LOS VIEJOS DE CORPUS, XITAS

LOS VIEJOS DE CORPUS, XITAS

Autor: Julio Garduño Cervantes

El valle de Temascalcingo-Solís, flanquea-do por milenarias montañas, conforma el espacio geológico más sorprendente de la tierra mazahua, en él corre el no

Ndareje, (Lerma) entre acantilados de extrañas formas. Tierra fértil donde se ha desarrollado la vida de animales y plantas que hoy reclaman su existencia.

Los tambores de la historia aquí anunciaron la presencia del hombre-montaña; del hombre-río, del hombre-venado y del hombre-maíz, sus huellas son muy remotas; crearon símbolos e instrumentos que responden a sus sentimientos y a sus necesidades materiales y espirituales.

Dentro de las ceremonias más antiguas está la de la fertilidad, ceremonia de la invocación a la lluvia; ahora es tiempo de llamar a las nubes, de encender el fuego, de mover las manos y los pies en mágicos movimientos, de mirar con los ojos del alma, de comunicamos desde este rincón del universo con las fuerzas del más allá. Lo seguimos haciendo como lo hicieron nuestros antepasados, los que ya se fueron pero que ahora están aquí.

Se reúne el grupo de cargueros, Becte, para tomar acuerdos y decidir qué van a hacer el Jueves de Corpus; entre los acuerdos está la compra de cohetes, la recolección de flores, la invitación a los hombres del pueblo para que participen en la cuadrilla de los xitas o “Viejos de Corpus”. La invitación se hace en forma muy especial a los que representarán al más viejo y a la vieja, se les lleva obsequios, pan, pulque, frutas, para ganar su voluntad de participación; a los demás se les invita en forma sencilla, así también al que portará el “torito” hecho de madera y forrado de piel.

Días antes de celebrarse las ceremonias del Jueves de Corpus, sale un grupo de viejitos, recorren el poblado y van de casa en casa, donde danzan por un momento; anuncian la fiesta, recolectan limosnas para sufragar algunos gastos.

Llegado el día, todos los pueblos y barrios que participan celebran las vísperas; se reúnen en el templo los cargueros, cada uno con su comisión. Las campanas llaman a todo el pueblo y así van llegando las mujeres con ramos de flores, los músicos con sus tamboras y violines; en el interior del templo se esparce copal a cada una de las imágenes. Las mujeres se sientan en tomo a los nichos que portarán a los santos y les van colocando ofrendas de gran belleza, de unas cazuelas de barro van tomando flores de di-versos colores y especies: borene, retama, orquídeas, ramos de mastranto, azucenas, entre otras; también se les coloca rosarios o guirnaldas de palomitas de maíz, se cuelgan racimos de capulines, guayabas, plátanos de Jungapeo, y manzanas.

Conforme se van poniendo las ofrendas se esparce copal, que junto con música de tambora y violín envuelven el ambiente en una atmósfera de profunda espiritualidad.

Con gran respeto se ofrendan matas de maíz, que se colocan en los nichos. Entre las flores y las frutas se mueven panes de caprichosas formas, de mujer, animales, como ardillas, patos, palomas, pajaritos, y coronas.

Entre los nopales y magueyeras, la noche avanza por esos caminos, van gritando los xitas y se dirigen a la iglesia.

Su llegada se anuncia con toques de campana; se les recibe con música. Se inicia una procesión en el atrio alrededor del templo.

Aquí están los xitas representando a los antepasados, a los viejos con renovada energía, llenos de fuerza para invocar la lluvia y la fertilidad.

Hay flores y frutos para la ofrenda y copal para que arome el tiempo divino.

Se echan cohetes, repican las campanas.

[corpus01]

Los xitas mazahuas con su nuevo rostro, en milenarios movimientos que transforman el tiempo y el espacio, hacen su entrada al templo con el mayor de la danza. Con gran reverencia caminan dentro del templo al ritmo de una tambora y un violín; los reciben los mayordomos y fiscales, quienes se encuentran en el altar. El xita más viejo, a quien también le llaman “tápale” o “mero xita”, se acerca a uno de los fiscales para pedir permiso y ponerse de acuerdo con la participación de la fiesta y le dice:

—Tata fiscal, venimos aquí de ante-mano a pedirle permiso para que descansemos un poco, ya que venimos de muy lejos, más allá de Tarandacoao, Maravatío; sólo hemos comido biznagas, garambullos y algunos animales, y mis hijos no han comido más que puros animales: lagartijas, conejos, tlacuaches, tejón, zorrillo, armadillo. Ya mañana continuará el camino.

El fiscal que se encuentra sentado a un costado del altar y contesta.

—Si ustedes desean descansar un poco, yo aquí les doy permiso, pero de comer es poco lo que tenemos, porque no ha llovido.

El mero xita conversa lo mismo con los demás fiscales, esto también lo hace la Vieja con voz tipluda y lloriqueos. Ella representa la tierra, la fertilidad.

