El divino maestro mapuche

EL DIVINO MAESTRO MAPUCHE

“…estaríamos muy contentos si otros estudios más profundizados pudieran elucidar con más acierto el significado del trarihue mapuche… Nosotros no hemos podido encontrar personas de origen mapuche que nos hayan elucidado en forma definitiva este enigma [el significado simbólico del mismo]. Puede ser, sin embargo, que un sigilo especial impida su divulgación a los no-Mapuche.”

FRANK BÉLEC

En pocas líneas daremos respuesta a este pedido.

La Faja

DESCRIPCIÓN:

Se conoce en nuestros campos con el nombre de “faja” o “faja pampa” (de los indígenas llamados “pampa”), una cinta tejida de unos 6 centímetros de ancho por cerca de 1,70 mts. de largo; cuyos extremos terminan con flecos cortos de unos 15 cms. Su función utilitaria en la cultura mapuche es sostener -ciñendo la cintura- el chamall, chiripá, pantalones o bombachas en el hombre; y entallar el küpam (vestido femenino) en la mujer. En idioma mapuche la faja de uso masculino se denomina chamallwe y la de uso femenino trarüwe. Actualmente entre los mapuche del Pacífico, el trarüwe con símbolos es de uso exclusivo femenino; del lado Este de los Andes es hogaño atributo privativo de los hombres mapuche y de los trabajadores del campo criollos.

SIMBOLISMO:

En las culturas indígenas americanas las fajas representan siempre una serpiente, que ciñe el talle del portador. Por tal razón estos objetos ostentan casi siempre guardas ofídicas. Los huicholes llaman a estas fajas literalmente “serpientes”. La serpiente de los trarüwe puede ser una bicéfala, o dos entrelazadas. Cuando son dos, presenta cada una de ellas un color y valencia distintos. En muchos casos el ofidio, en distintos tramos de su longitud, muestra una “mano” o “pata”. Estas manos son semejantes a las del personaje “antropomorfo” también presente en el trarüwe. Es bien sabido que las “manos”, o “pies”, de estas sierpes representan “alas”. Vale decir que la serpiente del trarüwe es una serpiente alada, y por lo tanto es el mismo ser conocido como la “serpiente emplumada”: Gukumatz , Ketzalkoatl, Kukulkan, Marepuantü, etc..

Estos símbolos, como la mayoría de los presentes en los tejidos mapuches, no son patrimonio exclusivos de esta cultura; los hallamos presentes a lo largo del “complejo cultural andino preincaico”.

ORIGEN:

Usar una faja-ofidio, es imitar el arquetipo presentado por el avatara y tesmóforo. Avatara americano en general y mapuche en particular. En todas las representaciones iconográficas de la divinidad manifestada como individuo, se ve aparecer su cintura ceñida por una o dos serpientes, colgando las cabezas de ellas a ambos lados del personaje.

Toda expresión “artística” de los aborígenes es algo sagrado, es una representación gráfica de lo que se puede percibir en otros ordenes de la Realidad, de ningún modo es fruto de la imaginación o de la “creatividad”. Es un retrato realista, pero estilizado, de algo objetivo.

El hecho que los “blancos” (wingka) sean incapaces de percibir estos Ordenes de Realidad, puesto que su conciencia está atrofiada, les torna incomprensible todo aquello que para el aborigen es autoevidente. El ciego puede no comprender los colores y en consecuencia negar que existan, también puede considerarlos como alucinaciones de los videntes; pero a su despecho los colores siguen existiendo.

Si estando en un estado de Conciencia Chamánico observamos a un Machi (chamán médico mapuche) sólo en el momento de éxtasis (küimin), o en todo momento a un Renü (persona que ocupa el grado más elevado de la jerarquía iniciática mapuche) , podremos percibir visiblemente que su cuerpo despide efluvios “luminosos”. Estos efluvios son aparentemente muy semejantes a aquellos producidos por la electricidad estática en atmósferas enrarecidas o a lo que se denomina plasma. En general son semejantes al halo luminoso que rodea el cuerpo de los santos cristianos, budistas, musulmanes, etc.; y a la aureola que nimba sus cabezas. Estas irradiaciones se ven fluctuar de manera muy semejante a las masas de aire caliente sobre el pavimento. Algunas partes del cuerpo proyectan haces luminosos que se destacan del resto, estos rayos son representados iconograficamente por “serpientes”.

