Osho®, nueve y diez

Osho®, nueve y diez

Actualización el 2 de septiembre: Un lector informa que la entrada en Wikipedia en español sobre nuestro biografiado es un artículo pelota, barbero, rastrero, obsequioso y esencialmente publicitario sobre el personaje. No se pierda usted el capítulo donde en lugar de aceptar sus delitos se inventan la inevitable conspiración, en este caso a cargo del gobierno de Reagan (que francamente andaba en otras conspiraciones más cachondas y de alcance, como las que usó contra Polonia y Nicaragua). En fin, que más de lo mismo, Wikipedia sigue siendo la tierra prometida de los charlatanazos en varios idiomas.

El caballero que mira fijamente a la cámara de la policía en esta foto de 1985 es Chandra Mohan Jain, conocido al nacer como Acharya Rajneesh, más conocido hace veinte años como Bhagwan Shree Rajneesh o “el gurú de los Rolls Royce”, y brevemente (cuando afirmó ser la reencarnación de Buda) como Rajneesh Gautaman the Buddha. Si estos nombres no le dicen nada a usted, quizá sí ha oído el último de los muchos alias de este calenturiento truhán: Osho®. Además de ser su último nombre, Osho® es hoy una marca registrada del “círculo interior” de su secta, los 21 herederos seleccionados personalmente por él, dirigidos por Swami Prem Jayesh (originalmente Michael William O’Byrne, de Canadá, quien al menos hasta hace poco tenía prohibida la entrada en la India), que mantienen un fructífero negocio con los libros e ideas cambiantes de Rajneesh, centros vacacionales “de meditación”, ocho sabores de meditación para usted y diversos productos y servicios adicionales, incluido un alucinante “tarot zen Osho®” y una “multiversidad” en Pune, India, para aprender a meditar y conocer las “ciencias esotéricas” entre otras cosas.

El “Osho®” que ahora se promueve en la televisión española como “místico contemporáneo” o algo así no fue sino uno más de los muchos gurús o maestros indostanos que aterrizaron sobre la ingenuidad hippie de occidente en los años 70-80, a grupas del Maharishi Mahesh Yogui. A Rajneesh ya acudían occidentales en busca de “iluminación” desde mediados de los 70, como un producto diferenciado de su competencia. Lo que lo hizo singular es que, a diferencia de otros de su misma profesión, a Rajneesh le costaba muchísimo trabajo fingir ese ascetismo superior, ese desprendimiento de lo terrenal que tan bien simulaban el Maharishi o Su Divina Gracia Swami Bhaktivedanta Prabhupada, fundador de los Hare Krishnas. No, a Rajneesh le gustaban las mujeres guapas, el dinero a espuertas y los autos lujosos, en particular los de la marca Rolls Royce. Su pequeña manía por estos autos lo llevó a ser propietario de 93 de ellos. Su otra afición lo hizo crear una versión propia y aumentada del tantrismo hinduísta que permitía todo tipo de actos sexuales a gusto del maestro. En resumen, convirtió sus terrenales y bastos gustos de ciudadano de a pie en una “filosofía” del “materialismo es bueno” prefigurando un poco al Michael Douglas de “la avaricia es buena” en la película Wall Street, pero con túnicas e incienso.

Por supuesto, no es en lo más mínimo criticable que uno disfrute el sexo mientras no viole la ley, y tampoco lo es que se compre Rolls Royces si lo hace con dinero bien habido y no viola la ley (y mejor si no explota a nadie para conseguir el dinero). Pero obtener todo eso con el rollo místico y presentándose alternativamente como un superhombre, un dios, un Buda y un maestro espiritual ya no parece tan honesto. Y menos cuando usted viola la ley muy seguido y acaba como el caballero de la foto. Menos honesto es también que sus “ideas” fueran todas recicladas de otros autores, y que sus libros, según confesión de sus seguidores, fueran con frecuencia escritos por mujeres de su entorno más cercano, su harén, pues. Tampoco tiene alta puntuación de honestidad no pagar impuestos o defender el sexo incestuoso y el sexo con menores de edad, cosas que según sus seguidores hallaba natural y recomendable. Y tampoco es exactamente honesto tener a unos seguidores espirituales a los que se explota vilmente para obtener una fortuna económica manteniéndolos en condiciones de vida poco recomendables.

Nacido en 1931, Rajneesh se dedicó prácticamente toda su vida a ser gurú o “maestro”, consiguiendo una gran cantidad de seguidores en la India y algunos en los Estados Unidos. Dicho de otro modo, no trabajó un solo día de su vida, lo cual lo convierte en la envidia de más de cuatro. Su manejo del asunto de ser gurú y vivir de los seguidores siempre fue pragmático, y siempre buscó el apoyo de una mercadotecnia adecuada para llegar a más seguidores, con lo cual sus enseñanzas eran bastante “flexibles”, o de quita y pon: lo que enseñaba ayer podía negarlo hoy si convenía. Igual afirmaba que se iban a acabar las guerras que, cuando una firma de relaciones públicas le dijo que las profecías apocalípticas tenían mucho rating entre los seguidores profesionales, predijo guerras y atrocidades. Y cuando lo atrapaban cometiendo alguna barbaridad, acostándose con una o más adeptas, consumiendo valium y óxido nitroso “como para llenar un dirigible”, dice un exadepto (varios ex-seguidores aseguran que era adicto a ambos) o tomando por asalto un pueblo, lo hacía amparándose en el “tantra” o en algún ente espiritual inventado ad hoc esa mañana.

Pero Rajneesh era muy, muy simpático y convincente, y parecía honesto, con lo cual nunca le faltaron seguidores. Su “sabiduría” se puede calcular con sus afirmaciones como “India no necesita alta tecnología”, “en el año 2000 se habrán terminado todas las guerras” o sus profetizadas guerras que tampoco ocurrieron. Como fuera, su simpatía, su defensa del placer sexual y del materialismo y una vena cínica y pícara le ayudaron a recorrer el camino al estrellato mediático y a una fortuna cuyos alcances aún no son del todo conocidos.

Hasta que se ahogó en su propio pantano de cuentos.

Verá usted, en 1981, los seguidores estadounidenses de Rajneesh-Osho® compraron un rancho de 26 mil hectáreas en los condados de Wasco y Jefferson, estado de Oregon, en Estados Unidos, afirmando que querían hacer una comuna agrícola muy pastoril y mona. El lugar pasó a llamarse “Rancho Rajneesh”, se empezó a construir en él una ciudad en la que llegaron a vivir 3.000 de los seguidores de Rajneesh (los llamados “sannyasins”) y a él llegó a mediados de año el gurú en persona, que ya llevaba un tiempo en los Estados Unidos. Al parecer, el revuelo formado en la tranquila zona y en el cercano pueblo de Antelope hizo que cuando Rajneesh solicitó una extensión de su visado, las autoridades decidieran investigarlo. Dos problemas se hicieron evidentes, según cuentan los registros del sheriff de Wasco: una serie de matrimonios sospechosos entre seguidores estadounidenses y seguidores de otros países que parecían destinados sólo a conseguir la estancia legal de los sannyasins extranjeros (simples bodas de conveniencia) y el hecho de que la mudanza del señor Rajneesh de la India al país del dólar parecía estar relacionada con el hecho de que el caballero le debía al gobierno de la India unos seis millones de dólares en impuestos, cantidad que, inexplicablemente, no parecía dispuesto a pagar.

Para 1982, los seguidores del Rancho Rajneesh eran ya suficientes como para tomar por asalto la ciudad de Antelope. En una elección que convocaron en abril, ganó la propuesta de cambiarle de nombre a la ciudad por el de Rajneesh, incorporando como pueblo al rancho, ahora llamado Rajneeshpuram, y empezaron a exigir información y apoyo en dinero público para sus actividades ante la furia de los residentes originales. En 1983, los visitantes externos a la comuna de Rajneesh, como el sociólogo Lewis F. Carter, que escribió un estudio científico sobre la comunidad en la revista Contemporary Sociology en 1991, detectaron en la comuna el autoritarismo y la búsqueda del “control total” propias de las sectas, lo cual también era evidente en el interés fundamental por que la comuna produjera dinero para satisfacer los caprichos del “dios viviente”.

El capítulo más “mondo cane” de esta historia aún estaba por escribirse. Las tensiones entre los residentes “de siempre” y los advenedizos adeptos de Rajneesh llevaron a que estos últimos acumularan un importante arsenal mientras Osho® predecía que el SIDA mataría a todas las personas del mundo excepto a los de su comuna. Hubo un intento de asesinato del médico de Rajneesh y del fiscal de distrito del condado de Jefferson, el saqueo e incendio de la oficina de planificación del condado de Wasco y escuchas telefónicas y con micrófonos dentro de la comuna. En el colmo de lo bizarro, los seguidores del gurú cultivaron bacteria de salmonella y la esparcieron en bares de ensaladas de 1o restaurantes de The Dalles, en Wasco, afectando a más de 700 personas, con lo que esperaban poder influir en las elecciones de la comisión del condado inhabilitando a los votantes locales, en lo que hoy se considera, simplemente, el primer ataque bioterrorista moderno, y un aviso de ataques de otras sectas, como la de Shoko Asahara y su ataque al metro de Tokio con gas sarin . Rajneesh culpó de todo a su secretaria y buscó una salida a lo que se convertía en un infierno jurídico y mediático, entre otras cosas devolviéndole su nombre original al pueblo de Antelope. Pero no tuvo éxito, de modo que tomó a algunos de sus seguidores, subió a su jet privado y trató de huir, pero la oficina de inmigración y naturalización lo detuvo lo devolvió a Oregon, donde le tomaron la instantánea que abre esta entrada y lo llevó a juicio, acordando con él no sentenciarlo a una pena de prisión si abandonaba el país y se declaraba culpable de violar las leyes de inmigración. Fiel a su autoimagen, Rajneesh, en prisión, exigió una atención adecuada a su estatus superior: comida especial y un trono.

Rajneesh volvió a la India, dejando atrás a sus seguidores, varios de los cuales, en particular mujeres dirigentes, fueron a juicio y resultaron condenados por los intentos de asesinato mencionados, el ataque con salmonella y el fraude migratorio. Mientras ellos pasaban a ocupar una celda en Oregon (su secretaria, Sheela, que solía pasearse armada, fue condenada a 20 años en 1986), Rajneesh recorría 21 países en su jet privado: lo expulsaron de Grecia, pasó por España, anduvo en Uruguay (donde se cambió el nombre a Osho®), visitó Jamaica y volvió a Poona, India, donde finalmente murió en 1990.

Pero sus enseñanzas viven… No las del misticismo blanducho y fácil de esperar de “iluminación interna”, sino las de cómo armar una comuna con extranjeros. En abril de este año se informó que las autoridades australianas están investigando a la empresa de Osho® Melaleuca Properties porque, además de conflictos con Byron Shire, donde están ubicados, hay acusaciones de bodas de conveniencia para llevar a Australia a numerosos sannyasins de otros países, repitiendo hoy los acontecimientos de hace más de 20 años en Oregon.

Por cierto, existe en Antelope, Oregon, una placa conmemorativa de la resistencia del pueblo contra “la invasión y ocupación de Rajneesh de 1981-1985”. Sin duda el gurú dejó su huella en el pueblo, hoy de unos 60 habitantes.

Ése es, pues, el “místico contemporáneo” que ahora nos están vendiendo, probablemente el místico menos místico de la era de Acuario. Pero como ya hemos dicho, la charlatanería no se crea ni se destruye, sólo se guarda unos años hasta que la gente se olvide de los escándalos y ridículos del pasado, y se saca de nuevo a pasar la gorra entre los entusiastas siempre dispuestos a redescubrir oriente a tanto la dosis.

