Movimiento Auténtico y los ciclos de cambio

Movimiento Auténtico y los ciclos de cambio

Karin Fleischer

(…) En Mongolia, muhai quiere decir “horrible” o “querido”. En ruso, “eclipse” también significa “locura” y el signo chino de la palabra crisis expresa “peligro” y también “oportunidad”.

Eduardo Galeano

Es indudable que globalmente nos encontramos ante un período de profunda crisis, y como ya han señalado otros toda crisis indica también oportunidad.
Historias pertenecientes a antiguas tradiciones nos hablan también de este período; tradiciones y culturas que han sido testigos de violencia, sufrimiento y profunda agresión. Muchas personas pertenecientes a estas culturas de la tierra creen que la humanidad está pereciendo porque la presencia de lo sagrado en sus vidas ya no está o se está perdiendo.
Al respecto, un anciano Hopi, David Monougye, dice:
Me han dicho que en cierto momento la gente nativa
Se desviaría de su camino original, adoptando conceptos extranjeros.
Sus valores religiosos y espirituales serían destruídos, incluyendo sus fundamentos.
Su lenguaje, cultura e identidad cesará de existir.
Cuando esto ocurra, unos pocos sobrevivientes permanecerán
Y poseerán la sabiduría y el conocimiento de sus antecesores.
Si son suficientemente afortunados, éstos pocos se unirán e integrarán
El conocimiento antiguo que recuerdan, y continuarán
En busca de las raíces que los Hopis han dejado, hasta
Encontrar la raíz maestra… Pero si éstos últimos sobrevivientes
perecen, sobrevendrá una gran purificación por
Parte de las fuerzas de la naturaleza, para poder restaurar
El plan del Creador…
Gray Whiskers, del desierto de Nueva México también cree que una visión sagrada de la vida ha sido abandonada. James Kootshongsi, indio Hopi, observa que en este ciclo “las cosas han llegado demasiado lejos”, no obstante, dice “nosotros todavía sembramos maíz en la Primavera” y “cosechamos en la tenue luz del Otoño”.
La naturaleza manifiesta sus ciclos a través de las estaciones, los días y las noches, así también el ser humano atraviesa ciclos, siembra y cosecha, luz y oscuridad intermitentemente a lo largo de su vida. Ciclos ligados a un crecimiento externo e interno. Más allá de la motivación, lo cierto es que cada uno de estos momentos implica una transición y cada transición abarca la entrada en uno mismo, una metamorfosis y un nuevo emerger.
Así como estas antiguas tradiciones vivían en conexión directa con los cambios de la naturaleza, también reconocían y honraban cada ciclo personal, pudiendo reconocer que en la esencia de los mismos subyace el encuentro con lo sagrado. Cada crisis, cada cambio nos confronta con algo que debemos dejar, una forma de actuar, una imagen, una manera de relacionarnos, con un traje que ya no nos va; y también con el potencial de lo nuevo, aún desconocido, aún sin forma. Cada encuentro con lo nuevo es un acercamiento a la esencia, el despojo de otra capa, una nueva aproximación a lo real.
Este pasaje de lo viejo a lo nuevo, de lo conocido a lo desconocido, implica también una muerte simbólica, retorno temporario al caos, al no-saber; que se manifiesta a través de imágenes tales como la oscuridad, la noche, el útero de la tierra, la caverna, símbolos que expresan el retorno a un modo de ser en latencia y que no significan un total aniquilamiento.
Tolerar, sostener este momento implica confiar en lo desconocido, en el misterio, en lo femenino como arquetipo.
Antiguamente, la persona que atravesaba un período semejante se retiraba a un lugar protegido, aislado, que le ofrecía la privacidad esencial a toda transición. Una crisálida donde la transformación pueda tomar lugar.
En nuestro presente, muchos de nosotros buscamos esta crisálida en espacios terapéuticos, en prácticas de meditación o a través del arte. En la práctica de Movimiento Auténtico, encontramos en el círculo, símbolo milenario, este espacio protector, sagrado, contenedor a través del cual descender y entrar en la fértil oscuridad. Espacio que nos permite expresar la propia vulnerabilidad ante el no-saber.
Hay una crisis, transición global que nos afecta a todos; y a su vez cada uno de nosotros atraviesa a su modo una propia, personal. La invitación es a tomar contacto con ésta última, explorar de qué manera se corresponde o no con la primera, indagar a qué nos desafía. La invitación es también a explorar las diferentes fases existentes en todo proceso de cambio: la entrada o descenso en una misma, el encuentro con lo desconocido, el retorno a la comunidad.
Las transiciones, expresa Marion Woodman:
… son el infierno
También son un tiempo para crecer…
Cada infierno quema más ilusiones
Vamos dentro del fuego a morir
Y a renacer
Los ritos de pasaje se acompañan
De la entrega
Nos permitimos a nosotros mismos descender
En nuestro cuerpo
El alma se entrega al espíritu
Nuestra relación con nosotros mismos
Y con el mundo es re-creada
Los ritos de pasaje se acompañan
De tenacidad
El túnel de la muerte y del renacimiento
Demanda un esfuerzo supremo
Demanda permanecer
Sin orientación
Hasta la luz
Los ritos de pasaje se acompañan
De concentración
La concentración dirige la energía
Hacia la conciencia
Aprende a tomar una dirección
Desde adentro
Cambio y flujo
En el decaer de lo viejo
Y el nacer de lo nuevo
El ritmo de lo femenino
(Coming Home to Myself ­ traducido por Karin Fleischer)
Halifax, Joan, 1993. The Fruitful Darkness, Reconnecting with the body of the Earth. Harper, San Francisco
Woodman, M. & Mellick, J. 1998. Coming Home to Myself. Berkeley, CA: Conary Press.

Citaciones y Testimonios

Citaciones y Testimonios

Palabras de chamanes

Cuando se establece una conección de corazón a corazón, de espíritu a espíritu la relación es siempre poderosa y justa. El deseo de aceptarse cada uno tal como somos constituye el fundamento.

Don Hilario Chiriap, hombre-medicina amazonian, tradición Shuars(El círculo de Ancianos)

Oh que destino funesto es el mío,
todos duermen apaciblemente en la profunda noche,
salto y golpéo con los piés el suelo del patio,
Como paso que sea mudang
Por que estoy triste
Las pets suenan sin parar.

Kurigido, Kuriguna (mudang= chamana coreana) )

Tu que te abres al camino de realización,, escuchas eso que el tambor dice: El es redondo como la tierra y como los ciclos de vida; es redondo como los circulos de palabras. El es redondo como la forma del sol, y de la luna llena; tiene la forma como el corazón de las flores. El tambor es el punto de paso con la madre tierra.

Un chaman de regiones siberianas

En el futuro el espiritu del hombre rojo, que con amor y veneración respeta todo lo que vive, se adueña de vuestros ninos y penetrará en ellos aunque no saben nada de él.

Seattle, Jefe Dawnish. Noroeste de USA, 1855

soy mujer que ve al interior, dice el niño sagrado.
soy mujer de luz, dice él
soy mujer que retumba, dice él
soy mujer docta en medicina, dice él
soy mujer docta en lenguaje, dice él
soy mujer estrella grande, dice él
soy mujer que sabe navegar en lo sagrado.

Citado por Sylvain Michelet en el libro grande de sueños

Testimonios

Y los dioses y las diosas en el pais de los suenos
Rythment la pulsación del suplicante
Danzan cerca de pequeños fuegos.
repiqueteando hacia una luz mas grande…

Extraido del canto para el viaje de Josie Tamarin

Voy al sueño a buscar la pequeña alma, dice el espíritu del chaman, él la toma bajo sus brazos y, tchou!, él la remete a la boca de la enfermedad…

Los practicantes del sueño- Un ejemplo de chamanismo, de Michel Perrin

Chamanes y Chamanismo. (Distintas versiones de este texto)

por Joaquín Fernandez Cocco

El Chamanismo es un fenómeno complejo y poco conocido realmente. Presenta un conjunto articulado de modos de actuar cuya comprensión es inicialmente difícil. Su origen es detectable en los grupos humanos incluso antes de que se desarrollara la escritura y se habitase en ciudades.

Las prácticas chamánicas son más que una aportación prehistórica o preliteraria a la curación de las enfermedades. Proporcionan una visión del mundo que hoy podemos calificar de “no ordinaria”.
Desde una perspectiva filosófica, permite una mejor comprensión formal del llamado pensamiento analógico. Esta forma del pensar es tan nuclear al chamanismo como el pensamiento lógico lo es al mundo científico.

El ser humano puede, probablemente, entenderse a sí mismo desde una perspectiva más amplia al conocer sus primeras respuestas frente al dolor, la enfermedad y la muerte. Este conocimiento puede contribuir al bienestar y la salud, en la medida en que proporciona un mejor entendimiento práctico y natural de la conexión de la persona con la totalidad de sí mismo, incluyendo su entorno, su ecosistema de referencia. El chamán es un superviviente, ha pasado de una manera o de otra por el dolor, la enfermedad y la muerte.

Una de las cuestiones que hacen del fenómeno chamánico un hecho admirable es su presencia generalizada entre todos los grupos que formaron nuestros antepasados. Sus prácticas, aunque se desarrollen en el momento actual, funcionan con elementos, referencias básicas, símbolos arcaicos y emociones, ya presentes desde el origen de la humanidad. Al estudiar la distribución geográfica de las practicas chamanicas es de resaltar la presencia de actividades análogas en los cinco continentes.

El mapa del mundo en que opera o trabaja el Chamán puede ser entendido desde lo que psicológicamente se llaman “estados modificados de conciencia”. Tales estados, a los que se accede generalmente a través de un período de transición, a veces son identificados como trance o viaje. Evidentemente un estado modificado de conciencia es un período de transición entre dos estados habituales de conciencia. Pero además los estados modificados se desarrollan ordinariamente en tres períodos:

1) Transición al estado.
2) Estado modificado propiamente dicho.
3) Transición al estado habitual.

En ellos entran no solo el sanador sino también la persona atendida y frecuentemente los demás participantes. Para modificar el estado de conciencia existen muy diversas estrategias, la mayor parte de las cuales no incluyen la utilización de sustancias psicoactivas. A medida que se adquiere experiencia es más fácil realizar la entrada en ellos. Lo mismo que ocurre al practicar técnicas de relajación.

A lo largo de la propia jornada se producen cambios naturales en el estado de conciencia. Durante el período del sueño se dan modificaciones de distintas características en el nivel de conciencia y en los contenidos de la misma. Una de las hipótesis para explicarlos es que suponen la posibilidad de pasar desde la conciencia habitual a la del mundo de los sueños sin pasar por las fases relajantes del comienzo del dormir.

Origen de la palabra chamán
El término chamán tiene un halo de misterioso y puede evocar realidades diversas e incluso contradictorias. Ello no es extraño porque nos refiere a algo de origen ancestral y la propia creación de la cultura nos ha distanciado de sus métodos, muchas veces arcaicos y extremos.

La palabra usada internacionalmente “chamán” es de origen manchú-tungu y llegó al vocabulario etnológico a través del ruso. La palabra tungu original de saman (xaman) se deriva del verbo scha-, “saber”, por lo que chamán significa por tanto alguien que sabe, sabedor, que es un sabio. Algunas investigaciones etimológicas explican que la palabra proviene del sánscrito por mediación chino-budista al manchú-tungu. (En Pali es schamana, en sánscrito sramana es algo así como “monje budista, asceta”. El termino chino intermedio es scha-men). Los pueblos siberianos y de Asia Central tuvieron también denominaciones locales para el chamán. En el turco altaico era kam, en el yacuto ojon (y chamana se decía udujan), en los buriatos böo, en Asia Central bakshi, para los samoyedos tadibe, lapones moita, finlandeses tietöjö y húngaros táltos.

Ese conocimiento o sabiduría, en las lenguas Tungus, implica de una manera o de otra la maestría con los “espíritus”, que a voluntad puede introducir en sí mismo, usando ese poder en su propio interés, particularmente para ayudar a otros que sufren a causa de espíritus.