El fiscal, con mucha seriedad, se dirige a todos los xitas y les dice:

—Nosotros queremos que los viejitos nieguen mucho a Dios que nos socorra la lluvia para dar vida a nuestra siembra, ya que aquí carecemos mucho de agua, pero con ayuda de los viejitos, y con el permiso de Dios que nos venga la lluvia… y le den vida a nuestros campos y montañas.

Responde el tata xita:

—Nosotros rogaremos a Dios para que estas tierras se den abundantes. Y no se preocupe por nosotros, por donde vamos caminando le rogaremos a Dios.

Los rostros del pueblo, con mirada profunda y emocionada, les dicen en forma repetida: rueguen por la lluvia, rueguen por la lluvia…

Una vez que el fiscal concede el permiso, los viejos, formados en columna, bailan jarabes dentro de la iglesia y salen al atrio, ahí ya se encuentran muchos vecinos del pueblo. Siguen danzando y lanzan extraños gritos; se torea el “torito”, que es cargado por un hombre en sus hombros, así lo va haciendo cada uno de los xitas, traen en sus manos una reata de lazar. Así transcurre buena par-te de la noche, con asombro de los asistentes. Nuevamente pasan al interior del templo y continúan danzando. En medio de exclamaciones se despiden de las imágenes y fiscales; todo está preparado para el día siguiente y participan en la na mbxcua ra xita carpo. ” ¡Axcale, a, a, a, a; m,m,m,m…!”

[corpus04]

Con su máscara de noche nos mira la Luna, que se esconde entre los magueyes bebiendo aguamiel y se pone alegre a danzar con los luceros en el manantial de agua serenada.

El alba empieza a despuntar el nuevo día, el semanero en el templo toca las campanas de las cinco de la mañana, anunciando la fiesta de los xitas. Despertamos con nuestro nuevo y verdadero rostro, nos dirigimos al manantial donde brota cristalina el agua; ahí lavo mi antiguo rostro, el día baña mi cuerpo con su luz temprana, para lucir mi nueva cara.

Ahí está Menyeje trazando signos sobre el agua, escribiendo los testimonios de nuestro origen. Sus pequeños ojos me miran, mis hijos lo miran, es la culebra sagrada que vive en el manantial y que representa al Señor del Agua. Así me enseñaron mis mayores, así se lo enseñaré a mis hijos, hay que respetarla y respetamos, nunca enojamos, ni dañar el manantial, porque si no el agua lo sien-te y se va. Nuestra vida es agua, el agua le da vida a lo que existe sobre la tierra y todo esto dice que no debemos olvidar lo que somos.

Hoy es el día señalado, las campanas siguen sin descanso llamando para asistir a la fiesta de los xitas, a la fiesta de la lluvia. Ya están en el templo los cargueros, cada uno cumpliendo su misión, los músicos tocan tambores y violines. En el recinto sagrado del fuego está Gosivi, “fogón” donde se guardan las brazas que luego son sacadas con el guaní para ser colocadas en el tontze y quemar el copal que arome la fiesta. Van saliendo las imágenes que son llevadas en nichos sobre los hombros de mazahuas, se echan cohetes que también anuncian la salida, repique de campanas, los cargueros van al frente, también las mujeres de more-nos rostros con sus niños en sus espaldas, llevan el Boximo, otras pequeña campanita que suenan sin cesar, estandartes, pequeñas cruces, adornan también con flores, panes y frutas. Los xori, cantores y resanderos, entonan viejos cantos y oraciones de profundos mensajes que salen de gargantas llenas de fe.

En la parte de atrás de la peregrinación van los xitas, en el espacio espiritual y terrenal, haciendo invocaciones. Con sus danzas, con sus gritos conforman una simbología de naturaleza ritual y sagrada. Trazan con sus danzas el sentido cósmico del ritmo del tiempo pasado-futuro, año-día. En todo este presente la naturaleza agrícola de la vida comunitaria influye poderosamente en esta festividad.

[corpus03]

Por los caminos de las montañas ya descienden las deidades y los hombres de diversos pueblos, para unir sus fuerzas terrenales e invocar a la lluvia y a la fertilidad.

En el cráter del tiempo nació la historia de su pueblo, Niñi Ájanse, San Pedro el Alto, con sus pasos volcánicos renuevan su tradición y salen los xitas en medio de la neblina de su lago, entre los encinos, madroños, ocote, matorrales de pingüicas y zarzales, a lo lejos los mira el cerro de Vero. Inician el descenso en su recorrido; al llegar a los peñascos del Campanario le piden permiso a la montaña para que descanse la peregrinación; ahí renuevan fuerzas y avanzan por las cañadas, con dirección a la cabecera municipal. Por estos caminos de Xeile, los que viven en el cerro del Águila o La Santa Cruz son pocos, pero es muy grande su emoción.

Por los caminos de las montañas don-de sale el Sol, donde están los montes de La Joya y de Bajomuí, vienen los xitas del barrio de Puruahua. Al salir los despiden los ángeles de piedra, que vuelan dentro del templo; los acompaña ahora la Virgen del Perpetuo Socorro. Su nicho lleva azucenas blancas, panes, frutas; hay cantos y copal; la peregrinación avanza por esos caminos que atraviesan profundos barrancos, entre las milpas verdes, rodeadas de cercas de piedra, donde crece el maguey verde, nopales y mueven sus ramas los capulines con sus negros racimos. Por este rumbo está la capilla de las Ánimas, de donde sale otro grupo de xitas o Viejos de Corpus.