Golpes contra la charlatanería: criptozoología y falsati

Golpes contra la charlatanería: criptozoología y falsati

Malos tiempos corren para los charlatanes, por más que sus cuentas bancarias gocen de buena salud, porque la realidad (esa realidad molesta, necia, inconvencible, comprobable) les sigue zumbando hasta por debajo de la lengua.

Criptonadalogía

Los “criptozoólogos”, esos tipos que estudian (es un decir, cuando mucho recopilan) afirmaciones sobre la existencia de todo tipo de seres vivos misteriosísimos (el yeti, el pie grande, el hombre polilla, el monstruo del lago Ness, los unicornios y los dragones que escupen fuego) se quedan fuera de la jugada una vez más, pobrecillos.

Conservando un récord perfecto de CERO logros que los equipara a todos los demás misteriólogos del planeta, no hubo NI UN criptozoólogo en el grupo que descubrió numerosas nuevas especies en las montañas de Foja, Nueva Guinea.

Faltándole al respeto a criptozoólogos tan destacados como los insignes miembros de la “Sociedad Española de Criptozoología”, que se dedican tenazmente a recorrer el mundo recopilando testimonios sobre seres fantásticos y consiguiendo con éxito no obtener NI UNA prueba de la existencia de ninguna de sus quimeras, un grupo de malévolos científicos oficialistas, cerrados, dogmáticos y miembros de la conspiración mundial contra los ocultistas hicieron un “viaje de campo de evaluación rápida” de un mes, obtuvieron datos, los analizaron y finalmente informaron al mundo del descubrimiento de numerosas nuevas especies en las montañas de Foja.

Nótese la diferencia entre este procedimiento y el de los misteriólogos en general: el viaje se preparó y buscó durante años, desde que hace 25 Bruce Beehler empezara a intentarlo, se consiguió financiarlo sin necesidad de escribir ningún libro sobre los misterios de las montañas de Fojas y lo guapos, audaces y buenos que son los investigadores, se hizo el viaje (“rápido” de un mes, es decir, que ahora hay bases para hacer un viaje a fondo que puede durar años, cuando obviamente ningún misteriodista como J.J. Benítez ha pasado más de una semana en Nazca ni mucho menos uno como Íker Jiménez se ha tirado un día completo en Navalperal de Pinares), y el anuncio se hizo por medio de organizaciones que avalan que esto no es un mito, ni fotos manipuladas, ni cuentos para vender publicidad… ¡y el mundo entero lo celebró!

(¡Qué envidia para los chirlos rojos y los birlos fantasmas gigantes, que nunca consiguen tal reconocimiento!)

(Por cierto, Íker Jiménez Elizari, seguimos esperando las fotos que están “a disposición de todos”, a ver a qué horas. Si te sorprendemos muy ajustado de presupuesto, estoy dispuesto a mandarte el dinero necesario para que puedas cumplir con lo que dice tu paginilla.)

¡Vea las fotos del canguro arborícola, de la rana diminuta, del pájaro comedor de miel, disfrútelas! La ciencia nos obsequia esos verdaderos descubrimientos, sin necesidad de decir las necedades que están, sí, usted lo sabe, en el estante de misteriología de su librería preferida.

(No dude, claro, que los misteriólogos hablarán de las nuevas especies como si su descubrimiento sustentara o apoyara sus desvaríos extravagantes. Minutos de radio y televisión para la historia de la sinvergüencería nos esperan, disfrútelos también.)

Falsati en la NASA

Pero además, para remate, la charlatanería religiosa oficializada en gobierno se llevó otra patada a los bajos que, según los médicos que han visto la repetición del incidente, es de consideración.

Le cuento a usted: el presidente George W. Bush, conocido por su integrismo religioso y su peligrosa creencia de que está en su puesto no por los votos de sus compatriotas, sino por designio divino, tiene una grave preocupaciónpor controlar y censurar a los científicos que trabajan para el gobierno estadounidense en algunos temas que, por decirlo con delicadeza, le tocan un poco las gónadas.

Por ello, según aviso que nos da mi camarada y amigo Max de Mendizábal (o Morgan para los amigos) no tuvo empacho en nombrar a un joven llamado George C. Deutsch para que se ocupara de ejercer la censura en la NASA.

En lugar de la “conspiración en su contra” que claman los expendedores de enigmas de saldo, este chaval de 24 años, cuya experiencia se resume en haber trabajado para la campaña de reelección de George W. Bush, sí se dedicó a la censura de verdad y ordenó a la gente de relaciones públicas de la NASA que le cerrara a los reporteros el acceso al doctor James E. Hansen, climatólogo de la NASA que reconoce la existencia y riesgos del calentamiento global (tema que no le gusta nada al actual gobierno de EE.UU.). El doctor Hansen procedió a quejarse al New York Times, señalando que un personaje nombrado políticamente estaba tratando de controlar temas científicos.

La otra fantástica acción de Jorgito Deutsch (o George Carlton Deutsch III, hay que ser pijo y mamerto) fue ordenar a los redactores de la NASA que al hablar del Big Bang pusieran siempre antes las palabras “la teoría del”, porque su jefe, claro, no cree que el universo comenzara hace unos 15 mil millones de años con un Big Bang del que hay numerosas pruebas, sino que fue creado por su dios particular hace unos cuantos miles de años, en seis días y sin tanta pirotecnia.

Este escándalo no afectó a Deutsch, seguía contentísimo haciéndola de censor.

Lo que lo desgració fue el descubrimiento de su falsati.

(Se llama en México “falzati” o “falsati” a quien presume de títulos de los que carece, por un político que se ostentaba como doctor, fue cabeza del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y fugaz secretario (ministro) de educación pública cuando ni siquiera había terminado su licenciatura universitaria. El personaje está de nuevo incrustado en el gobierno, ahora sí con un doctorado. Esperamos que este neologismo se extienda para ahorrarnos palabras cuando denunciamos a personajes como Pedro Amorós y sus títulos de fantasía.)

George Deutsch ostentaba un falsati como licenciado en periodismo por la Universidad A&M de Texas, graduado en 2003. Ante sus lamentables acciones censoras, un bloggero de ésos medio anarcos que tanta lata dan, Nick Anthis le preguntó a la universidad en cuestión, y la universidad dijo que que Deutsch sí había estado inscrito, pero que no se graduó.

Y Bush lo tuvo que echar para regocijo de los físicos y otros científicos de la NASA.

(Lo cual nos lleva a concluir que el actual gobierno estadounidense guerrerista, fanático religioso y agresor de las libertades civiles es más consecuente con la decencia que el SEIP, que nunca ha reconocido las falsedades que adornan el currículum de su mariscal de campo. Es para echarse a temblar.)

Y como es de esperarse que ahora la NASA pueda hablar del Big Bang y del calentamiento global sin interferencias de fanáticos creyentes, siguen soplando, lo confirmamos, malos tiempos para los profesionales del soplapiterío.

La conjura de los necios #

La conjura de los necios #

Como ya están haciendo notar otras personas, el gallinero anda revuelto. Los adalides de la tolerancia y el respeto, los estandartes del “buenrollismo” que impregna cada vez más nuestra sociedad, los portadores de la “ciencia de vanguardia” (a mí que me registren, porque Ciencia, como la madre, sólo hay una), estas personas de mente abierta y dialogante que únicamente quieren que se revelen las auténticas verdades de la vida, el Universo y todo lo demás, han vuelto a darnos una visión muy clara de sus inquietudes y de la lógica que rige sus mentes.

En mi simplicidad, hay muchas cosas que no entiendo. Por ejemplo, lo del respeto. Siempre he pensado que el respeto no es un derecho que se obtiene al nacer, sino más bien un privilegio que se consigue a base de demostrar que se merece. Por eso no entiendo que deba respetar ideas completamente estúpidas. Como no entiendo que este respeto sea unidireccional, es decir, se exige pero no se da, especialmente si te contradicen.

Ahí llegamos a otro punto que no entiendo. De todos es sabido que “errar es humano”. También sabemos que “es de sabios rectificar y de necios perserverar en el error”. Todos queremos ser sabios. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en comportarnos como necios? Una emite una hipótesis. Se demuestra que no es cierta y se aportan pruebas. Entonces, en lugar de aceptar el error, se cierra en banda y alude a tétricas conspiraciones secretas en su contra. Seamos un poco maduros, ¿tan especial es un individuo cualquiera como para que todo el mundo tenga motivos para estar en su contra? En psiquiatría, eso tiene un nombre.

El tema de la tolerancia ya es casi de guasa. Es una palabra devaluada. El DRAE dice que la tolerancia es el “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” (segunda acepción). Por una vez, creo que los señores de la RAE se equivocan. La tolerancia es el “respeto a las ideas o creencias semejantes a las propias, que concede completa impunidad para despreciar las contrarias obteniendo el derecho a insultar a quienes promueven estas ideas contrarias exigiendo respeto para sí”. Al menos eso es lo que he entendido de las cosas que he leído en dos lugares muy concretos: el foro de lo SEIP (se siente, ya no les tengo respeto) y la lista de correo de Íker Jiménez (por supuesto, de acceso restringido y moderada, no sea que se cuelen críticas a lo “incriticable”).

Son tantas las incoherencias que ya no sé qué decir.

Si “aparece” un misterio y lo resuelve un científico de verdad, malo, porque seguro que es una conspiración de la ciencia “oficial”, dogmática y fascista come-niños que no quiere que se descubra la verdad. Es tan terrible esta conspiración que los adoradores de lo para-anormal se afanan en ocultar los resultados de la investigación y desvirtuarlos a ojos de la opinión pública, a quien le da igual cinco que quinientos.

Si lo “resuelve” (o sea, lo embrolla cada vez más) un pseudo-científico, entonces, por una parte se jactan de tenernos en jaque con cosas “inexplicables” (el diccionario, señores…), y por otra parte nos acusan de no investigarlo para que se sepa de una vez la verdad.

Esto me resulta especialmente divertido. Se supone que lo ha resuelto. Pero acusa a la “ciencia” de no investigarlo para que se sepa la verdad. Entonces, ¿qué es lo que ha resuelto? ¿El cómo llegar a fin de mes vendiendo libros y apariciones radio-televisivas? Porque no puedo entender que si investigan y resuelven un tema, luego protesten porque la verdad no se sabrá si no investigan los que de verdad saben. Encubiertamente reconocen que no están diciendo la verdad, pero parece que nadie se da cuenta. ¿Nadie? Bueno, menos una pequeña aldea gala que resiste…

Este último pensamiento me lleva al punto que realmente quería tratar en esta ocasión: ¿qué debe hacer un científico ante un misterio?

Y es que la cosa está jodida, si se me permite la palabra. Si no se investiga, mal; si se investiga, peor.

Hagamos lo que hagamos, de partida sabemos que nuestras conclusiones no van a ser aceptadas. Por eso, muchos científicos se resignan y en lugar de perder su tiempo con estúpidos pasatiempos de periódico, se emplean en cosas que son de verdad útiles (salvar vidas, permitir comodidades, aumentar la esperanza de vida digna, explicar el mundo en el que vivimos para adaptarnos mejor a él y maravillarnos con lo que ofrece…)

Sólo hay un problema. Un “pequeño” problema. Que mientras ellos se concentran en ampliar el bienestar para toda la humanidad, el resto de la humanidad condena su trabajo y prefiere creer en hadas.

Por eso creo que es necesario que un sector de la comunidad científica vuelque sus esfuerzos en llegar al gran público. Nos estamos jugando el futuro con esto.

Y es que últimamente me siento algo conspiranoica. Parece que se haya declarado una cruzada en contra del conocimiento que tantos años (miles) y sacrificios nos ha costado obtener. De no ser así, me pregunto entonces a qué viene tanto movimiento por la promoción del pensamiento mágico.

