Para acabar de una vez por todas con la cultura

Para acabar de una vez por todas con la cultura

Boletín de cursos de primavera

por Woody Allen

La cantidad de anuncios de cursos universitarios y de cursos por correspondencia para adultos que hacen su aparición diaria en mi buzón ha acabado por convencerme de que debo figurar en alguna lista especial para retrasados mentales. No es que me queje; hay algo en una lista de cursillos de perfeccionamiento que provoca mi curiosidad con una fascinación que hasta ahora sólo me había producido un catálogo de accesorios de luna de miel llegado por equivocación a mis manos desde Hong Kong. Cada vez que leo el último boletín de cursos de perfeccionamiento me vienen enseguida ganas de plantarlo todo y regresar a la escuela. (Hace muchos años, fui expulsado de la universidad, víctima de acusaciones sin pruebas, no muy distintas a las que alguna vez le endilgaron a Al Capone.) Sin embargo, hasta la fecha sigo siendo un adulto inculto e imperfecto; por eso, ahora, se me ha ocurrido redactar un boletín imaginario, primorosamente impreso, que condensa más o menos todos los boletines existentes.

CURSOS DE VERANO

Teoría Económica: aplicación sistemática y evaluación crítica de los conceptos analíticos básicos de la teoría económica. Se presta especial atención al dinero y para qué sirve. Funciones productivas de coeficiente fijo, curvas de costos y de presupuestos; eso durante el primer semestre; el segundo está dedicado al gasto y a aprender cómo tener una billetera bien ordenada. Se analiza el sistema de reserva federal y se entrena a los estudiantes avanzados en el método apropiado para rellenar un formulario de depósito. Otras materias: inflación y deflación -como vestirse en cada caso, créditos, intereses, cómo hacer suspensión de pagos.

Introducción a la psicología: la teoría del comportamiento humano. Por qué a ciertos hombres se les llama “individuos encantadores” y a otros sólo se los quiere matar a palos. ¿Existe una división entre cuerpo y espíritu, y, de ser así, cuál es preferible? Se discute sobre la agresión y la rebelión. (Para aquellos estudiantes que sienten interés especial por estos aspectos de la psicología se aconseja cualquiera de los siguientes cursos de invierno: Introducción a la hostilidad; Hostilidad intermedia; Odio avanzado; Fundamentos teóricos del asco.) Se considera en particular el estudio de la conciencia como opuesta a la inconciencia, y se dan muchos consejos útiles para permanecer conciente.

Psicopatología: tiene por objeto llegar a la comprensión de obsesiones y fobias, incluyendo el terror a ser atrapado de improviso y rellenado con carne de cangrejo; de la repugnancia a devolver un servicio de tenis; y, finalmente, de la incapacidad de pronunciar la palabra mackinaw en presencia de damas. Se analiza también el impulso que lleva a buscar la compañía de castores.

Filosofía I: se lee a todos los autores, de Platón a Camus. Se estudian los siguientes temas:

Ética: el imperativo categórico, y seis maneras para que funcione bien.

Estética: ¿es el arte el espejo de la vida, o qué?

Metafísica: ¿qué le pasa al alma después de la muerte? ¿Cómo se las arregla?

Epistemología: ¿es cognoscible el conocimiento? De no ser así, ¿cómo podemos saberlo?

El Absurdo: ¿porqué a menudo la existencia es considerada absurda, en especial por hombres que usan calzado marrón y blanco? Se estudia la multiplicidad y la unicidad y cómo se relacionan entre sí. (Los estudiantes que logren la unicidad podrán pasar a la duplicidad)

Filosofía XXIX-B: introducción a Dios. Confrontación con el Creador del Universo por medio de conferencias informales y paseos por el campo.

Las nuevas matemáticas: la matemática tradicional ha sido declarada superada después del reciente descubrimiento de que durante siglos hemos escrito el número cinco al revés. Esto ha llevado a una revisión de la idea según la cual contar era un método para ir de uno a diez. Se enseña a los estudiantes los más avanzados conceptos del álgebra de Boolean, y ecuaciones que antes eran insolubles son resueltas bajo amenazas de represalias.

Astronomía fundamental: un estudio detallado del Universo y de su cuidado y limpieza. El sol, que está hecho de gas, puede estallar en cualquier momento y acabar con todo nuestro sistema planetario; se informa a los estudiantes acerca de qué puede hacer el ciudadano medio en tal caso. Asimismo, se les enseña a identificar varias constelaciones como el Gran Carro, El Cisne, Sagitario el Arquero y las doce estrellas que conforman Lúmides el Vendedor de Pantalones.

Lectura Veloz: este curso aumentará la velocidad de lectura un poco más cada día hasta el final del curso; en ese momento el estudiante deberá leer Los hermanos Karamazov en quince minutos. El método se basa en echar un vistazo a la página y eliminar del campo visual todo menos los pronombres. Pronto se eliminan también los pronombres. Poco a poco se alienta al estudiante a echarse una siesta. Se disecciona una rana. Llega la primavera. La gente se casa y muere. Pinkerton ya no regresa nunca más.

Musicología III: se enseña al estudiante a tocar ‘Cielito lindo’ en su flauta de madera; rápidamente progresa hasta llegar a los Conciertos de Bradenburgo. Luego, lentamente, vuelve a ‘Cielito Lindo’.

Cultura musical: para ‘oír’ correctamente una gran obra musical se debe: (1) saber el lugar de nacimiento de compositor, (2) ser capaz de distinguir un rondó de un scherzo y probarlo en la práctica. La actitud es importante. Sonreír significa malos modales, a menos que el compositor haya querido que su música fuera graciosa, como en el caso de Till Eulenspiegel que contiene numerosas bromas musicales (aunque el trombón acapara los efectos más cómicos). Asimismo, el oído debe estar entrenado, ya que se trata de un órgano que se despista con gran facilidad. LA gente suele tener poco oído. Según como se colocan los auriculares estereofónicos es como si tuviesen una nariz en lugar de oreja. Otros temas incluyen: la pausa de cuatro compases y su potencial como arma política. Canto Gregoriano: cuántos monjes mantienen el ritmo.

Escribir para el teatro: todo drama es un conflicto. El desarrollo de los personajes es también muy importante. Asimismo lo que dicen. Los estudiantes aprenden que los discursos largos y aburridos son tan eficaces como los breves y divertidos que parecen cumplir con creces su cometido. Se investiga la psicología simplificada del público: ¿por qué a menudo una obra de teatro sobre un viejo personaje, llamado Gramps, capaz de inspirar ternura, no es tan interesante en el teatro como contemplar la nuca de otro espectador y tratar de que se dé vuelta? Asimismo se investigan aspectos interesantes de la historia de las tablas. Por ejemplo, antes de la invención de la cursiva, se confundían con frecuencia las indicaciones de escena con el diálogo y a menudo grandes actores se encontraban diciendo ‘John se pone de pie, cruza hacia la izquierda’. Naturalmente, esto causaba grandes desconciertos y, a veces, una mala crítica. El fenómeno se analiza en detalle a fin de que los estudiantes no comentan estos errores. Texto obligado: de A.F. Shulte, Shakespeare: ¿fue él cuatro mujeres?

Introducción a la asistencia social: un curso programado para el asistente social que quiere trabajar en ‘la práctica’. Los temas tratados son: cómo organizar equipos de básquet con bandas callejeras, y viceversa; parques recreativos como medio de prevenir la delincuencia juvenil; cómo lograr que homicidas en potencia se dediquen al patinaje sobre hielo; la discriminación racial; los hogares destruidos; ¿qué hacer en caso de ser golpeado con una cadena de bicicleta?

Yeats y la higiene dental, un estudio comparativo: se analiza la poesía de William Butler Yeats en el contexto de un cuidado odontológico adecuado. (El curso está limitado a un número limitado de estudiantes.)

[del libro Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, 1972]

Que carajos tiene el maletin de Pulp Fiction?

¿Dónde he encontrado la respuesta? En el lugar en el que están todas las respuestas hoy en día… Internet, por supuesto 😉

Sólo hay que conectarse a un buen buscadory buscar ‘Pulp Fiction briefcase’ para dar con un montón de páginas… y curiosamente casi todas dicen lo mismo.

Importante: si no has visto la película,
NO LEAS ESTE DOCUMENTO.

Si has visto la película, lee para empezar (¡y resiste la tentación!) los DETALLES que dan algunas pistas. Pero si lees LA SOLUCIÓN (que está al final) posiblemente te estropeará parte de la gracia, de modo que primero ve a ver la película (porque además es muy buena) y luego lee la solución al asunto del maletín. Si ya la has visto, después de leerlo querrás verla de nuevo, porque como suele suceder, hace que la película sea 100 VECES MEJOR!!! (como le pasa a Blade Runner).

Aviso: la explicación en cuestión es de las del tipo ‘he oído que un amigo de mi amigo de mi amigo ha oido qué…’ de modo que tal vez no sea cierta. Pero tiene mucho sentido. De hecho, tiene tanto sentido que si lo piensas, no puede ser otra cosa 😉 A mi, por lo menos, me gusta creérmelo. Opina por ti mismo… Ha de constar: En más de una entrevista, Quentin Tarantino ha dicho (personalmente) ‘lo que hay en el maletín es lo que cada cual piensa que hay. Eso es lo que hay en el maletín’. Y otra cosa: todas las respuestas que he encontrado en Internet son básicamente la misma. En cualquier caso, se puede consultar Usenet porque el tema ha generado mucha charla desde que alguien se percató del asunto del famoso maletín… Todo lo que sigue es una traducción/adaptación de la solución que hay en Internet, con algunos comentarios adicionales.

Primero,

Los detalles

Los detalles importantes a recordar de la película son:

• La primera vez que presentan a Marcelus Wallace, el plano que se ve de él es la parte de atrás de su cabeza, en la que tiene puestos unos esparadrapos.

• La combinación del maletín, cuando lo abre Vincent, es 666.

• Cada vez que alguien abre el maletín, éste brilla y todo el mundo se queda asombrado por lo bonito que es… la gente se queda prácticamente sin habla.

• Cuando los chicos disparan a Jules y Vincent, fallan… pero a esa distancia y pegando seis tiros a bocajarro es prácticamente imposible fallar… ¿Qué ha pasado ahí? (‘Intervención divina,’ dice Jules). [Incidentalmente: hay un fallo de continuidad en esta escena. Si te fijas bien, cuando entran Vincent (John Travolta) y Jules (Samuel L. Jackson), los balazos ya están en la pared, antes de que salga el chaval y les dispare.]

¿Más pistas? Bueno, con todos estos datos ya es fácil… ¿Qué es lo más maravilloso que tiene una persona y que te puede dejar alucinado al verla? Pregunta bonus (por si lo anterior te parece demasiado complicado): ¿De quién es el arma con que Butch (Bruce Willis) mata a Vincent (John Travolta)?
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La solución

Con algunos conocimientos de la Biblia se puede recordar fácilmente que cuando el Diablo se lleva el alma de una persona, lo hace extrayéndola desde la parte de atrás de la cabeza. [Otro detalle: el pasaje en cuestión (Ezequiel 25:17) no existe realmente en la Biblia… Es fácil buscar en la Biblia para ver que no existe; en realidad es una especie de pasaje compuesto de frases de otros pasajes de las escrituras.]

Por lo tanto,
El maletín contiene el alma de Marcellus Wallace.

Marcellus había vendido su alma al diablo, y la estaba intentando comprar de nuevo. Tal vez el Diablo dijo que no, y Marcellus tuvo que contactar con algunos pequeños diablos o algo así para hacer la compra (en ese caso, los tres chavales que aparecen al principio de la película pueden ser los ayudantes del diablo). Cuando el que sale del cuarto de baño con el revolver dispara, Jules y Vincent no son dañados por las balas… ‘Dios bajó y detuvo las balas,’ porque estaban salvando un alma. Fue verdaderamente una intervención divina. El 666 de la combinación es naturalmente una representración del Diablo. Por otro lado, cuando Butch compra un paquete de cigarrillos en el bar, con Marcellus, pide unos Red Apple (la fruta prohibida del paraíso), lo cual puede ser otra imagen religiosa, de las muchas que hay en la película.

Solución a la pregunta bonus ‘¿De quién es el arma con que Butch mata a Vincent?’ No, no es de Vincent. Es de Marcellus Wallace, que había bajado a comprar café (y que es cuando Butch se cruza con él) dejando el arma en la cocina de la casa de Butch cuando Vincent se mete al baño.

La Función Trascendente

La Función Trascendente

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Extraído de: JUNG, Carl Gustav (1916-1958): “The Structure and Dinamics of the Psyche” (1916-58), en Completed Works, 8, págs.. 131-93 , trad. Pablo López Pavillard

Escrito en 1916 bajo el título ‘Die Transzendente Funktion’, el manuscrito permaneció entre los archivos del profesor Jung hasta 1953. Fue publicado por primera vez en 1957 por la Asociación de Estudiantes del Instituto C.G. Jung en Zurich, en una traducción inglesa de A. R. Pope. El original en alemán, considerablemente revisado por el autor, fue publicado en Geist und Werk…zum 75. Geburstag von Dr. Daniel Brody (Zurich, 1958), junto con una nota preliminar en un sentido más general escrita especialmente para ese volumen. La presente traducción está basada en una traducción inglesa de la versión alemana revisada incluida en el volumen ‘Jung on Active Imagination’, editado por Joan Chodorow, (Princeton University Press) y la traducción de A. R. Pope ha sido consultada.

No hay nada misterioso o metafísico en el término ‘función trascendente’. Significa una función psicológica comparable en sus formas a una función matemática del mismo nombre, que es una función de números reales e imaginarios. La “función trascendente” psicológica surge de la unión de contenidos conscientes e inconscientes.

La experiencia en psicología analítica ha mostrado ampliamente que los contenidos y tendencias de lo consciente e inconsciente rara vez coinciden. Esta falta de paralelismo no es accidental ni carente de propósito, sino que es debido al hecho de que lo inconsciente se comporta de manera compensatoria o complementaria en relación con lo consciente. También podemos decir que lo consciente se comporta de manera complementaria en relación con lo inconsciente. La razones de esta relación son:

(1) La consciencia posee un umbral de intensidad cuyos contenidos han debido adquirir, de manera que todos los elementos que son demasiado débiles permanecen en el inconsciente.

(2) La consciencia, debido a sus funciones dirigidas, ejerce una inhibición (que Freud llama censura) sobre todo el material incompatible, con el resultado de que se hunde en el inconsciente.

(3) La consciencia constituye el proceso momentáneo de adaptación, mientras que el inconsciente no sólo contiene todo el material olvidado del pasado del individuo, sino también todas las trazas del comportamiento heredado que constituyen la estructura de la mente.

(4) El inconsciente contiene todas las combinaciones de fantasías que no han alcanzado todavía el umbral de intensidad, pero que con el tiempo, y bajo las condiciones adecuadas, entrarán en la luz de la consciencia.

Esto explica la actitud complementaria de lo inconsciente hacia lo consciente.

El carácter definitivo y dirigido de la mente consciente es una cualidad que se ha adquirido relativamente tarde en la historia de la raza humana y es, por ejemplo, en gran parte inexistente entre los primitivos. Estas cualidades se encuentran a menudo alteradas en el paciente neurótico, que difiere de la persona normal en que su umbral de consciencia se desplaza más fácilmente; en otras palabras, la partición entre consciente e inconsciente es mucho más permeable. El psicótico, por otro lado, está bajo la influencia directa del inconsciente.

