Cuentos nahuas: como se debe de cuidar un niño

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América; F.C.E., México 1994 pág. 84
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Los nahuas que viven cerca dela costa del Golfo de México enseñan a sus hijos a recoger flores y regalarlas a los dioses. Con estas palabras les explican su deber :

    Que quien todo creó t e conceda fortaleza, permanencia y vida, que nada te entristezca. Crece, date a querer, el Creador no te envió a la tierra únicamente a caminar, no solamente a pasear. A quien creó todas las cosas has de ofrendar flores. Mañana y pasa do mañana, conforme crezcas, le darás una florecita. A crecer te han enviado a la tierra. Viniste a ofrendar flores aquí en la tierra, a los pequeños pies del Creador. Crece y date a querer, que nada te en tristezca, que nada t e aflija, eres un ofrendador de flores.

Como aparecio la gente en el mundo

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América; F.C.E., México 1994 pág.44
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Ilustrador: Felipe Dávalos.
Todas las cosas que hay sobre la Tierra aparecieron cuando el Señor Tlalocan ordenó que todo brotara y reverdeciera. Las montañas se pintaron de verde con las yerbas tiernas y aparecieron todos los animale s.

    -¿Quién va a utilizar tanta riqueza? ¿Quién podrá terminarla? -se preguntaba el señor Tlalocan.

    Todo se quedaba igual, nada menguaba. El señor Tlalocan hizo entonces dos seres con más entendimiento, para mandar sobre lo que ya estaba; el hombre usaría el mundo y la mujer haría el nido y en todo le ayudaría. Eso decidió el Señor Tlalocan cuand o los puso sobre la Tierra.

    Los dejó allí y luego los espió. Solamente andaban como sombras, no se hablaban ni se acercaban uno al otro.

    -¿Qué haré? -se preguntaba.

    Les puso varias trampas para hacerlos hablar entre sí. Nada. Por fin dio con la solución: Juntó un puñado de piojos y los dividió en dos partes. Echó una en la cabeza del hombre, la otra en la de la mujer.

    ­¡Ahora sí! Entre las pocas cosas que no puede hacer una persona sola está despiojarse.

    El hombre y la mujer comenzaron a rascarse y rascarse. Se comenzaron a espulgar uno al otro. Y como eso toma tiempo, se pusieron a platicar de corazón.

    Así se unieron el hombre y la mujer y de el los nacimos todos los que estamos en esta tierra.

Como se debe cuidar a los ninos

Tomados del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América ; F.C.E., México 1994 pág.14
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Ilustrador: José Luis Acevedo.
Los nahuas que habitan cerca de la costa del Golfo de México tienen estas creencias sobre la forma de cuidar a sus hijos:

    Si un niño corta la primera fruta de una planta, o la fruta tierna, la planta ya no dará más fruta.

    Cuando hay que sacar de la casa a un niño que no ha sido bautizado, es necesario protegerlo mucho pues se le puede escapar el alma. Para eso hay que poner manojos de yerba en las veredas que salen al camino, para taparlas y que su alma no se regrese a otro lugar.

    Si un muchachito es mudo, hay que esperar que pase cerca una guacamaya y entonces meterle el rabo de la cuchara en la boca, para que.hable.

    Si a medianoche gritan las gallinas y los guajolotes que están en el corral, es porque ha pasado el Maligno.

Cuento maya

Tomado del libro Hijos de la Primavera:vida y palabras de los indios de América; F.C.E., México 1994 pág.43
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Ilustrador: Susana Abundis.
    Cuando los dientes de los niños se caen, los huaves los siembran y los riegan, para que los dientes, que vengan y después crezcan bien.

    Las mamás esquimales meten los dientes de leche en un pedazo de carne y se los dan a comer a los niños, porque son parte de su mismo cuerpo.

    Los niños zapotecos salen fuera de la casa y echan los dientes sobre las tejas, para que los nuevos dientes les salgan parejitos como tejado.

    Los hopi salen de casa y esperan a que aparezca el Dios Sol; entonces le arrojan el diente caído y le piden otro. Hay que lanzarlo tan lejos como sea posible y pedir que el nuevo diente sea tan duro como las piedras donde cae.

    Los padres mexicas echaban el diente que se había caído en un agujero de ratón, porque decían que si no lo echaban en casa del ratón, no nacería el nuevo diente y el muchacho se quedaría chimuelo.

    Chimuelo: Desdentado.

    El Coyote va a la fiesta

    Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América; F.C.E., México 1994 pág. 166
    Coordinador: Federico Navarrete Linares.
    Adaptación: Elisa Ramírez.
    Ilustrador: Rossana Bohórquez.
    ZAPOTECO El coyote fue a la fiesta de Chihuitán el cuarto viernes de Cuaresma. La plaza estaba llena de cosas qué comprar y todos los romeros del Istmo de Tehuantepec habían venido a traer mercancía y comprar dulces, juguetes y recuerdos del santuario. También el coyote fue a pasear y a traer cosas para sus hijos. Compró pan, plátanos oreados y dulce de coyolitos para regalar a sus crías. Los metió en su red y ya iba de regreso.

