Nebaj, un rincon en la sierra

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 16/09/2005 11:06

NEBAJ, UN  RINCÓN EN LA SIERRA

Nebaj es una de las tres poblaciones de los Altos de Guatemala que conservan los últimos vestigios de la cultura ixil, descendiente de la civilización maya.

Por Leonor López

El departamento del Quiché ocupa las regiones norcentral y noroccidental de Guatemala. El Quiché es la zona con mayor población indígena de origen maya y se considera como no hispanizada, ya que conserva tradiciones que datan de la época anterior a la conquista española (mediados del siglo XVI).

Niñas mayas    Nebaj, Chajul y San Juan Cotzal, tres de los municipios que conforman El Quiché, tienen un total de 115 mil habitantes. Ellos viven en los bosques húmedos tropicales de la falda norte de la cordillera de los Cuchumatanes, que nace en territorio mexicano y se expande hacia el sur en la parte central de Guatemala hasta desaparecer en la zona del Caribe.

    Muchos de los habitantes de Nebaj no hablan español. Entre los tres municipios existen algunas variaciones en los dialectos: el ixil hablado en Nebaj y el de San Juan Cotzal son más semejantes entre sí que el hablado en Chajul. En Nebaj, además, se practica una religión que mezcla los ritos ancestrales mayas con las ceremonias del culto católico. Los rituales son realizados por sacerdotes mayas, curanderos y adivinos, y las oraciones se dirigen al creador del mundo, al señor de los cerros y del agua.

    Nebaj, Chajul y San Juan Cotzal constituyen la llamada Región Ixil, que debe su nombre al grupo indígena de origen maya ahí asentado desde el año 200 d.C., aproximadamente. Juntos, los tres municipios ocupan una extensión de 2 314 kilómetros cuadrados. Su pasado cultural es muy rico, tal como lo muestran los restos arqueológicos y las piezas de cerámica y de jade encontradas en la agreste región.

    Nebaj es el municipio más importante, tiene 50 mil habitantes y de éstos sólo el quince por ciento vive en el poblado del mismo nombre. El resto se encuentra disperso entre las montañas brumosas, frías y húmedas de la sierra.

.    Para su consumo diario, los habitantes de Nebaj siembran maíz, frijol, calabaza, papa y algunos frutales como la manzana. No obstante, su principal fuente de ingresos la constituyen los tejidos que realizan las mujeres ixiles.

    El tejido es una actividad tradicional de la comunidad ixil. Ya en 1740 el fraile Olavarreta escribía: “Las indias son grandes trabajadoras, tejen constantemente y envían [la tela] a Guatemala”. El mismo cronista añade: “El pueblo [Nebaj] está ubicado plácidamente en un ancho valle con calles hermosas y bien ordenadas”.

    A causa del aislamiento, los ixiles han podido conservar muchos de sus rasgos culturales; sin embargo, a menudo son presas de la marginación, por lo que suelen emigrar a México, casi siempre cruzando el río Usumacinta, o bien la “tierra caliente”, para trabajar como jornaleros en las grandes fincas de café.

Niñas mayas    Al igual que muchos otros pueblos indígenas de América, los ixiles de Nebaj subsisten hoy gracias a las artesanías. Las mujeres visten faldas y huipiles tradicionales en colores rojo y blanco, bordados con motivos ya sean geométricos o de la flora y fauna locales. Gracias a la aceptación que han obtenido sus productos en los principales centros turísticos de Centroamérica y el sureste de México, las tejedoras ixiles incluyeron en sus espléndidos bordados una mayor variedad de colores (morado, verde y azul de diversas tonalidades, sobre fondos rojos o blancos). Ahora, a menudo utilizan telas importadas de Alemania o de Inglaterra.

    Los ixiles constituyen en la actualidad uno de los grupos étnicos más pequeños de Centroamérica; no obstante, han logrado reconocimiento gracias a las peculiares fiestas que realizan para honrar a sus santos patronos y en las que también rinden tributo a las deidades mayas, pero sobre todo, gracias a su laboriosidad, en la que se pone de manifiesto un gran sentido artístico heredado de tiempos inmemoriales.