El carácter definitivo y dirigido de la mente consciente es una adquisición extremadamente importante que la humanidad ha adquirido a costa de un grave sacrificio y que a cambio le ha otorgado el mayor de los servicios. Sin estas cualidades la ciencia, la tecnología y la civilización serían imposibles, ya que todas asumen la fiabilidad de la continuidad y dirigibilidad del proceso consciente. Para el político, el doctor y el ingeniero al igual que para el más simple trabajador, estas cualidades son absolutamente imprescindibles. Podríamos decir que, en general, la inaptitud social se incrementa a medida que estas cualidades son afectadas por el inconsciente. Los grandes artistas y otras personas distinguidas con dones artísticos son, por supuesto, excepciones a esta regla. La ventaja que estas personas disfrutan consiste precisamente en la permeabilidad de la partición entre consciente e inconsciente. Pero, para aquellas profesiones y actividades sociales que requieren esta continuidad y fiabilidad, estos excepcionales seres humanos son, por regla general, de escaso valor.

Así pues, es comprensible, e incluso necesario, que en cada individuo el proceso psíquico sea lo más estable y definitivo posible, ya que las exigencias de la vida así lo demandan. Pero esto implica una cierta desventaja: la cualidad de dirigir es la responsable de que se inhiban o excluyan todos aquellos elementos psíquicos que parecen ser, o son, incompatibles con ella, por ejemplo, podría influir en la intención original para satisfacer sus propósitos y así dirigirse a un objetivo no deseado. ¿Pero cómo sabemos que el material psíquico concurrente es “incompatible”? Lo sabemos mediante un acto de juicio que determina la dirección del camino elegido y deseado. Este juicio es parcial y arbitrario, ya que escoge una posibilidad en detrimento de todas las demás. El juicio, en cambio, está siempre basado en la experiencia, por ejemplo, en lo que ya se sabe. Como regla general, nunca está basado en lo que es nuevo, en lo que todavía es desconocido, y en lo que bajo ciertas condiciones pudiera enriquecer considerablemente el proceso dirigido. Es evidente que no puede ser así, por la misma razón por la que los contenidos inconscientes son excluidos de la consciencia.

Mediante semejantes actos de juicio, el proceso dirigido se hace necesariamente parcial o unilateral, incluso cuando el juicio racional pueda parecer completo e imparcial. La misma racionalidad del juicio puede ser el peor prejuicio, ya que llamamos razonable a lo que nos parece razonable. Lo que no nos parece razonable está entonces destinado a ser excluido por su carácter irracional. Puede ser ciertamente irracional, pero puede también meramente parecer irracional sin que lo sea cuando se ve desde otro punto de vista.

La parcialidad es una característica inevitable y necesaria del proceso dirigido, ya que dirección implica unilateralidad. Es a la vez una ventaja y una desventaja. Incluso cuando parece que no hay desventajas visibles, siempre hay una contraposición igualmente pronunciada en el inconsciente, a no ser que se trate del caso idóneo en el que todos los componentes psíquicos se dirigen en la misma y única dirección. Esta posibilidad no es discutible en teoría, pero en la práctica sucede muy raramente. La contraposición en el inconsciente no es peligrosa mientras no posea un valor de alta energía. Pero si la tensión se incrementa debido a una desproporción demasiado grande, la contra-tendencia irrumpe en la consciencia, normalmente justo en el momento en que es más importante mantener la dirección consciente. Entonces es cuando al que habla ‘se le va la lengua’, justo cuando desea no decir una estupidez. Este momento es crítico porque posee una tensión de alta energía que, cuando el inconsciente está cargado, puede saltar y liberar el contenido inconsciente.

La vida civilizada de hoy requiere un funcionamiento consciente concentrado y dirigido, y esto conlleva el riesgo de una considerable disociación del inconsciente. Cuanto más capaces somos de alejarnos del inconsciente mediante un funcionamiento dirigido, más fácilmente se puede crear una poderosa contraposición en el inconsciente, y cuando ésta aparece puede tener consecuencias desagradables.

El análisis nos ha proporcionado un vasto conocimiento de la importancia de las influencias subconscientes, y hemos aprendido tanto de esto en nuestra vida práctica que nos parece poco inteligente esperar que se tome un descanso o simplemente desaparezca una vez “finalizado” el tratamiento. Muchos pacientes tienen mucha dificultad en abandonar el análisis, a pesar de que tanto paciente y analista encuentran algo molesta la sensación de dependencia. A menudo los pacientes tienen miedo de andar solos, porque saben por experiencia que el subconsciente puede intervenir una y otra vez en sus vidas de manera incómoda e imprevisible.

Antes se pensaba que los pacientes estaban preparados para enfrentarse a la vida diaria tan pronto hubiesen adquirido el suficiente conocimiento práctico de sí mismos como para entender sus propios sueños. Sin embargo, la experiencia nos ha mostrado que incluso los analistas profesionales, de quienes se puede esperar que hayan conseguido dominar el arte de la interpretación de los sueños, a menudo capitulan ante sus propios sueños y tienen que solicitar la ayuda de un colega. Si incluso uno que dice ser un experto en el método es incapaz de interpretar satisfactoriamente su sueños, ¿cuánto menos se puede esperar de un paciente? La esperanza de Freud de que se pudiese “agotar” el inconsciente no se ha logrado. La vida de los sueños y la intrusión del inconsciente continúa -mutatis mutandis- imperturbable.

Hay un prejuicio extendido que toma el análisis como una “cura”, a la que uno se somete durante un tiempo y finalmente queda curado. Este es un error del hombre corriente venido de los primeros días del psicoanálisis. El tratamiento analítico podría ser descrito como un reajuste de la actitud psicológica alcanzado con la ayuda del doctor. De forma natural, esta recién adquirida actitud, que viene mejor para condiciones internas y externas, puede durar un tiempo considerable, pero hay muy pocos casos en que una sola “cura” es permanentemente eficaz. Es cierto que el optimismo médico nunca ha escatimado ocasiones para darse publicidad y siempre ha sido capaz de informar de curas definitivas. Sin embargo no debemos dejarnos engañar por la más que humana actitud del practicante, sino que debemos siempre recordar que la vida del inconsciente prosigue y continuamente produce situaciones problemáticas. No hay necesidad de ser pesimistas, hemos visto demasiados resultados excelentes conseguidos con buena suerte y trabajo honesto. Pero esto no debe prevenirnos de reconocer que el análisis no es una “cura” permanente; no es más que, primeramente, un reajuste más o menos profundo. No hay cambio que sea incondicionalmente válido para un periodo largo de tiempo. La vida tiene que ser siempre tratada como algo nuevo. Hay, por supuesto, actitudes colectivas extremadamente duraderas que permiten la solución de conflictos típicos. Una actitud colectiva permite a un individuo encajar sin fricciones en la sociedad, ya que actúa sobre él como cualquier otra condición de la vida. Pero la dificultad del individuo consiste precisamente en el hecho de que su problema en particular no se puede encajar sin fricciones sobre la norma colectiva; requiere la solución de un conflicto individual si la totalidad de su personalidad ha de permanecer viable. No hay solución racional que haga justicia a esta tarea, y no hay absolutamente ninguna norma colectiva que pueda reemplazar una solución individual sin que haya pérdidas.

La nueva actitud ganada durante el análisis tarde o temprano tiende a ser inadecuada de una u otra manera, y de forma necesaria, ya que el constante fluir de la vida exige una y otra vez adaptaciones frescas. La adaptación no se consigue una vez y para siempre. Uno podría ciertamente exigir del análisis que le permitiese obtener nuevas orientaciones para la vida futura, sin mayores complicaciones. Y la experiencia nos muestra que esto es verdad hasta cierto punto. A menudo encontramos que aquellos pacientes que han seguido un análisis exhaustivo tienen menos dificultad con reajustes posteriores. Sin embargo, estas dificultades se muestran bastante frecuentes y en ocasiones son realmente problemáticas. Por esta razón incluso los pacientes que han seguido un análisis exhaustivo a menudo vuelven a su antiguo analista para que le ayude en fases posteriores. En vista de la práctica médica en general, no hay nada inusual en esto, pero sí contradice cierto entusiasmo inmerecido por parte del terapeuta así como la visión de que el análisis constituye una “cura” única. Es altamente improbable que pueda haber alguna vez una terapia que elimine todas las dificultades. El hombre necesita dificultades; son necesarias para la salud. Lo que nos concierne aquí es sólo una cantidad excesiva de ellas.

La cuestión básica para el terapeuta no es cómo deshacerse de la dificultad momentánea, sino cómo podría eliminar futuras dificultades. La cuestión es: ¿qué tipo de actitud mental y moral es necesario tener ante las molestas influencias del inconsciente, y cómo se le puede comunicar al paciente?

La respuesta obviamente consiste en deshacerse de la separación entre consciente e inconsciente. Esto no puede hacerse condenando los contenidos del inconsciente de manera partidista, sino reconociendo su significado en la compensación de la parcialidad de la consciencia y tomando en cuenta ese significado. Las tendencias de la consciencia y el inconsciente son dos factores que juntos forman la función trascendente. Se le llama “trascendente” porque efectúa la transición de una actitud a otra orgánicamente posible sin pérdida del inconsciente. El método constructivo o sintético de tratamiento presupone que hay percepciones que están al menos potencialmente presentes en el paciente y que pueden hacerse conscientes. Si el analista no sabe nada de estas potencialidades, tampoco puede ayudar al paciente a desarrollarlas, a no ser que el analista y el paciente se dediquen a un adecuado estudio científico de este problema, lo que por regla general está fuera de dudas.

Por consiguiente, en la práctica, el analista propiamente entrenado maneja la función trascendente para el paciente, por ejemplo, le ayuda a unir consciente e inconsciente de manera que llegan a una nueva actitud. En esta función del analista descansa uno de los importantes significados de la transferencia. El paciente se aferra por medio de la transferencia a la persona que parece prometerle una actitud renovada; a través de esto busca un cambio, que es vital para él, aunque no sea consciente de que lo está haciendo. Para el paciente, por tanto, el analista es una figura indispensable y absolutamente necesaria para la vida. A pesar de lo infantil que esta dependencia pueda parecer, expresa una exigencia extremadamente importante que, si se menosprecia, se vuelve a menudo en un odio amargo hacia el analista. Es por ello importante saber adónde se dirige esta exigencia escondida en la transferencia; hay tendencia a entenderla únicamente desde un punto de vista reduccionista, como una fantasía erótica. Pero eso significaría tomar esta fantasía, que normalmente está relacionada con los padres, de forma literal, como si el paciente, o más bien su inconsciente, tuviese todavía expectativas que el hijo una vez tuvo hacia sus padres. Exteriormente sigue siendo la misma esperanza del hijo para obtener ayuda y protección de los padres, pero mientras tanto el hijo ya se ha hecho adulto, y lo que era normal en un crío es impropio en un adulto. Se ha convertido en una expresión metafórica de la necesidad no reconocida conscientemente de ayuda en una crisis. Históricamente es correcto explicar el carácter erótico de la transferencia en términos de eros infantil. Pero de esta manera el significado y el propósito de la transferencia no se entiende, y su interpretación como una fantasía sexual infantil nos aleja del problema real. La comprensión de la transferencia no se debe buscar en antecedentes históricos sino en su propósito. La explicación reduccionista resulta al final un sinsentido, especialmente cuando no aparece absolutamente nada nuevo excepto una mayor resistencia del paciente. La sensación de aburrimiento que surge entonces en el análisis es simplemente la expresión de la monotonía y la pobreza de ideas -no del inconsciente, como a veces se supone, sino del analista, que no entiende que estas fantasías no se deben considerar meramente bajo un punto de vista reduccionista/concreccionista, sino en un sentido constructivo. Cuando uno se da cuenta de esto, el obstáculo a menudo se salva al primer intento.

El tratamiento constructivo del inconsciente, esto es, la cuestión de significado y propósito, allana el camino para que el paciente perciba lo que llamo la función trascendente.

Puede que no sea superfluo, en este punto, decir algunas palabras sobre la tan a menudo oída objeción de que el método constructivo es simplemente “sugestión”. El método está basado, más bien, en una evaluación del símbolo (por ejemplo, la imagen del sueño o la fantasía) no semióticamente, como un signo de procesos instintivos elementales, sino en su verdadero sentido simbólico, tomando la palabra “símbolo” a significar la mejor expresión posible de un hecho complejo aún no asimilado claramente por la consciencia. Mediante un análisis reductivo de esta expresión no se consigue nada más que una visión más clara de los elementos que la componen, y aunque no negaría que un conocimiento más profundo de estos elementos pueda tener sus ventajas, se pierde no obstante la cuestión del propósito. La disolución del símbolo en esta fase del análisis es por consiguiente un error. Para empezar, sin embargo, el método utilizado para inferir los complejos significados sugeridos por el símbolo es el mismo que en el análisis reductivo. Se obtienen las asociaciones del paciente, y por regla general son suficientemente numerosas para ser utilizadas en el método sintético. Estas, de nuevo, son evaluadas simbólicamente y no semióticamente. La pregunta que debemos hacer es: ¿a qué significado apuntan las asociaciones A, B y C cuando se toman en conjunción con el contenido manifiesto del sueño?

Una paciente soltera soñó que alguien le dio una antigua y maravillosa espada, profusamente decorada, desenterrada de una colina.

En este caso no había necesidad de analogías suplementarias por parte del analista. Las asociaciones del paciente proporcionaban todo lo necesario. Se podría objetar que este tratamiento del sueño implica la sugestión. Pero se ignora el hecho de que la sugestión nunca se acepta sin que haya cierta predisposición interior hacia ella, y si se acepta después de insistir mucho, inmediatamente se pierde de nuevo. Una sugestión que es aceptada por un periodo de tiempo cualquiera siempre presupone una marcada predisposición psicológica que simplemente entra en juego mediante la llamada sugestión. Esta objeción por consiguiente no ha sido meditada e imprime a la sugestión un carácter mágico que en absoluto posee, de otra manera la terapia sugestiva tendría un enorme efecto haciendo de los procedimientos analíticos algo superfluo. Pero esto esta lejos de ser así. Más aún, la carga de la sugestión no tiene en cuenta el hecho de que las asociaciones del mismo paciente apuntan al significado cultural de la espada.

Tras esta digresión, permítasenos volver a la cuestión de la función trascendente. Hemos visto que durante el tratamiento la función trascendente es, en cierto sentido, un producto “artificial” porque es el analista en gran parte quien la mantiene. Pero si el paciente ha de caminar solo, no debe depender de la ayuda exterior. La interpretación de los sueños sería un método ideal para sintetizar la información consciente e inconsciente, pero en la práctica las dificultades para interpretar los sueños de uno mismo son demasiado grandes.

Debemos ahora dejar claro lo que es necesario para producir la función trascendente. En primer lugar, necesitamos el material inconsciente. La expresión más inmediatamente accesible de los procesos inconscientes es sin duda el sueño. Este es, en cierta forma, un producto puro del inconsciente. Las alteraciones sufridas en el sueño durante su transito a la la luz de la consciencia, aunque innegables, pueden considerarse irrelevantes, ya que también provienen del inconsciente y no son distorsiones intencionadas. Las posibles modificaciones de la imagen del sueño derivan de una capa más superficial del inconsciente y por consiguiente contienen material valioso también. Son fantasías adicionales que siguen la tendencia general del sueño. Lo mismo es aplicable a las subsiguientes imágenes e ideas que surgen al comenzar el sueño o que asoman espontáneamente durante la vigilia. Como el sueño se origina al dormir, lleva consigo todas las características de un “abaissement du niveau mental” (Janet), o tensión de energía baja: discontinuidad en la lógica, carácter fragmentario, formación de analogías, asociaciones superficiales de lo verbal, sonoras o visuales, condensaciones, expresiones irracionales, confusión, etc. Con un aumento de la tensión energética los sueños adquieren un carácter más ordenado; se componen dramáticamente y revelan claras conexiones con sentido, y la validez de las asociaciones se incrementa.

Como la tensión energética durante el sueño es normalmente muy baja, los sueños, en comparación con el material consciente, son expresiones inferiores de contenidos inconscientes y son muy difíciles de comprender desde un punto de vista constructivo, pero son normalmente más fáciles de entender desde un punto de vista reductivo. En general los sueños no son lo más adecuado o son difíciles de utilizar al desarrollar la función trascendente, porque exigen demasiado del sujeto.