        En el camino, el conejo lo estaba espiando. Él no tenía dinero, no llevaba nada para sus conejitos, y pensó cómo quitarle su carga al coyote. Allí estaba maliciando cuando vio un zapato. Lo recogió y se adelantó rápido, fue a tirar el zapato por donde iba a pasar el coyote.

        Cuando lo vio, el coyote dijo:

        -Qué buen zapato, lástima que sea solo. Está nuevecito, pero le hace falta el par. Pobre del que lo perdió, de nada le sirvió comprarlos. Se alejó.

        El conejo recogió el zapato, tomó un atajo y cortando camino por el monte lo fue a aventar más adelante.

        Al ver el otro zapato, el coyote dijo:

        -Si me apuro a traer el de atrás, completo el par.

        Para ir más ligero, escondió su carga entre las matas y desandó sus pasos. ¡Eso era lo que quería el conejo!

        El coyote se regresó busca y busca. ¡Cuándo lo iba a encontrar, si era el mismo!

        Mientras el coyote buscaba, el conejo le robó su bulto y se lo llevó a sus hijos. Ya se saboreaban los coyolitos mientras el coyote seguía busque y busque:

        -Por aquí era, por aquí lo vi, seguro…

la tristeza del maya

LA  TRISTEZA DEL MAYA

Ilustración por Jorge Garibay

Desde comienzos de su civilización (hace aproximadamente 3 000 años), los mayas han elaborado cuentos, leyendas y fábulas referidos a personajes míticos, al orden y a las leyes de la naturaleza. Resultado de la experiencia individual y colectiva de un pueblo, así como producto de la imaginación, estos relatos nos ayudan a entender una forma de vida y nos permiten la entrada a una de las más misteriosas culturas de la historia. El relato que aquí presentamos es —hasta donde se sabe— de autor anónimo y corresponde a una fecha indeterminada. En cambio, son muy precisas su localizacíon —la península de Yucatán, México— y su procedencia maya. Esta fábula se titula La tristeza del maya.

Un día los animales se acercaron a un maya y le dijeron:

—No queremos verte triste, pídenos lo que quieras y lo tendrás.

El maya dijo:

—Quiero ser feliz.

La lechuza respondió:

—¿Quién sabe lo que es la felicidad? Pídenos cosas más humanas.

—Bueno —añadió el hombre—, quiero tener buena vista.

El zopilote le dijo:

—Tendrás la mía.

—Quiero ser fuerte.

El jaguar le dijo:

—Serás fuerte como yo.

—Quiero caminar sin cansarme.

El venado le dijo:

—Te daré mis piernas.

—Quiero adivinar la llegada de las lluvias.

El ruiseñor le dijo:

—Te avisaré con mi canto.

—Quiero ser astuto.

El zorro le dijo:

—Te enseñaré a serlo.

—Quiero trepar a los árboles.

La ardilla le dijo:

—Te daré mis uñas.

—Quiero conocer las plantas medicinales.

La serpiente le dijo:

—¡Ah, esa es cosa mía porque yo conozco todas las plantas! Te las marcaré en el campo.

Y al oír esto último, el maya se alejó.

Entonces la lechuza dijo a los animales:

—El hombre ahora sabe más cosas y puede hacer más cosas, pero siempre estará triste.

Y la chachalaca se puso a gritar: —¡Pobres animales! ¡Pobres animales!

Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

La paloma torcaz

LA PALOMA TORCAZ

Al igual que otras civilizaciones, los mayas elaboraron cuentos, leyendas y fábulas en las que interpretaban, de una manera singular, el surgimiento del Universo y las leyes de vida. Hoy, estos relatos nos acercan al pensamiento del que fuera uno de los más grandes pueblos de Mesoamérica. A continuación presentamos una leyenda que corresponde al estado de Yucatán, México, y que se titula La Paloma Torcaz.

    Había una vez un guerrero valiente y apuesto. Amaba la caza y así, con frecuencia, iba por los bosques persiguiendo animales. En una de sus cacerías llegó junto a un lago y, lleno de asombro, contempló a una mujer bellísima que bogaba en una canoa. El guerrero quedó tan enamorado que, muchas veces, volvió al lugar con el ánimo de verla; pero fue inútil, pues, ante sus ojos, sólo brillaron las aguas del lago. Entonces pidió consejo a una hechicera, la cual le dijo:

—No la verás nunca más, a menos que aceptes convertirte en palomo.

—¡Sólo quiero verla otra vez!

—Si te vuelves palomo jamás recuperarás tu forma humana.

—¡Sólo quiero volverla a ver!

—Si así lo deseas, hágase tu voluntad.