Del barrio de Bonshó viene San Miguel Arcángel, guiando entre las nopaleras de tuna bonda a los xitas que saltan y gritan emocionados, e invocan la lluvia; ahí van en medio de tamboras y copal.

Por los gigantes, por esos enormes árboles, mueven sus viejas ramas, vienen corriendo y saltando los Viejos de Corpus de Maro, y ahí viene a todo galope el señor Santiago con sus ofrendas de maíz, y su pueblo, el viejo y la vieja con sus hijos, con sus máscaras temibles, con grandes sombreros de vara de sauce, barbas de ixtle. Entre ellos hay una máscara enigmática de tronco de maguey, con su mirada muy antigua que irradia emoción.

El pueblo otomí de La Magdalena también participa, ahí está la colonia, el centro y la cruz blanca; son bastantes viejos, ahora son más que el año pasado, su alegría y la tambora se oye hasta el paraje La Palma de Nejapa. Ya se dirigen a la iglesia del Señor San Miguel Arcángel con sus cantos “Mi Padre Jesús”. Vienen echando cohetes, se santiguan en la cruz blanca frente a las pinturas de Tzindo y ahí vienen.

[corpus05]

Se oye la tambora, los gritos y la emoción de los Viejos de Ahuacatitlán, guardianes del valle de Temascalcingo-Solís.

Allá asoman los habitantes de la tierra del relámpago y el trueno, los Viejos de Calderas; los acompañan de la montaña ardillas, tlacuaches y tejones que participan en las ceremonias para después ser liberados.

De la rinconada del cerro de La Santa Cruz, vienen bajando los xitas de La Corona por las calles de los fresnos y de los álamos.

Allá entre los árboles de zapote blanco salen los Viejos del cerro de El Calvario, y sus campanas suenan y suenan. Pasan por el árbol del Gigante, mueven sus asustados brazos y se van corriendo por la calle de la capilla de las Ánimas. Sus imágenes lucen collares de maíz reventado; flores y frutas, frescas y olorosas.

Van llegando más grupos, ahí están también los de San Francisco Solís, con sus máscaras que reflejan el secreto del sabino y el talismán de la alcantarilla. Bailan, brincan, se abrazan de la montaña y dirigen su mirada al infinito.

En el cerro Chato y El Chisque bailan y repiten en eco la emoción de los Viejos de El Puente, los Viejos de Yadi; en la ermita arde el copal de la montaña, los ailes, sauces, tepozanes ven correr al río Ndareje que lleva el mensaje de los xitas. Este canto y rezos sagrados van con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que han envuelto en un manto blanco bellamente adornado y ceñido con una faja mazahua de figuras de pájaros y corazones.

De todos los caminos, de todos los barrios y pueblos, ya están presentes los xitas en la plaza principal de Temascalcingo, las imágenes y símbolos sagrados se han colocado con gran respeto en la parroquia de San Miguel.

El centro de Temascalcingo se transforma en el centro cósmico de la invocación, sus pasos con la planta de los pies, los repetidos golpes sobre el suelo parecen sacar y reproducir los ruidos interiores de la tierra.

Los mundos mazahua y otomí se encuentra en el espacio sagrado de los xitas con las danzas y música de profundas raíces que entrelazan el tiempo y la historia.

Los invocadores de la lluvia lanzan sus voces de ruego y todo llenan de energía; suenan las sonajas, cascabeles y me-tales de diversos sonidos. En medio de danzas, los brazos y el cuerpo de los Viejos se mueven en de diversas direcciones, van ataviados con extraños trajes de ropa vieja o nueva, representando seres reales o míticos; vestidos de caporales o charros con grandes sombreros de vara de sauce, disfraces de animales y plan-tas, demonios con cuernos de becerro o de cabras, y pintados de rojo; esqueletos que representan la muerte, llenos de vida y bailan; llevan animales vivos o disecados; sacuden ramas de pirú con sus manos. Uno carga una cruz en la que está una lechuza crucificada, con mensajes ocultos y desconocidos, portan diversos objetos que cumplen otro sentido.

[corpus02]

Los ojos de Jmicha (la máscara) permiten mirar nuestro interior y muestra la verdad oculta. La máscara le permite al hombre identificarse con la naturaleza y tratar de dominarla en forma mágica. Todos los xitas traen unas máscaras, las de Xixguaru, de tronco de maguey traídas de lejanos tiempos; otra de madera de colorín o tronco de palma; de ellas cuelgan barbas de ixtle, algunas van pinta-das; las hay de piel, cartón, metal y de otros materiales, que se identifican con el yo interno, diseñadas con gran imaginación.