Debemos, por consiguiente, buscar otras fuentes de material inconsciente. Están, por ejemplo, las interferencias del inconsciente durante la vigilia, ideas que vienen ‘de la nada’, deslices verbales, lapsos y engaños de la memoria, acciones sintomáticas, etc. Este material es por lo general más útil para el método reductivo que para el constructivo; es demasiado fragmentario y carece de continuidad, lo cual es imprescindible para llevar a cabo una síntesis significativa.

Otra fuente son las fantasías espontáneas. Normalmente muestran un carácter más compuesto y coherente y a menudo contienen mucho que es obviamente significativo. Algunos pacientes son capaces de producir fantasías en cualquier momento, permitiendo que surjan libremente con sólo eliminar la atención crítica. Estas fantasías pueden ser utilizadas, aunque esta habilidad no es demasiado común. La capacidad para producir fantasías libremente puede ser, sin embargo, desarrollada con la práctica. El entrenamiento consiste en efectuar ejercicios sistemáticos para eliminar la atención crítica, produciendo así un vacío en la consciencia. Esto alienta la aparición de fantasías que permanecen en espera. Un prerequisito es, por supuesto, que las fantasías con una fuerte carga de libido estén realmente preparadas. Este, naturalmente, no es siempre el caso. Cuando no es así, siempre se requieren medidas especiales.

Antes de comenzar una discusión de estas, debo dejar paso a una incómoda sensación que me dice que el lector debe estar preguntándose cuál es la razón de todo esto. ¿y porqué es tan absolutamente necesario traer a la superficie los contenidos del inconsciente? ¿Es que no es suficiente que de vez en cuando vengan por su propia cuenta y que se hagan sentir de forma desagradable? ¿Tiene uno que arrastrar a la fuerza el inconsciente a la superficie? por el contrario, ¿no debe ser la tarea del analista la de vaciar de fantasías el inconsciente haciéndolo así inefectivo?

Estará bien considerar con más detalle estas reservas, ya que los métodos para traer el inconsciente a la consciencia pueden resultar al lector novedosos, inusuales, y quizás incluso bastante extraños. Debemos por consiguiente examinar en primer lugar estas objeciones naturales para que no nos interrumpan al comenzar a demostrar los métodos en cuestión.

Como hemos visto, necesitamos que los contenidos del inconsciente suplementen la actitud de la consciencia. Si la actitud consciente estuviese sólo levemente ‘dirigida’, el inconsciente podría fluir casi con plena libertad. Esto es lo que de hecho pasa con la gente que tiene un nivel bajo de tensión consciente, como por ejemplo los primitivos. Entre los primitivos, no se requieren medidas necesarias para traer el inconsciente a la superficie. En ningún lugar, realmente, se necesitan medidas para esto, ya que la gente que es menos consciente de su inconsciente está más influenciado por él. Pero son inconscientes de lo que está pasando. La participación secreta del inconsciente está en todas partes sin que tengamos que buscarla, pero como es inconsciente nunca sabemos realmente lo que esta pasando o qué podemos esperar. Lo que buscamos es una manera de hacer conscientes aquellos contenidos que están a punto de influir nuestras acciones, de manera que las interferencias secretas del inconsciente y sus desagradables consecuencias puedan ser evitadas.

El lector se preguntará sin duda: ¿por qué no podemos dejar al inconsciente actuar con libertad? Aquellos que no hayan tenido todavía unas cuantas experiencias desagradables en este sentido no verán, de forma natural, razón alguna para controlar el inconsciente. Pero cualquier persona que haya tenido suficientes malas experiencias acogerá con enorme entusiasmo la mera posibilidad de que se pueda hacer. La “dirigidad” es absolutamente necesaria para el proceso consciente, pero como hemos visto, conlleva una inevitable descompensación o parcialidad. Como la psique es un sistema auto-regulado, al igual que el cuerpo, la contraposición reguladora siempre se generará en el inconsciente. Si no fuese por la dirigibilidad de la función consciente, las influencias compensatorias del inconsciente podrían establecerse con toda libertad. Es justo esta dirigibilidad lo que las excluye. Pero esto por supuesto no inhibe la contratendencia, que sigue adelante a pesar de todo. Su influencia reguladora, sin embargo, se elimina mediante la atención crítica y la voluntad dirigida, porque la contraposición, como tal, parece incompatible con la dirección consciente. Hasta este punto, la psique del hombre civilizado ya no es un sistema auto-regulado sino que se podría comparar con una máquina cuya regulación de la velocidad es tan insensible que puede continuar funcionando hasta el punto de hacerse daño a sí misma, mientras que por otro lado esta sujeta a las manipulaciones arbitrarias de una voluntad partidista.

Ahora, es una peculiaridad del funcionamiento psíquico que cuando se suprime la contraposición inconsciente pierde su influencia reguladora. Entonces comienza a tener un efecto acelerador e intensificante en el proceso consciente. Es como si la contraposición hubiese perdido su influencia reguladora, y también su energía, de forma completa, ya que entonces surge una condición en la que no sólo no tiene lugar ninguna contraposición inhibitoria, sino que su energía parece sumarse a aquella de la dirección consciente. Para empezar, esto naturalmente facilita la ejecución de las intenciones conscientes, pero como no son comprobadas, pueden imponerse fácilmente en detrimento de la totalidad. Por ejemplo, cuando alguien hace una afirmación bastante categórica y suprime la contraposición, a saber, una duda bien colocada, insistirá en ella todavía más para su propio perjuicio.

La facilidad con que la contraposición puede ser eliminada es proporcional al grado de disociabilidad de la psique y conduce a una pérdida de instinto. Esto es característico de, así como necesario para, el hombre civilizado, ya que los instintos en su fuerza original pueden hacer de la adaptación social algo casi imposible. No es una atrofia real del instinto sino, en la mayoría de los casos, sólo un producto relativamente duradero de la educación, y nunca hubiera llegado tan lejos de no haber servido los intereses del individuo.

Aparte de los casos diarios que se encuentran en la práctica, un buen ejemplo de la supresión de la influencia reguladora del inconsciente se puede encontrar en el Zaratustra de Nietzche. El descubrimiento del hombre “superior”, y también del hombre “repulsivo”, expresa la influencia reguladora, ya que los hombres “superiores” quieren arrastrar a Zaratustra a la esfera colectiva de la humanidad media de siempre, mientras que el hombre “repulsivo” es realmente la personificación de la contraposición. Pero el rugiente león de las convicciones morales de Zaratustra fuerza todas estas influencias, por encima de todo sentimiento de compasión, de vuelta a la cueva del inconsciente. Así, la influencia reguladora del inconsciente es suprimida, pero no la contraposición secreta del inconsciente, que ha partir de ahora se hace claramente visible en los escritos de Nietzche. Primero busca su adversario en Wagner, a quien no puede perdonar por Parsifal, pero enseguida toda su ira se vuelve hacia el cristianismo y en particular contra San Pablo, quien en cierta medida sufrió el mismo destino que Nietzche. Como es bien sabido, La psicosis de Nietzche primero produjo una identificación con el “Cristo Crucificado” y luego con el Dionisios desmembrado. Con esta catástrofe la contraposición salió al fin a la superficie.

Otro ejemplo es el caso clásico de megalomanía preservado en el cuarto capítulo del Libro de Daniel. Nebuchadnezzar, en el culmen de su poder, tuvo un sueño que presagiaba desastres si no se hacía más humilde. Daniel interpretó el sueño de forma bastante experta, pero no fue escuchado. Los sucesos posteriores mostraron que su interpretación era correcta, ya que Nebuchadnezzar, después de suprimir la influencia reguladora del inconsciente, cayó víctima de una psicosis que contenía la misma contraposición de la que intentó escapar: él, el señor de la tierra, fue degradado a un animal.

Un conocido me contó en una ocasión un sueño en el que caía al vacío desde lo alto de una montaña. Le expliqué algo sobre la influencia del inconsciente y le previne sobre las expediciones peligrosas a la montaña, de las que era un asiduo apasionado. Pero se rió ante semejantes ideas. Pocos meses después, mientras escalaba una montaña, se cayó al vació y murió.

Cualquiera que haya visto pasar cosas una y otra vez en todo grado concebible de intensidad dramática no le queda más remedio que reflexionar. Se da cuenta de lo fácil que es pasar por alto las influencias reguladoras, y que debería dedicarse a prestar atención a la regulación del inconsciente que es tan necesaria para nuestra salud mental y física. Por ello tratará de ayudarse a sí mismo practicando la auto-observación y el auto-criticismo. Pero la mera auto-observación y el auto-análisis intelectual son enteramente inadecuados como medio de establecer contacto con el inconsciente. Aunque ningún ser humano puede escapar de las malas experiencias, todos se encogen ante el riesgo de tenerlas, especialmente si ve alguna manera en que se podrían esquivar. El conocimiento de las influencias reguladoras del inconsciente ofrece justo esta posibilidad, y de hecho convierte en innecesarias muchas malas experiencias. Podemos evitar muchos desvíos que no se distinguen por una atracción en particular sino sólo por tediosos conflictos. Ya es suficientemente malo tomar desvíos y cometer errores dolorosos en territorio inexplorado y desconocido, pero perderse en un país deshabitado sobre grandes autopistas es sencillamente exasperante. ¿Cuáles, entonces, son los medios a nuestra disposición para obtener conocimiento de los factores reguladores?

Si no hay capacidad para producir fantasías libremente, debemos recurrir a ayuda artificial. La razón para invocar semejante ayuda es en general un estado mental deprimido o trastornado para el que no se puede encontrar una causa adecuada. De forma natural el paciente puede dar un número de razones racionalistas -el mal tiempo puede ser suficiente como razón. Pero ninguna de ellas es realmente satisfactoria como explicación, ya que una explicación causal de estos estados es normalmente satisfactoria para una segunda persona que lo ve desde fuera, y entonces sólo hasta cierto punto. La segunda persona está satisfecha si más o menos se cumplen sus requerimientos causales; es suficiente para él saber de dónde vienen las cosas; él no siente el reto que, para el paciente, yace tras la depresión. El paciente desearía saber para qué es todo eso y cómo puede conseguir alivio. En la intensidad de la misma turbación emocional yace el valor, la energía de la que debería disponer para remediar el estado de adaptación reducida. Nada se consigue al reprimir este estado o devaluarlo racionalmente.

Por consiguiente, para ganar posesión de la energía que está en el lugar erróneo, uno debe hacer del estado emocional la base o punto de partida del procedimiento. Debe hacerse lo más consciente posible del estado de ánimo en que se encuentra, hundiéndose en él sin reservas y escribiendo en papel todas las fantasías y asociaciones que pasen por su cabeza. Se debe permitir el mayor juego posible a la fantasía, aunque no de manera que abandone la órbita de su objeto, a saber, el afecto (1), dando pie a una especie “reacción en cadena” de asociaciones. Esta “libre asociación”, como la llamaba Freud, aleja a uno del objeto llevándole a todo tipo de complejos, y uno nunca puede estar seguro de que estén relacionados con el afecto y no sean desplazamientos que han aparecido en su lugar. De esta preocupación por el objeto llega una expresión más o menos completa del estado de ánimo, el cual reproduce de algún modo el contenido de la depresión, bien concreta o simbólicamente. Como la depresión no fue fabricada por la mente consciente sino que es una intrusión no deseada del inconsciente, la elaboración del estado de ánimo es como si fuese un dibujo de los contenidos y tendencias del inconsciente que fueron amasados en la depresión. Todo el procedimiento es una especie de enriquecimiento y clarificación del afecto, donde el afecto y sus contenidos son llevados más cerca de la consciencia, haciéndose al mismo tiempo más sorprendentes y entendibles. Este mismo trabajo puede tener una influencia favorable y vitalizante. En todo caso crea una situación nueva, ya que el afecto, previamente desvinculado, se ha vuelto una idea más o menos clara y articulada gracias a la asistencia y cooperación de la mente consciente. Este es el comienzo de la función trascendente, por ejemplo, de la colaboración entre los datos conscientes e inconscientes.

La turbación emocional también se puede tratar de otra manera, no clarificándola intelectualmente sino dándole forma. Los pacientes que poseen algún talento para dibujar o pintar pueden dar expresión a su estado de ánimo a través de un dibujo. No es importante que el dibujo sea técnica o estéticamente satisfactorio, sino que la fantasía tenga el mayor juego posible y que todo junto sea hecho lo mejor posible. En principio este procedimiento está en acuerdo con el primero descrito. Aquí también se crea un producto que está influenciado por la consciencia y el inconsciente, dando cuerpo a la lucha del inconsciente por ver la luz y la lucha de la consciencia por obtener substancia.

A menudo, sin embargo, encontramos casos en los que no hay un estado de ánimo o depresión tangible, sino tan sólo un descontento y grisicitud general, una sensación de resistencia a todo, una especie de aburrimiento o vago disgusto, un vacío indefinible pero excruciante. En estos casos no existe un punto de partida definitivo -sería necesario primeramente crearlo. Aquí es necesaria una especial introversión de la libido, apoyada quizás por condiciones externas favorables, tales como descanso absoluto, especialmente por la noche, cuando la libido tiene en todo caso una tendencia a la introversión. (“Es de noche: ahora todas las fuentes hablan más alto. Y mi alma también es una fuente burbujeante.”)

La atención crítica debe eliminarse. Los tipos visuales deben concentrarse en la expectativa de que se producirá una imagen interna. Como regla general, este dibujo-fantasía finalmente aparece -puede que hipnagógicamente- y debe ser observado cuidadosamente y anotado en papel. Los tipos audio-verbales normalmente escuchan palabras internas, quizás meramente fragmentos de frases sin significado para empezar, los cuales sin embargo deben ser cuidadosamente anotados. Otros, en ocasiones semejantes, simplemente escuchan su ‘otra’ voz. No son pocos los que saben bien que poseen una especie de crítico interior o juez que inmediatamente comenta todo lo que dicen o hacen. Los dementes escuchan están voz directamente como alucinaciones auditivas. Pero también las personas normales, si su vida interior está más o menos bien desarrollada, son capaces de reproducir sin dificultad esta voz inaudible, aunque como es bastante irritante e intratable, casi siempre es reprimida. Estas personas tienen pocas dificultades en procurar el material inconsciente, estableciendo así la base para la función trascendente.

Hay otros, de nuevo, que ni ven ni escuchan nada en su interior, pero que sus manos tienen la habilidad de dar expresión a los contenidos del inconsciente. Estas personas pueden beneficiarse al trabajar con materiales plásticos. Aquellos que son capaces de expresar el inconsciente con movimientos corporales son bastante escasos. La desventaja de que los movimientos no se puedan fijar fácilmente en la mente debe tratarse haciendo cuidadosos dibujos de los movimientos, de manera que no se pierdan de la memoria. Más raro aun, aunque igualmente valiosa, es la escritura automática, directa o con planchette (2). Esto también da buenos resultados.

Ahora llegamos a la siguiente cuestión: ¿qué es lo que debe hacerse con el material obtenido en una de las maneras descritas? A esta pregunta no hay una respuesta a priori, sólo cuando la mente consciente se enfrenta a los productos del inconsciente es cuando se obtiene una reacción provisional que determinará el siguiente procedimiento. La experiencia puede darnos una pista. Según mi experiencia parece haber dos tendencias principales. Una es la vía de la formulación creativa y la otra la vía de la comprensión.

Donde predomina el principio de la formulación creativa, el material es continuamente variado y aumentado hasta que tiene lugar una especie de condensación de los motivos en símbolos más o menos estereotipados. Estos estimulan la fantasía creativa y sirven principalmente como motivos estéticos. Esta tendencia lleva al problema estético de la formulación artística.