    Y la hechicera le clavó en el cuello una espina y en el acto el joven se convirtió en palomo. Este levantó el vuelo y fue al lago y se posó en una rama y al poco rato vio a la mujer y, sin poderse contener, se echó a sus pies y le hizo mil arrumacos. Entonces la mujer lo tomó entre sus manos y, al acariciarlo, le quitó la espina que tenía clavada en el cuello. ¡Nunca lo hubiera hecho, pues el palomo inclinó la cabeza y cayó muerto! Al ver esto, la mujer, desesperada, se hundió en el cuello la misma espina y se convirtió en paloma. Y desde aquel día llora la muerte de su palomo.

Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

EL PERRO Y KAKASBAL-1115

EL PERRO Y KAKASBAL

Un hombre era tan pobre que siempre estaba de mal humor y así no perdía la ocasión de maltratar a un infeliz perro que tenía. Kakasbal [espíritu del mal], que está en todo, vio que podía sacar partido de la inquina que seguramente el perro sentía contra su amo y así se le apareció y le dijo:

—Ven acá y dime qué te pasa, pues te veo triste.

—Cómo no he de estarlo si mi amo me pega cada vez que quiere— respondió el perro.

—Yo sé que es de malos sentimientos. ¿Por qué no lo abandonas?

—Es mi amo y debo serle fiel.

—Yo podría ayudarte a escapar.

—Por nada le dejaré.

—Nunca agradecerá tu fidelidad.

—No importa, le seré fiel.

    Pero tanto insistió Kakasbal que el perro, por quitárselo de encima, le dijo:

—Creo que me has convencido; dime, ¿qué debo hacer?

—Entrégame tu alma.

—¿Y qué me darás a cambio?

—Lo que quieras.

—Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo.

—Acepto.

—Cuenta, pues…

    Y Kakasbal se puso a contar los pelos del perro; pero cuando sus dedos llegaban a la cola, éste se acordó de la fidelidad que debía a su amo y pegó un salto y la cuenta se perdió.

—¿Por qué te mueves?— le preguntó Kakasbal.

—No puedo con las pulgas que me comen día y noche. Vuelve a empezar.

    Cien veces Kakasbal empezó la cuenta y cien veces tuvo que interrumpirla porque el perro saltaba. Al fin Kakasbal dijo:

—No cuento más. Me has engañado; pero me has dado una lección. Ahora sé que es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.

el hombre que vendio su alma

EL HOMBRE QUE VENDIÓ SU ALMA

Cierta vez un hombre bueno pero infeliz decidió salir de apuros vendiendo su alma al diablo. Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.

    A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas; una para cada día. Para el primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas. Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.

    Kizín le dijo entonces:

—Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.

—Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.

—Dímelo y te lo concederé.

—Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan blancos.

—Eso es fácil— dijo Kizín.

    Y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: “Este hombre me ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos”.

sac muyal-1113

SAC MUYAL

Cierta vez, Sac Muyal robó a una muchacha y desapareció con ella. Para rescatarla, el amante recorrió día y noche montes y caminos. De pronto le salió al paso una serpiente y le dijo:

—Sé lo que buscas y quiero ayudarte. Sácame un poco de sangre, bébela y entonces seré tu guía.

    Lo hizo así y echó a andar detrás de la serpiente; pero como esta era perezosa, después de un rato se quedó dormida. Entonces el hombre la azotó con un bejuco y sólo de ese modo reanudó su camino. A poco llegó a un monte tan tupido que le fue imposible avanzar más. Ya se volvía desconsolado cuando una vieja se le acercó y le dijo:

—Toma esta hebra de mi pelo; tírala y podrás seguir tu ruta.

    En cuanto tiró la hebra se abrió una vereda y sin dificultad caminó hasta alcalzar la orilla de un lago. Entonces ahí un venado le dijo:

—Toma esta piedra, échala al agua y lo podrás cruzar.

    El hombre tiró la piedra y como en sueños fue llevado a la otra orilla. Aquí se le apareció un águila y le dijo:

—Toma esta uña de mis garras; te será útil. Ahora sigue tu camino.

    Avanzó y al pasar bajo una anona le cayó en los ojos una gotita de savia y quedó ciego. Entonces un escarabajo le dijo:

—Pásate esta bolita de tierra por los ojos y volverás a ver.

    Se la pasó dos veces y recobró la vista. Siguió avanzando y se detuvo junto a una cueva donde estaban la vieja, el venado, el águila y el escarabajo. La vieja le habló así:

—Ha llegado el término de tu viaje. Entra en la cueva y ahí encontrarás a la muchacha que buscas.

    El venado le dijo:

—Tócala con la piedra.

    El águila le dijo:

—Tócala con la uña.

    El escarabajo le dijo:

—Pásale la bolita por los ojos.

    La serpiente le dijo:

—Rocíala con el agua de tu calabazo.

    El hombre cumplió con lo que le dijeron, pero en eso se le nubló la razón y ya no supo más de sí. Cuando despertó, tenía en sus brazos a la muchacha que le robó Sac Muyal.

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