4 notas sobre los sueños

4 notas sobre los sueños
Explicación de los conceptos usados con frecuencia en el trabajo con los sueños

1. La psique se manifiesta a sí misma como andrógino, que contiene a la vez energías masculinas y femeninas. Cada hombre tiene que conectar el ego “masculino” con el aspecto de su psique que el inconsciente ve como su aspecto “femenino”. El ego “femenino” de cada mujer tiene que hacer una síntesis con el aspecto “masculino”, simbólico, de su ser total.
Las energías arquetípicas que hay en nosotros le parecen a la mente consciente como pares complementarios: Yin y Yang, femenino y masculino, negativo y positivo, luz y oscuridad. Una parte de mí vive en la mente consciente y otra parte – la cualidad complementaria que completa el todo – está oculta en el inconsciente. El inconsciente constantemente utiliza la dicotomía masculino-femenino para simbolizar el intercambio de las fuerzas internas que deben equilibrarse y completarse las unas a las otras. Pueden aparecer como opuestos que son dos facetas de una misma fuente de energía.

2. El aspecto más importante de la psique andrógina es la imagen-alma . En cada hombre y mujer existe un ser interior cuya función primordial es la de servir como psicobomba – la que guía el ego al mundo interior y sirve como mediador entre el ego y el inconsciente.
Jung tenía la sensación de que esta persona interior correspondía a la concepción tradicional religiosa del alma como parte interna de nosotros que nos conecta con el mundo espiritual y nos lleva a Dios/Dharma, por lo que se refirió a la imagen-alma femenina del hombre como anima y a la imagen-alma masculina en la mujer como animus. Anima y animus son palabras latinas que significan alma.
Es importante el que seamos conscientes de las imágenes-alma. Aparecen regularmente en nuestros sueños y juegan un importantísimo papel en nuestro desarrollo como individuos. Afectan todo el curso de nuestras vidas.
Nuestro deseo no-nacido de unidad y significado, nuestro deseo de juntar las partes opuestas de nosotros, de ir hacia el inconsciente y explorar el mundo interior y experimentar la experiencia religiosa, se concentra en estos seres internos que son los mediadores entre nuestros egos y el vasto inconsciente. Si no interactuamos con el anima o animus en nuestro trabajo interno, inevitablemente los proyectamos a áreas de nuestras vidas a las que no pertenecen.
Por ejemplo, un hombre puede proyectar su anima en su trabajo y obsesionarse con él, introduciendo su trabajo en un canal inferior a su vida religiosa. Una mujer puede proyectar su anima en un hombre externo y enamorarse no tanto del ser humano sino de la imagen-alma que ha proyectado en él. La base de la fantasía romántica, que tan a menudo sabotea el amor humano ordinario, es la proyección del anima de un hombre en una mujer o el animus de una mujer en un hombre externo. De este modo la gente trata de completarse por medio de otro ser humano, intenta vivir, fuera del inconsciente, partes no realizadas de sí mismo a través de la persona externa en la que pone la proyección romántica.

3. El sí mismo es el principio de integración. Es también el todo, la persona completa. Cuando un símbolo del sí mismo aparece en un sueño, representa no solo la totalidad de nuestro ser, sino también nuestra capacidad potencial para la más alta conciencia, la consciencia de unidad en nosotros y en el cosmos.
El sí mismo tiene símbolos característicos: El circulo, el mándala (un circulo dividido en cuatro partes), el cuadrado y el diamante, son todas ellas figuras abstractas que expresan el sí mismo arquetipal. El sí mismo está presente en todos los sueños cuaternarios, sueños que implican cuatro caracteres o de algún modo acentúan el número cuatro.
Otro símbolo característico del sí mismo es la pareja divina o real: la conjunción de las polaridades de masculino y femenino, del mismo modo que la conjunción de los dragones Yin y Yang simbolizan la más alta síntesis del sí mismo.
La individuación es un movimiento hacia la conciencia del ser interior total. Utilizando nuestros sueños como modelo, podemos ver que la individuación también consiste, en gran medida, en conjuntar en una síntesis las diferentes personas que hay en nosotros. La individuación no es solo volverse consciente de estos sistemas de energías internas, también es relacionarlas y proporcionarles unidad.

4. Existe otro sistema básico de energía en el inconsciente que aparece con frecuencia en nuestros sueños y es útil conocer. Jung llamo a este ser interno la sombra . En toda persona existe una parte del inconsciente muy cercana al ego y que normalmente aparece como del mismo genero que el soñador. La sombra es una suerte de alter ego, separado de la mente-ego consciente y sentenciado a vivir en el inconsciente. Normalmente la sombra contiene cualidades y trazos, tanto negativos como positivos, que son parte natural de la personalidad-ego. Pero el ego, por una u otra razón, ha fracasado a la hora de asimilar estas cualidades de la sombra o las ha reprimido totalmente. En ocasiones las cualidades de la sombra le parecen al ego primitivas o embarazosas; uno no quiere admitir que le pertenecen. A veces la sombra tiene una fuerza positiva tremenda que el ego no quiere reclamar porque puede representar mucha responsabilidad o una oración amenazadora para la débil autoimagen que uno se ha formado.
El modo en que la sombra aparece en un sueño depende de las actitudes del ego. Por ejemplo, si la actitud de un hombre es amistosa con su sombra interna y desea crecer y cambiar, la sombra a veces aparecerá como un amigo que puede ayudar, un “compinche”, un hermano tribal que le ayuda en su aventura, lo empuja y le enseña habilidades. Si esta tratando de reprimir su sombra, normalmente aparecerá como un enemigo odioso, una bestia o un monstruo que le ataca en sus sueños. Lo mismo rige con las mujeres. Según sea su relación con su sombra, ella aparecerá como una hermana amorosa o como una bruja terrible.

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La Sabiduría del Cuerpo

La Sabiduría del Cuerpo

In primer lugar, permitidme que os dé una definición de sabiduría. Existen dos significados o sentidos:

    *      Uno es una profunda comprensión y el hecho de ver completamente las cosas tal como son, y no como creemos, suponemos o imaginamos que son
    *      Mientras que el segundo significado se refiere a la capacidad de ser lo que conocemos y la habilidad de traducir la idea y/o el conocimiento en acción

Lo primero parece algo intelectual, pero no es una intelectualización, puesto que la sabiduría surge de una visión profunda y penetrante de lo que es, mientras que el intelecto es simplemente un ejercicio mental de conocer mediante nuestro adiestramiento intelectual y pensamiento sistemático o educación.

En la sabiduría existe el poder de trascender y liberar cualquier cosa que obstruya o impida el camino y/o el fluir natural y libre de la vida. O sea, en posesión de la auténtica sabiduría, nos iluminamos de un modo natural en el sentido de arrojar luz sobre algunas cosas y eliminar la oscuridad. En relación con ello, la persona iluminada esta llena con la inigualable luz de la sabiduría y brilla con dicha luminosidad, mientras transforma a su vez todas las fuerzas oscuras para conseguir la auténtica plenitud.

En el Todo Unificado, tanto nuestro lado luminoso como el lado de la oscuridad transformada están tan integrados que deja de haber espacio para el no-equilibrio o la falta de equilibrio. En dicha totalidad o plenitud del ser y del devenir, nuestra función ejecutiva, también llamada ego consciente, puede llevar a cabo perfectamente bien sus tareas, incluyendo el manejo de nuestras vidas internas y externas en toda su capacidad, de modo que seamos capaces de actuar, hablar y pensar de acuerdo con la guía del conocimiento interior o sabiduría. En este sentido, decimos: ” Por fuera somos reyes y por dentro sabios.”

Existen tres modos básicos en los que surge la sabiduría:

  1.  Primero mediante el escuchar, lo que significa que escuchamos atenta y silenciosamente cualquier cosa que penetra la modalidad del oído o consciencia del oído. Por ejemplo, Siddhartha escucha el sonido de un río y obtiene una información muy útil y una clara visión interior sobre lo inesperado.

      Debemos escuchar a la serena voz interior y encontrar una respuesta o solución al problema que nos concierne en un momento dado, o descubrir una dirección, un camino hacia adelante, o un camino de salida en caso de que estemos perdidos interiormente. La clave está en que cuando escuchamos oímos.

      Sin una escucha adecuada o no queriendo oír no oímos. El oír constituye una consciencia que nace mediante el contacto de los sentidos entre la modalidad del oído y el sonido, voz o vibración, y en ese instante está presente la consciencia. Esta es la causa de que la sabiduría, la visión profunda, la iluminación del conocimiento, o un fragmento de información útil puedan surgir y se vuelvan importantes para nosotros.

  2. La segunda vía o modo en que puede obtenerse la sabiduría lo constituye el pensar con el corazón o pensamiento objetivo, que incluye el modo científico de obtener información o suposiciones para formular una teoría o encontrar una solución y clarificación de los puntos oscuros.

      Con este modo de pensar permitimos que un tema o sujeto permanezca en la mente el tiempo necesario, mientras contemplamos silenciosamente y observamos todo lo que está pasando sin añadir ninguna opinión o hacer ningún comentario. Tras un tiempo, un destello de visión profunda o la luz de la sabiduría surgen del mismo modo que el amanecer de un nuevo día dispersa la oscuridad dando luz al mundo simultáneamente.

      Del mismo modo que cada día es nuevo, también la vida lo es; se vuelve nueva y se renueva en cada instante, de modo que podemos ser nuevos y renovarnos mientras la vida sigue fluyendo y los instantes del vivir pasan de uno a otro sin cesar.

  3. El tercer modo, y el más importante, de conseguir la sabiduría es mediante la Meditación de la Visión Profunda o la Práctica Vipassana. Dicha práctica se basa en un uso continuo de una consciencia no-verbal, no-juzgadora y no-apegada de lo que está sucediendo o pasando en el instante.

      En esta clase de consciencia la desidentificación y la no-elección tienen el papel principal a la hora de conseguir la sabiduría y de proporcionar espacio para que nazca la visión profunda, así como para que la inigualable luz del conocimiento brille directamente y de un modo vivencial.

      Gracias a la Meditación de la Visión Profunda surgen en el meditador destellos de visión profunda y de conocimiento interior de dos formas diferentes:

          *            Una, por medio de la aplicación constante de la consciencia (que hemos definido anteriormente) y mediante la observación objetiva de todos los fenómenos, sean físicos, mentales, emocionales, psicológicos o espirituales.

          *            La otra, mediante un periodo prolongado de silencio en meditación profunda, en la que palabras e imágenes dejan de existir. Este estado se conoce con el nombre de Shamadi.

      Tradicionalmente hablando, cuando el samádhi (simbólicamente: agua clara y serena) o mente estabilizada se instala de un modo firme y todos los estados condicionados descansan en la serenidad, aparece de un modo natural la sabiduría de la visión profunda, del mismo modo que la salida del sol produce luz y dispersa la oscuridad.

Hablemos ahora del cuerpo y su sabiduría .

El término “cuerpo” se refiere a la naturaleza corporal de un ser humano y a todo el organismo material compuesto por los cuatro elementos básicos de:

    *      Tierra: extensión y solidez
    *      Agua: cohesión
    *      Fuego: calor y actividad
    *      Y viento: movimiento y vibración, junto con el cuerpo energético o bio energía, incluyendo la respiración o aliento.

El cuerpo energético se denomina a veces cuerpo psíquico, sutil o cuerpo etéreo. Éste abarca distintos campos de energía, y almacena patrones de energía psíquica y emocional acumulados mediante la experiencia personal de sentimientos negativos dolorosos, así como de sensaciones desagradables.

Antes de entrar en los detalles del cuerpo energético y de sus creaciones, examinemos brevemente la consciencia como primera y principal condición para crear los fenómenos físicos y mentales.

Es muy evidente que la consciencia que tenemos en nuestra vida cotidiana está formada no solo por nuestro condicionamiento personal, sino también por distintas influencias y energías arquetípicas. Estas energías arquetípicas predominan en nuestro entorno, en la tierra que pisamos, en el grupo de gente con el que nos relacionamos, en nuestra comunidad, en la sociedad a la que pertenecemos y en el mundo en que vivimos.

Manifestamos dicha consciencia en todas nuestras funciones y actividades de la vida, en el trabajo, y en todas las relaciones con nosotros mismos individualmente así como con el resto del mundo. Esto significa que tenemos patrones predecibles y definidos de actuación, reacción y respuesta a las situaciones de la vida, situaciones sociales y situaciones mundiales.

Con esta consciencia tan fuertemente condicionada estamos atrapados en una vorágine existencial muy estrecha y limitada, con la que nos hemos familiarizado bastante mediante la experiencia personal. Atrapados y dando vueltas, nos volvemos agresivos, punitivos y violentos, en particular con aquellos que viven al otro lado de la valla.

De este modo, los mecanismos de defensa individuales se hacen más fuertes y se enraízan más profundamente en nuestra realidad psicológica, clamando por ir aumentando los sistemas de defensa territorial para que nuestra seguridad esté garantizada. Cuanto más tiempo vivimos bajo el dictado de esta clase de consciencia, más miedos y sospechas dominan nuestras vidas, y el resultado es que nos aferramos incluso más estrechamente a nuestra existencia superficial.

Mediante esta consciencia, creamos una condición definitiva de nuestro cuerpo y de nuestra mente adecuada para contener y acomodar dicha consciencia.

Expresándolo de otro modo: cualquier clase de consciencia que tengamos en el momento nos conducirá, mediante modulaciones automáticas o transformaciones, por lo que se creará cierta forma de nuestro cuerpo físico y estado mental adecuada para la manifestación de la consciencia.

Por ejemplo: al enfrentarnos al miedo el cuerpo físico se contrae y la mente se vuelve rígida, aterrorizada o incluso paralizada. Entonces, ello proyecta la idea de que pueden suceder toda clase de cosas malas imaginarias.

Al experimentar dolor, ya sea físico, emocional o psicológico, el cuerpo se tensa y la mente grita y agoniza. En dicho contexto, observamos la variedad del lenguaje del cuerpo: posturas del cuerpo definitivas y una estructura física distorsionada, que se manifiestan en los individuos como la consecuencia de la presencia, de la invasión de cierto tipo de consciencia con sus patrones de energía.

Por lo tanto, podemos comprender como se crean bloques o bloqueos en nuestro sistema psicofísico. Estos poseen un ritmo natural que el cuerpo físico pierde debido al nacimiento de una nueva consciencia. Cuando hablamos sobre la consciencia incluimos también los patrones de energía que le pertenecen, puesto que sin la presencia de cada uno de estos patrones de energía no existiría consciencia.

Con el fin de contener dicha nueva conciencia, se crea una nueva forma interior del cuerpo junto a un patrón de energía específico que opera con ella en este momento particular. Y no solo esto: la mente, o más bien las propiedades mentales, como la sensación, percepción, intención, impresión y atención, también se forman de un modo que se tornan patrones apropiados y coordinadores de la consciencia.

En su estado normal, el cuerpo posee un ritmo apropiado de contracción y expansión tal como nuestra respiración, que tiene su movimiento rítmico de elevación (inhalación) y caída (exhalación). Cuando el ritmo normal se ve trastornado a causa de los cambios que se producen en el mundo de la consciencia que opera a través de nuestros sentidos, se produce un vacío creado a partir del hecho de que la contracción o la expansión pierden su impulso.

O sea, la contracción no puede contraerse a su propio ritmo, o la expansión es incapaz de expandirse según su ritmo normal.

Entonces, los patrones de energía negativos, ya sean sensaciones o sentimientos, que operan con la consciencia en el instante, quedan enterrados o encerrados en este particular hueco o vacío y, por consiguiente, se crea un bloqueo. La naturaleza, que no quiere dejar un vacío vacante, lo llena con cualquier cosa que sea apropiada en el instante.

En consecuencia, descubrimos que:

    * La ira se entierra en las mandíbulas, en los tobillos y en la parte media e inferior de la espalda
    * El miedo se oculta en las rodillas, en los hombros y en la parte superior del pecho
    * La tristeza y la pena se sumergen en medio del pecho
    * La ansiedad está inmersa y encerrada en el vientre y alrededor de la caja torácica
    * El dolor primordial está enterrado en el estómago
    * Etc.

Es interesante mencionar que en cada lugar del bloqueo existe una historia o una información junto a un incidente que se suma al patrón de energía mismo. La historia, o el incidente, se revela a sí misma ante el sujeto y su terapeuta cuando dicho patrón de energía específico se libera y se disipa mediante el proceso terapéutico. A veces esto les sucede a algunos meditadores durante una meditación silenciosa, lo que produce una gran sorpresa no solo al meditador, sino también a todos aquellos que están presentes en la sesión de meditación. Es una sorpresa puesto que nunca pensamos que haya algo como la ira, el miedo o la pena enterrados en este lugar concreto del cuerpo.

Evidentemente, en nuestro viaje a través del proceso de la consciencia nos encontraremos muchas sorpresas o cosas que nunca habíamos anticipado. Por esto lo llamamos el ” viaje de descubrimiento “.

Al llegar aquí, espero haber dejado claro cómo el cuerpo o el sistema de naturaleza corporal y bio-energía está condicionado por la consciencia. Por favor, recordad que este proceso se produce en el curso de nuestra vida cotidiana

. Para ver esto por nosotros mismos, solo tenemos que prestar atención y observar lo que realmente le sucede a nuestro cuerpo físico y al ámbito mental cuando experimentamos una cierta sensación o emoción en nuestras vidas.