Continúan las danzas y los recorridos por el centro del poblado; van los Viejos de puesto en puesto bailando y les obsequian frutas y dulces que reúnen en una canasta. Sus movimientos asombran, asustan o hacen reír, y al son de la música siguen los jarabes de Neme yo xita, la gente les dice: pidan la lluvia, pidan la lluvia…

Los xitas, en esta ceremonia, reviven épocas históricas donde se fusionaron dos culturas diametralmente opuestas; la tradición europea caracterizada por su apego al cristianismo, y la nativa, fundamentada en símbolos mágicos. Así, a través de las danzas de los xitas, con sus ritos e invocaciones se logra la cohesión del grupo; danzantes y espectadores se integran a una actividad comunitaria donde se mezcla lo religioso con lo profano, lo real con lo fantástico y simbólico; todo lo cual permite liberar impulsos reprimidos o latentes. Es una catarsis de las tensiones que afligen o angustian a los participantes.

La cabecera municipal de Temascalcingo se transforma en un universo pletórico de misterio, de máscaras que irradian la supervivencia de mitos milenarios de antiguas tradiciones.

Dentro de los ritos que se celebran este día, está la celebración de una misa, la procesión con las imágenes; las autoridades religiosas de los diversos pueblos y barrios se reúnen en el atrio, se va integrando la procesión, cada pueblo lleva su imagen al frente bellamente adornada con verdes matas de maíz, flores, frutas y panes; mayordomos y fiscales, todos los cargueros entonan cantos y alabanzas: con la dirección de los Xorí; se esparce copal, suenan pequeñas campañas, los mayordomos portan el Boximo, palanganas con flores y ceras y un bastón, símbolo de mando; los acompaña la música, mujeres que entonan cantos y amamantan a sus hijos, hay ceras encendidas, estandartes y ancianos que llevan sus sombreros en la mano; el párroco lleva una custodia que va colocando en los altares que se han puesto en trayecto del recorrido y realiza ritos cristianos propios de la fiesta. En la procesión los acompañan niños y niñas vestidos con la indumentaria tradicional, les llaman “los inditos”, cargan huacales, portan palanganas que contienen pétalos de flores que esparcen en el trayecto de la procesión, para hacer el recorrido por las calles aledañas a la parroquia.

[corpus06]

Todos los santos tienen una relación con los elementos de la naturaleza (agua, fuego, viento, tierra. Sol, Luna) que intervienen para la fertilidad de la tierra. Las comunidades sienten la obligación de cumplir con las ceremonias religiosas, como la del Jueves de Corpus.

Una vez concluido el recorrido, se hace la entrada en el templo y vuelven a colocar las imágenes cerca del altar, con todo respeto se les santigua con humo de oloroso copal.

En el atrio de la iglesia, bajo antiguos y legendarios fresnos, eucaliptos y olivos, se reúnen los cargueros para dar de comer a los xitas, se sientan en los prados y antes de tomar la comida, uno de los cargueros ofrece comida al Mejomui, Señor de la Tierra: una porción de tortilla de maíz se coloca sobre la tierra con respeto y reverencia; se les invita a los xitas tomen sus sagrados alimentos, se les sirve en un plato de barro arroz, mole con carne de guajolote o pollo, frijoles, salsa verde, chiles y van sacando tortillas de una servilleta que se encuentra dentro de un chiquihuite; se acompaña la comida con agua natural, refresco o pulque. Una vez que han terminado de comer, agradecen y vuelven a colocarse sus máscaras, los grupos de xitas continúan danzando por diversas calles de la población.

Ya entrada la tarde, todos los cargueros se organizan y se despiden del Señor de la Coronación, esparcen copal, todas las imágenes presentes empiezan a regresar a sus comunidades por los diversos caminos, que como venas los llevan al corazón de la montaña. Los caminos se reconstruyen con su fe remota y renovada, con la fuerza y energía de su invocación. Y van ascendiendo por la montaña entre la luz y la sombra de los árboles donde cantan libres las aves que anuncian su retorno.

Han llegado a su pueblo, los reciben con respeto y alegría, los ojos de los ancianos se llenan de emoción y lágrimas, ellos saben que la invocación de los xitas ahuyentará el hambre y habrá maíz para comer; que caerán los lluvias, para que de la tierra siga brotando la vida, el alimento y el amor. Repican las campanas, las mujeres atizan apresuradas para pre-parar alimentos, los perros corren azorados, ladran y emocionan; siguen tocando las campanas, se lanzan cohetes; han llegado los Viejos de Corpus danzando y gritando siguen invocando. Las imágenes hacen su entrada en el templo y ocupan su sitio, reciben el respeto de los fiscales y mayordomos quienes esparcen copal a los cuatro vientos, la música envuelve con nostalgia las plegarias de la tarde.

Los xitas con sus máscaras eternas petrifican el instante humano, con su fe y energía en silencio transmiten sus mensajes en un lenguaje sin tiempo y en un espacio que libera.