Pienso que el despecho a la Ciencia tiene buena parte de su fundamento en la dificultad de asumir la propia ignorancia así como la falta de voluntad por ponerle remedio. Por ello, los detractores de la Ciencia reflejan hacia fuera sus propias frustraciones atacando aquello que les hace sentir inferiores. Este mecanismo, muy propio del ser humano, sólo trae problemas. Es difícil asumir la parte de responsabilidad que le toca a uno en su propia incompetencia, máxime cuando nadie está dispuesto a aceptar sus propias limitaciones.

Así, se tacha a los científicos de dogmáticos, de cerrazón ante los “hechos maravillosos”, de no aceptar aquello que no puede ser demostrado, de encerrarse en su (envidiada) Torre de Marfil. De no poder ser la Emperatriz Infantil, supongo…

La situación se pinta oscura, pero por un motivo principal: los ignorantes convencidos y declarados son los más ruidosos, pero no necesariamente los más numerosos. Tal vez peque de optimista, pero creo que hay mucha más gente que duda que talibanes de la ignorancia. Hay mucho trabajo por hacer. Quien crea que no puede hacer nada es porque no se ha planteado siquiera hablar con los niños más cercanos. Los niños son el futuro, ¿no? Pues empecemos con ellos. A fin de cuentas, nada hay más angustioso para un niño que no poder distinguir entre su fantasía y la realidad. Cuando la confusión alcanza la edad adulta, tenemos a un militante de la ignorancia. Y ahí ya no se puede hacer nada.

“Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres” (Pitágoras)

PD: “La conjura de los necios”, de John Kennedy O’Toole, es una lectura que desde aquí recomiendo encarecidamente, en especial para los que se sientan perseguidos por conspiraciones del gobierno y de los servicios de inteligencia.

Poder exorcista contra espiritus y magia negra #

Poder exorcista contra espiritus y magia negra #

Muchos queremos saber cómo ahuyentar malos espíritus, huir de energías negativas, de encantamientos de brujas, de magia negra y de maleficios y poder vivir con más tranquilidad sin esas amenazas sobre nuestras cabezas. Existen multitud de remedios en tiendas de esoterismo, videntes, adivinos que nos pueden aconsejar echando las cartas del tarot y sacerdotes de cultos paganos que practican el exorcismo.

Lamentablemente, las malas influencias seguirán ahí después de la intervención de esos y cualesquiera otros factores, porque para eliminar el mal hay que eliminar la causa, no añadir elementos que la distraigan. Cuando ya lo haya probado todo sin resultado, le propongo el verdadero remedio. Esta es mi receta secreta: no se lo crea. Piense que es todo mentira. El escepticismo es el más fuerte de los poderes sobrenaturales. Ante la presencia de un escéptico toda la magia desaparece, las energías negativas dejan de existir, los espíritus no se manifiestan y ni las brujas ni los adivinos tienen influencia alguna sobre el futuro ni el presente. ¿No quiere usted tener ese poder?

Si de verdad quiere acabar con el mal que le atormenta, infórmese. Pregunte a un escéptico. Lea un libro que desenmascare las mentiras de los parapsicólogos; por ejemplo lea un libro de Martin Gardner o de James Randi. Verá que no todo es inexplicable, o lo que es más, que todo lo que le han dicho que es inexplicable resulta que es explicable. Aprenda sobre psicología (sin “para”). Hay muchos más fenómenos de los que parece cuya explicación reside únicamente en la persona que los comunica, y no más allá.

Muchos le intentarán engañar afirmando que se equivoca, que todo eso es verdad, pero si realmente quiere deshacerse del mal que le aqueja, no les haga caso. Aprenda dónde está la única, verdadera conspiración, la que hasta ahora le han ocultado: la del negocio del esoterismo, que mueve cientos de millones de euros al año; la de los vendedores de misterio, de libros, de amuletos; la de los que venden caros remedios contra las enfermedades a base de plantas baratas que cobran a precio de orquídeas. Todos ellos conspiran contra usted haciéndose pasar por poderosos porque quieren sacarle su dinero, y si lo que usted diga demuestra que no cree en ellos, ellos acabarán reaccionando violentamente. Haga la prueba. Pero tenga cuidado, algunos pueden llegar a ser muy peligrosos. Unos pocos de ellos están lo bastante locos como para echar piedras sobre su propio tejado; es el caso de Lafayette Ronald Hubbard, fundador de la Iglesia de la Cienciología (o Cientología), que llegó a confesar en un libro: “La única manera de controlar a la gente es mentirles”. Esta Iglesia ha matado, y no dude de que volverá a hacerlo.

Hágase fuerte en su posición escéptica y verá cómo de repente la telequinesia deja de ser posible, los muertos no nos persiguen, las apariciones desaparecen, las almas sólo están en los corazones de las personas vivas, las brujas no tienen poder (más alla de poder darnos un puñetazo), los videntes sólo ven lo que usted les dice, el tarot es una patraña y su destino depende de usted. ¡Ay, qué he dicho! No se me vaya a asustar… ¿Y si resulta que su destino depende realmente de usted?

Artículo cedido por Pedro Gimeno, comentarista habitual de este weblog. A título personal, diré dos cosas: una, que suscribo hasta la última coma, y dos, que me hubiera gustado escribir esto primero 😉 La mente es poderosa, muy poderosa, sí; pero no de la forma que los vendedores de misterios nos quieren hacer creer.

Homo floresiensis y Homo pazguatensis

Homo floresiensis y Homo pazguatensis

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El descubrimiento del Homo floresiensis, un homínido de un metro veinte de estatura que se calcula que vivió hace entre 38 mil y 18 mil años en la isla de Flores, en Indonesia, y que anunció la revista Nature, es sin duda importante por muchas causas.

La principal por cuanto se refiere a nuestro tema es que la existencia de una tercera especie humana (junto con neandertal y nosotros) capaz de hacer herramientas y de tener capacidades cognitivas (si tal fuera el caso, ya bien advirtió Juan Luis Arsuaga que hay que determinar si realmente estos homínidos hicieron las herramientas encontradas, es decir, que hay que ser cautos porque se plantean ahora muchas nuevas preguntas) sería otra patada feroz a las fantasías creacionistas.

Pero con este nuevo descubrimiento también se pone en evidencia a las ideas absurdas sobre la singularidad de nuestra especie, sobre nuestra “preeminencia evolutiva” y, sobre todo, a los comandos de simuladores que fingen “investigar” cosas rarísimas como la “criptozoología” desde la barra de un bar.

Pero momento, ¿no dijo ya un brunujo, en una lista de correos de brujos, que esto es buenísimo para la “criptozoología”?

Es decir, ¿van a convertir este bofetón a sus hipótesis peyoteras en una especie de triunfo para vender más bosta de vaca encuadernada a sus pobres víctimas?

Pero claro.

Los Homo pazguatensis al abordaje

Como siempre, estos desdichados se dedican a denostar a la ciencia hasta que encuentran algún elemento científico que pueden comercializar, y entonces gritan como una tropa de monos aulladores cuando ven un jaguar: “¡Ya ven! ¡LA CIENCIA nos da la razón!”

Curioso, porque cuando la ciencia no les da la razón (en la casi totalidad de los casos), entonces la ciencia es fascista, dogmática, conspiranoica, cerrada, ciega, malévola, inútil, incapaz y todo lo que se les ocurra.

Es decir, que manipulan la ciencia igual que todo: a la sola conveniencia de sus gordos egos y sus más gordas billeteras.

Por ejemplo, sabemos que el Homo floresiensis vivió hasta hace al menos 18 mil años por medio de diversos métodos de datación, desde el carbono 14 (C-14) hasta la resonancia de spin de electrones (ESR), y eso lo aceptan encantados de la vida los mismos chupaflautas que dicen que esos sistemas de datación no son fiables para determinar sin duda alguna que el lienzo de Turín (“Sábana Santa”) es una falsificación del siglo XI-XII.

(Campeón en esto de la reinvención de la física atómica para marear congéneres es Javiercito Sierra, que alucina que el incendio al que estuvo expuesto el lienzo de Turín pudo “afectar” la datación con C-14, demostrando que no tiene puta idea de qué hace el fuego y qué hace la datación con C-14. Le dejamos una pista: que lea cómo se datan restos de antiguas fogatas con C-14 para que vea que el fuego no altera la proporción de isótopos de carbono en una muestra. Ah, tontito.)

Fascinante, ¿no?

Pero el hecho real, que ninguno de estos advenedizos con ganas de dinero facilón puede eliminar, es que el hallazgo del Homo floresiensis no lo hicieron los “criptozoológos”, los ovnílocos, los brujetes de la radio, los seudoinvestigadores que sustituyen la formación profesional con un chaleco, los productores en masa de libros mamones ni ninguno de su lamentable cónclave de fantasiosos a sueldo, sino científicos de verdad, como Mike Morwood y R. P. Soejono, los encargados del equipo de excavación arqueológica, y Peter Brown, quien hizo el análisis de los restos.

Ningún brujo pedorro de las ondas y las editoriales andaba cerca.

Ahora, evidentemente, un científico honrado, honesto, serio, preparado y no proclive a aterrizar sobre las cuentas bancarias ajenas para hacerlas más ligeritas, se toma estas cosas con calma. Peter Brown recibió los primeros restos de Homo floresiensis en septiembre de 2003. En lugar de hacer lo que los farsantes de la paranormalología e ir corriendo al programa de radio de un amiguete o cómplice para soltar cualquier barbaridad que se le ocurriera, estudió el asunto, hubo más excavaciones, muchos análisis. Sabían que tenían algo importante, pero al mismo tiempo sabían que por lo mismo debían tratarlo con toda la seriedad y estudiarlo a fondo para no dar conclusiones aventuradas, apresuradas ni inventadas. Se tomaron un añito.

Cuando acabaron, no fueron a los “grandes templos de la criptozoología” como serían Más allá de la ciencia, Año Cero o cosas por el estilo. Fueron a una revista como Nature (que nunca publicaría los febriles delirios de los brujazos). Los encargados de la revista pasaron los datos a científicos independientes de los descubridores para que evaluaran si el asunto era serio o se parecía a las caras duras de Bélmez de la Moraleda. Una vez que los otros científicos decidieron que este descubrimiento era sólido, se procedió a la publicación.

¿Cómo es posible que celebren esto los mismos que nunca se han preocupado por hacer las cosas bien y que, para remate, saben perfectamente que nunca les publicarían sus seudoinvestigaciones en Nature, cosa que por otro lado les da exactamente igual ya que lo suyo no es el conocimiento sino la depredación de ingenuos bienintencionados y la obtención de admiradores?

Pues prepárese usted.

Desde el yeti hasta el trasgu

En breve los escuchará usted llegar a la brillante conclusión de que unos esqueletos de hace 18 mil años en Indonesia de alguna manera “prueban” que existen determinados mitos modernos en lugares que no tienen nada que ver con Indonesia.

Los investigadores falsificados del mundo paranormal no han siquiera podido aceptar el descubrimiento de que todas las pruebas del Bigfoot o Sasquatch fueron un invento burlón de Ray Wallace, que les vio la cara de zopencos a los crédulos durante 44 años, de modo que no tendrán problema en utilizar indebidamente el descubrimiento de Homo floresiensis para justificar su creencia no sólo en Bigfoot, sino en el yeti, el chupacabras, el “mono zorrillo” (o “mono mofeta”) de la Florida y hasta el “hombre polilla”, mito recurrente.

Es obvio, también, que la seudodisciplina de la “criptozoología”, como la entienden los Homo pazguatensis, incluye desde animales cuya existencia es altamente probable (como el tilacino o tigre de Tasmania) hasta delirios tan insensatos como el monstruo del Lago Ness, el tal “hombre polilla”, el “demonio de Jersey” y las hadas.