Hechiceros y chamanes

La Jornada Semanal, 13 de octubre de 1996

Entrevista con Juan Miranda

Hechiceros y chamanes

Germaine Gómez Haro

Ampliamente conocido en el medio periodístico por su larga trayectoria, primero en la revista Sucesos para todos, que dirigió Gustavo Alatriste ­donde laboró de 1969 a 1977­ y luego en Proceso, donde coordina actualmente el Departamento de Fotografía, Juan Miranda (San Andrés Tepetilco, DF, 1949) da un giro en su quehacer fotográfico para adentrarse en la Sierra Mazateca con el fin de retratar a algunos de los principales sabios, herederos de la milenaria tradición medicinal de la célebre Huautla de María Sabina. Su exposición Hechiceros y chamanes se exhibó en la Casa Lamm dentro del marco de Fotoseptiembre.

¿Cómo llegaste por vez primera a la Sierra Mazateca?

­Hace once años nos enviaron de Proceso a realizar un reportaje sobre María Sabina, en el cual se intentaba demostrar cómo ese gran personaje de reconocimiento internacional pasaba sus últimos años en un total abandono. Tuve la enorme fortuna de conocerla y de participar en su compañía en una ceremonia de hongos. Era una mujer de una dulzura increíble, que te acariciaba con la mirada. María Sabina fue la primera chamana mazateca que se dio a conocer fuera de la región; sin embargo, sabemos que la tradición es milenaria y que actualmente sobrevive gracias a algunos de sus sucesores, quienes con gran celo han sabido preservar las enseñanzas de la sacerdotisa. A estos personajes dedico mi trabajo reciente, con el fin de difundir la autenticidad y profundidad de estas ceremonias rituales, tantas veces malinterpretadas o tergiversadas por la sociedad moderna.

­¿Existen todavía muchos chamanes en la región mazateca?

­En realidad no tantos, y mucho me temo que la tradición terminará por desaparecer. Chamanes son dos: Filogonio, uno de los nietos de María Sabina, considerado actualmente el Chamán Mayor, y Ricardo Rocha. El resto son curanderos en diferentes especialidades.

­¿Cuál viene siendo la diferencia entre chamán y curandero?

­Es básicamente lo mismo. Ambos se dedican a curar el cuerpo y el alma, pero los chamanes incorporan en sus ceremonias el uso de los hongos alucinógenos, mediante los cuales logran ver el interior del paciente como a través de una radiografía que les permite detectar exactamente cuál es el mal que los abruma, ya sea físico o espiritual. Su función es extraer la energía negativa que has acumulado a lo largo de los años y que en determinado momento se puede convertir en insoportable carga emocional. El Chamán Mayor tiene el reconocimiento de la comunidad por ser el sucesor directo de la sacerdotisa de los hongos y por estar conectado directamente con Dios, y es quien, durante la ceremonia, se bate personalmente contra las fuerzas del mal que abruman al enfermo que deposita en él su confianza.

­¿Cómo se establece la jerarquía del chamán?

­Todo depende. Puede ser por sucesión, como es el caso de Filogonio, o bien por designación divina, como le ocurrió a Ricardo Rocha. Mira, si llegas a Huautla como vil turista y no acudes a las personas adecuadas, te van a abordar en la entrada para venderte los hongos como si fueran dulces y cualquiera te jura que es pariente de María Sabina. En efecto, dejó una numerosa descendencia, pero antes de morir designó como único sucesor a su nieto Filogonio. Éste cuenta que cuando su abuela se encontraba ya muy enferma, le comunicó a través de los sueños que lo necesitaba de regreso en Huautla (él trabajaba entonces en tierras cafetaleras) pues había decidido que él estaba destinado a ser el Gran Chamán. Filogonio regresó con toda su familia al Fortín ­el barrio más alto de Huautla­ y le tocó presenciar todo el drama de la muerte de su abuela. Ahí compartió la dolorosa experiencia con Juan García Carrera, ahijado y último traductor de la sacerdotisa, y quien años después publicó La otra vida de María Sabina, donde relata cómo en esos penosos momentos todos les fueron cerrando las puertas y nadie ­ni siquiera las autoridades­ les quiso ayudar durante la agonía y el sepelio de la chamana. No te imaginas la marginación en la que vive esa gente. Encontré una pobreza impresionante cuando visité Huautla por primera vez, hace once años, y hoy la situación sigue siendo la misma y así vivió María Sabina. Imagínate que Margarita López Portillo le regaló una casa prefabricada, supuestamente para ofrecerle un nivel de vida más digno, pero nada más dejaron la casa ahí, jamás le conectaron ningún servicio, de modo que tampoco fue una gran ayuda. Al final, sólo Filogonio y Juan García Carrera se ocuparon de acompañarla a la sepultura. Desde entonces, Filogonio ocupa el lugar de su abuela y García Carrera se ha dedicado a difundir la imagen auténtica de la madrina, tantas veces distorsionada por los charlatanes que buscan lucrar con esa figura casi mística. Además, quiero subrayar la gran labor que está haciendo García Carrera de recopilar las leyendas y tradiciones de la cultura mazateca, con el fin de preservarlas y darlas a conocer fuera de la comunidad.

