La Serpiente de Cascabel

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 03/08/2006 12:24

La Serpiente de Cascabel

Nuestra Enseñanza y todas las otras disciplinas serias como así también todas las religiones, hablan de los estragos que causa la violencia en la psiquis del hombre. De la pérdida de energía que sufrimos cuando nos dejamos arrastrar por la violencia, sea ésta proveniente de nuestra propia naturaleza o por los miedos producidos por el exceso de valorización de nosotros mismos.

Las ideas de nuestro Trabajo penetran lentamente y nos llevan por el camino hacia el Hombre Equilibrado. El hombre equilibrado no está liberado de la violencia pero, por una extensión de su consciencia, ya no derivará más sus sentimientos según lo que es falso o imaginario. Y viendo en sí mismo muchas de las culpas que achaca a demás, como también algunas peculiaridades propias, sus sentimientos hacia los otros cambiarán por completo. Mientras todo esto tiene lugar, gradualmente, a veces sentiremos que estamos perdiendo algo valioso. Pero si cambiamos es imposible que la vida tenga el mismo sabor.

El cambio de ser significa el cambio en todo. No se puede cambiar y seguir siendo el mismo. El hombre que alcanza el nivel del Hombre Equilibrado no puede seguir siendo lo que era.

El equilibrio mental, emocional y físico transforma al hombre. Lo hace más fuerte, más criterioso, más valiente y por lo tanto no necesita para nada usar la violencia. Pero esto no quiere decir que se convierta en un “manso” al que cualquiera le pueda pasar por encima. No, al contrario, nadie se animará a atacarlo, justamente debido a su seguridad en sí mismo.

Hay un cuento anónimo que circula por los grupos y seminarios que habla de una serpiente de cascabel que no supo utilizar algo natural, que inspiraba misterio y respeto.

El cuento decía así:

En un pequeño poblado de la India, los habitantes estaban muy asustados por los daños que causaba una serpiente de cascabel, muy agresiva y violenta, que mataba a los animales domésticos, al ganado e incluso había mordido a varios niños, muriendo algunos y quedando con daños irreparables otros.

Un día pasó por el lugar “un hombre sabio”, muy querido y respetado por esa humilde gente. Le contaron lo que pasaba y le pidieron:

    * ¡Maestro!…por favor, habla con la serpiente y aconséjala que no siga haciendo daño.

Así lo hizo el Maestro y pasó horas explicando a la serpiente sobre la inconveniencia de la agresividad y la violencia. Le habló del amor, el respeto a todos los seres vivientes y todas esas cosas. La serpiente comprendió y no volvió a atacar a los habitantes del pueblo ni a sus animales.

Pasó algún tiempo y cuando el “hombre sabio” volvió por esos parajes se encontró con la serpiente, lastimada, golpeada y herida, que se quejaba amargamente:

    * Mira lo que me pasado, Maestro, por seguir tus consejos – se lamentó la serpiente, casi llorando – me han perseguido, golpeado y humillado por no utilizar la violencia.

– ¡Hija mía… yo te hablé de que no atacaras a nadie pero en ningún momento te dije que no utilizaras tu cascabel!

El comienzo de una nueva vida

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 02/08/2006 8:51

Un hombre recibió una noche la visita de un ángel, quien le comunicó que le esperaba un futuro fabuloso: se le daría la oportunidad de hacerse rico, de lograr una posición importante y respetada dentro de su comunidad y de casarse con una mujer muy hermosa.

Este hombre se pasó la vida esperando a que los milagros prometidos llegasen, pero nunca lo hicieron, así que al final murió solo y pobre. Cuando llegó a las puertas del cielo, vio al ángel que le había visitado años atrás y protestó: «Me prometiste riquezas, una buena posición social y una bella esposa, ¡ me he pasado la vida esperando en balde !»

«Yo no hice esa promesa», replicó el ángel, «te prometí la oportunidad de riqueza, una buena posición social y una esposa hermosa». El hombre estaba realmente intrigado. «No entiendo lo que quieres decir», confesó.

«¿Recuerdas que una vez tuviste la idea de montar un negocio pero el miedo al fracaso te detuvo y nunca lo pusiste en práctica?». El hombre asintió con un gesto. «Al no decidirte, unos años más tarde se le dio la idea a otro hombre que no permitió que el miedo al fracaso le impidiera ponerla en práctica. Recordarás que se convirtió en uno de los hombres más ricos del reino».

