se expresan, y algunas particularidades aparecen como no fundamentadas claramente en la cosmovisión indígena Tradicional (análoga a la Cosmogonía Perenne y Unánime, expresada en símbolos y mitos presentes en sus monumentos y códices), sino degradadas, signadas por la superstición -que comparten con mestizos y blancos-, y la “brujería” más elemental.

Se tienen motivos fundamentales, dada la identidad de todo tipo evidente, para hablar de una Tradición Precolombina, aunque en realidad son numerosas las culturas y civilizaciones que existían, o mejor, coexistían a la época del descubrimiento, así como son muchas las que hoy subsisten con formas bastante distintas, asociadas a diversos símbolos de fauna, flora, regímenes de lluvias y agrarios, etc. Ya volveremos sobre ello más adelante, bástenos ahora tener presentes estos dos temas para adentrarnos en la comprensión de lo indoamericano actual, a saber: por un lado que las formas tradicionales indígenas se expresan muchas veces de modo cristianizado y al amparo de la religión católica, aunque conservando en mayor o menor grado su estructura Precolombina y que, en algunos casos, esta Tradición, heredera de la Gran Tradición Atlante, se ha ido contaminando hasta degradar de una manera grosera como lo acreditan ciertos indígenas, pseudoindígenas, o varios. Por otro, que hay motivos para hablar de una Tradición Precolombina común a los distintos pueblos aborígenes.

Pasemos ahora a la cuestión de la identidad indígena. El mismo enunciado de este tema es dual y supone una visión general de las culturas observadas desde el punto de vista europeo-occidental y no un asunto propio de las culturas aborígenes que jamás se preguntan esta cuestión, y por ende no tienen respuesta para ella. En primer lugar, diremos que un miembro de una comunidad americana tradicional no se ve a si mismo como un indio -y ya se sabe que ese mismo término es completamente espúreo- sino como el heredero de los dioses, la posibilidad de ser el hombre verdadero, es decir el Hombre Universal, el ser humano como intermediario creacional.

Por otra parte, las distintas tradiciones indígenas no se identifican entre sí, y tienden a considerar a los integrantes de otras naciones, tribus, o mismo clanes, como extranjeros, cuando no enemigos, dadas las rivalidades y las guerras que han tenido a lo largo del pasado -y que posibilitaron en gran parte su propia conquista-, muchas de las cuales se perpetúan en la actualidad, a nivel local y aún familiar, en forma de enconos.

Eso se debe a que cada pueblo en sí se considera el Centro del Mundo y piensa que su cultura y su lengua es la que mantiene viva la posibilidad del Ser en ese mundo, que se perpetúa gracias a su hacer sagrado (sacrificio) y al conocimiento de los misterios cosmogónicos y metafísicos, que les fueron revelados a sus ancestros en el Origen. Los pueblos indígenas de América no mantienen mucha comunicación entre sí, ni la han mantenido, salvo a través de un sencillo comercio de trueque y las constantes guerras, (que por otro lado forman parte de su concepción dialéctica del cosmos) que han generado y generan siempre interrelaciones y todo tipo de secuelas. Por lo tanto no sienten que pertenecen a un tronco ancestral común, ya que cada pueblo tiene el propio, que enraiza directamente con lo vertical, o divino. Esto hace que un indígena tradicional contemporáneo no se sienta “indio”, o perteneciente a una “raza”; ni siquiera solidario con la idea de América o Nuevo Mundo, y tampoco con la del país republicano a que “pertenece” actualmente. Sólo desde hace aproximadamente 20 ó 30 años han comenzado, junto con la irrupción de los medios de comunicación, y la “universalización” del globo terráqueo, a conocerse entre ellos y a tratar de entablar algún contacto directo, lo que se ha dado tan sólo entre algunos grupos y tomando en común temas no estrictamente ligados con su tradición metafísica y cosmogónica propios de los chamanes y jefes autóctonos, sino secundarios, aunque muy importantes, acerca del trato social, económico y cultural que han padecido y siguen padeciendo de cara a la pretendida civilización del hombre blanco, su crueldad, su deshumanización y su injusticia.1

Sin embargo, y a pesar de que los indios americanos no se conozcan o se hayan tratado poco entre ellos, para un observador imparcial, sus culturas se encuentran íntimamente ligadas, como ya hemos dicho en cuanto comparten una misma cosmogonía y símbolos, mitos y ritos análogos, además de un cierto tipo humano común y otros innumerables rasgos y costumbres que los emparentan a la gran mayoría de ellos entre sí. Hemos de señalar de paso que lo mismo sucede con los distintos pueblos europeos, aunque la situación, por diversos motivos no es exactamente la misma.

De otro lado, las comunidades indígenas actuales son “primitivas”, en el sentido que poseen una clara y sencilla sabiduría sin complicaciones, otra mentalidad, o sea que su punto de vista es más sintético que el del hombre blanco, su intuición mayor y directa sin necesidad de discursos y su conocimiento de los ciclos y ritmos naturales y cósmicos más profundo, al punto de llevarlos tan encarnados que constituyen casi parte de su ser, lo que paradójicamente dificulta la comunicación con el mundo moderno, al cual, por otra parte, se le suele conocer de manera incompleta.

En la actualidad hay varios movimientos y asociaciones interétnicos y muchos de ellos pretenden unir distintas tribus en una misma república moderna, o en el conjunto continental, tratando de “concientizar” al indígena, generalmente en cuanto a sus derechos humanos constantemente avasallados, a sus propiedades perennemente en disputa, y a reconocerse como una minoría explotada y marginada, en el mejor de los casos: tolerada, aunque como un lastre productivo, y vivida como un peso muerto en los países de mayoría indígena, donde se los menosprecia, rechaza, e inclusive por un complicado proceso de culpa, se les teme.

Esta incipiente comunicación de los pueblos indígenas, de cara al hombre blanco, se ha visto desde el comienzo, desgraciadamente, influida por la política continental y mundial y algunos de los líderes indígenas, muchos de los cuales no conocen el significado verdadero de su Tradición, están condicionados por ideologías extrañas a sus naciones y que nada tienen que ver con ellas, sino con el hombre blanco, tal el marxismo (que pretende disminuir el valor de la Tradición interpretándolo materialmente y desvirtuándolo al ponerlo al nivel económico de una mera lucha de clases), aunque la mayor parte de las comunidades autóctonas rechaza estas actitudes.

Para seguir aclarando nuestro panorama acerca de la identidad indígena debemos recordar el grado y la diferencia de aculturación de los diversos pueblos y las formas que ésta ha tomado en cada caso. En efecto, numerosos grupos están mucho más cerca de la cultura occidental que otros y sus miembros son bi o trilingües y por lo tanto con un acceso mayor a los medios de comunicación, e intercambio cultural; de otro lado, hay comunidades indígenas ricas y otras pobres, y el mismo concepto de propiedad: reserva, ejido, propiedad comunitaria y privada, varía de acuerdo a los diferentes pueblos y estados. La ubicación geográfica es en este asunto determinante, y puede observarse que los indios que en general habitan cerca de las grandes ciudades, o en lugares accesibles, están lógicamente más aculturizados que los que viven en sitios remotos y aún hoy casi impenetrables. Es prácticamente una ley que estos últimos conservan su Tradición y su identidad en escala mucho mayor que aquellos que han sido absorbidos totalmente por el cristianismo y la cultura de consumo, hasta el punto de ser, o querer convertirse en “ladinos”, para lo cual, casi con regularidad dejan de usar el traje regional que cambian por camisa y pantalón, y sobre todo, no usan ya su calzado, sino zapatos. Esto es casi dejar su condición de indios, a lo que va unido la pérdida de la memoria tradicional, por el corte voluntario con las propias raíces. Este fenómeno ha sido y es constante desde la época de la conquista. Por cierto hay excepciones a la regla y se da el caso de ciertas comunidades indígenas que han guardado sus tradiciones hasta hoy pese a su contacto con extranjeros de todo tipo y la cercanía de grandes ciudades y medios de comunicación. Esta situación se presenta particularmente en los Estados Unidos de América, donde numerosas comunidades, en reservas, o en pequeñas ciudades o pueblos, han incorporado determinados elementos del “american way of life” (heladera, televisión, automóvil, tractor, casa de material, etc.), aunque conservando sus tradiciones y ritos. Sobre el particular, o sea sobre el grado de aculturación, o pérdida de los valores tradicionales, de ninguna manera se puede generalizar y es necesario tomar cada caso en particular, lo cual no es tan engorroso como a simple vista parece, puesto que existen actualmente elementos para efectuar una evaluación equilibrada, tomando como base las manifestaciones emanadas de los propios autóctonos.

Igualmente hemos de considerar a los pueblos indígenas que no quieren comunicarse con el hombre blanco, con los mestizos, o alguien en particular. Son la mayoría, y aunque uno pueda acercarse a ellos son impenetrables y salvo algún caso particular nada dirán de sí mismos ni de nada. Estas comunidades se han retirado a las más elevadas y abruptas montañas, o viven en las profundidades de la selva, aunque no siempre se encuentran tan aisladas, y hace ya largos años que evitan todo contacto con el universo profano de los invasores, al precio de soportar las condiciones físicas más extremas y una pobreza completa.

Por otra parte, el tema del indigenismo, en las modernas repúblicas americanas o la toma de conciencia del “problema” indígena nace a finales del siglo pasado, con el desarrollo de la Etnología, y es precisamente en un país “indígena” como México, donde alcanza su mayor evolución, ya que esta república no sólo se encuentra a la cabeza de América Latina en cuanto investigación arqueológica e histórica, sino también en antropología, y en el trato de las diferentes instancias relativas a la vida de los aborígenes y su inserción en el “mundo moderno” y el ámbito nacional. Numerosas instituciones, organismos y medios, así oficiales (los distintos Institutos Nacionales Indigenistas, propios de cada país, cuyas políticas han sido discutidas y debatidas constantemente) como internacionales o privadas (nos place destacar aquí la importante labor cumplida por el Instituto Indigenista Interamericano, fundado en 1940 y dependiente de la Organización de Estados Americanos y su órgano de difusión la revista “América indígena”), contribuyen actualmente a esclarecer y actualizar las diversas modalidades de su cultura, así como ponen en evidencia el abandono de que son objeto por parte del Estado y la sociedad civil en general.

En realidad los indios así como la naturaleza y el paisaje americano han sido descritos, al igual que su cultura, “creencias”, y usos y costumbres, por los cronistas españoles y también portugueses, franceses e ingleses desde los primeros tiempos del descubrimiento, comenzando por el almirante Cristóbal Colón y siguiendo por una legión de escritores, casi todos sacerdotes (aunque no faltaron licenciados y guerreros), que dejaron asentado con mayor o menor fortuna, y muchas veces por encargo de los reyes europeos, sus impresiones acerca de los naturales, indagando en su historia y en sus orígenes. A ellos han seguido los libros escritos por los indios en su propia lengua pero con caracteres latinos, y la literatura mestiza o criolla del siglo XVII y XVIII, mucha de ella basada en documentos de los autóctonos, o en sus narraciones transmitidas de una manera directa. Hay que agregar los relatos posteriores de viajeros, y desde mediados del siglo pasado el interés científico y universitario tanto en la arqueología como en la etnología, cada vez más sostenido hasta los tiempos actuales (aunque con una visión literal, utilitaria y material que no hace sino reflejar la época y el estado de la ciencia oficial a que pertenecen).