En relación con el mundo actual se considera lo chamánico como algo que pertenece a zonas geográficas y a grupos alejados, marginales o fronterizos. Como algo conceptualmente difuso.
Incluye en su actividad lo que seria propio de un psiquiatra o psicoterapeuta prehistórico. Especialmente si se considera que “la psicoterapia es un camino para la expansión de la conciencia. Es una actividad en el desarrollo de nuestra vida con la cual nos ayudamos a nosotros mismos y a los otros, para despertar del estupor de la inconsciencia y la ignorancia conociendo quien nosotros somos realmente”( Shainberg 1993)

Existen numerosas definiciones:

“Entre los siberianos y otros grupos de todo el mundo con creencias análogas, es la persona a quien se le atribuyen poderes para curar a los enfermos y comunicarse con el mundo del más allá” (The New Encyclopedia Británica; 1989)

“Curandero indígena que altera deliberadamente su conciencia a fin de obtener conocimiento y poder proveniente del mundo de los espíritus para ayudar y curar a los miembros de su tribu” (Krippner; 1988)

Entre los Ojibway en Canadá ” es la persona, hombre o mujer que experimenta, absorbe y comunica una especial forma de apoyo, de poder sanador” (Grim; 1983)

“El que conoce las técnicas arcaicas del éxtasis” (Eliade)

“Una persona a la que se le atribuyen poderes especiales para comunicarse con los espíritus e influir sobre ellos disociando su alma de su cuerpo. Los espíritus le ayudan a realizar sus tareas que incluyen descubrir la causa de las enfermedades, del hambre y de cualquier desgracia, y de prescribir una cura apropiada. Se les encuentra entre los siberianos y otros pueblos asiáticos; su actividad se desarrolla también entre otras muchas religiones y con otros nombres (The Cambridge Encyclopedia, 1990).

“Una persona dispuesta a confrontar los más grandes miedos y sombras de la vida física”. Y en función de los resultados: “Un curador que ha experimentado el mundo de las tinieblas y que ha confrontado sin miedo su propia sombra tanto como lo diabólico de los otros y que puede con éxito trabajar con las fuerzas de la oscuridad y de la luz” (Sams; 1990)

“Un guía, un sanador, una fuente de conexión social, un mantenedor de los mitos del grupo y de su concepción del mundo” (Walsh; 1990).

Sirve también para referirse a alguien que está “hiperactivo, excitado o en movimiento”, o que es “capaz de calentarse a sí mismo y practicar austeridades” (Walsh; 1990)

“Técnico arquetípico de lo sagrado. Su profesión se desarrolla en el espacio que une la imaginación mítica y la conciencia ordinaria” (Larsen).

“Persona de cualquier sexo que tiene un especial contacto con los espíritus (entendidos como fuerzas no fácilmente evidenciables) y capaz de usar su habilidad para actuar sobre aquellos que están afectados por esos mismos espíritus” (Harner).

“Gran mago y sacerdote de ciertos pueblos primitivos, en especial del Norte de Asia. Entre los más famosos se cuentan los chamanes de Siberia” (Diccionario de las C.O.); El Manual Moderno (1985).

Chamanismo: “El arte eterno de vivir en armonía con la creación” (Matthews en “The celtic shaman”. 1991).

Hay tres elementos clave para definir como chamanes a quienes:

Pueden voluntariamente entrar en estados alterados de conciencia.

En esos estados se experimentan a sí mismos “viajando”.

Y utilizan esos viajes como un método para adquirir conocimiento o poder y para ayudar a la gente de su comunidad”. (Walsh, 1990).

Para buscar grupos que actualmente presenten individuos que practican el chamanismo resulta preciso irse a los márgenes de lo que llamamos mundo civilizado. Por el hecho de encontrarse vinculado a grupos que muestran una estrecha relación con la naturaleza, hasta el punto en que cualquier amenaza sobre esta empobrece nuestra posible comprensión de sus manifestaciones concretas.

Las zonas del planeta por las que han pasado sucesivamente mayor número de civilizaciones y poseen una estructura social centralizada desde grandes núcleos urbanos son las que preservan en menor medida vestigios de actividades chamánicas. Estas, todavía pueden mantenerse entre los “inuit” (nombre que se dan a sí mismos los esquimales del extremo norte) o entre los “fueguinos” (primeros habitantes del extremo sur de América), entre los habitantes de las selvas africanas, asiáticas y americanas o lugares poco accesibles, como desiertos y montañas.

Las fronteras del chaman

por Joaquín Fernandez Cocco

¿En qué se distinguen los chamanes de otros “ayudadores” como sacerdotes, médicos, curanderos, magos, brujos y hechiceros?

La relación de ayuda es un fenómeno de gran interés, por cuanto revela características fundamentales de la visión del mundo tanto del que ayuda como del que es ayudado.

Así, según las características del que es ayudado, del que ayuda y del asunto a tratar (sea problema o enfermedad), se recalca, alzaprima o destaca una parte de ese “mapa del mundo”. El área de trabajo es definida por zonas donde parcialmente se superponen los respectivos “mapas”.

Es un hecho científicamente aceptado en psicoterapia que uno de los factores de buen pronóstico en cuanto al tratamiento lo constituye el hecho de que su mundo de referencia básico, sus valores sean compartidos. (En los tratamientos quirúrgicos no es tan relevante, sin embargo las posibilidades por parte de los pacientes para elegir el hospital de una intervención también responden a criterios que el enfermo o su familia consideren más propios o apropiados según los valores que atribuyan al cirujano y su entorno).

La relación de ayuda en cualquier modo que quiera ser entendida será más operativa en la medida en que las creencias, tanto en la teoría como en la practica, sean co-participadas.

A) Sacerdote y chamán
El chamán está presente en las sociedades preagrícolas de cazadores recolectores, su conocimiento se basa especialmente en su experiencia individual de primera mano. La tradición y el ritual tienen un peso más grande en el papel del sacerdote. Este desarrolla su actividad a partir de los grupos agrícolas de VIDA SEDENTARIA.

En la actividad chamánica, el estado modificado de conciencia es un medio imprescindible para el desarrollo de su actividad. El sacerdote no necesita modificar su estado de conciencia para actuar.

El sacerdote se encuentra enmarcado en grupos sociales más complejos. Forma parte de una estructura religiosa más jerarquizada, más centralizada. El entorno de las ciudades facilita y hace necesarias a causa de su crecimiento formas de comunicación más indirectas entre los ciudadanos. La distribución de la población y su organización se realiza según formas piramidales. Por el contrario, los grupos nómadas en cuyo seno florece el chamanismo son menos jerárquicos y las relaciones interpersonales son más directas, más “horizontales”. El contexto chamánico es menos autoritario en cuanto la conducta individual, a ese nivel hay menos regulaciones formales de la moral particular.

Sin que deban de asumirse de manera rígida, sino más bien como preferencias o características más habituales algunos criterios básicos pueden ser orientadores.

Chamán
Sacerdote

Tipo de vida
Nómada
Sedentario

Medio
Rural
Urbano

Antigüedad
Preagrícola
Agrícola

Antigüedad de la práctica
Miles de años
Cientos de años

Calendario
No importante
Importante

Ritual sujeto a calendario
Poco importante
Muy importante

Importancia del ritual
Poca
Mucha

Jerarquía social
Escasa
Relevante

Podemos considerar en cualquier manera, la existencia de figuras que desempeñan ambas funciones. Por ejemplo, el “marakame” (chamán huichol) es a la vez una cosa y otra, predominando la función chamánica o la sacerdotal según las circunstancias (Harner).

B) Chamán y medium
Ambos afirman tener relación, de alguna manera, con los “espíritus”. En ambos se produce un cambio en el estado de conciencia, una modificación que puede ser buscada por ambos voluntariamente. En el caso del chamán el control de la relación con los espíritus es, en general, más enérgico; mientras que el medium actúa de un modo menos combativo y adaptado a lo que va elaborando en esos momentos. El chamán puede discutir con los espíritus y aparenta tener más poder que el medium. Trata a los “espíritus” que encuentra como a iguales.

Para Krippner (1980), entre los curadores es posible establecer una tipología con cinco grupos diferenciados:

Chamanes

Espiritistas

Curadores esotéricos

Curadores religiosos o rituales

Curadores intuitivos

La actividad chamánica podría ser descrita parcialmente como una forma particular del mediumismo. Puede afirmarse también que el medium está presente en el mundo urbano y su trance es pasivo, mientras que el chamán usa la naturaleza, el mundo rural, como referencia y su trance o estado de conciencia chamánico es un fenómeno activo con mantenimiento generalmente del control.

Harner considera como esencial al chamanismo el estado de trance, que se describe como un “viaje” (estado de conciencia chamánico). Terminado el mismo, es capaz de recordarlo. El medium no recuerda necesariamente lo que hizo o pasó durante el trance. Según estos criterios, al estudiar la forma de trabajo de E. Cayce se mostraría no solo como un medium y sino también, en ocasiones, como un chamán.

En sus estados de trance se distinguió por la utilización de la técnica llamada “canalización”. Para que tenga lugar, se busca un estado de trance sin posesión. Cayce lo entendía como un poder, como una influencia que uno podía despertar en sí mismo. Insistió en lograr un trance sin posesión:

“No permitas que sea dirigido por una identidad que se proclama tu guía. ¿Por qué?, porque invocar al infinito es mucho más grande, mucho más satisfactorio, más válido para la experiencia del alma que ser dirigido o guiado por una entidad externa al yo, que -como el yo- pasa por un estado de transición o desarrollo” (Reed y Cayce, 1993).

El estado de trance sin posesión se practica por ejemplo, entre los Gnawas (Ver parte III). Se alcanza en movimiento por lo que se califica de trance cinético. El trance cinético es una técnica de raíces ancestrales, que influye sobre prácticamente todos los niveles de la persona, dotándola por su práctica de nuevas formas y perspectivas de autoexperiencia. Mediante la desinhibición es posible alcanzar estados de fusión con el entorno que se muestra como replica de nosotros mismos.

El estado de trance con posesión está presente en todas las culturas, tanto en África como en América, en Asia o Europa y Australia. Mientras se produce, la persona deja de ser propiamente ella misma. Queda alienada, convertida en alguien ajeno. En tales estados se da una disminución de la capacidad de autocontrol por parte del sujeto. Al mismo tiempo, está disminuida su capacidad de darse cuenta de lo externo. Como ejemplo, en los estados de trance del vudú caribeño (Ver parte III).

C) El curandero y el chamán
El curandero se presenta como persona capaz de tratar enfermedades que son particularmente temidas por la gente y para las cuales la medicina no posee todavía los métodos terapéuticos más eficientes (Enciclopedia Lusobrasileña de culturas, 1977).

La actividad del curandero puede ser muy variada e inusual. Su conexión con los clientes no es tan próxima como la que tiene habitualmente el chamán. Se dan más en el medio rural que en el urbano.
El chamán podría ser considerado como un tipo de curandero, pero todos los curanderos no serían chamanes.

D) El mago y el chamán
Producir el sentimiento de lo extra-ordinario, romper con rutinas de la vida, intervenir sobre el espacio y el tiempo son atribuciones que comparten.

El mundo de lo mágico ha sido en ocasiones caracterizado por una intensificación de la actividad o por conocimiento concreto obtenidos a través de medios extraordinarios. Puede ser clasificado como objetivo, cuando sus resultados finales pueden de alguna manera cuantificarse. Y subjetivos cuando los resultados son imaginarios o no contrastables (Ouspensky, 1944).

Para Nevill Drury, los chamanes son los curadores físicos y espirituales en las culturas aborígenes de todo el mundo. Los magos son su imagen en el espejo de las tradiciones culturales del mundo de hoy. Destaca los paralelos existentes entre el chamanismo y el ocultismo.

El mago que hoy conocemos a través de los medios de comunicación (TV, cine, circo, etc.) puede suscitar el mismo asombro que el chamán, y acaso pueda remontar hacia él sus orígenes. Sin embargo, carece de la proyección sanadora que es esencial al chamanismo.