Recordad también que cuando se experimenta una sensación, una emoción o un estado mental, está presente una cierta consciencia, puesto que es el principal cauce de flujo natural. En este sentido, la consciencia es como un río que corre sin cesar, mientras que la sensación, la emoción y los estados mentales son semejantes a las cosas que lleva el agua del río.

Aunque el cuerpo está básicamente condicionado y muy influenciado por la consciencia, tiene su modo específico de dar una pista o una implicación al Ego Consciente, en particular cuando quiere, en gran medida, que el bloqueo o la energía encerrada sea eliminada para que deje de haber dolor o no se desarrolle una enfermedad que pueda amenazar a la vida.

La implicación o insinuación más general es el dolor, mediante el cual el cuerpo intenta hacer saber al individuo que pasa algo malo en la parte del cuerpo que está sufriendo el dolor. El dolor, al ser en si mismo un patrón de energía, contiene información valiosa, como en realidad la contienen todo los patrones de energía, para apremiar al individuo a llevar a cabo un acto positivo con el fin de que esta energía enterrada y no saludable pueda liberarse.

Pero, en general, no vemos el modo en que el dolor corporal está intentando comunicarnos esta útil información. Por el contrario, intentamos eliminar el dolor mediante cualquier técnica posible que tengamos a nuestra disposición en el presente. No comprendemos que eliminar el dolor sin liberar o transformar la energía subyacente no constituye una cura permanente o curación total, sino únicamente un alivio temporal.

Por regla general, la energía que hay bajo el dolor es un condicionamiento emocional, excepto que se trate de una lesión física o simplemente una tensión física que da pie al dolor. Con el fin de saberlo con certeza la consciencia tiene un papel básico, puesto que la consciencia posee la función de alimentar con información al ego consciente.

Con el ego consciente presente, y a cargo de la situación de la vida, encontraremos la solución real a cualquier problema o desafío. Ello se debe a que cada tipo de energía o patrón de energía contiene información y está siempre dispuesto a compartirla con el ego consciente (el individuo con conciencia)

Otro modo en que el cuerpo intenta comunicarse con nosotros es lo que técnicamente se conoce como ” lenguaje del cuerpo “.

Hablando de un modo realista, es la energía la que mueve y conforma el cuerpo. Por ejemplo: cuando perdemos la postura correcta (una postura erecta, erguida y alineada armoniosamente), el cuerpo debe encontrar la compensación manteniéndose en una postura torcida y desequilibrada, y ésta producirá con el paso del tiempo alguna forma de dolor o tensión aguda.

El modo en que caminamos, el modo en que permanecemos de pie y nos mantenemos en público o en privado, indica la presencia y las estratagemas de cierta energía que está a cargo o que dirige nuestra vida en ese momento. Recordemos que cuando hablamos de energía también estamos hablando de una consciencia que opera con ella, aunque su movimiento no sea visible en la superficie.

En realidad, la consciencia subyace a la presencia y funcionamiento de todos los patrones de energía que se manifiestan en nuestras vidas mediante los seis sentidos.

Por regla general, el cuerpo expresa su sabiduría diciéndonos lo que es correcto o incorrecto para él, evidentemente no en términos de moralidad, sino en el sentido de salud y armonía, o daño y veneno grave. Por ejemplo, al comer, beber o ingerir algo, el cuerpo sabe exactamente si lo que comemos, bebemos o ingerimos es bueno o malo, dañino o saludable. Pero la mayoría de nosotros, en lugar de escuchar al cuerpo, nos adherimos y nos plegamos a la boca o a las preferencias de la mente (o sea, el sabor o una sensación agradable al paladar). Por lo tanto, no escuchamos a la sabiduría del cuerpo y, como consecuencia de ello, acabamos envenenándolo y/o abusando de él, en ocasiones gravemente, aunque sea sin intención, mientras que a nivel consciente nos decimos que disfrutamos de la vida o que sacamos el máximo placer de lo que consumimos.

Si prestamos atención al cuerpo, ciertamente seremos capaces de saber lo que quiere y necesita, puesto que el cuerpo intenta con mucha insistencia comunicarnos lo que realmente desea, de modo que lo que falta y es deficiente en su sistema corporal sea satisfecho y, por lo tanto, le permita conseguir placer de forma saludable, así como permanecer en armonía con todos sus sistemas de energía.

Cuidarse para tener una existencia armoniosa y saludable es sin duda una expresión de sabiduría, no importa si viene del cuerpo o de la mente (una mente que se asocia con la sabiduría o con una consciencia sabia).

La razón de que el cuerpo tenga sabiduría se debe a que todo el cuerpo constituye una de las seis modalidades de los sentidos, como ojo, oído, nariz, lengua y mente, que indica con claridad que el cuerpo es una fuente o lugar de partida del que surge una conscienci

La consciencia que se manifiesta mediante la modalidad sensorial del cuerpo es, según la terminología budista, “consciencia cuerpo”. De igual modo, poseemos la consciencia ojo, la consciencia oído, la consciencia nariz, la consciencia lengua y la consciencia-mente (una consciencia que nace de la modalidad sensorial de la mente). Operar con consciencia en el contexto descrito es sabiduría puesto que el término “consciencia” en el amplio uso moderno se refiere al discernimiento, una forma de sabiduría.

Existe una historia de un monje budista de la época de Buda. Se dice que el monje meditó con los ojos ligeramente abiertos, sin dormir, durante un periodo de tres meses. Hizo el voto de utilizar únicamente tres posturas (sentado, caminando y de pie) para esta práctica austera de meditación, y no se tumbó durante tres meses. Como consecuencia, se quedó ciego y no podía ver los insectos, o las hormigas, o los seres vivos en el suelo en el que practicaba la atenta meditación caminando. A causa de ello, tropezaba con ellos y los dañaba, e incluso los mataba sin querer hacerlo. Como muchos monjes amigos le advirtieron que no hiciera meditación caminando, les dijo que consultaría a su cuerpo y así lo hizo. El mensaje que le dio el cuerpo fue que podía seguir haciendo meditación caminando si no tenía intención de dañar, matar o pisar a los seres vivos, y que constituía perfectamente una acción correcta. Poco después alcanzó la iluminación plena.

De esta historia aprendemos que la sabiduría del cuerpo traza una ligera pero clara línea entre esencia y superficialidad, o entre la acción esencial y la denominada acción moral. La mente moralmente orientada será arrastrada forzosa o incluso dolorosamente por la culpa si lleva a cabo un acto inmoral, o no será capaz de llevar a cabo una acción esencial contra el precepto establecido por una religión organizada. Esto se debe a que la culpa, aunque sea una forma leve de miedo, tiene una fuerte autoridad sobre la mente, que muy a menudo paraliza a las personas con inclinaciones morales.

Con relación a procesar, el cuerpo sabe muy bien qué hacer exactamente, hasta dónde llegar y cuánto tiempo dedicar a cada sesión de procesamiento. Por ejemplo, cuando un individuo ha hecho contacto con un patrón de energía encerrado dentro del sistema psicofísico, tiene lugar un tipo de expresión, ya sea mediante una repentina y espontánea irrupción de sonido, ruido o movimiento físico, o sollozando o llorando durante un periodo de tiempo. Este incidente se denomina “procesar,” y proseguirá mientras el patrón de energía encerrado sea liberado y limpiado adecuadamente. En dicha situación el cuerpo es capaz de facilitar el trabajo de un modo muy eficaz, siempre que no interfiera la mente, o el ego en este apartado y no complique el proceso.

A veces el cuerpo despierta al individuo en mitad de la noche si considera que el trabajo de procesamiento tiene que hacerse en un tiempo concreto, por lo que tiene su propia agenda, aunque la mente consciente o ego no lo sabe, y por lo tanto, se resistirá al trabajo programado por el cuerpo.

Además, el cuerpo comprende muy bien cómo crear un equilibrio dinámico entre la liberación de la energía bloqueada y la producción de una energía nueva y saludable para llenar el vacío, de modo que la liberación no exceda en demasía la proporción apropiada de la producción y, por consiguiente, pueda prevalecer la armonía entre los distintos sistemas de energía.

En relación con ello, recordemos que, al igual que sucede con el funcionamiento de la naturaleza en general, el cuerpo está muy preocupado por mantener un cierto tipo de equilibrio, y lo hace poniendo su ojo de sabiduría en el fluir armonioso de los diferentes sistemas de energía en el seno de su organismo.

Debemos abrirnos al cuerpo de un modo más energético para ser capaces de enfocar una enfermedad o la falta de equilibrio con una actitud creativa y aprender más sobre la sanación, la salud y la totalidad integrada.

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Credo tibetano del morir y del renacer

Padma Sambava
Credo tibetano del nacer y del morir

Editado por Miguel Grinberg

ÍNDICE

I. Vida y obra de Padma Sambava, el Segundo Buda

II. Meditación visualizadora del Maestro de los Tres Cuerpos

III. La liberación natural mediante la visión desnuda, que identifica la inteligencia

IV. Credo Tibetano del Morir y del Renacer

V. Invocaciones y plegarias

VI. Padma Sambava se despide del Tibet

VII. Testamento de Padma Sambava al pueblo tibetano; de las generaciones futuras

Simbología de la bandera del Tibet.

I
Vida y obra de Padma Sambava, el Segundo Buda

No crean nada, oh monjes, simplemente porque se lo dieron… o porque es tradicional, o porque lo imaginaron. No crean lo que su maestro les dice, simplemente por respeto al maestro. Pero luego de la indagación y el análisis, en razón de todo lo que descubran como conductor hacia el bien, el beneficio y el bienestar de todos los se res, crean en esa doctrina, adhiéranse a ella, y tómenla como su guía. Sidarta Gautama