La historia de Ricardo Rocha es otra. Él cuenta que cuando tenía treinta años de edad sufrió una experiencia que cambió el destino de su vida. Por ese tiempo cosechaba con gran prosperidad unas tierras fuera de su región natal. El éxito y el hecho de ser un extraño alimentaron la envidia de los vecinos, quienes, asegura, le echaron el mal de ojo; lo hechizaron a tal grado que enfermó de parálisis y anemia, quedando ciego y sordo. Fue entonces cuando recurrió por primera vez a los “hongos milagrosos”, como último recurso para recuperar la salud. Sostiene que recibió el designio de Dios para curarse solo y a partir de entonces decidió dedicar el resto de su vida al oficio de curandero.

­¿Y en las ceremonias religiosas, además de los santos cristianos se invocan deidades paganas?

­No, los dioses prehispánicos aparecen más bien en el transcurso del viaje alucinógeno, ¡en serio! Los curanderos y chamanes invocan primeramente al Dios todopoderoso. Mencionan por lo común a San Martín de Porres, Jesucristo, la Virgen de Guadalupe, al Sagrado Corazón, a San Martín Caballero, entre otros. El rezo del curandero es una elevación de sus peticiones a lo sagrado. Los hongos están ahumándose y el humo se lleva las palabras hacia lo alto. Se ruega por la curación y la prosperidad del paciente. Con un esfuerzo sobrehumano, ellos extraen el mal del interior del enfermo y lo absorben; al final, lo vomitan físicamente.

­Aunque predomine la religión católica, las supersticiones y los amuletos a los que recurren los indígenas denota, de alguna manera, una supervivenciade los cultos paganos, ¿no es cierto?

­Claro, utilizan los amuletos como complemento de la curación, o como instrumentos que apoyan la práctica del ritual, por ejemplo las hojas de floripondio, las plumas de guacamaya, el papel amate, los huevos de totol, los granos de maíz y de cacao, etcétera. Aunque no falta el agua bendita para ahuyentar a los malos espíritus. Es célebre el San Pedro que todo lo cura (tabaco molido, mezclado con cal y ajo); igual te lo untan para calmar un dolor, que te lo regalan en un paquetito para que te traiga suerte. (Por si acaso, yo siempre lo llevo en la cartera.)

Depende de la especialidad de cada curandero el sistema que se emplea y los amuletos que se utilizan. Por ejemplo: Juan Allende, huesero, lee la suerte con copal; doña Brígida García es clarividente con las velas; Rosalío Viera, “chupador de enfermedades”, literalmente succiona el mal del paciente; Herminio González, maestro en el oráculo de la suerte, interpreta el futuro por medio de su libro de destinos; José Luis García, honguero, proporciona a sus pacientes un caldo que consiste en granos de cacao, agua bendita y la sangre de gallos sacrificados. Gracias a su buena disposición, podemos verlos a todos en mis fotografías, algunos de ellos en pleno ejercicio de su oficio.

­¿Y qué nos dices de los hechiceros?

­¡Uf!, ése es otro mundo, son palabras mayores. El hechicero, en vez de acudir a Dios, invoca a las fuerzas del mal con un fin negativo, destructivo. Con ellos preferí no meterme porque, además, todo lo malinterpretan y si algo no les parece ¡olvídate!, no la cuentas. Mira, intentamos acercarnos a una hija de María Sabina ­María Apolonia­ y en un principio aceptó dejarse fotografiar. Pero después apareció su hijo echando serpientes por los ojos, y como es una sociedad enteramente patriarcal y el hijo mayor lleva el control total de la familia, éste se negó rotundamente. Su argumento era que seguramente estábamos comercializando las imágenes de su gente con fines de lucro. Le expliqué la finalidad de mi proyecto, y le aseguré, inclusive, que en la exposición de la Casa Lamm las fotografías no iban a estar a la venta, que el único objetivo era la difusión de sus tradiciones. No hubo manera, y nosotros, con todo respeto, nos retiramos.