«También recordarás», prosiguió el ángel, «aquella ocasión en que un terremoto asoló la ciudad, derrumbó muchos edificios y miles de personas quedaron atrapadas en ellos. En aquella ocasión tuviste la oportunidad de ayudar a encontrar y rescatar a los supervivientes, pero no quisiste dejar tu hogar solo por miedo a que los muchos saqueadores que había te robasen tus pertenencias, así que ignoraste la petición de ayuda y te quedaste en casa».

El hombre asintió con vergüenza. «Esa fue tu gran oportunidad de salvarle la vida a cientos de personas con lo que hubieras ganado el respeto de todos ellos», continuó el ángel.

«Por último, ¿recuerdas a aquella hermosa mujer pelirroja que te había atraído tanto? la creías incomparable a cualquier otra y nunca conociste a nadie igual. Sin embargo, pensaste que tal mujer no se casaría con alguien como tú y, para evitar el rechazo, nunca llegaste a pedírselo».

El hombre volvió a asentir, pero ahora las lágrimas rodaban por sus mejillas. «Sí, amigo, ella podría haber sido tu esposa», dijo el ángel. «Y con ella se te hubiera otorgado la bendición de tener hermosos hijos y de multiplicar la felicidad en tu vida».

A todos se nos ofrecen a diario muchas oportunidades, pero muy a menudo, las dejamos pasar por nuestros temores e inseguridades……

Adaptado de un cuento de la antigua China

El maestro impasible

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 01/08/2006 18:17

El maestro impasible

En un monasterio del Japón medieval había un monje anciano ante el cual los jóvenes novicios se sentían especialmente intimidados; no porque fuera severo con ellos sino porque nada parecía perturbarlo o afectarlo nunca. Por ello veían en él algo inquietante y le tenían miedo. Al fin, sintiendo que no podían soportar más esa situación, un día decidieron ponerlo a prueba.

Una oscura mañana de invierno, cuando el anciano cumplía su tarea de llevar la ofrenda de té a la sala del Fundador, la pandilla de novicios se ocultó en un recodo del sinuoso y oscuro corredor que llevaba a aquel recinto. Al pasar el anciano, salieron de su escondite dando alaridos como una horda de demonios. Sin que su andar se alterara en lo mínimo, el anciano siguió andando con calma, llevando cuidadosamente el té. En la próxima vuelta del corredor se hallaba una mesita. Se dirigió hacia ella en la oscuridad, depositó la taza, la cubrió para protegerla del polvo y entonces, apoyándose contra la pared, prorrumpió en exclamaciones de susto.

-¡Oh, oh, oh!-.

Un maestro zen, al relatar esta anécdota, comentaba:

-Se ve, pues, que nada tienen de malo las emociones; sólo que no debemos dejar que nos arrastren o que perturben lo que estamos haciendo.

El ladrillo boomerang

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 31/07/2006 7:31
EL LADRILLO BOOMERANG
He aquí un tipo que andaba por el mundo con un ladrillo en la mano. Había decidido que a cada persona que lo molestara hasta hacerlo rabiar, le tiraría un ladrillazo.

Método un poco troglodita pero que parecía efectivo, ¿no?

Sucedió que se cruzó con un prepotente amigo que le contestó mal. Fiel a su designio, el tipo agarró el ladrillo y se lo tiró.

No recuerdo si le pegó o no. Pero el caso es que después, al ir a buscar el ladrillo, esto le pareció incómodo.

Decidió mejorar el “sistema de autopreservación a ladrillo”, como él lo llamaba:

Le ató al ladrillo un cordel de un metro y salió a la calle.

Esto permitiría que el ladrillo no se alejara demasiado. Pronto comprobó que el nuevo método también tenía sus problemas.

Por un lado, la persona destinataria de su hostilidad debía estar a menos de un metro. Y por otro, que después de arrojarlo, de todas maneras tenía que tomarse el trabajo de recoger el hilo que además, muchas veces se ovillaba y anudaba.

El tipo inventó así el “Sistema Ladrillo III”:

El protagonista era siempre el mismo ladrillo, pero ahora en lugar de un cordel, le ató un resorte..Ahora sí, pensó, el ladrillo podría ser lanzado una y otra vez pero solo, solito regresaría.

Al salir a la calle y recibir la primera agresión, tiró el ladrillo.

Le erró… pero le erró al otro; porque al actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en su propia cabeza.

El segundo ladrillazo se lo pegó por medir mal la distancia.