Por otro lado, donde predomina el principio de la comprensión, el aspecto estético tiene relativamente poco interés y en ocasiones puede incluso considerarse un estorbo. En cambio, hay una intensa lucha por entender el significado del producto inconsciente.

Donde la formulación estética tiende a concentrarse en el aspecto formal del motivo, una comprensión intuitiva a menudo trata de atrapar el significado desde pistas levemente adecuadas en el material, sin considerar aquellos elementos que podrían ver la luz con una formulación más cuidadosa.

Ninguna de estas tendencias puede traerse mediante un esfuerzo arbitrario de la voluntad; son el resultado de la peculiar constitución de la personalidad individual. Ambas tienen sus peligros típicos y pueden llevar a uno por mal camino. El peligro de la tendencia estética es la sobrevaloración del aspecto formal o “artístico” de los productos de la fantasía; la libido se desvía del objetivo real de la función trascendente y es conducida por un camino paralelo hacia problemas puramente estéticos de expresión artística. El peligro de querer entender el significado es la sobrevaloración del contenido, el cual está sujeto al análisis intelectual y la interpretación, de manera que el carácter esencialmente simbólico del producto se pierde. Estos caminos deben seguirse hasta cierto punto para satisfacer los requerimientos estéticos o intelectuales, cualquiera que predomine en el caso individual. Pero merece la pena insistir en los peligros de estos dos caminos ya que, después de que se ha alcanzado cierto punto en el desarrollo psíquico, los productos del inconsciente son sobrevalorados precisamente porque antes estaban ilimitadamente infravalorados. Esta infravaloración es uno de los grandes obstáculos a la hora de formular el material inconsciente. Revela los estándares colectivos mediante los cuales se juzga cualquier cosa individual: nada se considera bueno o bonito que no encaje en el esquema colectivo, aunque es cierto que el arte contemporáneo está empezando a hacer esfuerzos compensatorios en este sentido. Lo que falta no es el reconocimiento colectivo del producto individual sino su apreciación subjetiva, la comprensión de su significado y su valor para el sujeto. Este sentimiento de inferioridad por el producto de uno mismo no es, por supuesto, la regla general. En ocasiones encontramos el opuesto exacto: una sobrevaloración ingenua y poco crítica unida a la exigencia de reconocimiento colectivo una vez que el sentimiento inicial de inferioridad se ha superado. A la inversa, una sobrevaloración inicial puede fácilmente volverse en un escepticismo depreciatorio. Estos juicios erróneos son debidos a la inconsciencia del individuo y a la falta de confianza en sí mismo: o es capaz de juzgar sólo mediante estándares colectivos o, debido a una inflación del ego, pierde completamente su capacidad de juicio.

Una tendencia parece ser el principio regulador de la otra; ambas están unidas en una relación compensatoria. La experiencia muestra esta fórmula. Si es posible sacar más conclusiones generales en este punto, podríamos decir que la formulación estética necesita una comprensión del significado, y que la comprensión necesita una formulación estética. Las dos se suplementan para formar la función trascendente.

Los primeros pasos en ambos caminos siguen el mismo principio: la consciencia pone sus medios de expresión a disposición del contenido inconsciente. En primer lugar no debe hacer más que esto para no ejercer una influencia excesiva. Al dar forma al contenido debe dejarse el mayor control posible a las ideas fortuitas y asociaciones arrojadas por el inconsciente. Esto, naturalmente, es un contratiempo desde el punto de vista de la consciencia, y a menudo resulta doloroso. Esto no es difícil de entender cuando nos acordamos de cómo se presentan normalmente los contenidos del inconsciente: como cosas que son por naturaleza demasiado débiles para cruzar el umbral, o como elementos incompatibles que fueron reprimidos por diversas razones. Suelen ser contenidos molestos, inesperados e irracionales, y su represión, o el desinterés mostrado hacia ellos, parece absolutamente comprensible. Sólo una pequeña parte de los contenidos tiene algún valor inusual, bien desde el punto de vista colectivo o subjetivo. Pero los contenidos no valorados por la colectividad pueden ser extremadamente valiosos al ser observados desde el punto de vista individual. Este hecho se expresa en su tono afectivo, sin importar que el sujeto lo considere positivo o negativo. La sociedad también está dividida al aceptar ideas nuevas o desconocidas que obstruyen su emocionalidad. El propósito del procedimiento inicial es descubrir los contenidos ‘tonificados’ por los sentimientos, ya que en estos casos siempre estamos tratando con situaciones en las que la parcialidad de la consciencia se encuentra con la resistencia de la esfera instintiva.

Los dos caminos no se dividen hasta que el problema estético se hace decisivo para un tipo de persona y el problema intelectual-moral para el otro. El caso ideal sería si estos dos aspectos pudiesen existir conjuntamente o si ambos triunfasen rítmicamente; esto es, si hubiese una alternancia de creación y comprensión. Parece casi imposible que uno exista sin el otro, aunque esto ocurre en la práctica alguna vez: la necesidad creativa se apodera del objeto a costa de su significado, o la necesidad de entender desdeña la necesidad de darle forma. Primero, se quiere que los contenidos del inconsciente se vean claramente, lo que sólo se puede conseguir al darles forma, entonces se juzgan sólo cuando todo lo que tienen que decir está tangiblemente presente. Fue por esta razón por la que Freud hizo que los contenidos del sueño se expresasen en forma de ‘libre-asociación’ antes de empezar a interpretarlos.

Elucidar sólo el contexto conceptual de un sueño no es suficiente en cualquiera de los casos. A menudo es necesario clarificar un contenido vago dándole forma visible. Esto se puede hacer dibujando, pintando o modelando. A menudo las manos saben cómo solucionar un enigma con el que el intelecto a luchado en vano. Al darle forma, uno continua durante la vigilia soñando el sueño con mucho más detalle, y el suceso inicialmente incomprensible y aislado se integra en la esfera de la personalidad, a pesar de que primero permanece inconsciente en el sujeto. La formulación estética lo deja ahí y desiste de intentar descubrir un significado. Esto a veces hace que los pacientes fantaseen con ser artistas -incomprendidos, naturalmente. El deseo de entender, si prescinde de una cuidadosa formulación, comienza con la idea fortuita o asociación y por consiguiente carece de una base adecuada. Tiene más posibilidades de éxito si empieza sólo con el producto formulado. Cuanto menos se desarrolla y se da forma al material inicial, mayor es el peligro de que el entendimiento sea gobernado no por hechos empíricos sino por consideraciones teóricas y morales. El tipo de comprensión que nos concierne en esta fase consiste en una reconstrucción del significado que parece ser inmanente en la idea “fortuita” original.

Es evidente que semejante procedimiento sólo puede tener lugar legítimamente cuando hay suficientes motivos para ello. Igualmente, se puede dejar el control al inconsciente sólo si ya contiene la voluntad de tomar el control. Esto naturalmente sólo ocurre cuando la mente consciente se encuentra en una situación crítica. Una vez que se la ha dado forma al contenido del inconsciente y se comprende el significado de la formulación, surge la pregunta de cómo el ego se relacionará con esta posición, y cómo llegarán a entenderse el ego y el inconsciente. Esta es la segunda fase y la más importante del procedimiento, el traer y juntar los opuestos para producir un tercero: la función trascendente. En esta fase ya no es el inconsciente el que está al control, sino el ego.

No definiremos aquí el ego individual, pero lo dejaremos en su realidad banal como ese centro continuo de la consciencia cuya presencia se ha hecho sentir desde la niñez. Está enfrentado con un producto psíquico que debe su existencia principalmente a un proceso inconsciente y está por consiguiente en cierto grado opuesto al ego y sus tendencias.

Este punto de vista es esencial en el proceso de aceptación del inconsciente. La posición del ego debe mantenerse con el mismo valor que la contraposición del inconsciente, y viceversa. Esto en suma equivale a una muy necesaria advertencia: de la misma forma que la mente consciente del hombre civilizado tiene un efecto restrictivo sobre el inconsciente, el inconsciente redescubierto a menudo tiene un efecto realmente peligroso sobre el ego. De la misma forma que el ego suprimió antes el inconsciente, un inconsciente liberado puede echar a un lado al ego y abrumarlo. Hay peligro de que el ego pierda la cabeza, por decirlo de alguna manera, y no sea capaz de defenderse ante la presión de factores afectivos -una situación a menudo encontrada al comienzo de la esquizofrenia. Este peligro no existiría, o no sería tan agudo, si el proceso de tenerlo fuera con el inconsciente pudiese de alguna forma despojar a los afectos de su dinamismo. Y esto es lo que de hecho ocurre cuando la contraposición se estetiza o intelectualiza. Pero el enfrentamiento con el inconsciente debe ser multilateral, ya que la función trascendente no es un proceso parcial siguiendo un curso condicionado; es un acontecimiento total e integral en el que todos los aspectos están, o deberían estar, incluidos. El afecto, por consiguiente, debe desplegarse con toda su fuerza. La estetización e intelectualización son excelentes herramientas contra afectos peligrosos, pero sólo deberían usarse cuando hay una amenaza vital, y no con el propósito de evitar una tarea necesaria.

Gracias a la perspicacia fundamental de Freud, sabemos que los factores emocionales deben tratarse a fondo en el tratamiento de las neurosis. La personalidad en su totalidad debe tenerse seriamente en cuenta, y esto se refiere a ambas partes, tanto al paciente como al analista. Hasta qué punto el último puede esconderse tras el escudo de la teoría permanece una cuestión delicada, para ser dejada a su discreción. En cualquier caso, el tratamiento de la neurosis no es una especie de cura de aguas sino una renovación de la personalidad, trabajando en todas direcciones y penetrando en cada esfera de la vida. Conciliarse con la contraposición es una cuestión seria sobre la que a menudo depende mucho. Tomarse en serio la otra parte es un prerequisito esencial en el proceso, ya que sólo de esa manera los factores reguladores pueden ejercer influencia en nuestras acciones. Tomárselo en serio no quiere decir tomárselo literalmente, pero sí quiere decir darle crédito al inconsciente de forma que tenga oportunidad de cooperar con la consciencia en vez de perturbarla automáticamente.

Así, en el proceso de avenirse al inconsciente, no sólo se justifica el punto de vista del ego, sino que se garantiza al inconsciente la misma autoridad. El ego toma el control, pero también se debe permitir hablar al inconsciente -audiatur et altera pars.

La manera en que esto se puede hacer se ve mejor en aquellos casos en los que se oye la ‘otra’ voz más o menos distintivamente. Para estas personas es técnicamente muy sencillo escribir en papel lo que dice la ‘otra’ voz y responder a sus afirmaciones desde el punto de vista del ego. Es exactamente como si hubiese un diálogo entre dos seres humanos con los mismos derechos, cada uno de ellos da al otro crédito por un argumento válido y considera que merece la pena modificar los puntos de vista en conflicto mediante una comparación y discusión en profundidad o bien distinguiéndolos claramente el uno al otro. Como el camino para el entendimiento apenas aparece expedito, en la mayoría de los casos habrá que soportar un largo conflicto, exigiendo sacrificios por ambas partes. Semejante acercamiento podría muy bien establecerse entre paciente y analista, cayendo sobre el último el papel de abogado del diablo.

Hoy en día se puede ver con enorme claridad lo poco dispuesta que está la gente a dejar que cuenten los argumentos de los demás, a pesar de que esta capacidad es una condición fundamental e indispensable para cualquier comunidad humana. Cualquiera que se proponga conciliarse consigo mismo debe tener en cuenta este problema básico. Ya que, mientras no admita la validez de la otra persona, negará el derecho del ‘otro’ en su interior a existir, y viceversa. La capacidad del diálogo interno es una piedra de toque para la objetividad externa.

Simple como pueda ser el proceso de aceptación en el caso del diálogo interno, es indudablemente más complicado en otros casos en los que sólo hay productos visuales, productos que hablan un lenguaje suficientemente elocuente para aquel que lo entiende, pero que suena como un lenguaje de sordos para quien no. Enfrentado con semejantes productos, el ego debe tomar la iniciativa y preguntarse ¿cómo me afecta este signo? Esta pregunta fáustica puede traer una respuesta esclarecedora. Cuanto más directa y natural sea la respuesta, más valiosa será, ya que la naturalidad y el ser directo garantiza una reacción más o menos total. No es absolutamente necesario que el proceso de confrontación mismo se haga consciente en todo detalle. Muy a menudo una reacción total no tiene a su disposición esas presunciones teóricas, puntos de vista y conceptos que harían posible una comprensión clara. En estos casos uno debe estar contento con los silenciosos pero sugestivos sentimientos que aparecen en su camino y que son más valiosos que cualquier charla inteligente.

El lanzamiento aquí y allá de argumentos y afectos representa la función trascendente de opuestos. El enfrentamiento entre las dos posiciones genera una tensión cargada de energía y crea una tercera cosa viva- no un lógico nacimiento muerto en acuerdo con el principio tertium non datur sino un movimiento fuera de la suspensión entre opuestos, un nacimiento vivo que conduce a un nuevo nivel del ser, una nueva situación. La función trascendente se manifiesta como una cualidad de opuestos unidos. Mientras se mantienen apartados -naturalmente con el propósito de evitar conflictos- no funcionan y permanecen inertes.

Sea como sea la forma en que los opuestos aparecen en el individuo, en el fondo siempre hay una consciencia perdida y obstinadamente atascada en la parcialidad, enfrentada con la idea instintiva de poseer integridad y libertad. Esto presenta una imagen del hombre antropoide y arcaico con, por un lado, su mundo de instintos supuestamente desinhibido y, por el otro, su mundo de ideas espirituales a menudo malentendidas, quien, compensando y corrigiendo nuestra parcialidad, emerge de la oscuridad y nos muestra cómo y dónde nos hemos desviado del patrón básico y mutilado psíquicamente.

Debo contentarme aquí con una descripción de las formas y posibilidades externas de la función trascendente. Otra tarea de mayor importancia sería la descripción de sus contenidos. Hay ya una gran cantidad de material sobre esto, pero no se han superado todavía todas las dificultades en cuanto a la exposición. Todavía son necesarios una serie de estudios preparatorios antes de establecer el fundamento conceptual que nos permita dar una explicación clara e inteligible de los contenidos de la función trascendente. Desafortunadamente he tenido la experiencia de que el público científico no se encuentra en todas partes en la posición de seguir un argumento puramente psicológico, ya que o se lo toman demasiado personalmente o están acosados por prejuicios intelectuales o filosóficos. Esto hace que cualquier apreciación significativa de los factores psicológicos sea bastante imposible. Si la gente se lo toma personalmente su juicio es siempre subjetivo, y declaran que es imposible todo aquello que no es aplicable en su caso o que prefieren no saber. Son bastante incapaces de darse cuenta que lo que es válido para ellos puede no ser válido para otra persona con una psicología diferente. Todavía estamos muy lejos de poseer un esquema general de explicación que sea válido para todos los casos.

Uno de los grandes obstáculos para una comprensión psicológica es el inquisitivo deseo de saber si el factor psicológico aducido es ‘verdadero’ o ‘correcto’. Si la descripción del mismo no es errónea o falsa, entonces el factor es válido en sí mismo y demuestra su validez por su misma existencia. Uno, de la misma forma, podría preguntarse si el ornitorrinco es una invención ‘verdadera’ o ‘correcta’ del Creador. Igualmente pueril es el prejuicio en contra del papel que las suposiciones mitológicas juegan en la vida de la psique. Como no son ‘verdaderas’, se argumenta, no tienen lugar en una explicación científica. Pero los mitologemas existen, incluso cuando sus afirmaciones no coinciden con nuestra inconmensurable idea de ‘verdad’.