Para dar ahora una imagen de lo vivas que están estas culturas y su multiplicidad pasaremos a citar algunas de las muchísimas lenguas en que se expresan aún hoy los indoamericanos y el número de hablantes que las practican. Todas estas etnias en un grado u otro conservan sus tradiciones, ritos, costumbres, etc. y tienen sacerdotes-chamanes entre ellos; los aborígenes que las integran se sienten parte de una tradición que involucra a sus ancestros temporales, imagen de los orígenes primordiales, y a toda su vida, su tribu, en definitiva, su ser; por lo que puede decirse que a pesar de los V siglos transcurridos desde el descubrimiento se puede comprobar la persistencia de su identidad, aunque no es como “indígenas” tal cual ellos se perciben, o al menos no sienten la necesidad de compartir con otros americanos a los que han oído tal vez nombrar en el mejor de los casos, o desconocen totalmente, pero a los que no ubican en ningún lugar preciso, ya que en general ignoran todo lo referido a la geografía, a menos que no sea lo que les circunda o lo recorrido en determinada zona. Por otra parte, ya que diremos algo de la distribución de las lenguas añadiremos que en algunas comunidades la ignorancia de los idiomas europeos, que funcionan como “lingua franca”, es, a veces, del 50%; se podrá tener una idea del aislamiento en que vive el indio a la fecha, y el por qué si bien tiene una identidad, dada por la tradición, no se siente indio, en cuanto a lo que nosotros entendemos por tal: un miembro de una raza que puebla un inmenso continente. Vayamos a las cifras:

Existen tres millones de hablantes quechuas en el Perú, millón y medio en el Ecuador, al igual que en Bolivia; en Argentina llegan a cien mil, por lo que podemos calcular que son unos seis millones de personas que utilizan esa lengua, de las cuales el 40% no dominan el castellano. El aymara es hablado por trescientas treinta mil personas en Perú y un millón ciento setenta mil en Bolivia y Chile. Ochocientos ochenta mil se comunican en náhuatl, el 90% de los paraguayos se expresan en guaraní, mientras sólo el 50% lo hacen en castellano. El maya yucateco se habla en todo Yucatán, en Guatemala el quiché, el k”ek”chí, el cackchiquel, el mam, aparte de casi otras veinte lenguas son usadas cotidianamente. En México el otomí, el tarasco, el mixteco, el tzotzil, el zapoteco y otras decenas de idiomas se hallan vivos, y utilizados cada uno de ellos por cientos de miles de gentes, al igual que los de la Patagonia Argentina y Chile, en especial el araucano, o tehuelche que es practicado por 550.000 parlantes.

En las selvas y montañas de Brasil, Colombia y Venezuela, se hablan decenas de lenguas. En los Estados Unidos, el Canadá y entre los esquimales -estos últimos suman sesenta y dos mil- la situación es análoga, y aún si pudiera decirse más desordenada; en EE.UU. es confusa, ya que constantes migraciones, antes y después de la invasión europea, el hecho de que fueran nómadas, y la propia organización histórico-política del país hacen sumamente dificultosa, si no imposible esa tarea, al igual que la de catalogar de manera exacta las distintas tribus o naciones indígenas. Lo que agrava la situación es que muchos pueblos tienen idénticas costumbres, símbolos, mitos y ritos y distintas lenguas, y a la inversa, pueblos de la misma lengua poseen diferencias en su estructura cultural, y aún grandes rivalidades en el uso y manejo de la tradición común.

Quien se ocupe de estas culturas, ha de actuar con sumo cuidado, tratando de estudiar cada caso cultural particular, a la vez que lo articula a la estructura de conjunto; de otro lado ha de investigar los materiales emanados no sólo por la Lingüística sino por la Historia, la Arqueología, etc. y en todos ellos encontrará datos tradicionales necesarios, aparte de lo que pueda significar su conocimiento y contacto directo, su “trabajo de campo”, por llamarlo así, no sólo con los indígenas sino con la geografía de América, con su tierra, aún en formación, así se trate de montes, valles o sierras, lugares todos donde se asentaron las antiguas culturas tradicionales, sitios donde aún algunas subsisten, pese a los traslados de que han sido objeto. Si se ha especializado en algún área en particular es lógico que estudie las vecinas para encontrar analogías y diferencias; en realidad numerosos investigadores han actuado de esta manera ampliando el marco de referencia hasta abarcar la totalidad de América. Otros aún han ido más lejos al punto -y esto ha sucedido desde las primeras crónicas sobre los nativos- de comparar su cultura con la de los griegos y romanos, y particularmente con la historia y tradición judía, que como cristianos -algunos de ellos convertidos- conocían bien; no han faltado quienes han mencionado el origen atlante de estas culturas.

Pensamos que han contribuido con su testimonio a conservarlas, como todos los estudiosos, americanos y europeos, que se han ocupado de ellas, hasta la presente fecha, lo han hecho directa e indirectamente. Directamente puesto que por su labor, muchas veces bastante sacrificada, hemos logrado comprender estas culturas hasta donde se puede, desde luego, y podemos percibir entonces sus valores tradicionales, diferentes y análogos, con otros pueblos del mundo, y compartir con ellos sus concepciones sobre la cosmogonía, el significado de la vida, la sacralidad de los ritos cósmicos y las leyes en que se organiza la Inteligencia Universal. Indirectamente, porque al valorizar su cultura y tradición por medios letrados y universitarios se consigue que las instituciones oficiales se ocupen de los indígenas, a los que no sólo debe otorgárseles los mismos derechos que a los demás integrantes de las distintas repúblicas modernas, sino también a su cultura, la que debe ser respetada, incluso conservada, como fragmentos vivos amenazados de casi inmediata extinción; por otra parte también se obtiene la aceptación de sus formas tradicionales por los propios indígenas y mestizos que las ven apreciadas, lo cual vuelve sus ojos a su propia identidad, de cara a la anarquía completa de la sociedad de consumo y el mundo moderno.

Anteriormente hemos mencionado que en la actualidad las culturas precolombinas subsisten en estado “primitivo”, pese a que muchas de ellas constituyeron en el pasado grandes civilizaciones. Esa misma forma en que se manifiestan es para nosotros parte de su atractivo porque expresan de modo sintético su cosmogonía y su metafísica, la que es percibida y vivida de manera directa y de acuerdo al ritmo y los ciclos en que se produce el Universo entero. A través de un trato directo con la naturaleza el indígena conoce su origen sobrenatural y los espíritus y deidades que la conforman; esta realización es y ha sido constante a lo largo de su vida al extremo de constituir su identidad, ya que él de ninguna manera es ajeno a este proceso. Las cosas, los seres y los fenómenos se encuentran en perfecto devenir y nosotros con ellos en un mundo permanentemente animado y en proceso de creación, y por lo tanto cualquier signo está simbolizando directamente ese proceso que él conforma. De hecho la creación perenne se manifiesta de acuerdo a los símbolos que en cantidad indefinida existen en ella. Por ese motivo la cosmogonía indígena se mueve en su propio medio y es ritualizada a cielo abierto, o en ranchos, o tiendas con muy pocos elementos ceremoniales, todos ellos extraídos del entorno.

Los mitos son el paradigma de estos ritos y sus símbolos aritmético- geométricos, y minerales, vegetales y animales, se corresponden con los movimientos del sol (en el día y año), la luna (mes, año), venus, las pléyades, y otras entidades celestes, de fácil observación y cuyos ritmos evidentes son fundamentales en su pensamiento; igualmente en lo que concierne a los espíritus o deidades atmosféricas, o intermediarias: en especial los vientos y todo lo ligado a la lluvia. Por otra parte, como decíamos, esa cosmogonía se describe de manera muy sencilla y se percibe de modo directo; este modelo cosmogónico se encuentra presente en todo el continente americano, con algunas leves diferencias secundarias y perfectamente explicables. He aquí la comunicación del antropólogo G. Reichel-Delmatoff, referida a los indios Kogi de Colombia2: -“Partiendo de un concepto dualístico, de opuestos complementarios, se amplían luego las dimensiones, a una estructura de cuatro puntos de referencia. Es este un concepto estático, bidimensional, en el cual, en un plano horizontal se divide el mundo en cuatro segmentos. El modelo paradigmático son los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste. Asociada con ellos encontramos nuevamente una larga serie de otros aspectos, personajes míticos, animales, plantas, colores y actitudes. En primer lugar, los progenitores de los cuatro clanes principales, junto con sus mujeres respectivas, ocupan los cuatro puntos cardinales y son sus ‘Dueños’. En segundo lugar, se asocian con estas direcciones los animales que se relacionan con los clanes: en el Norte el marsupial y su mujer el armadillo; en el Sur el puma y su mujer el venado; en el Este el jaguar y su mujer el cerdo salvaje, y en el Oeste el búho y su mujer la culebra. Ya que se trata de clanes patri y matrilineales en que la pertenencia se hereda de padre a hijo y de madre a hija, la relación de los opuestos complementarios se expresa en el hecho de que el animal ‘femenino’ (armadillo, venado, cerdo, culebra) es precisamente la presa y comida preferencial del animal ‘masculino’ (marsupial, puma, jaguar, búho). Son pares de antagonistas simbólicos. Siguen luego las asociaciones de colores: Norte-azul, Sur-rojo, Este-blanco y Oeste-negro. Por otro lado, el color rojo (Sur) se clasifica entre los colores claros y forma así, junto con el blanco (Este) un ‘lado bueno’, en oposición al ‘lado malo’ formado por el Norte y el Oeste que tienen colores ‘obscuros’. Las asociaciones con cada punto cardinal son múltiples pues cada clan es al mismo tiempo ‘Dueño’ de ciertos otros animales, de plantas, minerales, fenómenos atmosféricos, objetos manufacturados, bailes, cantos y otros elementos más.

“Los cuatro puntos de la estructura cósmica los encontramos luego en muchísimas versiones microcósmicas. El mundo está sostenido por cuatro hombres míticos; la Sierra Nevada se divide en cuatro sectores; las poblaciones construidas según el plan tradicional (como Seráncua) tienen cuatro entradas y alrededor de ellas se encuentran cuatro lugares sagrados donde se depositan ofrendas. Las casas ceremoniales también tienen una estructura cósmica pues en éstas hay cuatro grandes fogones alrededor de los cuales se sientan los miembros de los cuatro clanes principales. Por cierto, en la casa ceremonial, la línea divisoria que separa el círculo en dos segmentos, agrupa a los indios nuevamente en pares antagónicos y los del lado derecho’ (rojo) ‘saben menos’ mientras que los del ‘lado izquierdo’ (azul) ‘saben más’, pues estos últimos se encuentran más cerca de las fuerzas negativas que rigen el universo.