El tercero, por arrojar el ladrillo fuera de tiempo.

El cuarto fue muy particular. En realidad, él mismo había decidido pegarle un ladrillazo a su víctima y a la vez también había decidido protegerla de su agresión.

Ese chichón fue enorme…

Nunca se supo si a raíz de los golpes o por alguna deformación de su ánimo, nunca llegó a pegarle un ladrillazo a nadie.

Todos sus golpes fueron siempre para él.

—Este mecanismo se llama retroflexión y consiste básicamente en proteger al otro de mi agresividad. Cada vez que lo hago, mi energía agresiva y hostil es detenida antes de que le llegue al otro, por medio de una barrera que yo mismo pongo. Esta barrera no absorbe el impacto, simplemente lo refleja; y toda esa bronca, ese fastidio, esa agresión me vuelve a mí mismo. A veces con conductas reales de autoagresión (daños físicos, comida en exceso, drogas, riesgos inútiles) otras veces con emociones o manifestaciones disimuladas (depresión, culpa, somatización).

Es muy probable que un utópico ser humano “iluminado”, lúcido y sólido jamás se enojara. Sería útil para nosotros no enojarnos. Sin embargo una vez que sentimos la bronca, la ira o el fastidio, el único camino que los resuelve es sacarlos hacia fuera transformados en acción. De lo contrario lo único que conseguimos, antes o después, es enojarnos con nosotros

Jorge Bucay

La Rosa más bella

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 30/07/2006 12:14
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa mas bella del jardín.  Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Vío que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro y que quizás por eso nadie se acercaba a verla de cerca.

Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Está bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa:
y se sorprendió al ver que esta estaba totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.

– Le dijo entonces:
Vaya que  mal te ves . ¿Qué te pasó?
La rosa contestó:
Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.
El sapo solo contestó:
Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la mas bella del jardín.

Moraleja:

Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos mas que ellos, más bellos o simplemente que no nos “sirven” para nada. Dios no hace a nadie para que esté sobrando en este mundo, todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera estemos conscientes.

El castillo de arena

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 29/07/2006 8:46
El castillo de arena

En cierta ocasión, un gran y famoso profesor se dirigía andando hacia su casa después de haber impartido diversas clases. Andar le relajaba y le ayudaba a desconectar después de la concentración y el derroche de energía que implicaba todo un día dedicado a la docencia.

De las distintas rutas que podía elegir, ese día había optado por regresar a su hogar por la playa. El paisaje no conseguía distraer su atención, puesto que estaba demasiado absorto en sus engreídos pensamientos. Meditaba sobre los elogios que había recibido de los estudiantes. Rememoraba la gloria que para él había significado firmar los ejemplares de su último libro. El recuerdo de las diversas clases impartidas durante el día hacía que se sintiera orgulloso. Se felicitaba a sí mismo por lo que había hecho bien. SÍ, ciertamente lo había hecho bien. Estaba orgulloso de ser bueno y de tener conciencia de ello.

Entonces hubo algo que llamó su atención. En la playa había un niño que estaba construyendo un castillo de arena- El hecho, en sí mismo, no era inusual; sin embargo, se trataba del mayor y más elaborado castillo de arena que el profesor había visto nunca. EI niño, de forma esmerada, recogía la arena con las manos y a continuación la apisonaba firmemente, aunque con delicadeza, en el lugar apropiado- Con sumo cuidado había construido torres y torretas, e incluso había colocado banderas en los parapetos. Su creación era un acto de amor.

El profesor se sentó en un banco del paseo y se puso a observar al niño. Cuando el chiquillo hubo completado su impresionante obra de arte, se tumbó a descansar en la arena y aparentemente admiró el castillo durante unos instantes. El profesor conocía la emoción que se experimentaba en un momento así. Era exactamente el mismo sentimiento que había tenido un poco antes mientras caminaba por el paseo marítimo recordando sus logros del día.

De repente, el niño se levantó y tiró abajo el castillo, esparciendo por los alrededores toda la arena mientras observaba cómo las olas borraban cualquier vestigio de su existencia. La playa volvió a ofrecer su imagen habitual. Toda la arena quedó plana y uniforme. Era como si el castillo nunca hubiera existido.

El profesor hubiera querido gritar al niño pidiéndole que se detuviera, pero su decoro se lo impidió. ¡Qué pérdida! ¿Por qué tenía que destruir un logro así? ¿Por qué motivo un creador destrozaba su propia obra?