El mistico y el chaman

por Joaquín Fernandez Cocco

Los místicos pueden ser vistos como un “grupo informal” pero determinado de psicólogos. Repetidamente experimentan sobre sí mismos y observan los cambios mentales resultantes. Utilizan el canto, la música, la meditación y otros sistemas para trasladarse a particulares regiones de su mente. Y, lo que es más notable, parece existir un mundo de referencia en el que los puntos comunes de estas tradiciones, superan con mucho a las diferencias. Estas, por otra parte, son más superficiales que profundas o fundamentales (Clark, 1983).

El chamanismo es entendido por muchos investigadores, especialmente por los antropólogos como un fenómeno arcaico mágico-religioso en el cual la figura central se caracteriza por ser maestra en el arte del éxtasis (Edwards, 1994).

El éxtasis es definido como un estado psicológico que se caracteriza por un sentimiento absorbente de admiración, de alegría de arrobamiento y a veces de enajenación. Desde una perspectiva teológica hace referencia a un estado de unión con Dios o lo divino por medio de la contemplación y el amor vivido íntimamente. Y exteriormente por la suspensión mayor o menor de la actividad sensorial en relación con el mundo externo.

Esta desconexión puede alcanzarse de distintas formas. Por ejemplo en la llamada meditación del néctar del budismo tibetano. Durante la misma el meditador traslada toda su atención a una parte muy concreta del organismo, la punta de la lengua. Según se va concentrando la atención en ella mas el practicante acaba sintiéndose inmerso en un profundo estado de dulzura. Intuitivamente a través de la propia practica experimentada los chamanes “bon” del Tíbet habían descubierto este método de focalizar la atención y modificar el nivel de conciencia. Hoy sabemos a partir de datos objetivos suministrados por el microscopio que precisamente en la parte anterior de este órgano se concentran las terminaciones sensoriales capaces de captar lo dulce mientras que las de lo salado, lo picante o lo amargo se distribuyen preferentemente por otras partes de la lengua.

La experiencia del éxtasis no implica ganancia o perdida de control. Otros estados descritos por los místicos como el conocimiento intuitivo si que implican incremento de control. Para Edwars (1994) el éxtasis se presenta a diversos niveles en la persona:

*

Está fundamentado en una experiencia fisiológica, física.
*

Es un estado emocional.
*

Proporciona un tipo especial de percepción a veces descrita como intuitiva.
*

Es un estado no ordinario de consciencia que da una especial dimensión a todo lo anterior.

El éxtasis puede ser clasificado según cuatro categorías no mutuamente excluyentes:

*

Éxtasis místico y profético
*

Éxtasis chamánico
*

Éxtasis sexual
*

Éxtasis producido por sustancias

El místico nos habla de la desbordante presencia actual de lo divino. Esta grandeza ha sido descrita de modo poético como en San Juan de la Cruz o en Ibn Arabi. Los místicos desde esas experiencias de inmersión en lo divino pueden a veces anticipar visionariamente experiencias que están por venir. La actividad profética expande esa presencia desde el futuro para que el presente sea modificado y la gente se prepare.

El éxtasis sexual forma parte de la respuesta orgásmica. Durante ella se produce un estado modificado de conciencia en unas ocasiones fugaz y en otras de duración difícil de estimar. El tantrismo practicado desde el marco del yoga o del budismo pretende ampliar la conciencia utilizando el alerta y la focalización que produce la actividad sexual por medio de técnicas especificas. Durante el orgasmo se induce transitoriamente, un período con las características de un estado modificado de conciencia, con cambios en la percepción corporal, en la estimación del tiempo, y en otras variables psicológicas.

El éxtasis por sustancias puede presentar diferencias según las características de las mismas. El marco cultural, expectativas y modo de consumo pueden condicionar profundamente la experiencia y lo que pueda aprenderse a través de ella.

Harner piensa que el término trance se utiliza preferentemente entre los médicos, mientras que el término éxtasis es más teológico y humanista, pero que ambos tienen el mismo significado. Los momentos de entrada y salida en los mismos tendrían las características de una crisis. En el lenguaje coloquial también se llega a identificar el hecho de estar pasando un trance con estar en crisis. En el contexto tradicional chino crisis significa “peligro y oportunidad”.

Los cambios profundos en la experiencia de la corporalidad se pueden presentar espontáneamente cuando se vive una situación próxima a la muerte. En ocasiones, es una vía utilizada por chamanes y magos deliberadamente. También pueden producirse a través de la música, la relajación, el uso de sustancias (por ejemplo ayahuasca, ciertos hongos, ver Ott, apartado 1.5.2.a) y otros muchos procedimientos. En la literatura internacional gran número de estos estados son descritos como OBEs (out of the body experiences = experiencias fuera del cuerpo, o “viajes”).( Ver Mapas de los Estados Modificados de Conciencia). Caracterizan al místico la intensificación de las emociones y el pensamiento global. Es más propio del chamán intensificar las acciones y utilizar el pensamiento concreto (Ouspensky).

La producción de una experiencia directa, transformativa y personal que se da en el misticismo, está presente también, según Walsh, en el chamanismo. Ambas experiencias pueden no ser bien transmitidas y, con el paso del tiempo, perder fuerza, convirtiéndose en rituales vacíos y rutinarios. En su mejor sentido, el ritual, como el arte, es la culminación activa de una transformación simbólica de la experiencia. Muchas técnicas de trance utilizan rituales a modo de “puertas” al comienzo y al final del trabajo. En este ámbito, los rituales pueden ir perdiendo presencia a medida que el sujeto aprende y se familiariza con los estados de trance.

Los rituales pueden servir para disminuir la angustia frente a lo desconocido o lo que desborda a un individuo. En el área cognitiva pueden incrementar la concentración de los participantes modificando la atención, en el área física facilitar la relajación y en el área emocional modular la ansiedad, el sentimiento de descontrol o la expresión de la rabia.

Desde el punto de vista clínico en las llamadas neurosis se afirma que la actividad obsesiva (pensamientos repetitivos) y compulsiva (acción que uno se ve impelido por sí mismo a hacer de forma reiterada) forman parte de mecanismos psicológicos que disminuyen la angustia y evitan la posibilidad de un trastorno más profundo. Los rituales vinculados al orden y la limpieza están especialmente presentes en las personas perfeccionistas son sistemas o mecanismos de defensa frente a la angustia. La no-realización de los mismos provoca malestar, mientras que su realización procura alivio.

El poder transformador de las crisis en general y de la muerte en particular es resaltado por místicos y chamanes.

Como se ve el chaman a si mismo

por Joaquín Fernandez Cocco

La reflexión sistemática del chamán sobre sí mismo es un fenómeno tardío en el desarrollo de este tipo de práctica.

La actividad que caracteriza al chamán surge en su origen de un impulso no necesariamente reflexivo a la ayuda. Junto a ello, una progresiva experiencia acumulada le dará un sentido de la sabiduría y de los propios papeles a desarrollar. La propia vida y sus dificultades contribuyen a que el chamán no se dé excesiva importancia absoluta, aunque pueda tenerla de un modo relativo. Carece de importancia porque su fuerza enfrentada a la naturaleza es relativa y él lo sabe. Al mismo tiempo es capaz de conocer cosas que otros ignoran y cuya aplicación en tiempo de crisis puede ser muy necesaria.

Si afirmamos que el tamaño de un hombre puede medirse por el tamaño de las cosas que le encolerizan, el chamán es un gran hombre porque es capaz de confrontar a los espíritus, a las fuerzas de la naturaleza. El conocimiento y la relación de ayuda le pueden permitir creerse un ser superior u orgulloso. Sin embargo, no darse importancia le permitirá actuar con más eficiencia e impecabilidad (Castañeda).

En este sentido puede entenderse la definición que de sí misma y de su trabajo hace una mujer desde el ámbito del neochamanismo:

“Yo no soy una sanadora. No sano a nadie. El concepto que tengo de mí misma es el de un peldaño en la senda del autodescubrimiento. Creo un espacio en donde las personas pueden aprender lo increíblemente maravillosas que son, enseñándoles a amarse a sí mismas”. (Hay; 1991).

Los encuentros con la adversidad propia y ajena son un estímulo y educan su sensibilidad. Para Amber Wolfe curar es “curar-se”. En este sentido, lo que podría ser la esencia del chamán, curar, es entendido como la capacidad de hacer o facilitar que los otros se curen. Se considera un “catalizador” (término utilizado en química para definir a la sustancia que facilita la producción de reacciones de transformación, y que sin su presencia serían más difíciles o lentas).

La confrontación con lo extremo y profundo, con la enfermedad, con el miedo y la muerte, con el tormento y el éxtasis son capaces de hacer del chamán un ser valiente y al mismo tiempo le ayudan a “perder la propia importancia” (Castañeda, 1977).

El narcisismo es un mal aliado de las personas de conocimiento. En la medida en que representa el no ser capaz de ver la realidad con los ojos y los sentimientos de los otros. El sentido del humor es a veces un buen termómetro para ver si la persona está más allá de sí misma. El libro de Alvaro Estrada “Vida de Maria Sabina, la sabia de los hongos” (Ediciones Siglo XXI, 1977) nos revela muy ilustrativamente esta forma de ser y vivir.

De hecho, el orgullo, el miedo, el poder y la muerte son enemigos naturales del chamán. Y a la vez son retos que ha de superar hasta su última danza con la muerte (Castañeda, 1977).

Este trabajo es el resultado de un largo viaje, un viaje en el sentido chamánico: porque su objetivo es servir de puente entre el mundo desconocido de los chamanes y el de la gente civilizada, entre los chamanes muertos hace tiempo y los activos aún en la actualidad; entre lo cerrado de los archivos y una lectura abierta; entre lo viejo, representado en imágenes históricas y lo nuevo; entre pasado y presente. Y pretende servir de puente también entre culturas muy alejadas entre sí.(Hoppal, 1994)

II. La Cosmovisión Chamanística

II.  La Cosmovisión Chamanística

El primer paso para poder apreciar el significado del oro precolombino en un contexto socio-religioso, consiste en tratar de reconstruir la cosmovisión del chamán indígena. Aunque indudablemente hay variantes que se deben a diversas orientaciones intelectuales de los aborígenes, a diferentes tradiciones locales y a distintas épocas, es posible discernir ciertas constantes en el pensamiento chamanístico, o sea algunos temas que se repiten insistentemente en las creencias de las sociedades indígenas del país y cuyas raíces se remontan a muy antiguas épocas prehistóricas.

El chamanismo es un sistema coherente de creencias y prácticas religiosas, que tratan de organizar y explicar las interrelaciones entre el cosmos, la naturaleza y el hombre. Estas explicaciones sobre el lugar que el hombre ocupa en la naturaleza, en parte se fundamentan en experiencias visionarias que, por tener una común base neurofisiológica, son muy convincentes. A continuación trataremos de una serie de rasgos culturales y psicológicos que podemos considerar como característicos, tanto del sistema chamanístico universal, como del de muchas tribus colombianas actuales. (1)

Una constante es la idea de que el cosmos está estratificado y de que consiste en una secuencia de mundos superpuestos, lo que implica una gradación. En una imagen simplificada el cosmos es tripartito y está formado por nuestro mundo terrestre, por un mundo subterráneo y otro superior celeste. Los chamanes y otras personas con conocimientos esotéricos, subdividen estos tres grandes estratos en un número mayor de dimensiones y hablan de una cadena, cada vez más remota, de otros mundos. Por cierto, son precisamente dichas dimensiones las que los chamanes y otros visionarios dicen poder visitar durante sus trances. Es además frecuente la creencia de que, en épocas míticas, haya existido la posibilidad para toda la gente, de comunicarse con estos mundos por medio de una escalera, un bejuco, un puente o un camino secreto, pero que esta comunicación fue interrumpida por varias causas.

Aquellos mundos escalonados, según la tribu en cuestión, son imaginados de distintas formas. Para algunas tribus amazónicas cada mundo es como una enorme casa, una maloca, con el interior preciosamente adornado con pinturas o con plumas multicolores. Para otras tribus de la misma región del país, los diferentes mundos son como grandes platos de barro, llamados budares, sobre los cuales se tuestan las tortas de cazabe, preparadas de harina de yuca amarga. Los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta imaginan los mundos como grandes volantes de huso que se ensartan, el uno sobre el otro, en un inmenso huso que constituye un eje central, un axis mundi.