Para cualquier persona relativamente normal, claro, el que se probara la supervivencia del tigre de Tasmania no significa que debamos creer en el Yeti o abominable hombre de las nieves, pero las personas relativamente normales no suelen volverse “criptozoólogos”.

En este caso, además, los Homo pazguatensis, siendo tontos, no lo son tanto como para no darse cuenta de que el Homo floresiensis era pequeño.

En la fantasía, los duendes son pequeños, los gnomos son pequeños, los pitufos son pequeños y los trasgus asturianos son pequeños, por dar unos cuantos ejemplos.

Y a los vendecriptosidades no les va a importar que los duendes, gnomos, pitufos y trasgus fueran mágicos, o que tuvieran poderes, o que se supone que han vivido en los últimos pocos cientos de años y bastante lejecitos de Indonesia. Ni siquiera que algunos sean azules. Las miles de diferencias entre los mitos y este descubrimiento no serán óbice… se centrarán en que son pequeños y en pocos meses tendremos libros al respecto.

De hecho, a todos los habitantes del reino de las hadas les llaman “La gente pequeña”, ¿no? Pues nada, no faltará el que diga que el Homo floresiensis “demuestra” (a saber cómo) que existe “la gente pequeña”.

Reinventemos la hadología.

Claro, hay que buscar en la “literatura” seudocientífica a ver cuándo y dónde dicen que en la isla de Flores hay homínidos de un metro de alto capaces de hacer herramientas.

Y veremos que no lo dicen en ningún lado.

Ningún “investigador” de lo paranormal, ningún “criptozoólogo”, ningún egregio ejemplo de rusticidad interesada, previó ni pudo haber previsto este descubrimiento de la paleoantropología.

Pero los Homo pazguatensis explotarán al pobre Homo floresiensis, oh hermanitos, vaya si lo explotarán.

Los grandes secretos de los falsos adivinadores

Los grandes secretos de los falsos adivinadores

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Era la fiesta posterior a un examen de fin de curso de la escuela Andrés Soler de la Asociación Nacional de Actores de México allá por 1979 o cosa similar, y yo, que había asistido para ayudar con el equipo de sonido a un amigo, director de teatro y profesor de la escuela, miraba con apetito francamente voluptuoso a una actora de largo cabello negro, que hablaba encantada de la vida con un actorzuelo más joven, más alto y más guapo que yo.

Alguien comentó que la tal actora cumplía años en una fecha determinada (una semana después, me parece) y en mi delirio de donjuanismo instantáneo procedí a acercarme muy serio, me metí entre ella y su galán ofreciendo disculpas y le dije: “Tú eres Escorpión, ¿verdad?”

No habiéndome visto en su vida (me vio en el examen, pero ni se enteró), la niña quedó debidamente impresionada. Preguntó cómo lo sabía y, en lugar de responderle, dije alguna vaguedad sobre que la había visto y dudaba si era Escorpión o Sagitario, y que me llamaba mucho la atención porque percibía que ella era una persona que ardía con un tremendo fuego interno que no dejaba ver tan fácilmente.

Para ese momento, el galán de opereta (nunca mejor dicho) estaba anulado, borrado, olvidado, cancelado, erradicado y omitido. Yo tenía la completa atención de la sabrosa actora.

Y cuando ella me pedía que le dijera más y yo empezaba a tejer fantasías con el obvio propósito de llevarla al tálamo, apareció esa cosa de la que carecen por completo los embusteros profesionales: la conciencia. El enano infeliz malhumorado y latoso que la gente normal suele llevar al hombro empezó a recriminarme: a) estás mintiendo, b) estás abusando, c) estás corriendo el riesgo de afectar a una persona inocente, d) si te sigues metiendo en este pantano, te vas a arrepentir, e) estás mintiendo y debiera darte vergüenza, f) estás jugando sucio con un chaval que quizá es su novio, g) estás mintiendo…

Ya no escuché al enano, que, conociéndolo, se acaba el alfabeto con los acápites de sus refunfuños. Murmuré un par de estupideces, le dije a la morena que luego hablábamos y me retiré a buscar un ron con cocacola.

Mi amigo David, el profesor de la actora, me preguntó qué había yo hecho que la nena no me quitaba los ojos de encima. Nunca la volví a ver. El muy cabrón de David, supe después, usó el truco para conquistar a cierta vedetriz que llegó a tener algún renombre en México.

En realidad, lo único que hice fue usar un dato inocente (la fecha del cumpleaños) reinterpretado (convertido en su signo astrológico), y luego soltar generalidades descaradamente por puro ludibrio, por lúbrica, libertina, libidinosa y lasciva lujuria.

Una vez callado el enano con dos pepinazos de ron con cola, me di cuenta del enorme poder que había tenido la posibilidad de ejercer sobre una jovencita de fácil asombro, poca información y ganas de acercarse a lo misterioso.

Ese poder es lo que emborracha a los desvergonzados que se roban la vida (que no se la ganan) “adivinando”.

Astrólogos, quirománticos, geománticos, lectores de la borra del café, observadores de las entrañas de las aves, tarotistas… éstos y otros habitantes del mundo místico aseguran poder ver el futuro y el pasado. Son en su mayoría sanguijuelas con patas.

(Aclaración al canto: no faltan los botarates bienintencionados que realmente creen que tienen poderes para anormales, aunque son los menos. Sin embargo, consciente o inconscientemente usan los mismos procedimientos que aquí revelamos.)

Las técnicas que usan los manipuladores profesionales, desde los “másters en astrología” hasta los desvergonzados que tienen un doctorado en publicidad y márketing y ganan al mes lo que uno se tarda dos años en ver pasar por su cuenta bancaria se llama genéricamente “lectura en frío”.

Para esta entrada, acudimos a algunos conceptos del artículo sobre cold reading del Skeptic’s Dictionary.

Primero, en la lectura en frío, el manipulador echa mano de la inclinación que tiene el ser humano de extraer de una situación un significado mayor que el que tiene. Es decir, la víctima intentará darle sentido a lo que se le diga.

Segundo, el manipulador también aprovecha que la gente en general es egocéntrica y tiende a verse con demasiados buenos ojos (es decir, nuestra educación no ha conseguido enseñarnos a practicar una sana autocrítica).

Tercero, el manipulador usa también en su beneficio el hecho de que sus víctimas se acordarán más intensamente de sus “aciertos” que de sus errores (especialidad de los vivillos que año con año sueltan predicciones de todo tipo, sabiendo que con que atinen una tienen para publicitarse como dementes un año después; no hay mejor ejemplo que el del charlatán-esperpento Octavio Aceves, que cada año predecía la boda del Príncipe Felipe, y como el heredero se casa este año, el diminuto argentino ha hecho una gran alharaca, sin hacer caso del hecho de que lleva como ocho años fracasando exactamente con la misma “predicción”).

Cuarto, el manipulador ofrece generalidades aplicables a todos los seres humanos. Todos compartimos una enorme cantidad de características, todos sufrimos ante los problemas, todos tenemos proyectos no realizados, todos queremos más dinero (hasta Bill Gates), todos queremos amar y ser amados, todos tenemos profundas frustraciones.

Finalmente, el manipulador usa el lenguaje (o la labia) con precisión quirúrgica para sacarle detalles a la víctima haciendo lo que en inglés se llama “ir a la pesca de información”. Frases como: “Has estado pensando mucho en una persona que murió no hace mucho tiempo, ¿no es así?” parecen dar información cuando en realidad la están extrayendo. Si la víctima es tan ingenua como para responder “Sí, mi tío Bucéfalo”, el farsantazo puede soltar “Exacto, eso es lo que veo” y dejar la impresión (entre el público y en el huésped que parasita de momento) que “adivinó que Pepín estaba acordándose de su tío Bucéfalo”.

Con estos principios, un sujeto lo bastante descarado puede “leer” a un extraño y hacerle creer que lo hace utilizando poderes especiales.

Los más avezados usan otros trucos para irse guiando por sus adivinaciones del pasado. Recuerdo a un lector de posos de café turco que no despegaba sus ojos de los del pollo al que estaba desplumando, atento a cualquier indicio (sobre todo en la dilatación del iris) que le indicara que una mentira en particular complacía a su presa.

¿Que usted no sabía que el iris se nos dilata cuando vemos algo que nos gusta y se contrae ante algo que nos disgusta aun manteniendo las mismas condiciones de luz? Pues los comerciantes de los zocos árabes lo saben desde tiempos inmemoriales. Por eso cuando le muestran algún artículo lo miran a los ojos: la reacción que usted muestre en el iris de los ojos les indica hasta dónde se puede regatear con usted, qué tan interesado está realmente en el artículo que se le oferta.

Esto lo redescubrieron y sistematizaron los verdaderos neuropsicólogos en los años 70 (mientras que los parapsicólogos no han aportado nada de conocimientos, datos o técnicas útiles a la humanidad).

Lo mismo puede decirse del lenguaje corporal. Los buenos observadores de sus congéneres llevan milenios interpretando los sentimientos o emociones que hay detrás de ciertos actos, posturas o gestos. La ciencia (no las inútiles paraciencias) han confirmado el hecho y sistematizado su conocimiento.

Un buen seudoadivinador interpretará todo lo que tiene la persona: ¿qué ropa lleva, fina o corriente?, ¿tiene el calzado muy desgastado?, ¿usa colonia o perfume?, ¿se expresa con culta corrección o con la bastedad del barrio o de la aldea?, ¿lleva joyas? Todos estos detalles dan, al observador cuidadoso, una enorme cantidad de información sobre nosotros.

Si el tipo suelta esa información habiéndola disfrazado previamente de adivinación (o “mancia”, como gustan de decir ahora los habitantes del castillo de los burdos pretenciosos), la ilusión puede ser enormemente poderosa.

Si este tipo de lectura en frío se realiza, además, en una “consulta” de un supuesto “sanador”, curandero, médico brujo o cualquier otro depredador de la enfermedad ajena, el gil que paga sentirá que está ante un sujeto verdaderamente poderoso, y no dudará en abandonar un tratamiento médico a cambio de patrañas que pueden ocasionarle daños tan irreversibles como la misma muerte.

(Aclaración: los médicos que saben hacer clínica usan cierta medida de lectura en frío para saber cosas que el paciente puede no querer decirles. El máximo exponente de la lectura en frío en el consultorio médico fue sin duda Joseph Bell, el profesor de Arthur Conan Doyle que fue la inspiración para que éste inventara a Sherlock Holmes. Pero como los médicos no aseguran “curar todo” ni afirman tener “poderes”, quedan a merced de las soeces acusaciones que con frecuencia enderezan contra ellos especímenes como Paco Porras y otros matraqueros astrales.)

Para terminar, copiamos algunas “lecturas” (para que vea usted cómo operan estos ejemplares).

Voy a un sitio de “numerología” (una de las pamplinas más irracionales del planeta). Siguiendo sus instrucciones saco “mi número del destino o senda de vida”, que es 6 (según éstos insignes cantamañanas, sólo hay 9 destinos en el mundo, ya que aseguran sin despeinarse que los 9 destinos anunciados valen para todos los ingenuos del planeta).

Sobre el 6, suelta la siguiente sarta de mamadas (en cursivas, nuestros comentarios van en negritas):

Muchas veces en esta vida, usted será llamado a ser un pacificador y para ayudar a otros a tomar decisiones difíciles, ya que este número del destino denota servicio a otros, responsabilidad y elaboración de muchos ajustes para favorecer a otros en sus necesidades.

Esto, evidentemente, se aplica a cualquiera, tenga el 6 o la raíz cúbica de pi.

