COSMOGONíA DEL PUEBLO INUIT

Cosmogonía del Pueblo Inuit

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Para la gente inuit, la cultura, la sabiduría y la vida están interrelacionadas, de modo que la espiritualidad impregna cualquier aspecto de sus vivencias. Para poder sobrevivir en este medio tan hostil, han tenido que desarrollar toda una serie de estrategias de supervivencia y normas de convivencia, entre ellas el mantenimiento del equilibrio y el respeto hacia el mundo natural y el mundo espiritual.

Si esto no fuera así, posiblemente no podrían sobrevivir. Para ayudarlos a alcanzar este equilibrio, estos pueblos han desarrollado una visión metafísica de la naturaleza, donde la armonía con el espacio es un elemento fundamental para sobrevivir.

El sistema aborigen espiritual es descrito como chamanístico debido al papel fundamental desempeñado por los chamanes, llamados «angakut», que consiguen mediar con fuerzas espirituales para que propicien el éxito en la caza o recuperen la armonía con el mundo natural y espiritual.

Los chamanes son especialistas en este tipo de religión considerada «animista», según la cual el mundo está habitado por muchos seres espirituales. Estos chamanes inuit son hombres que van más allá del conocimiento humano y, como tales, son capaces de comunicarse con la naturaleza y con el mundo sobrenatural, de forma que gracias a ellos se podría lograr un mayor equilibrio.

Los chamanes tenían el don de percibir las voces de la naturaleza y por intuición descifrar los mensajes que eran transmitidos a través de los mitos, los tabúes, los rituales y la ceremonias u otras formas de acontecimientos extraordinarios. Estos individuos sabios y especiales podían viajar libremente en el mundo «no visto» o sobrenatural, y, a menudo, regresaban con canciones nuevas, tabúes, rituales o ceremonias para mostraralas al resto.

Los amuletos también fueron elementos muy empleados por los chamanes; a menudo consistían en partes de animal o pedazos de creaciones terrenales. A menudo, los chamanes llevaban el amuleto o el bolso de medicina como un collar o bien cosido en algún sitio sobre la parka.

Estos sabios chamanes tenían experiencias con espíritus a los que sólo ellos podían ver y, a veces, estos espíritus bondadosos, que viven en otro mundo y que son llamados «mishtapeuat», ayudaban a los chamanes a comunicarse con el mundo sobrenatural. El chamán solía ser un curandero que trataba los síntomas físicos, psicológicos y espirituales de sus pacientes, ya que con sus cualidades especiales podía adivinar la causa de la falta de salud o la poca suerte en la caza.

Según el sistema de creencias inuit, cuando las ofensas de las personas desequilibraban el Universo, el chamán podía volar al mundo de los espíritus y servir de mediador con ellos, con el fin de restablecer la armonía. Los chamanes y los ancianos eran los encargados del ciclo ceremonial. Además, existían cuatro fiestas al año: la fiesta de las Preguntas ( Petugtaq), la de los Difuntos (MeFF’aq), la de la Vejiga (Nakaduq) y la de la Invitación (Kelek-lka’aF).

Respecto a la obtención de información sobre el mundo de los espíritus y de los animales, la adivinación es una de las vías utilizadas por los inuit para realizar sus averiguaciones. En cualquier caso, el ritual que se seguía tradicionalmente debía de desarrollarse en secreto, participando solamente los miembros de la comunidad aborigen. Otro método empleado, era la inducción de un estado de trance mediante el cual los cazadores podían conseguir alguna información.

Por otro lado, para los inuit, los sueños eran y son una fuente vital de información más o menos veraz sobre el futuro. Las comunicaciones del mundo espiritual también vienen, aunque de una forma algo embrollada, de una figura llamada «Matshishkapeu», que intenta comunicarse con los inuit, aunque no hable muy bien la lengua inuit. Sin embargo, no debemos olvidar que, si bien es cierto que todos los cazadores tienen algún poder espiritual, los chamanes tienen más poder porque ellos tienen el acceso directo al mundo sobrenatural.

Podemos concluir señalando que la importancia de la figura del chamán radica principalmente en su papel de intermediario entre mundo físico y ordinario y el mundo de los espíritus, ya que mediante sus ceremonias rituales y cantos son capaces de convocar a los espíritus y hablar su lengua especial.

El Mundo de Maestros Animales.

Para aquellos inuit que mantienen sus creencias tradicionales los animales son un elemento muy importante en el equilibrio con la naturaleza, ya que son fuente de alimento, materia prima para la elaboración de sus tiendas, de su ropa y otros utensilios, así como fuente de inspiración de creencias espirituales y valores sociales.

El mundo animal, según la tradición inuit, se divide en dos grupos: uno, el europeo, o, dicho de otro modo, el conjunto de animales domesticados, y, otro, el inuit, es decir, el grupo de animales salvajes. A su vez, los animales salvajes se agrupan en cinco categorías tradicionales, definidas como cinco reinos animales, llamados «tipentamun»; estos reinos son: animales cuadrúpedos, aves acuáticas, pájaros, peces e insectos.

En esta división en «tipentamun», cada reino animal es gobernado por un espíritu animal, conocido como «utshimau» que es el jefe, como «aueshish-utshimau» el maestro de los animales o como «katipenitak», que significaría el regulador. Por otro lado, se puede apreciar una jerarquía en las relaciones entre los distintos maestros. Así, por ejemplo, el caribú y las aves acuáticas suelen ser considerados como los más poderosos para muchos inuit de región de La Romaine.

Ciertos animales representan el poder, por ejemplo, el oso, el lobo, el cuervo, el águila y el castor y cada uno posee ciertas características que les hacen destacar por encima de los demás: el oso destaca por su fuerza, el lobo por su organización social y el águila por su agudeza visual. Los inuit creen que para estar especialmente fuerte contra espíritus malignos, es necesario guardar un equilibrio con la naturaleza y con el mundo espiritual, y por lo tanto con los animales y con sus maestros espirituales, que residen en el Mundo de los Espíritus en compañía de otros, que ya hemos mencionado anteriormente.

A medida que nos trasladamos de una comunidad inuit a otra encontramos pequeñas variaciones en la idea que tienen sobre estos maestros de los animales. También podemos encontrar variaciones entre los miembros de una misma comunidad. A modo de ejemplo, señalaremos el caso de la comunidad inuit de La Romaine, que considera que cada especie animal tiene a su propio maestro animal, entre ellos:

-Papakashtshihku, maestro del caribú
-Kakuapeu, maestro del puercoespín
-Nisk-napeu, maestro del gansos
-Atshikash-napeu, maestro del visón
-Uhuapeu, maestro de los búhos
-Uapineu-napeu, maestro de la perdiz
-Mashkuapeu, maestro de los osos
-Amishkuapeu, maestro de los castores
-Uapishtan-napeu, maestro del martín pescador

Al mismo tiempo, suele ocurrir que ciertas especies están representadas por un mismo maestro, atendiendo a semejanzas físicas o rasgos compartidos por ambas especies. Por ejemplo, Missinaku es el maestro de pescado y muchas criaturas acuáticas, mientras que Anikapeu es el maestro de ranas y sapos.

Algún inuit de Schefferville sostiene una teoría ligeramente divergente, ya que consideran que determinadas especies como los ratones y los pájaros cantarines no tienen ningún maestro. Por el contrario, agrupan a muchos animales en una de las cuatro clases animales, gobernadas cada cual por un maestro. Estos maestros animales son:

Missinaku: maestro de las especies acuáticas que incluye a los peces, castor, nutria, almizclera, sellos, sapos, ranas, y aves acuáticas migratorias, etc.

-Mashku: maestro de oso, marmota, mofeta, etc.

-Uhuapeu: maestro de puerco espín, liebre, urogallo, cuervo, etc.

-Memekueshishkueu: maestro de zorro, martín, el visón, lobos, caracayús, la ardilla, la comadreja, el lince, etc.

-Kanipinikassikueu: maestro del caribú, a pesar de ser considerado el más importante de todos los maestros, sólo controla al caribú.

Como conclusión final indicaremos que la riqueza y la diversidad de los mitos inuit hace prácticamente imposible recogerlos todos en este modesto trabajo. Por otro lado, no todos los grupos ni todos los miembros de una comunidad inuit conservan sus tradiciones con la misma intensidad, y, por lo tanto, no todos los relatos son bien conocidos. La visión práctica que los inuit tienden de la naturaleza, hace que, en cierto modo, su cosmogonía se centre en un sentido útil, que les permita comprender la realidad que viven.

Cosmogonia de los pueblos unuit

Breve aproximación a las poblaciones árticas

Círculo Polar ÁrticoLa población que tradicionalmente ha ocupado la vasta región helada del planeta que es el Círculo Polar Ártico está integrada por etnias y grupos muy diversos. El grupo mayoritario que ocupa las tierras costeras de Groenlandia, Canadá y Alaska, en América del Norte, y de Siberia, al otro lado del Estrecho de Bering, fue conocido en Europa a principios del siglo XVII gracias a las narraciones de viaje del pastor Biar (1611). Dicho autor los llamó “esquimos” o “esquimales”, adoptando así la palabra que , con el significado de “comedores de carne cruda”, usaban sus vecinos, los indios vabinaks para designarlos.

Por ello la palabra «esquimal», tiene un sentido peyorativo y despectivo para estas poblaciones árticas que se llaman a sí mismos «inuit»(en su lengua significa «la gente»), o «yupik».

Estos pueblos indígenas, aunque pertenecientes a etnias diferentes, llegaron a esta región ártica desde Asia, cruzando el Estrecho de Bering desde Siberia hasta América del Norte. De hecho, comparten con la población asiática muchos rasgos antropológicos (de baja estatura, construcción robusta). Paulatinamente, estos primitivos pobladores fueron desplazándose hacia otras zonas y formando grupos distintos. La región boreal canadiense fue poblada, aproximadamente, hace cuatro mil años por los antecesores de las actuales poblaciones árticas, mientras que los primeros pobladores originales de Groenlandia llegaron hace tres mil años. Estos nuevos pobladores se adaptaron con éxito a este medio de exigencia climática y toda la región fue habitada por una cultura de pueblos paleo-árticos de cazadores, que desarrollarían una civilización propia, siglos antes de la llegada de los primeros europeos. Los que se quedaron en el bioma polar y en la tundra sólo pudieron sobrevivir aprovechando racionalmente los animales que eran capaces de vivir allí. Ese aprovechamiento fue diverso: unos se dedicaron a la caza o la pesca, y otros a la ganadería. Por eso, los pobladores que se quedaron alrededor del Ártico fueron diferenciando sus maneras de vivir y formando diversos grupos humanos.

Se hace necesario en esta aproximación a las actuales poblaciones árticas, establecer los principales grupos de esta cultura, atendiendo principalmente a aspectos etnográficos. Podemos realizar una división inicial atendiendo a rasgos de tipo etnográfico y a partir de esta primera clasificación étnica, se pueden realizar nuevas subdivisiones atendiendo a elementos geográficos, lingüísticos… Empezando por América del Norte, encontramos dos grupos étnicos; por un lado, el aleutino, formado por los habitantes de las Islas Aleutianas y por otro, los inuit («esquimales»), que ocupan las zonas más gélidas. Al otro lado del Estrecho de Bering, en la Siberia ártica también podemos distinguir un buen número de grupos étnicos: los yakutos (cuenca del río Lena), los tungus (ubicados al este del río Yeniséi), los chukchi (habitantes del extremo nordeste de Siberia), y en Escandinavia los saami, más conocidos como lapones, etc…

Nos centramos en los inuit porque representan uno de los casos extremos de adaptación humana a las condiciones más duras. Dentro de los pueblos inuit, que se extienden por territorios de cuatro estados (Canadá, Groenlandia, Rusia y EE.UU.), podemos diferenciar varios grupos atendiendo a aspectos tanto lingüísticos como geográficos. Respecto a los rasgos lingüísticos, es preciso indicar que estas poblaciones inuit hablan lenguas diferentes, pero todas ellas integrantes de la familia lingüística esquimal-aleutiana. Por ejemplo, en Alaska encontramos una importante división lingüística, en función de que los individuos se denominen a sí mismos, inuit (singular, inuk) o yuit (singular, yuk). La rama oriental de esta subfamilia, llamada generalmente inupiaq en Alaska, pero también inuktitut en Canadá y kalaallisut (kalâdtlisut) en Groenlandia, se extiende desde el este de Alaska, por Canadá y desde el norte hasta el sur de Groenlandia. Esta rama oriental está integrada a su vez por distintos dialectos. La rama occidental se llama yupik e incluye cinco lenguas distintas: sireniski, yupik centrosiberiano, naukanski (esquimal siberiano), yupik del centro de Alaska (esquimal continental del sudoeste de Alaska) y yupik del Pacífico (esquimal del Pacífico).