Una siembra luminosa
Entre los imponderables tesoros espirituales que el budismo tibetano guarda en su tradición, se debe al maestro Padma Sambava un vasto y revelador tratado titulado La Liberación Natural Mediante la Contemplación de los Budas Iracundos y Apacibles. A él se le reconoce la introducción de las enseñanzas de Buda al Tibet durante el siglo VIII de la era presente.
Según las crónicas de la época, antaño en ese país regían cultos religiosos bárbaros ante los cuales, un emperador esclarecido llamado Trisong Detsen (755-797) decidió encaminar el destino tibetano en dirección de las enseñanzas budistas, cuya trayectoria en la India ya llevaba doce siglos de fértil implantación. En ese sentido, su obra de esclarecimiento fue facilitada por la visión de otro emperador que lo precedió, Songtzen Gambo (627-749), quien en la culminación de una época de alta beligerancia nacional apuntada a neutralizar tendencias militaristas feudales, decidió abrir su país a la cultura de la India, después de explorar el acervo espiritual del Asia.
Gambo, con la intención de proporcionarle al Tibet el lenguaje escrito que no poseía, envió a los eruditos más dotados de su reino a aprender sánscrito en centros religiosos indios, como paso previo para la traducción de los máximos textos budistas. Creía firmemente que un clima nacional de “sacralidad” podría orientar a su nación hacia la cohesión social y la grandeza moral.
El budismo es una de las más refinadas filosofías antiguas y hace 2.500 años que constituye una reveladora corriente religiosa. Iniciada en la India por el príncipe Sidarta Gautama, posee como elementos primordiales una bondad amorosa universal, el culto de la no-violencia, un impulso de paz e indulgencia, Asimismo, estimula a los seres conscientes a que se basen en sólidos principios éticos y a que durante su existencia terrena se enfoquen hacia la búsqueda de la verdad y el significado de la vida. Sus enseñanzas contienen una profunda comprensión de la mente humana y proponen múltiples disciplinas meditativas. Esto último se encuentra tan arraigado en las tradiciones budistas, que es tomado como obvio. De allí que se dé por sobreentendida la práctica de la meditación, y que se enfatice su aprendizaje bajo la guía de maestros idóneos.
La práctica de la meditación, especialmente dentro del budismo tibetano, apunta a que el discípulo descubra en sí mismo las zonas de conflicto, que comprenda la naturaleza de su ser y que desarrolle al máximo el potencial de su mente. El objetivo predominante es que la vida se colme de significados y de realizaciones, no simplemente para el bienestar personal, sino para el beneficio de todo el mundo.
En la esfera devocional, a Padma Sambava. (que en sánscrito significa nacido de un loto), se lo considera como el Segundo Buda, porque cuando Sidarta estaba a punto de fundirse en el parinirvana, le dijo a sus seguidores: Esta vida mundana es transitoria, y la separación resulta inevitable. Pero en el centro de un lago inmaculado situado en las tierras de Udíyana, aparecerá alguien que será más sabio y poderoso que yo. Nacerá en el centro de una flor de loto, será conocido como Padma Sambava, y revelará enseñanzas de los Mantras Secretos que liberarán a todos los seres de la precariedad material.
El término sánscrito parinirvana define la meta suprema de las aspiraciones budistas: la paz total, el reposo eterno. Sobreviene tras la muerte del cuerpo físico, una vez alcanzadas la plena purificación moral, la sabiduría suprema y el nirvana. Es un estado inefable e indescriptible. Implica el cese absoluto de la existencia mundana, la decadencia corporal, la muerte, el nacimiento y la repetición de los cielos encarnados.
El nirvana es un estado de liberación suprema del sufrimiento y constituye el objetivo de todas las prácticas budistas. Es la finalización del samsara o cielo infinito de la existencia: el budismo sostiene que todos los seres no realizados transmigran continuamente de una vida a otra, que los cuerpos mueren pero las mentes son eternas y están atadas a tal ciclo por la ignorancia, los deseos y las ilusiones. El nirvana está al alcance de todos porque es la verdad implícita de la condición humana y los maestros afirman que para una mente iluminada y despierta nirvana y samsara no son más que dos caras de la misma moneda. Algunas escuelas budistas lo sitúan más allá de este mundo, pero la línea universalista del budismo tibetano (y de otras latitudes del Asia) lo asumen como parte de la vida corriente donde se producen los fenómenos sensoriales. De modo que quien alcanza el nirvana transforma los sucesos relativos cotidianos en una dimensión perfecta, extraordinaria, llamada estado de Buda o Budidad.
Impresionado por las doctrinas budistas enseñadas en la universidad de Nalanda de la India, el rey tibetano Detsen le pidió apoyo a su rector, el maestro indio Khenpo Shantarakshita, para construir un primer monasterio en Samye. El sabio verificó que sus poderes eran insuficientes para enfrentar la reacción mágica y demoníaca de los chamanes adeptos a la antigua religión Bon, y convocó a Padma Sambava para concretar el difícil emprendimiento. Lo ligaban lazos de familia, pues el Segundo Buda tenía como consorte y discípula a la princesa Mandarava, hermana de Shantarakshita.
Considerado como una emanación del habla de Buda Avalokitesvara (señor de la Compasión Universal), de la mente de Buda Amitaba (señor de la Luz Inconmensurable) y del cuerpo de Buda Sakyamuni (Gautama, el fundador, sabio del clan Sakya), las biografías de Padma Sambava exceden los matices de cualquier personaje histórico pues, a la par de sus acciones físicas entre los seres vivos, ostentaba los poderes de ocho apariencias distintas de carácter sobrenatural.
La doctrina explica que todos los Budas de las Diez- Direcciones (cenit y nadir, norte, sur, este, oeste, noreste y noroeste, sudeste y sudoeste) y de los Tres Tiempos (pasado, presente y futuro) son en esencia idénticos y se unificaron en la figura de Padma Sambava, conocido también en la India como Gurú Padma y en el Tibet como Gurú Rinpoche. Las enseñanzas esenciales de Buda son siempre iguales para todos, pero según sea el estado de la evolución espiritual de los involucrados, pueden interpretarse de manera diferente. De allí las innumerables variaciones y corrientes del budismo. Padma Sambava se presentaba de modos disímiles, adecuados a la receptividad de los buscadores de la iluminación y de la consiguiente liberación del sufrimiento.
Creció, igual que Buda, en un contexto palaciego como hijo adoptivo de Indrabodi, rey de Odiyana, quien lo visualizaba como su heredero y se negaba a permitirle una vida de peregrinaje iniciático y de exploración religiosa. Para librarse de tal designio, Padma Sambava quebró la ley del reino: durante una ceremonia real se sumergió en una danza alucinada y clavó de modo letal un tridente en el pecho del hijo de un ministro. Se lo condenó al exilio en lo que se consideraba el peor lugar del reino: los crematorios. Pero allí se reunían los adeptos al Tantra (en el budismo, disciplina contemplativa vivencial ajena a la abstracción filosófica) y se vinculó con infinidad de dakinís (emanaciones femeninas de la sabiduría búdica, angelicales o feroces según las circunstancias, eventualmente eróticas). Desde ese momento, sus conexiones con múltiples divinidades fueron espontáneas y constantes. Distintos maestros lo fueron iniciando en matices sutiles de la epopeya espiritual, en tanto perfeccionaba ceremonialmente el tantrismo con su consorte Mandarava. A cierta altura, desentrañó los secretos de la longevidad, trascendió los márgenes de la vida y de la muerte y, por consiguiente, se volvió inmortal.
Cuando regresó a Odiyana disfrazado de mendigo, fue descubierto y el ministro cuyo hijo había muerto lo condenó a sucumbir en una gran pira, situación de la que Padma Sambava y Mandarava salieron totalmente ilesos. Hay otras versiones del incidente, y una de ellas narra que Mandarava era abadesa de un convento con 500 monjas, e hija del rey de lo que hoy es Mandi. El maestro entró al convento y la tomó como consorte, violando la ley. Ese monarca ordenó quemarlo pero las llamas se transformaron en un lago.
En consecuencia, y deslumbrado, el rey de Odiyana se convirtió en discípulo de su hijo. Dondequiera éste aparecía, revertía radicalmente mediante la fe situaciones de odio y violencia. Viajaba de modo incesante y así llegó a ser un máximo maestro tántrico en Nalanda.
El Tantra es un método meditativo apuntado a lograr la experiencia iniciática que precede a la iluminación. Abarca cuatro dinámicas esenciales: el mandala (cosmograma gráfico que permite captar la realidad cósmica inductora de la realización espiritual del practicante), las asanas (posturas correctas para la meditación), el mudra (gesto de carácter ritual consumado con las manos y los brazos) y el mantra (invocación mental edificante ligada al acto meditativo).
Padma Sambava diluyó de modo avasallador todas las fuerzas demoníacas que se mancomunaron para impedir que introdujera el budismo en el Tibet, y las crónicas señalan que trasmutaba sin cesar cuanta manifestación de negatividad aparecía en su área de influencia. No bien lo acometían los poderes imperantes basados en creencias míticas primitivas, Padma Sambava no cedía ante las fuerzas naturales hostiles desatadas en su contra, ni resultaba vulnerable a los designios mágicos destructivos.
Sin cesar, cuando era enfrentado con el entendimiento antiguo, proporcionaba nuevas explicaciones y exponía -con obstinación hábil y transparente- las facetas místicas y luminosas de la existencia humana. Sabía de los ritos primitivos de los tibetanos que procuraba iniciar en el budismo hoy conocido como Escuela Vajrayana (diamantina, joya de la sabiduría que expresa la realidad suprema y que manifiesta una compasión universal). El budismo afirma que las deidades celestiales (budas apacibles) o las formas demoníacas (budas iracundos) son expresiones de la mente humana. Por lo tanto, la neutralización de tales potencialidades requiere que se domen las, propias emociones.
No bien se consolidó una situación favorable al budismo en el Tibet, Shantarakshita asumió como abad del flamante monasterio de Samye, y comenzó la traducción sistemática al idioma tibetano de todas las enseñanzas del Buda preservadas en sánscrito. Muchos tibetanos fueron a estudiar a Nalanda, y numerosos maestros indios se radicaron en el Tibet.
No hay acuerdo entre los cronistas sobre el tiempo que Padma Saraava permaneció entre los tibetanos, y así como algunos lo miden en meses, otros lo establecen en décadas. En un documento histórico llamado ‘Declaración de Ba” se resuelve la discordancia mediante esta explicación: parecía que el maestro abandonaba el Tibet pero lo que en verdad partía eran proyecciones creadas por Padma Sambava, que se recluía en cavernas distantes, o continuaba su labor misionera en Nepal y Bhután, para la transmisión colectiva del Darma (la Enseñanza o Verdad). Sostenía siempre que el conocimiento espiritual debe personalizarse y convertirse en testimonio individual, pues si se mantiene en mera teoría no cumple función provechosa alguna.
Dados sus poderes magnos, suele explicarse, concretaba grandes realizaciones que supuestamente demandarían mucho tiempo, cosa que en la práctica se volvía relativo. Hacía mucho en un instante, y cada instante equivalía a la eternidad. Y su leyenda afirma que Padma Sambava continúa viviendo como maestro en esté mundo, para beneficiar con su luz a todos los seres sensibles como gran regente del Vajrasatva (cúspide de los budas apacibles, custodios de los misterios sublimes) y para garantizar con su presencia que la genuina esencia del Darma permanezca para siempre en la tierra.
El tratado La Liberación Natural Mediante la Contemplación de los Budas Iracundos y Apacibles detalla con profundidad e intensidad las cúspides del credo tibetano sobre el arte de morir y renacer, corno forma de superar progresivamente los obstáculos que traban el desarrollo espiritual. Su recopilación inicial se debe a la princesa Yeshe Togyel, consorte y discípula tibetana principal del maestro Padma Sambava, quien no sólo transcribió sus enseñanzas orales – en un lenguaje codificado que hoy se denominan escrituras de dakini- sino que Togyel los ocultó en cavernas y otros lugares secretos e inaccesibles cuando el maestro vaticinó que vendría una época muy adversa para las enseñanzas del Buda en la región, cosa que efectivamente ocurrió a partir del siglo IX.
Los llamados termas (tesoros o reminiscencias de la Visión Pura), no sólo quedaron guardados en lugares conocidos apenas por sus discípulos más cercanos, que en encarnaciones posteriores los localizaron como reveladores de tesoros o tertones, sino que al mismo tiempo algunos quedaron como sembrados en la mente de otros iniciados, que los corporizaron en el futuro cuando las condiciones fueron mejores, En la práctica, el terma es inmaterial y permanece protegido en profundos niveles mentales, hasta que súbitamente lo devela uno de sus herederos espirituales. Hay siete tipos: algunos fueron escondidos en el seno de rocas, tierra o agua; otros quedaron como reminiscencias latentes; y otros fueron transmitidos de mente a mente (de maestro a discípulo).
Uno de los tertones más famoso fue Karma Lingpa, quien localizó esta enseñanza en una cueva montañosa de la zona tibetana central, en el siglo XIV. Época luminosa, que el tibetólogo Robert Thurman describe así: “Todos aquellos lamas eran eruditos, santos, científicos y exploradores psiconáuticos (navegantes de la mente). Se cree que una gran cantidad de ellos había conquistado la capacidad que llamamos ‘muerte lúcida’. Habían practicado a la perfección los yogas esenciales que se alcanzan durante una vida de enfoque total en la iluminación… Esos lamas eran los científicos más avanzados, santos hombres y mujeres carismáticos al extremo, respetados líderes sociales, y los más amados miembros de la sociedad tíbetana “. Cabe señalar que se llama lama a todo maestro espiritual, sea o no un monje.
Siglos después de su recuperación en aquellos tiempos más propicios, una fracción funeraria de los mismos (el Bardo Thodol, que significa “liberación mediante el escuchar en el plano posmortem”) fue traducido al inglés y publicado en Europa en 1927 bajo el título arbitrario de Libro Tíbetano de los Muertos.
La tarea básica fue realizada por el lama Kazi Dawa Samdup, que el profesor británico W. Y. Evans-Wentz, del Jesus College de Oxford, compiló y publicó firmando el resultado con su nombre. Recién al publicarse la tercera edición en 1955, en
Estados Unidos un oportuno prefacio del lama Anagarika Govinda colocaba a Padma Sambava en su justo lugar corno autor original del trabajo. Evans-Wentz, que por cierto había querido emular al Libro Egipcio de los Muertos (otro título arbitrario con el que algunos egiptólogos del siglo XIX bautizaron a un papiro en verdad titulado Libro de la Salida al Día), puso algunas cosas en su lugar en 1954 con la edición de otra fracción de las enseñanzas de Padma Sambava, bajo el título Libro Tíbetano de la Gran Revelación incluyó algunas secciones d la biografía del Gurú Rinpoche escrita por la dakini Yeshe Togyel. Pero en general, la sobrecarga de interpretaciones intelectuales que elaboró este divulgador europeo de formación cristiana, tornó bastante indigeribles sus dos aportes divulgatorios.
Para corregir ese fárrago retórico que en vez de esclarecer en Occidente las avanzadas enseñanzas del sabio Padma Sambava las oscurecía, el segmento de las ceremonias mortuorias de su prédica fue traducido de nuevo al inglés en 1975 por el lama Chógyam Trungpa y la investigadora Francesca Fremantle. La psicointerpretación del erudito lama contemporáneo resultó más extensa que el texto básico comentado: aclaró muchas zonas puestas en penumbra por Evans-Wentz, pero planteaba un problema nuevo. En vez de ir al “alma” del texto, se esmeraba en enumerar eruditamente en sánscrito el nombre de infinitas deidades totalmente desconocidas por lectores occidentales no budistas que sólo saben que el Tibet existe gracias a la prédica infatigable del Dalai Lama. Que no tienen la menor intención de adherir al ascetismo budista y que no saben qué pensar cuando Trungpa les expresa que “Ahora, los principios de los cinco Tagháta se transforman en los Héruka y sus consortes… Vajrapaní se manifestó como Hayagriva, la roja figura colérica con cabeza de caballo, y emitió tres relinchos para proclamar su presencia en el reino de Rudra, Luego penetró en el cuerpo de Rudra por el ano, y Rudra quedó humillado en extremo…
Por fortuna, en 1994, Robert Thurman tradujo, con mayor amplitud temática la obra original y recuperó una gran cantidad de plegarias y visiones de Padma Sambava desechadas por las dos versiones precedentes. Allí reside su mérito: no dejó afuera la poesía espiritual del Nacido de un Loto, quien dijo: ‘Vine como lluvia que cae por el mundo en formas innumerables para quienes estén listos para recibirme. Las acciones de los Iluminados son incomprensibles. ¿Quién puede definirlas o medirlas?’

El Libro Tibetano de los Muertos
Uno de los preceptos centrales de la religión tibetana se basa en el concepto de reencarnación, lo cual incorpora a la muerte no como el fin de todas las cosas, sino como una etapa esencial de la evolución humana. Las traducciones más divulgadas del Bardo Thodol (a las que pueden agregarse otras tres: la de Giovanni Tucci, la de Eva K. Dargyay y la mancomunada de Stephen Hodge y Martin Boord) ponen en primer plano rituales a ser practicados con los difuntos, en especial una serie de recitados que tienen por finalidad guiar al fallecido hacia la consumación del nirvana en otras órbitas. Caso contrario, volverá a encarnar en este mundo de los seres pasibles de sufrimiento.
En tibetano, bardo significa entre dos, estado intermedio o zona de transición. En el contexto más estricto, se asume como el interludio entre el acto de morir y la asunción de la vida siguiente.
Las enseñanzas de Padma Sambava se inscriben en una de las tres grandes corrientes budistas, la Vajrayana (budismo Tántrico o Esotérico). Llamada también “vehículo de diamante”, recurre a conjuros, rituales altamente sofisticados, símbolos y la adquisición de poderes sobrenaturales, a fin de alcanzar el estado de Iluminación. Todas estas técnicas psicofísicas se transmiten oralmente del maestro al discípulo, no hay manuales integrales al respecto. Los existentes son insuficientes sin la enseñanza oral. El practicante se identifica con Buda y puede alcanzar la Iluminación en una sola vida. Las prácticas tántricas se caracterizan por la inclusión de la vida sexual (shakti). Thurman propone que etimológicamente, Tantra significa red y establece una concordancia entre el mundo exterior y el interior, entre las deidades y los seres comunes. Las doctrinas tántricas detallan prácticas rituales en pos de realidades supremas. Así mismo, en tibetano el Tantra se conoce como rgyud, que significa continuidad.
Las otras dos corrientes son el budismo Hinayana (o Theravada), denominado “pequeño vehículo”, que enfatiza la austera vida individual en el seno de un monasterio como manera de emular a Buda (quien desechó el ascetismo extremo), conquistar la santidad mediante la práctica meditativa y extinguir el deseo y los residuos kármicos al final de la vida. El karma es una ley de la causa y el efecto: todas las acciones positivas o negativas pesan sobre cada individuo y lo condicionan a sufrir sus consecuencias durante una o varias existencias. El objetivo espiritual consiste en librarse del cielo de las existencias.
En cambio, el budismo Mahayana o “gran vehículo” no admite la liberación personal como objetivo exclusivo y se aboca con la compasión como herramienta altruista principal a avanzar hacia la Iluminación junto a los semejantes, todas las vidas que haga falta.
En las prácticas Vajrayana se identifican seis bardos: 1. el proceso del fallecimiento (intervalo desde el instante en que el individuo comienza a morir hasta que tiene lugar la separación de la mente y el cuerpo) y la eventual percepción de la Luz Clara (naturaleza búdica); 2. las visiones apacibles e iracundas (proyecciones de la mente humana que toman características de deidades del cielo o del infierno, semejantes a los estados psicodélicos); 3. período de devenir o renacimiento (donde la conciencia desciende y la mente -por la fuerza del karma- asume un nuevo cuerpo donde nacer: el budismo no postula la continuidad de una entidad que se reencarna sino que habla del renacimiento de un flujo de conciencia o emanación en un nuevo cuerpo); 4. la transición entre el nacimiento y la muerte (la conciencia común, despierta en la vida corriente); 5. el estado de sueño (lo que se experimenta cuando se duerme); y 6. la concentración meditativa (estabilidad durante los ejercicios de introspección).
Lo singular del Bardo Thodol en su versión integral (con los votos y plegarias) es que deja de ser un manual funerario y se vuelve una guía para el acto de vivir. En todo momento de su crecimiento y evolución como ser humano, cada individuo muere en relación a su pasado, deja atrás facetas de su ego antiguo, y si no lo hace le resultará imposible encontrar su lugar en la nueva vida espiritual que le cabe como iniciado.
Por eso el lama Govinda resalta que todos los que están ilustrados sobre la filosofía budista reconocen que el nacimiento y la muerte no son fenómenos que ocurren una sola vez en la vida; se producen ininterrumpidamente. En cada instante algo muere en nosotros y algo renace. Por lo tanto, los diferentes bardos representan distintos estados de conciencia en nuestra vida. El estar despierto con la conciencia normal de haber nacido en el mundo humano, el estado de inmersión en el sueño, el trance durante la. meditación profunda, la experiencia de morir, la experiencia de la realidad, la experiencia de renacer. Hay mucho para hacer en esta vida, que no se trata de una misa por los muertos, cosa a la cual se redujo al Bardo Thodol en los últimos tiempos. La obra se dirige no sólo a quienes ven que se aproxima el final de su vida, o que están cerca de la muerte, sino a quienes todavía tienen muchos años de vida encarnada, y que, por primera vez, advierten el significado de su vida como seres humanos. Nacer como ser humano es un privilegio, según la enseñanza de Buda, porque ello ofrece una rara oportunidad de: liberación a través del propio esfuerzo decisivo, a través de un darse vuelta en el profundísimo asiento de la conciencia.
William Hart, en su obra sobre la meditación Vipassana, dice que el universo existe para cada uno tan sólo cuando lo experimentamos con el cuerpo o con la mente. No está en parte alguna, está siempre en el aquí y el ahora. Y la exploración de nuestro aquí y ahora es la única forma en la que podemos explorar el mundo, porque a menos que exploremos nuestro mundo interno, nunca podremos conocer la realidad. En la antigua lengua pali de la India, Vipassana significa visión cabal. Constituye la esencia de la enseñanza del Buda la experimentación real de las verdades que enunció. Sus palabras son la expresión de su experiencia meditativa y también instrucciones detalladas de la forma en que debe practicarse para alcanzar la meta que él alcanzó: la experiencia de la verdad. Muy por encima de los cultos tanatológicos imperantes en estos tiempos degenerados, las enseñanzas de Padma Sambava revelan los secretos de la vida. Lo cual les otorga un inmenso valor espiritual a la vez que las reviste de una infinita proyección universal.
En cualquier aprendizaje general, un discípulo se da vuelta, se revierte: escucha, reflexiona y medita. Pero aquí se trata de algo distinto al escuchar en el contexto de la escucha, la reflexión y la meditación. Equivale a cierto tipo de enseñanza del Vajrayana que tiene la capacidad de provocar la liberación. Esta liberación “mediante el escuchar” no alude al acto físico, al uso del sentido del oído, por parte de alguna persona que escucha la lectura de la enseñanza de alguien llamado Buda. Más bien se trata de una experiencia de alguien que acepta la enseñanza con su corazón, se apropia de ella, y con ella se embebe, se empapa y se embriaga.
Escuchar, en este caso, es abrirse con total permeabilidad. Es dejar que el corazón vibre y se colme infinitamente, con fe, sinceridad, devoción y entrega.
Lo que tal vez comienza de modo intuitivo, va transformándose en entendimiento: el sentimiento se fusiona con el pensamiento. El corazón y la mente accionan de modo unísono. Por fin, la captación intuitiva y el discernimiento mental pasan a accionar en la experiencia directa del individuo, que convierte la enseñanza en una realidad viva, expansiva, ilimitada. Y es aquí que resuena expandida la premisa de Padma Sambava: “el conocimiento espiritual debe personalizarse y convertirse en testimonio individual, pues si se mantiene en mera teoría no cumple función provechosa alguna”. O como expresa el Lama Govinda: “así, la convicción intelectual crece y se vuelve certeza espiritual, en un conocimiento donde el conocedor se vuelve uno con lo conocido”.
La liberación natural consiste en identificarse con lo que es, tal cual es, porque por encima de lo ilusorio de la vida y la muerte, el secreto consiste en librarse de la ignorancia. El Darma budista, clave de eternidad, de llama inagotable, de luz infinita, disipa las nubes del temor, abre camino a la llegada de un sol que trasmuta las fibras del ser. La muerte es algo ilusorio porque uno se ha identificado con una forma transitoria, temporal. Desde el momento de nacer comienza la hora de morir. Hecho inapelable que llega cuando y como sea, sin dar posibilidad de fuga. Es cuando las fantasías físicas, mentales o emocionales del individuo dejan paso a las vibraciones de unificación con el universo. Que en el budismo se denomina bodichita: una conciencia del despertar del espíritu suprapersonal que lo abarca todo, y que reside en todo ser vivo en estado potencial.
Morimos y nacemos ininterrumpidamente. En la enseñanza tántrica que se produce es la muerte simbólica del “iniciado”, que se abre a otras formas de percepción. Lo que llamamos iluminarse es darse a luz, conscientemente. No una vez sino infinitas veces, lejos de toda instancia de cristalización.
La “liberación”, dice por fin el Bardo Thodol, es un acto mental basado en reconocer claramente, que no hay otras ataduras que las que tejemos nosotros mismos a nuestro alrededor. Que los cielos, los infiernos, los dioses y los demonios -y también esta misma vida- no son sino fabricaciones de nuestra imaginación.
Todos los textos de Padma Sambava incluidos en esta selección, fueron concebidos para ser recitados. Para el que quiera escucharlos y para que los escuche quien los recite. No una vez: muchas veces. Porque en última instancia, sólo de la confluencia de la sabiduría y la compasión surge el destello inconmensurable del Buda Amitaba, señor del Paraíso de Occidente (un estado de conciencia denominado también de la Tierra Pura). Igualmente conocido como Amitayus: el Buda de la longevidad inconmensurable.
Morir, renacer.. en el devenir de la vida infinita no hay principio ni fin. En el budismo, mente y alma o espíritu son sinónimos. Y constituyen itinerarios intemporales que una luz clara y compasiva nutre como una madre celestial, eterna.