Los Viejos siguen danzando dentro del templo y después salen al atrio donde continúan con sus invocaciones, gritos y torean el pequeño toro de madera forrado de cuero que carga un hombre, quien con gran habilidad lo mueve para embestir, y todos los Viejos pasan a torearlo queriéndolo lazar; lo mismo hace el más pequeño de los xitas y sigue la Vieja. El más viejo es embestido por los cuernos del toro y muere, esto conmueve a todos y en medio de lloriqueos lo llevan a sepultar; doblan campanas y en el momento de darle sepultura, el viejo recobra la vida y continúan los jarabes, la música, hay alegría en todos.

Los xitas siguen danzando, las sombras de las montañas anuncian la llegada de la noche; las campanas tocan la despedida de los xitas, realizan una ceremonia en el atrio o dentro de la iglesia, o como la del puente en la ermita ubicada en las márgenes del río Ndareje.

Los xitas en medio de lamentaciones forman dos filas y se abrazan inclinando la cabeza en dos movimientos, en dirección del hombro izquierdo y del derecho. Se piden disculpas, se reafirma el compromiso de no dejar la tradición y cumplirla, de seguir con la costumbre que dejaron los abuelos. Se despiden de los mayordomos, fiscales, cargueros y santos. Las brasas del copal siguen ardiendo, siguen vivas.

Los xitas, con su energía, se han librado de la tristeza y el dolor, han dado sus mensajes a la naturaleza a las fuerzas divinas, han cumplido con su manda. Las montañas los cubren con la cobija de la noche.

Ya en lo alto del cielo en silencio se reúnen las nubes para danzar fértiles movimientos de lluvia.

Tradiciones mazahuas

La cultura mazahua representa, en la actualidad, uno de los grupos indígenas más arraigados en el Estado de México. Sus comunidades se localizan en el noroeste y comprenden municipios como Atlacomulco, Jocotitlán, El Oro, San Felipe del Progreso, Ixtlahuaca, Villa Victoria, Villa de Allende, Donato Guerra y Temascalcingo.

Los mazahuas han conservado la tradición de no sepultar a sus muertos al azar; por el contrario, cada familia tiene su propio espacio. Los esposos son enterrados lo más cerca posible uno del otro; los hijos, alrededor de sus padres, y los nietos, en torno de aquellos, en sucesiones generacionales.

Al llegar el Día de Muertos, consideran indispensable visitar a sus familiares que están en el panteón para evitar la cólera de éstos y ser perjudicados. También representa un acto comunitario, pues se sienten comprometidos con los vivos, ya que de no visitar a sus difuntos, sufrirán el descontento y discriminación de los otros mazahuas por haberse olvidado de sus muertos.

Por otra parte, tienen la creencia de que tanto el bien (Dios) como el mal (el demonio y la llorona) viven en el panteón y que, en las fechas de muertos, el mal sale de él para ocasionar desgracias. Por tal motivo, sobre las tumbas colocan losas o monumentos con una imagen en relieve para que el mal no se acerque a hacerles daño.

Por sus costumbres ancestrales, continúan respetando sobre todo a los abuelos. Fueron ellos, en vida, los que detentaron la mayor autoridad y aconsejaron en su actuar a la familia. El abuelo y la abuela son adornados con la misma categoría y en similitud de cruces y flores; en caso de que la esposa haya sido madre política, su tumba presentará menos arreglos. Las flores y veladoras significan que los familiares difuntos son bienvenidos. Además, se adornan con rosarios confeccionados con flores de muy diversos colores; el número de rosarios también es un indicador del lugar que el difunto ocupó en la familia. Asimismo, la repartición del tipo de flor depende de la jerarquía del difunto; por ejemplo, las gladiolas moradas son colocadas en las tumbas de los abuelos, ya que éstas son las más caras.


Posteriormente, beben y comen con ellos, y platican entre sí con la finalidad de que el difunto se entere de los últimos acontecimientos del poblado. Cuando los parientes se encuentran sepultados en distintos puntos del panteón, van recorriendo tumba por tumba a fin de que todos los difuntos sean visitados por igual. Después de visitar a sus muertos, los mazahuas conviven en las afueras del panteón con familiares y amigos. Comen principalmente barbacoa y frutas, mientras que niños y jóvenes se divierten en los juegos mecánicos y en la lotería.

Nosotros los purepechas, la danza de los viejitos

sé Luis Huerta

Nosotros los P’urhépecha somos adictos a las danzas; en la meseta y en la región lacustre, existe una gran riqueza en variedad y antigüedad, así como espectaculares, algunas y de un colorido sin igual; de entre todas las danzas sobre sale una, la más antigua, así como la mas reconocida, tanto local, como nacional e internacionalmente, pues esta danza que es la de los viejitos, le ha dado la vuelta al mundo, en todo el mundo es conocida y admirada así como apreciada.

    Antes de que el ser humano desarrollara un lenguaje, la danza fue una de las formas de comunicación e identificación, tanto para otros grupos o clanes, así como con los Dioses y los elementos de la naturaleza tangibles, pero temibles e inteligibles y danzando ciertos chamanes (brujos), entraban (y entran actualmente) en trance y en comunicación con fuerzas sobre naturales y lograban un objetivo, como sanar a un enfermo, conocer el pasado y el futuro, la danza era exclusividad de quien por naturaleza tenía ciertas dotes, que no tenían otros, pero dada su aceptación y espectacularidad, se fue haciendo popular como popular se hace hoy en día cualquier baile o ritmo.