La elección de la serpiente es muy atinada: es el símbolo del rayo; su cabeza indica el sentido de proyección; su movimiento ondulante es análogo al que presentan las extremidades de estos haces; permiten expresar polaridades y complementareidades; sus destellos recuerdan los pigmentos del cuero serpentino; etc., etc. Cabeza y cuello del choike (ñandú o Rhea) presentan valores simbólicos semejantes, y todos saben cuan anunciadora es este ave del rayo y la tormenta.

En estos personajes iluminados podemos ver su corazón iluminado como en llamas, y un par haces luminosos que rodean la cintura a la altura del ombligo, el cual aparece como un orificio negro. Estos rayos, o “serpientes” son de distinta tonalidad y se entrelazan. Sus extremos o “cabezas” penden ondulantes a cada lado de la cintura. Hay una importante relación con el ombligo, pero no la trataremos. Este es el verdadero origen y sentido de las fajas-ofídicas como el trarüwe, cualquier otra interpretación – según los Renü- es completamente falsa. Las funciones mágicas, esto es, el uso degradado, del trarüwe aquí no nos interesa.

El LUKUTUEL

En el trarüwe aparece una símbolo especial. que se podría calificar etnográficamente como “figura antropomorfa”. Se han esbozado diversas hipótesis interpretativas sobre su significado:

¨ Lemunao, Juanita (tejendera mapuche, de Llamuco, Chile): Hombre orando mientras ocurre la lucha entre Treng-treng y Kaikai.

¨ Bélec, Frank: sapito draconiano.

¨ Cabeza, Augusto: símbolo antropomorfo en oración.

¨ Cervellino: figura fitomorfa.

¨ Gordon, Américo: figura antropomorfa estilizada.

¨ Klein: Dios jaguar peruano.

¨ Mege, Pedro: “personaje ritual asexuado, representación de los participantes de la gran rogativa, Nguillatún”.

¨ Oyarzún, Aureliano: dibujo antropomorfo, de origen peruano.

¨ Riquelme, Gladys: hombre o mujer, arrodillado en actitud de oración y súplica, en medio del drama cósmico diluvial.

SIMBOLISMO:

Algunas de estas interpretaciones son parcialmente correctas, otras son totalmente fantasiosas. Este símbolo tiene un significado que es unívoco, y ese está dado por la Tradición Sagrada Mapuche, cualquier otra interpretación es necesariamente arbitraria.

Esta Ciencia Sagrada es preservada por los Renü, y por chamanes de menor rango como Machi, también por aquellos iniciados en la “vía heroica” del conocimiento: los Toki. Esta Tradición es transmitida en forma oral e iniciática, lo que implica juramento de silencio. Muchas de sus enseñanzas han sido conservadas gráficamente a través de las mal llamadas “artes” o “artesanías”. Sólo cuando este conocimiento sagrado se degrada o se pierde en las masas populares se produce el abominable e impío “comercio de artesanías”. Solo osarán vender sus producciones a los “blancos” aquellos que ya no comprendan el alto y sacratísimo valor de este “arte sagrado”. En consecuencia cualquier explicación que den estos simoníacos artesanos posee un valor muy relativo, puesto que no son iniciados en su “arte”, son sólo conocedores de técnicas materiales. Es la misma diferencia existe entre un masón gótico del año 1200 y un albañil actual, o entre un médico chamán y un médico universitario.

La figura en cuestión no es un “hombre” de rodillas, ver allí una “figura fitomorfa” es delirante, y decir que es un “personaje asexuado” es un soberano disparate, pues se destaca un enorme falo erecto. Ver aquí una flor, un árbol Temu, patas de perro (para el mapuche el más vil de los animales), o un corazón, es indicio de poseer una extraviada imaginación.

La Tradición Mapuche indica claramente que esta figura es el símbolo estilizado del avatara y tesmóforo mapuche.

Un avatara es la individualización del Ser Universal (= Dios). Dicho en otras palabras el descenso de Dios en el mundo de los seres humanos para la prolongación de un periodo de tiempo cósmico.

El avatara es siempre uno y el mismo; habiéndose sumergido el océano de la vida, el Dios único surge en un punto y es conocido como Wirakocha, o Ketzakoatl, y cuando después de otra zambullida, aparece en otro lugar, Él es conocido como Cristo, Saoshian, Buda Maitreya, Kalki avatara,etc. A estas manifestaciones locales los hindúes las llaman amsha.