Desde el punto de vista geográfico, debemos de tener presente que las poblaciones inuit se extienden a lo largo de unos 5.150 kilómetros y dentro de esta vasta extensión podemos agruparlas en ocho divisiones geográficas, aproximadamente. De este a oeste, encontramos los siguientes grupos:

1. Los inuit de Groenlandia, que viven en las costas orientales y occidentales del sur de Groenlandia, han adoptado muchos hábitos europeos y se conocen como groenlandeses o kalaallitt (kalâtdlit);
2. Los inuit de Labrador, que ocupan la costa desde la otra punta de Terranova hasta la altura de la bahía de Hudson, con algunos asentamientos en el sur de la Isla de Baffin;
3. Los inuit centrales, que incluyen a su vez varios grupos: los del extremo norte de Groenlandia, los de Canadá, Isla de Baffin y los del oeste de la bahía de Hudson; uno de estos grupos son los inuit iglulik formados a su vez por cuatro sociedades: los tununirusirmiut (del norte de la isla Baffin), los tununirmuit (del norte de la Isla Baffin), los iglulingmiut (del norte de la cuenca Foxe) y los aivilingmiut (de la costa noroeste de la bahía del Hudson).
4. Los inuit de la Isla de Banks, incluyen los habitantes de dicha isla, los de la isla de Victoria y demás grandes islas frente a la costa ártica central;
5. Los inuit árticos occidentales o inuvialuit, que se encuentran a lo largo de la costa ártica occidental de Canadá;
6. Los inuit de Alaska;
7. Los yuit de Alaska; y
8. Los yuit de Siberia.

Cazador de los dolgan de Siberia, rodeado de sus pieles A pesar de esta gran diversidad de grupos lingüísticos y geográficos, podemos establecer una serie de rasgos comunes a todas las poblaciones inuit, referidos a su economía, a su hábitat y a sus costumbres. Inicialmente las poblaciones indígenas de las regiones árticas, entre ellas los inuit, basaron su economía en la caza y la pesca, para lo cual empleaban utensilios nativos, elaborados con materiales naturales: arpones, cuchillos… Las embarcacioCaribúnes (como el conocido kayak) y otros medios de transporte (como el trineo tirado por perros) son también de fabricación propia, igual que sus ropas, todo elaborado con una gran habilidad y decorado con talento. En la dieta de los inuit juegan un papel muy importante el pescado, las focas, las morsas, las ballenas y otros animales marinos, cuya carne ingieren tanto cruda como cocida. También cazan osos polares, zorros, caribús y liebres. Las focas constituyen un bien muy preciado, ya que, además de ser su sustento principal en el largo invierno, proporcionan a estas poblaciones pieles para confeccionar ropa o tiendas de campaña y grasa que se convierte en un valioso combustible. Entre algunos grupos inuit se extiende la práctica del desplazamiento estacional, consistente en expediciones destinadas a la caza de caribús en verano, que suponen el desplazamiento de familias enteras a regiones interiores de Alaska y Canadá (donde habita el caribú), mientras que en el invierno, regresan a sus asentamientos originales, centrándose en la caza de la foca y en la pesca en el hielo.

Pueblo ártico Respecto al hábitat de los pueblos inuit, es necesario resaltar su carácter disperso, donde el paisaje está levemente salpicado por pequeñas comunidades, en las que los individuos están estrechamente relacionados, ya que cazan, pescan y viven juntos. A modo de ejemplificación, señalaremos que en las regiones árticas de Alaska, Canadá y Groenlandia, no encontramos grandes núcleos urbanos, y que las «ciudades» más grandes no rebasan los 10.000 habitantes. En las regiones árticas rusas y escandinavas sí que encontramos núcleos urbanos más importantes, como puedan ser Múrmansk, en Rusia, Tromsø en Noruega o Reykjavík, que es la capital de Islandia.

Fotografía de un inuit con su tienda de pieles, típica en la estación estival Cada asentamiento estaba integrado por varias casa unifamiliares. Lasviviendas de estas comunidades, son los iglúes, vocablo que en lengua inuit significa «casa», y son de dos tipos; por un lado, están las tiendas hechas con pieles, que son las casas utilizadas durante el verano, y, por otro, las casas utilizadas durante los gélidos inviernos, que suelen estar construidas en piedra, sobre un armazón de madera o barbas de ballena y cubierta con musgos o hierbas. El conocido iglú de hielo, sólo es empleado en situaciones de emergencia, ante una repentina ventisca, por ejemplo.

Iglú La organización social inuit, antes de la llegada de los europeos, se asentaba sobre el núcleo familiar. En la sociedad inuit no hay gobierno ni instituciones administrativas, tampoco encontramos escuelas, hospitales o policía y cada familia es un ente autónomo, que mantiene relaciones de amistad y cooperación con sus vecinos. En este hábitat tan duro la solidaridad y la cooperación se hacen necesarias para la supervivencia de modo que la norma social elemental, es la obligación de ayudar a la propia familia. Para las familias inuit, el matrimonio se basa en la división del trabajo, de modo que mientras los hombres son los encargados de la caza y la pesca, las mujeres son las responsables de la casa y los niños. La monogamia es la práctica más común, sin embargo, también es frecuente la poliginia o la poliandria.

Una última cuestión que debemos de abordar en esta breve aproximación a las poblaciones árticas, y en concreto a los inuit, es el contacto con los europeos y la situación actual. El asentamiento de europeos en territorios árticos, principalmente movidos por intereses económicos (comercio con pieles de foca y zorro, o caza de ballenas), no cambió profundamente la economía y el modo de vida inuit, pero sí que introdujo algunas novedades de forma gradual. Hombres inuit empezaron a ser contratados por compañías extranjeras, a comerciar con los europeos para conseguir objetos de los que antes no disponían y misioneros cristianos intentaron, sin mucho éxito, sustituir la espiritualidad inuit por la fe cristiana. Sin embargo, es necesario matizar estas afirmaciones, ya que estos cambios no se produjeron ni en el mismo grado ni a la misma velocidad en todas las poblaciones. Así, los yupik fueron enormemente influenciados por los comerciantes rusos, tanto es así que muchos de ellos se integraron en la Iglesia Ortodoxa.

Niños inuit La situación actual del pueblo «esquimal» varía de una región a otra, pero en la mayoría de las ocasiones su futuro se encamina hacia la autodeterminación y la conservación de su cultura aborigen. Así, por ejemplo, Groenlandia y las Islas Feroe son regiones autónomas dentro del reino de Dinamarca y tienen el estatuto de autonomía interna desde el año 1979 y 1948, respectivamente. Por otro lado, los inuit en 1977 fundaron la Conferencia Circumpolar Inuit, que se reúne cada tres años, proporcionando a los grupos inuit de Groenlandia y Norteamérica, un organismo donde recoger sus necesidades e inquietudes comunes. Finalmente, es preciso indicar uno de los últimos logros de la comunidad inuit de la región ártica de Canadá, que consiguió el 1 de Abril del 1999, establecer su propia nación, denominada Nunavut (en inuit significa «Nuestra Tierra»). Esta nueva nación inuit ocupa 11426.040 Km2 al norte del paralelo 60, reconociéndose a los inuit la propiedad directa sobre 350.000 Km2.

Cosmovisión de los pueblos inuit

Con los primeros comerciantes y exploradores europeos, llegó un buen número de misioneros que sin embargo, no alteraron radicalmente el modo de vida de los inuit, aunque sí influyeron en algunos aspectos. Estos misioneros occidentales pretendieron sustituir la cosmología aborigen por el cristianismo, y, si bien es cierto que convirtieron a muchas personas y los chamanes pasaron a un segundo plano dentro de la religiosidad inuit, no cambiaron su concepción tradicional sobre el mundo. Sin embargo en estas poblaciones la religión no está muy desarrollada, manteniéndose la creencia en ciertas leyendas y mitos de seres sobrenaturales, como el Mishtapeu.

La espiritualidad del pueblo inuit

Bolsa inuit para guardar flechas realizada en piel de foca entre 1904 y 1906, perteneciente a un cazador chukchi El sistema de creencias tradicional de los inuit se basa en la existencia de un mundo natural o visible y un mundo sobrenatural o invisible, centrados en los animales, la caza y las relaciones con la Tierra. De esta forma podríamos decir que el inuit plantea una peculiar forma de creencia «animista», según la cual el mundo es visto como el conteniendo de un gran número de entidades espirituales, algunas de las cuales son asociadas con seres materiales, como animales u objetos inanimados, mientras que otros no tienen forma visible material. Algunas de estas entidades no visibles son más poderosas y significativas para la humanidad que los elementos visibles, y la mitología inuit nos habla muchos de ellas. Del mismo modo, los yupik creen en la existencia de dos mundos diferentes: el visible y el invisible. Ambos mundos ocupaban el mismo espacio físico, aunque los espíritus del segundo rara vez pueden ser contemplados por los habitantes del primero. Los espíritus bondadosos o «mishtapeuat» residen en el «Tshishtashkamuk» o el mundo espiritua similar al mundo de los inuit, ya que tiene lagos, montañas, y vegetación. Según las creencias tradicionales de los inuit, su pueblo habitó una vez ese mundo de los espíritus, pero fue inundado y ahora viven en el mundo que conocemos, que no es más que una isla conectada al mundo de los espíritus por un puente de tierra. La frontera entre los dos no suele ser muy permeable, aunque en los momentos de transición, con los nacimientos, muertes y la pubertad, se hace algo más transparente. En estas ocasiones, es esencial la armonía o «tunghat» que se alcanzaba con los rituales adecuados. Según la espiritualidad inuit, todos los objetos, animados o inanimados, tenían su espíritu, o «yuas», con forma humana. En el pasado todos los animales tenían la cualidad de transmutarse según su voluntad.

Objetos de artesanía tradicional de la región noroeste de Canadá Con respecto a la estructura del Cosmos, para estos pueblos aborígenes del Ártico, el Universo se compone de muchas capas diferentes mantenidas en un frágil equilibrio. Las acciones imprudentes de la gente podían ofender a los espíritus y romper este equilibrio. El resultado podía ser la enfermedad, la falta de caza o las tormentas. Por lo tanto, una parte fundamental del entrenamiento consistía en aprender a tener un comportamiento correcto. Por otro lado, debMáscara chamán utilizada por los inuit para sus ritualesemos de tener presente que para los inuit, no sólo los seres humanos están dotados de conciencia, sino también todos los elementos de la naturaleza. Estos aborígenes viven en un mundo consciente y allí donde vayan están entre los espíritus de sus antepasados, así como los de animales, plantas, colinas, vientos, lagos y ríos. De este modo, su sentido de lo sagrado se centra en una naturaleza práctica, no en la idealización de deidades y la racionalización teológica. El pragmatismo es la base de sus planteamientos sagrados. Teniendo en cuenta esta concepción, podemos entender que para los inuit una de las preocupaciones principales es el mantenimiento de la armonía en su propio ambiente y en esto nos recuerda la espiritualidad planteada por los aborígenes australianos. La gente inuit tiene muchos tabúes, rituales, y ceremonias para Máscara chamán utilizada por los inuit para sus ritualesrespetar y la practicar que significan el mantenimiento y el respeto hacia una orientación armoniosa ecológica. El respeto es, por lo tanto, un elemento clave para la espiritualidad inuit; es un pilar para el mantenimiento de buenas relaciones con el mundo de losespíritus, y con los elementos naturales (los animales, el agua), así como con los elementos físicos. Los cazadores pueden obtener la cooperación de los animales que son su presa, mediante el respeto mostrado a los restos, como huesos u otros elementos, colocando ofrendas o llevando ropas pintadas con símbolos especiales. Si los aniMáscara ritual africanamales no son atendidos y no se sienten respetados, pueden ofenderse y no colaborar con los inuit. Así, matar sin causan alguna, es considerada un crimen atroz y el castigo suele ser el destierro. Como sucede con los aborígenes australianos, la gente inuit fue advertida para que nunca hiciese el mal o abusase de los animales. Según las creencias de los inuit, cuando se desprecia la vida de un animal y se le mata sin sentido, éste ya no regresa de nuevo a la Tierra, ya que la falta de respeto mostrada haríaque los espíritus no volviesen a nacer y renovar su vida otra vez. Así es cómo la cultura inuit explica que ciertas plantas y ciertos animales se hayan extinguido en la Tierra, y muchos otros estén en vías de extinción. Por otro lado, también se esculpen pequeñas figuras en madera de playa, hueso o marfil morsa, figuras que representan animales y que pretenden obtener las cualidades del ser representado. Estos materiales también son empleados para confeccionar máscaras ceremoniales, algunas de tamaño tan reducido que se llevan en los dedos de las mujeres durante las danzas rituales.