“Pero un esquema de cuatro puntos lleva a un quinto, un punto central, un punto de en medio. El simbolismo del ‘punto de en medio’ es de suma importancia para los Kogi. Es el centro del universo, es la Sierra Nevada, y es el punto central del círculo de la casa ceremonial donde están enterradas las principales ofrendas y donde se sienta Máma cuando quiere ‘hablar con dios’. En las prácticas de adivinación el individuo coloca sobre el suelo cuatro objetos rituales o grupos de objetos: piedras, semillas, conchas, orientándolos según los puntos cardinales. Pero en el centro coloca un diminuto banquito tallado de piedra o de madera. Es su ‘asiento’, su ‘puesto’, desde el cual la esencia de su ser, una réplica diminuta e invisible de su persona, recibe las contestaciones a las preguntas que formula. La importancia cosmogónica de la orientación ritual, se repite luego en muchos otros detalles de la cultura”.3

Para los indoamericanos tradicionales el mundo se está haciendo ahora, la creación entera es un experimento del que participan activamente como sujetos, su vida es eso, -aunque ellos no lo enuncien en estos términos- al contrario del hombre moderno que ve al mundo como estático y a sí mismo como un observador fuera de cualquier proceso, por lo que la existencia se convierte en una representación teatral tristísima, donde se repiten mecánicamente los parlamentos y se reiteran cíclicamente los roles sin que los sujetos adviertan siquiera la pesadilla en que se encuentran sumergidos.

El indio tradicional está en la vida, o mejor, es la vida, y él es eso, su aprehensión de símbolos es, por así decirlo, intuitiva y directa. Los contemporáneos para comprender los signos han de utilizar un camino indirecto, donde los mecanismos lógicos y racionales juegan un importante papel. La visión actual de los integrantes de la Tradición precolombina es esquemática y sencilla; la de la cultura europea es complicada en cuanto se utilizan estructuras complejas y largos recorridos; en la arquitectura del templo, y en los ritos que en él se practican resulta este hecho evidente si comparamos una sencilla ceremonia a cielo descubierto, o en una choza o tienda cultual, con una misa pontificial celebrada en una catedral gótica.

Tarahumaras, yaquis, mayos, huicholes, phurépechas, náhuas, totonacas, mixtecos, zapotecos, lacandones, tzotziles, tzetzales, yucatecos, quichés, cakchiqueles, tzutuhiles, arahuacos, guajiros, guambias, quechuas, aymaras, guaraníes, otavalenses, tarabucos, mapuches, e indefinidas tribus de la selva amazónica brasileña, colombiana, peruana, venezolana y ecuatoriana, son algunos de los pueblos que aún mantienen vivas sus tradiciones y creencias sólo en el área latinoamericana, aunque están completamente amenazados por el mundo moderno, materialista y profano, que los atrae con la seducción de sus engañosas promesas y la idea de un progreso inexistente. Todas ellos llevan vestimentas y usan lenguas que los identifican inmediatamente y los distinguen del hombre blanco. Expresan su ontología, mediante su cosmovisión y metafísica, muchas veces de manera totalmente cristianizada, o alterna, en la que se practican ritos en la iglesia y en otros lugares sagrados, o propiamente precolombinos, donde la actuación chamánica, y en muchos casos la ingestión de sustancias psicotrópicas, juegan un papel decisivo.

Todo esto nos mueve a pensar que si las culturas son símbolos vivos, aparte de cuestiones humanitarias, y si, sobre todo, nos lamentamos de la destrucción de aquella en la que nos hemos educado, la europea, ¿cómo no interesarse en la supervivencia de los que aún conservan su Tradición viva aunque fuese fragmentariamente? Una persona que se dedique a la investigación de lo Precolombino, en cualquier rama que fuere, tarde o temprano terminará encontrándose con el indio de hoy, de carne y hueso. También si sabe mirar se encontrará con una Tradición viva que, con leves diferencias, regla la vida de 45.000.000 de personas, o aún más. Se encontrará asimismo con una forma de ser indígena, con algo difícil de definir que puede tomar el modo del silencio, la atención, la más extrema sencillez junto a la más increíble metáfora, una serenidad y diafanidad extremas unidas a un completo sentido del humor y la paradoja… Igualmente, si le ha tocado vivir en América, o nacer allí, podrá valorizar el hecho asombroso de la geografía americana, su exhuberancia y variedad inagotable, su extensión, y los constantes movimientos telúricos que generan permanentemente catástrofes de distinto tipo: terremotos, erupciones volcánicas, desbordes y cambios de ríos, etc. Esta perpetua “novedad” del continente conforma parte esencial de la Tradición Precolombina, ya que sus culturas se gestaron en este medio, y por lo tanto con situaciones de geografía sagrada particulares a su período cíclico.4 Por lo que pensamos que estas culturas deberían ser estudiadas con mayor cuidado y profundidad, sobre todo por aquellos que han nacido en América, y por una serie de prejuicios culturales no han podido acercarse con el debido respeto ni atención a un medio que tienen muy cerca y que podría depararles muchas sorpresas, ya que muchos de los que se han aproximado, lo cual ha sido frecuente en los E.E.U.U., han terminado por identificarse con él y su cosmovisión. De todo lo dicho creemos que se pueden sacar las siguientes :

Conclusiones

1 – Existe una identidad indígena de acuerdo a la pertenencia a una Tradición que se remonta a más allá de los tiempos históricos; esa Tradición común está viva, aunque diseminada en corpúsculos, los cuales prácticamente se desconocen entre sí, y que han comenzado a contactarse merced a problemas comunes respecto al hombre blanco.

2 – Algunas veces cuesta reconocer el meollo o la espiritualidad de sus mitos, ritos y símbolos por la amalgama con elementos cristianos; en otros casos, como en los ritos de fecundación, imploración de lluvias, y todo lo ligado con la agricultura y la generación, altamente sagradas para ellos, las ceremonias son más arcaicas; ni qué decir que en las iniciaciones guerreras y todo lo ligado al chamanismo, la Tradición se presenta casi intacta.

3 – Consideramos que si se protegen ciertos sitios y monumentos históricos, incluso señalándolos como “patrimonio de la humanidad” y se gastan presupuestos en su conservación, con qué mayor razón debieran ser protegidas las culturas indígenas, algunas de ellas fragmentos vivos de la Tradición. En este sentido es obvio que el fomento al estudio de las lenguas indígenas dentro de las mismas comunidades, así como la educación bilingüe, son factores de integración, e identificación, como es obvio, aunque no tenemos aquí el espacio para tratar en extenso el tema.

4 – Los estudiosos e interesados en las culturas indígenas, por la misma valoración de esas culturas y por su familiaridad con ellas, pueden hacer tal vez más de lo que piensan para su preservación, así como ellas les pueden retribuir generosamente en orden de conocimientos. Para eso es necesario que tanto ellos como los propios indígenas se pongan en la perspectiva de los autores de esa cultura y no en la moderna, y así vayan al fondo mismo de su Tradición, que es tan válida hoy como cuando fue creada, y que por lo tanto es capaz de generar nuevos frutos en cualquier momento.

Notas:

(1) Los indígenas que no son monolingües hablan, según donde viven, el castellano, portugués, o inglés; esos idiomas se constituyen en lingua franca para los que habitando un mismo país, o comarca, no conocen las lenguas de otras tribus. Lo que también muestra que lo que tienen en común es en relación con los hombres blancos (en este caso la lengua), pero no en cuanto a ellos entre sí.

(2) Los Kogi son una tribu de dos mil indios de habla chibcha que habita en la actualidad las faldas meridionales de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, y guardan aún hoy completamente su visión cosmogónica, tradicional y metafísica, la que se expresa por medio de variados ritos, símbolos y prácticas culturales. G. Reichel-Dolmatoff (La Antropología Americanista en la Actualidad, 1989, tomo I) ha estudiado este pueblo y sus conceptos cosmogónicos, religiosos y sociales.

(3) El autor citado también afirma: “Subyacente a muchas formas de pensar y de actuar de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta, se observa un concepto de dualismo que se expresa sobre muy diversos planos. A nivel del individuo, como ente biológico, es el cuerpo humano que da el modelo, formado por la ideación de principios opuestos pero siempre complementarios. Son la aparente simetría bilateral del cuerpo y las diferencias sexuales lo que da la norma. Sobre otro nivel, el del grupo social, encontramos una división dualista entre ‘gente de arriba’, ‘gente de abajo’, no referente a la situación altitudinal de su habitat respectivo sino agrupándose así ciertos clanes, que forman grupos opuestos pero complementarios. Las poblaciones mismas están divididas en dos partes y una línea divisoria invisible, pero reconocida por todos, separa la aldea en dos segmentos. Las casas ceremoniales también se imaginan como divididas en dos mitades, cada una con su propio poste central; una línea diametral entre las dos puertas opuestas, divide el plan circular de la construcción en un ‘lado derecho’ y un ‘lado izquierdo’. Ya en un nivel cósmico, esta misma división separa el universo en dos lados, determinados por el sol, el cual, dirigiéndose de Este a Oeste, divide al mundo en un lado derecho y un lado izquierdo. Los dualismos de este tipo son innumerables: hombre-mujer, macho-hembra, mano derecha-mano izquierda, calor-frío, luz-obscuridad, etc., se asocian con ciertas categorías de animales y de plantas, con colores, vientos, enfermedades y, desde luego, con conceptos del Bien y del Mal. Entonces el simbolismo con este concepto de dualismo básico, se manifiesta continuamente, en todas las prácticas mágico-religiosas. Por cierto, muchas de estas manifestaciones dualísticas tienen esencialmente el carácter de antagonistas simbólicos que, en el fondo, comparten una sola esencia; tal como existen divinidades tribales que en un solo ser reúnen aspectos benéficos y maléficos, cada hombre lleva en sí mismo esa polaridad vital del Bien y el Mal.