Deseaba preguntarle al niño por qué había actuado así, pero dudaba. «¿Debo dirigirme a ese pequeño?», se preguntaba a sí mismo el profesor. «Se trata sólo de un niño y yo soy un gran maestro. ¿Acaso he de permitir que me vean hablando con él?»
Sin embargo, finalmente su curiosidad fue más fuerte que sus prejuicios. El profesor comenzó a andar por la arena y se dirigió al niño. «Dime», le interpeló, mientras permanecía de pie frente al niño, que continuaba tumbado, al tiempo que lo miraba con autoridad, ¿por qué estás jugando con la arena?»

«¿No es lo que los niños hacen?», contestó el jovencito. «Los adultos me dicen que jugar es una forma de aprender, como si ello tuviera algún sentido distinto al de simplemente pasárselo bien. Hago lo que hacen los niños. Estoy jugando.»
«Me intriga una cosa», dijo el profesor: «¿Por qué motivo has empleado tanto tiempo y esfuerzo en construir un castillo tan grande y tan bien elaborado para luego, sencillamente, derribarlo? Habías creado un castillo casi perfecto y después lo has destruido, mientras contemplabas cómo las olas borraban cualquier señal de su existencia. No queda ninguna prueba de tu obra.»

«Mis padres me han hecho la misma pregunta», confesó el niño. «Mi madre ve en ello un gesto muy simbólico, pero mi madre es así. Ella opina que los distintos granos de arena se pueden equiparar a cada uno de los aspectos de la humanidad. Si se utilizan conjuntamente para construir una obra y luego se los moldea y se les da con delicadeza una determinada forma, pasan a constituir un conjunto que deviene más importante que cada una de las partes que lo componen. Ella dice que nuestra creatividad no tiene límites cuando trabajamos en equipo. Cuando nos olvidamos de nuestras relaciones con los demás y tratamos de existir como un grano de arena aislado y solitario, nuestra creatividad se destruye, de la misma forma que yo he destruido el castillo, o como el océano, al irrumpir en la playa, arrastra y esparce los millones de partículas de arena.

»Mi padre dice que es una forma de aprender aspectos de la vida. Dice que nada es imperecedero. Los castillos de arena son un ejemplo. Se crean y se destruyen. Existen y se desvanecen. Estos castillos, como todo en la vida, son efímeros. Representan nuestro viaje por la vida. Tanto los castillos como la vida son breves y temporales. Cuando nos damos cuenta de esto podemos empezar a disfrutar del tiempo del que disponemos. Mi padre dice que construir castillos de arena es un método que tienen los niños para aprender y entender de forma intuitiva estas importantes lecciones de nuestra existencia.

»¿Y para mí?», prosiguió diciendo el niño. «Pues para mí se trata simplemente de un juego. Tal vez ello tenga algún significado, o tal vez no. Me limito a disfrutar con lo que hago. Me gusta notar la calidez del sol sobre mi cuerpo, percibir el sonido de las olas y sentir el tacto de la arena. Sencillamente me lo paso bien.»

El profesor se dio cuenta de lo mucho que podía aprender de ese pequeño. Se desabrochó sus zapatos y se los quitó. A continuación se deshizo de sus calcetines y se subió las perneras de los pantalones. Se desprendió de la corbata y se sentó junto al niño. «¿Me puedo quedar aquí?», preguntó. “También me gustaría jugar”

GAUTAMA

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 28/07/2006 10:32

GAUTAMA

Por Rabindranat Tagore

Ya el sol se había puesto entre el enredo del bosque sobre los ríos.

Los niños de la ermita habían vuelto con el ganado y estaban sentados al fuego, oyendo a su maestro Gautama, cuando llegó un niño desconocido y lo saludó con flores y frutos. Luego, tras una profunda reverencia, le dijo con voz de pájaro:
“Señor Gautama, vengo a que me guíes por el Sendero de la Verdad. Me llamo Satyakama”

“Bendito seas -dijo el Maestro- ¿Y de qué casta eres, hijo mío? Porque sólo un brahmín puede aspirar a la suprema sabiduría”.

Contestó el niño:

“No sé de qué casta soy, Maestro; pero voy a preguntárselo a mi madre”.

Se despidió Satyakama, cruzó el río por lo más estrecho, y volvió a la choza de su madre, que estaba al fin de un arenal, fuera de la aldea ya dormida.