A modo de resumen, podemos establecer algunos puntos principales de la espiritualidad inuit, que posiblemente nos recuerden a otros pueblos nativos de otros continentes como los indios americanos, los aborígenes australianos o, incluso, los indígenas africanos. En primer lugar, los aborígenes han construido estas tradiciones sobre un sistema de creencias «animista» prehistórico, ya que, como hemos apuntado anteriormente, se basa en la consideración de que el Mundo de la Naturaleza está poblado por numerosos seres espirituales, asociados principalmente con los animales y las fuerzas de naturaleza. Por otro lado, tiene una base «chamanística», según la cual, la influencia en ese mundo natural de los espíritus puede lograse gracias a la ayuda de expertos en rituales, es decir, de los chamanes, que eran hombres y mujeres, que también tenían habilidades para establecer contacto directo con entidades sobrenaturales. También podemos apuntar como un rasgo principal en el sistema de creencias inuit, la integración de la espiritualidad dentro de actividades diarias, como la caza, y dentro de su vida en el contacto directo con el ambiente natural. En este sentido, para el inuit el ser humano, está integrado dentro de la Naturaleza y no es un elemento que permanezca al margen de ésta. Esto supone la asunción de que la humanidad, la tierra y los animales están unidos no sólo físicamente, sino también ética y espiritualmente, ya que todos forman parte del mismo universo moral. Un último rasgo de la espiritualidad inuit podría ser el mantenimiento de las tradiciones espirituales del pasado como fuentes de inspiración en la formación de las expresiones actuales de identidad étnica, en el contexto de sociedad moderna, multi-cultural del Ártico.

Sin embrago, debemos de aclarar que estas creencias tradicionales de las poblaciones inuit se mantienen en mayor o menor grado en la actualidad, dependiendo muchas veces del nivel de dependencia o de vinculación de las poblaciones con la caza o con actividades de supervivencia. La observancia y la creencia varían de una comunidad, de una familia o de un individuo a otro, y se siguen practicando algunas ceremonias. Asimismo, los inuit tienen sus especialistas en el conocimiento espiritual y tradiciones, por lo cual no todos los miembros de la comunidad tienen el mismo grado de conocimiento de los principios de la espiritualidad esquimal.

La figura del Chamán

Chamán perteneciente a los evenk de Siberia Como hemos apuntado en el apartado anterior de este trabajo, para la gente inuit, la cultura, la sabiduría y la vida están interrelacionadas, de modo que la espiritualidad impregna cualquier aspecto de sus vivencias. Para poder sobrevivir en este medio tan hostil, han tenido que desarrollar toda una serie de estrategias de supervivencia y normas de convivencia, entre ellas el mantenimiento del equilibrio y el respeto hacia el mundo natural y el mundo espiritual. Si esto no fuera así, posiblemente no podrían sobrevivir. Para ayudarlos a alcanzar este equilibrio, estos pueblos han desarrollado una visión metafísica de la naturaleza, donde la armonía con el espacio es un elemento fundamental para sobrevivir.

El sistema aborigen espiritual es descrito como chamanístico debido al papel fundamental desempeñado por los chamanes, llamados «angakut», que consiguen mediar con fuerzas espirituales para que propicien el éxito en la caza o recuperen la armonía con el mundo natural y espiritual.

Los chamanes son especialistas en este tipo de religión considerada «animista», según la cual el mundo está habitado por muchos seres espirituales. Estos chamanes inuit son hombres que van más allá del conocimiento humano y, como tales, son capaces de comunicarse con la naturaleza y con el mundo sobrenatural, de forma que gracias a ellos se podría lograr un mayor equilibrio. Los chamanes tenían el don de percibir las voces de la naturaleza y por intuición descifrar los mensajes que eran transmitidos a través de los mitos, los tabúes, los rituales y la ceremonias u otras formas de acontecimientos extraordinarios. Estos individuos sabios y especiales podían viajar libremente en el mundo «no visto» o sobrenatural, y, a menudo, regresaban con canciones nuevas, tabúes, rituales o ceremonias para mostraralas al resto. Los amuletos también fueron elementos muy empleados por los chamanes; a menudo consistían en partes de animal o pedazos de creaciones terrenales. A menudo, los chamanes llevaban el amuleto o el bolso de medicina como un collar o bien cosido en algún sitio sobre la parka.

Estos sabios chamanes tenían experiencias con espíritus a los que sólo ellos podían ver y, a veces, estos espíritus bondadosos, que viven en otro mundo y que son llamados «mishtapeuat», ayudaban a los chamanes a comunicarse con el mundo sobrenatural. El chamán solía ser un curandero que trataba los síntomas físicos, psicológicos y espirituales de sus pacientes, ya que con sus cualidades especiales podía adivinar la causa de la falta de salud o la poca suerte en la caza. Según el sistema de creencias inuit, cuando las ofensas de las personas desequilibraban el Universo, el chamán podía volar al mundo de los espíritus y servir de mediador con ellos, con el fin de restablecer la armonía. Los chamanes y los ancianos eran los encargados del ciclo ceremonial. Además, existían cuatro fiestas al año: la fiesta de las Preguntas ( Petugtaq), la de los Difuntos (MeFF’aq), la de la Vejiga (Nakaduq) y la de la Invitación (Kelek-lka’aF).

Traje ceremonial de los evenk de Siberia de principios del siglo XX klukwan de Alaska Respecto a la obtención de información sobre el mundo de los espíritus y de los animales, la adivinación es una de las vías utilizadas por los inuit para realizar sus averiguaciones. En cualquier caso, el ritual que se seguía tradicionalmente debía de desarrollarse en secreto, participando solamente los miembros de la comunidad aborigen. Otro método empleado, era la inducción de un estado de trance mediante el cual los cazadores podían conseguir alguna información. Por otro lado, para los inuit, los sueños eran y son una fuente vital de información más o menos veraz sobre el futuro. Las comunicaciones del mundo espiritual también vienen, aunque de una forma algo embrollada, de una figura llamada «Matshishkapeu», que intenta comunicarse con los inuit, aunque no hable muy bien la lengua inuit. Sin embargo, no debemos olvidar que, si bien es cierto que todos los cazadores tienen algún poder espiritual, los chamanes tienen más poder porque ellos tienen el acceso directo al mundo sobrenatural.

Podemos concluir señalando que la importancia de la figura del chamán radica principalmente en su papel de intermediario entre mundo físico y ordinario y el mundo de los espíritus, ya que mediante sus ceremonias rituales y cantos son capaces de convocar a los espíritus y hablar su lengua especial.

Algunos mitos inuit relacionados con el origen y la ordenación del Mundo

En la tradición oral de pueblo inuit encontramos un incontable número de historias sobre la creación y sobre héroes mitológicos de uno u otro tipo, que dominan la espiritualidad inuit, o por lo menos, dominaban antes de la llegada de los misioneros cristianos. Estas historias y leyendas inuit pueden ser divididas en dos categorías diferentes: por un lado, las llamadas «tipatshimuna», que vienen a ser relatos de acontecimientos, relatos de experiencias reales y, por otro lado, los «atanukana», que serían los mitos legendarios y que integrarían las historias de creación y acontecimientos sagrados. La vieja preocupación de los aborígenes por todo lo que les rodea, vivo o muerto, por los viajes, por la relación de su pueblo con los extranjeros y con otros pueblos, se refleja en un conjunto de relatos que revelan acontecimientos que han sido atestiguados o experimentados por los inuit. Al igual que sucede en otras culturas, pasadas y presentes, los mitos de los inuit explican la creación y la ordenación del mundo tal y como lo conocemos, proporcionando el modelo de orden cósmico, así como la justificación de determinadas normas para el comportamiento humano. Los Atanukana recuerdan la creación del mundo y los acontecimientos que transcurrieron en ese periodo de tiempo durante el cual la gente y los animales aún no fueron diferenciados. También debemos de aclarar que algunos de estos mitos tienen lugar en Tshishtashkamuku, la tierra de los Mishtapeuat, de los que hablaremos más tarde, mientras que otros ocurren en la Tierra misma, poblada como está por los inuit, los animales, y sus espíritus.

Por otro lado, debemos de tener presente que la mitología es un instrumento pedagógico inestimable que supera el tiempo. Así, los relatos míticos de los narradores estimulan la imaginación de sus oyentes inuit. Pasado y presente se unen en la narración. La historia y palabras contienen cierto sentido epistemológico; a través de las palabras y de la entonación y el énfasis del narrador, el mensaje tiene un significado especial para el oyente y mediante esta comunicación recíproca los participantes son transportados hasta el relato. Al forastero que intenta entender el significado de la experiencia, puede parecerle una simple historia, pero a la persona introducida en estas prácticas, esta experiencia le conduce a una orientación espiritual en armonía con la naturaleza. Este es el conocimiento cualitativo, cuyo final es la felicidad y una vida larga.

Los mitos inuit presentan problemas importantes culturales como el incesto, el canibalismo, la necesidad de compartir, y el orgullo excesivo (la arrogancia). Algunos de ellos no parecen tener ningún significado aparente funcional o utilidad alguna en absoluto. Sin embargo, un número de antropólogos han notado que los mitos en general reflejan lo que parece ser una necesidad humana muy básica y muy simple: la necesidad o deseo de entender el mundo, incluyendo la naturaleza y la sociedad humana. Como ya hemos apuntado en otras cosmogonías, y como ha quedado patente a través de tantos y tantos mitos descritos en este trabajo, uno de los objetivos principales que debe alcanzar la mitología y otros elementos de la ideología religiosa es el entendimiento general y lo más completo posible del Universo.

El “Tiempo Distante” y el Mundo de los Espíritus

Muchos de los atanukana tienen lugar en un tiempo mitológico, el llamado «Tiempo Distante» y en un lugar mitológico el Tshishtashkamuku, que es el Mundo de los Mishtapeu, de los que hablaremos más tarde. En el «Tiempo Distante» los seres ancestrales sufrieron transformaciones y evolucionaron hacia formas humanas o hacia formas animales. En este tiempo mítico, cuando la corteza de la Tierra era fina, era fácil tanto para los seres humanos, como para los animales comunicarse entre ellos o transformarse unos en otros. Algunas leyendas hablan de animales y pájaros que llevaban parkas especiales con capuchas y que cuando necesitaban comunicarse con los seres humanos todo lo que tenían que hacer, era levantar la capucha, como si de una máscara se tratase. De alguna forma, debajo habría una cara humana capaz de comunicarse en la lengua humana.

Este tiempo mitológico constituía, gracias a esta fácil comunicación, un marco ideal para conocer y estudiar a los animales. Sin embargo, hay un elemento que desde los tiempos ancestrales ha diferenciado al ser humanos de los animales, y es la conciencia de la muerte; mientras que los animales carecen de esta conciencia, el hombre posee este conocimiento fatal. Sin embargo, para la gente inuit la muerte no es el final, sino más bien una terminación de un ciclo al cual sigue otro. De hecho, la mayoría no teme a la muerte.

El Mundo de los Espíritus está poblado, además de por los espíritus maestros de los animales, por un buen número de seres sobrenaturales, entre ellos destacan los siguientes:
Mishtapeu

Una clase de gigantes, benévolos, a los que se designa respetuosamente como «abuelo» o «abuela». Normalmente, estos gigantes amables residen en otro mundo llamado Tshishtashkamuku, y sólo visitan el mundo de los inuit en momentos de necesidad;
Matshishkapeu

Espíritu poderoso para los inuit y la fuente de gran entretenimiento en las ocasiones frecuentes en que se comunica con el inuit;
Tshiuetinush

Espíritu meteorológico, el espíritu del viento del norte;
Meminiteu

Clase de monstruos caníbales de dimensiones humanas que aparecen con frecuencia en el registro mitológico y que normalmente residen en Tshishtashkamuku donde emprenden la guerra constante con el Mishtapeuat;
Atshen

Clase de seres gigantescos que una vez fueron humanos, pero que fueron transformados en caníbales sin labios y sin pelo después de que consumieran la carne humana;
Katshimetsheshuat

Seres espirituales a los que se ha visto o escuchado en la oscuridad o la niebla, y que arrojan piedras a las tiendas y roban las pertenencias de los poblados, y en otros tiempos, robaron también a las mujeres;
Tshishikunapeu

«El observador meteorológico»;
Memekueshu

Seres espirituales que habitan en cuevas;
Utshakanue

Maestro de la cola de los caribús;

Muchos de los espíritus mencionados están todavía presentes en las vidas diarias de muchos inuit. Por ejemplo, se piensa que Katshimetsheshuat es responsable de los ruidos en la oscuridad, se dice que lanza piedras a las tiendas, y roba utensilios de los poblados. A veces, se advierte a los niños que no se aparten demasiado del campamento o del poblado por miedo a estos espíritus. Tshiuetinush también disfruta de una existencia contemporánea. Otros espíritus como Atshen y Memekueshu, no parecen tener una existencia contemporánea a la de los inuit, sino que más bien aparecen en mitos y relatos legendarios. Sin embargo, como veremos a continuación son los Mishtapeu quienes juegan un papel realmente importante en la vida espiritual de los inuit.