­¿Y es abiertamente aceptado entre ellos acudir al hechicero para hacer el mal a un tercero?

­Sí, también forma parte de su tradición. Finalmente, pensé que por algo pasan las cosas: ¿para qué promover el trabajo de alguien que se dedica a hacer el mal? Por el contrario, el trabajo de los chamanes no despide más que bondad y generosidad, pura energía positiva.

­¿En la comunidad existen charlatanes que se dediquen a tomarle el pelo a la gente con falsas curaciones?

­No, pues ellos, aunque no se vean, se reconocen a través de los hongos y entre ellos no hay engaño posible. Los charlatanes son más bien aquellos que han explotado la imagen de estos sabios sacerdotes con fines superficiales, de comercialización ­como ocurrió en numerosas ocasiones con María Sabina­, sin preocuparse por profundizar en la complejidad y la autenticidad de esta tradición religiosa milenaria.

(Los rostros que vemos en las fotografías de Juan Miranda me recuerdan las mascaras prehispánicas; son expresivos por la fuerza de sus angulosas facciones, gestos indescifrables, inermes, al mismo tiempo cercanos y lejanos. El lente de Miranda logra captar la serenidad que brilla en sus miradas penetrantes,que revelan la generosidad de quienes ­con la fe y la sabiduría como instrumentos de trabajo­ dedican su vida a asistir al prójimo.)

­¿Por lo regular aceptan que se fotografíen sus ceremonias y se prestan para posar ante la cámara?

­Son personas muy sensibles que inmediatamente se dan cuenta de las intenciones del visitante. Yo he tenido la suerte de ir acompañado por mi tocayo Juan García Carrera, a quien todos conocen y respetan. Y en todos los casos, al manifestarles mi respeto y admiración por su trabajo, me han abierto sus puertas y sus corazones. Ahora cuento con numerosos amigos en la comunidad. A fin de cuentas, para ellos lo más preciado es que les regales una sonrisa. Es gente entrañable, de una generosidad inconcebible.

­¿Piensas acercarte a otras comunidades indígenas con el mismo fin?

­Definitivamente. Mi trabajo en Proceso me ha dado la oportunidad de viajar por todo el mundo recopilando imágenes, pero ahora más bien me dedico a coordinar el Departamento de Fotografía porque me interesa la proyección de los jóvenes que tenemos ahí. El más reciente trabajo que hice para la revista fue un ensayo fotográfico del subcomandante Marcos. Pero a partir de esta experiencia trascendental con los mazatecos, me he planteado el proyecto de hacer un largo recorrido por todas las regiones indígenas, con el mismo fin de recopilar imágenes que queden como testimonio de esa realidad de nuestro país, que cada vez me interesa más. Para ello pienso solicitar una beca del FONCA, pues sería un largo trabajo que me llevaría quizás unos tres años o más, ya que la idea es meterme de lleno en cada cultura para poder dejar la constancia de ese México profundo que la mayoría de nuestra sociedad, desafortunadamente, desconoce o ignora.

Una cultura desconocida

El descubrimiento de América aún no concluye. Tal es la idea básica de Carlos Montemayor en Los pueblos indios de México hoy, editado por Planeta este año.

Aunque el encuentro geográfico se realizó; aunque se descubrió una nueva hidrografía, flora y fauna, “La cultura de la población original de estas tierras sigue siendo desconocida, sigue aún sin ser descubierta. Incluso se le sigue llamando a esta población con un nombre equivocado: los indios”, llamados así por una falsa creencia europea del siglo XV, que sólo reconoció la existencia de Europa, Asia y el Norte de África.

“Los mayas establecieron un calendario más exacto que el usado por la población mundial en el siglo XXI”, a pesar de las condiciones de neblina en que lo realizaron, lo que supone una técnica avanzada, además de muchas generaciones de científicos para lograr esa exactitud en los cálculos.

Otro rasgo notable es la evolución y cultivo de la escritura, además de la abundancia de lenguas “más de doscientas al arribo de los españoles; apenas sesenta, al iniciarse el siglo XXI”, refiere el también autor de Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México. La conquista se ensañó especialmente con ellas, a través de la destrucción material de libros, la imposición del alfabeto latino para escribir en sus lenguas, incluso con la eliminación física y cultural de los intelectuales.