Hay pues infinidad de imágenes; pero la invariante es un modelo del cosmos claramente estratificado diferenciándose cada estrato del otro por ciertas características únicas sean personificaciones sobrenaturales benévolas o malévolas, el País de los Muertos, los animales, plantas medicinales, música celeste, soles y lunas propias, más un gran número de otros aspectos.

Según las creencias chamanísticas de algunas tribus, aquellos mundos escalonados que yacen fuera de esta tierra, corresponden a un microcosmos que consiste en una secuencia de dimensiones del propio mundo interior del individuo, es decir, representan una escala interna de “mundos” de la conciencia humana. Dicen los chamanes que, en sus alucinaciones, penetran los diferentes estratos del cosmos como si fuera por estrechas puertas y que, a la inversa, pueden y deben explorarlas dimensiones de su propio ser.

Este modelo cósmico se repite luego en una escala cada vez menor: las montañas y los cerros los imaginan como “mundos” estratificados; detalles arquitectónicos de templos y aún de viviendas, simbolizan la estructura del cosmos; el cuerpo humano se interpreta en términos de segmentos horizontales, y el mismo principio se puede aplicar a artefactos tales como una olla o un instrumento musical.

Entre las sociedades indígenas colombianas son comunes estas creencias acerca de la estructura básica del cosmos así como de la posibilidad de moverse una persona dentro de este modelo escalonado. Ideas muy parecidas se encuentran en muchas otras partes del continente americano y también en el Viejo Mundo; es posible suponer que se trate de una forma de pensamiento arcaico que se remonte a lejanas épocas prehistóricas. (2)

Debo referirme ahora en más detalle a la persona del chamán. Por lo general este oficio es de hombres pero en varias culturas las mujeres también son chamanes. Contrario al estereotipo popular, los llamados “brujos” o “hechiceros” de los indios son, por lo general, individuos muy inteligentes que desempeñan múltiples funciones importantes dentro de sus sociedades. Son curanderos, rezanderos y dirigen los rituales del ciclo vital del Individuo; son especialistas en genealogías, en recitaciones mitológicas, en bailes y cantos y, por lo general, reúnen en sus personas a varias de estas funciones aunque puede haber especialistas. El chamán es muchas veces astuto político y, como gran conocedor de la naturaleza, influye sobre la toma de decisiones en el campo de la conservación de los recursos. Es muy importante su función mediadora en el caso de conflictos sociales, así como su papel en el alivio de problemas psicológicos individuales. Pero ante todo el chamán es un mediador entre este mundo y el mundo sobrenatural. Por cierto, siempre y en todas partes del mundo, ha existido una relación estrecha entre el chamanismo y el arte, y en algunas tribus el chamán incluso sigue siendo un artista o un artesano consumado. (3)

En muchas sociedades, antiguas y actuales, el chamán tiene un carácter fálico o andrógino y personifica las energías procreativas de la naturaleza. Como “dueño” de los animales pretende influir con sus ensalmos y ritos sobre la fertilidad de la fauna selvática y acuática; así mismo se preocupa por la iniciación sexual de los adolescentes de la tribu, que llegan a la pubertad. El embarazo y el parto siempre son ocasiones de prácticas chamanísticas. La imagen fálica del chamán es también la razón por la cual se le asocia comunmente con aquellos animales a los cuales se atribuye gran potencia sexual, expresada por ciertos rasgos morfológicos, anatómicos o por características de comportamiento.

Según las diferentes culturas el oficio del chamán puede ser heredado o revelarse en una visión o un sueño; también es posible que una persona se vuelva chamán simplemente siguiendo su vocación. El aprendizaje, bajo la dirección de un practicante mayor, puede durar varios años y termina con la iniciación. Es una regla prácticamente universal que el neófito tenga que morir simbólicamente, para renacer luego, dotado de ciertas facultades sobrenaturales. Para lograr este fin, el aprendiz pasa una larga temporada en aislamiento social, ayuna hasta encontrarse en una fase de inanición severa y desarrolla estados alucinatorios durante los cuales se imagina que, convertido en ave, vuela por los aires y visita dimensiones ignotas del cosmos.

Por lo general, al menos en el continente americano, la iniciación chamánica implica ingerir una serie de substancias alucinógenas. En estas ocasiones es cuando el chamán adquiere sus familiares, es decir, los espíritus de animales que posteriormente se convierten en sus auxiliares. Dichas creencias y prácticas continúan aún entre un crecido número de tribus colombianas. (4)

Una de las funciones principales del chamán consiste en establecer y mantener contacto con el mundo sobrenatural, tal como se anotó anteriormente. Este contacto a veces lo puede lograr por meditación profunda, por privaciones sensoriales o por súbitas visiones de seres o situaciones sobrenaturales, pero en gran parte del continente americano, es más frecuente llegar al éxtasis apelando a materias alucinógenas. En efecto, para la mayoría de los chamanes, el éxtasis tiene un origen místico; el alucinógeno es un don de los diosés.(5)

Colombia es un país particularmente rico en plantas psicotrópicas que crecen en todas sus zonas; éstas producen efectos en los cuales la realidad ordinaria se distorsiona entrando la persona a un mundo visionario y totalmente irreal.

Debemos distinguir aquí entre dos categorías de visiones. Una categoría tiene una base neurofisiológica y consiste en sensaciones luminosas que aparecen como relámpagos en el campo visual, aún en la obscuridad absoluta. Generalmente se trata de líneas y puntos, estrellas y círculos, es decir, de motivos geométricos y no figurativos que, técnicamente, se designan como fosfenos. Ya que todos poseemos la misma estructura cerebral, todos tenemos las mismas sensaciones luminosas, independientes de una luz externa. Estos fenómenos son comunes bajo el estímulo de una droga alucinógena. La otra categoría de visión alucinatoria tiene una base cultural y no biológica, pues consiste de imágenes figurativas que la persona proyecta, a base del acervo acumulado de sus experiencias, sobre el fondo de colores y movimientos causados por la droga.

Las principales plantas alucinógenas usadas en Colombia por los indígenas son las diferentes especies de una liana selvática del género Banisteriopsis, comunmente llamada yajé; la fruta o flor del árbol “borrachero” (Brugmansia), las diversas especies de chamico (Datura) y la batatilla (lpomea violacea). Rapés narcóticos que se absorben por la nariz, se preparan de las semillas de yopo (Anadenanthera peregrina, A. macrocarpa), un árbol de los Llanos Orientales, o de la cáscara de varias especies arbóreas del género Virola, que es selvático. Los grandes cigarros que los indios fuman ritualmente, en la región del noroeste amazónico, pueden causar síntomas de intoxicación e inducir alucinaciones. Los indios usan ciertos hongos (Psilocybe y otros) o las secreciones de las glándulas parótidas de un sapo (Bufo marinus) que contiene componentes alucinógenos muy poderosos. En resumen, es un hecho que los indios colombianos son expertos en la preparación de una amplia gama tanto de bebidas como de rapés, dosificando sus diversos componentes con gran conocimiento etnofarmacológico, generalmente con el fin de inducir determinada clase de visiones y sensaciones. (6)

Los cronistas españoles de la Conquista y Colonia recogieron muchos datos fidedignos sobre el uso de éstas y otras drogas por parte de los indígenas colombianos y también existen pruebas contundentes respecto a su empleo en épocas prehistóricas, como veremos más adelante. (7)

El uso de drogas alucinógenas es un elemento cultural arcaico, de difusión prácticamente universal y es de suponer que ya los cazadores de la época paleolítica conocieron algunas plantas narcóticas. El empleo de estas drogas está estrictamente relacionado con el llamado vuelo chamánico, es decir, con la sensación de una disociación durante la cual el “espíritu” del chamán se separa de su cuerpo y penetra en otras dimensiones del cosmos, sea para encontrar en ellas la curación de enfermedades, sea para consultar con los seres sobrenaturales o ancestrales, acerca de sucesos actuales y venideros, sea para aprender nuevos ensalmos, cantos o bailes.

En muchos aspectos, el vuelo chamánico simboliza la muerte, seguida por el renacimiento en un estado del saber. El chamán es el hombre que puede producir su propia muerte a voluntad, en cualquier momento, para luego volver a su condición corporal biológica, pero cada vez imbuído de un “saber” adquirido en otra dimensión cognoscitiva donde cree estar en presencia de seres sobrenaturales así como de espíritus de muertos. La muerte y el renacimiento del chamán son temas míticos muy frecuentes; en ellos el chamán es devorado por un monstruo, un caimán, una serpiente gigantesca o el remolino de un río, situaciones de las cuales sale ileso, transformado y elevado a un estado de sacralidad.

La idea de otras dimensiones, de “otros mundos” que son las moradas de los espíritus de los muertos o de seres fantásticos, se fundamenta en la experiencia del viaje extático del chamán; por consiguiente, la imagen que él se forma de esas dimensiones y las descripciones que hace de aquellas, dependen de los procesos proyectivos de la personalidad cultural y psicológica del chamán, así como de la tradición cultural de la tribu.

El vuelo extático proporciona el modelo para el concepto de la transformación. A partir de éste, el chamán, bajo la influencia de ciertos narcóticos, cree poder transformarse en un pájaro, en un jaguar o en otros animales y así poder vagar, sin ser reconocido, en nuestro mundo terrenal. Bajo esta apariencia acecha a sus enemigos, observa la conducta de las gentes, se comunica con otros chamanes.

El chamán es siempre un gran transformador y así hay una relación, un entendimiento entre él y ciertos animales que pasan por una metamorfosis; los batracios y las mariposas son animales chamánicos por excelencia, lo mismo como aquellos que cambian de piel, las culebras y los cangrejos.

El vuelo chamánico da lugar a varios otros importantes complejos de asociaciones. Ante todo, el chamán es el hombre-pájaro, es el dueño y compañero de todas las aves, las cuales forman el grupo más versátil de la fauna. En muchas sociedades el chamán ostenta una máscara de ave y, en lo general, los chamanes se adornan con gran corona de plumas. Algunos llevan cuerdas emplumadas sobre la espalda o alas de aves; incluso otros se cubren todo el cuerpo de plumas; a veces sus objetos rituales están adornados con plumitas. La maraca, el instrumento tan característico del chamán, casi siempre está adornada con un penacho de plumas; el rapé narcótico se absorbe a través de un hueso tubular de ave.

Según piensan los indios, los animales también tienen sus chamanes y, al penetrar el chamán indígena en otras dimensiones, se le presentan animales monstruosos, híbridos deformes que en ocasiones le impiden el paso. Hay pues una relación muy especial entre el chamán y los animales; algunos de ellos son sus dobles, sus avatares y el chamán puede adoptar su forma. El jaguar, el águila arpía, o las grandes serpientes de agua son manifiestamente animales chamánicos que representan metáforas, simbolizan pasajes míticos o sirven de auxiliares, mensajeros o ejecutores. La mitología y el ritual indígena abundan con estas imágenes. (8)  En el folklore colombiano actual encontramos varios de estos personajes chamanísticos, tales como el Mohán, el Poira, la Madremonte, la Patasola, y otros más.

A veces un animal, insignificante para nosotros, puede ser un animal chamánico de gran poder: una lagartija, una ranita o un pequeño pájaro. Pero siempre son animales que, si se estudia su anatomía, aspecto o comportamiento, tienen alguna característica muy significativa que los asocia con el mundo chamanístico. Talvez sea su color, su olor particular, la forma de sus genitales, o algún rasgo que no escapó a la observación del indígena quien, como cazador y pescador, es un excelente conocedor de la fauna.

Por otro lado están los monstruos, los animales fantásticos. El chamán los ve en sus alucinaciones, lucha con ellos, los somete, y en ocasiones hace de ellos sus auxiliares. En los mitos de tantas tribus colombianas se refieren a jaguares con pies humanos, dantas gigantescas que andan en las patas traseras, serpientes bicéfalas o venados que se transforman en mujeres seductoras. En este mundo mítico y alucinatorio se confunden y combinan a veces los rasgos de un felino con los de un reptil y un ave, resultando un ser que simboliza todos los poderes chamánicos en una sola figura fantástica, especie de dragón que vuela, devora y envenena con sus colmillos ponzoñosos. Muchas veces algunos de estos animales subsidiarios adquieren el carácter de un alter ego.