Los Mishtapeu y el Tshishtashkamuku

Como apuntábamos al principio de este capítulo, en el legendario «Tiempo Distante», la comunicación entre los seres humanos y los animales y con los espíritus era fácil, sin embargo en el tiempo presente y en el mundo actual, las relaciones de los seres humanos con el Mundo de los Espíritus se mantiene mediante la observancia de tabúes, ceremonias espirituales como la quema de huesos de escapulario, todas las formas de adivinación, o el llamado «mukaushan» o banquetes de hueso de tuétano. Entre las prácticas que se conservan en las creencias inuit para contactar con el reino cosmológico, también encontramos los sueños, el ritual del Kakushapatak o «movimiento de la tienda». La importancia del Mishtapeu radica en que esa comunicación con el mundo sobrenatural se consigue con su presencia o su ayuda, ya que sirve de intermediario entre el oficiante del ritual y el mundo sobrenatural. Un Mishtapeu establece la relación con los espíritus principalmente cuando le llaman para facilitar la comunicación entre ellos y el chamán.

Los Mishtapeu son un conjunto de seres gigantescos, que no son ni totalmente humanos, ni totalmente animales, que no comen las mismas cosas que la gente y no defecan u orinan. Estos seres tienen poderes especiales para predecir el futuro, curar al enfermo, y para llevarlo a la muerte. Además, parecen estar divididos en dos grupos, los que son de carácter benévolo y los que son de carácter malévolo que están en permanente lucha entre ellos, y con otros espíritus. Su jefe, «Utshimau-mishtapeu», parece ser benévolo, y proteger a los inuit contra los espíritus malos.

El pueblo inuit cree que los Mishtapeu habitan otro mundo llamado Tshishtashkamuku que se parece al nuestro; este mundo también tiene lagos, bahías, montañas y la misma vegetación. Sin embargo, está poblado por una fauna gigantesca y seres inhumanos, y además es considerado un mundo peligroso donde los seres humanos no pueden vivir. En algunos relatos inuit se cuenta que los seres humanos una vez habitaron el Tshishtashkamuku, pero fueron exterminados por seres hostiles. Es en este Tshishtashkamuku donde tienen lugar los acontecimientos relatados en los atanukana.

El contacto con este mundo ha sido mantenido principalmente gracias a los Mishtapeu que juegan un papel esencial en ciertos rituales inuit, sirviendo de intermediario con el mundo sobrenatural y funcionando como intérpretes. El chaman o el inuit debe de confiar por lo tanto en su Mishtapeu para comunicarse con el mundo espiritual. Así, hay dos responsables en la comunicación entre los dos mundos: el chamán, que interpreta para los seres humanos, y el Mishtapeu, que interpreta para los espíritus. El Mishtapeuat, fuera de los rituales, se comunica con el inuit principalmente por vía de sueños. Sin embargo, la iniciativa para establecer el contacto, por lo general, es tomada por el «Mishtapeuat», quien puede indicar a un cazador en un sueño cómo hacer una ceremonia determinada.

Kuekuatsheu, el «Perro de las Praderas»

Son interesantes las múltiples versiones del mito Kuekuatsheu, porque el perro de las praderas es una criatura inteligente pero al mismo tiempo representa la figura absurda del embustero, es el carácter paradójico por excelencia. La forma general de estos mitos responde estrechamente al conjunto de mitos sobre personajes embusteros o engañosos, que se desarrollan entre muchos otros pueblos nativos americanos como puedan ser la tribu de los Cree, la de los Ojibway, los Assiniboine, los Winnebago, o la tribu de los Tlingit. La figura del embustero, presenta a un personaje que es al mismo tiempo el creador y el destructor, el que da y el que quita, el que engaña a otros y el que siempre es engañado. Este ser, a lo largo de su vida, se siente impulsado a actuar, bajo estímulos que no controla, y, por lo tanto, no actúa deliberada y conscientemente. Este ser no es enteramente responsable de sus actos. No distingue el bien del mal, a pesar de que él es autor de ambas cosas. Además, no posee ningún tipo de valores morales o sociales y está a merced de sus pasiones y apetitos, que le obligan a actuar. Esta leyenda intenta comprender la complejidad de la naturaleza, que crea y destruye, que da y que quita, a través de un ser paradójico y contradictorio que refleja el carácter ambivalente de ciertos elementos del Universo. De este modo, este mito, igual que muchos otros buscan el sentido a lo inexplicable, busca la comprensión del Mundo.

Cierta versión de un mito sobre Kuekuatsheu, el perro de las praderas o carcayú, refleja la relación con la tierra de los «Mishtapeuat». Según esta interpretación, la historia de la formación del mundo inuit comienza con este perro de las praderas o carcayú, que provino de otro mundo. Hace mucho tiempo, Kuekuatsheu construyó un barco grande, y puso toda la variedad de especies animales en este barco. Cayó una gran trompa de agua, unas fuertes lluvias, que dejaron a la Tierra inundada; hasta este punto guarda bastante parecido con el pasaje bíblico del Arca de Noé. Kuekuatsheu dijo al visón que se zambullese en el agua para recuperar algún resto de fango y rocas, para poder mezclarlas y construir una isla. Así lo hizo, y con la tierra y el barro que encontró, levantó una isla, vacía hasta que Kuekuatsheu la pobló. Kuekuatsheu encontró por casualidad un puente de tierra a esta isla, ayudado por un Mishtapeu. Según la mitología inuit, esta isla es el mundo actualmente habitado por el pueblo inuit y otros grupos étnicos y los animales. Así, nuestro mundo, que es una isla, está separada del Tshishtashkamuku por un mar inmenso. Sólo un pequeño puente de tierra, ubicado en el extremo sudoeste de la isla, une este mundo con el Tshishtashkamuku, la tierra de los Mishtapeu. La gente que intenta cruzar ese mar para llegar hasta el Tshishtashkamuku, utilizando el barco, corre el riesgo de ahogamiento en «kupitan», una cascada o un remolino gigantesco.

Kanipinikassikueu, el «Hombre Caribú»

Entre los mitos más conocidos por los inuit está el de Kanipinikassikueu, el «Hombre Caribú». Este mito es un ejemplo típico de atanukan que habla de ese tiempo mítico en el que seres legendarios sufrieron la transformación hasta convertirse en seres humanos o en animales. Existen extensos relatos sobre episodios múltiples de las vidas de ambos caracteres.

El relato de Kanipinikassikueu, el «Hombre Caribú», nos cuenta cómo un hombre inuit se fue a vivir con los caribús, se casó con un miembro femenino de la manada, y se transformó en un caribú él mismo; durante este proceso se convirtió en Maestro de los Caribús y se encargó de proveer a los inuit de caribús. Este mito constituye un claro ejemplo de cómo un ser humano en aquel «Tiempo Distante» podía transformarse en un animal fácilmente.

Los dos hermanos

Este relato mítico, ambientado en ese «Tiempo Distante», nos habla de dos hermanos que vivían con su madre y padre. Eran dos muchachos jóvenes que siempre vagaban juntos de un sitio a otro. Un día los muchachos andaban entre los árboles cuando descubrieron un nido de pájaros conocidos como «ladrones de campo». El muchacho más joven dijo a su hermano que esos pájaros siempre robaban cosas de los poblados y que con un palo afilado iba a matar a los polluelos. Así lo hizo. Subiendose al árbol y, aprovechando que los plluelos tenían los picos abiertos, empujó el afilado palo hasta el fondo de sus gargantas, y los mató. Finalmente, quedó sólo un pajarito y el hermano mayor obligó al muchacho más joven a dejarlo con vida, salvando un pájaro.

Cierto invierno, cuando los muchachos iban de excursión descubrieron un conejo y empezaron a perseguirlo. Los hermanos se separaron y se perdieron. Entonces, los animales ayudaron a los hermanos a sobrevivir; les alojaron en sus casas y madrigueras, donde los muchachos fueron alimentados y resguardados del frío. Llegó el momento de que los hermanos se marchasen y los animales les pidieron que cuando se fuesen anduviesen un buen trecho antes de volver la vista atrás. Obedientes, así lo hicieron y tras caminar un rato, miraron hacia atrás; entonces vieron una casa de castor con dos castores que nadaban alrededor.

Ambos hermanos regresaron a su casa y cultivaron una vejez placentera y tranquila. Finalmente el hermano más viejo murió, seguido estrechamente de su hermano menor. Al llegar al otro mundo, el más joven vió inmediatamente a su hermano andar hacia él. Rápidamente, pudo ver que su hermano tenía un corte en el labio y notó que él también tenía un corte similar. El hermano mayor le explicó que aquel corte era el castigo que merecían por haber matado a aquellos pájaros sin sentido. Ambos hermanos se preguntaron a dónde debían ir. Tenían gustos diferentes; mientras que al más viejo le gustaba la tierra, el más joven prefería tener su casa en el océano. Entonces decidieron separarse, yendo cada uno al lugar donde más le gustase para vivir. Así, el hermano más viejo se hizo una liebre, mientras que más joven una foca.

En esta leyenda vemos cómo dos hombres se transforman en animales después de su muerte. La muerte, como hemos señalado en el punto anterior, no es vista por el pueblo inuit como una tragedia, sino que es el final de una fase y el paso a otra. Este relato es un buen ejemplo de esta concepción sobre la muerte. De hecho la gente inuit está de algún modo concienciada para no tomarse la vida demasiado trágicamente, sino para adoptar una actitud más abierta, para saber reírse de sí mismos y para disfrutar de los triunfos de la vida. La risa y las bromas son una parte necesaria de vida. No importa lo seria que sea una ceremonia, allí bromearán y se reirán, mientras cantan y bailan.

Malina y Anningan

Para los inuit de Groenlandia, una diosa, Malina, es la representante del Sol y su hermano, Anningan, es el Dios de la Luna. De algún modo, se aproxima a la mitología de los aborígenes australianos donde la luna era identificada con una figura masculina, mientras que el sol era considerado una figura femenina, justo al revés que en la cultura clásica. Igual que sucede con los pueblos nativos australianos, esto puede deberse a la importancia que los inuit otorgan a la figura femenina, sin la cual no era posible la vida. Del mismo modo, la vida en la Tierra no es posible sin el sol, con lo cual pudo establecerse una relación entre la feminidad y el astro rey, a lo que debemos sumar la trascendencia que puede tener el Sol en la zona circumpolar, donde se da una estación de noche-invierno que llega a durar cinco meses.

Según cuenta la leyenda, Malina y Anningan solían vivir y jugar juntos desde niños. Pero una vez adultos, las cosas cambiaron. Una noche, mientras jugaban en la oscuridad, tal y como solían hacer de pequeños, Anningan violó a su hermana. Malina forcejeó y durante la lucha, una lámpara de aceite de foca volcó, ensuciando las manos de Malina con la espesa grasa negra. Cuando la diosa intentó en vano apartar a Anningan de su lado, ennegreció la cara de su hermano con sus manos sucias y grasientas. Malina siguió huyendo y corrió tanto como pudo hacia el cielo, donde se convirtió en el Sol. Anningan, no mostrando ningún remordimiento por su crimen, continuó persiguiéndola hasta el cielo, donde se transformó en la Luna. Esta persecución eterna entre los dos hermanos explica que cada día, el Sol sea substituido por la Luna en el firmamento. Pero de vez en cuando, el dios de la Luna alcanza a la diosa del Sol y la viola otra vez, causando un eclipse solar.

Anningan se concentra tanto en su hermana, que a menudo se olvida de comer. Por lo tanto, a medida que transcurren los días, se le ve más delgado, más fino debido a la falta de alimento. Una vez al mes, la Luna desaparece durante tres días, momento en el cual el dios Anningan puede comer. Pero transcurridos estos tres días, el dios siempre vuelve para perseguir a su hermana. Así, es cómo la gente inuit explica tanto las fases de la luna, como la aparición del Sol y de la Luna en el cielo cada día.

Máscara ritual empleada por los chamanes en ceremonias curativas Con este mito, la gente inuit encuentra una explicación para varios fenómenos celestes, desde las fases de la Luna, hasta los eclipses, pasando por la aparición del Sol y de la Luna cada día en el cielo. Además, esta leyenda establece que, del mismo modo que el Sol y la Luna, se odian, los sexos opuestos deben odiarse y debido a esto, durante un eclipse solar, los hombres no deben salir de sus casas si no quieren enfermar. Por otro lado, las mujeres no deben abandonar sus casas durante un eclipse lunar. Los inuit creen que las enfermedades son enviadas por Malina y Anningan sobre aquellos que les ofenden.