Fray Diego de Landa fue un verdadero inquisidor que organizó la mayor quema de libros indígenas, junto a los mismos cadáveres de intelectuales mayas, no sin antes mencionar que “Escribían sus libros en una hoja larga doblada con pliegues que se venían a cerrar todos entre dos tablas que se hacían muy galanas, y que escribían de una parte y de otra a columnas, según los pliegues; y que este papel lo hacían de las raíces de un árbol y que les daban un lustre blanco en que se podía escribir bien”…

Los nahuas, los mixtecos y los zapotecos contaban también con libros en piel de venado con distintos formatos.

Pero no solo los conquistadores españoles atentaron en contra de la cultura indígena; en el siglo XX el gobierno mexicano aplicó programas de alfabetización que con “la castellanización se propuso desaparecer las lenguas indígenas por considerarlas una barrera para la unificación nacional.”

También se prohibió a los pueblos indios cultivar su propia música, su danza y su teatro.

Montemayor, quien ha traducido al español a clásicos griegos, cuestiona: “¿Por qué los fenicios, cartegineses y romanos fueron más objetivos al enfrentarse con los pueblos bárbaros ibéricos, galos y sajones que los europeos de los siglos XV y XVI que se enfrentaron con los grandes y civilizados pueblos del continente americano? Quizás los fenicios y los romanos se hallaron más libres de fanatismo religioso. Acaso lo fenicios y los romanos actuaron con menos codicia que los europeos del siglo XVI.”

Como aquellos, hace notar el autor de Chiapas, la rebelión indígena de México, “Algunos mexicanos del siglo XXI aún no están seguros de si estos pueblos son libres y si deben tener dominio sobre sus bienes. Tampoco están muy seguros de la racionalidad de los indios ni de su capacidad de desarrollo.”

Los intelectuales de la independencia y, por lo mismo, de la nacionalidad mexicana, reivindicaron al pasado prehispánico, al indio puro, pero continuaron discriminando a los “indios de carne y sangre.”

Guillermo Bonfil Batalla en su clásico México profundo. Una civilización negada (CNCA–Grijalbo, 1990), es una referencia obligada aquí: “Los grandes monumentos arqueológicos sirven como símbolo nacional. Hay un orgullo circunstancial por un pasado que de alguna manera se asume glorioso, pero se vive como cosa muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para atraer turismo. Y, sobre todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes aquí, en el mismo sitio donde hoy estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se finca en el hecho de ocupar el mismo territorio en distintas épocas, ellos y nosotros. No se reconoce una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa que aquello murió asesinado o redimido en el momento de la invasión europea. Sólo quedarían ruinas, una en piedra y otra vivientes. Ese pasado lo aceptamos y lo utilizamos como pasado del territorio, pero nunca a fondo como nuestro pasado: son los indios, lo indio.”

Tal vez los enemigos más radicales de los indígenas mexicanos han sido los liberales del siglo XIX (con Juárez, Lerdo y Díaz a la cabeza). “El liberalismo mexicano destruyó más comunidades en un siglo de las que la colonia destruyó a lo largo de trescientos años.”

Pero eso no significa que en el siglo XX no se haya despreciado y reprimido a los indígenas. Cómo olvidar que el gobierno de Salinas llamó “monolingües” a los integrantes del EZLN. “Como si la condición de indígena «monolingüe» fuera sinónimo de primitivismo y violencia —afirma el autor de Arte y plegaria del cuento indígena—, como si se olvidara que la mayor parte de lo mexicanos son monolingües que sólo hablan español, no el tzeltal, el tzolzil o el mixteco, que además de su lengua materna hablan el castellano y a menudo otras lenguas de la región.”

Durante el siglo XX se pretendió una vez más desaparecer a los indígenas mexicanos, sobre todo con la castellanización. “En 1947 supusimos que la lengua española desempañaba una función de unificación o de cohesión. No fue así. La lengua española había jugado entre las lenguas vernáculas un papel de imposición; después de lengua de trabajo y aún el de instrumento de autodefensa. Las castellanización había sido una forma de destrucción cultural. Había provocado procesos de sometimiento social o de discriminación no muy diferentes de lo que en Estados Unidos ocurren con la lengua inglesa y la española.”