En muchas sociedades indígenas se distinguen varias categorías de chamanes y con alguna frecuencia se habla de “brujos”, quienes, bajo la presunta forma de animales o disparando minúsculos proyectiles invisibles, dicen poder causar la enfermedad y aún la muerte de otra persona. Indudablemente estas creencias ya existían en tiempos prehistóricos. Es un hecho que, por sus supuestos contactos con el mundo sobrenatural, el chamán fácilmente aparece como un personaje de las tinieblas, asociado con la lechuza y el murciélago, temido y acusado de hacer daño a sus enemigos. En efecto, la agresividad es otra característica del chamán quien frecuentemente aparece como un luchador, un guerrero que se enfrenta tanto a supuestas fuerzas maléficas sobrenaturales, como a enemigos personales. En ocasiones dos chamanes enemigos ponen en escena verdaderos duelos; pero en la mayoría de los casos estos encuentros violentos no ocurren en realidad sino se representan muy dramáticamente en la esfera alucinatoria. Los contendores yacen en un profundo trance, y su lucha se desarrolla en una dimensión irreal.

Hablar aquí de chamanes buenos o malos, de magia blanca o negra, me parece una polarización algo dudosa, basada en prejuicios y conceptos occidentales; más bien habría que aceptar que los chamanes actúan de acuerdo con las definiciones del bien y del mal de sus culturas respectivas y que difícilmente se pueden medir con los valores y normas de otros credos. De todos modos, la agresividad es parte esencial de la constitución psicológica del chamán y a veces se expresa en forma violenta, acrecentada, como es natural, por los efectos de las substancias psicotrópicas que consume. Cabe añadir que sus atavíos, sus máscaras y sus gestos a veces violentos, pueden inspirar temor reverente a participantes en rituales nocturnos. Además, muchos chamanes emplean en sus cantos y ensalmos un idioma arcaico, secreto, lo que aumenta desde luego la sensación de lo misterioso de los ritos.

Detengámonos un instante en este punto, con el fin de resumir la esencia fundamental del chamanismo. Para alcanzar la integración del universo estratificado, en un sistema comprensible y manejable por el hombre, se necesitan varios poderosos factores mediadores. Esta mediación se logra a través de tres agentes: el chamán, los animales y, en el caso del continente americano, las substancias alucinógenas. Hasta aquí he hablado principalmente de las características del chamanismo universal, tal como ellas están documentadas para el Viejo Mundo. Para ilustrar ahora la mentalidad chamanística en el ambiente aborígen colombiano, se pueden mencionar varios ejemplos etnográficos de las tribus actuales. Ya que el material disponible es muy voluminoso, debo limitarme a citar sólo una selección de datos.

Acerca de la idea del cosmos estratificado, ya mencioné algunos conceptos de los indios de la Sierra Nevada y de la región amazónica. Sobre la “escalera” chamánica, que comunica varios estratos, hay algunas informaciones del Chocó. En el río Docordó, afluente del San Juan, observé en la casa de un chamán de los indios Noanamá, una larga escalera tallada de un sólo tronco de madera, que remataba en una cabeza antropomorfa. (9) Entre los indios Chamí, otro grupo del Chocó, recogí un mito que habla de un chamán que construye una escalera de guadua, para subir al cielo. Cuando el pájaro carpintero troza la escalera, el hombre cae pero al pronunciar la palabra mágica “pluma”, flota lentamente hacia abajo y llega a un mundo subterráneo poblado por seres extraños. (10)

CONTINUAR

1. Acerca de la cosmovisión y práctica chamanística, véanse, ante todo, las obras de Eliade
(1965;1968; 1976) y la extensa bibliografía que cita este autor. Una breve introducción al tema se encuentra en Halifax (1982), Lewis (1975) y Rogers (1982). Sobre chamanismo indígena americano en general, véanse, Hultkrantz (1963), Krickeberg etal. (1968), La Barre (1972), Métraux (1947), Schmitz (1964). Véase también Furst (1973-1974). (regresar1)

2.  La Baria (1972), passim.  (regresar2)

3.  Sobre el chamán como artista, véanse, Furst (1974), Lommel (1967) y sus respectivas
bibliografías. El número especial de la revista Artscanadá (Nos. 184-187, 1973/1974) está dedicado
a este tema, bajo el título de Stones, banes and skin: Ritual and Shamanic Art”.  (regresar3)

4.  Sobre la iniciación chamánica, tal como la practican algunas tribus colombianas actuales, véase,  Reichel-Dolmatoff (1976; 1979c; 1986, pp.155-170). Sobre el discutido tema de la “normalidad”
psicológica del chamán, véanse, entre Otros, Dévereux (1956), Lewis (1975), Silverman (1967).  (regresar4)

5.  Sobre el chamanismo y el uso de alucinógenos, véanse, entre otros,  Cordy-Co¡ms (1977),  Furst (1972; 1974; 1976); Harner (1973): Reichel-Dolmatoff (1976c).  (regresar5)

6.  Sobre las plantas alucinógenas de Colombia, véanse, Reichel-Dolmatoff (1978c); Schultes &  Hofmann (1979) y las bibliografías citadas por estos autores. Una obra enciclopédica, de alcance  transeultural, son los don volúmenes de V ö lger (1981).  (regresar6)

7.  En algunas culturas indígenas de Colombia y de otros países, no sólo el chamán ingiere
alucinógenos; también grupos de hombres adultos los toman con ocasión de ceremonias colectivas
dirigidas por el chamán. Generalmente las mujeres participan en estas ceremonias pero sin consumir  substancias narcóticas.  Hay que aclarar aquí que nuestro concepto genérico de  drogas no existe entre los indígenas que  distinguen entre materias psicotrópicas según los efectos específicos, Sería impensable para un  chamán, aplicar nuestro concepto de droga a su transformación en jaguar, en el mismo sentido que  a su vuelo extático. Además, entre las sociedades tribales la experiencia alucinatoria es controlada  y moderada, de modo que este fenómeno no se puede comparar con el uso altamente nocivo de  compuestos químicos comerciales o de plantas narcóticas, tal como hoy se practica en las  sociedades modernas.  (regresar7)

8. Sobre la transformación chamánica en jaguar, véase Reichel-Dolmatoff (1978c).  (regresar8)

9.  Reichel-Dolmatoff (1953), pp. 9-10;  (regresar9)

10.  Reichel-Dolmatoff (1960), Fig. 4 2.  (regresar10)

¿Qué es un Shamán?por Craig Chalquist

¿Qué es un Shamán?
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por Craig Chalquist
Traducción de Cheryl Harleston

Como es arriba, es abajo.
— Aforismo alquímico

En cada clima y cultura surgen almas que viven en la orilla mágica de la realidad. Iniciados en una manera consagrada de ser, su ocupación está en lo no ordinario, lo interior, lo iluminado en sueños, lo intangible. No siendo ni sacerdotes ni curanderos, aunque a veces funcionan como tales, han sido tomados por hechiceros, magos, psíquicos, yogis, médiums, místicos, videntes, brujos. Han sido tamborileros y danzantes, artistas y atletas, entrenadores y embusteros, sabios y guerreros. Pero cualquiera que sea su papel, caminan por la senda de la mediación entre el paisaje cotidiano y el reino de los arquetipos, con un pie en cada caballo mientras se desplazan entrando y saliendo de estados alterados de consciencia.

“Shamán” es la versión inglesa de saman (“shah-man”), sustantivo y verbo Evenk de los Tungus de Siberia. Donde sea que se le encuentre, el shamán, femenino o masculino, es el especialista comunitario en los tratos con el Más Allá —el otro mundo, el mundo superior o el mundo interior; un esgrimidor de poder sobrenatural, un experto del éxtasis (Mircea Eliade) quien, ya sea curando, guerreando, prediciendo, cambiando el clima, cocinando hierbas, organizando cacerías, haciendo máscaras, acompañando a las almas muertas o localizando a las perdidas, ejecuta el papel de maestro de operaciones del inconsciente.

La consciencia shamanística no es simple hipnosis, fantasía, posesión, contorsión, depresión, terror o intoxicación, aunque puede apropiarse de estas cosas. Golpeando un tambor o ingiriendo peyote, soñando lúcidamente o cayendo en trance, el shamán permanece enfocado y consciente, sabiendo bien que los viajes internos no significan nada a menos de que sus frutos sean traidos de regreso a este mundo y hechos realidad mediante rituales, danzas, lenguaje, arte, música o curación (la especialidad más frecuente del shamán), vertiendo el poder acumulado “allá” en actividades útiles “acá”.

Algunas de las artes creadas por los shamanes para tal realización incluyen: tocar tambores, música, acrobacia, teatro, arquitectura, escultura, tallado, pintura, pintura en arena, pintura corporal, tatuajes, mudras, talismanes, malabares, ilusionismo, títeres, ventriloquia, equilibrio en cuerda floja, pirofagia, entrenamiento de animales, escritura, cultivo de plantas, astronomía, metalurgia y las artes de la navegación.

Tales proezas requieren de un entrenamiento riguroso y muchos años de paciente práctica. Por lo tanto, la instrucción shamanística tradicional es supervisada externamente por otros shamanes e internamente por seres o guardianes espirituales que ofrecen su amistad y otorgan poder al aprendiz. Los seres espirituales son particularmente importantes: ningún shamán se convierte en shamán sin recibir una seña aprobatoria transpersonal de ellos. Aunque algunas tácticas de ventas de la Nueva Era dan a entender que convertirse en shamán implica simplemente encender incienso y hacer algunas visualizaciones guiadas, (razón por la cual la mayoría de lo que hoy en día se anuncia como shamanismo es mera palabrería), el sentido del llamado en el auténtico shamán no es un antojo o capricho, sino el heraldo de una vocación peligrosa. Es abrumador, cambiando el curso de la vida, aplastando temporalmente al ego, y a menudo tan doloroso que llega al punto del pánico. Como lo describe el shamán Sioux Alce Negro (Black Elk):

Cuando llega una visión de los seres de trueno del oeste,
llega con terror como una tormenta de relámpagos.
Pero cuando pasa la tormenta de visión, el mundo es más verde y más feliz,
pues donde la verdad de la visión cae sobre el mundo, es como la lluvia.
Verás, el mundo es más feliz después del terror de la tormenta.

A menudo el llamado llega en forma de una crisis mental o física incurable por los métodos normales. Para asumir su vocación, o incluso en algunos casos para sobrevivir, el iniciado debe curarse a sí mismo. Durante este proceso, la curación simboliza una especie de muerte, particularmente la muerte de una parte de sí mismo con la que el iniciado tenía tendencia a identificarse; quizás haya sueños de entierros, desmembramientos, reemplazo de ojos u oídos, transformación de órganos o huesos. Un viejo yo expira y el nuevo asume la responsabilidad de aprender la geografía de lo no ordinario que comienza a abrirse rápidamente frente a él, aprendizaje que incluye nombrar objetos, poderes, lugares y seres de otros mundos y transferir sus poderes a la vida cotidiana.

Puesto que tales poderes abundan en el mundo percibido por la consciencia shamanística, el shamán ve la naturaleza como un sistema espiritual-energético y observa cuidadosamente sus equilibrios e interdependencias. Al principio los antropólogos atribuían la perspectiva shamanística a un animismo primitivo. Hoy, en la sinceridad del shamán hacia los espíritus o esencias de las cosas animadas e inanimadas, podemos ver un respeto del que nuestro mundo tan dañado ecológicamente ya no puede prescindir.

Aunque los shamanes se encuentran en todos lados, el grado de su aceptación varía. La Inquisición, por ejemplo, los exterminaba, mientras que muchas sociedades nativas han honrado al shamán y valorado sus conocimientos (por ejemplo, los Hataali o cantantes Navajo, a quienes se les ofrecían regalos por producir, de una memoria altamente entrenada, cantos que duraban una semana entera para las ceremonias principales). Los occidentales modernos que toman literalmente lo que escuchan sobre los animales de poder y los viajes del alma, o bien ostentan una idealización infantil de las habilidades del shamán, o los menosprecian considerándolos como remanentes de otras épocas. Ninguna de estas perspectivas comprende la vitalidad simbólica de las prácticas shamanísticas ni las profundidades insondables de los dominios del shamán: el psique arquetípico, tan extensamente inexplorado. Para decirlo en el lenguaje de Jung: al igual que la alquimia, el shamanismo expresa una forma proyectada particularmente pura de la psicología del inconsciente colectivo.