    La original danza de los viejitos tiene su origen en tiempos inmemorables, en el Sur del Continente Americano, en la región de los andes desde donde se cree, emigraron los p’urhépecha, actualmente los Quechuas y los Aimaráes, danzan para lograr la lluvia y para lograr las cosechas, así como para sanar un enfermo, danzan cuatro chamanes.

    Cuatro son los componentes de la danza de los viejitos, pues cuatro son las estaciones del año, cuatro son los rumbos del Universo, Norte, Sur, Este y Oeste, cuatro son los lados de una casa, cuatro son las extremidades del ser humano y cuatro son los elementos que conforman el cosmos tierra, fuego, aire y agua y cuatro son los colores básicos, negro, rojo, amarillo y azul, que combinados uno con otro nos dan toda la gama de colores que existen, y cuatro son las estrellas de la constelación que guiaban a los marinos en la antigüedad y que, equivalen a los cuatro planetas conocidos como estrellas que se observaban a simple vista, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno (Tam – Hoscua)  y cuatro son los colores del maíz, rojo, azul, blanco y amarillo.

    La danza tiene un origen y sentido completamente ritual y religioso, pues se llevaba a cabo, cada cambio de estación, es decir cada solsticio y cada equinoccio y se ejecutaba en honor del dios viejo tata huriata y siempre eran cuatro los danzantes, originalmente uno de los danzantes era representado por una mascara de niño o joven, pues era la estación naciente, y las otras tres estaciones eran representadas con mascaras de viejos, que correspondían a las otras tres estaciones ya pasadas y si se fijan bien, cuando se ejecutan bien se enlazan los cuatro danzantes, el primero le pone mucha, pero mucha energía a su danza y en contraparte el último de la fila aparenta que ya no puede, que esta dando las últimas y ello corresponde a la estación entrante y a la saliente.

    Sólo los chamanes podían ejecutarla, normalmente eran ancianos, pues la sabiduría llega con la edad, y para derrochar tal energía… pues le entraban  a la coca masticada, en el Sur del Continente;

    En la altiplanicie mexicana, le entraban a los pachacuachari (hongos, alucinógenos colorados), con los cuales entraban en trance y podían danzar hasta cuatro horas y en ese trance podían vislumbrar lo bueno y lo malo que tenía la estación entrante, era una danza sagrada, como las de tantos otros pueblos, pero al llegar los gachupines a estas tierras michoacanas, implantaron a sangre y fuego su religión cristiana, la danza quedo proscrita y sólo se ejecutaba a escondidas de los religiosos y de los gobernantes.

    Sólo los guardianes de la cultura Purhépecha los petámutis (brujos chamanes) que conservaban la sabiduría de generación en generación y en los pueblos más apartados y de difícil acceso, pudieron conservar esta rica tradición y sabiduría, pues además, eran ellos los que sabían el secreto de curar con hierbas y raíces, las enfermedades de la gente más pobre y olvidada de nuestros pueblos.

    También se llevaba a cabo otra danza que era ejecutada, ya no por chamanes o cuetaperis, si no por gente común con un solo chaman que representaba a tata huriata (el sol) una maringuilla (hombre vestido de mujer) que representaba a nana Cuerari (la tierra) y ocho viejitos que representaban a los ocho planetas restantes del sistema solar mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, mas un elemento extra que representaba a un cometa, esta danza era ejecutada imitando los movimientos de estos astros en el universo, cuando se alineaban todos en línea recta, alineación que se da cada 5125 años de la cuenta larga, los ocho danzantes giraban bailando alrededor del sol y de la tierra y el noveno danzante bailaba girando en una vuelta elíptica alrededor de todos ellos, ampliando su área de baile, conforme los otros danzantes se movían y cuando el cometa pasaba  en frente de cada uno de ellos el indiciado incrementaba su ritmo como lumbre, pues eso es lo que hace un cometa cuando pasa cerca de los planetas, como este elemento gastaba mas energía que los otros y se cansaba mas, era reemplazado cada vez que fuera necesario, pues esta danza requiere de mucha energía y es muy cansada para los elementos que bailan y nunca para los que nos deleitamos viéndola; ¿Como la ven P’urhépecha? tenían razón o no los españoles para prohibir estas danzas, pues ellos en el viejo mundo apenas acababan de descubrir que la tierra y los planetas giraban alrededor del sol y nuestros ancestros sabían eso desde tiempos inmemorables.

    Así las cosas, llegó el tiempo que nuestros p’etámutis o chamanes, difícilmente podían encontrarse los cuatro para ejecutar la danza y para preservarla, enseñaron la danza a jóvenes que pudieran aguantar el ritmo y esfuerzo de la misma y aunque inicialmente sólo era acompañada con un teponaxtle (tambor), y una chirimia ( flauta de carrizo o barro ) al perder el sentido místico y ritual, se le fueron agregando músicos e instrumentos, así como danzantes.