“Los Kogi creen en la existencia de un principio del Bien (derecho) cuya permanencia y función benéfica está determinada por la existencia simultánea de un principio del Mal (izquierdo). Así, para asegurar la existencia del Bien es necesario fomentar el Mal ya que, si éste desapareciese, por no encontrar una justificación de su existencia, se eliminaría al mismo tiempo el Bien. Es necesario pues que el individuo cometa pecados que atestigüen la influencia activa del Mal. Es aquí donde yace, según los Kogi, el principal problema de la condición humana: en equilibrar estas dos fuerzas opuestas pero complementarias, y en establecer entre éstas una relación armónica. El concepto básico se denomina yulúka, lo que podría traducirse por ‘estar de acuerdo’, ‘ser igual’, ‘estar identificado’. Este estar ‘de acuerdo’, el saber equilibrar las energías productivas y destructivas, en el camino de la vida que lleva del Oriente hacia el Occidente, es pues el principio fundamental de la conducta humana; así pues el Máma, al pesar en sus manos las hojas de coca u otros objetos ritualizados, primero trata de establecer este equilibrio hasta que, por fin, la mano derecha, es decir el principio del Bien, ‘pesa más’. Más adelante las asociaciones continúan. El universo, el huevo cósmico, se interpreta como un útero, el útero de la Madre Universal, dentro del cual vive aún la humanidad. Asimismo la tierra es un útero, la Sierra Nevada lo es, cada cerro, cada casa ceremonial, cada casa de vivienda y, finalmente, cada entierro. Las cavernas y grietas de la tierra se interpretan como orificios del cuerpo de la Madre. Los grandes ‘nidos’ construidos en forma de un embudo formado por varas, y rellenos con paja en analogía con el pubis, que se levantan sobre las casas ceremoniales, son el órgano sexual de la Madre dispuesta a ser fecundada por el cielo donde se depositan ofrendas que representan un concepto de fertilización. Estas son ‘puertas’ que se abren hacia el nivel cósmico de ‘arriba’. De lo más alto del interior del techo cónico de la casa, baja un hilo que representa el cordón umbilical y es sentado en el centro de la casa donde el Máma establece el contacto con las fuerzas sobrenaturales, etc.” Discúlpesenos estas largas citas, pues el autor sintetiza aquí una cosmogonía que podríamos llamar “ejemplar” para el conjunto de la Tradición Precolombina, perfectamente asimilable u homologable con toda cultura tradicional.

(4) Véase por ejemplo el dios Kabrakan del Popol Vuh, su relación con los terremotos -con su hermano practicaban estos juegos, con los montes- y de todo el texto quiché con los volcanes de esa geografía. Igual el dios unípede taíno “Hurakán” -del cual deriva el nombre de ese fenómeno meteorológico, etc.- directamente emparentado con el quiché homónimo.

Sobre indigenismo, Por Federico González

El investigador que se adentra en el estudio de los símbolos precolombinos por medio del arte de esos pueblos (arquitectura, iconografía) y se compenetra con su historia, usos y costumbres, así como con su pensamiento cosmogónico y metafísico, del cual derivan sus ideas sobre lo social, lo económico, sus instituciones, etc., explícitas en las crónicas de los descubridores y conquistadores, en las de los propios indígenas (códices anteriores y posteriores a la colonia), e igualmente en los relatos de viajeros extranjeros, advierte que puede confirmar su trabajo y aun complementarlo, con los datos de la etnología y la antropología, que desde el siglo pasado ofrecen numerosas perspectivas en coincidencia con los principios de las culturas estudiadas, muchas de las cuales siguen practicando los mismos ritos, mantienen idénticos mitos y símbolos (algunas veces adaptados a circunstancias de tiempo y lugar) y conservan iguales usos y costumbres, y casi la misma lengua que sus antepasados precolombinos. Se trata, pues, de culturas que se mantienen vivas, que guardan en alguna –y diferente– medida las antiguas concepciones tradicionales, su cosmovisión, y determinadas prácticas espirituales, religiosas y mágicas, vinculadas con el conocimiento de otras realidades en el orden creacional y metafísico que aquéllas que suelen procurar la programación condicionante del mundo moderno, y el engaño ilusorio de los sentidos, como únicas garantías, materiales, positivas y concretas de percibir una supuesta “realidad”. Lógicamente el interés del investigador al conocer estos hechos es inmediato y al profundizar en esas culturas con los elementos que le brindaron otros colegas que han pasado años de trabajo in situ enriquece su labor, a la vez que se va interesando en esas comunidades, a las que ve como depósitos de una Tradición Original, como fragmentos de culturas arcaicas en pleno funcionamiento, o sea como posibilidades de desarrollo de la naturaleza humana, aún vigentes para numerosos grupos, las cuales, incluso, se han constituido en algunos casos como alternativas para el atormentado hombre moderno y la horrible vida vacía en espantosos trabajos y ciudades.

De más está decir que quien recibe esta luz y advierte la naturaleza extraordinaria de las culturas de los “contemporáneos primitivos” trata de preservarlas a toda costa, en la medida de sus fuerzas, pues se siente comprometido con el punto de vista de estos hombres y mujeres, que han decidido durante cinco siglos –en el caso de los indoamericanos– mantener su identidad, su lengua, sus mitos, ritos y símbolos, sus valores culturales, aunque hayan tenido que enfrentar durante ese lapso de tiempo la pobreza, la marginación y el desprecio del ignorante hombre occidental contemporáneo gracias al cual, por su falta de inteligencia, sentido de justicia, ferocidad y arrogancia, y sobre todo por su espiritualismo material y los espejismos de su ciencia menesterosa y su idea de un poder de tan corto alcance como destructor, estamos situados los habitantes de todo el mundo en una situación límite, que demográfica y ecológicamente (para nombrar sólo dos factores) es imposible de mantener como hasta ahora lo pretenden los “especialistas” de distintas minucias y la “clase política”, pseudónimo actual de sinvergüenzas disfrazados, elementos verdaderamente peligrosos de la disolución final, que lejos de verse como una catástrofe, debería significar el fin de la enfermedad, el dolor y la mentira, y la posibilidad de un orden nuevo y de una vida digna de llamarse de esa manera, posibilidades que los indígenas saben que no son de este mundo, pero que sí pueden obtenerse en este mundo, constituyendo ellas garantías y gérmenes vitales para cualquier tipo de vida futura.

De hecho, si nuestro investigador está interesado en el pasado “arqueológico” de estas culturas, por decirlo de alguna manera, ¿cómo no ha de interesarse por las estructuras y jirones que aún se mantienen vivos, aunque algunos de ellos estén aparentemente alejados de lo tradicional y cercanos a lo folklórico? ¿Cómo no intentaría proteger estas manifestaciones culturales? ¿Cómo no desearía que se revalorizaran en su exacta dimensión, a la que es ajena la mentalidad contemporánea? ¿Acaso no es extraordinario que se mantenga una cultura arcaica, en medio de la ignorancia y la perversidad del hombre actual que no es capaz de advertir siquiera que su propia velocidad está generando un cataclismo? Aquí llegamos al problema del indio actual, a la vertiginosa pérdida de sentido de sus propias tradiciones para los indígenas, muchos de los cuales las desconocen, así como sus raíces, y se contentan con algún signo superficial que los distingue, y que perderán de aquí a muy poco tiempo sin remedio, a menos que comprendan la naturaleza exacta de su propia Tradición y sus medios como camino o vía para la realización de sus posibilidades individuales y comunitarias; las que siempre comienzan por lo espiritual: lo metafísico y cosmológico.

Se debe señalar que el período cíclico en el que los contemporáneos estamos insertos es universal y toca a cada uno de los seres, fenómenos y cosas que existen en este mundo. La caída, especialmente marcada en Occidente por la escisión provocada por el racionalismo cartesiano, preparada previamente por lo que de más denso tuvo el Renacimiento, al punto de desembocar en un “humanismo”, es hoy de una multiplicación vertiginosa y cubre áreas hasta hace un siglo impensadas, como selvas, altas montañas, desiertos y lugares helados, donde toda clase de basura consumista invade los últimos reductos de las culturas “primitivas”. Aunque debe manifestarse que los medios de comunicación, especialmente la televisión, son los verdaderos heraldos de la penetración materialista, caracterizada por sus pasiones y violencia, por la ignorancia y exhibición y culto de lo más elemental, como si fuera algo en sí, para colmo verdadero y novedoso; igualmente por creer en la ilusión de lo “real”, caracterizado por ser concreto, útil y satisfactorio de acuerdo al programa modélico de la clase pequeño-burguesa, llena de tabúes y prejuicios tan falsos como efímeros, y capaces de cambiar inmediatamente a los opuestos por un golpe de la moda, o simples intereses particulares de cualquier tipo, o grupo.

Esta situación, propalada por el Occidente y que alcanza a todos los pueblos del mundo, sin exclusión de color, clases culturales sociales o económicas, profesiones, oficios, sexos, etc. es el medio “natural” del hombre actual y toca también a la totalidad de sus instituciones, comenzando por sus religiones, cuyas perspectivas, en el mejor de los casos alcanzan lo piadoso y ciertas supuestas “buenas acciones” siempre ligadas a lo exterior, ignorando, o negando por ignorancia y mala fe sus orígenes esotéricos, es decir vaciándolas completamente de sentido al grado de constituirse en pantomimas y burlas de lo espiritual, donde los mitos, los símbolos y los ritos han perdido todo sentido para propios y extraños.

Esta profanización total ha tocado a todos los hombres y mujeres del siglo XX, y sólo se salvan de ella los seres y comunidades que se marginan totalmente (por el simple expediente de no creer de modo alguno en esos supuestos que comprueban experimentalmente como falsos), ya que su descripción del mundo y la realidad participan de la verdad de otros espacios y planos –que están igualmente en este mundo y en el hombre mismo– ligados a lo metafísico, en los cuales acreditan sin ninguna hesitación por su propia evidencia, encarnada en ellos mismos y manifestada en el total de la expresión universal, y por lo tanto comprobable en todo tiempo y lugar, gracias a los signos que permanentemente la revelan.

Se ha de destacar, sin ir más lejos, que estos seres y comunidades a que nos referimos en último lugar constituyen pequeñas minorías dentro de la corriente general, hoy identificada con la ilusión del progreso y la superstición científica. Entre ellas siempre se han destacado las culturas indoamericanas, muchas veces atacadas de frente por falsas ideas acerca de la vida, la felicidad, el confort, y la justicia misma, miradas desde las valoraciones profanas del hombre blanco, el que de una manera verdaderamente imperialista trata de imponer ideologías propias de su “raza”, así sean las del consumismo “capitalista”, como las del resentimiento “marxista” disfrazado de justicia social, ambas completamente ajenas a la mentalidad de la tradición amerindia, y sólo esgrimidas para hacer de los indígenas, no hombres dignos pertenecientes a una Tradición, permanentemente ligada a los valores eternos, propios del ser humano y su función como hijo directo de Dios y producto del gesto creacional, sino como meros factores de la producción (al igual que los proletarios industriales), que los hace o ciudadanos de quinta categoría, miserables que pueblan las periferias de las ciudades como autómatas, entre gases tóxicos, con el único auxilio de la televisión como guía de sus pasos, mientras aguardan la posibilidad del auto y la casa propia con los años, a la par que sus hijos son capaces de elevarse hasta obtener un título, hacerse ejecutivos, políticos, o narcotraficantes, o escoger por cualquiera otra de las indefinidas opciones de incorporarse al caos y a la ignorancia general.1

En términos generales, diremos que hay distintas “etnias” dentro de cada país moderno: bastantes de esas etnias se encuentran fragmentadas y aun polarizadas entre sí, a tal punto que, en realidad, la pertenencia a tal o cual grupo la da en última instancia el municipio en el que vive el indígena, y las autoridades civiles –en la mayoría de los casos también religiosas– que lo rigen son las encargadas de velar por los asuntos internos de la comunidad, a la par que sirven de puente con el “exterior”, o sea, con los engranajes del gobierno nacional.