Buscando la perfección en otras personas, lo puede conducir a algunas desilusiones en el amor y las relaciones. Usted debería casarse o establecerse en una sólida relación, ya que el lado elevado del número seis, es el amor, la familia, la armonía y el servicio a los demás.

O sea, sólo las personas cuya suma de año, mes y día de nacimiento tendrán desilusiones. Joder con mi mala pata. Y sólo nosotros debemos cargar con el matrimonio, ¿por qué? Pues sencillamente porque la enorme mayoría de la gente se enamora y se casa, y entonces en esta “predicción”, el autor “atina” con la mayoría de quienes tienen el 6.

En contraposición, usted puede experimentar discusiones y problemas con su relaciones románticas que pueden conducir a la separación y el divorcio.

Otra generalidad del tamaño de Mongolia, por supuesto. A tales eventualidades estamos expuestos todos.

Su actitud en la vida será lo que determine cómo vivirá el destino del número seis.

Fantástico, ¿no? Uno es el arquitecto de su propio destino. ¡Qué gran adivinación!

Pero, ¿qué habría pasado si en realidad yo fuera no el 6 sino el 3?

Este número de vida es probablemente el más placentero de todos, ya que es el de la auto expresión, y el pleno disfrute de actividades en una atmósfera armoniosa. Su creatividad y sociabilidad atraerá a muchos amigos y compañeros.

Pues esto se me aplica igualmente. Soy creativo, sociable y me gusta disfrutar en una atmósfera armoniosa. ¿Será que sumé mal?

Usted también tiene la tendencia de sentir celos; debe trabajar para guardarlo para sí mismo, pues si demuestra esos sentimientos en el momento equivocado a la persona equivocada, podría perder un amor o amistades.

Sabio consejo. Pero como casi todos hemos sido celosos, es otro disporo a la segura.

Además, debería aprender a enfocar sus energías, y no permitir que éstas se dispersen.

¿Significa esto que si uno no es 3 sí puede permitir que sus “energías” se dispersen? ¡Qué bien!

Los problemas que encontrará en su búsqueda de amor y belleza, son despreciables contra el potencial de gran éxito.

Obvio, ¿no?

Pues así van todos los números.

Nos despedimos con los absolutamente insanos horóscopos “para abril” del gran promotor de este blog, el mentiroso profesional Manuel Capella.

Nos dice, por ejemplo:

Se impone una nueva realidad en tu ámbito profesional, te conviene asumir las novedades al tiempo que mantienes lo mejor conocido. Lo más importante es que este año Saturno entrará en tu casa diez, algo que augura cambios en tu ámbito profesional o en los más destacados aspectos relacionados con tu futuro. Entras en una etapa compleja. Por otro lado, nuevos proyectos pueden surgir a través de los amigos, procura encontrar momentos para cultivar las relaciones personales, que supondrán una vía de escape y oportunidades para realizarte más ampliamente.

¿Esta ristra de generalidades groseras se le aplica a usted? Piénselo bien. A mí, por lo pronto, se me aplica sin duda alguna. Pero es el “horóscopo” para Libra, y yo no soy Libra.

Aprovecha el clima de euforia para marcar un nuevo rumbo y sentirte mucho mejor contigo mismo. Hace unos cuantos meses que Júpiter, el planeta de la buena suerte, transita por tu signo. Debes confiar en tus posibilidades, en tu potencial y en tu futuro. Tendrás buenas oportunidades para mejorar en todos los sentidos y será el momento de cambiar tu suerte. Los enamoramientos serán habituales entre los nativos del signo. Tu creatividad estará por las nubes. Desde finales de agosto la economía será uno de los aspectos más preocupantes.

¿Se le aplica esto a usted? ¿Importa si usted es Escorpión, Tauro o el verdadero destinatario de esta colecón de obviedades, que es Leo?

Así, en el mundo delirante de los profesionales en la superchería, lo que se encuentra son generalidades, vaguedades, obviedades y otros productos de la lectura en frío que permiten que se cree la impresión de que tienen alguna idea de lo que están diciendo.

¿Cuál sería la prueba de un verdadero adivinador?

Se requerirían varias, claro, porque sólo por azar (cosa que estudia la ley de las probabilidades) siempre es posible “atinar” alguna predicción, especialmente si es evidente (de un tiempo acá, todos los comemocos profesionales “predicen” la muerte de Juan Pablo II, aunque para todos nosotros es evidente que el pontífice está cada vez más enfermo y que también cumple años, o sea que inevitablemente morirá en un futuro cercano, cosa que aprovecharán los gusanos videntes para alimentarse con su cadáver gritando que “ellos lo predijeron”, puáj).

Es decir, se requiere una batería de pruebas en las que un supuesto adivinador se pueda desempeñar tan bien como cualquier profesional de verdad.

Digamos, ponemos a un contador o contable frente a veinte resmas de facturas, recibos y datos, y les pedimos que calculen, con sus conocimientos, el impuesto anual sobre la renta que deben pagar esas diez personas. El resultado medirá un nivel de profesionalidad determinado.

Luego se pone a un astrocharlatán ante las fechas y horas de nacimiento de veinte personas que ya hayan muerto (tomadas al azar de algún registro civil) y se le pide que calcule la fecha y hora de la muerte de los veinte.

Si el adivinador obtuviera un porcentaje de aciertos similar al del contador, entonces quizá sepa algo y valga la pena perder el tiempo con él.

Ante la imposibilidad de obtener resultados correctos en este tipo de experimentos (de los que huyen como de la viruela), los farsantes ofrecen otra maravillosa técnica final de la lectura en frío: la presentación de pretextos, coartadas, excusas y justificaciones.

Y cuando todo falla, mienten. Después de todo, como dijo Steiner, su principio básico guía todas sus patrañas: diles lo que quieren escuchar y volverán para que les digas más.

Tarotimos y tarotaradeces

Tarotimos y tarotaradeces

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(Corregido y aumentado el 22 de agosto a las 23:59)

Si acude usted a cualquier croupier de la desvergüenza ocupado en “echarle las cartas del Tarot” a sus víctimas y pregunta sobre el origen del jueguito de naipes en cuestión, lo más seguro es que le sacudan un cuento según el cual tal baraja procede del antiguo Egipto (pobre Egipto, cuánta raja le sacan éstos), y quizá susurren que la creó “el propio dios Toth” (cosa que nos obligaría a creer además que Isis, Osiris, Anubis y demás dioses egipcios no eran mitos, sino verdaderas deidades con existencia lo bastante corpórea para pintar barajas; si usted puede creer eso, quizá le interese comprar un puente que tenemos estorbando en la bahía de San Francisco).

Toda esa historia no es sino un collar de pamplinas primorosamente ensartadas en un hilo de fantasía desatada.

Los más descarados serán capaces de decirle que “las figuras” del Tarot, o al menos la de los llamados “arcanos mayores” están grabadas en un pasillo de la Gran Pirámide de Keops, lo cual es, simple y llanamente, una mentira del tamaño de la Esfinge. (A ver cómo le iban a hacer los egipcios para inventar la carta de “La Papisa”, elemento claramente medieval).

La realidad es que las cartas de jugar, de adivinar o de hacer tonto al conciudadano no se inventaron en el Antiguo Egipto ni en el antiguo nada, sino que fueron creadas a petición de Huey Song, emperador chino que en 1120 (medievo pleno) pidió que le inventaran algo para entretener a su bien abastecido harén de esposas, queridas, concubinas, amantes, amigas con derecho a roce y desconocidas obtenidas quién sabe cómo. Alguno de los lambiscones que generalmente se encuentran por docenas en los palacios reales pintó unas tarjetitas de papel (invento chino, por cierto) y con ellas inventó un jueguito para que pasaran el rato las compañeras de cama del emperador.

Las cartas fueron a dar a Italia, como tantos otros inventos chinos, por medio de comerciantes como Marco Polo. Ya en 1227 se habla de que a los niños italianos se les instruye en las virtudes cristianas por medio de unos naipes llamados “carticellas”. A la gente le da por inventar juegos con las tales cartas y a apostar en ellos, lo que atrae las furias de la iglesia católica y le da su carácter medio prohibido a tales trozos oblongos de cartulina. Las cartas llegan a los pueblos árabes, quienes nos devuelven el nombre “nayb”, del que procede “naipe”.

Y durante todos esos cientos o miles de años, ni un carajo sobre el “tarot” ni sobre adivinaciones ni adivinanzas.

Es hasta principios del siglo XV (en 1415 o 1430 o por ahí) que Filippo María Visconti, duque de Milán, manda a hacer un juego de cartas que se conserva hasta hoy y al que se llama “tarot italiano”, aunque algunas de sus cartas sean distintas a las que se usan hoy (lo cual nos da la medida del “respeto” por la antigüedad que tienen los engañabobos, que cambian las cartas como les viene en gana y luego cuentan historias del antiguo Egipto). No hay nada que indique que el mazo de cartas de Filippo se haya usado para echarle la suerte a nadie, por cierto. Las referencias místicas del tarot comienzan en 1546 a cargo de Guillaume Postel.

O sea, que el Tarot es un invento bastante moderno si lo comparamos con otras “técnicas de adivinación” o “mancias” inventadas en el pasado, como las que implican interpretar el vuelo de los pájaros, las vísceras de animales sacrificados, los huesos, el I Ching y demás.

Por supuesto, si uno pregunta por el significado de la palabra “tarot” el tallanaipes de la adivinación pondrá los ojitos en blanco y dirá que significa “libro de Toth” en antiguo egipcio (idioma del que no sabe nada, claro), o que tiene que ver con tora, rota o ator, es decir, el tetragrámmaton o nombre de dios (que en realidad son las letras hebreas YHVH, de donde sale Yahvé, como todo mundo puede ver son igualitas a “ator”); o que se relaciona con la Torah judía y por tanto con la cábala, o nos ofenderá con alguna otra tontería igualmente imaginaria.

La realidad es que “tarots” era como se llamaba a los “triunfos” en francés y el juego de cartas y parlanchinería llamado “tarots” era popular en Italia en el siglo XV. Fin del misterio. El nombrecito viene del francés y de un juego de azar, nada de idioma egipcio, hebreo, dioses antiguos ni delirios cabalísticos.

El “tarot” actual en sus enemil variantes (ahora cada charlatanazo produce el suyo propio para venderlo en kioscos junto con manuales de uso que no sirven para nada) procede del de Marsella, que tiene la pavorosa antigüedad de quinientos años, más o menos. Consta de 78 cartas, 22 de las cuales son los “arcanos mayores” (suena impresionante) y tienen los conocidos dibujitos del diablo, la muerte, los enamorados, la rueda de la fortuna, etc, mientras que las 56 restantes (“arcanos menores”) se parecen mucho a la baraja española, divididas en 4 palos pero con 14 cartas cada uno. Se numeran del 1 al 10 (como las de pókar) con cuatro figuras: rey, reina, caballo y sota.

Los exprimidores de congéneres suelen limitarse a los 22 “arcanos mayores” y con ellos pueden producir verdaderos milagros, como provocarle miedos irracionales a personas de aspecto normal, hacer que personas razonables actúen como bobos o producir dinero de la nada, mismo que se embolsan con gran regocijo.

La pregunta, claro, es si las cartas éstas o cualesquiera otras (incluidas las del Memorama) pueden “predecir” el futuro o “responder” a preguntas. La respuesta es no. Simplemente y sin más. Como todos los demás métodos adivinatorios, el tarot se basa en generalizaciones, en la lectura en frío que ya disecamos aquí, en respuestas buenas para cualquier circunstancia y en un descaro verdaderamente asombroso por parte del tarotimador.