Miguel Grinberg

II
Meditación visualizadora del Maestro de los Tres Cuerpos
La inconcebible realidad de Buda se resume en tres luminosidades o cuerpos que confluyen en la Iluminación: la realidad suprema, la beatitud personal y la emanación creativa en beneficio de todos los seres. Al mismo tiempo que el budismo tibetano remarca el valor de un Mentor (O maestro) personal, indica que existen tres venenos (la codicia, el odio y la ilusión) que fuerzan ciclos de vida carentes de luminosidad y encadenados al sufrimiento. La Iluminación liberadora se produce solamente cuando se los elimina de manera integral, como modo de acceder a la transformación inmediata del ser con base a las enseñanzas budistas sobre la Gran Perfección. He aquí la plegaria propuesta por el Maestro Padma Sambava en pos de tal visualización, prerrequisito de toda consumación.

¡OM!
Al Mentor del Cuerpo de la Verdad, no nacido,
no desarrollado,
en el palacio del perfecto Reino de la Verdad que
todo lo impregna,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, todavía asido a la ilusión de
p
las ideas falsas,
acepto libremente la bendición del perfecto
Cuerpo de la Verdad,
como sabiduría primordial, sin esfuerzo, sin artificios.

Al Mentor del Cuerpo Beatífico, inmortal, embeleso supremo,
en el palacio de 1a resplandeciente beatitud universal, sabiduría pura,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, todavía dominado por
deseos y apegos,
acepto libremente la bendición sin esfuerzo del Cuerpo Beatífico,
como liberación natural de la sabiduría interna de la beatitud universal.

Al Mentor del Cuerpo Emanador, inefable, creado por sí mismo,
en el palacio del loto perfecto e inmaculado,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, todavía impregnado de odio
y de prejuicios,
acepto libremente la bendición sin esfuerzo del Cuerpo Emanador.
como prueba neta de la sabiduría introspectivo
de la autoiluminación.

A la imparcial beatitud grandiosa del Mentor del Triple Cuerpo,
en el palacio de la genuina Luz Clara de la introspección,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, sin abandonar el dualismo entre sujeto y objeto,
acepto libremente la bendición del éxtasis del Triple Cuerpo,
como espontaneidad de la sabiduría original del Triple Cuerpo.

Oh, compasión para estos seres conscientes que sufren,
que vagan por los cielos de la vida, enceguecidos
por ilusiones,
sin saber que sus propias mentes son el infinito
Cuerpo de la Verdad:
¡que todos ellos logren el Cuerpo de la Verdad!
Oh, compasión para estos seres conscientes,
confundidos por deseos,
que vagan por los cielos de la vida identificados con deseos y apegos,
sin saber que su conciencia aloja el gran deleite del Cuerpo Beatífico:
¡que todos ellos logren el Cuerpo de la Beatitud!

Oh, compasión para estos seres equivocados,
que vagan por los cielos de la vida con la mente
dualista del odio,
sin saber que sus propias mentes son el Cuerpo Emanador nacido libre:
¡que todos ellos logren el Cuerpo Emanador!

Oh, compasión por todos los seres que todavía no son Budas,
prisioneros del hábito finito de velos adictivos a los objetos,
sin saber que sus propias mentes son los Tres Cuerpos indivisibles:
¡que todos ellos alcancen los Tres Cuerpos del estado de Budidad!

III

La liberación natural mediante la visión desnuda, que identifica la inteligencia

¡Homenaje a la Deidad Tricorpórea (1), claridad natural de la inteligencia!

Esto enseña la Liberación Natural mediante la Visión Desnuda que Identifica la Inteligencia, desde la Enseñanza Profunda de la Liberación Natural mediante la Contemplación de las Deidades Búdicas Apacibles y Feroces. Así, al identificar tu propia inteligencia, contémplala bien. ¡Oh hijo afortunado!

¡ema hoh!
(expresión de portento y gozo)
La mente única que impregna toda la vida y la liberación,
aunque constituye la naturaleza primordial, no es reconocida.
Aunque su reluciente inteligencia no sufre interrupción, no es asumida.
Aunque surge sin cesar en todo lugar, no es acatada.
Para dar a conocer su naturaleza objetiva,
los tres veces dos (2) Victoriosos proclamaron las
inconcebibles
ochenta y cuatro mil Enseñanzas del Darma (3),
que no enseñan otra cosa que esta realización.
Aunque las Escrituras son inconmensurables
como el cielo,
su sentido son pocas palabras que identifican la
inteligencia.
Ésta es la introducción directa a la intención de
los Victoriosos:
Sólo ella constituye el acceso a la liberación de las
vidas progresivas.
ikyai ho!
(Proclama de alerta)
¡Hijos afortunados! ¡Presten atención!
La “mente” – aunque tanto se conoce esta gran
palabra-
es algo que la gente desconoce, conoce mal o sólo
en partes;
y al no conocer su realidad con precisión,
plantea inconcebibles proclamas filosóficas.
El individuo común y alienado, al no advertirlo,
al no entender por sí mismo su propia naturaleza,
sufre mientras vaga por seis formas (4) de vida en
tres reinos,
tal es la falla de no advertir esta realidad de la mente.

Discípulos y Budas ermitaños (5) proclaman la realización
de un no egoísmo parcial, pero no lo conocen con
precisión.
Amarrados a las demandas de sus tratados y sus
teorías,
no contemplan la transparencia de la luz pura.
Discípulos y ermitaños se excluyen por aferrarse al sujeto y al objeto,
el extremismo sobre esas dos realidades aísla a
los centristas;
los Tantristas del rito y la ceremonia,
por extremismos en el servicio y la práctica,
y los Tantristas Magnos y Penetrantes (6),
al aferrarse a la dualidad del ámbito y la inteligencia,
se equivocan por permanecer dualistas en la no
dualidad,
y desconectados de la no dualidad, no despiertan.
Con toda la vida y la liberación inseparables de
sus mentes, deambulan por el ciclo vital en vehículos de
abandono y discriminación,
En consecuencia, ¡absorbe todo lo creado en tu
libre inacción,
realiza la enorme liberación natural de todo
basándote en esta enseñanza
de la liberación natural mediante la
contemplación desnuda de tu propia inteligencia!
¡Así, en la Inmensa Perfección, todo es perfecto!

¡samaya gya gya gya!
(voto de protección angelical)

La “mente”, este brillante proceso de inteligencia,
en un sentido existe y en otro sentido no existe.
Origina el placer y el dolor del vivir y liberarse.
Se acepta como esencial, en los once Vehículos (7) de la liberación.
Sus nombres son incontables en varios contextos.
Algunos llaman a esta mente “la mente-realidad”.
Algunos esencialistas la mencionan como “ego”.
Algunos discípulos la llaman “ausencia de ego”.
Los idealistas le dan el nombre de “mente”.
Algunos la llaman “sabiduría trascendente”.
Algunos la denominan “naturaleza de Buda”.
Otros la llaman “el Gran Sello”.
Algunos la denominan “Goteo del Alma’.
Algunos la llaman “el Reino de la Verdad”.
Algunos la consideran como “el Cimiento”.
Otros la llaman ‘lo Ordinario”.
Para presentar el ingresó por tres puntos (8) o esto mismo:
asumamos la conciencia pasada como algo sin
huella, claro y vacío,
la percepción futura como no producida
y nueva,
y la conciencia presente como algo en estado
natural, no plasmado.

De este modo, al conocer el tiempo en su modo común,
cuando te contemplas en plena desnudez,
tu aspecto es transparente, no hay nada para ver,
es la inteligencia desnuda, inmediata, clara.

Es una vacuidad clara sin nada establecido,
pureza de una no dualidad de claridad-vacío;
impermanente, libre de toda entidad intrínseca,
no aniquilada, brillante y diferenciada,
no una unidad, sino claridad multidiscernida,
sin pluralidad, indivisible, de único sabor,
no derivada, consciente de sí misma, en su
realidad genuina.

Esta identificación objetiva de la realidad de las cosas
contiene completo en uno los indivisibles Tres
Cuerpos.
El Cuerpo Verdad: vacío exento de entidad intrínseca.
El Cuerpo Beatífico: que brilla con la energía natural de la libertad.
El Cuerpo Emanación: que surge sin cesar en todas partes.
Su realidad proviene de los tres en uno.

Para presentar el método potente de acceso a esta genuina realidad,
¡ ahora mismo tu propia conciencia es sólo esto!
Esto que consiste apenas en una claridad natural
no tramada.
¿Por qué dices “no entiendo la naturaleza de la mente”,
si aquí, en esta clara inteligencia sin fisuras, no hay nada sobre lo cual meditar?
¿Por qué dices “no veo la realidad de la mente”,
dado que el pensador en la mente es sólo esto?
¿Por qué dices “hasta cuando la busco no la
encuentro”,
si aquí no hay nada para hacer?
¿Por qué dices ‘haga lo que haga, no funciona”,
si basta quedarse quieto sin tramar nada?
¿Por qué dices “no puedo quedarme quieto”,
si es correcto contentarse con la inacción?
¿Por qué dices “soy incapaz de hacerlo”,
si la claridad, lo consciente y el vacío son
automáticamente indivisibles?
¿Por qué dices “la práctica no resulta eficaz”,
si es algo natural, espontáneo, libre de causa y
estipulación?
¿Por qué dices “se busca, pero no se encuentra”,
si el pensamiento y la liberación natural son
simultáneos?
¿Por qué dices “los remedios son ineficaces”?
Si tu propia inteligencia es apenas esto,
¿por qué dices “esto no lo conozco”?

Ten certeza de que la naturaleza de la mente es una
vacuidad sin bases;
tu mente es insustancial como, un espacio vacío…
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
No te ciñas al panorama de la vacuidad
aniquiladora.
Ten certeza de que la sabiduría espontánea fue
siempre clara:
es espontánea en sí misma como la esencia del sol…
Asegúrate de que no se interrumpa la sabiduría
Inteligente,
que sea como la corriente continua de un río…
¡Te guste o no, observa tu propia mente!

Ten la seguridad de que no la conocerás
pensando razones diversas,
su movimiento es insustancial como las brisas en
el cielo…
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
Asegúrate de que lo que aparece es tu pronta
percepción.
Lo que aparece es percepción natural, como un
reflejo en el espejo…
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
Asegúrate de que todos los signos se liberen en el
instante,
autooriginados, autopronunciados, como nubes
en el cielo…
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
No hay nada que no esté incluido en la mente.
¿Dónde se produce la meditación sino en la mente?
No hay nada que no esté incluido en la mente.
No existe otra enseñanza para practicar salvo la
práctica de la mente.
No hay nada que no esté incluido en la mente.
No existen compromisos que mantener fuera de la mente.
No hay nada que no esté incluido en la mente.
No existe meta que alcanzar fuera de la mente.
¡Observa otra vez! ¡Observa otra vez! ¡Observa
tu propia mente!
Si buscas afuera en el ámbito del espacio,
de la mente no emanarán sus reflexiones.
Cuando buscas aquí dentro de tu propia mente,
no hay emanador de las emanaciones de la mente.
Tu mente es claridad sin alucinaciones.
Es el Cuerpo-Verdad, consciente de sí mismo,
vacuidad de luz clara,
sin nubes y translúcido como el amanecer
en el cielo,
no restringido por las formas, es distinguido
claramente en todas partes.
Que adviertas o no este punto, establece
una enorme diferencia.

Luz clara, espontánea, de primordialidad no fabricada,
¡asombra que esta hija de la conciencia no tenga padres!
Esta sabiduría espontánea, ¡asombra que nadie la haya hecho!
Como no conoció el nacimiento, ¡asombra que nunca vaya a morir!
Obviamente clara, ¡asombra que carezca de alguien que la vea!
Al deambular por el cielo, ¡asombra que no sea
un mal real!
Al sustentar la naturaleza de Buda, ¡asombra que
no sea un bien real!
Al estar en todas partes, ¡asombra que no
conozca la realidad!
Más allá de esto, ¡asombra que anhele otros frutos!
Puesto que tú eres ella, ¡asombra que la busques
en otras partes!

¡Ema!

Esta no-cosa brillante, conciencia de! ahora:
¡he aquí el pináculo de todas las visiones!
Esta libertad total, no-perceptora, universal:
¡he aquí el pináculo de toda meditación
Este relajado abordaje de la vida, no planeado,
¡he aquí el pináculo de toda conducta!
Este logro sin esfuerzo, primordial, no buscado,
¡he aquí el pináculo de todos los logros!

Cuatro puntos inequívocos de la enseñanza del
Vehículo Universal:
La visión de este gran vehículo no sufre error,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada “vehículo” pues es clara e inequívoca.
Este gran vehículo es inequívoco en la
meditación,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada “vehículo” pues es clara e inequívoca.
Este gran vehículo es inequívoco en la conducta,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada “vehículo” pues es clara e inequívoca.
Este gran vehículo es inequívoco en el gozo,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada “vehículo” pues es clara e inequívoca.

Enseñanza de los cuatro grandes designios de la
inmutabilidad:
Este gran designio de la visión inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada “designio” por su firmeza en los tres tiempos.
Este gran designio de la meditación inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada “designio” por su firmeza en los tres tiempos.
Este gran designio de la conducta inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada “designio” por su firmeza en los tres tiempos.
Este gran designio del gozo inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada “designio” por su firmeza en los tres tiempos.
Instrucción que enseña la unicidad de los tres
tiempos:
abandona la noción “pasado” no siguiendo las
sendas antiguas;
corta las conexiones mentales, no siguiendo
planes futuros;
no te aferres al ahora, quédate en la experiencia
del espacio.
Libre de la meditación, no medites en absoluto,
básate en la mente despierta, no distraído por la
distracción,
libre de la concentración y la distracción, contempla en desnudez.
Brillantez autoconsciente, que se conoce a sí
misma, con claridad propia,
pues eso que emerge es “espíritu iluminado”,
inmeditable, más allá de los objetos del
conocimiento,
imposible de distraer, claridad brillante y natural.
La visión de la vacuidad de la liberación natural
es el brillante y vacío Cuerpo de la Verdad.
La realización de la Budidad no se logra
mediante caminos:
el Buda Purificador puede verse ahora mismo.

Instrucción para acabar con los seis extremos:
aunque existe gran cantidad de consideraciones
discordantes,
en esta mente autoconsciente, en esta sabiduría
de originalidad propia,
no hay dualidad entre la visión y lo visto.
Busca al que ve en el ver y el no ver.
Cuando se busca al que ve no se lo encuentra,
entonces se alcanza el final de los vislumbres.
¡El impacto de lo visto desemboca justo en eso!
En la total ausencia de algo para ver,
no te alucines con el falso vacío de la nada
absoluta
es el claro destello de la conciencia del ahora, del
autodespertar.
¡Es así como se ve la Gran Perfección!
Aquí no existe la dualidad del darse cuenta y del
no darse cuenta.

Aunque en el sendero ascendente de la conciencia
común consciente de sí misma,
existe una gran cantidad de meditaciones
discordantes,
no hay dualidad entre la meditación y lo
meditado.
Al procurar el vehículo del meditar y no meditar,
cuando buscas al meditador y no lo encuentras,
entonces se alcanza el final de las meditaciones.
¡El impacto de la meditación desemboca justo
en eso!
En la total ausencia de la meditación y lo meditado,
no sucumbas a la salvaje tenebrosidad de la
desilusión.