Además, cuando un hombre muere o una muchacha nace, el esquimal cree que hay un anillo alrededor de la Luna que expresa la pena del dios de la Luna, Anningan. La diosa del Sol expresa su felicidad para los mismos acontecimientos, apareciendo dos veces en parhelio. El fenómeno del «Parhelion» es una ilusión óptica causada por ciertas condiciones atmosféricas, que hace ver dos o más soles.

Algunos orígenes

Según la cosmogonía inuit, al principio de la existencia del Mundo todos los seres, tanto los animales, como los humanos o los espíritus, podían hablar el mismo idioma y también podían transformarse unos en otros fácilmente. Así, según describe esta leyenda, los humanos adoptaban la forma de animales, y a su vez los animales, podían adoptar la forma humana. Los relatos que siguen cuentan el origen de algunos elementos del Mundo. Dentro de la cultura inuit se reconoce la importancia de la llamada «Ellam Yua» o Fuerza Creativa y, a menudo, se le dan muestras de gratitud. Los inuit dicen que la Fuerza Creativa lo sabe y lo puede ver todo.

las culturas de la Taiga y la Tundra

Introducción: la vida en las regiones de la taiga y de la tundra

Es preciso, antes de iniciar nuestra exposición sobre las representaciones cosmogónicas de estas poblaciones, realizar una breve presentación sobre el poblamiento humano en las regiones de la taiga y de la tundra. Para comprender mejor la vida de estos pueblos, es necesario conocer su medio y establecer los principales grupos que habitan en estos dos biomas.

Si bien la tundra y la taiga son medios fríos, las condiciones climáticas han mejorado respecto de las que se dan en el Círculo Polar Ártico, habitado por los inuit. En esos biomas podemos distinguir varios pueblos atendiendo principalmente a aspectos etnográficos. En el trabajo que dedicamos a los inuit, ya indicamos que se puede realizar una división inicial atendiendo a rasgos de tipo etnográfico y a partir de esta primera clasificación étnica, se pueden realizar nuevas subdivisiones atendiendo a elementos geográficos, lingüísticos… Empezando por América del Norte, encontramos tres grupos étnicos; por un lado, el aleutino, formado por los habitantes de las Islas Aleutianas; por otro lado, los inuit («esquimales»), que ocupan las zonas más gélidas, y, finalmente, los indios americanos que pueblan la taiga y la tundra norteamericana, de los que hablaremos en este trabajo. Al otro lado del Estrecho de Bering, también encontramos poblaciones que habitan las regiones de la taiga y de la tundra; así en Eurasia podemos distinguir un buen número de grupos étnicos: los yakutos (cuenca del río Lena), los tungus (ubicados al este del río Yeniséi), los chukchi (habitantes del extremo nordeste de Siberia), los saami, más conocidos como lapones, etc…

El poblamiento humano de la tundra

La tundra, se extiende entre los 50 y 60 latitud sur, y 60 y 70 de latitud norte. Sin embargo, mientras que en el Hemisferio Norte ocupa superficies enormes, y puede considerarse como el medio de transición entre las zonas polares y la taiga, en el sur se reduce a unas pocas islas. En climatología, este bioma está marcado por las bajas temperaturas y las precipitaciones escasas que suelen caer en forma de nieve. Las condiciones para el desarrollo de la vida en la tundra son especialmente difíciles en invierno, ya que se dan períodos de noche continua durante semanas y se asemeja bastante al medio polar. En el verano, época de deshielo, con días continuos que se alargan durante semanas, las temperaturas pueden llegar a superar los 0C, sin rebasar los 10C, lo que nos da una idea de la dureza de este clima. A pesar de la pobreza florística, el tapiz vegetal existente ha permitido el desarrollo de la rica vida animal, diferenciándose los animales que permanecen en la tundra todo el año, de los migratorios que llegan en verano, para regresar en invierno a la taiga o bosque boreal. Esta cubierta vegetal, que da nombre a este medio, presenta una importante discontinuidad y un grado de recubrimiento que varía desde la «tundra desnuda», formada por musgos y líquenes, pasando por la «tundra arbustiva» y finalmente la «tundra boscosa», que da paso al bosque boreal o taiga.

Los pueblos aborígenes de la tundra se establecieron hace ya muchísimos siglos en los límites septentrionales de las tierras habitables, a pesar de que hoy en día estos límites han sido superados por los exploradores árticos, los navegantes que frecuentan las gélidas aguas próximas a la banquisa polar y el personal de estaciones científicas de las islas árticas. Actualmente, casi todos los pueblos autóctonos de esta zona constituyen una minoría en sus territorios originarios y no superan el 5% del total de la población, que es de origen diverso: canadienses y norteamericanos, en América del Norte, escandinavos en Groenlandia, Islandia y el norte de la península escandinava; eslavos, tártaros y otras nacionalidades de la Federación Rusa, en toda Eurasia.

Las poblaciones consideradas autóctonas de la tundra, presentan una serie de rasgos comunes tanto las de la tundra euroasiática, como las de la groenlandesa o la americana. En este medio, donde los humanos han de vivir en unas condiciones que requieren la adaptación al entorno más allá del límite biológico, la adaptación cultural es la que ha hecho posible la supervivencia. Estas poblaciones aborígenes de las regiones más septentrionales del planeta, parecen tener un origen común, tal y como indican recientes estudios de genética. Los rasgos morfológicos mongoloides que comparten los diferentes pueblos de la tundra sugieren un origen asiático. En el caso de los pueblos uralianos, a medida que nos desplazamos hacia el oeste las características mongoloides se van atenuando, de manera que los pueblos más orientales (nganasans, samoyedos, ensi) son claramente asiáticos, mientras que los más occidentales (saami, komis) se asemejan más a los europeos. De todo esto, deriva la gran diversidad actual de los pueblos de la tundra su euroasiática. Por otra parte, en el extremo septentrional del continente americano distinguimos tres pueblos: los inuits (que ocupan también las costes occidentales de Groenlandia y la península de los chukchis), los aleutianos (en Alaska, las Islas Aleutianas y Komandorski), y las tribus indias norteamericanas. Estos pueblos aborígenes de la tundra tienen como principal actividad la caza de caribú, la ganadería de reno y la pesca, llevando algunos una vida seminómada.
Imagen obtenida en el libro Biosfera : els humans en els àmbits ecològics del món [Director General, Ramón Folch i Guillèn]
Mapa con los principales pueblos de la tundra

Los habitantes de la tundra euroasiática

En la zona de la tundra euroasiática occidental, que abarca aproximadamente la Siberia occidental y parte de la Fenoscandia, región fisiográfica del norte de Europa que comprende el escudo báltico (Suecia, Finlandia, Noruega, Carelia y la península de Kola) destacan principalmente dos pueblos: los saami y los samoyedos. Los saami, same en singular, son más conocidos con el nombre de «lapones», término poco aconsejable, ya que tiene connotaciones despectivas, al igual que sucedía con el término «esquimal» empleado para designar a los inuit. Los saami viven en poblaciones fragmentadas en grupos pequeños y son los descendientes de los habitantes más antiguos de Escandinavia, si bien su territorio llega también a la Rusia pre-urálica. Fueron los primeros habitantes de la península escandinava, pero la posterior llegada de fineses, germanos i eslavos, le hizo desplazarse hacia la zona septentrional de Fenoscandia: Laponia, la «tierra de la frontera». La relación de los saami con los europeos se ha prolongado durante siglos y siempre ha sido desigual, ya que desde el siglo VIII los saami pagaban tributos a los escandinavos. En la actualidad, los saami son ciudadanos de cuatro estados: unos 20.000 de Noruega, unos 8.000 de Suecia, unos 2.500 de Finlandia y unos 1.900 de Rusia.

En el espacio de la tundra euroasiática occidental que se extiende desde el mar Blanco hasta el bajo Yeniséi, encontramos las poblaciones samoyedas. Este grupo comprende un buen número de pueblos, entre ellos los nensi, samoyedos de aspecto más europeo, que ocupan un territorio extenso de las tundras rusa, asiática y europea: las penínsulas de Kanin, de Yamal y de Gidanski y los territorios adyacentes comprendidos entre el Dvina y el Yeniséi. La mayor parte de los nensi viven permanentemente en la tundra y solamente cruzan los límites del bosque en el invierno, en busca de pastos y de víveres, o cuando se dirigen a la costa de océano Ártico para pasar el verano: un viaje anual que los nensi realizan siguiendo los rebaños de renos y en el cual cubren miles de kilómetros.

Dentro de las poblaciones samoyedas encontramos también a los ensi. La mitad de sus efectivos, unas 400 personas, se concentran cerca de Dudinka, los llamados «ensi de la taiga», aunque sería más correcto denominarlos como «ensi de la tundra boscosa». Otro pueblo, dentro del grupo samoyedo, lo forman los nganasan que ocupan las tundras centrales de la península de Taimir y alcanzan las mil personas. Los nganasan, no han sido convertidos a la religión mayoritaria: sus creencias todavía son chamanísticas y cuentan con toda una serie de espíritus superiores, tanto buenos como malos.

La población de la tundra euroasiática oriental, que se desarrolla desde la península de Taimir hacia el este, es todavía más diversa, tanto desde el punto de vista lingüístico como desde el de sus orígenes. Así, encontramos los evenk, los yakuts de origen turco, yukagir de origen samoyedo y los chu-ku-tien, esto sin contar con los pueblos surgidos a partir del mestizaje, como los dolgan, los chuvan, los kolimchan y los itelmen o kamchadal.

En el extremo oriental de Siberia, más montañoso, la escasa población se concentra en las zonas costeras. Entre los habitantes autóctonos de esta zona encontramos los yakuts, los yukagir o los chukchis. La mayor parte de las lenguas habladas en la zona de la tundra euroasiática oriental pertenecen a la familia altaica o a la chu-ku-tiana. La primera familia, la altaica, incluye lenguas turcas y mongolo-tungas.

La segunda familia, la chu-ku-tiana, abarca el chukchi, el koryak y el kamchadal o itelmen. A parte de estas dos familias dominantes, encontramos otras lenguas minoritarias como yukagir o el yupik. De la península de Taimir hasta el bajo Kolima se extienden las tundras habitadas por pobladores de lenguas altaicas o turcas: evenks septentrionales, yakuts y dolgans. Los evenks y los tungus propiamente dichos, ocuparon toda Siberia y su distribución actual sigue siendo extensa, desde el distrito de Primorje, hasta las riberas del mar del Japón(1), desde el río Khatanga, hasta las zonas más meridionales de Siberia central y Manchuria. Sin embargo, la única zona de la tundra que realmente frecuentan es la del norte de Yakutia, cerca de los cursos del Yana, el Lena, el Indigirka y el Kolima y son unos 17.000. Los yakuts habitan la República Autónoma de Yakutia (República de Sakha), que se extiende desde las costas del océano Ártico hasta cerca de los confines de Manchuria, alcanzando los 300.000 habitantes. Los dolgan, viven al norte de la península de Taimir y son resultado del mestizaje entre yakuts, tungus y rusos. Otro pueblo, los selkup que ocupan la cuenca del Yeniséi, son también resultado del mestizaje, ya que surgieron de la mezcla entre los primeros rusos que llegaron a la tundra nórdica (siglos XVII y XVIII) y aborígenes samoyedos. En el bajo Kolima, hay otra población mestiza descendiente de los colonos rusos y yukagirs, conocidos bajo el nombre de kolimchan o markovetse. En la península de Kamtchanka, los colonos rusos se mezclaron con poblaciones autóctonas, los llamados itelmens, originando una descendencia mestiza: los kamtchanka.

Imagen obtenida en el libro Biosfera : els humans en els àmbits ecològics del món [Director General, Ramón Folch i Guillèn]
Joven del pueblo evenk ataviada con el vestido tradicional

Entre los pueblos de la tundra euroasiática oriental de lenguas chu-ku-tianas destacan los chukchis, uno de los pueblos más numerosos que habitan la tundra, ya que alcanzan la cifra de 16.000 personas. También es preciso señalar que, generación tras generación, los chukchis han ido asimilando distintos pueblos vecinos como los koryak, los yukagir o los kerek. Así, actaulemente sólo quedan unas pocas familias de kereks, ya que la mayoría han sido absorbidos por los chukchis. Los kerek, se establecieron en una franja estrecha a lo largo de la costa del mar de Bering, desde Anadir hasta el norte de Kamtchanka.

Imagen obtenida en el libro Biosfera : els humans en els àmbits ecològics del món [Director General, Ramón Folch i Guillèn]
Imagen que muestra a un hombre chukchi limpiando colmillos de morsa,
animal del cual también aprovechan la carne, la piel y la grasa

Los habitantes de la tundra norteamericana y groenlandesa

De todos los pueblos del continente americano, los auténticos pueblos nativos de la tundra son los inuit, llamados esquimales, y los aleutianos. A los inuit que ocupan el extremo más septentrional de América, Groenlandia y la península de los Chukchis en Siberia, les hemos dedicado una sección en el Origen del Mundo, titulada Cosmogonía del pueblo inuit por lo cual no nos centraremos ahora en ellos. Los aleutianos se extienden por Alaska, las islas Aleutianas y Komandorski. Las lenguas que hablan estos dos pueblos pertenecen a la familia esquimo-aleutiana.