En algunas zonas del país, por ejemplo, a principios del siglo XXI, las familias no quieren que los hijos sigan hablando la lengua indígena; quieren que aprendan español por que sienten que así estarán mejor preparados para sobrevivir. En Estados Unidos, también a principios del siglo XXI, por la misma razón, las familias no quieren que sus hijos hablen español. En México algunos se avergüenzan de hablar lengua indígena. Muchas familias se avergüenzan de hablar español en Estados Unidos. Hay comunidades zapotecas en la ciudad de Los Ángeles que solamente hablan zapoteco e inglés, no zapoteco, español e inglés. Su lengua materna es el zapoteco y se ha desplazado su lengua de trabajo del español al inglés.”

Liberales del siglo XIX como José María Luis Mora y Emilio Rabasa (padre del último negociador zedillista con el EZLN) proclamaron la igualdad como un principio inamovible para la nación. Esta “igualdad” sólo sirvió para negar la existencia de los pueblos indígenas y desconocerlos como sujetos de derecho.”

Neoliberales del siglo XX como Ernesto Zedillo negaron una vez más la autonomía de los pueblos indios de México con el argumento de la “balcanización”, la desaparición misma de la nación. El mismo gobierno colonial estableció una “audiencia” y medidas protectoras para estos pueblos. Durante el siglo XIX el gobierno de Jalisco, por ejemplo, dio un reconocimiento jurídico a los indios. El mismo gobierno neoliberal de Salinas suscribió en 1990 un convenio internacional (el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo) que reconoció la personalidad jurídica de los pueblos indígenas y que lo obligaba a reformar la Constitución de acuerdo con estas disposiciones. El mismo gobierno de Zedillo firmó en 1996 los Acuerdos de San Andrés, donde reconoció el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas; solo que nunca los cumplió, deshonrando su propia firma.

“Durante quinientos años no los hemos dejado ser como son. Tampoco hemos aceptado que nosotros somos los que debemos cambiar”, concluye Carlos Montemayor.

21 de marzo de 2001

Chamanes y adivinos

Texto: Mercedes de la Garza Camino

Ilustración: Leonid NepomniachiNakuk Sojom Supo al despertar que ese venado era su “otro yo”, el animal en el que habitaba Ia parte de su espíritu llamada wayjel, y que el gran jaguar era el compañero animal deI uaiaghon o chamán maligno que le había echado el mal. Ver en Sueños a su compañero animal perseguido le indicó que había sido expulsado deI corral de la montaña sagrada por los dioses ancestrales.

Dos días antes Nakuk Sojom había acudido al curandero, quien después de tomarle el pulso le dio a beber una infusión de hierbas, pero el mal se había venido agravando, y ese día cruzó por su mente que no solo había sufrido la pérdida de su wayjel, sino que tal vez el uaiaghon había decidido “cortar su hora”, es decir quitarle Ia vida tras una lenta agonía. Entonces decidió llamar al h’ ilol, “el que ve”, para que salvara a su wayjel de Ia muerte, que acarrearía Ia de su propio cuerpo. EI h’ilol, era el hombre santo, el médico del espíritu, que además de convertirse a voluntad en un animal podía trasmutarse en un cometa, y el único capaz de curar Ia pérdida deI espíritu y el mal echado, porque él mismo podía causar esas enfermedades. EI h’ilol, con su túnica negra y su bastón bajo e] brazo izquierdo, llegó a Ia casa de Nakuk Sojom un rato después, y de inmediato lo interrogó acerca de sus sueños que él podía interpretar gracias a su “visión”, y que revelaban lo que el chulel o espíritu había experimentado al desprenderse del cuerpo del enfermo mientras dormía. Después de escuchar el sueno del jaguar y el venado, el h’ilol supo que el wayjel de Nakuk Sojoni andaba perdido y desprotegido en el bosque, a merced del uaiaghon trasmutado en jaguar. Entonces le tomó el pulso cuidadosamente y el latir de Ias venas le indicó incluso quién era el chamán causante del daño: un conocido anciano, a quien un enemigo de Nakuk Sojom había encargado echarle el mal para vengarse de una antigua afrenta.