En el claro brillo no planeado de la conciencia del ahora,
aquí, no hay dualismo permanente-impermanente.
Aunque existe un enorme número de éticas
discordantes,
en la exclusiva gota de la sabiduría consciente de
sí misma
no hay dualidad entre el actor y lo actuado.
Al buscar al agente de la actuación y la no actuación,
la procura del propio actor no da resultado,
entonces alcanzas el final de las acciones éticas.
¡La esencia de la ética desemboca justo en eso!
En la absoluta ausencia de la acción y lo actuado,
no sucumbas a los errores del instinto impulsivo.
En el claro brillo no planeado de la conciencia
del ahora,
sin elegir ni ser decepcionado por el artilugio,
en eso consiste la perfecta acción ética.
Libre del dualismo de lo perfecto y lo imperfecto.

Aunque haya una gran cantidad de goces discordantes,
en la mente despierta, en sí los Tres Cuerpos sin esfuerzo,
no existe dualidad entre el logro y lo logrado.
¡Busca a quien disfruta el goce!
Cuando se busca al que disfruta, no se lo encuentra.

Así se alcanza el fin de los goces proyectados.
La esencia del goce es justamente eso.
En la absoluta ausencia del logro del goce,
no sucumbas a la preocupación sobre el
abandono y el empeño.
Este claro brillo no planeado de la conciencia del
ahora,
es en sí mismo la realización de los Tres Cuerpos
manifiestos.
Es en sí mismo el goce de la Budidad primordial.

Este conocimiento, libre de ocho extremos (9) como
el ser y la nada,
es llamado el centro, no colapsa en extremo alguno;
es llamado inteligencia despierta, lucidez no
interrumpida.
Como contiene la esencia del vacío y la lucidez,
es llamado “esencia de los Señores Beatíficos”.
Cuando conoces este significado, lo trasciendes todo.
De allí que se llame Sabiduría Trascendente.
¡Como sobrepasa la mente, libre de límites y
origen,
es llamado el Gran Sello!

Así, realizarlo o no realizarlo es la base
de la liberación o de la vida apegada, de la
felicidad o del sufrimiento:
por eso se lo llama base universal.
Dado que no se sujeta a algo especial,
este espacio interno de lo normal,
esta brillante y diferenciada conciencia de sí
mismo,
recibe el nombre de conciencia normal.
Sea. cual fuere el acertado nombre poético que se le
asigne,
de hecho, no es más que conciencia despierta del
ahora:
¿quién podría anhelar más que eso?
Es como si trataras de buscar sus huellas cuando
un elefante pisotea el mundo entero: es imposible
hallarlas.
Salvo con la mente, es imposible hallar la
Budidad.
Si no reconoces esto, si buscas la mente afuera.
En pos de cualquier cosa, ¿cómo podrá hallarse a
sí misma?
Es como un tonto que divaga entre una multitud,
olvidándose a sí mismo en su seno,
sin reconocerse, buscándose,
confundiéndose, viéndose en los demás.
Si no percibes la realidad básica de las cosas,
si no distingues tus percepciones como tu propia
mente,
te sumerges en el cielo de lo viviente.
Al no distinguir tu mente como Buda, oscureces
el nirvana.
Vida y liberación, al conocer y no conocer,
en un instante se esfuma la distinción entre ellas.
Ver la propia mente en otro lugar es un error;
pero divagar y no divagar son en verdad lo
mismo.
Un ser no posee una segunda continuidad de la
mente;
al dejar la mente en si misma, se la libera.
Si no distingues al propio error como mente,
jamás advertirás el impacto de la realidad:
surgido de sí mismo, creado por sí mismo,
el ser observa al ser.
¿De dónde emergieron primero estas visiones?
¿Dónde permanecen entretanto?
Finalmente, ¿hacia dónde van?
Es como el reflejo de un cuervo en un lago;
se aleja volando, pero el reflejo no se va.
Así manan las percepciones desde la mente;
al alzarse desde la mente, se liberan en la mente.

La mente en sí, este claro vacío que todo lo conoce,
consciente de todo, es como el cielo:
una claridad-vacío primordial, indivisible.
En la claridad de la sabiduría intuitiva original,
justamente esa determinación es la realidad.
La razón es que toda apariencia y toda existencia
se conoce como tu propia mente, y la mente en sí
se realiza, de modo espacial, en su inteligencia y su
claridad.
Aunque el ejemplo del espacio se refiere a la realidad,
es sólo un símbolo que lo hace más bien
parcialmente.
En sí misma, la mente es universalmente clara,
vacía e inteligente.
Y el espacio es un vacío ininteligible, libre de
objetos sólidos.
Por ello, el espacio no puede ilustrar plenamente
la eclosión de la mente:
no vaciles, sólo enfócate en la realidad actual de
la mente.

Toda esta apariencia superficial
es exclusivamente un estado ajeno a la verdad,
como el miedo.
Por ejemplo, toda apariencia y existencia, la vida y
la liberación,
se asumen únicamente como tu mente natural.
Entonces, sólo transformando el proceso de tu
mente
puedes percibir tu transformación en el mundo
externo.
Por lo tanto, todo es la percepción de la mente,
cada una de las seis migraciones (10) tiene
percepciones específicas,
y los fundamentalistas externos tienen sus
absolutismos y nihilismos.
Cada uno de los nueve vehículos (11) tiene sus
vislumbres individuales.
Advierten la variedad, distinguen la variedad,
yerran al sostener dicotomías y al aferrarse a las
distinciones.
Al entender todas las apariencias como mente,
al verlo todo sin aferrarse a nada, uno despierta.

Uno no yerra cuando percibe, yerra cuando se
aferra;
pero al saber que el aferrarse es mente, se libera.
Todo lo que percibes es la percepción de la mente.
Los objetos aparentemente inanimados del
entorno son mente.
Los seis tipos aparentes de seres animados son mente.
La aparente felicidad de los humanos elevados y
los dioses es mente.
Los aparentes sufrimientos espeluznantes son mente.
Los aparentes cinco venenos (12) adictivos que
confunden son mente.
La aparente inteligencia sabia original es mente.
La aparente realización de la bondad y la
liberación es mente.
Las aparentes obstrucciones de demonios y
fantasmas son mente.
La aparente bondad de las deidades y los logros
son mente.
Las aparentes variadas purezas son mente.
El aparente enfoque enfático y no conceptual es
mente.
Los aparentes signos y colores de las cosas son
mente.
La aparente no elaboración sin significados es
mente.
La aparente no dualidad de uno y muchos es mente.
La aparente ausencia del ser y el estado de nada
son mente.

Fuera de la mente, nada es aparente.
La realidad de la mente brota incesantemente
como apariencia.
Al emerger, sin dualidad como el agua y las olas
de los océanos,
queda libre en la realidad experiencias de la mente.
Aunque sin cesar se designen nombres como
referentes,
objetivamente nada existe fuera de la unidad de
la mente.
Esa unidad es libre: carece de suelo y de raíces.
No puede verse en una visión ni en alguna
dirección.
No puede verse como algo, pues no posee estado
alguno.
No puede verse como vacío, pues brilla como
claridad inteligente.
Y no puede verse separada, pues no hay dualidad
entre vacío y claridad.
Ahora: tu propia conciencia es clara y distinta:
aunque actúa de tal modo, su agente es
desconocido.
Si bien no posee realidad intrínseca, las
experiencias se perciben.
Si practicas esto, serás plenamente liberado.
Te realizarás pese a la agudeza de tus facultades.
Si bien tanto el sésamo como la leche producen
aceite o manteca,
eso no sucederá sin presionar o sin batir.
Aunque todos los seres son la esencia real de la Budidad,
no despertarán si no efectúan prácticas.
Sin la práctica, despertará hasta un boyero,
pero no podrá explicarlo, apenas lo determinará
directamente.
Cuando pruebas el azúcar en tu boca,
no necesitas que los otros te lo expliquen.
Si ellos no entienden esta realidad, hasta los más
expertos se equivocarán.
Aunque sean hábiles en explicar los nueve vehículos,
será como describir con rumores un lugar donde
nunca estuvieron:
no estuvieron cerca de la Budidad ni por un instante.

Si percibes esta realidad, quedarás libre de la
virtud y del vicio.
Si no lo haces, todas tus virtudes y vicios
obtendrán vida en cielos o infiernos.
Al realizar tu mente como un vacío de sabiduría intuitiva,
la virtud y el vicio no pueden imponer sus efectos.
Así como una fuente no puede manar desde un
cielo hueco,
así en la vacuidad la virtud y el vicio dejan de ser objetos.

Por lo tanto, para ver intuitivamente tu propia
inteligencia desnuda,
esta Liberación Natural Mediante la Visión
Desnuda es extremadamente profunda.
Así que explora esta realidad de tu propia
inteligencia.
¡Profunda! ¡Sellada!
¡Ema!

Oh Maravilla,
Inteligencia Identificadora,
la Liberación Natural Mediante la Visión Desnuda,
es para el beneficio de las últimas generaciones
de todos mis Tantras (13), Escrituras e
Instrucciones,
si bien pocas y breves, con ellas en la mente.
Aunque las alcanzo recién ahora, las oculté como
Tesoros:
¡que aquellos con una buena evolución las descubran¡
¡samaya gya gya gya!

¡Que este tratado que identifica con claridad la inteligencia, llamado La Liberación Natural mediante la Visión Desnuda, compuesto por el Mentor de Odiyana, Padma Sambava, jamás se pierda hasta que acabe el ciclo de la vida!
IV
Credo Tibetano del Morir y del Renacer
Introducción
El Bardo Thodol tibetano es un texto religioso sagrado que en general forma parte de un rito funerario. El oficiante (un lama o maestro, que puede o no ser un monje) lo recita durante 49 días, y en etapas, al difunto, en presencia o ausencia. Describe una serie de visiones que se producen en la conciencia del fallecido durante ese período, para ayudarlo a ubicarse en el proceso de la transición (o estado intermedio). Si su vida ha sido ejemplar, puede salir del cielo de los nacimientos en sucesivas encarnaciones. Caso contrario, el recitado apunta a que descubra su verdadera naturaleza y que así enfocado asuma una transformación purificadora entre su cuerpo pasado y su cuerpo futuro.
Cada bardo (o plano existencias) que atraviese el difunto le exigirá la aceptación de un nuevo plano luminoso: en cada uno de ellos el viajero por la luz será abordado por el Buda de ese plano. La visión de la deidad pertinente puede ser benévola y amorosa, pero también puede resultar tremenda e intimidante. La recomendación central consiste en no dejarse abrumar por la visión, ni permitir que la misma lo absorba. Se resalta que todas las imágenes no provienen de otro lugar que la propia mente de¡ protagonista de los bardos, o sea, son proyecciones de su memoria en marcha hacia la llamada Luz Clara.
La travesía por los diversos planos se extiende hasta que el viajero alcanza una visión cuyo potencial de atracción, casi magnética, lo absorbe. Se sostiene que para el puro de corazón la meta será como una portentosa mansión universal y eterna. En cambio, si su existencia estuvo cargada de negatividades, puede brindársela un reingreso a la vida en un nuevo cuerpo, con los potenciales necesarios para una existencia compasiva.
El ciclo de morir y el renacer implícito en el Bardo Thodol es un viaje por la propia conciencia. Los maestros señalan qué “el viaje por la Luz se basa en la capacidad de saber que las transiciones o bardos son la única dinámica posible. Se viaja sin cesar por la propia percepción. Al perder el cuerpo físico cuando fallecemos, ello nos fuerza a encarar nuestros valores espirituales. Y regresamos a una vida física para descubrir el modo de existir honrando tales valores. Ése es el bardo del ciclo de los renacimientos. Nuestro anhelo mantiene activa la rueda de la vida. Nuestra identificación nos impulsa hacía delante como sí se tratara de una especie de imán del alma. Impulsamos nuestra realidad al tiempo presente porque aspiramos a colmar una lección implícita. La libertad reside en aceptarla, aprenderla y ejecutarla”.
Independientemente de que se admita o no el cielo mencionado, más allá de las convicciones religiosas que se tengan en lo referido a las cuestiones del morir y el renacer, se crea o no en la posibilidad de emanar hacia un nuevo cuerpo, este Credo también puede ser recitado en vida por quien quiera hacerlo. En todo caso, permite abrir una reflexión constante sobre el sentido de la vida y, dado que todos deberemos morir en algún momento, nos prepara para una despedida armónica. Toda vida bien vivida es un pasaporte hacia la Luz Clara, que ilumina y libera.

Recitado tradicional
Oye, hijo dilecto. Es la hora de que busques tu camino. Cuando tu respiración se detenga, vislumbrará la luz radiante de la primera transición, tal como te la describió tu maestro en vida. Tu respiración externa se detiene y experimentas la realidad en sí, vacía y sin adornos como el espacio: es tu inmaculado conciencia desnuda, tu mente despojada de eje y de horizonte. Pura vacuidad luminosa. En ese instante, reconócela como quien eres, permanece en ese estado. Cuando suceda, te ayudaré a asumirlo.
El espejismo que enfrentas es como si la tierra se disolviera en el agua. El humo indica que el agua se disuelve en el fuego. Las luciérnagas son la señal del fuego diluyéndose en el aire. La llama de la vela parpadea como signos del viento que se diluye en la conciencia. El ciclo iluminado por la luna señala que la conciencia se disuelve en lo luminiscente (lo aparente). El cielo iluminado por el sol indica que la luminosidad se diluye en lo radiante (lo agregado). El cielo oscuro es señal de que lo radiante se disuelve en lo inminente (el logro). La nochecita que precede al amanecer indica que lo inminente se disuelve en la Luz Clara.
Ahora que alcanzas la llamada “muerte”, debes conducirte de acuerdo con tu concepción del espíritu de la iluminación. Piensa así: “Llegué al momento de morir. Desde aquí, confiaré en esta experiencia y desarrollaré mi espíritu sólo mediante la contemplación del espíritu de la iluminación por el amor y la compasión. Por el bien del gran espacio colmado de seres, procuraré la Budidad perfecta.
En especial, debes pensar concentrado en lo siguiente: “Ahora, por el bien de todos los seres, reconoceré a la radiante Luz Clara de la muerte como el Cuerpo de la Verdad. Dentro de este estado, procuraré la realización suprema del Gran Sello (la estructura espiritual del ser) para colmar los propósitos de todos los seres. Sí no lo consiguiese, entonces asumiré apenas que estoy en la etapa intermedia. Y manifestaré que el Gran Sello de la Integración o estructura espiritual del ser es indisoluble ante la muerte. Entonces procederé en beneficio de todos los seres del espacio ¡limitado manifestándome con la forma más adecuada para cumplir ese propósito. Sin permitir que se pierda la voluntad de esta concepción espiritual, debes recordar la experiencia de todas las instrucciones que hayas practicado previamente.
Oh, hijo dilecto. La pura Luz Clara de la realidad amanece para ti. ¡Reconócela! Esta conciencia actual, pura e incorruptible, percepción natural del vacío puro, carente de toda sustancia, color o atributo, es la realidad Madre, Buda de todas las Benevolencias. Y esta conciencia tuya de la vacuidad natural incorruptible no debe sucumbir ante la falsa vacuidad aniquiladora, pues es incesante, brillante, distinta y vibrante, Esta conciencia es el Padre, mente primordial, iluminación, Buda de todas las Benevolencias. Esta presencia de la indivisible vacuidad naturalmente insustancial de tu percepción y de la vibrante presencia brillante de tu conciencia despierta: ¡tal es el Cuerpo de la Verdad del Buda! Tu conciencia perdura así en esta vasta masa de luz, claridad-vacío indivisible, no sujeta al nacimiento ni a la muerte: ¡tal es el Buda de la Luz Inmutable! Resulta suficiente saber esto. Reconocer este aspecto puro de tu conciencia como el Buda sin que pierdas tu naturaleza, es habitar en la realización suprema de todos los Budas.
Oh, hijo dilecto. ¡Medítalo centrado en tu deidad arquetipo! No te distraigas. Apunta toda tu voluntad hacia ella. Medítalo como algo aparente aunque inconsistente como el reflejo de la luna en el agua. ¡No lo medites como algo material!
¡Medita en el Señor de la Gran Compasión!
Escucha, hijo dilecto, con intensa concentración. Hay seis tipos de transiciones: la vida natural, el sueño, la contemplación, el momento de la muerte, la realidad intermedia, y la existencia emergente.
Escucha con mucha atención. Despuntarán sobre ti tres transiciones: la de la muerte, la de la realidad y la de la nueva existencia. Ayer no reconociste, la luminosidad radiante de la muerte, y por eso desembocaste aquí. No te distraigas ante lo que voy a describir. Luego despuntarán para ti la realidad intermedia y la transición hacia la existencia.
Oh, hijo dilecto. Ahora experimentas la llamada “muerte”. Vas desde este mundo hacia el más allá. Pero no estás solo: le ocurre a todos los seres. Que no te tienten el apego y la insistencia sobre esta vida. Aunque te atraiga y persistas en el anhelo, no tienes el poder para permanecer aquí, no podrás interrumpir tu migración por el cielo de la vida.¡ No anheles! ¡No te aferres! Ten presentes las Tres Joyas: el Buda, la Enseñanza, la Comunidad.
Oh, niño querido. Por más terroríficas que sean las visiones de la realidad intermedia que caigan sobre ti, no olvides las palabras que siguen. Evoca en tu mente su significado sin cesar. En ellas está la clave del reconocimiento.
“Ahora que ingreso a la realidad intermedia, abandonar las alucinaciones del terror instintivo, reconoceré que todos los objetos que surgen ante mí son un vislumbre de mi propia mente, y lo entenderé como, una etapa de la transición. Ahora, en el momento más crítico, más crucial, donde todo cesa, no temeré mis propias visiones de las deidades apacibles y furiosa