Estas comunidades suelen dividirse en Latinoamérica en dos grandes grupos: a) los tradicionales y  los progresistas. Los primeros a su vez se subdividen en dos grupos; en el primero se encuentran los hombres de conocimiento, chamanes y personas que verdaderamente conocen su Tradición, viven en ella y la practican cotidianamente como forma de vida, y en el segundo, los que bien podrían ser llamados tradicionalistas, pues sin conocer a fondo los misterios últimos de su cosmovisión, sin embargo participan en distintos grados de ella, de lo cual se sienten orgullosos, así como de sus costumbres y su riquísimo acervo cultural (entre ello de su lengua) que respetan y gozan.

En cuanto a los “progresistas”, se les puede dividir a su vez en tres grupos: 1) los “evangélicos”, que han tenido mucho éxito en su prédica estos últimos años debido fundamentalmente a su condena del alcohol, problema que padecen los indígenas, pues la misma sustancia que utilizan en sus ceremonias y ritos, ha transformado a algunos en alcohólicos consuetudinarios con problemas sociales. 2) los catequistas, grupos juveniles de activistas católicos que ponen énfasis en su trato igualitario con los indios y se ocupan de ciertas obras deportivas y sociales, descuidando completamente la vida espiritual, de la que participan a su modo las etnias desde hace cinco siglos, poniendo sólo énfasis en las necesidades materiales de los autóctonos a los que ve como indigentes, ya que su abandono, desde el punto de vista de la sociedad de consumo, es grande. Hoy en día, siguiendo órdenes papales, se empeñan en una “teología” de la “justicia social” que éste acaba de oficializar (pidiendo perdón a los indígenas por los pecados cometidos) destinada a erradicar la “teología de la liberación”, pero que parte de los mismos supuestos materiales de ella. Agregaremos que en muchos templos los mismos indígenas han tenido que salir en defensa de ceremonias y ritos y fiestas netamente católicas que los progresistas han pretendido eliminar. 3) en tercer lugar están los “marxistas”, en muchos casos apoyados por el grupo que acabamos de describir, interesados sólo en la política (en sus intereses políticos), y apoyados por la demagogia de los partidos existentes. Para esta gente el indio es sólo un pobre diablo hambreado e ignorante que no tiene la menor idea de nada, un “objeto” que una vez detectado es fácil de manipular. Demás está decir lo que piensa un auténtico chamán indoamericano sobre estos “progresistas”, salvo que los considera los enemigos más grandes, demonios capaces de dar la última puñalada a estos pueblos, al quitarles de manera directa (o indirecta) su Tradición y convertirlos definitivamente en masa, es decir en nada; situación en la que los indígenas serán los únicos perjudicados, y que anuncia los días de la muerte de su cultura, y por lo tanto de su identidad, en aras de una “civilización” que está abocándonos a todos a un fin inminente, y que sin más pretende disolver las tradiciones precolombinas forjando un signo más de la disolución universal, como lo sabe muy bien ese chamán al que nos estamos refiriendo.

En realidad el problema es claro: se cree que la sociedad moderna, o post-moderna, técnica o electrónica, constituye un avance; si se considera que la humanidad va evolucionando y aun se cree en el “progreso”, como a fines del siglo pasado, es obvio que los indígenas, (que siempre se han apartado de las congregaciones blancas desde la invasión europea), son sumamente atrasados e incomprensibles. ¿Cómo puede perder su tiempo el ama de casa india torteando su maíz cuando puede comprar su tortilla empaquetada en el supermercado, o regodearse con los corn flakes? ¿Cómo van a vivir en ranchos de paja y barro cuando tal vez podrían acceder al monoblock y a las ciudades satélites? ¿Cómo siguen atendiéndose con el chamán e ingiriendo yerbas, cuando para eso están la medicina alopática, la cirugía y los hospitales? ¿Acaso no es ridículo producir artesanías con elementos del entorno cuando pueden fabricar en serie y en forma masiva con máquinas y utilizando el plástico como materia prima? ¿Por qué insisten en trabajar personalmente su milpa, cuando podrían ser proletarios sindicalizados y poseer televisión y otros artefactos del hogar? Y sobre todo: ¿Cómo es que no abandonan sus ridículas creencias y se unen democráticamente a las de la mayoría que desea un civilismo laico, productivo y materialista?

Lamentablemente este tipo de planteos son propios de los gobiernos y los estados subdesarrollados y en vías de desarrollo, que aún acreditan en la masificación cuantitativa. Por el contrario las naciones (e individuos) desarrollados que han sufrido en carne propia las maravillas del “progreso” y para cuyas juventudes “no hay futuro”, consideran al mundo moderno no como evolucionado sino en proceso de total involución y creen en un fin inevitable y no muy lejano, precisamente por esas circunstancias. Por lo que la cuestión resulta clara y sencilla: para los que aún se ilusionan con el progreso indefinido los indígenas han de ser salvados de su barbarie –y dejar de ser indígenas– para incorporarse al mercado de consumo, y a la producción industrial, cuando no se los trata de manipular política y demagógicamente por gobiernos y estados corruptos. A la inversa, para aquéllos que saben que la sociedad moderna está ya viviendo su fin, los indígenas y su forma de vida se presentan como fragmentos de lo que el ser humano aún tiene de tal y por eso como ejemplos de la cosmogonía y la metafísica de una sociedad tradicional, y aun como modelos alternativos.

Pero esto de ninguna manera significa negar a los autóctonos determinados beneficios obvios propios de la sociedad contemporánea como pueden ser el agua corriente, los alcantarillados y desagües, la propia protección ecológica y las conquistas de la medicina en el campo de la inmunología, para nombrar sólo algunos pocos de ellos; también es fundamental la educación bilingüe, es decir, el estudio de la lengua aborigen para quien no la conoce y la del idioma oficial, para quien no la habla, por la necesidad que tienen actualmente los naturales de pertenecer a los países modernos y como forma de adquirir elementos de todo tipo para la valorización y defensa de su propia cultura, al igual que para impedir la explotación ejercida hoy y ayer por aquellos que han pretendido liberarlos y hacer de ellos personas “decentes”, que no se distingan de la mediocre uniformidad del conjunto, razón por la que los propios indígenas deben tomar conciencia de esta situación y evitar ser engañados como hasta ahora con chatarra, así ésta consista tanto en “cuentas de vidrio”, como en ideologías e “ismos” propios del hombre blanco.

Nota

(1) Aunque serían necesarios más arquitectos indígenas para orientar y realizar sus construcciones con un plan arquetípico y sagrado, como antaño hicieron con sus templos y como siguen haciéndolo hoy en la milpa, a cielo descubierto. Además podrían seguir la carrera de medicina de las universidades con el fin de incorporar los elementos de su arte terapéutico como contribución a la salud general. Igualmente sería necesario continuar con la producción de sus artesanías, no perder la calidad y procurar buen precio por ellas, debida cuenta del valor económico de los objetos realizados a mano en los países más desarrollados, los que para muchas cosas los prefieren a la producción industrial. También sería loable que algunos de ellos –incluso chamanes u hombres de conocimiento– estudiaran leyes para poder defender sus derechos, pero que evitaran comprometerse en el peligroso y delicado mundo de la política de los países que habitan. Asimismo otros que pudieran estar capacitados en técnicas administrativo-contables e informática electrónica, para ser voceros de sus comunidades y respetados en el ámbito nacional. Y todos conocedores de su propia Tradición y de los valores cosmogónicos, filosóficos y metafísicos que entraña.

Nuestra cultura indígena, Por Fernando Trejos

Creíamos que se iba a aprovechar la conmemoración del quinto centenario de la llegada de los españoles a América para reivindicar la grandeza de nuestros pueblos aborígenes. Pero no. Durante el año hemos tenido que escuchar y leer en la prensa variados comentarios que tienden a rebajar –y hasta a negar– la cultura indígena costarricense, exaltando exclusivamente la influencia española e ignorando lo más significativo de esta celebración: la realidad de que en nuestro país también había –y hay– una elevada tradición que milagrosamente se ha mantenido intacta a través de los siglos y que permanece viva a pesar de los ingentes esfuerzos que blancos y mestizos han realizado por destruirla.

Estos comentarios, que tratan de minimizar la importancia de la cultura indígena, y que en algunos casos hasta han llegado a pretender negarla, desnudan una actitud de muchos costarricenses que pone en evidencia una abismal ignorancia de nuestra historia y un estúpido y mediocre orgullo de “no ser indios”, que se expresa en una especie de vergüenza observada en muchas familias nuestras, que se envanecen si la piel es más blanca y que esconden tontamente los orígenes indígenas que nadie medianamente enterado podría atreverse a negar.

Si bien es cierto que la proporción de sangre india en nuestro país es menor que en muchas tierras latinoamericanas, la inmensa mayoría de los costarricenses descendemos –nos guste o no– de indígenas. Muchos de los alimentos principales que ingerimos, y cantidad de palabras que hemos incorporado a nuestro idioma, tienen origen precolombino. Las más sanas y bellas costumbres y leyendas que tenemos las debemos a los indios. Y si pudiéramos comprender y amar nuestros orígenes estaríamos orgullosos de provenir de tan noble estirpe.

En nuestro país hay hombres de conocimiento (médicos-sacerdotes), depositarios, como tantos venerables ancianos indígenas que se encuentran diseminados aún a lo largo y ancho de toda América, de antiguas tradiciones y secretos que se gestaron y transmitieron en esta bendita tierra que ellos han habitado desde hace miles de años; herederos de profundos conocimientos de la medicina, de la naturaleza y de lo sobrenatural, y, sobre todo, vivos exponentes de una espiritualidad verdadera que siempre han transmitido, con amor desbordante, a quienes les respetan y abren su mente y su corazón permitiendo que esa sabiduría e influjo espiritual penetre.

Al oír y leer esos pobres comentarios, que siempre se afanan en tratar al indio de ignorante, me ha parecido escuchar la voz de los ancestros que gritan, no sin ironía, ni sin tristeza: “Han pretendido negar a nuestro Dios; han llamado demonios a nuestros espíritus intermediarios; han querido borrar nuestra historia; han menospreciado nuestro arte maravilloso; se han burlado de nuestra ejemplar mitología; no han podido comprender la fuerza de nuestros ritos ni la grandeza de nuestro espíritu. Pero ¿podrán además seguir llamándonos impunemente ignorantes, y hasta negar nuestra existencia? Pero la propia presencia de estos sabios me ha dado la respuesta: “No. Aquí estamos; somos los verdaderos habitantes de esta tierra; desde siempre hemos pertenecido a ella; observamos con estupor cómo la han mancillado destruyéndola y contaminándola; somos nosotros quienes nos preocupamos por nuestra Madre: la cuidamos, sufrimos sus sufrimientos, la amamos”.