Como el proceso de aceptar la contraposición tiene un carácter total, nada es excluido. Todo toma parte en la discusión, incluso si sólo se hacen conscientes algunos fragmentos. La consciencia está continuamente ampliándose mediante la confrontación de contenidos previamente inconscientes, o -para ser más exactos- podría ampliarse si nos molestásemos en integrarlos. Ese, naturalmente, no es siempre el caso. Incluso cuando hay suficiente inteligencia para comprender el procedimiento, hay todavía una falta de coraje y auto-confianza, o uno es demasiado vago, mental y moralmente, o demasiado cobarde, para hacer un esfuerzo. Pero donde existen las premisas necesarias, la función trascendente no sólo constituye una valiosa adición al tratamiento psicoterapéutico, sino que da al paciente la inestimable ventaja de asistir al analista con sus propios recursos y de romper una dependencia que ha menudo se siente como humillante. Es un camino para obtener liberación con el propio esfuerzo y para encontrar el coraje para ser uno mismo.

(1) Psicología: emoción asociada con una idea o grupo de ideas.

(2) Tabla con forma de corazón sobre ruedas y con un lápiz pegado que escribe mensajes bajo la supuesta influencia del espíritu.

La plaga humana

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos.

La llamada revolución del Neolítico significó el comienzo de la producción controlada de los alimentos de origen animal (domesticación) y vegetal (agricultura). Fue un paso muy importante y decisivo para el futuro de la humanidad. La mayor capacidad para obtener alimento permitió el crecimiento demográfico de las poblaciones, que dejaron atrás la caza y la recolección de productos silvestres. Las innovaciones tecnológicas se socializaron con gran rapidez gracias a la continuidad entre los individuos de grupos humanos numerosos y, muy pronto, abandonamos la prehistoria para entrar en el mundo moderno de las civilizaciones.

Durante el Pleistoceno las diferentes especies de Homo convivieron en armonía ecológica con las demás especies de su ecosistema. Pero la llegada del Neolítico modificó los parámetros demográficos que regulaban el equilibrio de las poblaciones. Aún así, los problemas obstétricos, las enfermedades y las duras condiciones de vida mantuvieron durante siglos la población humana en números razonables. Pero los avances científicos del siglo XX han permitido un crecimiento exponencial de la población del planeta hasta unos límites que encajan perfectamente en el concepto de plaga.

En determinadas condiciones ecológicas, ciertas especies experimentan un crecimiento demográfico exponencial incontrolado. Obviamente, los individuos de estas plagas deben obtener alimento para sobrevivir, y en muy poco tiempo acaban con sus fuentes de energía. La población se reduce hasta lograr de nuevo el equilibrio. Lo queramos o no, éste es nuestro modelo actual. Que nadie se rasgue las vestiduras. La avidez de los intereses económicos es un claro síntoma de nuestra incapacidad para regular los excesos en el consumo de las fuentes que sostienen el modelo desarrollado.

Claro que no somos insectos o algas marinas, sino una especie de primate muy inteligente con gran capacidad de respuesta. Pero el planeta tiene sus límites y nuestro modelo actual se agota con gran rapidez. El crecimiento demográfico no podrá proseguir de manera indefinida. En mi opinión, los síntomas actuales no representan una crisis pasajera a nivel global que remontaremos en pocos meses, sino el comienzo de un cambio de modelo que se producirá en el siglo XXI. La complejidad de este cambio requiere un análisis profundo, pero los parámetros fundamentales son su duración y su coste. La ciencia y la tecnología tienen que dar una respuesta muy rápida para que los efectos del cambio no sean perjudiciales o letales para una parte importante de la población. Nos encontramos en una encrucijada muy difícil que los políticos serán incapaces de gestionar sin la estrecha colaboración con la ciencia.

Para acabar con la crítica freudiana

Para acabar con la crítica freudiana
Las listas de Metterling
Por fin, Venal & Sons acaba de publicar el primer volumen tan largamente esperado de las listas de ropa de Metterling (Las listas completas de ropa de Hans Metterling, vol. I: 437 págs., con una introducción de XXXII págs.; índice; $ 18,75), con un comentario erudito del conocido estudioso de Metterling, Gunther Eisenbud. La decisión de publicar esta obra por separado, antes de que se termine la inmensa oeuvre en cuatro volúmenes, es satisfactoria e inteligente ya que este libro contumaz y espumeante dejará de inmediato sin efecto los desagradables rumores según los cuales Venal & Sons, después de haber cosechado sustanciosas ganancias con las novelas, obras de teatro, cuadernos de anotaciones, diarios y cartas de Metterling, sólo procuraba seguir embolsando copiosos beneficios con el mismo material. ¡Cuán errados han estado los propagadores de esos rumores! Por cierto, la mismísima primera lista de ropa de Metterling
LISTA Nº 1
6 pares de calzoncillos
4 camisetas
6 pares de calcetines azules
4 camisas azules
2 camisas blancas
6 pañuelos
Sin almidón
es la perfecta y casi sublime introducción a este genio problemático, conocido por sus contemporáneos como el «Raro de Praga». Esta primera lista fue garrapateada mientras Metterling escribía Confesiones de un queso monstruoso, obra de sorprendente importancia filosófica en la que probó no sólo que Kant estaba equivocado acerca del universo, sino que tampoco había cobrado nunca un cheque. La repugnancia que sentía Metterling por el almidón es típica de la época, y cuando este paquete de ropa le fue devuelto demasiado rígido, Metterling se puso de mal humor y sufrió un ataque de depresión. Su ama de llaves, Frau Weiser, comunicó a unos amigos que «hace días que Herr Metterling está encerrado en su habitación llorando porque le han almidonado los calzoncillos». Breuer señaló ya en varias ocasiones la relación entre los calzoncillos almidonados y la sensación permanente que tenía Metterling de que hablaban de él hombres con carrillos (Metterling: Psicosis paranoica-depresiva y las primas listas, Zeiss Press). Este tema de la incapacidad para seguir instrucciones aparece en la única obra teatral de Metterling, Asma, cuando Needleman lleva por equivocación al Valhalla la pelota de tenis maldita. El evidente enigma de la segunda lista
LISTA Nº 2
7 pares de calzoncillos
5 camisetas
7 pares de calcetines negros
6 camisas azules
6 pañuelos
Sin almidón
radica en los siete pares de calcetines negros, pues hace ya mucho tiempo que es vox populi que Metterling era sumamente proclive al azul. Sin duda, durante años, la mera mención de cualquier otro color le ponía hecho una furia y en cierta ocasión dio un empujón a Rilke y le hizo caer sobre un montón de miel porque el poeta dijo que prefería las mujeres de ojos castaños. Según Anna Freud («Los calcetines de Metterling como expresión de la madre fálica», Journal of Psychoanalysis, nov. 1935), este cambio súbito a ropajes más sombríos está relacionado con la infelicidad que le produjo el «Incidente de Bayreuth». Allí fue donde, durante el primer acto de Tristán, no pudo contener un estornudo e hizo volar el peluquín de uno de los más ricos patrocinadores del teatro. El público se convulsionó, pero Wagner salió en su defensa con el ahora ya clásico comentario: «Todo el mundo estornuda». Para colmo, Cosima Wagner estalló en sollozos y acusó a Metterling de sabotear la obra de su marido.
Ya nadie duda de que Metterling se sentía atraído por Cosima Wagner; sabemos que una vez la cogió de la mano en Leipzig y cuatro años más tarde, una vez más, en el valle del Rhur. En Danzig, se refirió tangencialmente a la tibia de Cosima durante el transcurso de una tormenta y ella decidió que era mejor no volver a verlo nunca más. De regreso a su casa en estado de agotamiento, Metterling escribió Pensamiento de un pollo y dedicó el manuscrito original a los Wagner. Cuando éstos lo utilizaron para calzar la mesa de la cocina, que tenía una pata más corta, Metterling se enfadó y se cambió a calcetines oscuros. Su ama de llaves le rogó que conservara su azul tan amado o que, por lo menos, hiciera un intento con el marrón, pero Metterling la maldijo exclamando: «¡Perra, ¿y por qué no escoceses, eh?!».
En la tercera lista
LISTA Nº 3
6 pañuelos
5 camisetas
8 pares de calcetines
3 sábanas
2 fundas de almohada
se menciona por primera vez la ropa de cama: Metterling sentía pasión por la ropa de cama, en especial por las fundas que él y su hermana, cuando eran niños, se ponían sobre la cabeza cuando jugaban a los fantasmas, hasta que un día él se cayó de bruces en una cantera de piedra. A Metterling le gustaba dormir con ropa de cama limpia y lo mismo le sucede a sus personajes de ficción. Horst Wasserman, el herrero impotente de Filete de arenque, comete un asesinato por un cambio de sábanas, y Jenny, en El dedo del pastor, está dispuesta a acostarse con Klinesman (a quien odia por haber frotado a su madre con mantequilla) «si esto significa dormir entre sábanas suaves». Es una tragedia el que la lavandería jamás dejara la ropa de cama a satisfacción de Metterling, pero afirmar, como lo ha hecho Pflatz, que su consternación al respecto no le permitió terminar Adonde vas, cretino, es absurdo. Metterling se permitía el lujo de enviar a lavar sus sábanas, pero no sentía dependencia por eso.
Lo que impidió a Metterling terminar el libro de poemas tanto tiempo proyectado, fue un romance abortado que figura en la «Famosa Cuarta Lista»:
LISTA Nº 4
7 pares de calzoncillos
6 pañuelos
6 camisetas
7 pares de calcetines negros
Sin almidón
Servicio especial en veinticuatro horas
En 1884, Metterling conoció a Lou Andreas-Salomé y de pronto nos enteramos de que a partir de entonces exigió que se le lavara la ropa todos los días. En realidad, los presentó Nietzsche quien dijo a Lou que Metterling podía ser un genio o un idiota y que intentara averiguarlo. En aquellos tiempos, el servicio especial en veinticuatro horas se estaba volviendo bastante popular en el Continente, sobre todo entre los intelectuales, y la innovación fue bien recibida por Metterling. Al menos era rápido, y Metterling adoraba la rapidez. Siempre se presentaba a las citas temprano —a veces varios días antes y entonces tenían que acomodarlo en el cuarto de huéspedes. A Lou también le encantaba el envío diario de ropa limpia de la lavandería. Se ponía tan contenta como una niña; a menudo llevaba a pasear a Metterling por el bosque y allí abría el último envío del escritor. A ella le encantaban sus camisetas y sus pañuelos, pero más que nada adoraba sus calzoncillos. Escribió a Nietzsche que los calzoncillos de Metterling eran lo más sublime que había encontrado en su vida, incluyendo Así habló Zaratustra. Nietzsche se portó como un caballero al respecto, pero siempre sintió celos de los calzoncillos de Metterling y le contó a sus íntimos que le parecían «hegelianos en extremo». Lou Salomé y Metterling se separaron después del Gran Desastre de la Melaza de 1886 y, si bien Metterling perdonó a Lou, ésta siempre dijo de él que «su mente tenía sombras de frenopático».
La quinta lista
LISTA N° 5
6 camisetas
6 calzoncillos
6 pañuelos
confundió siempre a los estudiosos, principalmente por la total ausencia de calcetines. (Por cierto, Thomas Mann, años más tarde, se interesó tanto por el problema que escribió toda una obra de teatro sobre el tema: Las calcetas de Moisés que, en un descuido, se le cayó en un albañal.) ¿Por qué este gigante de la literatura sacó súbitamente los calcetines de su lista semanal? No fue, como afirman algunos estudiosos, una señal de su creciente locura, aun cuando Metterling por aquel entonces había adoptado ciertas extrañas características en su conducta. Por ejemplo, creía que lo seguían o que él seguía a otra persona. Contó a unos amigos íntimos algo acerca de una conspiración gubernamental para robarle el mentón; y, en cierta ocasión, durante unas vacaciones en Jena, no pudo decir otra cosa que la palabra «berenjena» durante cuatro días seguidos. Sin embargo, estos ataques fueron temporales y no explican la desaparición de los calcetines. Tampoco lo hace su emulación de Kafka quien, durante un breve período de su vida, dejó de llevar calcetines debido a un sentimiento de culpa. Pero Eisenbud nos asegura que Metterling siguió llevando calcetines. ¡Simplemente dejó de enviarlos a la tintorería! ¿Y por qué? Porque en esa época de su vida, consiguió una nueva ama de llaves, Frau Milner, quien consintió en lavarle los calcetines a mano (gesto que emocionó tanto a Metterling que legó a esa mujer toda su fortuna, que consistía en un sombrero negro y un poco de tabaco). Asimismo, ella aparece en el personaje Hilda en su alegoría cómica, El icor de Mamá Brandt.
Es obvio que la personalidad de Metterling empezó a fragmentarse en 1894, según podemos deducir en parte de la sexta lista:
LISTA Nº 6
25 pañuelos
1 camiseta
5 calzoncillos
1 calcetín.
Ya no resulta sorprendente que, en aquel período, iniciara un análisis con Freud. Lo había conocido años antes en Viena cuando los dos acudieron a la representación de Edipo, ocasión en la que Freud tuvo que ser sacado del teatro presa de un ataque de sudor frío. Las sesiones fueron tormentosas y, si damos crédito a las anotaciones de Freud, el comportamiento de Metterling fue hostil. En cierto momento, amenazó con almidonar la barba de Freud y con frecuencia decía que éste le recordaba a su tintorero. Poco a poco, las extrañas relaciones de Metterling con su padre salieron a la palestra. (Los estudiantes de nuestro autor ya se han familiarizado con el padre de Metterling, un pequeño funcionario que a menudo ridiculizaba a Metterling comparándole con una salchicha.) Freud escribe acerca de un sueño clave que le describió Metterling:
Estoy en una cena con unos amigos cuando de pronto entra un hombre con un bol de sopa en una trailla. Acusa a mi ropa interior de traición y, cuando una dama me defiende, a ésta se le cae la cabeza. Lo encuentro divertido en el sueño y me río. Pronto todo el mundo se ríe salvo mi tintorero, que parece serio y se queda sentado poniéndose gachas en los oídos. Entra mi padre, recoge la frente de la dama y sale corriendo con ella. Corre hasta la plaza pública gritando: «¡Al fin! ¡Al fin! ¡Una frente propia! Ahora no tendré que depender de ese idiota de mi hijo». Esto me deprime en el sueño y siento la urgente necesidad de besar la ropa del burgomaestre. En este momento, el paciente se pone a llorar y se olvida del resto del sueño.
Con los conocimientos adquiridos gracias a este sueño, Freud pudo ayudar a Metterling, y los dos se hicieron bastante amigos por fuera del psicoanálisis, aunque Freud jamás permitió que Metterling se pusiera a sus espaldas.
En el volumen II, se anuncia que Eisenbud se hará cargo de las Listas 7-25 que incluyen los años de la «tintorería particular» de Metterling y el patético malentendido con los chinos de la esquina.

Siete formas de ser como el tío Lolo, que se hacía tonto solo

Siete formas de ser como el tío Lolo, que se hacía tonto solo

Primero: tratar de trasladar el peso de la prueba a los escépticos. Esto es falaz, porque quien presenta una hipótesis es quien debe demostrarla, no al revés. Si alguien dice que Fulanito Descerebradito puede hacer algo maravilloso (doblar metales con la mente, predecir el futuro, conversar con extraterrestres, teletransportarse) debe demostrarlo satisfactoriamente. El que afirma, debe probar, el que afirma cosas maravillosas (fantasmas, extraterrestres, visión del futuro) debe dar pruebas igualmente maravillosas, no fotos y grabaciones dudosas, relatos lisérgicos y “predicciones” simplotas que cualquiera puede hacer.

Segundo: acudir a que los fenómenos “no los pueden reproducir los escépticos”. Este argumento es especialmente bobo. Yo no sé cómo hace el mago Yunke su ilusión de cortarle la cabeza a la nena que lo ayuda, pero no porque yo no pueda reproducirlo voy a creer que “hace magia de verdad”.