Tres articulos sobre la reencarnacion

Tres articulos sobre la reencarnacion

¿Dhamma Sin Renacimiento?*

Bhikkhu Bodhi
Traducido por Patricia Burckle
Revisado por Ronald Martínez Lahoz y Virginia Etienne
Boletín de la Buddhist Publication Society No. 6 (Primavera de 1987)

En algunos círculos donde se practica el Dhamma, la doctrina buddhista del renacimiento se ha presentado para ser re-examinada rigurosamente en respuesta a la presión de hoy día de que la enseñanza religiosa sea relevante para la persona y directamente comprobable. Aunque solo unos pocos pensadores buddhistas contemporáneos han ido tan lejos hasta sugerir que esta doctrina sea descartada como ‘anticientífica’, otra opinión ha ido ganando terreno en el sentido de que, ya sea que el renacimiento sea o no un hecho, la ‘doctrina’ del renacimiento no es esencialmente relevante para la práctica del Dhamma y, por lo tanto, no pude reclamar que se le asegure un lugar en las enseñanzas buddhistas. Se dice que el Dhamma se preocupa únicamente con el aquí y el ahora, con ayudar a resolver nuestros complejos personales mediante un incremento de la conciencia y honestidad interna. Todo el resto del buddhismo lo podemos dejar como los ‘adornos’ religiosos de una cultura ancestral, absolutamente inapropiados para el Dhamma de nuestra era tecnológica. Pero, si dejásemos en suspenso por un momento nuestras preferencias y fuésemos directamente a nuestras fuentes, nos encontramos el hecho indiscutible de que el mismo Buddha enseñó acerca del renacimiento, y lo hizo como un principio básico de sus enseñanzas. Los discursos del Buddha, vistos en su totalidad, nos muestran que, lejos de ser un mera concesión a las creencias prevalecientes en su tiempo o una invención de la cultura asiática, la doctrina del renacimiento tiene implicaciones muy grandes para toda la práctica del Dhamma, afectándola en dos aspectos, su finalidad y la motivación con la cual se sigue hasta su fin.

La finalidad del sendero buddhista es la liberación del sufrimiento, y el Buddha aclara en numerosas ocasiones, que el sufrimiento del cual se necesita liberación es el sufrimiento de la atadura al samsara, la rueda de contínuos renacimientos y muertes. Es seguro que el Dhamma tiene un aspecto que es directamente visible y personalmente verificable. Al examinar directamente la propia experiencia podemos ver que la tristeza, tensión, miedo y pena siempre afloran de la avidez, aversión e ignorancia y, por lo tanto, aquellas pueden eliminarse al remover estas impurezas. La importancia de este aspecto visible de la práctica del Dhamma no puede subestimarse, debido a que sirve para confirmar nuestra confianza en la eficacia liberadora del sendero buddhista. Sin embargo, el restarle importancia a la doctrina del renacimiento y explicar el sentido completo del Dhamma como alivio del sufrimiento mental, a través del aumento de la conciencia, es privar al Dhamma de las amplias perspectivas de las cuales deriva su profundidad. Al hacer esto, seriamente se arriesga a reducirlo finalmente a poco más que un sistema antiguo y sofisticado de psicoterapia humanista.

El mismo Buddha ha indicado claramente que la raíz del problema de la existencia humana no es simplemente el hecho de que somos vulnerables a la pena, aflicción y miedo, sino que nos atamos mediante el apego egoista a un patrón contínuo que se regenera de nacimiento, envejecimiento, enfermedad y muerte, dentro del cual experimentamos formas más especificas de aflicción mental. El también ha mostrado que el peligro principal de las impurezas es el papel que juegan de ser las causas de que se mantengan los ciclos de los renacimientos. Mientras permanezcan sin atenderse en los niveles más profundos de la mente, nos arrastran a través del ciclo de renacer, en el cual derramamos un diluvio de lágrimas ‘más grande que las aguas del océano’. Cuando estos aspectos son considerados cuidadosamente, entonces vemos que la práctica del Dhamma no tiene la finalidad de llevarnos a una reconciliación cómoda con nuestras personalidades actuales y situación en el mundo, sino iniciar una transformación interior mucho más amplia que nos dirigirá hacia la completa liberación de los ciclos de existencias mundanas.

Concedemos que para la mayoría de nosotros la motivación principal para entrar al sendero del Dhamma ha sido un corrosivo sentimiento de insatisfacción con el curso de la rutina de nuestras poco iluminadas vidas, en vez de una aguda percepción de los peligros que existen en la rueda de renacimientos. Sin embargo, si vamos a seguir el Dhamma hasta su fin y extraer todo su potencial de paz y sabiduría superior, es necesario que crezca la motivación de nuestra práctica más allá de lo que nos indujo, en un principio, a entrar en el sendero. Nuestra motivación subyacente debe crecer hacia esas verdades esenciales reveladas por el Buddha y, comprendiéndolas, debemos usarlas para alimentar la capacidad que tienen para guiarnos hacia la realización de la meta.

Nuestra motivación adquiere la necesaria madurez mediante el cultivo del recto entendimiento, el primer elemento del Noble Óctuple Sendero, el cual, segun explicado por el Buddha, incluye el entendimiento de los principios del kamma y del renacimiento como fundamentales en la estructura de la existencia. Aunque contemplar el momento es la clave para el desarrollo de la meditación penetrante, sería en extremo erróneo sostener que la práctica del Dhamma consiste en únicamente mantener la atención en el presente. El sendero buddhista enfatiza el papel que juega la sabiduría como instrumento de liberación, y la sabiduría no sólo debe comprender la penetración de las profundidades del momento, sino una comprensión de los horizontes del pasado y del futuro dentro de los cuales se desarrolla nuestra existencia presente. Tomar pleno conocimiento del principio del renacimiento nos ofrece esa perspectiva panorámica desde la cual podremos examinar nuestras vidas en su contexto más amplío, y el total de la red de relaciones. Esto nos estimulará en nuestra búsqueda del sendero y nos revelará el significado profundo de la meta hacía la cual se dirige nuestra práctica, el fin de los ciclos de renacimientos, que la mente finalmente se libere del sufrimiento.

* * * * *

* Bhikkhu Bodhi. Traducido por Patricia Burckle y revisado por Ronald Martínez-Lahoz y Virgina Etienne. Boletín de la Buddhist Publicacion Society No. 6 (Primavera 1987). Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. ©CMBT 1999. Última revisión lunes, 13 de marzo de 2000. Fondo Dhamma Dana.

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¿Qué es lo que Renace?*

(NO-ALMA)

NARADA MAHATHERA
Traducción española por Alejandro Córdova

“Ni el mismo, ni tampoco otro.” Visuddhimagga

Aparte de mente y materia, los constituyentes de esto que se llama ser, el buddhismo no considera que exista “un alma inmortal”, un ego eterno que el hombre haya adquirido en una forma misteriosa y que provenga de una fuente misteriosa. Un alma que fuera eterna, permanecería siempre la misma sin sufrir nunca un cambio. Si el alma, que se supone es la esencia del hombre, fuese eterna, no debería sufrir ni una elevación, ni una caída. Tampoco se podría explicar porqué “diferentes almas presentan tan variada constitución desde el principio”.

Para justificar la existencia de una felicidad sin fin en un cielo eterno, así
como un interminable tormento en un infierno eterno, es absolutamente necesario postular un alma inmortal.

Como escribe Bertrand Russell en Religion and Science (1960, págs. 132-133): “La antigua distinción entre alma y cuerpo se ha evaporado tanto porque la ‘materia’ ha perdido su solidez y la mente su espiritualidad”. Y también (pág.143): “La psicología… ha comenzado a ser científica… En el estado de desarrollo actual de la psicología y la fisiología, la creencia en la inmortalidad difícilmente puede ser apoyada por el conocimiento científico”.

De acuerdo con el autor[1] de Riddle of the Universe (pág. 166): “La prueba teológica de que un creador personal ha insuflado un alma inmortal (generalmente considerada como una partícula o porción del Alma Divina) dentro del hombre, es un puro mito. La prueba cosmológica de que el ‘orden moral del mundo’ demanda la duración eterna de un alma es un dogma sin bases reales. La prueba teleológica de que el ‘mas alto destino del hombre’ incluye el perfeccionamiento de su defectuosa alma terrestre que sigue su evolución mas allá de la tumba, descansa sobre un falso antropocentrismo. La prueba moral de que los defectos y los deseos insatisfechos de una existencia en la tierra deberán ser satisfechos por una ‘justicia compensatoria’ en el otro lado de la eternidad, no es mas que un deseo pío. La prueba etnológica de que la creencia en la inmortalidad, como la creencia en Dios, es una verdad innata, común a toda la humanidad, es de hecho un error. La prueba ontológica de que el alma, siendo una entidad simple, inmaterial e indivisible, no puede ser incluida en el proceso de corrupción de la muerte, se basa en un punto de vista completamente erróneo de los fenómenos psíquicos, es una falacia espiritualista. Todas estas pruebas y otras similares han sido anuladas por la crítica científica de las últimas décadas”.

Si nada en la forma de un espíritu o alma pasa de esta vida a la otra, entonces: ¿Qué es lo que renace?

En esta pregunta se toma por un hecho de que debe haber algo que renace. Hace algunos cuantos siglos se consideró “cogito, ergo sum” (pienso, luego soy). Es cierto, pero primero tiene que probarse que existe un “yo” que piensa.

Es común decir que el sol surge en el este y se hunde en el oeste, aunque se sabe que en realidad esto no sucede así. Tenemos que admitir que uno no puede ocupar dos veces el mismo lugar aunque aparentemente uno lo hace.

Todo cambia tan rápido que dos momentos no son idénticos. Los buddhistas están de acuerdo con Bertrand Russell cuando en Religion and Science (1960 págs. 118-119) escribe lo siguiente: “Hay un sentimiento obvio de que yo soy la misma persona que era ayer; un ejemplo aún mas obvio es el de que si veo a un hombre y simultáneamente lo escucho hablar, hay un sentimiento o sensación de que el ‘yo’ que ve es el mismo ‘yo’ que escucha”.

Hasta recientemente los científicos creían en un átomo indivisible e indestructible. “Por razones suficientes los físicos han reducido el átomo a una serie de eventos; por razones igualmente buenas, los psicólogos han encontrado que la mente no se puede identificar con una cosa o fenómeno continuo, sino con una serie de ocurrencias ligadas por ciertas relaciones íntimas. Por lo tanto, la pregunta sobre la inmortalidad es si estas relaciones íntimas existen en fenómenos relacionados con el cuerpo vivo y otro tipo de fenómenos ocurrirán después de que el cuerpo está muerto”. (Religion and Science, 1960, pags. 138-139).

“La materia ha sido desintegrada ante nuestros ojos, ya no la consideramos sólida, ya no es permanente, no está determinada por leyes obligatorias, y más importante que todo es que no sabemos que es”. (C. E. M. Joad, The Meaning of Life).

Los llamados átomos parece que son tanto “divisibles como destructibles”. Los electrones que constituyen el átomo “pueden juntarse y aniquilarse uno a otro, su persistencia es mas bien una onda y no una cosa u objeto que carece de límites fijos y que carece de forma y posición”.

El obispo Berkeley, quien mostró que el así llamado átomo era una ficción metafísica, sostuvo que allí existía una substancia metafísica llamada alma.

David Hume en su “búsqueda de un alma” declara (Treatise of Human Nature, Bk. I, Pt. IV, sect. VI): “Hay algunos filósofos que creen que somos en todo momento íntimamente conscientes de lo que llamamos nuestro ‘yo’ (self); que sentimos su existencia y su continuidad en ella; poseen la certeza, mas allá de toda evidencia de demostración, tanto de su perfecta identidad como de su simplicidad… Por mi parte, cuando yo penetro mas íntimamente en lo que llamo ‘mí mismo’ siempre tropiezo o me encuentro en algún tipo particular de percepción, de calor, de frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer; nunca puedo captar ese ‘mí mismo’ sin una percepción y nunca puedo observar ninguna otra cosa o fenómeno que no sea percepción”.

Henri Berson dice: “Toda conciencia es existencia de tiempo; y un estado consciente no es un estado que permanezca sin cambio. Es un cambio incesante y que cuando el cambio cesa, ella cesa. En sí misma no es otra cosa que cambio”.

John B. Watson, un psicólogo distinguido, (Behaviourism, 1970 pág. 3): “Nadie nunca ha tocado un alma o ha visto una en un tubo de ensayo, o ha entrado en relaciones con ella tal y como sucede con otros objetos de la experiencia cotidiana. Sin embargo, dudar de su existencia significa ser un hereje y posiblemente uno en el pasado se hubiera arriesgado a perder la cabeza. Aún hoy un hombre con una posición pública no se atrevería a desafiar este asunto”.

En relación con el tema del alma, el profesor Williams James escribe en Principles of Psychology (pág. 248): “Esta teoría del alma es totalmente superficial de acuerdo a los hechos de la experiencia consciente que en la actualidad se han verificado. Por lo tanto, nadie está obligado por razones científicas definitivas a suscribir esta teoría”. Y más adelante él resume lo siguiente (págs. 400-401): “Este ‘yo’ es un agregado empírico de fenómenos objetivamente conocidos. El ‘yo’ que los conoce no puede en sí mismo ser un agregado, ni por propósitos psicológicos necesita considerarse una entidad metafísica permanente como el alma, o un director como el ego puro visto como fuera del tiempo. Es un pensamiento, diferente en cada momento de anterior, pero que se apropia del anterior junto con todo aquello que este anterior ha llamado suyo. Todos los hechos experimentales encuentran su lugar en esta descripción sin necesidad de recurrir a ninguna otra hipótesis que no sea la de la existencia de pensamientos o estados mentales que pasan”.

La conclusión de este interesante capítulo sobre el “yo” incluye las siguientes palabras: “… entonces ese pensamiento en sí mismo es el pensador…”

Lo anterior es un eco de las palabras que el Buddha pronunció hace 2500 años en el Valle de Ganges. El Buddhismo enseña una psicología sin psique en la que el ser viviente es mente y materia (nama-rupa) las cuales están en un estado de constante fluir.

En la antigua India los sabios también creían en un átomo indivisible al cual llamaban ‘paramanu’ y declararon que éste consistía en fuerzas interrelacionadas conocidas como ‘paramatthas’ o esenciales de la materia. De acuerdo con la antigua creencia 36 ‘paramanus’ constituyen un ‘anu’; 36 ‘anus’, un ‘tajjari’; 36 ‘tajjaris’, un ‘ratharenu’. Las diminutas partículas de polvo que se ven moverse en los rayos solares se llaman ‘ratharenu’. Con su visión supernormal el Buddha analizó el ‘paramanu’ y declaró que éste consiste en fuerzas interrelacionadas conocidas como esenciales de la materia (paramattha).

Estos ‘paramatthas’ son llamados ‘pathavi’, ‘apo’, ‘tejo’ y ‘vayo’.

‘Pathavi’ significa el elemento de extensión, el sustrato de la materia. Sin él, los objetos no pueden ocupar espacio. Las cualidades de la dureza y la suavidad que son relativas, son dos condiciones de este mismo elemento.

‘Apo’ es el elemento de cohesión. A diferencia de ‘pathavi’ es intangible. Es este elemento el que hace que los átomos dispersos de la materia se cohesionen y nos den la apariencia de cuerpo. Cuando los cuerpos sólidos se derriten, este elemento se hace más prominente en el fluido resultante. Este elemento se encuentra aun en partículas minúsculas cuando los cuerpos sólidos se reducen a polvo. Los elementos de extensión y cohesión están tan íntimamente relacionados que cuando la cohesión cesa, la extensión desaparece.

‘Tejo’ es el elemento de la temperatura. El frío es también una forma de ‘tejo’. Ambos, el calor y el frío, están incluidos en ‘tejo’ porque ellos poseen el poder de madurar los cuerpos, o en otras palabras, éste es la energía vital. La preservación y el decaimiento se deben a este elemento. Se diferencia de los otros tres esenciales de la materia en que tiene el poder de regenerarse a sí mismo. También se denomina ‘utu’.

‘Vayo’ es el elemento de la mobilidad. Los movimientos son causados por este elemento. El movimiento es considerado como la fuerza o el generador de calor. El movimiento y el calor en la esfera de la materia corresponden respectivamente a la conciencia y al kamma en la esfera de la mente.

Estos cuatro elementos son las unidades fundamentales de la materia y se encuentran invariablemente combinadas con los cuatro derivados, es decir, calor (vanna), olor (gandha), gusto (rasa) y esencia nutritiva (oja).