Los pueblos indígenas tienen mucho que enseñar a los hombres modernos. Quienes hayan tenido el privilegio de conocer poblados aborígenes que se mantengan al margen de la contaminación de los “progresos” de los “blancos”, habrán observado, como lo hicimos nosotros en muchos lugares, que la mayoría de los indígenas son seres que se encuentran en un estado de virginidad envidiable; que se respetan los unos a los otros de una manera que no es posible ver ya en nuestras odiosas ciudades modernas; que son hombres humildes, pero con una dignidad que ya no existe “ni en las mejores familias” de estas sociedades decadentes; y que son seres humanos verdaderos, que comparten con su prójimo sus alegrías, sus tristezas y sus pocos haberes materiales.

Y quienes se tomen la molestia de leer los estudios serios –y abundantísimos– que por casi cinco siglos han realizado acerca de las culturas precolombinas frailes y cronistas conscientes, y antropólogos e investigadores sinceros, podrán comprobar que nuestros antepasados no tienen nada que envidiar a las más altas culturas y tradiciones de la tierra.

En todos los pueblos hay hombres sabios y necios, inteligentes y tontos, buenos y malvados; y no pretendemos que todos los indios sean perfectos. Pero hay verdades históricas que no podemos soslayar. La España que llegó a América no fue la España de San Fernando y Alfonso X el Sabio. No fue tampoco la España tolerante en la que convivieron en armonía hombres de conocimiento de orígenes judío, cristiano e islámico. Si América hubiera sido “descubierta” por aquellos sabios españoles éstos habrían reconocido en las culturas indígenas su elevada espiritualidad, su riqueza artística, arquitectónica e histórica, su profundidad filosófica y su pericia en las distintas ramas del saber. Los “conquistadores” y comentaristas más sensibles, como Sahagún, Las Casas, Durán y tantos otros, dan testimonio de la grandeza de las civilizaciones aborígenes. En Costa Rica, autores preclaros como Doris Stone, Carlos Aguilar, Luis Ferrero, María E. Bozzolli, y muchos otros historiadores, antropólogos y estudiosos del tema, han constatado que también en esta tierra había –y hay– grandes sabios y santos indígenas.

Pero desgraciadamente la inmensa mayoría de los españoles que invadieron estas tierras fue ignorante y ambiciosa, dogmática e inquisidora, cargada de odios y prejuicios que desgraciadamente todavía hoy prevalecen. Para justificar los saqueos y violaciones, robos y esclavizaciones, tildaron a los indios de ignorantes y salvajes y se dedicaron a destruir la cultura y a mal informar.

Hemos celebrado el quinto centenario de la raza mestiza, y este año ha sido declarado “de los pueblos indígenas”, lo que nos da la bella oportunidad de recordar nuestros verdaderos orígenes. Pero vemos también, desgraciadamente, con gran dolor, cómo todavía hay personas que se dicen cultas que mantienen esa mentalidad inquisidora e ignorante, y que como verdaderos fariseos no pueden ocultar el odio que han heredado hacia los antiguos y verdaderos habitantes de esta tierra.

Dichosamente, aquí está, todavía viva, la cultura bribrí y cabécar. Aquí siempre ha vivido Sibú. Aquí están los chorotegas, huetares y borucas. Y aquí estamos nosotros, los mestizos que, sin renegar en modo alguno de nuestros orígenes europeos, sí nos sentimos orgullosos de que corra por nuestras venas sangre indígena, y respetamos y amamos a nuestros antepasados aborígenes y a su cultura, y a los tantos hombres que siguen siendo hoy, a pesar del desprecio y la incomprensión, testimonio vivo de que Costa Rica tiene –aunque la mayoría de los costarricenses no lo sepa– una tradición verdadera, heredera de la Tradición Primordial, profundamente india, cargada de enseñanzas y energías espirituales que permitirán que en esta tierra mágica algún día vuelvan a florecer el espíritu, la auténtica paz y el amor.

Preguntas basicas de mexicanidad

La nocion de Dios en el mundo prehispanico o mejor dicho en Mesoamerica es distinta al concepto cristiano.
De entrada es algo que no tiene aspecto humano y que se le conoce en otro sentido como el Gran Creador o el Gran Misterio, rige la vida humana y toda la existencia sin embargo no es un ser castigador que espera un error para imponerse sobre el pecador. Mas bien esta mas cercano en cierto modo al panteismo (todo tiene algo del aspecto divino y un espiritu) que a un monopolio divino, de hecho tecnicamente hay espiritus de distintos rangos o niveles, desde espiritus que son humanos y que ayudan a otros o que representan a los ancestros a espiritus que suben en la escala cosmica y representan fuerzas de la naturaleza. Tales espiritus no se les puede considerar como buenos o malos sino seres que existen manteniendo un equilibrio y un orden en donde no esta representado tanto las fuerzas del bien o mal estilo cristiano.
El Gran Misterio es en un ejemplo burdo el estadio de futbol en el el cual hay un hormiguero en donde vive el hombre. pero no solo el estadio sino todo aquello que esta alrededor de este asi como el sol que lo ilumina, la lluvia y el tiempo.

Si bien hay varias personas que consideran que existieron muchos dioses en mesoamerica, mas bien estos fueron representantes no como dioses sino de fuerzas mayores y en varios casos simbolos del ser humano en uno de los 7 niveles sobre los cuales se maneja la espiritualidad.

No todos los mexicanos descienden de españoles. Una cosa es el meztizaje y otra la desaparicion de las culturas prehispanicas. Si bien ha habido una tendencia incluso gubernamental de exterminio cultural todavia quedan suficientes representantes de los pueblos indigenas como para considerar que Mexico tiene mayor numero de culturas indigenas que casi toda sudamerica junta. Cerca de 700 tradiciones distintas es bastante numero tomando en cuenta paises como Uruguay en donde no queda nada. Ahora lo que comentas sobre los apellidos estos fueron dados por las “encomiendas” cuando era necesario dar apellidos castellanos a los indigenas (otro modo de eliminar cultura y pasado) y una pequeña minoria fue dado de padres a hijos aunque cabe mencionar que los primeros hijos meztizos no fueron precisamente estilo novela romantica sino producto de violaciones de la soldadesca hacia las mujeres indigenas. Es dificil creer que en un principio las mujeres nahuas recibieran con gusto a los soldados españoles de entonces pues de entrada varios de ellos habian sido casi expulsados de sus paises de origen por su comportamiento. Ademas las violaciones era un modo “politicamente correcto” de humillar a los indigenas sin matarlos.

Por cierto tambien existen los criollos, indigenas y meztizos en Mexico. Entre ellos hubo un momento en que se creyo por la mezcla de “razas” que hubo aqui cerca de 40 combinaciones distintas (mulatos, zambos, etc).

Ser tradicionalista no significa ser conchero. Los verdaeros concheros o corporaciones ya casi han desaparecido pues son grupos que estan perdiendo seguidores en varios lugares pues no encuentran gente que llene los requerimientos intelectuales, espirituales o fisicos para continuar varias tradiciones. Para que me explique un poco:
¿Cuantas personas conoces que voluntariamente pasarian una semana sin comer ni beber agua para realizar una busqueda de la vision y la semana siguiente colocarse garras de aguila en el pecho para colgarse de ahi a 3 metros de altura?.
No es facil verdad.
=?
Los concheros actuales no son muy bien recibidos por los que estan dentro de tradiciones de origen pues actuan de una forma sometida ante el movimiento catolico (al que la mayoria de los tradicionalistas culpan de su casi extincion, lo cual es logico, no son a los unicos que han sido recibidos a pedrada limpia en pueblos – como mi caso).
Si bien el arte plumario se mantiene entre otros grupos por los concheros despues de estar en una tradicion de origen los demas creen que los concheros tratan de mantener su permanencia justificandose atraves de cuentos y fantasias y del apoyo religioso catolico para mantener su permanencia y dominio sobre la poblacion en busqueda del conocimiento ancestral. Tambien los ven un tanto indisciplinados (beben muchos de ellos alcohol o estan borrachos durante las danzas) y en el caso de la Danza del Sol en el bajio de Mexico los concheros han representado el medio por el cual la iglesia catolica ha perseguido a otro tipo de danzantes (les comente que hace dos años me descalabraron cuando un cura les dijo en misa en u pueblo que yo era diablero. Tuve 10 personas apedreandome antes de irme).

¿A que se le llama ser Guerrero? ¿De cual concepto hablamos? De Velasco Piña, Castaneda, Leòn Portilla, Carlos Sanchez, Cuarto Camino, etc.
Sorry, el guerrero no se forma leyendo en libros. Tiene que representar algo ya sea entre algunas cosas a la verdad, a la justicia o un bien mayor. Ser guerrero no es un titulo nobiliario, es una serie de actos que se realizan cuando los demas te necesitan (por ejemplo),
Si bien la nocion de Castaneda es retomada por algunos tradicionalistas no significa que se quedan ahi. La mayoria que he conocido no se autonombran como tales sino que lo ejemplifican con sus actos y su sacrificio personal hacia algo mayor.

¿Buscamos ser culturales o ser aculturalizados?
La cultura en cierto modo es todo auqello que este dentro del quehacer humano que lo identifica como un ser pensante. Ahora una cosa es la cultura de calidad, la tradicional o la espiritual. se dice que la tradicion es el animas mundi de un pueblo, el alma que da la vida. Vuando un pueblo tiene tradicion este tiende a desaparecer.

¿El despertar de un pueblo comienza con el despertar propio?
En definitiva. Pues el pueblo somos nosotros.

¿Sin sustento puedo poner algo en movimiento?
Las necesidades basicas de la vida son comida, techo, ropa solo por mombrar algunos. Antes de iniciar el camino espiritual tambien no hay que olvidar que existe en mundo mundano que te permite tener el tiempo y el espacio para hallarte a ti mismo. Sin sustento en ello es casi inposible crear algun movimiento.

¿Cual es nuestro sustento? ¿Se despierta para ser libres o porque se es libre?

El despertar es el inicio de la conciencia, el despertar del espiritu es el primer paso de una vida en donde se realizan cambios fuertes y constantes que nos llevara a conocernos a nosotros mismos y a los demas y asi como a encontrar la libertad que buscamos. Se despierta para ser libre.
Pero recuerda que eres libre hasta que la humanidad te necesita.

¿Se despierta para el sacrificio o por el sacrificio?

Respuesta: ¿Cual sacrificio?.
Lo unico que puedes sacrificar es aquelo que te pertenezca y lo unico que tienes que dar realmente que provenga de ti eres tu mismo. No puedes sacrificar tu vida para tener otra. El sacrificio es un acto personal pero no es el acto que despierta sino que es un acto de darte a ti mismo a otros o a algo superior, pero eso no implica una iluminacion o liberacion. Solo es parte de un proceso personal de trasformacion.