Para el ritual, se supone que hay que barajar el tarot y luego el incauto lo debe cortar y luego se van sacando las cartas, disponiéndolas boca abajo en distintas formas, como la “cruz céltica”, el “calendario”, el “trisquel” o la “sencilla”. Una vez puesto el solitario en su sitio, se van destapando las cartas una por una en un orden determinado y se supone que la relación entre el significado original de la carta y su posición respecto a las demás nos va diciendo si conviene o no dedicarnos a la pastelería fina o al regenteo de burdeles, si la sabrosa Jennifer se ha prendado de nosotros o si es mejor pedir el aumento de sueldo en viernes o en martes.

En todo ese proceso, ni el aprendiz de brujo ni su damnificado se preguntan (mucho menos se responden) cómo es que las cartas no sólo conocen el futuro, sino que reconocen que usted es usted y no alguien más, y saben que están respondiendo a una pregunta y no a otra.

Pero la prueba de fuego de cualquier tarotorpe es preguntarle algo concreto que esté fuera de su conocimiento. Porque lo más llamativo de esta forma de adivinación (y de todas las formas de adivinación, para el caso) es que ni las cartas del tarot ni la bola de cristal ni las hojas del té ni las runas ni los posos del café ni el zodiaco van más allá de los conocimientos precisos y medibles del adivino en particular.

Por ejemplo, si usted le pregunta a un tarotonto quién va a ganar el partido de fútbol que se celebrará el domingo en el Estadio Mayapán de México entre las Avispas de Zumpango y los Albigranas de Tingüindín, la respuesta variará mucho dependiendo de lo que sepa el tarotimador en cuestión.

Si no es mexicano, probablemente haga mucha parafernalia para salirle con una vaguedad como “las tendencias cósmicas parecen favorecer a las Avispas, pero deberán tener mucho cuidado para evitar que los Albigranas aprovechen su influencia afortunada”. (¿Verdad que parece una respuesta sin responder nada?)

Si el tarotarado es mexicano, le dirá que no sea payaso, que no existen ni esos equipos de fútbol ni el tal estadio, información que todo el esoterismo del universo no puede transmitirle al tarotrucador de otro país.

Igualmente, pocos taroteros (si no es que ninguno) podrán responderle si fue Bob Bakker o Jack Horner el que afirmó que las aves actuales proceden de los dinosaurios. Esa respuesta, tan sencilla que la encuentra en cualquier lado (fue Bakker) está más allá del tarot porque está más allá del conocimiento del supuesto esotérico “superior iniciado en los misterios cabalísticos de los templarios y los rituales egipcios” (mamada que no significa nada, por cierto).

Porque si el tarot sirviera de verdad para ver el futuro y aprender respuestas a las grandes preguntas, los científicos estarían echando las cartas alegremente en lugar de quemarse las pestañas en sus laboratorios para encontrar la cura del catarro común, mientras que los tarotriviales seguramente se dedicarían a algo más honrado, sobre todo porque se enseñaría el tarot en las escuelas como fuente de sabiduría y ellos resultarían obsoletos.

Y pese a que este mundo es de locos, todavía no llega a tanto, para desgracia de los tarotarugos.

(Por cierto, Lola, en su blog Uno por uno, uno; uno por uno, dos; uno por uno… hace otras consideraciones entretenidas sobre el tarot esta semana.)

La maravillosa verdad sobre la meditación

La maravillosa verdad sobre la meditación

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La meditación funciona.

Antes de que usted proceda a llamar a los servicios de salud informando que el autor de este blog ha perdido la chaveta completamente y ahora chupa de la pipa de hachís de los infelices orates, permítanos la posibilidad de dar nuestros argumentos.

Primero, no se confunda “meditación” con la “Meditación Trascendental (Marca Registrada)” del insigne embaucador y conocido enfermo sexual Maharishi Mahesh Yogui. Lo que hace ese gordito infeliz es un asunto de sectas peligrosas debidamente tratado en sitios más serios que éste (merece seriedad por el daño psicológico atroz que le inflige a sus víctimas en su búsqueda de poder, sexo y dinero, por no decir que además ha dejado en la pobreza a más de cuatro “fieles creyentes”).

Segundo, no se confunda “meditación” con el rollo misticoide con el que se ha rodeado esta palabra por parte de casi todos los charlatanes, ya que casi todos acuden a esta práctica.

Tercero: entiéndase “meditación” como lo que uno hace cuando “medita”, es decir, aislarse sensorialmente del mundo a su alrededor y del trajín cotidiano, relajar sus músculos, tratar de no pensar en las preocupaciones cotidianas y concentrarse en cosas agradables. (Es lo mismo que uno hace si, en vez de mirarse el ombligo, da tranquilos paseos solitarios por el campo o navega con brisa leve en un velero, o se sienta a escuchar música suave tranquilamente en su sofá [en lugar de escuchar música potindustrial salsero-heavy en un walkman mientras corre, viaja en autobús, come apresuradamente algún alimento basura o espera con impaciencia].)

Hecho esto, entiéndase: cuando uno hace esas cosas (aislarse, relajarse, desconectar, pensar en cosas agradables) se siente bien.

Ese sentirse bien es lo que funciona en las prácticas meditativas.

De hecho, es lo único que funciona.

Dado que la reacción que provoca es notable y observable, numerosísimas disciplinas esotericonas la usan de forma depredadora dándole todo tipo de extrañas, maravillosas y siempre contradictorias implicaciones. Desde las prácticas orientalistas que aseguran que la meditación lleva a la iluminación nihilista del buda hasta los newagers esquizoides de California que meditan antes de iniciar una sesión de channeling, que es como le llaman al espiritismo reciclado.

Bueno, pues meditando no se llega a ser el buda, ni se entiende mejor el universo ni se comunica uno con los espíritus.

Pero se siente bien.

Esto no debería sorprendernos. Mientras más vivimos en una sociedad occidental moderna, menos tiempo tenemos para nosotros mismos, más acelerados vamos, menos descanso tenemos, no sólo físico, sino mental. Nuestros ratos libres los ocupan formas del ocio más o menos bruscas y adrenalínicas, diseñadas para cobrarnos por disfrutarlas o para inducirnos al consumo ocupando toda nuestra atención. Y ocupan las 18 horas del día que solemos estar despiertos.

En ese tornado de actividad y estímulos intensos y permanentes, tomarse diez minutos para no hacer nada, para concentrarse en cosas “intrascendentes” según la visión de la sociedad neoliberal de consumo, nos provoca una sensación de paz, tranquilidad y bienestar. Y no por motivos astrales, por la influencia de una deidad ni por energías imaginarias supuestas por impostores a prueba de bombas, sino porque nuestro cuerpo y mente agradecen ese paréntesis.

Se llama “descanso”. Le dicen “meditación”.

Y entonces, luego de esos diez minutos, nos sentimos bien o, para no exagerar, nos sentimos mejor que antes de esos diez minutos.

No nos sentiremos mucho mejor si meditamos seis horas seguidas, y es probable que nos dé un calambre en el espinazo, como nadie aguanta paseos de seis horas por el campo todos los días ni seis horas de conciertos a diario.

Pero los diez minutos de “desconectar” son algo agradable y, según algunos médicos, sano y recomendable.

Y la maravillosa verdad sobre el tema es que puede hacerse sin comulgar con ruedas de molino administradas por algún gurú con la cabeza rapada o un astrologuillo pillo disfrazado de Harry Potter.

Pero usted no lo sabe.

Y de allí se agarran los vendedores de disparates.

Usted se acerca a un grupo, club, asociación, sociedad, hermandad, cábala, junta, conspiración, iglesia, secta, sectita,sectota, agrupación, asamblea, corporación, red u lo que se les ocurra llamarla (incluso una marca registrada) y no pasa mucho tiempo antes de que lo pongan a meditar para “demostrarle” que su “filosofía” (y hay que tener la cara de acero al alto carbono para llamarle filosofía a las extravagancias que afirman estos psicotiquillos) guarda “misteriosísimos secretos” que ellos pueden develarle. Y usted sigue las indicaciones, se relaja y “medita”. Diez minutos, no más.

Usted, poco acostumbrado a no hacer nada, descubre que esos diez minutos le sientan de maravilla, como una siesta de media hora, pues.

Y en ese momento, usted está adobado para que le injerten el cuento de que ese bienestar puede verse aumentado, ampliado, magnificado, potenciado y desarrollado si usted adquiere el curso, el libro, el casete, el vídeo, la conferencia, la clase, el diplomado, la membresía, etc., etc. que le ofrecen a precio de regalo. Y está listo para que le digan que ese bienestar procede de energías supuestas, de interacciones indemostrables o de una “sabiduría ancestral” que nunca sirvió para que nuestros ancestros vivieran vidas más largas, más sanas, más sabias y más felices.

Caramba, piensa uno que ha vivido los últimos diez o quince años a velocidad de fórmula uno, si eso pueden hacer en diez minutos y gratis, ¿qué no podrán hacer en tres meses y soltándoles unos billetucos?

La verdad es que no pueden hacer nada, y que usted puede disfrutar el ratito de bienestar de la “meditación” sin tener que comprar las demás historias que le cuenten estos desvergonzados. La “meditación” es su principal truco, cuando no el único, para el reclutamiento de corderitos para su matadero. Tienen algo que funciona y sobre eso levantan un enorme edificio de demencias imposibles de demostrar, explicaciones psicodislépticas y “filosofías” afiladas para extirparle la cartera.

Pero dado que esto no es del conocimiento común, usted sigue sin saberlo.

Y muerde el cebo.

La meditación para sentirse bien funciona, sin importar que usted la haga según sus depredadores para “volar” como los discípulos de Sexy Sadie (nombre que John Lennon le dio al Maharishi), para “iluminarse”, para “contactar” con espiritus o extraterrestres, para “captar energía vital”, para “alinear sus chacras”, para “cargar el aura”, para “percibir el cuerpo astral”, para “desfloccinipaucificar las nerenias del discombuto místico” o cualquier mercadería que le estén ofertando.

Por supuesto, una vez habiendo picado, descubrirá que no conseguirá ni volar ni iluminarse ni nada por el estilo, simplemente se sentirá mejor por motivos eminentemente fisiológicos del funcionamiento normal (no paranormal) del cuerpo y la mente humanos. Pero para entonces ya pueden haberle hecho un bonito lavado de cerebro para dejárselo con consistencia de arroz con leche, como cualquier invitado de Javier Sierra en “Crónicas Marcianas”.

El desconocimiento generalizado de que este “descanso” funciona como “meditación” sin explicaciones descabelladas lo aprovecha un amplio surtido de oligofrénicos para ofrecerle “algo más” a las personas a las que les arrancan algo (dignidad, dinero, sexo, poder, admiración o libertad de pensamiento).

Ahora usted lo sabe: la “meditación” funciona. Pero no por los cuentos que relatan simuladores diversos.

Así que relájese, respire hondo y tranquilícese. A eso le llaman “meditación” y cobran por ello, cuando usted lo puede tener de manera gratuita y sin regalarle el alma a los comerciantes de la ignorancia humana.

Atlantis, el continente de los ingenuos

Atlantis, el continente de los ingenuos

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Relatos de culturas poco conocidas hay muchos. Algunos tienen, según se ha demostrado, bases reales más o menos sólidas y otros son, simplemente, producto de la maravillosa imaginación y creatividad humanas, dos cosas cuya existencia niega a rajatabla todo farsantazo que se respete.

Evidentemente, toda historia antigua y maravillosa se adereza con la imaginación que odian tan intensamente los seguidores de las chapucerías de Von Däniken y parásitos similares.

En la Edad Media, por ejemplo, Asia se pintaba como un lugar donde había hombres sin cabeza que llevaban los ojos en las tetillas y la boca en el ombligo. La cantidad de loqueras divertidas que los escritores y capitanes de barco o mercaderes eran capaces de inventar era tal que fueron muy populares por entonces los “Libros de maravillas”, que narraban descabelladas pero interesantes historias sobre sitios lejanos a los que no tenía acceso el lector (y a los que probablemente tampoco había ido el escritor).