      En la meseta y en los pueblos como Patamban, Charapan, Zacan, la danza era ejecutada sólo por purhépecha, con posibilidades económicas y que estuvieran allegados al consejo ciudadano de cada pueblo, que invariablemente estaban ligados al cura del pueblo, pues desde Cortes, hasta la reforma de 1860 y hasta la fecha, los curas tenían un gran peso en todos los pueblos de la meseta, donde la ignorancia y la baja, o nula preparación intelectual de sus gentes, era y es evidente.

      En Patamban, sucedió que en la época de la reforma, los mestizos se apoderaron de la danza y le implementaron unos atavíos distintos, tales como listones de seda china, camisas de la misma, mascaras con rasgos hispanos, y hasta de imágenes sacras, (católicas por supuesto), trajes de charro y camisas vaqueras, todo lo elegante y exótico, tenía cabida en este festejo, que fue ubicado en el calendario religioso en la época del carnaval, así duro todo el siglo pasado esta danza, que dejo de ser ritual y de trance, y se fue incrementando el número de participantes, así como una maringuilla (hombre disfrazado de mujer para bailar en pareja con cada uno de los participantes), y en ocasiones hasta dos maringuillas, las cuales llevan un paso y ritmo distinto del grupo de danzantes, pues ellas marcan un paso muy femenino y recatado.

      Aún así, con todas esas reformas, la danza seguía siendo elitista, pues el ajuar era caro, ya que los calzones de manta labrados, eran costosos, y las camisas de seda más y pagar al grupo musical que les tocaba los sones, era todavía mas caro, ya que se contrataban por lo menos tres días y a veces toda la semana, además de que, como eran unos viejitos muy elegantes, el ultimo día arreglaban la plaza con papel picado, la mandaban barrer, para que estuviera bien limpia y al atardecer del ultimo día, quemaban un torito de luces artificiales y regalaban a todos los niños y principalmente a sus novias, las arrobas (dulces, buñuelitos, panecillos en miniatura, pinole, charamusquitas, garapiñados, etc.), todo esto tenía un costo alto, por eso era elitista, pues sólo los mas riquillos del pueblo podían hacer estos gastos y por lo mismo, se fue incrementado más y más el número de participantes, pues mientras más elementos fueran, más barato les salía,  ya que para entonces se pagaba una música, ya fuera local o traída de Zirahuen, de Quinceo, Huancito o de donde fuera, no importaba el costo, pues es sabido que el p’urhépecha para lo que mas colabora es para las fiestas.

      Era tan prendida y tan bonita la fiesta, que se instituyó como tal, y como en Patamban siempre ha existido la división de barrios (desde Zetacu Tzetzangari), los de arriba y los de abajo, pues la fiesta como ya lo he dicho, era de los mestizos, es decir los de abajo, pues los de arriba, nada contentos hicieron también su organización para danzar y ellos empezaban, cuando terminaban los mestizos o sea los de abajo, y así, esta fiesta duraba dos semanas, de Jueves a Domingo la primera semana de Febrero y también la segunda.

        Pero no contaban con la astucia y desenfado de los auténticos P’urhépecha que vieron como los mestizos les arrebataron su danza y entonces a principio del siglo XX, en la revolución, idearon la forma de divertirse a como diera lugar, pues era su danza y su costumbre, divertirse en carnaval.

        Fue así como de repente y al no tener para comprarse un ajuar, se comenzaron a disfrazar con lo que tenían a la mano, una sabana vieja, un gabán, una  cobijita, o un sombrero todo desecho viejo y mugroso y hasta con sobras de pertrechos militares, y se autonombraron viejos cherekis y al no tener para pagar una música, bailaban unos metros distantes de los viejitos elegantes o elitistas, con las consabidas molestias de los que pagaban la música y estaban mejor organizados, y entonces los charros (danzantes recién incorporados a la danza de los viejos),  les echaban unas carreras fingidas a los viejos cherekis que estaban liderados, por un señor llamado Gregorio Contreras, que a la postre, se quedó con el apodo de chereki que quiere decir mugroso, mal vestido, guandajón, come cuando hay; estos cherequis bailaban de lo más feo, todos en bola, listos a correr, cuando venía el charro, o los charros de los otros viejos a correrlos, lejos de la música, su música.

        Así como lo cuento, se desarrollo esta fiesta, los primeros años de este siglo con una danza de los viejos, ya degenerada y corrupta en manos de los mestizos, pero tenía mucho auge, pues como siempre, la condición humana nos hace ver con buenos ojos, lo que viene de fuera y menospreciar lo nuestro, lo autentico nuestro.

          Finalmente los cherekis, también se organizaron y aunque con muchos trabajos, también contrataron su propia música con base en puras cooperachas y desde un tiempo atrás, juntaban dinero, pero ya no cambiaron ni mejoraron su vestimenta, mas bien cada día la desmejoraban y andaban lo más feo posible, pues era una burla a la danza de los viejos ricos o mestizos, pero entre otras cosas, les traía remembranzas de burla a los gachupines, al usar estos, mascaras con rasgos hispanos.