Los cuatro elementos y los derivados son inseparables e interrelacionados, pero un elemento puede predominar sobre otro; por ejemplo, el elemento de extensión predomina en la tierra, el de cohesión en el agua, el de calor en el fuego y el de mobilidad en el aire. Así, la materia consiste en fuerzas y cualidades que están en constante flujo. De acuerdo con el buddhismo un momento de la materia dura 17 momentos mentales.

A los comentaristas les gusta decir que la duración de un momento mental es menor que una millonésima parte del tiempo que dura un destello de luz. La mente, la parte más importante de la compleja maquinaria del hombre, consiste de cincuenta y dos estados mentales. La sensación (vedana) es una; la percepción (sañña) es la otra. Los otros cincuenta restantes se denominan colectivamente actividades volicionales o volitivas (sankhara), una traducción que no cabe exactamente en el significado del término pali. De ellas la volición o ‘cetana’ es el factor más importante. Todos estos estados psíquicos surgen con una conciencia (viññana). De acuerdo con la filosofía buddhista no existe un momento en el cual no se experimente una forma particular de conciencia aferrada a un objeto, ya sea físico o mental. El tiempo de duración de tal conciencia es denominado momento mental. Todo momento mental es seguido de otro. De esta manera, la sucesión de estados mentales contiene un elemento de tiempo. La rapidez en la sucesión de tales momentos mentales es difícil de concebir.

Cada unidad de conciencia consiste de tres instantes (khana). Ellos son surgimiento o génesis (uppada), estático o de desarrollo (thiti) y cesación o disolución (bhanga). Inmediatamente después de la cesación de un momento mental ocurre la etapa de génesis del subsiguiente momento mental. Cada conciencia momentánea de este siempre cambiante proceso de vida, al extinguirse, transmite su energía total y todas las impresiones imborrables almacenadas a su sucesor. Cada nueva conciencia consiste de las potencialidades de sus predecesores junto con algo más. Por lo tanto, hay un flujo continuo de conciencia como un torrente sin interrupción. El subsecuente momento mental no es ni absolutamente el mismo como su predecesor, ya que su composición no es idéntica, ni completamente diferente. Es el mismo torrente de vida. No hay un ser idéntico, pero hay una identidad en proceso.

No se debe entender que la conciencia son pedazos o fragmentos reunidos como los vagones de un tren o de una cadena. Por el contrario, “ella fluye como un río recibiendo de los torrentes tributarios formados por los sentidos, constante aumento de su flujo y siempre dispensando al mundo que lo rodea los pensamientos que ha juntado a propósito”.[2] Su fuente es el nacimiento y la muerte su desembocadura.

Aquí ocurre una yuxtaposición de fugaces estados de conciencia, pero no una superposición de tales estados como algunos parecen creer. Ningún estado una vez que se ha ido regresa, ninguna identidad con el que se fue antes. Estos estados cambian constantemente sin permanecer ellos mismos por dos momentos consecutivos. La persona mundana, inmersa en la red de ilusiones, confunde esta aparente continuidad con algo eterno y llega al grado de introducir un alma permanente (la supuesta hacedora y observadora de toda acción) en esta siempre cambiante conciencia.

Los cuatro tipos de fenómenos psíquicos combinados con los fenómenos físicos forman los cinco agregados (pañcakkhanda), el complejo compuesto denominado ser vivo. Una individualidad es la combinación de estos cinco agregados.

Nosotros vemos el mar como una enorme extensión de agua, pero esta consiste de innumerables gotas. Un número infinito de partículas de arena constituyen lo que llamamos playa, pero su apariencia es la de una enorme sabana. Grandes olas se forman y se estrellan contra la playa, pero estrictamente hablando, ninguna simple ola viene del profundo y azul mar para perder su identidad sobre la playa. En el cine nosotros vemos una escena en movimiento. Para representar ese movimiento en la pantalla deben aparecer una serie de cuadros momentáneos.

Uno no puede decir que el perfume de una flor depende del pistilo o del color, pues el perfume está en la flor. En la misma forma, una individualidad es la combinación de los cinco agregados.

El proceso total de estos fenómenos psico-físicos que emergen y se extinguen constantemente, es a veces denominado en términos convencionales por el Buddha como ‘yo’ o ‘atta’; pero lo que es así denominado no es una identidad, sino un proceso.

El buddhismo no rechaza totalmente la existencia de una personalidad en sentido empírico. Rechaza un ser que permanece idéntico durante el proceso o una entidad permanente, pero no rechaza una continuidad en proceso. El término filosófico buddhista para designar a un individuo es ‘santati, esto es, un flujo o continuidad. Este flujo o continuidad sin interrupción de los fenómenos psico-físicos, condicionados por el kamma, que no tienen un origen perceptible en el pasado sin comienzo ni tampoco un final de su continuación en el futuro, excepto por medio del Noble Óctuple Sendero, es el sustituto buddhista de un ego permanente o alma eterna de otros sistemas religiosos.

¿Cómo es posible que exista renacimiento si no existe un alma que renazca? De acuerdo con el buddhismo nacimiento significa el surgimiento de los ‘khandas’, o grupo de agregados. Así como el surgimiento de un estado físico está condicionado por un estado precedente como su causa, de la misma manera la aparición de estos fenómenos psico-físicos están condicionados por causas anteriores a su surgimiento. El presente proceso de existir es el resultado del deseo de existencia en el nacimiento anterior y el deseo instintivo presente condiciona la vida en el futuro renacimiento.

Así como es posible un proceso en un espacio de vida sin una entidad permanente que pase de un momento mental a otro, de la misma manera una serie de procesos de vida son posibles sin que algo transmigre de una existencia a la otra.

La doctrina buddhista del renacimiento debe diferenciarse de la teoría de la reencarnación, la cual implica la trasmigración de un alma y su invariable renacimiento material. En el Milindapañha y el Visuddhimagga, el venerable Nagasena y Buddhaghosa han empleado varios símiles para ilustrar la verdad de que nada transmigra de una vida a otra. La analogía de la flama es muy ilustrativa. La vida se compara con una flama, el renacimiento es la transmigración de esta flama de un grupo a otro. La flama de la vida es continua aunque aparentemente existe una interrupción al morir.

Preguntas del Rey Milinda:

– “Venerable Nagasena, ¿Acontece renacimiento sin nada que transmigre?

– Sí, oh Rey, el renacimiento tiene lugar sin que nada transmigre.

– Deme una ilustración, Venerable señor.

– Suponga, oh Rey, que un hombre fuera a encender una vela con otra vela, ¿Aseguraría usted que la flama ha pasado de una vela a la otra?

– En verdad, no, Venerable Señor.

– De la misma forma, oh Rey, ocurre el renacimiento, sin nada que se transmita.

– Deme otra ilustración.

– ¿Recuerda, oh Rey, haber aprendido cuando era niño un poema o verso de su maestro de poesía?

– Sí, Venerable Señor.

– Aseguraría o juraría, oh Rey, que el verso ha pasado de su maestro a usted?

– En verdad, no, Venerable Señor.

– De la misma manera, oh Rey, ocurre el renacimiento, sin que nada se transmita”.

De nuevo el Rey Milinda pregunta:

– “Venerable Nagasena, ¿Qué es lo que renace en la siguiente existencia?

– Oh Rey, es mente y cuerpo lo que renace en la siguiente existencia.

– ¿Es la misma mente y el mismo cuerpo el que nace en la siguiente existencia?

– Oh Rey, no es este mismo cuerpo y mente el que renace en la siguiente existencia, pero con este cuerpo y esta mente, oh Rey, uno actúa y éste acto puede ser bueno o malo. Debido a este acto otra mente y otro cuerpo renace en la siguiente existencia.

– Venerable señor, si esta mente y cuerpo no es el mismo que nace en la siguiente existencia, ¿uno está libre de sus actos malos?

– Si uno no fuera a nacer en otra existencia, uno se liberaría de sus actos malos, pero, oh Rey, en tanto uno nace en la existencia siguiente, uno no se libera de sus actos malos.

– Deme una ilustración.

– Oh Rey, es como si un hombre fuera a tomar un mango perteneciente a otro hombre y el propietario del mango lo atrapara y lo llevara ante el rey y dijera: ‘Este hombre ha robado mis mangos’. Y si el otro respondiera: ‘Señor, yo no robé sus mangos, pues el mango que este hombre plantó es diferente de los mangos que yo tomé. Por lo tanto, yo no merezco ser castigado’. ¿Juraría, oh Rey, que el hombre merecería ser castigado?

– Seguramente, Venerable Señor, él es merecedor de castigo.

– ¿Por qué razón?

– Porque a pesar de lo que él pueda decir, él merecería el castigo por la razón de que los últimos mangos son derivados del primer mango.

– Exactamente de la misma manera, oh Rey, con esta mente y este cuerpo uno realiza un acto –éste puede ser bueno o malo– y debido a este hecho otra mente y otro cuerpo nace en la existencia siguiente. Por lo tanto, uno no está libre de sus malos actos”.[3]

El Venerable Buddhaghosa elucida este intrincado punto por medio de la analogía del eco, la vela, las impresiones de un sello y las reflexiones en un espejo. Un escritor moderno ilustra este proceso a través de la analogía de una serie de bolas de billar en íntimo contacto. “Si una bola de billar choca con una bola en reposo, la primera se detiene al chocar y la segunda, antes en reposo, se moverá… la primera bola no rebasa a la segunda sino que queda detrás inmóvil;

ella muere, pero es innegable el movimiento de esta bola, su ímpetu, su kamma, y ningún nuevo movimiento es creado, el cual renace en la segunda bola”.[4]

De la misma manera, para usar términos convencionales, el cuerpo muere y su fuerza kámmica renace en otro sin que nada transmigre de esta vida a la otra. El último momento mental perece condicionando otro momento mental en la vida subsiguiente. El nuevo ser ni es absolutamente el mismo –ya que él ha cambiado– ni es totalmente diferente. Pero es el mismo torrente de energía kámmica. Hay solamente la continuidad de un flujo de vida particular, sólo eso y nada más.

* * * * *

* Capítulo 29 (What is Reborn? (No-Soul)) del libro The Buddha and His Teachings por Narada Mahathera. Traducción española por Alejandro Córdova. Traducción española con permiso de la Buddhist Publication Society. Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. Traducción española ©CMBT 2000. Última revisión sábado 2 de septiembre de 2000. Fondo Dhamma Dana.

[1] Ernst Haeckel (1834-1919). Libro publicado por primera vez en 1899.

[2] Veáse Aung, Shwe Zan y Rhys Davids, C.A.F.Compendium of Philosophy-Introduction, pág. 12. Londres PTS, 1910, 1979.

[3] Veáse Warren, Buddhism in Translations, págs. 234-235.

[4] Dr. Ananda Coomarasvami, Buddha and the Gospel of Buddhism, pág. 106.

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CÓMO ACONTECE EL RENACIMIENTO*

NARADA MAHATHERA
Traducción española por Alejandro Córdova

La pila de huesos de (todos los cuerpos) de un hombre
que ha vivido por sólo un eón,
formaría una alta montaña.
Esto dijo el Gran Vidente (Buddha).

Itivuttaka

El momento de la muerte es, sin duda, un momento crítico y determinante en la vida de cualquier hombre. De acuerdo con la filosofía del Abhidhamma, en la mente del moribundo se presenta un ‘kamma’, un ‘kamma nimitta’ o un ‘gati nimitta’. Por ‘kamma’, en este caso, se entiende la representación mental de algún acto bueno o malo realizado durante el periodo en que la persona haya vivido o inmediatamente antes del momento de morir. Se trata, pues, de un pensamiento cuyo contenido es bueno o malo.

Si la persona hubo cometido alguno de los cinco crímenes atroces (garuka kamma) como por ejemplo el parricidio, antes de su muerte experimentará ese kamma. Si por el contrario, la persona que está muriendo hubo desarrollado ‘jhanas’, es decir, altos estados meditativos de conciencia, entonces experimentará este buen kamma antes de morir. Estos pensamientos son tan poderosos que eclipsan totalmente toda otra acción y aparecen vívidamente en la mente del que está muriendo.

Si el moribundo no ha hecho ninguna de estas acciones pesadas, puede tomar como objeto del proceso cognitivo del morir un kamma realizado inmediatamente antes de la muerte (asanna kamma), el cual recibe el nombre de ‘kamma próximo a la muerte’. Este kamma es muy importante porque determina el inmediato renacimiento.

En ausencia de un kamma próximo a la muerte, entonces se presentará en la mente del moribundo un acto bueno o malo habitual (acinna kamma), como por ejemplo el de curar a enfermos en el caso de un buen médico, o el de enseñar el Dhamma, en el caso de un bhikkhu pío, o el de robar en el caso de un ladrón.

Si no hubiera cualquiera de los kammas anteriores, entonces se presentará en su mente cualquier acto bueno o malo trivial (katatta kamma) como objeto del proceso cognitivo del morir.

‘Kamma nimitta’ o símbolo significa una representación mental de cualquier objeto visual, sonoro, olfativo, gustativo, táctil o idea que fue predominante cuando el sujeto realizaba alguna actividad importante, buena o mala. Por ejemplo, la visión de cuchillos o animales muriendo en el caso de un carnicero, o de pacientes en el caso de un médico, o un objeto de devoción en el caso de un devoto.

‘Gati nimitta’ o símbolo de destino significa un símbolo relacionado con el lugar del futuro renacimiento. Este símbolo se presenta por sí mismo ante la persona moribunda y estampa su atmósfera de alegría o de tristeza sobre los

hechos. Cuando estos indicios del futuro renacimiento ocurren, si son malos a veces pueden modificarse influyendo en los pensamientos del moribundo. Entre las visiones premonitorias de destino se pueden observar fuego, bosques, montañas, el vientre materno, mansiones celestiales y cosas semejantes[1].

La muerte, pues, es un proceso cuyo objeto puede ser un ‘kamma’, un ‘kamma nimitta’ (símbolo) o un ‘gati nimitta’ (símbolo de destino). Aunque la muerte ocurriera de forma instantánea, el proceso cognitivo realiza su curso por sí mismo.

Con el objeto de ilustrar mejor lo anterior, imaginemos que el moribundo va a renacer en el reino humano y que el objeto del proceso cognitivo del morir es un buen kamma. Su conciencia de ‘bhavanga’, es decir, su conciencia de continuidad vital, se interrumpirá, vibrará por un momento mental y cesará. Después, la conciencia de advertencia en la puerta de la mente (mano-dvaravajjana) surgirá y cesará. Entonces se presentará un estado psíquico muy importante, el proceso de ‘javana’, o sea, los momentos mentales durante los cuales se realiza el kamma y que, debido a su debilidad, ocurre sólo por cinco momentos mentales en lugar de los siete normales, a este proceso de ‘javana’ le falta todo poder reproductivo; su función principal es esencialmente la de regular la nueva existencia. El objeto que aquí se presenta es deseable y la conciencia que se experimenta es moral. La conciencia ‘tadalambana’, que para su función puede ser registrada o identificada por dos momentos del objeto percibido, puede o no presentarse a continuación. Después de esto ocurrirá la conciencia de muerte o ‘cuti-citta’, es decir, el último momento mental que el moribundo experimenta en esta vida presente.

Existe una concepción errónea entre algunos que creen que el subsecuente nacimiento está condicionado por esta última conciencia de muerte (cuticitta), la cual no tiene ninguna función especial que realizar en sí misma. Lo que realmente condiciona el renacimiento es aquello que se experimenta durante el proceso de ‘javana’. Este proceso sí regula la nueva existencia porque mientras dura se realiza un nuevo kamma.

Con la cesación de la conciencia del moribundo ocurre la muerte. A partir de ese momento no se producirán propiedades materiales producidas por la mente (cittaja-rupa) o por el alimento (aharaja-rupa). Desde entonces y hasta el momento en que el cuerpo se reduzca a polvo[2], sólo se producirán una serie de propiedades materiales producidas por la temperatura (utuja-rupa).

Simultáneamente con el surgimiento de la conciencia de renacimiento surge la década del cuerpo, la década del sexo y la década base (khaya-bhava-vatthu-dasaka)[3]. De acuerdo con el buddhismo, el sexo es determinado en el momento de la concepción y es condicionado por el kamma, y no sólo por una combinación fortuita del esperma y del óvulo[4].

La extinción de la conciencia del nacimiento pasado es la ocasión para que surja la nueva conciencia del nacimiento que sigue. Sin embargo, nada inmodificable o permanente se transmite del pasado al presente. Así como la rueda solo toca un punto del terreno en donde descansa, de la misma manera y estrictamente hablando, solamente vivimos un momento mental. Nosotros siempre estamos en el presente y este presente continuamente se desliza hacia el pasado irrevocable. Cada momento de conciencia de este proceso vital continuamente cambiante, al extinguirse transmite a su sucesor la totalidad de su energía, así como también las imborrables impresiones contenidas en él. Cada nueva conciencia consta de las potencialidades de su predecesor y algo más. Al morir, la conciencia perece, aunque en realidad perece a cada momento para a continuación dar origen a una nueva conciencia en otro nacimiento. Esta conciencia nueva hereda todas las experiencias pasadas; como todas las experiencias se registran invariablemente en el siempre cambiante palimpsesto mental y todas las potencialidades son transmitidas de vida en vida, independientemente de su desintegración temporal, de esta manera pueden haber reminiscencias de nacimientos o incidentes pasados, lo cual sería imposible si dependiera exclusivamente de la memoria, ya que ésta, a su vez, depende sólo de las células cerebrales.