¿Por pueblo entendemosa la gente que habita un lugar geografico?
Si por un lado. Pero visto de una forma mas amplia es aquellos que son aglutinados por una cultura, indiosincrasia, etc, que estan en alguna zona del mundo.
Los gringos americanos (los gueros descendientes de cuaqueros) no son pueblo pues ni cultura propia tiene a no ser el “modo de vida americano” y MTV.
Sobreviven en cierto modo por las inyecciones culturales de otros grupos.

¿Acaso no seremos todos pobladores de un mismo lugar?
LO SOMOS. Somos la gran raza humana. Con diferencias entre si, pero esas diferencias son las que hacen a los pueblos.

¿Que trata de hacer la mexicanidad?
De enseñar, no de imponer y de ayudarse mutuamente.
Mas enseña la necesidad que una universidad, y mas hace el que quiere que el que “puede”.
Se trata de entenderse como un colectivo con distintas formas de pensar pero que se respetan entre si para rescatar no solo su pasado “prehispanico” sino tambien su presente.

¿Quienes somos?
Desde hace 400 años no ha habido una identidad nacional pero no fue por la conquista de los españoles sino por el letargo que nosotros mismos nos hemos creado. Pues si no nos aceptamos como mexicanos y como una cultura hibrida no podemos salir adelante pues es necesario poder reconocer que no somo indios ni españoles. Somos parte de ambos.

Ya antes comente aqui mismo que los españoles de ahora no son los responsables de lo que hicieron sus antecesores, que de hecho no pueden ser considerados siquiera como sus representantes. No se puede negar un hecho historico, pero no puedes culpabilizar 400 años despues a los descendientes de los actos del pasado de gente que en definitiva no representaba a la poblacion española de entonces, sino a los intereses de un reducido numero de personas.
Vuelvo a comentar no somos indigenas ni españoles los mestizos. Somos parte de ambos. Negar a una de esas partes es negarte a ti mismo.

Literatura Náhuatl.

Literatura Náhuatl.

La literatura siempre será una forma de conocer las más íntimas formas de una cultura. Nos da la llave para encontrar las respuestas que nuestra existencia nos plantea y nos ubica en el mundo del cual provenimos.

Se entiende por literatura náhuatl la producción literaria de los pueblos que ocuparon el valle de México y sus alrededores y que hablaron esta lengua. El náhuatl o mexicano antiguo se habló desde la época de Teotihuacan y Tula. Era la lengua de Atzcapotzalco, Chalco, Tlaxcala, Cholula y otras regiones.

En cuanto a su origen es importante mencionar que no se puede dar una fecha exacta para su inicio, ya que sus obras tuvieron transmisión oral durante muchos años.

La influencia de culturas como la teotihuacana y tolteca fueron el inicio de estas manifestaciones, a las que se le unieron la originalidad y el profundo sentido religioso de los aztecas.

Se consideraban el pueblo del sol, es decir, el pueblo elegido para ayudar con su sangre a la existencia de los dioses, por los cuales se produce la guerra florida, cuya finalidad era obtener víctimas para el sacrificio.

Las primeras manifestaciones de la literatura náhuatl se encuentran en los códices, libros que pintaban los tlacuilos (escribanos o pintores) en hojas de piel de venado raspada o corteza de amate preparada con una capa de carbonato de calcio. El arte de fabricar estos códices se resumía en la expresión: “poseer la tinta negra y roja” símbolo de la sabiduría que posee el hombre culto. La escritura de códices era una costumbre no sólo de los habitantes del valle, sino también de la región maya, mixteca y zapoteca. Los códices se guardaban en bibliotecas llamadas amoxcalli (la de Texcoco fue famosa antes de ser destruida por los conquistadores).

Estos códices podían contener todo tipo de información: historia, tácticas de guerra, registros de pueblos tributarios y sus tributos, relación de costumbres, calendarios religiosos, tipo de sacrificios para cada divinidad, etc.

De ellos se conservan sólo tres códices de la cultura maya:

El Dresde, el Tro-Cortesiano y el Peresiano. De la región mixteca se conservan algunos tan hermosos como el Nuttla, nombre con el cual se conoce también todo el grupo de códices de la zona que comprenden nueve en total. El resto pertenece a la regi6n central y sobresalen el Borbónico y el Borgia.

Al darse cuenta de la valiosa información que habían perdido al quemar las bibliotecas y códices antiguos, los españoles alentaron la elaboración de códices con la técnica prehispánica. A este tipo de códices pertenecen el Mendocino, Maglibecchi, Azcatitlán, Mexicanus, el Cruz, Xólotl y varios más.

Características.

El náhuatl gozaba de fama como lengua culta, dulce y armoniosa. Por ello no es coincidencia que la propia palabra náhuatl significa: claro, limpio y sonoro.

En cuanto a la lengua literaria se caracteriza por el uso de recursos muy específicos que le dan un carácter original e inconfundible, como los siguientes:

1. Paralelismos: Es un recurso frecuente en muchas literaturas, sobre todo primitivas y consiste en la repetición de un mismo concepto, palabra o pensamiento completo, por medio de dos o más frases semejantes, incluso sinónimas, que se complementan, por ejemplo:

“El llanto se difunde, las lágrimas gotean.”

2. Difrasismo: Este recurso surge de la literatura seguramente como reflejo del uso de ideogramas, que representan conceptos por medio de objetos relacionados con ellos. Como recurso estilístico surge de yuxtaponer dos palabras que nos dan, por asociación el nombre de otra. Ejemplo: in xóchitl in cuicatl (flor y canto), significa poema.

3. Metáfora: En realidad toda poesía se expresa por medio de lenguaje metafórico y en este sentido, la poesía náhuatl no es una excepción.

Lo que es original y aparece casi como exclusivo es que en el proceso creador de metáforas los elementos de comparación son: aves, piedras preciosas y flores. Ejemplo: “nuestro hermoso canto: un dorado pájaro cascabel.”

4. Forma negativa e imperativa de los enunciados: Esta es una forma de construcción característica de la prosa, se expresa mediante la negación al comienzo de la frase. Ejemplo: No seas cual culebra, no te hagas el resabido.”

Los géneros literarios cultivados

1. Poesía épica.

La épica antigua surgió de la fusión del mito y de la realidad, por ello muchas veces los documentos históricos son más bien literarios, porqué ofrecen una imagen subjetiva y humana del acontecer histórico.

Los fragmentos épicos de este período pueden clasificarse según su tema en:

a) Los que tratan de personajes famosos. Por ejemplo: Quetzacóatl.

b) Los que relatan la fundación de ciudades.

c) Los que hablan de peregrinaciones de tribus.

2. Poesía lírica.

Se caracteriza por retratar la subjetividad del ser humano, al revés de la poesía épica que se encarga de mostrar las ideas de una cultura. Exhibe la concepción que, sobre el mundo tiene un individuo. En ella se destacan dos aspectos: Forma y contenido.

Dentro de la forma lo que se puede destacar de la poesía náhuatl es, su rítmica y métrica, ya que casi siempre fue ajustada a la música y la danza. Aunque esto es muy difícil de observar en las traducciones, los que sí podemos considerar como características que se conservan aún en ellas son:

1. El uso del paralelismo y el disfrasismo.

2. La composición de metáforas basadas sobre todo en la comparación con flores, aves y piedras preciosas.

3. Que se trata de poemas cortos, estructurados, generalmente de la siguiente manera: un pensamiento desarrollado en dos estrofas, la segunda es complemento de la primera, y entre ambas hay un estribillo que las une. Este último puede repetirse o incluso iniciar el poema. Ejemplo:

“El ave roja de xochiquetzal (primer pensamiento)

se deleita, se deleita sobre las flores. (estribillo)

Bebe la miel en diversas flores: (segundo pensamiento)

se deleita, se deleita sobre las flores” (estribillo)

Por su contenido podemos dividir la poesía náhuatl en:

a) Religiosa: Teniendo en cuenta que toda la literatura náhuatl tiene un trasfondo religioso, su expresión máxima la encontramos en este género literario, ya que pareciera que el alma indígena no es capaz de concebir el mundo y al hombre de una manera independiente de la voluntad de los dioses. Hay una enorme cantidad de poemas dedicados a las distintas divinidades de la mitología y a su invocación ceremonial. Estaba destinada exclusivamente al conocimiento de los sacerdotes.

b) Guerrera: La figura del guerrero, ya fuera caballero águila o tigre, sus hazañas, la guerra misma como forma y justificación de la vida, es el tema principal de una vasta producción poética de esta cultura.

c) Filosófica: La brevedad de la vida, la incertidumbre sobre lo que hay después de la muerte, la crueldad o indiferencia de los dioses, su naturaleza, la amistad, el valor de la poesía y la belleza, la tristeza y melancolía del individuo sometido a los designios de los dioses terribles, son los temas de este grupo.

3. Poesía dramática.

Entre los indígenas el teatro poseía un carácter especial de representación en vivo en honor de los dioses, en el cual participaba todo el pueblo. Se mezclaban varios elementos, como la música, el canto y el baile, coincidiendo con esto con el concepto dramático de otros pueblos. Su estructura es completamente diferente a la occidental formada por introducción, nudo y desenlace. No existía como tal la caracterización psicológica de los personajes.

Por los testimonios que se conservan de los cronistas, sabemos que los indígenas conocían y se manifestaban en todas las partes de la representación actual: maquillaje, escenografía, vestuario, utilería, etc.

Existían cómicos parecidos a los juglares medievales y también titiriteros.

Como ejemplos de este tipo de representaciones podemos citar la fiesta del dios Tezcatlipoca, la cual se realizaba con la participación del pueblo. En este festejo se sacrificaba al guerrero-actor, quien moría para asegurar la continuación de la vida, la cual se festejaba con cantos y bailes.

4. Prosa.

En la prosa encontramos algunos recursos típicos de la lírica, como el paralelismo y el lenguaje metafórico. Por su contenido la prosa náhuatl se puede dividir en dos grandes grupos: la histórica y la didáctica.

Prosa histórica: encontramos un gran caudal de referencias sobre genealogías, acontecimientos como eclipses, terremotos, sequías, inundaciones y hechos históricos. Las obras de este tipo que se escribieron durante la conquista son particularmente interesantes, porque no plantean la perspectiva de los indígenas. Ejemplo de ello es la obra: Anales históricos de la nación mexicana escrita en 1528.

Prosa didáctica: destacan los Huehuetlatolli o discursos de los viejos y Los proverbios. Los primeros fueron recogidos por Fray Andrés de Olmos, después de la conquista y son consejos de los mayores a los jóvenes para guiarlos en la vida, encierran todas las ideas sobre la educación de los mexicanos: Normas de conducta, conceptos morales, respeto a las tradiciones, a los dioses, etc. Estos consejos se transmitían de padres a hijos, de sabios a gobernantes o de los reyes a sus descendientes.

En cuanto a los proverbios, sabemos que son la condensación mínima de las ideas; son frases cortas que encierran toda una sabiduría de la vida. Por ejemplo: “si en verdad eres estrella no te alumbres con tea”, “¿Quién será útil a otro, cuando no lo es a sí mismo?”