          Estos cherekis ya organizados, bailaban como todos, en las principales calles del pueblo y en la casa de los encabezados organizadores, y para completar el pago de la música, bailaban enfrente de las tiendas y de los comercios establecidos o ambulantes (el día de plaza), así como en las casas de los riquillos del pueblo y estos agradecidos, les daban unas monedas o un billete para completar el pago de la música; aún vive en Patamban, el señor Heliodoro Herrera ya con 102 años de edad, que fue de los encabezados y organizadores, él recuerda otros nombres que no quiero dejar de nombrar, aunque no son todos, Rudesindo llamado el chavacan, Damián Cristóbal, Benjamín González, Antonio Clemente, Francisco Jaracuaro y el ya mencionado Gregorio Contreras, que se quedo con el apodo de Cheré y su primer maringuilla llamado Pancho chino o Pancho Kuetz, estos viejos cherekis, también aceptaban niños y de esos niños, aún vive Reynaldo Sebastián, quien nos dijo que un tiempo decayó la danza, y ya no se vestían, pero hicieron un segundo esfuerzo, y la revivieron junto con Pascual Morales, Juan Medina, Agustín Mondragón llamado cutiloco y Antonio González Sánchez, este último con sus famosas botas de hule, que solo calzaba para bailar en dicha danza.

        Cuenta Reynaldo (Reino) que aún vive, que eran cinco los responsables, y cada uno de ellos, era responsable de un día, darles de comer a los músicos en su casa, y ahí mismo comenzaban a llegar los cherekis ya ajuarateados, y otros llegaban con su ajuar en el morral, y ahí se cambiaban, pues no querían que la gente supiera su real identidad, así de feo andaban.

          Cuando los cherekis usurpaban la música ajena, Gregorio Contreras (cheré), ideo un estratagema, dada la gran religiosidad de este pueblo, se hizo acompañar de un santito, del cual, él era el propietario llamado San Bruno, es un santito chiquito, le acomodó una mesa, lo vistió bonito con ropa nueva, manteles, flores y demás fantasía y así evitó que lo corretearan con todo y santito.

          El último día, el de las arrobas, los viejos bonitos entregaban sus arrobas ya mencionadas atrás y los cherekis también daban sus arrobas, pero estas contenían unas sorpresas muy desagradables, pues sus regalos eran tales como, caca de borrego bañada en piloncillo, simulando ponteduros, (dulce regional hecho de maíz tostado cubierto de piloncillo )ceniza en lugar de pinole, piñatas llenas de caparis (abejorros), avispas en lugar de dulces, y en lugar de torito con luces pirotécnicas, ellos incendiaban un castillo echo de tabardillo y zacate seco, con esto culminaba la fiesta y la danza, y hasta el próximo año.

            Actualmente esta fiesta, está a punto de desaparecer, sólo el esfuerzo y el entusiasmo de unos cuantos, hace que sobreviva, pues el pueblo, carece de orquesta propia, nuestro gran maestro, tata Daniel Plancarte, está muy enfermo y no tiene el animo de sostener una banda de músicos, banda que en otros tiempos, le dio a el y a Patamban gloria y reconocimiento en la Meseta, pero ocasionalmente se visten y danzan para algunos eventos especiales y sobre todo cuando alguien o alguna institución les paga para que lo hagan actualmente se puede contratarlos (a los cherekis) con el Señor Graciano González Morales (la maringuilla), o con Sabas Morales o con Samuel Cervantes, que son tres de los encabezados de la danza de los cherekis, también otro señor muy animoso es don Gudelio González y algunos de sus hijos principalmente Gerardo.

            Por fortuna otros pueblos de la sierra y de la región lacustre, conservan estas danzas y están mas apegados a las tradicionales y ancestrales, pueblos como Charapan san Felipe de los herreros, Zacan, Tingambato, Sevina y muchos otros, donde es posible ver y disfrutar este espectáculo sin par, la próxima vez que la vean fíjense bien en lo que ven.

            Un p’urhépecha pues.

Los surem

            ÉL AGUILA

              CREÒ UNOS SERES

        CASI TOTALMENTE DE AGUA

  QUE PODÌAN SER… LO QUE QUISIERAN

            LOS LLAMÒ “SUREM”.

              …MÀS TARDE

            LES DIÒ LA ORDEN

          DE SER TERRITORIALES

      ENTONCES… SE TRANSFORMARON
          EN… SERES HUMANOS


              …LOS SUREM

QUE DESAFIARON LA ORDEN DEL AGUILA

              SON LLAMADOS

                    “YAKIS”

                 
ÉL AGUILA

              CREÒ UNOS SERES

        CASI TOTALMENTE DE AGUA

  QUE PODÌAN SER… LO QUE QUISIERAN

            LOS LLAMÒ “SUREM”.

              …MÀS TARDE

            LES DIÒ LA ORDEN

          DE SER TERRITORIALES

      ENTONCES… SE TRANSFORMARON
          EN… SERES HUMANOS


              …LOS SUREM

QUE DESAFIARON LA ORDEN DEL AGUILA

              SON LLAMADOS

                    “YAKIS”

1 2