Tercero: saltarse a la torera la demostración de los hechos para tratar de discutir su “explicación” de manera delirante. Basta echar un ojo a cualquier manual de los especialistas en dar gato por liebre para encontrar docenas de explicaciones de cada taradez suya, haciendo que el lector (víctima) olvide que nadie ha podido demostrar la existencia del fenómeno en cuestión. Es como debatir el tipo sanguíneo de las hadas o el nombre del sastre de Astérix.

Cuarto: hacer el blanco móvil. Si alguien ofrece un misterio y se pone en duda, se apresura a ofrecer otro y otro, y otro, complicando el escenario para que nadie se dé cuenta de que todavía sigue sin demostrarse que el primer “misterio” no fuera un embuste. Así, un sacaplata superprofesional como el supuesto “contactado” Billy Meier empezó diciendo que tomaba fotos de platos volantes (se encontraron los modelos en su garaje), luego de extraterrestres (lástima que una “extraterrestre” fotografiada era una cantante conocida, por mucho que la desafocó), luego los filmaba (colgados de un palito), luego resultó que además viajaba en los platillos volantes y, lo último, ahora viaja en el tiempo (como prueba ofrece una foto de San Francisco después de un ataque nuclear, lástima que es la foto de un dibujo de un artista para ilustrar un artículo sobre el tema en la revista Geo años antes de la “foto” de Meier). Y entonces, en vez de centrarnos en que sus fotos no son pruebas de nada, se nos cuenta algo tan oriental como que le ha tomado una foto a Cristo cuando viajó en el tiempo.

Quinto: diversificarse (variación del 4). Habiendo dinero y “prestigio” (por fraudulento que fuere) en tantas áreas, los charlatanes surgen de una especialidad y al cabo de pocos años están metidos en muchas de las demás formas de desplumamiento de incautos. Con esto, además, pueden mover el blanco con más eficacia, por ejemplo, al ser cuestionados sobre sus fantasmas salir con un rollete sobre ovnis que hace todo diálogo imposible.

Sexto: desprestigiar al crítico. Quienes han tenido la mínima formación en lógica saben que ésta es una falacia de argumentación llamada argumento ad hominem, y que demuestra una mente poco ducha en la discusión racional (descubrimiento asombroso).

Séptimo: el insulto, la ofensa y acusaciones más o menos veladas. Cuando pierden los estribos y asumen su personalidad real (la de fanáticos babeantes, acefálicos y desprovistos de toda ética) resultan sumamente divertidos. Quedan totalmente desnudos en su ruin bajeza, la que antes de ese momento ocultaban bajo un manto de “espiritualidad”, “iluminación”, “sabiduría ancestral (o extraterrestre, o astral)” , “desarrollo mental”, “relación con energías preternaturales maravillosas” y demás inventos engañabobos. (Por cierto, es cuando llegan a esto cuando los irracionales vendedores de abono disfrazado de alimento kármico acaban ante un juez explicando sus acciones y afirmaciones difamatorias.)

COMO EL HOMBRE PIENSA – AS A MAN THINKETH

COMO EL HOMBRE PIENSA – AS A MAN THINKETH

por: JAMES ALLEN
Este libro fue escrito en 1904

ÍNDICE

1. PENSAMIENTO Y CARÁCTER
2. EFECTO DEL PENSAMIENTO EN LAS CIRCUNSTANCIAS
3. EFECTO DEL PENSAMIENTO EN LA SALUD DEL CUERPO
4. PENSAMIENTOS Y PROPÓSITO
5. EL FACTOR PENSAMIENTO EN EL ÉXITO
6. VISIÓN E IDEALES
7. SERENIDAD

PREFACIO

Este pequeño volumen (resultado de la meditación y la experiencia) no intenta ser un tratado exhaustivo acerca del poder del pensamiento, de lo que ya mucho se ha escrito. Es más bien sugestivo antes que explicativo, su objetivo es estimular a hombres y mujeres al descubrimiento y la comprensión de la siguiente verdad :

Ellos son forjadores de sí mismos.

en virtud de los pensamientos que escogen y estimulan; que la mente es la fábrica maestra que teje las ropas que visten tanto en lo profundo del carácter como en lo externo de las circunstancias, y que si hasta ahora han tejido ignorancia y sufrimiento pueden tejer iluminación y felicidad.
James Allen

1
PENSAMIENTO Y CARÁCTER

El Aforismo, “Como un hombre piensa en su corazón, así es él,” no sólo abarca su ser, sino que llega a comprender cada condición y circunstancia de su vida. Un hombre es literalmente lo que piensa, siendo su carácter la suma de todos sus pensamientos.
Así como una planta brota de su semilla, y no podría ser de otra manera, así cada acción de un hombre brota de las semillas invisibles del pensamiento, y no podrían existir sin ellas. Lo anterior es aplicable por igual a aquellos actos considerados “espontáneos” y “no premeditados” como a aquellos que son deliberadamente ejecutados.
Las acciones son brotes del pensamiento, y la dicha y el sufrimiento son sus frutos; De este modo el hombre cosecha los frutos dulces y amargos que él mismo siembra.

Los pensamientos en la mente nos hacen lo que somos
Nos forjan y modelan. Si albergas en tu mente
pensamientos inferiores, el dolor te seguirá como
sigue el arado al buey . . . Si en cambio
tus pensamientos son elevados, te seguirá la dicha
como tu propia sombra, es un hecho.

El desarrollo del hombre está gobernado por leyes, no por artificios, y la ley de causa y efecto es tan absoluta e inevitable en el reino oculto de los pensamientos como lo es en el mundo de los objetos visibles y materiales. Un carácter admirable no es asunto de azar o de favor, sino el resultado natural de un constante esfuerzo en albergar los pensamientos correctos, el efecto de una muy larga y apreciada asociación con pensamientos admirables. Un carácter innoble y bestial, por el mismo proceso, es el resultado de pensamientos viles albergados continuamente.
Él es hecho o deshecho por sí mismo; en la armonía del pensamientos forja las armas con las que se destruye; también elabora las herramientas con las que construye para sí mansiones celestiales de felicidad fortaleza y paz. Con la elección y aplicación de los pensamientos correctos el hombre asciende a la perfección divina; Con la aplicación y el abuso de los pensamientos incorrectos, desciende bajo el nivel de las bestias. Entre estos dos extremos están todas las categorías del carácter, y el hombre es su maestro y hacedor.
De todas las maravillosas verdades del alma que han sido recuperadas y redescubiertas en esta era, ninguna más grandiosa y fecunda de divina promesa y esperanza que esta – el hombre es el amo del pensamiento, forjador del carácter, creador y modelador de condiciones, entorno y destino.
Como un ser de Poder, Inteligencia y Amor, y señor de sus propios pensamientos, el hombre posee la llave de cada situación, y lleva consigo la agencia de transformación y regeneración por la cual hace de sí mismo lo que quiere.
El hombre es siempre el amo y señor, aún en su estado de mayor debilidad y abandono; pero en su debilidad y degradación es el amo necio que gobierna mal sus asuntos. Cuando empieza a reflexionar acerca de su condición, y a buscar diligentemente la Ley que lo llevó a ese estado, se transforma en el amo sabio, canalizando inteligentemente su energía, y elaborando pensamientos fructíferos. Ese es el amo sabio, y el hombre sólo puede llegar a serlo descubriendo dentro de sí mismo las leyes del pensamiento; descubrimiento que es resultado de aplicación, auto-análisis, y experiencia.
Solamente después de mucho buscar y excavar el oro y los diamantes son obtenidos, y el hombre puede encontrar cada verdad asociada con su ser si cava con determinación en lo profundo de su alma; y probará inequívocamente que es forjador de su carácter, modelador de su vida, y constructor de su destino, si vigila, controla, y altera sus pensamientos, siguiendo el rastro de sus efectos en sí mismo, en otros, en su vida y circunstancias, enlazando causa y efecto con práctica e investigación pacientes, y utilizando cada experiencia, aún la más trivial, cada hecho cotidiano, como medios para obtener el conocimiento de sí mismo que es Entendimiento, Sabiduría, Poder. En ese sentido, como en ningún otro, está la ley absoluta “Aquel que busque encontrará; a aquel que toque la puerta ésta se le abrirá”; sólo con paciencia, práctica, e impertinencia incesante puede un hombre entrar por la Puerta del Templo del Conocimiento.