La lámpara iluminaba débilmente la puerta, y la madre estaba fuera, de pie en la sombra, esperando la vuelta de su hijo.

Lo cogió contra su pecho, lo besó en la cabeza y le preguntó qué le había dicho el Maestro.

“¿Cómo se llama mi padre? -dijo el niño- Porque me ha dicho el Señor Gautama que sólo un brahmín puede aspirar a la suprema sabiduría”.

La mujer bajó los ojos y le habló dulcemente: “Cuando joven yo era pobre y conocí muchos amos. Sólo puedo decirte que tú viniste a los brazos de tu madre Jabala, que no tuvo marido”.

Los primeros rayos del sol ardían en la copa de los árboles de la ermita del bosque. Los niños, aún mojado el revuelto pelo del baño de la mañana, estaban sentados ante su Maestro, bajo un árbol viejo.

Llegó Satyakan, le hizo una profunda reverencia al Maestro y se quedó de pie en silencio.

“Dime -le preguntó el Maestro- ¿Sabes ya de qué casta eres?”

“Señor -contestó Satyakama-, no sé. Mi madre me dijo: Yo conocí muchos amos cuando joven, y tú viniste a los brazos de tu madre Jabala, que no tuvo marido”.

Entonces se levantó un rumor como el zumbido iracundo de las abejas hostigadas en su colmena. Y los estudiantes murmuraban entre dientes de la desvergonzada insolencia del niño sin padre.

Pero el Maestro Gautama se levantó, trajo al niño con sus brazos hasta su pecho, y le dijo:

“Tú eres el mejor de todos los brahmines, hijo mío; porque tienes la herencia más noble, que es de la verdad”.

El espantapájaros

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 27/07/2006 9:40

El espantapájaros

En un lejano pueblo vivía un labrador muy avaro y era tanta su avaricia que cuando un pájaro comía un grano de trigo encontrado en el suelo, se ponía furioso y pasaba los días vigilando que nadie tocara su huerto.

Un día tuvo una idea:
– Ya sé, construiré un espantapájaros, de este modo, alejaré a los animales de mi huerto.

Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo, una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y la boca fue una hilera de granos de trigo.

Una vez el espantapájaros estuvo terminado, le colocó unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo hincó en la tierra. Pero se percató de que le faltaba un corazón y cogió el mejor fruto del peral, lo metió entre la paja y se fue a su casa.
Allí quedó el espantapájaros moviéndose al ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló despacio sobre el huerto buscando donde poder encontrar trigo. El espantapájaros, al verle, quiso ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se posó en un árbol y dijo:
– Déjame coger trigo para mis hijos.
– No puedo -contestó el espantapájaros, pero tanto le dolía ver al pobre gorrión pidiendo comida que le dijo:
– Puedes coger mis dientes que son granos de  trigo.

El gorrión los cogió y de alegría besó su frente de calabaza. El espantapájaros quedó sin boca pero muy satisfecho por su acción. 

Una mañana un conejo entró en el huerto. Cuando se dirigía hacia las zanahorias, el muñeco le vio y quiso darle miedo, pero el conejo le miró y le dijo:
– Quiero una zanahoria, tengo hambre.
Tanto le dolía al espantapájaros ver un conejo hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria.
  Una vez el conejo se hubo marchado, quiso cantar de alegría; pero no tenía boca, ni nariz para oler el perfume de las flores del campo, sin embargo, estaba contento.
Un día apareció un gallo cantando junto a él.
– Voy a decir a mi mujer, la gallina, que no ponga más huevos para el dueño de esta huerta, es un avaro que casi no nos da comida -dijo el gallo.
– Esto no está bien, yo te daré comida, pero tú no digas nada a tu mujer.
Coge mis ojos que son granos de maíz.
– Bien -contestó el gallo-, y se fue agradecido.
    Poco más tarde alguien se acercó a él y dijo:
– Espantapájaros, el labrador me ha echado de su casa y tengo frío, ¿puedes ayudarme?
  – ¿Quien eres? -preguntó el espantapájaros que no podía verle, pues ya no tenía ojos.
  – Soy un vagabundo.
      – Coge mi vestido, es lo único que puedo ofrecerte.
– ¡Oh, gracias, espantapájaros!