Aunque es la relación más antigua de la humanidad con el espíritu, el shamanismo es un conjunto de habilidades y prácticas acumuladas pacientemente y no una religión. No hay clero, iglesia, credo, misión o colección de creencias eclesiásticamente correctas. El tecnicismo de su planteamiento empírico hacia lo espiritual lo distingue de las facciones tanto legalista como liberal de la religión, liberándolo a la vez para poder brindarles apoyo y trabajar a su lado.

Tampoco es el místico necesariamente un shamán, aunque muchos shamanes entienden el misticismo. A diferencia de lo que los contemplativos llaman la “consciencia divina”, el éxtasis del shamán (de ekstasis: “ser colocado fuera”, “destacarse”; comparar el uso de Nietzsche del término frenesí) no busca la auto-exploración o la unión con Dios, sino la desviación de las fuerzas arcanas hacia labores concretas en el aquí y el ahora, como la curación, la terapia, el arte y la restauración de la armonía comunitaria. El shamán no es un santo sino un conducto, un embajador, un intermediario familiarizado con las polaridades internas, tanto luminosas como oscuras, que generan poder.

Temas que se repiten en las vidas del shamán auténtico:

Un sentido vitalicio de que uno es diferente; incapacidad de “encajar” completamente; una postura intuitiva o espiritual hacia la vida que se siente más intrínseca que aprendida.
Ser elegido por el llamado shamanístico en lugar de elegirlo. El llamado se manifiesta como un suceso que altera la vida, de intenso significado personal y espiritualidad; sentimientos adjuntos de culpa, éxtasis o falta de mérito; temer que uno está loco (peor en las culturas que no reconocen o autentifican al prometedor adepto); afirmaciones sincrónicas del llamado; enfermedad si el llamado no es atendido.
Temporada larga de enfermedad física o psicológica incurable por los métodos tradicionales: si el shamán potencial puede curarse a sí mismo metiéndose lo suficientemente dentro de sí mismo, ha pasado la verdadera iniciación, aunque después atraviese por otras menores.
O bien una historia familiar de iniciaciones shamanísticas (por ejemplo, una abuela que fue shamán), o referencias internas de sus ancestros (por ejemplo, una figura en sueños que declara: “a tu madre no le simpatizamos, así que ahora es tu turno”).
Recibir un nombre “verdadero” o espiritual de una figura (espíritu, guía, arquetipo, animal de poder) en un sueño o visión.
Entrenamiento en técnicas de alteración de consciencia bajo la conducción de guías tanto internos como externos.
Manifestaciones espontáneas de curación dentro de la comunidad, sean o no en la proximidad física inmediata del shamán; un obvio incremento de incidentes de buena fortuna que desaparecen cuando el shamán abandona el área.
Fácil reconocimiento de sucesos sincrónicos (usualmente considerados como señales o augurios).
Los tatuajes, perforamientos, escarificación u otras clases de marcado pueden significar una importante lección de vida, curación o iniciación.

El portador del fuego

El portador del fuego

Por Joseph Campbell

Un día, dice un cuento norteamericano, mientras Viejo paseaba por el bosque se encontró con algo muy extraño. Había un pájaro sentado sobre la rama de un árbol haciendo un ruido extraño, y cada vez que hacía este ruido, sus ojos se salían de las órbitas y se sujetaban al árbol. Entonces el pájaro hacía otro tipo de sonido y los ojos volvían a su lugar.

«Pequeño Hermano», dijo Viejo. «Enséñame cómo haces eso.»

«Si te lo enseño», contestó el pájaro, «no debes permitir que tus ojos salgan de las órbitas más de tres veces al día. Te arrepentirás si lo haces.»

«Pequeño Hermano, haré lo que digas, el truco es tuyo y escucharé.»

El pájaro le enseñó cómo hacerlo, y Viejo estaba tan contento que lo hizo tres veces seguidas. Luego paró. Pero pronto deseó intensamente hacerlo de nuevo, y dudó un poco, pero como continuaba deseando hacerlo, se dijo: «¿Por qué me dijo que sólo lo hiciera tres veces? Ese pájaro es tonto. Lo haré una vez más.» E hizo que sus ojos salieran una cuarta vez pero ahora no volvían. Entonces llamó al pájaro «Oh, Pequeño Hermano, ven y ayúdame a recuperar mis ojos.» Pero el pájaro no respondió, había volado. Viejo tanteó el árbol con las manos, pero no pudo encontrar sus ojos, y vagabundeó durante mucho tiempo llorando y llamando a los animales para que le ayudaran.

Un lobo, al darse cuenta de que Viejo estaba ciego, empezó a gastarle bromas y a reírse de él. El lobo había encontrado un búfalo muerto y, cogiendo un trozo de carne que ya había empezado a pudrirse y a oler mal, se lo acercó a Viejo. «Huelo algo muerto», dijo Viejo. «Me gustaría encontrarlo, estoy casi muerto de hambre.» Y tanteaba alrededor buscando la carne, y el lobo la retiraba. Pero una vez, cuando el lobo le estaba gastando su broma, Viejo lo agarró y sacándole un ojo se lo colocó en su órbita. Y entonces pudo ver, y recuperó sus ojos. Pero nunca más pudo hacer el truco que le había enseñado el pajarito.

Otro día, cuando Viejo iba por la pradera, escuchó un canto muy extraño. Nunca antes había escuchado algo parecido y miró alrededor para ver de dónde procedía. Por fin, vio un círculo de liebres cantando y haciendo hechizos. Habían encendido un fuego y como tenían muchas cenizas calientes, se tumbaban sobre ellas y cantaban, mientras uno de ellos los cubría con las cenizas. Al rato los descubría y todos saltaban. Al parecer, esto les divertía mucho.

«Pequeños Hermanos», dijo Viejo, «es maravilloso cómo os tumbáis sobre esas cenizas calientes y carbones sin quemaros. Desearía que me enseñarais cómo hacerlo.»

«Ven, Viejo», dijeron las liebres. «Te mostraremos cómo. Debes cantar nuestra canción y permanecer en las cenizas sólo un poquito.»

Así que Viejo empezó a cantar, se tumbó y le cubrieron con carbones y cenizas, y el carbón no le quemó en absoluto.

«Esto es muy agradable», dijo. «Es un hechizo muy potente. Ahora deseo conocerlo todo, así que tumbaros y dejad que os cubra.»

Las liebres se tumbaron sobre las cenizas y él las tapó con el fuego. Sólo se escapó una liebre, y cuando Viejo estaba a punto de volverla a tumbar, ella dijo: «Ten piedad de mí, mis niños están a punto de nacer.» «Muy bien», contestó. «Te dejaré para que continúe habiendo liebres, pero asaré a estos otros y tendré un festín.»

Puso más leña en el fuego, y cuando las liebres estaban cocinadas cortó algunas ramas de sauce rojo y colocó las liebres encima para enfriarlas. La grasa impregnó las ramas, de forma que incluso hoy, si colocas un sauce rojo sobre un fuego, verás la grasa sobre la corteza. Y también puedes comprobar que desde entonces las liebres tienen una quemadura en el lomo, donde quedó señalada la que escapó.

Un día, el tramposo, en forma de coyote, mató a un búfalo y mientras su brazo derecho le quitaba la piel con un cuchillo, de pronto, el izquierdo aferró al animal. «Devuélvemelo», gritó el brazo derecho, es mío.» El brazo izquierdo lo cogió de nuevo y el derecho se lo quitó con el cuchillo. El izquierdo lo volvió a coger y la discusión se convirtió en una lucha terrible. Y cuando el brazo izquierdo estaba Heno de cortes y sangrando, Tramposo exclamó: «¡Oh! ¿Por qué hice esto? ¿Por qué dejé que ocurriera? ¡Cómo sufro! ».

Otro día, cogió el hígado de un alce e hizo una vagina con él, con los riñones del alce hizo pechos. Se puso un vestido de mujer que era demasiado estrecho para él y se transformó en una mujer muy hermosa. Permitió que el zorro tuviera relaciones con él y le dejara preñado. Luego el arrendajo, y por último la liebre. Después se dirigió a una aldea. Se casó con el hijo del jefe y tuvo cuatro hijos muy hermosos.

Un día vagabundeaba a la aventura cuando oyó que alguien decía: «Cualquiera que me mastique defecará, defecará.» «Bien», dijo Tramposo, «¿por qué hablará así?» Se dirigió hacia el lugar de donde procedía la voz y la escuchó de nuevo. Miró alrededor y vio un bulbo sobre un matorral. «Sé muy bien»,? se dijo, «que si mastico esto no defecaré.» Así que lo cogió, se lo metió en la boca, lo masticó, lo tragó y continuó.

«Bien», dijo, «¿dónde está el bulbo que hablaba tanto? ¿Cómo pudo un objeto semejante influirme lo más mínimo? Cuando tenga necesidad de defecar, lo haré, y no antes.» Pero mientras hablaba así empezó a tirarse pedos. «Bien», pensó, «supongo que esto es lo que quería decir. Sin embargo, dijo que defecaría y sólo estoy expulsando un poco de aire. En cualquier caso, soy un gran hombre aunque expulse un poco de gas.» Entonces ocurrió de nuevo y esta vez fue realmente fuerte. «En verdad, qué tonto fui. Quizá por esto me llaman el Tonto.» Ocurrió otra vez, muy ruidoso, y ahora su recto empezó a escocerle. La siguiente vez se encontró lanzado hacia adelante. «Bien, bien», pensó desafiante, «puede empujarme un poco, pero nunca me hará defecar». Ocurrió de nuevo, y esta vez la parte posterior de su cuerpo se elevó en el aire y aterrizó sobre rodillas y manos. «Bien, adelante, ¡hazlo de nuevo!», exclamó. «¡Hazlo de nuevo!» Lo hizo y se elevó mucho en el aire, aterrizando sobre el estómago. Empezó a tomarse el asunto en serio. Cogió un tronco, y tanto él como el tronco fueron enviados al aire. Al volver, el tronco cayó sobre él y casi lo mata. Entonces cogió un chopo. Este lo sujetó, pero sus pies se elevaron en el aire y casi se rompe la espalda. A continuación arrancó el árbol junto con las raíces. Cogió un roble grande, éste se mantuvo firme, pero de nuevo sus pies se elevaron en el aire. Tramposo corrió a la aldea y se le ocurrió que amontonaran sobre él todos los troncos, junto con las personas, perros y todo lo demás. Su explosión desperdigó el campamento en todas las direcciones, y la gente, al volver, se gritaron furiosamente unos a otros, mientras los perros aullaban. Tramposo se rió de ellos hasta que sus intestinos se inflamaron. Y entonces empezó a defecar. Al principio sólo fue un poco, pero después gran cantidad, y por último era tanto que tuvo que trepar a un árbol para mantenerse por encima de su excremento. Subió más y más alto y alcanzó la copa, donde se durmió, se cayó y salió del fondo del montón cubierto y cegado por su propia inmundicia.

Cualquiera acostumbrado al concepto de Dios el Creador, tal y como se muestra esa imagen en las mitologías y religiones desarrolladas de las civilizaciones con base agrícola, seguramente se sorprenderá al saber que esta figura del Tramposo fue el creador del hombre y de todos los animales.