Bhikkhu Silacara explica lo anterior de la siguiente manera: “Este nuevo ser que es la manifestación presente del flujo de energía del kamma no es el mismo y no tiene identidad con el ser previo, los agregados que lo constituyen son diferentes y no tienen identidad con los constituyentes del ser que lo precede. Pero tampoco es un ser completamente diferente, ya que posee el mismo flujo de energía de kamma, aunque modificado por aparecer en esa manifestación que ahora se presenta en el mundo sensoperceptivo como un nuevo ser”.

La muerte, de acuerdo con el buddhismo, es la cesación de la vida psicofísica de una existencia particular. Es la extinción de la vitalidad (ayu), es decir, vida psíquica y física (jivitindriya), calor (usma) y conciencia (viññana). La muerte no es la total aniquilación del ser, porque aunque es el final de un lapso de vida, la fuerza que hasta ese momento actuó no es aniquilada. Así como la luz eléctrica es la manifestación visible de la energía eléctrica invisible, de la misma manera nosotros somos la manifestación externa de la energía kármica invisible. El foco puede ser roto y la luz puede extinguirse, pero la corriente eléctrica permanece y la luz se puede reproducir en otro foco; de la misma manera la fuerza kármica permanece imperturbable con la desintegración del cuerpo físico, y la extinción de la conciencia presente conduce al surgimiento de una conciencia nueva en otro renacimiento. Sin embargo, nada inmodificable o permanente “pasa” del estado presente al estado futuro. Cuando el pensamiento que se experimenta antes de morir es de tipo moral, entonces la conciencia de reconexión resultante toma como su material un espermatozoide y un óvulo apropiados de los seres humanos que serán los padres. Después la conciencia de reconexión (patisandhi-viññana) cesa en el estado de bhavanga, es decir, el estado de conciencia de continuidad vital[5].

El buddhismo puro no apoya la creencia de que el espíritu de la persona que ha muerto habita en un estado temporal hasta que encuentra un lugar adecuado para su “reencarnación”.

En el momento de morir, la continuidad del flujo de energía no es rota en cuanto al tiempo, y no hay brecha alguna en el flujo de la conciencia. El renacimiento tiene lugar inmediatamente, sin importar el lugar en que se renace. Esto es semejante a una onda electromagnética, que proyectada al espacio es inmediatamente reproducida en un aparato receptor de radio. El renacimiento del flujo mental también es instantáneo y no existe ningún tipo de espacio para alguna forma de estado intermedio (antarabhava)[6].

Esta cuestión del renacimiento instantáneo se encuentra expresada de la siguiente manera en el Milindapanha :

Preguntas del rey Milinda:

-“Venerable Nagasena, si alguien muere aquí y renace en el mundo de Brahma y otro muere aquí y renace en Cachemira, ¿quién de ellos llegará primero?

-¡Oh Rey! Ellos arribarán al mismo tiempo.

¡Oh Rey! ¿En qué ciudad nació usted?

-En una población llamada Kalasi, Venerable Señor.

-¿Qué distancia hay de aquí a Kalasi, oh Rey?

-Alrededor de 200 millas, Venerable Señor.

-¿Y qué distancia hay de aquí a Cachemira, oh Rey?

-Alrededor de doce millas, Venerable Señor.

-Ahora piense en el poblado de Kalasi, oh Rey.

-Ya lo he hecho, Venerable Señor.

-Ahora piense en Cachemira, oh Rey.

-Ya lo hice, Venerable Señor.

-Oh Rey, de la misma manera quien muere aquí y renace en el mundo de Brahma no lo hace más tardíamente que aquel que muere aquí y renace en Cachemira.

-Dadme un símil más, Venerable Señor.

-¿Qué piensa, oh Rey? Suponga que dos pájaros que se encuentran volando y ellos se posan al mismo tiempo, uno en la rama más alta de un árbol y el otro en la más baja. ¿Cuál de las dos sombras de los pájaros se posará primero sobre la tierra y cuál después?

-Ambas sombras lo harán al mismo tiempo, no una primero y la otra después”.[7]

De acuerdo con el buddhismo, los seres vivos son infinitos en número, así como también lo son los mundos. La fecundación del óvulo no es el único camino para renacer. La tierra, una casi insignificante mota de polvo en el universo, no es el único plano, y los humanos no son los únicos seres.[8] De ahí que sea completamente razonable afirmar que siempre habrá un lugar apropiado para recibir la última vibración de pensamiento de quienes mueren. Siempre hay un punto listo para recibir la piedra que cae.

* * * * *

* Capítulo 28 (How Rebirth Takes Place) del libro The Buddha and His Teachings por Narada Mahathera. Traducción española por Alejandro Córdova. Traducción española con permiso de la Buddhist Publication Society (BPS).Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. Traducción española ©CMBT 2000. Última revisión viernes 8 de septiembre de 2000. Fondo Dhamma Dana.

La Autotransformación

La Autotransformación

Bikkhu Bodhi

        Traducción española por Arturo Pozo

        Quizás sea sintomático a la naturaleza “engañada” de la condición humana ordinaria que pocos de nosotros pasemos toda la vida confortablemente reconciliados con nuestra propia naturaleza. Aun en medio de la prosperidad y el éxito, notas discordantes de descontento complican nuestros días y sueños perturbadores espantan nuestro dormir. Mientras que nuestros ojos permanecen cubiertos por el polvo tendemos a localizar la causa de nuestro descontento fuera de nosotros mismos –en la esposa, el vecino o el trabajo, en el implacable destino o en la mala suerte. Pero cuando el polvo cae y nuestros ojos se abren, vemos que la causa real está dentro de nosotros.

        Al descubrir cuan profundamente la causa de nuestra infelicidad está registrada en la mente, nos percatamos de que los cambios cosmetológicos nunca llegarán a ser lo suficiente, vemos que se requiere una transformación interna fundamental. Este deseo por una personalidad transformada, por la emergencia de un nuevo hombre venido de las cenizas de lo viejo, es uno de los atractivos perennes del corazón humano. Desde tiempos antiguos ésta ha sido una potente fuente de búsqueda espiritual y aún en la cultura secular de la afirmación del “yo” en nuestra propia época cosmopolita, este anhelo no ha desaparecido totalmente.

        Cuando conceptos tales como redención, salvación y liberación ya no caracterizan la transformación buscada, el deseo por una reestructuración radical de la personalidad persiste tan fuerte como siempre, apareciendo en formas que son compatibles con el punto de vista secular del mundo. Donde previamente este deseo buscaba realizarse en el templo, el ashram y el monasterio, ahora se recurre a nuevas instancias: la oficina del sicoanalista, el taller de fin de semana, la panoplia de abundantes terapias y cultos. Sin embargo, a pesar del cambio de escenario y encuadre conceptual, el patrón básico permanece igual. Disgustados con los baches de nuestros arraigados hábitos, deseamos intercambiar todo aquello que es denso y constrictivo en nuestras personalidades por un modo de vida nuevo, más liviano y liberador.

        La auto-transformación es también un objetivo fundamental de las enseñanzas de Buddha, una parte esencial de su programa de liberación del sufrimiento. El Dhamma nunca fue dirigido a aquellos que eran santos perfectos. Está dirigido a seres humanos falibles cargados con todos los defectos típicos de la naturaleza humana no pulida: conducta veleidosa e impulsiva, mentes teñidas por la codicia, enojo y egoísmo, puntos de vista distorsionados y hábitos que conducen al daño de uno mismo y de otros. El propósito de la enseñanza es transformar a esas personas –a nosotros mismos– en personas logradas: en aquellos cuya acción es pura, cuyas mentes están tranquilas y serenas, cuya sabiduría ha penetrado las verdades más profundas y cuya conducta está siempre señalada por un compasivo interés por otros y por el bienestar del mundo.

        Entre estos dos polos de la enseñanza –la defectuosa y anudada personalidad que traemos con nosotros como materia prima al entrenamiento, y la personalidad completamente liberada que surge al final– ahí hay un proceso gradual de auto-transformación dirigida por unas pautas muy específicas. Esta transformación es efectuada por los dos aspectos del camino: abandono (pahana), la eliminación de la mente de todo lo que es dañino y malsano y el desarrollo (bhavana) del cultivo de las cualidades que son sanas, puras y purificadoras.

        Lo que distingue al programa de Buddha para la auto-transformación, de la multitud de otros sistemas que proponen una meta similar, es la contribución hecha por otro principio con el cual está invariablemente ligado. Éste es el principio de la auto-trascendencia, el intento de renunciar a todos los intentos para establecer un sentido de sólida identidad personal. En el entrenamiento buddhista el objetivo de transformar la personalidad debe ser complementado por un esfuerzo paralelo de vencer toda identificación con los elementos que constituyen nuestro ser fenomenológico. La enseñanza de anata (del no-yo) no es tanto una tesis filosófica que busca una aprobación intelectual, sino es como una prescripción para la auto-trascendencia. Ésta sostiene que nuestro intento continuo de establecer un sentido de identidad al tomar nuestra personalidad como “yo” y “mío”, es en realidad un proyecto nacido de nuestro aferramiento, y que al mismo tiempo es la raíz de nuestro sufrimiento. Por lo tanto, si buscamos ser libres de nuestro sufrimiento, no podemos quedarnos con una meta final de transformar la personalidad a una forma sublime y elevada. Lo que es necesario más bien, es la transformación que trae la eliminación del aferramiento y, con él, la eliminación de todas las tendencias de autoafirmación.

        Es importante destacar el aspecto trascendente del Dhamma debido a que en nuestra época, cuando los valores seculares “inmanentes” ascienden, la tentación de no ver este aspecto es fuerte. Si suponemos que la valía de una práctica consiste solamente en su habilidad para producir resultados concretos mundanos, podemos inclinarnos a ver el Dhamma simplemente como un medio de refinar y curar la personalidad dividida, conduciéndonos al final a la reafirmación de nuestros seres mundanos y a nuestra situación en el mundo. Tal práctica, sin embargo, ignoraría la insistencia del Buddha de que todos los elementos de nuestra existencia personal son impermanentes, insatisfactorios y no son un “yo”, y su consejo de que deberíamos aprender a distanciarnos de tales cosas para por último descartarlas.

        En la práctica correcta del Dhamma, ambos principios, tanto el de auto-tranformación como el de auto-trascendencia, son igualmente cruciales. El solo principio de auto-transformación es ciego, que puede conducir, en el mejor de los casos, a una personalidad más ennoblecida pero no liberada. El solo principio de auto-trascendencia es estéril, conduciendo a un retiro fríamente ascético desprovisto del potencial para iluminarse. Es solamente cuando éstos dos principios complementarios trabajan en armonía, fundidos y equilibrados en el curso del entrenamiento, que ellos pueden puentear la brecha entre lo real y lo ideal y traer una fructífera conclusión en la búsqueda de la cesación del sufrimiento.

        De los dos principios, el de la auto-trascendencia reclama primacía tanto al comienzo como al final del camino, porque este principio da dirección al proceso de auto-transformación, revelando el objetivo hacia el cual una transformación de la personalidad debería ir y la naturaleza de los cambios requeridos para traer el objetivo dentro de nuestro alcance. Sin embargo, el camino buddhista no es una ascensión para ser escalada con picos, cuerdas y zapatos con clavos, sino un entrenamiento paso a paso el cual se va desplegando en una progresión natural. Así, el abrupto reto de la auto-trascendencia, el renunciamiento a todas las formas de apego, es encontrado y dominado por el proceso gradual de la auto-transformación. A través de la disciplina moral, la purificación mental y el desarrollo de la sabiduría penetrante avanzamos por etapas desde nuestra condición original de esclavitud al dominio de la libertad sin trabas.

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        * Venerable Bhikkhu Bodhi. Traducción española por Arturo Pozo del Centro Zen de México. Traducción española con permiso del Ven. Bhikkhu Bodhi de la Buddhist Publication Society. Ensayo #16 (Verano-Otoño 1990) del boletín de la Buddhist Publication Society. Copyright © 1990 Buddhist Publication Society. Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser distribuido sólo en forma gratuita. Traducción española ©CMBT 2001. Última revisión martes 9 de octubre de 2001. Fondo Dhamma Dana.

EL SAMADHI DEL GRANERO DE LA GRAN SABIDURIA

EL SAMADHI DEL GRANERO DE LA GRAN SABIDURIA

Ejo
Trad. José L. Hernández

Siento un profundo respeto, que nace desde lo más recóndito de mi compasión, por vosotros que continuáis la práctica de zazen en el estado de espíritu que voy a describir: sin intentar obtener nada, sin ninguna meta; sin dejaros influir por vuestra inteligencia personal; sin mostrar suficiencia por la experiencia que habéis adquirido en el doyo.

Con toda la energía de vuestro cuerpo y de vuestro espíritu, penetrad totalmente en komyozo, sin daros vuelta hacia atrás para mirar el tiempo. No busquéis el satori. No escuchéis los fenómenos ilusorios (mayoi):

No detestéis los pensamientos que aparecen, tampoco los améis, y, sobre todo, no los mantengáis. De todas maneras, sea lo que sea, debéis practicar la gran postura sentada aquí y ahora. Si no mantenéis los pensamientos, éstos no vendrán por sí mismos. Si os

abandonáis a la espiración y dejáis que la inspiración venga en un armonioso ir y venir, no hay más que un zafú bajo el cielo vacío, pesado como una llama. Si no esperáis nada de lo que hacéis, si no consideráis cosa alguna, podéis cortar con todo, solamente por zazen.

Aunque los ochenta y cuatro mil bonno (deseos, ilusiones) vayan y vengan, si no les dais importancia, si los abandonáis a sí mismos, en ese momento, de cada uno de ellos, de uno tras otro y de todos juntos, podrá surgir el maravilloso misterio del granero de la gran

sabiduría.No existe solamente el komyo del momento de zazen. También está aquel que, paso a paso, acto tras acto, os hacer ver progresivamente que cada fenómeno puede realizarse inmediata, automática, independientemente de vuestra inteligencia propia y de vuestros pensamientos personales. Tal es la verdadera y auténtica certificación que existe sin molestar la manifestación de komyo.

Es el poder espiritual del no actuar por la luz que se ilumina por sí misma. Este komyo es originariamente no sustancia, no existencia. Por ello, aunque muchos Budas lo realicen en este mundo, no son de este mundo. Y, estando en el nirvana, no están en el nirvana.

En el instante de vuestro nacimiento, komyo no existía. En el de vuestra muerte, no desaparecerá.

Desde el punto de vista de Buda, no aumenta. Desde el punto de vista de los sentidos, no disminuye.

Así como cuando tenéis ilusiones o dudas, no podéis hacer la pregunta correcta, cuando tenéis el satori no podéis expresarlo. En ningún momento consideréis nada con vuestra conciencia personal. Durante las veinticuatro horas del día, tened la calma y la gran tranquilidad de los muertos. No penséis en nada por vosotros mismos. Así, al practicar la espiración y la inspiración, vuestra naturaleza profunda y vuestra naturaleza sensitiva, inconsciente y naturalmente, serán no saber, no comprensión.

Entonces, todo podrá volverse naturalmente calmo, esplendor de komyo, en la unidad del espíritu y del cuerpo. Por eso, cuando lo llamamos, debería responder rápidamente. Un solo y mismo komyo armoniza en un todo a la gente del satori y la de las ilusiones.

Así, aunque os pongáis en movimiento, este último no debería perturbaros. Y el bosque, las flores, las briznas de hierba, los animales, los seres humanos, todos los fenómenos (ya sean largos, cortos, cuadrados o redondos) podrán realizarse inmediata, automática, independientemente de vuestra inteligencia propia y de la acción personal de vuestro pensamiento.

No estéis apegados ni a las ropas ni al alimento ni a la casa. No sucumbáis al deseo sensual o al apego del amor que son prácticas animales.Inútil interrogar a los demás sobre komyo, pues su komyo no tiene utilidad alguna para vosotros.

En el origen, este samadhi es el santo doyo, el océano de todos los Budas. Es entonces el más grande y el más santo de todos los asientos transmitidos directamente de Buda en Buda a través de la santa práctica universal. Puesto que ahora sois discípulos de Buda, debéis hacer zazen tranquilamente en su asiento.

No os sentéis en el zafú infernal, el zafú gaki, animal o asura, ni tampoco en el de los shomon o de los engaku. Practicad solamente shikantaza. No perdáis el tiempo. Es lo que se llama el auténtico espíritu del doyo, el verdadero komyo samadhi, el maravilloso y espléndido satori.

Este texto sólo debe ser leído por los verdaderos discípulos del Maestro Dogen, aquellos que están autorizados a entrar en su habitación.

Lo he escrito para mis compañeros de zazen, para que no haya puntos de vista erróneos, para perfeccionarme a mí mismo y para educar a los demás.

Escrito por Ejo, bajo el reinado del emperador Gouta. Con el más profundo respeto, en el templo Eihei-ji el 28 de agosto de 1278.

 

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