2
EFECTO DEL PENSAMIENTO EN LAS CIRCUNSTANCIAS

La mente de un hombre se compara a un jardín, que puede ser inteligentemente cultivado o ser abandonado y llenarse de hierbas; pero sea cultivado o descuidado, está destinado a producir. Si no se siembran semillas útiles, entonces semillas de hierba mala caerán, crecerán en abundancia y se reproducirán.
Al igual que un jardinero cultiva su parcela, manteniéndola libre de mala hierba, cultivando las flores y frutos que requiere, así debe también el hombre atender el jardín de su mente limpiándola de pensamientos dañinos, inútiles e impuros, y cultivando hasta la perfección las flores y frutos de pensamientos correctos, útiles y puros. Sólo siguiendo este proceso el hombre tarde o temprano descubre que él es el jardinero maestro de su espíritu, director de su vida. También descubre en sí mismo, las leyes del pensamiento, y entiende, cada vez con mayor precisión, cómo la fuerza del pensamiento y los elementos de la mente operan en la formación de su carácter, sus circunstancias y su destino.
El pensamiento y el carácter son uno solo, y mientras el carácter sólo se manifiesta y descubre a través de las circunstancias, el entorno de la vida de una persona siempre estará en armonía con su estado interior. Esto no significa que las circunstancias de una persona en un momento dado son un indicador de todo su carácter, sino que aquellas circunstancias están íntimamente conectadas con algún elemento vital de pensamiento en su interior que, en ese momento, es indispensable para su desarrollo.
Cada hombre está donde está por la ley de su propio ser. Los pensamientos que ha construido en su carácter lo han llevado allí, y en la disposición de su vida no hay elemento de azar, sino el resultado de una ley que no puede fallar. Esto es cierto tanto para aquellos que se sienten descontentos con su entorno como para aquellos que están satisfechos con él.
Como ser de evolución y progreso, el hombre está en un punto en el que debe aprender que ha de crecer; y mientras aprende la lección espiritual que cada circunstancia le ofrece, ésta termina y da lugar a otras circunstancias.
El hombre es abofeteado por las circunstancias mientras se piense a sí mismo como un ser creado por las condiciones exteriores, pero cuando se da cuenta de que es un poder creativo, y que puede manejar las tierras y semillas de su ser de las que las circunstancias nacen, se convierte en el dueño y señor de sí mismo.
El hombre que por algún tiempo ha practicado el autocontrol y la auto purificación sabe que las circunstancias nacen de los pensamientos, porque ha notado que las alteración de sus circunstancias ha estado en exacta relación con la alteración de su estado mental. De este modo, es verdad que cuando un hombre tenazmente se dedica a subsanar los defectos de su carácter, y realiza un progreso rápido y marcado pasa rápidamente por una sucesión de cambios repentinos.
El alma atrae aquello que secretamente alberga; aquello que ama, y también aquello que teme; alcanza la cúspide de sus más preciadas aspiraciones, cae al nivel de sus más impuros deseos; y las circunstancias son los medios por los que el alma recibe lo que es suyo.
Cada semilla de pensamiento sembrado dejado caer en la mente, y que hecha raíces, se reproduce a sí misma, floreciendo tarde o temprano en acciones, produciendo sus propios frutos de oportunidad y circunstancias. Buenos pensamientos producen buenos frutos, malos pensamientos malos frutos.
El entorno de las circunstancias toma forma en el mundo interno de los pensamientos, y todas las condiciones externas, agradables y desagradables, son factores que finalmente existen para el bien del individuo, el hombre aprende tanto sufriendo como disfrutando.
Siguiendo los más íntimos deseos, aspiraciones, pensamientos, por los cuales se deja dominar (persiguiendo visiones engañosas de impura imaginación, o caminando con pie firme el camino de elevadas aspiraciones), el hombre finalmente recibe por completo los frutos de estos en el entorno de su vida.
Las leyes del crecimiento y adaptación se cumplen en todo lugar.
Un hombre no llega a un asilo de ancianos o la cárcel por la tiranía del destino o las circunstancias, sino por el camino de pensamientos serviles y bajos deseos. No cae un hombre de pensamientos puros de repente en el crimen por estrés o por fuerzas meramente externas; pensamientos criminales han sido secretamente albergados en el corazón, y la hora de la oportunidad revela su poder acumulado.
Las circunstancias no hacen al hombre; lo revelan a sí mismo. No puede existir condición tal como descender en el vicio mientras la persona sufre por sus inclinaciones viciosas; o ascender en la virtud y su felicidad pura sin el cultivo continuado de aspiraciones virtuosas; el hombre, por lo tanto, como amo y señor del pensamiento, es el hacedor de sí mismo, el formador y autor de su entorno. Aún en el nacimiento el alma se revela, y en cada paso de su peregrinación atrae aquella combinación de condiciones que la revelan, que son el reflejo de su propia pureza o impureza, su fortaleza y debilidad.
Los hombres no atraen aquello que quieren, sino aquello que son. Sus antojos, caprichos, y ambiciones se frustran a cada paso, pero sus más íntimos pensamientos y deseos se alimentan de sí mismos, sean estos sucios o limpios. La “divinidad que nos da forma” está dentro de nosotros mismos; somos Nosotros Mismos. El hombre está maniatado sólo por sí mismo. El pensamiento y la acción son los carceleros del destino – ellos nos apresan, si son bajos; ellos son también ángeles de Libertad – nos liberan, si son nobles.
No consigue el hombre aquello que desea y por lo que ora, sino aquello que con justicia se gana. Sus deseos y plegarias sólo son gratificadas y atendidas cuando armonizan con sus pensamientos y acciones.
A la luz de esta verdad, ¿cuál es entonces el sentido de “Luchar contra las circunstancias?” Significa que el hombre está continuamente revelándose contera el efecto exterior, mientras todo el tiempo está nutriendo y preservando la causa en su corazón.
Esta causa puede tomar la forma de un vicio consciente o de una debilidad inconsciente; pero cualquiera sea, tercamente retarda los esfuerzos de su poseedor, que de ese modo clama por una cura.
El hombre está ansioso de mejorar sus circunstancias, pero no está tan deseoso de mejorarse a sí mismo; por eso permanece atado. El hombre que no se encoge ante su propia crucifixión nunca fallará en alcanzar el objetivo que se traza en su corazón, esto es tan cierto en las cosas terrenales como divinas. Aún el hombre cuyo único objetivo es alcanzar prosperidad debe estar preparado para realizar grandes sacrificios personales antes que pueda lograr su objetivo; ¿y cuánto más preparado aquel que quiera lograr una vida próspera y equilibrada?.
Este es un hombre miserable y pobre. Está extremamente ansioso deseando que el confort de su entorno y su hogar mejoren, aun así todo el tiempo es mezquino en su trabajo, y se considera justificado al tratar de engañar a su empleador basado en lo miserable de su sueldo. Tal hombre no entiende los simples rudimentos de los principios que son la base de la prosperidad, y no sólo está incapacitado para alzarse sobre su miseria, sino que atrae aún mayores miserias al albergar y actuar siguiendo sus pensamientos indolentes, falsos y cobardes.
Este es un hombre rico que es víctima de una penosa y persistente enfermedad resultado de la glotonería. Está dispuesto a gastar enormes sumas de dinero para curarse, pero no está dispuesto a sacrificar su glotonería. Quiere satisfacer su gusto con comidas poco saludables y gozar a la vez de buena salud. Tal hombre es totalmente incapaz de gozar de buena salud, porque no ha aprendido los principios básicos de una vida saludable.
Este es un empleador que adopta medidas deshonestas para evitar el pago de sueldos reglamentarios, y, en el afán de mejorar sus ingresos, reduce los sueldos de los empleados. Tal hombre no está preparado para la prosperidad, y cuando sus finanzas y su prestigio se encuentren en bancarrota, el culpará a las circunstancias, sin siquiera saber que es él mismo el autor de su condición.
He presentado estos tres casos solamente para ilustrar la verdad de que el hombre es la causa (aunque casi siempre sin ser consciente) de sus circunstancias, y que, mientras aspira un buen fin, continuamente frustra su cometido al estimular pensamientos y deseos que no armonizan con ese fin. Tales casos pueden modificarse y multiplicarse casi indefinidamente, pero no es necesario, porque el lector podrá, si así lo resuelve, rastrear el efecto de las leyes del pensamiento en su propia mente y en su propia vida, y hasta que lo logre, meros hechos externos no servirán como base de su razonamiento.
Las circunstancias, sin embargo, son tan complicadas, el pensamiento está tan profundamente enraizado, y las condiciones de felicidad varían tanto entre individuos, que la condición del alma del hombre en su totalidad (aunque él la conozca) no puede juzgarse de otro modo que no sea por el aspecto externo de su vida.
Un hombre puede ser honesto en cierta dirección, y aún así sufrir de privaciones; un hombre puede ser deshonesto en cierta dirección, y aún así adquirir riquezas; pero la conclusión usual de que el primero falla debido a su particular honestidad, y que el segundo es próspero gracias a su particular deshonestidad, es resultado de un juicio superficial, que asume que el deshonesto es corrupto casi por completo, y el honesto es casi enteramente virtuoso. A la luz de un profundo conocimiento y mayor experiencia, tal juicio se encontrará erróneo. El deshonesto ha de tener algunas virtudes admirables que el otro no posee; y el honesto vicios dañinos que están ausentes en el otro. El hombre honesto cosecha los buenos resultados de sus pensamientos y actos honestos; también atrae el sufrimiento que su vicio produce; El deshonesto del mismo modo cosecha sus propios sufrimientos y dichas.
La vanidad humana se complace al creer que uno sufre por causa de su virtud; pero hasta que el hombre haya extirpado cada pensamiento malsano, amargo e impuro de su mente, y limpiado cada mancha pecaminosa de su alma, no estará en posición de saber y decir que sus sufrimientos son resultado de su buenas, y no de sus malas cualidades; y en el camino de la perfección, habrá encontrado funcionando en su mente y en su vida, la Gran Ley que es absolutamente justa, y que no da bien por mal, ni mal por bien. En posesión de tal conocimiento, entenderá, mirando atrás en su pasada ignorancia y ceguera, que su vida se desarrolla, y siempre se desarrolló, con justicia, y que todas sus experiencias pasadas, buenas y malas fueron fruto imparcial de su propio ser en proceso de evolución.
Buenos pensamientos y acciones jamás pueden producir malos resultados; malos pensamientos y acciones no pueden jamás producir buenos resultados. Esto no es otra cosa que afirmar que no puede cosecharse más que trigo del trigo, u ortiga de la ortiga. El hombre entiende esto en el mundo natural, y trabaja con ese conocimiento; pero pocos lo entienden en el mundo moral y mental (aunque esta operación es tan simple y directa), y por lo mismo no cooperan con esa ley.
El sufrimiento es siempre el efecto de los pensamientos equivocados en alguna dirección. Es indicador de que el individuo está fuera de armonía consigo mismo, con la ley de su ser. El único y supremo uso del sufrimiento es la purificación, quemar todo aquello que es inútil e impuro. El sufrimiento cesa para quien es puro. No hay sentido en quemar el oro después que la escoria se ha retirado, y un ser perfectamente puro e iluminado no puede sufrir.
Las circunstancias por las que un hombre se encuentra con el sufrimiento son el resultado de su propia falta de armonía mental, las circunstancias por las que el hombre se encuentra con la buenaventura son los resultados de su propia armonía mental. Buenaventura, no posesiones materiales, es la medida del pensamiento correcto; la infelicidad, no la falta de posesiones materiales, es la medida del pensamiento errado. Un hombre puede ser desgraciado y ser rico; puede ser bendito y pobre. La buenaventura y riqueza sólo se juntan cuando la riqueza es empleada correctamente y con sabiduría; y el hombre pobre sólo desciende a la miseria cuando considera su destino como una carga injustamente inflingida.
La indigencia y la indulgencia son dos extremos de la miseria. Ambas son igualmente innaturales y el resultado de un desorden mental. Un hombre no está correctamente adaptado hasta que es un ser feliz, saludable y próspero; y la felicidad, salud y prosperidad son el resultado de la armonía entre su mundo interno y externo, del hombre con su entorno.
Un hombre sólo empieza a ser hombre cuando deja de lamentarse y maldecir, y comienza a buscar la justicia oculta que gobierna su vida. Y al adaptar su mente a este factor gobernante, cesa de acusar a otros como la causa de su situación, y se forja a sí mismo con pensamientos nobles y fuertes; deja de patalear contra las circunstancias, y empieza a utilizarlas como ayuda para progresar más rápido, y como un medio para descubrir el poder y las posibilidades ocultas dentro de sí.
Ley, y no confusión, son el principio dominante del universo; justicia, no injusticia, es el espíritu y sustancia de la vida; rectitud, y no corrupción, es la fuerza moldeadora y motivadora que gobierna el espíritu del mundo. Siendo esto así, el hombre no tiene opción más que descubrir que el universo funciona correctamente, y al rectificarse, encontrará que mientras cambia sus pensamientos respecto a las situaciones y la gente, las situaciones y la gente cambiarán respecto a él.
La prueba de esta verdad está en cada persona, y por ello puede verificarse fácilmente mediante una introspección y auto-análisis sistemáticos. Cambie un hombre radicalmente sus pensamientos, y se asombrará de la rápida transformación que operará en las condiciones materiales de su vida.
El hombre imagina que puede mantener en secreto sus pensamientos, pero no puede; rápidamente estos se cristalizan en hábitos, y los hábitos toman forma de circunstancias. Pensamientos indulgentes se cristalizan en hábitos de indulgencia respecto a la bebida y el sexo, que toman forma de destrucción y padecimiento; pensamientos impuros de todo tipo se cristalizan en hábitos de desorientación y debilidad, que toman forma de circunstancias de perturbación y adversidad; pensamientos de temor, duda e indecisión se cristalizan en hábitos de debilidad, falta de hombría e irresolución, que toman forma de circunstancias de fracaso, indigencia, y dependencia; pensamientos de pereza se cristalizan en hábitos de desaseo y deshonestidad, que toman forma de circunstancias de inmundicia y mendicidad; pensamientos de odio y condena se cristalizan en hábitos de acusación y violencia, que toman forma de circunstancias de injuria y persecución; pensamientos narcisistas de todo tipo se cristalizan en hábitos egoístas, que toman forma de circunstancias de mayor o menor angustia.
Por otro lado, pensamientos nobles de cualquier tipo se cristalizan en hábitos de gracia y bondad, que toman forma de circunstancias de felicidad y cordialidad; pensamientos puros se cristalizan en hábitos de temperancia y dominio de sí mismo, que toman forma de circunstancias de paz y tranquilidad; pensamientos de valentía, auto-confianza y decisión se cristalizan en hábitos valerosos, que toman forma de circunstancias de éxito, plenitud y libertad; pensamientos llenos de energía se cristalizan en hábitos de pulcritud y laboriosidad, que toman forma de circunstancias placenteras; pensamientos nobles y caritativos se transforman en hábitos de generosidad, que toman formas de circunstancias de protección y preservación; pensamientos de amor y generosidad cristalizan en hábitos de desprendimiento, que toman forma de circunstancias de prosperidad perdurable y riqueza verdadera.
La persistencia en una sucesión dada de pensamientos, sean estos buenos o malos, no falla en producir resultados en el carácter y las circunstancias. Un hombre no puede escoger directamente sus circunstancias, pero puede escoger sus pensamientos, y de ese modo, indirectamente, pero con certeza, dar forma a sus circunstancias.
La naturaleza se encarga de ayudar a todos los hombres en la satisfacción de los pensamientos que lo dominan, y le presenta las oportunidades que hagan realidad de la manera más rápida tanto sus pensamientos constructivos como destructivos.
Cese un hombre de pensar pecaminosamente, y el mundo se ablandará para él, y estará listo para ayudarlo, deje de lado sus pensamientos débiles y enfermizos, y oh! las oportunidades nacerán en cada mano para ayudarlo en sus resoluciones; motive buenos pensamientos, y no habrá fatalidad que lo ate a la miseria y la vergüenza. El mundo es tu caleidoscopio, y la variedad y combinación de colores que a cada momento te presenta son las imágenes exquisitamente ajustadas de tus pensamientos siempre en movimiento.

Serás lo que has que ser
Que la derrota encuentre su falsa felicidad
en lo que cree que es tu realidad
pero tu espíritu la desprecia

Domina el tiempo y conquista el espacio;
vence aquella vanidosa embaucadora, “la suerte”
derrota a la circunstancia,
la pone a su servicio

El deseo humano, que poder
descendiente de un espíritu inmortal
puede hacer un camino a cualquier objetivo
aunque murallas inmensas se opongan

No te impacientes cuando intentes
que cuando logres entender
que tu espíritu es quien manda
hasta los dioses han de obedecer

3
EFECTO DEL PENSAMIENTO EN LA SALUD DEL CUERPO

El cuerpo es el siervo de la mente, obedece a las operaciones de la mente, sean estos deliberados o automáticos. Siguiendo pensamientos indebidos el cuerpo rápidamente se hunde en la enfermedad y el decaimiento; siguiendo pensamientos virtuosos se viste de juventud y belleza.
La salud y la enfermedad, al igual que las circunstancias, tienen su raíz en los pensamientos, pensamientos enfermizos se expresan a través de un cuerpo enfermo. Se ha sabido que los pensamientos de temor matan a un hombre tan rápido como una bala, y continuamente matan miles de gentes, tal vez no tan rápido, pero sí con igual efectividad. La gente que vive con temor a las enfermedades es la gente que las contrae. La ansiedad rápidamente debilita el cuerpo, y lo deja expuesto a la enfermedad; mientras pensamientos impuros, aunque no tengan un origen físico, pronto destruirán el sistema nervioso.
Pensamientos energéticos, de pureza y dicha producen en el cuerpo vigor y gracia. El cuerpo es un instrumento muy delicado y plástico, que responde rápidamente a los pensamientos que lo dominan, y los hábitos de pensamiento producirán sus efectos sobre él, sean estos buenos o malos.
El hombre continuará teniendo sangre impura y envenenada mientras sus pensamientos sean impuros. De un corazón limpio emana una vida y un cuerpo limpios. De una mente contaminada proceden una vida y un cuerpo corruptos. El pensamiento es la fuente de toda acción, de la vida y su manifestación; construye una fuente que sea limpia y todo será puro.
El cambio de dieta no ayudará a un hombre que no cambia sus pensamientos. Cuando un hombre purifica sus pensamientos, no deseará más comida impura.
Si deseas perfeccionar tu cuerpo, sé celoso con tu mente. Si quieres renovar tu cuerpo, embellece tu mente. Pensamientos de malicia, envidia, decepción, desaliento, le arrebatan al cuerpo su gracia y salud. Una cara amarga no es cuestión de azar, sino de pensamientos amargos.
Las arrugas que desfiguran están hechas por la necedad, la pasión y el orgullo.
Conozco una mujer de noventa y seis años que posee la inocente y luminosa cara de una niña. Conozco un hombre que no alcanza la mediana edad cuya cara está desfigurada por líneas sin armonía. Una es el resultado de una disposición dulce y vívida, el otro el resultado de la pasión y el descontento.
Así como no puedes tener un hogar saludable y dulce si no dejas entrar libremente el aire y la luz del sol en las habitaciones, así un cuerpo vívido, feliz, o un rostro sereno sólo puede ser resultado de dejar entrar libremente en la mente pensamientos felices, buenos deseos y serenidad.
En la cara de los ancianos hay arrugas producidas por la simpatía. Otras por pensamientos puros y vigorosos; y otras talladas por la pasión: ¿quién no puede distinguirlas? Para aquellos que han vivido correctamente, la edad trae calma, paz, como una puesta de sol. Recientemente he observado a un filósofo en su lecho de muerte. Era viejo sólo de años, murió tan dulce y calmadamente como vivió.
No hay mejor medicina que los pensamientos felices para disipar los males del cuerpo; no hay mejor reconfortante que la buena voluntad para disipar las sombras de la pena y la amargura. Vivir continuamente con pensamientos malévolos, cínicos, y envidiosos, es confinarse en una prisión hecha por uno mismo. Pero pensar bien de todos, ser amable con todos, y pacientemente aprender a encontrar el lado bueno de las cosas – tales pensamientos son las verdaderas puertas del cielo; y vivir el día a día en pensamientos de paz hacia toda criatura atraerá paz en abundancia a su poseedor.

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PENSAMIENTOS Y PROPÓSITO

Hasta que el pensamiento no esté acompañado de un propósito no habrá logro inteligente alguno. La mayoría permite que sus pensamientos naveguen sin rumbo y a la deriva por el océano de la vida. Tal falta de propósito es un vicio, y no ha de permitirla aquel que quiere estar a salvo de la catástrofe y la destrucción.
Quien no tiene un propósito central en su vida cae presa fácil de preocupaciones banales, miedos, problemas, y auto-compasión, y así se dirige, tan seguro como si lo buscara con intención (aunque por un camino distinto), al fracaso, la infelicidad, la pérdida de lo querido, porque la debilidad no puede perdurar en un universo de poder.
El hombre debe concebir un propósito legítimo en su corazón, y luchar por alcanzarlo. Debe hacer de este propósito el centro de sus pensamientos. Puede tomar forma de un ideal espiritual, o puede ser un objeto terrenal, de acuerdo con su naturaleza y los tiempos; pero cualquiera sea, debe firmemente enfocar la fuerza de sus pensamientos hacia el objetivo que tiene ante él. Debe hacer de este propósito su tarea suprema, y debe dedicarse por completo a conseguirlo, evitando que sus pensamientos divaguen en caprichos, antojos y fantasías, este es el camino real del dominio de sí mismo y la verdadera concentración del pensamiento. Aún si falla una y otra vez en alcanzar su propósito (como tiene que suceder hasta que venza su debilidad), la fuerza de carácter ganado será la verdadera medida de su poder y su conquista, y formará un nuevo punto de partida para la victoria y el poder futuros.
Quienes no están preparados para un propósito grandioso, deberán fijar sus pensamientos en ejecutar sin faltas su asignación, no importa qué insignificante pueda parecer. Sólo de esta manera pueden los pensamientos ser concentrados y enfocados, y la energía y la resolución pueden desarrollarse, y una vez logrado esto, no habrá nada que no se pueda lograr.
El alma más débil, conocedora de su debilidad, y creyendo esta verdad – que el poder sólo puede ser desarrollado con esfuerzo y práctica, podrá aplicarla en sí misma, y añadiendo esfuerzo al esfuerzo, paciencia a la paciencia, y fuerza a la fuerza nunca dejará de crecer, y al final crecerá con fuerza divina.
Así como el hombre físicamente débil puede fortalecerse mediante un cuidadoso y paciente ejercicio, así el hombre de pensamientos débiles puede convertirlos en poderosos ejercitándose a sí mismo en el pensar correcto.
Eliminar la falta de propósito y la debilidad, y empezar a pensar con propósito, es ascender al rango de aquellos que sólo reconocen el fracaso como uno de los caminos al éxito; quienes hacen que las circunstancias les sirvan, y quienes piensan con fortaleza, se lanzan con fiereza, y vencen con maestría.
Habiendo concebido su propósito, el hombre debe marcar mentalmente una línea recta que lo lleve a su objetivo, sin mirar a la derecha ni a la izquierda. La duda y el miedo deben excluirse rigurosamente; son elementos que desintegran, que rompen la línea recta del esfuerzo, y la desvían, son inútiles, ineficaces. Los pensamientos de duda y temor nunca han logrado una meta, y nunca podrán. Siempre conducen al fracaso. El propósito, la energía, el poder, y los pensamientos enérgicos se detienen cuando la duda y el temor se arrastran entre ellos.
La decisión y el propósito emanan de saber lo que podemos hacer. La duda y el miedo son los grandes enemigos del conocimiento, y aquel que los aliente, y no los elimine, encontrará la frustración a cada paso.
Aquel que haya conquistado la duda y el miedo ha conquistado al fracaso. Cada uno de sus pensamientos está aliado al poder, y las dificultades son valientemente enfrentadas y derrotadas con sabiduría. Sus propósitos son sembrados oportunamente, y florecen y producen frutos que caerán de tan maduros.
El pensamiento aliado fuertemente al propósito se convierte en una fuerza creativa; aquel que comprenda esto está listo para transformarse en un ser superior y más fuerte que un simple atado de pensamientos vacilantes y sensaciones cambiantes. Quien logre esto se habrá convertido en al amo consciente e inteligente de sus poderes mentales.