      Más tarde notó que alguien lloraba junto a él. Era un niño que buscaba comida para su madre y el dueño de la huerta no quiso darle.
– Pobre -dijo el espantapájaros-, te doy mi cabeza que es una hermosa calabaza…

Cuando el labrador fue al huerto y vio al espantapájaros en aquel estado, se enfadó mucho y le prendió fuego. Sus amigos, al ver cómo ardía, se acercaron y amenazaron al labrador, pero en aquel momento cayó al suelo algo que pertenecía a aquél monigote: su corazón de pera. Entonces el hombre riéndose, se lo comió diciendo:
– ¿Decís que todo os lo ha dado? Pues esto me lo como yo.
Pero sólo al morderla notó un cambio en él y les dijo:
– Desde ahora os acogeré siempre.
Mientras, el espantapájaros se había convertido en cenizas y el humo llegaba hasta el sol transformándose en el más brillante de sus rayos.

El vuelo triste de una gaviota

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 26/07/2006 12:59
El vuelo triste de una gaviota
Había una vez, una gaviota que cuando comenzó a volar, se maravilló de todo lo que alcanzaba a ver desde su vuelo, le gustaba el aire en su rostro, con aroma de libertad, tuvo tantas sensaciones insospechadas, que el ir descubriéndolas poco a poco, aprendió a disfrutarlas…

Como era muy grande su dicha, un buen día, decidió charlar con un grupo de bellas gaviotas que visualizó desde su vuelo; en este grupo, algunas volaban muy alto y otras, temerosas, solo volaban lo necesario, para buscar alimento, pero en su interior deseaban volar muy alto, igual que sus compañeras, pero no se animaban.

Se acercó y sin dirigir su charla a ninguna en particular, comenzó a contar sus maravillosas experiencias, algunas, le escuchaban atentas pero no todas, de cualquier manera, ella volvía todos los días a contar esas aventuras, lo que mas emocionó a esta gaviota, fue que descubrió muchas historias bellas que continuamente compartían las demás compañeras de grupo, y así continuó sus días.

Muy pronto, disfrutó el gran placer de volar en grupo, la bandada se mantuvo, con gaviotas que permanecían y algunas que decidían ir a formar distintos vuelos individuales y en ocasiones uniéndose a otras.

Un día, notaba que la bandada se reducía, que había mas gaviotas abajo; que planeando, decidieron hacer un alto, valorando si el horizonte que tenían a vuelo era el mejor…y decidieron volar e irse. La gaviota sabía que algún día esto sucedería, pero le entristeció mucho el saber que ese momento había llegado, lo lamentable para ella, era que se iban en grupos pequeños, pero en forma simultánea. Sabe que cada día llegan más y más gaviotas, para compartir y aprender aventuras…pero ésta vez, se ha quedado pensativa, consternada, meditando lo doloroso que a veces la costumbre te cobra; se ha despedido de algunas que se iban, pero ahora…no tiene fuerzas para hacerlo más…sabe en medio de su abatimiento, que algún día se cruzaran los horizontes y entonces podrá revivir recuerdos y hermosos vuelos, sabe que mientras permanezcan en vuelo…el encuentro es inminente. Y que podrán intercambiar hermosas aventuras…algún día…algún día.

Amar la vida

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 25/07/2006 17:16

Amar la vida

Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo recibió un soldado llamado Ralph.
Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Ralph se separó del visitante en tres ocasiones: primero para ayudar a una anciana con su maleta; luego para cargar a dos pequeños a fin de que pudieran ver a Santa Claus, y después para orientar a una persona. Cada vez regresaba con una sonrisa en el rostro.

“¿Dónde aprendió a comportarse así?”, le preguntó el profesor. “En la guerra”, contestó Ralph.

Entonces le contó su experiencia en Vietnam. Allá su misión había sido limpiar campos minados. Durante ese tiempo había visto cómo varios amigos suyos, uno tras otro, encontraban una muerte prematura.

“Me acostumbré a vivir paso a paso” -explicó. “Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último; por eso tenía que sacar el mayor provecho posible del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo en el suelo.Me parecía que cada paso era toda una vida”.

Nadie puede saber lo que habrá de suceder mañana. Qué triste sería el mundo si lo supiéramos. Toda la emoción de vivir se perdería, nuestra vida sería como una película que ya vimos.

Ninguna sorpresa, ninguna emoción. Pienso que lo que se requiere es ver la vida como lo que es: una gran aventura.

Al final, no importará quién ha acumulado más riqueza ni quién ha llegado más lejos. Lo único que importará es quién lo disfrutó más.

Ama más quien más ha servido, porque aprecia su vida y la de los demás.

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