EI hilol habló con los familiares de Nakuk Sojom y todos se dispusieron a preparar Ia ceremonia curativa. Consiguieron un guajolote negro macho, agua de los manantiales sagrados, no tocada por mano humana, flores, agujas de pino y distintas hierbas, así como aguardiente. Prepararon también posol y tamales para el h’ilol. Mientras tanto, el chamán construía un corral alrededor de Ia cama deI enfermo, que representaba los corrales de Ia montaña sagrada donde los dioses guardaban y protegían a los compañeros animales de los seres humanos.

En seguida se encendió el copal, se presentaron las ofrendas, se bañó al enfermo en el agua sagrada con Ias hierbas curativas, se le puso ropa limpia y se le acostó en Ia cama-corral. EI chamán le dio a beber una infusión y le untó una pomada negruzca en el vientre, sobando en círculos hacia el lado izquierdo; luego le hizo una limpia con un manojo de hierbas, encendió su tabaco y empezó a beber el aguardiente en pequeños sorbos, mientras pronunciaba Ias largas oraciones que inclinarían a los dioses a recuperar aI animal compañero de Nakuk Sojom y guardarlo de nuevo en el corral de Ia montaña sagrada. AI terminar Ias oraciones, hizo el “llamado deI alma” de Nakuk Sojom, incitándoIa a regresar: “Ven Nakuk, pide perdón a los dioses, regresa de donde estabas solo, de donde estabas asustado y perdido”, al tiempo que sacaba sangre deI cuello deI guajolote negro, que representaba al propio a Nakuk, y daba a beber unas gotas al enfermo.

Como representantes de los dioses en la tierra, los gobernantes y sacerdotes mayas se ataviaban con espectaculares tocados y ornamentos que les otorgaban un halo poderoso y sobrenatural. Foto: Ignacio GuevaraLuego de que hubieron comido el chamán, el paciente y los ayudantes, y de haber encomendado a Ias mujeres ya los ancianos el cuidado deI enfermo, el h’ilol, acompañado deI resto de Ia familia, se dirigió a los altares de Ia montaña sagrada para realizar Ias ceremonias pertinentes y dejar ahí al guajolote negro, ya muerto, a cambio deI alma de Nakuk Sojomo. A los dos días, el paciente pudo levantarse: había recuperado el control de su wayjel, Ias fuerzas malignas habían sido vencidas, los dioses lo habían perdonado. Siglos antes de Ia ceremonia de curación de Nakuk Sojom, los grandes chamanes eran los propios gobernantes, quienes aprendían, a través de sus sueños, a adivinar, a curar y a comunicarse con los dioses, realizando después diversos ritos iniciáticos o EI momento culminante de una iniciación consistía en ser tragados por una serpiente u otro animal poderoso para luego renacer convertidos en chamanes, hombres con poderes sobrenaturales. Los chamanes, mediante el trance extático o externamiento deI alma, propiciado por Ia ingestión de hongos y plantas psicoactivas, así a corno por la meditación, el ayuno, la abstinencia sexual y la extracción de su propia sangre, lograban entrar en contacto con los dioses, transformarse en animales, realizar viajes al cielo y al inframundo, encontrar personas y cosas perdidas, adivinar la causa de las enfermedades, descubrir a los delincuentes y a los malvados, y controlar fuerzas naturales como el granizo. Todo ello los convertía en los intermediarios entre los dioses y los hombres.

En el Popol Vuh de los quichés se describe así a los gobernantes-chamanes:

“Grandes señores y hombres prodigiosos eran los reyes portentosos Gucumatz y Cotuhá, y los reyes portentosos Quicab y Cavizirnah. Ellos sabían si se haría Ia guerra y todo era claro ante sus ojos… Pero no sólo de esta manera era grande Ia condición de los señores; grandes eran también sus ayunos… y esto era en pago de haber sido creados y en pago de su reino… ayunaban y hacían sacrificios, y así mostraban su condición de Señores”. y de los patriarcas de Ias tribus quichés se decía: “Entonces, Ia gente mágica, Nawal Winak, proyectó su venida. Su mirada llegaba lejos, al delo y a la tierra; no había nada que se igualara con lo que ellos vieron bajo el cielo. Eran los grandes, los sabios, los jefes de todas las parcialidades de Tecpán “.

A la llegada de los españoles, los chamanes se replegaron en la clandestinidad, pero siguieron siendo los hombres sabios y portentosos del pueblo, siguieron practicando su oficio de curanderos y adivinos, y continúan haciéndolo hasta el día de hoy.

Fuente: Pasajes de la Historia No. 2 Los misterios de Palenque / septiembre 2000