Las islas Aleutianas fueron ocupadas aproximadamente hace 4.000 ó 3.000 años, fecha de la cual parte la diferenciación entre inuits y aleutianos. Los aleutianos se dedicaban a la pesca y a la caza. La mayoría de los aleutianos fueron convertidos a la fe rusa ortodoxa por predicadores seglares que también levantaron pequeñas iglesias. En 1824, llegó a las islas Aleutianas el primer misionero, el padre Veniaminov. Este sacerdote al que adoraban sus feligreses de Alaska, se convirtió después en el metropolitano de la iglesia ortodoxa, y se le conoce hoy como san Innokenti. Otro de los primeros sacerdotes fue el criollo padre Netsvetov. La respuesta de por qué abrazaron el cristianismo los aleutianos radica en parte en la habilidad de la iglesia para prometer esperanza y socorro, y en parte, se debía a los lazos de parentesco y las uniones de tipo económico entre rusos y aleutianos, con las que se beneficiaban ambos grupos.

Para 1867, la sociedad aleutiana se había adaptado a la presencia de los rusos. La población empezó a recuperarse; muchos niños aleutianos iban a la escuela y todos pertenecían a la iglesia rusa ortodoxa. No obstante, con las guerras del Opio se hundió el mercado de las nutrias y el esfuerzo de la SAC por diversificar la economía de Alaska fue inútil. Por otra parte, el territorio americano de Rusia estaba muy lejos de Moscú. Llegado este punto, el imperio ruso aceptó la oferta americana de comprar Alaska por 71200.000 dólares en oro.

En este breve repaso por los pueblos de la tundra, hemos podido confirmar la gran diversidad de los pobladores de estas vastas tierras; cazadores, pastores, pescadores y recolectores, cada uno con sus características propias, lo cual dificulta su estudio, sin embargo hemos podido realizar el anterior resumen atendiendo a los rasgos que tienen en común, el primero: habitar la tundra.

El poblamiento humano de la taiga

La taiga es un medio que solamente se sitúa en el Hemisferio Norte, de ahí deriva su nombre de «boreal» y se extiende al sur de la tundra. Su clima es más benigno que el de la tundra; se trata de un clima templado con inviernos muy fríos, temperaturas muy bajas, con duración prolongada de la nieve en el suelo y con cuatro meses al año en los que la temperatura supera los 10, esto permite el desarrollo de este bosque boreal. A pesar de que constituye un progreso respecto a la tundra, la flora de este bosque es pobre, siendo la formación vegetal típica el bosque de coníferas (pinos, abetos…) y otros árboles como el abedul, el aliso o el chopo; también podemos encontrar un tapiz vegetal formado por arándanos, musgos y líquenes. La mejora de las condiciones florísticas se traduce en una mayor riqueza faunística: alces, lobos, martas, visones, pájaros…

Los diversos grupos de habitantes que se asentaron en la taiga, desarrollaron culturas propias, reflejo de las exigencias de la vida en el bosque, cuya base económica fueron la caza y la pesca, desarrollando posteriormente la ganadería, sobretodo de reno. Del bosque tomaron todo lo que necesitaban para sobrevivir: madera y alimentos. Actualmente, en Eurasia y en América del Norte la población que ocupa este bioma de la taiga, está representada mayoritariamente por los descendientes de inmigrantes europeos, mientras que los sucesores de los primitivos pobladores del bosque boreal, se han convertido en minorías insignificantes. En Canadá, los indios representan el 5% de la población del país, si bien la proporción es más alta en la taiga, donde alcanzan el 15% en el territorio del Yukón y un 10 ó 12% en la zona nororiental. En Alaska la población aborigen constituye aproximadamente un 3% del total, porcentaje al que debemos sumar un 3% más representado por los inuit de las zonas litorales. Los descendientes de los pueblos autóctonos de Rusia septentrional y de Siberia son muy escasos y solamente los carelianos, los komis, los yakuts y los evenk superan el 15% de la población.

Pobladores de la taiga euroasiática

Los humanos llegaron a la taiga del continente euroasiático durante el Paleolítico. La distribución de la población humana de la taiga de Eurasia es muy complicada, ya que pocos pueblos que actualmente habitan esta región, se pueden relacionar directamente con los que vivieron en la zona antiguamente. Además, a partir de siglo XVIII, se han instalado en la taiga pueblos de diferentes etnias, por ejemplo: eslavos, en su mayoría rusos y ucranianos, además de noruegos, suecos y fineses. Sin embargo, los descendientes de los pobladores autóctonos de la taiga, anteriores a la colonización europea, conservan todavía muchas particularidades de su cultura tradicional.

Nuevamente debemos mencionar a los saami que habitan la tundra y también la taiga de Escandinavia y de la península de Kola. Entre los karelianos (más de 100.000 personas entre Rusia y Finlandia) se conserva la caza como principal actividad económica, y lo mismo sucede con los komis (unas 24.500 personas) que residen en su mayoría en la República de Komi en la parte europea de la Federación Rusa y el resto en otros distritos de dicha Federación. Excepto los yakuts, que son más de 250.000, el resto de pueblos nativos de la taiga euroasiática forman poblaciones muy escasas: los evenks (son más de 30.000), los khantis (unos 22.000), los ainu (16.500), los mansis (poco más de 8.000), los selkups (3.500) y los kets (aproximadamente mil personas).
Hombre ainu
Hombre ainu
Mujer ainu
Mujer ainu
Imágenes extraídas de la web The Ainu Museum

Del mismo modo, la población indígena de Siberia todavía conserva toda una serie de tradiciones culturales propias. En la esfera domestica, utilizan algunos recursos tradicionales para elaborar productos naturales y en la esfera social, se mantienen muchas costumbres antiguas, especialmente las relacionadas con los rituales de nacimiento y enterramiento y con la separación de clanes.

Pobladores de la taiga norteamericana

El asentamiento humano en la zona de la taiga norteamericana, se inició tras la desaparición del hielo, de forma que el territorio de la actual Canadá se ocupó aproximadamente hace 7.000 años y los primeros pobladores de este bioma son los antecesores de los actuales pueblos atapascanos y algonquianos y su economía se basaba en la caza del caribú y del ant, así como en la pesca. En su historia los pueblos aborígenes de los bosques boreales han conocido importantes desplazamientos, que desconocemos. En cualquier caso, los diversos pueblos atapascanos hablan lenguas del grupo Nadene, que les diferencia del resto de pueblos norteamericanos.

En América la colonización de la taiga por parte de población europea comenzó también a partir del siglo XVII; franceses e ingleses principalmente. Actualmente la población india de los bosques boreales de América del Norte se reparten, atendiendo a criterios lingüísticos, en dos grandes grupos: en el oeste y el norte se concentran cerca de 30.000 atapascanos, y en el este y el sur se localizan cerca de 100.000 algonquianos. En Alaska alcanzan entre 6.000 y 7.000 atapascanos, menos de la mitad de los cuales conservan las respectivas lenguas; los más numerosos (unos 2.200) son los koyukons, que viven en la cuenca del Koyukuk, afluente de la margen derecha del Yukón, y en la cuenca media de este último, y sus vecinos por el NE, los kutchins o «gwich’in», que suman unas 2.600 persones repartidas entre Alaska i el territorio canadiense del Yukón. Los kutchins son los más septentrionales de los atapascanos y posiblemente los que mejor preservan sus tradiciones y su lengua.

Los atapascanos de la taiga canadiense, que como ya se ha indicado suman unos 30.000, se extienden entre el territorio del Yukón y el NW., por un lado, y las provincias limítrofes de la Columbia Británica, Alberta, Saskatchewan y Manitoba, por otro. En el territorio del Yukón habitan entre 3.500 y 4.000 y los más numerosos (unos 1.500) son los tutchones, que viven en el SW de esta zona, y los ya mencionados kutchin más al N. En la provincia de la Columbia Británica viven los sekanis, los tahltans, los carriers, los chilcotins, una fracción de los beavers, el grueso de los cuales vive en Alberta, y una parte de los kaskes y de los tagishos, que habitan también la región meridional del territorio del Yukón; todos juntos suman poco más de 6.000 personas. En la zona montañosa del NW encontramos a los tanaines, los tananes, los kutchin (también eran llamados «bizcos»), los hans, los tahitans y los hares. Los kutchin, cuyo nombre significa etimológicamente, «pueblo», estaban constituidos por un grupo de tribus diferenciadas, básicamente por su territorio. Sus relaciones con el mundo blanco se establecieron por la vía de la Compañía de la Bahía Hudson. El descubrimiento de oro en el valle del Klondike trastornó la vida nómada y libre. Para los tananas, que tenían fama de ser buenos guerreros, la pesca era el medio de vida más importante, eran sedentarios y presentaban una densidad de población mayor en comparación con otras tribus. En cambio, los tanana que ocupaban la zona del nacimiento (tal vez a una distancia de menos de 300 km) subsistían sobre todo de la caza del caribú, complementada con la pesca de pescado blanco en julio y agosto.

Fotografía tomada en 1888 de un jefe haida
Imagen de un jefe haida
obtenida en la web Haida: Children of Eagle and Raven

Otro grupo nativo cuya lengua pertenece a la familia Nadene son los haida. Los haida residen en las islas Reina Charlotte de la Columbia Británica y en la isla Príncipe de Gales, en el sureste de Alaska y a mediados de 1980 sumaban unas 2.000 personas. La sociedad haida tradicional se organizaba en clanes matriarcales que controlaban un poblado. Estos clanes, liderados por un jefe, cuyo cargo era hereditario, eran los propietarios de la tierra y constituían unidades ceremoniales que eran divididas en dos grupos: el Águila y el Cuervo.

Figurilla haida que representa a un jefe de esta cultura
Figurilla de un jefe haida,
extraída de la web Mythology

Entre los pueblos de lengua algonquina, encontramos diferentes grupos de crees occidentales que se distribuyen al este y al sur de los ríos Slave y Athabasca, y en un a extensa zona de lo que hoy es Manitoba, a este del lago Winipeg y hasta las bahías de Hudson y James, viven los crees centrales y los ojibwa. Al este de estas bahías y al norte del río San Lorenzo, se extendía el territorio de los crees orientales, los naskapi y los montagnais, todos ellos de habla algonquina. Los cree, pueblo eje entre algonquinos y atapascos, estaban escindidos en varias ramas: los crees de las llanuras y los crees de los bosques que ocupaban el espacio entre la ribera oeste de la bahía James y el lago Athabasca y que se dedicaban a la caza y a la pesca. Cazadores y pescadores, sobresalían en la conducción de sus canoas de corteza de abedul. Este pueblo algonquino estaba organizado socialmente en grupos de familias emparentadas.

Por otro lado, los naskapi, tenía fama de ser bastante rudos, de hecho su nombre les fue dado por sus vecinos montagnais, y significa rústico, tosco… Pero se hacían llamar a sí mismos nanenot, «los verdaderos hombres». Los vecinos y aliados de los naskapi, los montagnais, que recibieron este nombre de los franceses, debido a la topografía de su territorio, se llamaban ne-enoilno, «pueblo perfecto». Estos cazadores y pescadores nómadas, que tenían como enemigos tradicionales a los micmac y a los iroqueses, fueron ampliamente evangelizados y se volvieron fieles compañeros de los franceses en el comercio y la guerra. Actualmente suman unas 7.000 personas que viven en nueve reservas de Quebec.
Fotografía actual de un cree con máscara tradicional de este pueblo
Fotografía actual de un cree
con máscara tradicional de este pueblo
Familia cree
Familia cree
Imágenes extraídas de la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas

Los ojibwa o chippewa, destacan también entre los pueblos de lengua algonquina, ya que es la tribu más grande e importante de la familia de idioma algonquino, ocupando una gran parte de las tierras del actual estado de Wisconsin, sudoeste de Ontario y nordeste de Minesota. Se hacían llamar an-isk-in-aub-ag, que significa «hombres espontáneos». Aliados primero de los franceses, y luego de los ingleses, terminaron por vender sus tierras y trasladarse a la reserva. Según la tradición ojibwa, su tribu originalmente emigró con otras dos tribus, los ottawa y los potawatomi, desde la región del río St. Lawrence en el este, pero mientras que los ojibwa se establecieron al oeste del lago superior, las otras dos fueron al sur.