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EL FACTOR PENSAMIENTO EN EL ÉXITO

Todo lo que el hombre logra y todo en lo que falla es resultado directo de sus pensamientos. En un universo gobernado con justicia, en el que la falta de equidad significaría la destrucción total, la responsabilidad individual ha de ser absoluta. La debilidad y fortaleza de un hombre, su pureza e impureza, son suyas, y de nadie más; son labradas por él mismo, y no por otro, y pueden ser alteradas sólo por él, nunca por otro. Su condición es también suya y de nadie más. Su sufrimiento y su felicidad emanan de adentro. Como él piense, así es él; como siga pensando, así seguirá siendo.
Un hombre fuerte no puede ayudar a uno débil a menos que el débil desee ser ayudado, más aún, el débil ha de hacerse fuerte por sí mismo; debe, con su propio esfuerzo, desarrollar la fortaleza que admira en otro. Nadie más que él puede alterar su condición.
Ha sido habitual para el hombre pensar y decir. “Muchos hombres son esclavos porque uno es opresor, odiemos al opresor.” Actualmente, sin embargo, hay una pequeña y creciente tendencia de invertir dicho juicio y decir, “Un hombre es opresor porque muchos son esclavos; despreciemos a los esclavos.” La verdad es que opresor y esclavo cooperan en su ignorancia, y, mientras parece que se afligen el uno al otro, se afligen en realidad a ellos mismos. Un conocimiento perfecto percibirá la acción de la ley en la debilidad del oprimido y en el poder mal aplicado del opresor; un Amor perfecto, al ver el sufrimiento que ambos estados implica, no condena a ninguno; una Compasión perfecta abraza a ambos, opresor y oprimido.
Aquel que ha conquistado a la debilidad, y ha alejado de sí pensamientos egoístas, no pertenece a opresores ni a oprimidos. Él es libre.
Un hombre sólo puede elevarse, conquistar y alcanzar el éxito, elevando sus pensamientos. Sólo puede permanecer débil, abatido y miserable al negarse a elevar sus pensamientos.
Antes de que un hombre pueda lograr cualquier meta, aun metas terrenales, debe elevar sus pensamientos por encima del esclavismo animal y la indulgencia. No ha de rendirse, si quiere triunfar, ante su animalidad ni egoísmo, de ninguna manera; pero una parte de él debe, al menos, ser sacrificada. Un hombre cuyo pensamiento principal es de indulgencia animal no puede pensar claramente, ni planear metódicamente; Si no empieza a controlar con valentía sus pensamientos, no está en capacidad de controlar otros asuntos y adoptar responsabilidades serias. No está preparado para actuar de forma independiente y por sí solo. Pero sólo lo limitan los pensamientos que él escoge.
No puede haber progreso ni logro sin sacrificio, y el éxito terrenal de un hombre se logrará en la medida que sacrifique sus pensamientos animales y confusos, y concentre su mente en el desarrollo de planes, y el fortalecimiento de su resolución y auto-confianza. Y mientras más elevados sean sus pensamientos, se convertirá en alguien más valeroso, grande y correcto, mayores serán sus logros, benditos y duraderos serán sus éxitos.
El universo no favorece al codicioso, al deshonesto, al vicioso, aunque superficialmente a veces pareciera hacerlo; ayuda al honesto, al magnánimo, al virtuoso. Todos los grandes Maestros de todas las eras han declarado esto de distintas maneras, y para probarlo y entenderlo el hombre no tiene más que persistir en hacerse más y más virtuoso elevando sus pensamientos.
Los logros intelectuales son el resultado de un pensamiento consagrado a la búsqueda del conocimiento, o de la belleza y la verdad en la naturaleza. Tales logros pueden estar a veces ligados a la vanidad y la ambición pero no son el resultado de estas características; son el resultado natural de un arduo y prolongado esfuerzo, y de pensamientos puros y desinteresados.
Los logros espirituales son la consumación de aspiraciones divinas. Aquel que vive constantemente en la concepción de nobles y elevados pensamientos, que vive puro y desinteresado, se convertirá, tan seguro como que el sol alcanza su cúspide, y la luna llega a ser llena, en un hombre sabio y noble de carácter, y se elevará a una posición de influencia y buena fortuna.
El éxito, de cualquier tipo, es la corona del esfuerzo, la diadema del pensamiento. Con la ayuda del dominio de sí mismo, resolución, pureza, rectitud, y pensamientos bien orientados, el hombre asciende; llevado por la irracionalidad, indolencia, impureza, corrupción, y pensamientos confusos el hombre desciende.
Un hombre puede elevarse a grandes hazañas terrenales, e incluso a sublimes altitudes en el mundo espiritual, y descender otra vez a la miseria al permitir que pensamientos arrogantes, egoístas y corruptos lo posean.
Las victorias obtenidas mediante el pensamiento correcto pueden ser conservadas sólo con vigilancia. Muchos cesan sus esfuerzos cuando el éxito está asegurado, y rápidamente caen en la derrota.
Todo logro, sea en los negocios, intelectual, o espiritual, son el resultado de pensamientos orientados con definición, están gobernados por la misma ley y por el mismo método; la única diferencia es el objetivo.
Aquel que quiera lograr poco ha de sacrificar poco; quien quiera lograr mucho ha de sacrificar mucho; quien quiera lograr grandezas debe sacrificar grandemente.

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VISIÓN E IDEALES

Los soñadores son los salvadores del mundo. Así como el mundo visible se sostiene por fuerzas invisibles, así el hombre, entre todos sus juicios, pecados y vocaciones sórdidas, se nutre de las visiones de belleza de sus soñadores solitarios. La humanidad no puede olvidar a sus soñadores, no puede dejar sus ideales desaparecer y morir; la humanidad vive en estos, los conoce como las realidades que un día serán vistas y conocidas.
Los compositores, escultores, pintores, poetas, profetas, visionarios, ellos son los hacedores del mundo, los arquitectos del cielo. El mundo es bello porque ellos vivieron, sin ellos la laboriosa humanidad perecería.
Aquel que lleva en el corazón una visión maravillosa, un ideal noble, algún día lo realizará. Colón llevó en su corazón la visión de otro mundo, y lo descubrió; Copérnico impulsó la visión de muchos mundos y un universo más extenso, y lo descubrió; Buda contempló una visión de un mundo espiritual de santidad y paz perfecta, y entró en él.
Valora tus visiones; valora tus ideales; valora la música que agita tu corazón, la belleza que se forma en tu mente, la gracia que viste tus más puros pensamientos, de ellos crecerán condiciones encantadoras, un ambiente celestial; de ellas se construirá, si te mantienes fiel, tu mundo.
Querer es poder; soñar es lograr. ¿Deberán los bajos deseos del hombre recibir la máxima gratificación, y sus aspiraciones más puras morir sin sustento? Esa no es la ley: Tal condición nunca ocurrirá: “Pide y recibirás”.
Sueña nobles sueños, y mientras sueñes te convertirás. Tu visión es la promesa de lo que un día serás. Tu ideal es la profecía de lo que un día llegarás a revelar.
Los logros más grandes fueron al inicio y por un tiempo un sueño. El roble duerme en la bellota; el ave espera en el huevo; y en la más elevada visión del alma un ángel de la guarda se agita. Los sueños son las semillas de la realidad.
Tus circunstancias pueden no ser de tu agrado, pero no han de seguir siendo las mismas si concibes un ideal y luchas por alcanzarlo. Tú no puedes movilizarte por dentro y permanecer estático por fuera.
Este es un joven oprimido por la pobreza y el trabajo; confinado largas horas en un taller insalubre; sin escuela, y sin el arte del refinamiento. Pero sueña con cosas mejores; piensa en la inteligencia y el refinamiento, en gracia y belleza. Concibe, y crea con su mente, una vida ideal; la visión de una libertad más amplia y miras más elevadas toma posesión de él; la ansiedad lo lleva a la acción, y utiliza todo su tiempo libre y sus medios, aunque sean pequeños, al desarrollo de sus poderes y talentos ocultos.
Muy pronto su mente ha sido tan alterada que el taller no puede retenerlo más. Se ha convertido en algo tan fuera de armonía con sus pensamientos que queda fuera de su vida como una ropa que es tirada, y, al crecer las oportunidades que encajan con las miras de su creciente poder, se desvanece para siempre.
Años más tarde, vemos a este joven como todo un hombre. Lo encontramos dueño de ciertas fuerzas mentales que esgrime con influencia universal y poder casi inigualado. En sus manos toma los hilos de responsabilidades gigantescas; él habla, y mira! las vidas cambian, hombres y mujeres toman sus palabras y las siguen para modificar su carácter, y, como la luz del sol, se convierte en el centro y eje luminoso alrededor del que innumerables destinos se giran.
Ha realizado la Visión de su juventud. Se ha convertido en uno con su ideal.
Y tú también, joven lector, lograrás la visión (no el deseo ocioso) de tu corazón, sea éste bajo o hermoso, o una mezcla de ambos, porque tu destino siempre te lleva hacia aquello que secretamente más amas. En tus manos será entregado el resultado exacto de tus pensamientos; recibirás lo que te ganes; no más, no menos. Cualquiera sea tu entorno actual, caerás, permanecerás, o te elevarás con tus pensamientos, tu Visión, tu Ideal.
Llegarás a ser tan pequeño como los deseos que te controlan, tan grande como tus aspiraciones dominantes: en las hermosas palabras de Kirkham Davis, “Puedes ser contador, y en breve has de salir por la puerta que por tanto tiempo ha parecido la barrera para tus ideales, y te encontrarás ante una audiencia – el lápiz aún sobre tu oreja, la tinta aún en tus dedos – y allí y entonces derramar el torrente de tu inspiración. Puedes estar pastando ovejas, y vagarás en la ciudad -bucólico y con la boca abierta; entrarás bajo la intrépida guía del espíritu en el estudio del maestro, y después de un tiempo él te dirá, ‘no tengo nada más que enseñarte.’ Y ahora te has convertido en el maestro, quien hace poco soñaba grandezas mientras pastaba ovejas. Dejarás la sierra y el cepillo para tomar en tus manos la regeneración del mundo”.
El descuidado, el ignorante, y el indolente, viendo sólo el efecto aparente de las cosas y no las cosas en sí, habla de suerte, fortuna, y azar. Al ver a un hombre hacerse rico dirán, “¡cuánta suerte tiene!” Al observar a otro hacerse intelectual exclamarán, “¡Que favorecido es!” Y al notar el carácter santo y la gran influencia de otro comentarán, “¡Cómo lo ayuda el azar a cada momento!” Ellos no ven los intentos, fracasos y la lucha que estos hombres han enfrentado voluntariamente para ganar experiencia; no conocen del sacrificio que han hecho, de los esfuerzos intrépidos que se han propuesto, de la fe que han ejercido para lograr lo aparentemente imposible, y realizar la Visión de su corazón. Ellos no saben de la oscuridad y la angustia; sólo ven la luz y la dicha, y la llaman “suerte”; no ven las largas y arduas jornadas, sino sólo contemplan el logro placentero, y lo llaman “buena fortuna”; no entienden el proceso, sino sólo perciben el resultado, y lo llaman “azar”.
En todos los asuntos humanos hay esfuerzos, y hay resultados, y la fortaleza del esfuerzo es la medida del resultado. No la suerte. “Regalos”, poder, posesiones materiales, intelectuales y espirituales son el fruto del esfuerzo; son pensamientos consumados, objetivos alcanzados, visiones realizadas.
La visión que glorifiques en tu mente, el ideal que ganó el trono de tu corazón – Con esto construirás tu vida, en eso te convertirás.

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SERENIDAD

La tranquilidad de la mente es una de las bellas joyas de la sabiduría, es el resultado de un esfuerzo largo y paciente en el dominio de sí mismo. Su presencia es indicadora de una experiencia madura, y de un conocimiento más que ordinario de las leyes y el funcionamiento del pensamiento.
Un hombre alcanza la tranquilidad en la medida que se entiende a sí mismo como un ser que evoluciona del pensamiento. Para tal conocimiento necesita entender a los otros como el resultado del pensamiento, y mientras desarrolla el entendimiento, y ve con mayor claridad las relaciones internas de las cosas por la acción de causa y efecto, cesa su agitación, su enfado, su preocupación y su congoja, y permanece en equilibrio, inalterable, sereno.
El hombre calmado, habiendo aprendido cómo gobernarse, sabe cómo adaptarse a otros; y estos, a su vez, reverencian su fortaleza espiritual, y sienten que pueden aprender de él, y confiar. Cuanto más tranquilo sea un hombre, mayor es su éxito, su influencia, su poder para el bien. Aún el mercader ordinario encontrará que la prosperidad de sus negocios crece mientras desarrolla un mayor dominio de sí mismo y ecuanimidad, pues la gente siempre ha de preferir hacer tratos con un hombre cuya conducta sea firmemente estable.
El hombre fuerte y calmado es siempre amado y reverenciado. Es como un árbol que brinda sombra a una tierra sedienta, o una roca en la que resguardarse de una tormenta. ¿Quién no ama un corazón tranquilo, una vida dulcemente templada y balanceada? No importa si llueve o hay sol, o qué cambios ocurran en el poseedor de estas bendiciones, pues serán siempre dulces, serenos y calmados. Aquel equilibrio de carácter que nosotros llamamos serenidad es la lección final de la cultura; es el florecimiento de la vida, el fruto del alma. Es precioso como la sabiduría, ha de ser más deseado que el oro – sí, más que el fino oro. Cuán insignificante se ve quien sólo busca el dinero en comparación con una vida serena – una vida que mora en el océano de la Verdad, por debajo de las olas, fuera del alcance de las tempestades, ¡en Eterna Calma!
Cuánta gente conocemos que envenena sus vidas, arruina todo lo que es dulce y bello con un temperamento explosivo, destruyen el equilibrio de su carácter, ¡y hacen mala sangre! Es una cuestión si la gran mayoría de gente no arruina sus vidas, y estropea su felicidad por falta de dominio de sí mismos. Cuán poca gente conocemos en la vida con un carácter balanceado, que tiene ese exquisito equilibrio que es característico de un carácter refinado.
Sí, la humanidad emerge con pasión descontrolada, es turbulenta con amargura ingobernada, está casi arruinada por la ansiedad y la duda. Sólo el hombre sabio, sólo aquel cuyos pensamientos están controlados y purificados, hace que los vientos y las tormentas del alma le obedezcan.
Almas sacudidas por la tempestad, donde quieran que estén, sea cual fuere la condición bajo la que viven – en el océano de la vida las islas de dicha sonríen, y la orilla soleada de tu ideal espera tu venida. Mantén tu mano firme sobre el timón de tus pensamientos. En la barca de tu alma se reclina el Maestro al mando; sólo esta dormido; despiértalo. El control de ti mismo es poder; el Pensamiento correcto es maestría, la Calma es poder, di dentro en tu corazón, “la Paz sea contigo”.

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