Nezahualcóyotl (autor representativo).

Acomiztli Nezahualcóyotl (nombre que significa brazo o fuerza de león y coyote hambriento o ayunado) nació en Texcoco el 28 de abril de 1402. Su vida fue muy azarosa, siempre estuvo ligada a la política. En 1431 fue proclamado señor de Texcoco, donde impuso una organización política y administrativa que logró la expansión de su imperio.

Obra representativa.

“Estoy embriagado, lloro, me aflijo,

pienso, digo,

en mi interior los encuentro:

si nunca me muriera,

si nunca desapareciera.

Allá donde no hay muerte,

allá donde ella es conquistada,

que allá vaya yo.

Si yo nunca muriera,

si yo nunca desapareciera.

(Traducción de León Portilla)

Autor: Nezahualcóyotl.

Conclusión.

La literatura náhuatl forma parte de nuestra herencia cultural, a pesar de que gran parte de dicha herencia nos fue robada, también es cierto que la cultura sincrética que se dio con la combinación de la cultura española y la indígena es quizá una de las más ricas de la Tierra.

Entender la visión del mundo de los aztecas nos da la posibilidad de entendernos a nosotros mismos y a nuestra realidad actual.

Es importante valorar las características de esta literatura tan rica y profunda: su valor metafórico, su dulzura, su estrecha relación con la naturaleza y el retrato de la visión de la vida de una manera tan espiritual y compleja.

La literatura maya.

La cultura maya es otra civilización que se dio en el continente americano. Abarcó la región que comprende los estados de Yucatán, Campeche, Tabasco, parte de Chiapas y Quintana Roo (dentro de la República Mexicana) y países como Guatemala, Honduras y Belice, en Centroamérica.

Los mayas tuvieron un sistema complejo de escritura jeroglífica que desgraciadamente sólo ha sido parcialmente descifrado.

A diferencia del náhuatl existen muy pocos textos (sólo existen tres códices), además de que una palabra tiene múltiples significados. Por ejemplo: la palabra Po es el nombre de la diosa lunar y de la diosa patrona de las tejedoras, pero también es el nombre de un mes y puede significar rana.

La destrucción de los códices mayas fue sistemática, debido a dos razones fundamentales, los propios indígenas los destruyeron para no dejarle información al enemigo y después los españoles se encargaron de destruir lo que los indígenas no hicieron, organizando quemas como la de Fray Diego de Landa en la ciudad de Maní en 1562.

Extrañamente los tres códices mayas que sobrevivieron a estas destrucciones se encuentran en ciudades europeas, y nadie es capaz de dar las razones para que esto sucediese. El contenido de los tres es el tema fundamental del pensamiento maya al paso del tiempo aunque no puede descartarse que se trate en alguno de ellos otro tema.

El más importante y considerado el más bello es el Códice Dresde, cuyas treinta y nueve hojas contienen, entre otras cosas, profecías, ceremonias del año nuevo y tablas sobre el movimiento del planeta Venus. Se supone que fue pintado hacia el siglo XI y es el más estudiado de los tres. Escapó a la destrucción total durante los bombardeos aliados a la ciudad de Dresde, ya que al apagar los incendios el agua llegó a los sótanos donde el códice se encontraba. Fue rescatado de la humedad y devuelto a las vitrinas de la biblioteca

La historia del Códice de París, no puede menos que sorprendernos: fue encontrado en la basura de la biblioteca Nacional de París. Este documento contiene 11 páginas de profecías y un calendario adivinatorio. En una de sus esquinas aparece el nombre de Pérez, por eso es conocido también como peresiano.

El tercer códice maya es el Tro-cortesiano o de Madrid encontrado en dos partes que pertenecían al Sr. Tro-Hortelano y a un pariente de Cortés. Consta de 112 páginas, pertenece al siglo XV y su contenido es adivinatorio y de las ceremonias rituales del año nuevo.

Los mayas conservaron a través de la tradición oral sus hechos históricos. Aprendían a memorizar extensas obras literarias e incluso científicas, muy probablemente los códices sólo servían de guía o para fines didácticos. Los sacerdotes y los sabios eran los que tenían el real acceso a ellos. A los jóvenes mayas se les enseñaba de forma oral. Después de la conquista y ante el peligro de que todo su acervo se perdiera, fueron los primeros en usar el alfabeto latino para transcribir en su propia lengua las obras que hoy conocemos como literatura maya. La más importante de ellas es el Popol-vuh, aunque existen otros textos como los libros del Chilam Balam, el Memorial de Sololá o Anales de los cakchiqueles y el Rabinal Achí.

Conclusión.

Hablar de la literatura maya nos acerca a una de las civilizaciones más importantes de nuestro continente, nos muestra una sensibilidad inigualable, además de una visión del mundo completamente diferente a la azteca. Los mayas dejaron atrás la violencia de los aztecas y a pesar de ser un pueblo guerrero su respeto y fascinación por las artes y las ciencias los hacen una cultura fina y muy desarrollada.

La conquista nos dejó sin la mayor parte de los tesoros del pensamiento de este pueblo, pero nos gustaría terminar este capitulo con una reflexión del poeta Pablo Neruda al respecto:

La palabra.

“…Todo lo que usted quiera, si señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema como pedacitos de madera bruñida, como carbón como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas. Pelos, tiene de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar la patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando, patas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaba, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra … Pero los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.”

Literatura mexicana prehispánica y sacralidad

Literatura mexicana prehispánica y sacralidad
El día de hoy, el refugio más fácil de socorrer que tiene un pueblo de actitud fácil es la identidad nacional. Los nacionalistas se buscan héroes y figuras vernáculas para ponerlas en monedas, billetes, calles, parques, librerías y planes de estudios. El estudiante de la carrera de «Lengua y literaturas hispánicas» de la UNAM debe cursar durante su primer año cierta materia llamada “Literatura Mexicana I, prehispánica”. ¿Será cierto que existió en México una «Literatura prehispánica»?

    La pregunta anterior no está sujeta a discusión. Por supuesto que existió la literatura mexicana precolombina. Quien duda de la anterior afirmación es alguien que cree que en el continente no existió nada literariamente relevante antes de la llegada de la europea lengua castellana, y que la única literatura de lo que ahora llamamos Latinoamérica ha sido la «hispanoamericana».

    Quien trate de estudiar con justicia y objetividad la realidad humana y espiritual precolombina en el continente americano tiene que ser algo antropólogo. Aún delimitando el campo geográfico de estudio al territorio nacional, y luego partiéndolo a la mitad para analizar sólo la parte considerada Mesoamérica, el entusiasta se queda corto. El término corresponde a una abstracción geográfica y no a 1 solo estado uniforme. Se refiere a un conjunto de pueblos que si bien tuvo similitudes culturales evidentes (la alimentación, el calendario, los rituales y la paralelidad de divinidades), no pueden en ningún considerarse una única cultura. Y el estudio se complica si recordamos que del preclásico temprano al posclásico tardío hay un espacio de más de 2500 años según unos y de 4000 años según otros. Ni hablar de la cantidad de lenguas que tuvieron escritura en alfabeto latino y que sería necesario aprender para estudiarlos «en sus fuentes», ni de conocer a profundidad sistemas de escritura no alfabéticos. Es por esto que el literato acude a la solución sencilla: estudiar sólo las más representativas obras de las más representativas culturas. En este caso, algunas nociones sobre lo que queda de códices y algunas traducciones del náhuatl y lenguas mayas de anales, cantos, crónicas, descripción de ritos y de algún sustrato dramático. El problema no es tan grave en cuanto a estos aspectos. La verdadera e inadvertida dificultad es darse cuenta que, al estar situado uno en una cultura globalizada con ya arraigadas tradiciones europeas (más que occidentales), nos estamos enfrentando con una conglomerado de civilizaciones no emparentadas a la nuestra, que bien podemos empezar a comparar a partir de nuestras similitudes como seres humanos y de los universales sociales y religiosos, aunque al final nos quedemos más asombrados que comprensivos con los habitantes antiguos de nuestro patrio suelo.

    ¿Qué tanto debe un literato comprender a buen modo la cosmovisión precolombina? Mucho, dada la naturaleza de los textos. En el caso mexica, ya el padre Ángel María Garibay «descubrió» la «Literatura náhuatl», ya el doctor Miguel León Portilla analizó la «Filosofía náhuatl», por mencionar sólo un par. Ambos han sido precavidos en su labor. Recuerdo ridículos casos de zocaleros y otros fanáticos que con ligereza colérica decían estupideces tan difundidas como:
 

El náhuatl es de las lenguas más completas y perfectas que han existido, en opinión de destacados lingüistas.

El náhuatl no es un dialecto. Es un idioma porque tiene Academia de la Lengua y Diccionario.

    Cuando los lingüistas son de la opinión que no hay ni motivos ni necesidad de atreverse a afirmar que hay idiomas mejores que otros, y cuando son realmente pocas las lenguas que tienen alguna organización de intenciones normativas como nuestra RAE. El quechua tiene Academia de la Lengua y no por eso es menos idioma que el inglés, que no la tiene.

    Los casos anteriores son los de personas que vuelven los ojos al pasado nacional para buscar una identidad con la cual ampararse. Sobrevaloran antes de conocer. O lo ven “por encimita”, y llenan sus casas de figuritas de dioses que no conocen, aprenden a bailar en un pie y memorizan cómo decir “I love you” en zapoteco de Juchitán. Y es lo que debe evitar el investigador objetivo.

    Otro ejemplo de simplicidad fue la siguiente afirmación, digna de un poco más de escrutinio:
 

«Teotl» no significa «Dios». El «Teotl» del náhuatl no corresponde con el «Dios» de occidente.

    Ésta es también una de las frases célebres de los zocaleros. En cierto modo, se les puede dar razón diciendo que, al ser dos cosmovisiones no emparentadas, un concepto que los sabios filólogos han tomado para traducir el «Teotl» como «Dios» y viceversa es en cierto modo forzado. En ciertos documentos se cita a Huitzilopochtli como «in Diablo Vitzilobuchtli» (y para «diablo» usan «tlacatecolotl»), y al Dios cristiano se le llama «in huel nelli Teotl Dios, in Ipalnemohuani, in Teyocoyani, in Tloque Nahuaque, in Ilhuicahua, in Tlalticpaque», “el verdaderísimo teotl por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra”. ¿Será sólo adaptación de los traductores o en verdad son términos que no se corresponden?. ¿Era Huitzilopochtli un Teotl o un Dios o ninguno?.

    A oídos de un antropólogo de habla española le sería ridículo usar su palabra «Dios» solamente para el de su religión. Llamar ? al dios si es japonés, ? si es chino, ? o ??? si es coreano, ???? si es árabe, ???? si es griego, deus, si es latino, ku’ si es maya y así sería demasiado afán polígloto.

    En fin. De ahí que el estudio de las culturas mexicanas prehispánicas sea tan particular.

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