De tiempo en tiempo el avatara desciende al mundo antes que se produzcan enormes cambios y revoluciones. A pesar de ser de carne y hueso, nace con poderes y cualidades divinas. Es difícil comprender la encarnación divina, es el juego de lo infinito en lo finito. Cuando el Ser Universal encarna solo unos pocos reconocen su naturaleza divina, aunque se expresa de un modo tal que hasta los niños lo comprenden. Él es el arquetipo y maestro de los Renü, no así de los Machis, que ocupan un status inferior.

Todos los pueblos indígenas americanos conocieron a este personaje, designándolo con distintos nombres: Gukumatz, Wirakocha, Tunapa, Paí Xué, Bochica, Kukulkan, Paí Abaré, Tomé , Votán, Elal, etc. Los mapuches lo conocen con varios nombres, algunos públicos otros secretos, algunos de ellos son: Mareupuantü, Trengtreng, Ng’ng’n, Antü tañi fotüm, Küme Wenüi, Ngen Mapu, Kristo Mapuche, etc.

Lo de “peruano” que algunos ven en estos símbolos, no es tal. Estos símbolos son compartidos por todos los pueblos aborígenes americanos, desde Alaska a la Tierra del Fuego, no se puede hablar de difusión o préstamo, sí en cambio se puede considerar un enorme y coherente complejo cultural a lo largo de la cordillera

Su aspecto más común en la Realidad Ordinaria es: el de un pobre anciano “blanco” de luenga barba y sin sombrero. Suele usar sandalias, una manta anudada y a veces un cayado.

Cuando uno ve al avatara lo percibe rodeado de una aura luminosa y un nimbo radiante circundando su testa. De ambos lados su cabeza salen proyectados un par rayos luminosos ondulantes (“serpientes”), los mismos que Miguel Ángel representó como “cuernos” en su Moisés. Del medio de la frente surge otro rayo pero con un aspecto algo distinto, es como un ángulo cuyo vértice de origen se halla a la altura del entrecejo y se proyecta por encima de la cabeza. El nimbo luminoso que circunda la cabeza es analogizado al sol, por eso en hierología se designa a este tipo de personajes: “solarizados”, y a su estado de iluminación “solarización”. Existe otra razón para esta denominación, estos seres suelen ser considerados “hijos del Sol” .

Muchos mapuches no-iniciados (reche) suelen describirlo como “wingka” o “de piel blanca y pelo rubio, o payo”, pero en realidad esa blancura no es por el color de su piel como ellos creen, sino por el brillo resplandeciente que Él irradia.

Se lo puede representar bajo diferentes formas simbólicas. La más común es la zoo-antropomórfica, cabeza y extremidades (manos/pies) humanas con rasgos felinos. El animal en cuestión es el Nawel (jaguar). Bajo este aspecto es conocido como Ngen Mapu. Otro de sus símbolos es la difundida serpiente-alada, presente en la alfarería y trarüwe. También, como humano, su cara suele estar tallada en algunos p’raprawe (poste ceremonial cósmico de los Machi, mal llamado “rewe”), y a veces se lo llama en este caso “El Abuelo”. También puede estar representado como una mezcla de batracio-felino. Havestadt definía Mareupu antü como: “ranulae, quas superstitiose colunt” (ranitas, que veneran supersticiosamente). Otras veces lo encontramos con aspecto de un niño regordete tocando una pif’lka. (= una especie de silbato mapuche), un piloilo, o un sikus (estos dos últimos son especies de “flauta de Pan”).

La figura del Divino Maestro mapuche no sólo se halla presente en los femeninos trarüwe sino también en los masculinos chamallwe (al Este de los Andes y desde tiempos arcaicos), y en las guardas o “bandas decoradas” de los makuñ (= poncho = manta) a ambos lados de la cordillera. La existencia de esta figura en los ponchos es precolombina y sigue vigente en la actualidad. Estas circunstancias restringen las conclusiones de Frank Bélec a un posible uso secundario y femenino, degradado en carácter mágico. Reiteremos que estos son símbolos que el mapuche comparten con otras culturas, sin interpretar “préstamo” o difusión. Los tewelches en sus cueros pintados, o killangos, y en pinturas rupestres presentaban también estos mismos signos, sin que mediara araucanización o tewelchización como algunos imaginativos como Casamiquela pretenden, al grado tal de interpretar en símbolo del “sol” como un “palenque” (!!!).