Más atrás en el tiempo hay mitos detalladísimos como los del reino de Minos o de Troya, relatados por diversos autores en diversas épocas.

Evidentemente, cuando se encontró la civilización minoica, en ella no había un minotauro u hombre con cabeza de toro, mientras que en las excavaciones de Troya no aparecerán nunca los huesos de un semidiós llamado Aquiles cuyo único punto débil fuera el talón, siguiendo el mito. Y, mucho menos, resultó que en Asia vivieran los fenómenos de circo que inventaban escritores medievales maravillosos y admirables.

Uno de los mitos menos fundamentados es el de no una cultura, sino todo un continente completito perdido: Atlantis, un cuento empleado probablemente por Sócrates y recogido por Platón en sus Diálogos.

Solamente Platón, nadie más, habla de Atlantis. La suposición razonable es que es una alegoría de las muchas que usa Sócrates en los Diálogos de Platón para mostrar cómo se debe pensar.

De allí, numerosos vagos se han pasado años y años, cobrando y buscando Atlantis.

Por supuesto, la tontería no está en ver si ese mito, aunque tenga cara de invento por no estar sustentado en ningún otro autor, tiene una semilla de verdad (probablemente relacionado con la isla de Santorini), sino en que los charlatanes han decidido tomarlo al pie de la letra: todas las marvillas que Platón describe son aclamadas por los descerebrados como descripciones precisas y puntuales de la realidad exacta de un pueblo del que nadie sabe nada excepto Platón.

Por supuesto, si hubiera motivo para creer que tales descripciones se corresponden con la realidad, Atlantis debería ser asunto de la máxima importancia.

Pero, en sus Diálogos, Platón habla de muchas otras cosas que no son verdad ni son descripciones puntuales de la realidad. Así, habla constantemente de los dioses, en particular del rey del Olimpo, Zeus, pero ningún alérgico al trabajo anda tratando de vendernos la búsqueda de comunicación con el dios del rayo.

Igualmente, las imprecisiones de los diálogos (como, digamos, la teoría del color expuesta en “Critias”, uno de los dos diálogos donde se menciona a Atlantis, junto con “Timeo”) los revelan como lo que son: una forma de enseñar la filosofía que estaba apenas desarrollándose como una aproximación al conocimiento que, si bien estaba por vez primera apartándose de la creencia, no era ni con mucho representante de un conocimiento acabado.

O sea, estos tipos creen que Atlantis fue efectivamente un regalo al dios Poseidón, casado con la mortal Cleito cuyo hijo Atlas fundó la dinastía hasta que se violaron las leyes de Poseidón y Zeus decide destruir Atlantis.

Porque, si esa parte no es cierta, ¿en qué se basan para creer las otras partes, igualmente sin bases, igualmente imaginativas?

De hecho, los Diálogos de Platón en sí son un producto mucho más sorprendente que cualquier ejercicio de la imaginación relacionado con Atlantis o alguna fantasía similar. Sócrates inaugura una aproximación a la realidad que es mucho más importante que una cultura mítica, perfecciona el recién nacido pensamiento crítico (otra causa de alergia entre los simuladores profesionales), proclama la independencia del pensamiento ante el poder y, en resumen, funda la civilización occidental.

Por supuesto, los falsificadores de moneda intelectual no son capaces de darse cuenta de la hazaña de Sócrates. Y entonces se van a buscar Atlantis.

La seriedad y metodología científica empleada por los embaucadores en la búsqueda del mito queda patente en sus conclusiones preliminares.

Sin lugar a dudas, Atlantis está en:

Bajo el mar del sur de China

En el espacio exterior (según Alan Alford)

En la Antártida

En el altiplano sudamericano (Según J.M. Allen)

A la mitad del mediterráneo

En África

En Gran Bretaña

En Creta

En la India

Turquía occidental

Cuba

En Egipto

En el Mar Egeo

Más seriedad no se puede pedir.

Esta variedad de suposiciones descabelladas que no se pueden llamar teorías se debe a que los charlatanes necesitan salir con una “interpretación original” basada en cualquier pamplina (el supuesto mapa de Piri Reis, alucinaciones disfrazadas de trances mediúmnicos, interpretaciones absurdas de la realidad, libros de sus colegas del fraude, etc.) para vender libros y ser invitados a dictar conferencias a los agujeros en los que se reúnen quienes babean ante cualquier misterio falso (la misma tribu, por desgracia, que se queda fría y desinteresada ante los misterios verdaderos y las auténticas maravillas que nos ofrece el universo).

Y así, comen, beben y viven a costillas del engaño de otros que, de buena fe (por su falta de información) celebran sus palabras asombrados.

Pronto se podrá decir que Atlantis, en realidad, estuvo: en la Luna, en Cuernavaca, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, en Wichita Falls, en la Selva Negra alemana o en cualquier otro lugar novedoso que venda libros.

En fin, los timadores atlánticos no van a buscar a Zeus ni se lanzarán a encontrar el lugar preciso donde está la caverna de otra alegoría platónica, sino que seguirán picando piedra con la tontería de que Atlantis es verdad y no mito.

¿Cómo lo saben?

La verdad es que no lo saben, pero algo tienen que vender, o se verían obligados a hacer lo que más aborrecen: ganarse la vida honradamente.

Una cosa es segura: si Sócrates los viera y se enfrentara a ellos con su método dialéctico, no le llegaban al segundo round.

Sexy Sadie

Sexy Sadie

Sexy Sadie, what have you done?
You made a fool of everyone.
Sexy Sadie, you broke the rules,
You laid it down for all to see.

One sunny day the world was waiting for a lover
She came along to turn on everyone
Sexy Sadie the greatest of them all.

Sexy Sadie how did you know
The world was waiting just for you?

Sexy Sadie you’ll get yours yet,
However big you think you are

(Sexy Sadie, ¿qué has hecho?
Hiciste tontos a todos.
Sexy Sadie, rompiste las reglas,
lo exhibiste para que todos lo vieran.

Un día de sol el mundo estaba esperando una amante,
ella llegó para emocionar a todos.
Sexy Sadie, la más grande de todos.

Sexy Sadie, ¿cómo supiste
que el mundo estaba esperándote sólo a ti?

Sexy Sadie, aún te darán tu merecido,
sin importar cuán grande creas que eres.)
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Estos días en los que se recuerda a John Lennon como una de las voces esenciales de mi generación y de algunas anteriores, viene a cuento recordar que la “Sexy Sadie” de la canción de Lennon grabada por Los Beatles en su Álbum Blanco no es otro que el Maharishi Mahesh Yogui, el hombre que convirtió a la Meditación Trascendental® en una marca registrada (Transcendental Meditation®).

Los años sesenta marcaron, entre otras cosas, el enésimo descubrimiento de “oriente” por parte de occidentales frustrados con la cultura de origen europeo, cosa que aprovecharon para promoverse varios embaucadores, sobre todo de la India. Una muestra de estos personajes es una mezcla de comedia del absurdo con potentes tintes policiacos, y no es exhaustiva en modo alguno, faltan muchos:

Sai Baba: conocido por sus trucos de ilusionismo en los que hace aparecer objetos, incluidos relojes Rolex comprados por sus seguidores en tiendas cercanas a su ashram, denunciado como acosador sexual y sujeto de alta peligrosidad.

Su Divina Gracia Swami Bhaktivedanta Prabhupada: fundador de la Sociedad Internacional de la Conciencia de Krishna (ISKCO) o “Movimiento Hare Krishna”. El autoritario líder fallecido en 1977 buscaba siempre mostrar la cara más amable de los Hare Krishnas, pero cuando su ex-seguidor y crítico Steve Bryant apareció asesinado, se sugirió otra cara más oscura, así como las denuncias por maltratos y abusos en sus escuelas. Abunda en denuncias de ex-seguidores, algunos de ellos con puestos de relevancia en la secta, y que en varias ocasiones han llevado a los tribunales a los herederos del poder y la fortuna de Prabhupada.

Bhagwan Shree Rajneesh, swami más descarado y folklórico, llamado el “gurú de los Rolls Royce”, porque logró hacerse de una modesta colección de sólo 93 autos de esta marca. Los herederos del negocio usan el nombre “Osho”, que Rajneesh adoptó en los últimos años de su agitada vida de excesos al estilo de una estrella del rock.

Swami Satchidananda: creador del Instituto de Yoga Internacional llamado Yogaville®, que predica el Yoga Integral®, dueño de autos de lujo (con el infaltable Rolls Royce), un helicóptero y un Cadillac rosa, lo que revela que la espiritualidad no disminuye el mal gusto, y también regocijado practicante del erotismo pese a su celibato “oficial”, según relata una de sus víctimas, Susan Cohen.

Gurú Maharaj Ji (actualmente llamado también Prem Rawat), que empezó a predicar a los 6 años en el ashram de su padre, mismo que heredó a los 8 años para proclamarse sin más rodeos “dios”. A los 13 fue recibido en Nueva York por seguidores enloquecidos, y que hoy además de jet privado y casas en medio mundo, encabeza Elan Vital, además de ser constantemente denunciado como fraude por sus seguidores.

Pero el gurú de gurús, el swami de swamis, la personificación del delirio orientalista de la era hippie era el Maharishi Mahesh Yogui, y lo sigue siendo pese a que sus seguidores también lo denuncian en sitios como la Meditation Information Network.

Brevísima historia de un desvergonzado

El Maharishi Mahesh Yogui nació el 12 de enero de 1917 como Mahesh Prasad Varma, y recibió una buena educación. Sus biógrafos aseguran que estudió “física y matemáticas” en la Universidad de Allahabad, pero como ningún Mahesh Prasad Varma estuvo nunca matriculado en dicha casa de estudios, la versión oficial es que se inscribió como M C Srivastava, sin explicar si falsificó papeles para entrar, si lo consiguió mediante un milagro o si simplemente es una de las innumerables fábulas del Maharishi para impresionar a los crédulos.

Fue devoto (o zalamero adulador) discípulo del Gurú Dev Swami Brahmanand durante más de una década, pero cuando éste murió y no lo nombró sucesor, Mahesh decidió ponerse por su cuenta y fue primero a Uttar Kashi, donde vivió del fervor popular por los hombres santos o saddhu que plagan la zona, con lo cual es legítimo decir que el que sería el Maharishi Mahesh Yogui no ha hecho ni un solo día de trabajo honrado y real en toda su existencia, con una vocación de parásito que envidiaría cualquier tenia.

Hacia 1955-56 empezó a dar “conferencias” en el sur de la India y descubrió que en eso tenía un enorme éxito, con lo que las “invitaciones” (pagadas) para que hablara se multiplicaron. Allí surgió su idea de que no hay que ser monje ni actuar como tal para alcanzar las más altas metas espirituales, lo cual le abría la puerta para vivir como príncipe vendiendo espiritualidad, cosa que ya empezaba a hacer.

Su lanzamiento a internacional fue en noviembre de 1957, cuando habló en el Congreso Vegetariano Mundial explicando que con la meditación podría convertirnos a todos en vegetarianos. Después de ello, formó el Movimiento de la Regeneración Espiritual, que se dedicó a abrir centros de meditación por toda la India. Mahesh, ya convertido en el Maharishi Mahesh Yogui, decidió conquistar el mundo abriendo centros de su empresita: Birmania, Malasia, Singapur, Hong Kong y, finalmente, Estados Unidos en enero de 1959, en California.