Otro de sus cuentos —uno de los muchos que se cuentan de sus curiosas aventuras— habla de su llegada al país de los pies negros desde el sur, viajando hacia el norte y creando a los pájaros y a los animales a medida que pasaba. Primero hizo las montañas, las praderas, los árboles y los arbustos, poniendo ríos aquí y allí, y cataratas sobre ellos, poniendo pintura roja sobre el suelo en diferentes lugares, organizando el mundo como lo vemos hoy. Y cubrió las llanuras con hierba, de forma que proporcionara comida a los animales. Sobre el suelo puso los árboles y todo tipo de animales. Y cuando hizo al carnero con su gran cabeza y cuernos, lo soltó en la pradera. No parecía que anduviera con facilidad por la pradera, así que lo cogió por un cuerno y lo soltó en las montañas. Y se movió entre las rocas y subió tranquilamente a lugares que daban miedo. Así que dijo: «Este es el lugar que te conviene, para esto estás hecho.» Y mientras estaba en las montañas, hizo al antílope con desperdicios, y lo soltó para ver cómo se las arreglaba. Pero corrió a tanta velocidad que cayó sobre las rocas y se dañó. Viendo que esto no funcionaría, llevó al antílope a la pradera y lo dejó suelto. Corrió elegantemente y dijo: «Para esto estás hecho.»

Un día decidió que haría una mujer y un niño, y los hizo a ambos de barro. Una vez que hubo moldeado el barro en forma humana, le dijo: «Tú serás gente.» Entonces lo cubrió y se fue. Al volver a la mañana siguiente, retiró la cubierta y vio que las formas de barro habían cambiado un poco. A la segunda mañana habían cambiado más y a la tercera aún más. A la cuarta mañana retiró la cubierta, miró las imágenes y les dijo que se levantaran y anduvieran, y éstas lo hicieron. Fueron hasta el río con su hacedor y él les dijo que su nombre era Viejo.

Mientras permanecían de pie a la orilla del río, la mujer le preguntó a Viejo: «¿Cómo es esto? ¿Viviremos siempre y no habrá final?» Y él contestó: «Nunca lo he pensado, debemos decidirlo. Cogeré este pedacito de excremento seco de búfalo y lo arrojaré al río. Si flota, la gente morirá, pero a los cuatro días volverán a vivir de nuevo; morirán sólo cuatro días. Pero si se hunde, tendrán fin.» Arrojó el pedacito al río y flotó. La mujer se volvió, cogió una piedra y dijo: «No, no va a ser así. Tiraré esta piedra al río y si flota viviremos siempre, pero si se hunde, la gente debe morir, de forma que tengan piedad unos de otros y sientan lástima unos de otros.» La mujer arrojó la piedra al agua y se hundió. «Así sea», dijo Viejo. «Habéis elegido. Y así es como ocurrirá.»

Los primeros hombres eran pobres, estaban desnudos y no sabían cómo vivir, pero Viejo les mostró las raíces y las bayas y les enseñó cómo comerlas, y les dijo que en cierto mes del año podían pelar la corteza de ciertos árboles y comerla y que estaría buena. Les dijo que los animales debían ser su alimento. Hizo todos los pájaros que vuelan y le dijo a la gente que su carne podía comerse. Y de cierta planta decía: «La raíz de esta planta, si sé recolecta en cierto mes del año, es buena para cierta enfermedad.» Y así aprendieron los poderes de todas las hierbas.

Viejo enseñó a la gente cómo hacer armas de caza, y a matar y a carnear el búfalo, y como no es saludable comer la carne cruda, recogió madera blanda, seca y podrida e hizo yesca con ella, después cogió un trozo de madera dura y, agujereándolo con la punta de una flecha, les enseñó cómo hacer fuego con astillas y a cocinar la carne de los animales y comerla.

Después les dijo: «Ahora, sí estáis cansados, podéis dormir y obtener poder. Algo llegará a vosotros durante el sueño y os ayudará. Lo que os digan que hagáis los animales que se os aparezcan en el sueño, hacedlo. Debéis obedecerlos. Dejaros guiar por ellos. Si necesitáis ayuda, estáis solos y viajando. Si gritáis pidiendo ayuda, vuestra plegaria será contestada, quizás por las águilas o por el búfalo, o por los osos. Debéis escuchar a cualquier animal que conteste a vuestra plegaria.» Y así fue cómo los primeros hombres se hicieron con el mundo por el poder de sus sueños.

Cuando Tramposo abandonó la tierra al final de sus vagabundeos, hizo una tetera y un plato de piedra, cocinó una comida y dijo: «Ahora, por última vez tomaré una comida sobre la tierra.» Se sentó sobre una roca y su huella se puede ver hasta hoy día. Puedes ver las huellas de sus nalgas, las huellas de sus testículos, las huellas de la tetera y el plato. La roca no está lejos de donde el Missouri entra en el Mississippi. Luego se marchó, entrando primero al océano y luego a los cielos. Ahora está bajo tierra, a cargo del más inferior de los cuatro mundos. Charlatán está a cargo del segundo, Tortuga del tercero y Liebre del mundo en el que vivimos.

Esta ambigua figura, tan fascinante, del tramposo parece que ha sido el personaje mitológico principal de las historias del mundo paleolítico. Un tonto, un cruel, un tramposo lujurioso, un epítome del principio del desorden, sin embargo, también es un portador de cultura. Y aparece bajo muchos disfraces, tanto animales como humanos. Entre los indios de las Ranuras norteamericanas, su forma usual era Coyote. Entre las tribus de los bosques del norte y el este, era la Gran Liebre, el Maestro Conejo, algunos de cuyos hechos fueron equiparados por los negros de América con un conejo tramposo africano al que conocemos en los cuentos populares como Conejo Br’er. Las tribus de la costa noroeste lo conocían como Cuervo. El Arrendajo Azul es otra de sus formas. En Europa es conocido como Reynard el Zorro; pero también, en un plano mucho más serio, aparece como el demonio.

El cuento pertenece a los yakuts de Siberia:

Satán era el hermano mayor de Cristo, pero malvado, mientras que Cristo era bueno. Y cuando Dios deseó crear la tierra, le dijo a Satán: «Presumes de ser capaz de hacerlo todo y dices que eres más grande que yo. Bien, entonces trae un poco de tierra del fondo del océano.» Satán se zambulló, pero cuando volvió a la superficie vio que el agua se había llevado la tierra de su mano. Se zambulló otras dos veces sin éxito, pero a la cuarta se convirtió en una golondrina y volvió con un poco de fango en el pico. Cristo bendijo este trozo y se convirtió en la tierra. Y la tierra era agradable y plana y lisa. Pero Satán, planeando crear un mundo propio, había escondido un poco de barro en su garganta. Cristo entendió la vileza y le golpeó en la nuca. Y escupió el barro que se convirtió en las montañas, mientras que originalmente todo había sido tan liso como un plato.

En las costumbres de carnaval de Europa, esta figura sobrevive en los numerosos payasos, bufones, demonios, polichinelas y diablillos que interpretan exactamente los papeles de los payasos en los ritos de los indios pueblo, y dan a la fiesta un carácter de día de desorden. Representan, según el punto de vista de los maestros del decoro, el principio del caos, el principio del desorden, la fuerza a la que no le importan los tabúes y romper las ataduras. Pero desde el punto de vista de las esferas más profundas del ser, de donde surgen en última instancia las energías de la vida, este principio no debe ser despreciado. En verdad, de la forma más asombrosa, en el período de la construcción de las catedrales de la Alta Edad Media —como nos ha recordado el doctor Jung en su artículo, «Sobre la psicología de la figura del Tramposo»— había algunas costumbres eclesiásticas extrañas, que reflejaban la mueca de este maestro del caos: especialmente el lestum asinorum, que Nietzsche parodió en su capítulo sobre el «Festival del Asno» en Así habló Zaratustra. Esta caprichosa fiesta celebraba la huida de la Santa Familia a Egipto, y en la catedral de Beauvais la muchacha que interpretaba el papel de María subía hasta el altar junto con el asno y se colocaba en el lado del Evangelio, y a la terminación de cada parte de la misa pontifical que se celebraba a continuación, toda la congregación rebuznaba. Un códice del siglo XI dice que «Al final de la misa, en lugar de las palabras Ite missa est («Id, la misa ha terminado»), el sacerdote debe rebuznar tres veces, y en lugar de las palabras Deo gratias («Demos gracias a Dios»), la congregación debe rebuznar tres veces».

Jung opina que «el tramposo es una sombra colectiva, un epítome de todas las huellas inferiores del carácter de los individuos». Sin embargo, este punto de vista se ofrece desde nuestro posterior estilo de pensamiento «atado». En la esfera paleolítica, de donde procede esta figura, era el arquetipo del héroe. El dador de todos los grandes favores, el portador del fuego y el maestro de la humanidad.

Los buriats en la zona del lago Baikal hablan del Gran Espíritu, Sombol?Burkhan, quien cuando se movía sobre las aguas vio un ave acuática nadando con sus doce crías. «Pájaro acuático», dijo, «zambúllete y tráeme tierra, tierra negra en tu pico y barro rojo en tus pies.» El pájaro se zambulló, y Sombol?Burkhan esparció primero barro rojo sobre el agua y sobre éste la tierra negra, y después le dio las gracias al pájaro. «Por siempre vivirás», dijo, «y te zambullirás en el agua».

Esta versión del tema del buceador terrestre es más primitiva que la del cuento de los yalcut cristianizados. Liberado del dualismo ético del bien y del mal, muestra la fuerza creativa en su inocencia primaria. Pero los ostyaks de la zona del río Yenisei pintan al creador de forma aún más simple, como un chamán. El Gran Chamán Doh —dicen— revoloteaba sobre las aguas con un grupo de cisnes, somormujos y otras aves acuáticas sin encontrar ningún sitio en el que posarse y descansar, cuando pidió a uno de sus pájaros buceadores que se zambullera y cogiera un poco de tierra del fondo. El pájaro se zambulló dos veces antes de traer ni un solo grano. Sin embargo, el Gran Chamán Doh pudo hacer una isla en el mar con este trocito de barro.

Las tribus cazadoras de Norteamérica atribuyen el mismo hecho chamánico de la creación del mundo a su héroe?tramposo paleolítico. En el momento del gran diluvio encontramos esta ambigua figura, flotando sobre una balsa llena de animales, pidiéndoles que se zambullan y suban algo de tierra. Tres lo hacen pero vuelven exhaustos; entonces, un nadador extraordinariamente resistente desciende —un somormujo, una rata almizclera o una tortuga— y pasado mucho tiempo (en algunos cuentos incluso días) vuelve a la superficie con el vientre hacia arriba, prácticamente muerto, pero con un pedacito a su pata. Y entonces, Viejo, Coyote, Cuervo o Gran Liebre, —cualquiera que sea el personaje que representa al tramposo— coge el pedacito de barro y recitando un encantamiento lo coloca sobre la superficie del agua. La partícula aumenta, y en cuatro días crece hasta alcanzar el tamaño de la tierra. Los animales van a la tierra y todo empieza de nuevo.

No parece muy apropiado llamar a una figura así un dios, o incluso pensar de él que es sobrenatural. Es un superchamán. Y encontramos sus equivalentes en los mitos y leyendas de todas las partes del mundo, en cualquier sitio que el chamanismo ha dejado su marca: en Oceanía y África, así como en Siberia y Europa. En Polinesia, Maui es el tramposo. Ya hemos sido testigos de un par de sus hazañas. El conejo Br’er nos ha mostrado algo de su forma Africana, donde también es Anansi, la serpiente. Entre los griegos era Hermes (Mercurio) el que cambiaba de forma y el maestro del camino a la tierra de los muertos, así como Prometeo, el que roba el fuego y se lo entrega a la humanidad. En el mito germánico aparece como el hacedor del mal Loki, cuyo carácter era el fuego y quien, en la época de Ragnarbic, el Crepúsculo de los Dioses, será el que dirija las huestes de Hel.