La Divina Presencia es representada en una postura semejante a aquella de los batracios o a la de una mujer parturienta, pero a pesar de esto no surge de ellas, sino del misterio de la CRUZ. El Maestro es uno con la cruz, y la cruz es una con él. Él reveló la cruz mapuche y ella guardó las divinas enseñanzas. Él es la síntesis del Gran Padre celeste y la divina Madre Tierra, del principio Esencial y del Substancial, el es hijo del Cielo-Sol y de la Tierra, es Pájaro y Serpiente, es Pájaro y Jaguar. Él es la negación viviente de cualquier dualismo maniqueo, ese que algunos ignaros antropólogos creen encontrar en la cultura mapuche. Él es Puente entre el Cielo y la Tierra, el Pontifex Magno (Pontífice), como lo son en menor escala sus discípulos iniciados: los Renü.

Su figura surge de la conjunción de las dos serpientes cósmicas, una activa y otra pasiva, ellas en su entrecruzamiento (síntesis) forman una cruz. La cruz es el símbolo del cosmos y del maestro, entre los dos hay identidad, ambos son síntesis de los dos grandes principios extra-cósmicos generadores del Cosmos. Esas dos serpientes son las mismas que vemos en el calendario azteca, como sierpes emplumadas en cuya boca asoma Kukulkan, son las mismas que rodean al Maestro en la placa de Lafone Quevedo, o en la Puerta del Sol de Tiawanaku, son los Cristo-serpientes del anfisbena, o son aquellas que en Europa y Asia forman el Caduceo. Estos ofidios pueden ser reemplazados por sus equivalentes: el felino (jaguar), el oso, el “caimán” (cipactli), el “dragón americano”, etc..

Todo este asunto está íntimamente ligado al origen sagrado makuñ (= poncho, manta) , de los “flecos” y “laboreados” (diseños) de ponchos y fajas, y del trapelakucha, explicarlos y señalar su simbolismo trascendente nos alejaría completamente del objetivo de este apunte.

Los amantes de las bibliografías encontrarán numerosas referencias sobre este Divino Maestro en Rosales, Febrés, Havestadt, Augusta, y otros. Su mito se halla fragmentado en muchos cuentos mapuches, por ejemplo “el hijo del sol” (véase la versión recogida por el capuchino Sigifredo de Fraunshäusl y una actual del mapuche Pedro Aguilera Milla), etc.

Representación del símbolo del avatara Mapuche en proceso de mutación.

* a.- De una faja masculina tejida por la hija del longko (= cacique) mapuche Rondeau y obsequiada a José Guzmán (Bragado, Argentina).
* b.- De una antigua faja masculina mapuche (Museo Etnográfico de Buenos Aires, Argentina). .
* c.- De una faja femenina (trarüwe) mapuche actual (Chile).

Makuñ (= Poncho [en Argentina], Manta [en Chile]). Las flechas amarillas señalan las guardas en las que suele aparecer la figura del Divino Maestro Mapuche
Serpiente alada (en un trarüwe mapuche actual.) Obsérvese la “mano” = “ala”, semejante a las del Divino Maestro Mapuche.

DILUVIO:

Antes dijimos que el Divino Maestro Mapuche se hace presente al fin de cada ciclo cósmico. Este término suele caracterizarse por grandes cataclismos y cambios: maremotos (diluvio), terremotos, vulcanismo, lluvias de fuego, ausencia del sol, glaciaciones, pestes, decadencia moral y abandono de la Tradición ancestral, abandono de la religión mapuche para convertirse al cristianismo, invasión del hombre blanco y posterior robo de las tierras, el proceso de geno-etnocidio, etc.

La tejendera mapuche Juanita Lemunao estaba en lo cierto cuando explicó que este personaje estaba orando en los momentos del Diluvio.

Era el fin de un ciclo cósmico y el comienzo de otro. El Divino Maestro, presentándose como un anciano llamado Trengtreng avisó a los mapuches de los terribles designios de la malvada “serpiente” Kaikai y les exhortó que se refugiaran en una montaña sagrada. Los pocos elegidos que lo escucharon se cobijaron en la montaña y fueron salvados del diluvio. Esa Montaña bienhechora se llama Trengtreng, y es otro de los aspectos del Divino Maestro, quien luego se transformará también en la Serpiente-alada asimismo llamada Trengtreng. Esta Serpiente estará en una cueva en la cima de la Montaña, desde allí combatirá a la serpiente infernal Kaikai filu, que será apaciguada finalmente por los gemelos Peñi Elpatun (los dos hermanos de los que descendemos) al efectuar el primer sacrificio (humano) del Ngillatun.