Esta gran tribu de los ojibwa comprendía muchas bandas, divididas en clanes permanentes. Su economía se basaba en la caza, las pesca y el cultivo, así como la recolección de semillas. Los ojibwa contaban con una mitología intrincada y elaborada, cuyos principales ritos eran religiosos y supersticiosos y se centraban entorno a una compleja sociedad de medicina conocida con el nombre de Medewiwin.

Fotografía de 1871 con unos indios ojibwa de la reserva de Montana
Fotografía de unos indios ojibwa
extraída de la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas

Los potawatomi, conocidos com «La Nación del Fuego», eran un pueblo cazador y pescador seminómada de los bosques que ocupó la orilla oriental del lago Michigan. Su forma de vida pacífica se vio alterada con la llegada del hombre blanco. También ellos se aliaron con los franceses, contra los ingleses. Hoy en día, sus descendientes ocupan reservas en Oklahoma y Kansas. Algunos han regresado a la tierra del sur de los Grandes Lagos.

Fotografía tomada en Kansas en el 1930 donde aparece un matrimonio de esta tribu india de la taiga norteamericana
Fotografía de un matrimonio potawatomi
extraída de la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas

Los algonkin, ubicados actualmente en Canadá, son los que dieron nombre a la lengua de la región y se llamaban a sí mismos elakomkwik, que quiere decir: «Son nuestros aliados», y fueron aliados de los franceses contra los iroqueses. Otra interpretación atribuye su nombre a la lengua micmac: algomeaking («arponean a los peces»). Los iroqueses aún les dieron otro nombre: adirondacks que significa «los que comen árboles», ya que en época de escasez se alimentaban de la corteza de los árboles. Este pueblo, que vivía de la caza, de la pesca y también del cultivo, ocupaba la zona norte de San Lorenzo, del lago Hurón, al este de Montreal y las dos orillas del río Ottawa. Actualmente de 4 a 5.000 algonkinos viven al este del Ontario y oeste de Quebec.

También del grupo lingüístico algonquino son los mohicanos cuyo su nombre se cree que significaba «los lobos», aunque otras acepciones indican que se traducía por «la marea», haciendo referencia a las aguas del Hudson, ya que vivían a sus orillas; actualmente viven en una reserva de Wisconsin. Los mohicanos se dedicaban a la caza, pesca y agricultura, al igual que los delawares. Entraron en conflicto con los mohawks (1628-1675) por el control del comercio de las pieles de castor en el Hudson. Desde el principio del siglo XIX, la implantación inglesa los expulsó de sus tierras y como la mayoría de los algonquinos, tomaron partido por los franceses.

Nos es casi imposible realizar un estudio completo de todos los pueblos que habitan los bosques boreales de América del Norte y en la breve descripción que hemos aventurado en este apartado, seguramente nos hemos dejado muchas tribus (hares, micmas, abenakis…).

Más al sur del bosque boreal encontramos muchas otras tribus de la familia lingüística iroquesa: onondaga, cayuga, seneca, oneida, tuscarona y mohawk (que formaron la llamada «Confederación de las seis naciones» o «Liga iroquesa»), hurones… A estas tribus y a otras muchas de las praderas y desiertos de Norteamérica dedicaremos otra sección.

representaciones cosmogónicas de los pobladores de la taiga y de la tundra

El amplio abanico de pueblos nativos que habitan la tundra y la taiga de nuestro planeta, refleja una riquísima variedad cultural que ha permitido al ser humano adaptarse a estos biomas. Es precisamente esta compleja variedad la que convierte en ingente la tarea de describir la cosmovisión de cada uno de esos pueblos. Sin embargo, sí podemos encontrara algunos puntos en común que nos permiten realizar explicaciones generales sobre sus representaciones cosmogónicas y su visión del mundo, así como el origen del mismo.

Muchos pueblos nativos han mantenido vivas algunas de sus tradiciones, transmitidas de generación en generación, aunque con diferentes niveles de conservación. En la esfera doméstica, utilizan algunos recursos tradicionales para a elaborar productos naturales y en la esfera social, se mantienen muchas costumbres antiguas, especialmente las relacionadas con los rituales de nacimiento y enterramiento, y también con la separación de clanes.

No debemos olvidar que el contacto con los colonos europeos, principalmente a partir del siglo XVII y XVIII, tanto para las poblaciones de Eurasia como para las de América del Norte, supuso importantes cambios en los modos de vida de estos indígenas. La religión cristiana se introdujo con los primeros colonos y fue uno de las transformaciones más importantes. El grado de cristianización varía de unos pueblos a otros. Así, a pesar de que el cristianismo fue introducido en Siberia durante los siglos XVII y XVIII, la vida de los habitantes autóctonos siguió dominada por muchas creencias y costumbres ancestrales, como por ejemplo el chamanismo o celebraciones paganas como la llamada fiesta de la primavera «isiakh» dels yakuts, o la «fiesta del oso» de los khantis y los mansis, de la que hablaremos más tarde. Los dolgan, por ejemplo, se consideran cristianos, pero solamente de nombre, ya que han llegado a una especie de religión sincrética en la cual sus chamanes han incorporado muchos de los santos cristianos dentro del círculo de los principales espíritus que invocan durante sus rituales.

Fotografía de un servicio religioso en un grupo kutchin
Fotografía de un servicio religioso en un grupo kutchin,
obtenida en la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas

En 1824, llegó a las islas Aleutianas el primer misionero, el padre Veniaminov. Este sacerdote al que adoraban sus feligreses de Alaska, se convirtió después en el metropolitano de la iglesia ortodoxa, y se le conoce hoy como san Innokenti. Otro de los primeros sacerdotes fue el criollo padre Netsvetov. La respuesta de por qué abrazaron el cristianismo los aleutianos radica en parte en la habilidad de la iglesia para prometer esperanza y socorro, y en parte, se debía a los lazos de parentesco y las uniones de tipo económico entre rusos y aleutianos, con las que se beneficiaban ambos grupos. Entre los pueblos de la taiga norteamericana también los montagnais fueron ampliamente evangelizados.

Fotografía de una misión en Wyandot
Fotografía de una misión en Wyandot,
extraída de la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas

Del mismo modo que los inuit, los pobladores de la tundra y de la taiga, muestran en sus creencias nativas una base muy importante de respeto hacia el medio natural que les rodea, la naturaleza que les permite subsistir y de la que ellos forman parte. Según este concepto religioso, no existían fronteras entre el mundo de los seres humanos, el de los animales y el de las plantas. Los indios americanos se caracterizan por la creencia en un «padre cielo» y una «madre tierra» que permitían explicar la resurrección anual de la naturaleza. Todos los pueblos de la taiga creían en la existencia de espíritus «amos» de los animales, creencia que recuerda a la de los inuit (Cosmogonía del pueblo inuit). Así, por ejemplo, se respetaba de manera especial al oso, respeto que se manifestaba con las fiestas que le dedicaban y con la muerte ritual del animal.

También comparten con los inuit la importancia de la figura del chamán que es un símbolo de vital importancia en el sistema de creencias de los pueblos nativos de la tundra y la taiga. La importancia de la figura del chamán radica principalmente, como ya indicamos para los inuit, en su papel de intermediario entre mundo físico y ordinario y el mundo de los espíritus, ya que mediante sus ceremonias rituales y cantos son capaces de convocar a los espíritus y hablar su lengua especial, y en su vertiente como curandero sabio o «médico» de la tribu.
Fotografía de un chamán perteneciente a los evenk de Siberia
Fotografía de un chamán,
de la web del Illinois State Museum

Traje ceremonial de los evenk de Siberia de principios del siglo XX
Traje ceremonial de los evenk,
de la web del Illinois State Museum

Fotografía de varios chamanes haida con sus máscaras rituales
Fotografía de varios chamanes haida,
de la web Haida: Children of Eagle and Raven

La Fiesta del Oso

El oso es reverenciado por todos los pueblos de la taiga, desde Escandinavia al Japón, desde Alaska hasta Quebec. Se le denomina el «señor del bosque», el «animal sabio y sagrado», el «viejo de zarpas pulidas». Se supone que el oso todo lo oye y todo lo comprende. Por eso, a la hora de cazarlo, se habla de manera alegórica y en voz baja. Y antes de matarlo dentro del guarida, le despiertan, por respeto…

Un especial interés ritual tienen las relaciones de los siberianos con los osos de la taiga. Antiguamente, por ejemplo, cuando los evenks se adentraban en la guarida del oso, gritaban como si fuesen cornejas, y una vez habían matado al animal, le decían: «No somos nosotros, quienes te hemos dado muerte, sino las cornejas». Las mujeres comenzaban a lamentarse, mostrando un gran dolor y exclamando: «¿Por qué habéis matado al «abuelo»?». Según la leyenda, algunas fratrias de evenks, de khantis y de mansis provenían del matrimonio entre un oso y una mujer.

Los rituales del culto del oso, como también de la fiesta especial que se le dedicaba, tenían una doble finalidad, en primer lugar, desligarse de la culpa por la muerte y, en segundo lugar, ofrecer la posibilidad de resucitar. Sin embargo, este culto al osos muestra rasgos especiales en cada pueblo. Para a facilitarle las cosas, los evenks disponían los huesos del animal en una plataforma especial, ordenados anatómicamente, mientras que los khantis los enterraban juntos en el bosque o los lanzaban a un lago. Algunos pueblos,como los ulchs, los nanays, los nivkhos y otros, capturaban una cría de oso y lo mantenían durante dos o tres años en cautividad y en determinados casos, las mujeres amamantaban a la cría con su pecho, como, por ejemplo, hacían los ainus. Las fiestas del oso se hacían coincidir con los funerales de algún familiar muerto, y eran de carácter tribal. El oso era conducido y festejado por todo el poblado, y después, en una plaza destinada a este fin, el marido del ama de la casa donde había vivido el animal le disparaba con un arco.

Dentro de estas fiestas dedicadas al oso, la de los khantis y la de los mansis son todavía las más interesantes. Una vez que han matado al animal, los cazadores lo transportan fuera del bosque en una barca (en verano) o en un trineo (en invierno), y le dejan en el granero. Durante el recorrido, todos los que se encuentran con los cazadores se riegan los unos a los otros con agua; se trata de un antiguo ritual de purificación que ha acabado convirtiéndose en una diversión. Por la tarde, todos los habitantes del poblado son invitados a «la Fiesta del Oso», llamada también « el juego del oso». El lugar de honor se destina a la piel del animal, que conserva la cabeza y las patas. La colocan de manera que parezca que el animal está dormido y no muerto, con la cabeza sobre las patas. Delante del morro, siempre hay un obsequio, que puede ser vodka, pan o exquisiteces.

Los que entran en la casa saludan al oso con una reverencia, las mujeres le dan un beso en el morro, a través de un pañuelo, y le ofrecen monedas, cintas o dulces. Todos se mojan nuevamente con agua. La madre del amo de la casa aromatiza le estancia quemando «chaga», que es una excrecencia resinosa de abedul. Después entran dos hombres con máscaras hechas también con abedul y, al son de un instrumento musical parecido a la lira, cantan canciones sobre el oso y su vida en el bosque. Detrás de los cantantes aparecen tres o cuatro actores, también cubiertos con máscaras y que siempre son hombres, aunque representen papeles de mujeres. Representan escenas sobre la caza, la pesca y la vida cotidiana. Después de uno de los interludios, aparece una mujer con un vestido de color rojo brillante con franjes blancas bordadas en la faldilla. Lleva la cabeza y el rostro cubiertos con un gran pañuelo adornado con borlas, para que el oso no pueda ver su cuerpo. Siguiendo el sonido de la música, la danzarina gira y gira moviendo los brazos. Todo seguido, otra mujer representa la pantomima de «el oso cogiendo frutos del bosque». Con gestos torpes, va saltando cómicamente sobre un pie y sobre el otro como si fuese un oso. La diversión se alarga hasta la madrugada y se retoma a la tarde siguiente.

Dependiendo de si el animal es macho o hembra, la fiesta durará cinco noches (macho) o cuatro (hembra), de acuerdo con un cálculo sagrado, ligado a las representaciones del alma. La segunda tarde guarnecen la cabeza del oso con figuritas de renos hechas de pasta, utilizando ramitas para representar las cornamentas; con esto, la dueña de la casa da a entender que ha preparado obsequios para los invitados. Cada noche, la fiesta comienza con representaciones de leyendas o canciones sobre el origen del oso y su vida. En la fratria de Por, supuestamente descendiente de un oso y una mujer, se anticipa cada danza con una canción en la que los pretendidos descendientes del oso invocan su antepasado y le invitan a la fiesta «para el éxito de la caza y el bienestar de la gente».

Antes de la última noche, que se considera la más importante y durante la cual se vuelven a recitar leyendas sobre el oso y se bailan las danzas de los antepasados de las tribus, algunos hombres hierven la carne del oso en un recipiente especial. El banquete colectivo tiene lugar esta última noche. No se pueden utilizar cuchillos ni cubiertos metálicos, únicamente unos bastones especiales que no rompan los huesos ni las articulaciones; la cabeza queda reservada a los hombres. Al acabar se entierran los huesos, los extraídos del cráneo se conservan en un lugar preeminente.