Podemos imaginar a este héroe?tramposo en su carácter de Coyote, un tarde de pie sobre la cumbre de una montaña, mirando hacia el sur. Y a lo lejos creyó ver una luz. No sabiendo al principio lo que era, supo por adivinación que había visto fuego, decidió que debía conseguir esta maravilla para la humanidad y reunió a un grupo de compañeros: Zorro, Lobo, Antílope, todos los buenos corredores. Y después de viajar durante mucho tiempo alcanzaron la casa de la Gente Fuego, a los que dijeron: «Hemos venido a visitaros, a bailar, a jugar y a tocar.» Y así, en su honor, se hicieron los preparativos para un baile que tendría lugar por la noche. Coyote se preparó un tocado hecho con virutas resinosas de madera de pino, con largas tiras de corteza de cedro que llegaban hasta el suelo. Primero bailó la Gente Fuego, y el fuego estaba muy bajo. Luego Coyote y su gente empezaron a bailar alrededor de la llama y se quejaron de que no veían. La Gente Fuego hizo uno más grande, pero Coyote se quejó cuatro veces, hasta que por último ardió muy fuerte. Entonces, la gente de Coyote simuló que hacía mucho calor y salieron para refrescarse, se prepararon para huir y sólo Coyote permaneció dentro. Hizo salvajes cabriolas hasta que su tocado se prendió, y entonces, simulando que tenía miedo, pidió a la Gente Fuego que lo apagara. Le advirtieron que no bailara tan cerca de las llamas. Pero cuando se acercó a la puerta, balanceó sobre el fuego las largas tiras de su tocado y corrió. La Gente Fuego lo persiguió, pero él le dio el tocado a Antílope, que corrió y se lo pasó al siguiente corredor, y así continuó adelante. La Gente Fuego cogió a los animales uno a uno y los mató, hasta que sólo quedó Coyote, y casi lo cogieron también, pero corrió tras un árbol y le prendió fuego. Desde entonces los hombres hacen fuego con la madera de los árboles.

Esta versión del gran hecho procede de los indios del río Thompson en la Columbia Británica. Los indios creek de Georgia y Alabama, a unas tres mil millas de distancia, presentan a su tramposo Conejo en exactamente la misma aventura, baile incluido, el tocado ardiendo y la carrera de relevos de los animales, mientras que entre los chilcotin, que están mucho más al norte de las tribus Thompson, el héroe de la misma aventura es Cuervo, de nuevo con el tocado ardiendo, el baile y la carrera de animales.

Sin embargo, aún más al norte, entre los kaska, una primitiva tribu athapascana, que mora en las laderas árticas de las Rocosas en el extremo más alejado de la Columbia Británica, el mito tiene otra variante.

Hace mucho tiempo, el fuego, dice esta gente, estaba en poder de un Oso que tenía una piedra de chispa, con la cual podía obtener fuego cada vez que quería. Pero la gente no tenía fuego porque Oso guardaba la piedra de chispa celosamente, manteniéndola siempre sujeta a su cinturón.

Un día estaba tumbado tranquilamente al lado del fuego en su madriguera cuando un pajarito entró y se le acercó. Oso dijo bruscamente: «¿Qué quieres?»

El pajarito contestó: «Estoy casi congelado. He venido a calentarme.»

«Muy bien», dijo Oso, «entra, pero mientras te calientas ven aquí y despiójame».

El invitado asintió. Empezó a saltar por encima de Oso cogiendo los piojos, y

mientras lo hacía, picoteaba de cuando en cuando la cuerda que sujetaba la piedra de chispa al cinturón de Oso. Cuando la cuerda estuvo cortada, de pronto el pajarito cogió la piedra y voló.

Todos los animales esperaban fuera, porque habían preparado este robo del fuego. Y estaban todos en fila, uno tras otro. Oso persiguió al pájaro y lo’ alcanzó justo cuando llegaba al primer animal de la fila, a quien ya le había pasado la piedra de chispa. Y Oso cogió a este animal justo cuando le pasaba la piedra de chispa al siguiente. Y así fue pasando por toda la fila hasta que por fin le llegó a Zorro, quien a toda velocidad escaló a lo alto de una montaña. Pero el oso ya estaba tan cansado que no pudo correr más. Y en la cumbre de la montaña Zorro rompió la piedra de chispa y arrojó un fragmento a cada tribu. Así es como las diferentes tribus de toda la tierra consiguieron el fuego. Y por eso el fuego existe ahora en todas partes, en las rocas y en los bosques.

Una mirada a los mitos de los andamaneses, una raza extremadamente primitiva de negritos pigmeos que moran en unas islas remotas en la bahía de Bengala, nos proporcionará una serie de versiones de la misma leyenda. Una de las más extendidas asigna el hecho al martín pescador. Cuenta cómo el fuego estaba en poder de la figura más poderosa e importante del panteón local, Biliku —una personificación femenina temperamental del poder del monzón del nordeste, maligna y benigna alternativamente, a quien se le atribuye la formación de la tierra. Y los antepasados decidieron robarle el fuego en un momento en que se sabía que estaba dormida. Una noche, el martín pescador voló silenciosamente a su choza y lo cogió. Pero ella se despertó justo cuando él salía y le arrojó una concha que le cortó las alas y la cola. El martín se zambulló en el mar y nadó a un lugar llamado Bet?‘ra?kudu, donde le dio el fuego a uno de los animales, éste se lo pasó a una paloma de alas de bronce y la paloma se lo entregó a los demás. Sin embargo, el martín pescador se convirtió en un hombre a consecuencia de su accidente, mientras que Biliku, airada, abandono su residencia en la tierra y desde entonces ha vivido en algún lugar en el cielo.

El joven Nietzsche, en El nacimiento de la tragedia, comparó desfavorablemente el mito bíblico de la Caída en el Jardín, con el mito trágico y heroico de Prometeo, que él consideraba típicamente griego. Toda la mitología de la Caída con su concepto de desobediencia a un poder superior, las mentiras engañosas de la serpiente, su seducción, codicia y concupiscencia —para resumir, su constelación de lo que él llamó «afectos femeninos»— representaba para Nietzsche una interpretación de valores humanos que sólo podían llamarse despreciables y viles. Mientras que en la cruel impiedad del Titán griego —representando la valiente conquista por el hombre de su propia talla cultural y espiritual, desafiando a los celosos dioses— vio un valor esencialmente masculino.

Desde los días de Nietzsche hemos aprendido que el robo del fuego no es un motivo específicamente indoeuropeo; ni la idea de la caída específicamente bíblica. Sin embargo, continúa siendo verdad que representan los polos de la herencia mitológica del mundo occidental. El Titán griego, una sublimación de la imagen del tramposo chamánico, autoconfiado, que frecuentemente termina mal al final de una aventura, ni es condenado por su intransigente desafío a Zeus ni ridiculizado como un tonto por el teatro griego, sino más bien ofrecido como una norma trágica de las relaciones del hombre con los poderes gobernantes del universo natural. Mientras que la Biblia, con su espíritu de piedad sacerdotal, reconociendo igualmente la tensión entre Dios y el hombre, se coloca del lado de Dios y quebranta no sólo el albedrío del hombre, sino también el de la serpiente.

Prometeo sabe lo que ha hecho por la humanidad y se lo grita a Dios en la cara. Los hombres, antes de que él les enseñara, no conocían las artes, sino que se amadrigaban en la oscura tierra y vivían en cuevas como hormigas. No tenían calendario hasta que él les enseñó a conocer la salida y la puesta de las estrellas. Les dio los números, las artes de la escritura y la agricultura, y les enseñó a poner guarniciones al caballo, la metalurgia, la medicina, la adivinación; e incluso el arte de hacer sacrificios a Zeus. En la atrevida obra de Esquilo Prometeo Encadenado oímos la resonancia del insolente desafío del gran Titán:

Con una frase rotunda, odio a cualquier dios

que me dañe a mí que nunca le dañé.

No creas que para obtener una sonrisa de Jove,

extenderé sobre mi alma una suavidad de doncella,

e importunaré al enemigo que más odio

con femenino alzamiento de manos.

Sin embargo, no admiramos menos la orgullosa, aunque humilde, piedad de Job, quien, cuando se le mostró la maravilla del poder que le había tratado injustamente, y que, sin embargo, había hecho el mundo, extendió cenizas sobre su cabeza. «Te conocía de oídas, más ahora te han visto mis ojos», confesó Job ante su Dios, «por eso me retracto y me arrepiento entre polvo y ceniza».

Estas dos tradiciones están mezcladas en la herencia no sólo de Occidente, sino de todas las civilizaciones, y representan los polos de tensión espiritual del hombre: el de la representación sacerdotal del poder que formó el universo como una fuerza más allá de la crítica humana o del desafío, el poder que hizo el sol y la luna, los mares, Leviatán, Behemoth y las montañas, ante quien la actitud adecuada del hombre es el temor reverencial, y, por otra parte, el de la intransigencia del mago autosuficiente, el poder titánico del chamán, el constructor de Babel, a quien no le importa la ira de Dios, el que sabe que es más viejo, más grande y más fuerte que los dioses. Porque en verdad, es el hombre quien ha creado a los dioses, mientras que el poder que creó el universo no es otro que la voluntad que opera en el hombre mismo y sólo en el hombre ha alcanzado la conciencia de su reino, poder y gloria.

Quizá recordemos que Zeus se ofendió cuando Prometeo le engañó en el momento de la ofrenda de un sacrificio. El Titán, habiendo troceado un toro, llenó el estómago de la bestia con carne para él y su gente y envolvió los huesos en sabrosa grasa de forma engañosa y tractiva, y cuando presentó estos dos trozos envueltos al rey de los dioses pidiéndole que eligiera el que deseara, Zeus, engañado, cogió el trozo envuelto en grasa. Al abrirlo y no encontrar nada excepto huesos, Zeus se convirtió en un dios de la ira, y hasta un extremo tan absurdo que quitó a la humanidad el precioso re galo del fuego. Después, Prometeo, el salvador del hombre, lo robó, según una versión, del taller del dios cojo del fuego y de los herreros, Hefesto; pero según otra versión, del hogar del mismo Zeus, en la cumbre del Olimpo. Prometeo llevó una rama hueca de hinojo que se prendió con las llamas del fuego, y después, moviendo el palo para mantenerlo ardiendo, volvió corriendo. Otra versión cuenta que Prometeo cogió el fuego del sol. En cualquier caso, Zeus se vengó de una forma feroz. Porque hizo que Hefesto encadenara al portador del regalo en la cumbre más alta del Cáucaso, colocó un pilar en el centro como si de una estaca se tratara y envió un águila para que le royera el hígado. Lo que roía durante el día volvía a crecer durante la noche, de forma que la tortura era continua. Pero el castigo terminó, porque Prometeo conocía una profecía de que un día sus cadenas caerían por sí mismas y el mundo?eón de Zeus se disolvería.

La profecía es la misma del Crepúsculo de los Dioses édico, cuando Loki conducirá a las valerosas huestes de Hel:

Entonces ocurrirá lo que parecen grandes noticias: el lobo se tragará al sol y esto parecerá a los hombres un gran mal. El otro lobo alcanzará la luna y él también traerá grandes males, las estrellas desaparecerán de los cielos. Después también ocurrirán estos hechos: toda la tierra temblará, los árboles serán arrancados de la tierra y los peñascos se harán añicos, y todas las trabas y ataduras serán rotas y rasgadas… y Fenris?Lobo avanzará con la boca abierta y su quijada inferior tocará la tierra, pero la superior el cielo; la abriría aún más sí hubiera sitio; sus ojos y nariz llamean. La Serpiente Midgard escupirá tanto veneno que llenará todo el aire y el agua, y él es muy terrible, y estará a un lado del Lobo… Entonces el fresno de Yggdrasil temblará y no quedará nada Ún temor ni en el cielo ni en la tierra. El constreñimiento de los chamanes por los Hactcin, por ,los dioses y sus sacerdotes, que empezó con la victoria del neolítico sobre la forma de vida del paleolítico, quizá pueda estar llegando a su fin —hoy— en este período de transiciones irreversibles de la sociedad desde una base agrícola a una industrial, cuando lo que sustenta la promesa de los beneficios del futuro no es la piedad del plantador, inclinándose humilde?mente ante la voluntad del calendario y de los dioses de la lluvia y el sol, sino la magia del laboratorio, las naves espaciales donde los dioses se sentaron una vez. «¿Es posible? ¡Este viejo santo del bosque no ha oído que Dios está muerto!»

Las palabras de Nietzsche fueron el primer pronunciamiento del Titán prometeico que ahora rompe sus ligaduras en nuestro interior, para la siguiente edad del mundo. Y los sacerdotes de las cadenas de Zeus hacen bien al temblar, porque las ligaduras se están desintegrando solas.

* De Las máscaras de Dios, mitología primitiva— ed. Alianza 1991, pp.305-321

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