En poco tiempo ya vivía y comía gratis con sus adeptos. En breve, el Maharishi (llamado “the giggling gutu” o “el gurú de las risitas”, porque constantemente soltaba risitas al hablar con la prensa, según los malpensados porque lo reventaba de risa la idea de que tantos se estuvieran tragando cualquier bobada que se le ocurriera soltar al gordito hindú) tenia chofer, comida de primera y casa con los que iba “iniciando” al mayoreo, y con el tiempo locales para poner sucursales de su negocio.

El biógrafo oficial del Maharishi, Paul Mason, fuente de la información aquí contenida, para que no se diga que nos documentamos con los “enemigos” del bon vivant indostano, cuenta que cuando se necesitó demasiado dinero para cumplir los deseos del Maharishi de tener centros dedicados a su rollo, algunos propusieron cobrar por ver al gordo, pero otros se preocuparon de que quienes no tuvieran dinero no pudieran “iluminarse”. Relata Mason algo que vale la pena citar literalmente:

… se acordó que el pago por la iniciación se relacionaría con los ingresos. En octubre de 1955, Bal Brahmachari Mahesh había declarado: “El camino es recto y la entrada es gratuita”. Pero en 1959 se llegó a establecer una cuota del salario de una semana, al parecer según el principio de “A la tierra que fueres, haz lo que vieres”.

Obviamente, desde el principio el Maharishi se ocupó de “iluminar” preferentemente a los ricos y famosos. Una semana del salario de una estrella de Hollywood “regenera el espíritu” e “ilumina” bastante más que una semana del salario de un carpintero.

Algunos de los caprichos del Maharishi son notables, como su gusto por el jugo de uva… lo peculiar no es el gusto por esta bebida en particular, sino que cada uva debía pelarse individualmente para exprimirla, y pasó un tiempo antes de que aceptara un jugo industrializado.

El gordo swami comenzó entonces una serie interminable de viajes, de apertura de centros y de establecimiento de diverass organizaciones cuyos ingresos, todos, iban a dar a una cuenta en Suiza. Por ejemplo, a fines de 1959 viajó a Londres y se repitió el esquema: vivir como rey a costa de los “iniciados” como el millonario Henry Nyburg, quien se lo llevó a conocer Suiza, Austria, Frqancia y Alemania en un Rolls Royce (esto de los Rolls Royce místicos no puede ser casualidad, pensaría uno).

Hacia 1960, el Maharishi inventa la historia de incorporar “la ciencia” a las enseñanzas tradicionales, poniendo las bases para las innumerables estupideces sobre “cuántica” y “ayur veda” que han hecho multimillonario a Deepak Chopra y que son la coartada de numerosos charlatanes. En Alemania dice que sus enseñanzas son las mismas que las de Cristo y Buda, con lo que aumentaba notablemente el número de clientes (es decir “iniciados”) potenciales.

Fue atacando así todos los países europeos hasta 1961, y en 1962 desembarca en África y publica el libro pretenciosamente intitulado El descubrimiento de la “energía nuclear vital”, la teoría del absoluto del Maharishi: el cumplimiento de la teoría de la relatividad del doctor Einstein, sublime tontería que reproducen numerosos engañabobos actuales (para darse una idea, vaya al grupo de correos Charlatanes y busque los delirios asombrosísimos del embaucador Paulino María Iñigo (sin acento en la “I”). Inventa además dos jugosos cuentos. El primero es que hay un Plan Divino para la humanidad, y que humildemente el pobre Maharishi es el encargado de hacer realidad tal plan para salvarnos. El segundo es el cuento de los “mantras”.

Los misteriosos “mantras”

Un “mantra” es una serie de sílabas o palabras que uno repite hasta la saciedad como parte del proceso de “meditación” en las versiones orientales de esta práctica. En la realidad, aunque la meditación funciona para relajarlo a uno, en el proceso importa un rábano si uno repite o no un mantra.

Pero el Maharishi inventó un sistema bastante ingenioso para mantener el asombro de sus seguidores. Según esto, cada discípulo recibía un “mantra” personal e intransferible (como una tarjeta de crédito mística) que, sin embargo, perdería su fuerza mística si se revelaba, era un secreto entre la inocente víctima y su “maestro” de Meditación Trascendental®. Lo asombroso es que si uno se muda, o el maestro se va de juerga, o simplemente durante un viaje quiere dejarle algo de dinero a alguno de los bazares mísiticos del Maharishi, el “maestro” que le toque sabrá “mágicamente” cuál es “su mantra único, singular, personal e intransferible”, lo cual sin duda impresiona.

Pero se ha descubierto que los mantras son los mismos para todas las personas de cada grupo de edad y sexo, como lo han determinado documentos presentados en los tribunales en casos contra la organización del gurú de las risitas.

Así, según grupo de edades, los mantras son (o solían ser): 12-13 Em, 14-15 Enga, 16-17 Ema, 18-19 Aing, 20-21 Aim, 22-23 Ainga, 24-25 Aima, 26-29 Shiring, 30-34 Shirim, 35-39 Hiring, 40-44 Hirim, 45-49 Kiring, 20-21 Aim, 50-54 Kirim, 55-59 Sham, 60-on Shama.

Un mago de escenario aplaudiría, porque el sistema es sin duda ingenioso. No así los ex-miembros de TM®, que se han sentido engañados por el gurú y que tienen, entre otras formas de denunciarlo y de apoyarse el Boletín de ex-miembros de TM®.

En 1963 publicó Science of Being and Art of Living (La ciencia de ser y el arte de vivir), donde volvía al cuento de que integraba los Vedas con la ciencia moderna. A fines de ese año inventó que, además de la vigilia, el sueño y el sueño profundo (o REM) había un cuarto estado de conciencia ampliada, un quinto, la “conciencia cósmica”, y hasta un sexto, la “conciencia de Dios”. Como funcionó, tres años después inventó un “séptimo estado” de la conciencia el “Conocimiento supremo”. En 63 también dijo que al meditar se podía cambiar la realidad física alrededor del meditante.

En 1965, el Maharishi consiguió a dos adeptos clave, John Densmore, baterista, y Ray Manzarek, tecladista, que formaron el grupo, The Doors. Y es que los dictados del Maharishi sobre la “conciencia cósmica” y la “liberación espiritual”, así como su idea de una “era de Acuario” cayeron en el mundo hippie como anillo al dedo, lo que le valió más seguidores entre los jóvenes rebeldes y, en particular, entre músicos y actores agobiados por el trabajo, relacionados con las drogas, insatisfechos y solos en la cima. Ante el movimieno (mientras que en entrevistas decía estar contra el desarme nuclear y apoyar la presencia de Estados Unidos en Vietnam), en 1966 agregó un adjetivo a su forma de meditación, que ahora era, “meditación trascendental”, lo que vendía muy bien. La “meditación trascendental” supuestamente manejaba una cosa inexistente llamada el “campo trascendental”, algo así como el “campo magnético” o el “campo gravitacional”, pero referido a la conciencia cósmica y que, por tanto, regía o dominaba a todos los demás (esto sería clave de sus afirmaciones más descabelladas en años posteriores).

El Maharishi y los Beatles

El encuentro con Los Beatles ocurrió en agosto de 1967, en un hotel de Londres. El Maharishi no tardó en darse cuenta de que la fama delirante del grupo podía darle un enorme impulso.

Pronto, el gurú estaba usando el nombre de los Beatles sin permiso, según relata Peter Brown, anunciando que irían a sus programas de televisión y exigiéndoles dinero, entre el 10 y el 25% de sus ingresos anuales, entregados en la famosa cuenta suiza. Este interés crematístico puso a los jóvenes músicos en guardia, y el ídolo finalmente se derrumbó cuando, en Rishikesh, el Maharishi se portó demasiado afectuoso en privado con Mia Farrow, abrazándola después de una sesión privada de meditación, lo que horrorizó a la joven actriz, que salió huyendo de las instalaciones del Maharishi (y así lo cuenta en su autobiografía la propia Farrow, pese a los intentos de los adeptos del Maharishi de negar el incidente).

Los Beatles rompieron con el Maharishi. Cuando éste les preguntó por qué, Lennon le contestó: “Si eres tan cósmico, sabrás por qué”, y Lennon narra que en ese momento el Maharishi lo miró como diciendo “Te voy a matar, bastardo”, un instante de ira que lo desenmascaraba a ojos del poco educado pero muy perceptivo músico.

De vuelta en casa, Lennon escribió la canción “Maharishi”, aunque sus abogados, temiendo una demanda del gordito que entre sonrisa y sonrisa era bastante avaricioso y peligroso, le recomendaron que no usara el nombre. Así nacía “Sexy Sadie”.

El Maharishi aprovechó al máximo la popularidad que le dio el ser “el gurú de Los Beatles” y el que los medios, como es habitual, dieran poca difusión a la ruptura con Los Beatles y a sus motivos.

Se instaló definitivamente en los Estados Unidos (aunque su central financiera está en Holanda) y sus planes florecieron. Compró una universidad, puso un partido político (el “Partido de la Ley Natural”, presente en unos 80 países) como quien pone una tienda, tiene una empresa de construcción (Maharishi Global Construction, que hace edificios que crean “felicidad, armonía y prosperidad”), una empresa de arquitectura (Maharishi Vedic Architecture, que diseña edificios que también producen, se supone, “buena salud, felicidad, armonía familiar e iluminación”), restaurantes que hacen “comida ayur-védica” supuestamente adaptada a las necesidades del comensal, fundó el “Servicio de consultoría corporativa astrológica” que ahora parece estar inactivo, pero en el que uno podía hacer consultas por 150 euros, pero el negocio de la astrología védica sigue.

Hay muchos más, pero el negocio más raro del Maharishi es, sin duda, su Yoguic Flying Club o club de vuelo yóguico, en el que le cobra a la gente por enseñarle a levitar, para lo cual usaba fotografías trucadas. El tema le costó 138 mil dólares en 1987 cuando perdió un juicio contra un hombre que lo demandó por no enseñarle a volar, pero esa cantidad es nada en la fortuna del Maharishi.

Viendo que mentir le podía salir barato (y que ganaba más con la mentira que lo que perdía en los tribunales), el Maharishi se desmelenó completamente, afirmaba que si muchas personas meditan pueden cambiar la realidad. Ha afirmado que sus maratones meditantes han disminuido los niveles de criminalidad en algunas ciudades (los estudios demuestran que no hay tal), que pueden controlar huracanes, mejorar la salud de la comunidad, etc., gracias a algo que modestamente llamó “el efecto Maharishi” y que hasta hoy no hay ni una prueba de que exista.

Lo que sí hay son muchos datos sobre las mentiras de la Meditación Trascendental.

Y eso mencionando sólo de paso cómo atrajo a Deepak Chopra y cómo este famosísimo engañabobos se peleó con el Maharishi por cosas de dinerillos y también “se puso por su cuenta”, atendiendo igualmente a los ricos y famosos para ganar dinero con mentiras salpicadas de falsedades sobre la “cuántica” y demás, como buen discípulo (de verdad) del Maharishi.

Pero el gurú cobra y ríe, dice tonterías y ríe, engaña y ríe. Lo opuesto, pues, a lo que fue Lennon. Por eso vale la penta tener en mente al embaucador indostano cuando leemos lo que escribió Gabriel García Márquez el 16 de diciembre de 1980 por la muerte de Lennon:

En un siglo en que los vencedores son siempre los que pegan más fuerte, los que sacan más votos, los que meten más goles, los hombres más ricos y las mujeres más bellas, es alentadora la conmoción que ha causado en el mundo entero la muerte de un hombre que no había hecho nada más que cantarle al amor. Es la apoteosis de los que nunca ganan.

Los gurús pegan más fuerte y son más ricos, sí. Los que nunca ganan, no lo olvidemos, son las víctimas de los estafadores que venden espiritualidad falsa a cambio de dinero contante y sonante.

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