Antiguamente, hasta la primera mitad del siglo XX, los khantis y los mansis celebraban periódicamente la fiesta del oso como una fiesta de sus fratrias, una fiesta privada y destinada a los miembros del grupo. Parece ser que originariamente, tenían prohibido comer la carne del oso porque se trataba de un antepasado. Gradualmente, las prohibiciones se fueron debilitando, igual que sus tradiciones; su fiesta se abrió primero a todas las otras tribus y finalmente a todo el mundo. Por si acaso, al oso se le explicaba frecuentemente que había muerto por culpa «de l fusil ruso»…

Algunos relatos cosmogónicos de los pobladores de estas regiones

A continuación exponemos algunas narraciones míticas de estos nativos de la taiga y de la tundra, transmitidas oralmente de generación en generación. Hay miles de etas leyendas y varían de unas tribus a otras. Como sucede para muchas otras poblaciones indígenas del planeta (aborígenes australianos, pueblos nativos africanos, inuit…) todas estas leyendas explican fenómenos naturales, explican el lugar del ser humano en el Universo y, además, justifican determinadas normas para el comportamiento humano y preservan sus tradiciones. En estos pueblos indígenas los relatos relacionados con la creación se asocian a seres mitológicos, a dioses bondadosos, a animales sagrados que residen en un mundo superior y que a partir de su obra o de su propio sacrificio dan lugar al origen del mundo tal y como lo conocemos. Generalmente, parten de un tiempo anterior o de un mundo pasado donde imperaba la oscuridad o donde dominaban las aguas. También es frecuente, como en muchas otras culturas, que en estos mismos relatos se introduzca el mito de la creación del hombre o de su tribu.

En muchas de estas cosmogonías, aparece ese ser supremo el cual ha existido desde siempre, ya que nunca fue creado sino que siempre estuvo ahí. Ese ser superior creó la tierra y le dió la forma actual y, además, es el creador de la vida (plantas, animales e incluso seres humanos). En esta ingente tarea, ese dios o ser supremo puede contar con la ayuda de otros seres sobrenaturales y divinos, aunque de rango menor. Esa oscuridad primordial o ese mundo primario de agua fue sustituido por la luz y por tierra cuando intervino ese ser supremo y divino.

Leyendas de los algonquinos

Según el relato algonquino relacionado del origen del mundo, la Tierra tuvo dos hijos polares; por un lado estaba Glooskap, que era piadoso, bueno y creativo, y, por otro, Malsum, que, al contrario que su hermano, era malvado, destructivo y egoísta. Cuando la Madre Tierra murió, el primero de los hermanos, el bondadoso, creó las plantas, los animales y también a los seres humanos a partir de su cuerpo. Malsum también contribuyó en la tarea de la creación, pero dando origen a las plantas venenosas y a las serpientes. Pasó el tiempo y Malsum se obsesionó con su bondadoso hermano y planeó cómo matarle.

Malsum, bromeaba con su hermano sobre lo invencible que él era; sin embargo sí podía ser matado por las raíces de un helecho. En su delirio, Malsum intentaba sonsacar a su hermano Glooskap, de qué modo podía morir. Tan bueno era Glooskap que no podía mentir a su hermano y finalmente le dijo que podía encontrara la muerte con una pluma de búho. Triunfante, Malsum había averiguado la forma en qué podía asesinar a su hermano: elaboró un dardo hecho con plumas de búho y mató a su hermano.

Sin embargo, según cuenta esta leyenda, Glooskap regresó de entre los muertos, ya que el poder del bien es más fuerte que el del mal, y tuvo que vengarse de su perverso hermano, ya que sabía, muy a su pesar, que Malsum seguiría intentando deshacerse de él. Así, Glooskap tuvo que matar a Malsum para que las criaturas que había creado y él mismo, pudiesen sobrevivir. Glooskap atrajo a Malsum a una corriente y le dijo que también podría ser matado con una especie de planta. Entonces el dios bueno arrancó un helecho y se lo arrojó a su hermano que murió inmediatamente. Según este mito, el espíritu de Malsum se transformó en una especie de lobo y ahora, por las noches, caza humanos y animales.

Otro relato nos cuenta cómo otro dios, Michabo estaba un día cazando con su manada de lobos, cuando se percató de que sus lobos se metieron en el lago, pero no regresaron. Michabo se introdujo en el lago para sacarlos fuera y de repente el mundo se inundó al tiempo que lo hacía. Entonces este dios, envió un cuervo para que buscase tierra con la que poder construir un nuevo mundo, pero el pájaro no encontró nada. Entonces, una nutria partió con el mismo objetivo, pero tampoco obtuvo buenos resultados.

Michabo, mandó entonces a un nenúfar que regresó con suficiente tierra para crear una nueva tierra. Michamo se sintió complacido y los dos se casaron y se convirtieron en los padres de los seres humanos.

Leyendas relacionadas con el Cuervo

En la mitología de varias tribus de la tundra norteamericana, se habla de un «Tiempo Lejano» (Khadontsídnee) en el cual todas las criaturas (plantas, animales y seres humanos) vivían interrelacionadas entre sí: todos hablaban el mismo idioma y tenían una forma parecida. En esos relatos se explica cómo esos humanos terminaron por convertirse en animales y plantas que actualmente conocemos; esta mitología ofrece una percepción particular de la naturaleza, ya que recuerda que debemos respetar a la naturaleza porque animales y plantas también tienen espíritu. En los relatos que se desarrollan en ese Tiempo Lejano se explica el origen del Sol, de la Luna y de otros astros, así como ciertos elementos de la naturaleza (las montañas, el viento o las tormentas).

Una figura principal en esos relatos cosmogónicos es el Cuervo; se trata de un ser impreciso que finalmente adopto la forma de un Cuervo siendo el responsable de la creación del mundo. El Cuervo es el protagonista en muchas leyendas de estas tribus de la tundra norteamericana y ocupa un lugar fundamental en la mitología y en los rituales de estos pueblos; es conocido por los tanaina, los kutchin, los tinglit y kaska, por los cree, que lo llaman Wísakedjak, y también por los ojibwa, que lo denominan Nanabush, y los naskapi, quienes lo conocen como Djokabísh. Para todos estos pueblos el Cuervo creó al hombre a partir de la piedra. Sin embargo, en cada tribu podemos encontrar mitos que cuentan el origen particular de su propia tribu; así es el caso, por ejemplo, de los chippewa, dogrib, haré, slave y yellowknife que según cuentas sus mitologías, sus pueblos comparten una nacimiento mítico de una mujer casada con un perro que se convertía en un hombre por la noche.

Relatos haida

Las leyendas de los haida, hablan de Nankí’IsLas-lina´-i, que viene a significar más o menos,«Él se va a transformar en aquel cuya voz se ha de cumplir». De él cuentan que creó la Tierra cuando sobrevoló sobre el mundo cubierto por las aguas. Desde la forma de la tierra, hasta las pulgas, pasando por el comportamiento de ciertos animales… todo esto y mucho más fue creado por el Cuervo. En muchos relatos, como el de la luz del día (leyenda que relatamos a continuación), el Cuervo embustero puede cambiar de forma.

Figurita de un cuervo posado sobre una almeja
Figurita de un cuervo posado sobre una almeja,
obtenida en la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas

Al principio, solamente había oscuridad. La gente hablaba y se hacía preguntas sobre algo que nunca habían visto: la luz del día. Algunos comentaban que el jefe del río había guardado la luz del día en una caja especial. El cuervo vivía en este mundo sin luz, era ambicioso, embustero, entrometido y orgulloso. Además este animal podía cambiar de forma para satisfacer sus propias necesidades. Un buen día, El Cuervo decidió hacer averiguaciones para hallar la luz, así es que se transformó en una aguja de cicuta y se deslizó cayendo dentro de un arroyo de agua fresca. Cuando la hija del jefe del río llegó al lugar para beber, El Cuervo fluyó hasta su copa y la chica se lo tragó. A su debido tiempo, el Cuervo nació del interior de la hija del jefe, apareciendo como su legítimo nieto.

El Cuervo creció rápidamente con el cariño y la adoración de su abuelo, a pesar de que sus ojos se parecían mucho a los de un cuervo. Un día, cuando el bebé berreaba, su abuelo le dejó jugar con la Caja de la Luna. Entonces, abrió la caja y la luna se escapó subiendo hasta el cielo. Cuando el Cuervo se enfadó nuevamente, su abuelo, le dejó jugar con la Caja de la Luz del Día. Tan pronto como la tuvo en sus manos, el Cuervo se transformó en pájaro y echó a volar y desapareció en la oscuridad.

El Cuervo llevó la Caja a los seres humanos y la abrió sigilosamente, permitiendo que algunos rayos de luz escapasen de su interior. Sien embargo, aún desconfiaban de ses animal tan embaucador y no creían que realmente tuviesen en su poder la luz del día. Encolerizado por la incredulidad y el escepticismo de la gente, el Cuervo abrió por completo aquella caja y inundó el mundo con la brillante luz del día.

La importancia del Cuervo en la mitología de estos pueblos se refleja en sus manifestaciones artísticas. Así los haida, que son magníficos artesanos de la madera, elaboran silbatos con forma de cuervos, de compleja decoración cuya interpretación se nos escapa. Los primeros silbatos con forma de cuervo pudieron ser empleados por los chamanes en sus complejos ritos y en la actualidad son empleados en ocasiones especiales.

Silbato con forma de cuervo
Silbato con forma de cuervo,
extraído de la web Haida: Children of Eagle and Raven

Relatos de los ojibwa o chippewa

La mitología ojibwa era muy elaborada. Antes del contacto con los colonos europeos, la religión de los chippewa tenía un organización similar a la política. Los principales ritos eran religiosos y supersticiosos y se centraban en torno del Medewiwin, o Gran Sociedad de la Medicina, abierta a hombres y mujeres que tenían funciones chamanísticas, curativas y mágicas.

Según cuenta un mito ojibwa, Nanabush, que como ya hemos señalado anteriormente es el ser superior (el Cuervo), enseñó a esa Gran Sociedad de la Medicina de los pueblos los rituales para salvarlos de la extinción provocada por una enfermedad mortal. Nanabush contaba con una tienda que le habían construido los poderes superiores e inferiores, donde recibió la sabiduría para curar; aprendió a utilizar las medicinas y las plantas y los rituales adecuados. Además, estudió el modo de venerar a la Nutria Sagrada y al Oso. Entonces, Nanabush descendió a la Tierra con su bolsa de medicinas e enseñó al pueblo y le introdujo en los enigmas de la Gran Sociedad de la Medicina o Medewiwin.

El «atrapa-sueños» en la mitología ojibwa, es un objeto de gran significado y vital importancia, relacionado con el origen de su pueblo. Los ojibwa se llaman a sí mismos anishinabe (Anishinaubag, Neshnabek) que viene a significar «los hombres originales», «los primeros hombres». En ocasiones utilizan una especie de abreviatura Shinob que es empleada como un apodo entre ellos. Los ottawa y los potawatomi también se autodenominan anishinabe, y se cree que en algún momento del pasado lejano de estas tribus, las tres formaban un único pueblo.

Según cuenta una leyenda chippewa, en el pasado, en el antiguo mundo, los clanes ojibwa estaban ubicados en la zona conocida como Islas Tortuga. Los sabios cuentan cómo en este tiempo lejano, Asibikaashi (la Mujer Araña) ayudó a Wanabozhoo a traer de vuelta al sol (giizis), para que alumbrase nuevamente a la gente. Fue entonces cuando Asibikaashi estableció el sitio donde debía quedarse, un lugar ideal para ella que se encuentra antes del anochecer. Según la leyenda, si todavía estás despierto al anochecer, puedes buscar ese sitio especial donde Asibikaashi se encuentra, y puedes ver el milagro de cómo ella capturó los rayos de sol, al tiempo que la luz centellea. Asibikaashi cuidó de sus niños y de la gente de la tierra, y todavía se preocupa por ellos. Cuando el pueblo de los ojibwa se dispersó por todo el continente, a Asibikaashi se le complicó la tarea de hacer su viaje a cada una de esas cunas, cada uno de esos recién nacidos; así es que las madres, las hermanas y las abuelas adoptaron la costumbre de tejer telarañas mágicas para los bebés. De ese modo, se adoptó la forma de un círculo que viene a representar el viaje del sol que cruza diariamente en cielo.

Esta exposición es solamente una brevísima muestra de los muchos y variados relatos sobre el origen y la formación del mundo que componen la cosmogonía de estos pobladores nativos de la taiga y la tundra de nuestro planeta y que esperamos poder ampliar en el futuro.