Representación en oro del Divino Maestro. Tolima (Colombia). Arriba- Distintas representaciones estilizadas del Avatara Mapuche en los tejidos y el arte rupestre, en las que se énfatiza su identidad con la Cruz.

El Avatara en la Cruz. Guarda de lana, civilización preincaica Chancay (Ancón, Perú). (Museo Etnográfico del Trocadero, París) (El coloreado es nuestro, a fin de destacar los símbolos)

El Maestro después volvió varias veces más, pero como siempre pocos lo escucharon. En uno de los tantos llamamientos que hiciera a los Mapuche, sólo acudieron los animales; por eso ellos son más sabios que el hombre. Como testimonio de este acontecimiento el Maestro dejó impresas sus huellas en la piedra, los animales también. Dejó su rastro en el valle del Uco, en Santo Pipó, en Santo Tomé, etc. Algo semejante ocurrió con Buda, y con Cristo en la roca de Jerusalén. Se espera su venida en los cercanos tiempos del fin del mundo. Nótese que la montaña Trengtreng tiene 4 patas tridáctilas (“meli namun ngei”) y en su centro una cruz, el Maestro en sus representaciones también, y el parche del Kultrun lo mismo.

Se podrían haber mostrado muchísimas más ilustraciones y ahondado con mayor profundidad el tema, explicando por ejemplo el simbolismo del poncho y sus distintas figuras, de las vinchas y de los otros elementos del vestir mapuche; se podrían haber narrado las vicisitudes del Divino Maestro, estudiado sus enseñanzas y analizado sus profecías; se podrían haber comentado las enseñanzas ocultas en la cruz mapuche; la misteriosa relación de la serpiente alada con el pueblo mapuche; el magisterio de los Renü; etc., etc.; pero todo eso -aún tratado con la misma superficialidad que este artículo- nos obligaría escribir varios libros voluminosos.

La Sagrada Cruz del Kultrun.- Ella encierra en forma sintética todos los secretos de la Tradición Espiritual Mapuche.

CONCLUSIÓN:

Las puertas de madera de la moderna Catedral de Temuco (Chile) presentan tallas con un símbolo mapuche. Es un mero toque decorativo de sesgo folklórico, uno más de los tantos que abundan por las calles de esa ciudad.

Los sacerdotes católicos interpretan esa figura simplemente como “un hombre orando de rodillas”, cuando en realidad se trata de algo que ellos ignoran completamente: es el Divino Maestro Mapuche haciendo ngellipun por el bienestar y la libertad de su pueblo en un momento de gran crisis y opresión. ¡Curiosamente significativo!

Felix qui potuit rerum cognoscere causas.(*)

Virgilio (Georg., II, 489).

por AUKANAW

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(*) “Feliz quien pudo conocer las causas de las cosas”. (Nota de los recopiladores)

BIBLIOGRAFÍA:

Bélec, Frank. “Proteger la vida emergente: el trarihue mapuche”. En “Actas de Lengua y Literatura Mapuche Nº 4”. Universidad de La Frontera, Temuco, 1990, pág. 93-100.

Gordon, Américo. “El mito del Diluvio tejido en la faja de la mujer mapuche”. En “Actas de Lengua y Lit. Mapuche Nº 2”. Universidad de La Frontera, Temuco, 1986, pág. 215-223.

Mege, Pedro. “Los símbolos constrictores. Una etnoestética de las fajas femeninas mapuches”.En “Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino Nº 3. Santiago de Chile, 1987, pág. 89-128.

Oyarzún, Aureliano. “Contribución al estudio de la influencia de la civilización peruana sobre los aborígenes de Chile.” (Congreso de Americanistas en Bs. As. 1910). Imp. Universitaria, Santiago de Chile, 1910.

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Riquelme, Gladys.y Ramos, G. “El contenido del relato en la manifestación gráfica del mito de Trentren y Kaikai”. En “Actas de Lengua y Lit. Mapuche Nº 2”. Univer- sidad de La Frontera, Temuco, 1986, pág. 201-214.

Taullard, Alfredo. “Tejidos y Ponchos indígenas de Sudamérica”. Ed. Kraft, Bs. As., 1949.